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Los seres humanos, sin saberlo, han mezclado moléculas de ADN de distintos orígenes desde
tiempos remotos. Las distintas variedades de animales domésticos, como las razas de perros
o de ganado vacuno, o las variedades de cereales o de frutales, han sido mantenidas y
multiplicadas en condiciones muy diferentes a las que se dan en la naturaleza, a veces como
fruto del intercambio genético entre variedades que se encontraban originalmente tan alejadas
que es imposible que se hubieran recombinado de una forma natural. Se trata de una primera
forma de manipulación genética, aunque muy primitiva y azarosa.
Desde el descubrimiento de la molécula de ADN hasta 1970, su manipulación fue muy difícil.
Las moléculas de ADN son muy largas y frágiles, y en condiciones normales se rompen al
manipularlas. Solamente el hecho de absorber con pipeta una solución de ADN hace que el
tamaño de las moléculas se reduzca a la mitad.
Desde 1970 se han desarrollado una serie de técnicas a las que se conoce como técnicas de
ingeniería genética o tecnología del ADN recombinante, las cuales nos permiten manipular
con relativa facilidad el ADN de cualquier organismo. Es decir, podemos tomar fragmentos de
ADN de un ser vivo, modificarlos, combinarlos con otros fragmentos de ADN de origen
diferente e insertarlos en otros seres vivos para que se expresen en ellos.
Si el siglo XIX fue el siglo de la química y el XX el de la fisica, sin duda el siglo XIX es y será el
siglo de la biología, pues las técnicas actuales superan con mucho a las originales de los años
70. En todo caso las técnicas fundamentales siguen teniendo su valor y a ellas vamos a
remitirnos.
Enzimas de restricción.
Hacia 1970 se descubrieron unas enzimas presentes en determinadas bacterias que eran
capaces de romper el ADN extraño que podía infectarlas. Estas nucleasas de restricción
rompenel ADN reconociendo secuencias específicas en él y generan, por tanto, los
mismos fragmentos en un ADN determinado. Identificadas las enzimas y su secuencia de
corte, se convierten en auténticas «tijeras moleculares» en las manos del ingeniero genético.
Se conocen más de 100 endonucleasas de restricción distintas, cada una de las cuales rompe
en una secuencia diferente. Además se comercializan de forma industrial desde finales del
siglo XX, facilitando mucho el trabajo a los investigadores y a los genetistas.
Al romper la molécula de ADN, algunas enzimas de restricción cortan las dos cadenas del
ADN en el mismo nucleótido, pero, en cambio, hay muchas enzimas de restricción que cortan
cada cadena por lugares separados y, al hacerlo, generan extremos cohesivos (pegajosos),
que permitirán que las moléculas de ADN que los lleven formen puentes de hidrógeno y
tiendan a juntarse. Esta situación permite unir fragmentos de ADN de procedencia diferente,
siempre que se hayan roto con la misma enzima de restricción.