Sunteți pe pagina 1din 11

6.

El Canto Congregacional (I) / Página 1 de 11

Serie: La Adoración y la Alabanza a Dios en el Culto Público


7 de Enero, 2007
Por Sugel Michelén

EL CANTO CONGREGACIONAL (I)

Introducción:

Una de las cosas que hacemos cada domingo como parte de nuestra adoración
corporativa, es cantar y [danzar]. Esa es una práctica que es común a casi todas las
iglesias de Cristo alrededor del mundo.

A no ser en aquellos lugares donde el cristianismo está prohibido, y donde los


creyentes deben reunirse en secreto, casi todas las iglesias cristianas del mundo
tienen esa práctica en común: la alabanza a Dios expresada a través del canto.

Pero ¿por qué cantamos en nuestros cultos de adoración? ¿Lo hacemos por una
mera costumbre eclesiástica o porque tenemos garantía explícita en las Escrituras
de que Dios quiere que Su pueblo le cante alabanzas como parte de su adoración
corporativa?

Y ¿qué lugar debe ocupar este aspecto del culto en relación con otros aspectos,
tales como la predicación, la lectura de las Escrituras, la oración? ¿Es el canto un
aspecto sin importancia en el culto, algo así como una especie de relleno en lo que
esperamos la predicación de la Palabra, o posee por el contrario una importancia
capital mayor que la predicación misma?

Por otra parte, ¿cuál es el propósito que debemos tratar de alcanzar con
nuestros himnos en la adoración? ¿Qué características deben tener los himnos que
cantamos con miras a alcanzar ese propósito? ¿Cómo podemos distinguir entre un
himno apropiado para la adoración a Dios y uno que no lo es?

Y lo que es todavía más complejo y controversial, ¿cuál es el estilo musical


que debemos emplear en los cultos de adoración? ¿Cómo debe ser la música que
acompañe los himnos que usamos en el canto congregacional?

¿Es la música en sí misma un asunto neutral que debe ser determinado por la
preferencia de cada uno, o por la cultura a nuestro alrededor, o nos ha dejado Dios
en Su Palabra algunas enseñanzas y principios que nos sirvan de guía?
6. El Canto Congregacional (I) / Página 2 de 11

¿Y qué de los instrumentos musicales que se deben emplear como


acompañamiento en el culto de adoración? Tomando en cuenta que muchos de los
instrumentos que hoy usamos ni siquiera existían en los tiempos bíblicos, ¿cómo
discriminamos entre un instrumento y otro para su uso en la iglesia?

¿O debemos llegar a la conclusión de que todos los instrumentos musicales son


apropiados para la alabanza a Dios en el culto público?

Esos son algunos de los temas que vamos a abordar a partir de ahora en la serie
de sermones que iniciamos hace unas semanas atrás, y que fue interrumpida por
razones providenciales a finales de Noviembre, sobre la adoración y la alabanza a
Dios en el culto público.

Y es mi oración que el Señor nos conceda como iglesia un espíritu como el de


los bereanos al escuchar estas cosas, porque algunos de los temas que vamos a
estar considerando son, hoy por hoy, motivo de mucha controversia en el pueblo de
Dios.

Dice la Escritura, en Hch. 17:11, que los judíos de Berea eran más nobles que
los de Tesalónica, porque en vez de reaccionar airados al escuchar la predicación
de Pablo, más bien “escudriñaban cada día las Escrituras para ver si estas
cosas eran así”. Su apego a las Escrituras les permitió vencer todos sus prejuicios
religiosos, y recibir la verdad revelada de Dios con un corazón abierto.

Quiera el Señor concedernos esa misma disposición de espíritu, de tal manera


que podamos elevarnos por encima de nuestras preferencias, por encima de la
cultura evangélica a nuestro alrededor, y afianzar nuestras convicciones en la
infalible, inerrante y todo suficiente Palabra de Dios.

Alguien dijo una vez que ser bíblico es hablar donde la Biblia habla y callar
donde la Biblia calla. Y nosotros, como pastores, debemos asegurarnos de que no
nos estamos extralimitando en nuestro ministerio de enseñanza, imponiendo
nuestras opiniones personales por encima de las Sagradas Escrituras.

Pero al mismo tiempo debemos asegurarnos de que no nos estamos quedando


cortos al traspasar ese estándar, de manera que podamos decir como el apóstol
Pablo en Hch. 20:27, que no hemos rehuido anunciar “todo el consejo de Dios”.
6. El Canto Congregacional (I) / Página 3 de 11

Y como espero poder demostrar a partir de ahora, en ese consejo divino


revelado en las Sagradas Escrituras, encontramos mucha información acerca del
tipo de alabanza que debemos tributar a Dios, como creyentes y como iglesia, y
aún acerca de la forma como esa alabanza debe ser presentada.

En la tarde de hoy comenzaremos a responder tres preguntas básicas acerca del


uso del canto en el culto de adoración: En primer lugar, ¿por qué cantamos?
¿Cuál es la razón de esa práctica en la iglesia? En segundo lugar, ¿para qué
cantamos? ¿Para alcanzar qué propósito? Y finalmente, ¿cuál es el tipo de himnos
que debemos cantar y [danzar] en nuestros cultos de adoración? ¿Qué
características indispensables deben tener?

Por causa del tiempo, en esta ocasión nos limitaremos a la primera pregunta,
dejando las otras dos para el próximo domingo, si el Señor lo permite. Veamos,
entonces, en primer lugar…

I. ¿POR QUE CANTAMOS?

¿Cuál es la razón de esa práctica en la iglesia? Puede ser que algunos se


extrañen al escuchar esta pregunta. Estamos tan acostumbrados a cantar y
[danzar] en nuestros cultos, que es posible que algunos nunca se hayan
preguntado ¿por qué? ¿Cantamos por tradición, o por preferencia – porque nos
gusta cantar y [danzar] – o lo hacemos por obediencia a la voluntad explícita de
Dios revelada en Su Palabra?

Si hay algo obvio en las Escrituras es que Dios quiere que Su pueblo redimido
le cante. En las Sagradas Escrituras el Espíritu Santo nos invita una y otra vez a
que expresemos nuestras alabanzas a Dios, cantando (Sal. 9:11; 30:4; 32:11;
33:1-3; 35:27).

Y así pudiéramos continuar citando texto tras texto, no solo en el libro de los
Salmos, sino también en el resto de las Escrituras, donde el pueblo de Dios es
exhortado a expresar sus alabanzas a través del canto.

Dice en Is. 12:5-6: “Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas


magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh
moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.
6. El Canto Congregacional (I) / Página 4 de 11

Y más adelante, en el cap. 42, vers. 10: “Cantad a Jehová un nuevo cántico,
su alabanza desde el fin de la tierra; los que descendéis al mar, y cuanto
hay en él, las costas y los moradores de ellas. Alcen la voz el desierto y sus
ciudades, las aldeas donde habita Cedar; canten los moradores de Sela, y
desde la cumbre de los montes den voces de júbilo. Den gloria a Jehová, y
anuncien sus loores en las costas”.

Y cuando llegamos al NT, vemos que Dios espera lo mismo de Su pueblo en el


nuevo pacto. En 1Cor. 14:15, hablando de los dones espirituales, dice Pablo:
“Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi
entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero
oraré también con el entendimiento; cantar y [danzar]é con el espíritu,
pero cantar y [danzar]é también con el entendimiento”.

Así como Pablo presupone que en el culto de adoración se ora, así también
presupone que en el culto de adoración se canta.

Otro pasaje muy relevante del NT en cuanto al lugar que debe ocupar el canto
en la vida del creyente, como individuo y como parte de un cuerpo, es Ef. 5:18-
19. Pablo presenta el canto allí como una manifestación visible de la llenura del
Espíritu Santo.

“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed
llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y
cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros
corazones”.

Pablo hace un contraste aquí entre la embriaguez y la llenura del Espíritu. Un


hombre embriagado es un hombre controlado por el alcohol. Por eso se
comporta y actúa de cierto modo.

Pues en una manera similar, el hombre lleno del Espíritu es guiado y


controlado por el Espíritu de Dios. Su mente, sus emociones, su voluntad
evidencian un control cada vez mayor del Espíritu Santo.

Aunque debo aclarar que la similitud es limitada, porque un hombre


embriagado no tiene control de sí mismo, mientras que una de las
características del fruto del Espíritu es precisamente el dominio propio.
Mientras más llenura, más control, no menos.
6. El Canto Congregacional (I) / Página 5 de 11

Ahora bien, ¿cómo podemos ser llenos del Espíritu Santo? Una vez más,
miremos la comparación del texto. “No os embriaguéis con vino… antes bien
sed llenos del Espíritu”. Para embriagarse con vino hay que tomar mucho
vino; puede que una o dos copas no sean suficientes para que un adulto se
embriague, pero el que toma mucho vino, terminará embriagándose de vino.

Ahora, obviamente, también el contraste aquí tiene sus limitaciones, porque el


Espíritu Santo es una Persona, no una sustancia. Pero si comparamos este texto
con el pasaje paralelo en Col. 3:16, veremos que la llenura del Espíritu en
cierto modo ocurre en una forma similar a la embriaguez.

Pablo dice en Col. 3:16, un texto paralelo al de Ef. 5: “La Palabra de Cristo
more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros
en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con
salmos e himnos y cánticos espirituales”.

Las mismas manifestaciones visibles que Pablo menciona en Ef. 5 asociadas


con la llenura del Espíritu, son las que menciona en Col. 3:16 asociadas con la
llenura de la Palabra.

En la misma medida en que leamos y meditemos en las Sagradas Escrituras


inspiradas por el Espíritu de Dios, en la misma medida en que esa Palabra
inspirada permee nuestro proceso de pensamiento, en esa misma medida
seremos controlados por el Espíritu, guiados por el Espíritu.

Y en la medida en que seamos controlados y guiados por el Espíritu, algunas


cosas sucederán en nuestras vidas que evidenciarán ese control. “No os
embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del
Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”.

“De la abundancia del corazón habla la boca”. ¿De qué hablará un hombre
lleno de la Palabra de Dios? De la Palabra de Dios. Y no me refiero al hecho de
que un hombre lleno del Espíritu será una especie de máquina repetidora de
versículos bíblicos. No. El punto es que el lenguaje de este hombre, y las ideas
que expresa, tendrán un aroma y un sabor distintivamente bíblico.
6. El Canto Congregacional (I) / Página 6 de 11

Así como el agua que pasa a través del polvo del café en la cafetera, huele a
café y sabe a café, así también el hombre lleno de la Palabra de Cristo, en una
forma muy natural manifestará ese grato olor de Cristo y Su Palabra por donde
quiera que vaya.

Ahora, noten algo importante aquí. Pablo no se limita a decir que los hombres
y mujeres que están llenos del Espíritu, se edifican unos a otros, sino también
que lo hacen de una manera específica: “… hablando entre vosotros con
salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor
en vuestros corazones”.

Y lo mismo vemos en el texto de Col. 3:16: “La Palabra de Cristo more en


abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda
sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos
e himnos y cánticos espirituales”.

Eso no quiere decir que los creyentes hablan cantando. En otros textos de las
Escrituras se nos exhorta a edificarnos unos a otros, amonestarnos y alentarnos
unos a otros en nuestras conversaciones ordinarias.

Pero tanto en Ef. 5:19 como en Col. 3:16, Pablo menciona el canto como una
forma particular en que los creyentes llenos del Espíritu, alaban a Dios y se
edifican unos a otros. Y nos preguntamos ¿por qué? ¿Por qué el Espíritu nos
impulsa a cantar y [danzar]? ¿Qué características tiene el canto, la letra
expresada musicalmente, como vehículo de expresión que lo distingue del
hablar ordinario?

En otro de los temas que estaremos considerando más adelante, hablaremos


más ampliamente del efecto de la música en el alma humana. Baste resaltar por
el momento un aspecto que a menudo pasamos por alto, y es el hecho de que la
música es un invento de Dios, no del hombre.

Todo lo que el hombre ha hecho es descubrir los patrones musicales creados


por Dios y reproducirlos a través de la voz humana o a través de instrumentos
musicales. Pero la música es de origen divino.

Y a juzgar por el lugar tan prominente que Dios le ha dado a la música, tanto
en Su creación, la revelación general, como en Su Palabra, la revelación
especial, tal parece que tenemos razones suficientes para suponer que Dios ama
la música.
6. El Canto Congregacional (I) / Página 7 de 11

El no solo llenó Su creación de ella, sino que dio al hombre una capacidad
sorprendente de producir música y de crear música. De hecho, la voz humana
sigue siendo el instrumento musical más versátil que existe.

Alguien dijo al respecto “que Dios ha organizado maravillosamente la voz


humana hasta el punto que, en la garganta y los pulmones hay catorce
músculos directos que pueden emitir hasta dieciséis mil sonidos diferentes, y
además hay otros treinta indirectos, los cuales se ha calculado que pueden
emitir más de ciento setenta y tres millones de sonidos” (cit. por E. B. Gentile;
Adora a Dios; pg. 211-212).

Dios te dio la capacidad de cantar y [danzar], porque Él quiere que le alabemos


cantando. El se deleita cuando Su pueblo le canta. Pero no meramente por un
deleite estético, sino porque en ese canto reflejamos Su imagen en nosotros,
proclamamos Su gloria y nos relacionamos con El en una dimensión más plena
de amor y comunión íntima. Permítanme explicar esto más detenidamente.

Esa tendencia que el hombre tiene a expresar sus emociones a través del canto,
no es más que un reflejo de la imagen y semejanza de Dios en nosotros.
Nuestro Dios no solo creó la música, sino que El se revela a Sí mismo en Su
Palabra como un Ser que expresa sus emociones, cantando.

Dice en Sof. 3:17: “Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se


gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con
cánticos”. La VDLA dice en la última línea: “… se regocijará por ti con
cantos de júbilo”.

Nuestro Dios canta, y nosotros, como criaturas creadas a Su imagen, y más


aún, como hombres y mujeres redimidos para la alabanza de la gloria de Su
gracia, como dice Pablo en Ef. 1, y para disfrutar con El una comunión
deleitosa, debemos dar expresión a nuestros sentimientos religiosos a través del
canto.

Dios pide de nosotros que le amemos con todo nuestro corazón, con toda
nuestra alma y con todas nuestras fuerzas; es decir, con todas nuestras
facultades como hombres. Y el canto es un vehículo a través del cual podemos
manifestar una dimensión de ese amor y confianza en Dios, que difícilmente
puede ser expresado con la misma intensidad a través de la prosa.
6. El Canto Congregacional (I) / Página 8 de 11

Como alguien ha dicho: “La razón por la que nosotros cantamos es porque
existen profundidades y alturas e intensidades y tipos de emoción que no
podrían ser expresadas satisfactoriamente por la prosa, o aún por la lectura
poética. Existen realidades que demandan movernos de la prosa a la poesía, y
algunas demandan que la poesía sea llevada más lejos y convertida en canción”
(J. Piper; Dic. 28, 1997).

Con esto en mente, volvamos una vez más al tema de la llenura del Espíritu.
¿Cuál es la obra que hace el Espíritu de Dios en nuestros corazones para
traernos eficazmente a Cristo en arrepentimiento y fe? Iluminar nuestro
entendimiento para comprender en una forma salvadora las grandes verdades
del evangelio y transformar nuestros corazones para responder
apropiadamente.

No se trata de un mero entendimiento intelectual del contenido de ciertas


doctrinas, sino de una certeza inconmovible en la realidad de lo que esas
doctrinas enseñan.

Nosotros sabemos que el Dios que hizo los cielos y la tierra, nos escogió desde
antes de la fundación del mundo para hacernos partícipes de la salvación que es
en Cristo Jesús. Nosotros sabemos que en El todos nuestros pecados fueron
perdonados y que por Su pura gracia se nos ha concedido el don de la vida
eterna.

Nosotros sabemos que nuestro Dios es un Dios fiel, inmutable, todopoderoso,


perfecto en justicia, en amor y en santidad, y que ese Dios ha hecho un pacto
con Su pueblo de no volverse atrás de hacernos bien.

Nosotros sabemos que fuimos librados de la condenación del infierno y que


tenemos en Cristo una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible,
reservada en los cielos para nosotros.

El Espíritu Santo no solo nos ha hecho entender estas verdades, sino que
también las hace reales en nuestra mente, en nuestros afectos y en nuestra
voluntad. Y eso es lo que hace que el creyente lleno del Espíritu, cante.

Ningún ser humano en este mundo tiene más razones objetivas para cantar y
[danzar] que el hijo de Dios, porque nadie ha sido hecho partícipe de realidades
más gloriosas, realidades que difícilmente podrán ser expresadas en toda su
dimensión únicamente a través de nuestro hablar.
6. El Canto Congregacional (I) / Página 9 de 11

¿Saben por qué Dios se deleita cuando Sus hijos le alaban cantando? Porque
ese canto es una manifestación tangible de esa obra del Espíritu en nuestro ser
interior, implantando en nosotros aquellas verdades que El quiere que nosotros
conozcamos y creamos.

El canto del creyente es una respuesta de fe a la revelación divina. Es por eso


que el cristiano puede cantar y [danzar] alabanzas, aún cuando se encuentra en
medio de situaciones difíciles. Cuando Pablo y Silas fueron golpeados y
encarcelados en Filipos, dice en Hch. 16:25 que “a medianoche, orando
Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios”.

Por más terribles que sean nuestras circunstancias, Dios sigue sentado en Su
trono, Él sigue siendo sabio, bueno, misericordioso, amante y fiel. Y cuando un
creyente eleva su voz en alabanza, independientemente de las dificultades que
tenga a su alrededor, está proclamando su confianza inquebrantable en el Dios
de su salvación.

Entonces, ¿por qué cantamos? Porque Dios quiere que le cantemos, porque Él
se deleita en nuestro canto, a pesar de que Él conoce nuestras debilidades, y
sabe que muchas veces tenemos que luchar contra nosotros mismos para cantar
y [danzar] de corazón y no como un mero ejercicio de labios.

Hay una diferencia abismal entre el hipócrita que se conforma con su adoración
externa, y el creyente que está en el campo de batalla trayendo una y otra vez
sus pensamientos cautivos a la obediencia a Cristo.

Algún día todos los creyentes tributaremos a Dios una alabanza perfecta, pero
eso será cuando estemos en Su presencia, libres por completo de la actividad
del pecado en nuestras vidas. Mientras tanto, podemos y debemos seguir
trayendo nuestros sacrificios de alabanza, sabiendo que esos sacrificios
espirituales son aceptables a Dios por medio de Jesucristo, como dice en 1P.
2:4.

La sangre de Cristo que nos limpia de todo pecado, también purifica nuestras
alabanzas para que suban como olor fragante delante de Dios y sean un deleite
para Su corazón Paterno.
6. El Canto Congregacional (I) / Página 10 de 11

Recientemente estaba sentado en un culto de adoración, cuando me di cuenta


que la persona que estaba sentada a mi lado no estaba cantando; así que le
acerqué el himnario para que pudiera leer la letra, pero esta persona, que es
creyente, se excusó diciéndome que la razón por la que no cantaba, era porque
no sabía cantar y [danzar].

Como estábamos en medio del culto, no podía impartirle una extensa


enseñanza al respecto, pero rápidamente le dije que el Señor recibía sus
alabanzas por medio de Cristo, independientemente de su voz.

Pablo no dice en Ef. 5 que los creyentes llenos del Espíritu que tienen buena
voz, son los que deben alabar al Señor con Salmos, con himnos y cánticos
espirituales. Allí dice simplemente que una de las manifestaciones visibles del
control del Espíritu en nuestras vidas, es que cantemos alabanzas.

“Pastor, ¿y qué de Col. 3:16? Porque allí dice que debemos cantar y [danzar]
con gracia”. Si, pero eso no se refiere a la gracia que algunos tienen de cantar y
[danzar] bien. De lo que Pablo está hablando allí es de la operación de la gracia
de Dios en nuestros corazones. Todos los que han sido salvados por gracia, por
esa misma gracia ahora pueden cantar y [danzar] alabanzas a Dios.

Cantemos, entonces, hermanos, porque no hay que tener la voz de Plácido


Domingo para deleitar los oídos de Dios. Todo lo que se requiere es un corazón
creyente y una garganta dispuesta para dar a Dios la gloria debida a Su nombre.

Pero hay otra dimensión del canto que no debemos pasar por alto, y que
veremos mucho más brevemente porque lo vamos a ampliar el próximo
domingo, y es el beneficio que nosotros derivamos y producimos al cantar y
[danzar].

Noten una vez más el texto de Ef. 5:19: “No os embriaguéis con vino, en lo
cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre
vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y
alabando al Señor en vuestros corazones”.

¿A quién debemos dirigirnos al cantar y [danzar] cuando participamos del culto


de adoración, al Señor o a los demás miembros de la iglesia? Es que no se trata
de elegir entre dos públicos distintos. Pablo dice: “hablando entre vosotros…
cantando y alabando al Señor”.
6. El Canto Congregacional (I) / Página 11 de 11

Nuestros cantos congregacionales poseen una dimensión vertical y una


dimensión horizontal que actúan juntamente. Cuando nosotros cantamos al
Señor, nos enseñamos y exhortamos unos a otros, a la vez que fortalecemos la
unidad de la iglesia.

Como bien ha dicho alguien: “Cantar y [danzar] juntos el evangelio como


iglesia, forja una unidad alrededor de nuestras doctrinas y prácticas
distintivamente cristianas. Nuestros cantos congregacionales funcionan como
credos devocionales. Nos proveen un lenguaje y una oportunidad de alentarnos
mutuamente en la Palabra y llamarnos unos a otros a alabar a nuestro común
Salvador. Una de las funciones más importantes del canto congregacional es
que éste resalta la naturaleza corporativa de la iglesia y el ministerio mutuo que
nos edifica en unidad” (Mark Dever and Paul Alexander; The Deliberate
Church; pg. 116).

Pero, como dijimos hace un momento, eso lo ampliaremos, si el Señor lo


permite, la próxima semana. Por ahora solo quiero traer un último pensamiento
a modo de conclusión.

Estamos conscientes de que el tema del canto y la música en la iglesia se han


convertido en un verdadero campo de batalla en las últimas décadas. Y
nosotros debemos plantear claramente nuestra posición al respecto, a la luz de
las Escrituras. No podemos ni debemos obviar la controversia, porque hay
muchas cosas trascendentales en juego, como veremos más adelante.

Pero cuidémonos, no sea que nos concentremos tanto en la controversia que


cerremos nuestros labios y dejemos de dar a nuestro Dios la alabanza que le es
debida. Nuestro Dios es digno de ser alabado y exaltado.

Y Cristo derramó Su sangre en la cruz del calvario para que nosotros


pudiésemos ser redimidos de nuestros pecados y hecho libres para poder
cumplir el propósito de nuestra existencia: Glorificar a Dios y gozar de El por
siempre.

Alabemos a Dios y démosle gloria, porque El es digno de suprema alabanza.

S-ar putea să vă placă și