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LA ÉPOCA

DEL ECONOMISTA
por
DANIEL R. FUSFELD

3 3 0.
f ó 21
£j - 2

FONDO DE CULTURA ECONOMICA


MÉXICO
BREVIARIOS
del
Fo n do de C u l t u r a E c o n ó m ic a

93
LA ÉPOCA DEL ECONOMISTA
Primera edición en inglés, 1966
Tercera edición en inglés, 1977
Primera edición en español, 1970
Segunda edición en español,
de la tercera en inglés, 1978

Traducción de
E d u a r d o L. S u á r e z

Título original:
The Age of the Economist
© 1966, 1972, 1977, Scott, Foresman and Company,
Glenview, 111.

D.R. © 1978 F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m ic a
Av. de la Universidad, 975; México 12, D. F.
ISBN 968-16-0117-3
Impreso en México
PREFACIO
En e s t e pequeño volumen repasamos la historia
de la ciencia económica desde los días de Adam
Smith y algunos de sus predecesores hasta los des­
arrollos de los tiempos modernos, incluidas las cri­
sis de los años setenta. Este libro ha sido escrito para
todas las personas que quieran familiarizarse con
los antecedentes de la ciencia económica moderna
pero carezcan del conocimiento inicial de los as­
pectos más complejos del tema. Debe resultar útil
para el profano interesado y para el escolar que
estudia los principios de la economía, la historia
o una introducción a las ciencias sociales.
Esta edición tiene los mismos objetivos básicos
que la primera. A través del desarrollo histórico
de la ciencia económica podemos entender cómo
funcionaron las mentes de los grandes economis­
tas, cómo los grandes temas de que se ocuparon sur­
gieron de los esfuerzos por entender los problemas
y las cuestiones de su tiempo, las filosofías sociales
encontradas, los conflictos económicos y sociales, y
una estructura económica cambiante. La discipli­
na que emergió nos ayuda a entender mejor una
economía intrincada y dinámica. Las ideas y los
eventos que influyeron sobre los grandes econo­
mistas de los últimos 200 años operan todavía.
Mediante el examen de la interacción de estas fuer­
zas y de los eventos e ideas actuales, podemos
empezar a entender lo que están diciendo los eco­
nomistas de hoy y por qué lo dicen. Una explora­
ción del pasado nos ayuda a entender el presente.
7
8 PREFACIO
Esta tercera edición cubre en forma ampliada
algunas de las discusiones anteriores y añade sec­
ciones nuevas en ciertos capítulos seleccionados.
Estas expansiones y adiciones incluyen: “La Eco­
nomía Clásica Hoy” (en el capítulo iv); material
nuevo sobre la metodología neoclásica y el método
científico (en el capítulo v n ); una discusión más a
fondo de las ideas de Veblen (en el capítulo vm );
y la “Planeadón en las Economías de Empresa
Privada” (en el capítulo ix ). Se ha agregado un
capítulo enteramente nuevo que se ocupa de los
desarrollos y crisis económicos recientes y actuales:
el desempleo y la inflación; el crecimiento del
comercio internacional y la interdependencia de los
países; el poder de la corporación multinacional;
el militarismo; el crecimiento económico y las es-
caceses de materias primas; etcétera.
Como en las ediciones anteriores, este libro hace
hincapié en una progresión de las ideas dinámicas
y en una narrativa histórica. Las ideas se desarrollan
desde las formulaciones más simples hasta las más
complejas, de modo que en el último capítulo po­
demos ocuparnos de algunas de las cuestiones más
difíciles que preocupan a los economistas de hoy.
En el proceso, introducimos al lector a casi todos
los fundamentos importantes de la ciencia econó­
mica moderna.
Por último, al concentrarse en el marco concep­
tual más amplio de las ideas económicas, este libro
trata de mostrar cómo una disciplina se relaciona
con las grandes cuestiones que preocuparon a la
gente de todas partes: el orden frente a la libertad,
la riqueza y la pobreza, el privilegio y la igualdad,
el bienestar humano, los valores materiales y mo­
PREFACIO 9
rales, y otras. Es fácil que nos enredemos en lo
intrincado de la ciencia económica hasta el punto
de perder de vista estas cuestiones más importantes.
Aquí las colocamos en el primer plano del escenario,
porque la ciencia económica ha sido siempre un
instrumento que nos permite lograr un mejor en­
tendimiento de los grandes problemas que han
preocupado a la humanidad.
D a n ie l R . F u sf e l d
,
Ann Arbor Michigan
14 INTRODUCCIÓN
mundo secular las relaciones existentes entre los
hombres, entre el individuo y la naturaleza, entre
el individuo y la sociedad. Sus teorías a menudo
esotéricas y muy complejas se tradujeron a un len­
guaje popular entendido por millones de personas
y en políticas económicas adoptadas por los países.
Aunque su base solía encontrarse en la atmósfera
relativamente aislada de la universidad, en años
recientes algunos economistas distinguidos fungie­
ron como primeros ministros en Inglaterrra, Fran­
cia, Alemania e Italia, y como Secretario General
de las Naciones Unidas. Resultaría difícil encontrar
otra disciplina que ejerza tanta influencia como
ésta sobre el mundo moderno.
No siempre ha ocurrido así. Hace apenas dos­
cientos años no había economistas conocidos como
tales, y la teoría económica era una rama de la
filosofía moral. La economía apenas existía tal
como ahora la conocemos, y lo que existía se lla­
maba “economía política” para indicar que for-
mlaba parte de la política nacional más que de
cualquiera otra cosa y que se ocupaba de cuestio­
nes tales como los impuestos, la deuda pública y
el comercio exterior.
Hasta hace muy poco tiempo, la economía era
la única ciencia social con un cuerpo de teoría
generalmente aceptado, cuya validez aceptaban tam­
bién casi todos los practicantes. Es cierto que
había muchas diferencias de opinión entre los
economistas, quienes a veces bromeaban sobre la
obtención de cinco opiniones diferentes de cuatro
economistas o sobre el viejo profesor que año tras año
formulaba las mismas preguntas en sus exámenes
pero cambiaba las respuestas. También había mu­
INTRODUCCIÓN 15
chas disputas entre los economistas, pero no en lo
tocante a los principios fundamentales de la ciencia.
Los desacuerdos surgen sobre las aplicaciones, sobre
las políticas económicas que debieran adoptarse en
ciertas circunstancias, sobre juicios acerca de la
importancia de diversos factores en situaciones par­
ticulares.
Había una gran excepción a esta regla: los mar­
xistas, quienes consideraban la economía occidental
como una mera justificación ideológica de un siste­
ma de explotación, creían que su propio análisis
del capitalismo era el correcto, y exponían las fallas
que en última instancia destruirían el sistema capi­
talista. Su desprecio por la economía occidental
era reciprocado por la actitud de los economistas
ortodoxos hacia el marxismo: consideraban tan
errada esa doctrina que ni siquiera se molestaban
en leer a Marx.
Sin embargo, ahora se encuentran en peligro los
principios aceptados de la economía ortodoxa. Las
cuestiones y los problemas para los que proveían
respuestas —el modo de funcionamiento de una
economía de mercado, la forma en que pueda
mantenerse la prosperidad— han cedido su lugar
a nuevos problemas y cuestiones para los que no
se dispone de soluciones fáciles. El crecimiento de
las grandes empresas, del gobierno gigantesco y de
los grandes sindicatos lleva al primer plano el po­
der económico como un determinante de los even­
tos económicos. El crecimiento y la riqueza econó­
micos crean problemas de escasez de recursos na­
turales, contaminación y energía. Una población
mundial que crece a ritmo acelerado parece ser un
problema particularmente irresoluble. Los límites al
16 INTRODUCCIÓN
crecimiento inherentes a un ambiente natural finito
sugieren la necesidad de crear nuevas instituciones
económicas a medida que pasamos de un pensa­
miento orientado hacia el crecimiento a otro orien­
tado hacia sus límites. Las grandes disparidades
del ingreso y la riqueza existentes dentro de los
países y entre ellos crean conflictos políticos e ideo­
lógicos sobre la distribución de los beneficios eco­
nómicos. El propio capitalismo afronta el reto del
socialismo. Y en este momento, cuando las respues­
tas convencionales de la economía ortodoxa no
parecen aplicarse bien a problemas nuevos, los des­
arrollos de la teoría pura en las fronteras del
conocimiento económico arrojan dudas sobre las
concepciones fundamentales del propio análisis eco­
nómico. Un mundo cambiante plantea problemas
cambiantes a una disciplina cambiante. La ciencia
económica del futuro se forjará en la fragua de
los eventos de hoy. Además, las respuestas de los
economistas ortodoxos a los retos de sus críticos
ideológicos tendrán importancia fundamental para
moldear nuestras futuras instituciones económicas.
Este procedimiento no es sorprendente, dado que
la economía es una ciencia social y los debates
ideológicos han sido siempre importantes para su
desarrollo. Esto plantea una gran paradoja: algu­
nos de los adelantos científicos más importantes
logrados en la ciencia económica derivaron de los
debates políticos sobre la política social. En este
sentido la economía —como todas las demás cien­
cias sociales— difiere radicalmente de las ciencias
físicas y biológicas, que crecieron paso a paso del
examen de los hechos y las pruebas experimentales
hasta la teoría, y de la teoría a nuevos experi­
INTRODUCCIÓN 17
mentos y teorías más generales. Tanto las ciencias
sociales como las físicas se desarrollaron mediante
grandes esquemas de integración, o “sistemas”, que
trataban de explicar grandes porciones interrela-
cionadas de una disciplina. En las ciencias físicas,
los grandes diseños surgieron sobre todo de un or­
denamiento de los hechos y las pruebas; en la cien­
cia económica, esa fuente de teoría científica se
complementó con grandes debates políticos y filo­
sóficos. Los sistemas ideológicos, cada uno de ellos
con sus apoyos empíricos, sus supuestos, y su cuerpo
de teoría, originaron mucho de lo que hay de va­
lioso en la ciencia económica.
Las ideas desarrolladas por Adam Smith en el
siglo xvm integraron uno de tales sistemas, y la
teoría de los mercados desarrollada por Smith
y sus seguidores representó el primer gran cuerpo
de principios generalmente aceptados en la ciencia
económica moderna. Este sistema “clásico” y su
ideología de laissez-faire fue refutado por Marx
y otros a mediados del siglo xix pero se rehizo
durante el último cuarto del siglo en una nue­
va ortodoxia que prevaleció hasta los años trein­
ta, cuando John Maynard Keynes construyó casi
por sí solo la teoría moderna del ingreso nacional
y justificó una política de intervención guberna­
mental en los asuntos económicos. Entre estos dos
desarrollos mencionados en último término, una
diversidad de autores echaron los cimientos de las
políticas de bienestar de la actualidad al criticar
la sociedad y las teorías económicas de su tiempo.
A lo largo de estos debates surgieron ideas útiles
para apoyar o atacar el orden existente, su distri­
bución del ingreso y la riqueza, y su estructura de
18 INTRODUCCIÓN
poder. Pero los argumentos condujeron a avances
importantes en nuestro entendimiento de las com­
plejidades de la vida económica y a nuevas gene­
ralizaciones significativas sobre la forma en que
funcionan las instituciones económicas.
Así pues, uno de los grandes temas del avance
de la ciencia económica fue la interacción de la
ideología y la ciencia. Sin ideología, la ciencia no
podría haber evolucionado. Y debido a que la econo­
mía científica se forjó en el fuego del debate ideo­
lógico, siempre suscitará emociones, por "puros”
que traten de mantenerse sus voceros.
Un segundo gran tema es la relación entre las
teorías económicas y los problemas prácticos. La
gente de todo el mundo ha buscado prosperidad
y justicia, libertad y orden, el mejoramiento in­
dividual y el bien social. La búsqueda de estas
metas contradictorias en ocasiones, involucró siem­
pre elecciones, y la elección es el tema básico de
la ciencia económica. Una de las máximas de
la ciencia económica es que entre mayor sea el ex­
cedente económico serán más numerosos los cursos
de acción alternativos y más fácil la obtención de
una multiplicidad de metas. A medida que la so­
ciedad logró un control más eficaz de una naturale­
za recalcitrante, los posibles medios de organización
y utilización de los recursos económicos se volvieron
más numerosos, y la política pública hacia los
asuntos económicos se volvió más importante. Con
el control viene la elección, y la elección engendra
la política económica. La necesidad de decisiones
de política económica trajo consigo al economista,
para que analizara y asesorara y desarrollara una
base científica para las elecciones.
INTRODUCCIÓN 19

Por ejemplo, al terminar la segunda Guerra


Mundial el pueblo de los Estados Unidos discutió
si debía instituirse o no un amplio programa de
préstamos para ayudar a la reconstrucción de Euro­
pa. La controversia habría sido estrictamente aca­
démica si los Estados Unidos no hubiesen tenido
un gran excedente de producción por encima de
sus necesidades mínimas que podía destinarse a
la ayuda externa. Pero dado que existía el exce­
dente, se llamó a los economistas para que aconse­
jaran sobre la forma preferible de su movilización
(bajo auspicios públicos o privados), el modo en
que debería hacerse (préstamos, donativos, o am­
bos), y los usos que debieran dársele (bienes de
consumo, maquinaria, o ambos). Éstas son deci­
siones económicas que implican elecciones entre
opciones.
Un tercer tema del desarrollo de la ciencia eco­
nómica es su relación estrecha con el clima de
opinión. Un problema no se analiza nunca en un
vacío. La función de la teoría es proporcionar
un contexto donde puedan organizarse los hechos
en forma sistemática. Pero las soluciones a los pro­
blemas deben ser prácticas y aceptables para la
opinión pública y para los líderes políticos. Para
que la ciencia económica tenga alguna utilidad,
la teoría económica de una época debe ser com­
patible con las creencias y los intereses del pú­
blico, y debe proveer resultados útiles y significa­
tivos. En este sentido, la economía ha sido siempre
economía política.
Los académicos olvidan a menudo la importan­
cia del clima de opinión. Buscan los orígenes
de las ideas en los avances sólidos logrados por
20 INTRODUCCIÓN
académicos anteriores, trazando una genealogía in­
telectual de una generación de pensadores a otra,
encontrando los orígenes de las ideas modernas en
el Antiguo Testamento, Esopo y los Upanishads.
En ciertos sentidos ésta es una tarea útil, porque
las generaciones antiguas eran tan inteligentes como
nosotros; a menudo es cierto que si una idea es
buena ya habrá sido concebida antes. Pero por lo
menos en las ciencias sociales, el interrogante más
importante no es “¿cuándo apareció la idea por
primera vez?”, sino “¿por qué es la idea importante
ahora?” La respuesta al último interrogante impli­
ca los usos que puedan darse a la idea, los in­
tereses especiales de quienes la usan, y su com­
patibilidad con otras creencias de los individuos
afectados por ella. Este clima de la opinión es a
menudo más importante que la consistencia ló­
gica para el desarrollo y la supervivencia de las
ideas, quizá más importante en el caso de las ideas
económicas que en el de cualquiera de las otras
ciencias sociales, en virtud de la relación estrecha
existente entre la economía y la política pública.
Los economistas no pueden escapar a su tiempo —la
época determina los interrogantes mismos que se
formulan—, y casi todos los adultos son, en algunos
sentidos, economistas.
Un cuarto tema es el desarrollo de la economía
como una ciencia. A lo largo de un período de
250 años —la cuarta parte de un milenio—, se
desarrollaron principios básicos relativos a las for­
mas en que funcionan los mercados, el proceso del
crecimiento económico, los determinantes del ni­
vel de la actividad económica, y muchos otros te­
mas. Como cualquier ciencia, la economía des­
INTRODUCCIÓN 21

arrolló un vocabulario de conceptos que define su


materia, así como métodos para la prueba, modi­
ficación y verificación de hipótesis. Generaciones
de teóricos desarrollaron análisis sistemáticos, con­
clusiones demostrables, y grandes proposiciones.
Por último, la economía es una disciplina siem­
pre cambiante. Siendo en parte un producto de
los grandes debates ideológicos sobre la forma en
que debiera organizarse la sociedad humana, in­
fluye también sobre el resultado de tales debates.
Basada en parte en una búsqueda teórica de ver­
dades abstractas, se arraiga también en las realida­
des de la política pública y del clima de opinión.
Siendo en parte una explicación del cómo y el
porqué funciona un sistema económico, se ve afec­
tada por los cambios de los sistemas económicos.
La economía es una amalgama compleja de teoría
científica, ideología política, política pública y ver­
dades aceptadas.
Pero el avance de la disciplina hasta su posición
actual no podría haber ocurrido sin el trabajo de
muchos individuos ordinarios y extraordinarios.
La historia de la ciencia económica es también la
historia de un filósofo escocés, un corredor de bolsa
londinense, un ministro episcopalista, un filósofo
y revolucionario alemán, un profesor de Cambridge,
un escéptico noruego-norteamericano, y muchos
otros. La historia refleja sus personalidades y sus
convicciones, sus puntos fuertes y débiles, sus éxi­
tos y sus fracasos. Este libro es un relato de su obra
y de la disciplina que ayudaron a construir, de la
interacción existente entre los hechos, los proble­
mas, la política económica, la filosofía y las ins­
tituciones en el proceso de creación, y de la forma
22 INTRODUCCIÓN
en que hemos llegado a pensar como ahora lo
hacemos acerca de uno de los aspectos más impor­
tantes de nuestras vidas.
Todas estas fuerzas están funcionando ahora, ya
que la ciencia económica se encuentra en una de esas
crisis periódicas que en el pasado han conducido
a cambios fundamentales de la disciplina. Un mun­
do cambiante y el surgimiento de cuestiones nue­
vas, conflictos ideológicos, y avances teóricos en
las fronteras de la disciplina, han obligado a los
economistas a reconsiderar algunas de sus ideas bá­
sicas y su relación recíproca. Muchas de las ideas
antiguas conservan su importancia, pero ahora toda
la disciplina se encuentra en efervescencia porque
los economistas de todo el mundo han vuelto a re­
considerar los fundamentos de su ciencia tal como
responden a las necesidades de nuestro tiempo.
La ciencia económica del futuro surgirá de este
proceso.
I. LA CIENCIA ECONÓMICA Y LA
ECONOMÍA DE MERCADO
El s u r g im ie n t o d e l a e c o n o m ía d e m e r c a d o

L a m o d e r n a economía de mercado forma una par­


te tan íntima de nuestro modo de vida que la ma­
yoría de los hombres no advierte que se trata de
un suceso relativamente reciente. La organiza­
ción de la vida económica alrededor de un sistema
interrelacionado de mercados —mercados que ajus­
tan los precios, la producción y los ingresos a un
sistema impersonal de fuerzas de mercado— no sur­
gió a gran escala sino hasta después de la Edad
Media, es decir, a partir del siglo xv. Antes de
esa época, la mayor parte de la población europea
vivía en una economía basada en gran medida en
un sistema social de derechos y obligaciones antes
que en una economía adquisitiva, orientada hacia
el beneficio, de compra y venta.
Los contemporáneos observaron esta transfor­
mación de la sociedad y su economía. Thomas Be-
con un clérigo inglés de mediados del siglo xvi,
por ejemplo, se lamentaba del creciente materia­
lismo de su época y criticaba a los “caballeros
ambiciosos, criadores de ovejas y reses”, que “es­
tudian para su propia comodidad’'. Thomas Wil-
son observaba, cincuenta años más tarde, cómo
hasta la aristocracia se veía afectada por el cambio:
Los caballeros, aficionados antes a la guerra, son ahora
buenos administradores y saben cómo mejorar sus tie-
23
24 CIENCIA ECONÓMICA Y ECONOMÍA DE MERCADO
rras al máximo como el agricultor o el ganadero, de
modo que recuperan sus posesiones al expirar los
contratos y las trabajan ellos mismos o se las rentan
a quienes paguen más.

Becon y Wilson observaban lo que podían ver


también muchos otros de sus contemporáneos. Es­
taba desapareciendo el patrón tradicional, en el cual
cada persona nacía para ocupar un lugar definido
y desempeñaba una función definida durante toda
su vida. Los campesinos, acostumbrados durante
largo tiempo a proveer servicios y productos agríco­
las para el dueño de la tierra, pagaban crecida­
mente rentas monetarias y vendían una parte de
su producto para obtener el dinero necesario para
el efecto. Más que antes, el señor usaba las ren­
tas para comprar los bienes que necesitaba, y
los terratenientes más progresistas empezaron a pro­
ducir bienes como la lana, fácilmente vendibles
en el mercado. Otros aumentaron gradualmente las
rentas cobradas a sus inquilinos, quienes se vieron
obligados también a ordenar sus cultivos hacia pro­
ductos vendibles en el mercado. Aumentó el núme­
ro, la riqueza y la importancia de los intermediarios
comerciales, como consecuencia del crecimiento del
mercado.
La Edad Media —esa época que va desde la caída
del antiguo Imperio Romano hasta mediados del
siglo xv— no careció de comercio exterior o in­
terior, ni de mercados, pero el comercio se rea­
lizaba en gran parte a grandes distancias, entre
regiones, en productos de lujo consumidos por los
nobles y los ricos. Las comunidades campesinas,
rurales y en gran medida autosuficientes, produ­
CIENCIA ECONÓMICA Y ECONOMÍA DE MERCADO 25
cían un excedente que pagaban al señor en bienes,
en mano de obra, y a veces en efectivo. El exce­
dente permitía las compras de bienes lujosos por
la aristocracia: cosas tales como los textiles finos,
los productos metálicos, el vino y otros elementos
de “la buena vida”. Surgió así una economía dual
que abarcaba por una parte a la aldea campesina
y por la otra al pueblo comercial. Era una econo­
mía regulada de grupos organizados tales como la
aldea, el pueblo y el gremio, no una economía que
operase mediante decisiones libremente negociadas.
En su estructura fundamental se asemejaba mucho
al sistema económico prevaleciente en todo el resto
del mundo civilizado, en el Cercano y Medio Orien­
te, el sudeste de Asia y el Lejano Oriente.
Así, en el siglo xv, se inició la gran transfor­
mación de Europa en una economía de mercado.
Los descubrimientos geográficos de los siglos xv
y xvi generaron oportunidades enormes para el
comercio interior y exterior y pusieron en movi­
miento un gran flujo de capital hacia Europa,
en forma de tesoros de oro y plata, proveniente del
Nuevo Mundo y del Oriente. El surgimiento de los
estados nacionales destruyó en gran medida el po­
der político de dos baluartes del orden antiguo:
la nobleza y la Iglesia. Los nuevos métodos bé­
licos empleados por los nuevos gobernantes, con
infanterías pagadas y grandes armadas, requerían
dinero y administración. Surgieron así los siste­
mas nacionales de impuestos, y un flujo de poder
de compra que iba del contribuyente al gobierno
y de allí al público estimuló aún más el crecimien­
to de los mercados. Algunas ciudades como Lon­
dres y Amsterdam se convirtieron en centros co­
26 CIENCIA ECONÓMICA Y ECONOMÍA DE MERCADO
merciales que buscaban en el exterior sus bene­
ficios y su expansión. Estas ciudades contaban con
el apoyo de sus gobiernos, ávidos por ensanchar
la base tributaria mediante la expansión de la
riqueza de la nación.
La nueva economía generó actitudes nuevas. Los
hombres medievales, acostumbrados a pensar y ac­
tuar en formas tradicionales, cedieron el lugar a
hombres orientados hacia el mercado, que se hun­
dirían o flotarían por la virtud de sus decisiones
individuales. Los triunfadores eran quienes aho­
rraban, quienes reinvertían los beneficios en la
empresa, quienes calculaban con cuidado precios
y costos, quienes aceptaban riesgos para obtener
ganancias. En particular, había escaso campo para
las actitudes de la antigua nobleza que hacía gran
hincapié en el linaje de la sangre y las tradiciones
de la guerra y los torneos feudales. El futuro re­
sidía en los beneficios comerciales y la riqueza
comercial.
La nueva economía generó también el estudio
de la ciencia económica. La producción y la dis­
tribución orientadas hacia el desarrollo del mer­
cado generaron relaciones nuevas entre el individuo
y la sociedad y entre los individuos, con todas las
cuestiones éticas implicadas en tales relaciones. Ha­
bía necesidad de analizar con cuidado la morali­
dad del nuevo orden económico y de elaborar reglas
del comportamiento ético que fuesen aceptadas. Los
teólogos se convirtieron en los primeros “econo­
mistas".
CIENCIA ECONÓMICA Y ECONOMÍA DE MERCADO 27

L a r e l ig ió n y l a v id a e c o n ó m ic a

A l o s teólogos les preocupaba la reconstrucción de


la base ética de la vida económica. El antiguo
punto de vista medieval había subordinado la vida
económica a la salvación individual y a las nece­
sidades de la sociedad en conjunto. Los teólogos
habían sostenido que la vida terrenal era apenas
un preludio de la eternidad, y las leyes morales
debían prevalecer en todos los aspectos del com­
portamiento humano. Esto significaba que en to­
das las relaciones humanas, incluidas las econó­
micas, el individuo debía tener continuamente en
mente la ley de Dios. La Iglesia sabía que los
individuos deben comer y vestirse y guarecerse, que
las funciones ordinarias de la producción y la dis­
tribución debían continuar; pero tales funciones
debían colocarse en la perspectiva adecuada: la
salvación era el objetivo fundamental de la vida,
y nunca deberíamos olvidarlo. La búsqueda de la
riqueza por sí misma era pecaminosa, ya que
distraía nuestra atención de la salvación y la satis­
facción de la vida moral.
Las actitudes económicas incorporadas en la filo­
sofía moral ortodoxa de la Edad Media se resu­
mieron en una parábola famosa. Un monje que
peregrinaba hacia Roma compró un cáliz de plata
para su catedral. Al viajar de regreso hacia Alema­
nia con un grupo de comerciantes, les mostró el
vaso y les dijo cuánto había pagado por él. Los
comerciantes lo felicitaron por su compra, dicién-
dole que lo había comprado en menos de su valor
verdadero, y se rieron de que un monje nada
28 CIENCIA ECONÓMICA Y ECONOMÍA DE MERCADO
mundano pudiera obtener una ganga mejor que
cualquiera de ellos. Horrorizado, el monje partió
de inmediato, regresó a Roma y pagó al vendedor
del cáliz lo que faltaba para un precio justo. Era
una obligación moral.
Tales actitudes pueden haber sido compatibles
con una economía de precios consuetudinarios y
relaciones económicas aceptadas, pero no se adecua-
bán al comportamiento de la economía de mercado
orientado hacia el éxito, motivado por el beneficio.
Pueden haber sido apropiadas para los individuos
preocupados por la salvación eterna, pero no co­
rrespondían a individuos que buscaran la riqueza
y el éxito materiales. Pueden haber funcionado
en una sociedad organizada en grupos estables,
pero resultaban incompatibles con un orden social
individualista y un deseo de crecer en riqueza y
posición.
El surgimiento de una economía de mercado ori­
ginó un dilema moral para quienes vivieron en los
inicios de la era moderna. Por una parte, las en­
señanzas éticas de la religión les decían que cada
individuo era moralmente responsable de los de­
más. Estas ideas se encontraban en la historia de
Caín y Abel que aparece en el Antiguo Testamento
y en la parábola del Buen Samaritano que aparece
en el Nuevo Testamento, para sólo citar dos ejem­
plos muy conocidos. Por otra parte, la superviven­
cia y el éxito en una economía de mercado exigían
que cada persona tratara de tener mayor alcance,
astucia y poder que los demás. La rivalidad, no la
hermandad, era el modo de conducta necesario,
y prevaleció el principio de caveat emptor, “que
se cuide el comprador”. Las relaciones del mercado
CIENCIA ECONÓMICA Y ECONOMÍA DE MERCADO 29
eran impersonales y transitorias, por oposición a
las relaciones permanentes y cara a cara de una
aldea rural inmutable. Se juzgaba a las personas
más por su éxito en la adquisición de riqueza que
por la moralidad de su comportamiento.
Este dilema moral —el conflicto existente entre
la salvación y el éxito— fue un factor importante
en la preparación de la Reforma. A un comerciante
urbano le resultaba difícil creer que la forma de
vida de los negocios fuese menos moral que otras
formas de vida. Resultaba difícil entender que la
competencia necesaria para la supervivencia fuese
antagónica a la ley moral, que la búsqueda irres­
tricta del beneficio, fundamental para la super­
vivencia misma de los comerciantes, fuese despre­
ciada por los clérigos. Así surgieron las dudas.
¿Tenían razón los teólogos en sus enseñanzas acer­
ca de los modos de conducta requeridos por la
salvación? Después de todo, ellos eran humanos
como todos, y por ende estaban sujetos al error
humano. ¿Qué decía la Biblia acerca de estas cues­
tiones? Tales interrogantes condujeron inevitable­
mente a la herejía Protestante: la duda acerca de
la infalibilidad de la Iglesia y el deseo de acudir
directamente a la Biblia como la fuente de la ley
de Dios, sin la intermediación del sacerdote.
Poco nos interesan aquí los argumentos teológi­
cos de la Reforma, pero de ellos surgió una nueva
ética económica que dio su justificación a la eco­
nomía de mercado motivada por el beneficio. De­
trás de la nueva moral se encontraba la idea de que
Dios, en su sabiduría infinita, había reservado en
la tierra un lugar para cada individuo, donde ¿ste
30 CIENCIA ECONÓMICA Y ECONOMÍA DE MERCADO
podría labrarse su destino. Este lugar, o “voca­
ción”, debería buscarse y encontrarse mediante una
introspección personal, y una vez encontrado de­
bería observarse diligentemente. La salvación se
ganaba con el trabajo arduo en nuestra propia
vocación, y toda vocación —aun la del comercian­
te— tenía un mérito igual a la de cualquiera otra
a los ojos de Dios. ¿Pero cómo podríamos identi­
ficar nuestra vocación? Los teólogos contestaron:
en parte a través de los sentimientos internos y en
parte a través del éxito. El éxito mundano indicaba
que habíamos encontrado nuestra vocación y que
Dios la había aprobado. En cuanto al éxito, evite­
mos la ociosidad, la tentación y el lujo ... traba­
jemos y ahorremos. Estas fueron las prescripciones
para el comportamiento ético forjadas durante me­
dio siglo de controversia religiosa, sermones y po­
lémicas. Tales prescripciones se adecuaban a las ne­
cesidades de la creciente clase media urbana y pro­
movían el trabajo arduo y la acumulación del capi­
tal que conducían a la expansión económica.
Para el siglo xvm, la nueva ética económica ha­
bía perdido gran parte de su sanción religiosa y se
había vuelto una forma de vida casi universal. El
sabio norteamericano Benjamín Franklin la enun­
ció en forma de aforismos que se repitieron sin
cesar a generaciones de jóvenes:
Quien se acueste temprano y se levante temprano será
un hombre sabio, rico y sano.
Si un acreedor escucha tu martillo sonar a las cinco
de la mañana o a las nueve de la noche, no pondrá
reparo en otros seis meses esperar.
Con lo que gastas en un vicio educarás dos hijos.
CIENCIA ECONÓMICA Y ECONOMÍA DE MERCADO 31
La nueva ética sirvió de base a un sistema de va­
lores seculares y materialistas que ha dominado el
clima de opinión en la Europa Occidental y Amé­
rica del Norte desde entonces.
Pero aun cuando las actitudes cambiaron y las
metas aceptadas de la acción individual se volvie­
ron profundamente materialistas, subsistía un pro­
blema moral. ¿Era cierto que el fracaso económico
significaba la ausencia de mérito, que el éxito y
la salvación eran sinónimos? ¿No tenía acaso el
individuo hacia los demás una responsabilidad que
iba más allá de la mera satisfacción de las obliga­
ciones contractuales en el mercado? ¿Había actuado
correctamente el monje cuando regresó a Roma
para pagar más al comerciante por el cáliz que ya
había vendido?
El problema surge debido al conflicto inherente
entre un principio ético —toda la humanidad es
una sola entidad— y la rivalidad competitiva de
la economía de mercado expresada en el principio
legal de caveat emptor: "que se cuide el compra­
dor”. El principio ético requiere que el indivi­
duo se sienta responsable de los demás, mien­
tras que el principio legal aconseja que el individuo
sólo se preocupe de sí mismo.
Este dilema moral ha desconcertado a los filó­
sofos y a los eclesiásticos desde el siglo xvi. Algunos
intentos de solución aparecieron en las controver­
sias religiosas del siglo xvi, en la filosofía de no-
blesse oblige del siglo xvm, en los escritos de los
socialistas del siglo xix, y en la legislación del bie­
nestar del siglo xx. En todos estos enfoques del
problema está presente una creencia en que el sis­
tema social no debe permitir que un individuo sea
32 CIENCIA ECONÓMICA Y ECONOMÍA DE MERCADO
aplastado y destruido por la operación de las fuer­
zas impersonales del mercado. Pero el dilema sub­
siste, y los economistas deben ser en parte filósofos
morales, mientras que los filósofos deben ocuparse
también de cuestiones económicas.
II. LOS PRIMEROS TIEMPOS
Los h o m b r e s prácticos discuten a menudo sobre
los tópicos más esotéricos, porque las decisiones
de política económica descansan a veces en las teo­
rías más intrincadas. Uno de estos debates ocurrió
durante el siglo xvm, y de allí surgieron los fun­
damentos de la moderna ciencia económica. La
cuestión que se discutía era la fuente última de la
riqueza nacional, que para algunos se encontraba
en el comercio, para otros en la agricultura y las
fuerzas naturales de la vida, y para otros más en
el trabajo humano. A primera vista puede parecer
que esta cuestión carece de importancia práctica,
pero toda la política económica gubernamental de­
pendía del resultado.

Los MERCANTILISTAS
Los mercantilistas fueron los primeros en tomar
el campo. A estos autores les interesaban los esta­
dos nacionales desarrollados durante los siglos xvi
y x v ii. Se enfrentaron a dos problemas distintos
pero relacionados, uno interno y el otro externo.
El problema interno era el de la unidad. Había
necesidad de crear el poder nacional a partir del
localismo de la Edad Media. Esto significaba para
la economía un sistema unificado de acuñación y
monetario, un sistema nacional de pesas y medidas,
la eliminación de alcabalas internas en caminos y
ríos, y un sistema nacional de impuestos y aran­
celes. Estas instituciones, que hoy damos por scn-
33
34 LOS PRIMEROS TIEMPOS
tadas, se forjaron lentamente por gobernantes na­
cionales contra la oposición de señores feudales
que trataban de conservar el mayor control posible
sobre la economía de sus regiones. La construc­
ción de una economía nacional se fundaba en el
creciente poder político de los monarcas frente a los
grandes nobles.
En esta lucha, los monarcas encontraron aliados
naturales en varios lugares. Los más importantes
fueron los crecientes intereses comerciales de los
pueblos y las ciudades. Los comerciantes se bene­
ficiaban con la ampliación del comercio permiti­
da por una economía unificada donde se redujeran
las barreras locales al comercio. A su vez los co­
merciantes aumentaban el poder de los monarcas
ayudando a financiar los ejércitos necesarios para
subyugar a la nobleza. Los intereses de monarcas
y comerciantes coincidían además por cuanto am­
bos se beneficiaban de un mayor comercio exte­
rior. Los comerciantes ganaban beneficios del co­
mercio con las tierras recién descubiertas en Asia y
el Nuevo Mundo. En la medida en que los comer­
ciantes de un país dominaran el comercio con otra
área, los beneficios fluirían a su país y los fabri­
cantes nacionales se verían estimulados por el mer­
cado de exportación. El Estado ganaba ingresos
arancelarios derivados de un comercio exterior
abundante, ingresos derivados de la venta de mo­
nopolios comerciales, del desarrollo de industrias
y personal militares estratégicos —construcción de
barcos y dotaciones para los barcos, marineros y
capitales—, y del crecimiento económico general
que proveía una base económica firme para el po­
derío nacional. Así pues, una de las metas básicas
de la política nacional fue el desarrollo del comer­
LOS PRIMEROS TIEMPOS 35
ció y el incremento del poder en los asuntos in­
ternacionales.
Un segundo grupo aliado con los monarcas se
componía de pequeños terratenientes, quienes con­
templaban el Estado como un contrapeso a los po­
deres de los señores feudales. Este grupo se inte­
resaba más en la agricultura comercial que en la
guerra, los torneos y el poderío familiar, y deseaba
que el Estado mantuviese el orden y promoviese
los mercados crecientes benéficos para el grupo.
Sus integrantes sabían que al aumentar el poder del
Estado frente al de los grandes señores, aumenta­
rían también su propia riqueza y poder en los
asuntos locales.
Surgieron otros dos grupos de la economía de
mercado y de los estados nacionales en expansión.
Uno fue el de la profesión legal, cuyos miembros
eran requeridos para la interpretación y definición
de las relaciones económicas muy complicadas sur­
gidas de la asociación libre y el contrato privado
en el ambiente del mercado. Las antiguas relacio­
nes legales, ya familiares, estaban siendo rempla­
zadas por otras nuevas, y se necesitaban abogados
para su sistematización. El segundo grupo aglu­
tinaba a los administradores públicos y los corte­
sanos. Estos dos grupos tenían gran importancia
estratégica a pesar de su número reducido. Una
superestructura de “cuello blanco”, aliada a los
negocios y el gobierno, y dependiente de ellos, apo­
yaba las políticas destinadas a fortalecer la unidad
y el poder.
De las alianzas políticas y económicas entre la
corona, los comerciantes, los pequeños terratenientes
y los profesionales, surgieron políticas económicas
destinadas a unificar la nación bajo un solo go­
36 LOS PRIMEROS TIEMPOS
bernante fuerte, a desarrollar su fuerza militar y
naval, y a aumentar su riqueza mediante la pro­
ducción interna y el comercio exterior. Estas po­
líticas y las teorías en que se basaban han llegado
a ser conocidas con el nombre de mercantilismo.
Fue el primer cuerpo sistemático del pensamiento
económico moderno.
Una de las presentaciones más claras de la polí­
tica mercantilista se debió a Phillip von Homick
(1638-1712), un funcionario público autriaco que
escribía para un país atrasado constantemente ame­
nazado por los turcos. Hornick escribió en 1684
un volumen muy leído, con el título de Austria
Over AU, If She Only Will, donde se enumeraban
“nueve reglas principales de la economía nacional”:
Inspeccionar el suelo del país con el mayor cuidado
y no dejar sin considerar las posibilidades agrícolas
de cada rincón o pedazo de tierra . . . T odos los bienes
encontrados en un país, que no puedan usarse en su
estado natural, deben trabajarse dentro del país . . .
debe prestarse atención a la población, que sea tan
grande como el país pueda soportar . .. una vez que
el oro y la plata se encuentren en el país, no deberán
salir de él por ninguna circunstancia . . . los habitan­
tes deben hacer todos los esfuerzos posibles por arre­
glárselas con sus productos internos . . . [los bienes
extranjeros] no deben obtenerse a cambio de oro o
plata, sino a cambio de otros productos nacionales . ..
y deben importarse en forma no terminada y trabajarse
dentro del país . . . deben buscarse día y noche opor­
tunidades para la venta de los bienes superfluos del
país a los extranjeros en forma manufacturada . . . no
deberá permitirse por ningún motivo la importación
de bienes cuya oferta interna sea suficiente y de ca­
lidad adecuada.
LOS PRIMEROS TIEMPOS 37
Todos los estados de Europa adoptaron en gra­
dos variables estas políticas básicas de nacionalismo,
autosuficiencia y poderío nacional. La manufactura
recibió el estímulo de los subsidios, los privilegios
especiales, las patentes y los monopolios. Se estimu­
ló el comercio exterior mediante la adquisición
de colonias y los esfuerzos tendientes a mantener
bajos los salarios y el comercio regulado mediante
aranceles, leyes de navegación y restricciones a las
importaciones. Se alentó a la agricultura mediante
una diversidad de políticas: en Inglaterra se gra­
varon las importaciones de alimentos para alejar la
competencia extranjera, mientras que en Francia
se gravaron las exportaciones de productos agríco­
las para mantener la producción nacional dentro
del país. Se promovieron en particular las indus­
trias de municiones: rifles, pólvora, barcos, y abas­
tecimientos para los barcos.
En Inglaterra, donde el comercio exterior se
convirtió rápidamente en la base del incremento
de la riqueza y el poderío nacional, se hizo mucho
hincapié en la expansión de la oferta monetaria
como estímulo al crecimiento económico. En esa
época de mercados limitados y poder de compra
inadecuado, una de las barreras del crecimiento
económico era la falta de efectivo en manos de los
consumidores y de crédito disponible para los ne­
gocios. Los gobernantes también pedían prestado
a menudo, de modo que se beneficiarían igual­
mente con la existencia de efectivo y de crédito y
con bajas tasas de interés. La banca moderna esta­
ba apenas en su infancia, y la disponibilidad de
dinero y de crédito dependía en gran medida del
efectivo existente, lo que significaba monedas de
oro y plata. En consecuencia, resultaba inevitable
38 LOS PRIMEROS TIEMPOS
que la política monetaria fuese una preocupación
principal de los economistas mercantilistas. Bási­
camente estaban a favor de lo que nosotros lla­
maríamos una política de “dinero fácil”, dinero
abundante para estimular el comercio y mantener
bajas las tasas de interés. Por otra parte, debían man­
tener bajo control las presiones inflacionarias por
dos razones: 1) Los precios crecientes creaban difi­
cultades para los trabajadores y los pobres, porque
los salarios tendían a marchar detrás de los aumentos
de precios, y de aquí se seguiría la intranquilidad
política; 2) Los precios crecientes reducirían la
demanda externa de manufacturas nacionales y en
última instancia se traducirían en peores condicio­
nes económicas dentro del país.
Así pues, las políticas económicas internas e in­
ternacionales se entrelazaron estrechamente, y los
mercantilistas ingleses advirtieron pronto que la
economía mundial era una red de interconexiones.
La dura experiencia y el análisis cuidadoso les
enseñaron que si la oferta monetaria y el poder
de compra nacionales aumentaran más de prisa que
la oferta de bienes disponibles para la venta, au­
mentarían los precios internos, subirían las impor­
taciones y bajarían las exportaciones. La disminu­
ción de las exportaciones y el aumento de las im­
portaciones generarían entonces una exportación
de oro y plata para compensar la balanza comercial
“desfavorable”. Esto reduciría a su vez la oferta
monetaria interna y la economía nacional langui­
decería. Estas relaciones se entendieron en poco
tiempo, y un lema cardinal de los mercantilistas
era el estímulo a una balanza comercial “favora­
ble”. Si las exportaciones superan a las impor­
taciones —sostenían los mercantilistas—, entra­
LOS FRIMEROS TIEMPOS 39
rían oro y plata al país, habría una abundancia
de dinero, se estimularía el crecimiento económico
y crecería la riqueza nacional.
No debe suponerse que el mercantilismo haya
sido el mismo en todas partes. Había grandes di­
ferencias entre los países. En Francia, por ejemplo,
donde eran muy importantes los productos lujosos
tales como sedas y linos, tapicerías, muebles y vino,
se hacía hincapié en la estrecha regulación de la
calidad de los productos. Bajo la dirección de Jean
Baptiste Colbert (1619-1683), ministro de finan­
zas durante más de veinte años bajo el reinado
de Luis XIV, se crearon gremios nacionales para
regular las industrias principales. Sólo podrían ope­
rar los artesanos que fuesen miembros del gremio,
y quedaban sujetos a las regulaciones de la orga­
nización nacional. El poder real, apoyado por in­
gresos sostenidos derivados del impuesto a la sal,
tenía fuerza suficiente para imponer efectivamente
las regulaciones, y los gremios conservaron su po­
der hasta el momento de la Revolución Francesa,
a fines del siglo xvin.
En Inglaterra, en cambio, la regulación de la in­
dustria nacional no tuvo éxito debido a que el
gobierno, siempre escaso de dinero, nunca tuvo
fuerza suficiente para administrar con eficacia las
regulaciones. El mercantilismo inglés se orientaba
sobre todo a la expansión del comercio exterior
y el estímulo a las manufacturas. Un resultado de
esta situación fue la desintegración de los gremios
medievales, sobre todo cuando se desarrolló la pro­
ducción de textiles en las áreas rurales, y los proce­
sos industriales estaban mucho más libres de res­
tricciones que los de Francia. Cuando se inició la
Revolución Industrial, a fines del siglo xvni, esta
40 LOS PRIMEROS TIEMPOS
ausencia de gremios dio a la industria inglesa
una gran delantera sobre la francesa y la de otros
países continentales que habían seguido el ejemplo
francés.
Tampoco dentro de los países hubo siempre
acuerdo acerca de las políticas. Era tan grande en
Inglaterra la oposición a las concesiones guberna­
mentales de monopolios a individuos y compañías,
que en 1601 la propia reina Isabel hubo de aparecer
ante el Parlamento para apaciguar las objeciones
y prometer reformas. Dos años más tarde, en el
famoso “Caso de los Monopolios”, los tribunales
decidieron en un dictamen señero que aún las
concesiones de monopolios hechas por la Corona
estaban sujetas a las prohibiciones del derecho co­
mún contra las restricciones al comercio. En 1624,
el Parlamento prohibió finalmente las concesiones
gubernamentales de monopolios, completando así
los cimientos legales en que se fundan las leyes
antimonopólicas norteamericanas.
Los mercantilistas reconocieron que la riqueza
se producía por el esfuerzo humano en general,
pero estimaban que tal riqueza no se materializa­
ría si no se estimulaba al comercio interior y ex­
terior, si el intercambio de bienes no permitía que
los productores obtuviesen un beneficio. Por esta
razón hacían hincapié en el crecimiento del co­
mercio interior y exterior como clave del incremento
de la riqueza nacional, y en la expansión de la oferta
monetaria como clave del incremento del comercio
exterior. A la pregunta: ¿“Cuál es la fuente de la
riqueza de las naciones?”, los mercantilistas dieron
la primera respuesta: “El comercio.”
En muchos sentidos tenían razón en las circuns­
tancias de su época. En los siglos xvi y xvn, las
LOS PRIMEROS TIEMPOS
naciones más poderosas de Europa eran aquellas
que habían desarrollado en mayor medida su co­
mercio internacional. El comercio parecía estimu­
lar las manufacturas y la agricultura, y crear la
prosperidad, la riqueza y el poder de todo el país*
Las doctrinas mercantilistas tenían una validez de
sentido común derivada de lo que la gente veía
acontecer a su alrededor.

O p o s ic ió n a l m e r c a n t il is m o

Para mediados del siglo x v iii, la preocupación


de los mercantilistas por el comercio y el poder
nacional había empezado a afectar algunos intereses
económicos de la creciente economía de mercado.
Las políticas mercantilistas estaban muy bien para
los grandes comerciantes y financieros que operaban
en la economía internacional; las metas básicas del
poderío nacional agradaban a los gobernantes; y
los administradores públicos y los cortesanos se
beneficiaban a menudo en gran medida, en for­
ma directa o mediante sobornos, de las concesio­
nes gubernamentales de privilegios económicos es­
peciales. Pero la economía se diversificó al cre­
cer, y tanto los intereses agrícolas como los in­
dustriales descubrían cada vez con mayor claridad
que las políticas mercantilistas no les convenían.
Las políticas se sometieron a grandes críticas, y se
cuestionaron las teorías en que tales políticas se
basaban.
Las pequeñas empresas, en particular, se sentían
oprimidas por los privilegios monopólifos^coñCe^
didos a unos cuantos gra
ellas como los pequeños
42 LOS PRIMEROS TIEMPOS
impuestos que debían pagar para mantener un
poder nacional ajeno a sus intereses individuales.
Un ejemplo clásico es la cuestión de la “tributa­
ción sin representación” que se planteó en las co­
lonias británicas de América. Cuando terminaron
en 1765 las guerras con Francia y la India, las fron­
teras occidentales de las colonias resultaban relati­
vamente seguras para la colonización y el desarro­
llo, y los habitantes de las colonias estaban bien
conscientes de que gran parte de su futuro econó­
mico se encontraba en el Oeste. Pero el gobierno
británico, comprometido desde antaño al desarrollo
del comercio de pieles y a los intereses de la Com­
pañía de la Bahía del Hudsón, había prohibido
los asentamientos más allá de los Montes Allegheny.
En las colonias se estacionaron tropas para vigilar
la frontera e imponer la prohibición, que protegía
a los colonos frente a los indios antes de 1765 pero
restringió el crecimiento económico colonial una
vez pacificada la frontera. Para empeorar las cosas,
se gravó a las colonias con impuestos sobre do­
cumentos legales y el té destinados al pago de las
tropas, las que a veces se alojaban en las casas de
los habitantes: jlos colonos debían mantener a las
mismas tropas que estaban protegiendo los intere­
ses comerciales ingleses frente a los suyos propios!
No sabemos qué actitud habrían adoptado los co­
lonos si el producto de los impuestos se hubiese
utilizado para abrir la frontera y no para cerrarla.
El caso de las colonias norteamericanas, donde la
controversia se volvió política y ayudó a desatar
la Revolución Americana, nacionalista y antico­
lonial, fue un ejemplo notable de la oposición a las
políticas mercantilistas. En cambio, en Europa sur­
gió un debate acerca de cuestiones puramente eco­
LOS PRIMEROS TIEMPOS 43
nómicas. ¿Era cierto que la expansión y el creci­
miento económicos se lograban mejor mediante la
regulación y la dirección? ¿No se lograrían mejo­
res resultados en una economía libre, no atada
por la fuerza directriz de un gobierno mercanti-
lista? El debate sobre estas cuestiones era particu­
larmente intenso en Francia e Inglaterra.
En Francia, la regulación gubernamental de la
producción era tan detallada que especificaba el
número necesario de hilos por pulgada en la manu­
factura de telas. Había una diversidad de im­
puestos y gabelas, y la regulación de las importa­
ciones y exportaciones era estricta. Pero la nobleza
estaba exenta mientras los campesinos y los agricul­
tores independientes debían pagar grandes impues­
tos. Además, el gobierno era corrupto e ineficien­
te. En realidad, esta condición permitía quizá el
funcionamiento del sistema: las regulaciones y
los impuestos podían evadirse a menudo median­
te sobornos adecuados o evasiones hábiles. La si­
tuación era tan mala que un inspector público de
marcas comerciales, Vincent de Gournay (1712-
1759), desencantado con la regulación mercanti-
lista, acuñó según se cree la frase famosa: "laissez
faire, laissez passer”, o sea “libre empresa, libre co­
mercio”.

LOS FISIÓCRATAS

Los antimercantilistas franceses más importantes


se llamaban a sí mismos fisiócratas. Fue su líder
Fran^ois Quesnay (1694-1774), médico de la corte
de Luis XV. Quesnay no aceptaba el supuesto mer-
cantilista de que la riqueza se origina en la indus­
44 LOS PRIMEROS TIEMPOS
tria y el comercio. Sostenía que sólo la agricultura,
en virtud de los aspectos generadores de vida de la
naturaleza, podía producir un excedente por enci­
ma del esfuerzo invertido en la producción. Ques-
nay mostraba luego, en su famosa Tablean Écono-
mique de 1758, cómo el excedente de la agricul­
tura fluía por toda la economía en forma de rentas,
salarios y compras, apoyando a su paso a todas las
clases sociales. Dos conclusiones de política surgían
de su análisis: 1) La regulación del comercio y la
industria impedía el desarrollo económico al obs­
truir el flujo del ingreso y los bienes de que de­
pendía la economía; 2) Los terratenientes (por
oposición a los cultivadores) debían pagar todos
los impuestos, en parte porque no eran producti­
vos y en parte porque su forma de vida lujosa dis­
torsionaba el flujo del ingreso.
Quesnay se había impresionado grandemente con
el descubrimiento de la circulación de la sangre en
el cuerpo humano y asemejaba la circulación del
dinero y los productos a ese proceso biológico. Creía
profundamente que toda la riqueza provenía en
última instancia del proceso generador de vida crea­
do por Dios. Creyendo firmemente en la suprema­
cía de la ley natural, opinaba que un régimen de
libertad económica sería a la vez benéfico y auto-
controlado.
Otro fisiócrata, Jacques Turgot (1727-1781), lle­
gó a ser ministro de finanzas. En sólo dos años
introdujo diversas reformas antifeudales y anti-
mercantilistas y recibió el apoyo del rey, pero la
oposición de la nobleza lo obligó a dejar el cargo.
Ni siquiera el gobernante “absoluto” de Francia
podía imponer reformas frente a la oposición de
LOS PRIMEROS TIEMPOS 45
la nobleza, y pocos años después el antiguo régi­
men se derrumbó.1
Todos los fisiócratas convenían en una proposi­
ción básica: que la riqueza proviene en última
instancia de la tierra. Sólo la tierra contiene las
fuerzas creadoras de vida de la naturaleza, deriva­
das de Dios. La manufactura sólo puede cambiar la
forma de la riqueza derivada de la naturaleza, y
el comercio sólo puede cambiar su localización y su
propiedad. Sólo la tierra puede producir un exce­
dente. Ésta fue la segunda gran teoría de la fuente
de la riqueza.
Los LIBERALES ECONÓMICOS

El interludio fisiócrata duró poco, aunque su in­


fluencia se dejó sentir aun en los Estados Unidos,
donde una larga sucesión de estadistas, desde Jeffer-
son hasta Lincoln estaban convencidos de que el
futuro del país dependía del estímulo al pequeño
agricultor. Mucho más importante fue el surgi­
miento del liberalismo económico. A partir de sus
inicios modestos a fines del siglo xvn y principios
del siglo x v iii, se convirtió en la corriente princi­
pal del pensamiento económico en el siglo xix y
sobrevive hoy como la ideología capitalista clásica.
Los primeros liberales económicos —quienes de­
fendieron la doctrina antes de que la sistematizara
Adam Smith en la última parte del siglo xvm—
1 Durante la Revolución, otro prominente fisiócrata, Pie-
rre du Pont de Nemours, emigró a los Estados Unidos,
donde permaneció por varios años. En 1802, su hijo fundó
una pequeña fábrica de pólvora cerca de Wilmington, De-
laware, el inicio de la gran empresa química Du Pont.
5 LOS PRIMEROS TIEMPOS
tacaron en primer término las restricciones al co-
íercio internacional y lucharon por la abolición
e los aranceles, los monopolios y las regulaciones,
•asaban su argumento en la teoría social de que
is motivaciones individuales, por egoístas que sean,
i traducen en beneficios para el conjunto de la
íciedad.
El primer liberal económico importante de In-
laterra fue Dudley North (1641-1691), cuya obra
i'iscourses Upon Trade se publicó en forma anó-
ima el año de su muerte. Dado que North era un
Mnerciante y terrateniente rico que llegó a ser
mcionario de la tesorería, se entiende su cautela
l publicar un ataque a las políticas nacionalistas
el mercantilismo. Su libro defendía vigorosamen-
; el libre comercio y atacaba el supuesto mercan-
lista de que una balanza comercial favorable
*a necesariamente conveniente. En su opinión,
gente comercia porque ello resulta ventajoso para
nbas partes, promueve la especialización, la di-
sión del trabajo y el aumento de la riqueza. La
:gulación interfiere con estos beneficios al redu-
r y restringir el comercio, e inevitablemente re­
ace la riqueza real.
El argumento de North fue apoyado por el fi-
sofo e historiador David Hume (1711-1776), quien
ñaló en 1752 que un proceso económico auto-
ático haría desaparecer cualquier balanza comer-
ai favorable: un excedente de exportaciones sería
tgado con importaciones de oro y plata, las que
m entarían la oferta monetaria y harían aumen-
r los precios, cuyo aumento causaría a su vez una
íclinación de las exportaciones hasta que se equi-
jraran con las importaciones. Por lo tanto, resul-
ba imposible que la política mercan ti lista man­
LOS PRIMEROS TIEMPOS 47
tuviese indefinidamente una balanza comercial fa­
vorable y una corriente de importaciones de oro
y plata.
La lógica de North y Hume hacía picadillo los
argumentos mercantilistas en favor de la regulación
del comercio exterior. Según Hume, tales políticas
no funcionarían, y North demostraba que los re­
sultados serían inconvenientes si esas políticas fun­
cionaran.
Mientras tanto, había aparecido en 1704 un li­
bro fascinante, popular y de controversia, un poe­
ma prosaico titulado La fábula de las abejas. Su
autor era Bernard de Mandeville (1670-1733), un
doctor holandés que había emigrado a Inglaterra.
El argumento básico del poema era que los ade­
lantos de la civilización se debían a los vicios, no
a las virtudes. El progreso provenía de los intereses
egoístas del individuo —el deseo de comodidades,
lujos y placeres—, no de alguna propensión natu­
ral al trabajo arduo y el ahorro ni de una preocu­
pación benevolente por los demás. La prosperidad
y el crecimiento económicos aumentarían si se
daba rienda suelta a las motivaciones egoístas del
individuo, limitadas sólo por el mantenimiento de
la justicia. El vicio del egoísmo llevaría a los in­
dividuos a maximizar sus ganancias, lo que au­
mentaría la riqueza de la nación:
El Vicio nutre el Ingenio,
que unido al Tiem po y la Industria
produce los Bienes de la Vida,
sus Placeres, Comodidades, Despreocupaciones,
a tal punto que los más Pobres
vivirán mejor que antes los Ricos,
y nada hay que agregar.
48 LOS PRIMEROS TIEMPOS
El libro fue prohibido por un gobierno avergon­
zado, con todo el apoyo de los guardianes de la
moral. Pero junto con la teoría de los ajustes eco­
nómicos naturales descritos por North y Hume, los
motivos egoístas alabados por Mandeville se con­
virtieron en la base de la siguiente gran teoría
económica: el liberalismo económico.
Los liberales económicos del siglo xvm no veían
la fuente de la riqueza en el comercio ni en la
agricultura, sino en el trabajo humano. Sostenían
que el esfuerzo individual trae consigo la produc­
ción y los recursos para la satisfacción de las ne­
cesidades humanas. La naturaleza produce pocos
materiales que los hombres puedan usar en forma
natural: casi todos los productos naturales deben
ser transformados por el esfuerzo humano antes de
que puedan satisfacer las necesidades humanas.
Sin el esfuerzo productivo, los productos naturales
no valen nada.
Esta teoría llegó a conocerse como la teoría del
valor trabajo. Hacía hincapié en que la produc­
ción de la riqueza tiene como propósito último la
satisfacción de necesidades humanas. La riqueza
no puede considerarse como un fin en sí misma,
y lo mismo se aplica al fortalecimiento del poderío
nacional. La riqueza es riqueza porque mejora
la situación de los hombres. Además, la producción
de la riqueza no depende de la fecundidad del sue­
lo ni de balanzas comerciales favorables, sino de
los incentivos individuales para hombres ordina­
rios. La motivación para el trabajo es la necesi­
dad de obtener alimentos, vestidos, abrigo y co­
modidades. Entre mayor sea el incentivo para el
trabajo, mayor será la producción de riqueza y más
LOS PRIMEROS TIEMPOS 49
de prisa avanzará la humanidad hacia una socie­
dad más abundante.
John Locke (1632-1704), el filósofo inglés, unió
estas ideas acerca del trabajo y la producción de
riqueza con la propiedad privada, y al hacerlo así
convirtió la institución de la propiedad en uno
de los pilares de la ideología liberal. Al sumar el
trabajo a los recursos naturales, los hombres aña­
den una parte de sí mismos al producto final, de
modo que el producto es “suyo”, para usarlo o
consumirlo. La riqueza y la propiedad privada son
producidas al mismo tiempo por el trabajo huma­
no. En palabras de Locke:
Dios ha dado el mundo a los hombres en común . ..
Pero cada hombre tiene una propiedad en su propia
persona. Podemos afirmar que el sudor de su cuerpo
y el trabajo de sus manos son propiamente suyos.
En consecuencia, cualquier cosa que saque de su estado
natural la habrá mezclado con su trabajo, y le habrá
añadido algo propio, de modo que se convierte en su
propiedad.
Más tarde, los liberales económicos hicieron mu­
cho hincapié en estas conexiones existentes entre
el trabajo, la riqueza y la propiedad. Sostenían
que el primer requisito del crecimiento económico
nacional es la protección de la propiedad privada,
porque si no se respalda el derecho a la propiedad
disminuye el incentivo para trabajar, y bajará la
producción de riqueza.
Una ilustración popular de este principio era
una comparación de la riqueza de los ingleses con
la pobreza de los turcos. En los tiempos antiguos,
decían los liberales, el dominio de los turcos era
el más rico del mundo, con ciudades florecientes,
50 LOS PRIMEROS TIEMPOS
agricultura próspera, grandes exportaciones y ma­
nufacturas mundialmente famosas. Pero un go­
bierno despótico y arbitrario tomaba la riqueza
sin justificación, creaba impuestos confiscatorios,
y la justicia y el gobierno operaban mediante un
sistema de sobornos. Estas acciones terminaron con
la prosperidad. Los turcos languidecieron enton­
ces en la pobreza, sin deseos de trabajar, de produ­
cir o de acumular capital, porque todo sería con­
fiscado o destruido por un gobierno corrupto. En
cambio, la feliz y próspera Inglaterra veía aumen­
tar su riqueza porque la iniciativa individual es­
taba protegida por el imperio de la ley que pre­
servaba para el individuo la riqueza que él había
producido y ahorrado. La justicia era pareja, no
arbitraria. Se preservaba la santidad de los contra­
tos y ninguna propiedad podía ser tomada para
el uso público sin una compensación justa. Lo que
el individuo ganara podía usarlo como mejor le
pareciera, dentro de los límites de la legalidad y
la decencia. Según el liberal económico, las funcio­
nes del gobierno eran pocas: protección de la pro­
piedad, mantenimiento de la justicia, y defensa
nacional. La economía operaría dentro de este
marco sin ayudas ni regulaciones adicionales. Los
incentivos individuales producirían la riqueza na­
cional.
Había muchas variaciones de este tema. Algunos
liberales económicos concedían poderes más am­
plios al gobierno nacional, otros hacían mayor hin­
capié en la intensidad de los incentivos indivi­
duales y la competencia, otros más subrayaban la
operación de la oferta y la demanda en mercados
libres. Pero todos convenían en la necesidad de
liberar la iniciativa individual de las limitaciones
LOS PRIMEROS TIEMPOS 51
impuestas por las restricciones mercantilistas, en
la importancia del trabajo para la producción de
la riqueza, y en la necesidad de proteger y pre­
servar los derechos de propiedad como la columna
principal de la política económica.
III. ADAM SMITH
A dam S m ithfue el más grande de los liberales eco­
nómicos. Filósofo y profesor universitario, se le
considera hoy el fundador de la economía moderna.
Aunque parezca extraño, en su propia época fue
conocido sobre todo por sus escritos de filosofía
más bien que de economía, e influyó poco sobre
la política pública. Smith cultivó su jardín aca­
démico, y las flores no brotaron sino más tarde.

La v id a f il o s ó f ic a

Smith nació en Kirkaldy, Escocia, en 1723, pocos


meses después de la muerte de su padre. Su infan­
cia fue tranquila y sin relieves peculiares; a la edad
de catorce años ingresó a la Universidad de Glas­
gow. La buena calidad de sus estudios le ganó una
beca para Oxford, donde pasó seis años, desalen­
tado por lo que consideraba el bajo nivel de la
actividad intelectual y la inmoralidad de sus com­
pañeros estudiantes. En 1751 fue a dar conferencias
en la Universidad de Edimburgo, y al año siguiente
se convirtió en profesor de lógica en Glasgow,
cuando surgió de pronto una oportunidad. La
suerte parecía estar con el joven profesor, porque
al año siguiente quedó vacante la cátedra de filo­
sofía moral, el tópico favorito de Smith, y se le
designó para ese puesto. Dio conferencias sobre
ética, y su libro The Theory of Moral Sentiments
se publicó en 1759. Este libro parece obsoleto pero
interesante al lector moderno. Su idea básica es
52
ADAM SMITH 53
que los sistemas éticos se desarrollan por un pro­
ceso natural a partir de las relaciones personales
individuales, opinión que refleja el interés del si­
glo xvm por la ley natural. El individuo decide
que ciertas acciones son correctas o incorrectas al
observar las reacciones de los demás ante su con­
ducta. Luego se desarrolla un consenso social que
aprueba los patrones de conducta benéficos para
la sociedad y el individuo. El proceso equivale a
una teoría temprana de la acción humana “diri­
gida hacia los demás”. El libro obtuvo éxito in­
mediato y fue aprobado por la intelectualidad. Au­
mentó la reputación de Smith, y aun del Conti­
nente venían jóvenes a estudiar con él. Se puso
luego a escribir un libro sobre economía y empezó
a dar conferencias sobre “Policía, Justicia, Ingre­
sos y Armas” en la universidad.
Llegó entonces su mayor golpe de suerte, que
por lo demás había ganado merecidamente. Char­
les Townshend, el político que más tarde, como
Canciller de la Tesorería, fue responsable del im­
puesto al té y otros gravámenes que ayudaron a
desatar la Revolución Americana, se casó con una
viuda rica y adquirió un hijastro adolescente. Se
requería una educación adecuada para el joven
Duque de Buccleuch, y Townshend decidió darle
lo mejor. Había quedado muy impresionado con
el libro de Adam Smith —y por la estimación po­
pular y crítica que ya había adquirido—, de modo
que contrató al filósofo de cuarenta años para que
actuase como tutor del joven Duque. Para sor­
presa de sus amigos, incluido el filósofo David
Hume, Smith aceptó el encargo, que implicaba una
estancia de tres años en Francia y una pensión
vitalicia de trescientas libras anuales (cerca de mil
54 ADAM SMITH
quinientos dólares, una suma cuantiosa en aque­
lla época).
Gran parte de su estancia en Francia la pasó
en Tolosa, donde por encontrarse aburrido empezó
a escribir su libro sobre economía. Más tarde, en
París, Smith conoció a los fisiócratas Quesnay y
Turgot, y discutió con ellos sus doctrinas.
Al regresar a Escocia, Smith vivió de su pensión
y continuó escribiendo su libro. Sus amigos se pre­
guntaban cuándo lo terminaría, pues parecía tra­
bajar en él incesantemente. Por último, en 1776,
se publicó An Inquiry Into the Nature and Causes
of the Wealth of Nations.1 El libro obtuvo el éxito
pero no la popularidad. Algunos lo leyeron y apre­
ciaron, pero el público en general lo pasó por alto.
Al parecer, William Pitt basó algunas de sus pro­
puestas fiscales de fines del decenio de 1780 en las
ideas de Smith, pero fue sólo cerca de veinte años
después de la muerte de Smith cuando una nueva
generación de escritores, tratando de crear una
ciencia nueva de la economía política, reconoció
i En 1776 ocurrieron otros acontecimientos importantes.
Jeremy Bentham publicó su libro Fragment on Government,
y Richard Price publicó On Civil Liberty. Apareció tam­
bién Decline and Fall of the Román Empire, de Edward
Gibbon. El Parlamento rechazó un proyecto de ley que ha­
bría establecido el sufragio universal masculino. En las colo­
nias norteamericanas continuó el descontento, que culminó
con la Declaración de Independencia. Y la máquina de vapor
de Boulton y Watt se aplicó a la maquinaria fabril por pri­
mera vez.
El Fondo de Cultura Económica editó la obra en es­
pañol con el título Investigación sobre la naturaleza y
causas de la riqueza de las naciones en 1958; la primera
reimpresión de este clásico de la economía está progra­
mada para 1978.
ADAM SMITH 55
a Smith como el fundador de su disciplina y como
un genio importante. Mientras tanto, el autor re­
gresó a Escocia y en 1778 fue nombrado comisio­
nado de aduanas, un puesto que había desempe­
ñado su padre. Su muerte en 1790 pasó casi desaper­
cibida para sus contemporáneos.
Adam Smith no vivió una vida de aventuras.
Cuando tenía tres años de edad fue raptado durante
pocas horas por una banda de gitanos, y ya adulto
se enfrentó brevemente a un ladrón, pero por lo
demás tuvo pocas aventuras. Como suele suceder,
era distraído. Una mañana dominical, cuando pa­
seaba por su jardín en Kirkaldy vistiendo una
toga, se perdió en su concentración y tomando un
camino equivocado caminó veinticinco kilómetros
hasta Dunfermline, antes de que las campanas de
la iglesia interrumpieran sus pensamientos. Pero a
pesar de la personalidad gris de su autor, la Rique­
za de las naciones es un gran libro porque resolvió
el problema fundamental de la filosofía social de
su época.

E l PROBLEMA DE LA FILOSOFÍA SOCIAL: ORDEN O CAOS


EN LA SOCIEDAD

El problema fundamental de la filosofía social


del siglo x v iii consistía en determinar cómo surge
el orden social del caos potencial de una sociedad
individualista. El problema surgía porque la eco­
nomía de mercado en expansión, que penetraba pro­
fundamente en la vida diaria de hombres ordi­
narios, estaba eliminando gradualmente los patro­
nes medievales de la posición social y las obliga­
ciones definidas.
56 ADAM SMITH
En la época medieval cada persona tenía su
lugar como parte de uno o más grupos organi­
zados, cada uno de ellos con sus derechos y obliga­
ciones. El señor y el campesino, el molinero y el
sacerdote, formaban parte de una comunidad al­
deana que continuaba funcionando sobre la base
de obligaciones tradicionales y a menudo hereda­
das hacia los demás. El artesano y el comerciante
eran miembros de gremios y ciudadanos de pue­
blos, y cada uno tenía su lugar y función, por lo
menos en teoría si no en la práctica, basados en
la carta constitutiva del gremio o el pueblo. La
doctrina religiosa sostenía que había una ley na­
tural universal, ordenada por Dios, que funda­
mentaba el orden de la naturaleza y el orden de
la sociedad. Si muchos hombres trabajaban para
mantener a pocos que gobernaban y peleaban,
mientras otros rezaban, ello era así porque Dios
había creado un orden social destinado a la eje­
cución de todas esas tareas necesarias.
Pero el sistema social medieval estaba desapare­
ciendo rápidamente, y para mediados del siglo xvm
había desaparecido ya en gran medida en las ciu­
dades bulliciosas como Londres, orientadas hacia
el comercio internacional, la banca y las finanzas,
y la ganancia de dinero. ¿Qué habría de tomar
el lugar de un sistema social de grupos organiza­
dos y de derechos y obligaciones establecidos? ¿Po­
dría funcionar una sociedad compuesta sólo de
unidades individuales —y además egoístas— que
seguían sus propios impulsos y trataban de supe­
rar a los demás? ¿De qué manera podría lograrse la
armonía social en este ambiente de caos indivi­
dualista?
ADAM SMITH 57

El in d iv id u a l is m o e n l a vida in g l e sa

En el siglo x v iii, Inglaterra era una sociedad abier­


ta en casi todos los aspectos de la vida, fuera
de la política. La iniciativa y la innovación indi­
viduales se estaban volviendo fenómenos masivos.
En las artesanías y las bellas artes, era la edad
de oro de la alfarería y de los grandes fabri­
cantes de muebles como Chippendale y Shera-
ton. La pintura inglesa alcanzaba sus mayores al­
turas con Gainsborough, Reynolds, Romney y otros,
y Handel componía sus grandes oratorios. Apare­
cieron formas nuevas de la literatura: la novela (el
Robinson Crusoe de Defoe, la Pamela de Richard-
son, y el Tom Jones de Fielding); la biografía de
tipo nuevo (Life of Samuel Johnson de Boswell);
la historia popular (History of England de Hu­
me y Decline and Fall of the Román Empire, de
Gibbon), y el ensayo periódico (los de Addison y
Steele que aparecían en The Tatler y The Spec-
tator). Se fundaron en Londres los primeros pe­
riódicos diarios, y apareció la primera revista men­
sual.
El Imperio Británico se extendió por la adqui­
sición de Canadá, Gibraltar, Malta y Ceilán. Ro­
bert Clive y W arren Hastings lograron la supre­
macía británica en la India. El capitán James
Cook exploró el Pacífico desde Australia y Nueva
Zelanda hasta California y Hawai durante más de
un decenio. George Vancouver exploró la costa nor-
occidental de América. James Bruce penetró en
África con una expedición audaz y encontró la
fuente del Nilo Azul. Se arrebató a principios del
siglo la supremacía comercial y naval a los ho­
58 ADAM SMITH
landeses, y Londres remplazó a Amsteidam como
el centro principal del transporte marítimo y las
finanzas de Europa.
Los cambios tecnológicos estaban echando los
cimientos del industrialismo. La industria textil
del algodón se transformó por una serie de inno­
vaciones que crearon la forma moderna de la
manufactura de telas, iniciaron la Revolución In­
dustrial, e hicieron de Lancashire y Liverpool gran­
des centros manufactureros y marítimos. En 1738,
John Kay inventó una “lanzadera volante” que
aceleraba en gran medida el tejido y creaba una
escasez de hilo. Esto condujo al desarollo de una
máquina hiladora, a mediados del decenio de 1760,
por James Hargreaves, un tejedor y carpintero
analfabeto. Pocos años más tarde apareció una má­
quina hiladora mejorada, desarrollada por Richard
Arkwrigth, ex peluquero. Para 1779, Samuel Cromp-
ton, hijo de un pequeño agricultor, había perfec­
cionado una “muía” hiladora,* que podía producir
el hilo más fino en cantidades mucho mayores que
antes. A Crompton le robaron su invento y murió
en la miseria, pero dio su mayor impulso a la
industria textil del algodón de Inglaterra. La ca­
pacidad de producción de hilo en cantidades ma­
yores aumentó enormemente la demanda de al­
godón, y en los Estados Unidos Eli Whitney des­
arrolló la despepitadora, que en forma mecánica lim­
piaba la mota de algodón. Aumentó grandemente
el cultivo de algodón en todo el mundo, y lo mis­
mo ocurrió con el sistema de plantaciones con es­
clavos de los Estados Unidos.
Las innovaciones industriales habían sido pre­
* Hiladora intermitente (Ed.).
ADAM SMITH 59
cedidas por el desarrollo de maquinaria y métodos
nuevos en la agricultura. Jethro Tull, un agri­
cultor distinguido, desarrolló a principios del si­
glo x v iii un taladro para plantar semillas e intro­
dujo la práctica de la siembra en hileras. Charles
Townshend, abuelo del benefactor de Adam Smith
y un estadista prominente, se retiró de la vida po­
lítica en 1730 para dedicar su tiempo al desarrollo
de cultivos nuevos, sobre todo cultivos forrajeros
como el nabo y el trébol. Fue éste un avance im­
portante: antes, la tierra debía permanecer en bar­
becho para recuperar su fecundidad, pero ahora
podría producir cultivos forrajeros y “descansar”
todavía durante un año. Robert Bakewell, otro
agricultor de éxito, desarrolló técnicas de cruza
e introdujo métodos mejorados de administración
ganadera. Arthur Young, el gran autor de libros
sobre agricultura, se pasó la mayor parte de su
vida difundiendo los nuevos métodos y defendien­
do los cercamientos como algo necesario para su
adopción. Las nuevas técnicas agrícolas requerían
granjas más grandes, más capital, y campos cerca­
dos, de modo que de 1760 a 1830 los campos abier­
tos de Inglaterra se rodearon cada vez más de
cercas y fosos. Las granjas pequeñas y las tierras
comunales de las aldeas desaparecieron para crear
superficies de cultivo más grandes. La mayor pro­
ducción agrícola y los menores costos de producción
significaban que un número mayor de personas
podría unirse a la fuerza de trabajo de las cre­
cientes ciudades industriales.
Estos fueron sólo algunos de los eventos princi­
pales y de los personajes más importantes asocia­
dos con ellos. Miles de otros hombres que se des­
empeñaban en el comercio y la industria, la agri­
60 ADAM SMITH
cultura, la exploración y la construcción de impe­
rios, las artes, y otros aspectos de la vida inglesa,
aprovecharon las oportunidades con iniciativa e
imaginación. Muchos de ellos eran de humilde
origen. Aun en la política, el último bastión del
privilegio, algunos recién llegados como Edmund
Burke pudieron labrarse posiciones de prominencia
y poder.
Éste era el lado práctico, ordinario del proceso
social que los filósofos como Smith trataban de
analizar. Los filósofos podían ver por todos lados
una economía en fermentación, donde el cambio
estaba a la orden del día. Se estaban haciendo
progresos a causa de los esfuerzos individuales de
miles de hombres que actuaban por su propia cuen­
ta. No parecía haber orden ni razón detrás del
proceso; la humanidad estaba avanzando sin du­
da, quizá con vacilaciones, pero siempre hacia
adelante, hacia lo que parecía ser un mundo me­
jor. En un sentido había un problema teórico por
resolver: ¿cuáles eran los principios que produ­
cían relaciones sociales ordenadas en una sociedad
individualista, competitiva, cambiante? En otro
sentido, el problema era enteramente práctico: ¿im­
pedirían o promoverían el progreso de tal sociedad
la regulación y el control gubernamentales?

L a LEY NATURAL EN LA CIENCIA Y LA TEORIA POLÍTICA


Una nueva visión del mundo estaba emergiendo
en tiempos de Adam Smith, y dentro de su marco
los escritores de ciencias sociales empezaban a cons­
truir explicaciones nuevas de las relaciones huma­
nas y sociales. El Renacimiento (siglos xv y xvi)
ADAM SMITH 61
introdujo un punto de vista racional, científico,
y la Reforma (siglo xvi) debilitó grandemente las
explicaciones religiosas de los fenómenos naturales
y sociales. En los siglos x v ii y x v iii, el desarrollo
de la ciencia y de las matemáticas fortaleció en
gran medida las explicaciones naturalistas por opo­
sición a las teológicas y condujo a la elaboración
de teorías donde las solas fuerzas naturales bastaban
para explicar los acontecimientos.
El mayor de los adelantos en las ciencias natu­
rales fue logrado por el físico inglés Isaac Newton
(1642-1727). Su obra Mathematical Principies of
Natural Philosophy (1687) representaba un univer­
so mecánico que operaba bajo la influencia de las
leyes naturales básicas del movimiento, la gravi­
tación, y la conservación de la energía para al­
canzar un balance de fuerzas, o equilibrio, donde
todos los objetos tenían su lugar correcto. Era
ésta una gran teoría cuya validez se demostró ante
la opinión pública por el regreso del Cometa Hal-
ley en 1759, como lo había pronosticado Edmund
Halley tras de calcular su órbita en 1682.
Otras ciencias se desarrollaron también con base
en las leyes naturales. Robert Boyle descubrió en
1660 que el volumen de un gas varía inversamente
con la presión. Antoine Lavoisier demostró la ley
de la conservación de la materia mediante un aná­
lisis químico cuantitativo: la materia cambia de
forma pero no de cantidad. En la biología, Wi-
lliam Harvey descubrió y demostró la circulación
de la sangre; y en el siglo x v iii se hizo hincapié
en la regularidad de la naturaleza cuando se cla­
sificaron en forma sistemática las formas vegetales
y animales en grupos interrelacionados, por botá­
nicos y zoólogos.
62 ADAM SMITH
La teoría política fue la primera de las áreas
de las ciencias sociales que hizo hincapié en la ley
natural, la regularidad y el equilibrio. Hugo Gro-
cio (1583-1645), el teórico del derecho holandés y
padre del moderno derecho internacional, enunció
las ideas básicas. Grocio postuló que los seres hu­
manos son inherentemente seres sociales y no pue­
den sobrevivir sin alguna forma de organización
social. Por lo tanto, decía Grocio, deben satisfa­
cerse ciertas condiciones mínimas, o ciertas leyes
naturales de la sociedad, para que pueda existir
la sociedad humana. Grocio enumeró las condi­
ciones naturales de la sociedad como la seguridad
de la propiedad, la buena fe y los tratos justos, y
la correspondencia entre los esfuerzos y las recom­
pensas individuales.
Sin embargo, fue en Inglaterra donde se desarro­
llaron en mayor medida las teorías del Estado ba­
sadas en el derecho natural. Durante los siglos
x v ii y xvm, los ingleses se ocuparon de cambiar
una monarquía que pretendía la autoridad absolu­
ta basada en un derecho divino por un gobierno
constitucional basado en el consentimiento de los
gobernados. La teoría clásica de la democracia sur­
gió de los acontecimientos y del debate.
Los hombres son inherentemente egoístas, se de­
cía, y crean gobiernos para proteger sus derechos
naturales como individuos: la vida, la libertad y
la propiedad. Un defensor de la monarquía abso­
luta, Thomas Hobbes (1588-1679), argüía en favor
del absolutismo alegando que entre mayor fuese
el poder ejercido por el soberano más eficaz sería
la restricción social del elemento egoísta, comba­
tivo, de la naturaleza humana. En cambio, John
Locke (1632-1704) sostenía que el orden y la li­
ADAM SMITH 63
bertad son compatibles: los hombres crean gobier­
nos para evitar el caos y preservar sus derechos
naturales, pero el poder absoluto no se concede
a nadie. La función del Estado consiste en impo­
ner las leyes de la naturaleza y castigar sus infrac­
ciones, y las leyes de la naturaleza son superiores
aun a los actos del Estado. Dentro de esta estruc­
tura, afirmaba Locke, podía darse rienda suelta
a la acción individual. A estos fundamentos de la
teoría democrática, Locke y sus seguidores aña­
dieron la teoría del gobierno de la mayoría: los
intereses de cada uno en la preservación del orden
eran en esencia similares, y el método más adecuado
para determinar el bien común es la toma de de­
cisiones por la mayoría. Sólo el individuo puede
saber lo que más le conviene, y si bien un individuo
puede equivocarse en un caso cualquiera, resulta
muy improbable que el consenso de un grupo gran­
de esté seriamente equivocado. Por último, el fi­
lósofo judío Baruch Spinoza (1632-1677) agregó el
último eslabón de la filosofía política liberal: son
necesarios los contrapesos dentro del gobierno
para atemperar el poder con la justicia, y los teó­
ricos políticos ingleses incluyeron rápidamente esa
idea en la teoría democrática.
A principios del siglo x v iii, los filósofos polí­
ticos ya habían desarrollado una teoría de la de­
mocracia liberal basada en los preceptos del dere­
cho natural. Un análisis de la economía en tér­
minos similares era el tópico siguiente en la agenda.
Hacia mediados del siglo, varios autores intentaron
sin éxito la elaboración de tratados sistemáticos de
las leyes naturales de la vida económica y su re­
lación con la libertad individual y la acción gu­
bernamental. Adam Smith dirigió sus esfuerzos
64 ADAM SMITH
precisamente a este problema de la filosofía social.
El resultado fue La riqueza de las naciones.

El s is t e m a d e l a l ib e r t a d n a t u r a l d e S m it h

Adam Smith defendía un “sistema de libertad


natural”, donde cada individuo quedara en liber­
tad de desplegar y avanzar sus propios intereses.
Este sistema, decía Smith, se traduciría en la ma­
yor riqueza para el individuo y para la sociedad.
En realidad, el esfuerzo mismo del individuo por
servirse a sí mismo produciría beneficios máximos
para el conjunto de la sociedad y para otros indi­
viduos. Éste era el principio sencillo que permi­
tiría el desarrollo del orden social en una sociedad
individualista.
Los defensores del mercantilismo y la regula­
ción gubernamental habían supuesto que los de­
seos egoístas de los individuos producirían menos
riqueza para todos, a menos que las acciones hu­
manas fuesen reguladas y controladas. Más para
mí significa menos para ti, tal era el supuesto, a
menos que los esfuerzos personales se orientaran
hacia la obtención de más para todos.
Este argumento está errado, afirmaba Smith. Si
yo quiero algo de ti debo producir algo que tú
desees y cambiarlo por lo que tú tienes. Los dos nos
beneficiamos, porque ambos damos algo de menor
valor para nosotros que el producto recibido a
cambio; en consecuencia, el bienestar de ambos
aumenta en relación con la situación inicial.
No es la benevolencia del carnicero, del cerve­
cero o del panadero la que nos procura el alimento,
ADAM SMITH 65
sino la consideración de su propio interés. No invoca­
mos sus sentimientos humanitarios sino a su egoísmo;
ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus
ventajas.
Según Smith, el interés propio en una sociedad
libre conducirá al progreso y el crecimiento más
rápidos que un país pueda alcanzar. Los hombres
ahorrarán para mejorar sus propias posiciones, y
al obrar así añadirán más capital a los recursos del
país. Emplearán ese capital en la forma más ren­
table, y al obrar así producirán las cosas más de­
seadas por los demás. Aun cuando las leyes y re­
gulaciones impidan la libertad para invertir, estas
motivaciones serán tan fuertes que todavía lleva­
rán al crecimiento y la riqueza:
El esfuerzo uniforme, constante e ininterrumpido de
cada hombre por mejorar su condición, el principio
del que se deriva originalmente la opulencia pública
y nacional, al igual que la privada, es con frecuencia
suficientemente poderoso para mantener el progreso
natural de las cosas hacia el mejoramiento, a pesar de
la extravagancia del gobierno y de los peores errores
de la administración.
En opinión de Smith, el gobierno es el obstáculo
principal para el progreso económico. En el sistema
de la libertad natural sólo hay tres funciones legí­
timas para el gobierno: el establecimiento y man­
tenimiento de una recta administración de justi­
cia, la defensa nacional, y “ ...establecer y soste­
ner aquellas instituciones y obras públicas [que
por su costo nunca podría interesar] a un indi­
viduo o a un corto número de ellos”. Sin embargo,
Smith no incluía muchas instituciones en esta cate­
66 ADAM SMITH
goría: caminos y comunicaciones, muy bien, pero
su costo debiera ser pagado por el usuario a través
de peajes, y no por el contribuyente general. La
educación y la instrucción religiosa, quizá; su bene­
ficio era general pero podrían ser ofrecidas por la
empresa privada o financiadas con contribuciones
voluntarias tanto como por el gobierno. Toda otra
actividad gubernamental sería más dañina que
benéfica, aunque se basara en los motivos más no­
bles:
Todo sistema que trate . . . de canalizar hacia una
especie particular de industria una porción del capital
de la sociedad mayor de la que recibiría naturalmen­
te . . . retarda, en lugar de acelerar, el progreso de la
sociedad hacia la riqueza y grandeza verdaderas.
Aunque Smith se oponía claramente a la activi­
dad gubernamental, no debe suponerse que estaba
i favor de que se diese rienda suelta a los negocios.
Advertía la tendencia de los empresarios a conspirar
:>or su propio beneficio en contra del público:
Quienes se dedican a una misma actividad se reúnen
raras veces, aun para divertirse, pero la conversación
termina en una conspiración en contra del público, o
en alguna connivencia para aumentar los precios.
»in embargo, Smith no temía al monopolio. Vivía
:n una época más simple que la nuestra, antes
leí crecimiento de las grandes empresas y las
dantas industriales gigantescas. El único ejemplo
le producción industrial que se encuentra en su
ibro es una fábrica de alfileres que empleaba cer-
a de dos docenas de trabajadores artesanales. En
•sa época, el capital requerido para la iniciación
ADAM SMITH 67
de casi cualquier actividad era pequeño, la tecno­
logía era simple y al alcance de todos, y el mono­
polio sólo existía cuando el gobierno concedía y
protegía privilegios especiales. Smith confiaba en
que ningún monopolio privado podría durar mu­
cho tiempo sin la protección del gobierno; los be­
neficios monopólicos alentarían de inmediato la
competencia, lo que destruiría el monopolio.
El m e r c a d o a u t o c o n t r o l a d o
Si el interés propio era la fuerza conductora de
la economía, el mecanismo mediante el cual fun­
cionaba era un sistema de mercados que se ajus­
taban solos. La competencia entre vendedores que
se esforzaban por obtener beneficios se traduciría
naturalmente en un patrón de producción adecua­
do a las necesidades y los deseos de los consumido­
res, mientras que los beneficios se mantendrían en
una cantidad mínima apenas suficiente para mo­
tivar a los productores.
Según Smith, cada bien tiene un precio “natu­
ral”. En las sociedades primitivas ese precio se de­
termina por la cantidad de trabajo necesaria para
la producción. En las sociedades más avanzadas,
donde se ha desarrollado la propiedad privada, el
precio natural depende de los costos de producción,
o sea la cantidad que debe pagarse por concepto
de salarios, rentas y beneficios. Siempre que el
precio de mercado de un bien difiera de su precio
natural, se ponen en movimiento fuerzas del mer­
cado para corregirlo. Como explica Smith:
Cuando el precio de una cosa es ni más ni menos
que el suficiente para pagar la renta de la tierra, los
68 ADAM SMITH
salarios del trabajo y los beneficios del capital em­
pleado en obtenerla, prepararla y traerla al mercado,
de acuerdo con sus precios corrientes, aquélla se vende
por lo que se llama su precio natural.
El artículo se vende entonces por lo que precisa­
mente vale o por lo que realmente le cuesta a la
persona que lo lleva al mercado......
Cuando la cantidad de una mercancía que se lleva
al mercado es insuficiente para cubrir la demanda efec­
tiva, es imposible suministrar la cantidad requerida
por todos cuantos se hallan dispuestos a pagar... Al­
gunos de ello s... estarán dispuestos a pagar más
por ella. Por tal razón se suscitará entre ellos inme­
diatamente una competencia, y el precio de mercado
subirá...
Cuando la cantidad llevada al mercado excede a
la demanda efectiva, no puede venderse entonces
toda ella entre quienes estarían dispuestos a pagar
el valor completo de la renta, salarios y beneficio que
costó la m ercancía... El precio de mercado bajará.
Estos cambios del precio ponen en m ovim iento
im bios correspondientes en la cantidad producida,
uando el precio de m ercado de un bien es mayor
ue su precio natural, se producirá más de ese bien
se llevará al mercado. En cam bio, la producción
ijará cuando el precio del mercado esté por de-
ijo del precio natural y cuando, por ende, no
ledan pagarse a sus tasas naturales los recursos
ipleados en la producción. Smith describe tam-
én cóm o responde la producción a las relaciones
precios:
Homo la cantidad de cualquier mercancía que se lle-
ra al mercado se ajusta por sí misma a la demanda
fectiva... Si alguna vez las remesas de mercaderías
ADAM SMITH 69
exceden la demanda efectiva, alguna de las partes com­
ponentes del precio se pagará por abajo de su tasa
natural. Si la porción afectada es la correspondiente a
la renta de la tierra, el interés de los dueños les induci­
rá a destinar parte de sus fincas a producir otros ar­
tículos y si es el salario o el beneficio, el interés de los
trabajadores, en uno de los casos, y el de los patronos,
en el otro, les inducirá a retirar rápidamente una parte
de su trabajo o del capital de este empleo. De este
modo la cantidad que se ofrece en el mercado será, en
poco tiempo, insuficiente para cubrir la demanda efec­
tiva, y todas las diferentes partes de su precio volve­
rán a su nivel natural y el precio global a su precio
también natural.
Si, por el contrario, la cantidad llevada al mercado
fuese, en ocasiones inferior a la demanda efectiva, al­
guna de las partes componentes de su precio se elevaría
por encima de su nivel natural. Si es la renta, el
interés de todos los demás terratenientes hará que
dediquen más tierra para el cultivo de ese fruto; si
es el salario o el beneficio, el interés de los otros
trabajadores y negociantes les obligará pronto a em­
plear más trabajo y más capital en la preparación de la
mercancía y en el acarreo al mercado. La cantidad
de mercancías ofrecidas a los compradores pronto será
suficiente para satisfacer la demanda efectiva, todos
los componentes del precio bajarán pronto a su tasa
natural, y el precio global a su precio natural.
El precio natural viene a ser, por esto, el precio
central, alrededor del cual gravitan continuamente los
precios de todas las mercancías. Contingencias diversas
pueden a veces mantenerlos suspendidos, durante cier­
to tiempo, por encima o por debajo de aquél; pero,
cualesquiera que sean los obstáculos que les impiden
alcanzar su centro de reposo y permanencia, continua­
mente gravitan hacia él.
De este modo, el conjunto de actividades desarro-
70 ADAM SMITH
liadas anualmente para situar cualquier mercancía en
el mercado, se ajusta en forma natural la demanda
efectiva. Claro está, se procura llevar siempre al mer­
cado la cantidad precisa y suficiente para cubrir con
exactitud, sin exceso alguno, esa demanda efectiva.
En los dos últimos siglos se ha añadido poco a
esta descripción del equilibrio del mercado. Los eco­
nomistas contemporáneos usan el término de pre­
cio normal, en lugar del de precio natural, y enun­
cian con mayor cuidado las condiciones exactas en
que tal precio prevalece. Se ha desarrollado un
análisis mucho más complejo de los costos de pro­
ducción, y el proceso mediante el cual responde el
nivel de producción ha sido analizado con mayor
detalle. Pero las descripciones básicas de la forma
en que la oferta y la demanda determinan un pre­
cio de equilibrio, en que la competencia empuja
ese precio hacia un nivel que apenas cubra los
costos de producción (y en que la producción res­
ponde a la demanda, han permanecido fundamen­
talmente inmutables en los escritos de generacio­
nes sucesivas de economistas.
El análisis hecho por Smith de la economía de
mercado autocontrolado tenía una importancia
enorme. Mostraba dicho análisis que la produc­
ción se ajustará en forma automática al patrón de
la demanda de consumo, cualquiera que sea esa
demanda y como quiera que se desplace y cambie.
Mostraba que la competencia entre vendedores ha­
rá bajar los precios hasta el nivel más bajo posible
compatible con la continuación de la producción
a niveles satisfactorios para los consumidores. Mos­
traba que los recursos se asignarán en la forma
más eficiente y económica, empleando como crite­
ADAM SMITH 7i
rio de la eficiencia y la economía la satisfacción
de las necesidades del consumidor a los precios
más bajos posibles compatibles con la continuación
de la producción a los niveles deseados. Y mos­
traba que todo esto podría lograrse mediante la
libre operación de las fuerzas del mercado, sin
interferencia ni dirección del gobierno ni de nin­
guna otra agencia de administración económica.
Sin embargo, Smith hacía hincapié en que estos
resultados ideales podrían impedirse por los obs­
táculos a la libertad plena de la actividad econó­
mica, como los "secretos en las manufacturas”, los
“secretos en el comercio”, la “singularidad del sue­
lo y la situación”, el “monopolio”, y “todas las le­
yes que restringen ... la competencia”. Smith se
oponía particularmente al monopolio en todas sus
formas, y algunos de sus comentarios más agudos se
refieren a los males del monopolio:
Los monopolistas manteniendo siempre bajas las
disponibilidades de sus productos en el mercado, y no
satisfaciendo jamás la demanda efectiva, venden sus
géneros a un precio mucho más alto que el natural,
y elevan por encima de la tasa natural sus ganancias,
bien consistan éstas en salarios o en beneficios.
El precio de monopolio es, en todo momento,
el mayor que se puede exprimir a los compradores.
Cualquiera que sea la fuente de las restricciones
a la libertad económica que llevan al monopolio
—el gobierno, la empresa, o la mano de obra—,
recibirá la reprobación de Adam Smith.
72 ADAM SMITH

DOS RESERVAS

Conviene advertir aquí dos limitaciones del aná­


lisis del mercado libre hecho por Smith. Estas
limitaciones constituyeron el meollo de las crí­
ticas elaboradas por los socialistas del siglo xix,
y las teorías de economistas posteriores no las han
superado satisfactoriamente.
La primera limitación se refiere a la naturaleza
de la “demanda efectiva” y a su dependencia del
patrón de la distribución del ingreso. Es correcto
el argumento de que la producción se adaptará
al patrón de la demanda de consumo, pero si la
distribución del ingreso es muy desigual, ese patrón
proveerá mucho al rico y poco al pobre. Si la
distribución del ingreso no es correcta y adecuada,
:le poco sirve argüir que la producción sea efi-
:iente y económica. Si la distribución del ingreso
istá errada, el patrón de la producción también
o estará, por eficiente que sea el funcionamiento
leí mercado libre para igualar la producción con
a demanda. Este problema básico fue planteado
:asi de inmediato por los socialistas surgidos de la
>rimera Revolución Industrial, y poco después lo
onvirtió Karl Marx en una teoría del derrumbe
leí capitalismo. Las generaciones posteriores de
conomistas han tratado de ofrecer respuestas al
>roblema —con mayor éxito en el período de 1890
1910—, pero sus resultados no han sido del todo
atisfactorios.
La segunda limitación, estrechamente relacionada
on la de la justicia económica, se refiere a la pro-
iedad privada de la tierra y el capital. Adam Smith,
>mo buen liberal económico, apoyaba la institu­
ADAM SMITH 73

ción de la propiedad privada como algo natural y


necesario para la preservación de los incentivos eco­
nómicos. Sin embargo, concedía esta necesidad sólo
en las sociedades avanzadas. En la sociedad primi­
tiva sólo el trabajo necesita una remuneración como
factor productivo, y el costo de producción consiste
sólo en los salarios. En las sociedades avanzadas, la
renta de la tierra y el beneficio del capital se con­
vierten en parte de los costos de producción. En el
caso de la renta y el beneficio, los costos de pro­
ducción son claramente productos de la organiza­
ción social, no fenómenos naturales en el mismo
sentido que el trabajo humano y la motivación del
interés propio. Esta reserva echaba a perder el gran
esquema de Smith acerca de un equilibrio de fuerzas
naturales en el mercado.
Los socialistas pronto se dieron cuenta de las de­
ficiencias de la lógica de Smith. Sólo una remune­
ración al trabajo era natural, sostuvieron, y el estado
natural de la sociedad sólo se recobraría cuando
todo el valor de la producción se entregase al tra­
bajo mediante la propiedad social de la tierra y del
capital. Entonces podría alcanzarse también la jus­
ticia económica, porque todo el producto de la
sociedad iría a manos de quienes trabajaban, y el
patrón de la demanda efectiva no se vería distor­
sionado por un ingreso no ganado. En capítulos
posteriores exploraremos en mayor detalle el diá­
logo sostenido a propósito de la justicia económica
por los críticos y los defensores del orden exis-
tenté.
ADAM SMITH

E l c r e c i m i e n t o e c o n ó m ic o
Adam Smith no le interesaban primordial-
Qte estas cuestiones de la justicia de la distri-
:ión del ingreso, que no se convirtieron en tó-
ds importantes para los economistas sino des-
s del surgimiento del socialismo. Smith se inte-
ba mucho más por el crecimiento económico y
vanee de la sociedad a niveles más altos, lo que
bién explicó en términos de las motivaciones
lanas inherentes en la psicología del individuo,
nodo que eran inevitables y naturales en una
idad libre.
gún Smith, el “progreso de la opulencia” es el
Itado directo de tres factores: división del tra-
, ampliación de los mercados y acumulación
rapital. A medida que la productividad aumen-
Dr el efecto de estos factores, “una abundancia
ral se difunde por todos los niveles diversos
i sociedad”.
especialización en la producción y la división
rabajo se basan en una “propensión a permu-
intercambiar una cosa por otra” que según
i es inherentemente humana. Sólo los huma-
nuestran esta propensión: “nadie vio jamás
írro haciendo un intercambio justo y delibera-
: un hueso por otro con otro perro”. Además,
isma inclinación psicológica que lleva a los
res a comerciar, y por ende origina la espe-
ición, los vuelve dependientes unos de otros;
jendra así el complejo tejido social de la eco-
l de mercado. Sin embargo, ésta es una con-
>n obsoleta: el economista moderno sostiene
)s hombres se especializan en la producción
ADAM SMITH 75

de una cosa, en lugar de tratar de producir todo


lo que necesitan, porque así aumentan su produc­
tividad y sus ingresos.
Así como el intercambio origina la especializa-
ción y la división del trabajo, afirmaba Smith, “la
extensión de esta división debe estar limitada siem­
pre ... por la extensión del mercado”. Cuando
el mercado es pequeño, nadie puede dedicarse a
producir un solo bien. Pero cuando el mercado
se expande, los hombres podrán especializarse y
obtener así las ventajas de una eficiencia incre­
mentada. Los mercados más amplios conducen a la
mayor especialización, la productividad mayor y la
riqueza incrementada, y al uso del dinero en un
esfuerzo por superar las dificultades del trueque
en un sistema de relaciones de intercambio com­
plejas.
Nada de este crecimiento económico puede ocu­
rrir sin grandes cantidades de capital, reunidas
por el ahorro y empleadas para aumentar la pro­
ductividad y promover una especialización y una
ampliación de los mercados mayores aún. La acu­
mulación del capital se consideraba la clave de la
expansión económica. Pero todo el proceso dependía
de la seguridad de la propiedad:
En todos aquellos países en los que reina una ra­
zonable seguridad, no hay hombre de mediano ta­
lento que no procure emplear todo el capital que
pueda conseguir, bien en proporcionarse un goce ac­
tual, o un beneficio futuro . . . El hombre que en un
país seguro no emplea el capital de que dispone en
una de estas dos formas, bien le pertenezca directa­
mente o lo consiga por vía de préstamo, es realmente
un insensato.
76 ADAM SMITH
En todos aquellos infortunados países cuyos habi­
tantes se ven continuamente expuestos y sacrificados
a la violencia de quienes ocupan una posición supe­
rior, es cosa muy frecuente enterrar y esconder una
gran parte de su fortuna . . . práctica frecuente en
Turquía, en el Indostán y en la mayor parte de los
gobiernos de Asia.
Smith sabía bien que el crecimiento económico
produce el cambio y la diversidad. A medida que
el capital se acumula, el progreso natural de la
opulencia pasa de la agricultura a la manufactura
y luego al comercio, y la sociedad rica muestra
la prosperidad en estas tres áreas. Una agricul­
tura en desarrollo origina el crecimiento de los pue­
blos, los que a su vez ofrecen un mercado mayor
para los productos agrícolas, y una sociedad ur­
bana y rural desarrollada ofrece mayores opor­
tunidades para el comercio y el transporte. El co­
mercio incrementado estimula aún más las manu­
facturas y la producción agrícola especializada para
la exportación. La población aumenta al crecer la
productividad, lo que facilita una expansión ma­
yor aún del mercado y estimula más aún la espe-
dalización y la acumulación de capital.
Por este proceso avanza la economía hacia nive­
les de desarrollo cada vez más altos, elevando con­
sigo todo el orden social. Pero al mismo tiempo
mantiene el equilibrio ordenado del mercado que
tiende continuamente hacia un patrón de produc-
:ión adecuado a la demanda efectiva. El sistema
le la libertad natural produce un equilibrio de
iuerzas que avanza siempre hacia la opulencia.
ADAM SMITH 77

L a a p o r t a c ió n d e S m ith
El análisis de la economía de mercado hecho por
Smith hacía hincapié en que el individualismo se
traducía en orden, no en caos. Aunque cada per­
sona compite con todas las demás por la riqueza
y el beneficio, su misma competencia desata fuer­
zas del mercado que conducen a un incremento
ordenado de la riqueza del país. El deseo de la pros­
peridad, aunado a una tendencia natural hacia el
comercio y el intercambio, conduce a la especiali­
zación, la inversión de capital, y el crecimiento
económico estable. La economía libre sirve al in­
dividuo, cuyos deseos y necesidades se satisfacen por
la tendencia natural de los productores a fabricar
y vender lo que deseen los consumidores. Por lo
tanto, se maximiza el bienestar de la comunidad.
El dilema moral de escritores anteriores se resol­
vía con el análisis de Smith, porque ya no había
conflicto entre los beneficios individuales y sociales.
Toda la estructura descansaba en el juego libre,
competitivo, del egoísmo individual. Smith mos­
traba que las motivaciones alabadas por Mande-
ville medio siglo antes constituían la fuente del
crecimiento económico, el orden social y el bienes­
tar general. El camino hacia la hermandad —por
lo menos en los asuntos económicos— pasa por el
egoísmo competitivo. Adam Smith proveía así a
los filósofos sociales y a los moralistas de respuestas
a los problemas que habían quedado sin solución
durante un siglo.
Además, Smith dotaba a los economistas futuros
del marco analítico de la ciencia de la economía.
Su visión de un equilibrio de mercado competí-
78 ADAM SMITH
tivo que sigue una ruta de crecimiento hacia la
riqueza y la abundancia definía los problemas que
la ciencia de la economía ha afrontado desde en­
tonces. Su formulación de las soluciones —el mer­
cado autocontrolado y el proceso de la acumula­
ción de capital— fue el punto de partida de un
complejo sistema teórico que los economistas pos­
teriores han precisado con lujo de detalles. La
contribución puramente científica de Smith ha
sido enorme y, en su estructura básica, su marco
sigue siendo el corazón de la economía científica.
Se advierte sin dificultad por qué La riqueza
de las naciones es uno de los grandes libros de la
civilización Occidental. Por una parte es una polé­
mica escrita para su propia época y dirigida en
contra de las prácticas y políticas de gobierno en­
tonces existentes. Por la otra, es un tratado filo­
sófico que se ocupa de problemas fundamentales del
orden y el caos en la sociedad humana. Por último,
es un tratado científico que analiza los principios
de acuerdo con los cuales funciona el sistema eco­
nómico. Los tres tópicos están tan estrechamente
ligados que ningún aspecto del argumento se man­
tiene por sí solo, sino que cada uno de ellos apoya
a los demás. El libro es una amalgama fascinante
de ideología, filosofía y análisis científico.
IV. LA ECONOMÍA CLÁSICA
A d a m S m ith fundó una "escuela” de economía.
Particularmente fuertes en Inglaterra, los seguidores
de Smith dominaron el campo en Europa y los
Estados Unidos durante casi un siglo. Represen­
taron el enfoque ortodoxo a los problemas y la po­
lítica económicos hasta el último cuarto del si­
glo xix y estaban unidos por su aceptación del
liberalismo de Smith y de su sistema de la libertad
natural. Su sistema analítico se fundaba en el
equilibrio descubierto por Smith de la oferta y
la demanda en mercados competitivos, y en ge­
neral estaban a favor de la libertad de acción para
la empresa y de fuertes limitaciones para el go­
bierno. Eran intemacionalistas y defendían el li­
bre comercio y el libre movimiento del capital.
“Economía clásica” es el nombre que suele darse
a este estilo de pensamiento.
Además de Smith, cuatro economistas hicieron
contribuciones importantes al sistema clásico. Fue­
ron ellos Thomas R. Malthus, David Ricardo, Je-
remy Bentham y Jean Baptiste Say. Estos autores
trataron de analizar la economía en términos de
unos cuantos principios básicos, ya que trabajaron
sobre todo durante el turbulento primer cuarto del
siglo xix, cuando la economía mundial bullía con
los cambios generados por la guerra, la revolución,
el cambio económico, el crecimiento demográfico,
las tecnologías nuevas y las revueltas políticas. Al
obrar así, convirtieron la economía en la primera
“ciencia” social.
79
80 LA ECONOMÍA CLÁSICA

I n g l a t e r r a a n t e l a R e v o l u c ió n F r a n c e sa

Acababa de publicarse La riqueza de las naciones


de Adam Smith cuando se inició una época de re­
voluciones, las grandes revoluciones políticas y so­
ciales de las colonias norteamericanas y más tarde
de Francia que barrieron con el último vestigio
del feudalismo europeo y del orden aristocrático
antiguo. Había en Inglaterra muchas simpatías
por los revolucionarios norteamericanos, pues mu­
chos ingleses sentían que su propia sociedad con­
servaba vestigios indeseables del antiguo orden. Una
de las razones del éxito de la Revolución America­
na fue sin duda alguna la oposición de los liberales
ingleses a la continuación de la guerra. La reforma
política era una cuestión particularmente delicada
en Inglaterra, porque muchos miembros del Par­
lamento representaban distritos escasamente po­
blados, mientras que algunas ciudades grandes, que
surgían a resultas del cambio económico, no te­
nían representante alguno.
Muchos ingleses se mostraron favorables a la
Revolución Francesa también. Pensaron que lle­
varía la democracia a Francia, desarrollaría una
sociedad similar a la de Inglaterra, y establecería
la paz entre dos naciones que habían estado en
guerra intermitentemente durante más de cien años.
Charles James Fox, líder del partido liberal whig,
elogió la toma de la Bastilla, llamándola el “acon­
tecimiento más grande ... que jamás haya ocurrido
en el mundo”. Aun William Pitt, el primer ministro
tory pensó que la Revolución haría que Francia
se asemejase más a Inglaterra, y pronosticó quince
años de paz y tranquilidad entre las dos naciones.
LA ECONOMÍA CLASICA 81
Por supuesto, hubo conservadores que se opu­
sieron a la Revolución Francesa desde el principio.
Por ejemplo Edmund Burke, en su libro Reflec-
tions on the French Revolution (1790), se opuso
al tratamiento dado al rey y los aristócratas fran­
ceses por la plebe, y temió que la libertad, la
justicia y el orden fueran destruidos por el cre­
ciente radicalismo de las “puercas multitudes”.1
Cuando se inició el Reinado del Terror, la opi­
nión británica pasó a apoyar la posición conserva­
dora. Los líderes intelectuales que estaban a favor
de la Revolución —como Thomas Payne, quien
escribió The Rights of Man en 1790, como una
respuesta a Burke— se vieron desacreditados. Al­
gunos de ellos cambiaron de opinión para apoyar
la posición conservadora. El primer ministro Wi-
lliam Pitt había llegado al poder con una plata­
forma de reforma social y económica, pero viró
hacia una política de conservadurismo sin conce­
siones. En cierto momento expresó: “Observando
que las consecuencias más lamentables se han pro­
ducido allí donde han ocurrido los cambios mayo­
res ... y ... observando que en este sacudimiento
general la constitución de la Gran Bretaña ha per­
manecido pura e inmutable en sus principios vi­
tales ... me parece justo declarar mi opinión más
firme en el sentido de que... aun el cambio más in­
significante en tal constitución debe considerarse
1 El título de este libro ha sido tomado de un pasaje
de las Reflections de Burke: "La época de la caballero­
sidad ha muerto, la de los sofistas, economistas y calcu­
ladores ha tomado su lugar, y la gloria de Europa se ha
extinguido para siempre”. Ya en esa época se consideraba
al economista como un reformador liberal.
82 LA ECONOMÍA CLASICA
:omo un mal.” La política del gobierno británico
>e centró en el mantenimiento del statu quo, en la
resistencia a la reforma y —lo que es peor— en
'.a supresión de los puntos de vista liberales.
Cuando se iniciaron las guerras con Francia, se
:omó acción legal en Inglaterra para “impedir la
ieslealtad”. En 1795 se suspendió por cinco años
a Ley del Habeas Corpus; se prohibieron todas
as asociaciones secretas; se clasificaron legalmente
:omo burdeles todos los salones de conferencias
londe se cobrara la entrada, a fin de impedir
as reuniones; toda reunión a la que asistieran más
le cincuenta personas debía ser supervisada por
m magistrado; todas las publicaciones impresas
lebían registrarse en el gobierno; se prohibió la
■xportación de periódicos ingleses; en 1799 se su-
>rimió la Sociedad de Correspondencia, formada
»or un grupo de liberales que trataba de difundir
as noticias de la causa liberal escribiendo cartas.
Ih ese año y el siguiente promulgaron las leyes con-
ra asociaciones que prohibían toda asociación de
i-abajadores o empresarios tendiente a regular las
ondiciones del empleo. No hay pruebas de que
is leyes se hayan aplicado contra los empresarios,
ero los trabajadores fueron perseguidos y los sindi-
atos nacientes destruidos. Prevalecía una atmósfera
e represión.
Se impidió la reforma, pero la marcha de los
contecimientos no podía ser detenida. Los años
e guerra de fines del siglo xvm y principios del
glo xix fueron años de cambios amplios y rápi-
os. La demanda durante la guerra estimuló gran-
emente la industrialización. Los aumentos de pre-
os de los alimentos en tiempos de guerra acele­
LA ECONOMÍA CLASICA 83
raron la revolución agrícola. La población estaba
creciendo rápidamente y emigrando del campo a
la ciudad. A medida que crecían las ciudades, se
desarrollaban en gran escala los barrios miserables,
los sistemas inadecuados de agua y drenaje, y todos
los demás males urbanos. La multitud de proble­
mas económicos y sociales generados por estos cam­
bios enormes estaba sin solución, mientras que “el
orden establecido” se concretaba a mantenerse en
su posición y a suprimir 'a los “radicales”.
M a l t h u s y l a t e o r ía d e l a p o b l a c ió n

Uno de los problemas más apremiantes sur­


gidos durante los años de las guerras francesas se
refería a los pobres. En Inglaterra siempre había
habido pobres, pero en la antigua sociedad aris­
tocrática, rural, cada parroquia se había ocupado
tradicionalmente de sus propios pobres. Se esperaba
que un impuesto sobre los terratenientes prove­
yera fondos de auxilio para quienes no podían
mantenerse por sí mismos, mientras que la parro­
quia debía hallar trabajo para los pobres no inca­
pacitados. Prevalecía la filosofía de noblesse oblige.
Pero este sistema antiguo se derrumbó. Los au­
mentos de precios de los alimentos en tiempos de
guerra, la revolución agrícola y los cercamientos
de las tierras comunales que desplazaron a muchos
agricultores de sus pequeños predios, la Revolu­
ción Industrial, y las ciudades y poblaciones cre­
cientes, crearon graves problemas de pobreza. Los
agricultores desplazados podrían haber encontrado
trabajo en la manufactura manual de telas, que
desde mucho tiempo atrás había sido una ocupa-
84 LA ECONOMIA CLASICA
dón rural, pero la industrialización destruyó esa
oportunidad; en efecto, toda una generación de
habitantes rurales perdieron su modo de vida con
el surgimiento de las fábricas textiles en las ciuda­
des en expansión. El crecimiento de las fuerzas
armadas ofrecía una salida para algunos de los
jóvenes no incapacitados, pero no era ésta una
solución general.
La reacción conservadora engendrada por la Re­
volución Francesa significaba que las medidas nue­
vas tendientes a aliviar la pobreza resultaban po­
líticamente imposibles. Cualquier cosa que oliera
a reforma en lo más mínimo era anatema para
los gobernantes ingleses. Y sin embargo, el gran
incremento del número de pobres imponía una
carga financiera enorme a los terratenientes más
ricos. Algo tenía que suceder.
La solución fue ofrecida por un desconocido y jo­
ven ministro llamado Tilomas Robert Malthus
(1766-1834). Como todo buen conservador, en
m a época de problemas graves y numerosos no en-
:ontró Thomas R. Malthus la causa de la crisis
:n sucesos o cambios recientes que pudieran en-
nendarse mediante acciones de política, sino en
as grandes fuerzas sobre las cuales los gobiernos te-
tían escaso o ningún control. El problema de los
«obres era esencialmente moral, sostenía Malthus,
tenía sus orígenes en dos proposiciones funda-
lentales. Primero, “el alimento es necesario para
a existencia del hombre”. Segundo, “la pasión
ntre los sexos es necesaria y continuará práctica-
íente en su estado actual”. Estos dos hechos con-
ucen al principio de que “el poder de la pobla-
ión es infinitamente mayor que el poder de la
erra para producir la subsistencia del hombre”.
LA ECONOMÍA CLASICA 85
En otras palabras, la población tendería a au­
mentar, a menos que la contuvieran “la miseria
y el vicio”. Para que aumentara la dotación de
alimentos, debería haber un incremento corres­
pondiente de la población hasta que la cantidad
de alimento por persona bajara al nivel de sub­
sistencia, en cuyo punto cesaría el incremento de
la población. Los salarios tenderían siempre hacia
el nivel de subsistencia. Todo aumento de los sa­
larios por encima de ese nivel sólo haría crecer
la población trabajadora y bajar otra vez los sa­
larios hasta el nivel de subsistencia. Del mismo
modo, si aumentase el precio de los alimentos, los
salarios se verían forzados a aumentar para man­
tener un nivel de subsistencia. En una u otra for­
ma, hay una tasa natural de los salarios que tien­
de siempre hacia el nivel de subsistencia.
Consideremos las implicaciones de esta doctrina.
El pago de subsidios no resolvería el problema de
la pobreza; sólo aumentaría el ingreso de los po­
bres, lo que les permitiría tener más hijos. La po­
breza continuaría porque no habría aumento algu­
no del abastecimiento de alimentos para la masa
de la población. Por lo tanto, no es necesario bus­
car causas económicas o sociales para explicar los
problemas de los pobres. Tales problemas han sido
creados por el antiguo sistema de auxilio a los po­
bres, que ha generado de continuo más pobreza
hasta que la crisis ha llegado finalmente. La solu­
ción consiste obviamente en eliminar el sistema
de auxilios.
La asistencia a los pobres empeora la situación
en otra forma. Al aumentar el número de pobres,
el sistema de asistencia transfiere riqueza de quie­
nes la usaban en forma productiva a la población
LA ECONOMÍA CLÁSICA
osa oprimida por la pobreza. La riqueza que
dría haberse invertido para crear empleos se
sperdicia en el mantenimiento de los pobres en
ociosidad, y todo el crecimiento económico del
ís se frena.
La concepción maltusiana tenía otras implica-
*ries importantes. Las causas de la pobreza no
iden en la estructura de la sociedad, en la dis-
bución del ingreso, en las desigualdades de la
Dpiedad de la riqueza, ni en alguna de las múl-
>les instituciones de la sociedad. No tienen la
Ipa los ricos ni la sociedad en conjunto. Los
bres son responsables de su propio destino. Todo
que deben hacer para eliminar su pobreza es
ler menos hijos.
>egún Malthus, hasta la formación de sindicatos
. inútil. Los salarios mayores sólo se traducirían
una población más grande y en un aumento
costo de los alimentos porque más personas
irían los incrementos de salarios para empujar
:ia arriba los precios de los alimentos. El re­
tado final sería una transferencia de riqueza
los empresarios hacia los bolsillos de terrate-
ntes improductivos, pasando por las manos de
trabajadores. El capital disponible para la ex-
ísión económica disminuiría al aumentar la po­
ción, lo que a largo plazo perjudicaría al país,
emás, los sindicatos significaban huelgas, y las
;lgas significaban menos producción, beneficios
s bajos y menos acumulación de capital. De-
itivamente, los sindicatos no constituían una so-
ión.
ül principio de la población de Malthus era
efecto un teorema desalentador para los po-
s. Pero resultaba una gran doctrina para los
LA ECONOMÍA CLASICA 87
conservadores, porque les daba la mejor de las
razones para no hacer nada acerca de un problema
grave. El propio Malthus, un clérigo educado, sen­
tía compasión y piedad por los pobres. Lo expresó
así muchas veces y no hay razón para dudar de su
sinceridad. Pero su análisis le dijo que la acción
social sólo perjudicaría en lugar de ayudar. La
única solución permanente era la reforma moral
del individuo.
El principio malthusiano de la población ha­
bría de convertirse en uno de los pilares más im­
portantes de la economía clásica, y durante un
siglo subsistió como la base de las teorías del
salario. Sin embargo, a pesar de su punto de vista
esencialmente pesimista, proveyó una esperanza para
el crecimiento económico. La expansión económica
podría proveer mayores abastecimientos de alimen­
tos que harían aumentar la fuerza de trabajo ne­
cesaria para la obtención de mayor crecimiento
económico. Malthus demostraba que la magnitud
de la fuerza de trabajo no era una barrera para
la expansión económica. A medida que la econo­
mía crecía surgirían recursos de mano de obra.
Solamente se necesitaba capital suficiente para ini­
ciar el proceso.
Malthus ayudó también a economistas posteriores
a aclarar una de las relaciones fundamentales ne­
cesarias para el mejoramiento de la condición hu­
mana. La producción debía aumentar más de pri­
sa que la población para que pudieran elevarse los
niveles de vida. Europa y América del Norte, en
la época de industrialización que siguió, pudieron
establecer esa relación y son mucho más ricas ahora
que en la época de Malthus. Muchos otros países,
donde la población crece más de prisa que la pro­
88 LA ECONOMÍA CL4SICA
ducción, tienen millones de habitantes condenados
a la “miseria y el vicio” del análisis malthusiano.

R ic a r d o y e l c r e c im ie n t o e c o n ó m ic o

David Ricardo (1772-1823) fue el apóstol de la


acumulación de capital. En su opinión, el creci­
miento del capital es la gran fuente de la expansión
económica, y toda la política económica debe orien­
tarse hacia su promoción. Para probar su aserto
desarrolló un modelo teórico de la economía que
dominó el pensamiento de los economistas durante
cincuenta años. Creía Ricardo que la libertad eco­
nómica conduce a un máximo de beneficios, que
los beneficios son la fuente del capital de inversión,
y que una economía competitiva conducirá a in­
versiones que maximicen los beneficios. En opinión
de Ricardo, las políticas que beneficien a las em­
presas conducirán a un máximo de crecimiento
económico.
Nacido en Londres de padres judíos, Ricardo
se casó con una joven cuáquera cuando llegó a
la edad de veintiún años, causando un rompimiento
con su padre, un corredor de bolsa. Financiado por
sus amigos, se convirtió en corredor en la Bolsa de
Londres. Era tan aficionado al intrincado y riesgoso
negocio de la especulación que para la edad de
veintiséis años había amasado una gran fortuna.
En 1814 se retiró al campo; compró en 1819 un
asiento en el Parlamento que correspondía a un
distrito minúsculo de Irlanda, y dedicó el resto de
su vida a los asuntos públicos y la economía, Siendo
un “millonario radical”, propugnaba reformas en
la banca y la moneda, la asistencia a los pobres y los
LA ECONOMÍA CLASICA 89
aranceles, y defendía la libertad de prensa y de ex­
presión, al igual que otras reformas. Su único libro
sobre economía lleva el formidable título de Prin­
cipios de economía-política y tributación ( f c e , Mé­
xico, 1973). Su contenido es más formidable aún
pero en su época tuvo una influencia enorme.
Alrededor de 1815, al término de las guerras
napoleónicas, una de las controversias políticas y
sociales más importantes de Inglaterra se centraba
en la cuestión de si el país debiera tratar de preser­
var su economía basada en la agricultura o de con­
vertirse en una nación más industrializada. El deba­
te implicaba toda la cuestión del lugar que debiera
ocupar la aristocracia terrateniente en el sistema so­
cial y político de Inglaterra. La controversia se li­
bró en el Parlamento a propósito de las Leyes de
Granos, que se referían a la importación de trigo
por parte de Inglaterra. Las leyes inglesas relaciona­
das con la importación de trigo trataban de promo­
ver la agricultura nacional sin que aumentase mu­
cho el precio de los alimentos. Cuando el precio del
trigo bajaba en Inglaterra, se elevaban los aran­
celes sobre las importaciones de trigo para dejar
fuera el grano extranjero que estaba deprimiendo
los precios internos y perjudicando a los agricul­
tores nacionales; cuando el precio del trigo aumen­
taba por encima de cierto nivel, se reducían los
aranceles para alentar mayores importaciones y
evitar que los precios internos continuaran aumen­
tando. En suma, el gobierno británico trataba de
mantener los precios del trigo entre un límite
superior y otro inferior mediante una escala móvil
de aranceles.
Pero durante las guerras francesas aumentó mu­
cho el precio de los alimentos y los agricultores es­
90 LA ECONOMÍA CLASICA
taban en buena posición. Sus costos de producción
aumentaron también y se mantuvieron elevados
cuando llegó la paz, la demanda de tiempos de
guerra disminuyó, y el precio de los alimentos bajó.
Los agricultores empezaron a clamar por mayores
aranceles sobre el trigo importado, temerosos de
que se arruinarían si no eran protegidos por las
Leyes de Granos. El punto de vista de los terra­
tenientes se reforzaba con argumentos en el sen­
tido de que una agricultura saludable era necesaria
para la defensa nacional de Inglaterra y para la
preservación de las antiguas tradiciones y del vigor
nacional. Revivió la doctrina fisiócrata de que el
crecimiento económico depende de Ja producti­
vidad natural del suelo. Aparecieron folletos, como
uno titulado “England Independent of Commer-
ce”, que defendía la protección y la preservación
de los intereses agrícolas.
Por su parte, los intereses empresariales se opo­
nían a los incrementos de los aranceles que, en
su opinión, elevarían los precios de los alimentos
y los salarios. El resultado sería una reducción
de los beneficios, menores exportaciones de pro­
ductos manufacturados, y la ruina para la industria
inglesa. Los empresarios sostenían que el futuro
de Inglaterra residía en la expansión industrial,
no en la agricultura, y exigían la derogación in­
mediata de las Leyes de Granos.
Así se encontraba la controversia cuando Ricar­
do y otros economistas entraron al debate relativo
a la política de las Leyes de Granos. Ricardo de­
fendía a los empresarios. Creía que los terrate­
nientes, no los agricultores, serían los beneficiarios
principales si un arancel mayor aumentara el pre­
cio del trigo en Inglaterra. El alto precio del trigo
LA ECONOMÍA CLASICA 91
permitiría la extensión del cultivo a áreas que de
otro modo no serían rentables. En las antiguas
áreas trigueras, las rentas aumentarían para apro­
vechar los precios más altos recibidos por los agri­
cultores. Entonces fluiría hacia las manos de los
terratenientes una proporción mayor del ingreso
nacional total, y este grupo parasitario emplearía
su riqueza incrementada en gastos ,-de lujo tales
como sirvientes y casas de campo, no en la in­
versión productiva.
Además el mayor cultivo de la tierra alejaría de
la industria al capital y la mano de obra, y distor­
sionaría todo el patrón productivo del país. Los
precios de los alimentos artificialmente elevados
conducirían a una mala asignación de los recursos
productivos a favor de la agricultura y en contra
de las manufacturas, lo que perjudicaría el des­
arrollo natural de la industria del país.
Ricardo señaló también que los altos precios de
los alimentos requerirían salarios elevados y altos
costos de producción en las manufacturas. Dado
que Inglaterra debía vender sus manufacturas por
todo el mundo, en competencia con los productos
de otros países, los costos más altos de la industria
inglesa se traducirían en ventas menores de las
exportaciones inglesas y menor producción de ma­
nufacturas inglesas. Los beneficios disminuirían
también, y habría un ritmo más lento en la acumu­
lación de capital y la expansión económica, por la
falta de incentivos y de fondos para invertir.
Ésta era la crítica de Ricardo a las Leyes de Gra­
nos (aunque no proponía su derogación total). Apo­
yaba la posición empresarial en la controversia con
un modelo teórico de la economía que daba sus-
92 LA ECONOMÍA CLASICA
tanda y validez a sus conclusiones de política eco­
nómica, La teoría de Ricardo era algo más que un
tratamiento de un problema contemporáneo de
política económica. Si sólo hubiese sido eso, habría
muerto junto con el interés por el problema. Pero
Ricardo la llevó mucho más allá y la generalizó en
una teoría comprensiva del crecimiento económico.
En las primeras etapas del crecimiento de un
país, la población sería pequeña y sólo se culti­
varía una porción de la tierra. En estas condiciones,
la renta pagada a los terratenientes sería una pro­
porción relativamente pequeña, y los beneficios una
proporción grande, del ingreso nacional total. Los
beneficios, reinvertidos en el desarrollo industrial,
se traducirían en una demanda mayor de mano de
obra, lo que —de acuerdo con Malthus— haría cre­
cer la población mientras los salarios permaneciesen
al nivel de subsistencia. El crecimiento de la pobla­
ción requeriría una extensión del área cultivada
para proveer mayores cantidades de alimentos. Esta
extensión sólo podría lograrse aumentando los pre­
cios de los alimentos para cubrir los costos más
altos de la producción derivados del uso de tierras
menos fértiles para el cultivo. El precio más alto
de los alimentos permitiría que los terratenientes
aumentaran las rentas de las tierras ya cultivadas,
porque los precios más altos de los alimentos po­
drían soportar rentas mayores. Al mismo tiempo,
el mayor costo de los alimentos obligaría a los
empresarios a pagar mayores salarios monetarios
para mantener los salarios al nivel de subsistencia.
Esto elevaría a su vez el costo de los bienes ma­
nufacturados y reduciría por ende los beneficios
obtenidos por los empresarios. Los beneficios así
LA ECONOMÍA CLASICA 93

reducidos dejarían entonces menos riqueza disponi­


ble para la expansión y disminuirían también los
incentivos de la inversión. Ricardo preveía que este
proceso de crecimiento económico continuaría, con
la acumulación de capital y el crecimiento en gra­
dual disminución, hasta que el crecimiento cesara
tras muchos decenios de expansión. En esta etapa
del desarrollo la población sería -grande, el cultivo
se habría ampliado, la industria se habría desarro­
llado, la producción sería elevada, pero el ahorro
y la acumulación de capital serían apenas suficientes
para la reposición del capital, no para nuevas ex­
pansiones.
En el cuadro trazado por Ricardo, la economía
alcanzaría el máximo crecimiento posible si no se le
oponían obstáculos. Para tal propósito, las empresas
tendrían que ser liberadas de todas las restricciones
que pudieran reducir su capacidad para maximizar
los beneficios, de modo que pudiese ocurrir el má­
ximo de ahorro y de acumulación de capital. La
intervención gubernamental en la economía con­
duciría a un nivel menor de la actividad econó­
mica. Correcta o no, la teoría se ponía del lado
de los próximos gobernantes del orden social —los
intereses empresariales—, y aseguró por sí solo su
larga vida.

L a e c o n o m ía i n t e r n a c i o n a l
Una de las ventajas de la economía ricardiana
era su aplicabilidad a la economía internacional.
Por primera vez, un análisis de la economía nacio­
nal basado en los elementos fundamentales ele la
tierra, la mano de obra y el capital podía apli­
94 LA ECONOMÍA CLASICA
carse con rigor a las relaciones económicas inter­
nacionales. Esto representaba un gran paso hacia
el desarrollo de la economía como una ciencia.
Una de las metas de toda empresa científica es
la construcción de generalizaciones cada vez más
amplias que incluyan un cuerpo de fenómenos cada
vez más grande. La ciencia avanza eliminando los
detalles y construyendo leyes generales, y la eco­
nomía ricardiana lograba esto reduciendo todos los
fenómenos económicos a relaciones fundamentales
entre los factores productivos.
La integración de la economía internacional en
el modelo ricardiano se hizo en dos formas. Pri­
mero, Ricardo demostró que la especialización y
la división del trabajo en el plano internacional
eran benéficas para todos los países, y que las
políticas restrictivas del comercio destinadas a pro­
teger a los productores nacionales perjudicarían
al país que las impusiera. El libre comercio era
el camino hacia el bienestar internacional y na­
cional. El argumento en favor de esta posición, in­
corporado en la famosa ley de la ventaja compa­
rativa, es complejo, pero Ricardo pudo demos­
trar su validez. Demostró que mientras le cueste
menos a Inglaterra la producción de telas que la
de trigo, en comparación con los costos de otros
países, le convendrá a Inglaterra transferir sus
recursos a la manufactura de telas, exportar telas,
e importar trigo de otros países.
Por ejemplo, supongamos que un trabajador in­
glés debe emplear un día de trabajo para produ­
cir un metro de tela y dos días de trabajo para
producir un kilo de trigo; entonces el trigo costa­
rá el doble que la tela en términos de esfuerzo.
Supongamos también que un trabajador francés
LA ECONOMÍA CLASICA 95
debe emplear un día de trabajo para producir cada
uno de estos bienes. En este caso, Inglaterra de­
berá producir telas (un día de trabajo), expor­
tarlas a Francia, cambiarlas por trigo en relación
de uno a uno, e importar el trigo a Inglaterra. En
esta forma, los ingleses obtendrán, por un día de
trabajo, el trigo que de otro modo deberían pro­
ducir con dos días de trabajo. Los franceses tam­
bién se beneficiarían. Ellos podrían producir tri­
go, enviarlo a Inglaterra y cambiar un kilo de
trigo por dos metros de tela, y enviar la tela a
Francia. También recibirían productos que valen
dos días de esfuerzos por el trabajo efectivo de un
solo día. Ambas partes se beneficiarían de esta es-
pecialización y este libre intercambio.
Pero el proceso no terminaba allí. La exporta­
ción de telas inglesas a Francia haría bajar su
precio de venta, y el aumento de la producción in­
terna elevaría los costos de producción. Lo mismo
ocurriría con el trigo francés. A medida que ocu­
rren estos cambios de precios, el creciente comer­
cio de importación-exportación entre los dos paí­
ses establecería un equilibrio de precios y comer­
cio. Inglaterra produciría y exportaría muchas te­
las, pero su producción de trigo sería pequeña y
la mayor parte de su trigo sería importada. Lo
contrario ocurriría en Francia. Los dos bienes se
venderían por precios equivalentes en ambos paí­
ses, porque en caso contrario ocurrirían nuevos
cambios en la producción, el comercio, los pre­
cios y los costos. En esta forma se establecería un
equilibrio internacional donde se optimizaría el
patrón mundial de la producción.
Este análisis del equilibrio económico interna­
cional se complementó con un segundo enfoque,
96 LA ECONOMÍA CLASICA
ahora en el campo del desarrollo económico. En
la sección anterior de este capítulo describimos la
teoría ricardiana de la economía estacionaria, don­
de el rendimiento del capital era tan bajo que
sólo ocurría la reposición del equipo de capital
gastado. Sin embargo, al bajar el rendimiento del
capital en un país, los inversionistas que tratan de
maximizar sus beneficios buscarán rendimientos
mayores invirtiendo en países extranjeros menos
desarrollados. Las exportaciones de capital de las
economías maduras fluirán rápidamente hacia los
países de nuevo desarrollo, que a su vez alcanza­
rán niveles más altos de producción y riqueza. Por
supuesto, deberán ofrecer estabilidad política y
protección a la propiedad privada, pero fuera de
ese requisito el economista clásico podía prever un
mundo que avanzaría gradualmente hacia la opu­
lencia.
En esta forma, Ricardo y sus seguidores aplica­
ban los conceptos de Adam Smith de un creci­
miento ordenado y un equilibrio del mercado al
sistema económico internacional. Sólo la rivali­
dad nacional, con sus aranceles, restricciones co­
merciales y guerras podía interferir con el pro­
ceso de desarrollo. Resulta quizá irónico que la
parte de su teoría considerada más importante
por Ricardo —la teoría del crecimiento económi­
co— haya sido descartada en gran medida por los
economistas modernos, aunque conservan su in­
terés en la acumulación de capital. En cambio,
la teoría del equilibrio económico internacional,
que sólo era una parte secundaria del análisis ori­
ginal, sigue constituyendo una parte integrante
de la economía moderna, casi en su forma ori­
ginal.
LA ECONOMÍA CLASICA 97

L a L e y d e lo s M ercado s de S a y

Sólo había necesidad de agregar un elemento im­


portante a la economía clásica para completar su
análisis sistemático de la economía: un examen de
los niveles de producción y empleo, Se había demos­
trado que un mercado libre asignaría los recursos
de tal modo que la producción se ajustaría a las ne­
cesidades de los consumidores, que la producción
aumentaría mediante el ahorro y la acumulación de
capital, que el ingreso se distribuiría entre las
clases sociales de acuerdo con leyes naturales, y que
los mismos principios se aplicaban a las relaciones
económicas internas e internacionales. Quedaba por
probarse que un mercado libre mantendría también
el empleo pleno de los trabajadores y el capital.
La cuestión no era meramente académica. La
Revolución Industrial había traído consigo la in­
estabilidad económica, agravada en los primeros
años del siglo xix por las intermitentes guerras
contra Napoleón. Cuando la paz llegó en 1815, el
estímulo económico del gasto gubernamental des­
apareció de las economías de Inglaterra y del Con­
tinente. La demanda de productos industriales bajó
de sus niveles de tiempos de guerra, e Inglaterra
afrontó la competencia del Continente por los mer­
cados mundiales que en gran medida había mono­
polizado. Los soldados y marinos que regresaban
a la economía civil, y los trabajadores manuales
desplazados de la producción fabril, aumentaban
el número de trabajadores que buscaban empleo.
Estos problemas se agravaban en Inglaterra por el
hecho de que la industrialización había avanzado
más allí que en cualquiera otro país.
98 LA ECONOMÍA CLASICA
La situación económica de Inglaterra sé agravó
más aún por las políticas monetarias del gobierno
que se tradujeron en dinero “difícil” y una es­
casez de crédito justo cuando la economía necesi­
taba un estímulo. Durante los años de la guerra,
el crédito se había expandido mucho, los precios
aumentado considerablemente, y el Banco de In­
glaterra dejado de pagar su papel moneda en
oro. Los incrementos de la deuda nacional ha­
bían sido una de las causas principales de la ex­
pansión del crédito y los aumentos de precios.
Los economistas, encabezados por Ricardo, culpa­
ban de la inflación a la excesiva emisión de papel
moneda, y al término de la guerra prescribían que
el Banco de Inglaterra volviera a pagar el papel
moneda en oro, a los niveles que habían prevale­
cido antes de la guerra, aun cuando no había oro
suficiente para sostener las cantidades existentes
de moneda y de crédito. La economía debía recibir
una dosis de deflación.
Esta temprana aplicación de los principios de
las sanas finanzas se basaba en un diagnóstico in­
correcto de la enfermedad económica, y el reme­
dio resultó peor que la enfermedad. La inflación
se había debido en gran medida a la expansión
del gasto total durante los años de guerra, promo­
vida en parte por los incrementos de la oferta mo­
netaria, en una época en que la producción sólo
podía aumentar con lentitud. Los precios hubieron
de aumentar, y la cantidad de moneda y crédito
reflejaba esta expansión de una economía rela­
tivamente en ocupación plena. Al prescribir la
deflación como la cura de la inflación, los econo­
mistas podían hacer bajar los precios, pero sólo a
costa de la producción y el empleo. Como toda de­
LA ECONOMÍA CLASICA 99

ilación después de una inflación, los acreedores y


propietarios de activos financieros se beneficiaban
a expensas de los trabajadores desempleados y los
empresarios sin beneficios. La carga de las difi­
cultades económicas de Inglaterra se trasladaba
de los dueños de activos monetarios a los produc­
tores.
Durante los treinta años que siguieron a 1815,
las penalidades se difundieron y la actividad eco­
nómica se encontraba en uri estado generalmente
deprimido. La economía tuvo sus altibajos durante
este período, y el crecimiento económico continuó,
pero casi no hubo un año en que Inglaterra tu­
viese empleo pleno según los patrones modernos.
En algunos .años, el desempleo aumentó aparen­
temente hasta el 40 o 50 porciento de la fuerza
de trabajo en las ciudades industriales de Ingla­
terra.
La inestabilidad de la economía había suscita­
do ya críticas para el industrialismo y el nuevo
orden económico. Aun antes de 1815, Jean Simonde
de Sismondi (1773-1842), un francés que viajó por
Inglaterra, había contemplado las depresiones in­
dustriales y había pronosticado que la inversión de
capital obligaría periódicamente a la capacidad de
producción a superar la capacidad de consumo. Su
argumento fue repetido por un fisiócrata inglés,
William Spence (1783-1860), quien señaló en dos fo­
lletos de 1807 y 1808 que la inversión de capital en
el comercio y las manufacturas creaba inestabilidad
e inseguridad económicas. Spence llamó en particu­
lar la atención sobre la posibilidad de que el aho­
rro redujera el poder de compra e hiciera desapare­
cer la prosperidad. Tanto Sismondi como Spence
estaban desencantados con la industrialización, y
100 LA ÉCONOMÍA CLASICA
cada uno de ellos estaba a favor de un tipo de
orden económico diferente: Spence a favor de la
antigua sociedad aristocrática y Sismondi a favor de
un sistema que hiciera hincapié en los valores hu­
manitarios y comunitarios, en lugar de subrayar la
ganancia individual. Sus análisis de las depresiones
formaban parte apenas de un ataque más general
sobre la sociedad empresarial emergente.
Los economistas clásicos respondieron pronto a
estos ataques. La base de su refutación fue un breve
pasaje de un libro de Jean Baptiste Say (1767-
1832), un francés que popularizó la obra de Adam
Smith y cuyo libro A Treatise on Political Economy
apareció en 1803. Ese libro contenía la primera enun­
ciación del principio que llegó a conocerse como la
Ley de los Mercados de Say, un concepto que domi­
nó el pensamiento de la mayoría de los economistas
en lo tocante al nivel de la actividad económica
hasta la Gran Depresión de los años treinta.
TfwkARTHA M. V. ETCHEQARAY ** AfiOK

Say sostenía que nunca podría ocurrir una defi­


ciencia general de la demanda o una saturación
general de bienes en toda la economía. Ciertas
industrias o ciertos sectores de la industria po­
drían verse afectados por la sobreproducción, de­
bido a malos cálculos y a la asignación excesiva
de recursos a tales tipos de producción, pero en
otras partes de la economía habría inevitablemente
escaseces. La baja consiguiente de los precios en
un área y su incremento en otras induciría a las
empresas a desplazar la producción, y los desequi­
librios se corregirían rápidamente.
Say observó que los hombres no producen sólo
por producir sino para intercambiar sus productos
por otros bienes que necesitan y desean. Por lo
SUARc

tanto, dado que la producción es demanda, resulta


/
LA ECONOMÍA CLASICA 101

imposible que la producción en general supere a


la demanda. "La producción crea su propia de­
manda’' se convirtió en la respuesta de los eono-
mistas clásicos al problema de las depresiones eco­
nómicas.
En Inglaterra, el argumento de Say fue utilizado
por James Mili (1773-1836), padre del renombrado
filósofo y economista John Stuart Mili, en una
respuesta a Spence. El viejo Mili escribió en 1807
que todo aumento de la oferta es un aumento de
la demanda: entre más haya para vender, más
se comprará. El error de la teoría de la saturación
general, sostenía Mili, se encontraba en la confu­
sión existente entre la dislocación temporal del
proceso de intercambio, que se corregiría con una
nueva dirección de la industria, y el caso imposible
de un exceso de riqueza en general.
Un economista se negaba a dejarse convencer:
Thomas Robert Malthus. En su Principios de econo­
mía política (1820), f c e , México, 1946, Malthus de­
dicó un extenso capítulo final al desarrollo de una
teoría del estancamiento económico basada en la
“demanda efectiva” insuficiente. Su argumento era,
en suma, que los salarios, siendo menores que los
costos de producción totales, no pueden comprar
toda la producción de la industria, lo que hace ba­
jar los precios. La declinación de los precios re­
duce los incentivos para la inversión y los bene­
ficios que podrían invertirse. El resultado es una
deficiencia general del poder de compra que po­
dría continuar indefinidamente. Una condición si­
milar podría derivar del ahorro excesivo que hace
bajar la demanda, declinar los precios, y estancarse
la economía. El remedio, según Malthus, consis­
tía en reducir los grandes ingresos para que el aho­
102 LA ECONOMÍA CLASICA
rro no fuese excesivo, en imponer aranceles a las
importaciones y promover así una balanza comercial
favorable, y en gastar en obras públicas durante
los tiempos malos. Se necesitaba un programa de
intervención gubernamental porque la economía de
mercado libre no podría proveer regularmente un
empleo pleno.
El argumento de Malthus no estaba desarrolla­
do con claridad y precisión —no era Malthus un
teórico riguroso—, de modo que su buen amigo
David Ritíardo hizo cera y pabilo de su teoría de
la saturación general en cartas escritas a Malthus,
en sus Notas a los principios de economía política
de Malthus, f c e , México, 1958, que circularon
entre economistas, y en discusiones del Club de
Economía Política de Londres. Dado que los argu­
mentos de Ricardo sí eran claros y precisos, se lle­
varon la palma.
La respuesta de Ricardo a Malthus recapitulaba
la Ley de los Mercados de Say en forma ligera­
mente más elaborada. El ahorro no es un fin en sí
mismo, sino que se hace para emplear mano de obra
en la producción. Algunos errores pueden conducir
a una saturación de un bien particular, pero con
ello no disminuye la demanda de todos los demás
bienes. Ocurrirá una reasignación del esfuerzo pro­
ductivo. Además, el desempleo hace bajar los sala­
rios, lo que induce a los empresarios a contratar
los trabajadores ociosos con el capital creado por
el ahorro. En esta forma, todo el capital vuelve
a emplearse y todos los trabajadores que deseen
trabajar volverán a ser empleados. Por lo tanto,
el remedio básico no es la redistribución del in­
greso y las obras públicas, sino salarios menores y
beneficios mayores.
LA ECONOMÍA CLASICA 103
La respuesta de Ricardo se complementó con un
volumen extraordinariamente perspicaz publicado
originalmente en 1802, el libro de Henry Thornton
The Paper Cred.it of Great Britain. Este libio fue
escrito durante la controversia relativa al papel
moneda, el oro y la inflación, pero su argumento
se adaptó^i la Ley de Say y la discusión de las
saturaciones. Thornton observaba que si el ahorro
tendiese a ser excesivo, la oferta de fondos en el
mercado monetario aumentaría en relación con
la demanda y la tasa de interés bajaría. Las meno­
res tasas de interés alentarían la inversión y des­
alentarían el ahorro, y el proceso continuaría has­
ta que ambos se igualasen. Todos los fondos que
no se emplearan en el consumo se canalizarían ha­
cia la inversión. Los cambios de la tasa de interés
asegurarían que el ahorro se invirtiera y el nivel
del gasto total se mantuviera. No podría haber
un excedente de ahorro ni una saturación general
de bienes. El gasto total en consumo e inversión
sería entonces suficiente para Comprar toda la
producción de la industria.
Estos complicados argumentos eran extraordina­
riamente importantes. A nivel puramente lógico,
cerraban el sistema teórico de la economía clásica
demostrando que una economía de mercado libre
utilizaría todos sus recursos. En términos de la ideo­
logía social, demostraban que el desempleo y la
inestabilidad no eran causados por una economía
de empresa privada sino por factores no económi­
cos, factores psicológicos, o alguna otra causa no
asociada con la estructura institucional y los pro­
cesos naturales de la vida económica. Por último,
prescribían un tratamiento de política para cual­
quier depresión que pudiera ocurrir: 1) Fortalecer
104 LA ECONOMÍA CLASICA
al sector financiero de la economía de modo que
los procesos de ahorro e inversión pudieran fun­
cionar debidamente; 2) Soportar la crisis hasta
que los salarios y precios a la baja alentaran final­
mente inversión suficiente para que la economía
regresara a la normalidad. Es tal la fuerza de una
teoría lógica y precisa que estas políticas prevale­
cieron durante más de un siglo —a un costo social
tremendo, porque el período de espera trajo a
menudo consigo oleadas de quiebras y un desempleo
prolongado—, hasta que la teoría fue finalmente
demolida por otra teoría contraria propuesta du­
rante la Gran Depresión de los años treinta.
B e n t h a m y e l l ib e r a l is m o in t e r v e n c io n is t a

Ninguna discusión de la economía clásica esta­


ría completa sin un relato de las ideas de Jeremy
Bentham (1748-1832), un reformista durante toda
su vida y abogado no practicante. Su libro Frag-
ment on Government, publicado en forma anónima
en 1776, cuando su autor tenía apenas veintiocho
años de edad, era un ataque brillante a la tradi­
cional interpretación legal de la constitución in­
glesa como opuesta al progreso. Bentham trataba
de demostrar que la reforma política hacia una ma­
yor democracia promovería "el mayor bien para
el mayor número”. El libro causó sensación, pero
en cuanto se reveló que el autor era sólo un joven
principiante y no uno de los principales abogados
constitucionalistas de la época fue descartado rá­
pidamente. Desilusionado, Bentham inició su gran
obra filosófica, An Introduction to the Principies
of Moráis and Legislation, edición particular, en
LA ECONOMÍA CLASICA 105
1780 pero sólo distribuida entre el público general
en 1789, después que otro de sus libros, A Defense
of Usury, había logrado el éxito popular.2
Principies of Morah and Legislation es la obra
clave de la filosofía utilitarista. Bentham sostiene
allí que todo acto será moralmente valioso en la
medida en que se tr aduzca en felicidad. Tanto las
acciones humanas como los juicios morales se basan
en los polos del placer y él dolor:
La Naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el
gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer.
Sólo ellos pueden indicarnos lo que debemos hacer,
y determinar lo que haremos; por una parte la norma
de lo correcto y lo incorrecto, por la otra la cadena
de causas y efectos, están sujetas a sus tronos.
Sin embargo, este principio sencillo era más com­
plejo de lo que parecía. Bentham quería decir
que el sistema social debe tratar de maximizar su
bienestar total y distribuirlo de la manera más am­
plia posible. Un pequeño aumento de la felicidad
de muchos es preferible a un gran aumento de la
2 La obra principal de Bentham había sido completada
antes de que él cumpliera cuarenta años, pero vivió hasta
la edad de ochenta y cuatro años y ejerció gran influen­
cia sobre un pequeño grupo de seguidores devotos. Ya nun­
ca escribiría un libro influyente, pero pasó gran parte de
sus últimos años elaborando planes complicados de re­
forma de las prisiones, ayuda a los pobres, educación, y
reforma legislativa. Fundó la Universidad de Londres con
una donación, y en su testamento ordenó que su cuerpo
fuese embalsamado y una vez al año fuese sentado en la
reunión de los patronos de la universidad como un recor­
datorio de los principios que habían servido de fundamen­
to a la universidad. ¡Este ritual fúnebre se realiza toda­
vía hoy en día!
106 LA ECONOMÍA CLASICA
felicidad de pocos, en su opinión. Pero como ha­
brían de señalar sus críticos, esa conclusión no es
evidente.
Un problema importante que se planteaba era
el de la medición. El aumento de la felicidad hu­
mana implica la elección, y el costo de un curso
de acción es la eliminación de otros, es decir, no
podemos tenerlo todo. Esto significa que deben
hacerse comparaciones de las magnitudes de bene­
ficios y costos para determinar las soluciones me­
jores u óptimas. El problema resultaba irresoluble
mientras la discusión involucrara sólo beneficios
totales. Apenas se encontrarían soluciones parciales
cuando los economistas del último cuarto del si­
glo xix empezaron a analizar incrementos de los
beneficios y los costos, el famoso análisis marginal.
Una cuestión relacionada era la posibilidad de
cuantificar la felicidad o la utilidad. Bentham pen­
saba que sí podría hacerse tal cosa, por lo menos
en principio, pero otros sostenían que sólo podrían
hacerse comparaciones, por ejemplo: “Prefiero cla­
ramente a María frente a Juana, pero mi prefe­
rencia por el chocolate sobre la vainilla no es muy
fuerte.” Según esta opinión, no pueden medirse
las cantidades absolutas de felicidad derivadas del
hecho de estar con María o de comerse un helado
de chocolate, que además no importan para las
elecciones que deban hacerse. %
Estos pequeños detalles eran menos importantes
para Bentham que su argumento de que los hom­
bres toman decisiones, de hecho, basadas en la uti­
lidad derivada del curso de acción escogido. Este
“cálculo hedonista” es el principio en que se basa
toda acción humana, declaró Bentham, así como el
medio para la maximización del bienestar de la so*
LA ECONOMÍA CLASICA 107
ciedad. Creía Bentham que el egoísmo del com­
portamiento económico es natural, racional y con­
veniente.
En este punto del argumento, Bentham introdujo
la moral y la legislación. Si los hombres actúan
siempre sólo en busca de su mayor placer cuando
debieran actuar en nombre de la mayor felicidad
de todos, ¿no existe aquí una contradicción? Ben­
tham afirmaba que no existía tal contradicción por­
que las sanciones morales y legislativas harían coin­
cidir la acción individual con el interés público.
Las sanciones premian la acción individual que
beneficie a todos y castigan la acción que dismi­
nuya el bienestar público. La moral y la acción
del gobierno (si era una acción de la mayoría)
tienen un fundamento utilitarista y descansan en el
principio de la felicidad mayor. Así pues, Ben­
tham no se oponía a la acción del gobierno si ella
se basaba en procesos democráticos y no reflejaba
los intereses estrechos de grupos especiales. Al mis­
mo tiempo, deseaba que se diese rienda suelta a la
toma de decisiones individuales dentro del marco
de las sanciones morales y legislativas. Su meta era
la conciliación del individualismo con la acción
social.
La importancia de Bentham va mucho más allá
de su concepción estrecha y obsoleta de la natura­
leza humana. En primer lugar, sus ideas fueron
importantes durante todo el siglo xix y afectaron
profundamente los sucesos posteriores de la cien­
cia económica. Su concepción de los hombres como
máquinas de placer que continuamente calculan
las ventajas y desventajas de diversos cursos de ac­
ción se convirtió en la concepción aceptada, y
el comportamiento económico racional se definió
108 LA ECONOMIA CLASICA
en tales términos. El supuesto de que las decisiones
individuales conducirían al máximo bienestar pú­
blico estaba inherente, por supuesto, en el trabajo
de Adam Smith y los otros economistas clásicos,
pero Bentham lo volvió explícito. Todas las con­
clusiones posteriores de la economía ortodoxa se
basaron sólidamente en este concepto de la natu­
raleza humana, o por lo menos se relacionaron es­
trechamente con él.
Más importante aún que esta influencia sobre
la ciencia económica fue el ascendiente de Bentham
sobre la filosofía social liberal. Bentham dio a tal
filosofía una orientación intervencionista entera­
mente opuesta a la tradición del laissez faire, crean­
do así un problema que permanece irresuelto hasta
nuestros días.
El liberalismo clásico del siglo xvm hacía hinca­
pié en la libertad individual como la meta última
de toda política económica. Reaccionando contra
la centralización política y la regulación económi­
ca, sus defensores sostenían que toda restricción
a la libertad impide el logro del máximo bienestar.
En manos de Adam Smith, el más grande de sus
expositores, esta filosofía aconsejaba que se mini­
mizara el papel del gobierno, limitándolo estricta­
mente a cuestiones esenciales tales como la policía,
la administración de justicia y la defensa.
Sin embargo, Bentham percibió que esta filosofía
se basaba en el supuesto de que sólo la acción
individual puede crear el bienestar. Su mente prác­
tica le dijo que las acciones de una persona por
su propio interés pueden disminuir el bienestar
de otra. Su preparación jurídica y su estudio del
derecho constitucional le dijeron que los arreglos
institucionales dentro de los cuales actúan los hom­
LA ECONOMÍA CLASICA 109
bres podrían determinar en forma significativa el
resultado de sus acciones. El hecho mismo de que
la sociedad humana estuviese organizada por arre­
glos institucionales creados por los hombres —el
hecho de que existiese un sistema social— significa
que la acción consciente puede crear formas socia­
les que permitirían a los hombres llevar una vida
mejor. El utilitarismo de Beritham era en potencia
una doctrina intervencionista.
Entre los seguidores de Bentham en Inglaterra
—quienes se llamaban a sí mismos filósofos radi­
cales— se incluyeron los economistas James Mili,
David Ricardo, y más tarde John Stuart Mili. De­
fensores del gobierno democrático y el dominio de
la mayoría, su meta principal era la reforma del
sistema político, que en su época excluía a gran
número de personas del derecho del voto y no per­
mitía la libertad plena de expresión y de prensa.
Creían que el sistema social podría producir el ma­
yor bien para el mayor número sólo si fuese plena­
mente democrático y estuviese sujeto al verdadero
dominio de la mayoría. Eran también economistas
clásicos y expusieron las ventajas de un sistema de
mercado libremente competitivo y de las políticas
del laissez faire. Pero su filosofía política utilitarista
habría de tener las consecuencias más graves para
sus teorías económicas. Una vez lograda la reforma
política, el nuevo poder de los hombres con derecho
a voto se utilizó como un instrumento de reforma
económica, y la política del laissez faire fue re­
chazada. Las reformas se justificaron en términos
del bienestar individual y social, y el argumento
del mayor bien se utilizó una y otra vez. El libera­
lismo clásico que había hecho hincapié en el in­
dividualismo cedió su lugar a un liberalismo in­
110 LA ECONOMÍA CLASICA
tervencionista que subrayaba el bienestar social, y
Bentham fue su apóstol.
El apogeo de las ideas de Bentham dio a la cien­
cia económica una aplicabilidad extraordinaria­
mente glande a las cuestiones de la política social.
En un extremo, podía albergar al individualismo
radical del laissez faire; en el otro, incluir al
reformador social más dedicado. Las teorías y los
métodos del análisis científico eran similares, y
todas las partes podían convenir sobre los con­
ceptos que consideraban correctos. Pero los supues­
tos y las concepciones diferían, al igual que las
conclusiones. Estas características de la corriente
principal del pensamiento económico continúan en
nuestros días y permiten que el buen economista
llegue a conclusiones objetivas aunque otros puedan
diferir legítimamente.

L a e c o n o m ía c l á s i c a a c t u a l
Los grandes temas de la economía clásica son
tan importantes ahora como lo fueron en tiempos
de Ricardo. Por supuesto, la economía ha cambia­
do desde la Revolución Industrial hasta el maduro
capitalismo industrial. Pero las interrelaciones exis­
tentes entre los recursos, los hombres y el capital,
siguen siendo fundamentales para los problemas
del bienestar humano. A medida que la población
del mundo se acelera hacia los diez mil millones
de habitantes y más, la trampa de la población mal­
tusiana asume una importancia crucial. Los países
industriales avanzados pudieron romper la cone­
xión existente entre la producción y la población:
el aumento de la producción no desata el creci­
LA ECONOMIA CL4SICA 111
miento demográfico que impide el aumento del
ingreso por persona. Pero muchos países menos
desarrollados descubren que sus poblaciones cre­
cientes devoran literalmente las ganancias de la
expansión económica y miles de millones de per­
sonas permanecen sumidas en la pobreza.
El problema maltusiano se complica en los países
menos desarrollados por una estructura social que
hace pasar gran parte de la ganancia del creci­
miento económico a las manos de grandes terra­
tenientes, corporaciones internacionales, y empresas
urbanas. El crecimiento demográfico mantiene
bajos los salarios en las ciudades crecientes del
tercer mundo y crea un desempleo enorme en las
áreas rurales y urbanas. La modei'nización trae
consigo el crecimiento demográfico y extremos de
pobreza y riqueza que exigen una corrección.
Mientras tanto, en los países avanzados, los pro­
cesos de acumulación de capital y cambio tecnoló­
gico siguen produciendo mayor riqueza y niveles
de vida más elevados: el cuarto de siglo transcu­
rrido desde la terminación de la segunda Guerra
Mundial contempló los incrementos más grandes
y sostenidos del bienestar material en la historia
de la civilización occidental. Este crecimiento im­
pone también gran presión sobre el ambiente natu­
ral a través de la contaminación y del uso creciente
de recursos no renovables. Para fines de los años
sesenta, quedó en claro que el ritmo rápido de
crecimiento no podría continuar indefinidamente
sin grandes cambios en la tecnología de la produc­
ción, y que los cambios tecnológicos necesarios no
podrían llegar con rapidez suficiente para sostener
el ritmo del crecimiento. Una pérdida de dinamismo
112 LA ECONOMÍA CLASICA
resultaba inevitable, y en efecto se produjo en los
años setenta.
Estos sucesos de la economía misma volvieron
a dar prominencia a las relaciones fundamentales
existentes entre la población, la acumulación de
capital, la tecnología y el crecimiento económico
que constituyeron el interés central de la economía
clásica. La política económica se interesa cada vez
más en tales cuestiones y, como veremos en el
capítulo x ii, los economistas están volviendo a
ellas y a un renovado interés por los economistas
clásicos. El pronóstico de Ricardo de un final del
crecimiento y la llegada de un "estado estable”
tiene una importancia moderna.
V. EL SOCIALISMO Y KARL MARX
E l s o c ia l is m o moderno surgió como una respuesta
a la era industrial, como lo había hecho la eco­
nomía clásica, y así como los economistas clásicos
desarrollaron una ideología para el nuevo orden,
los socialistas desarrollaron una crítica de tal orden.
Algunos socialistas eran idealistas poco prácticos,
soñadores; algunos eran críticos tenaces de la so­
ciedad existente y otros revolucionarios, pero to­
dos se unían en sus críticas a la nueva sociedad
industrial y en su creencia en la propiedad común,
antes que privada, de los medios de producción.
Los socialistas tenían una visión diferente de la
naturaleza de la sociedad que los economistas clá­
sicos, pues sostenían que el tejido social es un
todo orgánico compuesto de clases, no de individuos
independientes como sus elementos esenciales. Des­
tacaban el elemento cooperativo de la naturaleza
humana, antes que la motivación materialista de
la búsqueda del beneficio del capitalismo privado,
y defendían el igualitarismo en lugar de la desigual
distribución del ingreso prevaleciente. Los socia­
listas podían señalar a menudo las condiciones
económicas existentes —los defectos reales del capi­
talismo industrial en apoyo de sus argumentos.

E l s o c ia l is m o y e l c l im a d e o p in ió n
Los acontecimientos económicos y políticos del
medio siglo transcurrido entre 1775 y 1825 pro­
veen un marco para comprender el surgimiento
113
114 EL SOCIALISMO Y MARX
del socialismo moderno. Primordialmente impor­
tante fue la Revolución Industrial, que permitió
incrementos considerables de los niveles de vida
y oportunidades para la adquisición de gran ri­
queza por la nueva clase media. Era claro que las
razones del crecimiento económico eran la indus­
trialización, la inversión de capital y la mayor pro­
ductividad, y que toda ampliación de las oportuni­
dades del mercado permitía nuevos avances.
Sin embargo, para el socialista, el industrialismo
tenía una cara diferente. Los trabajadores de las
nuevas fábricas recibían salarios bajos: aunque
el salario fabril era suficientemente elevado para
extraer mano de obra del campo, el desempleo exis­
tente en las áreas rurales significaba que los traba­
jadores estaban dispuestos a aceptar salarios muy
bajos. La jornada laboral era prolongada, se em­
pleaba a mujeres y niños en gran número y a me­
nudo en trabajos arduos y peligrosos, la disciplina
fabril era a menudo dura y rigurosa, y en algunas
áreas las tiendas propiedad de las compañías se
beneficiaban de los derechos exclusivos de venta
entre los empleados. Sobre todo en las industrias
textil y carbonífera, la competencia mantenía ba­
jos los precios de venta, y las empresas competían
entre sí reduciendo al máximo los costos de la mano
de obra. Estas deficiencias eran particularmente
evidentes en la primera mitad del siglo xix en In­
glaterra, donde principió la Revolución Industrial.
Las' realidades de la vida industrial crearon con­
trastes agudos entre la riqueza creciente de los
nuevos industriales y banqueros y la pobreza de
quienes carecían de propiedad, que formaban la
fuerza de trabajo en las fábricas de las ciudades
de barrios miserables. Durante los “hambrientos
EL SOCIALISMO Y MARX 115
años cuarenta” en Inglaterra, Benjamín Disraeli
escribió acerca de “las dos naciones” —los ricos y
los pobres—, mientras que Charles Dickens exami­
naba los Hará Times y el público leía el patético
poema de Thomas Hood acerca de la costurera,
Song of the Shirt.
Siempre había habido pobreza, y ricos y pobres
habían coexistido durante largo tiempo. Muchos
hombres habían debido siempre arrebatar una sub­
sistencia miserable a una naturaleza recalcitrante.
Pero la industrialización prometía la abundancia.
Por primera vez parecía que sería posible producir
todo lo que los hombres pudieran desear y que
podría resolverse la gran lucha por la existencia.
Pero los grises miserables barrios de Manchester y
la campiña negra de las minas de carbón contaban
otra historia. La promesa y la realidad eran enor­
memente diferentes.
En la política prevalecía una diferencia similar
entre los ideales y la realidad. Los revolucionarios
franceses de 1789 habían proclamado “libertad,
igualdad, fraternidad”, y con ese lema los franceses
habían derrocado los privilegios del antiguo orden
y marchado por Europa para barrer los últimos
vestigios del feudalismo y la aristocracia. Las nue­
vas creencias en la libertad y la democracia pa­
recían estar creando un orden político de demo-
crecia plena, así como la Revolución Industrial
parecía señalar un fin a la pobreza.
Pero la derrota de Napoleón trajo consigo la
reacción y la represión, así como el restablecimien­
to del antiguo sistema de posiciones y privilegios.
Aun donde existía el gobierno parlamentario, como
en Inglaterra y Francia, la participación quedaba
limitada a quienes tuvieran propiedades, de modo
116 EL SOCIALISMO Y MARX
que los trabajadores quedaban excluidos del voto.
Aparentemente, la democracia estaba muy bien
para la clase media pero se volvía peligrosa si se
extendía a los trabajadores.
Muchos pensaban que la Revolución Industrial
y la Revolución Francesa constituían el medio para
la realización de algunos de los ideales de todos
los tiempos de la civilización occidental: la abun­
dancia, el fin del agotamiento, y el triunfo de
la hermandad y la igualdad. Pero en la oscuridad
de la reacción posnapoleónica todo esto fue trai­
cionado, y las depresiones de la posguerra parecían
producir pobrezas y carencias mayores que antes,
ya que el trabajador desempleado no tenía siquiera
un pequeño pedazo de tierra donde cultivar ali­
mentos. Para los primeros socialistas resultaba evi­
dente que la propiedad privada de los medios de
producción era la fuente de los males de la so­
ciedad. La propiedad de las máquinas, fábricas, y
otros recursos de capital permitía que el propietario
obtuviese grandes remuneraciones, que descansara
y recogiera los beneficios mientras otros trabaja­
ban. Al mismo tiempo, su posición económica le
daba poder político. A los ojos del socialista, cin­
cuenta años de revolución social habían dado ri­
queza y poder a unos cuantos propietarios del ca­
pital y no a la gran masa de la gente común. La
sociedad en conjunto había sido traicionada en
beneficio de unos cuantos, en opinión de los crí­
ticos.
R o b e r t O w e n , u t o p is t a

Las raíces humanitarias e idealistas del socia­


lismo inicial están tipificadas en la obra y los es-
EL SOCIALISMO Y MARX 117
m tos del inglés Robert Owen (1771-1858). Em­
pezando como aprendiz de un fabricante de linos
a la edad de diez años, trabajó en diversos esta­
blecimientos de la industria textil durante su ju­
ventud, incluido un taller donde “los empleados
trabajaban a menudo de las 8 a.m., a las 2 a.m.”.
Tras de fracasar en un negocio propio, se convirtió
en administrador de una fábrica textil cuando ape­
nas tenía diecinueve años de edad. Siete años más
tarde controlaba fábricas textiles en New Lanark,
Escocia, y en 1800 tomó en sus manos la adminis­
tración efectiva de estas fábricas. Los administrado­
res anteriores habían empleado niños de los orfa-
natorios como parte de su mano de obra, al lado
de adultos, muchos de los cuales eran ladrones, bo­
rrachos y criminales de todas clases”. La jornada
de trabajo se extendía desde las 6 a.m., hasta las
7 p.m., para niños y adultos, y el pueblo de la com­
pañía se componía de casas de madera de un solo
cuarto. Y sin embargo, las condiciones de trabajo
y de alojamiento no se consideraban malas para la
época.
Owen era un hombre religioso para quien los
trabajadores de New Lanark eran malos a causa
del medio que los rodeaba, de modo que decidió
convertir New Lanark en una comunidad modelo.
Ya no contrató más niños de los hospicios u or-
fanatorios ni permitió que trabajaran niños meno­
res de diez años. La jornada de trabajo se fijó en
diez y media horas para niños y adultos. Estableció
escuelas nocturnas para los niños trabajadores
(iimaginemos un niño de diez años asistiendo a la
escuela después de diez horas y media de trabajo )
y fundó guarderías para los niños más pequeños.
118 EL SOCIALISMO Y MARX
Para sus trabajadores adultos creó un "registro
de carácter” donde se anotaban la ebriedad y otras
faltas, como la conducta sexual ilícita, con tanta
eficacia que las cantinas desaparecieron pronto del
pueblo y sólo hubo veintiocho nacimientos ilegí­
timos en nueve años. Un comité electo, llamado
por las mujeres "cazadores de bichos”, inspeccio­
naba la limpieza de las casas cada semana. Se creó
un fondo de ayuda para los incapacitados, enfer­
mos y ancianos, donde los trabajadores debían de­
positar 1/60 de sus salarios. Se estimuló el ahorro
mediante la creación de un banco de ahorro y la
provisión de casas mejores para quienes usaran
el banco. Por último, Owen estableció una tienda
que vendía alimentos y otros productos a los tra­
bajadores, a precios considerablemente menores por
productos de mejor calidad que los de tenderos
privados.
¿Cómo podía Owen hacer todo esto y ganar to­
davía dinero en la industria textil tan competitiva?
Aparentemente había dos razones. Primero, sus
plantas estaban situadas en un área de excedente
de mano de obra y sus salarios eran bajos: un co­
mité investigador informó en 1819 que Owen pa­
gaba 9 chelines, 11 peniques —cerca de 2.40 dó­
lares— por semana a los hombres y 6 chelines
—cerca de 1.50 dólares— por semana a las mujeres,
cifras menores que el promedio de la época. Se­
gundo, aunque sus métodos eran paternalistas, la
atención que prestaba a los trabajadores parece ha­
ber generado una productividad relativamente ele­
vada de la mano de obra. En 1819 los beneficios
se elevaron al 12.5 porciento del capital invertido.
El propio Owen reconoció que las reformas lo­
gradas en New Lanark habían provenido del patrón
V EL SOCIALISMO Y MARX 119

antes que de los propios trabajadores, y que debería


instaurarse alguna forma de autogobierno industrial.
Publicó sus opiniones en 1816, en uno de los libros
señeros del movimiento socialista, The New View
of Society, en un momento en que Inglaterra de­
batía la primera ley fabril destinada a reducir las
horas de trabajo y establecer una edad mínima
para el trabajo de los niños. Owen luchó duro en
favor de la ley, pero lo decepcionó el hecho de que
el proyecto no defendiese adecuadamente el tra­
bajo infantil, y la resistencia de otros patrones a
imitar el ejemplo de New Lanark lo llevó a posi­
ciones más radicales.
Owen trató de crear comunidades cooperativas,
donde la tierra se poseyese en común, y en 1824
fue a los Estados Unidos a fundar una de tales comu­
nidades en New Harmony, Indiana. Pero la comuni­
dad norteamericana y otras de Inglaterra fracasaron,
con grandes pérdidas financieras para Owen. Más
afortunadas fueron las tiendas cooperativas de
menudeo creadas bajo la dirección de Owen en
Inglaterra, empezando por el movimiento avan­
zado de cooperativas de consumo que ha tenido tan­
to éxito en Inglaterra y Escandinavia y se ha des­
arrollado hasta cierto punto en los Estados Uni­
dos. Owen intentó también el establecimiento de
cooperativas de productores —grupos de trabajado­
res propietarios de la fábrica en que trabajaban—,
pero estos proyectos no tuvieron éxito.
Owen era un visionario que trataba de reformar
la sociedad mediante comunidades propiedad de
los trabajadores y empresas donde no se permitie­
sen los beneficios. Esperaba que en tales comuni­
dades la vida del individuo alcanzara mayor sig­
nificación mediante la integración plena en la vida
120 EL SOCIALISMO Y MARX
cooperativa del grupo. En una época individua­
lista, sus esfuerzos estaban condenados al fracaso.
Quizá tenía razón cuando escribió a un socio empre­
sario: “Todo el mundo está loco, salvo tú y yo,
y a veces pienso que tú estás un poco tocado."

K a r l M a r x , e l r e v o l u c io n a r io

Muy diferente del idealista y poco práctico Owen


era el profundo pensador alemán Karl Marx (1818-
1883). Nacido y educado en la parte más económi­
camente avanzada de Alemania, la Renania, e hijo
de un funcionario público legal de segundo orden,
Marx demostró gran capacidad intelectual a tem­
prana edad. Enviado a las universidades de Bonn
y Berlín, estudió primero jurisprudencia pensando
en seguir una carrera gubernamental, pero su oposi­
ción a los gobiernos autocráticos existentes en Ale­
mania se lo impidió. El joven Marx se dedicó enton­
ces a la filosofía, tratando de llegar a ocupar una
cátedra, pero sus estudios de filosofía y religión
realizados en Berlín —su tesis doctoral se ocupó
de las raíces estoicas y epicúreas de la doctrina cris­
tiana— lo condujeron al ateísmo, y esto le impedía
seguir una carrera universitaria. Así que Marx
se dedicó al periodismo y se convirtió en editor
de un periódico liberal * de Colonia en 1842. Fue
allí, mientras escribía sobre problemas económicos,
cuando se convenció de la base económica de la polí­
tica, que detrás de las teorías políticas y el poder
político se encuentran los intereses económicos de
diversos grupos de la sociedad. Sin embargo, su
* La Gaceta del Rm , diario radical (Ed.).
EL SOCIALISMO Y MARX 121
periódico fue clausurado por el gobierno a causa
de sus concepciones liberales, y Marx fue a París
donde se casó con la novia de su infancia, la hija
de un caballero alemán, y se relacionó con varios
socialistas.
Uno de ellos fue Pierre Joseph Proudhon (1809-
1865), un líder socialista que ejerció gran influen­
cia sobre él. La obra principal de Proudhon fue
un libro titulado ¿Qué es la Propiedad? (“la propie­
dad es un robo”, contestaba Proudhon a su propia
pregunta), una presentación vigorosa de la idea
de que todo el producto de la industria debiera
pertenecer al trabajador y que la propiedad privada
de los medios de producción permite que el capi­
talista se apropie de riqueza que legítimamente per­
tenece al trabajador. Este concepto —no original de
Proudhon— era un lema básico del socialismo del
siglo xix y resultó fundamental para la propia vi­
sión que Marx tuvo del capitalismo. Otro de los
libros de Proudhon, que llevaba el subtítulo de La
Filosofía de la Pobreza, atacaba a la economía or­
todoxa de su época, sobre todo la “ley de hierro
de los salarios”, o sea el argumento maltusiano de
que los salarios tienden hacia el nivel de subsistencia
a causa del crecimiento demográfico. Convencido
de que los argumentos de Proudhon eran falsos,
Marx atacó a su amigo en un libro titulado con
sarcasmo La Pobreza de la Filosofía, y de acuerdo
con la leyenda Prouhdon jamás volvió a dirigirle
la palabra a Marx.
Otro socialista conocido por Marx en París fue
Friedrich Engels (1820-1895), hijo de un rico fa­
bricante alemán de textiles que poseía fábricas en
Inglaterra y Alemania. Marx y Engels trabaron
una amistad que perduró hasta la muerte de aquél,
122 EL SOCIALISMO Y MARX
y los dos hombres colaboraron en el desarrollo de
las ideas que Marx publicaría más tarde. Engels
mantuvo a Marx y su familia durante la mayor
parte de los treinta y cinco años siguientes.
Marx continuó en París su carrera periodística,
escribiendo artículos especialmente críticos de Pru-
sia, y pronto fue expulsado de Francia a petición
del gobierno prusiano. Pasando a Bruselas en 1848,
justo antes de la iniciación de las revoluciones de
ese año, Marx y Engels escribieron el Manifiesto
Comunista: “Un fantasma recorre E uropa... ¡Pro­
letarios de todos los países, uníosl” ¡no tenéis nada
que perder salvo vuestras cadenas! Marx había
iniciado su carrera de revolucionario activo.
Al estallar la revolución, Marx regresó a Colo­
nia, reinició la publicación de su periódico, y dio
publicidad a la revolución que barría Europa. Pero
la revuelta fue aplastada y Marx, expulsado de
Alemania y mal visto en Francia, fue a Inglaterra
donde pasó el resto de su vida. Continuó en el
periodismo de tiempo en tiempo. Durante algún
tiempo fue corresponsal inglés del New York Tri-
bune, y escribió sobre la Comuna Francesa de 1870
para el London Times. Pero dedicó la mayor parte
de su tiempo al estudio, haciendo investigación so­
bre economía en la biblioteca del Museo Británico
y escribiendo su gran obra, El Capital. Este libro
era a la vez una denuncia del capitalismo —Marx
inventó esta palabra— y una explicación de las
razones que deben conducir a su desaparición. El
primer volumen apareció en 1867 y fue la única
parte completada por el propio Marx. El segundo
volumen apareció en 1885, dos años después de la
muerte de Marx, editado por Engels, mientras que
la última parte apareció hasta 1894.
EL SOCIALISMO Y MARX 123

Sin embargo, el estudio no remplazó por com­


pleto la agitación revolucionaria, y cuando la
Internacional —una alianza internacional de par­
tidos revolucionarios— se formó en 1864, Marx des­
empeñó un papel principal. En su opinión, no
bastaba con ser un teórico, pues había necesidad de
que un partido revolucionario asumiera el control
tras el derrumbe del capitalismo. Escribió extensa­
mente en apoyo del movimiento revolucionario
proletario y en oposición a los socialistas cuyas ideas
diferían de las suyas. Marx sentó un precedente
en el uso de la denuncia vitriólica que ha seguido
afectando al radicalismo de izquierda hasta nues­
tros días. -
Marx murió en 1883 tras haber dado al socialis­
mo revolucionario sus fundamentos teóricos. Nos
preguntamos cuán diferente podría ser el mundo
de hoy si el rígido autoritarismo de la Prusia pos-
napoleónica no hubiese impedido a Marx seguir
una carrera en el gobierno o la universidad.
L a c o n c e p c ió n m a r x is t a d e l c a p it a lis m o
Resulta difícil condenar el gran plan del pensa­
miento de Marx sin ser injustos con el poder y la
consistencia de su razonamiento. El hecho mismo
de que el argumento de Marx sea extenso e intrin­
cado, con todas sus partes conectadas e integradas
en forma lógica, hace una falsificación de casi
cualquier resumen breve. Sin embargo, es importan­
te el entendimiento de tal argumento, aunque sólo
sea porque constituye la base de una de las ideo­
logías más poderosas del mundo moderno.
LJ^larx parte de la idea de que las relaciones eco­
124 EL SOCIALISMO Y MARX
nómicas constituyen la fuerza motriz fundamental
de toda sociedad. Los hombres están motivados
fundamentalmente por sus intereses económicos^
pero veamos cómo expresó esto Marx en el Pró­
logo de la Contribución a la critica de la economía
política (1859):
.. -en la producción social de su vida, los hombres
contraen determinadas relaciones necesarias e in­
dependientes de su voluntad, relaciones de producción,
que corresponden a una determinada fase de des­
arrollo de sus fuerzas productivas materiales. El con­
junto de estas relaciones de producción forma la
estructura económica de la sociedad, la base real sobre
la que se levanta la superestructura jurídica y política
y a la que corresponden determinadas formas de
conciencia social. El modo de producción de la vida
material condiciona el proceso de la vida social, po­
lítica y espiritual en general.
Según Marx, en una sociedad capitalista los do^
grandes intereses económicos son los del capitalista
y el trabajador. Estas dos grandes clases económicas
se oponen entre sí, porque el capitalista sólo puede
prosperar si el trabajador es explotado. En este sen­
tido, el capitalismo es sólo la última de una serie
de organizaciones sociales donde una clase existe
expensas de otra. El Manifiesto comunista (1848)
lo expresa claramente:
La historia de todas las sociedades que han existi­
do hasta nuestros días es la historia de la lucha de
clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos,
señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra:
opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantu­
vieron una lucha constante, . . .
EL SOCIALISMO Y MARX 125
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de
entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido
las contradiciones de dase. Únicamente ha sustituido
las viejas clases, las viejas condiciones de opresión,
las viejas formas de lucha por otras nuevas.
^Marx inició su ataque al capitalismo con la teo­
ría del valor trabajo. Recordemos que esta teoría
desarrollada por los liberales económicos y los
economistas clásicos, sostiene que el verdadero va­
lor de todo producto o servicio es simplemente la
cantidad de trabajo empleada en su producción.
Por ejemplo, una mesa cuya construcción requiere
de 10 horas de trabajo vale el doble que una silla
cuya construcción requiera 5 horas de trabajo.
En opinión de Marx, bajo el capitalismo se ex­
plota al trabajo porque no se le paga todo el valor
de los productos y servicios que genera. El capi­
talista emplea al trabajador al salario corriente y
lo hace trabajar tantas horas del día como pueda,
asegurándose de que el valor de la producción del
trabajador sea mayor que el salario que le paga.
Esta diferencia entre el salario y el valor de la
producción llamado “plusvalía” por .Marx, se con­
vierte en el beneficio del capitalista. ,La explota­
ción del trabajador puede intensificarse, y el valor
excedente que se apropia el capitalista puede au­
mentar, gracias a los esfuerzos de un patrón por
imponer salarios menores, jornadas más largas, y
empleo de un número mayor de mujeres y niños.
Así explicaba Marx algunas de las características
más generalizadas de la economía industrial de su
época.
La explotación existe también en otro sentido.
Marx concebía el capitalismo como un mecanismo
126 EL SOCIALISMO Y MARX
gigantesco mediante el cual se transforma el tiempo
de trabajo del trabajador primero en beneficios y
luego en capital. Mientras que el tiempo de tra­
bajo es propiedad del trabajador, el capital es pro­
piedad del capitalista. En esta forma, la clase ca­
pitalista se vuelve cada vez más rica por el trabajo
de la clase trabajadora: “Acuñan nuestra sangre
misma en oro", como decía una canción radical
norteamericana anterior a la primera Guerra Mun­
dial.
-Esta explotación de los trabajadores es sólo el
efecto económico directo del capitalismo sobre la
clase trabajadora. También tiene efectos psicoló­
gicos. La separación del trabajador de los frutos de
su trabajo crea una alienación generalizada del tra­
bajador que deshumaniza todas las relaciones per­
sonales y sociales. El trabajador transfiere una parte
de su vida misma al producto de su trabajo que
nunca vuelve a ver, recibiendo a cambio un salario
apenas suficiente para mantenerlo vivo] Esta sus­
titución de dinero por un producto real inicia
una cadena de separación psicológica del trabajador
frente a su trabajo, su patrón, sus compañeros tra­
bajadores, su familia, y en última instancia frente
a sí mismo! El intercambio del mercado y los pa­
gos en dinero toman el lugar de los sentimientos
humanos y las relaciones humanas, y la vida se vuel­
ve deshumanizada y carente de sentido. El residtado
es una patología social y psicológica que invade toda
la sociedad capitalista y es inherente a sus relacio­
nes económicas básicas.1 "j
i Marx no hizo mucho hincapié en estas percepciones
extraordinarias de la sociedad moderna. Las desarrolló en
ensayos tempranos que no se publicaron sino después de la
EL SOCIALISMO Y MARX 127
/ La explotación y la alienación constituyen un
aspecto del capitalismo. El otro es la acumulación
del capital y el crecimiento de la riqueza. Este
aspecto del proceso económico deriva también de
las relaciones existentes entre capital y mano de
obra. Por mucho que el patrón trate de exprimir
a sus trabajadores, el propio mercado de trabajo
determinará el nivel de los salarios, mientras que
la resistencia humana limita la duración de la jor­
nada de trabajo, y el empleo de mujeres y niños se
ve afectado por una combinación de factores tec­
nológicos y de condiciones del mercado de traba­
jo. El patrón tiene una flexibilidad relativamente
escasa en estas cuestiones, y no puede obtener fá­
cilmente una ventaja competitiva sobre otros ca­
pitalistas si no es reinvirtiendo el valor excedente
que obtiene en maquinaria y equipos nuevos, lo
que aumenta la productividad de su mano de obra
e incrementa más aún sus beneficios. En realidad,
se ve obligado a actuar en esta forma si quiere so­
brevivir, porque sus competidores harán lo mismo.
El resultado es un esfuerzo continuo por ampliar
la inversión. Así explicaba Marx el proceso de
acumulación de capital y la creciente productividad
y el producto incrementado que tal proceso ge­
nera.
Así pues, el capitalismo tiene dos caras: la acumu­
lación de capital y el crecimiento por una parte;
la explotación y la alienación por la otra.
segunda Guerra Mundial, y en El Capital hay dos capítulos
que se ocupan de ellas en forma parcial. Pero aun esto bastó
para influir profundamente en varios psicólogos modernos, y
nos da el concepto de la alienación como una fuente de des­
órdenes psicológicos.
128 EL SOCIALISMO Y MARX

El DERRUMBE DEL CAPITALISMO

Marx creía que el capitalismo estaba condenado,


y desarrolló un análisis intrincado de las “leyes
del movimiento” de la sociedad capitalista para
demostrarlo. Por una parte, el argumento tiene una
base moral: las injusticias inherentes del capitalis­
mo conducen en última instancia a condiciones eco­
nómicas y sociales que no pueden mantenerse. Por
otra parte, el argumento es psicológico: el conflicto
de clases —entre un número decreciente de capitalis­
tas cada vez más ricos y una clase trabajadora cre­
ciente y cada vez más miserable— llevará en última
instancia a la revolución social. Y por último, el
argumento es económico: la acumulación del capi­
tal en manos privadas permite la abundancia eco­
nómica, pero también conduce al derrumbe econó­
mico del capitalismo. ^En todo momento se subraya
la idea del conflicto: conflicto entre el ideal y la
realidad, entre capital y mano de obra, entre cre­
cimiento y estancamiento. Del conflicto surge el
cambio' y por esta razón básica, según Marx, el
capitalismo debe ceder su lugar a otra forma de
sociedad donde el conflicto sea sustituido por la
armonía ética, social y económica/El cambio a
través del conflicto es el “proceso dialéctico” me­
diante el cual el socialismo remplazará en última
instancia al capitalismo.' Marx pensaba que el pro­
ceso tenía una base económica en la división de la
sociedad en trabajadores y capitalistas. Su relación
es de explotación, porque los propietarios de los
medios de producción tienen todas las ventajas.
El conflicto resulta inherente en esta situación.
EL SOCIALISMO Y MARX 129
sostenía Marx, y se fortalecerá hasta que todo el
tejido de la sociedad se rompa.
La explotación del trabajo es el punto de parti­
da. Conduce a un poder de compra insuficiente y,
a través del valor excedente y de la competencia
de los capitalistas, a la acumulación del capital.
Sin embargo, Hay una inconsistencia dentro del
capitalismo. Cuando la economía es próspera, las
empresas ganan valor excedente para sus propieta­
rios, quienes lo reinvierten para expandir la produc­
ción. Pero el poder de compra se queda eventual­
mente atrás, en parte porque no se paga a los
trabajadores todo el valor de su trabajo y en parte
porque la inversión de capital hace aumentar la
capacidad de producción. Tarde o temprano apare­
ce en el mercado una saturación de bienes no ven­
didos. La producción se reduce entonces y los
precios bajan: el desempleo aumenta, el valor ex­
cedente (beneficio) declina y luego desaparece,
y la acumulación de capital cesa. La “crisis” capi­
talista continúa hasta que se elimine la saturación
de bienes: los precios se recuperan, el valor ex­
cedente reaparece, y la acumulación de capital se
reinicia y continúa hasta la aparición de la satu­
ración siguiente.. Este proceso, sostiene Marx, genera
los ciclos recurrentes de prosperidad y depresión
que constituyen una falla inherente del capitalismo.
Marx sostenía también que las crisis se volverían
más graves —más prolongadas y profundas— a me­
dida que se desarrollaba el capitalismo. El capital
y la capacidad productiva totales de la economía
aumentan de una crisis a la siguiente, y la razón
del capital a la mano de obra sube. Estos cambios
hacen que las saturaciones se vuelvan más y más
grandes, que su eliminación requiera cada vez más
130 EL SOCIALISMO Y MARX
tiempo, y que impongan reducciones cada vez ma­
yores en la producción.
¿Pero por qué habría de aparecer la saturación
en primer lugar? ¿No podrá la prosperidad cre­
ciente provocar aumentos en el empleo, los sala­
rios y el poder de compra? Marx contesta que aun
durante la prosperidad el "ejército de reserva” de
los desempleados recibe reclutas, trabajadores cuyos
empleos han sido tomados por las máquinas. La
inversión de capital conduce a la sustitución de
la mano de obra por el capital. En verdad, ésta es
la única forma en que el capitalista puede au­
mentar su tasa de acumulación de valor excedente.
Por lo tanto, durante la prosperidad la acumula­
ción de capital genera desempleo tecnológico y
hace bajar los salarios y el poder de compra, tal
como lo hace la saturación de bienes durante los
períodos de depresión. En ambos casos, el resul­
tado es el empobrecimiento de la clase trabajadora.
Pero ésta es sólo la mitad de la historia. Tám-
bién ocurren cambios dentro de la clase capitalista.
Ante todo, la tasa de beneficio declina a medida
que la inversión del empresario en maquinaria y
equipo se convierte gradualmente en una propor­
ción creciente de su inversión total. '(Marx estaba
completamente convencido de esto cuando escribió
el primer volumen de El Capital, pero las notas que
dejó para el volumen tres demuestran que no es­
taba del todo seguro de que las tasas de beneficio
deban declinar necesariamente a medida que pro­
sigue la acumulación de capital.) /En segundo lu­
gar, los ciclos económicos engendrados por el ca­
pitalismo permiten que los grandes capitalistas se
traguen a los pequeños. Las empresas con mayo­
res recursos financieros sobreviven, y a través de
EL SOCIALISMO Y MARX 131

los años la propiedad de la industria se centraliza


gradualmente en un número de manos cada vez
menor hasta que unos cuantos grandes financie-

Diagrama de la teoría marxista del desarrollo


capitalista
132 EL SOCIALISMO Y MARX
ros lo controlan todo. Esta clase capitalista super­
viviente se vuelve cada vez más riegu en contraste
con la miseria creciente del proletariado, ^que se
expande a medida que los pequeños empresarios
quiebran y se unen a sus filas. £a clase trabaja­
dora se degrada también crecientemente a medida
que el cambio tecnológico fragmenta los trabajos
complejos en otros más simples, los trabajadores
calificados se vuelven, semicalificados, y éstos se
vuelven no calificados.^En última instancia ocurre
la revolución, un levantamiento popular de la gran
mayoría contra los pocos ricos. Conducida por los
comunistas, la clase trabajadora toma el poder y
procede a construir una sociedad nueva. En la grá­
fica siguiente se bosqueja el proceso de desarrollo
capitalista desde la explotación hasta la revolución.

L a v is ió n m a r x is t a
El análisis de Marx del desarrollo capitalista
se basaba en el supuesto de que én el desarrollo
de la sociedad humana funcionan de continuo dos
glandes fuerzas: una es la lucha de los hombres
contra la naturaleza para obtener la subsistencia
y la comodidad. El desarrollo de la tecnología y el
perfeccionamiento de los métodos de producción
constituyen uno de los resultados de esa lucha, y
en sus primeras etapas el capitalismo representó
un gran paso hacia la abundancia. La producción
fabril y la tecnología de la máquina aumentaron
grandemente el control humano de la naturaleza,
y el carácter competitivo del capitalismo obligaba a
las empresas a reinvertir de continuo sus benefi­
cios en nuevos y mejores métodos de producción.
EL SOCIALISMO Y MARX 133
La falla del capitalismo residía en su incapacidad
para continuar este proceso y en los derrumbes o
crisis periódicos que ocurrían.
En opinión de Marx, la lucha por la existencia
llevaba a la segunda gran fuerza productora del
cambio económico y social: .la lucha de unos hom­
bres contra otros. Los seres humanos constituyen
un tipo de recurso productivo, y el control sobre
ellos es una de las formas en que unos pocos pue­
den aumentar su riqueza y bienestar. Por lo tanto,
sostenía Marx, la lucha por la existencia conduce
inevitablemente a la explotación de unos por otros.
Las primeras manifestaciones de este principio fue­
ron la familia patriarcal, la economía de tiempos
antiguos basada en los esclavos, y el feudalismo.
Este último, a su vez, se convirtió en el sistema asa­
lariado del capitalismo. Cada uno de estos esta­
dios sociales representaba una victoria en la bata­
lla contra la naturaleza y marcaba un incremento
de la libertad humana -d e algunos hombres, no
de todos—, y cada uno de ellos se volvía posible
por los adelantos de la tecnología y la organización
social de la producción.
En última instancia, sostenía Marx, la econo­
mía podría lograr una abundancia generalizada
y producir suficiente para todos, y en este punto
de la historia humana todos los hombres podrían
ser completamente libres, en lo político y lo eco­
nómico. El capitalismo no podía alcanzar esta meta
porque impedía el desarrollo pleno de la tecnología
moderna, se traducía en la cesación periódica de
la acumulación de capital, y creaba las condiciones
de la revolución social. Pero el socialismo sí po­
día alcanzar la meta porque eliminaba la explo­
tación y las distinciones de clases y porque destruía
134 EL SOCIALISMO Y MARX
los obstáculos que impedían el avance de la pro­
ducción.
f Marx concluía que una economía de abundan­
cia sólo era posible en una sociedad sin clases.
Cuando llegara la economía de la abundancia, ya
no habría ninguna necesidad de diferencias socia­
les o económicas, y la explotación habría termi­
nado mucho tiempo atrás^/La distribución del in­
greso se basaría en la máxima: “de cada quien de
acuerdo con sus capacidades, a cada quien de acuer­
do con sus necesidades”. En este punto terminarían
las dos grandes luchas de la humanidad —el hom­
bre contra la naturaleza y el hombre contra el
hom bre-. Éste era el lado positivo del marxismo,
su visión de un mundo de abundancia, igualdad
y libertad.
¿ T e n ía r a zó n M a r x ?

Uno de los debates económicos menos útiles del


siglo xx se ha centrado en la corrección del análisis
del capitalismo hecho por Marx. Como prueba de
los errores de Marx, sus detractores señalan los
niveles de vida crecientes de las naciones moder­
nas. La clase trabajadora no ha sido sometida a
una miseria creciente, y los sindicatos han ganado
un poder económico y político en todos los países
industrializados importantes. Además, la clase tra­
bajadora ha compartido la riqueza, el ingreso y
los beneficios económicos crecientes que se han
difundido ampliamente por todas las clases sociales.
Los marxistas responden que los extremos de la
explotación se han transferido de la clase traba­
jadora nacional a la de las naciones coloniales y
EL SOCIALISMO Y MARX 135

menos desarrolladas. Los pueblos dominados polí­


tica o económicamente por grandes países'capita­
listas soportan ahora la mayor carga de la explota­
ción, lo que permite a los capitalistas suavizar su
tratamiento de la clase trabajadora de su país y
eleva su nivel de vida. También señalan la conti­
nuación de los extremos de pobreza y riqueza den­
tro de los países, el surgimiento de las grandes em­
presas y el predominio del monopolio, la influencia
dominante de los intereses empresariales en la po­
lítica, y la incapacidad de los países capitalistas
para terminar con las depresiones y el desempleo,
como indicaciones de que el análisis marxista era
esencialmente correcto. A pesar de todas las “con­
cesiones” que se han hecho a la clase trabajadora
—la legislación de bienestar social, la organización
sindical, los mayores niveles de vida—, los mar­
xistas sostienen que los defectos básicos del capita­
lismo subsisten, retrasan el crecimiento económico
y posponen indefinidamente el surgimiento de una
sociedad de abundancia.
Pero aun si fuesen errados los pronósticos mar­
xistas de una miseria creciente y una sociedad po­
larizada, los argumentos de Marx deben hacernos
pensar. No puede perdurar por mucho tiempo nin­
guna sociedad que excluya del disfrute de sus be­
neficios a un grupo numeroso de sus ciudadanos,
como ocurría con muchos trabajadores y sus fa­
milias en los días de Marx y durante los decenios
de descontento y de levantamiento potencial del
siglo xix en Europa. En muchos sentidos, el aná­
lisis de Marx era una interpretación teórica de las
condiciones reales.
Pero en los años posteriores a 1870 ocurrieron
muchos grandes cambios en el escenario europeo.
136 EL SOCIALISMO Y MARX
El derecho al voto —la democracia política— se
extendió gradualmente a los trabajadores. Los sis­
temas nacionales de legislación de beneficencia pro­
veyeron protección contra los peores efectos del
sistema industrial. El crecimiento de los sindicatos,
y en Europa la aparición de partidos políticos la­
borales, dieron una nueva dignidad al trabajador
y significaron el lugar que el trabajador industrial
se estaba forjando. La “válvula de seguridad” de
la emigración a América del Norte y del Sur, y a
Australia, pemitió que muchos europeos descon­
tentos iniciaran una nueva vida en sociedades más
libres. Y el imperialismo ofreció importantes opor­
tunidades económicas, a pesar de todo lo que se
diga en su contra.
Sin embargo, las tensiones sociales no se habrían
suavizado suficientemente, a pesar de estos suce­
sos, sin el crecimiento de la economía europea.
El industrialismo abrió muchas puertas al hombre
inteligente, ambicioso, como se observa en el ejem­
plo de Robert Owen. Siempre ha sido cierto que
se avanza con mayor facilidad si se empieza cerca
de la cima, pero también lo es que una economía
creciente y cambiante ofrece más oportunidades
que una economía estancada. El crecimiento eco­
nómico continuo, tanto interno como externo, dio
tiempo a Europa para que se adaptara a las tensio­
nes de la industrialización mediante la imposición
de reformas que otorgaron derechos políticos a los
trabajadores y los protegieron de los efectos más ne­
gativos de la economía de mercado. Una moraleja
que debemos derivar del marxismo es que una eco­
nomía debe proveer dignidad y amplias oportuni­
dades para todos a fin de que la sociedad permanez­
ca saludable.
EL SOCIALISMO Y MARX 137
El marxismo sigue siendo una fuerza importan­
te en el mundo moderno. Expresa una condena­
ción moral a la condición de la humanidad. Con­
tiene una visión grandiosa de lo que podría llegar
a ser tal condición. Contempla al capitalismo mo­
derno como un sistema dinámico donde el proceso
mismo del crecimiento conduce en última instancia
a una crisis final donde el sistema en conjunto
ya no puede sostenerse a sí mismo. Su visión del or­
den social centrado en las clases provee un marco
para el análisis de gran parte de lo que ocurre
en el mundo moderno. Provee una base para la
acción política y una ideología que puede agrupar
a los disidentes. Estos aspectos del marxismo son
mucho más importantes que la corrección o in­
corrección de su análisis de cuestiones individuales.
Donde quiera que los hombres se sientan oprimi­
dos el marxismo puede expresar su ira y su esperan­
za, y puede ofrecer un camino hacia algo mejor.
Esta característica del marxismo lo convierte en
una fuerza que debe ser reconocida en el mundo
moderno.
VI. LA FILOSOFÍA DEL
INDIVIDUALISMO
El del socialismo y su demanda de
s u r g im ie n t o
justicia social obligaron a los defensores del orden
existente a erigir sus defensas. También se nece­
sitaba una refutación teórica, porque la crítica del
capitalismo hecha por Marx se basaba en los su­
puestos de la propia economía clásica, en la teoría
del valor trabajo y en la teoría de la acumula­
ción del capital. Marx usaba las armas de la ideo­
logía dominante para atacar al sistema mismo
defendido por tales armas.
Una respuesta a Marx y el socialismo fue la filo­
sofía del individualismo del siglo xix, desarrollada
como la ideología de una civilización empresarial
en los años comprendidos entre 1850 y la primera
Guerra Mundial. Así como el marxismo había ex­
presado el desencanto de los desposeídos y los ali­
neados, llevándolo a un alto nivel de análisis teó­
rico, una teoría avivada y reforzada del laissez
faire expresaba los intereses de los afortunados.
Pocos de los protagonistas del nuevo individualis­
mo podrían ser llamados economistas en sentido
estricto —los más importantes eran filósofos, ju­
ristas y empresarios—, pero su pensamiento eco­
nómico causó una influencia mucho mayor sobre el
mundo que el trabajo de cientos de académicos.
La segunda reacción a Marx fue una reconstruc­
ción de la ciencia económica misma, lograda me­
diante la eliminación de sus elementos débiles, el
fortalecimiento de su validez científica, la gene-
138
LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO 139
ralización de sus conceptos básicos, y su adaptación
al mundo contemporáneo. La economía como cien­
cia se fortaleció en gran medida por la influencia de
la teoría y la crítica socialistas. Pero el tenor de los
tiempos y el clima de opinión en que surgió la
ciencia económica reconstruida fueron fijados por
otros, por hombres de negocios más prácticos.
La filo s o fía

Un filósofo inglés, Herbert Spencer (1820-1903),


y un sociólogo norteamericano, William Graham
Sumner (1840-1910), encabezaron el nuevo desarro­
llo de la filosofía del individualismo. Estos hombres
forjaron la ideología que sirvió de base a medio si­
glo de legislación, leyes y costumbres.
Spencer fue un evolucionista antes que Darwin.
Ya en 1850, en su libro Social Statics, sostuvo que
todos los sistemas sociales se desarrollan y cambian
por un proceso natural que se traduce en una
maximización del bienestar individual. Este proceso
natural de desarrollo deriva de la competencia
entre los individuos, sostenía Spencer, y toda in­
terferencia del gobierno impide el logro pleno de
la meta ideal. A la primera enunciación de Spen­
cer siguieron varios ensayos y una obra en diez
volúmenes, Synthetic Philosophy, que trataba de
demostrar que el progreso evolutivo se da en todos
los fenómenos, en el mundo biológico, en la mente
humana, en la sociedad y en la ética. Mientras
Darwin explicaba la evolución en términos de la
“selección natural”, Spencer inventó la frase de
“supervivencia de los más aptos”, como la fuente
del progreso:
140 LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO
Todos los organismos, incluidos los sociales, cambian
mediante su adaptación a influencias exteriores, rea­
lizada en forma tal que se beneficie el organismo
involucrado.
Los organismos mejor adaptados a su ambiente, o que
cambian para adaptarse a su ambiente, sobrevivirán.
Los menos aptos morirán, dejando a los más fuertes
y "mejores”.
En esta forma se logra el progreso y se eliminan
los individuos más débiles y las instituciones socia­
les menos útiles, de modo gradual. Dado que el
miembro individual de la sociedad es quien toma
decisiones, la organización social que surge del
proceso de cambio se adapta mejor a la satisfacción
de las necesidades del individuo. El progreso sig­
nifica que el bienestar del individuo debe mejorar.
Estas ideas llevaron a una descripción de la so­
ciedad ideal, concebida como un equilibrio es­
tático entre los hombres y su medio ambiente,
producido por el ejercicio pleno de los derechos
individuales naturales. El gobierno, un mal nece­
sario, quedaba limitado estrictamente a la protec­
ción de los hombres y de su propiedad, así como
el cumplimiento de los contratos privados, y nada
más. A medida que la sociedad avanza de un estado
primitivo de violencia y control militar hacia ni­
veles más altos de industrialización y paz, aun el
papel protector del gobierno podría reducirse y
finalmente desaparecería en la utopía final del
anarquismo filosófico. Pero en la transición no
debe haber regulación gubernamental de la indus­
tria, iglesia oficial, colonización organizada, sub­
sidios para los pobres, legislación social, acuña­
ción pública de moneda, sistema postal propiedad
LA FILOSOFIA DEL INDIVIDUALISMO 141
fO •• S. F. D.
del gobierno, ni educación pública. Debe permitirse
la acción individual sin restricciones, y $0 debe
tolerarse que nada interfiera con la selección na*^
tural de los más aptos, ni siquiera medidas tales
como la salubridad pública, que protege y en con­
secuencia perpetúa los tipos más débiles.
La filosofía de Spencer tuvo mayor influencia en
los Estados Unidos que en su propio país. Su
seguidor norteamericano más prominente fue Wil-
liam Graham Sumner, un ministro episcopalista
y economista de la Universidad de Yale que se
convirtió en uno de los sociólogos más notables
de su tiempo. Su obra principal es un clásico de
la Sociología, Folkways (1907), donde examina
las “mores” sociales: instituciones y convenciones
que se desarrollan y cambian de continuo por un
proceso de adaptación a las necesidades individua­
les y sociales. Si tales instituciones no contribuyen
al bienestar y la supervivencia, serán gradualmente
remplazadas por métodos más eficaces, y el sistemé
social evolucionará hacia una forma más elevada y
mejor. Sin embargo, las instituciones sociales que
demostraron su utilidad en el pasado sólo se aban­
donan con resistencia y después de que se ha
probado la superioridad de métodos nuevos. Así
pues, en opinión de Sumner el sistema social es al
mismo tiempo conservador y progresista, resistente
al cambio y cambiante.
Según Sumner, dentro del sistema social los in­
dividuos también están ascendiendo y descendien­
do. Quien tenga capacidad, inteligencia y energía
alcanzará la prominencia en competencia con todos
los demás. El flojo, ignorante y débil; se. perderá
de vista. El surgimiento de individuos superiores \
trae consigo el progreso, porque /son estos hom­
142 LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO
bres quienes innovan, piensan, desarrollan ideas
nuevas. La competencia entre ellos se traduce en
una población más vigorosa y en una mejor es­
tructura social.
En una larga serie de ensayos con títulos tales
como “What Social Classes Owe to One Another”,
“The Forgotten Man”, y “The Concentration of
Wealth: Its Economic Justification”, Sumner apli­
có su teoría de la sociedad a problemas de la po­
lítica económica contemporánea. “The Forgotten
Man” (El hombre olvidado) es aquel que trabaja
mucho, produce, paga sus impuestos, ahorra e in­
vierte, y así lleva a la sociedad todos los beneficios
del trabajo arduo y el espíritu de empresa, a pesar
de soportar la carga de los aranceles protectores, los
servicios sociales del gobierno, y los altos costos
impuestos por los sindicatos.1 La concentración
de la riqueza se justifica porque se utiliza en la
producción para otros. La riqueza oculta u ociosa
nunca conduce a tal concentración. La élite eco­
nómica llega a la cumbre sólo porque, en compe­
tencia con otros, expande la actividad económica
y produce los bienes y servicios requeridos y desea­
dos por la sociedad. Las clases sociales no se deben
nada entre sí; sólo deben preocuparse por sí mis­
mas, y los beneficios para las demás se producirán
en forma automática.
Tal era, pues, la filosofía de la evolución apli­
cada al sistema social. Esta filosofía justificaba
l Irónicamente, Franklin Roosevelt invirtió la frase de
Siunmer “el hombre olvidado” y la usó para describir a los
pobres y marginados que se beneficiarían con las medidas
de beneficencia del Nuevo Trato, un programa intervencio­
nista que habría escandalizado a Sumner.
LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO 143
el individualismo irrestricto sosteniendo que de la
competencia sólo podría provenir el bien social.
Justificaba la gran riqueza afirmando que la rique­
za sólo existe porque sirve a los demás. Justificaba
la ausencia de responsabilidad hacia los demás
sosteniendo que todos los destruidos por la com­
petencia podrían considerarse “no aptos”, incapaces
de hacer una contribución al orden social suficien­
temente grande para sobrevivir. Era una filosofía
rigurosa que asociaba el éxito con lo justo y el
fracaso con el error, la riqueza con el servicio pú­
blico y la pobreza con la inutilidad.
E l in d iv id u a l is m o y e l d e r e c h o

La filosofía del individualismo se aplicó con


mayor fuerza a los asuntos económicos en los Es­
tados Unidos. La Guerra Civil (1861-1865) impuso
el predominio político de los intereses industriales
del noreste, y durante el conflicto se aprobaron va­
rias leyes que allanaban el camino para lo que un
crítico habría de llamar “la gran barbacoa”. El
Arancel Morrill (1861) elevó los derechos sobre las
importaciones y preparó el escenario para la legis­
lación de aranceles elevados tras el término de la
guerra. La Ley Homestead (1862) abrió final­
mente el oeste a la colonización en gran escala.
Las Leyes del Ferrocarril del Pacífico (1862 y 1864)
concedían subsidios federales para los ferrocarriles
trascontinentales. En 1864 se autorizó la contrata­
ción de mano de obra para promover la inmigra­
ción permitiendo que los empleadores pagaran el
pasaje de los inmigrantes a cambio ele un contrato
de trabajo. La Ley Bancaria Nacional (1863) re­
144 LA FILOSOFIA DEL INDIVIDUALISMO
hizo el sistema monetario para proveer una oferta
monetaria limitada y “sana”. Por último, la abo­
lición de la esclavitud creó de una vez por todas
un mercado libre de mano de obra para todo el
país. La escena estaba lista para el dominio de la
empresa privada en una civilización orientada hacia
los negocios, una vez derrotados en la guerra los
intereses terratenientes del Sur.
La filosofía del individualismo irrestricto se in­
corporó al derecho constitucional fundamental. La
persona más responsable de este suceso fue un
magistrado de la Suprema Corte de los Estados
Unidos, ahora casi completamente olvidado, Ste-
phen J. Field (1816-1899). Field era hijo de un pro­
minente clérigo congregacional y hermano de otros
dos hombres igualmente eminentes: Cyrus Field,
el hombre de negocios que tendió el primer cable
telegráfico transatlántico en 1866, y David Dudley
Field, un destacado abogado de Nueva York que
encabezó el movimiento en pro de la reforma de
los códigos legales en el decenio de 1860 y quien
más tarde se convirtió en líder de un movimiento
internacional tendiente a remplazar la guerra por
el arbitraje, antecedente de la Liga de las Naciones.
Cuando contaba con poco más de treinta años, Ste-
phen Field participó en el éxodo hacia California,
contagiado por la fiebre del oro. Fue electo juez y
en 1850 llegó a la legislatura estatal. Para 1857
se encontraba en la Suprema Corte del estado y se
convirtió en su presidente en 1859. Field era un
producto del Oeste en desarrollo y de su estructura
social individualista, abierta, donde una persona
podía ascender por sus propios esfuerzos.
Abraham Lincoln lo designó en 1863 magistrado
de la Suprema Corte de los Estados Unidos, puesto
LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO 145
que ocupó durante treinta y cuatro años, convir­
tiéndose en una de las glandes autoridades del
país en materia de derecho constitucional. En 1876
fue miembro de la famosa Comisión Electoral que
decidió la presidencia en favor del Republicano
Rutherford B. Hays y en contra del Demócrata
Samuel J. Tilden, quien había obtenido un mayor
número de votos. Durante su carrera en la Suprema
Corte, las opiniones más importantes de Field se
refirieron a la protección de la propiedad y la
libertad de las empresas, por aplicación a las cor­
poraciones de la Decimocuarta Enmienda a la Cons­
titución. Al principio en minoría, Field se convirtió
pronto en el vocero más importante de la mayoría
en cuanto a la opinión de que la Constitución garan­
tiza al individuo y a la empresa contra la interven­
ción gubernamental.
Los famosos Casos de los Rastros de 1873 permi­
tieron que Field expusiera su posición en términos
inequívocos. Luisiana había promulgado leyes ten­
dientes a proteger la salud pública en Nueva Orleans
por la limitación de la operación de los rastros y la
concesión de un monopolio de esa actividad a una
sola compañía. Los carniceros y los introductores de
ganado se opusieron a la ley y demandaron protec­
ción legal contra su ejecución alegando que la ley
era inconstitucional. Sostenían los oponentes, entre
otras cosas, que el monopolio los privaba del de­
recho de continuar en su actividad habitual y que,
contra la dispuesto por la Decimocuarta Enmienda,
los privaba de propiedad sin el debido proceso le­
gal y les negaba igual protección bajo la ley. Los
defensores de la legislación sostenían que ella re­
presentaba una expresión válida del poder de vigi­
lancia del gobierno estatal. El caso llegó en última
146 LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO
instancia a la Suprema Corte, donde la mayoría
sostuvo que el estado estaba usando legítimamente
sus facultades de vigilancia y que no se habían
violado los derechos civiles. Pero Field escribió un
voto vigoroso de disentimiento. En su opinión, el
derecho de operar un rastro o cualquiera otra
empresa legítima era un derecho que el gobierno
no podía eliminar. “No puedo creer que lo esta­
blecido en la Declaración de Independencia como
un derecho dado por Dios e inalienable pueda ser
arrebatado así sin piedad a los ciudadanos, ni que
pueda existir ninguna restricción a ese derecho,
excepto por regulaciones que afectan por igual a
todas las personas del mismo sexo, edad y con­
dición.”
El argumento en favor de la propiedad como un
derecho natural que ningún gobierno puede apro­
piarse sin el debido proceso de la ley se sometió
de nuevo a prueba en los años siguientes. Field
disintió vigorosamente en varias ocasiones, cuando
la mayoría de la Suprema Corte apoyó la inter­
vención estatal en los asuntos económicos. Pero
la opinión cambió, y para 1886 toda la Corte había
llegado a aceptar la posición de Field. En un caso
referente a la validez de impuestos especiales es­
tablecidos en contra del Ferrocarril Southern Pa­
cific por un condado de California, Field pudo
afirmar: "La Corte no desea escuchar el argu­
mento sobre la cuestión de si se aplica a estas cor­
poraciones la disposición de la Decimocuarta En­
mienda. Todos nosotros opinamos que sí se aplica”.
La enmienda constitucional que originalmente ha­
bía buscado la protección de los esclavos emanci­
pados se aplicó entonces a las corporaciones y a
LA FILOSOFIA DEL INDIVIDUALISMO 147
la actividad empresarial, y en este caso los impues­
tos locales fueron declarados inválidos.
Una vez que la posición de Field pasó a formar
parte de la ley constitucional de los Estados Unidos,
se derogaron muchas leyes estatales referentes a la
jornada de trabajo, el trabajo de los niños, las
condiciones fabriles y otros aspectos de la vida
económica. En una época en que el crecimiento
industrial estaba creando muchos problemas nue­
vos, la filosofía del laissez faire irrestricto era la
ley de la tierra y se permitía escasa interferencia
con la empresa privada y la libertad de contrata­
ción. En vano se quejó el juez Oliver Wendell
Holmes, en una opinión de disentimiento famosa,
de que “la Decimocuarta Enmienda no convierte
en ley la Social Statics de Herbert Spencer”.
El f o l k l o r e d e l in d iv id u a lis m o

La filosofía del individualismo se tradujo tanto


en folklore como en principios legales. La leyen­
da hablaba del pobre joven inmigrante que ini­
ció su carrera en el primer peldaño de la escalera
de los negocios, trabajó duro, ahorró dinero, hizo
inversiones sagaces, y finalmente alcanzó una po­
sición de liderazgo empresarial. Se casó bien, educó
una familia feliz, y se ganó el respeto de sus con­
ciudadanos. Sabio en su ancianidad, era un estadista
maduro consultado por los presidentes y amado por
sus nietos.
Aunque pocos líderes empresariales siguieron este
camino —la mayoría de ellos eran hijos de hombres
de negocios o profesionales, tuvieron una educa­
ción por encima del promedio, y no empezaron en
148 LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO
el primer peldaño—, una economía en crecimiento
donde la empresa individual no tenía cortapisas
ni pagaba impuestos al ingreso ofrecía un campo
fértil para quienes buscaran riquezas. Algunos de
los líderes empresariales eran ejemplos vivientes
del folklore, aunque no ascendieron dentro de las
empresas existentes sino que construyeron sus pro­
pias empresas con astucia, habilidad y suerte.
Andrew Carnegie, por ejemplo, nació en Escocia,
hijo de un tejedor que trajo su familia a los Estados
Unidos cuando los telares mecánicos lo dejaron sin
empleo. Cuando Andrew tenía trece años de edad
fue a trabajar en una planta textil situada cerca
de Pittsburgh como canillero, por un salario de
veinte centavos al día. Su diligencia le ganó un as­
censo al cuarto de máquinas, y sus conocimientos
de aritmética y su buena letra le ganaron otro as­
censo al personal de oficina. Buscando campos
nuevos con mayores oportunidades, Andrew se con­
virtió en mensajero del telégrafo, aprendió telegra­
fía, se convirtió en operador, y en su tiempo libre
ganaba dinero adicional como reportero telegráfico
de un periódico. Pasando de nuevo a campos más
prometedores, se convirtió en telegrafista del Fe­
rrocarril de Pensilvania y luego en secretario del
superintendente general. Cuando su jefe pasó a ser
presidente de la compañía, Andrew que a la sazón
tenía veinticinco años de edad, fue nombrado super­
intendente de la división occidental del ferrocarril.
Ahorrando dinero, invirtió en una compañía de
coches-dormitorios y en tierras petroleras, dos in­
dustrias nuevas y dinámicas en ese tiempo. Durante
la Guerra Civil, Carnegie estuvo a cargo de todos
los ferrocarriles y telégrafos militares del este, y los
LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO 149
administró con la eficiencia que había aplicado a
todos sus trabajos.
Previendo la superioridad de los puentes de hie­
rro y acero sobre los construidos de madera, Car-
negie organizó en 1862 la Fábrica de Puentes Key-
stone. Poco después de terminada la Guerra Civil,
estableció su propia planta siderúrgica para proveer
de materia prima a su compañía, y en 1868 intro­
dujo en los Estados Unidos el proceso de aceración
Bessemer. Construyendo y ampliándose, adquirió
más plantas, minas de hierro y carbón, ferrocarriles,
y todos los demás elementos de la primera compa­
ñía siderúrgica completamente integrada del país.
En lugar de administrarla por sí mismo, se cuidó
de contratar el mejor talento administrativo dis­
ponible y dio a sus administradores incentivos para
que trabajaran con iniciativa y espíritu de progre­
so. En 1901 vendió su compañía a la recién formada
United States Steel Corporation en casi quinientos
millones de dólares. El propio Carnegie recibió
más de 300 millones de dólares.
Carnegie aceptaba y vivía según la filosofía de que
el individuo posee la riqueza sólo como un guar­
dián, y que tal riqueza debe emplearse en última
instancia para beneficio del conjunto de la socie­
dad. Tras de vender su compañía dedicó el resto
de su vida a apoyar la educación y la investigación.
Estableció y financió el Instituto Carnegie de Tec­
nología en Pittsburgh, la Institución Carnegie de
Washington para la investigación científica, la
Corporación Carnegie de Nueva York como un
fondo fiduciario para el apoyo a la educación y la
investigación, la Fundación Carnegie para el Ade­
lanto de la Enseñanza, el Fondo Carnegie para la
Paz Internacional, y el Fondo Carnegie de los
150 LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO
Héroes para recompensar los hechos heroicos, ade­
más de financiar bibliotecas en cientos de ciuda­
des en todo el país. En todos sus donativos insistía
en el principio de la auto-ayuda: el beneficiario
debía aportar también algo de dinero, casi en todos
los casos.
Carnegie escribió varios libros populares donde
expresa su filosofía del individualismo y la guardia
de la riqueza: Triumphant Democracy (1886),
The Gospel of Wealth (1900) y The Empire of
Business (1902). Todas estas obras alababan el sis­
tema empresarial, el individualismo, la libre em­
presa, y la idea de que la riqueza no debe usarse
sólo para el beneficio individual sino para el me­
joramiento de la comunidad. Típico de sus opi­
niones fue un artículo sobre “La riqueza” publi­
cado en la North American Review en 1889:
El precio que la sociedad paga por la ley de la com­
petencia . . . es grande también; pero las ventajas
de esta ley son mayores aún, porque a ella debe­
mos nuestro maravilloso desarrollo material que trae
consigo mejores condiciones.
. . . La ley puede ser a veces dura para el individuo,
pero es lo mejor para la raza, porque asegura la su­
pervivencia de los más aptos en cada departamento.
La acumulación de la riqueza por unos cuantos
puede conducir a un “reino de la armonía” y a la
“reconciliación de ricos y pobres” mientras los ricos
usen sus riquezas “como un deber” en las formas
“más adecuadas para producir los resultados más
benéficos para la comunidad”:
Las leyes de la acumulación se dejarán libres; las
leyes de la distribución también. El individualismo
LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO 151
continuará, pero el millonario no será más que un
depositario a nombre de los pobres; el vigilante tem­
poral de una gran parte de la riqueza incrementada
de la comunidad, que sin embargo administrará a
nombre de la comunidad mucho mejor de lo que
ella podría hacerlo.
Andrew Carnegie era la personificación viviente
ele un folklore del individualismo según el cual la
propiedad privada es un elemento natural del orden
social, obtenida por el trabajo y el ahorro y demos­
trativa de la superioridad moral de sus poseedores.
Como dijo Russell Conwell, un famoso orador de
la época, en su discurso inspirado “Hectáreas de
diamantes”: “La santidad está ligada a la riqueza”.
O como afirmó el obispo episcopalista William
Lawrence: “A la larga, la riqueza sólo llega al
hombre moral”. En cambio, la pobreza era el re­
sultado de la pereza, del despilfarro, o de la falta
de capacidad, algo conveniente sólo porque ense­
ñaba la necesidad de trabajar duro y ahorrar. Esta
filosofía no era meramente una racionalización
de la riqueza hecha por los ricos, aunque sin duda
era eso. Era también la fe de millones, incluida
la gran clase media y un gran número de obreros.
Los r e s u lt a d o s d e l in d iv id u a lis m o
El individualismo tenía también su lado malo.
Los apologistas de la riqueza tenían mucho de qué
disculparse. En 1900, cuando las utilidades de la
Carnegie Steel Company ascendieron a más de 20
millones de dólares anuales (la mayor parte de
dicha suma percibida por el propio Carnegie), el
salario medio anual de los trabajadores siderúr­
152 LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO
gicos ascendía aproximadamente a 600 dólares. No
era evidente la justicia de esta división del ingreso
de la sociedad que amenazaba con la polarización
de las clases sociales denunciada por Marx. Pero
los defensores más extremosos de la filosofía del
laissez faire proseguían alegremente su camino, al
parecer sin advertir la situación potencialmente ex­
plosiva que estaban creando.
En una ocasión, cuando el Ferrocarril Central
de Nueva York canceló un tren rápido extra entre
Nueva York y Chicago, se elevó un clamor público.
Entrevistado por un reportero, William Vanderbilt,
el presidente de la compañía y accionista mayori-
tario, explotó: “Que vaya al diablo el público. Yo
trabajo para mis accionistas. Si el público quiere
el tren ¿por qué no lo paga?” Esta declaración pro-
vocóuna tormenta de protestas. Vanderbilt decidió
que ya era tiempo de diversificar sus intereses y
vendió 30 millones de dólares de sus acciones en ese
ferrocarril.
Era una gran época para el especulador y el
promotor. En 1869, Jay Gould y Jim Fisk, es­
peculadores financieros que habían aprendido su
negocio mediante una flotación casi seguramente
ilegal de acciones del Ferrocarril Erie, trataron
de controlar la oferta de oro en el mercado mone­
tario de Nueva York. Restringiendo la oferta de
oro del gobierno federal en la subtesorería de Nue­
va York con la connivencia del cuñado del presidente
Grant, elevaron el precio del oro a grandes alturas.
Sus contactos en Washington los previnieron de
la acción del gobierno para destruir la especula­
ción, y ellos vendieron a tiempo para hacer grandes
utilidades. En el pánico financiero que siguió, per­
mitieron que quebraran sus propios corredores.
LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO 153
Este Viernes Negro del 24 de septiembre de 1869
fue sólo el más espectacular de los juegos especula­
tivos que perturbaban la economía de tiempo en
tiempo.
También estaban activos los constructores de mo­
nopolios. La nueva economía industrial era par­
ticularmente vulnerable a las guerras de precios.
En la industria de los ferrocarriles, por ejemplo,
los costos de capital eran elevados, y la reducción
de tarifas podría hacer bajar los ingresos muy por
debajo de los costos totales mientras todavía se cu­
brían los gastos de operación. Las guerras de tarifas
podían llevar a la quiebra a las empresas más dé­
biles, pero dado que la propiedad ferroviaria sólo
podía usarse en la operación de trenes, las com­
pañías derrotadas sólo podían reorganizarse sobre
una base financiera más fuerte para regresar a las
guerras industriales más capacitadas para la super­
vivencia que las empresas triunfadoras de la pri­
mera ronda. Con gran entendimiento, las compañías
ferroviarias se fusionaban, celebraban acuerdos so­
bre tarifas y división del tránsito, compraban accio­
nes de sus competidoras, y formaban “comunidades
de interés”.
En otras industrias operaban factores similares:
acero, equipo agrícola, refinación de azúcar, refi­
nación y distribución de petróleo, y servicios pú­
blicos. Se formaban monopolios gigantescos para lle­
var estabilidad a industrias sumidas en el caos por
la competencia misma que en opinión de los teó­
ricos era la base del orden económico. Al combi­
narse, los financieros perdían de vista en ocasio­
nes los beneficios económicos de la compañía, los
accionistas o el público, cuando los servicios lega­
les y financieros resultaban caros. Cuando J. P.
154 LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO
Morgan empezó a formar grandes compañías si­
derúrgicas con otras más pequeñas en el decenio
de 1890, descubrió que la emisión de valores en
cantidades mayores que el valor real de las pro­
piedades fusionadas podría dar grandes beneficios.
La capitalización del “buen crédito” y los beneficios
monopólicos potenciales podría llevar dinero a las
manos de banqueros y abogados. Cuando Andrew
Carnegie amenazó con romper el plan mediante
una competencia aguda, Morgan se vio obligado a
comprar al precio fijado por Carnegie. Así nació
la United States Steel Corporation, con acciones y
bonos vendidos al público y distribuidos a los
promotores a precios iguales a cerca del doble del
valor real de las propiedades. La posición mono-
pólica de la compañía le permitió en última ins­
tancia salir adelante, pero el público hubo de pa­
gar altos precios por el acero. Poco después de
cerrado el trato Carnegie-Morgan, ambos hombres
se encontraron en un viaje transatlántico. Según se
cuenta, Carnegie expresó: “Cometí un error, Pier-
pont, cuando le vendí. Debí haberle pedido 100
millones de dólares más.” A lo cual contestó Mor­
gan: “Los habría pagado.”
Este tipo de individualismo desenfrenado engen­
dró una reacción inevitable. En 1877, los Estados
Unidos casi llegaron a la revolución a resultas de
la depresión y el descontento industrial. Paros y
reducciones de salarios en los ferrocarriles desata­
ron huelgas locales que se extendieron a otras com­
pañías por todo el país. Estalló la violencia y se
destruyeron muchas propiedades ferroviarias. Ape­
nas un decenio después brotó en Chicago la re­
belión de Haymarket Square. A una huelga de la
gran empresa Cosechadora McCormick, donde la
LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO 155
asociación sindical era una de las controversias
importantes, siguió una huelga general en toda
la ciudad. Más de cincuenta mil trabajadores aban­
donaron sus empleos. Fue especialmente fuerte la
agitación de los anarquistas “prácticos”, quienes
pretendían terminar con el capitalismo y todo el
gobierno mediante la revolución destructora, y tras
una manifestación ante la fábrica McCormick, don­
de varios trabajadores resultaron lesionados, el pe­
queño periódico anarquista exigió “venganza” por
la “masacre”. Un mitin convocado para la no­
che siguiente en Haymarket Square atrajo una
gran multitud, y cuando la policía intervino para
disolver lo que había sido una reunión pacífica,
alguien arrojó una bomba que mató a sie^e policías
e hirió a otros sesenta y ocho. Ocho líderes anar­
quistas fueron arrestados y juzgados por asesinato
como autores intelectuales. Declarados culpables
en una atmósfera recargada de temores y odio, cua­
tro fueron ejecutados, uno se suicidó en la prisión,
y tres condenados a largas condenas. Nadie supo
nunca quién había arrojado la bomba.
En el decenio de 1890, el conflicto económico
volvió a engendrar la violencia. Las dificultades
de ese decenio recibieron el nombre de “gran de­
presión”, que persistió hasta los años treinta. El
desempleo era elevado, y algunas industrias básicas
tales como las del acero, ferrocarriles y equipo agrí­
cola, se vieron muy afectadas. La lucha explotó
en el verano de 1892 en Homestead, Pensilvania,
un pueblo siderúrgico cercano a Pittsburgh. Las
reducciones de salarios, la negativa de la compañía
a reconocer un sindicato o a negociar con los obre­
ros, y la importación de varios cientos de esqui­
roles condujeron a una batalla violenta entre las
156 LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO
fuerzas de los trabajadores y de la compañía. Veinte
hombres resultaron muertos y unos cincuenta heri­
dos, y Henry Frick, administrador de la planta,
fue luego balaceado y apuñalado en su oficina por
un agitador. La Guardia Nacional restableció fi­
nalmente el orden, pero la huelga quedó rota.
Cerca de Chicago, donde George Pullman había
establecido en forma paternalista un “pueblo mo­
delo” junto a su fábrica de carros de ferrocarril,
los malos tiempos produjeron paros y despidos, y
los trabajadores se declararon en huelga. Un boi­
coteo solidario del Sindicato Norteamericano de
Ferrocarrileros, encabezado por Eugene Debs, pa­
ralizó el sistema de transportes del país, y hubo
graves combates en Chicago. El procurador general
de justicia de los Estados Unidos, un antiguo abo­
gado de ferrocarriles, obtuvo una orden judicial
contra la huelga, y el presidente Cleveland llamó
a las tropas nacionales a pesar de las protestas del
gobernador Altgeld, quien sostenía que no eran
necesarias. En estas circunstancias fracasó la huel­
ga y Debs fue a la cárcel, de donde salió como
un socialista convencido.
Los líderes conservadores de los empresarios pa­
recían no aprender nada y olvidarlo todo. Cuando
úna huelga en las minas de carbón de antracita
amenazó en 1902 con dejar a los consumidores de
las grandes ciudades tiritando durante un largo
invierno, George F. Baer, líder de la asociación
de empresarios que se negó a aceptar la propuesta
del sindicato para someter la disputa al arbitraje,
escribió a un accionista que protestaba:
Estimado señor Clark: Me refiero a su carta del día 16.
No sé quién es usted. Veo que es usted un hombre
LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO 157
religioso, pero evidentemente en favor del derecho
de los trabajadores a controlar una empresa en la
que no tienen otro interés que la obtención de sa­
larios justos. Le ruego que no se desanime. Los
derechos e intereses del trabajador serán protegidos
y cuidados, no por los agitadores sino por los caba­
lleros cristianos a quienes Dios ha otorgado el control
de los derechos de propiedad del país. Ruegue por
el triunfo del derecho, recordando siempre que el
Señor omnipotente reina todavía y que este reino es
de derecho y orden, no de violencia y crimen.
Esta enunciación descarada del derecho divino del
capital encendió tanto a la opinión pública que
el gobierno federal intervino finalmente entre los
contendientes del capital y la mano de obra. El
presidente Theodore Roosevelt amenazó con ex­
propiar las minas si la empresa no aceptaba el
arbitraje de la disputa. Por primera vez, la inter­
vención del gobierno federal favorecía las deman­
das ele los trabajadores frente a las de los capita­
listas.
L a s l im it a c io n e s d e l in d iv id u a l is m o
La filosofía, el derecho y el folklore del indivi­
dualismo irrestricto seguían un camino de colisión
con los trabajadores. Su negativa a afrontar los
problemas de la depresión y el desempleo, el mo­
nopolio y la concentración del poder económico,
la distribución del ingreso y la justicia económica,
producía críticas y ataques. Quizá correcto en teo­
ría el individualismo no resolvía los grandes inte­
rrogantes planteados por el marxismo acerca del
capitalismo, ni los problemas sociales surgidos en
158 LA FILOSOFÍA DEL INDIVIDUALISMO
el camino del desarrollo económico. Cuando la falta
de soluciones a los problemas se tradujo en revueltas
y violencia, la opinión pública empezó a virar
hacia el otro lado. No bastaba la reiteración de
antiguos lemas y teorías. La ciencia económica, la
teoría social y la política pública debían enfrentarse
a la realidad, y en particular a la realidad del con­
flicto económico.
VII. LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA
En su mayor parte, los economistas no aceptaron la
posición extrema de la filosofía del individualism o.
Les interesaban los problemas sociales, y la influen­
cia del utilitarism o de Bentham los llevaba a apo­
yar la intervención gubernam ental en los asun­
tos económicos si podía demostrarse claramente
la existencia de beneficios sociales. Sin embargo, la
mayoría de los economistas permaneció dentro del
marco de la filosofía individualista, aceptando la
acción gubernam ental sólo en m agnitudes lim ita­
das para metas limitadas. Subsistió el hincapié en
el laissez faire, y la teoría económica reflejó ese
punto de vista.
Tam bién reflejaba algo más: la crítica marxista
al capitalismo. En parte conscientem ente y en par­
te inconscientem ente, los economistas de 1870 a
1900 desarrollaron nuevas formulaciones teóricas
que sirvieron para refutar las posiciones marxistas
acerca del capitalismo.

La u t ilid a d m a r g in a l y e l b ie n e s t a r in d iv id u a l
A principios del decenio de 1870, tres econom is­
tas diferentes, ignorantes de las ideas de los demás,
desarrollaron una nueva teoría del valor en sus­
titución de la antigua teoría del valor trabajo.
Un inglés, un francés y un austríaco, escribieron
en idiom as diferentes, pero sus teorías eran no­
tablemente similares, lo que constituye otro ejem ­
plo de ese fenóm eno observado a m enudo en el
159
160 LA ECONOMÍA NEOCLASICA
desarrollo de la ciencia: el descubrimiento inde­
pendiente y simultáneo de un principio nuevo.
En el lapso de diez años, las nuevas ideas habían
invadido triunfantes la profesión económica y eran
aclamadas como un gran descubrimiento por todos,
menos unos cuantos tercos que se aferraban obsti­
nadamente al antiguo sistema clásico. Para au­
mentar la coincidencia, el descubrimiento llegó po­
cos años después de la publicación del ataque de
Marx al capitalismo, donde sustentaba la teoría del
valor trabajo su teoría de la explotación.
Más tarde se descubrió que las nuevas ideas no
eran tan nuevas después de todo. Los principios
básicos de la utilidad marginal habían sido ex­
puestos por un matemático italiano un siglo y
medio antes, y durante los cincuenta años ante­
riores habían sido publicados por un ingeniero ale­
mán, un experto en servicios públicos francés, y
varios economistas ingleses poco conocidos. Hasta
Aristóteles había empleado la idea en su tratado
de ética, y los teólogos católicos habían discutido
conceptos relacionados en los siglos xvi y xvn.
Todos estos escritos habían pasado desapercibidos
hasta que Marx atacó el sistema de empresa pri­
vada. Cuando esto ocurrió, la teoría del valor tra­
bajo debió ser abandonada, y los economistas de­
bieron prestar atención seria a los problemas de
la distribución del ingreso y los ciclos económicos.
Nacía un nuevo enfoque de la ciencia económica.
El nuevo principio era sencillo: el valor de un
producto o servicio no se debe al trabajo incor­
porado en él sino a la utilidad de la última unidad
comprada. Tal, en esencia, era el famoso principio
de la utilidad marginal.
LA ECONOMÍA NEOCLASICA 161
Karl Menger (1840-1921), el codescubridor aus­
tríaco, enunció mejor el principio básico. Señaló
que el consumidor racional, enfrentado a un gran
número de opciones para el gasto de su ingreso,
tratará de maximizar su satisfacción. Esto se lo­
grará cuando el consumidor distribuya su gasto de
tal modo que el último (marginal) peso gastado
en un bien le dé una satisfacción —o bienestar, o
utilidad— no mayor ni menor que el último peso
gastado en cualquiera otra cosa. Si es posible cam­
biar un peso de gasto de un bien a otro y aumentar
así la satisfacción total obtenida, el consumidor
racional lo hará, hasta que se iguale la utilidad
"en el margen”. Así se determina la demanda de
cualquier bien ejercida por cualquier consumidor.
Menger presentaba al consumidor como una perso­
na que pondera de continuo las ventajas relativas
de cada curso de acción y escoge siempre el que
le dé el mayor incremento de bienestar.
William Stanley Jevons (1835-1882), el codescu­
bridor inglés, subrayó otro aspecto del principio
mostrando que la utilidad en el margen dismi­
nuye: entre más tengamos de un bien, menos sa­
tisfacción obtendremos del consumo de otra unidad
y menos estaremos dispuestos a pagar por ella.
Esto significa que los bienes abundantes serán ba­
ratos porque una unidad adicional no vale mucho
para el comprador, aunque el bien mismo sea esen­
cial para la vida, como el agua o el pan. En cambio,
los bienes escasos serán caros porque no tenemos
mucho de ellos y una unidad más producirá mu­
cha satisfacción al comprador, como ocurre con los
diamantes o los abrigos de visón.
León Walras (1837-1910), el francés que publicó
el mismo principio en los inicios del decenio de
162 LA ECONOMIA NEOCLASICA
1870, tenía otro énfasis. Explicó cómo está ligado
a las decisiones de gasto del consumidor todo el
sistema económico, incluida la producción de equi­
po de capital y de materias primas. La economía
es una red sin solución de continuidad de relacio­
nes intrincadas entre los precios y las cantidades
compradas donde todo cambio de la asignación de
gastos del consumidor se deja sentir por todo el sis­
tema en ajustes minúsculos de la producción y
los precios. Sobre todo en una economía compe­
titiva, todo el sistema se ajusta automáticamente
para equilibrar la producción con la demanda.
Esta teoría del valor observaba detrás de la de­
manda de un bien para analizar los factores en
que se basaba, mientras que la antigua teoría del
valor trabajo se había concentrado en el lado de
la oferta del mercado y había encontrado que el
valor y el precio se basaban en los costos de pro­
ducción, que en última instancia se reducían al tra­
bajo. Correspondería a un economista inglés, el
gran Alfred Marshall (1842-1924), conciliar estos
dos enfoques e insistir en que el precio del mer­
cado —es decir, el valor económico— se determina
por la oferta y la demanda, que se influyen recí­
procamente en una forma muy similar a la descrita
por Adam Smith para la operación de los merca­
dos competitivos. Marshall demostró que a largo
plazo los precios de los mercados competitivos ten­
derán hacia los costos de producción más bajos
a que se proveerán las cantidades deseadas por los
consumidores. Pero aunque Marshall introdujo de
nuevo los costos de producción en el análisis, él
y la mayoría de los economistas aceptaron el en­
foque más amplio de Menger y Walras: el patrón
básico de la producción está determinado por la
LA ECONOMIA NEOCLASICA 163
miríada de decisiones independientes de millones
de consumidores individuales.
Una de las conclusiones más importantes obte­
nidas de esta línea de pensamiento fue que un
sistema de mercados libres tiende a maximizar
el bienestar individual. Puesto que se supone que
los consumidores tratan de maximizar sus satisfac­
ciones, y dado que la producción está determinada
por los deseos de los consumidores, se sigue que
el resultado será la maximización del bienestar.
El análisis demostraba además que los costos de
producción eran impulsados hacia el nivel más bajo
posible por las fuerzas de la competencia. En cier­
to sentido, toda la economía es una máquina de
maximización de placer donde la diferencia entre
beneficios de los consumidores y costos de produc­
ción se lleva al más alto nivel posible, suponiendo
que la economía pueda operar sin restricciones.
Estas ideas alejaban todo el enfoque de la cien­
cia económica de la gran cuestión de las clases
sociales y sus intereses económicos, subrayada por
Ricardo y Marx, y centraba la teoría económica
en el individuo. Los principios de la distribución
del ingreso, en los que Ricardo había basado su
análisis del progreso del industrialismo y en los
que Marx había hecho descansar su teoría del de­
rrumbe del capitalismo, fueron remplazados por
el consumidor individual como el determinante
principal de la actividad económica y el progreso
económico. Todo el sistema económico se repre­
sentó alrededor de los consumidores individuales
y sus necesidades.
La economía se transformó en una ciencia com­
patible con la filosofía social desarrollada por Her-
bert Spencer y William Graham Sumner, y por
164 LA ECONOMÍA NEOCLASICA
supuesto esa filosofía reflejaba el individualism o
irrestricto que estaba reform ando la faz del mundo.
Los economistas y sus teorías m uy abstractas for­
m aban parte del m ism o desarrollo social e inte­
lectual que produjo las teorías legales de Stephen
Field y el folklore del individuo que se forjaba a
sí mismo.

J u st ic ia e c o n ó m ic a : l a d is t r ib u c ió n del ingreso

Los economistas de fines del siglo xtx aplicaron


tam bién el análisis marginal a la distribución del
ingreso. Afrontando el reto marxista, estos nuevos
teólogos de la sociedad industrial desarrollaron
una teoría para probar que todos los factores pro­
ductivos —mano de obra, tierra o capital— obte­
nían una remuneración exactamente igual a su
contribución al valor del producto. Nadie podía
explotar a nadie, no había ningún excedente no
ganado que pudieran apropiarse los dueños del
capital, y una justicia plena debe prevalecer en
la distribución del ingreso. El trabajador recibe
lo que merece, ni más ni menos.
El nuevo análisis de la distribución del ingreso
recibió el nombre de teoría de Ja fo d u c tiv id a d
m arginal. Como la teoría de la utilidad marginal,
se basaba en la últim a unidad, o r.r.idad margi­
nal, y su conclusión es m uy sencilla: '.c> trabajado­
res recibirán un salario igual al valor de la última
unidad de producto que generen. Por ejemplo,
consideremos una planta manufacturera que ela­
bore un solo producto. Esta planta pecará salarios
iguales a los establecidos en el mercado competi­
tivo de la m ano de obra. El adm im sndor aumen­
LA ECONOMÍA NEOCLASICA 165
tará su fuerza de trabajo mientras el producto
agregado por trabajador pueda venderse en una
suma mayor que el salario pagado, es decir, mien­
tras los beneficios aumenten en virtud de que los
ingresos adicionales superen a los costos adicionales.
El administrador dejará de contratar trabajadores
cuando el aumento de la producción no genere
un ingreso adicional suficiente para pagar los nue­
vos salarios. La demanda de mano de obra de la
planta se determina por el nivel en que los salarios
sean iguales al valor de la producción de un tra­
bajador en el margen. Si un patrón tratara de pa­
gar un salario menor que este valor, el trabajador
podría desde luego obtener un empleo en otra
parte con una empresa competidora. Era ésta una
teoría maravillosa. El trabajador no obtendría más
ni menos que su contribución a la sociedad. Si su
productividad es elevada, ganará salarios elevados;
si es flojo o incompetente, ganará poco.
La misma teoría se aplicaba al patrón, a los
beneficios ganados por el capital, y a la renta
de la tierra. Cada uno de estos elementos del pro­
ceso pioductivo está sujeto a la misma ley econó­
mica. Nadie puede explotar a nadie porque todos
obtienen lo que merecen. Los economistas llega­
ron a resucitar un teorema elaborado por un mate­
mático suizo más de un siglo antes, demostrativo
de que no podría haber un valor excedente una
vez hechos los pagos a los diversos factores produc­
tivos. Marx estaba muerto.
La validez de la teoría de la productividad mar­
ginal dependía de la existencia de ese nirvana teó­
rico, la competencia perfecta. Requería también
que todos los factores productivos pudiesen sus­
tituirse entre sí sin restricciones y que los costos
166 LA ECONOMÍA NEOCLASICA
de producción por unidad de producto no cam­
biaran cuando el nivel de la producción aumentara
o disminuyera. Pero estos supuestos tan restrictivos
no agobiaron a muchos economistas, los que para este
momento ya estaban perdidos en las glorias teóri­
cas de una economía perfectamente competitiva.1
P r o spe r id a d y d e p r e s ió n : lo s c iclo s e c o n ó m ic o s
Dondequiera que aparecía la industrialización,
el sistema económico quedaba sujeto a períodos
alternados de prosperidad y depresión, marcados
a menudo por una “crisis” de las finanzas y la
confianza empresarial. Estos derrumbes aparecían
con grados variables de severidad pero con una
regularidad aparente que exigía una explicación.
Una relación cronológica de las crisis del siglo xix
aparecería como sigue:
Estados Unidos Inglaterra
1815
1819
1825
1836
1837
1847
1854
1857 1857
1866
1873 1873
1882
1883
1890
1893
1900
i Sin embargo, debe advertirse que algunos economistas
no aceptaron nunca la teoría de la productividad marginal.
Este grupo disidente incluyó a Alfred Marshall, la figura
dominante de la ciencia económica inglesa desde 1890 hasta
después de la primera Guerra Mundial.
LA ECONOMÍA NEOCLASICA 167
El problema se pasó por alto al principio. Tanto
los economistas clásicos de la primera mitad del
siglo como el grupo neoclásico que apareció des­
pués de 1870 aceptaron las proposiciones generales
de la Ley de los Mercados de Say, según la cual
no podría haber derrumbes económicos perió­
dicos y la economía debería continuar operando en
forma in'nterrum pida a niveles altos de producción
y empleo. Los pocos investigadores de los ciclos
económicos buscaron las causas fuera del sistema
de producción y distribución, porque la Ley de
Say enseñaba que la producción creaba la deman­
da y que, en el total, no podría haber ningún des-
fasamiento entre una y otra.
A partir del decenio de 1860, los estadísticos bri­
tánicos y franceses, más bien que los economistas,
empezaron a verificar el carácter periódico y cí­
clico de las fluctuaciones económicas. Identificaron
varios ciclos de cerca de diez años de duración
y especularon sobre las causas posibles. Stanley
Jevons en Inglaterra fue uno de los pocos econo­
mistas que prestaron mucha atención al problema,
y atribuyó las causas de las “grandes fluctuaciones
irregulares” a las variaciones experimentadas en
la agricultura, a la inversión o especulación exce­
sivas, a las guerras y perturbaciones políticas, o a
“otros sucesos fortuitos que no pueden calcularse
o preverse”. Más tarde, Jevons desarrolló una teo­
ría más favorable aún para los defensores de la
Ley de Say y del estado actual de las cosas. Tras
encontrar una correlación estadística entre los ci­
clos de las manchas solares y las fluctuaciones eco­
nómicas, escribió en 1884:
168 LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA
Parece probable que las crisis comerciales estén co­
nectadas con la variación periódica del estado del
tiempo que afecta a todas las partes de la tierra,
derivada probablemente del incremento de las ondas
de calor recibidas del sol en intervalos con duración
media de diez años y fracción.
Pero los ciclos económicos estaban creándole pro­
blemas al gobierno también, y los administrado­
res responsables de la política económica nece­
sitaban hechos. Los gobernantes se dispusieron a
analizar los datos. En 1886, Carroll Wright, en
su primer informe anual al Comisionado de Tra­
bajo de los Estados Unidos, señaló la inversión em­
presarial como el elemento de fluctuación más
importante en la economía. Las causas naturales,
las guerras y la especulación no eran la causa de las
crisis: culpable era la inversión excesiva en equi­
po de capital. Los tiempos malos llegaban cuando
las oportunidades de inversión eran inadecuadas, j
Este hincapié en el proceso de inversión fue reite­
rado pocos años más tarde por Sir Hubert Llewellyn
Smith, el Comisionado de Trabajo en la Junta ;
de Comercio de Inglaterra, quien informó en 1895
al Parlamento que la inestabilidad económica se
concentraba en pocas industrias, como la de ma­
quinaria y otras industrias metálicas, la construc­
ción de barcos, la construcción en general y la
minería, todas ellas sujetas a una “oscilación vio­
lenta” de la inversión. Otros sectores de la econo­
mía eran relativamente estables, y sus fluctuaciones
reflejaban los grandes cambios ocurridos en las
industrias inestables.
Sin embargo, estas investigaciones de los fun­
cionarios públicos no afectaron mucho a los eco­
LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA 169
nomistas, quienes continuaron siguiendo las indi­
caciones que les daba la Ley de Say. En su formu­
lación mejor y más completa, esa ley utilizaba la
tasa de interés como el estabilizador automático
de la economía, como el factor asegurador de que
el ahorro se canalizara hacia la inversión e impi­
diera toda alteración del flujo regular del gasto.
Pero dado que las alteraciones estaban ocurriendo
a todas luces y que la tasa de interés formaba
parte del sistema monetario, resultaba lógico el
examen de ese sector de la economía en busca de
las causas de la dificultad: podría haber problemas
en el sistema monetario aun cuando la producción
y la distribución fuesen saludables.
Para el último decenio del siglo xix, los econo­
mistas empezaron a aceptar que los ciclos econó­
micos eran provocados por una expansión indebida
de la oferta monetaria. El crédito fácil haría bajar
las tasas de interés y así estimularía la inversión
y especulación excesivas. Una vez que la economía
se expandiese demasiado, una crisis resultaba inevi­
table, porque la operación normal del sistema no
podría soportar la capacidad de producción y el
crédito innecesarios creados durante la oleada de
optimismo. Una vez iniciada la crisis, la economía
tendría simplemente que sufrir hasta que los pre­
cios altos y la expansión injustificada regresaran
a su nivel normal.
El remedio de esta desafortunada secuencia de
eventos consistía en el manejo correcto del sistema
monetario. La limitación de la expansión del cré­
dito a las necesidades legítimas de los negocios
mediante una acción eficaz del banco central po­
dría evitar la iniciación del proceso o podría de­
tenerlo mientras el período de reajuste consiguiente
170 LA ECONOMÍA NEOCLASICA
fuese todavía breve y superficial. La estabilidad
del sistema monetario y crediticio podría llevar la
estabilidad al conjunto de la economía.
Esta teoría fue enunciada por el inglés Walter
Bagehot, ya en el año de 1873, en Lombard Street*
una obra clásica sobre los mercados monetarios.
A principio de este siglo enseñaba la teoría en
Harvard Oliver M. W. Sprague, uno de cuyos es­
tudiantes era el joven Franklin D. Roosevelt (quien
aprendió bien la lección pero tenía suficiente sen­
tido crítico para rechazarla como base de la política
económica). Fue ésta la base teórica para el esta­
blecimiento del Sistema de la Reserva Federal en
1914. El presidente Herbert Hoover pensaba en esta
teoría cuando afirmó, poco después de la quiebra
del mercado de valores en 1929: “El negocio fun­
damental del país —es decir, la producción y la
distribución— es saludable.” No mencionó el sis­
tema monetario y de crédito, que obviamente no
era saludable y que trató de fortalecer con présta­
mos a bancos y ferrocarriles (cuyos bonos estaban
en gran medida en manos de los grandes bancos)
e intentos de reducción de los gastos federales.
Pero las políticas de Hoover revelaban la orientación
inherente en la Ley de los Mercados de Say y
en la teoría de los ciclos económicos derivada de
ella. La producción y la distribución no eran sa­
ludables en 1929, aunque la teoría negase que
en tales áreas pudieran encontrarse y aplicarse las
causas y los remedios.

* Lombard Street; el mercado monetario de Londres.


México, 1968, f c e .
LA ECONOMÍA NEOCLASICA 171

El m é to d o c ie n tífic o

Una de las grandes ventajas de la economía neo­


clásica era el uso de métodos científicos simi­
lares a los utilizados en las ciencias naturales y las
matemáticas. Una metodología rigurosa daba a la
ciencia económica cartas de crédito ante la comuni­
dad intelectual que no podía igualar ninguna otra
de las ciencias sociales. El método incluía varios
elementos: rigor analítico, lógica matemática, y
estudios empíricos. Esa combinación permitió a los
economistas la elaboración de “leyes” del compor­
tamiento económico y de prescripciones para la po­
lítica pública que tenían la apariencia de verdades
científicas.
El rigor analítico fue proporcionado por la teoría
de los mercados competitivos desarrollada por Men-
ger, Walras y Marshall, a partir de la formulación
original de Adam Smith. La teoría parte del supues­
to conductista de que los individuos tratan de ma-
ximizar sus utilidades. Una línea de razonamiento
deductivo concluye que si todos los individuos ma-
ximizan sus utilidades, se maximizarán los bene­
ficios del conjunto de la sociedad. Una segunda
línea de razonamiento analizó la demanda, la ofer­
ta y el precio en mercados individuales, mostrando
cómo responde la producción a la demanda de con­
sumo. En el proceso, se demuestra que los produc­
tores producen bienes al costo más bajo posible
compatible con la continuación de la oferta a los
niveles deseados por los consumidores. Una tercera
línea de razonamiento mostraba cómo todas las
partes del sistema de mercado están enlazadas en
una red sin solución de continuidad, creando un
1 72 LA ECONOMÍA NEOCLASICA
equilibrio general que maximiza el beneficio y
minimiza el costo.
Este modelo básico fue complementado más tar­
de por los sucesos siguientes: el análisis de las
condiciones necesarias para la obtención de resul­
tados óptimos, encabezado por un economista ita­
liano, Vilfredo Pareto (1848-1923); las teorías de
la competencia imperfecta y el monopolio elabo­
radas por Joan Robinson (inglesa, nacida en 1903),
Edward H. Chamberlain * (norteamericano, 1899-
1967), Heinrich von Stackelberg (alemán, 1905-
1946) y otros; y los conceptos del espíritu empresa­
rial y la innovación elaborados por Joseph A.
Schumpeter ** (austriaco, 1883-1950), para sólo men­
cionar unos cuantos de los desarrollos principales,
para quienes deseen profundizar en esta cuestión.
El hecho de que el modelo central pudiese exten­
derse con sentido en muchas direcciones nuevas
a manos de estos economistas y muchos otros cons­
tituía un importante atractivo para la innovación.
El modelo analítico derivaba gran parte de su
rigor de la sencillez de su estructura teórica. Los
límites de la actividad económica estaban clara­
mente definidos en la estructura institucional de
un sistema de mercados autocontrolados. No había
complicaciones derivadas de instituciones sociales
complejas como la familia, la religión o el Estado,
que casi no mencionaban los economistas neoclá­
sicos. La fuerza motriz era sencilla también: la
naturaleza adquisitiva de los seres humanos, que
* Edward Hastings Chamberlain, Teoría de la comp
tencia monopólica, México, 1956, f .c . f ..
*• Joseph Alois Schumpeter, Teoría del desenvolvimiento
económico, México, 1967, f .c .e .
LA ECONOMIA NEOCLASICA 173
se suponía como una constante universal. Esto daba
a los resultados del análisis teórico una aureola
de validez y aplicabilidad universales. Como la fí­
sica newtoniana, era una ciencia de espacio finito
donde ciertas fuerzas naturales inexorables ge­
neraban un equilibrio estable.
La economía adoptó también la metodología
de los experimentos de laboratorio tomada de las
ciencias naturales, pero la aplicó a investigaciones
teóricas. La idea esencial consistía en partir de una
situación estática, o de equilibrio, cambiar una sola
variable mientras todas las demás permanecían cons­
tantes, y luego observar y analizar los resultados.
Por ejemplo, en la química, se añadiría un ácido
a un compuesto estable, o se calentaría una sus­
tancia. En el análisis económico, este método im­
plicaba la partida de un equilibrio de mercado
estable, la postulación de un cambio, y luego el
análisis de la cadena de eventos que se producirían
hasta el establecimiento de un nuevo equilibrio
de mercado. El cambio postulado podría ser un
aumento de la demanda de un producto, el esta­
blecimiento de un impuesto, o el descubrimiento
de un método de producción menos costoso. Cual­
quiera que fuese el cambio supuesto, el economista
trabajaría con su modelo analítico para llegar a
ios resultados probables. Esta metodología recibió
el nombre de análisis del equilibrio parcial (porque
sólo se permitía el cambio de una variable) o está­
tica comparativa porque podía compararse una si­
tuación de equilibrio estático con otra).
El análisis teórico se facilitaba en gran medida
por el uso de la lógica simbólica y la notación ma­
temática. Cuando dos filósofos ingleses, Bertrand
Russell y Alfred North Whitehead, demostraron en
174 LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA
Principia Mathematica (1910-1913) que cualquier
enunciado verbal o cualquier argumento lógico
podría expresarse en notación matemática y ana­
lizarse con cuidado sin las confusiones (ambigüe­
dades) inherentes en el empleo de las palabras,
todo el trabajo subsecuente basado en el análisis
lógico sufrió una revolución. Algunos estudios an­
teriores, como Mathematical Investigations Into
the Theory of Valué and Price (1892) de Irving
Fisher y Mathematical Psychics (1881) de Fran-
cis Y. Edgeworth, se convirtieron en los modelos
de una reformulación de los principios económi­
cos de acuerdo con la nueva fundamentación de
la lógica analítica.
Sin embargo, como ocurre con toda metodología
nueva, varios críticos se apresuraron a señalar sus
defectos. Se criticó a la nueva metodología por ser
esencialmente estática, como la física newtoniana,
y por no adaptarse bien al análisis de una economía
en constante cambio y desequilibrio. La metodolo­
gía suponía la existencia de una naturaleza huma­
na universal —hombres económicos adquisitivos—,
lo que se consideró como una distorsión. No había
lugar para los cambios de la estructura institucional
de la economía en una metodología que suponía
el ceteris paribus, es decir, que “todo lo demás
permanece igual”. Y no había manera de determi­
nar los cambios que ocurrirían entre una posición
de equilibrio y otra. En suma, los críticos soste­
nían que los conceptos analíticos eran limitados,
poco realistas, y no cuantificables.
Esta crítica condujo al último elemento de la
metodología de la economía neoclásica: estudios
empíricos tendientes a verificar o refutar los re­
sultados del análisis teórico. La teoría proveía una
LA ECONOMIA NEOCLASICA 175
hipótesis, que luego se sometería a prueba mediante
estudios empíricos. Por ejemplo, la conclusión de
que el aumento de precio de los automóviles se
traduciría en menores compras de gasolina podría
ser verificada o refutada mediante estudios esta­
dísticos que relacionaran los precios de los auto­
móviles con la demanda de gasolina. Esto reque­
ría que los conceptos teóricos pudiesen someterse
a prueba, por lo menos en potencia.
El método estaba completo. El análisis teórico,
refinado con la notación matemática, proveería pro­
posiciones comprobables. Los estudios estadísticos
verificarían o corregirían luego las hipótesis, lo que
conduciría a proposiciones más refinadas, más cer­
canas a la realidad. En esta forma, la ciencia eco­
nómica podría avanzar hacia un entendimiento
mejor del mundo, justo como las ciencias físicas.
La id e o l o g ía d e l c a p it a l is m o

A pesar de su método científico, la economía neo­


clásica tenía fuertes implicaciones ideológicas.
El modelo teórico suponía la existencia de una es­
tructura de instituciones económicas basadas en in­
dividuos que operaban en un ambiente de merca­
dos autocontrolados. Mostraba una economía de em­
presa privada que producía lo que los consumidores
deseaban y así maximizaba el bienestar, distribuía
los productos en forma justa, y normalmente ope­
raba con empleo pleno. El crecimiento económico
mediante el ahorro y la acumulación de capital era
la fuente del progreso. El modelo era esencial­
mente el mismo de Adam Smith, modernizado para
eliminar la teoría del valor trabajo y hacerlo com­
176 LA ECONOMÍA NEOCLASICA
patible con la filosofía del individualismo y las
ideas más nuevas acerca del método científico.
Sin embargo, al revés de lo ocurrido con el dar­
vinismo social de Spencer, Sumner, Field y Car­
negie, la economía neoclásica no era una teoría
rigurosa de laissez faire. Una excepción importante
se encontraba en el área de la política monetaria,
donde la responsabilidad del mantenimiento de la
estabilidad económica mediante la administración
adecuada de la oferta monetaria se asignaba al go­
bierno a través del banco central. Pero aun en esta
área debía limitarse la discreción de la política eco­
nómica: el criterio de la política monetaria era la
limitación de la expansión del crédito a las nece­
sidades legítimas de los negocios, es decir, a las
necesidades de la producción y la distribución.
Estos dos aspectos de la economía deberían gober­
narse por el libre juego de las fuerzas del mercado
sin el obstáculo de la intervención gubernamental.
En último análisis, la escasa intervención moneta­
ria permitida debería ser indicada en gran medida
por el mercado libre.
La mayoría de los economistas neoclásicos apro­
baba también otros tipos de intervención. Uno de
ellos era el esfuerzo tendiente a la preservación de
la competencia por las llamadas leyes “antimono-
pólicas”. Dado que sus teorías se basaban en el
supuesto de la competencia perfecta en todos los
mercados, los economistas eran por lo menos con­
sistentes cuando defendían la regulación de los
monopolios “naturales” y las leyes tendientes a
impedir la restricción del comercio. Pero su adhe­
sión a la competencia y su apoyo a la legislación
antimonopólica no eran completas. Algunos eco­
nomistas sostenían que los monopolios privados,
LA ECONOMÍA NEOCLASICA 177
no respaldados por restricciones gubernamentales a
la competencia, caerían inevitablemente de sus po­
siciones de poder por efecto de los esfuerzos de otras
empresas por obtener una porción de los beneficios
excesivos. Otros querían un avance lento por temor
a que la acción antimonopólica redujese las venta­
jas de la producción en masa. Pero a pesar de estos
disentimientos relativamente moderados, se subraya­
ron, de manera consistente, las ventajas de la com­
petencia que se ha sostenido hasta nuestros días.
Se hicieron también otras concesiones a la inter­
vención gubernamental. Por ejemplo, Henry Sid-
gwick, un prominente economista inglés, en un
ensayo leído en 1886 ante la Sección Económica
de la Asociación Británica para el Progreso de la
Ciencia, enumeró varias “excepciones económicas
al laissez faire”. Se incluían aquí acciones basadas
en consideraciones morales, tales como las regla­
mentaciones sanitarias, el control de narcóticos e
intoxicantes, y las restricciones a los juegos de azar;
los esfuerzos tendientes a mejorar la productividad
de los individuos mediante la educación; las me­
didas que requieren para su eficacia una participa­
ción pública total, como las de salud pública y
control de inundaciones; y la provisión de ser­
vicios cuyos beneficios sean generales y no puedan
cobrarse al individuo, como los faros en costas
rocosas o ciertos tipos de investigación científica.
Ninguna de estas excepciones parece especialmente
importante para el hombre moderno, acostumbra­
do a casi cien años de creciente actividad guber­
namental, pero señalan el hecho de que gran parte
de la economía neoclásica representaba acomodos
a las necesidades existentes y no era el simple him­
no al individualismo y el laissez faire que preten­
178 LA ECONOMIA NEOCLASICA
den sus críticos en ocasiones. Muchos economistas
neoclásicos podían contemplar su disciplina como
una ruta científica y racional hacia la reforma.
Pero la nueva ciencia económica tenía fuertes
implicaciones ideológicas. Era una respuesta com­
pleta a Marx. Mientras los economistas clásicos
habían usado la teoría del valor trabajo para justi­
ficar la propiedad privada, Marx la había usado
como base de su teoría de la explotación. Una vez
escrito por Marx su ataque devastador contra el
capitalismo, resultaba inevitable que la ideología
del orden existente se deshiciera de la teoría del
valor trabajo, y es esta necesidad la que explica
en gran medida el “descubrimiento” de una “nue­
va” teoría del valor y su rápida aceptación.
La teoría del valor trabajo resultaba obsoleta
desde mucho tiempo atrás por efecto de la Revolu­
ción Industrial y la sustitución de los trabajadores
por las máquinas como la fuente principal del
aumento de la producción. Para mediados del si­
glo xrx resultaba obvio que una gran inversión de
capital en procesos mecanizados era el camino ha­
cia la riqueza para el individuo y para la economía
en conjunto. La idea de que el trabajo humano era
sólo un factor productivo, no la única fuente de la
riqueza, tenía una validez de sentido común a pesar
del argumento marxista de que hasta el capital te­
nía su origen en el tiempo de trabajo de los traba­
jadores. La teoría del valor trabajo había triunfado
a causa de los usos ideológicos que permitía para
justificar la propiedad privada, pero cuando Marx
volteó la teoría y la esgrimió para atacar los dere­
chos de propiedad, todo el concepto debía aban­
donarse.
LA ECONOMÍA NEOCLASICA 179

Contemplado desde este punto de vista, el des­


arrollo de la nueva ciencia económica del decenio
de 1870 debe hacernos reflexionar. Sugiere que las
ideas no se aceptan porque sean “correctas” ni se
rechazan porque sean “incorrectas”, sino que se
aceptan cuando son útiles y se rechazan cuando cesa
su utilidad. En este caso, la teoría del valor trabajo
formó parte del canon aceptado de las ideas eco­
nómicas mientras pudo ser empleada como parte
de la ideología del capitalismo. Cuando Marx des­
truyó su utilidad, la teoría fue descartada y sus­
tituida por la teoría de la utilidad marginal, que
podía apoyar la teoría de los mercados libres y em­
plearse en contra de los marxistas.
En realidad, la nueva teoría volvía innecesaria
la refutación a Marx, ya que permitía reconstruir
sobre una base nueva la teoría del capitalismo de
la empresa libre. Como señaló en 1884 el econo­
mista austríaco Eugen Bóhm-Bawerk (1851-1914),
todo el análisis marxista carecía ahora de interés.
Este discípulo de Karl Menger dedicó gran parte
de su carrera a atacar el marxismo en gran detalle,
pero siempre creyó que el mejor argumento singu­
lar era que la teoría del valor trabajo era un error
absoluto. En Inglaterra, Philip Wicksteed (1844-
1927) llegó a la misma conclusión más o menos
por la misma época; escribió que todo el análisis
marxista era inválido porque se basaba en el tra­
bajo en lugar de hacerlo en la utilidad. El consenso
de los economistas ortodoxos de fines del siglo xix
y principios del siglo xx fue enunciado, tal vez
en la forma más sucinta, por otro austríaco, Frie-
drich von Weiser (1851-1926), quien rechazó la
teoría marxista de la plusvalía en estos términos:
180 LA ECONOMÍA NEOCLASICA
Este argumento no es concluyente, aunque no sea
por otra razón que el hecho simple de basarse en la
teoría del valor trabajo, la que no puede sostenerse en
las condiciones desarrolladas de la economía nacional.
La ideología del capitalismo había sobrevivido a
su primera gran crisis y había sido reconstruida so­
bre bases nuevas.
VIII. LA FAMILIA HUMANA
T ras el surgimiento del marxismo, el gran debate
sobre el sistema económico se centró en la cues­
tión del socialismo frente al capitalismo. La res­
puesta ortodoxa basada en los extremos del indi­
vidualismo darwiniano y la moderación de la eco­
nomía neoclásica dividió aún más a los antagonis­
tas. Pero el patrón del pensamiento social no es
nunca simple. En todo debate ideológico hay más
de dos o tres respuestas posibles, y la cuestión de
la organización adecuada de la vida económica
produjo una gran diversidad de ideas que abrieron
otras dimensiones del problema. No era sólo una
cuestión de la propiedad socializada y la planeación
en un extremo de la escala frente a la propiedad
privada y la empresa competitiva en el otro ex­
tremo, con una diversidad de posiciones interme­
dias que formaran un continuo entre ambos ex­
tremos. Se ofrecieron también otros enfoques, otras
formulaciones de la cuestión, y otras soluciones.
Un gran campo intermedio envolvía la raza hu­
mana y sus necesidades como unidad social. Marx
había contemplado el sistema social dividido en
clases sociales antagónicas, donde el conflicto social
era la fuente del cambio. Por otra parte, los eco­
nomistas ortodoxos contemplaban la sociedad como
una masa de unidades individuales mantenidas en
un equilibrio inestable por las fuerzas del mercado.
Pero un tercer grupo de pensadores económicos
consideraron al hombre y a la sociedad como una
sola unidad interrelacionada, donde el individuo
estaba motivado por su propio interés, por senti-
181
182 LA FAMILIA HUMANA
mientos de hermandad, por la curiosidad, por va­
lores éticos, por la posición social y económica.
Esta concepción compleja del carácter del hombre
y la sociedad se desarrolló en una gran diversidad
de formas por obra de autores diferentes que,
como grupo, defendían una sociedad donde se bus­
cara conscientemente el bienestar humano como el
objetivo principal de la política social. Estos pen­
sadores fueron los arquitectos de la filosofía del
Estado benefactor. Pragmáticos y sin embargo vi­
sionarios, críticos al mismo tiempo optimistas, elabo­
raron muchas de las ideas que sirvieron de base a
la ciencia económica mixta de Europa Occidental
y América del Norte. Su influencia sobre la política
pública contemporánea fue muy superior a la de
los socialistas o los economistas neoclásicos orto­
doxos.
La e c o n o m ía p a p a l

El Papa León XIII (1810-1903) trató de encon­


trar, en los principios abstractos de la justicia so­
cial, un campo intermedio entre las facciones en
guerra: capital y mano de obra. En una encíclica
famosa de 1891, definió los problemas sociales de
la época como esencialmente morales más bien que
económicos y pidió su solución basada en la jus­
ticia animada por la caridad. No era una solución
que pudiera medirse por los beneficios y los costos
en el mercado, y no era en modo alguno “práctica”,
pero esa era toda la cuestión: la moral y la justi­
cia no son fenómenos del mercado sino algo que
se coloca por encima de las consideraciones mun­
danas del beneficio y la pérdida, los salarios y los
costos. León XIII pidió que se consideraran las
LA FAMILIA HUMANA 183
cuestiones económicas en una dimensión entera­
mente nueva.
El Papa, llamado GioaCchino Vincenzo Pecci, ha­
bía dedicado toda su vida al servicio de la Iglesia
Católica. Fue educado como jesuíta, se hizo sa­
cerdote en 1837, y desempeñó diversos puestos ad­
ministrativos en el gobierno papal, ascendiendo
rápidamente para llegar a arzobispo en 1846 y a
cardenal en 1853. Fue elegido Papa en 1878, en un
momento en que el nacionalismo del siglo xrx es­
taba provocando problemas graves para la relación
entre la Iglesia y el Estado en cada uno de los
países europeos, y cuando la industrialización estaba
produciendo nuevas clases sociales cuya relación
con la Iglesia no se definía todavía con claridad.
León XIII fungió como Papa durante un cuarto
de siglo, y a sus esfuerzos se debió en gran parte
que la Iglesia Católica se adaptara al nuevo orden
político y económico.
En una serie de encíclicas promulgadas entre
1878 y 1901, León XIII trató de analizar los pro­
blemas de la sociedad moderna y sus remedios,
la naturaleza del Estado y su relación con el indi­
viduo y la Iglesia, y los problemas económicos
fundamentales de la época. Una de sus primeras en­
cíclicas condenó al socialismo y sostuvo el derecho
a la propiedad privada, con lo que continuaba una
posición tradicional de la Iglesia. Pero para 1891
estaba preparado para asumir una posición mucho
más crítica del orden existente. Los problemas sus­
citados entre la Iglesia y el Estado se habían resuel­
to en gran medida mediante acuerdos en Fran­
cia, Alemania, Bélgica, Suiza y Austria-Hungría, de
modo que podía centrarse la atención en la lucha
planteada entre capital y mano de obra, entre capi­
184 LA FAMILIA HUMANA
talistas y socialistas, que amenazaba con destruir
el tejido del orden social europeo. En Rerum No-
varum, llamada a veces La Carta Magna del tra­
bajo, sostuvo que “debe encontrarse un reme­
dio .. . para la miseria y desolación que ahora
oprimen tan fuertemente a la gran mayoría de los
muy pobres”. Continuaba con una condena a las
políticas del laissez-faire:
Los trabajadores han sido abandonados, aislados e
indefensos, a la crueldad de los patrones y la ambi­
ción de la competencia irrestricta. El mal ha sido
intensificado por la usura rapaz . . . practicada to­
davía por hombres avaros e insaciables. Y a esto debe
añadirse la costumbre del trabajo por contrato, y
la concentración de tantas actividades en manos de
unos cuantos individuos, de modo que un número
pequeño de hombres muy ricos ha podido echar sobre
las masas de los pobres un yugo poco mejor que la
misma esclavitud.
Sin embargo, a este pasaje, apenas distinguible de
los escritos de los socialistas reconocidos, seguía
una condena del socialismo y una defensa de la
propiedad privada como un derecho natural del in­
dividuo.
León X III contemplaba la forma correcta de la
sociedad como una en donde los intereses del conjun­
to de la comunidad trascendieran los del individuo
y donde las relaciones económicas fuesen motiva­
das por la buena voluntad y la preocupación por
los intereses de los demás, no sólo por la búsqueda
de beneficios. Basándose en el pensamiento social
católico que databa de Santo Tomás en el siglo xm
y más atrás, León X III veía en juego grandes in­
tereses de la comunidad y no sólo los del mercado.
LA FAMILIA HUMANA 185
Criticaba el individualismo cruel de la economía
de mercado y pedía un retorno a los valores hu­
manos y comunitarios.
Al colocar los intereses de la comunidad por
encima de los del mercado, León XIII asignaba
una función importante al Estado: éste debe inter­
venir en los asuntos económicos siempre que pue­
dan estar en peligro el bienestar y la preservación
del conjunto de la sociedad, pero debe hacerlo
siempre con justicia y equidad. Resulta así entera­
mente justificado que el Estado limite la duración
de la jornada laboral, establezca salarios mínimos,
prohíba el trabajo de los niños y provea otra legis­
lación benéfica siempre que lo requiera la protec­
ción de la sociedad y sus miembros. Los sindicatos
también se justifican, mientras no restrinjan la
admisión a ellos ni persigan metas egoístas. En
efecto, León XIII defendió la organización de
un sindicato católico para asegurar que el movi­
miento laboral otorgara la consideración adecuada
a los valores éticos. Estos pronunciamientos papa­
les parecen bastante moderados cuando los con­
templamos desde la perspectiva del último cuarto
del siglo xx, pero a principios del siglo no resulta­
ban moderados, sobre todo por provenir del diri­
gente de una religión que generalmente ha apoya­
do el conservadurismo en cuestiones políticas y
económicas.
La tradición de León X III fue continuada por
papas posteriores, por el movimiento sindical ca­
tólico, y por los teólogos liberales de la Iglesia.
El Papa Pío XI conmemoró el cuadragésimo ani­
versario de Rerum Novarum, en 1931, con otra
encíclica, Quadragessimo Anno (Reconstrucción del
Orden Social) que aplicaba los mismos principios
186 LA FAMILIA HUMANA
a los problemas de la depresión y el surgimiento
del fascismo y el comunismo en Europa. La nueva
encíclica trataba de encontrar un campo intermedio
entre estas facciones en pugna, en una preocupa­
ción humanitaria por el bienestar humano que
rechazaba también la filosofía del laissez faire. En
1961, el Papa Juan XXIII promulgó Mater et Ma-
gistra (La Cristiandad y el Progreso Social) para
reafirmar la idea de que los individuos y la co­
munidad son uno solo y para hacer hincapié en
que las libertades individuales y el bienestar indi­
vidual deben conciliarse en una sociedad que en­
fatiza los valores comunitarios y la justicia social.
Aunque estas ideas no se han traducido en polí­
ticas o reformas económicas específicas en ningún
lugar del mundo, han ayudado a crear un clima
de opinión que concede gran valor a la equidad
en la vida económica.
Los f il ó so f o s d e l E sta d o b e n e f a c t o r

John A. Hobson, los socialistas fabianos y Richard


H. Tawney, encabezaron en Inglaterra la lucha
por un liberalismo positivo orientado hacia la cu­
ración de los males sociales de una sociedad in­
dustrial. Definieron el papel del gobierno como
promotor de las relaciones e instituciones sociales
que hagan hincapié en las metas humanistas. El
Estado debe eliminar los obstáculos a la buena
vida y promover condiciones que permitan al indi­
viduo hacer y disfrutar las cosas que convenga
hacer y disfrutar.
Bajo la influencia de estas ideas, Inglaterra pre­
senció un cuarto de siglo de reformas que incluye­
LA FAMILIA HUMANA 187
ron la legislación para la seguridad fabril (1891,
1895), la limitación de la jornada laboral de mu­
jeres y niños (1895), el inicio de la renovación de
los barrios miserables (1890), el reforzamiento del
poder de los sindicatos (1890-1900), la compensa­
ción a los trabajadores por lesiones sufridas en el
trabajo y la legislación protectora de los niños
(1906), las pensiones de vejez (1908), el inicio de
la planificación y renovación urbana (1909), y el
seguro de incapacidad y enfermedad (1911). Así
se reunían los componentes principales del moder­
no Estado benefactor.
John A. Hobson (1858-1940) fue uno de los ex­
ponentes principales de las ideas que servían de
fundamento a esta legislación social. Sus opiniones
heterodoxas le vedaron un puesto universitario,
pero de su pluma salió una corriente interminable
de libros y artículos que avergonzaron a sus con­
temporáneos ortodoxos por su profundidad y su
espíritu crítico. Una de sus primeras obras, The
Physiology of Industry, analiza las causas de las
depresiones y las imputa al inadecuado gasto de
los consumidores. The Evolution of Modern Ca-
pitalisjn critica el orden industrial por su mono­
polio, su distribución desigual del ingreso y sus
depresiones. Imperialism ataca la expansión egoísta
de los estados europeos; Lenin incorporó más tar­
de su argumento a la ideología comunista. Incen­
tivos en el nuevo orden industrial proclama que el
socialismo puede funcionar porque utiliza un con­
junto más amplio de motivaciones, no sólo las del
capitalismo de la gran empresa. Work and Wealth
fue la obra más importante de Hobson. En ella
defiende un concepto de la buena vida donde
el gobierno sería responsable de una distribución
188 LA FAMILIA HUMANA
más igualitaria del ingreso y del establecimiento
de controles sociales que aseguren el empleo pleno
y los salarios elevados y que promuevan la salud,
la educación y la recreación. Hobson creía que
la acción del gobierno podría terminar con la
pobreza, el desempleo y la inseguridad, y establecer
una sociedad donde prevaleciese la felicidad hu­
mana. Utópica, sí, pero ésta era la visión que se
encontraba detrás de la legislación social inglesa.
Hobson no la creó, pero fue su mejor vocero.
Los ideales de Hobson eran similares a los de la
Sociedad Fabiana, organizada en 1883 por un gru­
po de intelectuales ingleses cuya meta ambiciosa
era “la reorganización de la sociedad de acuerdo
con las más altas posibilidades morales”, mediante
un régimen democrático socialista destinado a pro­
mover “la mayor felicidad del mayor número”.
Era un grupo pequeño pero muy influyente; entre
sus primeros miembros se encontraban el drama­
turgo George Bernard Shaw, Sidney Webb, Gra-
ham Wallas y Annie Besant, y más tarde se les unie­
ron el novelista H. G. Wells y Beatrice Webb. Los
Fabian Essays, publicados en 1889 bajo la direc­
ción editorial de Shaw, defendían una extensión
gradual de la intervención estatal en los asuntos
económicos para mejorar las condiciones de traba­
jo, sustituir el monopolio con la propiedad gu­
bernamental, y promover una distribución más
igualitaria del ingreso.
La sociedad se llamó así por el general romano
Fabio Máximo, “el retrasador”, quien luchó contra
Aníbal, el comandante cartaginés, con lo que aho­
ra llamaríamos táctica de guerrilla por oposición
a las batallas en gran escala. El nombre represen­
taba la filosofía política y el plan de acción de la
LA FAMILIA HUMANA 189
sociedad. Por oposición a los marxistas, los fabia-
nos no contemplaban al Estado como un instrumento
de la lucha de clases que debiera ser destruido
sino como un medio de control social que debía
capturarse y usarse para la promoción del bie­
nestar social. Para este fin defendieron la formación
de un partido laborista dotado de un programa
socialista, y formaron parte del grupo que logró
integrar tal partido en 1906. Tajnbién trataron
de utilizar para la consecución de sus metas a los
gobiernos locales, que habían sido fortalecidos en
gran medida por la legislación de fines del decenio
de 1880 y principios del siguiente. Las tácticas de
los fabianos involucraban la acción política en el
marco de un gobierno democrático, parlamentario.
Trataban de instituir sus reformas convenciendo
a la opinión pública de la validez de sus concep­
ciones y dando publicidad a su posición en una
serie de informes de investigación y folletos popu­
lares.
El grupo fabiano logró un éxito considerable.
Su trabajo ayudó a impulsar la legislación benefac-
tora en el Parlamento inglés antes de 1914, y ayu­
dó a organizar el Partido Laborista. Fracasaron en
sus intentos tendientes al empleo de los gobier­
nos locales para la reforma social y al estableci­
miento de la propiedad pública de las grandes
industrias (carbón, acero, energía eléctrica, finan­
zas y ferrocarriles), pero sus ideas persistieron en
el Partido Laborista y fructificaron después de la
segunda Guerra Mundial, cuando las Sociedad
Fabiana vio resurgir su actividad e influencia. Gran
parte de. la legislación inglesa contemporánea en
materia de beneficencia y de socialización de los
190 LA FAMILIA HUMANA
transportes, la minería del carbón y otras indus­
trias básicas, puede imputarse a la influencia de
los fabianos.
Una influencia diferente ejerció Richard H. Taw-
ney (1880-1963), un académico cuyo campo de in­
vestigación fue la historia económica inglesa del
siglo xvi, un período considerablemente alejado
del manipuleo de las cuestiones políticas y econó­
micas del siglo xx. Pero Tawney era un hombre
de ambas épocas. Su tratado magistral sobre The
Agravian Problem in the 16th Century (1912)
abrió brechas nuevas en la teoría histórica al ana­
lizar el rompimiento del antiguo orden agrícola,
feudal, y el surgimiento de la economía y la sociedad
moderna, de mercado. Más tarde, observando la
sociedad moderna con los ojos de un reformador
iracundo y un académico objetivo, Tawney escribió
tres de los libros más importantes de su época.
Primero apareció The Acqulsitive Society (1920)
donde Tawney compara la sociedad funcional de la
Edad Media, en laque cada individuo tenía su lugar,
sus obligaciones y sus recompensas, con el moderno
mundo industrial, donde el esfuerzo productivo ob­
tiene una remuneración escasa mientras el promotor,
el especulador y el rentista reciben grandes canti­
dades de ingresos no ganados. Según Tawney, la
sociedad moderna debe reorganizarse para que las
remuneraciones sean recibidas por quienes gastan
trabajo y esfuerzo, por quienes realizan las tareas
requeridas por la sociedad, a fin de que ésta fun­
cione para el bienestar de todos. “Es tonto mantener
derechos de propiedad por los que no se realiza
ningún servicio —decía Tawney—, porque el pago
sin servicio es desperdicio.” La sociedad, afirmaba
LA FAMILIA HUMANA 191

Tawney, debe reformarse según los lincamientos fun­


cionales de una sociedad socialista.
Luego apareció el más influyente de todos los li­
bros de Tawney: Religión and the Rise of Capita-
lism (1926). Regresando a su campo académico
del siglo xvi, Tawney se ocupó del debate acadé­
mico iniciado por los alemanes Wemer Sombart
y Max Weber sobre si la Reforma Protestante creó
el clima intelectual que permitió el surgimiento
del capitalismo moderno. Tawney aceptó que am­
bos fenómenos están relacionados y se influyen re­
cíprocamente, pero el meollo de su argumento es
que las actividades empresariales de la sociedad
moderna son completamente amorales. Desde que
la ética protestante del trabajo arduo y el éxito
mundano se convirtió en un fin en sí misma, sin
referencia alguna a valores más amplios o eleva­
dos, los negocios se habían administrado sin prin­
cipios morales. Era como si los hombres y las mujeres
modernos estuviesen repitiendo de continuo la le­
yenda de Fausto, vendiendo sus almas por la pros­
peridad material al mismo tiempo que relegaban
los valores éticos a dos horas dominicales rápida­
mente olvidadas. Tawney describía el mundo mo­
derno como “la ilusión sonriente del progreso ga­
nado por el dominio del ambiente material en una
carrera demasiado egoísta y superficial para de­
terminar el propósito al que deban aplicarse sus
triunfos”.
A esta defensa de los valores que van más allá
de la riqueza material siguió Equality * (1931), que
pugnaba por una sociedad que proveyese una dis­
• La igualdad, fc e , México, 1945.
192 LA FAMILIA HUMANA
tribución igualitaria de la riqueza mediante “la
reunión de los recursos excedentes por medio de
la tributación, y el empleo de los fondos así ob­
tenidos para poner al alcance de todos, indepen­
dientemente de su ingreso, ocupación o posición
social, las condiciones de la civilización que, en
ausencia de tales medidas, sólo pueden disfrutar
los ricos”. A su vez, tal igualitarismo apoyaría y
sostendría el marco político democrático que lo
hiciese posible.
Tawney era un hombre interesante. El historia­
dor más prominente en un campo oscuro, utilizó
su conocimiento detallado del tema para arrojar
nueva luz sobre su propia época. Desarrolló una
filosofía de gran alcance que planteaba críticas
básicas a la vida económica de su tiempo. Las
soluciones ofrecidas por Tawney a los problemas
que describió eran socialistas porque creía que
sólo a través del sacialismo podrían desarrollarse
adecuadamente los valores humanos.
V eblen y C om m o ns

La idea del Estado democrático benefactor se


desarrolló en los Estados Unidos sobre bases más
pragmáticas que en Inglaterra. No hubo aquí filó­
sofos económicos como Hobson y Tawney, ni grupo
alguno de intelectuales activistas como los fabia-
nos. El enfoque norteamericano se desarrolló gra­
cias al trabajo de un pequeño grupo de economis­
tas que investigaron los problemas económicos de
los ciclos económicos, las relaciones laborales, el
monopolio y la gran empresa, y el bienestar social,
y gracias a los líderes políticos desde la época pro­
LA FAMILIA HUMANA 193
gresista hasta el Nuevo Trato. El tema básico de
ambos grupos era que la moderna sociedad indus­
trial afrontaba problemas graves que no se resol­
verían solos, y que debían utilizarse los poderes
del gobierno para proteger el tejido social y los
individuos que en él se desenvuelven frente a las
fuerzas del mercado, a menudo destructivas. Los
estadunidenses buscaron soluciones funcionales
para problemas específicos dentro del marco tra­
dicional de la sociedad norteamericana, por oposi­
ción a la filosofía socialista prevaleciente en Ingla­
terra.
Si hubiésemos de destacar a un autor como el
exponente más influyente de la filosofía básica del
desarrollo norteamericano, éste sería Thorstein Ve-
blen (1857-1929). Nacido en la sociedad rural del
Medio Oeste que produjo el movimiento populista
y a William Jennings Bryan, este hijo de un in­
migrante noruego estudió filosofía en Johns Hop-
kins y Yale y economía en Cornell. Hizo una carrera
del fracaso, sin lograr pasar jamás del nivel de
profesor asistente en una carrera docente desem­
peñada en Chicago, Stanford y Misuri. Aun cuan­
do dio conferencias en la Nueva Escuela de In­
vestigación Social en la Ciudad de Nueva York
a principios de los años veinte, su sueldo se pagaba
en parte con las aportaciones de sus antiguos dis­
cípulos. Pero los libros de Veblen lo hicieron fa­
moso, y sus ideas le ganaron el respeto de sus
colegas economistas. En 1924 fue elegido a la
presidencia de la Asociación Norteamericana de
Economistas, pero declinó el honor comentando que
no se le había ofrecido esa posición cuando le
habría servido de algo en su profesión.
Hay innumerables historias acerca de Veblen.
194 LA FAMILIA HUMANA
Abandonó la Universidad de Chicago en 1906 bajo
una polvareda creada en parte por sus ideas hete­
rodoxas y en parte por haber realizado un viaje
transatlántico con una prominente dama de Chicago.
Aunque era casado, sus aventuras extramaritales
continuaron durante sus tres años de estancia en
Stanford, y según se dice los administradores y
varios profesores suspiraron con gran alivio cuando
se marchó.
A Veblen no le gustaba enseñar. Cuando fue a
la Universidad de Misuri en 1911, su reputación
como economista le precedió. Los estudiantes se
amontonaron para registrarse en sus cursos, pero
encontraron un hombre que mascullaba dentro
de su barba y que, el primer día se clases, llenó
los pizarrones con una larga lista de lecturas que
habrían de ser objeto de un examen a la semana
siguiente. Esto redujo el grupo a proporciones ma­
nejables, cerca de una docena de estudiantes. Ade­
más, Veblen no otorgaba calificaciones mejores que
“C”,* para desalentar a quienes aspiraran a ser se­
leccionados para la fraternidad elitista Phi Beta
Kappa.
Veblen brillaba en sus libros. En The Theory
of the Leisure Class ** (1899), uno de los libros más
influyentes de los últimos cien años, Veblen cri­
ticaba los criterios materialistas del éxito en una
cultura pecuniaria. En virtud de que la supervi­
vencia de individuos y familias dependía del in­
greso, el dinero y la riqueza se convertían en la
norma para el enjuiciamiento de todas las acciones.
Los ricos gastaban su dinero en forma conspicua
• Calificación mínima aprobatoria (Ed.).
** Teoría de la clase ociosa, f c e . México, 1974.
LA FAMILIA HUMANA 195
para demostrar sus derechos al éxito, y los que
tenían ingresos menores emulaban a los ricos y
ju modo de vida: si el jefe se tomaba un mes
de vacaciones para pasear en su yate por las Ber-
mudas, la secretaria se esforzaba durante años para
pagarse una excursión de una semana por el Ca­
ribe. Dado que el tiempo ocioso era el mejor in­
dicador del éxito —demostrativo de que no se te­
nía necesidad de trabajar en absoluto—, los ricos
tenían muchos sirvientes, no permitían trabajar
a sus esposas o hijos, y se pasaban el tiempo bus­
cando placeres. El “ocio conspicuo”, el “consumo
conspicuo”, y la “emulación pecuniaria” eran in­
herentes a la economía de mercado, y todo ello
conducía a un enorme desperdicio de recursos,
esfuerzo productivo, y tiempo. Veblen no precisó
cuáles otros sistemas de valores serían convenien­
tes, pero rechazaba claramente los de la cultura
pecuniaria.
El siguiente libro de Veblen, The Theory of Bus­
iness Enterprise (1904) „ llevó adelante el argu­
mento con un análisis del lado de la producción
del mercado. Distinguía aquí entre la produc­
ción para el uso y la producción para el beneficio, se­
ñalando que los empresarios impedían a menudo
el logro de la primera por perseguir la segunda.
La búsqueda del beneficio conducía a la restric­
ción de la producción mediante el monopolio. Obs­
truía los adelantos tecnológicos porque las empre­
sas trataban de proteger su inversión de capital
existente. Conducía a las depresiones y reduccio­
nes de la producción a causa de las extensiones
excesivas del crédito y las manipulaciones finan­
cieras. Promovía la separación de la propiedad y
el control en las empresas, pues se hacían esfuerzos
196 LA FAMILIA HUMANA
por controlar mayores cantidades de riqueza con
el capital existente. Conducía a los gastos militares
y las guerras por el control empresarial del poder
político. En otras palabras, la búsqueda exclusiva
del beneficio impedía la realización plena de las
ganancias que podrían obtenerse con la tecnología
de la máquina. Así como las actitudes de los con­
sumidores llevaban al desperdicio en una sociedad
pecuniaria, los patrones básicos del comportamien­
to empresarial producían el mismo resultado.
Estos dos libros, y otros escritos de Veblen, se
centraban tanto en el cambio económico y social
como en las descripciones de la sociedad pecunia­
ria. La clase empresarial y la ociosa podrían do­
minar una sociedad, afirmaba Veblen, pero el cam­
bio era inevitable. La tecnología tenía una vida
propia, y los científicos, los ingenieros y otros hom­
bres estaban buscando de continuo métodos de pro­
ducción mejores y sistemas de organización más
eficientes, independientemente de los beneficios.
Por otra parte, los empresarios y los propietarios
de la riqueza eran “intereses creados” que se re­
sistían al cambio porque podría perturbar sus
posiciones cómodas. Por lo tanto, había un gran
conflicto inherente entre la marcha de la tecnología
y el conservadurismo del orden existente, entre los
intereses de la comunidad en conjunto y los de
los ricos y poderosos. Una brecha cultural debería
producirse inevitablemente entre las necesidades
de la sociedad creadas por las condiciones cam­
biantes y las instituciones establecidas que conta­
ban con el apoyo de la élite de la clase ociosa.
En opinión de Veblen, este conflicto se polarizaba
alrededor de los dos extremos de un socialismo
dominado por la tecnología, basado en la planifica-
LA FAMILIA HUMANA 197
¿ón central y dedicado al bienestar de la comu­
nidad y la producción útil por una parte, y un
autoritarismo militar destinado a proteger la es­
tructura de poder y riqueza existente por la otra.
Creía que este último triunfaría, porque los em­
presarios buscarían la protección de sus propios
intereses mediante el apoyo estatal de controles
monopólicos combinado con el militarismo y el
colonialismo para crear y preservar la prosperidad.
Es posible que Veblen se haya visto influido por
los paralelos existentes entre la Alemania militaris­
ta y el colonialismo, la ideología de una marina fuer­
te y la presidencia vigorosa de Theodore Roose-
velt. Pero cualquiera que haya sido la fuente de
sus ideas, ya en 1904 pronosticaba Veblen el as­
censo del fascismo y el surgimiento del Estado
corporativo, instituciones que en efecto aparecie­
ron en los años veinte y treinta en Alemania, Ja­
pón e Italia.
No podía pasarse por alto el punto de vista de
Veblen. Como lo afirmaba, estaban funcionando
fuerzas fundamentales de cambio que requerían
adaptaciones de las instituciones sociales, econó­
micas y políticas, que inevitablemente afrontarían
la oposición de quienes habían logrado la riqueza
y el éxito. Es posible que Veblen no haya sido el
autor original de este punto de vista, pero le
dio un sólido fundamento teórico en sus conceptos
de la relación existente entre el cambio y los inte­
reses creados. Aunados a su crítica de la sociedad
pecuniaria y del sistema empresarial, estos con­
ceptos dotaban de dirección y orientación al movi­
miento en pro de la. reforma económica y social.
El público leyó ampliamente los libros de Veblen.
Pero aparte de estas obras populares, Veblen pre-
198 LA FAMILIA HUMANA
sentó a los economistas profesionales una crítica
devastadora de la economía neoclásica en una serie
de artículos y reseñas de libros que aparecieron
en publicaciones periódicas profesionales. La pre­
ocupación de la economía por el equilibrio estático
era obsoleta, sostenía Veblen. Su supuesto de la
sicología hedonista del individuo económico era
una interpretación estrecha de la naturaleza hu­
mana. Pasaba por alto el conjunto de la sociedad
al concentrarse en el individuo aislado. La impor­
tancia de las instituciones económicas y los pro­
cesos del cambio institucional quedaban excluidos
del análisis por el empleo de la metodología de
la estática comparativa. Sus conclusiones eran casi
totalmente teóricas y estaban ligadas a la justifi­
cación ideológica del orden existente. En efecto,
esta crítica fue responsable en gran medida del
desarrollo de estudios empíricos para complementar
y refinar el análisis teórico que se convirtió en un
aspecto principal de la ciencia económica después
de Veblen.
La influencia de Veblen no se extendió sólo
entre el público sino también dentro de la dis­
ciplina de la economía. Sus discípulos y seguidores
investigaron en detalle las cuestiones subrayadas
por él. Wesley Mitchell estudió los ciclos econó­
micos y fundó la Oficina Nacional de Investigación
Económica. Adolf Berle y Gardner Means escri­
bieron sobre la separación de la propiedad y el
control en las grandes corporaciones. Means y
Walton Hamilton analizaron las políticas de pre­
cios de las grandes empresas. Clarence Ayres ob­
servó la influencia de la tecnología cambiante sobre
las instituciones económicas. Robert y Helen Lynd
estudiaron la estructura del poder comunitario en
LA FAMILIA HUMANA 199
libros tales como Middletown y Middletown in
fransition, y C. W right Mills hizo lo mismo a
escala nacional en The Power Elite * Hasta la crítica
literaria se vio afectada; por ejemplo, Vemon
Parrington aplicó las ideas de Veblen en su obra
monumental, Main Currents in American Thought.
La obra y la influencia de John R. Commons
(1862-1945) fueron comparables a las de Veblen.
Mientras Veblen articuló el enfoque y el punto de
vista básicos del movimiento reformista del si­
glo xx, Commons y sus seguidores encabezaron el
movimiento en pro de medidas y leyes específicas.
Commons había nacido también en el Medio Oeste
y estudió en la Universidad Johns Hopkins en el
decenio de 1880, época en que fue la más avan­
zada de los Estados Unidos. Su carrera docente
lo llevó primero a Wesleyan, luego a Oberlin,
Indiana y Siracusa. Cuando se encontraba en Si-
racusa publicó un estudio donde sostenía que el
crecimiento del Estado era paralelo al desarrollo
de la institución de la propiedad privada, ya que
la sociedad trataba de controlar el poder econó­
mico que acompaña a la acumulación de propie­
dad. Tales ideas, más el deseo de Commons de
añadir al plan de estudios un curso sobre pro­
blemas laborales, impulsaron a los administradores
de la universidad a abolir su puesto. Durante los.,
cuatro años siguientes trabajó con la Comisión
Industrial de los Estados Unidos, estudiando los
sindicatos y las relaciones obrero-patronales, y con
la Federación Cívica Nacional promoviendo la
conciliación entre trabajadores y patrones.
* La élite del poder, fce , México, 1973.
200 LA FAMILIA HUMANA
En 1904 regresó Commons a la enseñanza en la
Universidad de Wisconsin, por invitación de su
antiguo profesor en la Universidad Johns Hopkins,
Richard T. Ely. Pasó entonces casi tanto tiempo
en la universidad como en comisiones guberna­
mentales. Sus intereses principales eran la regula­
ción de los servicios públicos y los problemas
laborales. Ayudó a redactar el proyecto de ley de ser­
vicios públicos de Wisconsin en 1907 y escribió mu­
cho en favor de la compensación a los trabajadores
por las lesiones sufridas en el trabajo, el seguro
de desempleo, y la negociación colectiva pacífica.
En 1911 ayudó a crear la Comisión Industrial de
Wisconsin que trataba de desarrollar la mediación
y la conciliación en las disputas laborales. En 1914
sirvió en una comisión nacional similar en Wash­
ington, y en 1915 escribió un informe donde acon­
sejaba la creación de una junta nacional del trabajo
que promoviese el arreglo de las disputas laborales
mediante la negociación colectiva. Luego se ocupó
del seguro de desempleo e inició el movimiento
que condujo a la promulgación de tal ley en Wis­
consin en 1932 y en todo el país pocos años más
tarde. Advirtiendo que el seguro de desempleo
no podría funcionar eficazmente sin la estabiliza­
ción económica, Commons se introdujo a ese te­
rreno y en los años veinte se convirtió en presi­
dente de la Asociación Monetaria Nacional, que
buscaba programas tendientes a lograr la estabili­
dad del crédito y los precios.
Todos estos programas y políticas se convirtie­
ron más tarde en partes importantes de la economía
pública de los Estados Unidos: la regulación de
los servicios públicos como parte de un sistema
regulador de las empresas “movido por el interés
LA FAMILIA HUMANA 201
público”; la negociación colectiva y la mediación
para arreglar disputas entre trabajadores y patro­
nes en forma voluntaria; promoción de la estabili­
dad económica a niveles elevados de producción
y empleo; y legislación social (seguro de desem­
pleo, compensación a los trabajadores, y seguro
de vejez) para mitigar los efectos más perniciosos del
sistema industrial. Gran parte de la legislación
del Nuevo Trato de los años treinta se encontraba
dentro del marco iniciado por Commons.
Tras las ideas de Commons se encontraba una
filosofía del gobierno que colocaba al Estado en el
papel de mediador entre los intereses económicos
en conflicto y entre las fuerzas económicas y el
individuo. Commons y otros reformadores libera­
les percibieron los conflictos de interés, que de­
bían resolverse con justicia para ambas partes, en­
tre las empresas y el público, entre trabajadores y
patrones, y en términos más amplios entre la libre
operación de las fuerzas del mercado y el bienestar
individual. Esta concepción del conflicto difería
mucho de las mantenidas por las otras dos posi­
ciones ideológicas principales, la de los economistas
neoclásicos, que veía surgir la armonía en todas
las áreas por efecto de las fuerzas equilibradoras
del mercado, y la de los marxistas para quienes el
conflicto de clases destruiría inevitablemente el
orden social. Commons aceptaba estos dos concep­
tos pero iba más allá: sostenía que las fuerzas del
mercado podrían conciliar algunos de los intereses
en conflicto del mundo moderno, pero no todos,
y que una sociedad industrial compleja creaba de
continuo conflictos nuevos cuya resolución equi­
tativa requería de la acción gubernamental.
202 LA FAMILIA HUMANA

E l N uevo T rato

La filosofía reformista del bienestar social ex­


presada por Veblen y las políticas impulsadas por
Commons y sus colegas fructificaron durante los
años treinta bajo el gobierno del Nuevo Trato de
Franklin D. Roosevelt, cuando se volvió dominante
el concepto del Estado benefactor. Es cierto que
las ideas antiguas empezaron a cambiar antes de
los años treinta, como lo demuestran la legislación
de bienestar en Nueva York y Wisconsin, el movi­
miento conservacionista anterior a la primera Gue­
rra Mundial, y la aceptación gradual por el go­
bierno del empleo de la política monetaria para
la promoción de la estabilidad económica. Los
cruzados y los críticos habían venido forjando
la filosofía social del Nuevo Trato a partir de los
populistas. Pero el período de 1929 a 1933 marcó
un gran hito en el pensamiento social norteame­
ricano, y la legislación, de los cinco años siguientes
a 1933 creó el marco dentro del cual continúa fun­
cionando la economía norteamericana casi medio
siglo después.
El aspecto más importante de la filosofía del
Nuevo Trato era la creencia en que la sociedad
en conjunto, funcionando a través del gobierno,
debe protegerse a. sí misma y proteger a sus miem­
bros contra las fuerzas perturbadoras inherentes
en una economía industrial orientada hacia el
mercado. Esto representaba un gran alejamiento
de la filosofía de que el mercado autocontrolado
debe abandonarse a sus fuerzas, y que los hom­
bres, los recursos y la riqueza deben tratarse esen­
cialmente como bienes.
LA FAMILIA HUMANA 203
El Nuevo Trato hacía hincapié en cuatro tipos
principales de intervención directa en los asuntos
económicos para alcanzar sus metas. Primero estaba
el supuesto de la responsabilidad por el manteni­
miento de la prosperidad con empleo pleno en la
mayor medida posible, aunque el desempleo de
la Gran Depresión no desapareció por completo
hasta la segunda Guerra Mundial. El método más
eficaz desarrollado por el Nuevo Trato consistía
en el empleo del presupuesto federal para asegurar
un nivel adecuado de gasto total, y los déficit
presupuestarios de los años treinta trataban de
complementar el insuficiente gasto privado con la
inversión pública. Este concepto se incorporó en la
Ley del Empleo de 1946 y se institucionalizó en el
Consejo de Asesores Económicos del Presidente.
Los dos partidos políticos principales convienen
ahora en que el gobierno federal tiene la respon­
sabilidad de la estabilidad y la expansión eco­
nómicas.
El segundo tipo de intervención fue la legisla­
ción que estableció la negociación colectiva para
dirimir las disputas obrero-patronales. Desde el
decenio ele 1890, la Federación Norteamericana
del Trabajo ha buscado ganancias para los traba­
jadores fundamentalmente a través de la negocia­
ción colectiva, en lugar de recurrir a la acción po­
lítica radical o al socialismo. El Partido Socialista
y un sindicato radical, los Trabajadores Industria­
les del Mundo, se fortalecieron antes de la primera
Guerra Mundial, pero fueron destruidos en gran
parte por las medidas represivas tomadas por el
gobierno federal y los estatales, así como por los
tribunales, durante la guerra e inmediatamente des­
pués —lo que constituye un capítulo trágico en la
204 LA FAMILIA HUMANA
historia de los derechos civiles en los Estados Uni­
dos—, de modo que la negociación colectiva quedó
como la única opción práctica para los trabaja­
dores. Aunque la mayor parte de los empresa­
rios se oponía a los sindicatos y la negociación
colectiva, como se observaba en la Asociación Na­
cional de Fabricantes, un segmento importante
de la comunidad empresarial, encabezado por al­
gunos líderes de las grandes corporaciones, vio en
la negociación colectiva la respuesta a la continua­
ción del conflicto de clases. De este acuerdo de
los líderes laborales y los líderes de la comunidad
corporativa, junto con las tensiones creadas por la
Gran Depresión y la elección de Franklin D. Roose-
velt, surgió la Ley Nacional de Relaciones Labo­
rales (1935), que convirtió la negociación colectiva
en la política nacional. Aunque modificada por
legislación adicional después de la segunda. Gue­
rra Mundial, la política permaneció como uno de
los pilares de la constitución económica del país.
En tercer lugar, una forma menos afortunada de
intervención se incorporó en la Administración de
la Recuperación Nacional ( n r a ) , el gran esfuerzo
tendiente a la promoción de la estabilidad econó­
mica mediante la cooperación entre empresas y
entre empresas y trabajadores en industrias indivi­
duales. El experimento fracasó y ha sido uno de
los programas del Nuevo Trato más criticados. El
propio Nuevo Trato lo abandonó y a fines de los
años treinta dio un viraje completo hacia la po­
lítica de promoción de la competencia recomen­
dada por el Comité Económico Nacional Tempo­
ral. Cualesquiera que hayan sido los méritos de
este caso, el espíritu de la n r a persistió en dos
industrias de recursos naturales —petróleo y car­
LA FAMILIA HUMANA 205
bón— y en el complejo militar-industrial, aunque
su filosofía ya no forma parte del credo liberal.
En la industria petrolera, una combinación de le­
gislación estatal, reglamentación federal, decisio­
nes de los tribunales, y comunidad de intereses en­
tre grandes compañías sirvió para estabilizar los
mercados, los precios y los beneficios hasta prin­
cipios de los años setenta, cuando la Organización
de Países Exportadores de Petróleo ( o p e p ) , do­
minada por los árabes, asumió el control. La in­
dustria del carbón se caracteriza ahora por un alto
grado de cooperación y coordinación entre traba­
jadores y patrones que ha tenido el efecto de esta­
bilizar la producción y las participaciones en el
mercado de los productores principales, un arre­
glo que cristalizó en los años cuarenta sobre la base
de los esfuerzos gubernamentales de los años treinta
por estabilizar la industria. Y, por supuesto, la
simbiosis de gobierno, grandes empresas y grandes
sindicatos en las industrias de armamentos, re­
sultado de la segunda Guerra Mundial y des­
pués, es un ejemplo notorio de la filosofía de la
n r a llevada a la práctica.
El cuarto tipo principal de intervención guber­
namental en los asuntos económicos fue la planea-
ción regional del uso de la tierra basada en los
recursos acuíferos. Tipificada por la Autoridad del
Valle del Tenesí, el principio de tal planeación
surgió de varias políticas anteriores al Nuevo T ra­
to: recuperación de tierras, desarrollo de vías acuá­
ticas, conservación de bosques, planeación urbana,
y la controversia sobre el desarrollo de la energía
eléctrica. Hoy damos por sentada la conveniencia
de un desarrollo unificado de los recursos acuíferos
y los usos de la tierra relacionados, y los debates
206 LA FAMILIA HUMANA
se centran en cuestiones mucho más complejas del
uso de los recursos.
Complementaba el intervencionismo económi­
co del Nuevo Trato una nueva concepción del lugar
del individuo en la sociedad. La antigua proposi­
ción —de que el individuo maximizador del bienes­
tar contribuirá más a la sociedad en conjunto, y el
corolario de que los fracasados deben afrontar las
consecuencias solos— no podía sostenerse en una
sociedad industrial, sobre todo en una sociedad
afectada por una depresión que agobiaba no sólo
a los desempleados, sino aun a empresarios inteli­
gentes y esforzados. En su lugar surgió la creen­
cia de que la sociedad es responsable del bienestar
de cada persona, en parte porque el individuo con­
tribuyó a la sociedad con su trabajo, su forma­
ción de una familia, y su participación general en
las actividades del orden social, y en parte porque
los problemas de una sociedad compleja eran a
menudo demasiado grandes para su solución por el
individuo. Esta posición fue reforzada por la creen­
cia en que el individuo funciona con mayor eficacia,
tanto en interés propio corno en su carácter de
contribuyente de la sociedad, en un ambiente se­
guro. En consecuencia, otra meta de la política
del Nuevo Trato consistía en la creación de su­
ficiente seguridad económica para liberar mayores
energías individuales, lo que a largo plazo com­
pensaría con creces los costos afrontados. Esto
significaba en la práctica la aprobación de un
conjunto de medidas de bienestar —seguro de des­
empleo, seguro social, compensación a los traba­
jadores, y donativos federales para la salud y la
educación— que también han alcanzado aceptación
general en nuestros días.
LA FAMILIA HUMANA 207
Otro lema principal de la filosofía social del
Nuevo Trato afirmaba que los empresarios tienen
responsabilidades sociales que van más allá de la
mera producción de beneficios. En la época ante­
rior al Nuevo Trato, el beneficio y el éxito cons­
tituían su propia justificación; la riqueza no re­
flejaba sólo el trabajo arduo y la capacidad sino
también el hecho de que la búsqueda de la riqueza
se traducía en la satisfacción de las necesidades de
los demás, “como por efecto de una mano invisi­
ble”. En cambio, el Nuevo Trato hacía hincapié
en que la economía de mercado a menudo trans­
gredía los valores humanos y sociales, y que la
ganancia individual no era siempre sinónimo del
bien social. El éxito y el beneficio no bastaban; la
empresa debía justificarse por otras razones. Este
requerimiento no se expresó en forma detallada
en ninguna parte, pero la legislación del Nuevo
Trato implicaba la inclusión de operaciones razo­
nablemente estables, relaciones obrero-patronales
generalmente eficaces, precios razonables, y activida­
des financieras claras.
Otros dos aspectos del Nuevo Trato han tenido
gran importancia para los Estados Unidos y el
mundo. Primero, sus reformas y sus programas de
beneficencia reforzaron en gran medida el orden
económico y social del país. A través de los sindi­
catos y la negociación colectiva los trabajadores
pudieron obtener mejores niveles de vida y un
nuevo sentimiento de dignidad e importancia. Se
protegió a los agricultores de gran parte de la
inseguridad propia de su .sector productivo tan in­
estable. Se avudó a las familias de ingresos medios
para que adquirieran la propiedad de sus casas, y
se protegieron sus ahorros. Se prohibieron algunas
208 LA FAMILIA HUMANA
de las prácticas más condenables de las grandes
empresas, y se expandió la reglamentación guber­
namental de otras actividades empresariales. Se
aliviaron los riesgos de la vejez y el desempleo, y
se inició un sistema de pagos de beneficencia para
ayudar a los pobres. Aunque algunos grupos casi
no se vieron favorecidos, incluidos la mayor parte
de los negros, los trabajadores migrantes y los po­
bres rurales, y que los trabajadores de salarios bajos
no se beneficiaron mucho, los intereses económicos
de muchos norteamericanos mejoraron, y su adhe­
sión al orden de cosas existente se fortaleció. El
Nuevo Trato, como la respuesta norteamericana
al reto del cambio, fue reforma más que revolu­
ción.
En el otro aspecto, el legado del Nuevo Trato
fue menos favorable. Puso en movimiento un cam­
bio hacia una versión norteamericana del Estado
corporativo que la mayoría de los norteamericanos
se han resistido a reconocer. En virtud de que el
gobierno federal se convirtió en el instrumento de
la reforma, y los gastos federales aumentaron para
satisfacer necesidades sociales, el poder tendió a
trasladarse de los estados a Washington. En Wash­
ington, el poder ejecutivo se volvió más poderoso
a expensas del Congreso, en parte porque el Pre­
sidente asumió la iniciativa en la promoción de la
legislación, y en parte porque el poder ejecutivo
administraba los gastos federales incrementados.
Este desplazamiento sutil no pasó inadvertido en su
tiempo. En realidad, constituyó un tema favorito
de los críticos del Nuevo Trato. Pero sus conse­
cuencias no quedaron en claro sino hasta la se­
gunda Guerra Mundial y después, cuando las acti­
vidades militares y de seguridad nacional del po-
LA FAMILIA HUMANA 209

¡der ejecutivo pasaron a1dominar la política nado-


nal. Esto se debió en parte a la gran cuantía del
gasto relacionado con las actividades militares, así
como a la preocupación nacional por la “Guerra
Fría’ y los compromisos internacionales relaciona­
dos. Las reformas del Nuevo Trato trajeron consigo
un fortalecimiento del poder del gobierno nacio­
nal y su rama ejecutiva que más tarde se tradujo
en mayor poder aún para los militares.
Este desplazamiento del centro del poder se le­
galizó mediante cambios fundamentales del dere­
cho constitucional. Una serie de decisiones de la
Suprema Corte tomadas en 1937-1939, que apoya­
ban la legislación principal del Nuevo Trato, au­
mentó en gran medida los poderes del gobierno
central. Antes de 1930, el gobierno federal podía
realizar las actividades señaladas específicamente
por la constitución. Para 1940 tenía el poder de
actuar “para promover el bienestar general”. Una
constitución de límites fue remplazada por otra,
de poderes abiertos en gran medida para el go­
bierno nacional.
A pesar de todo, el Nuevo Trato fortaleció gran­
demente los elementos esenciales de la economía
de empresa privada. Preservó el derecho del indi­
viduo a gastar o ahorrar según le pareciera conve­
niente, a escoger su ocupación, y a tomar sus propias
decisiones empresariales. El Nuevo Trato restruc-
turó gran parte del marco social y económico del
país, pero sus métodos no incluyeron nunca la pla­
nificación o los controles detallados ni interfirieron
con la toma personal de decisiones, uno de los lemas
básicos del individualismo norteamericano. Ade­
más, dejó incólume la estructura fundamental del
poder económico en una economía cada vez más
210 LA FAMILIA HUMANA
dominada por grandes corporaciones, e hizo poco
por cambiar la distribución del ingreso y la ri.
queza.
Los decenios siguientes a la segunda Guerra Mun­
dial habrían de presenciar una simbiosis creciente
entre el poder económico corporativo en el sector
privado y el ampliado poder económico, político y
militar del gobierno nacional. Éste era el tipo de
sistema pronosticado por Veblen a principios del
siglo, como preludio a una eventual sociedad indus­
trial autoritaria y militarista. Todavía es posible
que haya tenido razón.
IX. LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA
En 1936, toda la dirección y el énfasis de la econo­
mía moderna se transformó con la aparición de
un solo libro. Su título impresionante era el de The
General Theory of Employment, Interest, and Mo-
ney* y fue escrito por el economista inglés más
controvertido de la época, John Maynard Keynes.
El libro se ocupaba de problemas cruciales del
empleo y el desempleo en una época en que la
economía mundial estaba en las garras de la de­
presión más desastrosa y generalizada que haya ex­
perimentado jamás. Aunque muchos hombres ha­
bían renunciado a la esperanza de reconstruir la
prosperidad mundial y un sistema económico via­
ble, este libro ofrecía un análisis teórico que diag­
nosticaba al paciente como gravemente enfermo
pero no condenado a muerte y que prescribía
remedios que podrían restablecer su salud. Keynes
y las políticas por él sugeridas se convirtieron de
inmediato en el centro de la controversia entre
economistas profesionales y políticos. Condenada
por igual por los radicales de izquierda y los con­
servadores de derecha, la economía keynesiana ba­
rrió casi con toda oposición entre los economistas
para establecer una nueva ortodoxia dentro de la
profesión. Junto con La riqueza de las naciones y
El Capital, La teoría general es uno de los libros
fundamentales en el desarrollo de la ciencia eco­
nómica.
* Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero
fc e , México, 1974.
211
212 LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA

Jo h n M aynard K eynes

El hombre responsable de esta revolución del pen­


samiento social ocupaba una posición única en
la vida pública inglesa. Miembro de la élite so­
cial e intelectual que había llegado a dominar
los asuntos públicos en Inglaterra, su crítica hete­
rodoxa de las políticas económicas aceptadas pa­
reció una bofetada para todas las creencias de los
líderes reinantes. Keynes era un crítico del orden
establecido desde su propio interior.
Keynes nació en 1883 en Cambridge, Inglaterra,
hijo de un economista y lógico prominente, John
Neville Keynes. Se educó en Eton y Cambridge,
donde estudió filosofía y economía» Alumno favo­
rito y brillante de Alfred Marshall, absorbió lo
esencial de la economía neoclásica y siempre aceptó
su análisis de la producción y la distribución. Su
campo especial era el de la economía monetaria,
y trabajó con el gobierno en problemas de las
finanzas de la India, y en la Tesorería, además
de enseñar en Cambridge. Durante los años ante­
riores a la primera Guerra Mundial se convirtió
en uno de los miembros del grupo de artistas y
escritores de Bloomsbury, que incluía intelectuales
tales como Lytton Strachey, E. M. Forster, Virginia
Woolf y Roger Fry. Típicas de la actitud de este
grupo fueron las biografías de Eminent Victorians,
escritas por Strachey: brillantes, críticas, pero con
aceptación general del sentido y el orden del sis­
tema social existente. La actitud era típica también
de Keynes, producto él mismo de una clase social
acomodada que se consideraba a sí misma nacida
para gobernar a causa de su inteligencia educa-
LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 213
eión y dedicación; sin embargo, trataba siempre de
encontrar formas mejores de hacer las cosas dentro
del marco de las verdades antiguas. En todos senti­
dos, Keynes era un esnob brillante dotado de una
personalidad sumamente atrayente, pero también
tenía una mente analítica que podía llegar de in­
mediato a lo esencial de un problema, percibiendo
sus ramificaciones más amplias al igual que sus
conexiones con otras cuestiones. Si resultaba inevi­
table una élite intelectual, era afortunado que un
hombre como Keynes formara parte de ella.
Keynes trabajó en la Tesorería durante la pri­
mera Guerra Mundial, y adquirió gran fama como
experto financiero; en 1919 fue el representante
principal de la Tesorería en la conferencia de paz
de Versalles. Dotado de un entendimiento intuiti­
vo de la política mundial y un conocimiento detalla­
do de las finanzas internacionales, sabía que una
paz estable dependía de un arreglo magnánimo y
una carga realista para Alemania por concepto de
reparaciones. Mientras los estadistas discutían sobre
límites, fronteras, y el prestigio nacional, Keynes
advirtió que los problemas económicos de Europa
eran más importantes que los políticos. Cuando el
tratado de paz se orientó en otro sentido, exigiendo
reparaciones enormes y pasando por alto las rea­
lidades económicas, Keynes renunció y volvió a
casa a escribir un ataque violento al arreglo de paz
y a los hombres que lo elaboraron. En una de las
obras más proféticas de la época, The Economic
Consequences nf the Peace, pronosticó el rompi­
miento de los acuerdos y gran parte de la pertur­
bación económica siguiente. El libro causó sensa­
ción, pero destruyó en gran medida los contactos
214 LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA
oficiales de Keynes con el gobierno durante un
decenio.
Regresó a enseñar. En Cambridge se convirtió en
ejecutivo de dos compañías de seguros y varias fir­
mas de inversión, especuló fuertemente en divisas,
acciones y bienes, para amasar una fortuna con­
siderable, actuó en el Partido Liberal, escribió ex­
tensamente en The Nation y otras publicaciones
periódicas, patrocinó el arte, la música y el ballet,
y se casó con una de las grandes bailarinas del Ballet
Diaghilev. Perdió su riqueza en la quiebra del mer­
cado de valores de 1929, pidió prestado para empezar
de nuevo, e hizo otra fortuna en los años treinta
Keynes criticaba la política económica británica,
en particular el esfuerzo insensato por retornar al
patrón oro a mediados de los años veinte, y de
esta controversia surgió su contribución más im­
portante a la ciencia económicá. Atacó la política
económica sobre todo porque su meta de alcanzar
la estabilidad económica internacional era inco­
rrecta, mientras el bienestar económico interno era
más importante. Los precios estables y los niveles
altos de empleo eran más deseables que la estabili­
dad del valor de la libra en los mercados externos,
sostenía Keynes, señalando que un retorno al patrón
oro a la tasa de cambio existente antes de la gue­
rra reduciría gravemente las exportaciones britá­
nicas y haría bajar los salarios, los precios, el em­
pleo y la producción internos, tal como había ocu­
rrido cien años antes, al término de las guerras
napoleónicas, a causa de políticas similares. Keynes
propugnaba un sistema monetario administrado,
en lugar del automatismo del patrón oro, pero
el fundamentalismo fiscal resultó demasiado fuer­
te. Inglaterra regresó al patrón oro, y el desastre
LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 215
se produjo: desempleo, precios a la baja, y una
huelga general por toda la nación. El estancamien­
to económico prevaleció en Inglaterra el resto de los
años veinte, como lo había profetizado Keynes.
Una razón para que nadie escuchara a Keynes en
1923-1924 era que no había elaborado una ade­
cuada defensa teórica de su posición. Para demos­
trar los efectos deflacionarios de la política moneta­
ria del gobierno, habría debido analizar las inter­
conexiones existentes entre el patrón oro y el nivel
interno del empleo, y demostrar que el análisis eco­
nómico ortodoxo de tales relaciones, que aplicaba
la Ley de los Mercados de Say, estaba equivocado.
No pudo hacerlo en ese momento, pero su mente
sagaz percibió la necesidad de una revisión com­
pleta de la teoría del empleo y su relación con la
teoría monetaria. Keynes dedicó los doce años si­
guientes a esa tarea.
El primer esfuerzo, el Treatise on Money en dos
volúmenes, publicado en 1930 justo después del
derrumbe del mercado de valores, no logró su
propósito. En muchos sentidos el libro más aca­
démico de Keynes, presentaba el marco básico de
su nueva; teoría pero dejaba muchos puntos teó­
ricos sin solución, lo que bastó para suscitar más la
crítica profesional que la aceptación. Sin embargo,
su punto de vista era importante. El argumento
principal del libro descansaba en la distinción que
establecía entre la inversión y el ahorro y en los
objetivos distintos que los motivaban. La Ley de
Say insistía en que ambos debían ser iguales, pero
Keynes sostuvo que tal cosa no era necesaria. Cuan­
do el ahorro superase a la inversión, la actividad
económica declinaría; si ocurriese lo contrario, la
actividad económica aumentaría. Los remedios eran
216 LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA
los recomendados antes por Keynes: un sistema mo­
netario administrado para ayudar a mantener la
igualdad entre el ahorro y la inversión y promo­
ver así la estabilidad económica, complementado
con gastos en obras públicas para mitigar los efec­
tos de cualquier depresión y desempleo que pudie­
ran ocurrir.
En el momento de la publicación del Treatise, los
economistas y los funcionarios públicos ignoraban
la gravedad de la depresión, la opinión pública no
había advertido aún la necesidad de remedios drás­
ticos, y la mayoría de la gente esperaba que la
contracción del mercado fuese breve. Por supuesto,
Keynes no compartía estas opiniones; en conse­
cuencia, volvió a escribir para intentar un segundo
ataque frontal a las ideas económicas aceptadas.

C l im a d e o p in ió n a m e d ia d o s d e l o s a ñ o s t r e in t a

El producto de esta fase de la obra de Keynes fue


Teoría general ele la ocupación, el interés y el di­
nero. Este libro causói sensación de inmediato,
no porque propusiese una teoría, radicalmente di­
ferente de la contenida en el Treatise, sino porque
ya se había allanado su camino para el momento
de Su publicación en 1936. Primero, las publica­
ciones anteriores de Keynes habían familiarizado a
economistas y gobernantes con su punto de vista
general. Segundo, varios otros economistas impor­
tantes habían roto también con la ortodoxia de la
Ley de los Mercados de Say para llegar a conclu­
siones similares. Y tercero, el clima de opinión
había cambiado, sobre todo durante los primeros
años de la Gran Depresión, hacia una mayor acep­
LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 217
tación de las ideas que vinculaban el nivel de la
prosperidad con el gasto total.
Un elemento vital, importante del análisis key-
nesiano posterior, fue desarrollado por un econo­
mista ruso de fuertes inclinaciones marxistas, Michel
Tugan-Baranowsky (1865-1919), quien sostenía que
un flujo regular de ahorro llega a los mercados
de capital proveniente de los consumidores con in­
gresos relativamente fijos; que el proceso de la
inversión es, por el contrario, muy volátil y que
las disparidades resultantes entre el flujo del ahorro
y el flujo de la inversión originan el ciclo econó­
mico. Estas disparidades no pueden corregirse me­
diante cambios de la tasa de interés, afirmaba
Tugan-Baranowsky, porque muchos de los ahorrado­
res se ven motivados por razones distintas de la
tasa de rendimiento que obtienen.
Un avance mucho más importante fue realizado
por un excéntrico economista sueco, Knut Wicksell
(1851-1926), quien en alguna ocasión fue a la
cárcel por violar una ley que prohibía la defensa
pública del control de natalidad y la paternidad
planeada. Sin embargo, Wicksell fue un académico
brillante cuyo trabajo permitió que la generación
siguiente de economistas suecos, y el propio Keynes,
desarrollaran la teoría contemporánea del ingreso
nacional.
Según la teoría ortodoxa del empleo pleno in­
corporada en la Ley de los Mercados de Say, todo
dinero ahorrado encontraría su camino hacia la
inversión a través de los mercados monetarios. Si
el ahorro tendiera a superar a la inversión, una baja
de la tasa de interés corregiría rápidamente el
desequilibrio; si la inversión fuese mayor que la
oferta de ahorro, la tasa de interés se elevaría y
218 LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA
restablecería la igualdad. Si esta igualdad del aho­
rro y la inversión ocurría a niveles relativamente
elevados de precios y salarios que se tradujeran en
cierto desempleo de mano de obra, los salarios ba­
jarían —bajando con ellos el nivel de precios—
hasta que todos los recursos estuviesen empleados
en forma productiva.
Pero Wicksell advirtió que los hechos reales no
corroboraban la teoría. Por el contrario, en las de­
presiones, cuando los préstamos y la inversión al­
canzan niveles bajos y se generaliza el atesoramien­
to de efectivo, las tasas de interés son elevadas y
resulta casi imposible la obtención de préstamos;
en cambio, en la cima de un auge, cuando la inver­
sión es elevada y los saldos en efectivo son escasos,
las tasas de interés son también relativamente bajas.
Esto se oponía diametralmente a la teoría, de modo
que Wicksell trató de hacer una reconstrucción.
Postuló la existencia de una tasa de interés natural
compatible con el empleo pleno y con la igualdad
entre el ahorro y la inversión. Pero la tasa de inte­
rés del mercado puede diferir de esta tasa natural
por diversas razones; y cuando esto ocurre, la eco­
nomía se expandirá o contraerá. Lo esencial es
que el equilibrio natural no es producido por los
cambios de la tasa de interés sino por cambios en
el nivel de la actividad económica, es decir, por
aumentos o disminuciones de la producción y el
empleo.
Ésta fue la gran reformulación que llevó final­
mente a la revolución keynesiana. El concepto de
las tasas de interés naturales y de mercado elabo­
rado por Wicksell fue abandonado pronto, aun
por sus brillantes seguidores entre los economistas
suecos como Gunnar Myrdal, Bertil Ohlin y Dag
LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 219
Hammarskjold, quien más tarde fue Secretario Ge­
neral de las Naciones Unidas. Pero su concepto
fundamental de los cambios en el nivel del gasto
total como el mecanismo equilibrador de la econo­
mía se conservó y se incorporó a la economía del
ingreso nacional tal como la conocemos ahora.
Más cercano a Keynes que Wicksell se encontraba
D. H. Robertson, uno de los colegas más jóvenes
de Keynes en Cambridge. Robertson publicó en 1926
un libro breve sobre el ciclo económico que hacía
hincapié en la importancia de la relación existente
entre el ahorro y la demanda de bienes de capital.
Los bancos tienen una función doble, señalaba
Robertson: proveer la cantidad adecuada de capital
de trabajo para las empresas y al mismo tiempo
proveer una cantidad de efectivo al público que sea
compatible con el nivel de precios existente. El
equilibrio es precario, y los esfuerzos de la econo­
mía por alcanzarlo se traducen en las fluctuaciones
del ciclo económico. Aquí estaba otro análisis que
hacía hincapié en la clase de variables con las
que estaba trabajando Keynes y que familiarizaba
a los economistas con ideas relacionadas.
Estas investigaciones teóricas se complementaron
durante los años veinte con estudios estadísticos
del ingreso, el gasto, el ahorro y la inversión nacio­
nales que contribuyeron significativamente al des­
arrollo posterior de la economía keynesiana al pro­
veerla de un sólido fundamento empírico. En los
Estados Unidos los estudios fueron realizados en
gran medida por la Oficina Nacional de Investiga­
ción Económica bajo la dirección de Simón Kuz-
nets, en Inglaterra por Arthur Bowley, y en Suecia
en la Universidad de Estocolmo. Gran parte del
financiamiento de todos estos estudios provino de
220 LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA
diversas fundaciones patrocinadas por la familia
Rockefeller.
El camino hacia una nueva ciencia económica
había sido allanado por un nuevo clima de opi­
nión, a'sí domo por los alances de la teoría y la
estadística. En los Estados Unidos, por ejemplo,
William T. Foster y Waddill Catchings escribieron
en los años veinte una serie de tres libros muy
leídos que hacían hincapié en la necesidad de altos
niveles de gasto de consumo para que la produc­
ción pudiera continuar a un nivel elevado. Foster
y Catchings desarrollaron el concepto del flujo
circular del gasto y sostuvieron que el poder de com­
pra debe fluir de continuo del productor al con­
sumidor y de nuevo al productor para que se sos­
tenga la prosperidad. Los beneficios y el ahorro
deben gastarse de inmediato para que el flujo circu­
lar no se interrumpa. El argumento básico de que
debe estimularse al consumo para que no se quede
atrás de la producción resultaba directamente opues­
to al precepto ortodoxo de que la producción crea
su propia demanda.
Esta concepción se complementó con el trabajo
de los llamados “maniáticos monetarios”, un gru­
po de autores que desarrollaron toda clase de pla­
nes monetarios destinados a promover el gasto como
medio para alcanzar la prosperidad plena. Estos
autores defendían varios tipos de “dinero chistoso”
como lo llamaban sus detractores, por ejemplo el
dinero respaldado por reservas de bienes en lugar
de oro, para que su cantidad se basara en el ni­
vel de producción; el “dinero marcado” —marcado
con una fecha—, que perdería gradualmente su va­
lor con el paso del tiempo, un plan destinado a hacer
que la gente gastara el dinero rápidamente; o un
LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 221
requerimiento de que los bancos mantuvieran re­
servas iguales a sus depósitos, en lugar de reservas
fracciónales, para impedir que los bancos crearan
dinero por su facultad para conceder préstamos
con la que estimulan la expansión excesiva de la
economía. Estas ideas y otras semejantes fueron
difundidas ampliamente durante los años veinte
por hombres tales como el científico Erederick
Soddy, ganador del premio Nobel, un persuasivo
ex oficial del ejército inglés llamado Clifford Dou-
glas, el empresario alemán Silvio Gesell, y aun
el prestigiado economista de la Universidad de Yale
Irving Fisher. La mayoría de los economistas se rio
de tales ideas, aunque el hincapié ortodoxo en la
oferta y demanda de dinero era responsable de ellas
en parte, pero los conceptos alcanzaron gran atrac­
ción popular. Por ejemplo, en los Estados Unidos
se formó una Asociación de Dinero Estable para
dar publicidad a las ideas de Irving Fisher. Entre
sus miembros se encontraban banqueros, presidentes
de ferrocarriles, y aun un antiguo miembro de la
Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva
Federal.
Todas estas ideas reflejaban un cambio funda­
mental que estaba ocurriendo en la economía. Des­
pués de más de un siglo de crecimiento económico
e industrialización, el centro de gravedad se estaba
desplazando del inversionista al consumidor. Cuan­
do apenas se iniciaba la industrialización, la fuente
más importante del crecimiento económico era la
inversión de capital en industrias que en gran me­
dida abastecían a otras industrias: acero, carbón,
maquinaria, ferrocarriles. La economía clásica de
Ricardo y sus seguidores había reflejado esa rea­
lidad del escenario económico y había construido
222 LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA
una teoría del crecimiento económico basada en
gran parte en el proceso de inversión y en el con­
cepto de que el propósito del ahorro es la inver­
sión. Pero al continuar la industrialización aumen­
taron los ingresos, y los patrones de gasto y ahorro
de los consumidores cobraran mayor importancia.
Los ingresos más elevados permitieron a los con­
sumidores gastar grandes sumas en bienes durables
como casas y muebles, automóviles, y equipo eléc­
trico. Surgieron métodos de financiamiento en abo­
nos de estas compras. El ahorro empezó a fluir
hacia las pólizas de seguros y los pagos de hipotecas.
Toda la economía se transformó a medida que las
industrias orientada^ al consumo se convertían en
la avanzada de la prosperidad y el crecimiento
económico. Fue éste un proceso lento, iniciado
en los Estados Unidos en los años anteriores a la
primera Guerra Mundial y desarrollado más re­
cientemente en Europa Occidental, pero trans­
formó la industria, las finanzas y la política pú­
blica. En la ciencia económica, tal proceso volvía
cada vez más obsoleto el hincapié anterior en el
proceso de inversión y cada vez menos aplicable al
mundo real la idea de la inversión automática del
ahorro.
La Gran Depresión de los años treinta obligó a
muchas personas a reconocer los cambios y la ina-
plicabilidad consiguiente de las ideas antiguas. La
magnitud misma del desastre habría sido suficiente
para propiciar una reconsideración: en los princi­
pales países industriales, más de uno de cada cuatro
trabajadores estaba cesante, los bancos del mundo
cerraban sus puertas en una oleada desastrosa de
quiebras, las empresas estaban quebradas también,
los agricultores perdían sus tierras, y todo el sistema
LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 223
económico parecía marchar hacia la paralización
al bajar los ingresos y declinar el ahorro. El sentido
común señalaba que el desastre parecía residir en la
enorme disminución del gasto y el remedio sensato
era aumentarlo enormemente.
En la mayoría de los países industriales, inclui­
dos los Estados Unidos, esta concepción de sentido
común condujo a grandes gastos gubernamentales
en obras públicas financiados con préstamos, y se
mitigaron así algunas de las penalidades de la de­
presión y el desempleo. Pero la justificación de la
política era humanitaria y pragmática, no basada
en el análisis económico. La teoría económica or­
todoxa continuaba aconsejando la austeridad hasta
que pudiera restaurarse la "confianza de las em­
presas”, la protección del sistema monetario me­
diante la restricción fiscal, y el restablecimiento
de los beneficios mediante reducciones de salarios.
Había llegado el momento del cambio.
La t e o r í a g e n e r a l d e l e m p le o

Keynes anunció la revolución de la teoría eco­


nómica en el primer capítulo de su libro, compues­
to por un solo párrafo categórico:
He llamado a este libro Teoría general de la ocupa­
ción , el interés y el dinero , recalcando el sufijo general,
con objeto de que el título sirva para contrastar mis
argumentos y conclusiones con los de la teoría clásica,
en que me eduqué y que domina el pensamiento eco­
nómico, tanto práctico como teórico, de los acadé­
micos y gobernantes de esta generación igual que lo
ha dominado durante los últimos cien años. Sostendré
que los postulados de la teoría clásica sólo son aplica­
224 LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA
bles a un caso especial, y no en general, porque las
condiciones que supone son un caso extremo de todas
las posiciones posibles de equilibrio. Más aún, las
características del caso especial supuesto por la teoría
clásica no son las de la sociedad económica en que
hoy vivimos, razón por la que sus enseñanzas engañan
y son desastrosas si intentamos aplicarlas a los hechos
reales.
»
El libro es un análisis de las causas del desem­
pleo, escrito para el teórico económico y envuelto
en el lenguaje más esotérico de la ciencia. En efec­
to, Keynes creó un vocabulario nuevo para el aná­
lisis de los factores causantes del desempleo: la
propensión al consumo, el incentivo para la inver­
sión, la eficiencia marginal del capital, la prefe­
rencia por la liquidez, el multiplicador. Aunadas
a la oferta monetaria, estas variables determinan
el nivel de la producción y el empleo y ejercen una
influencia importante sobre el nivel de precios.
Sin embargo, detrás de la terminología esotérica
se encontraban los mismos principios sencillos que
habían sido desarrollados imperfectamente en el
anterior Treatise on Money.
Keynes reiteró primero que si el ahorro no re­
gresa a la corriente del gasto, el gasto total dismi­
nuirá, generando desempleo y estancamiento. Lue­
go agregó algo nuevo: el concepto del equilibrio
a un nivel de empleo no pleno. Una disminución
del gasto total provocada por la reducción de la
inversión hará bajar los ingresos, lo que a su vez
hará bajar el ahorro, hasta que el deseo de ahorrar
se equilibre con el deseo de invertir. En ese punto,
el ahorro retirado de la corriente de ingresos se
igualará a los gastos de inversión compensadores,
LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 225
y cesará la declinación del gasto total. Sin embargo,
este "equilibrio” podría establecerse a un nivel de
depresión, y si no hay un cambio en las variables
pertinentes, la economía podrá estancarse indefi­
nidamente. Además, la magnitud de la declinación
podrá estimarse en forma muy aproximada median­
te el empleo del “multiplicador”, o seaxla relación
existente entre cualquier cambio del consumo o la
inversión y el nivel del gasto total.
Luego analizó las relaciones básicas, en particu­
lar los factores determinantes del incentivo para
la inversión. Keynes sostuvo que el monto del gasto
de inversión depende de la tasa de rendimiento
esperada de las nuevas inversiones y la tasa de
interés. La primera es la ganancia esperada y la
última es el costo. Si pudiera reducirse en cual­
quier momento la tasa de interés, y si no hubiese
cambios en las expectativas de beneficios de las
empresas, aumentaría el monto de la inversión
nueva y tendría a su vez un afecto multiplicado
sobre el gasto total. Por esta razón, Keynes defen­
día el dinero fácil y las tasas de interés bajas como
un medio de reducción del desempleo. A su vez,
la tasa de interés depende de la cantidad de dinero
y el deseo de conservar efectivo o saldos bancarios.
Por ejemplo, si el deseo de mafitener activos lí­
quidos permanece constante mientras auiA&nta la
cantidad de dinero, la tasa de interés bajará, el
gasto de inversión aumentará, habrá un aumehto
multiplicado del gasto total, y la producción y el
empleo aumentarán. También aquí, una política
de dinero fácil ayudará a disminuir el desempleo.
La teoría de Keynes se ilustra en la gráfica de
la página siguiente. El empleo depende del gasto
total, cuyos componentes son el gasto de consumo
226 LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA
y la inversión de las empresas. El nivel de la inver-
sión depende de la tasa de interés y de la tasa
de rendimiento esperada de la nueva inversión. Por
ejemplo, si las empresas esperan ganar 10 porciento
sobre la nueva inversión y pueden obtener fondos
al 8 porciento, aumentará el gasto en inversión

Diagrama esquemático de la teoría keynesiana


hasta que el rendimiento esperado baje o la tasa de
interés aumente, u ocurran ambas cosas, para que
se igualen las dos tasas. La, tasa de interés depende
del deseo de conservar efectivo y de la cantidad
de dinero disponible. Cuando la cantidad de dinero
que desean conservar los individuos o las institu­
ciones difiere de la cantidad disponible, la tasa
de interés aumentará o disminuirá hasta que las
dos cantidades se igualen.
LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 227
Veamos un ejemplo de estas relaciones. Supon­
gamos que el banco central expande las reservas
del sistema bancario, lo que lleva a los bancos a
aumentar sus préstamos, incrementando así la oferta
de dinero. Si no aumenta el deseo de conservar
efectivo, la incrementada oferta de dinero hará
bajar las tasas de interés. Una tasa, de interés
disminuida estimulará inversión adicional (mien­
tras permanezca constante la tasa de rendimiento
esperada de la inversión nueva). La mayor inver­
sión aumentará entonces el ingreso nacional en
cierta magnitud, a causa del gasto continuo del
aumento original en el flujo circular del gasto a
través de la economía.'
Keynes no depositó toda su confianza en la po­
lítica monetaria. Pensaba que la situación profun­
damente deprimida de mediados de los años trein­
ta requería un gran programa de obras públicas
financiado con préstamos. Tal programa aumenta­
ría directamente el empleo, y el efecto multiplicado
del aumento del gasto gubernamental incrementa­
ría los ingresos, los gastos y el empleo más aún.
Este hincapié en el financiamiento deficitario había
sido desarrollado en varios folletos y cartas ante­
riores a la publicación de la Teoría general —in­
cluida una carta abierta al presidente Roosevelt
publicada por el New York Times en 1933— y se
convirtió en un elemento principal de las prescrip­
ciones keynesianas para terminar con la depresión.
El análisis tenía implicaciones para la política
social a largo plazo, así como para el problema
inmediato de terminar con la depresión. A Keynes
le preocupaba la capacidad de una economía ma­
dura, generadora de grandes cantidades anuales
de ahorro, para sostener los altos niveles de inver-
228 j¡
LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA
sión necesarios para el mantenimiento del pleno
empleo. La austeridad no era siempre una virtud,
y los altos niveles de gasto podrían ser más nece­
sarios que el ahorro en una economía avanzada,
desarrollada. Por esta razón, Keynes aconsejaba una
distribución más igualitaria del ingreso, más res­
tricciones al ingreso no ganado, como un medio
para la obtención de una economía más saludable
a largo plazo, porque los ricos tienden a ahorrar
una proporción de su ingreso mayor que la de los
pobres.
Las ideas básicas expuestas en la Teoría general
se encontraban en oposición directa con la antigua
teoría de que la tasa de interés determina la igual­
dad entre el ahorro y la inversión, y que las re­
ducciones de salarios llevarán al empleo pleno.
En términos de los eventos de los años treinta y
del clima de la opinión política, la nueva teoría
era mucho más realista que la antigua. Correcta
o no, la nueva teoría ofrecía por lo menos alguna
esperanza de que las políticas adecuadas pudieran
curar los males de la economía, y trazaba los linca­
mientos generales que deberían seguir tales po­
líticas.

E l s ig n if ic a d o d e l a e c o n o m ía k e y n e s ia n a

La Teoría general obtuvo una desigual acogi­


da. A juzgar por las reseñas aparecidas en las publi­
caciones profesionales, la antigua generación de
economistas no captó su importancia o no entendió
sus complejidades teóricas obviamente intrincadas.
Pero los economistas más jóvenes la tomaron con
avidez, tratando de desentrañar sus dificultades y
LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 229
de difundir su evangelio. En particular, un gru­
po de economistas jóvenes del gobierno de los Esta­
dos Unidos utilizaron sus ideas para justificar la po­
lítica ya existente de obras públicas, gasto deficitario,
y dinero fácil. Este grupo recibió la ayuda de dos
hombres más viejos, Gerhard Colm, un refugiado
alemán que a la sazón trabajaba en la Oficina del
Presupuesto, cuya, experiencia en Alemania le ha­
bía hecho entender la necesidad de políticas eco­
nómicas de expansión, y Alvin Hansen, un profesor
de Harvard que se convirtió en el principal ex­
ponente norteamericano del punto de vista keyne-
siano. Hansen produjo una voluminosa serie de
obras que daban publicidad a las ideas nuevas,
mientras Colm y otros trabajaron en el silencio y
el anonimato dentro del gobierno para elaborar
políticas eficaces. Pero los conservadores, jóvenes
y viejos, reaccionaron con horror ante las ideas que
parecían estar destruyendo los dogmas del dinero
duro, el ahorro, y la restricción fiscal. La “econo­
mía keynesiana” se convirtió en sus círculos en un
término de oprobio.
Mientras tanto, Keynes estaba fuera de combate.
La enfermedad y un ataque cardiaco lo retiraron
temporalmente antes de que transcurriera un año
de la publicación de la Teoría general, y cuando
se recuperó ya había empezado la segunda Guerra
Mundial. Durante la guerra, Keynes fungió como
asesor de la Tesorería Británica y ayudó a negociar
grandes préstamos de los Estados Unidos. Después
de la guerra ayudó a formular el plan de Bretton
Woods para la creación de un Fondo Monetario
Internacional que ayudara a estabilizar la econo­
mía mundial y a evitar algunos de los errores de
los años veinte. Convertido en lord por sus esfuerzos,
230 LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA
murió en 1946 a la edad de sesenta y dos años,
reconocido como lo que era, el economista más
grande de su época, sólo superado —quizá— por
Adam Smith entre los economistas de todos los
tiempos.
Keynes había desarrollado casi por sí solo la ló­
gica de las políticas económicas básicas de la segunda
mitad del siglo xx en los países de Europa Occi­
dental y América del Norte. Se esperaba que las
políticas económicas keynesianas de un manejo mo­
netario y una política fiscal activa (es decir, polí­
ticas de gastos públicos e impuestos) mantuviesen
la estabilidad económica y promoviesen el creci­
miento económico. Con el diablo del desempleo
exorcizado del organismo económico, podía con­
fiarse en que el mecanismo del mercado autocon-
trolado asignara los recursos. El consumidor que
maximiza su bienestar y el productor que maximiza
su beneficio, reunidos en el mercado competitivo,
generarán un patrón de producción que satisfaga
los deseos de los consumidores. En general, afirma
este argumento, la economía libre puede asignar
los recursos en la, mejor forma posible, auxiliada
con leyes que mantengan la competencia y creen
medios para la solución de conflictos especiales.
Aunque el nivel de la actividad económica debe
ser controlado por el gobierno en aras del conjunto
del país, la economía puede dejarse en libertad
para que responda a las decisiones de consumidores
y productores individuales. La promesa de la eco­
nomía keynesiana es que la libertad individual y
el orden social son compatibles entre sí dentro del
marco de la prosperidad para todos. Sin embargo,
como veremos, la promesa distaba mucho de la
realidad.
X. LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
Keynes encabezaba e l movimiento hacia
M ie n t r a s
políticas nuevas destinadas a preservar y revitalizar
la economía de mercado, estaba surgiendo un nue­
vo reto. Durante los años veinte y treinta, los lí­
deres socialistas de la Unión Soviética elaboraban
métodos de planificación económica en gran escala
que produjeron tasas rápidas de crecimiento econó­
mico y transformaron una economía atrasada, ru­
ral, en un gigante industrial. Los costos del pro­
grama eran elevados, pero se lograron sus metas
básicas.
Muchos economistas occidentales sostuvieron al
principio que una economía planificada estaba con­
denada al fracaso, pero otros examinaron la teo­
ría de la planificación en mayor detalle —explora­
ron su lógica y sus técnicas de operación— y con­
cluyeron que un sistema eficiente era enteramente
factible. Varios países subdesarrollados, antiguas co­
lonias, experimentaron con éxito considerable un
conjunto de economías socialistas y cuasi-socialistas,
planificadas y semiplanificadas. La teoría y la prác­
tica han demostrado que la planificación económica
puede funcionar con eficacia. En años recientes se ha
planteado la cuestión de la compatibilidad de la
planificación con la libertad económica y política:
¿podrá desarrollarse un sistema eficaz de planifica­
ción económica que evite la centralización del poder
y el gobierno autoritario?
232 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA

L a p l a n if ic a c ió n e n l a U n ió n S o v ié t ic a

La conclusión de que la planificación económica


puede funcionar no fue siempre tan obvia como
ahora parece. En la URSS, en los años inmediata­
mente siguientes a la Revolución Rusa, de 1917 a
1921, parecía que la economía del nuevo Estado so­
viético llegaría gradualmente al estancamiento. La
revolución, la contrarrevolución y la guerra des­
truyeron la mayor parte de la industria que no ha­
bía pasado a países extranjeros como resultado del
arreglo de paz en Europa Oriental. El nuevo gobier­
no no estaba preparado para administrar fábricas,
apenas podía esperarse que ios dueños anteriores co­
operaran en un régimen dedicado a su eliminación.
Los campesinos se habían apoderado de grandes ex­
tensiones agrícolas y consumían la mayor parte de
la magra producción en lugar de enviarla al mer­
cado para abastecimiento de las ciudades. Cuando
el gobierno envió soldados para apoderarse del
grano, surgió la amenaza de una revuelta campesi­
na. Y una vez desaparecida la antigua burocracia,
la recaudación de impuestos fracasó; el gobierno
recurrió a la imprenta para obtener dinero, y la
inflación complicó aún más el caos económico que
se produjo.
Se necesitaban medidas drásticas. El gobierno
pasó a una “Nueva Política Económica” que re­
presentaba el abandono de la nacionalización total
del comercio y la industria. La industria ligera y
el comercio de menudeo regresaron a la empresa
privada, pero el gobierno conservó las “alturas de
mando” de la economía: la industria pesada, la
energía, los transportes, la banca, y gran paite del
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 233

comercio de mayoreo. La economía respondió bien.


La producción aumentó hasta los niveles anteriores
a la guerra en la mayoría de las industrias, para
1928. La reconstrucción fue rápida y el gobierno
obtuvo una experiencia valiosa en la planificación
de las industrias nacionalizadas. La primera gran
crisis había pasado. ,
Pero surgían problemas nuevos. Rusia era to­
davía el país más atrasado de Europa. Su agricul­
tura campesina era primitiva de acuerdo con las
normas modernas, gran parte de la población era
analfabeta, y una gran parte de su producción “in­
dustrial” se realizaba con métodos artesanales. Pero
aquí estaba un país que tenía fe en una ideología
marxista de acuerdo con la cual el socialismo evo­
lucionaría naturalmente en las economías altamente
industrializadas donde la clase de los obreros in­
dustriales constituía la mayor parte de la población.
El problema se complicaba por el hecho de que la
revolución mundial había fracasado y por el temor
de que la URSS fuese atacada en cualquier momen­
to por los países capitalistas antagónicos que la
rodeaban.
V. I. Lenin (1870-1924) había trazado los linca­
mientos básicos para la solución de estos proble­
mas. Había llevado la revolución bolchevique a
una conclusión satisfactoria tras convencer a sus
seguidores de que Rusia podría escapar a la era
industrial capitalista y pa^ar directamente de una
sociedad agrícola, semifeudal, a la era socialista.
El instrumento de la transición sería la industriali­
zación rápida y en gran escala, que construyera la
sociedad de la clase trabajadora donde el socialismo
pudiese florecer. Durante la transición se necesitaba
una alianza entre trabajadores y campesinos (pero
234 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
no los campesinos ricos, los “kulaks”) , bajo la
dictadura de los trabajadores, pero debería con­
cederse la mayor prioridad a la construcción de
una sociedad urbana, industrial. Lenin murió antes
de que su estrategia pudiera traducirse a políticas
específicas, y a fines de los años veinte surgió un
gran debate público entre los economistas sovié­
ticos y los líderes políticos acerca de los métodos
de la planificación y las tasas de crecimiento. Hasta
que lo terminó el autoritarismo estalinista en 1930,
con la primera de las purgas, este debate produjo
algunas discusiones muy reveladoras de la política
del desarrollo económico.
Un enfoque (llamado por Stalin la “desviación
de derecha”) fue defendido por los moderados, en­
cabezados por Nikolai Bukharin (1888-1938), el
principal teórico marxista del Partido Comunista.
En 1920, Bukharin había escrito en unión de otro
autor un famoso tratado de economía donde anun­
ciaba que las leyes económicas del capitalismo ya
no se aplicaban al nuevo Estado soviético, el cual
tenía por ende lina libertad enorme para experi­
mentar con la planificación y otras políticas. Sin em­
bargo, hacia fines de los años veinte había cambiado
de opinión; ahora sostenía que la tasa de crecimien­
to económico del país estaba limitada por la cuantía
del excedente agrícola que pudiera producirse para
alimentar a las ciudades y exportar a cambio de
maquinaria. La industria debía crecer, pero dos
de sus tareas principales eran la producción de
maquinaria agrícola y de bienes de consumo para
su venta a los campesinos a fin de inducirlos a en­
viar al mercado sus productos. Bukharin estaba
preocupado por la lealtad del campesinado hacia
el régimen —y con buena razón—, y estaba dis­
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 235
H
puesto a restringir el desarrollo industrial hasta el
nivel permitido por la expansión de la producción
agrícola lograda en forma voluntaria. Esta política
se basaba en la creencia de que ciertas relaciones
económicas fundamentales —como las existentes
entre la industria y la agricultura, la industria pe­
sada y la de bienes de consumo— determinaban la
posible tasa de desarrollo económico y que re­
sultaba peligroso que los planificadores trataran de
expandirse más allá del ritmo inherente en estas
relaciones. Bukharin ligó también sus políticas a
los asuntos externos. Sostenía que la revolución
mundial debía posponerse temporalmente, en par­
te porque el primer intento no había triunfado y en
parte porque el régimen debía construir un firme
apoyo interno para resistir a las potencias capita­
listas hostiles, lo que implicaba ganarse la lealtad
de los campesinos no presionándolos demasiado.
Un segundo enfoque, opuesto al de los modera­
dos, fue impulsado por el “ala izquierda” del Par­
tido Comunista, encabezado por León Trotsky
(1879-1940), el brazo derecho de Lenin durante la
revolución. El principal economista de esta fac­
ción era Evgeni Preobrazhenski, coautor del tratado
escrito por Bukharin en 1920, que ahora se en­
frentaba a su colega. La estrategia de desarrollo
propuesta por este grupo consistía en presionar la
economía al máximo, para obtener la tasa de in­
dustrialización más alta posible a todo costo, com­
primiendo los niveles de vida para liberar recursos
destinados al desarrollo industrial y utilizando el
poder del Estado para extraer el máximo excedente
de la agricultura en forma de alimentos, materias
primas y exportaciones. La agricultura debía trans­
formarse mediante la mecanización y la formación
236 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
de grandes granjas colectivas. El ala izquierda se
burlaba de la planificación equilibrada defendida
por Bukharin y favorecía en cambio la distorsión
económica deliberada para lograr una industrializa­
ción rápida. Como Bukharin, relacionaba sus po­
líticas con la situación interna, sosteniendo que el
Estado soviético nunca podría estar seguro en un
mundo capitalista; que la Unión Soviética podría
protegerse mejor alentando la revolución mundial;
y que la mejor forma de hacer esto último consistía
en demostrar la mayor productividad del socialismo
mediante un crecimiento económico impresionante,
ello llevaría también a las clases trabajadoras de
otros países a apoyar a la URSS para impedir un
ataque capitalista.
El gran debate sobre la industrialización involu­
craba claramente las cuestiones más graves para la
URSS, y el astuto José Stalin (1879-1953) utilizó
este hecho para subir a la cima del poder. Al prin­
cipio asumió una posición intermedia, apoyando
la industrialización rápida y la planificación “estric­
ta” defendidas por la izquierda, pero alineándose
con la derecha contra la colectivización de la agri­
cultura, a fin de conciliar al campesinado. También
en la cuestión de la revolución mundial se alineó
con Bukharin y la derecha, y con base en esta alianza
pudo derrotar a Trotsky en una lucha por el poder
y mandarlo al exilio. Luego, en un sorprendente
viraje político, defendió de pronto la política agrí­
cola de la izquierda, aceleró la tasa de acumulación
de capital más allá incluso de las expectativas de
esta facción, y utilizó el apoyo así ganado para
eliminar a Bukharin y sus seguidores. El debate
se resolvió así por el establecimiento de metas de
desarrollo ambiciosas y un método de planificación
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 237
económica para alcanzarlas, con el autoritarismo
estalinista como fuerza impulsora principal de todo
el sistema.
Stalin fijó en 1928 las metas básicas de la URSS.
Tales metas incluían “la victoria final del socialis­
mo en nuestro país”, “una base industrial adecuada
para la defensa”, y el crecimiento económico “para
alcanzar y superar a los países capitalistas avan­
zados”. Las metas tenían un carácter esencialmente
político e ideológico, aunque deberían utilizarse
medios económicos para alcanzarlas. "La inversión
máxima de capital en la industria”, para alcanzar
una “tasa rápida de desarrollo industrial”, era el
camino a seguir según Stalin, y esto requería “un
estado de tensión en nuestros planes”.
La técnica de planificación en general no era com­
plicada, aunque el desarrollo de los detalles admi­
nistrativos requería mucha experimentación. La
expansión deseada de la economía era determinada
por los principales líderes del gobierno, quienes
seleccionaban objetivos que presionarían a la eco­
nomía hasta sus límites. Se seleccionaron pocas in­
dustrias fundamentales tales como las de carbón,
energía, acero y maquinaria, como "eslabones prin­
cipales”, y se les concedió la primera prioridad.
El resto de la economía se vinculó a las industrias
fundamentales por un sistema de “estimaciones
balanceadas” que determinaban los insumos y pro­
ductos de todos los sectores de la economía necesa­
rios para alcanzar las metas de los eslabones prin­
cipales y, a través de ellas, las del conjunto de la
economía. Los planes de producción de empresas
individuales se calculaban de acuerdo con estos
balances que abarcaban toda la industria y se com­
238 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
plementaban con planes correspondientes para el
financiamiento y la mano de obra.
Las metas ambiciosas y la planificación estricta
requerían el desarrollo de grandes incentivos que
atrajeron los mayores esfuerzos del pueblo soviético.
Aquí se vio en dificultades la estrategia del creci­
miento soviético, porque las restricciones impuestas
a la producción de bienes de consumo impedían
todo aumento significativo de los niveles de vida.
Todo esfuerzo tendiente al aumento de la produc­
ción de bienes de consumo significaba menos es­
fuerzos disponibles para la expansión de la indus­
tria; cada tonelada de acero utilizada en refrige­
radores significaba una tonelada de acero menos
para los generadores eléctricos; cada hora de trabajo
gastada en la construcción de viviendas significaba
una hora de trabajo menos para la construcción
de una presa. Este problema se evitó durante al­
gún tiempo reduciendo el desempleo, llevando mu­
jeres a la fuerza de trabajo, y desplazando traba­
jadores de la agricultura a la industria. Se proveyó
algún incentivo elevando los sueldos y salarios en
forma periódica, pero en virtud de que estaba
restringida la producción de bienes de consumo,
el aumento de salarios sólo incrementaba los pre­
cios, y el efecto de incentivo era sólo temporal.
La ampliación de las diferencias existentes entre
los salarios correspondientes a empleos de diversas
calificaciones también ayudó, pero esta práctica
estaba limitada por su incompatibilidad con los
principios igualitarios del socialismo y por el he­
cho de que significaba peores niveles de vida para
los grupos de ingresos bajos que sólo podrían com­
prar una porción pequeña de la cantidad limitada
de bienes de consumo. También se recurrió a in­
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 239
centivos "socialistas”: honores, medallas, publici­
dad, y diversos beneficios especiales concedidos a
los trabajadores que superaran las normas de pro­
ducción existentes. Pero en última instancia el ré­
gimen se vio obligado a recurrir a métodos forza­
dos, por mucho que se haya resistido a hacerlo.
Las metas políticas requerían incentivos políticos.
Esto se aplicaba sobre todo a la agricultura. El
paso de las granjas individuales a las colectivas
realizado a principios de los años treinta provocó
una resistencia aguda de los campesinos y fue la
causa principal de la terrible hambruna de 1933.
Sin embargo, las granjas colectivas propiciaron la
mecanización agrícola y aumentaron considera¡ble-
mente la producción; además permitieron que el
régimen aplicara la planificación a la agricultura y
se asegurara de que todo el aumento de la produc­
ción fuese retenido por el Estado y no por los
agricultores. Se establecieron entregas obligatorias
de productos agrícolas a precios bajos, y se impu­
sieron restricciones a los usos de los predios agríco­
las privados. Pero estas medidas daban a los cam­
pesinos individuales escaso incentivo para mejorar
los métodos de cultivo, y la producción se estancó
tras del aumento inicial.
Se hicieron necesarias otras medidas obligatorias
y restrictivas también para los trabajadores indus­
triales. A fines de los años treinta se introdujeron
regulaciones destinadas a reducir la movilidad de
la mano de obra que, al iniciarse la segunda Gue­
rra Mundial, se extendieron para prohibir que un
trabajador renunciara a su empleo sin permiso del
administrador de la planta; se establecieron penas
legales por la tardanza, la ausencia injustificada,
la constante incapacidad para cumplir con las ñor-
240 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
mas del trabajo, y otros "crímenes” económicos.
Estos incentivos negativos para los trabajadores, qui­
zá justificados en las condiciones de tiempos de
guerra, continuaron vigentes hasta principios de
los años cincuenta.
Se utilizó el poder del Estado, antes que incentivos
económicos, para asegurar la realización del plan.
El sistema estalinista de autoridad se convirtió en
una parte de la estrategia soviética de desarrollo
económico tan importante como el impulso de in­
dustrialización y la planificación estricta. Por su­
puesto, al mismo tiempo habían aparecido campos
de concentración —el Archipiélago Gulag, o “país
dentro del país”— como parte del escenario so­
viético. Aunque su propósito era más- político que
económico, oscurecieron aún más el panorama ya
sombrío.
El sistema no podía continuar indefinidamente.
Después de la muerte de Stalin, sus sucesores trar
taron de obtener el apoyo del pueblo eliminando
gran parte de ¡la represión y produciendo más bie­
nes de consumo para elevar los niveles de vida.
La tasa de crecimiento económico disminuyó inevi­
tablemente a medida que se suavizaba el duro
patrón de autoridad estalinista. La agricultura per­
maneció estancada y atrasada: tras un aumento
inicial de la producción agrícola en 1953-1958, lo­
grado por la apertura de enormes áreas de tierras
nuevas en Asia Central y la provisión de mayores
incentivos a los campesinos, los niveles de pro­
ducción se estabilizaron en lugar de continuar au­
mentando. Además, dos grandes fracasos agrícolas
en 1972-73 y 1975 hicieron necesarias grandes com­
pras de granos en el exterior. La expansión indus­
trial también empezó a estabilizarse, a pesar de las
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 241
reorganizaciones administrativas, la mayor flexibi­
lidad concedida a los administradores de plantas?
los sistemas mejorados de recompensas e incentivos,
y otros esfuerzos tendientes a sostener elevadas ta­
sas de crecimiento. Se hicieron evidentes grandes
ineficiencias en la asignación de recursos. Pero sub­
sisten los elementos esenciales de la planificación
centralizada en un Estado autoritario.

La t e o r ía d e l a p l a n if ic a c ió n

Mientras la Unión Soviética estaba forjando un sis­


tema práctico de planificación basado en gran me­
dida en metas políticas, los economistas de otros
países debatían si la planificación podría ser eficien­
te o no como un sistema puramente económico. Te­
nían escasa experiencia con la propiedad pública,
sabían poco de las economías planificadas, y aun
los escritos socialistas tradicionales tenían poco qué
decir sobre el tema. Además, la mayoría de los eco­
nomistas ortodoxos estaba tan imbuida de las be­
llezas de la teoría de la economía de empresa pri­
vada autocontrolada que tendía a descartar la pla­
nificación económica como algo poco práctico, y
las primeras dificultades de la economía soviética
parecieron confirmar estas impresiones iniciales.
Uno de los líderes del ataque a la planificación
era Ludwig von Mises (1881-1973), un economista
neoclásico austríaco para quien el socialismo y la pla­
nificación no podrían proveer una base racional para
la toma de decisiones económicas. E sc rib ie n d é ^ ^
1920, en lo más álgido de las primeras diüj&^'tades
de la Unión Soviética, señaló que la p^^piedad
pública de los medios de producción i|a^edía selF
242 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
establecimiento de un mercado de capital. Sin tal
mercado no podría haber un precio del capital,
ninguna tasa de interés que expresara las escase­
ces relativas, y por ende ninguna base racional para
la determinación de la cantidad de capital que
debiera acumularse y de la forma en que debiera
emplearse. Los planificadores podrían tomar estas
decisiones, afirmaba von Mises, pero tales decisiones
no serían racionales para el uso eficiente de los
recursos del país.
Resulta interesante que el argumento de von Mi­
ses hubiese sido refutado años atrás por un econo­
mista italiano, Enrico Barone (1859-1924), quien
demostró que los precios contables determinados
por planificadores podrían sustituir a los precios fi­
jados en los mercados competitivos, por lo menos
en teoría. Pero los seguidores de von Mises conti­
nuaron el ataque, descartando como poco práctica
la solución teórica de Barone porque requeriría
literalmente millones de decisiones basadas en una
cantidad enorme de información acerca de las pre­
ferencias de los consumidores que obviamente no
estaba al alcance de ninguna junta de planificación.
Aun si se dispusiese de la información, las solu­
ciones serían obsoletas para el momento en que
fuesen calculadas. Por supuesto, las computadoras
electrónicas no se conocían todavía en los años
veinte.
Este argumento fue contestado por dos econo­
mistas que partieron de enfoques muy diferentes.
Uno era el neoclásico conservador norteamericano
Fred M. Taylor (1855-1932), cuyo discurso pre­
sidencial ante la Asociación Económica Norteame­
ricana de 1928 demostraba que la solución de Ba­
rone podría encontrarse mediante un proceso de
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 243
ensayo y error. Según Taylor, podría dejarse a los
consumidores en libertad de gastar sus ingresos
en cualquier forma que desearan, mientras los pla­
nificadores simplemente determinaban los precios
que vaciaran los mercados —es decir, que impidieran
escaseces y saturaciones— y que se igualaran a los
costos de producción. Las decisiones de producción
se determinarían por las cantidades que pudieran
venderse a tales precios. Una vez alcanzado un
equilibrio, los planificadores podrían estar razona­
blemente seguros de que los recursos habían sido
asigriados en forma racional.
La segunda respuesta fue publicada en 1935-1937
por el socialista Oscar Lange (1904-1965), un eco­
nomista polaco educado en la Universidad de Chi­
cago que habría de convertirse en uno de los miem­
bros importantes de la economía planificada de Po­
lonia después de la segunda Guerra Mundial. En
un análisis mucho más elaborado que el de Taylor,
demostró que una junta de planificación podría si­
mular el proceso del mercado por un método de
ensayo y error de determinación de los precios,
aunado a una regla de maximización del beneficio
por decisiones de administradores de plantas in­
dividuales. El resultado sería una maximización del
bienestar del consumidor según los lincamientos
de la economía competitiva de empresa privada.
Además, podrían eliminarse las restricciones del
monopolio y asegurarse el empleo pleno mediante
la planificación del nivel de la inversión. A esto aña­
dió el economista inglés Arthur Pigou que la
economía de empresa privada no funcionaba siem­
pre bien, como lo demostraba la disparidad exis­
tente entre su descripción en la teoría económica
y su funcionamiento efectivo.
244 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
Los argumentos de Taylor y Lange salieron ade­
lante. Pocos economistas sostendrían ahora que la
planificación per se debe fracasar, o aun que deba
ser ineficiente, aunque muchos dirían que la pla­
nificación central excesivamente detallada no pue­
de funcionar con eficacia. Hay dificultades ob­
vias involucradas en la planificación, y su operación
efectiva en un país dado puede criticarse, pero la
controversia teórica ha sido ganada por quienes se
manifestaron en favor de ella.
También los críticos han cambiado de enfoque.
Tomando como punto de partida las experiencias
de la Unión Soviética y las dictaduras europeas
de los años treinta, ahora sostienen que la planifica­
ción puede funcionar en sentido económico pero
sólo a costa de la libertad personal y política. La
presentación más clara de esta posición fue hecha
por Friedrich von Hayek (nacido en 1899), otro
economista austríaco, en The Road to Serfdom
(1944). En este librito se sostiene que una vez
iniciada la intervención del gobierno en el mercado
libre debe conducir inevitablemente al socialismo,
y que la planificación socialista lleva inevitable­
mente a la pérdida de la libertad. La opresión es
inevitable.
El avance de la planificación en años recientes
no apoya la afirmación de Hayek, por realista que
haya parecido en los últimos días de la segunda
Guerra Mundial. La propia Unión Soviética ha
suavizado considerablemente el autoritarismo im­
puesto por Stalin. Los planificadores centrales de
Yugoslavia han hecho un esfuerzo consciente por
reducir su propio poder, desarrollar la administra­
ción por los propios trabajadores, y recurrir más a
la operación de los mercados para la toma de de­
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 245
cisiones de precios y producción. La descentraliza­
ción de la planificación y la dependencia del meca­
nismo de mercado y sus incentivos constituyen aho­
ra una característica importante de la planificación
económica en todos los países de Europa Oriental,
incluidos Hungría, Polonia, Rumania y Checoslo­
vaquia.
En Francia se ha desarrollado un sistema de
planificación “indicativa” o “de objetivos”, donde
las metas del crecimiento económico se buscan so­
bre todo mediante incentivos financieros a la em­
presa privada, la administración pública de algunas
industrias nacionalizadas importantes, y el control
del sistema financiero, dejando en gran medida incó­
lume la toma de decisiones individuales. En la Re­
pública Popular de China el régimen es sin duda
autoritario, pero el sistema de planificación implica
una combinación ingeniosa de autoridad central
y autonomía local. En los países subdesarrollados
del mundo, la planificación de crecimiento ocurre
dentro de muchas clases de marcos políticos.
La gran diversidad de sistemas sociales y polí­
ticos, con grados mayores o menores de planifica­
ción, indica que no existe una relación sencilla
entre la planificación y la autoridad, y que una eco­
nomía planificada no debe tomar como modelo nece­
sariamente la de la Unión Soviética o de las dicta­
duras de los años treinta. Es posible que el “socia­
lismo de mercado”, según los lincamientos analiza­
dos por Lange y Taylor, donde la planificación se
orienta hacia las necesidades de los consumidores
y las decisiones se toman en un marco de institu­
ciones políticas democráticas y de libertad indi­
vidual, sea una alternativa viable al socialismo auto­
ritario o al capitalismo monopólico.
246 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA

LA PLANIFICACIÓN EN PAISES SUBDESARROLLADOS


Los países subdesarrollados hicieron muchos ex­
perimentos con diversos métodos de planificación.
Estos países surgieron de la segunda Guerra Mun­
dial independientes o a punto de independizarse,
pero atrasados en sus niveles de vida y su desarro­
llo económico. Como la Unión Soviética en los
años veinte, trataban de romper las cadenas del tra­
dicionalismo y acelerar sus tasas de crecimiento
económico.
Estos países subdesarrollados de Asia, África
y América Latina habían quedado atrapados en
un círculo vicioso. La baja productividad y los
ingresos bajos significaban que el ahorro era insu­
ficiente para alcanzar niveles de inversión que pu­
diesen acelerar el crecimiento económico. Los in­
gresos bajos significaban también una demanda de
consumo insuficiente para atraer inversión de ca­
pital de otros países. A su vez, los bajos niveles de
inversión completaban el círculo de la baja pro­
ductividad, ingresos bajos, y atraso. Los ingresos
bajos significaban también viviendas inadecuadas,
salubridad deficiente, y malas condiciones de salud,
lo que reducía el vigor y la duración de la vida
y se traducía en la existencia de una población
joven con una gran proporción de dependientes
improductivos. Además, los ingresos bajos impe­
dían la innovación en asuntos económicos. Dado
que la innovación requiere un excedente protector
para el evento del fracaso, una familia campesina
que viva a nivel de subsistencia no puede experi­
mentar con métodos o máquinas nuevos; debe ser
conservadora porque el fracaso de una cosecha
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 247
significa la muerte por inanición. El conservadu­
rismo derivaba también del predominio, observa­
ble en muchas áreas poco desarrolladas, de una
élite económica con grandes extensiones de tierras
y altos ingresos cuyo ahorro no se invertía de or­
dinario en el desarrollo económico nacional sino
que se empleaba en la adquisición de más tierras,
los préstamos a campesinos a altas tasas de interés,
o la inversión en países más avanzados. Mientras
tanto se creaban presiones demográficas por las
altas tasas de natalidad prevalecientes entre las fa­
milias campesinas. Las tasas de natalidad fueron
siempre elevadas en los países subdesarrollados,
pero se compensaban con las altas tasas de morta­
lidad hasta el momento de la aplicación de métodos
modernos de salubridad y salud pública que hizo
explotar la población.
Algunos economistas señalaron el dualismo eco­
nómico como otro problema en algunas áreas. Por
ejemplo, el economista holandés J. H. Boecke, al
describir la economía de Indonesia bajo los ho­
landeses, observó que una economía de mercado se
había desarrollado en algunos sectores de la econo­
mía bajo el control del capital europeo y norte­
americano, que tal economía se había ligado muy
estrechamente al comercio de importación y expor­
tación, y que en ella participaba sólo una porción
pequeña de la población. La mayor parte de los
habitantes permanecía aislada en una economía
de subsistencia organizada alrededor de las relacio­
nes aldeanas y familiares. Las dos esferas de la
economía entraban en contacto raras veces, y el
sector occidentalizado no daba ningún impulso de
crecimiento al sector nativo.
Los países subdesarrollados empezaron a plani­
248 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
ficar el crecimiento económico, elaborando varios
métodos para incrementar el ahorro y movilizarlo
para la expansión económica bajo los auspicios
del gobierno. Se desarrolló una gran diversidad de
combinaciones de empresas públicas, subsidios pú­
blicos a la empresa privada, y controles económicos.
En un extremo, algunos países como México y
Brasil descansaron en gran medida en la empresa
privada y el capital extranjero. En el otro extremo,
la economía china está casi completamente socia­
lizada, recurriendo a la planificación central de las
industrias básicas y al control local de gran parte
de la producción en pequeña escala.
Muchos economistas tienen esperanzas de que se
resolverán los problemas y de que los países pobres
podrán poner en movimiento un proceso autosos-
tenido de crecimiento económico. Por ejemplo, el
economista norteamericano Walt W. Rostow sostie­
ne que todos los países pasan por etapas de des­
arrollo económico al avanzar desde una sociedad
tradicional hasta una economía moderna de con­
sumo masivo. El proceso implica el establecimiento
de ciertas condiciones previas: un gobierno estable,
mejoramiento de la educación, un grupo de inno­
vadores y empresarios que utilicen el ahorro, y la
expansión del comercio. Luego viene el “despegue”
hacia el crecimiento sostenido, cuando la economía
arroja sus muletas y el progreso económico se vuel­
ve dominante. En opinión de Rostow, resulta fun­
damental un aumento del ahorro y la inversión
hasta el 10 porciento o más del ingreso nacional.
Por último, el desarrollo de la industria y la eleva­
ción de los niveles de vida conducen a la madurez
económica y el consumo masivo.
En el análisis de Rostow están implícitas reco­
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 249
mendaciones de política económica muy populares
en los Estados Unidos. Primero, la reforma social
es necesaria para que los países subdesarrollados
se asemejen más a los Estados Unidos: “Hagan lo
que nosotros hicimos”, está diciendo en efecto Ros-
tow. Segundo, el concepto del despegue implica
que la ayuda económica a los países en desarrollo
puede ser eliminada gradualmente, aunque al prin­
cipio deba ser cuantiosa para iniciar el despegue;
este aspecto de las ideas de Rostow tenía un atrac­
tivo obvio para quienes no quieren gastar mucho.
Tercero, la descripción del proceso de crecimiento
hecha por Rostow implica que una vez iniciado
tal proceso no depende de la planificación ni del
control estatal: es autosostenido. Quizá por esta
razón llamó a su libro The Stages of Economic
Growth: A Non-Communist Manifestó * (1960).
Otros economistas se sienten menos optimistas
acerca de las posibilidades de lograr un proceso
de crecimiento natural o autosostenido. Gunnar
Myrdal, un economista sueco que ayudó a elabo­
rar la, versión sueca de la teoría del ingreso nacio­
nal al mismo tiempo que la de Keynes, quien
escribió un libro clásico de sociología sobre el
problema racial norteamericano, An American Di-
lemma, sostuvo convincentemente que la brecha eco­
nómica existente entre los países avanzados y los
subdesarrollados se está ensanchando. Los paí­
ses ya industrializados tienen ingresos elevados que
generan grandes cantidades de ahorro, señala Myr­
dal en An International Economy ** (1956), pero el
* Las etapas del crecimiento económico. Un manifiesto
no comunista, f c e , México, 1973.
** Solidaridad o desintegración■ Tendencias actuales de
250 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
ahorro no se invierte en los países subdesarro­
llados a causa de las tasas más altas de beneficio
existentes dentro del propio país. La economía
industrial llegó a algunas partes del mundo dotadas
de minas y plantaciones a fin de producir para la
exportación, pero estos enclaves económicos absor­
bieron de la economía local ahorro y a sus hombres
más talentosos, dejándola más carente que antes
de los medios necesarios para la obtención del
crecimiento. Esto significa, afirma Myrdal, que los
países subdesarrollados no pueden seguir el mo­
delo de los países avanzados sino que deben ac­
tuar radicalmente dentro de sus propias economías
para reorganizar las importaciones y exportaciones,
diversificar la producción y planear su desarrollo
económico. En un estudio posterior, Asian Drama
(1968), sostuvo que el adelanto económico de los
países subdesarrollados es posible, pero sólo a con­
dición de que se controle el crecimiento demo­
gráfico.
Una parte del problema del crecimiento de los
países subdesarrollados es su relación económica
con los países industriales más avanzados. Raúl
Prebisch, un economista argentino que trabajaba
para las Naciones Unidas, sostuvo que los “tér­
minos de intercambio” tienden a largo plazo a ser
desfavorables para las áreas subdesarrolladas. Estas
regiones producen bienes primarios para la ex­
portación —alimentos, minerales, y otros produc­
tos de la tierra—, que cuentan con mercados muy
competitivos y que con facilidad pueden produ­
cirse en exceso. El resultado es la existencia de
las relaciones económicas internacionales en el mundo no
soviético, fc e , México, 1966.
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 251
precios bajos e ingresos bajos para los productores,
así como mercados muy inestables. En cambio, los
países avanzados exportan bienes manufacturados,
cuyos precios tienden a subir, según Prebisch, a
causa de los fuertes controles monopólicos de los
productores y las exigencias de mayores salarios
formuladas por los trabajadores organizados. Por lo
tanto, estos países venden a precios altos a las áreas
subdesarrolladas y les compran a precios bajos.
Esto no sería tan malo si los ingresos crecientes
de los países avanzados se tradujeran en una dé-
manda mayor de los productos de los países po­
bres, pero no ocurre así: Prebisch demostró que
los ingresos de las áreas industriales crecen casi
al doble de sus importaciones.
Prebisch aconsejaba la integración económica re­
gional —mercados comunes, uniones aduaneras,
áreas de libre comercio, etcétera— entre grupos de
países subdesarrollados para ampliar los merca­
dos locales al mismo tiempo que se conserva la
protección arancelaria contra las importaciones pro­
venientes de países avanzados. Dentro de las áreas
regionales de libre comercio, los países podrían
planear su crecimiento industrial, lo que tendría
el efecto de reducir su dependencia de las manu­
facturas extranjeras y de usar internamente una
porción mayor de su producción primaria. Además,
Prebisch apoyaba vigorosamente los esfuerzos in­
ternacionales tendientes a la estabilización de los
precios de los productos primarios en los mercados
mundiales, y esto implica cierta clase de restric­
ción de la producción o de planificación en la ma­
yoría de los casos.
Los países subdesarrollados productores de pe­
tróleo fueron mucho más allá. Bajo el liderazgo
252 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
árabe, en virtud de que los países árabes son los
productores de petróleo más grandes y de menores
costos, formaron la Organización de Países Ex­
portadores de Petróleo (o p e p ) . Al principio, la
o p e p no pudo lograr sus propósitos en sus nego­
ciaciones con las grandes compañías petroleras in­
ternacionales. Pero los países árabes tomaron pri­
mero medidas para ganar el control de la produc­
ción petrolera dentro de sus propias fronteras;
luego avanzaron para ganar el control de los pre­
cios del petróleo mediante la imposición de mayores
regalías e impuestos a las compañías petroleras. El
gobierno de los Estados Unidos los ayudó tonta­
mente al permitir que las compañías petroleras
estadunidenses dedujeran de sus impuestos los
pagos hechos a gobiernos extranjeros. Luego, du­
rante la guerra de 1973 entre Egipto e Israel, los
países árabes embargaron los envíos de petróleo
a los Estados Unidos y la o p e p quintuplicó el pre­
cio del petróleo. La o p e p era ahora un cartel que
controlaba el precio del petróleo. El resultado de
esta acción fue la transferencia inmediata de enor­
mes cantidades de ingresos hacia los países produc­
tores de petróleo, quizá hasta la suma de 50 000
millones de dólares al año, provenientes de los
países consumidores de petróleo. Pero algunos de
los más afectados fueron los países subdesarro­
llados importadores de petróleo, como la India,
Paquistán, y varios países africanos.
La mayor parte de las ganancias fue a agrandar
las fortunas personales de las principales familias
y líderes políticos árabes, a acelerar el desarrollo
económico de los países árabes, y a financiar una
carrera armamentista en esa parte del mundo. Una
parte de las ganancias pasó a otros países sub-
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 253
desarrollados mediante préstamos de los países ára­
bes, ahora ricos, destinados al apoyo de los planes
de desarrollo económico. Estos sucesos notables
demostraron que el control de los recursos mine­
rales puede emplearse para la obtención de bene­
ficios cuando se disfrutan las ventajas de un mo­
nopolio. El control de las fuentes y los precios
del petróleo dio a los países árabes una oportunidad
para invertir fuertemente a su favor los términos de
intercambio, con lo que dispusieron de sumas cuan­
tiosas para el desarrollo económico. No sabemos
todavía si estos fondos se usarán sensatamente, pero
otros grupos de países subdesarrollados están ex­
plorando ya las posibilidades de obtención de ga­
nancias similares con otros productos.
La p l a n if ic a c ió n e n l a s e c o n o m ía s d e e m p r e s a
PRIVADA

La mayoría de los países industriales de Europa


Occidental y América del Norte, incluidos los Es­
tados Unidos, avanzó también hacia un grado ma­
yor de planificación económica. Se hacía hincapié
en el nivel de la, actividad económica, en un es­
fuerzo por mantener la prosperidad y alentar el
crecimiento económico. Pero la planificación para
estas metas condujo lentamente a otras áreas: la
administración del conflicto entre obreros y patro­
nes, la dirección de la inversión hacia sectores de
la economía considerados necesarios por los go­
biernos, y la estabilización de las relaciones finan­
cieras internacionales. La filosofía era que la mani­
pulación de la demanda agregada permitiría al sec­
tor privado tomar sus propias decisiones acerca del
254 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
consumo y la producción, pero ese ideal hubo de
modificarse en la práctica.
Los instrumentos de la planificación económica
eran similares en todas partes, incluidos los Estados
Unidos. Se elaboraría cada año un “presupuesto
económico” nacional. Tal presupuesto indicaría
el monto esperado del gasto de los consumidores,
las empresas y el gobierno. Esta cantidad se compa­
raría luego con la cantidad necesaria para la ob­
tención del empleo pleno o de una tasa conveniente
de crecimiento económico. Cualquier déficit del
gasto esperado en relación con el nivel deseado
se compensaría luego con el gasto del gobierno
o mediante el estímulo al gasto privado a través
de la reducción de impuestos, la menor restric­
ción monetaria, o los subsidios a la industria pri­
vada. El exceso de gasto podría eliminarse mediante
la manipulación del presupuesto gubernamental,
los impuestos y la política monetaria en la direc­
ción contraria. Era ésta una planificación económica
agregada de acuerdo con el modelo keynesiano.
La mayoría de los países consideró necesario com­
plementar los presupuestos económicos nacionales
con programas destinados a canalizar la inversión
empresarial hacia regiones relativamente atrasadas,
como el sur de Italia o el sur de Francia. El gobier­
no de Alemania Occidental alentó la expansión
de las industrias exportadoras, y lo mismo hizo la
mayoría de los demás países de Europa Occidental,
pero con menor éxito. En los Estados Unidos, el
gran gasto gubernamental en armamentos estimuló
un rápido crecimiento económico en los estados del
sur y el suroeste. Todos los países industriales avan­
zados ampliaron también la provisión pública de
servicios tales como la educación y la salud, aumen­
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 255
taron su gasto de beneficencia, y subsidiaron la
vivienda y los transportes. Además, la crisis (es­
casez) de la energía de principios de los años setenta
y los altos costos subsecuentes llevaron a casi todos
los países industriales de Occidente (incluidos los
Estados Unidos) a fijar metas nacionales y coordi­
nar y estimular la producción de carbón, petróleo,
gas natural, energía atómica, y otras fuentes nue­
vas de energía. Los gobiernos democráticos no que­
rían admitir que estaban tratando de manejar la
producción y la distribución de bienes, pero lo
estaban haciendo de todas maneras.
En los Estados Unidos, la agricultura constituyó
un área fundamental donde el gobierno federal
avanzó hacia la planificación. El papel del gobierno
dejó de ser el de principal proveedor de investiga­
ción y desarrollo experimental y fuente principal
de información para convertirse también en coor­
dinador. No se fijan en realidad metas para la
producción, pero se indican proyecciones o expec­
tativas de la producción de los diversos productos
alimenticios, y se alienta a los agricultores para
que basen sus siembras en los pronósticos del go­
bierno. Esta vigilancia estrecha de la producción
agrícola trata de promover la estabilidad de los
precios para el agricultor y el consumidor, y de avan­
zar hacia una balanza de pagos más favorable, ya
que los productos agrícolas constituyen ahora la
exportación más importante de este país.
Otra área sensible se sometió a la intervención
creciente de todos los gobiernos de Occidente: las
relaciones obrero-patronales. El arreglo pacífico
de las disputas entre las grandes empresas y los
grandes sindicatos es esencial para la operación
armoniosa de la economía moderna. Por ejemplo,
256 LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
una huelga nacional de camiones de carga o de
ferrocarriles podría paralizar la economía en el
término de una semana. Además, los costos rápi­
damente crecientes de la mano de obra pueden
dañar gravemente a las industrias muy dependien­
tes de las exportaciones; esto se aplica sobre todo
a Japón y los países de Europa Occidental, donde la
prosperidad depende mucho más de las exporta­
ciones que en el caso de los Estados Unidos. Así
que estos países se movilizaron rápidamente para
mantener los acuerdos salariales dentro de los lí­
mites impuestos por la competencia extranjera. En
los países escandinavos, los sindicatos y las asocia­
ciones de patrones, bajo el ojo vigilante del go­
bierno, se disciplinaron. Aun el gobierno de los
Estados Unidos empezó a avanzar hacia esta área
de la planificación económica en los años sesenta y
setenta.
Empezó a surgir un patrón nuevo en casi todos
los países industriales de Occidente. Tanto los gran­
des sindicatos como las grandes empresas necesita­
ban la planificación económica nacional proveída
por el gobierno para alcanzar el pleno empleo, la
prosperidad y el crecimiento económico. A su vez, el
gran gobierno buscó la estabilidad económica pro­
veída por los arreglos razonables de la rivalidad
existente entre trabajadores y patrones. Además,
la estabilidad económica y política —el manteni­
miento del statu quo— necesitaba programas gu­
bernamentales que protegieran a los pobres y pro­
movieran el desarrollo regional. Los grandes sin­
dicatos, las grandes empresas y el gran gobierno
se encontraron en una situación que exigía rela­
ciones recíprocamente cooj>erativas, soluciones re­
cíprocamente aceptables para los problemas, y el
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA 257
mantenimiento de las relaciones existentes entre
los grupos de intereses económicos. La planificación
económica empujó a todos los países industriales
por el camino del Estado corporativo. Esto se aplicó
en especial a Japón (que algunos empezaron a lla­
mar “Japón, S. A.”) .
Esto no significa que se haya eliminado el con­
flicto, sino todo lo contrario. Una economía in­
dustrial moderna genera conflictos entre trabaja­
dores y patrones, entre los sindicatos, entre las
empresas de una industria, y entre industrias, go­
biernos y empresas, entre ricos y pobres, entre
grupos de diversos niveles de ingreso. Al gobierno
le corresponde mediar y manejar estos conflictos
en aras del mantenimiento de la estabilidad, y
tal fue el impulso fundamental de gran parte de
la planificación económica que hemos descrito.
La simbiosis de grandes empresas, grandes sin­
dicatos y gran gobierno hace recordar el fascismo
de Alemania, Italia y Japón antes de la primera
Guerra Mundial, pero sin el autoritarismo y la
política del terror que lo acompañaron. El futuro
puede enseñarnos todavía que una sociedad in­
dustrial moderna en crisis avanza hacia soluciones
de tipo fascista. Pero no fue tal la dirección de la
política en los veinticinco prósperos años siguientes
a la terminación de la segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, la planificación económica que se des­
arrolló en los países industriales avanzados mostró
semejanzas notables con los aspectos estrictamente
económicos del fascismo anterior a la segunda
Guerra Mundial. Vemos aquí la misma trama del
análisis del capitalismo realizado a principios del si­
glo por Veblen y los cambios ocurridos en los
Estados Unidos en la época del Nuevo Trato.
XI. LA ECONOMIA MIXTA
Nikita Jruschov, primer ministro soviético, brin­
dó con un grupo de estadunidenses invitados a
una fiesta ofrecida en Moscú, con la expresión aho­
ra famosa: “Os enterraremos.” Aunque la afirma­
ción se hacía un poco en broma, ha llegado a
simbolizar el conflicto ideológico de nuestra época.
Dos sistemas económicos están luchando por la
lealtad del pueblo, y la rivalidad existe a todos los
niveles: filosófico, económico, diplomático y mi­
litar. Se expresa en los términos empleados por
ambas partes: “la cortina de hierro”, “la guerra
fría”, “las democracias populares”, “el neoimperia-
lismo”, “la détente”, etc. Mientras tanto, el propio
sistema económico ha cambiado, y los economistas
lo examinan de continuo tratando de entender el
carácter de tales cambios y sus consecuencias para
la política pública.
¿S o b r e v iv ir á e l c a p it a l is m o ?

Joseph Schumpeter (1883-1950) no creía que el


capitalismo sobreviviría. Nacido en el mismo año
que John Maynard Keynes, Schumpeter solía ser
considerado junto con Keynes como uno de los
dos más grandes economistas de su tiempo. Des­
pués de su muerte, la teoría económica se ha des­
arrollado en direcciones diferentes de las tomadas
por Schumpeter, pero los economistas continúan
apreciando sus tres obras principales. Los tres li­
bros entonan loas al empresario capitalista, descrito
como el innovador buscador de beneficios respon-
258
LA ECONOMÍA MIXTA 259
sable del cambio constante que dota de dinamismo
al sistema de empresa privada.
En su primer libro importante, Teoría del desen­
volvimiento económico * (1912), Schumpeter ana­
lizó la función del empresario en la creación del
progreso y el cambio económico. La economía de
empresa privada ofrece siempre grandes recompen­
sas por los productos nuevos, los nuevos métodos
de producción, o los sistemas de organización nue­
vos. La primera persona que ofrezca costos meno­
res o productos nuevos que atraigan al consumidor
ganará altos beneficios. El empresario es esa primera
persona, y su innovación constante es la fuente del
crecimiento y el cambio característicos de la mo­
derna sociedad capitalista.
Schumpeter prosiguió el análisis en Business Oy­
eles (1939), donde sostuvo que las innovaciones
tienden a aglomerarse en ciertas épocas —una in­
novación conduce a la siguiente—, creando grandes
auges de inversión que promueven períodos pro­
longados de prosperidad. Cuando la inversión des­
ciende de esos altos niveles, los años prósperos se
ven seguidos del estancamiento y los tiempos ma­
los. Superpuestos sobre estas “ondas largas” de la
actividad económica se encuentran los ciclos eco­
nómicos tal como los conocemos: durante una onda
larga de tiempos buenos, los auges son sostenidos
y fuertes, mientras las depresiones son breves y
ralas; durante los períodos largos de tiempos malos
ocurre exactamente lo contrario. En el proceso, se
observa la serie de revoluciones industriales ca­
racterísticas del capitalismo, cada una de ellas
* fce , México, 1967.
260 LA ECONOMÍA MIXTA
iniciadora de un período prolongado de tiempos
buenos fincado en un conjunto de innovaciones
relacionadas.
El libro era una respuesta a los pesimistas para
quienes la Gran Depresión de los años treinta mar­
caba el fratíaso final del capitalismo. El argumento
de Schumpeter implicaba que el sistema se encon­
traba sólo en uno de los puntos bajos de sus ondas
largas y que se aproximaba un futuro mejor a
medida que la innovación y el cambio tecnológico
volvieran a iniciar el ascenso. El libro expresaba
también la concepción que tenía Schumpeter de
la dinámica interna del capitalismo y su respuesta
a Marx. Los malos efectos del capitalismo no de­
rivaban de sus defectos sino de sus cualidades.
La actividad innovadora y buscadora de beneficios
del empresario producía cambio, crecimiento y ex­
pansión, pero el proceso era errático antes que
suave y uniforme, y uno de sus resultados era el
ciclo económico.
Schumpeter desarrolló este tema —que los fac­
tores dinámicos del capitalismo producían sus de­
fectos— en el mejor de sus libros, Capitalism, So-
cialism, and Democracy (1942). Creía Schumpeter
firmemente en la eficacia del capitalismo en la
producción de bienes y servicios para todos, y es­
timaba que en el período de 1928 a 1978 aumenta­
ría a más del doble la producción de los Estados
Unidos, lo que permitiría eliminar la pobreza de
todos, excepto los casos “patológicos”. Sin embargo,
en el proceso se harían evidentes varias característi­
cas sociales del capitalismo.
Una de tales características es la eliminación gra­
dual del empresario. La tecnología y la organi­
zación de la producción en gran escala son innova-
LA ECONOMÍA MIXTA 261
dones importantes del capitalismo que conducen
a la gran empresa y los mercados monopólicos. Las
burocracias creadas para la administración de gran­
des empresas no son lugares donde puedan fun­
cionar los empresarios individualistas, innovado­
res. Estos individuos son actores solitarios, soñado­
res de grandes planes, y amantes del riesgo, mien­
tras que las burocracias tienden a ser dirigidas por
comités, por individuos que conservan el statu quo
en lugar de cambiarlo. Las mismas organizaciones
creadas por los empresarios prescinden de sus ser­
vicios.
Una segunda característica del desarrollo del ca­
pitalismo pronosticada por Schumpeter es la alie­
nación de los intelectuales frente al sistema. Los
pensadores, escritores y profesores son críticos del
orden existente, aunque su posición se vuelva po­
sible por la riqueza de la sociedad capitalista. Su
función consiste en señalar defectos con la espe­
ranza de edificar un mundo mejor, y logran crear
un clima de opinión hostil al modo de vida ca­
pitalista.
Este ambiente de la opinión pública engendra
una tercera característica, la intervención del go­
bierno en los asuntos económicos. La, intervención
se dirige hacia las fallas de la economía: la reduc­
ción de la desigualdad, el suavizamiento del ciclo
económico, la disminución de la especulación, el
control del monopolio, el subsidio a la agricultu­
ra, etc. Como un subproducto, tal intervención
disminuye también la libertad de acción del em­
presario y sirve para reducir aún más el dinamis­
mo de la economía.
Estas tendencias de la organización económica,
el clima de opinión y la política pública, con­
262 LA ECONOMIA MIXTA
ducen a la eliminación gradual del empresario
en la vida económica, y por ende a la eliminación
de los adelantos económicos que dan al capitalismo
su atractivo. El crecimiento de la economía se ve
obstruido, el capitalismo pierde su capacidad para
satisfacer necesidades nuevas, y se materializan los
pronósticos del colapso formulados por los intelec­
tuales. A medida que empeora el desempeño del
sistema, aumenta la intervención gubernamental,
lo que reduce aún más la vitalidad del sistema y
vuelve inevitable el socialismo. Schumpeter creía
que el socialismo sustituiría al capitalismo a largo
plazo y que su estructura política podría ser de­
mocrática o autoritaria: la gran elección del futuro
residía en la esfera política. Al interrogante: “¿Pue­
de sobrevivir el capitalismo?”, Schumpeter respon­
dió: “No, no creo que pueda hacerlo.”
L a e c o n o m ía c a m b ia n te
Schumpeter tenía razón en un punto: la innova­
ción, el crecimiento económico y el cambio ocu­
rren juntos y se refuerzan recíprocamente. El cuar­
to de siglo posterior a la segunda Guerra Mundial
fue un período de crecimiento económico y prospe­
ridad sostenida sin paralelo en el mundo. Contra
las expectadvas y los temores de muchos economis­
tas a mediados de los años cuarenta, la economía
no regresó a las profundidades de las que la había
sacado la segunda Guerra Mundial. En lugar de
la depresión o el estancamiento, salió adelante la
economía mundial de la posguerra. Con la ayuda
de los Estados Unidos, los países de Europa Occi­
dental se recuperaron rápidamente de la devasta­
LA ECONOMÍA MIXTA 263
ción y la dislocación de la guerra. Europa Orien­
tal se unió al desfile del crecimiento económico
tras un período de agitación económica y social, y
la economía soviética continuó su marcha ascen­
dente. La economía estadunidense experimentó un
patrón de crecimiento sostenido; las únicas de­
presiones importantes aparecieron durante los años
cincuenta, a resultas de políticas monetarias y fis­
cales obsoletas. Japón se convirtió en la tercera
potencia industrial del mundo, y varios países sub­
desarrollados se transformaron en países en des­
arrollo.
Una de las razones más importantes de este pro­
greso fue el auge de inversión en la electrónica,
los plásticos, la energía atómica y el transporte mo­
torizado. El resultado fue todo un mundo nuevo
de automóviles, jets, computadoras, producción au­
tomatizada, y nuevas urbanizaciones que crearon
enormes áreas de oportunidad económica.
Un segundo factor promotor del crecimiento fue
la revolución de la investigación. La innovación
se convirtió en parte integrante de la empresa y
la actividad pública. La investigación básica y apli­
cada aumentó muchas veces encima del nivel de los
años veinte y treinta, y se convirtió en una función
aceptada de las empresas y el gobierno. Esta in­
vestigación y desarrollo experimental —el ingre­
diente básico de la innovación— impartió un nue­
vo dinamismo a todo el sistema económico, aunque
gran parte de ella se ligó a las necesidades militares
y la carrera espacial.
Un tercer factor de la expansión de la posguerra
fue el ascenso del consumidor a una posición de
mayor importancia aún. Al aumentar los ingresos,
más consumidores tenían cantidades mayores de
264 LA ECONOMÍA MIXTA
“ingreso discrecional” por encima de las cantidades
necesarias para la satisfacción de necesidades bá­
sicas, lo que les permitía invertir en casas y mue­
bles, automóviles, otros bienes durables, y en va­
lores y pólizas de seguros. Las industrias recreativas
se expandieron a medida que los individuos ob­
tenían más tiempo ocioso, y las industrias de ser­
vicios crecieron. El “poderoso consumidor” era un
determinante del nivel y la composición de la ac­
tividad económica más importante que nunca.
Un cuarto elemento del crecimiento económico
de la posguerra fue el de los grandes gastos guber­
namentales en armamentos y beneficencia. La gue­
rra fría entre los Estados Unidos y la URSS exi­
gía grandes incrementos del gasto militar, y la
guerra en Gorea y Vietnam aumentó el impulso
del gasto gubernamental. Se requerían inversiones
enormes a medida que la tecnología de la guerra
cambiaba de los rifles, tanques y aviones a las
armas nucleares, los proyectiles teledirigidos y las ar­
mas electrónicas.
La empresa aprovechó estas oportunidades para
su expansión. En la posguerra se observó un in­
cremento enorme de la inversión y la capacidad
de las plantas, no restringido a un solo país o unos
cuantos países, sino fenómeno de dimensiones mun­
diales. Se expandió el comercio mundial, y un
programa internacional de reducción de las barre­
ras al comercio se tradujo en la creación del Acuer­
do General sobre Aranceles y Comercio, al igual
que el Mercado Común Europeo y otras asocia­
ciones regionales de países.
El crecimiento económico estimuló también un
rápido cambio tecnológico. Las computadoras y los
controles electrónicos permitieron la automatiza­
LA ECONOMIA MIXTA 265
ción en gran escala, sobre todo en las manufacturas
y la administración empresarial. A medida que el
capital sustituía a la mano de obra en escala cre­
ciente, empezó a cambiar el .carácter del trabajo y
la propia fuerza de trabajo. En los niveles supe­
riores del mercado de trabajo aparecieron muchos
tipos nuevos de ocupaciones altamente calificadas,
como la programación de computadoras, y la admi­
nistración requirió habilidades nuevas. Se hicieron
necesarios tipos nuevos de educación científica y
de técnicas administrativas, y la élite técnica-ad­
ministrativa se expandió y refino.
En los niveles inferiores de la fuerza de trabajo,
la automatización eliminó algunos empleos y trans­
formó otros. Las tareas de la línea de producción
se subdividieron en partes componentes más sim­
ples que podían hacerse a máquina y ya no por
hombres. Este proceso había estado en marcha des­
de los inicios de la revolución industrial, pero des­
pués de 1945 se aceleró mucho y se aplicó en ma­
yor medida gracias a la nueva tecnología. La auto­
matización mejoró mucho la productividad de la
fuerza de trabajo, por supuesto. Sin embargo, signi­
ficaba también que la producción podría aumentar
sin incrementar el número de los trabajadores.
Eso es exactamente lo que ocurrió. Después de
1950, la producción manufacturera se expandió
grandemente en los Estados Unidos con escaso au­
mento de la fuerza de trabajo empleada en las ma­
nufacturas.
Sin embargo, es probable que el ejemplo más
notable de esta relación entre hombres y empleos
haya ocurrido en la agricultura. Grandes incre­
mentos de la producción agrícola se volvieron po­
sibles con la mecanización, las plantas híbridas, y
266 LA ECONOMÍA MIXTA
el uso de fertilizantes, a lo cual siguió un gran
desplazamiento de la población hada las ciudades.
La población negra se vio particularmente afectada.
Entre 1949 y 1953 se introdujeron en la agricultura
del sur máquinas cosechadoras de algodón y maíz;
al mismo tiempo se expandió rápidamente el culti­
vo de la soya, que requiere relativamente poca mano
de obra. El resultado fue una declinación enorme
en el empleo de mano de obra agrícola no calificada
en gran parte del Sur y una vasta migración de
negros hacia las ciudades norteñas. El efecto de
esta migración, aunado a otras fuerzas sociales,
se dejó sentir en los disturbios urbanos de los años
sesenta y contribuyó en gran medida a las continuas
crisis urbanas y raciales de los Estados Unidos.
Pero ése fue sólo el ejemplo más notorio del
efecto del cambio técnico. En la estructura de la
fuerza de trabajo estaba ocurriendo un cambio
persistente. Dado que había pocos empleos nuevos
(de salarios altos) disponibles en la manufactura,
miás trabajadores se emplearon en las industrias de
servicios (que pagaban salarios relativamente me­
nores) . Otra salida se encontró en el empleo gu­
bernamental, incluidos los servicios de educación y
de salud, y en los empleos administrativos de cuello
blanco de la empresa corporativa en expansión.
Las clases sociales del capitalismo industrial ex­
perimentaron cambios sutiles. En los niveles altos
aumentó el número de miembros de la élite de in­
gresos altos constituida por técnicos y administra­
dores muy calificados. En el peldaño inferior ha­
bía una proporción creciente de trabajadores de
ingresos bajos en las industrias de servicios en ex­
pansión. Estos trabajadores necesitaban poco adies­
tramiento. Sus salarios permanecían bajos debido
LA ECONOMIA MIXTA 267

a una población excedente de desempleados y sub-


empleados que recibían subsidios, estampillas de
alimentos y otros auxilios (en los Estados Unidos,
esta parte de la fuerza de trabajo era en su ma­
yoría negra, hispana, o inmigrante, y muchos de
sus miembros eran mujeres). En este contexto au­
mentó el resentimiento, la hostilidad y la crimi­
nalidad. Lenin había pronosticado algo así ya en
1914, y un economista sueco lo llamó "la enfer­
medad inglesa”, porque parece haber aparecido
primero en Inglaterra. En todos los países indus­
triales de Europa se observan patrones similares.
Los economistas tardaron en advertir los cam­
bios provocados por el crecimiento, la acumula­
ción de capital, y el cambio tecnológico. Tanto la
teoría neoclásica como la keynesiana, que se con­
centraron en los ajustes del mercado y la deman­
da agregada, prestaron escasa atención a la cam­
biante estructura institucional de la economía. Pero
a fines de los años cincuenta y principios de los
sesenta surgió una oleada de interés por los efec­
tos de la automatización, y una controversia sobre
el “desempleo estructural” a mediados de los años
sesenta. Fue sólo a fines de los años sesenta y prin­
cipios de los setenta que un grupo de economistas
jóvenes empezó a explicar plausiblemente por qué
continuaban elevadas las tasas de desempleo a pe­
sar de las políticas keynesianas, una economía de
tiempos de guerra, y precios crecientes. Estos eco­
nomistas encontraron la causa en los mercados do­
bles de mano de obra, donde un sector tiene salarios
altos, trabajadores relativamente calificados, y or­
ganización sindical; el otro sector tiene salarios
bajos, trabajadores no calificados, ausencia de sin­
dicatos, y altas tasas de desempleo.
268 LA ECONOMÍA MIXTA
Otros cambios de la economía se documentaron
mejor. El crecimiento de la gigantesca empresa
corporativa, el incremento de los sindicatos, y la
expansión de la actividad económica gubernamen­
tal. Los estudios de estas tendencias demostraron
claramente que el patrón tradicional de los mer­
cados en gran medida autocontrolados, la base
de la economía neoclásica, había cambiado signi­
ficativamente.

G r a n e m p r e s a , g r a n sin d ic a t o , g r a n g o b ie r n o

El capitalismo sobrevivió a la Gran Depresión


y la economía prosperó como nunca. Pero el precio
de la supervivencia fue un cambio de fachada.
El capitalismo que conocemos no es el de nuestros
abuelos. La gran empresa creció aún más y a su
vez engendró el “gran sindicato”. Ambos estimu­
laron el crecimiento del gobierno.
Uno de los estudios más importantes del carác­
ter cambiante de la empresa fue The Modern Cor­
poration and Prívate Property (1932), de Adolf
A. Berle Jr., y Gardner G. Means. Aquí se docu­
mentaba la posición dominante de la gran corpora­
ción en la economía moderna, la creciente disper­
sión de la propiedad de las acciones, y la separación
de la propiedad y el control. Se hacía hincapié en
la nueva estructura del poder que había apare­
cido, donde los funcionarios de las corporacio­
nes dominaban las políticas a pesar de poseer
sólo porciones insignificantes de las acciones. El
libro cuestionaba también la validez actual de la
tradicional “lógica de los beneficios”: puesto que
los beneficios van a manos de los accionistas y no
LA ECONOMIA MIXTA 269
de los administradores, las decisiones de producción
ya no se toman necesariamente de acuerdo con los
deseos de los consumidores. Las conexiones estre­
chas anteriormente existente entre los deseos de los
consumidores, los beneficios y las decisiones de las
empresas, se debilitaban seriamente. Las decisiones
de las empresas podrían reflejar ahora, por el con­
trario, las necesidades de la administración y la
capacidad de las empresas para controlar los mer­
cados.
Los dos autores mencionados continuaron des­
arrollando sus ideas en estudios posteriores. Berle
desarrolló dos ideas en una serie de artículos y
libros, los más importantes de los cuales fueron The
20th Century Capitalist Revolution (1954), Po­
wer Without Property (1959), y The American Eco-
nomic Republic (1963). La primera idea es que
el lugar ocupado ahora por la corporación en la
economía ha dado a la gran empresa una función
pública y responsabilidades públicas, lo que a su
vez ha llevado a la empresa y su administración a
ejercer su poder económico con restricción, a acep­
tar sus funciones públicas, y a modificar su bús­
queda de beneficios. Por supuesto, ésta es una pro­
posición muy controvertible. La segunda idea es
que el carácter de la propiedad privada ha cam­
biado significativamente. La propiedad en manos
de poderosas corporaciones, dado su carácter esen­
cialmente público, ya no es privada en el sentido
antiguo, y el poder que da a quienes la controlan
ya no puede ejercitarse libremente, con la sola con­
sideración de intereses privados. En consecuencia,
estamos avanzando hacia una relación nueva donde
los intereses públicos prevalecen sobre los privados.
Como dice Berle:
270 LA ECONOMIA MIXTA
La sociedad estadunidense no está siendo usada
por el sistema de empresa de mercado buscadoras
de beneficios, sino que usa tal sistema, y ciertamente
no está gobernada por él. Así pues, la empresa pri­
vada de los Estados Unidos es en esencia un instru­
mento del Estado, no un fin para el cual exista el
Estado, como se pensaba antes (quizá con razón).
En otras palabras, la propiedad ha seguido siendo
privada, mientras su uso se ha socializado en parte.
Gardner Means examinó otros aspectos del lugar
ocupado por la gran empresa en la economía, con­
centrándose en los precios y la política de precios.
En 1934 acuñó el término “precios administrados”
para describir el tipo de precios fijados por las
empresas en sectores monopolizados de la econo­
mía.1 Means demostró que tales precios eran rela­
tivamente inflexible y no respondían con facilidad
a los cambios de la demanda. Cuando la demanda
bajó durante los años de la depresión, ciertas em­
presas mantuvieron sus precios y redujeron la pro­
ducción y el empleo. Esta libertad relativa de los
precios frente a los efectos de las fuerzas del mer­
cado, aunada al poder de las grandes corporaciones,
ha creado un tipo nuevo de sistema económico. Co­
mo dice Means en un trabajo posterior, The Cor-
porate Revolution in America (1964):
Ahora tenemos empresas corporativas que emplean
cientos de miles de trabajadores, con cientos de miles
l Este término se empleó en un memorando confiden­
cial al Secretario de Agricultura que "se filtró” a la prensa
y al Congreso y más tarde se publicó como “Industrial Pnces
and Their Relative Flexibility”, Documento 12 del Senado
de los Estados Unidos, 74 Congreso, Primera Sesión.
LA ECONOMÍA MIXTA 271
de accionistas, que usan instrumentos productivos por
valor de miles de millones de dólares, que sirven
a millones de clientes, y están controladas por un
solo grupo administrador. Éstas son grandes colectivi­
dades de empresa, y un sistema compuesto por ellas
podría llamarse con razón “capitalismo colectivo”.
Means llegó a diferir de Berle. Sostuvo que la
comunidad corporativa domina la economía, y que
el interés público no es predominante.
Si hubiese alguna duda acerca de la importancia
de la gran empresa y el carácter monopolizado de
muchos sectores de la economía norteamericana,
quedó despejada con los informes del Comité Eco­
nómico Nacional Temporal ( t n e c ) , publicados
a principios de los años cuarenta. Este comité con­
junto del Congreso investigó la concentración del
poder económico en los Estados Unidos a fines de
los años treinta. Sus cientos de volúmenes de tes­
timonios y cuarenta y tres monografías de exper­
tos documentaban la influencia aplastante de la
gran corporación, sobre todo en las finanzas, los
transportes, la industria pesada, y la manufactura
de bienes de consumo durables.
Otros estudios gubernamentales demostraron la
existencia de una comunidad empresarial estrecha­
mente unida por directorios entrelazados, lazos fi­
nancieros, grandes posesiones familiares como las
de los Rockefeller y los Mellon, y compañías tene­
doras. Aun en los niveles más altos se libra una
lucha continua por la ventaja económica, el po­
der y la posición, pero el desarrollo de un capita­
lismo corporativo dominado por unos cuantos cien­
tos de grandes empresas plantea cuestiones nuevas
de poder y control económico y social. Los fines
272 LA ECONOMIA MIXTA
para los que pueda usarse ese poder y las metas
que haya de perseguir el sistema económico se
convierten en decisiones que pueden ser influidas
en gran medida, si no es que controladas por com­
pleto, por acciones conscientes. La economía ha
vuelto a ser economía política. La organización
misma de la empresa productiva ha vuelto obso­
leto el laissez fairc. Aun si el gobierno no tratara
de controlar la actividad económica, la gran em­
presa trataría de hacerlo.
Mientras Berle y Means y el t n e c estaban pre­
ocupados por el poder de la gran empresa y su
administración, Sumner H. Slichter se preocupaba
por los sindicatos. Este observador sagaz de la eco­
nomía estadunidense sostuvo que “una sociedad
laborista está sustituyendo a la capitalista”. El po­
der se estaba desplazando de la empresa a los tra­
bajadores, a medida que éstos se organizaban en
sindicatos —“las organizaciones económicas más po­
derosas de la época”— para negociar en forma
colectiva con las empresas. Slichter señaló en Union
Policies and Industrial Management (1941) que la
negociación entre sindicatos y empresas había des­
arrollado un sistema de jurisprudencia industrial
que remplazaba en gran medida las relaciones del
mercado libre en la determinación de los derechos
de las dos partes y de sus ganancias económicas.
En Trade Unions in a Free Society (1947) se ocupó
del problema de la relación existente entre los sin­
dicatos y la operación de las instituciones libres.
Este libro bien razonado apareció en un momento
en que la opinión pública y el Congreso se in­
teresaban también vivamente en el problema —la
Ley Taft-Hartley se promulgó ese mismo año—,
pero el debate político se polarizó en los extremos
LA ECONOMÍA MIXTA 273

de la opinión acerca de los sindicatos y careció de


la evaluación equilibrada hecha por Slichter de esta
cuestión. Sostuvo Slichter que los sindicatos res­
ponsables y las relaciones cooperativas obrero-pa­
tronales podrían constituir una gran fuerza en
pro del bien social, mientras las concepciones egoís­
tas y estrechas de cualquiera de las partes podrían
dañar gravemente a la economía y al conjunto del
orden social. Los problemas consistían en mantener
el conflicto a uu nivel mínimo, asegurar una dis­
tribución justa de la libertad y la oportunidad,
limitar los abusos del poder, y lograr un equilibrio
satisfactorio entre los intereses del individuo y los
de la comunidad. Slichter no ofreció ninguna so­
lución, pero a partir de su análisis era claro que estos
problemas no se resolverían solos. Otra vez, un
economista estaba sugiriendo que se requerían po­
líticas sociales sensatas para vincular las nuevas
instituciones económicas de mediados de siglo con
las metas generales de la sociedad.
El crecimiento de la gran empresa y el gran sin­
dicato se vio acompañado del crecimiento del gran
gobierno. Éste fue uno de los cambios de la eco­
nomía norteamericana que recibió más publicidad,
en gran parte proveniente de la comunidad empre­
sarial como parte de su oposición a la tendencia.
La oposición sostuvo en ocasiones que el creci­
miento de la actividad económica gubernamental
era un suceso ajeno impuesto a una sociedad
renuente por aventureros políticos y demagogos,
pero los economistas dieron explicaciones diferentes.
Por ejemplo, Solomon Fabricant, en su estudio
académico The Trend of Government Activity in
the United States Since 1900 (1952), sostuvo que
el propio crecimiento económico es la razón prin­
274 LA ECONOMÍA MIXTA
cipal del mayor papel del gobierno. El crecimien­
to de la población y el cambio de su estructura,
el fin del avance hacia el Oeste, el adelanto de la
ciencia y la tecnología, la urbanización y la indus­
trialización, el mayor tamaño de la empresa, y la
creciente interdependencia económica creaban pro­
blemas nuevos que el mercado libre no podía re­
solver con facilidad y que exigían nuevas fun­
ciones gubernamentales a todos los niveles: fe­
deral, estatal y local. Otros estímulos fueron las
depresiones recurrentes, las guerras, y la posibi­
lidad creciente de una nueva guerra. Por últi­
mo, Fabricant señaló que el clima de opinión ha­
bía cambiado: había una confianza creciente en
la capacidad del gobierno para satisfacer necesi­
dades nuevas, una confianza inspirada en parte
por la mejor organización y la mayor eficiencia
del gobierno mismo. Apuntó que a mediados del
siglo xx el gobierno era el mayor banquero del
país, operaba la compañía de seguros más grande
de todas, empleaba la octava parte de la fuerza de
trabajo, ejercía una gran influencia sobre los niveles
de sueldos y salarios, y era el comprador singular
más gl ande de bienes. Esperaba Fabricant que esta
participación en la actividad económica se volviera
más grande al expandirse la economía y aumentar
los ingresos.
Así ha ocurrido. Quince años después, Eli Ginz-
berg y sus colegas investigadores demostraron en
The Pluralistic Economy (1965) que las empresas
privadas buscadoras de beneficios —los sujetos tra­
dicionales de gran parte de la teoría económica
y las instituciones centrales del capitalismo— com­
parten ahora el escenario con otros dos tipos de
organización económica. Una es la empresa de be­
LA ECONOMÍA MIXTA 275
neficios limitados, como las de servicios públicos
y otras empresas reguladas, y la empresa privada
subsidiada por el gobierno, como las industrias
de la defensa. La otra es el sector “no lucrativo”,
que incluye el gobierno a todos los niveles, los
hospitales, las universidades, y las empresas reli­
giosas (como algunas editoriales de libros religio­
sos). Enfocando el segundo grupo, Ginzberg mos­
tró que el sector no lucrativo representa una cuarta
parte del ingreso del país y hasta el cuarenta por-
ciento de su empleo. Es un contribuyente impor­
tante a la innovación y la fuerza de trabajo técnica.
En años recientes fue el sector de mayor crecimiento
en la economía: entre 1950 y 1960, nueve de cada
diez empleos nuevos reflejaban, en forma directa
o indirecta, la expansión del sector no lucrativo
de la economía.
El desarrollo de la gran empresa, el gran go­
bierno y el gran sindicato pone en claro que la
operación impersonal de las fuerzas del mercado
ha sido sustituida ahora, por lo menos en parte,
por la capacidad de grupos importantes de traba­
jadores, administradores y gobernantes para in­
fluir significativamente sobre el funcionamiento
de la economía. La organización y el sitio del po­
der político y económico influyen sobre las deci­
siones económicas como nunca lo habían hecho.

La s ín te s is p o sk e y n e sia jv a

El cambiante sistema económico no ocupó el es­


cenario en el pensamiento económico del cuarto
de siglo siguiente a la segunda Guerra Mundial.
Por el contrario, la atención se centró en los pro­
276 LA ECONOMIA MIXTA
blemas más inmediatos del crecimiento y la esta­
bilidad económicos.
Todos los grandes países industriales adoptaron
políticas tendientes a la promoción de altos niveles
de actividad económica. La aceptación del punto
keynesiano de vista por los gobernantes de todos
los países avanzados implicó que el gobierno asu­
miera la responsabilidad del mantenimiento de al­
tos niveles de empleo y de tasas aceptables de cre­
cimiento económico. La nueva actitud quedaba de
manifiesto en la promulgación de la Ley del Em­
pleo de los Estados Unidos en 1946:
El Congreso declara como política y responsabilidad
constantes del Gobierno Federal el recurrir a todos
los medios practicables ... a fin de crear y man­
tener ... condiciones bajo las cuales se ofrezcan
oportunidades útiles de empleo ... para quienes pue­
dan y quieran trabajar, y a fin de promover el nivel
máximo de empleo, producción y poder de compra.
Se desarrollaron diversas técnicas para la ejecu­
ción de estas políticas. Se usan políticas monetarias
para estimular la economía en tiempos malos y
para frenar la actividad económica cuando amenaza
la inflación. Se cambian las leyes tributarias para
aumentar la inversión y el gasto en consumo cuan­
do se requiere un estímulo económico. Cuando
amenazan las recesiones, la norma ya aceptada con­
siste en aumentar los gastos del gobierno para col­
mar la brecha dejada por la declinación del sector
privado o en reducir los impuestos para otorgar
un estímulo adicional al gasto y la inversión pri­
vados. La meta ha sido el equilibrio de la economía
a niveles de pleno empleo antes que el equilibrio
de los presupuestos gubernamentales, y el presu­
LA ECONOMÍA MIXTA 277
puesto se emplea como un instrumento para la
consecución de tal equilibrio económico. Se con­
sidera situación ideal aquella en la que la economía
opere a pleno empleo, con precios estables y un
presupuesto gubernamental equilibrado que no es­
timule la economía hasta niveles inflacionarios ni
la frene a un nivel menor que el de pleno empleo.
La economía keynesiana enseñó que la prosperi­
dad continua es posible si el gobierno sigue las
políticas fiscales y monetarias adecuadas. Si el sec­
tor privado da señales de estancamiento, podría
ser estimulado por políticas de dinero fácil o por
el impulso directo de un mayor gasto guberna­
mental. El factor importante es el nivel de la de­
manda agregada, que puede mantenerse a niveles
de empleo pleno por el gasto de los consumidores
y la inversión de las empresas complementados
por los niveles de gasto gubernamental que resulten
necesarios.
Si la economía fuese próspera, las decisiones acer­
ca de lo que deba producirse podrían dejarse en
manos del sector privado. Mientras el sector pú­
blico se ajuste para mantener el pleno empleo y
validar el patrón de crecimiento inherente en las
decisiones privadas de ahorro e inversión, las in­
trincadas decisiones relativas a la producción de au­
tomóviles o casas, rejas de arado o mantequilla,
refrigeradores o trineos —y sus cantidades— pueden
abandonarse a las decisiones tomadas libremente
por los consumidores en el mercado. Los consumi­
dores, que gastan su dinero como mejor les parezca,
proveerán indicaciones a los productores acerca
de lo que deba producirse, y la búsqueda de be­
neficios canalizará los recursos hacia tales usos.
La macroeconomía keynesiana parecía haber re­
278 LA ECONOMÍA MIXTA
vivido la mano invisible de Smith. Se forjaba una
gran síntesis de la macroeconomía keynesiana y
la microeconomía neoclásica.
Esta síntesis poskeynesiana debía ocuparse sin
embargo del surgimiento de la gran empresa. Va­
rios economistas prominentes negaron que el mo­
nopolio fuese un problema importante. Por su­
puesto, se necesitaban leyes antimonopólicas y re­
gulación de los servicios públicos, y se sostuvo que
tal legislación había ayudado a establecer una com­
petencia funcional aun en mercados oligopólicos.
En los años cincuenta hubo un resurgimiento de
tales ideas entre los economistas, sobre todo en los
Estados Unidos, el hogar de la corporación gigan­
tesca. John Maurice Clark sostuvo en Competition
as a Dynamic Process (1961) que el criterio im­
portante era el desempeño de una industria más
bien que su estructura: que tuviese una buena ex­
periencia de innovación, crecimiento y relaciones
laborales, no que satisficiese los criterios teóricos
de la competencia. Morris Adelman afirmó que
la concentración económica no estaba aumentando
(algunos datos posteriores demostraron lo contra­
rio), y sus hallazgos empíricos tuvieron gran re­
percusión. Gardner Ackley, quien más tarde había
de ser presidente del Consejo de Asesores Económi­
cos del Presidente, escribió que los precios admi­
nistrados no constituían un problema importante,
y gran parte de la profesión expresó los mismos
sentimientos. Aun John Kenneth Galbraith trató
de demostrar cómo podría funcionar con eficacia
una economía de grandes empresas y grandes sin­
dicatos. En A merican Capitalism (1952) sostuvo que
en el sector privado se genera el “poder compensa­
dor”. La gran empresa engendra el gran sindicato,
LA ECONOMÍA MIXTA 279
y los grandes manufactureros engendran grandes
detallistas y grandes proveedores de materias pri­
mas. El poder de uno neutraliza el poder del otro,
y el gobierno permanece como un factor de equili­
brio, listo para intervenir si un centro de poder
se vuelve demasiado importante. La negociación
entre un pequeño número de organismos igual­
mente poderosos complementa el sistema de los
mercados autocontrolados, y así se engendra un
patrón de producción razonable. Todas estas ideas
volvían más fuerte el argumento de que el sector
privado funcionaría con eficacia si se sostenían
niveles elevados de demanda total.
La síntesis poskeynesiana no olvidaba los proble­
mas de la distribución del ingreso y la pobreza,
pero había poco lugar en ella para los cambios
radicales. El remedio contra la pobreza era el cre­
cimiento económico y el pleno empleo. Habría
empleos para todos, y el crecimiento económico
mejoraría gradualmente. Todavía existirían desi­
gualdades, pero eso parecía importar poco. El cre­
cimiento económico haría ricos a todos, y los pro­
gramas especiales de asistencia, sobre todo los de
educación y orientación vocacional, podrían in­
crementar el bienestar incluso de los marginados.
No podían pasarse por alto el cambio y la auto­
matización, pero los problemas por ellos plantea­
dos podrían resolverse mediante la educación, el
crecimiento y el pleno empleo. Entre estos instru­
mentos, el crecimiento económico resultaba funda­
mental, ya que el crecimiento genera bienes para
la buena vida y el alivio de los problemas de una
sociedad industrial.
Los países subdesarrollados constituían un pro­
blema especial, pero podría ayudárseles median­
280 LA ECONOMÍA MIXTA
te programas de asistencia. Así como el Plan Mars-
hall había ayudado a Europa a ponerse de nuevo
en pie, un programa similar de ayuda para los
países subdesarrollados podría ayudarlos a iniciar
su proceso. El libro de Walt W. Rostow Las eta­
pas del crecimiento económico. Un manifiesto no
comunista (1960) resultó particularmente influ­
yente. Representaba un proceso de crecimiento de
acuerdo con el modelo de Europa Occidental y
los Estados Unidos, incluido un “despegue hacia
el crecimiento sostenido” que requería cerca de
veinte años. La ayuda económica iniciaría el pro­
ceso, y los países en desarrollo marcharían adelante
a imagen y semejanza de los Estados Unidos.
No hubo uno o dos economistas responsables
en forma preponderante de la síntesis poskeyne-
siana. Esta surgió casi como un consenso implí­
cito entre economistas y gobernantes en el curso
de la aplicación de la macroeconomía poskeynesia-
na a los problemas de política del período posterior
a la segunda Guerra Mundial. Una parte de la base
teórica enfocaba los determinantes de la tasa de
interés y su efecto sobre el nivel de la actividad
económica, porque estos temas ofrecían una co­
nexión entre el nivel de producción “real” y los
aspectos “monetarios” de la economía. El análisis
más ampliamente aceptado de estas cuestiones apa­
reció en 1937, en un artículo del economista bri­
tánico John R. Hicks, “Mr. Keynes and the Clas-
sics A Suggested Interpretaron”, cuyo título mis­
mo indica su intento de unificación de ambos en­
foques.
Sin embargo, el economista más estrechamente
asociado con la síntesis poskeynesiana es el norte­
americano Paul Samuelson (nacido en 1915). Su
I.A ECONOMÍA MIXTA 281
libro de texto. Economics (primera edición, 1947;
décima edición, 1976) ha sido durante más de un
cuarto de siglo la introducción a la economía más
ampliamente leída por los estudiantes universita­
rios. Su primera edición se concentraba en la pre­
sentación del análisis keynesiano, pero las edicio­
nes posteriores se ampliaron para dar igual énfa­
sis al análisis neoclásico de los mercados. La tesis
doctoral de Samuelson, Foundations of Economic
Analysis (terminada en 1941; publicada en 1947),
era en esencia una traducción de la economía neo­
clásica y la keynesiana a términos matemáticos para
llevar la teoría económica a un nuevo método de
análisis teórico basado en modelos matemáticos.
Profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts
a la edad de 32 años, Samuelson escribió una serie
de ensayos profesionales que abrieron un campo
nuevo a los niveles más altos de la teoría económica
en diversos terrenos
El hincapié en la teoría abstracta no impide el
interés por las cuestiones actuales de la política
económica. Samuelson es un defensor vigoroso del
uso pragmático de la política monetaria y fiscal
para alcanzar el empleo pleno, estabilizar la eco­
nomía y promover el crecimiento. En su opinión,
estos objetivos constituyen las metas más importan­
tes de la política pública, las que deben alcanzarse
mediante el gasto público, cambios de los impues­
tos, y la política monetaria. La combinación par­
ticular de políticas en un momento dado depende
de la situación existente, y resulta muy conveniente
el uso flexible de estos instrumentos. Aunque la
situación sea incierta, Samuelson cree en general
que la vacilación es peor que una política vigorosa
282 LA ECONOMÍA MIXTA
en cuanto al impulso de la economía en la dirección
adecuada.
La síntesis poskeynesiana fue tanto economía
política como análisis económico. Soportó la amplia
planificación macroeconómica del sistema keyne-
siano y promovió ideas liberales tales como los
programas contra la pobreza y la ayuda a paí­
ses subdesarrollados. Al mismo tiempo aceptó el
statu quo en lo concerniente a la estructura de
la economía: no había necesidad de cambios im­
portantes en la distribución del ingreso o la locali­
zación del poder económico. Mientras las políticas
macroeconómicas puedan producir el pleno em­
pleo y el crecimiento económico, el dividendo de
crecimiento anual de la producción incrementada
creará recursos adicionales para la satisfacción de
las necesidades de todos.
La síntesis poskeynesiana dominó la política eco­
nómica durante el conflicto de la Guerra Fría sur­
gido entre los Estados Unidos y la Unión Sovié­
tica. En cierto sentido fue un complemento de la
política de contención del comunismo implicada
en la Doctrina Truman. En los años cincuenta y
sesenta, esa política no contempló sólo la coexis­
tencia o la detente. Postuló que las tensiones polí­
ticas y económicas generadas dentro del bloque
comunista llevarían finalmente al derrumbe de ese
sistema. Si el comunismo pudiese ser contenido den­
tro de sus fronteras por tiempo suficiente para que
ocurriera tal derrumbe, se desvanecería la amenaza
para el capitalismo occidental. Mientras tanto, las
democracias occidentales, encabezadas por los Es­
tados Unidos, estarían prosperando. El empleo ple­
no y los crecientes niveles de vida tendrían con­
tento al pueblo. El crecimiento económico resol­
LA ECONOMÍA MIXTA 283
vería los problemas internos de la pobreza. Podría
auxiliarse a los países en desarrollo. Y una econo­
mía en crecimiento podría aportar grandes recursos
para un gran sistema de defensa. El nuevo sistema
de economía política validaba la posición asumida
por los Estados Unidos y sus aliados en la lucha
internacional por el poder mundial surgida des­
pués de la segunda Guerra Mundial, así como la
estructura interna del poder y la organización eco­
nómica existente dentro de esos países. La síntesis
poskeynesiana definía la combinación de políticas
que no sólo permitiría la supervivencia del ca­
pitalismo sino también su victoria.

L a d is e n s ió n c o n s e r v a d o r a
Las políticas monetarias y fiscales intervencio­
nistas de la síntesis poskeynesiana le valieron el
ataque de un grupo de economistas neoclásicos con­
servadores que reafirmaron las virtudes de la eco­
nomía competitiva de empresa privada. Había dos
corrientes en esta reafirmación, una antigua y otra
nueva.
La corriente antigua fue la economía neoclásica
austríaca de Menger y sus seguidores, reformulada
por un grupo de académicos europeos educados en
esa tradición. Uno de los miembros de este grupo era
Friedrich von Hayek (nacido en 1899), de la Uni­
versidad de Chicago, cuyo ataque a la planifica­
ción socialista ya hemos mencionado. Otro era
Ludwig von Mises (1881-1973), de la Universidad
de Nueva York, quien defendía vigorosamente el
mercado libre como el único antídoto seguro con­
tra el poder político centralizado y la única forma
284 LA ECONOMÍA MIXTA
de asegurar la supervivencia del individualismo.
Su homólogo europeo es Wilhelm Rópke (nacido
en 1899), del Instituto de Estudios Internacionales
de Ginebra, Suiza. Todos estos hombres condena­
ron por igual el surgimiento del socialismo moder­
no, el intervencionismo keynesiano de los reforma­
dores modernos, y las medidas de beneficencia
adoptadas por los gobiernos contemporáneos. El tér­
mino más adecuado para describirlos es el de liber­
tarios, la libertad individual por encima de todo.
Para ellos, cualquier clase de intervención guber­
namental es una amenaza a la libertad individual.
La corriente nueva del disentimiento conservador
adquirió prominencia en los años sesenta. Tiene
su sede en la Universidad de Chicago, y su chef
d’école en Milton Friedman (nacido en 1912). Fried-
man es un vigoroso defensor de las virtudes de una
economía competitiva de libre empresa, pero al
contrario de los libertarios destaca la necesidad de
que el gobierno cree un marco donde el mercado
libre pueda funcionar con mayor eficacia. Al asu­
mir esta posición, sigue la tradición de Henry C.
Simons (1899-1946), profesor de Friedman en la
Universidad de Chicago.
Simons no escribió mucho —la obra de su vida
es un grupo de ensayos que apenas integran un
volumen modesto— pero ejerció gran influencia.
Un solo ensayo, A Positive Program for Laissez
Paire, estableció un programa de reforma para ha­
cer que la empresa privada competitiva volviera
a la vida y conservara su vitalidad, tal como Si­
mons contemplaba la situación en 1934:
... eliminar todas las formas de poder monopólico
en el mercado, incluir la fragmentación de grandes
LA ECONOMÍA MIXTA 285
corporaciones oligopólicas y la aplicación de las leyes
antimonopólicas a los sindicatos. Podría utilizarse
una ley federal de incorporación para limitar el ta­
maño de las empresas, y cuando la tecnología requiera
empresas gigantescas por razones del bajo costo de
producción, el gobierno federal deberá poseerlas y ope­
rarlas.
... promover la estabilidad económica mediante la
reforma del sistema monetario y el establecimiento
de reglas constantes para la política monetaria.
... reformar el sistema tributario y promover la
igualdad a través del impuesto al ingreso.
... abolir todos los aranceles.
... limitar el desperdicio restringiendo la publicidad
y otras prácticas mercantiles dispendiosas.
El programa de Simons se orientaba contra la pre­
servación artificial de los privilegios y las restric­
ciones del mercado, al mismo tiempo que estaba
a favor de la competencia y el individualismo. No
olvidaba la inestabilidad, la desigualdad y el gasto
dispendioso, sino que buscaba medidas para redu­
cirlos o eliminarlos.
Un contemporáneo de Simons en la Universidad
de Chicago, írank H. Knight (1885-1972) —ambos
se convirtieron en profesores de dicha universidad
en 1927—, ayudó también en forma importante a
la formulación de la economía neoclásica conser­
vadora en los Estados Unidos. Knight fue el teórico
que equilibraba el énfasis de Simons en la polí­
tica económica. La economía neoclásica había sido
atacada en los años veinte por los defensores de
una distribución más igualitaria del ingreso y de
una mayor intervención del gobierno en la econo­
mía. Knight se dedicó primordialmente a dar res­
puesta a tales ataques mediante una definición
286 LA ECONOMIA MIXTA
más cuidadosa de los términos y un análisis más
preciso. El resultado fue una presentación mejor
de la teoría del mercado libre basada en el in­
dividuo económico como actor principal. Knight
reconoció que la teoría no estaba completa y en
ocasiones no correspondía a la realidad, pero sos­
tuvo que era útil. Esta posición metodológica cons­
tituyó un pilar de la “escuela” de Chicago y del
enfoque desarrollado más tarde por Friedman.
Milton Friedman es hoy el representante más
importante de la filosofía liberal clásica que se re­
monta a la economía de Adam Smith. Sostiene que
los beneficios derivados de una política de laissez fai­
te son mucho más deseables que los obtenidos de las
políticas intervencionistas que modifican la opera­
ción de los mercados libres para resolver algunos
problemas inmediatos. Veamos las leyes del salario
mínimo, por ejemplo. Destinadas a beneficiar a
los trabajadores de salarios bajos mediante el in­
cremento de sus ingresos, Friedman sostiene que
tienen el efecto contrario. Al volver demasiado cos­
tosa para los patrones la contratación de tales traba­
jadores, las leyes aumentan el desempleo y em­
peoran la posición económica de todos los que se
encuentran en el escalón más bajo de la pirámide
económica. Toda una serie de ejemplos semejantes
aparece en el muy popular libro de Friedman Ca-
pitalism and Freedom (1962), la raíz de cuyo ar­
gumento es que las medidas rectrictivas del mer­
cado libre generan pérdidas antes que ganancias,
mientras que la libertad económica se traduce en
mayor bienestar a largo plazo.
El ejemplo más importante de la intervención
gubernamental en la economía de hoy es la pla­
nificación macroeconómica de la síntesis poskeyne-
LA ECONOMÍA MIXTA 287
siana. Las críticas más vigorosas de Friedman se
dirigen contra el uso de la política fiscal para es­
tabilizar la economía, y su defensa más fuerte apo­
ya la política monetaria, pero de un tipo especial
basado en las propuestas de política económica
de Simons.
Friedman sostiene que resulta muy difícil com­
pensar con el gasto público o las modificaciones
tributarias las fluctuaciones del sector privado. No
sólo resulta difícil el pronóstico del movimiento
del ciclo económico, sino que, como dice Friedman:
Es probable que exista una demora entre la necesidad
de acción y el reconocimiento de tal necesidad por
el gobierno; otra demora entre ese reconocimiento y
la acción misma; y una demora más entre la acción
y sus efectos.
El resultado es que “la acción correctora puede
convertirse a su vez en otro error”, porque se im­
parta un estímulo cuando el gasto debiera ser fre­
nado, o a la inversa.
Friedman cree que el sistema monetario tiene
un efecto sobre la actividad económica mucho más
importante que el de la política fiscal. Para apoyar
su posición revivió y revitalizó la teoría cuanti­
tativa del dinero —la idea de que la cantidad de
dinero determina el nivel general de precios—, de­
mostrando que el sistema monetario afecta el nivel
de la demanda agregada en una gran diversidad
de formas sutiles. Los poskeynesianos nunca han
negado la importancia de las políticas monetarias;
por el contrario, trataron de usarlas como uno de los
dos pilares de la política macroeconómica en coor­
dinación con la política fiscal. Pero aun sobre este
288 LA ECONOMIA MIXTA
punto se aleja Friedman de los poskeynesianos. No
le agrada el uso activo de la política monetaria.
No quiere dinero fácil para la promoción del em­
pleo pleno ni dinero difícil para impedir la in­
flación. Sostiene que los efectos a largo plazo de
cada una de estas medidas pueden ser contrarios
a los efectos buscados a corto plazo. Quiere una
política monetaria neutral orientada hacia las ne­
cesidades del crecimiento a largo plazo. Friedman
prescribe un aumento gradual y uniforme de la
oferta monetaria, a un porcentaje anual fijo, para
ayudar a la expansión económica y el crecimiento.
¿Pero qué decir de los ciclos económicos y las
depresiones? ¿No dejarán las políticas de Friedman
a la economía completamente a merced de otra
depresión severa? Friedman sostiene que no ocu­
rrirá tal cosa, y para demostrarlo analizó en com­
pañía de Anna Schwartz la historia monetaria de
los Estados Unidos donde se observa que el sistema
monetario ha sido siempre la causa principal de
la inestabilidad del empleo y la producción. Estos
hallazgos se publicaron en A Monetary History of
the United States (1963). Una gran parte de este
libro se dedica a la demostración de la forma en
que las políticas monetarias del Sistema de la Re­
serva Federal ayudaron primero a crear la Gran
Depresión de los años treinta y luego la empeora­
ron en gran medida. La implicación es clara: esta­
bilicemos el sistema monetario y la estabilidad eco­
nómica vendrá por sí sola.
Friedman y sus seguidores, llamados “moneta-
ristas” por la importancia que imputan a los factores
monetarios, sostienen también que el gasto guberna­
mental destinado a impedir las recesiones es una cau­
sa importante de la inflación. Los valores públicos
LA ECONOMÍA MIXTA 289
vendidos para financiar un déficit representan más
deuda en la economía, añadida a la deuda privada
y pública generada por una economía de pleno
empleo. Una vez que la economía regresa a un
nivel de actividad de pleno empleo, sostienen los
monetaristas, debe aumentarse la oferta monetaria
para soportar la deuda adicional. Con una oferta
monetaria mayor, el nivel de precios se verá for­
zado a subir a medida que se aproxima el pleno
empleo. Así pues, un déficit creado por la recesión
se “monetiza” por acción de las autoridades mo­
netarias a medida que la economía avanza hacia
el pleno empleo, y los precios suben. Las recesiones
pueden evitarse, pero sólo a costa de la inflación.
El ataque a las políticas poskeynesianas desatado
por Friedman y la escuela de Chicago rompió el
dominio casi total de la macroeconomía keynesiana
en la formulación de la política económica guber­
namental. Demostró que el dinero es importante.
Gran parte del trabajo de los monetaristas se está
integrando ya al cuerpo mayor de la teoría econó­
mica. Pero subsiste un área de profundo desacuer­
do, centrada en las diferencias fundamentales entre
el activista liberal que defiende una acción guber­
namental vigorosa para la solución de los proble­
mas de la sociedad y el liberal del laissez faire para
quien tal camino constituye un error. Este último
desea que el gobierno sólo establezca y mantenga un
marco donde pueda funcionar con eficacia el mer­
cado libre. El liberal del laissez faire se apega al
enfoque neoclásico y no acepta la macroeconomía
keynesiana.
290 LA ECONOMÍA MIXTA

J o h n K e n n e t h G a l b r a it h : c r ític o l ib e r a l

John Kenneth Galbraith (nacido en 1908) es pro­


bablemente el crítico más conocido de la eco­
nomía y la política económica contemporánea, así
como de los valores asociados con ellas. Miembro
prominente del “orden liberal establecido” en los
Estados Unidos y vigoroso defensor de las políticas
públicas destinadas a promover la prosperidad, Gal­
braith rechaza sin embargo el crecimiento econó­
mico como una meta suficiente de la política eco­
nómica y el mecanismo de mercado como un medio
eficaz de asignación de recursos.
Galbraith presenta sus argumentos en tres obras
principales: The Affluent Society (1958), The New
Industrial State (1967^, y Economics and the Public
Purpose (1973). En conjunto, estos tres libros pro­
veen el análisis más incisivo del moderno capita­
lismo norteamericano desde Veblen. El primero de
ellos ataca la “creencia convencional” de que el
crecimiento económico y el aumento de la produc­
ción constituyen necesariamente algo bueno; el se­
gundo bosqueja los lincamientos de una sociedad
dominada por la gran empresa y de la “tecnoes-
tructura” que la administra, y el tercero defiende
el predominio del bien social sobre la ganancia pri­
vada mediante el socialismo democrático y la pla­
nificación económica. El conjunto es una crítica de
la sociedad moderna y sus valores, y una propuesta
de cambios importantes en los fines que debe per­
seguir la actividad económica.
Galbraith sostiene que la tecnología moderna
posibilita la sociedad rica que ha constituido siem­
pre uno de los sueños de la humanidad. Pero la
LA ECONOMIA MIXTA 291
riqueza no ha traído consigo la felicidad, porque
los hombres creen todavía en la doctrina de la
escasez y buscan de continuo una producción cada
vez mayor de cosas materiales. La economía indus­
trial de empresa privada crea nuevos deseos en
parte por sugerencia y emulación, y en parte por
la acción deliberada de los productores mediante
la publicidad y la actividad de los vendedores. Los
mayores niveles de producción sólo producen ni­
veles mayores de creación de deseos: los deseos de­
penden del proceso de su satisfacción. Galbraith
llama a esto el efecto de dependencia, y así elimina
al consumidor racional. Si esto es correcto, toda
la economía se vuelve irracional: si los productores
pueden determinar las decisiones de los consumi­
dores, o aun influir de modo importante sobre ellas,
podrán determinar las fuerzas a las que sus propias
decisiones responden, y el mercado autocontrolado
se convierte simplemente en un instrumento para
el sostenimiento y el enriquecimiento de la gran
empresa.
En tal economía, la corporación gigantesca capaz
de manipular los mercados es la unidad impor­
tante. Ostensiblemente administrada por sus fun­
cionarios más altos, las decisiones se toman en
realidad por una tecnoestructura de expertos capa­
ces de manipular la compleja tecnología moderna
de la producción y la comercialización. Esta je­
rarquía se interesa por la supervivencia y el creci­
miento de la empresa, y por su propio ascenso, pero
la maximización de los beneficios no es su preocu­
pación principal. Y sin la maximización de los be­
neficios no ocurrirá el ajuste preciso de la produc­
ción a los deseos de los consumidores postulado
292 LA ECONOMÍA MIXTA
por la economía neoclásica, aun sin considerar el
efecto de dependencia.
El análisis de Galbraith se ensancha a partir de
ese punto. La corporación gigantesca aborrece el
riesgo y requiere crecimiento y mercados estables.
Esto sólo puede obtenerse con el empleo de políticas
macroeconómicas keynesianas. El gobierno se vuelve
socio de la tecnoestructura. El sistema educativo se
convierte en socio también, porque la corporación
gigante necesita el personal capacitado y los ade­
lantos científicos producidos por tal sistema, mien­
tras el gobierno absorbe en gran parte los costos.
Los sindicatos son un socio menor, ya que ganan
seguridad a través de la negociación colectiva a cam­
bio de un abastecimiento regular de mano de obra
para la empresa gigante.
Los valores de la sociedad rica hacen hincapié en
los deseos individuales y sofocan al sector público.
Es así como conducimos nuestros automóviles pri­
vados en carreteras congestionadas que corren al
lado de ríos envenenados, dejando atrás un aire
contaminado, para llegar a parques públicos tan
hacinados que no todos pueden ser admitidos; todo
esto ocurre en una sociedad de abundancia.
El sistema todo avanza hacia metas irracionales.
El consumidor busca de continuo productos más
abundantes y nuevos bajo la influencia de vende­
dores que nunca se cansan; el progreso de la tec­
nología crea un conjunto creciente de trabajadores
desempleados e inempleables; las políticas guber­
namentales empujan constantemente a la economía
hacia niveles de producción más altos; y las únicas
formas del consumo social que obtienen prioridad
son las necesidades militares y los programas es­
peciales de investigación y desarrollo experimen*
LA ECONOMÍA MIXTA 293
tal (ahora se trata de las nuevas fuentes de energía;
antes era la exploración espacial).
¿Qué podemos hacer para que la economía re­
grese a metas más humanitarias? En el tercer libro
de su trilogía, Galbraith propugna un “nuevo so­
cialismo” que incluiría, además de mayor igualdad
del ingreso y la riqueza, medidas tendientes a dis­
ciplinar a la corporación gigante mediante con­
troles de salarios, precios, beneficios y sueldos, la
nacionalización de las principales empresas abas­
tecedoras de productos militares y —lo que resulta
sorprendente— la nacionalización de gran parte de
los sectores menos concentrados de la economía,
como la atención médica, para alcanzar las venta­
jas de la planificación disfrutadas ya por el sector
de las empresas gigantes. La socialización de las
"industrias demasiado débiles y demasiado fuertes”,
junto con la planificación del resto, permitirá que
el interés público se imponga a los intereses priva­
dos. Sin embargo, todo esto sólo podrá lograrse
con una modificación fundamental del sistema de
creencias que reconozca las realidades de la econo­
mía moderna y ya no repita simplemente los mitos
del pasado. Esto permitiría que un nuevo movi­
miento popular tome el poder político, para im­
poner el nuevo socialismo mediante el cambio po­
lítico democrático.

La e c o n o m ía r a d i c a l

Las deficiencias de la sociedad moderna que ins­


piraron la crítica de Galbraith produjeron tam­
bién una reaparición del marxismo y un interés
nuevo por el socialismo. El resurgimiento del ra­
294 LA ECONOMÍA MIXTA
dicalismo, que cobró fuerza en los años sesenta,
era menos un ataque a la teoría y la política eco­
nómicas dominantes que una crítica al sistema
económico y sus efectos. Apareció un nuevo inte­
rés por el marxismo, junto con un gran número
de análisis radicales no marxistas del mando mo­
derno.
Un libro encabezó en los Estados Unidos el re­
surgimiento del marxismo como instrumento de
análisis de la economía contemporánea: Monopoly
Capital (1966), de Paul Baran y Paul Sweezy. Baran
quien murió dos años antes de la publicación del
libro, era profesor de Economía en la Universidad
de Stanford. Un libro anterior, La economía políti­
ca del crecimiento (1957) (f c e , México 1973),
lo había distinguido ya como un contribuyente im­
portante a la teoría económica marxista. Aquí se
enfocaba la atención sobre el monopolio como el as­
pecto distintivo del capitalismo más desarrollado,
sobre la producción de un excedente económico que
debía ser repartido, y sobre un impulso hacia el im­
perialismo económico que conduciría inevitable­
mente al conflicto entre las economías avanzadas y
las subdesarrolladas. Todos estos temas habrían de
ser desarrollados en el libro posterior. Su coautor,
Paul Sweezy, había iniciado una carrera académica
enseñando en la Universidad de Harvard de 1934 a
1942 y escribiendo dos ensayos importantes sobre los
grupos de interés en las corporaciones norteamerica­
nas y sobre la teoría del oligopolio. Trabajó para el
gobierno durante la segunda Guerra Mundial y lue­
go ayudó a fundar en 1949 la prominente publica­
ción marxista estadunidense Monthly Review, en
cuyo cuerpo editorial ha participado desde entonces.
Escribió también una importante obra marxista,
LA ECONOMÍA MIXTA 295
Teoría del desarrollo capitalista (1942) ( f c e , Mé­
xico, 1974), que constituye todavía la mejor re­
visión de la teoría económica marxista básica para
el lector contemporáneo.
Monopoly Capital constituyó una aportación im­
portante a la teoría marxista al desviar la atención
del supuesto de una economía competitiva que re­
sultaba básico para el análisis original desarrollado
por Marx y concentrarse en los aspectos monopó-
licos de la empresa gigante en la economía con­
temporánea. En este proceso también minimizaba
el papel de la clase trabajadora y la lucha de cla­
ses, al describir la lógica de una economía dominada
por grandes corporaciones privadas. El argumento
se desenvuelve así:
Las grandes corporaciones monopólicas pueden man­
tener sus precios de venta a niveles relativamente
altos mientras compiten entre sí para reducir sus cos­
tos, hacer publicidad y vender, y desarrollan produc­
tos nuevos o modificados, todo ello en una carrera
gigantesca por los beneficios. El resultado es un
excedente económico que no puede ser absorbido por
el gasto en consumo, por dispendioso que sea, ni por
la inversión empresarial, que sólo aumenta el ex­
cedente. Una parte del excedente se absorbe en es­
fuerzos enormes de ventas y comercialización y otra
parte en el empleo gubernamental. Pero el impulso
principal del capital monopólico se orienta hacia el
imperialismo y el militarismo como el camino más
fácil y seguro para la utilización de una capacidad
productiva que de otro modo estaría ociosa. En el
proceso, la explotación se concentra en los trabajadores
de bajos salarios dentro del país, sobre todo los ne­
gros y otros grupos minoritarios, y en las áreas sub-
desarrolladas del exterior que proveen oportunidades
296 LA ECONOMÍA MIXTA
de beneficios mayores aún que las de la economía
interna. Para el individuo común, el nexo del bene­
ficio y la relación de intercambio destruyen las re­
laciones humanas dotadas de sentido, lo que conduce
a la alienación, hostilidad y carencia de propósito
generalizadas. Todo el sistema es esencialmente irra­
cional, porque si bien las unidades económicas indi­
viduales pueden operar con el mayor hincapié en las
decisiones racionales, el sistema en conjunto se dirige
hacia metas irracionales. Sin embargo, el sistema con­
tinúa funcionando con eficacia gracias al gasto militar
y a las políticas keynesianas de pleno empleo. Así
continuará haciéndolo hasta que los países menos
desarrollados arrojen el yugo del neocolonialismo y
todo el sistema mundial del capitalismo industrial se
derrumbe.
Este breve resumen sólo puede sugerir la riqueza
y el alcance del análisis y la airada condenación
de la vida moderna contenidos en el libro. Si hu­
biese sido escrito por alguien que no fuese ninguno
de los dos marxistas principales de los Estados Uni­
dos, podría haber tenido un gran éxito de librería,
como ocurrió con algunas críticas no marxistas.
Baran y Sweezy estaban describiendo claramente
la misma economía que Galbraith, y gran parte de
sus análisis son paralelos. Con todo, Monopoly
Capital ha ejercido una influencia siempre cre­
ciente en los Estados Unidos y el exterior.
Es probable que un libro anterior haya sido
igualmente influyente para estimular los análisis
radicales de la sociedad moderna. Se trata de La
élite del poder (1956) ( f c e , México, 1973), escrito
por el sociólogo de la Universidad de Columbia
C. W right Mills (1916-1962). Mills sostenía que los
Estados Unidos están gobernados por un grupo eli­
LA ECONOMÍA MIXTA 297
tista de líderes empresariales, financieros, guberna­
mentales y laborales que administran los grandes
organismos burocráticos que dominan la vida mo­
derna. Reclutado en un estrato relativamente pe­
queño de la sociedad, este grupo de varios miles de
administradores elitistas se selecciona por un proce­
so informal donde los líderes antiguos transmiten
un sistema de valores que enfatiza la adquisición de
la riqueza y la empresa privada. La oligarquía más
bien que la democracia domina ahora en los Estados
Unidos, junto con los valores corruptos del mate­
rialismo individualista, según Mills.
Un tercer análisis radical, contenido en el libro
de James O’Connor The Fiscal Crisis of the State
(1973), centra su atención en los conflictos apareci­
dos dentro de los países industriales avanzados. Al
revés de Baran y Sweezy, O’Connor sostiene que el
capitalismo industrial se está aproximando a una
crisis o causa de sus dificultades internas. El pro­
blema fundamental es el señalado por Marx: la
expansión rápida de la capacidad de producción
y el crecimiento insuficiente del poder de compra.
Las empresas tratan de resolver sus problemas indi­
viduales de ventas insuficientes gastando grandes
sumas en publicidad. Esto ayuda un poco, pero
no basta. El gobierno debe intervenir con pro­
gramas incrementados de gastos tendientes a sos­
tener la prosperidad que incluyen el empleo pú­
blico, los programas de beneficencia, y el gasto
militar. Pero estos programas deben ser financiados.
Se elevan los impuestos, pero esto genera la opo­
sición política, de modo que el gobierno recurre
a los empréstitos, lo que provoca la inflación. En
consecuencia se reducen los programas, lo que hace
aumentar el desempleo y el descontento. La eco­
298 LA ECONOMÍA MIXTA
nomía se ve atrapada así en un conflicto de tres
extremos entre el desempleo creciente, el aumento
de los impuestos y el incremento de la inflación.
Al aproximarse la crisis, los tres extremos abaten
la economía. El análisis de O’Connor parecía ade­
cuarse a los acontecimientos reales de mediados de
los años setenta.
Otros disidentes enfocaron los efectos del capi­
talismo industrial sobre la vida diaria de los hom­
bres. Istvan Mészáros en Marx’s Theory of Aliena-
tion (1970), y Walter A. Weisskoff en Alieruition
and Economics (1971), se ocuparon de los efectos
psicológicos del capitalismo moderno, sosteniendo
que las satisfacciones personales disminuyen a pe­
sar de la creciente riqueza material. Harry Bra-
verman sostuvo en Labor Under Monopoly Capi-
talism (1975) que el trabajo se degrada a medida
que el capitalismo industrial avanza hacia niveles
más altos de la tecnología y hacia un mayor control
administrativo del lugar de trabajo. Estos libros
pintan una crisis en la vida diaria para comple­
mentar la crisis general del conjunto de la econo­
mía presentada por O’Connor.
Estos temas —dominio de la economía por cor­
poraciones gigantescas dirigidas por una élite que
se selecciona a sí misma y el derrumbe final de la
economía capitalista— constituyen los rasgos dis­
tintivos de los análisis radicales de la economía
moderna. La consecuencia, en lo tocante a la ac­
tuación económica individual y a la vida del indi­
viduo, es una gran preocupación de una porción
importante de los economistas jóvenes que apenas
empiezan su carrera. Temas tales como la natu­
raleza y los efectos del gasto gubernamental y la
distribución del ingreso están recibiendo una nue­
LA ECONOMÍA MIXTA 299
va atención desde perspectivas radicales. En los
Estados Unidos, la Unión de Economía Política Ra­
dical edita una publicación periódica, patrocina
conferencias nacionales y regionales, y está presente
en las reuniones anuales de la circunspecta Aso­
ciación Económica Norteamericana. En Inglaterra,
un grupo de economistas jóvenes de las universida­
des principales ha asumido intereses radicales y
formas de análisis marxistas. En el continente eu­
ropeo, el movimiento estudiantil de los años se­
senta observado en Alemania, Francia e Italia te­
nía una fuerte orientación marxista. El principal
teórico allí es Ernest Mandel, cuya Teoría econó­
mica marxista (1968) combina una revisión y re­
afirmación de la economía marxista básica con
un análisis de la forma en que las modernas eco­
nomías occidentales pueden pasar del capitalismo
al socialismo.
El resurgimiento marxista y el pensamiento eco­
nómico radical relacionado no se asocian en par­
ticular con el apoyo a la Unión Soviética y su
forma de socialismo. Muchos radicales, incluidos
algunos marxistas ortodoxos, contemplan con desa­
liento los métodos de planificación centralizada bu­
rocrática de la Unión Soviética. Se sienten más iden­
tificados con la administración descentralizada y
el socialismo de mercado, y contemplan el sistema
de administración de los trabajadores que se des­
arrolla en Yugoslavia como algo más ideal. Tam­
bién está generando gran interés la orientación ha­
cia el mercado de la planificación aplicada en Hun­
gría y otros países de Europa Oriental a fines
de los años sesenta, que hace gran hincapié en los
deseos de los consumidores y las indicaciones que
éstos hacen a los planificadores mediante sus deci­
300 LA ECONOMÍA MIXTA
siones de compra. En todo el mundo se busca
una alternativa al capitalismo de empresa privada
practicado en los Estados Unidos y Europa Occiden­
tal, y a la planificación estatal centralizada de la
Unión Soviética.
XII. LA CRISIS CONTEMPORÁNEA
Al in ic ia r s e el último cuarto del siglo xx, los Es­
tados Unidos se preparaban para celebrar su bicen-
tenario en medio de una época problemática. Una
guerra desastrosa en el sudeste asiático acababa
de terminar y un Presidente había sido obligado
a renunciar en una nube de escándalo. La inflación
acelerada de principios de los años setenta produjo
la recesión/depresión más grave desde los años
treinta. Las dificultades financieras de la ciudad
de Nueva York se vieron acompañadas por una
quiebra masiva de los ferrocarriles del noroeste.
Un cartel de países productores de petróleo impuso
un aumento de cinco veces en el precio del petró­
leo. La tenue dátente establecida entre los Estados
Unidos y la URSS en materia de asuntos interna­
cionales empezó a desintegrarse, creando la po­
sibilidad de una nueva carrera armamentista y el
espectro de la guerra nuclear. Las dificultades eco­
nómicas de Inglaterra y la inestabilidad política
de España, Italia, Portugal y Francia, amenazaban
la estabilidad de la política europea. El antiguo
sistema financiero internacional creado en Bretton
Woods en 1945 había muerto ya, víctima de la
inflación y los déficits de la balanza de pagos de
los Estados Unidos, y era sustituido por un pa­
trón improvisado y desconocido de tasas de cambio
libremente flotantes.
Aunque la síntesis poskeynesiana parecía no sólo
dominante, sino triunfante, en la época de prospe­
ridad que siguió a la segunda Guerra Mundial,
su posición no era en modo alguno segura. Como
301
302 LA CRISIS CONTEMPORÁNEA
hemos visto, la atacaban Friedman y los moneta­
ristas conservadores, los críticos liberales seguidores
de Galbraith, y los radicales de varias clases. En el
espectro político ocupaba el gran campo intermedio,
por aceptar los lincamientos principales de la so­
ciedad económica existente, al mismo tiempo que
trataba de hacer reformas marginales que mejo­
raran un poco las cosas. En los años setenta, este
enfoque principal de la economía se desacreditaba
crecientemente. La macroeconomía keynesiana y
las políticas derivadas de ella no podían resolver
la aparición simultánea del desempleo y la infla­
ción, llamada por algunos “estanflación” para in­
dicar la inflación en un período de estancamiento
económico. Al mismo tiempo, algunas ideas nue­
vas en los niveles más altos de la teoría pura de­
bilitan gravemente algunas de las doctrinas prin­
cipales y las concepciones básicas de la microeco-
nomía neoclásica. Al momento de escribir estas
líneas, la economía como ciencia teórica y política
está perturbada, con la síntesis poskeynesiana bajo
un fuerte ataque por no poder explicar y corregir
las múltiples enfermedades económicas de los años
setenta. Una reformulación de la teoría keynesiana
se encuentra en sus etapas embrionarias. Todavía
no podemos percibir el momento en que llegará a
madurar y la forma que asumirá, pero éste es un
gran momento para el estudio de la ciencia econó­
mica, ya que el tema está en fermento a todos
los niveles.
D e se m p l e o e in f l a c ió n
La macroeconomía keynesiana explicaba la exis­
tencia del desempleo y la inflación en términos
LA CRISIS CONTEMPORANEA 303
de la demanda agregada o poder de compra total.
Si había un poder de compra demasiado pequeño,
la producción bajaría y el desempleo aumentaría.
El remedio consistía en encontrar un estímulo eco­
nómico: más gasto público, o un incremento de
la oferta monetaria, o una combinación de las dos
cosas. Por otra parte, la inflación se consideraba
causada por un gasto excesivo, y el remedio era
la reducción del gasto público y la restricción mo­
netaria. En medio se encontraba el “sueño imposi­
ble”, un equilibrio económico de pleno empleo, pre­
cios estables, un presupuesto público equilibrado,
y una política monetaria “adecuada’.
Sin embargo,, en lo tocante a las causas de la in­
flación, los economistas reconocieron tres excep­
ciones a la explicación general o “regla”. Los pre­
cios podrían aumentar si aparecieran estrangula-
mientos en la producción de industrias fundamen­
tales, como la del acero, antes de alcanzar el empleo
pleno en el conjunto de la economía. Y los precios
podrían aumentar si las escaseces de mano de obra
o el poder de los sindicatos hiciesen aumentar los
salarios, incrementando así los costos; el aumento
del gasto total permitiría que este “empuje de los
costos” se tradujera en precios más altos. Por último,
toda la estructura de costos de la economía podría
elevarse si aumentaran los costos de un insumo bá­
sico, como ocurrió cuando el costo del petróleo
se disparó a principios de los años setenta (aunque
la mayoría de los economistas no pensó en esta
excepción antes de su aparición real). Pero la idea
fundamental subsistía: el desempleo es provocado
por un gasto demasiado pequeño y la inflación
por uno excesivo.
Estas explicaciones keynesianas de la inflación
304 LA CRISIS CONTEMPORANEA
no pudieron aclarar del todo el comportamiento
de los niveles de precios a partir de los años cin­
cuenta. Por ejemplo, los precios aumentaron en
forma constante a fines de los años cincuenta, a
pesar del desempleo creciente y del ensanchamiento
de la brecha existente entre la capacidad de pro­
ducción y la producción efectiva. Cuando ocurrió
una recesión en 1958-1959 y los precios aumentaron
aún más de prisa que antes, se puso en evidencia
la incorrección de la teoría. Se argüyó que los cam­
bios de la demanda ocurridos durante una recesión
eran desiguales, ya que la demanda bajaba en
algunas industrias y aumentaba en otras. Sin em­
bargo, cuando la demanda bajaba no se reducían
los precios (como debiera ocurrir de acuerdo con la
teoría básica) porque éstos eran inflexibles hacia
abajo; es decir, las grandes corporaciones aumenta­
rán sin dificultad sus precios para satisfacer el
aumento de demanda, pero tienen poder suficiente
para negarse a bajar los precios cuando disminuya
la demanda. Pero esa adición al modelo no podía
explicar el empeoramiento de la inflación obser­
vado en los años sesenta, cuando el desempleo y la
capacidad ociosa se generalizaron por toda la eco­
nomía. En ese momento aparecí^ la llamada doc­
trina de la “Curva de Phillips”. Esta curva —llamada
así en honor del economista inglés A. W. Phillips,
quien publicó un estudio de los salarios y precios
en Inglaterra— demostraba presumiblemente una
relación inversa entre el desempleo y los precios:
cuando el desempleo era elevado y existía mucha
capacidad ociosa en la economía, los precios ten­
dían a permanecer estables o a aumentar lenta­
mente; pero a medida que el desempleo bajaba y
la capacidad ociosa se reducía, los precios empe­
LA CRISIS CONTEMPORANEA 305
zaban a aumentar más de prisa. Esta idea ganó
gran popularidad entre los economistas a fines de
los años sesenta, porque parecía ajustarse a los
hechos. Pero en los años setenta quedó desacredita­
da la relación de la Curva de Phillips: los precios
continuaron aumentando independientemente de
la tasa de desempleo o la extensión de la capacidad
ociosa en la economía. No parecía evidente ninguna
relación clara.
Recordemos también que todo esto ocurría mien­
tras los críticos de la corriente principal de la cien­
cia económica elaboraban otras teorías de la in­
flación. Friedman sostenía que las políticas eco­
nómicas keynesianas generaban aumentos de la
oferta monetaria que provocaban inflación. Gal-
braith sostenía que las negociaciones salariales en­
tre las grandes empresas y los grandes sindicatos
provocaban inflación: las empresas concedían au­
mentos salariales mayores que los incrementos de
la productividad y elevaban los precios para resar­
cirse de la diferencia y proteger sus beneficios. Los
radicales afirmaban que la inflación se debía al
aumento del gasto militar y a las guerras inheren­
tes en el sistema capitalista, o bien —como decía
O’Connor— que la economía capitalista inheren­
temente inestable sólo podía estabilizarse con me­
didas inflacionarias en sí mismas. Ninguno de estos
argumentos podía ser refutado satisfactoriamente
porque la teoría keynesiana ortodoxa carecía de
una explicación adecuada de la infortunada dis­
paridad existente entre la teoría y los hechos.
Sin embargo, un economista inglés, Nicholas
Kaldor, elaboró un análisis keynesiano de la in­
flación y el desempleo simultáneos. Según Kaldor,
las negociaciones celebradas entre las grandes em­
306 LA CRISIS CONTEMPORANEA
presas y los grandes sindicatos generaban salarios
más altos e incrementos del gasto total, cualquiera
que fuese el nivel de la demanda agregada. Si la
economía era próspera y la producción aumentaba
al mismo ritmo que los salarios, todo marcharía
bien. Pero si llegaba una recesión, la producción
bajaría mientras el poder de compra continuaba
aumentando; los precios se elevarían mientras au­
mentaba el desempleo a causa de la declinación
de la producción. Pero el remedio propuesto por
Kaldor era muy poco ortodoxo: si se estimulaba
la expansión económica, la producción aumentaría
y aliviaría la presión ascendente de los precios, co­
rrigiendo a la vez la inflación y el desempleo. Pocos
economistas escucharon a Kaldor, sobre todo por­
que el remedio aceptado para la inflación consistía
en enfriar la economía en lugar de calentarla. Sin
embargo, la experiencia norteamericana de 1974-
1976 parecía apoyar el análisis de Kaldor; la in­
flación se aceleró durante el peor momento de la
recesión y se redujo al empezar la recuperación.
Pero fuera de Kaldor, la corriente principal del
pensamiento keynesiano parecía alejada de los he­
chos.

P r o b l e m a s d el c r e c im ie n t o e c o n ó m ic o

Una parte de la dificultad se encontraba en los


cambios ocurridos de continuo en la estructura
del capitalismo industrial. El crecimiento econó­
mico y la acumulación de capital, las fuerzas eco­
nómicas analizadas por los economistas clásicos des­
de Adam Smith hasta David Ricardo y Karl Marx,
provocaban cambios lentos pero persistentes en la
LA CRISIS CONTEMPORANEA 307
economía, que la macroeconomía keynesiana no po­
día manejar por estar orientada hacia los cam­
bios a corto plazo del gasto total y por suponer
la existencia de una estructura dada en las insti­
tuciones económicas.
Los economistas clásicos habían hecho hincapié
en la transformación continua del trabajo en capi­
tal como una estructura básica del capitalismo.
Adam Smith y David Ricardo subrayaron los as­
pectos de crecimiento de la acumulación de capital,
mientras Marx destacaba la creación de acumula­
ciones privadas de riqueza y altos ingresos para
unos cuantos. En la economía moderna, la pola­
rización de la sociedad pronosticada por Marx se
atenuó por la acción de los gobiernos mediante la
tributación, el gasto de beneficencia y otros pro­
gramas. Pero mientras así se corrigieron en parte
las disparidades crecientes del ingreso y la riqueza
personales, la mayoría de los países alentó la acumu­
lación de capital en manos de las empresas. Las
utilidades retenidas y reinvertidas por las empre­
sas hicieron aumentar su capital. Se promovió la
concentración del capital en manos de corporacio­
nes gigantescas y las más grandes de ellas se vol­
vieron multinacionales. Al mismo tiempo, el cam­
bio tecnológico continuó promoviendo la sustitu­
ción de la mano de obra por el capital, sobre todo
en las industrias de salarios altos, intensivas en
capital, donde los sindicatos fuertes podían recla­
mar una participación grande en las ganancias del
crecimiento y la mayor productividad. Los salarios
altos de tales industrias promovieron también la
inversión de corporaciones multinacionales en las
áreas que contaban con mano de obra excedente
(y salarios bajos) en las regiones subdesarrolladas
308 LA CRISIS CONTEMPORANEA
del mundo. Como veremos, la modernización ten­
dió a promover allí un crecimiento mayor de la
población y el incremento del excedente de mano
de obra, lo que alentaba mayores inversiones de las
empresas multinacionales. Mientras tanto, en los
países industriales avanzados una fuerza de trabajo
creciente encontraba pocas oportunidades en el
sector sindicalizado de salarios altos, dominado por
grandes corporaciones y grandes sindicatos. El re­
sultado, como explicamos en el capítulo anterior,
fue el desempleo “estructural”, un número creciente
de trabajadores en las industrias de servicios de sa­
larios bajos, y mayor gasto público que a largo
plazo sólo podía financiarse elevando los impuestos
o mediante la inflación, o en ambas formas. Con
variaciones debidas a las circunstancias diferentes,
este proceso se observaba en todas las áreas indus­
triales de América del Norte y Europa Occidental.
Estas tendencias quedaron ocultas durante algún
tiempo por el crecimiento económico y el propio
cambio tecnológico. Las nuevas tecnologías provoca­
ron el desarrollo de nuevas industrias completas
—electrónica, televisión y computadoras, por ejem­
plo— y la expansión rápida de otras, como el trans­
porte aéreo y la industria de los plásticos. Los nue­
vos empleos creados allí mantuvieron el dinamismo
de la economía y el desempleo relativamente bajo
durante los años cincuenta. Pero a medida que
disminuía el ritmo de crecimiento de estas indus­
trias, las fuerzas antes descritas se hicieron más
evidentes. Al iniciarse el decenio de los años setenta,
estaba claro que el proceso mismo del crecimiento
económico creaba problemas de desempleo y de
ingresos bajos en lo más hondo de la estructura
del capitalismo industrial.
LA CRISIS CONTEMPORANEA 309
El crecimiento económico planteaba también los
problemas del uso de recursos y la contaminación,
sobre todo en los años sesenta y setenta, cuando
podía advertirse con claridad el efecto del creci­
miento continuo. Una economía creciente debe con­
tar con crecientes insumos de materias primas a
medida que utiliza cantidades crecientes de energía
para producir más bienes y más desperdicios. La
tecnología actual se basa en gran medida en re­
cursos y fuentes de energía no renovables, y utiliza
los depósitos del aire, la tierra y el agua para la
eliminación de los desperdicios. Pero los recursos
y los depósitos son limitados. Si un recurso em­
pieza a agotarse, puede recurrirse a otro, pero este
último tampoco es renovable. Y una acumulación
continua de desperdicios puede afectar tanto al
ambiente que se vean amenazadas la salud y la
vida.
Los economistas empezaron a examinar estos pro­
blemas. Donella H. Meadows y otros informaron
en Los límites del crecimiento (1972) ( f c e , Mé­
xico, 1973), sobre los resultados obtenidos en una
simulación por computadora del crecimiento econó­
mico mundial en un ambiente de recursos limitados,
y mostraron que no podrían mantenerse las tasas de
crecimiento económico del pasado reciente. Un solo
factor limitante, como los depósitos de hierro, por
ejemplo, no podría hacer cesar el crecimiento, pero
los efectos combinados de varios factores interrela-
cionados sí podrían hacerlo. Por ejemplo, el riego
de los desiertos podría generar grandes incrementos
en la producción de alimentos, pero aun si pudiera
encontrarse el agua necesaria, tales proyectos requie­
ren cantidades enormes de energía y capital cuya
producción está sujeta a límites en otras partes.
310 LA CRISIS CONTEMPORANEA
Los avances de la tecnología y los inventos que
seguirán apareciendo pueden proveer nuevo espa­
cio para el crecimiento, pero los límites son inhe­
rentes a los recursos limitados de este planeta. Esta
observación se hizo en un artículo muy citado de
Kenneth Boulding. The Economics of the Corning
Spaceship Earth (1966). Boulding encuentra la so­
lución en el desarrollo final de un sistema econó­
mico “cerrado”, que como un sistema biológico esta­
ble utilice todos sus productos como insumos, in­
cluidos los desperdicios. Hermán E. Daly definió
en términos más precisos la economía viable del fu­
turo. Su artículo sobre The Steady-State Economy:
Toward a Polilical Economy of Biophysical Equi-
librium and Moral Growth (1971) propugnaba
una población constante, una riqueza física cons­
tante, y una distribución socialmente planificada de
los bienes, mientras el crecimiento puede ocurrir
en la esfera moral. Otro requerimiento puede ser
el de unidades económicas más pequeñas que uti­
licen tecnologías dignificadoras del trabajo humano
en lugar de sustituirlo por máquinas, como acon­
seja E. L. Schumacher en su libro Small Is Beau-
tiful: Economics As If People Mattered (1973). Sin
embargo, es posible que no haya tiempo para hacer
los cambios necesarios. Robert L. Heilbroner, en
An Inquiry Into the Human Prospect (1975), com­
para la trayectoria actual del crecimiento econó­
mico mundial con los problemas convergentes de
la población, los alimentos, los recursos y la conta­
minación, y contempla una serie de catástrofes
potenciales o efectivas que en el futuro pueden
provocar “cambios convulsivos”. La humanidad pue­
de sobrevivir a esta perspectiva sombría, concluye
Robert L. Heilbroner, pero sólo si la sociedad huma­
LA CRISIS CONTEMPORANEA 311
na se reorganiza sobre una base muy distinta de la
actual.
Afrontamos la perspectiva de una disminución
del crecimiento económico. Pero el crecimiento ha
sido necesario siempre para satisfacer la tenden­
cia adquisitiva que motiva al capitalismo. Una
economía estable requerirá actitudes diferentes ha­
cia las cosas materiales, y ello sugiere cambios drás­
ticos de las instituciones económicas. Además, el
capitalismo moderno tiene una distribución muy
desigual del ingreso, la riqueza y el poder, acep­
tada por la mayoría de los hombres a causa de los
beneficios materiales que obtienen. Cuando las
ganancias materiales disminuyan o cesen, el hom­
bre común, hasta ahora relativamente contento,
no aceptará ya tan fácilmente la desigualdad. Sin
crecimiento resulta mucho más probable la redis­
tribución del ingreso y la riqueza. No es pro­
bable que sobreviva el capitalismo, tal como lo
conocemos, en una época que avanza hacia una
economía sin crecimiento, y es probable que afron­
te conflictos sobre la distribución del ingreso y la
riqueza.

L a e c o n o m ía i n t e r n a c i o n a l
En la economía internacional surgen problemas
igualmente perturbadores. El crecimiento económi­
co observado después de la segunda Guerra Mun­
dial incluyó un gran incremento del comercio in­
ternacional. Las reducciones de los aranceles y las
barreras comerciales ayudaron a este desarrollo,
y el sistema financiero internacional creado por
los Acuerdos de Bretton Woods de 1945 proveyó
31? LA CRISIS CONTEMPORÁNEA
una base financiera estable para el comercio y
la inversión internacionales. Parecía haber lle­
gado una nueva época de prosperidad mundial
basada en los beneficios de la especificación y
el comercio, hasta que empezaron a aparecer fi­
suras en los años sesenta.
El desarrollo de un sistema bancario mundial en
gran medida independiente de los sistemas y con­
troles bancarios de cualquier país creaba un pro­
blema nuevo. Este sistema llamado “Eurobanco”
se ocupa de préstamos, depósitos e inversiones en
una gran diversidad de monedas nacionales. Aun­
que los bancos participantes tienen su sede en paí­
ses individuales como los Estados Unidos, Japón, o
Alemania, sus transacciones con otras monedas es­
capan en gran medida al control de las autoridades
monetarias. Por ejemplo, si un banco suizo presta
liras italianas a un armador griego para el finan-
ciamiento de compras de maquinaria alemana, el
préstamo no cae bajo la autoridad o la regulación
de las autoridades monetarias de ninguno de esos
países y no está sujeto a sus políticas monetarias.
El sistema monetario mundial tiene ahora una parte
importante que en gran medida está libre de todos
los controles, excepto los establecidos por los ad­
ministradores privados de los propios bancos inter­
nacionales. Hay en la economía mundial una gran
capacidad potencial de expansión monetaria exce­
siva y de inestabilidad que no existía hace veinti­
cinco años.
El primer episodio de la expansión excesiva, con
consecuencias muy graves, se produjo a fines de los
años sesentas y principios de los setentas. Alimenta­
das en gran medida por dólares provenientes de los
déficit de balanza de pagos de los Estados Unidos
LA CRISIS CONTEMPORANEA 313
(es decir, se gastaba en el exterior una cantidad
mayor que la obtenida de las exportaciones), las
reservas del sistema de Eurobanco aumentaron rá­
pidamente. Esto condujo a una gran expansión de
los préstamos bancarios y a una duplicación de la
oferta monetaria europea en el breve lapso de cinco
años. Esta expansión monetaria incontrolada con­
tribuyó significativamente a la inflación de 1968-
1973, ya que ocurría en lo más álgido del gasto
militar norteamericano para la guerra de Vietnam.
Los precios del petróleo aumentaron en 1973-1974
e intensificaron la presión inflacionaria. La absor­
ción de cualquiera de estos fenómenos por las es­
tructuras mundiales de precios habría resultado di­
fícil; en conjunto, produjeron uno de los peores
episodios de inflación mundial de los últimos dos­
cientos años.
Por supuesto, a la inflación siguió la depresión.
Los precios aumentaron más de prisa que los in­
gresos y el poder real de compra bajó, generando una
declinación de la producción y un aumento del
desempleo. Pero debido a que los precios crecientes
siempre tardan algún tiempo para afectar toda la
estructura de precios, continuaron aumentando
aun durante el peor desempleo de mediados de los
años setenta. En algunos sentidos, el desempleo y
la inflación simultáneos del período podían en­
tenderse sin dificultad en los términos tradicionales.
Pero había una diferencia importante: tanto la
inflación como la depresión tenían alcances mun­
diales, por encima de las fronteras nacionales. Las
políticas destinadas a corregir la inflación, toma­
das por gobiernos singulares en países individua­
les, tenían escaso efecto sobre una inflación cuya
fuente y cuyos alcances eran internacionales.
314 LA CRISIS CONTEMPORANEA
Así pues, para mediados de los años setenta el
sistema financiero y monetario internacional había
introducido en la economía mundial una fuente de
inestabilidad nueva y todavía no controlada. La
expansión y la contracción erráticas de la oferta
monetaria mundial eran ahora una posibilidad,
por la falta de control de la política monetaria.
Las dificultades económicas de un país podían trans­
mitirse rápidamente a otros países, mediante trans­
ferencias rápidas de capital por la vía del sistema
de Eurobanco y por un sistema de tasas de cambio
flotantes entre las monedas nacionales. Los bancos
centrales de los principales países industriales, como
el Sistema de la Reserva Federal en los Estados
Unidos, se encontraron con una influencia consi­
derablemente reducida sobre todos los eventos eco­
nómicos.
Otros problemas más fundamentales surgieron
en la economía internacional a medida que la in­
dustrialización se difundía en las áreas menos des­
arrolladas. Se movilizó el capital desde los paí­
ses avanzados, y también desde el interior de los
países subdesarrollados, para promover la indus­
tria, la minería y la agricultura comercial; las
corporaciones internacionales y los programas de
ayuda gubernamentales mostraban el camino. Hay
ahora un gran debate entre los economistas y entre
los habitantes de los países subdesarrollados acer­
ca de si los efectos de este desarrollo son del
todo deseables, y todavía no disponemos de todos
los datos pertinentes. Uno de sus resultados ha
sido sin duda el de los mayores ingresos y mejores
niveles de vida para muchas personas. Pero los
beneficios han sido desiguales. En la mayoría de
los países subdesarrollados ha surgido un nú­
LA CRISIS CONTEMPORANEA 315
mero relativamente pequeño de hombres muy ricos,
al lado de masas de hombres muy pobres. Este
desarrollo desigual genera inestabilidad política,
la que a menudo se combate con represión cuando
se producen disturbios. El desarrollo económico
de esta clase es incompatible con la democracia en
muchas partes del mundo.
La modernización produce también altas tasas
de crecimiento demográfico. Las medidas moder­
nas de salud pública y los programas de salubridad
han hecho bajar las tasas de mortalidad mientras
las tasas de natalidad siguen siendo elevadas. La
población excedente resultante hace bajar los sa­
larios, lo que atrae la inversión de capital de empre­
sas multinacionales. La expansión económica atrae
más población excedente de las áreas rurales que
pasa a vivir en barrios urbanos miserables, donde
la pobreza mantiene elevadas las tasas de natalidad
y añade presión descendente a los salarios, mien­
tras propietarios y administradores se hacen ricos.
Mientras tanto, en el campo, las familias campe­
sinas reaccionan ante la pérdida de población por
la migración a las ciudades como siempre lo han
hecho: procreando más hijos. Se establece un círcu­
lo vicioso de la modernización, que puede perpe­
tuarse en forma indefinida. Este patrón se observa
en gran parte de América Latina y Asia, pero en
menor medida en África, dada su estructura social
tribal más bien que campesina. Pero en todo el
mundo subdesarrollado, los problemas del des­
arrollo desigual empeoran por la producción de
exportaciones agrícolas como el azúcar o el cacao
en lugar de los alimentos básicos para el consumo
interno. Es posible que el desarrollo económico y
la modernización estén intensificando las presio­
316 LA CRISIS CONTEMPORANEA
nes demográficas y la pobreza en lugar de miti­
garlas.
La población mundial sigue aumentando con
rapidez. Hace apenas doscientos años no llegaba
a mil millones de habitantes, pero en 1975 ya lle­
gaba a cuatro mil millones, y si no se controla
podrá llegar a más de diez mil millones de ha­
bitantes quizá en cincuenta años. Pero el control
existirá. El hambre, la enfermedad, y quizá la gue­
rra, nivelarán la población. Algunos expertos de­
mógrafos de las Naciones Unidas prevén ahora
una población mundial de seis mil a siete mil mi­
llones de habitantes para mediados del siglo pró­
ximo. A ese nivel, y con la producción de alimentos
previsible, más de la mitad de la población del
mundo apenas podrá subsistir. Toda reducción
del abasto de alimentos debido a las sequías, podrá
desencadenar la inanición masiva y quizá terribles
perturbaciones políticas. Hemos entrado a una épo­
ca donde la relación existente entre alimentos y po­
blación constituye una gran preocupación.
Una de las razones de la preocupación es la
distribución desigual del control sobre los recursos.
Los países relativamente ricos, con su población
relativamente estable y sus niveles de vida cre­
cientes, usan la mayor parte de los recursos del
mundo. También poseen la mayor parte de la ri­
queza del mundo y el control de la mayor parte
del capital del mundo. Los países subdesarrolla­
dos tienen niveles de vida mucho más bajos y
consumen menos por persona, pero sus poblaciones
crecen rápidamente./ Aun si llegaran a controlar
el crecimiento de su población en los próximos
cincuenta años, es probable que nunca alcancen
los niveles de consumo por persona de los países
LA CRISIS CONTEMPORANEA 317
ricos. Simplemente no hay recursos suficientes en
el mundo para que ello ocurra, por lo menos con
los patrones actuales de consumo y uso de re­
cursos.
Estos problemas pasaron a primer plano a fines
de los años sesenta y principios de los setenta. El
crecimiento económico mundial parecía estar ge­
nerando una trampa maltusiana, por lo menos en
algunas partes del mundo subdesarrollado, al mis­
mo tiempo que las privaba de una porción con­
siderable de sus recursos. Ya no podrían sos­
tener los economistas que la canalización de una
parte de los dividendos del crecimiento, de los
países avanzados hacia las regiones subdesarro-
lladas, aseguraría el crecimiento autosostenido y
el mejoramiento de los niveles de vida del Tercer
Mundo.

El c o n f l i c t o i d e o l ó g i c o y e l g a s t o m i l i t a r
El gasto militar en gran escala contribuyó tam­
bién a los problemas de la economía mundial. La
división del mundo en un bloque capitalista y
otro comunista, encabezados por los Estados Unidos
y la Unión Soviética respectivamente, generó una
rivalidad militar, política y económica. La política
norteamericana de contención trataba de aislar de
la influencia comunista la mayor porción posible
del mundo, y tuvo el efecto de mantener abiertas
las áreas no comunistas a la expansión del co­
mercio y la inversión. En esta forma, la política
de contención ayudó a promover la gran era de
prosperidad mundial que siguió a la segunda Gue­
rra Mundial.
318 I.A CRISIS CONTEMPORANEA
La contención y la rivalidad política y económica
generaron grandes gastos militares norteamericanos
y soviéticos, junto con el desarrollo de las armas
nucleares, los proyectiles teledirigidos y el equipo
electrónico de apoyo. El nuevo arsenal contribuyó
en gran medida a los cambios tecnológicos que
ayudaron a promover la inversión y la mayor pro­
ductividad en todos los países industriales, y los
grandes gastos militares ayudaron a soportar los al­
tos niveles de demanda agregada que generaron
prosperidad y crecimiento económico durante los
años cincuenta y sesenta. En estos sentidos, el gasto
militar constituyó un apoyo positivo de las econo­
mías industriales. Pero en la URSS los grandes
gastos militares impedían los incrementos de la
producción de bienes de consumo, y la incapacidad
del gobierno soviético para acrecentar adecua­
damente los niveles de vida contribuyó sin duda a
la continuación del autoritarismo político, lo que
intensifica la rivalidad internacional y el anta­
gonismo con los Estados Unidos.
Pero el gasto m ilitar tiene dos caras, aun en
una economía de empresa privada: las armas se
usan para la destrucción, no para el beneficio hu­
mano; y las armas modernas se vuelven obsoletas
con rapidez. En lugar de utilizar mano de obra
y recursos naturales para producir bienes de con­
sumo o de capital que incrementen la producción
en el futuro, la producción de armas es siempre un
desperdicio. Podrá considerarse políticamente ne­
cesaria, pero no aumenta directamente el bienestar
económico. Es por esto que los economistas de
todos los credos políticos prefieren la paz a la gue­
rra: los recursos empleados en la producción de
LA CRISIS CONTEMPORANEA 319
cañones significan menos recursos disponibles para
la fabricación de mantequilla o arados.
Además, el dinero gastado en armas se convierte
en poder de compra para los consumidores, pero
las armas no entran al mercado para absorber
poder de compra. Si la producción de armas au­
menta cuando la economía se encuentra en el uso
pleno de su capacidad de producción o cerca de
él, el resultado es la inflación: el poder de compra
aumenta, pero la cantidad de bienes disponibles
para la venta se reduce por la desviación de la
capacidad de producción de los bienes civiles a
los militares.1
La guerra de Vietnam tuvo efectos inflacionarios
particularmente fuertes. El gobierno norteamerica­
no trató de financiar la guerra sin aumentar con­
siderablemente los impuestos,, para que una gue­
rra impopular no se volviese más impopular toda­
vía. Los precios aumentaron por la desviación de la
producción hacia usos militares, los grandes dé­
ficit presupuestaos, y el aumento de la oferta mo­
netaria. La inflación, aunada a los grandes gastos
militares en el exterior, generó déficit enormes
en la balanza de pagos de los Estados Unidos a
principios de los años setenta. A su vez, estos
déficit derramaron grandes cantidades de dólares de
los Estados Unidos a los mercados monetarios del
mundo, con tres resultados: la gran expansión
de los préstamos del Eurobanco ya mencionados,
i Ni siquiera un aumento de los impuestos basta para
eliminar estas presiones inflacionarias. Las recaudaciones
tributarias se gastan de inmediato, regresando el poder de
compra a los consumidores, mientras que la desviación de
la producción hacia fines militares continúa.
320 LA CRISIS CONTEMPORANEA
que aumentó la inflación mundial; la devaluación
del dólar, que promovió mayor inflación dentro
de los Estados Unidos, y el derrumbe del sistema
de tasas de cambio estables de Bretton Woods.
Terminaba una época con la derrota militar, una
política exterior desacreditada, y el desastre eco­
nómico por todo el territorio.

T res t e o r ía s p e r t u r b a d o r a s

Hasta aquí hemos examinado algunos aspectos


de la crisis contemporánea de la ciencia económica
relacionados con problemas macroeconómicos: el
desempleo y la inflación, los cambios de la estruc­
tura de la economía generados por el crecimiento
y el cambio tecnológico, una economía y un siste­
ma financiero internacionales cambiantes, y las
distorsiones del militarismo. Un mundo cambiante
generaba problemas nuevos cuyo alcance y natu­
raleza escapaban al marco de la teoría y la política
keynesianas tradicionales.
La microeconomía neoclásica estaba también en
dificultades, pero tales dificultades residían mucho
más en problemas teóricos y conceptuales. En los
límites de la teoría pura, algunos de los trabajos
más avanzados de los propios economistas neo­
clásicos —a menudo muy abstractos y matemáticos-
estaban minando los fundamentos conceptuales de
la corriente principal de la ciencia económica.
La idea básica de la síntesis poskeynesiana era
que el mantenimiento del crecimiento con pleno
empleo permitiría que el sector privado operara
con eficacia razonable. Los consumidores que tra­
taban de maximizar su bienestar, interrelacionán-
LA CRISIS CONTEMPORANEA 321
dose con productores que trataban de maximizar
su beneficio, generarían un patrón de producción
satisfactorio para consumidores y productores. En
el proceso surgiría una distribución del ingreso
justa para todos, basada en la aportación del indi­
viduo a la producción. Se necesitaban mercados
efectivamente competitivos, y deberían tomarse en
cuenta las necesidades públicas mediante el gasto
gubernamental, pero era de esperarse, en general,
que la economía avanzara hacia una “mejor po­
sición” satisfactoria o de equilibrio, mediante la
acción racional de productores y consumidores in-
terrelacionados en el mercado. Ésta era la visión,
mantenida frente a cambios institucionales que pa­
recían incompatibles con el modelo: el poder de
mercado de las grandes empresas, la determinación
del salario mediante la negociación colectiva, los
grandes gastos de publicidad, y los efectos de los al­
tos niveles del gasto público. Estos elementos de
la economía moderna se consideraban en gran me­
dida como modificaciones del análisis básico de
fuerzas económicas que funcionaban en mercados
autocontrolados. Sin embargo, la visión neoclásica
empezó a desintegrarse frente a tres ideas nuevas
que alcanzaron la prominencia en los años sesenta.
Primera idea: El análisis de la incertidumbre. Ya
en los años veinte, algunos economistas neoclá­
sicos empezaron a ocuparse del problema de la
incertidumbre. Dado que los consumidores y los
productores no conocen a plenitud todas las op­
ciones existentes, y que el conocimiento del fu­
turo es imposible, ¿cómo pueden tomarse deci­
siones racionales? Frank H. Knight (1885-1972)
hizo uno de los primeros esfuerzos para la solución
LA CRISIS CONTEMPORANEA
de este problema. En. Risk, Uncertainty and Profit
(1921), sostuvo que la incertidumbre genera el ries­
go, y que el riesgo puede analizarse como la proba­
bilidad de la presentación de un evento. La pro­
babilidad puede calcularse con base en la experien­
cia, como ocurre con los seguros, y los costos eco­
nómicos del riesgo pueden incluirse entonces en
las relaciones de costos utilizadas en la toma de
decisiones. Knight sostuvo además que el bene­
ficio es la recompensa económica recibida por asu­
mir los riesgos inherentes a la actividad empresa­
rial. Mantuvo la idea del equilibrio determinado
del mercado tratando la incertidumbre y la falta
de conocimiento como un costo, y así permaneció
la cuestión hasta poco después de la segunda Gue­
rra Mundial.
En los años cincuenta y sesenta, los economistas
empezaron a reexaminar el problema de la toma
de decisiones en condiciones de incertidumbre, ocu­
pándose sucesivamente de problemas cada vez más
complejos. Primero, la incertidumbre acerca del
futuro implica que diversos individuos evaluarán
en forma diferente la probabilidad de la presenta­
ción futura de un evento. Y algunos eventos ocu­
rren tina sola vez, como la elección de una carrera
o la selección de una línea de actividad; sin ex­
periencia a la cual recurrir, ¿cómo determinaremos
el resultado probable? Por último, supongamos que
el mero azar —eventos completamente aleatorios—
constituya un elemento importante de la experien­
cia humana, ¿cuál será el resultado? Para fines
de los años sesenta, los teóricos económicos habían
progresado desde el primero hasta el último de estos
problemas, con resultados fascinantes, aunque pre­
liminares. La probabilidad subjetiva —evaluaciones
LA CRISIS CONTEMPORANEA 323

diversas por individuos diferentes— no constituye


un gran problema desde el punto de vista teórico.
Sólo significa que las decisiones deben mantenerse
flexibles y sujetas a la revisión o el cambio. En
este caso sólo se modificó la solución de Knight.
Pero tomada en unión de la decisión hecha en forma
irreversible, la probabilidad subjetiva significaba
que podrían hacerse con facilidad errores costosos.
En términos económicos, podrían frustrarse los re­
sultados de maximización del bienestar de la econo­
mía competitiva de mercado. Y cuando interviene
el puro azar, como cuando se tiran los dados o se
da "un paseo al azar”, los teóricos concluyeron que
ni siquiera un sistema perfectamente competitivo
de mercados autocontrolados podrá determinar pre­
cios, cantidades y otros resultados. Ésta es una bom­
ba de tiempo teórica a punto de explotar en el
centro del modelo neoclásico: si el mundo está
sujeto en verdad a eventos aleatorios, no debemos
esperar sólo una incapacidad para maximizar el
bienestar, sino también (posiblemente) una inca­
pacidad para producir resultados que no sean va­
riaciones aleatorias. Podríamos argüir que en el
mundo real los eventos son determinados, que ve­
mos precios, niveles de producción y de ingresos
determinados por las fuerzas del mercado. Sin em­
bargo, si estos análisis económicos de la influencia
de la incertidumbre y el azar se aproximan siquiera
a la verdad, ya no podremos sostener que los re­
sultados serán óptimos. En realidad, es posible que
los resultados no sean siquiera convenientes o be­
néficos, dependiendo del resultado del puro azar.
Si todo esto parece muy teórico y no particular­
mente importante para el mundo en que vivimos,
reflexionemos por un momento en el examen hecho
324 LA CRISIS CONTEMPORANEA
al principio de este capítulo de los acontecimien­
tos perturbadores del último cuarto de siglo, los
esfuerzos de los gobernantes por afrontarlos, y los
resultados de tales acontecimientos. Estos análisis
teóricos del papel de la incertidumbre y el azar
en los asuntos humanos tienen el sabor de la
verdad.
Segunda idea: La teoría del óptimo condicionado
(Second Best). El modelo neoclásico tiene otro pro­
blema. Las condiciones del mundo real son muy
diferentes de las condiciones supuestas en la teoría.
Por lo tanto, los resultados del mundo real dife­
rirán de las conclusiones derivadas de la teoría.
Pero los economistas se inclinaban a dar por sen­
tada la proposición de que las conclusiones teó­
ricas podrían aplicarse al mundo real en la medida
en que la realidad se aproximara al modelo teórico.
Por ejemplo, se esperaba que las leyes antimono-
pólicas mejoraran el funcionamiento de la econo­
mía volviéndola más competitiva, y que la regu­
lación de los servicios públicos produjera resultados
más cercanos a los de la competencia.
Ahora sabemos que este supuesto simple no es
correcto. Los teóricos que examinaron la natura­
leza de las situaciones no óptimas llegaron a una
“teoría general del óptimo condicionado” que po­
dría resumirse en los términos siguientes:
En una economía compleja e interrelacionada, toda
variación de las condiciones supuestas por la teoría
de los mercados perfectamente competitivos produce
una solución no óptima. No hay manera de determi­
nar cuánto se alejará el resultado del óptimo (es
decir, una ligera desviación de los supuestos podría
LA CRISIS CONTEMPORANEA 325
producir un gran cambio en los resultados. Además,
los esfuerzos tendientes a mejorar los resultados me­
diante el cambio de otras condiciones producirán un re­
sultado diferente, pero no podemos saber si tal resul­
tado se aleja tanto del óptimo como antes, o menos,
o más.
En otras palabras: nos encontramos en la posi­
ción A, que difiere de la posición ideal B. T ra­
tamos de avanzar hacia B y, en este mundo im­
perfecto, llegamos a G. Pero una vez allí, no sabe­
mos si C está más cerca de B o no.
Veamos un ejemplo tomado de la regulación de
los servicios públicos. A primera vista podría pa­
recer obvio que la reducción del poder monopólico
y de los beneficios de un servicio público mediante
la regulación gubernamental generará beneficios
económicos, sobre todo para los consumidores en
forma de tarifas menores. Pero no vayamos tan de
prisa. Dado que otras industrias ganan altos bene­
ficios monopólicos, una reducción de los beneficios
en el sector de los servicios públicos podría desalen­
tar la inversión en ese sector y el servicio se de­
terioraría, dejando a los consumidores y la socie­
dad peor que antes en el largo plazo. Dado que la
“mejor” solución (que todas las industrias sean
competitivas) no puede obtenerse, se busca una
“segunda solución óptima” (imponiendo los resul­
tados competitivos en un sector), pero el resultado
puede ser peor que la posición original. En este
ejemplo, los precios son menores pero el servicio
es peor.
Si esto no basta, relacionemos los hallazgos del aná­
lisis de la incertidumbre y los de la teoría del óptimo
condicionado: ¡los resultados del puro azar pueden ser
326 LA CRISIS CONTEMPORANEA
mejores que los resultados de la elección deliberada
y racionall Además, puede resultar imposible la de­
terminación del resultado preferible. En un mundo
imperfecto, donde todas las soluciones son un óptimo
condicionado, ya no podemos sostener que los resul­
tados obtenidos de la libre operación de los merca­
dos autocontrolados son necesariamente convenientes.
Simplemente no lo sabemos.
Tercera idea: La teoría de la elección social.
La corriente principal de la ciencia económica siem­
pre tuvo un lugar para los gastos „públicos. Estos
gastos se introducían sin dificultad al modelo prin­
cipal demostrando que podrían hacerse elecciones
sociales racionales comparando beneficios y costos.
Mientras los beneficios superen a los costos, podrán
aumentarse los gastos hasta que los beneficios in­
crementados sean iguales a los costos crecientes. Los
votantes o sus representantes decidirán sobre los
gastos públicos como los consumidores deciden
acerca de sus gastos individuales. Por supuesto,
hay complicaciones, pero el principio básico era
sencillo.
En 1951 apareció un libro impresionante, Social
Choice and Individual Valúes, de Kenneth J. Arrow,
que establecía lo que desde entonces se ha llamado
“teorema de la imposibilidad de Arrow”. Despojado
de su aparato teórico, el teorema puede presentarse
en términos simples:
Si hay más de dos posiciones ideológicas fundamen­
tales diferentes, ninguna de las cuales cuenta con la
mayoría, y hay más de dos opciones de política,
quizá no pueda llegarse a una decisión satisfactoria
para la mayoría.
LA CRISIS CONTEMPORANEA 327
Un ejemplo simplificado utiliza tres grupos distin­
tos de igual tamaño, A, B y C, cada uno de los
cuales tiene un orden diferente de preferencias
entre tres opciones de política distintas, X, Y y Z.
En el cuadro siguiente aparecen los tres grupos y
sus preferencias:
Grupo Grupo Grupo
A B C
Primera elección X Y Z
Segunda elección Y Z X
Tercera elección Z X Y
Es decir, el grupo A prefiere X a Y o Z e Y a Z ,
etcétera. La inspección de estas preferencias muestra
que si se propone X como una política, B y C for­
marían una mayoría en favor de Z, preferida por
ellos a X. Si luego se propone Z, A y B formarían
una coalición para escoger Y. Pero si se propone
Y, A y G se combinarán para escoger X, y eso nos
regresará al inestable punto de partida. O no se
toma ninguna decisión firme, o una autoridad ex­
terna tomará una decisión a la que se opone la-
mayoría.
El enigma de Arrow engendró un largo debate
y nuevos análisis. Se aclaró que con sólo dos partes
y dos elecciones podría surgir una decisión firme,
lo que demuestra lo práctico del sistema norteame­
ricano de dos partidos y la costumbre legislativa
de votar por proyectos de leyes singulares con un
voto afirmativo o negativamente. El problema no se
presenta si no hay un agrupamiento ideológico;
328 LA CRISIS CONTEMPORANEA
pero en una sociedad industrial compleja la mul­
tiplicidad de grupos puede originar situaciones con
patrones intrincados de elección. Todavía se sos­
tiene la proposición original de Arrow, y las con­
clusiones neoclásicas tradicionales acerca de la elec­
ción social ya no son firmes: es posible que no pue­
dan hacerse elecciones sociales racionales en el mar­
co democrático de un mundo industrial complejo.

L a c o n t r o v e r s ia d e l o s d o s C a m b r id g e s
Llegamos ahora a uno de los aspectos difíciles
de la teoría económica contemporánea: la contro­
versia sobre el capital de los “dos Cambridges”,
llamada así porque los principales adversarios están
relacionados con las universidades de Cambridge,
Inglaterra y Cambridge, Estados Unidos. Todavía
irresuelta, la controversia se refiere a problemas teó­
ricos muy intrincados del capital y el crecimiento
económico en los niveles más altos de la teoría
pura, pero las cuestiones son fundamentales para
toda la estructura del pensamiento económico.
Éste es el problema: en la microeconomía neo­
clásica, el análisis del lado del consumidor en el
mercado es relativamente simple: se presume que
los consumidores maximizan la utilidad derivada
de los bienes que compran. La utilidad, como quiera
que se defina, es la característica común aportada
por todos los bienes, lo que los hace comparables
entre sí independientemente de sus demás carac­
terísticas. La teoría de la producción no es tan
sencilla. Se supone que los productores minimizan
sus costos de producción. Pero los costos son sólo
precios, y estos precios dependen a su vez de los
LA CRISIS CONTEMPORÁNEA 329
costos de alguien más; no hay ningún elemento
como la utilidad que provea una base o una medi­
ción común. El argumento es potencialmente circu­
lar, sobre todo en lo tocante a los insumos de ca­
pital. El capital —cosas como las máquinas o los
edificios de las fábricas utilizadas en la producción
de bienes finales— obtiene su valor del beneficio
que gana, lo que depende de los precios del pro­
ducto final. Pero esos precios dependen de los
costos, uno de los cuales es el valor del capital.
El economista se encuentra en la posición infor­
tunada de definir y valuar el capital en términos
de sí mismo, lo que constituye un argumento clási­
camente circular. Además, si el capital no puede
definirse adecuadamente en unidades mensurables
en forma independiente, ¿cómo podemos demostrar
que gana un rendimiento igual a su contribución
a la producción? Los únicos caminos para salir de
esta dificultad consisten en considerar el capital
sólo como un producto intermedio, colocado entre
el trabajo y el producto final, o en encontrar algún
procedimiento para definir y medir el capital in­
dependientemente del valor del producto final,
algo que no se ha hecho todavía. Estos fueron al­
gunos de los problemas planteados por Joan Ro-
binson, de Cambridge, Inglaterra, en un artículo
aparecido en 1953: “The Production Function and
the Theory of Capital”, el ensayo que inició el
debate.
Todo esto puede parecer muy alejado de la
realidad, pero no lo está. La productividad del
capital es un elemento fundamental en la ideolo­
gía del capitalismo y en las teorías neoclásicas de
la producción y la distribución del ingreso. Por­
que si sólo el trabajo es productivo y el capital
330 LA CRISIS CONTEMPORANEA
es sólo un producto intermedio, no hay una res­
puesta fácil a Marx y los socialistas, cuya afirma­
ción de que el trabajo es explotado bajo el capi­
talismo resultaría verosímil. Al suscitar dudas acer­
ca de las teorías neoclásicas aceptadas de la distri­
bución del ingreso y la producción, Joan Robinson
revivió el debate acerca de la conveniencia del
capitalismo que la teoría económica neoclásica pa­
recía haber terminado.
Otros dos sucesos teóricos contribuyeron a la
controversia. Piero Sraffa, un economista italiano,
en Cambridge, Inglaterra, desde fines de los años
veinte, publicó un volumen breve y muy abstracto,
Production of Commodities by Means of Commodi-
ties (1963), donde los bienes de capital son en efecto
productos intermedios, el tiempo de trabajo es el
insumo básico, y se elimina la circularidad del razo­
namiento. Sin embargo, en el modelo de Sraffa la
distribución del ingreso se determina fuera de la es­
fera de la producción —quizá por\la lucha de clases,
algo que no aclara Sraffa—y no es un resultado de la
producción como en el modelo neoclásico. La sepa­
ración hecha por Sraffa de la teoría de la producción
y la teoría de la distribución del ingreso es un aban­
dono importante del concepto neoclásico del equili­
brio general. Los economistas empezaron a advertir
también que la teoría de la producción de Sraffa es
similar a otras dos desarrolladas antes por Wassily
W. Leontief (1941) y John von Neumann (1945).
Fuera del grupo de Cambridge, Inglaterra, había
otros economistas insatisfechos con la teoría neo­
clásica de la producción y la distribución.
Mientras tanto, algunos teóricos poskeynesianos
se venían ocupando del desarrollo de un análisis
del crecimiento económico, para mostrar la forma
LA CRISIS CONTEMPORANEA 331
como el equilibrio de mercado de empleo pleno
podía progresar con regularidad a través del tiem­
po por una ruta de crecimiento equilibrado. En
este análisis, la fuerza de trabajo, el capital y la
producción tenderían a crecer a la misma tasa,
mientras el cambio tecnológico y la mayor produc­
tividad mejoraban los niveles de vida. Gran parte
de este trabajo se realizó en Cambridge, Estados
Unidos, y se convirtió en objeto del ataque del
grupo de Cambridge, Inglaterra.
La teoría del crecimiento de Cambridge, Esta­
dos Unidos, contenía el supuesto de que los bienes
de capital son libremente sustituibles entre sí y
con otros factores de la producción tales como la
mano de obra. Ese supuesto era necesario también
para la teoría de la distribución del ingreso —re­
cordemos la teoría de la productividad marginal
explicada en el capítulo vn— que formaba parte
del equilibrio económico que avanza a través del
tiempo en la teoría del crecimiento equilibrado de
Cambridge, Estados Unidos. El grupo de Cambrid­
ge, Inglaterra, concentró su ataque en este supuesto
aparentemente inocente de la flexibilidad y susti-
tuibilidad del capital.
Joan Robinson había mencionado brevemente,
al final de su artículo de 1953 y casi como de paso,
un fenómeno “curioso” observado por un colega
de Cambridge: bajo ciertas circunstancias un au­
mento de las tasas de interés puede hacer que los
productores sustituyan mano de obra por capital,
contra la doctrina neoclásica aceptada de que un
costo mayor del capital hará que las empresas usen
menos capital y más mano de obra. Este fenómeno,
que se llamó “recambio,”, resultaba incompatible
con la sustitución regular y flexible de mano de
332 LA CRISIS CONTEMPORANEA
obra por capital necesaria para llegar al equilibrio
neoclásico de la producción, su distribución del
ingreso, y un patrón regular de crecimiento equi­
librado.
¿Qué es el “recambio”? Veamos un ejemplo uti­
lizado por Pául Samuelson, de Cambridge, Esta­
dos Unidos, en un artículo publicado en 1966 don­
de acepta la corrección de la posición de Cambrid­
ge, Inglaterra, sobre esta cuestión. Consideremos
la producción de vino, que utiliza grandes canti­
dades de mano de obra en relación con el capital
en el primer año, cuando se produce el vino fresco;
pero a medida que el vino se guarda para su añe-
j amiento, se requieren grandes cantidades de capital
y muy poca mano de obra. Postulemos ahora un au­
mento de la tasa de interés. Los productores con­
servan el vino durante menos tiempo porque el
costo de tal conservación ha aumentado, y el pro­
ceso de producción en conjunto se vuelve más
intensivo en mano de obra. Hasta aquí, funciona
el modelo neoclásico. Pero continuemos aumen­
tando la tasa de interés. El costo de conservación
del vino hasta su añej amiento se vuelve ahora tan
grande que los productores cambian a métodos
de producción nuevos que utilizan más capital y
menos mano de obra en las etapas iniciales para
que el vino se añeje más de prisa. Al “cambio”
inicial hacia un patrón de producción más inten­
sivo en mano de obra sigue un “recambio” hacia
otro patrón más intensivo en capital, en ambos
casos debido a la elevación de las tasas de interés.
Es claro que si el recambio es un fenómeno gene­
ral y no sólo un caso especial, no se encontrará
la sustituibilidad regular necesaria en la teoría
neoclásica y el análisis actual de la producción,
LA CRISIS CONTEMPORANEA 333
la distribución del ingreso y el crecimiento equi­
librado se encuentra en problemas.
Así es como se encuentra en esencia el debate,
sin resolución, sin reformulación, y con ambos ban­
dos observándose con ira académica. El grupo de
Cambridge, Inglaterra, ha elaborado un análisis
del crecimiento económico compatible con la teoría
de la producción de Sraffa, encabezado por el ita­
liano Luigi Pasinetti (1963), pero estas ideas son
anatema para los economistas de Cambridge, Es­
tados Unidos. Sólo una minoría de economistas
profesionales apoya las ideas de Cambridge, In­
glaterra. Pero el grupo de Cambridge, Estados Uni­
dos, no ha podido reparar las grandes brechas que
ahora se sabe existen en la lógica fundamental
de la microeconomía neoclásica.

L a e c o n o m ía d e l f u t u r o
La ciencia económica está entrando a una nueva
era: un cambio dramático de dirección y orienta­
ción está en el aire. El antiguo sistema de pensa­
miento basado en la macroeconomía keynesiana y la
microeconomía neoclásica —lo que hemos llamado
la síntesis poskeynesiana— ya no cuenta con el
respeto y la autoridad que se le otorgaban hace
apenas un decenio, y ya no provee guías adecua­
das para la política pública. Tendrá que aparecer
una reformulación para llenar el vacío en la teo­
ría y la política económicas.
El derrumbe de la síntesis poskeynesiana no fue
provocado primordialmente por defectos de su
lógica interna. Se produjo porque el mundo del
que la teoría formaba parte llegó a una crisis. A
334 LA CRISIS CONTEMPORANEA
medida que las instituciones y los modos de pensa­
miento de ese mundo cambian y se adaptan, la
ciencia económica también cambiará y se adaptará.
Los problemas macroeconómicos creados por el
crecimiento económico sostenido, la acumulación
de capital y el cambio tecnológico, y por una eco­
nomía mundial cambiante —problemas surgidos
de la segunda Guerra Mundial—, son muy diferentes
de los problemas de una economía estancada y de­
primida que originaron la macroeconomía keyne­
siana. La teoría y la política económicas adecua­
das para los problemas de una demanda agregada
insuficiente se volvieron crecientemente inadecua­
das para los problemas estructurales que se desarro­
llaron en los años sesenta y setenta.
Al nivel microeconómico, el surgimiento de la
gran empresa, el gran sindicato y el gran gobierno
cambió el ambiente donde ocurrían los ajustes del
mercado. La negociación colectiva, las nuevas rigi­
deces de los mercados de trabajo, y los programas
nacionales de impuestos y gastos pueden ser más
importantes que las fuerzas del mercado en la de­
terminación de la distribución del ingreso. El con­
trol de los mercados por grandes corporaciones es
ahora una influencia importante sobre el patrón
de la producción, y el efecto de la publicidad so­
bre la demanda del consumidor también es im­
portante. El hecho de no tomar debidamente en
cuenta estas fuerzas ha colocado en una posición
cada vez menos realista al modelo ortodoxo del
intercambio en el mercado y el ajuste hacia el
equilibrio.
Sin embargo, una reformulación descansará sin
duda en gran medida en los aspectos de la ciencia
económica firmemente arraigados en la realidad.
LA CRISIS CONTEMPORANEA 335
Toda reformulación recurrirá sin duda a gran parte
de la sabiduría y los conceptos fundamentales des­
arrollados ya en una ciencia que tiene más de dos­
cientos años de existencia. Pero estos conceptos son
sólo bloques de construcción. Solían formar parte
de una estructura general, y esta estructura se está
demoliendo ahora. La síntesis poskeynesiana, com­
binó una teoría de la determinación del nivel de
la producción y el ingreso con una teoría integrada
del consumo, la producción y la distribución del
ingreso. Esta teoría general ha sido superada, ex­
cepto quizá como artefacto histórico, y sólo algunos
de los bloques originales han permanecido intactos.
Una reformulación colocará sin duda los bloques
en un patrón diferente, y reconstruirá por lo menos
en parte los dañados, pero en este momento no
podemos formular pronósticos acerca del patrón
que surgirá.
Sin embargo, es posible que puedan discernirse
algunas direcciones generales. Debemos esperar,
primero, una atención mucho mayor a la cambiante
estructura institucional dentro de la cual se des­
arrolla la actividad económica. Una de las lec­
ciones del último cuarto de siglo es que la estruc­
tura económica cambia y evoluciona; esto afecta
a su vez cómo funciona la economía. El análisis de
este patrón del cambio institucional, que caracterizó
por ejemplo el trabajo de Marx, Veblen y Gal-
braith, parece requerir ya un mayor hincapié.
Segundo, el antiguo hincapié de la teoría y la
política económicas sobre las condiciones econó­
micas nacionales y las políticas nacionales resulta
ahora obsoleto. Los nuevos mercados monetarios
internacionales y las empresas multinacionales, el
crecimiento del comercio mundial,7 la expansión
x
336 LA CRISIS CONTEMPORÁNEA
del transporte y las comunicaciones internacionales,
el surgimiento del Tercer Mundo como una fuerza
independiente, y las rivalidades de las ideologías
contrarias, sugieren que el análisis teórico de los
problemas macroeconómicos y microeconómicos ten­
drá un alcance más general e internacional. La in-
ternacionalización de la economía significa interna-
cionalización de la teoría y la política económicas
que traten de explicar y controlar ese mundo.
Tercero, la ciencia económica del futuro hará
sin duda mayor hincapié en la economía política
—el análisis del poder económico, sus fuentes, lí­
mites y usos. Las relaciones existentes entre la gran
empresa, el gran sindicato y el gran gobierno, in­
volucran la adquisición y el uso del poder econó­
mico en la lucha por ventajas y ganancias. Gran
parte del resultado de esta lucha depende de cuá­
les grupos puedan usar su fuerza económica para
ganar y conservar el poder político: “dinero para
obtener el poder, poder para proteger el dinero”
es de nuevo un tema central, gracias a la natura­
leza cambiante 'de la economía misma. Estos as­
pectos de la economía política incluyen también
el antiguo conflicto entre ricos y pobres, dentro
de la estructura de las clases sociales y en la eco­
nomía internacional. Los economistas tendrán que
ocuparse otra vez de las relaciones entre el conflicto
(el regreso a Marx) y la armonía (Adam Smith),
en un marco de ideas e instituciones cambiantes
(Veblen y G albraith).
Por último es probable que la teoría económica
del futuro deba alejarse de la certeza y la determi­
nación y aceptar un mundo caracterizado por la
duda y el azar. La primera etapa de la aplicación
de la lógica matemática al análisis económico está
LA CRISIS CONTEMPORÁNEA 337
terminando. En esa etapa se contemplaba un mun­
do de relaciones estables dentro de límites cono­
cidos, como la visión del mundo de la antigua fí­
sica newtoniana, donde surgía de las fuerzas na­
turales un equilibrio determinado. Pero la física
moderna y gran parte de la filosofía del siglo xx
han virado hacia una visión del mundo sin límites
claros y donde el azar y la incertidumbre son ele­
mentos básicos. En ciertos sentidos, la ciencia eco­
nómica está aceptando también esa visión. Además,
es posible que la creencia en el progreso social
por conducto de la razón haya sido una de las
víctimas del siglo xx. Resulta difícil sostener esa
filosofía frente a una serie de guerras destructo­
ras, de la depresión y la inflación, los campos de
exterminio, las hambrunas, y otros horrores seme­
jantes. Una teoría económica como la síntesis pos­
keynesiana, según la cual la acción individual y la
política pública racionales pueden conducir por
siempre arriba y adelante, debe resultar sin duda
tan difícil de aceptar por un Cándido * moderno
como resultaba difícil para un Cándido de otras
épocas aceptar la idea de que “todo es para bien,
en éste, el mejor de todos los mundos posibles”.
Las antiguas certidumbres y seguridades se han ido,
y el desarrollo de la ciencia económica reflejará
estos cambios de perspectivas, basados ellos mismos
en los acontecimientos del mundo moderno. -

* Personaje de la novela del mismo nombre, de Vol-


taire (Ed.).

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