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¿Tiene sentido definirse hoy como marxista? Enrique Pampyn Martínez
1984
Índice
0. A MODO DE INTRODUCCIÓN O LAS EXPECTATIVAS CAMBIAN 3
Bibliografía 16
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Para el que escribe, habitante de Europa (?), y heredero de la nostálgica utopía de un
mundo sin conflictos, de una sociedad homogénea, en la cual el hombre se transforme
en fin para sí mismo, el hecho de que "si admitimos todo lo que antecede [y, en
principio, lo admite] debemos reconocer que la utopía ha saltado hecha pedazos",
supone "una profunda crisis del pensamiento progresista“ (Paramio, 1984, p. 45). Y es
profunda en la medida en que pone en cuestión el sentido mismo de la utopía. Pues,
como dice Paramio,
Es, en definitiva, una realización de valor que está dentro mismo del análisis marxiano
del modo de producción capitalista.
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De ahí que la pregunta que Paramio se hace —si tiene sentido definirse hoy como
marxista si tal definición supone “apostar por la superación revolucionaria del
capitalismo para llegar al socialismo, considerando a este proceso como algo inevitable
y científicamente demostrado por Marx” (Paramio, 1983, p. 144) me parece crucial. Y lo
es en la medida en que supone cuestionar un modelo de quehacer político que está
inmerso en una amplia tradición y, por lo tanto, se manifiesta como una tarea urgente.
Los argumentos son convincentes. Por un lado establece que el discurso científico d e
Marx es un discurso legitimador de una propuesta política y, por otro, señala cómo la
intervención política de Marx es ideológica en la medida en que hace de ella un
problema de doctrina.1 Marx, por tanto, crea un cuerpo doctrinal que se constituye en
“aglutinante ideológico y movilizador en un proyecto político socialista" (Paramio, 1982,
p. 144). El elemento que le da fundamento es su teoría científica de la sociedad y de la
historia, que establece de modo inevitable un final revolucionario para la sociedad
capitalista. Queda establecida, así, una dependencia de su política respecto de su
ciencia y, por tanto, sólo si su ciencia es correcta lo será su política. Como dice el
propio Marx,
"se trata de las leyes mismas, de las tendencias mismas que actúan y se
imponen con férrea necesidad. (...) Aunque una sociedad haya descubierto la
pista de la ley natural de su movimiento —y el objetivo de esta obra estriba en
revelar la ley económica del movimiento de la sociedad moderna— no puede
saltarse ni abolir por decreto las fases de su desarrollo“ (Marx, 1976, pp. 17-18)-
Por tanto, la política sólo tiene cabida en los estrechos márgenes de la ciencia, cuya
característica no es otra que la de ser la partera de la historia —tal como dice el propio
Marx en El capital— o, para decirlo con palabras de Colletti, los objetivos de la clase
1
(Paramio, 1983, p. 143) Paramio cita como ejemplo La crítica del programa de Gotha de Marx, dando al
término ideología un carácter peyorativo en la medida en que se convierte en un discurso que oscurece
la comprensión de lo real. (...) Marx tan sólo repara en la distancia que le separaba de su propio
esquema doctrinal“ (p.145). Se puede ver lo mismo en su trabajo (Paramio, 1982, pp. 139-140)
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obrera serían "los pasos que se van alcanzando en la acción y como efecto de las
leyes que rigen el devenir de la sociedad" (Colletti, s. f.-b, p. 157). Y es esta
caracterización del proceso histórico como regido por leyes naturales lo que sirve tanto
a Marx como a Engels para distanciarse y diferenciarse del socialismo utópico. A
diferencia de éste, la ciencia de la historia de Marx está libre de valores, n o se enfrenta
con la necesidad de un ideal, no atiende al deber ser sino al ser (Colletti, s. f.-b, p. 159).
Preso, pues, de una concepción sustancialista de la ciencia y de una teoría refleja del
conocimiento que establece un elemento fuerte (la materia) y un elemento derivado (lo
social), concepción que Marx traslada al análisis socio-histórico.
"encontrar los medios para realizar un fin presupuesto es, sin duda, una tarea
científica, ya que la relación entre causa y efecto, y el conocimiento de esta
relación es una función específica de la ciencia. Pero para hallar los medios para
la realización de un fin se debe antes determinar un fin concreto, y la
determinación de un fin (...) no es una función científica (...) al, basarse en un
juicio de valor(...) " (Colletti, s. f.-b; Kelsen, Citado por Colleti, p. 149).
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perspectiva, distinguir entre diacronía y sincronía en la teoría marxiana (Paramio, 1983,
p. 140) sólo puede tener un sentido analitico porque el aspecto sincrónico depende del
diacrónico o, al menos, el uno no puede darse sin el otro y viceversa.
Por tanto, al valorar al Marx ideólogo estamos valorando al Marx científico y es esto lo
que dicha distinción trata de eludir. La cuestión es si podemos separar ambos aspectos
—aun cuando sólo sea analiticamente— manteniendo una fidelidad a la voluntad d e
Marx.
En primer lugar, la refutación dada por la historia de las predicciones que se sitúan en
el centro del paradigma marxiano. La llegada de la revolución socialista, anunciada por
las leyes del desarrollo capitalista y que reflejan un trayecto histórico en una dirección;
la polarización de la sociedad en dos clases antagónicas y la intensificación de la
tensión entre ambas en el momento de la crisis revolucionaria, la pauperización
creciente del proletariado; un modelo de transformación socialista de la sociedad
industrial de Occidente, basado en la violencia revolucionaria, modelo que sólo parece
haberse realizado en aquellos países para los cuales, en ningún caso, podía darse;
etc...
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En segundo lugar, hay que situar la aparición, sobre todo en los países industrializados,
de nuevos sujetos políticos que generan problemas de ubicación dentro del esquema
clásico del marxismo. ¿Cómo interpretar en términos de la lucha de clases problemas
sociales como el feminismo, el racismo, el nacionalismo, etc...?.
Como apuntan Bowles y Gintis (Bowles y Gintis, s. f., p. 69) la explicación reductiva
consistiría en afirmar que, por ejemplo, la dominación del hombre sobre la mujer se
deriva de la explotación de clase en el sentido de extracción de tiempo de plustrabajo.
Sin embargo, "la dominación sexual puede no ser un sistema de explotación en la
medida en que no está necesariamente basada en la transferencia de tiempo de
plustrabajo al grupo dominante" (Bowles y Gintis, s. f., p. 93)2.
2
Los autores hacen una distinción conceptual entre explotación y dominación de tal manera que esta
última posee una prioridad conceptual frente a la primera en el sentido de que explotación s upone
dominación. Con ello la explotación de clase, entendida como transferencia de tiempo de plustrabajo
supone un sistema de dominación. Esta caracterización permite superar el reduccionismo económico y
entender los fenómenos sociales bajo la categoría más general de dominación política.
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No obstante, la crisis del marxismo, según Gouldner, no está determinada sólo por los
factores externos enumerados; es decir, no está sólo determinada por el desmentido
que la historia ha dado a sus predicciones, sino también (y yo interpretaría que más
fundamentalmente) por el "agudizamiento de una contradicción siempre inherente a él
(el marxismo)“ (Gouldner, 1983, p. 43). Gouldner subraya la existencia de una tensión
en la misma obra de Marx que caracteriza como una pugna entre dos elementos
—determinismo y voluntarismo— que "genera y reproduce repetidamente, al menos,
dos subsistemas de teoría elaborada a los que llamaré marxismo científico y marxismo
crítico“ (Gouldner, 1983, p. 27). Gouldner establece, pues, dos conceptos analiticos
—tal como él los entiende— que le permiten subsumir bajo ellos los diversos tipos de
marxismos3.
3
Gouldner nos advierte que tales conceptos son, en realidad tipos ideales y, por ello, no responden a
ningún marxismo concreto. Señala también que la adscripción a uno u otro concepto de un marxismo
determinado dependerá de la mayor o menor presencia de elementos de uno y de otros. (ver (Gouldner,
1983, p. 76)
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e ser herederos de
Por otra parte da cuenta de la reivindicación de los marxismos d
Marx en la medida en que en la obra de Marx aparece una contradicción nuclear, cada
uno de los dos marxismos puede y tiene el derecho de reivindicar a Marx como su
origen teórico.
Lo menos atractivo del análisis que Gouldner hace de la crisis del marxismo es su
insistencia en la fundamentalidad de la contradicción interna. Si bien, explícitamente,
no sostiene que sea el factor fundamental, puede deducirse sin grandes problemas de
su propio texto. Al establecer como estructura profunda de la ciencias sociales
burguesas l a tensión que afecta al marxismo entre voluntarismo y determinismo, está
implícitamente afirmando que tal estructura profunda está presente en la obra de Marx.
Aún más claro puede verse cuando trata las anomalías del marxismo y su divulgación.
De su texto se desprende que dichas anomalías quedan subsumidas y reprimidas
dentro de la parte de la analitica subteórica (Gouldner, 1983, p. 337). Todas las
anomalías que Gouldner señala contradicen el economicismo del paradigma original.
De esta forma coloca el origen teórico del marxismo crítico en los principios
subyacentes de la teoría, en la medida en que éstos expresan una mayor autonomía de
lo político y, por tanto, de lo superestructural, en detrimento de lo infraestructural
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Aquí Gouldner hace referencia, sobre todo, a El Dieciocho de brumario de Luis Bonaparte de Marx.
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(Gouldner, 1983, p. 347 y ss.)5. Sin embargo, el origen teórico del marxismo científico
es, para Gouldner, la teoría manifiesta.
Consecuentemente podríamos deducir que, según Gouldner, la crisis del marxismo era
inevitable y que los factores externos no han hecho otra cosa que iniciarla y agudizarla.
Pero lo que Gouldner parece no tener en cuenta es que la crisis del marxismo no es
otra cosa que la crisis de un modelo en el cual se articula tanto un análisis objetivo
ue se remite a un fundamento valorativo. Y que esta crisis
(científico) como una crítica q
tiene que ver, sin duda con el propio desarrollo histórico o, mejor, con el lugar que ha
ido ocupando el marxismo en el transcurso del tiempo. Probablemente no podamos
abstraer de la crisis la bancarrota de la utopía como el elemento en torno al cual ha de
darse el consenso objetivo. Esta bancarrota, por otro lado, no puede separarse,
tampoco del análisis objetivo, análisis que sirve de apoyo a una estrategia política en la
medida en que sitúa el centro del conflicto social en un punto determinado de la vida
social.
5
"Los revolucionarios marxistas que tuvieron éxito —Lenin, Mao y Castro— se caracterizaron todos por
su capacidad para sumergirse bajo el nivel teórico manifiesto del marxismo científico (...) y establecer un
contacto revitalizador con sus supuestos básicos subyacentes", (Gouldner, 1983, p. 348)
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También se puede ver el trabajo de Mouffe en (Mouffe, s. f., p. 115)
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Ahora bien, el problema surge cuando al evaluar la obra marxiana nos enfrentamos
inevitablemente con el marxismo como ideología política. En este caso, la experiencia
histórica muestra la inoperancia y, lo que es más grave, lo nocivo de la misma
(Paramio, 1984, p. 44). En tanto que la teoría de la revolución marxista implica un
sujeto revolucionario determinado apriorísticamente p or su posición o lugar dentro del
proceso de producción y reproducción material de la sociedad —único lugar donde se
genera el conflicto— la eliminación de este (del sistema de propiedad) tiene como
efecto la desaparición del conflicto y, por tanto, la desaparición de los intereses
divergentes de los grupos sociales. El resultado es la sociedad homogénea donde el
interés de cada uno es el interés general. Esta visión no es otra cosa que la expresión
de un maniqueísmo en la medida en que descubre científicamente lo malo, mientras
que lo bueno surgirá de la negación de lo. malo. Pero, además este maniqueísmo
productivista conlleva una mistificación del proceso histórico-social que esconde la
complejidad social y, como dice Paramio, "el carácter descentrado del conflicto”
(Paramio, 1984, p. 45).
Si, como dice Salvadori, "el marxismo original está disuelto" (Salvatori, 1984, p. 80) en
la medida en que el proceso histórico ha vaciado de contenido la teoría, la cuestión,
pienso, que debemos afrontar es si tiene sentido, hoy, el intento de reconstrucción
(utilizando el término habermasiano) del mismo. Y, si lo tiene, al menos como programa
de investigación dentro de las ciencias sociales, según lo propone Paramio, la pregunta
subsiguiente gira en torno a la posibilidad de una nueva articulación del análisis
científico con la crítica de la sociedad occidental, esto es, con una propuesta de un fin u
objetivo de la transformación social.
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Sin embargo, creo que una teoría que pretenda ir más allá de las reglas del juego
definidas por esta s ociedad y que ponga como fundamento la transitoriedad h istórica
de las sociedades; en fin, una teoría que apueste por la transformación social, ha de
nacer comprometida; es decir, ha de presentar una articulación de lo objetivo y lo
valorativo. Hacer, por tanto, una distinción entre el aspecto sincrónico y diacrónico,
distinción que permite disociar lo ideológico de lo científico, no puede, así, sin más, ser
fiel a la voluntad científica de Marx. De alguna manera, late el dilema —utilizando una
expresión que da título a un trabajo de Colletti— de "el marxismo: ¿ciencia o revolución
?" (Colletti, 1975a, p. 313). Ahora bien, tal dilema no existe o, si existe, ha de ser
resuelto.
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Tal como queda dicho en el proceso de trabajo está expresada una relación
sujeto-objeto, pero no entendida idealmente en el sentido de una relación de entes
autónomos —autonomía del sujeto respecto del objeto y viceversa—, ni como una
relación de entidades individuales. La relación, probablemente, habría que entenderla
—tomando en serio la afirmación de Marx de que el ser social determina la
conciencia— como productor social y producto social; relación dada dentro de una
totalidad: el ser social (Colletti, 1975b, p. 11).
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Esta anticipación que supone Marx como característica del trabajo humano es la que nos puede dar la
pista para interpretar no economicistamente el marxismo y dar un nuevo papel a la intervención humana.
En la medida en que la anticipación no es sólo anticipación individual, sino social, podemos ver en ella la
posibilidad del plan, de la acción política como un elemento que incide, no sólo de modo inesencial en la
organización social.
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Por tanto, el trabajo humano sólo es tal si es trabajo social. Esta afirmación incluye de
hecho y desde el principio las relaciones sociales y, por tanto, presupone el ser social
mismo. Así conceptualizado, podemos entender el proceso social —y el histórico—
como una producción y reproducción del ser social —bajo el concepto de organización
social concreta d el trabajo— y, a la vez, la contingencia h
istórica del mismo.
En el análisis marxiano del modo de producción capitalista hay, pues, una denuncia
expresada por los mismos conceptos económicos o técnicos. El Concepto de
explotación no es sólo un concepto técnico-económico que expresa una transferencia
de tiempo de plustrabajo'10, sino que también apunta la crítica del mismo en la medida
en que incluye la expropiación d el producto y, por tanto un sistema de propiedad que
exige del productor la alienación, la separación entre productor y producto.
De esta forma queda de manifiesto lo ajustado del análisis de Colletti al situar la teoría
del valor de Marx en el centro o núcleo de su análisis. Y lo es porque dota de sentido la
e la Economía política clásica. Esta, además, permite a Marx ir más allá de los
crítica d
economistas clásicos, cuyos análisis se habían centrado en la determinación de la
magnitud del valor de cambio, al preguntarse por qué el trabajo humano se presenta
como valor de cosas (Colletti, s. f.-a)11.
10
Por otro lado, hay que señalar que no es un concepto arbitrario, sino que tiene un fundamento en la
sociedad; es decir, lo real es el sustento del concepto, un dato.
11
“[...] la teoría del valor de Marx es su misma teoría del fetichismo [...]; por este elemento se diferencia,
de principio, de toda la economía política clásica” (p. 114)
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Bibliografía
Bowles, S., y Gintis, H. (s. f.). Sobre la reducción explotación / dominación de clase.
Zona Abierta, 28.
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