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ENTREVISTA

Carles Feixa: “Hoy las bandas


juveniles son mixtas, no
territoriales y de varias
nacionalidades”
 El catedrático de la UdL prevé desarrollar en la Pompeu Fabra su
beca europea de 2,2 millones de euros con intervenciones en Medellín,
Orán y Barcelona

Carles Feixa en la UdL. (Rosa Matas)


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ROSA MATAS, Lleida
19/05/2017 00:05 | Actualizado a 19/05/2017 13:25
Uno de los investigadores más rentables de la Universitat de
Lleida, Carles Feixa, catedrático de Antropología Social, está a
punto de dejar la universidad leridana por la Pompeu Fabra y llevarse a
Barcelona la beca Advanced Grant del Consejo Europeo de
Investigación. Se trata nada más y nada menos que de 2,4
millones para un proyecto de investigación de cinco años sobre
bandas juveniles a nivel internacional con propuestas de intervención
en ciudades como Medellín, Oran o Barcelona.
Distinguido por la Generalitat con el premio ICREA Acadèmia 2016, ha
conocido desde dentro las bandas juveniles, en las que en los últimos
años observa con especial atención la incorporación de chicas. Siempre
ha defendido que no se soluciona el conflicto solo con mano dura y
advierte que la dureza con la que se legisla este fenómeno no tiene
equivalente en ninguna otra dinámica social.
Ha obtenido una beca europea millonaria para investigar bandas
juveniles de medio mundo. ¿Qué busca exactamente?
Estudiaremos grupos juveniles en Europa, Norte de África y América.
Siempre se abordan las bandas desde el conflicto, el lado negativo.
Nosotros buscamos lo contrario: en lugar de ver lo que no ha funcionado
y ha llevado a jóvenes a la cárcel, mirar lo que sí ha funcionado y qué
métodos de resolución y mediación son más eficaces para estos grupos.

Una respuesta habitual, aunque con poca trayectoria, es la


reinserción a través de la música u otras disciplinas artísticas.
Buscamos espacios de salvación en los que el conflicto se convierta en
rivalidad casi deportiva. Estrategia no ya de salvación, sino de encontrar
un camino para buscarse la vida. Podemos encontrar formas de
empoderamiento mirando distintos elementos culturales, desde la
música –el rap, en particular– hasta el arte urbano de todo tipo –graffiti,
muralismo, espacio virtual, cine y video– y sobre todo lenguajes que
permitan involucrar a más de un grupo. Las bandas juveniles pueden ser
agentes activos de resolución de conflictos.

¿Qué quiere decir?


Mi experiencia de 30 años como investigador es que cuando la única
respuesta es policial, el problema no solo no se resuelve sino que se
convierte en endémico. El ejemplo es el caso de El Salvador, que no
afecta solo a las llamadas maras.
Las bandas juveniles pueden ser agentes activos de resolución de
conflictos”

Usted ha denunciado la excesiva mano dura en varios operativos


policiales en Catalunya y España.
El delito no puede quedar impune y los mismos miembros de las bandas
quieren que no quede impune. Lo que ocurre es hay un proceso de
penalización colectiva: se penaliza a todo el grupo y eso, de entrada, es
anticonstitucional. Si se penalizara a los partidos políticos españoles
como a las bandas juveniles, muchos estarían ilegalizados porque
algunos de sus miembros han cometido más delitos que las pandillas.
Además hay una presunción de culpabilidad, lo que es contrario al
código penal. Por ser miembro de una banda, de entrada eres culpable y
tienes que demostrar que eres inocente. Y a veces es imposible. Yo
conozco varios casos de personas que no eran culpables y han acabado
encerrados por pertenecer a una banda y por estar en un lugar
determinado en un cierto momento.

¿Cómo ha influido la crisis?


Ahora se están recuperando otras estrategias de intervención, que
vuelven a tener apoyo político. Nunca se abandonaron por completo,
pero durante la crisis se les retiró el apoyo políticamente y
judicialmente. Mossos d’Esquadra y policías locales saben que no es lo
mismo un mafioso que un joven, que meterlo en la cárcel no le salvará.
Hay que buscar intervenciones no policiales. Yo siempre lo comparo con
la tarea de un padre y una madre: si se aplica estrictamente la mano
dura, sería imposible educar a un adolescente.

Carles Feixa, a la derecha, con su compañero de departamento José


Sánchez García (Rosa Matas)
¿Más mano izquierda?
Mi hipótesis fundamental es que los jóvenes líderes de las bandas tienen
que ser agentes en cualquier proceso de intervención social. No se
puede imponer desde fuera: si se hace, el fracaso está asegurado. Hoy
los jóvenes de bandas tienen una doble o triple marginación: por ser
migrantes, por pertenecer a pandillas y por ser mujer en el caso de las
chicas. Hay un incremento de presencia femenina en estos grupos.

¿Cómo son las bandas en Catalunya y España?


Primero deberíamos definir qué es una banda. En el proyecto hay una
reformulación. La definición clásica es que es un grupo que se organiza
a través el conflicto en un espacio y con un nombre. Los espacios ahora
ya no son territoriales; los grupos ya no son masculinos sino mixtos; no
son de un único un país sino de diferentes nacionalidades y su
estructura ya no es tan compacta. Hay personas que se sienten
miembros de colectivos distintos, con facciones y subgrupos. Lobos
callejeros, Trinitarios, Black Panthers, Ñetas, Bloods, Latin Kings, Patos
locos son algunos de los nombres, en el mundo puede haber 300 porque
a veces surgen de procesos de imitación, de películas o de lo que
publican los medios de comunicación.

Entre todos los trabajos de intervención en los que ha


participado, ¿de cuál está más satisfecho?
La pacificación de Latin Kings y Ñetas con el Ayuntamiento de Barcelona
en 1987 tuvo efectos en Italia, en Génova y en Milan, donde los mismos
grupos iniciaron dinámicas parecidas. Y sobre todo en Ecuador: llegó
Rafael Correa y legalizó a los Latin Kings y a los Ñetas. No lo habría
hecho si Barcelona no hubiera comenzado. La televisión ecuatoriana
siguió en directo la rueda de prensa de Barcelona. No llegó a EE.UU.,
que hubiera sido lo máximo.

La pacificación de Latin Kings y Ñetas en Barcelona tuvo efectos en Italia


y Ecuador”

La globalización también se aplica a las bandas.


No son bandas locales: la información circula para bien y para mal.
Aprendamos de las redes de transferencia de dinero y armas y
pensemos en transferencia de culturas.

Trabaja en un libro sobre los jóvenes de Lleida en 2017, 30 años


después de ‘Los jóvenes de Lleida en los años 80’. ¿Ha
detectado muchas diferencias?
Lo hemos acabado esta semana y lo presentaremos en otoño. La
principal diferencia es que en la primera encuesta hablábamos de
jóvenes de 15 a 24 años y en la de 2017 de hasta 34 años. Eso significa
que entonces había poca gente que a los 25 años siguiera viviendo en
casa de los padres y ahora es distinto. Un dato del estudio es que solo
están emancipados un 30% de los jóvenes de entre 30 y 34 años. Y
muchos de la franja superior siguen viviendo con sus padres. Esto
cambia el ciclo vital. Otra diferencia clave es que antes las relaciones de
amistad se hacían cara a cara, en la calle o en la zona de los vinos,
mientras que ahora se hacen por redes sociales. Un tercer cambio es
que los 80 fueron la era del desencanto político y hoy después del 15M
hay un interés no de política partidaria sino de participación en
colectivos. El cuarto es la precariedad laboral actual frente a la
perspectiva de mejora que había en los 80.

Carles Feixa con su equipo de investigación. (UdL)


¿Aborda también los movimientos migratorios?
En junio presentamos el libro Emigración juvenil, nuevos movimientos
sociales y redes digitales, un proyecto RecerCaixa sobre los jóvenes que
emigran al extranjero. No son los emigrantes de hace un siglo que se
iban y no volvían. Ahora se conectan vía Skype con sus amigos y
familiares, no se desvinculan de la realidad social y política. Al revés de
los de antes, que enviaban dinero, estos jóvenes necesitan ayuda de sus
padres. Este movimiento tiene una consecuencia negativa, la pérdida de
talento: reinventarnos como país será complicado.
Usted también se va de la UdL a la Pompeu Fabra. En Facebook
hay algún mensaje lamentándolo.
Me hubiera gustado terminar este proyecto en Lleida, pero no será
posible. La Pompeu Fabra tiene líneas de investigación que facilitan las
cosas, no es definitivo pero me presentaré a un concurso de méritos. La
movilidad es complicada en la universidad española.

¿La UdL no le ha hecho ninguna contraoferta?


Para nada. Mi marcha no está confirmada, lo será si apruebo el concurso
de méritos. Y el proyecto se lo lleva la universidad de destino porque me
lo han concedido directamente a mí. En los últimos años el grupo que
lidero ha conseguido siete proyectos competitivos, pero mi marcha no
significa que no siga colaborando con mi equipo desde otra universidad.

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