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¿Cómo afecta la falta de valores el desempeño laboral del Trabajador Social?

Los valores éticos y morales constituyen pilares sobre los que se debe sustentar la labor de
cualquier profesional, permitiendo que éste pueda construir una carrera referenciada en su
buen accionar y los valores bajo los que ejerce su profesión.

Hoy día, el mundo globalizado muestra una sociedad que enfrenta muchos y complejos
cambios y con ellos situaciones de violencia e inequidad que contrastan con la teoría cada vez
más avanzada sobre la dignidad humana, los derechos humanos, el desarrollo sostenible,
entre otros temas. Esto obliga a las y los Trabajadores Sociales a pensar en lo que podría ser
una sociedad distinta, realmente más humana y garante de la dignidad y derechos de los
seres humanos, teniendo en cuenta sus condiciones de género, edad y situaciones específicas.
Dentro de este reto para el profesional son preguntas imprescindibles: ¿qué valores y
principios deberían orientar esos cambios? Y ¿cómo formar valores? Preguntas que podrían
convertirse en un complejo si no se tienen claros los estatutos bajo los que se rige nuestra
profesión.

El código de Ética de Trabajo Social, establece que el proceso de formación integral para un
profesional incluye la ética, que tiene como uno de los componentes fundamentales el
estudio de las acciones que guían su desempeño. La profesión al ser reglamentada, orienta al
cumplimiento de unos valores políticos y sociales; presenta compromiso con el Desarrollo
Humano Sostenible bajo principios de justicia, respeto, solidaridad, libertad, honestidad,
integralidad, corresponsabilidad, transparencia, y confidencialidad.

El ejercicio de dichos valores y principios se desarrolla en espacios relacionales, donde el


Trabajador Social debe mostrar que tiene la capacidad comunicativa para transmitir su saber,
aceptando, proponiendo y apoyando consensos en la búsqueda de mejores condiciones de
vida para los grupos en los cuales ejerce su accionar.

En los campos de intervención del Trabajo Social siempre debe existir la promoción de una
cultura ética y de responsabilidad social, donde la formación de la conciencia y sensibilidad
éticas sean aportes individuales y colectivos que busquen la construcción de un destino
humano común. En este sentido el Trabajador Social se desempeña como gestor de proyectos
de socialización y resocialización, de identificación y promoción de valores, apoyando la
construcción de patrones culturales y de comportamientos éticos en los sujetos sociales.

La objetividad debe jugar un papel fundamental dentro de este proceso, ya que la ejecución
de las acciones como profesional en el área laboral serán juzgados de acuerdo a los patrones
éticos y morales que la sociedad ha establecido como correctos, es por eso que aunque la
subjetividad sea una parte importante dentro de la teoría de nuestra profesión, nuestro
accionar no debe estar fundamentado en la percepción personal que tenemos de las
situaciones, sin embargo es importante resaltar que los valores que tenemos como personas
son un determinante a la hora de tomar decisiones y llevar a cabo acciones profesionales,
porque son ellos los que nos definen, complementan y fortalecen nuestra parte profesional.

Los cambios sociales acaecidos en el último cuarto de siglo son tan radicales que se puede
hablar de una transformación social y cultural. Esto implica siempre un reflejo en el sistema de
valores, y la pérdida de valores, por cualquier causa, termina en la insensibilidad, en la falta de
respeto, en la ausencia de honestidad, y en la falta de justicia.

Nuestra sociedad actual se caracteriza por una ausencia de valores. La mentira, el miedo, la
corrupción, la violencia y el robo, son la realidad cotidiana. Los anti-valores han invadido
todos los sectores: familiar, social, político, económico, cultural, religioso, laboral, entre otros.
Estas características generan confusión, desorientación y conductas nocivas e incluso
patológicas en los seres humanos. El sentimiento de vergüenza, honor y culpa, ha
desaparecido.

Ahora bien, en el ámbito laboral ha surgido un fenómeno que ha incidido de manera


significativa en el quehacer de los profesionales, y es el afán de cumplir con los
requerimientos establecidos por las organizaciones a las que prestamos nuestros servicios.
Dicho fenómeno ha traído como implicación el pasar por alto cosas o situaciones importantes
dentro de las funciones que ejercemos en las organizaciones; entre ellas el realizar nuestra
labor teniendo en cuenta los parámetros éticos y morales que debemos portar y es ahí
donde nos olvidamos de lo que somos tanto profesional como personalmente; entramos en
el juego de la inmediatez y empezamos a cumplir con las metas establecidas a nivel
organizacional sin importarnos mucho el deber ser, reducimos tiempo, costos y esfuerzos, y
al notar que nos salen bien las cosas seguimos por esa línea, olvidando que esto genera un
déficit en los resultados que esperamos obtener en nuestros procesos de intervención.

Estamos convirtiendo nuestra labor profesional en una cuestión de unos por otros, unas cosas
por otras y perdemos el sentido y el objetivo de la profesión; el hacer las cosas por hacerlas
sienta un precedente que no sólo nos afecta a quiénes olvidamos los valores bajo los cuáles
se rige el Trabajo Social, sino que también afecta al colectivo de Trabajadores y Trabajadoras
Sociales, dejando a los profesionales como iguales; las organizaciones dejan de llamar al
profesional por su nombre natural, deja de ser X o Y para ser el trabajador social que faltó a
su compromiso tanto con la profesión como con la organización. Lo que hace que se cree un
estigma en todos los profesionales.
Resulta importante entonces que desde la formación profesional se establezca la importancia
de tener en cuenta los valores para ejercer nuestra profesión. Educar con el ejemplo es la
mejor manera de que haya resultados sólidos; una base sólida de conocimientos, otorga al
profesional la certeza de sus actuaciones, sin embargo, no lo es todo, requiere contar con la
madurez suficiente para combinar sus habilidades y capacidades con un conjunto de valores
morales.

Un profesionista completo es aquel que desarrolla sus actividades diarias, sin olvidar la
prudencia, autogobierno, fortaleza y justicia; prudencia al ser auténtico, capaz de dar
prioridad a los aspectos importantes de la vida, dejando a un lado lo superfluo; autogobierno
para realizar su tarea diaria mostrando empatía hacia los demás, contar con la estudiosidad
necesaria sin dejar de ser humilde y generoso; mostrar fortaleza al ser leal, responsable, tener
la paciencia y resistencia al trabajo sin olvidar el entusiasmo; por último ser justo, manifestar
respeto por el mismo, sus semejantes y su entorno.

Como profesionales que somos, no debemos olvidar los valores morales en nuestro diario
actuar, éstos forman parte de uno mismo, es imposible pensar que ignorándolos
obtendremos éxito en nuestra profesión, por el contrario el éxito radica en lograr nuestras
aspiraciones profesionales y personales, aferrándonos a nuestros valores morales.

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