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Relaciones trascendentales entre la ciencia, la moral y la metafísica según Popper 1

Eduardo Harada O.

En este ensayo se intenta mostrar que la filosofía de la ciencia de Karl R. Popper (1902-1994) entraña
un enfoque ‘trascendental’ pues, según ella, la ciencia tiene condiciones de posibilidad morales y
supuestos metafísicos inevitables (que sólo pueden ser negados cayendo en una contradicción). Así,
frente al positivismo que afirma que la ciencia debe ser ‘neutralmente valorativa’ y que debe evitar a
toda costa la metafísica, la filosofía popperiana acepta que nuestras ideas científicas, morales y
metafísicas están íntimamente relacionadas. Concretamente, sostiene que existe una mutua implicación
entre nuestra ciencia, la ‘ética humanista’ y el realismo metafísico.

I. El trascendentalismo de la filosofía de Popper

Es común considerar a Popper como un ‘positivista lógico’. No importa que desde casi inmediatamente

después de la publicación de La lógica de la investigación científica, de diversas formas y en

diferentes tonos, él mismo se haya dedicado a negarlo: la leyenda continúa.

Para algunos, Popper sostuvo -de manera parecida a los positivistas lógicos- que la tarea de la

filosofía de la ciencia debe limitarse a hacer un análisis lógico del método de contrastación de las

teorías, sin preguntarse, de manera crítica, por aquello que las hace posibles.

El prejuicio anterior en parte tiene su origen en el hecho de que el estudio de su filosofía se ha

reducido a algunos capítulos de La lógica de la investigación científica, Conjeturas y refutaciones y

Conocimiento objetivo, dejando de lado otros escritos, en los que presenta una visión no sólo más

compleja del estudio de la ciencia sino, en realidad, diferente a la que comúnmente se le atribuye.

1
Magister, Número 99, mayo de 2002, pp. 4-10.
2

Como se sabe, La lógica de la investigación científica (de 1934) fue el resultado de la

reducción de un manuscrito, que constaba de dos volúmenes, elaborado entre 1930 y 1933, pero

publicado hasta 1978 con el título de Los dos problemas fundamentales de la epistemología.

Y la cuestión es que este último libro incluye algunas ideas que encontramos en La lógica de la

investigación científica, sin embargo, también incluye otras que no aparecen en él.

Por ejemplo, en Los dos problemas fundamentales de la epistemología existe claramente una

gran influencia de la teoría del conocimiento de Kant: no sólo la terminología y la problemática

kantiana es omnipresente i, sino que Popper califica de trascendental al método que él mismo emplea.

En efecto, Popper propone una contrastación trascendental de las filosofías de la ciencia ii, ya
iii
que su función fundamental es dar cuenta de la ciencia real y en caso de no corresponder con ella,

deben ser abandonadas iv. Por tanto, para Popper la elección de una filosofía de la ciencia tiene que

basarse no sólo en su coherencia lógica interna (crítica inmanente) y en sus ventajas respecto de otras

epistemologías (crítica dialéctica), sino también en su correspondencia con el proceder efectivo de los

científicos (crítica trascendental) v.

Popper, de hecho, siempre afirmó que su filosofía de la ciencia sí corresponde a lo que

realmente son el conocimiento y la ciencia y que lo hace mejor que otras filosofías vi. Justamente, por

eso critica al positivismo lógico y a la concepción de la ciencia de Kuhn vii.

Desde luego, Popper no cree que la filosofía de la ciencia no se basa en generalizaciones

inductivas de repetidas observaciones del comportamiento de los científicos, sino que supone la

aceptación de ciertas convenciones o propuestas, así como de determinados objetivos y valores acerca

de lo que debe ser la ciencia.

Como ya dije, Los dos problemas fundamentales de la epistemología fue publicado a finales de

los años setenta, y, sin duda, desde entonces debería haber puesto en cuestión la idea de que Popper fue
3

un ‘normativista’ que pretendió dictar a la ciencia lo que debe ser, sin importarle lo que realmente es y

que llegó casi a afirmar que “La ciencia debe ser lo que él dice que es o peor para ella”.

No es mi objetivo en esta ponencia cuestionar y tratar de destruir el prejuicio anterior, sino, más

bien, defender la tesis de que Popper, no sólo en Los dos problemas fundamentales de la

epistemología sino a lo largo de toda su obra, plantea que el método de la filosofía de la ciencia debe

ser trascendental y que ese método muestra que existe una relación muy estrecha entre la ciencia, la

metafísica y la moral: no sólo se implican mutuamente, de tal forma que no se puede aceptar cierta

concepción de una sin comprometerse con determinada idea de las otras, sino que incluso unas

constituyen las condiciones de posibilidad de las demás. Es decir, se da entre ellas una especie de

fundamentación holística, que no conduce a un fundamento último o definitivo sino, más bien, de tipo

contingente (explicable desde el punto de vista de la selección natural y de la historia humana).

De manera más específica, Popper plantea que la ciencia y la moral, tal y como existen

efectivamente, comparten algunos supuestos metafísicos precisos: realismo, indeterminismo,

emergentismo y pluralismo; es decir, sólo podrían existir en un mundo con tales características.

II. Los supuestos metafísicos básicos de la ciencia y la moral

A pesar de que una de las críticas que más frecuentemente se dirige a la filosofía de Popper es por su

supuesto ‘normativismo’, pocas veces se ha interrogado acerca de la moral o ética que propone o

implica.

Es verdad, en los últimos años ha cobrado relevancia el estudio de lo que Popper dice sobre la

‘ética científica’ y, debido a ello, hemos visto citadas en innumerables ocasiones las afirmaciones de

que “la moral es un presupuesto o la base de la ciencia” y de que, inclusive, “la búsqueda de la verdad

es un principio moral” viii.


4

El problema con lo anterior es que Popper no explica claramente qué significan esas

afirmaciones o qué las justifica y, hasta donde alcanzo a ver, quienes las han estudiado tampoco lo han

hecho ix.

Pero el principal problema es que se ha reducido lo que plantea Popper a una versión más de la

tesis (en realidad, bastante difundida y aceptada actualmente) de que “la ciencia y la moral están

relacionadas debido a las consecuencias prácticas o a las aplicaciones de la primera” x, siendo que su

tesis es mucho más fuerte: la moral es constitutiva de la ciencia pues es su condición de posibilidad y

sin ella no podría existir. Y con ello Popper no sólo pone en cuestión la posibilidad de ‘una ciencia

libre de valores’ xi sino que señala que para poder entenderla, explicarla y evaluarla es necesario buscar

sus supuestos, sus condiciones de posibilidad y sus relaciones con el resto de nuestras ideas y prácticas.

En esta ponencia, sin embargo, me centraré solamente en las relaciones que guarda la ciencia

con la moral y la metafísica y, más específicamente, en los supuestos metafísicos comunes a la ciencia

y a la moral.

Ahora bien, una respuesta al hecho de que ciertamente Popper no escribió con la misma

extensión y profundidad sobre las cuestiones morales que sobre las epistemológicas y hasta metafísicas
xii
es que considera que antes de poder responder aquéllas es necesario resolver éstas últimas.

Y el problema que Popper encuentra, como nos dice en El universo abierto (1982), que existen

muchas confusiones en torno a las cuestiones epistemológicas y metafísicas, sobre todo, porque se

parte de las ideas equivocadas acerca de cómo procede la ciencia, cuáles son sus resultados, etc. xiii

Por ejemplo, el indeterminismo es una condición necesaria, aunque no suficiente, para que se

pueda hablar de libertad de la voluntad o de libertad en sentido moral y, como se sabe, existen algunos

que creen que la postura contraria, el determinismo, se deriva como una consecuencia necesaria de la

ciencia, principalmente de la física.


5

Y es ahí donde entra la crítica epistemológica: ella elimina las ideas erróneas tanto acerca de la

ciencia como de la realidad en las que pueden basarse nuestra conducta y creencias morales. Es decir,

la relación entre la ciencia y la moral no es unilateral: no sólo la ciencia posee supuestos morales, sino

que también puede influir en ésta. La crítica epistemológica sirve, pues, como preámbulo de la ética xiv.
xv
En diversos textos Popper afirma que la ciencia y la moral comparten ciertos supuestos

metafísicos básicos: ambas presuponen que la realidad existe, que no está completamente determinada,

que en ella puede surgir lo nuevo y nunca visto y que podemos transformarla. Es decir, según Popper,

ciencia y moral suponen, entre otras tesis metafísicas, la corrección del realismo, indeterminismo,

emergentismo, pluralismo e interaccionismo.


xvi
La actitud de Popper frente a estas posturas metafísicas no siempre fue la misma , sin

embargo, terminó sosteniendo que son las únicas compatibles con la ciencia real y efectiva y con la

moral humanista, liberal, igualitarista, etc., que él sostiene.

Podría ilustrar la propuesta de Popper recurriendo a lo que dice sobre los problemas metafísicos

del determinismo, de la relación entre la mente y el cuerpo, del mundo 3, etc., pero únicamente hablaré

de lo que dice sobre el realismo, pues, desde la perspectiva popperiana, puede considerarse como el

supuesto metafísico básico tanto de la ciencia como de la moral.

Popper nos dice que el realismo afirma la existencia de una realidad independiente de nuestro

pensamiento, la cual existía antes de nosotros y seguiría existiendo aunque no existiéramos o

desapareciéramos. El realismo es, igual que su contrario, el idealismo, una postura “metafísica”, ya que

es infalsable, pero a diferencia de este último, es “racional”, pues se puede argumentar en favor de él y,

de hecho, existen buenos argumentos que lo apoyan.

Y uno de los argumentos que presenta Popper en favor del realismo y en contra del idealismo se

basa, precisamente, en la existencia de la ciencia y de la moral.


6

Concretamente, en “Las dos caras del sentido común” (1970), incluido en Conocimiento

objetivo, Popper afirma que “casi todas –si no todas- las teorías físicas, químicas y biológicas implican

el realismo en el sentido de que si son verdaderas, el realismo debe serlo también” (Op. cit., p. 47) xvii.

En efecto, “en la ciencia lo que se pretende es descubrir y... explicar la realidad” (Ibid., p. 49). Y, por

tanto, como dice en Realismo y el objetivo de la ciencia (1983), la ciencia “carecería de sentido sin

una realidad objetiva, un mundo de cuyo descubrimiento hacemos nuestra tarea” (Ibid., p. 121). Como

vemos, según Popper, si la realidad no existiera y, por tanto, fuera falso el realismo, la ciencia no

tendría sentido.

Mas el realismo está relacionado no sólo con la concepción de la ciencia de Popper, sino

también con su concepción del lenguaje, por lo cual asimismo ofrece argumentos en favor del realismo

basados en éste.

De nuevo, en “Las dos caras del sentido común”, Popper señala que “el lenguaje humano es

esencialmente descriptivo” y que “una descripción sin ambigüedad siempre es realista: es de algo, de

alguna situación, que pueda ser real o imaginaria”. Es más, afirma que “racionalidad, lenguaje,

descripción, argumento, todos versan sobre alguna realidad” y, por tanto, presuponen la verdad del

realismo” (además, también implican la existencia de otras personas, pues siempre “se dirigen a un

auditorio”).

Igualmente, Popper presenta un argumento de corte pragmático o trascendental en favor del

realismo: “toda discusión sobre el realismo -dice Popper-, especialmente los argumentos en su contra,

han de ser formulados en algún lenguaje” (Op. cit., p. 48) y ya que todo lenguaje se refiere a la

realidad, entonces hay una contradicción performativa o pragmática en el idealismo xviii.

Pero además de los argumentos anteriores, de naturaleza pragmática o trascendental, Popper nos

ofrece -como nos dice en Teoría cuántica y el cisma en física- otros argumentos “en parte ad hominem

y en parte, incluso, éticos”.


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Efectivamente, si no existiera la realidad no sólo la ciencia carecería de sentido, sino también la

moral carecería de él: no existirían otras personas y entonces no importaría lo que hiciéramos ya que no

podríamos causarle sufrimiento a nadie o el sufrimiento de los otros sería una mera ilusión y, por

consiguiente, tampoco tendríamos responsabilidad alguna por nuestros actos. Y ésta es, precisamente,

una de las razones por las que Popper rechaza al idealismo.

En efecto, en la “Nota del autor” y en el “Prefacio de 1982” a Teoría cuántica y el cisma en

física, Popper dice que el realismo está “vinculado” no sólo con el racionalismo epistemológico sino

también con el “sufrimiento humano” (Op. cit., p. 22), es decir, se relaciona de forma directa con

cuestiones morales. De forma más precisa, Popper sostiene que

...el ataque al realismo, aunque intelectualmente interesante e importante, es bastante inaceptable, sobre
todo después de dos guerras mundiales y del sufrimiento real -sufrimiento evitable- que produjeron
inexcusablemente; y... cualquier argumento en contra del realismo que se base en la moderna teoría
atómica -en la mecánica cuántica- debe ser silenciando por el recuerdo de la realidad de los
acontecimientos de Hiroshima y Nagasaki (Ibid., p. 26).

Es decir, Popper rechaza el idealismo subjetivista que implica la interpretación de la física

atómica hecha por la Escuela de Copenhague, entre otras cosas, por sus consecuencias morales: ya que,

según él, en caso de ser cierto el sufrimiento de los otros seres humanos sería una mera ilusión.

Igualmente, en “La teoría de la ciencia” (1991), incluido en La responsabilidad de vivir, Popper

asegura que la concepción realista del mundo es la única humana pues “sólo ella explica que existen

otros seres humanos que viven, sufren y mueren como nosotros” (Op. cit., p. 40).

De manera aún más clara, en El yo y su cerebro (1977), afirma que está convencido de que “los

yo existen” y agrega que “tal enunciado podría parecer un tanto superfluo en un mundo en que el

exceso de población es uno de los problemas sociales y morales mayores”, pero aclara que tiene
8

sentido plantearlo puesto que ha habido quienes han negado, sin darse cuenta de sus consecuencias

morales, la existencia de otras mentes (Op. cit., p. 115).

Los argumentos anteriores, obviamente, no son definitivos (no podrían serlo), pues, de forma
xix
más bien circular, presuponen a aquello que deberían probar : por ejemplo, que existen los otros y su

sufrimiento.

Pero lo que me interesa remarcar es que Popper nos dice que la cuestión del realismo no es

meramente teórica o especulativa, sino práctica y vital: aunque el realismo es, al igual que el idealismo,

una postura metafísica, sin embargo, se puede argumentar racionalmente en favor de él (como

acabamos de ver, en términos trascendentales) y su adopción no es indiferente pues entraña

consecuencias morales fundamentales. Es más, para Popper la defensa del realismo es un deber moral
xx
.

III. Trascendentalismo sin fundamentación última

Se puede cuestionar si verdaderamente existe una relación necesaria entre las diversas posturas

epistemológicas, morales y metafísicas, pues el propio Popper es el primero en reconocer que, por

ejemplo, ha habido realistas tanto racionalistas como irracionalistas y que también los ha habido

conservadores y progresistas xxi.

Igualmente, se puede cuestionar la interpretación que Popper hace de algunas teorías científicas,

pues a veces no coincide con la de los propios científicos. Por ejemplo, ya mencioné que se opone a la

interpretación que los miembros de la Escuela de Copenhague hacen de su creación, la teoría cuántica
xxii
.
9

Pero, repito, lo que intento destacar es que Popper nos dice que nuestras ideas sobre la realidad,

el conocimiento y la moral se hayan interconectadas y se prestan mutuamente apoyo, por lo que el

rechazo de una puede traer consigo el rechazo de las otras.

Y, precisamente, una de las razones por las que Popper discrepa con algunas posturas

epistemológicas e interpretaciones de la ciencia es debido a sus ramificaciones morales. Desde luego,

Popper no las rechaza exclusivamente por ello, sino también por su coherencia lógica interna y por su

correspondencia con la ciencia real.

Por ejemplo, sostiene que el idealismo, además de que puede conducir a resultados morales

indeseables, es lógicamente incoherente y se basa en una interpretación equivocada de algunas teorías

científicas, como la cuántica.

Y Popper no sólo indica que existen relaciones de interdependencia entre nuestras ideas, como

parte de nuestra concepción del mundo o cosmología, sino que también señala relaciones entre ellas y

las condiciones sociales y políticas.

En La sociedad abierta y sus enemigos (1945) Popper establece una relación directa entre, por

un lado, las filosofías de Heráclito, Platón, Hegel y Marx y, por otro lado, las condiciones sociales y

políticas concretas de su época, pues aunque rechaza el ‘sociologismo’ o la reducción de la ciencia a un


xxiii
mero reflejo de las condiciones sociales, acepta cierto tipo de ‘externalismo’ . Por ejemplo, sostiene

que el historicismo no sólo está ligado a una metafísica determinista equivocada sino también a

movimientos políticos tribalistas, conservadores, totalitarios, etc., que se oponen al desarrollo o a la

existencia de una sociedad abierta y, con ello, también a la ciencia xxiv.

Y lo interesante es que el enfoque trascendental permite evitar muchos de los defectos que

generalmente se les objeta a los intentos por establecer relaciones entre la ciencia y algo externo a ella,

pues hablar de condiciones de posibilidad es muy diferente de hablar de una determinación simple,

directa y completa, es decir, no significa desconocer la autonomía relativa de la ciencia, su estructura


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interna o sus criterios específicos y, por consiguiente, no conduce a los tan temidos relativismo e

irracionalismo.

Por otra parte, el descubrimiento de las condiciones de posibilidad de la ciencia tiene

consecuencias prácticas y normativas, pues muestra cómo apoyarla o desarrollarla xxv. Por ejemplo, si

sabemos que una de las condiciones de posibilidad de la ciencia es la crítica intersubjetiva, entonces

debemos comprometernos con la defensa y el fomento de ésta, lo cual implica, a su vez, de acuerdo con

Popper, un compromiso con la sociedad abierta y la democracia.

Es verdad que un planteamiento trascendental puede parecer un retroceso frente a los

refinamientos a los que han llegado los análisis formales de las teorías científicas así como frente a la

naturalización de la epistemología, sin embargo, el enfoque trascendental no se opone a dichos análisis

ni los excluye, sino que se sitúa en un nivel diferente: lo que busca es, precisamente, aquello que los

hace posibles.

Asegurar que la filosofía de la ciencia debe ser trascendental no quiere decir que debe proceder

de forma puramente a priori, si se entiende por ello de modo especulativo, por medio de experimentos

mentales y sin considerar para nada los hechos o lo que dicen las ciencias. Por el contrario, como dije

al principio, significa que su tarea es dar cuenta de la ciencia real o del proceder efectivo de los

científicos y que debe ser juzgada por su capacidad para hacerlo.

Finalmente, las condiciones de posibilidad que se procura descubrir no son universales y

necesarias y, mucho menos, eternas, sino, más bien, contingentes y resultado de la evolución biológica

y de la historia humana. Pero aunque no permiten un tipo de fundamentación última, definitiva y a

partir de un principio único, sin embargo, sí permite una de tipo holistica xxvi.

En resumen, Popper no sólo muestra que entre la ciencia, la moral y la metafísica existen

relaciones trascendentales sino que el estudio filosófico de la ciencia tiene una gran importancia

moral. En concreto, sugiere que si es verdad que el universo está abierto y queremos una sociedad
11

abierta, entonces debemos abrirnos a la posibilidad de una filosofía de la ciencia trascendental, aunque

falibilista xxvii.

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i
Cf., Los dos problemas fundamentales de la epistemología, pp. 483-484
ii
Principalmente, en el primer tomo de Los dos problemas fundamentales de la epistemología, los apartados “9. El método
trascendental. Exposición del apriorismo” (pp. 101-120) y “47. Corroboración dialéctica y trascendental de la solución” (pp.
404-416), así como en el apartado “II. El método trascendental de la epistemología” (pp. 524-525) del “Resumen de 1932”.
iii
Cf., Los dos problemas fundamentales de la epistemología pp. 123-124 y 193-194.
iv
Cf., Ibid., p. 49.
v
Cf., Ibid., p. 107.
vi
Cf., Conjeturas y refutaciones, p. 80 y Realismo y el objetivo de la ciencia, p. 171.
vii
Cf., “La ciencia normal y sus peligros”, pp. 152 y 154, The Philosophy of Karl Popper, p. 1146 y El porvenir está
abierto, p. 74.
viii
Cf., La sociedad abierta y sus enemigos, p. 404, “La selección natural y el surgimiento de la mente”, p. 28, En busca de
un mundo mejor, pp. 21 y 285.
ix
Por ejemplo, los filósofos españoles Artigas (Lógica y ética en Karl Popper) y Echevarría (Filosofía de la ciencia).
x
Los tres problemas tradicionales que se han estudiado con relación al tema de las relaciones entre la ciencia y la moral,
además de 1) las consecuencias morales de los desarrollos científicos, son 2) el estatuto epistemológico de la moral (¿puede
ser o no una ciencia?) y 3) la ética del científico o del intelectual, dentro del cual se incluye, a su vez, de nuevo, 3’) la
responsabilidad moral que le compete al científico o al intelectual por sus ideas y 3’’) los principios, los valores y las
virtudes morales que se debe seguir para alcanzar o producir el conocimiento científico.
xi
Cf., “La lógica de las ciencias sociales” y Búsqueda sin término, pp. 259 y ss.
xii
Cf., “Sobre el problema de la libertad de la voluntad”, Los dos problemas fundamentales de la epistemología; La miseria
del historicismo, apartados 6 y 18; La sociedad abierta y sus enemigos, capítulos 22 y 25; Búsqueda sin término, capítulo
40; “Replies to my Critics”, The Philosophy of Karl Popper, las respuestas a Ayer, Boyle y Winch; así como en “La
emancipación por el conocimiento”, “Tolerancia y responsabilidad intelectual (robado de Jenófanes y Voltaire)” y “Libertad
y responsabilidad intelectual”.
xiii
Cf., El universo abierto, pp. 21-24 y 135-136
xiv
Cf., El universo abierto, p. 21.
xv
El universo abierto, Teoría cuántica y el cisma en física y El yo y su cerebro.
xvi
Cf., La lógica de la investigación científica, pp. 229-233 y Teoría cuántica y el cisma en física.
xvii
Cf., Realismo y el objetivo de la ciencia, p. 169.
xviii
La argumentación de Popper, con razón, recordará a la de Apel y de Habermas (Cf., “El a priori de la comunidad de
comunicación y los fundamentos de la ética”, La transformación de la filosofía II), los cuales, aunque han criticado a éste,
en realidad, proponen algo parecido.
xix
Cf., El mundo de Parménides, p. 204.
xx
Cf., Conjeturas y refutaciones, pp. 359 y 360.
xxi
Cf., El yo y su cerebro, pp. 4-5.
xxii
Cf., Teoría cuántica y el cisma en física, pp. 25-56.
xxiii
En concreto, el economismo institucionalista de Marx. Cf., La sociedad abierta y sus enemigos, pp. 291-292.
xxiv
Cf., La sociedad abierta y sus enemigos, Capítulo 10.
xxv
Cf., Los dos problemas fundamentales de la epistemología p. 490; Conjeturas y refutaciones, p. 139, The Philosophy
of Karl Popper, p. 1036 y El mito del marco común, p. 175.
xxvi
Me parece que la postura de Popper es parecida a la que presenta Putnam en Razón, verdad e historia, pp. 13 y 17.
xxvii
Cf., Apel, Teoría de la verdad y ética del discurso y Putnam, Razón, verdad e historia, pp. 29, 91 y 124, Las mil caras
del realismo, pp. 159-160 y El pragmatismo, pp. 112-113.
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