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JAMES N. ROSENAU
AL IGUAL QUE LOS PAÍSES en el siglo XX, las ciencias del comportamiento humano
parecen pasar por varias etapas a medida que avanzan hacia la modernización. Durante la
etapa tradicional, los profesionales en un campo de investigación confían en conceptos
ambiguos y teorías no probadas para guiar sus impresiones sobre la dinámica de su
respectiva materia. Sin restricciones en base a estándares de confiabilidad y sin preocuparse
por la relación de los datos con la teoría, los profesionales no dudan en atribuir
características humanas a entidades abstractas y luego equiparar sus ideas sobre el
comportamiento de estas entidades con el comportamiento humano mismo. En esta etapa,
en consecuencia, el conocimiento no es acumulativo. Al ser libres de perseguir sus propios
intereses a su manera, los diversos investigadores no se basan en el trabajo del otro. Los
estudios de casos proliferan, pero no convergen. Se avanzan nuevos conceptos y teorías,
solo para ser ignorados. Destacan profesionales con capacidad para obtener ideas
grandiosas, en lugar de ideas con gran capacidad para explicar una gama cada vez mayor de
fenómenos.
En cierto punto, sin embargo, algunos profesionales se sienten insatisfechos con los
procedimientos y suposiciones de la etapa tradicional y desarrollan la aspiración de
modernizarse. La ausencia de progreso hacia el conocimiento unificado los lleva a protestar
por la dependencia de formulaciones ambiguas, entidades cosificadas y modos
indisciplinados de investigación. Los profesionales modernizadores sostienen que el
comportamiento humano no es abstracto, místico o caprichoso, sino que lo llevan a cabo
actores concretos e identificables cuyo comportamiento puede observarse. En lugar de ser
caprichoso, este comportamiento es el resultado de procesos causales y, por lo tanto,
exhibe regularidades y patrones. Por tanto, es capaz de ser medido y cuantificado.
189
* Estoy en deuda con el Consejo de Investigación de la Universidad de Rutgers por proporcionar el tiempo para
preparar estas reflexiones, al Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Princeton por poner a
mi disposición las instalaciones apropiadas para la investigación, y a mi esposa Norah por proporcionar el
consejo y el apoyo que en primer lugar hacen posible la reflexión.
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Sin embargo, al igual que los líderes de los movimientos de protesta en las
sociedades tradicionales, los profesionales modernizadores no pueden contener su fervor
revolucionario una vez que superan a las fuerzas de la tradición y asumen las
responsabilidades del liderazgo. El aumento de la actividad innovadora es demasiado
emocionante y la visión de su máximo potencial es demasiado estimulante para moderar el
entusiasmo con la perspectiva, la participación con moderación y las formulaciones
creativas con procedimientos científicos. En nombre de una mayor disciplina, el área de
investigación viene a caracterizarse por una investigación indisciplinada. Liberados de las
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reglas tradicionales y aún sin preocuparse por la necesidad de las modernas, sus recién
ascendidos practicantes son receptivos a casi cualquier marco innovador,
independientemente de si es capaz de producir resultados empíricos confiables. A pesar de
una mayor actividad, el conocimiento no es más acumulativo en la etapa de despegue que
en la precedente. En lugar de basarse en el trabajo del otro y converger en torno a
conceptos aceptados y procedimientos estandarizados, los profesionales se apoyan
mutuamente en la innovación incluso mientras persiguen su propio trabajo. Lo que destaca
son ideas que abarcan una amplitud cada vez mayor de fenómenos, antes que una amplitud
cada vez mayor de fenómenos que han sido explicado de manera confiable.
La etapa de despegue dura tal vez una década o dos, lo suficiente como para
transformar el aparente el estallido inicial de actividad en un cuerpo de conocimientos
confiables, sólido y en expansión. Para ser explícito e innovador respecto de los fenómenos
observables hay que comprometerse en la ardua tarea de observarlos realmente y luego
hacer las revisiones teóricas que requieren las observaciones. El sólo evitar el análisis
cosificado o de meras impresiones tampoco conducirá automáticamente a la formulación
de marcos y propuestas de investigación viables. A medida que los profesionales
modernizadores lentamente se dan cuenta de que una ciencia del comportamiento
humano no se puede construir de la noche a la mañana y que, en cambio, se requiere una
investigación lenta, paciente y disciplinada, el campo pasa a la tercera etapa o etapa
madura de desarrollo. Los marcos innovadores se reducen a proporciones manejables, los
nuevos conceptos se vuelven operativos y las hipótesis resultantes se prueban, revisan y
vuelven a probar. Como resultado, la escuela de pensamiento da paso al hallazgo empírico,
la teoría grandiosa al estudio riguroso, el inventario proposicional al diseño de
investigación, el desafío filosófico al análisis cuantitativo, y la visión global a la formulación
precisa. Igualmente importante, a medida que el área de investigación se convierte en una
ciencia madura, los criterios de relevancia se endurecen y se elevan los estándares para el
procesamiento de datos. Ahí donde las teorías propuestas durante la etapa de despegue
fueron aceptadas o rechazadas sobre la base de especulaciones sobre su utilidad, las
ofrecidas en la etapa madura se desglosan en sus componentes y se someten a pruebas de
validación empíricas. Ahí donde las revistas alguna vez estuvieron llenas de presentaciones
esquemáticas, ahora se caracterizan por datos tabulados y probados por su significancia
estadística. Y, con esta mayor rigurosidad, los profesionales comienzan a conocer las
hipótesis de cada uno, a utilizar los métodos de cada uno, a llevar el trabajo del otro un
paso más allá, a replicar los hallazgos del otro, en resumen, a construir sobre la investigación
del otro. En consecuencia, el conocimiento se acumula, incluso explota, instalándose en un
período sostenido de crecimiento que es satisfactorio incluso si no es estimulante.
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1La teoría fue introducida en Leon Festinger, A Theory of Cognitive Dissonance (New York: Harper, 1957). Para
un resumen de los extensos esfuerzos de validación empírica que siguieron, ver Jack W. Brehm and Arthur R.
Chen, Explorations in Cognitive Dissonance (New York: Wiley, 1962)
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Para mí, tanto la historia como los contenidos del concepto siempre han tenido un
significado especial. A principios de la década de 1950 tuve la suerte de observar de cerca,
como estudiante graduado en Princeton, los intentos de Richard C. Snyder de desarrollar lo
que posteriormente se convirtió en el primer tratamiento sistemático de los fenómenos de
toma de decisiones en el estudio de la política internacional. Fueron días emocionantes2.
Más allá del entusiasmo habitual de un estudiante de posgrado en una lección de
simulación, uno era muy consciente de estar en presencia de un modernizador en el mismo
momento en que lanzaba su protesta contra los modos tradicionales. Por el contrario,
Snyder hizo todo lo posible por ser discreto y evitar ofender a los tradicionalistas. Hizo
hincapié en el valor y el potencial de los nuevos conceptos, no en la naturaleza ambigua y
engañosa de los antiguos. No obstante, no había duda de que se estaba generando una gran
escaramuza en la batalla por la modernización. Esto no era simplemente una reformulación
de algunos conceptos marginales. Más bien, los nuevos conceptos fueron concebidos para
estar inextricablemente interrelacionados y, como tales, para constituir nada menos que un
"enfoque" completo para el estudio de los fenómenos políticos internacionales. El
estudiante de posgrado sin experiencia puede haber quedado perplejo por la virulencia de
la controversia que el enfoque ocasionalmente despertó en la comunidad de Princeton
incluso antes de su publicación, pero no podía no reconocer que las suposiciones de Snyder
eran un alejamiento del pasado y que su aceptación requería un rechazo de ciertas formas
de pensar de larga data sobre los actores y procesos internacionales.
2 Después de formular inicialmente un enfoque para los procesos de toma de decisiones en política exterior,
Snyder describió formas en que podría ampliarse para abarcar prácticamente cualquier proceso político. Sin
embargo, he limitado mi atención aquí principalmente a la formulación inicial, ya que es la más elaborada de
las dos versiones y ha ocasionado mucha más discusión que el esquema ampliado. Además, dado que Snyder
fue el principal creador del enfoque, no he incluido en el análisis referencias a los dos colegas que lo ayudaron
a desarrollar la formulación inicial y que también figuran como sus autores. Para la formulación inicial, ver
Richard C. Snyder, H. W. Bruck, y Burton Sapin, Decision-making as an Approach to the Study of International
Politics (Princeton: Foreign Policy Analysis Project, Organizational Behavior Section, Princeton University,
Junio 1954), más adelante reimpreso en Richard C. Snyder, H. W. Bruck, y Burton Sapin, (eds.), Foreign Policy
Decision-Making: An Approach to the Study of International Politics (New York: Free Press, 1962), pp. 14-185.
Para la version ampliada de la formulación, ver Richard C. Snyder, "A Decision-Making Approach to the Study
of Political Phenomena", en Roland Young (ed.), Approaches to the Study of Politics (Evanston: Northwestern
U.P. 1958), pp.3-38. Otra versión más, simplificada para estudiantes universitarios, se puede encontrar en
Richard C. Snyder and Edgard S. Furniss Jr., American Foreign Policy: Formulation, Principles and Programs
(New York: Holt, 1954), Chap.3.
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3 Para una historia y análisis de la revolución conductual, ver Robert A. Dahl, "The Behavioral Approach to
Political Science: Epitaph for a Monument to a Successful Protest", American Political Science Review, Vol. LV
(December 1961), pp. 763-772.
Premisas y Promesas del Análisis de Toma de Decisiones 195
vos y caracteriza a los cuerpos judiciales. Las decisiones conducen a políticas, producen
conflictos y fomentan la cooperación. Diferencian a los partidos políticos y subyacen a las
políticas exteriores, activan a los gobiernos locales y mantienen las autoridades federales,
guían a los ejércitos e incitan a las organizaciones internacionales. Por tanto, para explicar
cualquier secuencia de acciones políticas, el analista debe determinar quién tomó las
decisiones clave que dieron lugar a la acción y luego evaluar los procesos intelectuales e
interactivos mediante los cuales los tomadores de decisiones llegaron a sus conclusiones.
4 Cuando reformuló el marco para dar cuenta de la toma de decisiones a cualquier nivel gubernamental,
Snyder, comprensiblemente, abandonó la distinción interna-externa y, en cambio, volvió a los entornos
"social" y "político institucional" (cf., Young, op. cit, p.22). Aquí he optado por limitarme al marco para el
análisis de las decisiones de política exterior porque ha sido más elaborado.
5 Ibid.
Muchos años después, todo esto puede parecer tan obvio como trivial. Pero cuando
en junio de 1954 se distribuyeron copias de la formulación original del enfoque de toma de
decisiones a una lista seleccionada de politólogos en el campo de la política internacional,
sus premisas básicas no eran ni obvias ni triviales. En ese momento, por ejemplo, la
precisión sobre la identidad de los actores internacionales y las fuentes de su
comportamiento no era una característica dominante de la investigación. En cambio, la
tendencia predominante era considerar al estado como el actor principal y buscar las
fuentes de su comportamiento en lo que se consideraban las realidades objetivas de su
posición en el mundo. ¿Pero quién o qué era el estado? ¿Y cómo podría saber el analista,
que inevitablemente tuvo que depender de algún grado de interpretación subjetiva, lo que
constituye la realidad objetiva de su posición? Estas preguntas problemáticas habían sido
ignoradas por mucho tiempo. Muchos analistas todavía se contentaban con tratar el estado
abstracto como si fuera una persona concreta y, al hacerlo, imputarle toda la gama de
aspiraciones y rasgos normalmente asociados con actores humanos individuales. Los
temores de Francia y las esperanzas de la India fueron tratados como un dato empírico no
menos real que las peculiaridades de un Charles de Gaulle y los ideales de un Jawaharlal
Nehru.
Del mismo modo, al no estar inclinados a examinar las actitudes y acciones de seres
humanos concretos, los investigadores tienden a buscar los objetivos y las fuentes del
comportamiento de un estado en circunstancias geográficas, históricas, políticas y
tecnológicas, y estas circunstancias siempre parecían tan inconfundibles que el estado
parecía haber sido concebido para estar subordinado a ellas. La geografía, la historia, la
política y la tecnología no eran condiciones para ser evaluadas subjetivamente por los
funcionarios, sino más bien realidades objetivas a las que debían prestar atención. Por lo
tanto, para conocer los objetivos de un estado e identificar su interés nacional, el analista
solo tenía que descubrir las circunstancias objetivas en las que estaba situado en cualquier
momento. Que las circunstancias "descubiertas" pudieran ser nada más que la propia
interpretación subjetiva del analista nunca dio mucho que pensar: en ausencia de
procedimientos para presentar hallazgos independientemente de aquellos que los
descubrieron, la inclinación a equiparar la realidad con sus propias percepciones ejerció una
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Con la publicación del enfoque de toma de decisiones, sin embargo, estos hábitos
de análisis de larga data ya no podían practicarse con feliz despreocupación.
Independientemente de lo que uno haya pensado del esquema de Snyder, no se podía
negar que constituía un serio desafío a los supuestos establecidos. En un contexto de toma
de decisiones, la cosificación del estado y la objetivación de sus circunstancias no son
necesarias ni deseables. Por definición, el estado se convierte en sus tomadores de
decisiones, aquellos funcionarios de una sociedad que tienen la autoridad y la
responsabilidad de preservar su integridad y mejorar sus valores mediante la selección de
cursos de acción apropiados. Para asegurarse, los funcionarios hablan en nombre de
entidades abstractas y muchos incluso pueden actuar como si tales entidades tuvieran una
existencia concreta, pero cualquiera que sea el contenido de los discursos y acciones,
constituyen fenómenos empíricos que permiten que el analista descienda de la atmósfera
enrarecida de abstracciones al mundo observable en que los seres humanos interactúan.
7Para una elaboración de este razonamiento , ver Hans J. Morgenthau, Politics Among Nations: The Struggle
for Power and Peace, 2nd ed. (New Yor: Knopf, 1954), Chap. 1.
8Para una elaboración de esta noción, ver mi "The Concept of National Interest", in the International
Encyclopedia of the Social Sciences, en publicación.
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contrario, perderá autoridad). De hecho, una de las virtudes innovadoras del enfoque de
toma de decisiones fue que proporcionó una forma de rastrear empíricamente el papel de
las variables domésticas como fuentes de comportamiento de política exterior.
Tradicionalmente, los estudiantes de la asignatura tendían a suponer que los actores
internacionales se movían principalmente entre ellos y, como resultado, solo se vinculaban
superficialmente, si es que lo hacían, con los procesos mediante los cuales la historia,
composición, estructura y dinámica de una sociedad condicionan su comportamiento
internacional. Sin embargo, vistos en un contexto de toma de decisiones, los factores
internos son, junto con los ubicados en el entorno externo y la organización de toma de
decisiones, una fuente importante de política exterior y no pueden ser ignorados. Del
mismo modo que el analista debe preguntar cómo las percepciones de los eventos en el
extranjero condicionan las decisiones que toman los responsables de la toma de decisiones,
también se inclina a investigar cómo los acontecimientos internos entran en la formulación
y selección de alternativas políticas.
El hecho de que el proceso de toma de decisiones en sí mismo sea tratado como una
fuente importante de las políticas adoptadas constituyó otra innovación clarificadora
fomentada por el marco de Snyder. Anteriormente, los analistas se habían inclinado a
asumir una relación simple de uno a uno entre los estímulos a los que los funcionarios están
expuestos y las decisiones mediante las cuales éstos responden. No obstante, como sostuvo
Snyder, los contenidos de una decisión, depende en parte -y a veces de manera crucial- de
cómo se formula y de las circunstancias a las que se responde. Al menos en las grandes
sociedades industriales, que necesariamente han desarrollado estructuras burocráticas
complejas para tomar decisiones, los eventos externos y las demandas internas deben
procesarse y percibirse a través de canales oficiales, y en este procesamiento, existen
factores- las rivalidades de las agencias, los procedimientos para convocar y dirigir comités,
las técnicas para recopilar y distribuir inteligencia, los requerimientos de los encargados de
formular políticas en particular, la estructura general de la autoridad, las maneras
aceptadas de enmarcar y delimitar alternativas, los precedentes para resolver conflictos, el
repertorio de formas y las motivaciones profesionales de los altos funcionarios- que son
introducidos y que dan forma a los contenidos, direccionan y adecúan las decisiones
resultantes. La mayor parte del marco de trabajo de Snyder está dedicado a la elaboración
de estas variables organizacionales y las muchas formas en que pueden afectar las
elecciones que surgen de una organización que toma decisiones.
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9 Cf. Herbert McClosky, "Concerning Strategies for a Science of International Politics", World Politics, Vol. VIII
(January 1956), pp. 281-95; y Vernon Van Dyke, Political Science: A Philosophical Analysis (Stanford: Stanford
U.P., 1960), p. 153.
10 Para una crítica específica de Snyder por postular "movimientos y elecciones altamente conscientes que
pueden analizarse en términos de categorías ordenadas”, ver Stanley H. Hoffmann, "International Relations:
The Long Road to Theory", World Politics, Vol. XI (April 1959), p. 364. Para una crítica general de la literatura
sobre toma de decisiones que elabora este tema, ver Charles E. Lindblom, "The Science of "Muddling Through"
", Public Administration Review, Vol. 29 (Spring 1959), pp. 79-88.
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juegos puede plantear actores racionales, pero el enfoque de toma de decisiones no. En
efecto, Snyder dejó la pregunta abierta. En su enfoque, se trata de una cuestión empírica:
los procesos intelectuales e interactivos necesariamente preceden a la decisión, pero si se
hace de manera racional o irracional es una cuestión que se determinará mediante la
recopilación y el análisis de datos.
11 Para un ejemplo de un crítico que concluyó que "aquellos que se aferran al enfoque de toma de decisiones
... consideran necesario investigar los eventos personales que tienen lugar dentro de la psique de los
hombres", verArnold Wolfers, "The Actors in the International Politics", in William T. R. Fox (ed.), Theoretical
Aspects of International Relations (Notre Dame, Ind: U. of Notre Dame Press, 1959), esp. p. 92.
Premisas y Promesas del Análisis de Toma de Decisiones 201
Sin embargo, esta no es una propuesta rígida. Incluso cuando lo afirma, Snyder
reconoce que el análisis de los motivos "con la finalidad de" no siempre puede dar una
explicación satisfactoria, que pueden haber circunstancias en las que las variables
idiosincráticas sean tan fuertes que los motivos “a causa de” deban ser investigados, si se
quiere realizar una evaluación adecuada. Si este fuera el caso, el enfoque de toma de
decisiones no excluye dicha investigación.
Snyder solo argumenta que dado que los motivos "a causa de" probablemente sean
los menos relevantes, se puede ahorrar tiempo y energía considerables examinando los
motivos "con la finalidad de”, primero. Las variables idiosincráticas, en otras palabras, se
tratan como una categoría residual que el investigador considera sólo si hay un residuo de
comportamiento que no se tiene en cuenta. Procediendo de esta manera, el investigador
no solo evita en la mayoría de los casos la difícil tarea de buscar datos de personalidad, sino
que también aísla, en los casos restantes, "qué área de comportamiento debe tenerse en
cuenta en términos de factores idiosincráticos, esto es, necesidades autodirigidas no
requeridas por el sistema” 13.
13 Ibid., p.161.
14 Además, no hay nada en el enfoque de toma de decisiones que sugiera que los motivos "con el fin de" sean
racionales, y los motivos" a causa de” irracionales. El mismo Snyder nunca distinguió entre los dos tipos de
motivos en términos de este criterio, ni siquiera dio a entender que un tipo de motivo fuera más racional que
el otro. Por el contrario, la dinámica de la toma de decisiones organizacionales está concebida para ser tan
capaz de fomentar un comportamiento inapropiado como lo son los procesos psicológicos de los individuos.
Uno puede imaginar fácilmente circunstancias bajo las cuales las experiencias idiosincráticas de un funcionario
darán lugar a elecciones que son más consistentes con el criterio de racionalidad del analista que las
elecciones proporcionadas al funcionario por su organización. Para una discusión acabada de estos asuntos,
ver Sydney Verba, "Assumptions of Rationality and Non-Rationality in Models of the International System",
World Politics, Vol. XIV (October 1961), pp. 93-117.
Premisas y Promesas del Análisis de Toma de Decisiones 203
En cualquier caso, cualquiera que sea la relación histórica entre la publicación del
enfoque de toma de decisiones en 1954 y la práctica posterior, en los años siguientes los
fenómenos decisionales se convirtieron en una preocupación central de los estudiantes de
política. Las señales de este cambio estaban en todas partes: en el lenguaje empleado por
los analistas, en los fenómenos que estudiaron, en los conceptos que desarrollaron y en los
métodos que utilizaron para generar datos. El más obvio de estos signos, por supuesto, fue
la aceptación de la terminología de la toma de decisiones. La frase en sí comenzó a aparecer
en los títulos de libros y artículos, así como en sus contenidos 15, y pronto se convirtió en un
elemento permanente en el vocabulario del análisis político. De hecho, la frase incluso
superó la tendencia del lego a descartar la terminología del erudito como jerga innecesaria
y se abrió camino en el vocabulario de la política. Es uno de los pocos términos técnicos de
la ciencia política que aparece ocasionalmente en los discursos de los presidentes, los
llamamientos de los candidatos, los debates de los congresistas y los editoriales y titulares
de los periódicos. Parece más que un simple giro estilístico, el que llevó a un reciente
presidente de los Estados Unidos a referirse a "los tramos oscuros y enredados en el proceso
de toma de decisiones 16”. Al igual que los politólogos, y creo que gracias a ellos, muchos de
los altos funcionarios se han sentido atraídos por la sustancia y la terminología del análisis
de toma de decisiones 17.
15Por ejemplo, ver Donald R. Matthews, The Social Background of Political Decision-Makers (Garden City:
Doubleday, 1954); Dwaine Marvick (ed.), Political Decision-Makers (New York: Free Press, 1961); y Karl W.
Deutsch, "Mass Communications and the Loss of Freedom in National Decision-Making: A Possible Research
Approach to Interstate Conflicts", Journal of Conflict Resolution, Vol. I (June 1957), pp. 200-211.
16John F. Kennedy, "Foreword", en Theodore C. Sorensen, Decision-Making in the White House: The Olive
Branch or the Arrows (New York: Columbia U. P; 1963); p. xii
17 Para una multitud de pruebas en relación a lo anterior, ver see U.S. Senate, Committee on Government
Operations, Subcommittee on National Policy Machinery, Organizing for National Security (Washington D.C:
Government Printing Office, 1961), Vols. I-III, and Charles J. Hitch, Decision-Making for Defense (Berkeley: U.
of California Press, 1965), passim.
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Aunque en este estudio se hacen referencias frecuentes a nombres colectivos como "nación", "país", "estado"
y "gobierno", debe entenderse claramente que estos términos se usan simplemente en aras de una exposición
conveniente. Solo los individuos tienen motivos, expectativas e intereses, y solo ellos actúan o se comportan.
Estrictamente hablando, no es el "estado", en la referencia anterior, el que sustituye su horario por el de las
personas privadas, sino ciertos funcionarios que, con el consentimiento de otras personas, redestinan los
recursos hacia nuevas metas y se alejan de otras altamente valoradas en tiempos de paz18.
18 Klaus Knorr, The War Potential of Nations (Princeton: Princeton U. P; 1956), p. 64.
19Dina A. Zinnes, Robert C. North, and Howard E. Koch Jr., "Capability, Threat, and the Outbreak of War", en
James N. Rosenau (ed.), International Politics and Foreign Policy (New York: Free Press, 1961), pp. 469-482.
20 Cf. Roger Hilsman, Strategic Intelligence and National Decisions (New York: Free Press, 1956).
21Harold and Margaret Sprout, "Environmental Factors in the Study of International Politics", Journal of
Conflict Resolution, Vol. I (December 1957), pp. 309-328.
Premisas y Promesas del Análisis de Toma de Decisiones 205
22Roger Hilsman, "The Foreign-Policy Consensus: An Interim Research Report", Journal of Conflict Resolution,
Vol. III (December 1957), pp. 361-382.
23Samuel P. Huntington, The Common Defense: Strategic Programs in National Politics (New York: Columbia
U. P., 1961).
24 James N. Rosenau, National Leadership and Foreign Policy: A Case Study in the Mobilization of Public Support
25 Vernon Van Dyke, Pride and Power: The Rationale of the Space Program (Urbana: U. of Illinois Press, 1964).
26James A. Robinson, Congress and Foreign-Policy Making: A Study in Legislative Influence and Initiative
(Homewood, Ill: Dorsey Press, 1962).
27Bernard C. Cohen, The Political Process and Foreign Policy: The Making of the Japanese Peace Settlement
(Princeton U.P., 1957); ver también Karl W. Deutsch and Lewis J. Erdinger, Germany Rejoins the Powers: Mass
Opinion, Interest Groups, and Elites in Contemporary German Foreign Policy (Stanford: Stanford U.P., 1959).
28 Bernard C. Cohen, The Press and Foreign Policy (Princeton: Princeton U.P., 1963).
29Raymond A. Bauer, Ithiel de Sola Pool, and Lewis Anthony Dexter, American Business and Public Policy: The
Politics of Foreign Trade (New York: Athernon, 1963).
30Robert T. Holt and Robert W. van de Velde, Strategic Psychological Operations and American Foreign Policy
(Chicago: U. of Chicago Press, 1960).
31Chadwick F. Alger, "United Nations Participation as a Learning Experience", Public Opinion Quarterly, Vol.
XXVII (Fall 1963), pp. 411-426.
33 James N. Rosenau, "PrivatePreferences and Political Responsibilities: The Relative Potency of Individual and
Role Variables in the Behavior of U.S. Senators", in J. David Singer (ed.), Quantitative International Politics:
Insights and Evidence (New York: Free Press, 1967).
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Sin embargo, como incluso esta pequeña muestra indica, la preocupación posterior
a 1954 con los fenómenos decisionales se dispersó en una amplia gama de problemas
diversos y no relacionados. Los fenómenos decisionales sirvieron como una preocupación
común, pero no sirvieron para fomentar la coherencia en la investigación. Pocos analistas
probaron diferentes aspectos del mismo problema y menos aún se basaron en los hallazgos
34Gene M. Lyons and Louis Morton, Schools for Strategy: Education and Research in International Security
Affairs (New York: Praeger, 1965).
35Robert Gilpin, American Scientists and Nuclear Weapons Policy (Princeton: Princeton University Press,
1962). See also Robert Gilpin and Christopher Wright (eds.), Scientists and National Policy-Making (Columbia
U.P., 1964).
36Morris Janowitz, The Professional Soldier: A Social and Political Portrait (Glencoe. Ill: The Free Press, 1960)
and John W. Masland and Laurence I. Radway, Soldiers and Scholars: Military Education and National Policy
(Princeton: Princeton U.P., 1957).
37 Alfred O. Hero Jr., The Southerner and World Affairs (Baton Rouge: Louisiana State U.P., 1965).
38R. Joseph Monson Jr., and Mark W. Cannon, The Makers of Public Policy: American Power Groups and Their
Ideologies (New York: McGraw-Hill, 1965); and Hans Speier and W. Phillips Davison (eds.), West German
Leadership and Foreign Policy (New York: Harper, 1957).
39 James David Barber, The Lawmakers: Recruitment and Adaptation to Legislative Life (New Haven: Yale U.
P., 1965).
40 James L. McCamy, Conduct of the New Diplomacy (New York: Harper, 1964), Part III.
41W. Lloyd Warner, Norman H. Martin, Paul P. Van Riper, y Orvis F. Collins, The American Federal Executive:
A Study of the Social and Personal Characteristics of the Civilian and Military Leaders of the United States
Federal Government (New Haven: Yale University Press, 1963), y Dean E. Mann, con Jameson W. Doig, The
Assistant Secretaries: Problems and Processes of Appointment (Washington D.C: Brooking Institution, 1965).
42 Theodore J. Lowi, "American Business, Public Policy, Cases-Studies, and Political Theory", World Politics, Vol.
XVI (July 1964), pp. 677-715. Ver también James N. Rosenau (ed.), Domestic Sources of Foreign Policy (New
York: Free Press, 1967), passim.
Premisas y Promesas del Análisis de Toma de Decisiones 207
Sobre todo, las líneas de investigación posteriores a 1954 arrojaron una extensión
del enfoque original de toma de decisiones. Por estimulante que fuera el esquema de
Snyder, al momento de este escrito (mayo de 1966) todavía tiene que despertar intentos
generalizados de modificación conceptual o validación empírica. La reflexión fue provocada
y se enfatizaron los fenómenos decisionales, pero el enfoque en sí permanece sin
amplificar. No ha habido prisa de estudiantes de posgrado por ampliar sus propuestas en
disertaciones de doctorado y no hay acumulación de estudios de casos utilizando sus
43 Por ejemplo, ver Joseph E. Black and Kenneth W. Thompson (eds.), Foreign Policies in a World of Change
(New York: Harper & Row, 1963); Roy C. Macridis (ed.), Foreign Policy in World Politics, 2nd ed. (Englewood
Cliffs, N.J: Prentice-Hall, 1962); y Kurt London, The Making of Foreign Policy: East and West (Philadelphia:
Lippincott, 1965).
44Para una elaboración de este punto, ver James N. Rosenau, "Pre-Theories and Theories of Foreign Policy"
en R. Barry Farrell (ed.), Approaches to Comparative and International Politics (Evanston: Northwestern U.P.,
1966), pp. 34-37.
45 Por ejemplo, ver Bruce M. Russett, "The Calculus of Deterrence", Journal of Conflict Resolution, Vol. VII (June
1963), pp. 97-109; y J. David Singer, "Inter-Nation Influence: A Formal Model", American Political Science
Review, Vol. LVII (June 1965), pp. 420-430.
46Cf. Martin Patchen, "Decision Theory in the Study of National Action: Problems and a Proposal", Journal of
Conflict Resolution, Vol. IX (June 1965), pp. 164-176; y Bruce M. Russett, "Pearl Harbor: Deterrence Theory
and Decision Theory" (mimeo., n.d.).
47 Entre los muchos que se movieron en esta dirección se encontraba el autor del enfoque de toma de
decisiones: ver Richard C. Snyder, "Experimental Techniques and Political Analysis: Some Reflections in the
Context of Concern Over Behavioral Approaches", en James C. Charlesworth (ed.), The Limits of Behavioralism
in Political Science (Philadelphia: American Academy of Political and Social Science, 1962), pp. 94-123; y Harold
Guetzkow, Chadwick F. Alger, Richard A. Brody, Robert C. Noel and Richard C. Snyder, Simulation in
International Relations (Englewood Cliffs, N.J: Prentice-Hall, 1963).
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La Necesidad de la Teoría
La respuesta a estas preguntas tiene dos dimensiones que, en conjunto, sirven tanto
para explicar las discrepancias en el análisis anterior como para justificar la deuda con
Snyder y su enfoque. Una dimensión se refiere a la falta de teoría en la formulación original
y la otra plantea una justificación para esta falta. Si bien muchas de las críticas al enfoque
fueron infundadas, es cierto que Snyder identificó la existencia de una serie de relaciones
sin intentar teorizar sobre sus componentes y estructura. A pesar de la gran variedad de
categorías y subcategorías, los enlaces entre ellos permanecen sin especificar. Como se
indicó anteriormente, únicamente el lugar de las variables idiosincráticas (motivos "a causa
de”) son objeto de evaluación predictiva e incluso aquí la predicción se presenta en
términos tan amplios que tienen poca relevancia para situaciones específicas. Postular el
proceso de decisiones como una actividad central no es sugerirlo en lo relativo a situaciones
48 Por ejemplo, ver Heinz Eulau, Samuel J. Eldersveld, and Morris Janowitz (eds.), Political Behavior: A Reader
in Theory and Research (New York: Free Press, 1956), pp. 352-359; Stanley H. Hoffmann (ed.), Contemporary
Theory in International Relations (Englewood Cliffs, N.J: Prentice-Hall, 1960), pp.150-165, y James N. Rosenau
(ed.), International Politics and Foreign Policy: A Reader in Research and Theory (New York: Free Press, 1961),
pp. 186-192, 247-253.
Premisas y Promesas del Análisis de Toma de Decisiones 209
específicas. Postular la toma de decisiones como una actividad central y las configuraciones
internas, externas y organizacionales como fuentes principales de esta actividad no es
sugerir la fuerza relativa de estas fuentes bajo condiciones variables o en presencia de la
interacción entre ellas. Pero indicar que la fuerza de las variables relevantes tiene que ser
evaluada y comparada, no es describir un método para evaluarla o una base para
compararla. Sin embargo, admitiéndolo, Snyder no llevó su análisis a estos extremos.
Identificó fenómenos inexplorados, pero no indicó cómo podrían desarrollarse. Llamó la
atención a las nuevas premisas y conceptos, pero no especificó cuándo, dónde y cómo
podrían usarse. Sugirió problemas que podrían investigarse fructíferamente, pero no
proporcionó una guía sustancial sobre cómo debe proceder el investigador49.
49 Algunos años después, Snyder, con otro colega, compensó de alguna manera esta deficiencia al describir
cincuenta y seis proyectos de investigación que podrían llevarse a cabo de manera útil. Sin embargo,
nuevamente hubo una escasez de proposiciones teóricas y la orientación proporcionada para llevar a cabo
cada proyecto fue principalmente en forma de preguntas que podrían considerarse y fuentes bibliográficas
que podrían ser consultadas Cf. Richard C. Snyder and James A. Robinson, National and International Decision-
Making: A Report to the Committee on Research for Peace (New York: Institute for International Order, 1961).
210. JAMES N. ROSENAU
los funcionarios pueden fluctuar notablemente. Las demandas externas tal vez estén
sujetas a fluctuaciones aún más amplias y erráticas. Dado que Snyder no enumeró ninguno
de los factores en los entornos internos y externos a los que los responsables de la toma de
decisiones podrían responder, naturalmente, no fue inducido a formular hipótesis sobre las
elecciones que éstos podrían tomar en diferentes tipos de situaciones.
En otras palabras, las teorías de la toma de decisiones políticas nunca pueden estar
compuestas exclusivamente de proposiciones sobre los funcionarios que toman decisiones.
Los procesos ubicados en el entorno hacia el cual los funcionarios dirigen sus decisiones no
son menos relevantes que aquellos que ocurren en sus mentes e interacciones. Para
reconstruir el mundo desde la perspectiva del tomador de decisiones, el investigador debe
examinar el mundo mismo para comprender la dinámica y los límites de la perspectiva del
tomador de decisiones. Para predecir la dirección, el momento y la naturaleza de las
decisiones políticas, uno debe incluir e interrelacionar variables relacionadas con los
objetivos de las decisiones, los actores que las toman y la relación entre los objetivos y las
acciones. Esperar que los fenómenos decisionales proporcionen la única base para las
proposiciones “si-entonces” sobre política es, por lo tanto, establecer un objetivo
inalcanzable. No puede haber una teoría de la toma de decisiones políticas que esté
divorciada del entorno político con respecto a las decisiones que se toman. El tomador de
decisiones puede servir como foco organizacional, pero las proposiciones sobre su
comportamiento seguramente serán tan diversas y discontinuas como los objetivos de su
comportamiento y las circunstancias bajo las cuales toma sus decisiones. Una teoría
unificada de la toma de decisiones políticas sería nada menos que una teoría de todo el
proceso político.
la interacción entre los tomadores de decisiones, sus organizaciones y sus entornos internos
y externos no se han desarrollado sistemáticamente. Para Snyder haber enumerado,
evaluado y comparado la fuerza de las variables relevantes en 1954 habría sido confiar en
puras conjeturas. No pudo recurrir a un conjunto de hallazgos confiables como base para
articular proposiciones teóricas. Para que tales hallazgos se hicieran realidad, había que
romper con los modos tradicionales de análisis. La cosificación tuvo que ser socavada. La
búsqueda de una visión de la realidad tuvo que ser redirigida. La naturaleza de los
fenómenos decisionales tuvo que ser enfocada. Debía establecerse la existencia de
variables organizativas y domésticas. Debían presentarse casos para investigar la
motivación y debía demostrarse la legitimidad de importar conceptos de otras ciencias
sociales. En resumen, el campo tuvo que pasar a través de la etapa de despegue antes de
que sus profesionales estuvieran en una situación para desarrollar proposiciones teóricas
que evaluaran y compararan las variables organizacionales, internas y externas relevantes.