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belle époque
Angel Rama
Montevideo quería ser ciudad, harta ya hombres pusieran su "oscuro corazón de al
de oírse definir como aldea y ni siquiera fombra”.
grande. Montevideo quería ser mujer — be Ya tenía historia y hasta cronistas del
lla y opulenta como correspondía al modelo masculino Montevideo antiguo: Isidoro de
del tiempo— hastiada ya de una sociedad María (cuatro series del 87 al 9 5 ) o Anto
de militares, tenderos y artesanos: como Or nio Pereira (en 1893 y 1898). Despuntaban
lando, era hora de que cambiara de sexo. sus pintores, sus fotógrafos, sus cronistas
No más el bastión militar, ni el mercado de contemporáneos, y para todos ellos se acica
Carretas, y sobre todo, no más campo ni más laba y posaba, ensayando un nuevo perso
naturaleza: ella quería ser un delicado naje. Ni la crisis del 90 ni la revolución
producto artificial, propicio a los paraísos del 97 habían disminuido la afluencia de
afines. riquezas que las lanas, cueros y carnes ex
Se extendía sobre el río al que todavía no portados le proporcionaban.
se atrevían a llamar mar los petulantes El nuevo siglo se aproximaba lleno de pro
montevideanos, "como virgen que en estío, mesas. Para ella, como para Londres y París,
se ve en el lago nadar”. ¿Virgen? Bueno, era llegado el tiempo de una — provincia
pero por poco tiempo. Montevideo quería na— "belle époque”. Sobre la opulencia
ser francesa, rica, suntuosa, disoluta, sabia, burguesa de la nueva clase de comerciantes
"misteriosa y erudita” diría Rubén, imagen adoptaría el aire de esa clorótica e histérica
hierática y dominadora a cuyos pies los criatura enferma de "fin de siglo”.
Otro invento inglés
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terpretación "sui generis" del positivismo se encargó de
La vida confortable, amén justificar esta conducta aunque ella podía prescindir de
justificaciones.
No fue enteramente ajena a esta ostentación la nece
sidad de "status" por parte de los extranjeros que habían
escalado rápidamente la pirámide social, quienes no podían
Los últimos años del 80 habían señalado el apogeo obtenerlo de su apellido o de las vinculaciones familiares
de una repentina buena sociedad instalada en la capital. patricias y en cambio pretendían comprarlo, en una carac
Mientras Emilio Reus y Francisco Piria extendían la ciu terística operación de nuevorriquismo, con la publicidad
dad con barrios para inmigrantes y artesanos, bien distan de sus recursos económicos. En 1898 un testigo anotaba
tes del círculo privilegiado donde se codeaban las buenas que donde "la invasión de la raza extranjera se evidencia
familias, éstas aspiraban a comodidades que no habían más claramente, es por la consulta de los apellidos. En la
conocido sus antepasados. Montevideo seguía siendo la nómina de la legislatura, de la estadística, de la crónica
pequeña aldea pero dentro de ella se iniciaba el ascenso social, las doble z, las doble t y las terminaciones en ¡n i
fulgurante de los comerciantes e industriales que despla figuran en cantidad alarmante: la lista de los médicos,
zarían o absorberían por intermedio de cruzados matrimo sobre tt>do, parece el elenco de una compañía lírica". Ha
nios al antiguo patriciado. Aportaban un nuevo estilo de de ser significativo que sean clubes extranjeros y familias
vida, más rudo y también más aparatoso. La sencillez y la de nacionalidad reciente quienes encarguen los edificios
sobriedad, la modestia familiar y la devoción religiosa, la más suntuosos, llamando para ello a arquitectos también
moderación y el hispanismo tradicional, que habían sido extranjeros.
algunos de los valores de la sociedad montevideana, resul En una visión casi eglógica Azaróla Gil presenta toda
taron arrollados por un afán de boato y de figuración que vía al Montevideo de fin de siglo como "un gran vecin
desde la cabeza del gobierno ejercitó el general Santos. dario aldeano, de vida sedentaria, barrios silenciosos y gus
Mientras en la más baja escala, los inmigrantes meneste tos modestos. Un profundo sello familiar caracterizaba las
rosos y los parias del campo alambrado iban formando la células sociales: se tenía muchos hijos, se vivía sin prisa
nueva base social de la capital, al nivel de las clases supe y sólo las algaradas políticas ponían sus notas de conflicto,
riores se iniciaba el gusto por lo que se llamaba la "high a menudo sangrientas, en el proceso de formación, lento
life”, en un modo de marcar más nítidamente la distancia y sin estímulos. Los bares no existían; los almacenes y
que las separaba del común. No sólo había que tener rique farmacias eran los clubes baratos del anochecer, frecuen
zas: también había que mostrarlas y disfrutarlas. Una in tados por parroquianos desocupados; pero el patio de cada
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casa seguía siendo el centro de las tertulias, aunque en ticos que proclama la civilización europea, pero que sin
las noches calurosas se sacaban sillas a la acera. . . No embargo nos seduce y nos encanta”. Este temprano descu
había comercio de lujo, ni millonarios que lo parecieran o brimiento de la japonería nos habría de dar el Salón Japo
lo confesaran, pero sí una treintena de familias que se nés del Club Uruguay y hasta un Jardín Japonés en el
daban tono; poseían carruaje, casa propia con balcón, sala Parque Urbano, sin contar la multiplicidad de ambientes
y comedor hospitalarios, y niñas bien educadas que toca orientales que comenzaron a llenar las casas particulares,
ban el piano". Quizás fueran más de treinta nuestras "dos pues no fue el Julio Guzmán de E l e x tr a ñ o el primero en
cientas familias" y sin duda todas se sentían obligadas a alhajar su casa con "una verdadera profusión de objetos
mostrarse: en el carruaje, en el teatro, en el hipódromo, artísticos, puestos aquí y allá con estudiado desorden, inter
en las playas, en el paseo del Paso del Molino. Al mismo ceptando el paso por todas partes. Tapices flamencos muy
tiempo se sentían obligadas a tener casa puesta con hol bien imitados, lienzos de buenas firmas, dibujos estrambó
gura. Ningún índice mejor de las posibilidades económi ticos y armaduras y caretas japonesas cubrían las paredes
cas que la aparición del balcón. Quien pudiera echaba abajo y subían hasta el techo, adquiriendo en la penumbra for
la tradicional reja española y construía un balconcito para mas raras y caprichosas".
que a él se asomaran las hijas de la familia, aun a costa
de quedarse muy pronto atrás en la carrera del chic. Y Este afán de coleccionistas, este gusto por el bric-á-
detrás del balcón, se instalaba un nuevo reino: el de la brac, explica las cuantiosas importaciones de muebles y
decoración. "Antes —dice Arturo Giménez Pastor— con objetos decorativos y asimismo el desarrollo de las mueble
el clásico sofá de cerda, una media docena de sillas de rías nacionales. Estaba la de Felipe Monteverde, ya en
esterilla que la esposa amantísima se encargaba de ador declinación, pero ahora alcanza esplendor la de Caviglía.
nar con pañitos de crochet, y la histórica cómoda de siete Cuando en 1894 el viejo Caviglia decide retirarse de su
cajones, tenía un matrimonio todo lo necesario para vivir carpintería - mueblería - bazar deja al frente a sus dos hijos,
feliz; hoy la sala ha de ser Luis XV, porque la moda no flamantes doctorcitos. Luis y Buenaventura administrarán
transige con otro Luis, y requiere piano, doble colgadura una empresa que llegó a tener trescientos empleados y
y ch iffo n iére s; en el dormitorio, ningún matrimonio que que ocupaba doce casas de la manzana que limitan 25 de
se estime puede dormir tranquilo sin la correspondiente Mayo, Cerrito, Ituzaingó y Juan C. Gómez. Buena parte
cómoda p ¡ich é; y el comedor Renacimiento es inevitable". del gusto mundano, de las líneas Luis XIV, XV y Luis
Esta preocupación por el decorado, transformando la XVI que, modernizadas, invadieron los salones, llenándo
casa en un espectáculo variado y siempre recargado donde los de dorados, mármoles, volutas y tapizados de raso se
muebles, cuadros, estatuas y colgaduras creaban un espacio
hirviente que reclamaba y ahogaba la mirada, fue una
orientación europea que por razones comerciales y afanes
imitativos se extendió a todo el mundo. Su forma refinada
y decadente fue conocida en la minuciosa descripción de
los interiores de la casa de Des Esseintes (Montesquiou)
en la novela de Huysmans, pero ya antes y también des
pués atiborró las casas de la "belle époque”. En el filo
del 90, Samuel Blixen podía dedicar una larga crónica a
"U n a excu rsió n a la T ie n d a d e las M aravillas” que no era
otra cosa que el bazar de Rafael Sienra Hnos., pasando a
través de "las mesas de ónix blanco y transparente, los
crucifijos de marfil tallado, los muebles de ébano incrus
tados, los marcos de ágata azulada, los grandes floreros de
porcelana con pinturas de colores desvaídos, los nécessaircs
de laca, los jarrones de plata deslumbrante, los pequeños
zines bronceados, las terracotas embutidas en marcos de
felpa, los bajos relieves en biscuit, las chucherías en nácar,
en metal y en madera". Era la "expresión genuina del chic
parisiense que extiende por todo el mundo su influencia",
decía Blixen, quien todavía podía admirar los bronces de
Salvatore Errico que llenaron entonces los salones elegan
tes y ahora las casas de compraventa, en un estilo "pom-
pier" que pronto entraría en quiebra.
El mismo Blixen descubría el Oriente en un bazar
montevideano: "Henos aquí en pleno Japón. ¡Cuidado,
lector, con voltear ese magnífico jarrón de porcelana Sat-
zumah, legítima, cubierto de esmalte de todos colores, y
t que vale un dineral! Admira, admira los prodigios de un
arte que no es tal, de un arte raro, que no obedece a ley
alguna, que no responde a ninguno de los principios esté Residencia del Dr. Claudio W ¡¡liman en la Avenida de los Podios.
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Ies debe a los hermanos Caviglia.
El mobiliario rico exigía el marco acorde, o sea, la Clubes privados y
residencia de lujo.
Desde la década del 80 venía intensificándose el gusto
por la gran mansión en un estilo ecléctico, elección capri
deportes ingleses
chosa de cualquier escuela europea perteneciente a cual
quier época, lo que sería fatal a la armonía arquitectónica Y sin embargo esta "high life" tan amante de bellas
de la futura gran ciudad. Un francés, Víctor Rabu, se en mansiones con interiores ricos, no conoció el placer mayor
cargó de dotarnos de la nota neogótica con la construcción que podían depararles, a saber, "el arte del recibo". Las
de la casa de Francisco Gómez en el Paso Molino y la familias recibían muy poco, casi exclusivamente a los ínti
capilla Jackson, así como el edificio de la Bolsa de Comer mos o a los parientes y sólo en grandes ocasiones se arries
cio, luego demolido. En la década siguiente fue un inglés, gaban a un sarao.
John Adams, titulado por la Escuela de Artes de South Un joven no entraba en casa ajena, ni siquiera en
Kensington, título que revalidó en 1894, quien incorpo la de su compañero de estudios, si no era con la sagrada
raría formas derivadas del Tudor para los grandes edificios y confesada intención de casarse pronto con la hermana
ingleses: a él se debió el edificio del Hotel Pocitos que o la prima de su amigo que allí vivía. Para otros menes
construyó la Sociedad Comercial sobre la costa, el Victoria teres existían las "garconniéres" aunque con más frecuen
Hall y su obra maestra: el local de la Standard Life. Com cia se usaba el "atelier" personal o el cuarto de pensión
pitió con él un uruguayo de educación alemana, Adolfo que se arrendaba a alguna familia pobre: en uno de ellos
Shaw, que ya se especializaba en lo que se designaba como Reyes asesinó a Delmira Agustini.
"moderno Luis XIV", estilo del que conservamos la esqui No existieron en la "belle époque" los salones que
na de Juan C. Gómez y 25 de Mayo y, sobre todo la Fa triunfaron en el período romántico. Desconfiados, tradicio-
cultad de Derecho. Todavía no era llegada la hora de nalistas a pesar de todo el pregonado modernismo, con
Leopoldo J. T osí con quien triunfa la línea sinuosa del escasas posibilidades económicas para mantener un tren
"art nouveau"; sólo obtuvo título en 1902 y no había ter dispendioso en otras acasiones, fatalmente democratiza
minado la década cuando ya podía jactarse del Palacio dos por el proceso social del siglo en un país abierto, cul
Marexiano, de la Liga Antituberculosa Uruguaya y del gran tivaron la sociabilidad pública, ya en la calle o en el paseo
pastel de bodas que fue la residencia del Dr. Williman en donde todos se encontraban y todos se conocían, ya, en un
Pocitos. esfuerzo de mayor refinación y exclusivismo, a través de
La sociedad es ahora "sportman". Maroñas es el escenario del Premio que gana la erótica potranca "Mesatina" (1902).
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la importación de un sistema inglés: los clubes privados.
Las dos organizaciones que se imponen al concluir los
años ochenta dan la pauta de este rumbo: son el Club
U ruguay y el Jo ckey C lub. Ambos apuntan a una supera
ción de un régimen anterior particularmente ingrato para
los nacionales: el de los clubes privados exclusivamente
destinados a extranjeros —ingleses, franceses, alemanes—
donde no se permitía el ingreso de ningún uruguayo. Los
nacionales que aspiraban a crear sus propios círculos cerra
dos, imitando puntualmente el modelo inglés, consiguen su
mayor triunfo cuando en 1888 se inaugura el Club Uru
guay cuyos mármoles fueron fatalmente de Carrara, sus
espejos obligadamente franceses y todo el edificio, como
podían imaginarlo los hermanos Marini, sus constructores,
una mezcla de Italia renacentista y Vetsalles otoñal. Algu
nos bailes, muchos banquetes y homenajes, una tertulia
cansina, la posibilidad de un Carnaval para los mejores
solamente y una falange de mozalbetes vestidos de punto
en blanco —la "jeunesse dorée”, decían los periódicos de
época— que pasaba las horas frente a la puerta viendo
desfilar a las mujeres por la calle Sarandí, fueron sus rasgos
típicos. Allí coincidían las figuras del gobierno, las altas
finanzas, los diplomáticos, las jóvenes casaderas acom
pañadas de sus madres, los extranjeros y una variada fauna
de elegantes. El "tout Montevideo" tuvo desde entonces
un lugar selecto para reunirse y un palco, equidistante de
la Iglesia y del Poder Legislativo, para contemplar corte
jos, desfiles, asonadas y hasta el asesinato de un presidente:
Idiarte Borda.
Más atractivo fue el Hipódromo. El Jockey Club de
Carreras, como se llamaba, fue creado al finalizar 1888
para hacerse cargo del Hipódromo de Maroñas que insta
lara José Pedro Ramírez y los hermanos Victorica. Su pri
mera directiva la integraron Pedro Piñeyrúa, Horacio El football de los años heroicos.
Areco, José Shaw, José Pedro Ramírez y Carlos Sáenz de la cursilería para transponer la realidad a términos de
Zumarán, y desde su creación contó con el beneplácito atento galante para señoras, escrito mitad en español y
oficial —que le extendió el privilegio de expender bole mitad en francés con reconocida gracia y una escondida
tas de apuestas sobre carreras en el extranjero de donde mordacidad. "El momento de la partida era solemne, aris
obtuvo los recursos para crecer—, y con el fervor de la so tocrático, excitante. Hasta el color del sobretodo del pri
ciedad mundana. Para ella fue creado, no para los "burreros". mer sta rter —color aceituna— excitaba el apetito, y se
Su prestigio no derivaba de las "pencas" nacionales sino de pensaba prematuramente en el lu n c h oficial y en las ban
Lord Derby, Lady Hamilton y toda la mitología británica dereas uruguayas sobre los bizcochuelos en moldes de cas
de uso entre los "chroniqueurs". Si bien sus instalaciones tillos y en el c h a m p a g n e Sportsman”. "El corredor, un tri
fueron bastante precarias al comienzo y su pista temible gueño fo n c é de Buenos Aires, estaba inquieto, provocativo,
por los bruscos declives, al iniciarse el siglo XX ya se y demostraba con sus ademanes que la carrera era pan
había impuesto, podía acometer la edificación su gran tri comido para él”. Pero estas acotaciones sobre la carrera y
buna para socios, llevar a dos mil libras esterlinas el pre el comportamiento de los jugadores, apenas si pretextaban
mio Internacional del 6 de enero y jactarse de haber con lo central: la descripción de las elegantes en quienes con
tribuido al desarrollo de los ¡tud¡ nacionales, propiciando trastaban los vestidos ricos con las canastas llenas de comida
la aparición de animales tan prestigiosos como B la c k P rin - para apaciguar los apetitos de la tarde: "Las damas baja
c t (por Discreto y Flanqueado») que estableció el récord ron de los palcos mientras evolucionaban los batallones y
de los 1.300 en l'18"3/5, corrió exitosamente en Palermo, se movían expansivas sobre el musgo, como rosas endia
venció a la célebre Sibila, y de las 34 carreras en que bladas por el viento ( le v e n t l u tin a it le s r o s e s ). La preo
intervino triunfó en 23 y fue segundo en 5. cupación del día fue sin duda la exhibición de t o i l e t t e s .
A las carreras concurría el Presidente de la República Llamaron la atención el traje de la señora de Vidiella,
y todo el Consejo de Ministros, amén de algunos batallo color heliotropo tenue, y su cabeza joven, empolvada pre
nes del Ejército Nacional que desfilaban, alternándose con maturamente como una gracia especial del tiempo; y el
la disputa de los distintos premios. traje de la señora de Díaz, color caramelo oscuro, con ala
Tanto del Club Uruguay como del Jockey Club fue mares más claros sobre mangas griegas, y su cabeza de
cronista enamorado Teófilo Díaz quien tuvo el coraje de seda blanca ligeramente ondulada".
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Acosta y Lara, Gabrielli, Zamora y Forcella, compiten en el Campeonato uruguayo Je velocidad f 19021.
Este cogollito mundano descubrirá los deportes, inclu se llaman, sin embargo, Pitzer y Saunders, aunque no tar
yendo los que serán devastadoramente populares, sirviendo dará el tiempo en que el joven Quiroga se retrate abrazado
de introductor a todos. Ningún uruguayo del XIX po a su bicicleta. Un cronista de la época destaca que "la afi
día pensar que en la vida de un hombre había sitio ción fue prosperando, primero en las clases pudientes, las
para otro ejercicio corporal que no fuera el de la revolu únicas que disponían de recursos y de tiempo para prac
ción. Practicar deportes era cosa tan ridicula, y tan incon ticar los ejercicios con asiduidad". Es cierto: no debe olvi
cebible, como ordeñar a las vacas para beber su leche. Esas darse que la jornada de trabajo oscilaba entre doce y ca
eran invenciones de "extranjís" que sólo algunos orienta torce horas diarias con un medio descanso el domingo
les descastados, imitadores y serviles, podían reproducir. que los operarios preferían dedicar al sueño o a la for
Los deportes los practicaron originariamente las colonias nicación.
extranjeras para su exclusivo regocijo: el Montevideo Ro- En 1891 unos pocos ingleses fundan la F o o tb a ll A sso -
wing Club, fundado en 1872, sólo admitía a ingleses o hijos cia tio n que pasaría a llamarse de inmediato C lu b A lb io n ;
de ingleses, pero diez años después, para vencer esta exclu otros ingleses, éstos del Ferrocarril Central, fundan el
siva, se funda el Club Nacional de Regatas. Ya existían C e n tra l U ru g u a y R a ilw a y C r ic k e t C lu b , título que, dadas
entonces los "struggleforhighlifers” nacionales y cuando la las dimensiones y el idioma, los empleados ferroviarios que
creación del club gimnástico francés "L’Avenir", lograron en él participaban prefirieron transformar en éste: Club
introducirse en él. También lo hicieron en las escuelas de Peñarol. Sus primeros tiempos fueron pobres: partidos en
esgrima, desarrollando pronto el espíritu competitivo como tre ellos o con la marinería de algún barco inglés llegado
para sustituir a los maestros europeos por los campeones a puerto. Se necesitaba el acicate mundano. No sé si el
nacionales (Nicolás Revello). discurso del rector Vázquez Acevedo en 1893 fue suficien-
temerfte persuasivo, pero pronto la "jeunesse doree” de la
Deportes como el golf, el lawn tennis, el bat-fives, Universidad comienza a practicar lo que entonces se lla
el cricket, el rugby no consiguieron penetrar en la pobla maba "balompié” generando los diversos equipos que cul
ción. Otros, como el ciclismo, tuvieron su hora de turbu minarían en la creación del Club Nacional. Al eruzar el
lento éxito. En 1890 se crea el Club Nacional de Velocipe siglo ya era deporte tan popular que los miembros de la
distas y de inmediato, en cascada, el Club Ciclista Uruguay ' high life" comenzaron a alejarse de él buscando nuevos
y el Veloz Club, en cuyas competencias los triunfadores campos a su afán de exclusivismo.
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Las diversiones mundanas
CARLOS REYLES
(El Extraño)
Cl
r.\
LA REALIDAD EROTICA
rano se transformaba en un salón: las damas desfilaban El otro lugar era el Prado, pero sólo los domingos o
y los caballeros, sentados en los bancos, las miraban, días de fiesta. El casco de la vieja quinta de Buschental,
musitándose los versos de Verlaine: "que notre ¿m e, depuis "Buen Retiro”, venía siendo ampliado por la Intendencia;
ce tem p s, tre m b le et s’é to n n e ”. al puente construido por su antiguo propietario, agregó
En esa zona céntrica las costumbres cambiaban sutil en 1895 uno de "dos tramos apoyados en pilares de gra
mente, Sus ejercitantes prácticamente no lo notaban por nito rojo, coronados de esfinges y de candelabros de bron
cuanto se adaptaban de modo insensible al cambio cuando ce". Tardaría quince años en construirse la pérgola del
no eran sus promotores. Quienes en cambio lo registraban Rosedal, pero los paseos se sembraron de estatuas greco-
con verdadero susto eran los miembros de la naciente francesas y de mirones, entre los cuales desfilaban, sin
clase media cuando abandonando sus barrios (Reducto, descender jamás de sus volantas, yendo y viniendo durante
Aguada) venían al centro para comprar en Cambroni o horas por el mismo trillo, las señoras y sus hijas en edad
ver una "vista”, formas ambas de ir haciéndose de un de merecer. Al caer la tarde los carruajes volvían a todo
"status”, y les caía encima el chaparrón de las costumbres correr por la avenida de la Agraciada: encorsetadas y rígi
extranjeras que el cogollito adoptaba con júbilo. Oírlos M. das bajo sus enormes sombreros, las matronas habían cum
Maeso registra graciosamente la indignación de una buena plido con la función de "tomar aire” y saludar a las amis
señora, Misia Dorotea, que ya en 1895 se alarmaba por tades; las jovencitas retornaban ruborosas comentando sus
los cambios: "Un día fui con este (éste es don Salustiano, conquistas.
dentro de casa) a un café y el mozo me dijo: ¿qué va n a Otro era el parque Urbano con su "inmenso” lago
co n su m ir? Pedazo de bruto, como si fuéramos algunos poblado de islas, su castillo medieval, sus jardines de rocas
tragones; y en un salón de vistas un italiano se me acercó en estilo oriental, su fuente española, su artificial aire rús
y me dijo: Signora, hay saloncito reservato, ¡como si yo tico, parque que además "es casi el único del mundo que
fuera a esconderme! En las tiendas le llaman marabout al tiene como complemento de su belleza una playa tan her
peluche angosto, cuando eso se llama al adorno de cabeza, mosa como la playa Ramírez" como decía un exaltado
que ahora le dicen aigrette o alegrete. Va Ud. por la calle testigo. Desde el 10 comenzó a ser invadido por la plebe,
y no oye más que: A u revote, good n ig h t, A d d io , W ie pero a comienzos de siglo disfrutaba de prestigio. Además
g e h ts Ih n e n , y en los letreros en lugar de leer T ie n d a d e la siempre se contaba con la posibilidad de ir al suntuoso
C am elia, A lm a c é n d e l T riu n fo o Bazar d e la Baratura, todos salón blanco del Hotel del Parque, destinado a bailes, o a
son M a ison, C a m b ia li y E nglish sp o k en hete. Hay que andar la gran terraza de la cual se encomiaba particularmente
con diccionario, plegando la boca para pronunciar esas pa su vista al rio.
labras. Con razón los ingleses tienen los dientes para afuera Pero como parque, ninguno aventajaba al que cons
de tanto hablar, como si les hicieran cosquillas en el om truyera para su deleite personal uno de los millonarios y
bligo. . filántropos criollos más alabados en su tiempo: Alejo
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Cuando se abren las puertas del ambigú, se nota en
el acto un movimiento inusitado. Mister Baring, sumamente
atento, atravesó el patio con una fuente de pastelitos de
ostras, para atender a una señora que no quiso salir del
cuarto oficial, donde figuraban todas las banderas del globo,
en razón de que no se había presentado con toilette apro
piada.
El contenido de aquel cuarto o pequeño saloncito ofi
cial, era mucho mayor que lo que se hubiera podido ima
ginar cualquiera a simple vista. Cuando se produjo el
desfile de todo lo que contenía el saloncito, nos figuramos
a Mister Baring como un prestidigitador sacando objetos
preciosos de un sombrero de copa.
Todo el mundo esperó en vano distinguir la presencia
del Presidente; pero los representantes del Poder Ejecutivo
en el baile fueron S. E. el Ministro M ig u e l... ¡ah Mi
guel! . . . S. E; el Ministro don Juan José Díaz, y el señor
Secretario privado del Presidente, el doctor don Angel
Brián, que no sabe bailar lanceros porque les pisa las
colas a las damas.
Los representantes del P. E. a excepción del señor
Ministro de la Guerra, estaban delicados de salud y no les
convenía figurar por el patio de mármol, así es que se
En el Paseo del Prado. detuvieron en el ambigú con sumo placer. La sobriedad in
glesa, y la discreción a que obligaban las disidencias sobre
Rossell y Rius. El no sabía que Jules Supervielle lo había Waterworks, determinaron brindis breves.
de tomar de modelo para su Guanamirú cuando, en honor Mister Baring. — "La Inglaterra, leal amiga de la Re
de su esposa, Doña Dolores Pereira, construyó el diver pública del Uruguay, está obligada moralmente a garantir
tido Villa Dolores. Siguiendo una costumbre que tenía su neutralidad en todo caso, siempre que los nuevos con
antecedentes tan prestigiosos como los de Buschental y tratos de aguas corrientes sean considerados imposibles".
El Ministro de Gobierno. — "Brindo, señores, por la
Lussich, edificó bien lejos de la ciudad un vasto parque nación más enérgica y más rica, y prometo desde ahora, si
zoológico para el cual adquirió raras especies en Europa, el voto popular me lleva a la primera magistratura, coad
dotándolo de lagos, puentes, cascadas, paseos, montañas, yuvar a los propósitos de V. E. Por el momento, recha
volcanes, extrañas residencias que hubieran hecho la de zado el veto de la última ley, el P. E. no puede contratar
por más de tres a ñ o s..* ” (¡B ra v o !... ¡b ra v o !...).
licia de Gaudí. Aquí sí el gusto por el Oriente entraba de Mister Leared. — "Yo reconozco una gran habilidad
lleno en las formas del "art nouveau” con una alta cuota en el señor Ministro (hablo en nombre de Mister Galwey,
de deliciosa cursilería mediante la cual parecían ponerse que no ha concurrido a la fiesta en la creencia de que el
en práctica los consejos de Poe sobre el dominio de Arn- señor Carrera estaba invitado), por cuanto la prohibición
de contratar por más de tres años facilitará al futuro Pre
heim, porque se trataba de reedificar la naturaleza haciendo sidente sus negociaciones, ya sea S. E. o su distinguido
falsas rocas, falsas cascadas, falsos ríos, falsos volcanes, hermano don Julio; pues de otro modo, si el Presidente
poblarla de extraños animales dotando a cada especie de actual pudiera contratar por diez años. . . el futuro jefe de
funambulescas residencias de teatro. La munificencia de los la nación. . . y permítaseme una frase de campaña. . . se
dueños de casa abría con frecuencia el parque al gran encontraría el alfalfal medio seco".
Monsieur le Ministre de la Guerre: "Je dirai deux
mundo, a los congresos internacionales a que fue tan afecto ’mots bien significatifs: pour moi c'est la m im e chote la
Montevideo en el 900, a las fiestas de caridad, a las des loi ou le canon . . . mais il faut le comprendre b ie n . . .
pedidas del año. En las noches veraniegas millares de faro quand il s’agit d'affaires diplom atiques . . . La diplomatie
litos venecianos o chinescos completaban la imagen feérica fmt m on berceau, ella a été m on thédtre et probablement
je vais mourir diplómate
buscada por los dueños. Y estos, cuando llegaron a Mon Mister Baring dijo para sí: —Estoy muy contento de
tevideo los primeros automóviles, se fotografiaban enca estas manifestaciones; pero también creo que con la Ingla-
ramados en lo alto de un auto sin capota iniciando un
apacible safari por su pintoresca posesión: ella, discreta
mente, abría la sombrilla para proteger a su marido de
la canícula, y marchaban rumbo a lo desconocido.
Además estaban las playas. La playa, porque la de
Santa Ana no contaba y la de Capurro no alcanzó nunca
el brillo de Los Pocitos. Las playas fueron un invento de
las compañías de tranvías eléctricos. Los Pocitos se debió
-.-a!
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Bañu de señoras en la Playa de los Pocitos.
tanto una objetivación extraña, repentinista, del ser huma videanos, que durante muchas noches del año se sentían
no, como una desintegración de sus elementos antes estre transportados a las riberas del Sena o a las puertas de Milán.
chamente asociados: se podía ver, u oir, separadamente de El teatro no es sólo un local donde se va a escuchar
la persona en cuestión, de modo que resultaba permisible buena música, buen canto o excelente declamación; es un
un análisis calculado, frío, una especulación artificiosa. campo de sociabilidad también, precisamente el mejor, por
Por último estaban los teatros, exactamente como hoy que todo lo que se mueve allí, mujeres, hombres y cosas,
encabezados por el Solís y el Urquiza, pero entonces, cuando dan tema fecundo a la plática, a la galantería, a la causserie
recién despuntaba el Buckingham Palace, eran el centro de que es polvo de oro sobre las rudezas de la vida” decía
la sociabilidad artística. De lejos le seguían las dos salitas Carlos M. Maeso, para comprobar de inmediato que a igual
dedicadas a música: La Lira y_ la Sala Verdi, donde en que en los paseos del Prado o en las reuniones de la te
torno al equipo de intrumentistas que formaba el país —so rraza de Los Pocitos, estas ocasiones propicias al encuentro
bre todo pianistas— se iba generando el núcleo musical de los sexos no resultaban aprovechadas. Fuera timidez,
moderno que por un lado vivía de las glorias que el país cortedad, o apocamiento de un medio que seguía siendo
había dado al mundo, —Dalmiro Costa, José Oxilia— y aldeano bajo los nuevos oropeles, el resultado era el mismo:
por otro respondía a los impulsos tesoneros de los Sam- los hombres se reunían en los entreactos en el foyer del
bucetti, Broqua, etc. Pero la música, a pesar que ya habían teatro mientras las mujeres se exponían en los palcos a las
llegado al Plata los coletazos del estrépito wagneriano, des miradas, nada más que a las miradas ardientes de estos
concertando al público acostumbrado al repertorio italiano "voyeurs" que fueron los uruguayos del 900: "Da pena ver
con obras todavía poco novedosas como E l b u q u e fa n ta sm a a las muchachas solas, fastidiadas, cuatro horas eternas, como
y enfervorizando a los escasos estetas a la pesca del último maniquíes de peluquería, en la parte delantera del palco,
figurín, no concitaba la participación entusiasta que ob cambiándose el asiento en el entreacto como único recurso
tenía el gran espectáculo teatral u operístico. Las dos últi de movilidad y los mozos b ic h á n d o la s por la rendija de
mas décadas del siglo XIX señalan el apogeo del teatro la puerta”. De regreso a sus casas seguramente los jóvenes
extranjero, al ser incluido el Plata en el itinerario de las tendrían lujuriosas ensoñaciones o deliquios amorosos evo
compañías europeas: la lista es enorme e incluye cuanta cándolas en el esplendor de sus toilettes o en su fijeza de
figura destacada tuvo el arte escénico de la "belle époque”, escaparate, y es probable que esos sueños se traspusieran
pero bastaría con citar a Ermete Novelli, Sarah Berhnardt ardientemente a cercanas imágenes: "S u rg ió tu bla n ca m a
y la Patti para comprender el orgullo de los asiduos monte- je s ta d d e raso, to d a s u e ñ o y fu lg o r , e n la espesura
1ss
Una mórbida sensibilidad
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Lot "voyeurs" que enlamara Roberto Je ¡al Carreras, en el puente. Las damas, virtuosas y recatadas, en ¡a arena.
como una diosa bárbara. Es justa la observación de Philippe Por su parte Quiroga, que bajo la advocación de Lu-
Jullian cuando reconoce en la descripción de la "Salomé" gones —los cilindros con la grabación de C r e p ú sc u lo s d e l
de Gustave Moreau que cuelga en las paredes de la habi Jardín — venía cultivando el mismo género y tratando de
tación de Des Esseintes "el breviario del erotismo finisecu ponerlo en práctica, —no sólo imaginarlo—, será capaz de
lar". Huysmans ve en esta Salomé, que copiaron tanto adjuntarle burlonamente una connotación de experiencia
Mallarmé como Wilde, "la deidad simbólica de la indes real y cotidiana que disuelve la magnificencia atormentada
tructible Lujuria, la diosa de la inmortal Histeria, la Be con atrevimiento juguetón:
lleza maldita, seleccionada entre todas por la catalepsia que
hace rígidas sus carnes y endurece sus músculos; la Bestia
monstruosa, indiferente, irresponsable, insensible”. Es el En el fondo de histéricos idilios
mamboretá hembra que devora al macho en la noche nup hay una gota amarga de fosfato
cial y al que éste deberá vencer en una lucha cuerpo a que acusa la impureza de los filtros.
cuerpo que es una lucha por su sobrevivencia, apelando
no sólo a los finales resortes de la sensualidad sino a las El maestro ejecutor de estas aventuras fue Roberto de
invenciones extravagantes de la mente puestas al servicio las Carreras, quien a su regreso de París se transformó en
de la lujuria. el dandy, profeta del amor libre y cantor de las glorias del
No sé si Carlos Reyles, cuando escribe El E xtraño erotismo, sacudiendo la modorra aldeana con sus desafíos,
conocía la versión francesa del poema de Wilde, cuyo ritmo sus provocaciones y las poses desdeñosas con que recorría
de ronda alucinante se presuba bien a esta afirmación el cerrado circuito de la sociedad mundana. El S u e ñ o d e
del amor sádico: "Pourtant chacun tue letre qu'il aime / O rien te, que en 1900 cuenta su frustrada conquista de una
le lache le fait avec un baiser, / le brave avec une épée. dama montevideana, casada, a quien oculta bajo el folleti
/ Quelques-uns tuent letre aimé quand ils son jeunes / nesco seudónimo de Lisette d'Armanville, y sobre toda la
et d'autres quand ils son vieux". Pues la aventura subte serie de reportajes que bajo el título de A m o r lib r e publica
rránea de su Julio Guzmán es esa: matar simultáneamente en 1902 contando las infidelidades de su mujer, Berta
a dos criaturas, profanándolas, como victoriosa prueba de Bandinelli, "musa del amor libre", así como la eroto-acrá-
dominio y de atroz amor. A la misma procedencia puede tica reconciliación, revelaron la forma externa y teatral,
retrotraerse una abundante serie de sonetos de "Los parques frívola en su afán exhibicionista, de esta inmersión en los
abandonados” donde el amor se codea con el desprecio y esquivos caminos de la sensualidad que tendría su expre
la humillación, la mujer es saboreada sádica y masoquís- sión artística cabal en los poemas de Herrera y Reissig y
ticamente, o se la intensifica y acrecienta como una deidad en el delirio erótico de Delmira Agustini. La situación
sobrenatural, hierática y destructora: epigonal de esta última explica su pasiva aceptación de la
concepción del erotismo impuesta por los decadentes que,
Con pompa de brahmánicas unciones, al ser vivida en una mujer, conduce a la tragedia de 1914.
abrióse el lecho de tus primaveras, Todo ello ocurría en un país donde la mujer comen
ante un lúbrico rito de panteras zaba a incorporarse a la vida activa de los hombres, a su
y una erección de símbolos varones. lado, como una compañera. En 1900 Paulina Luisi es la
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LA BELLE EPOQUE
primer mujer que obtiene el título de bachiller y la foto y que él amaba enjoyar con raros anillos de primorosos
grafía que recoge su estampa juvenil, rodeada de los hom engarces, su breve pie ricamente calzado, sus trajes de im
bres que estudiaban con ella Medicina, parece preanuncio pecable corte, sus plastrones y pañuelos de suntuosos colo
de una época nueva. Al año siguiente se incorpora a la res que parecían reflejar los tonos de los lienzos y tapices
administración de Correos la primera funcionaría pública con que ornó su taller para recordar las deslumbrantes fan
del país. El número de maestras aumenta sin cesar. Cuando tasías orientales y los cálidos lienzos de los maestros vene
los escritores y artistas las figuran como Molochas insa cianos". Todos ellos pintan "en plein air", gozan lujurio
ciables consagradas al erotismo, sin otra inquietud que suc samente del color —las glicinas de Blanes Viale— que
cionar hasta el hartazgo hombres y placeres, en verdad ellas manejan con independencia del dibujo y buscan expresar
están trabajando, integrándose a la falange de las clases la calidez de una luz mediterránea que ellos encuentran en
medias que codician el poder. Sólo Delmira Agustini creyó torno a Montevideo. Como los encargos más habituales
—por razones artísticas, por una deficiente educación— son retratos y cuadros históricos, son estos los temas que
en el mito erótico desarrollado por los decadentes: teatra- acometen pero son incapaces de la operática concepción
lizó y realizó hasta la tragedia lo que ellos sólo imaginaron de Valenzani (para la parada militar de Santos) o la apo
afiebradamente. Porque los mismos teorizadores "literarios" teosis académica de Blanes. El Artigas de Carlos María
de la mujer voluptuosa del 900 debían reconocer que la Herrera es un Artigas triste montado en un caballito crio
realidad montevideana distaba mucho de sus ensoñaciones. llo: no sirve a la exaltación patriótica que concebía el
Julio Herrera y Reissig comprobaba que "la carne fosfórico- oficialismo quien debe apelar a los clarines verbales del
arcillosa de que habla Byron no se expende en nuestra so viejo Zorrilla de San Martín y al caballo frisón de Zanoni
ciedad. Por lo mismo el siroco que electriza el espíritu no para remodelar la plaza Independencia. Para todos ellos el
sopla jamás en este lavadero de familia donde no hay otro patriotismo, al menos como se cultivaba, resultaba un mito
acontecimiento que un despliegue de pañales”. inconvincente: ni Herrera, ni Quiroga. ni De las Carreras,
Como compensación, este erotismo lujurioso se vendió ni Sánchez creían ya en esas cosas.
bien bajo la forma de muebles y decoración. En 1901 Al- De ese modo la "belle époque" se presentaba como
phenore Goby —a quien deberemos posteriormente el re el fin de los tiempos: un ocaso bizantino en el cual los
trato de Delmira— abre la primera exposición "art nou- grandes principios devenían alquitarados y exquisitos pro
veau" presentando muebles, chucherías, cuadros, tapices. ductos de arte. Pero no: se trataba simplemente del fin
Copiaba con aplicación los modelos europeos y aunque de un determinado tiempo. Los hombres oscuros de los
las extravagancias mayores no tenían salida, los elemen barrios, los hijos de inmigrantes o los provincianos que
tos decorativos —paneles para las paredes, cenefas, di afluían a la capital, todos esos que en un momento se
seño de objetos— tenían buena acogida. El año anterior vieron representados por el Batlle que ascendía al poder y
Bosco había ilustrado la preciosa edición de L a raza d e que obligaba a expatriarse a Rodó, traerían una concepción
C a ín de Reyles, que fue el primer libro "art nouveau" artística, un código moral, un estilo de vida renovados que
editado en el país y también el mejor por cuanto los inten impondrían rudamente, desentendiéndose alegremente del
tos posteriores — incluyendo el P sa lm o de Roberto de las decadentismo y sus complejidades, para ellos ininteligibles.
Carreras y los libros exquisitos de A. Nin Frías— no conse
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guirían la discreta armonía de este primer intento. Los AZAROLA GIL. Luis Enrique. — Ayer. Memorial y perfiles. Buenos Aires.
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HISTORIA ILUSTRADA DE LA CIVILIZACION URUGUAY
Enciclopedia C uaderno
Tomo 111 Tomo 111
21. Principístas y doctores. • Alba Mariani. 21. La barca Puig. - Agustín de Vedia.
22. Latorre y el Estado uruguayo. ■ José Pedro 22. Panfletos contra puñales. • Angel Floro Cos
Barran.
23. Varela: la conciencia cultural. - Roque Faraone. 23. La democracia y la escuela. - José Pedro Varela
24. La estancia alambrada. • Benjamín Nahum. 24. Juan Moreira. - Eduardo Gutiérrez, José J
Podestá.
25. Ingleses, ferrocarriles y frigoríficos. - Guillermo 25. Cuentos camperos. - Javier de Víana y otros.
Vázquez Franco.
26. Los gringos. - Juan Antonio Oddone. 26. La gringa. - Florencio Sánchez.
27. Masones y liberales. • Manuel Claps. 27. Las logias secretas. - Selección documental.
28. La belle époque. - Angel Rama. 28. Crónicas mundanas. - Teófilo Díaz, Samuel
Blixen, R. de las Carreras.
29. Los grandes negocios. - Julio C. Rodríguez. 29. El socialismo triunfante. - Francisco Piria.
30. Saravia: el fin de las guerras civiles. - 30. El león ciego. • Ernesto Herrera.
Washington Lockhart.
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