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Castillo: "Ha tenido que venir el coronavirus,

para que la gente caiga en la cuenta de la


diferencia entre religión y evangelio"

Iglesia y Reino: se traspasa Vaticano





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"Estamos viendo en estos días que las manifestaciones públicas de
la religión (procesiones, solemnes ceremonias religiosas, funciones
sagradas en los templos, etc) son un estorbo y hasta un peligro"

"El evangelio es curación de enfermos, atención a lo que necesitan


los más desgraciados de este mundo, los que están en peligro de
muerte y hasta los difuntos"

"¡Qué enorme equivocación se cometió en la Iglesia cuando, con el


paso de los años, terminó por fundirse y confundirse el EVANGELIO
con la RELIGIÓN!"
22.03.2020  José María Castillo

Una de las cosas, que están quedando más patentes en esta enorme desgracia que
estamos sufriendo - la pandemia del coronavirus - es la diferencia que hay entre la
religión y el evangelio. Porque son dos cosas muy distintas. Y, en algunas cuestiones de
enorme importancia, son experiencias y prácticas contradictorias. Ha tenido que venir una
desgracia, tan espantosa como el coronavirus, para que mucha gente caiga en la cuenta
de la diferencia que hay entre religión y evangelio.

Me explico. Una de las cosas más patentes, que estamos viendo en estos días, es que las
manifestaciones públicas de la religión (procesiones, solemnes ceremonias religiosas,
funciones sagradas en los templos, etc) son un estorbo y hasta un peligro. Mientras que,
por el contrario (en algunos casos y hasta hace pocos días) echamos en falta que, en la
vida y en la convivencia diaria, estuviera más presente el evangelio, que es curación de
enfermos, atención a lo que necesitan los más desgraciados de este mundo, los que
están en peligro de muerte y hasta los difuntos (mendigos, ancianos, personas
marginadas, moribundos y hasta muertos).

Y es que, si todo esto se piensa despacio, caemos en la cuenta de que fueron los


“hombres de la religión” los que no pudieron tolerar el “evangelio de Jesús”. Y
fueron los sumos sacerdotes del templo los que condenaron a muerte a Jesús, los que
forzaron a Poncio Pilatos para que lo crucificaran, los que se burlaron de Jesús en su
agonía. Y no se quedaron tranquilos hasta que lo vieron muerto. Es un hecho evidente: la
“religión” no pudo convivir con el “evangelio”.
Lo cual es comprensible. Porque “religión” y “evangelio” son medios o caminos para
buscar a Dios. Pero son medios o caminos opuestos. La “religión” es un conjunto de
creencias, normas y ritos, para tranquilizar la conciencia. El “evangelio” es una “forma de
vida” que `pone todo su interés en remediar el sufrimiento de quienes lo pasan mal en la
vida. Y todo esto es lo que explica por qué la “religión” tiene su centro en “lo sagrado”,
mientras que el “evangelio” tiene su centro en “lo humano”.

Y esto es lo que explica por qué, según el “evangelio”, Dios “se encarnó”, es decir: Dios
“se humanizó”. Ante todo, en Jesús de Nazaret. De forma que el mismo Jesús le pudo
decir al apóstol Felipe: “El que me ve a mí, está viendo a Dios” (Jn 14, 7). Pero no sólo en
Jesús. Dios está presente en cada ser humano. Por eso, el mismo Dios dirá a cada cual
en el juicio final: “Lo que hicisteis con cada uno de éstos, a Mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).

Y es que el fondo del asunto está en algo que no nos entra en la cabeza. En nuestra
intimidad más honda, llevamos siempre preguntas que no encuentran repuesta. Muchas
veces huimos de nosotros mismos o intentamos huir, buscando soluciones en la diversión
o el egoísmo. Soluciones de repuesto que duran poco. En el fondo, quedan las preguntas
y el vacío. También hay quienes buscan respuesta en la religión. Pero los ritos religiosos
son acciones que, debido al rigor de la observancia de las normas, acaban
constituyéndose en un fin en sí. Con lo cual, ni resuelven su problema, ni van a ninguna
parte. Y para acabar: cuando centramos nuestra vida en el “ethos”, la conducta de la
honradez y la bondad, el proyecto de vida que nos humaniza, nos hace honrados y buenas
personas, entonces hemos encontrado el EVANGELIO.

Y es con el “proyecto de vida”, que humaniza nuestras vidas, con eso contagiamos
felicidad y seremos felices, incluso aguantando las pandemias que nos puedan invadir.
¡Qué enorme equivocación se cometió en la Iglesia cuando, con el paso de los años,
terminó por fundirse y confundirse el EVANGELIO con la RELIGIÓN!

LA IGLESIA Y YO
La sensación que hoy tengo cuando entro a una Iglesia es muy distinta a
la que tenía hace años, tanto como la diferencia que hay entre la noche y
el día. Han tenido que pasar algunas experiencias en mi vida, para que
ese cambio se produjera.
Hace años no podía oír hablar de la Iglesia y todo lo que ella significa.
Me hacia sentir como frente a un enemigo cuando hablaba con alguien
sobre ella.
Fueron muchas veces, y en ocasiones de forma repetitiva las que
escuche acerca del Dios castigador y justiciero, del cielo y el infierno, que
en lugar de acercarme aunque fuera a través del miedo y por temor a
condenarme, lograron en mí el efecto contrario, me alejaron más y más,
hasta no querer saber nada de ella.
Nos pintaban a Dios como un enemigo, más que a un amigo. Un
enemigo que estaba en constante vigilancia, para cuando te equivocaras
caerte encima, ¡era terrible! Sentir que unos ojos te observaban donde
quiera que fueras, y con el dedo acusador cuestionándote a cada paso,
si eras bueno o malo, nos alejo de ser nosotros mismos, más y mas.
Lo menos que te inspiraba ese Dios, era amor, compasión y mucho
menos perdón. Así crecimos muchas personas, creyendo que Dios te las
tenía preparadas a la primera de cambio que te equivocaras, con lo cual
tenías que afinar mucho, para no equivocarte y fingir que sí eras buena,
cuando lo que tenías por dentro era un volcán de emociones.
Fueron muchos años con estas creencias tremendas en tu vida, que
desde luego no te ofrecían ningún rumbo hacia ninguna parte,
haciéndote sentir perdido y abandonado por Dios, cosa que no llegabas a
entender. Pero las cosas de la vida da tantas vueltas, que nunca sabes
donde están las oportunidades, hasta que a mi me llegó después de un
accidente de tráfico, que aunque solo se dañó físicamente el coche y no
yo sí estaba minada mi moral, porque ese fue el último de tres accidentes
casi seguidos.
Después de clamar al cielo con un grito desgarrador, pidiendo ayuda
desesperadamente, un día llego en manos de un familiar, que
curiosamente llevaba conjuntamente con otras dos personas lo que ellos
llamaban “El grupo de La Palabra” donde te ayudaban a reconducir tu
vida, poniendo como ejemplo la vida de Jesús. Esto hubiera sido un
regalo del cielo, en aquel momento, si luego ella no hubiese añadido
como respuesta a mi pregunta que se reunían en una Iglesia.
Pero como Dios sí sabe lo que necesita cada uno, luego descubrí que en
realidad sí era un regalo del cielo aquella invitación que cambio mi vida
para siempre.
Estuve antes de ir toda una semana luchando con mi mente si iba o no,
dándome mil razones para no ir, para ir eran muy pocas, pero hubo una
muy contundente que calló mi mente. Y era el hecho de que en los
últimos meses, mi vida estaba perdida, sin rumbo y sin esperanza para
continuar. Al darme cuenta de que no tenia nada que perder, si no me
gustaba dicha reunión, ya que en ese momento me encontraba bastante
perdida, tome la decisión de ir aquel lunes.
Mi corazón antes de entrar iba a mil por hora, la lucha entre mente y
corazón se puso más tensa que nunca en aquellas horas, pero mi alma
me llevó a aquella iglesia cogida de la mano porque casi me temblaban
los pies, y ella sabía que todo iba a ir bien. Pasé de sentirme una
extraña, mirando aquellas personas como si fueran extraterrestre, y lo
que decían, a irme relajando poco a poco. Desde luego lo que decían me
iba gustando, sobre todo cuando me pedían que fuese poco a poco. 
Eso de que nadie te fuerce a aprender cuando eres un adulto, evitando
así comportarse como aquellos profesores, que con toda la buena
intención del mundo creían que la letra con sangre entraba, creo que
motiva a cualquiera, sobre todo, porque le quita la presión que ejerce el
ordeno y mando que a todos, cuando llegamos a la edad adulta nos
atemoriza, creyendo que de repente va a aparecer por la puerta, aquella
profesora/or que a nadie gustaba en el colegio, por sus métodos, y que
ahora a nuestra edad lo único que conseguiría seria nuestra rebeldía.
Decidí que las primeras reuniones, no valían para valorar si me quedaba
o no, ya que me encontraba muy tensa comparando el “ayer” y el “hoy”
de la Iglesia, en mi vida.
Aun cuando seguía asistiendo a la reunión semanal después de varios
meses, todavía quedaba resistencia en mí, aunque algo más fuerte,
empezaba a hacerse cargo de la situación y comenzaba a sentir
pequeños cambios en mi vida, pero era pronto para hablar de una
victoria.
El impacto más grande que tuve desde que llegue a la iglesia fue
conocer al sacerdote que estaba allí. Esperaba al típico sacerdote de
entonces, serio y gris, al que yo pretendía olvidar. La sorpresa fue
mayúscula, cuando me encontré con una persona, alegre, cordial, muy
comunicativa, y sobre todo muy cercana. 
Una persona del grupo me invito a ir a misa y dijo que si no me gustaba
que lo dejara, ya que el sacerdote me había impactado, me dijo que al
menos viniera a una misa, y a las demás decidiera yo. Me costó un
poquito decidirme, hasta que aquel sábado no lo pensé más y con aquel
impacto todavía en mi memoria, gratamente, la inquietud por conocer
más de cerca de aquel seguidor de Cristo, me llevó a la primera misa.
Esperé a que comenzara la misa para que nadie me viera llegar y me
senté en la fila que estaba cerca de la puerta, la cual me pareció
estupenda por si tenía que salir corriendo, por los malos recuerdos que
tenía de las misas, ¡esto es cierto! Desde luego que lo que escuche allí
nada tenia que ver con mis recuerdos sobre las misas, era todo tan
diferente que casi no me lo podía creer.
Nadie se movía del sitio en aquella iglesia, ni siquiera el aire se atrevía a
entrar, era tal la fortaleza de sus palabras que sonaban como campanas,
fuertes, claras y contundentes. Yo estaba asombrada de todo aquello,
me sentía maravillada, por primera vez en muchos años, me sentía feliz
al escuchar a un sacerdote. Salí de allí entre el impacto de sus palabras,
y la energía vital que sentí en todo el cuerpo, que parecía que me había
tomado de golpe un tubo de vitaminas. 
Desde aquel día hasta hoy han pasado cinco años, y sigo asistiendo,
cada vez con ilusión renovada y sobre todo con muchas ganas de
aprender a vivir, de llevar a cabo, la vivencia que Jesucristo nos dejó, esa
vivencia que aún hoy parece nueva.
Desde luego el concepto que tenia de la iglesia, ha pasado a la historia,
sobre todo porque he comprendido que cada uno te da lo que tiene, con
la mejor intención, y que los tiempos cambia a todos y a todo lo que nos
rodea. Si alguien me hubiese dicho entonces que algún día estaría en
una iglesia de forma activa, ayudando en todo lo que puedo, me hubiese
echado a reír o quizás me hubiese enfadado, porque en aquel momento
era algo imposible.
Hoy en cambio, cuando estoy dentro de la iglesia que me acogió me
siento como en casa, siento que he llegado al lugar que tantas y tantas
veces he buscado por otros lugares.
En esta vida no hay nadie perfecto, nadie que este libre del error, y la
iglesia no está exenta de esta circunstancia.
En esta Iglesia he conocido gente, que día a día, regala tiempo de sus
vidas para ayudar a los demás, sin pedir nada a cambio, y lo más
importante, es que lo hacen de corazón, y eso es lo mas grande que
pueda hacer el ser humano.
También sé de personas, que repartidas por todo el mundo, en todos los
lugares y en todas las circunstancias, regalan tiempo de sus vidas para
ayudar a aquellos menos favorecidos en la vida, e incluso muchos de
ellos, han sido capaces de cambiar el rumbo de sus vidas, en una
sociedad con toda las comodidades, para ir a sitios inhóspitos, llenos de
pobreza, de guerras y enfermedades, ayudando a personas que no
conocen de nada, pero que algo si les hace parecidos, en el amor a los
demás, el amor que Jesucristo derrama en todos nosotros, y ellos como
portadores de ese mensaje de buena nueva, de Esperanza y de Luz, en
un mundo aparentemente oscuro por la circunstancia, se convierten en
luz de acá para allá, llevando vida y alegría por donde quiera que vayan,
en nombre de Jesucristo.
El bien que la Iglesia hace cada día por el mundo, te hace pensar que
tanta gente no puede estar equivocada y el hecho de que se cometan
errores es inevitable allí donde este el ser humano, en todas las facetas
de la vida.
Da igual que le llames Iglesia, que le llames padres, que le llames
profesores, que les llames médicos, que les llames jueces, que les
llames políticos….etc. 
Quizás la respuesta podría estar en esta frase:
“El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra…”
No se puede juzgar a todas las personas que componen la Iglesia, por
aquellos que cometen errores, si lo hiciéramos así no existiría sociedad,
porque mires donde mires, allí vas a encontrar errores.
Jesucristo nos dejó un mensaje, que habla por si solo, un mensaje que
coloca a cada uno en su lugar, un mensaje que nos hace más humanos y
más compasivos con los demás, y que nos cuestiona de dentro a fuera: 
“ Amaos los unos a los otros, como yo os he amado…” 
Si Él nos amó tal cual somos, con errores, con orgullos, con soberbias,
con prepotencia, con ira, con rabias….que incluso en la cruz tuvo
palabras de amor, para aquellos que le crucificaron:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…”
¿Quiénes somos nosotros para juzgar a los demás; quiénes nos creemos
que somos; acaso pensamos que estamos en posesión de la verdad.. ?
Otra frase celebre suya, que nos deja sin palabras:
“La Verdad os hará libres”
Que nos hace pensar antes de hablar, razonando que es mejor
investigar, conocer y entender a los demás un poquito más de cerca .
Lo cierto, es que ha cambiado mi forma de ver la vida, ha cambiado mis
esquemas, mis sentimientos hacia los demás, la forma de reconducir mi
vida, y lo sigue haciendo con ilusión, ya que cada vez que escucho las
homilías me reconforta el alma y la Eucaristía me acerca más a Dios.
Intento llevar a la practica todo ese mensaje de vida, Esperanza, Perdón,
y Compasión hacia la realidad que vive el otro, que también es parte de
mí, a compartir lo que tengo y lo que soy con los demás, como regalo de
la vida, que también nos regala a nosotros en la vida de los demás.
Una de las cosas más importante que he aprendido y estoy aprendiendo
en esta Iglesia donde el Señor condujo mis pasos, ha sido encontrarme a
mi misma, encontrar a la persona que soy de verdad, la persona
desconocida en mí y que tanto había buscado.
Cuando escuché en una ocasión en la Iglesia estas palabras:
“Dios te ama tal cual eres, no tienes que fingir ser otra persona, Él sabe
lo que hay en tu corazón, y la única manera de llegar a Padre Dios, a
través de Jesucristo, es siendo tú misma”
Aquel día no pude contener las lágrimas en la reunión, me llegaron al
alma aquellas palabras que parecieron acogerme con dos brazos
abiertos, a un caminante cansado de caminar, sentí que comenzaba de
nuevo, y que a pesar de mis cuarenta y cuatro años, estaba naciendo de
nuevo a la vida. 
Rosa Díaz Santiago
Las Palmas de Gran Canaria

2009

Además, dos días después, el viernes 27 de marzo de 2020, el Papa


presidirá a las 17.00 hora canaria un momento de oración en la Plaza de
San Pedro. “Escucharemos la Palabra de Dios, elevaremos nuestra
súplica, adoraremos al Santísimo Sacramento, con el que al final daré la
bendición Urbi Et Orbi, a la que se adjuntará la posibilidad de recibir
indulgencia plenaria”, ha resaltado el Pontífice.
El objetivo del Papa con estas dos citas es que todos nos mantengamos
unidos en estos momentos difíciles: “Queremos responder a la pandemia
del virus con la pandemia de oración, compasión, ternura“, ha
destacado.
Nuestras máscaras (Kahlil Gibrán)

Cuenta una leyenda que, cierto día, la Hermosura y la Fealdad se juntaron a la orilla del mar. Hacía
mucho calor y, viendo el agua, ambas decidieron darse un chapuzón en el mar.

Así pues, sin pensárselo dos veces, se despojaron de la ropa y se sumergieron en las frescas aguas
del mar. Pasado un rato, la Fealdad salió de la playa y, sin darse cuenta, se colocó la ropa de la
Hermosura y, acto seguido, siguió su camino.

Al cabo de un tiempo también la Hermosura salió del agua pero, para su sorpresa, no pudo
encontrar su ropa. Era muy tímida y, como no se atrevía a caminar desnuda, se colocó la ropa de la
Fealdad. Tras hacerlo continuó también su camino.

Y cuentan que, desde aquel momento, los seres humanos las confunden y mezclan con relativa
facilidad.

No obstante hay personas que han conseguido contemplar la cara de la Hermosura, han conseguido
reconocerla sin importar los ropajes que lleva puestos. Y, de igual forma, también han sido capaces
de reconocer la cara de la Fealdad sin dejar que el tejido se la esconda de sus ojos.

- KAHLIL GIBRÁN -

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