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Ciclo vital[editar]

El jovencito dedica su adolescencia a su preparación para asumir el rol de varón adulto.

Un ser humano del sexo masculino es varón desde el momento en el cual es concebido:
el espermatozoide contiene los cromosomas sexuales diferenciados X o Y, mientras
la hembra tiene el cromosoma homogamético X. La combinación cromosómica entre
el espermatozoide y el óvulo determina el sexo del individuo concebido, lo que da como
resultado que un feto pueda ser determinado como “hembra” si la
combinación cromosómica es XX y como varón si es XY. La combinación genética XY es más
frecuente que la combinación genética XX, mientras que la mortalidad infantil es menor en
varones recién nacidos que en niñas.
El varón infante recibe el nombre de “niño” al menos hasta el inicio de su pubertad. También
es popular llamarlo “mozo”, palabra que lo determina hasta su primera
juventud (aproximadamente hasta los 20 años de edad). Durante este tiempo comienza todo
el proceso de desarrollo físico, psicológico y social como “varón” que le permitiría desarrollar
un rol determinado por la cultura a su condición humana masculina.
Véanse también: Diferencias biológicas varón - mujer  y  Comportamiento sexual humano.

Evolución histórica, cultura, antropología e historia


cultural[editar]
Prehistoria[editar]
En sociedades de caza y recolección, los varones suministraban la carne mediante la caza de
animales.

Antigüedad y Edad Media en el Mediterráneo y Europa[editar]


Edad moderna y contemporánea en Europa[editar]
Otras regiones[editar]

Cultura y estudios de género[editar]

“Retrato de varón fuerte”, 1894.

Estereotipos masculinos[editar]
Véanse también: Masculinidad  y  Estereotipos de género.

La discusión acerca de las diferencias entre varones y mujeres, especialmente


en Occidente no es unánime. Psicológicamente, la asociación tradicional de aptitudes y
actitudes a un género normalmente se basa en suposiciones consolidadas por el hábito de la
observación directa, de la actividad y personalidad de las personas de ambos géneros en el
contexto social. Esta asociación se arraiga principalmente en la edad infantil. 7
Los estereotipos masculinos varían según el nivel cultural de la sociedad, la edad y el
momento histórico. Por ejemplo, estudiantes y personas adultas definen de forma diferente lo
que se considera masculino. Los estudiantes elaboran unos estereotipos de rol de género más
claramente definidos que las personas adultas. Los estereotipos masculinos normalmente
está más definido que los estereotipos femeninos.8 No obstante, esta asignación de
características es cada vez más alejada de la realidad, por lo que los mismos estereotipos de
género van cambiando paulatinamente, conforme al cambio de tareas tradicionalmente
asignadas a uno de los dos sexos como, por ejemplo, la incorporación de la mujer al mundo
laboral. Así mismo, el incremento de la actividad de las mujeres en los ámbitos deportivos
propicia un cambio del estereotipo tradicional masculino. 9
Las sociedades y culturas orientales o más conservadoras, asumen muchos de esos
estereotipos como lo que es o debe ser en el varón, pero la era de la globalización poco a
poco los hace entrar en el debate. Entre los "estereotipos" más comunes se pueden enumerar:

 En su adolescencia predomina la agresividad física. En cambio en la mujer predomina


la agresividad verbal10
 Tiene un espíritu de competitividad más amplio que el de la mujer.11
 Menos emocional y más racional que la mujer.1213
Muchos de estos paradigmas tienen fundamento científico, mientras que otros no (aunque la
sociedad ha hecho que muchos de estos estereotipos sean realidad como por ejemplo, el
saludo de dos mujeres puede ser beso, entre hombre y mujer también, pero entre hombres
es raro sin ninguna razón, etc). Por ejemplo, no es sencillo separar los elementos innatos de
la biología masculina de aquellos que han sido influenciados por la cultura. En tal caso, la
agresividad puede darse tanto en el varón como en la mujer de acuerdo al ambiente en que
estos se desenvuelvan. La mayor masa corporal y muscular del varón y las culturas
patriarcales contribuyen a acentuar el estereotipo de la agresividad masculina. Los grupos
feministas en sus estudios señalan que en la violencia intrafamiliar, el abuso infantil,
el maltrato infantil y la violencia contra la mujer, tienen como principal verdugo en la mayoría
de los casos al varón tanto de países industrializados como en vías de desarrollo.
Algunos de estos estereotipos se asocian, en ocasiones erróneamente y en ocasiones
acertadamente con los niveles de hormonas sexuales masculinas, como la testosterona, o la
menor cantidad de hormonas sexuales femeninas, como los estrógenos. En el caso de la
agresividad, tradicionalmente relacionada con el nivel de testosterona, algunos estudios
indican que dicha relación no corresponde con sus resultados. 14
Desde su nacimiento se viste a los varones de celeste y se les enseña a creer que
productividad, conquista, poder, hiperactividad y penetración son sinónimos de virilidad. De
pequeños se les enseña a no llorar, a no ser vulnerables, a no quejarse, a no mostrar sus
debilidades ni sus sentimientos y a ser autosuficientes y no pedir ayuda. Se les enseña a
confundir acción y agresión con masculinidad, a rendir en los deportes aún a expensas de su
propia salud, a exponerse a peligros y a deportes de riesgo. Las consecuencias de la
adecuación a este marcado estereotipo social se las puede encontrar en los servicios de
terapia intensiva de los hospitales con mayoría masculina, en la población carcelaria, donde la
gran mayoría de los reclusos son varones, en las estadísticas de accidentes y en los hechos
delictivos que leemos en los diarios.

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