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MELANCOLIA y ESTADOS DEPRESIVOS


Por Helene Deutsch

No es mi propósito en esta serie de artículos e) referirme a los estados


psicóticos, pero no puedo omitir algunas consideraciones sobre la depresión
melancólica que constituye una de las llamadas "neurosis narcisísticas" ya
que esto aclara muchas situaciones necesarias para la comprensión de las
neurosis,
La paciente a quien nos referiremos para este propósito tenía 50 años
cuando comenzó su tratamiento. Había sido, previamente a su enfermedad,
una escritora muy talentosa y conocida en su país. Inclinada naturalmente
al trabajo y a la vida de relación, había experimentado en los últimos pocos
años un cambio completo en toda su personalidad. Se había alejado cada
vez más de la gente, continuando no obstante, con su trabajo, durante un
cierto tiempo, hasta que un ataque agudo ocurrido alrededor de tres años
antes de iniciar su tratamiento empeoró tanto su estado que se vió obligada
a internarse en un sanatorio. Allí su enfermedad hizo rápidos progresos.
Durante casi un año permaneció en una profunda depresión, interrumpida
periódicamente por graves ataques de ansiedad y excitaciones casi deliran-
tes. Todos sus temores giraban alrededor de un único pensamiento al que
se adhería obstinadamente, aunque a veces era capaz de comprender lo
absurdo de su idée [ixé, Sin embargo, no obstante estas comprensiones oca-
sionales, permaneció ligada a ese pensamiento con grados de afecto varia-
bles: habría de ser arrojada a la calle, sin ropas tal como estaba en su
lecho, sufriendo allí, sola y abandonada, una 'muerte terrible. A veces ex-
presaba este pensamiento con completa apatía, otras rogaba para que suce-
diera "lo más rápidamente posible" y a veces gritaba pidiendo socorro en
medio de la más intensa y delirante ansiedad. ¡Vienen, vienen! ¡No permitáis
que me lleven!, ¡tened piedad de mí! De tiempo en tiempo insistía en que

(1) Se refiere a la serie de artículos publicados conjuntamente bajo el título de Psico-


análisis de las neurosis.
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no merecía otra cosa y que hacían bien en castigarla tan cruelmente. Si se


investigaban sus auto acusaciones no manifestaba nada más grave que faltas
triviales y comunes.
Sólo en forma muy lenta y gradual y sin un verdadero análisis fué
posible asomarse a su vida psíquica y adquirir un cierto grado de visión de
su trastorno. Del material desordenado que me proporcionó, selecciono sólo
lo que es importante para la comprensión de su caso.
Creía poder decir con certeza que su enfermedad había comenzado con
la pérdida de un perrito que constituía para ella lo más valioso que poseía.
Nunca lo volvió a encontrar y desde entonces cayó en una depresión que
gradualmente la condujo a una grave melancolía.
Con anterioridad a esta depresión había sufrido durante varios años
consecutivos de síntomas obsesivos que mantuvo en secreto y de los que ni
aun sus amigos más íntimos ' tenían conocimiento. De niña parecía haber
sido psíquicamente sana, por lo menos no logramos descubrir algún tem-
prano síntoma, aunque todo el carácter de la paciente sustentaba el aspecto
típico de formaciones reactivas como las observadas en nuestros enfermos
neuróticos obsesivos.
Recordaba conscientemente haber experimentado intensos celos con-
tra una hermana ocho años menor, muy bonita y talentosa, pero el odio y
los deseos de muerte contra ésta, fueron profundamente enterrados bajo el
sentimiento reactivo del amor fraternal, más tierno y solícito. Este cambio
ocurrió después de la muerte de la madre -la paciente tenía 12 años-
cuando tomó sobre sí el papel de la madre en su relación con la hermana
tantos años menor. En realidad, pareciera que estos sentimientos sobrecom-
pensatorios hacia la hermana, le permitieron permanecer libre de culpa en
relación con la finada madre. Tenemos aquí otro ejemplo de algo con lo
que ya a menudo nos hemos encontrado: la paciente está ahora lista para
sacrificar cualquier cosa por la seguridad de la hermana a quien anterior-
mente odió con tanta intensidad.
A los 18 años enferma, como ya lo hemos mencionado, de síntomas
neuróticos obsesivos con ceremoniales obsesivos tÍpicos; tenía que repetir
varias veces todo lo que hacía, ya que una voz interior la amenazaba con
que "algo le pasaría a la hermana querida". En este temor adquiría clara
expresión su intención original maligna contra ésta. Es evidente que el
amor masoquístico que la dominada, conscientemente por completo, sólo le
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permitía al otro pensamiento hacerse consciente en la forma de este temor.


Sin embargo, esta sobrecompensación no logró apaciguar completamente
el sentimiento de culpa, ya que el omniciente superyó conoce todo lo que
está reprimido teniendo que insistir con los ceremoniales obsesivos para.
protegerse de estos malos deseos. Nunca pude comprender bien por qué
se enfermó, precisamente, a los 18 años, pero la visión que obtuvimos de su
enfermedad nos mostró tal tendencia sádica; que podemos señalar de acuer-
do con nuestra experiencia, de qué disposiciones surgió la neurosis y a qué
mecanismos internos debió su origen.
Cuando la paciente tenía 21 años murió el padre dejándolas en una
situación material tan difícil que la obligó a buscar una profesión y a tra-
bajar duramente. Fué así que se vió forzada a abandonar sus ambiciosas fan-
tasías con respecto a su futuro renunciando a convertirse en una gran es-
critora y aceptar conscientemente el pensamiento de que se s;crificaba gus-
tosa por la seguridad de su hermana menor, en el tedioso trabajo de meca-
nógrafa. Rodeó su obligación con la más tierna solicitud y en la¡dura
lucha por la existencia encontró curación, en un sentido práctico, para sus
síntomas neuróticos obsesivos.
Sólo podemos explicar esta cura espontánea presumiendo que las dificul-
tades de la vida y el autosacrificiode su renuncia le ocasionaron una gratifica-
ción narcisística tan grande que los impulsos sádicos que experimentaba contra
la hermana pudieron ser satisfechos, así, vueltos contra ella misma.
Todas las emociones dirigidas ahora hacia la hermana están, se podría
decir, purificadas y liberadas de los componentes negativos del conflicto
ambivalente. El amor al yo, que una vez fué profundamente herido p<?r
la hermana, logra ahora encontrar satisfacción, si bien indirectamente. La
paciente abandona la lucha pero trata de realizar a través de la hermana
todo lo que soñó y no fué capaz de obtener para sí misma. Esta clase de
identificación narcisística ocurre a menudo en la relación entre padres e
hijos; en el caso de nuestra paciente surgió de una base ya mórbida, como
un mecanismo de defensa que pudo asegurar la salud psíquica' durante un
cierto período pero que estaba destinado a terminar en un desastre.
Durante varios años las dos hermanas vivieron en un retraimiento com-
pleto; la mayor, enteramente sumergida en su sacrificio masoquístico; la
menor, ocupada en intentos claramente inútiles y vanos como escritora,
ambas esperando el gran día en el que el mundo reconocería el "genio". de
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la menor. Esta existencia de dependencia mutua fué inesperadamente in-


terrumpida por el casamiento de la hermana menor, quien con cierta falta
tanto de gratitud como de consideración, abandonó a la paciente para
vivir en el extranjero con el esposo. La enferma soportó la partida con
tranquila dignidad; hasta parecía estar contenta con la felicidad de la her-
mana, permaneciendo sola desde entonces. Continuó su camino, indiferente
y retraída en compañía de un perrito que ' adquirió luego de la partida de
su hermana. Alrededor de un año y medio después, perdió el perro; no se
detuvo ante ninguna molestia ni escatimó esfuerzos,para volver a encontrar-
lo, pero en vano. Fué entonces cuando comenzó su grave represión.
Esta coincidencia temporal, no dejaba lugar a dudas de que la depre-
sión constituía el resultado de la pérdida del animal. Hasta la paciente estaba
convencida de ello, aunque se veía obligada a admitir que la intensidad del
pesar parecía ser incompatible con la razón para ello.
No con. poca frecuencia sucede que el desencadenamiento de un estado
depresivo es provocado por una pérdida aparentemente trivial, un cambio
de residencia o algo similar. Estos sucesos constituyen simplemente la oca-
sión inmediata y bien recibida para que se' abran paso reacciones más
profundas y significantes, hasta ese momento suprimidas. En el carácter de
pérdida que tienen estas situaciones reside la razón para la movilización
de aquellas reacciones.
El perro de nuestra paciente sólo constituía un subrogado de la her-
mana perdida; su desaparición movilizó toda la fuerza de su aflicción que
,la paciente había ocultado en sí misma, después de la pérdida de la hermana.
En el curso ulterior del tratamiento, su actitud tan razonable cuando
la separación, fué reemplazada por amargos reproches contra la ingrata y
por el retorno de los más intensos y sádicos deseos de venganza contra la
que una vez fué odiada, luego amada y finalmente tan infiel hermana.
¿Qué es lo que esta hermana le había hecho? Por un desconocido, había
traicionado su autosacrificio amoroso, abandonándola despiadadamente a una
vida de soledad. Estas fueron las gracias que recibió por haber tendido a la
huerfanita una mano protectora cuando estaba completamente desamparada.
Cuanto más se aclaraba en el análisis, el cuadro de su propia pérdida, más
alto crecían sus reproches contra la hermana, hasta que tomaron la forma
de deseos de que fuera arrojada a la calle donde, de todos modos, hubiera
estado, si la paciente no se hubiera apiadado de ella.
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Siguiendo el desarrollo psíquico de nuestra enferma podemos formar-


nos un esquema consecuente de lo que continuó dentro de ella. Primero,
odio y agresión contra su hermana, defensa contra estos impulsos a través
de mecanismos neuróticos obsesivos; luego, exitosa sobrecompensación del
odio mediante amor y ternura; satisfacción del daño narcisístico a través
de una identificación con la hermana y transformación de las agresiones
en un autosacrificio por ella, masoquísticamente satisfactorio. Una reali-
zación brillante, una excelente pieza de administración en la estructura psí-
quica.
Este arreglo psíquico continuó persistiendo aun después de la frustra-
ción a manos de la hermana, pero se fueron agregando nuevos aportes de
impulsos agresivos, hasta que la paciente cayó gravemente enferma. La iden-
tificación se mantuvo, así como la vuelta masoquística contra el propio
yo. El castigo con que había condenado a la hermana -ser "arrojada a la
calle" con el propósito de que encontrara allí un desgraciado fin-, se lo
oímos pedir con monótona regularidad, no ya, sin embargo, como una ame-
naza contra la hermana sino contra ella misma, implorando a veces' que
fuera realizado, y defendiéndose otras contra esto, con la más violenta an-
siedad. Ahora comprendemos con quién se relacionaba este castigo y por
qué declaraba' en sus severas autoacusaciones: "No merezco otra cosa."
Los crímenes que ella podía atribuirse eran por completo triviales, pero la
actitud de su hermana "no merecía otra' cosa" que ser castigada con los más
severos castigos. .
Abandonada por la hermana, la enferma quedó solitaria y sin' objeto
de amor. En realidad, no podía encontrar un nuevo objeto para sus afectos
porque las condiciones de su fijación le imposibilitaban cualquier posibi-
lidad de crear una transferencia en nuevos objetos. Permaneció así, ligada
a su hermana. Las energías psíquicas que ya no eran capaces de una readap-
tación positiva de esta clase, sufrieron el destino siguiente: la libido retirada
del objeto se dirigió a posiciones ya preparadas por una identificación trascen-
dente con la hermana. La corriente de energía libidinosa en lugar de fluir
hacia el mundo exterior, vuelve al mundo interior e inviste narciscística-
mente al propio yo. La identificación narcisística con la hermana usada
anteriormente para ventaja de ésta, se intensifica y todas las agresiones y
las criminales tendencias de odio contra la hermana están dirigidas, ahora,
contra su propio yo.
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En un caso de agorafobia que presentamos, el paciente no experimen-


taba ansiedad en la calle, cuando estaba acompañado por su madre o una
madre sustituta. Nos fué posible observar que como resultado de un proceso
de identificación 'las agresiones que habían sido dirigidas contra la madre,
se hubieron de convertir en un peligro para su propia persona. Este cons-
tituía un caso de identificación histérica relacionado con ideas y "acciones
psíquicas particulares que admitían -un reajuste. Pero en el caso tan grave
al que .nos estamos refiriendo, la identificación adquirió un carácter com-
pletamente diferente .. Implicaba un abandono del objeto en el mundo exte-
rior; el objeto ya había sido completamente introyectado en el yo ¡identi-
ficado, por lo que todos los sentimientos e ideas relacionadas con el ,objeto
están ahora dirigidas hacia el mismo yo.
En los primeros períodos de su vida, la enferma tenía aún la posibilidad
interior de controlar sus impulsos sádicos por medio de formaciones reactivas
(hiperternura, etc.). En esa época era capaz de inhibir y dirigir las fuerzas
destructivas y punitivas de la conciencia en parte, a través de medidas de
protección (síntomas obsesivos), en parte, a través de sacrificios maso-
quísticos.
Pero la conducta traidora de la hermana provocó un colapso en .esta
estructura psíquica que hasta ese momento se' había mantenido unida como
un todo por su amor. Ahora, sólo le queda ira, odio y destrucción. Sus
alternativas eran, o bien descargar toda su agresión exteriormente contra la
hermana o dominar su agresión' y sufrir en sí misma las: consecuencias de
esta supresión, ya que sabemos que una agresión inhibida en esta forma
se coloca a la disposición de las energías del superyó y .puede entonces ser
dirigida interiormente contra· el mismo yo.
En la fase final de su sufrimiento psíquico nuestra paciente pasó por
'un proceso mental, típico de la melancolía, que ocasiona una intensifica-
ción peculiar en los impulsos destructivos.
La identificación con.la hermana había tenido lugar antes del desencade-
namiento de la depresión melancólica; de esta manera, lal enferma pudo
encontrar una compensación para sus diversas renunciaciones. Fué sólo des-
pués de la pérdida final de la hermana que esta identificación ocasionó serios
resultados a la paciente y despertó graves reacciones en la forma de un
estado melancólico. Porque la pérdida del objeto fué seguida no sólo por
un nuevo despertar de las agresiones sádicas, con las que ya estamos farni-
• '.r"'

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" ,

liarizados desde el período de sus 'síntomas neuróticos obsesivos, sino tam-


bién por un nuevo proceso regresivo. Este proceso conduce hasta una fase
aun mucho más profundamente sumergida,. en las que las agresiones son
aun más criminales y la ambivalencia más, destructiva. En esta primitiva
fase de succión ahora reactivada, la relación del niño con el mundo exte-
rior se establece a través del pecho nutricio de la madre siendo una' carac-
terística de esta fase, la incorporación canibalística del objeto, mediante la
boca.
Después de la pérdida final del objeto amado, nuestra paciente se hun-
dió en esta fase oral del desarrollo. Desde este momento, la identificación
con la hermana se convierte en sinónimo de "incorporación", es decir, des-
aparecen por completo los límites entre su propio yo y el yo de la otra.
, ,

La "disociación instintiva" que provoca este nuevo proceso regresivo,


libera aún más fuerzas destructivas que se vuelven contra el yo. En este
papel de "identificación" el yo es humillado, insultado y perseguido por los
castigos más severos y las más sádicas crueldades.
Vemos así que en la melancolía el rechazo cruel y las severas autoacu-
saciones que originalmente se referían al objeto, permanecen aún activas,
siendo sólo la escena de acción la que ha sido variada. El yo aparece ahora
escindido en dos partes. Una de ellas contiene al objeto introyectado 'mien-
tras la otra repudia este yo identificado, odiándolo y castigándolo. Esta
parte que ahora ha atraído la agresión hacia sí, corresponde a esa instancia
psíquica interior que ya conocemos como el superyó. Hemos observado
que tanto más inferior es la fase del desarrollo libidinoso, es decir, que tanto
más profunda es la regresión a una etapa infantil, menos firme' es la unión
entre las tendencias destructivas y las libidinosas, mayor la disociación ins-
tintiva y mayor la agresión del superyó,
En la neurosis obsesiva esta disociación, es decir, la liberación de ten-
dencias destructivas no es tan intensa como en 'la melancolía. En la pri-
mera, la relación con el objeto se mantiene y los mismos impulsos destruc-
tivos son aún de naturaleza libidinosa. El amor se convierte en agresión,
pero en esta agresión existe un componente libidinoso que protege al objeto
amoroso. Hemos visto, es verdad, que hasta en la neurosis obsesiva la disocia-
ción instintiva adquiere expresión en la excesiva severidad del superyó.
En la melancolía la disociación instintiva tiene consecuencias mucho
más graves para el yo, que en la neurosis obsesiva, ya que en esta última el
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superyó exige el estricto mantenimiento de las medidas protectoras a través


de las cuales logra evitar la destrucción.
En el caso de nuestra paciente era muy claro el proceso de "introyec-
ción" del objeto, tan típico de la melancolía, porque ya antes del desenca-
denamiento de la psicosis, la identificación con la hermana había adquirido
gran importancia. En realidad, podemos proseguir aún ulteriormente esta
"internalización" de la relación original entre ambas, hermanas, es decir,
su desplazamiento de la realidad al proceso psíquico.
En una cierta fase de su existencia la paciente había resuelto el con-
flicto ambivalente original con la hermana en tal forma, que después de la
muerte de los padres pudo constituirse en representante de éstos, estable-
ciendo entonces con ella una relación padres-hija que le permitió estar
sana para cualquier propósito práctico. Tratamos de explicar este proceso
terapéutico, a través del sacrificio masoquístico por una parte, y a través
de la exitosa sobrecompensación de sus sentimientos hacia la hermana, por
otra, Pero sólo podremos comprender la técnica psicológica más profunda
de este proceso, investigando su fracaso subsiguiente y el desarrollo en la
enfermedad que sobrevino. La paciente, a través del amor que su relación
maternal con la hermana creaba, logró disminuir la tensión que previamente
existía entre sus instancias psíquicas y que ya era observable en los sínto-
mas neuróticos obsesivos. Llevó esto a cabo adoptando el papel de poder
educador y realizándolo en forma cariñosa, justiciera y clemente. En esta
función se convierte en cierta medida, en mi ejemplo para su propio su-
peryó, siendo capaz de esta manera de conseguir que éste la trate tan indul-
gentemente' como ella trataba a su hermana, Este proceso constituyó el
reverso exitoso del que lo había precedido, cuando la agresión hacia la her-
mana se había vuelto contra su propio yo. En el proceso terapéutico las
tendencias agresivas parecen mantenerse ligadas, una vez más, por amor;
como consecuencia, la conciencia apaciguada puede permitirse una cierta
indulgencia. Después de la frustración a manos de la hermana, la enferma
abandonó su papel parental indulgente, introyectando simultáneamente esta
relación en el mundo interior de su psique. Pero aquello que anteriormente
parecía que el amor había apaciguado y que estaba dirigido consciente y
activamente hacia un objeto en el mundo exterior, se vuelve ahora desde el
mundo real a este retiro contra el propio yo, en forma insultante, implacable,
iracunda y sobre todo inconsciente.
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Presenciamos aquí un proceso cronológicamente histórico. El superyó


. surge, en primer lugar de la identificación con los padres como el repre-
sentante interior de la autoridad originalmente en el mundo exterior. En
la relación ulterior con la hermana, una parte de esta "internalización" es
nuevamente proyectada al exterior en el mundo real mediante lo cual la
actuación del superyó, que en este momento era particularmente severa,
puede ser modificada. Después de la frustración por la hermana, esta pro-
yección sufre una nueva introversión que constituye el retrotraimiento en
la representación psíquica, de lo que había constituídol originalmente la
autoridad parental, que ella misma había manejado en forma indulgente en
relación con la hermana. Pero esta instancia interior ha, dejado de ser indul-
gente y vuelve ahora toda su severidad contra el yo de la paciente.
Con esto, la introyección se extendió a todas las relaciones objetales
libidinosas -porque estas relaciones están sujetas a la identificación, «incor-
poración" oral -así como a la parte que representaba autoridad en relación
con el mundo exterior. En esta última, la paciente tomó sobre sí la parte
de los padres. Esta reproducción de la relación parental adquirió finalmente
un carácter completamente punitivo, ya que en la introversión las fuerzas
punitivas destructivas, pudieron encontrar expresión en el superyó.
La relación madre-hija con la hermana actúa, ahora, dentro de ella,
ya no en forma moderada e indulgente como anteriormente, sino como
la expresión de la más alta tensión entre el yo sufriente y el enfurecido
superyó.
En las autoacusaciones de la paciente escuchamos la voz del amenazante
y acusador superyó. Otras veces, la parte del yo pasivamente sufriente pa-
rece evidenciarse dando expresión a sus violentos temores de castigo, y
luego escuchamos otra vez sus intentos para evit~r el .castigo, implorando
piedad y prometiendo ser bueno, exactamente como un niño que ha sido
castigado o amenazado. Pero en una constante monotonía escuchamos siem-
pre dos voces que indican una poderosa lucha que se desarrolla profunda-
mente en el inconsciente, entre el narcisístico amor al yo y el destructivo
yo aniquilador.
Al exponer el destino de la libido reconocemos que la regresión a la
fase oral junto con la introyección del objeto relacionada con esta regre-
sión, constituyen un proceso típico de la melancolía. El caso que estamos
tratando constituye un ejemplo clásico de esto. No se puede decir con
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completa ~ertidumbre si existe en todos los casos de depresión melancólica.


Pero la esencia del cuadro melancólico clínico está dada por la escisión'
entre el yo y el superyó, y la lucha criminal entre, los dos sistemas psíquicos
a que da origen esta situación. Existen, sin duda, casos de depresión melan-
cólica en los' que es suficiente una gran severidad de parte del superyópara
llevarle a encolerizarse esporádica y hasta periódicamente contra el yo,
haciéndose imposible a ambos coexistir en forma armónica y exigiéndosele
compensaciones al maltratado yo.
Otro de mis casos aclaró interesantemente este punto. Esta paciente, que
experimentaba odio consciente contra su madre, había convertido toda su
existencia en una larga protesta contra ella. Se podría decir que cada uno
de sus gestos significaba un triunfo vindicativo contra la madre. Su vida
amorosa, sus intereses intelectuales, la elección de su profesión, en general,
todo el contenido de su existencia estaba construído sobre esta imperecedera
hostilidad. De tiempo en tiempo sufría graves depresiones que significaban
un sometimiento obediente a la madre, una 'renuncia a los valores que había
levantado contra ella, una penitencia por las transgresiones, constantes de
las órdenes maternales. En cada ocasión las depresiones eran seguidas por
un período de peculiar intensificación de la alegría de vivir, de la eficiencia
en su trabajo y de su capacidad de amar. La misma intensidad de su humor
despertaba nuestras sospechas y su conexión con la vieja relación materna
,se evidenciaba por la peculiar intensidad con que aparecían en este período
las formas de vida ya mencionadas, dirigidas contra la madre. En este caso,
la depresión parecía estar seguida por un "triunfo" ligeramente maníaco
durante el cual el yo 'se liberaba de la dominación de la punitiva conciencia
o después de someterse a sus castigos lograba persuadida de que fuera espe-
cialmente tolerante durante un tiempo.
Los procesos de una vida psíquica normal parecen ser, en realidad, de
una naturaleza similar. Los cambios periódicos de humor a los que la mayo-
ría de la gente está sujeta, corresponden, probablemente, en una forma mo-
dificada, a la periodicidad de la locura maníacodepresiva, con la alternancia
continua entre la dependencia al superyó yel triunfo por haberle supe-
rado. Constituye quizá una de las necesidades más profundas del hombre
civilizado refrenar tanta agresión dentro de sí que su acumulación en el super-
yó comienza, de tanto en tanto, a ejercer presión sobre el yo, por lo que éste,
acobardado y amenazado, reacciona abandonando sus relaciones positivas
MELANCOLÍA Y ESTADOS DEPRESIYOS 433

con la existencia, es decir, hundiéndose en una depresión más o menos agu-


da. Entonces, la tensión parece relajarse gradualmente siendo seguida por
un abandono de la presión y una sensación feliz de liberación interior (esta-
dos hipomaníacos aun en la vida normal) o por un estado de seguridad,
signo de la armoniosa reconciliación interior.
Las depresiones histéricas pueden ocurrir como resultado de una pér-
dida real de objeto, en cuyo caso representan la reacción patológica ante
esta pérdida. Tambiénla melancolía, como hemos visto, puede ser provo-
cada por una pérdida real. El tipo de reacción está en relación, con el fac-
tor constitucional. En la histeria, la pérdida real puede evocar el retorno
a un objeto que ha sido perdido en la infancia, pero retenido en el incons-
ciente, y en este caso la depresión patológica tiene lugar bajo el signo de
procesos regresivos y de fijaciones infantiles, fuera del dominio del verda-
dero conflicto.
Tales depresiones histéricas fueron observables en la paciente cuyos
sufrimientos hemos descrito como «neurosis de fracaso" ("). Durante toda su
vida estuvo inconscientemente de duelo por su padre, a quien nunca había
abandonado como objeto de amor. Cada nueva experiencia erótica estaba
predestinada a terminar con la renovación de la vieja reacción ante la
pérdida.
La «pérdida" puede tener también un contenido más narcisístico. Un
ejemplo típico de esto lo constituyen las depresiones menstruales que son
la expresión de una reacción a una pérdida en el sentido de castración o a
un embarazo inconscientemente fantaseado. En estas categorías se pueden
incluir también las depresiones climatéricas, frecuentemente muy graves en
ambos sexos, como reacción a la disminución de la «femineidad" o «mas-
culinidad" .
Es a menudo difícil trazar una línea divisoria entre una melancolía y
una depresión neurótica (histérica). En su trabajo sobre El problema de la
melancolía' Radó mantiene el concepto de que la depresión neurótica está
basada en los mismos mecanismos que l~ depresión melancólica. Dentro de
la categoría de depresión existen, ciertamente, diversos tipos de enferme-
dades, así como fases transicionales fluctuantes entre estos varios tipos. Los
factores determinantes los constituyen la profundidad de la regresión, el
destino interior de la relación objetal y la extensión del proceso de disocia-
(1) Se refiere a otro de los trabajos incluídos en el mismo libro.
434 R E VI S T A DE- PSI e o A N A Ll S 1S .

ción, es decir, de liberación de tendencias destructivas. En el curso de


nuestra exposición hemos sido a menudo capaces de observar cuán depen-
dientes son, de estos factores recién mencionados, la gravedad y la forma
del sufrimiento neurótico.
Traducido del inglés por MATILDE \V. DE RASCOVSKY.

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