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ESENCIALES

DEL
NUEVO
NACIMIENTO
DAVID K. BERNARD

Traducción por Kelly Nix


Asistencia editorial por Neil Stegall

1
Esenciales del Nuevo
Nacimiento
por David K. Bernard
©1991 David K. Bernard

Reprint History: 1993, 1998

ISBN 0-932581-94-3

Diseño gráfico por Tim Agnew

Si no son identificadas de otra manera, todas las


escrituras citadas en este libro son de la versión
Reina Valera, 1960.

Todos los derechos reservados. Ninguna porción de


esta publicación puede ser reproducida, guardada en
un sistema electrónico, o transmitida en cualquier
forma o por cualquier modo, electrónico, mecánico,
por fotocopia, por grabación, o de otra forma, sin el
permiso previo de David K. Bernard. Se puede citar
brevemente en revistas literarias.

Impreso en E.E.U.U.A.A.

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CONTENIDO

Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .5
1. La Necesidad Universal de la Salvación . . .9
2. La Salvación es Solamente por Gracia
Mediante la Fe en Jesús . . . . . . . . . . . . . . . .9
3. La Fe Salvadora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11
4. El Evangelio y el Nuevo Nacimiento . . . . .14
5. El Arrepentimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . .16
6. El Bautismo en Agua . . . . . . . . . . . . . . . . .18
7. El Bautismo del Espíritu Santo . . . . . . . . .22
8. Estudios de Casos Bíblicos . . . . . . . . . . . .24
9. Un Plan de la Salvación . . . . . . . . . . . . . . .28
10. El Nuevo Nacimiento es un Total . . . . . . . .29
11. Cuatro Aspectos de la Salvación . . . . . . . . .30
12. Perspectivas Históricas . . . . . . . . . . . . . . . .33
13. El Exclusivismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40
14. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .45
Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .47

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4
PREFACIO
Este folleto creció de un discurso presentado a
la Junta de Presbíteros Generales de la Iglesia Pen-
tecostal Unida Internacional en Enero de 1987 en
Hazelwood, Missouri, solicitado por la Junta
Ejecutiva. En sustancia, el mismo mensaje fue entre-
gado en la Conferencia Districtal de Louisiana en
Marzo de 1987. El propósito de la presentación era de
resumir la enseñanza bíblica sobre la Salvación del
Nuevo Testamento.
Esenciales del Nuevo Nacimiento ha retenido
este propósito original, a la vez añadiendo informa-
ción bíblica e histórica adicional. Se espera que este
folleto tendrá una función doble: (1) una referencia
concisa para el estudio personal y para ayudar en el
testificar sobre el tema del Nuevo Nacimiento y (2)
una introducción condensada pero completa a la
experiencia apostólica de la salvación para los que no
la han recibido. Es diseñado particularmente para
demostrar al creyente sincero de la Biblia la impor-
tancia del arrepentimiento, el bautismo en agua en el
nombre de Jesucristo, y el bautismo del Espíritu
Santo.
La Biblia es nuestra única autoridad para
instrucción en la salvacíon, y no intentamos depen-
der de cualquier denominación, credo, o líder
humano. La posición tomada aquí está de acuerdo
con la Doctrina Fundamental de la Iglesia
Pentecostal Unida Internacional como se expresa en
sus Artículos de Fe:

La doctrina fundamental y básica de

5
esta organización será el modelo bíblico de
la salvación plena, la cual consiste en
arrepentimiento, bautismo por inmersión
en agua en el nombre del Señor Jesucristo
para el perdón de pecados, y el bautismo
del Espíritu Santo con la señal inicial de
hablar en otras lenguas como el Espíritu
dé que se hablen.
Nos esforzamos en guardar la
unidad del Espíritu hasta que lleguemos a
la unidad de la fe, al mismo tiempo amon-
estando a los hermanos que no contiendan
por sus diferentes puntos de vista, trayen-
do así la desunión del cuerpo.

Más de cuarenta años han pasado desde que


este pasaje fue escrito, y el deseo de los fundadores
de la iglesia de alcanzar la unidad de la fe se ha
cumplido hasta un punto notable. Como resultado de
la dirección del Espíritu Santo, hay un consenso
fuerte y conservativo, particularmente sobre las doc-
trinas básicas de la salvación. Este folleto se dedica a
la meta de ayudar a preservar este atesorado men-
saje apostólico.
La presentación dictada existe en cassette como
la Cinta #4 de la Conferencia Sobre la Santidad del
autor. Para una discusión detallada del tópico entero,
el lector es dirigido a El Nuevo Nacimiento por David
K. Bernard y a su obra acompañante, Una Guía de
Estudio para El Nuevo Nacimiento por David K.
Bernard y Neil Stegall, la cual contiene bosquejos,
preguntas, y respuestas.

6
ESENCIALES DEL
NUEVO NACIMIENTO
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros
en el nombre de Jesucristo para perdón de los peca-
dos; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos
2:38).

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La Necesidad Universal De La Salvación
La Biblia declara enfáticamente que todos los
seres humanos son pecadores (I Reyes 8:46; Prover-
bios 20:9; Isaías 64:6). Toda la humanidad está bajo
el pecado y es culpable ante Dios (Romanos 3:9, 19).
“No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). “Por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria
de Dios” (Romanos 3:23).
Por causa de esto, toda la humanidad está bajo
la sentencia de muerte. “Porque la paga del pecado es
muerte” (Romanos 6:23). “El pecado, siendo con-
sumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:15). Todos
necesitan ser salvos del pecado y su pena, la muerte.
En general, salvación puede referirse a
cualquier forma de liberación o preservación. En el
contexto de la Escritura, la salvación significa liber-
tad de todo el poder y los efectos del pecado, y tiene
aspectos pasados, presentes, y futuros.

La Salvación Es Solamente Por Gracia


Mediante La Fe En Jesús
Una persona no puede hacer nada para sal-
varse a sí mismo. Ninguna cantidad de buenas obras
o adherencia a la ley puede salvarle. “Porque por gra-
cia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que
nadie se gloríe” (Efesios 2:8, 9). La salvación es un

9
regalo gratis de Dios, el cual el hombre no puede
merecer o ganar. La obra propiciatoria de
Jesucristo—Su muerte, sepultura, y resurrección—
ha hecho que este regalo gratis de la salvación sea
obtenible, y la única manera de recibirlo es creer en
Jesús y en la eficacia de Su sacrificio (Romanos
3:24-28; 4:22-25).
No hay salvación fuera del Señor Jesucristo.
Jesús afirmó, “Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
“Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados;
porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados
moriréis” (Juan 8:24).
La santidad de Dios demanda que El se separe
del hombre pecaminoso. Ultimamente, la separación
de Dios, quien es la fuente de toda vida, significa
muerte—físicamente, espiritualmente, y eterna-
mente—entonces la santa ley de Dios requiere la
muerte como la pena para el hombre pecaminoso.
Dios escogió atarse a sí mismo por el principio de
muerte para el pecado. Sin el derramamiento de san-
gre (la entrega de una vida) no puede haber remisión
o liberación de esta pena ni restauración a comunión
con el Dios Santo (Hebreos 9:22). La muerte de ani-
males no es suficiente para remitir el pecado del
hombre (Hebreos 10:4), porque el hombre es mucho
mayor que los animales, puesto que fue creado en la
imagen espiritual de Dios (Génesis 1:27). Tampoco
puede un hombre ordinario ser el sacrificio sustitu-
cionario para otro, pues cada uno merece la muerte
eterna por sus propios pecados.

10
Para poder proveer un sustituto aceptable, Dios
se manifestó en carne como Cristo Jesús (II Corintios
5:19; Colosenses 2:9; I Timoteo 2:5; 3:16). Cristo es el
único hombre sin pecado, el único que no merecía
morir y que podía ser un sustituto perfecto. Su
muerte vino a ser una propiciación—el medio por el
cual Dios perdona los pecados sin violar Su santidad
y justicia (Romanos 3:23-26). Dios no excusa nue-
stros pecados pero ha infligido la pena por esos peca-
dos en el inocente hombre Cristo. Esta sustitución
nos es ventajosa cuando ponemos nuestra fe en
Cristo y aplicamos Su evangelio a nuestras vidas.
Entonces la muerte sustitucionaria y propiciatoria
de Cristo fue hecha necesaria por (1) la pecaminosi-
dad del hombre, (2) la santidad de Dios, (3) la ley de
Dios que requiere la muerte como castigo por el
pecado, y (4) el deseo de Dios de proveer para el hom-
bre pecaminoso una manera de ser salvo.

La Fe Salvadora
No hay mérito en la fe misma, pues la salvación
mediante la fe sería meramente un modo por el cual
el hombre podría salvarse a sí mismo. La eficacia de
la fe depende totalmente del objeto de la fe. La fe es
el medio de la salvación solamente cuando creemos a
Dios y a Su palabra, poniendo nuestra fe en Jesús y
en Su evangelio.
El creer en Jesús incluye el creer Su Palabra, y
el creer Su Palabra incluye obediencia. La fe es más
que asento mental, aceptación intelectual, o profe-
sión verbal; incluye confianza, dependencia, dedi-
cación, apropiación, y aplicación. No podemos sepa-
rar la fe salvadora de la obediencia (Hechos 6:7;

11
Romanos 1:5; 2:6-10; 10:16; 16:26; Hebreos 11:6-8).
La obediencia a la Palabra de Dios es absolutamente
necesaria para la salvación (Mateo 7:21-27; Juan
14:15, 23; Romanos 6:17; 15:18; II Tesalonicenses
1:7-10; Hebreos 5:9; I Pedro 4:17; I Juan 2:3-5; 5:1-3).
La fe es viva solamente mediante reacción y
operación (Santiago 2:14-26). Es posible tener una
cantidad inicial de fe en Cristo y todavía no ser salvo
si no hay una completa aceptación, dedicación, y obe-
diencia (Mateo 7:21; Juan 2:23-25; 12:42, 43; Hechos
8:12-23; Santiago 2:19).
Abraham fue salvo por fe, pero Dios honró su fe
solamente porque incluyó obediencia (Génesis 15:6;
22:16; 26:5; Hebreos 11:8). Por fe los israelitas apli-
caron la sangre a los dinteles de las puertas de sus
hogares para que el ángel de la muerte pasara sobre
ellos y los librara de la esclavitud egipcia (Hebreos
11:28, 29). Si un israelita hubiera profesado fe pero
no hubiera aplicado la sangre, el ángel de la muerte
habría visitado su casa. A pesar de su creencia men-
tal o su profesión verbal, para ser librado el israelita
tenia que aplicar la sangre a su casa (Exodo 12:13).
Para que su fe fuera genuina y efectiva, él tenía que
obedecer.
La fe salvadora es una relación continua y una
manera de vivir, y no solamente una condición
intelectual en un cierto momento (Romanos 1:16, 17;
11:22; I Corintios 15:1, 2; I Timoteo 4:16). En el sen-
tido eterno, la salvación todavía es futura (Hechos
15:11; Romanos 8:24; 13:11; Hebreos 9:28). Para
heredar la vida eterna, tenemos que vivir continua-
mente por fe, que significa caminar en obediencia y
vivir en santidad.

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Mediante la fe nos arrepentimos del pecado
(Marcos 1:15). Mediante la fe obedecemos el man-
damiento a ser bautizados (Marcos 16:16; Hechos
2:41; 18:8). Mediante la fe recibimos el Espíritu
Santo (Juan 7:38, 39; Hechos 11:15-17, Gálatas 3:14;
Efesios 1:13). Creemos en el Señor Jesucristo por
obedecer a Hechos 2:38.
El obedecer a Hechos 2:38 no es salvación por
obras. El arrepentimiento, el bautismo en agua en el
nombre de Jesús, y el bautismo del Espíritu Santo no
son obras del hombre que ganan la salvación, sino
obras de Dios que cumplen la salvación en nosotros.
O nosotros permitimos que Dios obre en nosotros
(por fe/obediencia) o rehusamos que El obre (por
incredulidad/desobediencia). Es El que nos llama,
nos guía hacia El, cambia nuestra mente y dirección
(en el arrepentimiento), lava nuestros pecados (en el
bautismo en agua), nos llena con su Espíritu, nos da
poder para vivir santamente, y nos guarda en su gra-
cia. Nuestros esfuerzos para recibir estos beneficios
no nos aprovecharían si no fuera por la gracia de
Dios. La muerte, sepultura y resurrección de Cristo
los compraron para nosotros. Nuestra fe en Cristo los
aplica a nuestra vida. Las doctrinas de la gracia y de
la fe no eliminan el nuevo nacimiento, sino que expli-
can cómo recibimos el nuevo nacimiento.
La confeisión de Jesús como Señor y la fe en la
resurrección nos guían hacia la salvación (Romanos
10:6-13). Sin embargo, para que esa fe sea genuina y
esa confesión sea verdadera, tenemos que actual-
mente obedecer a Jesús como Señor (Deuteronomio
30:10-14; Lucas 6:46). Clamamos a Jesús, le hacemos
nuestro Señor, y aplicamos su resurrección a nues-

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tras vidas mediante el arrepentimiento, el bautismo
en agua en Su nombre, y el recibir Su Espíritu
(Hechos 2:4, 21; 22:16; I Corintios 12:3).
En sumario, fe es la manera de apropiarse de la
gracia de Dios. Es el modo por lo cual nos rendimos a
Dios, obedecemos Su Palabra y le permitimos hacer
Su obra salvadora en nosotros. La fe salvadora es,
entonces, (1) aceptación del evangelio de Jesucristo
como el único medio de nuestra salvación y (2) la obe-
diencia al evangelio (aplicación o apropiación del
evangelio a nuestras vidas).

El Evangelio Y El Nuevo Nacimiento


El evangelio de Jesucristo es las “buenas nue-
vas” de que Jesús murió, fue sepultado, y resucitó
para nuestra salvación (I Corintios 15:1-4). Nosotros
respondemos a ese evangelio, o aplicamos el evange-
lio a nuestras vidas, mediante el arrepentimiento del
pecado (muerte al pecado), el bautismo en agua por
inmersión en el nombre de Jesucristo (sepultura con
Cristo), y el recibir el Espíritu Santo (nueva vida en
Cristo) (Hechos 2:1-4, 38). De este modo nos
identificamos con la muerte, sepultura, y resurrec-
ción de Cristo (Romanos 6:1-7; 7:6; 8:2).
Jesús dijo, “De cierto, de cierto te digo, que el
que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Cuando
creemos en el Señor Jesucristo y obedecemos a
Hechos 2:38 experimentamos el nuevo nacimiento de
agua y del Espíritu. Somos “nacidos de nuevo” (Juan
3:3, 8). Actualmente llegamos a ser una nueva
creación en Cristo Jesús. En el arrepentimiento y el
bautismo en agua, sepultamos nuestra manera

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antigua y pecaminosa de vivir, el registro de pecados
pasados, y la pena de muerte por el pecado. Cuando
recibimos el Espíritu empezamos a vivir vidas
nuevas y santas mediante el Espíritu que habita en
nosotros.
En el día de Pentecostés, el día del nacimiento
de la iglesia del Nuevo Testamento, el Apóstol Pedro
predicó el primer mensaje evangélico a la multitud
que se juntó para observar a los discípulos recién
llenados del Espíritu, mientras ellos hablaban en
lenguas y alababan a Dios. El predicó acerca de la
muerte, la sepultura, y la resurrección del Señor y
Salvador, Jesucristo. Convencidos del pecado por
este mensaje sencillo pero poderoso, los oyentes cla-
maron, “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos
2:37). Ellos querían saber cómo podían ser perdona-
dos por rechazar y asesinar al Salvador y cómo acep-
tarle—en breve, cómo ser salvos.
Estas personas eran judíos religiosos quienes
habían venido a Jerusalén para celebrar la Fiesta de
Pentecostés. Ellos entendían los conceptos y la ter-
minología bíblica, tal como el arrepentimiento, la re-
misión de pecados, y el Espíritu Santo. Muchos de
ellos conocían las profecías del Antiguo Testamento
acerca del derramamiento del Espíritu Santo y
habían oído el mensaje de Juan el Bautista de
arrepentimiento, bautismo en agua para el perdón de
pecados, y el venidero bautismo del Espíritu Santo.
Pedro entonces pudo dar una respuesta precisa, com-
pleta e inequívoca: “Arrepentíos, y bautícese cada
uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo” (Hechos 2:38). Esta respuesta comprensiva a

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una pregunta acerca de la conversión neotestamen-
taria expresa muy claramente la respuesta correcta
al evangelio.
La misma respuesta debe ser dada hoy en día a
todos los que preguntan acerca de la salvación. Hay
solamente un pasaje bíblico además que menciona
una pregunta equivalente que se hizo a la iglesia del
Nuevo Testamento: “¿Qué debo hacer para ser
salvo?” (Hechos 16:30). El que preguntaba era un
carcelero pagano de la ciudad de Filipos, de los gen-
tiles, quien fue aterrorizado por un terremoto mila-
groso y estaba a punto de suicidarse. En vista de la
situación de emergencia y de la falta de conocimien-
to bíblico del hombre, Pablo y Silas dieron una
respuesta que era breve y sencilla, y a la vez exacta.
Ellos le dijeron que el camino a la salvación era el
dejar a los dioses falsos y el poner fe en Jesucristo:
“Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos
16:31).
Cuando el carcelero expresó un deseo de
dedicar su vida al único Señor verdadero, Pablo y
Silas le proclamaron la palabra de Dios más amplia-
mente. Como un resultado, él fue bautizado inmedi-
atamente esa noche y recibió una experiencia que le
hizo regocijarse (Hechos 16:32-34). Los mensajes de
Pedro en Hechos 2 y de Pablo en Hechos 16 estaban
de acuerdo.

El Arrepentimiento
El arrepentimiento es una vuelta desde el peca-
do hacia Dios (Hechos 26:18-20). Tiene tres aspectos
necesarios: un cambio intelectual (cambio de ideas),
un cambio emocional (cambio de sentimientos), y un

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cambio de volición (cambio voluntario de propósito).
Incluye:
* reconocimiento de pecado (Marcos 2:17)
* confesión de los pecados a Dios (Proverbios
28:13; I Juan 1:9)
* contrición o tristeza según Dios por el pecado
(Salmo 51:17; II Corintios 7:10)
* una decisión de abandonar el pecado (Prover-
bios 28:13; Lucas 3:7, 8; Hechos 26:20).
Juntamente con el arrepentimiento viene la
disposición a hacer toda la restitución posible por los
pecados pasados (Mateo 5:23, 24; Lucas 19:8).
El arrepentimiento es la primera reacción de la
fe al llamado de Dios (Marcos 1:15). Es absoluta-
mente necesario para la salvación (Lucas 11:3, 5;
Hechos 17:30; II Pedro 3:9). Sin el arrepentimiento,
el bautismo no tiene eficacia, y sin el arrepentimien-
to, no se puede recibir el Espíritu Santo (Hechos
2:38; 3:19).
En el momento del arrepentimiento una per-
sona empieza a permitir que Dios obre en su vida. Se
decide a volverse del pecado hacia Dios, y permite
que Dios le cambie. Como una parte de este cambio,
Dios le empodera para dejar los hábitos y deseos
pecaminosos. Como una parte de la vuelta hacia
Dios, el arrepentimiento prepara el camino para que
él tenga una relación personal con Dios, calificándole
para el bautismo en agua y el bautismo del Espíritu
Santo.
La obra interna de la salvación empieza en el
arrepentimiento, pero el arrepentimiento sólo no es
la obra completa de la salvación. El bautismo en
agua completa la vuelta desde el pecado por sepultar

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al viejo hombre. El arrepentimiento y el bautismo
juntos traen la obra completa de la remisión de peca-
dos (Hechos 2:38). Quizás podemos decir que Dios
trata con las consecuencias presentes del pecado en
el arrepentimiento y con el registro pasado y las
consecuencias futuras del pecado en el bautismo en
agua. Ambos componentes son necesarios. Por ejem-
plo, si una persona derrama tinta en una alfombra
perteneciente a otro, se requieren dos pasos para una
restauración completa: una expresión de lamento y
una disculpa al dueño, y el quitar la mancha.
El bautismo del Espíritu Santo completa la
vuelta hacia Dios por impartir una nueva naturaleza
con el poder para vencer al pecado. Solamente el
Espíritu trae poder sobre el pecado y poder para
cumplir toda justicia. (Hechos 1:8; Romanos 8:2-4).
El Espíritu residente hace de una nueva vida en
Cristo una realidad diaria (Romanos 8:10, 13). Para
que el Espíritu Santo habite continuamente en la
vida de una persona, esa persona tiene que seguir
viviendo una vida arrepentida.

El Bautismo En Agua
El bautismo en agua es una parte de la sal-
vación. (I Pedro 3:21). Es una expresión de fe en Dios
por obediencia a Su palabra (Marcos 16:16; Hechos
2:41). El modo bíblico de bautizar es por inmersión
en agua, y únicamente este método retiene el sim-
bolismo bíblico de una sepultura (Mateo 3:16; Hechos
8:36-39; Romanos 6:4). La fe en Cristo y el arrepen-
timiento de los pecados son necesarios para su
validez; entonces el bautismo de niños no es válido
(Mateo 3:8; Hechos 2:38; 8:37).

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El bautismo es más que una ceremonia simbóli-
ca y más que una declaración pública de una unión a
la iglesia. El eunuco etíope fue bautizado en el
desierto sin la presencia de observadores. El
bautismo era tan urgente para el carcelero filipense
que el lo recibió a la medianoche, en cuanto que oyó
el mensaje del evangello.
El significado bíblico del bautismo en agua es lo
siguiente:
1. Dios perdona los pecados en el bautismo en
agua (Hechos 2:38; 22:16). Dios borra la lista de
pecados y cancela la pena por el pecado. El lava los
pecados; los sepulta para siempre.
2. El bautismo es una parte del nuevo
nacimiento (Juan 3:5; Tito 3:5).
3. El bautismo nos identifica con la sepultura
de Jesús (Romanos 6:4; Colosenses 2:12). Indica que
hemos muerto al pecado por el arrepentimiento y
estamos sepultando nuestros pecados pasados, el
dominio del pecado, y la manera pecaminosa de vivir.
4. El bautismo en agua es una parte del único
bautismo de agua y Espíritu que nos coloca en Cristo
(Romanos 6:3, 4; Gálatas 3:27; Efesios 4:5). Es una
identificación personal con Jesús y es una parte de la
entrada a Su familia.
5. El bautismo es una parte de nuestra
círcuncisión espiritual (Colosenses 2:11-13). Por el
nuevo nacimiento entramos a la relación del Nuevo
Pacto con Dios.
La Biblia enseña que el bautismo debe ser
administrado en el nombre de Jesucristo (Hechos
2:38). Esto incluye el actualmente invocar el nombre

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de Jesús oralmente (Hechos 22:16; Santiago 2:7) y el
rebautizar a los que han sido bautizados en alguna
otra forma (Hechos 19:1-5). El usar el nombre de
Jesús en la fórmula bautismal expresa fe en:
* la persona de Cristo (Su identidad verdadera)
* la obra de Cristo (muerte, sepultura, y
resurrección para nuestra salvación)
* el poder y la autoridad de Cristo (abilidad de
salvarnos por sí mismo).
Las razones bíblicas para el bautismo en el
nombre de Jesús son las siguientes:
1. La Iglesia Apostólica adhería exclusiva-
mente a esta fórmula. La Biblia registra cinco relatos
históricos del bautismo en la iglesia neotestamen-
taria que describen un nombre o una fórmula. En
cada caso, es el nombre de Jesús (Hechos 2:38; 8:16;
10:48; 19:5; 22:16). Las epístolas también hacen ref-
erencia a esta fórmula del nombre de Jesús
(Romanos 6:3, 4; I Corintios 1:13; 6:11; Gálatas 3:27;
Colosenses 2:12). Aún Mateo 28:19 se refiere a esta
fórmula, puesto que describe un nombre singular que
representa a todas las manifestaciones redentoras de
la Deidad, y ese nombre es Jesús (Zacarías 14:9;
Mateo 1:21; Juan 5:43; 14:26; Apocalipsis 22:3, 4).
Además, Jesús es el nombre que se describe en los
otros relatos de la Gran Comisión (Mateo 16:17;
Lucas 24:47).
2. El bautismo es una sepultura con Jesucristo
y nadie más (Romanos 6:4).
3. El bautismo es una identificación personal
con Jesucristo, y Su nombre nos identifica como Su
posesión (Romanos 6:3; Hechos 15:14-17).
4. El bautismo es para el perdón de pecados, y

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Jesús es el único nombre que se asocia con el perdón
de pecados (Hechos 2:38; 10:43).
5. El nombre de Jesús representa todo el poder
y la autoridad de Dios (Mateo 28:18; Juan 14:14;
Hechos 4:7, 10). Cuando invocamos Su nombre en fe,
Su poder y Su autoridad nos vienen a ser ventajosos
(Hechos 3:6, 16).
6. Todo lo que hacemos en palabra o en hecho
debe hacerse en el nombre de Jesús (Colosenses 3:17),
y el bautismo es ambos: palabra y hecho.
7. El nombre del Señor Jesucristo es el nombre
más alto que la humanidad conoce, y todos harán
reverencia a ese nombre (Filipenses 2:9-11).
8. El bautismo es una parte de nuestra sal-
vación, y Jesús es el único nombre que salva (Hechos
2:21; 4:12; I Pedro 3:21).
9. El bautismo es una confesión pública de fe
en Jesús, significando aceptación de El como
Salvador (Hechos 8:12; 8:37; 19:5), y Jesús es nuestro
único Salvador y nuestro único acceso a Dios (Juan
14:6-11).
10. El bautismo en el nombre de Jesús significa
fe en que la plenitud de la deidad está en Jesús
(Colosenses 2:9).
11. El bautismo en el nombre de Jesús demues-
tra reverencia y obediencia hacia la Palabra de Dios
más que a la tradición humana.
12. La dogma moderna trinitaria no se enseña
en la Escritura, y por lo tanto, no hay justificación
teológica para una fórmula trina.1
En breve, la fórmula del nombre de Jesús para
el bautismo en agua tiene el apoyo de la exégesis
bíblica, la teología sistematica, y, como consider-

21
aremos, la historia de la iglesia.
Cuando una persona recibe el Espíritu Santo
antes del bautismo en agua, tiene vida nueva espi-
ritual; sin embargo, es mandado a ser bautizado en
el nombre de Jesús (Hecho 10:48), y tenemos que
obedecer los mandamientos de Dios siempre para
permanecer en una relación correcta hacia El.

El Bautismo Del Espíritu Santo


El bautismo con, por, en, o del Espíritu Santo es
una parte de la salvación neotestamentaría, y no una
experiencia opcional y postconversional (Juan 3:5;
Romanos 8:1-16; Efesios 1:13, 14; Tito 3:5). “Porque
por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un
cuerpo” (I Corintios 12:13). “Y si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). Esta
frase describe cómo el creyente es sumergido en y
llenado del Espíritu de Dios. En Hechos los términos
“bautizados,” “llenos,” “recibido,” “cayó sobre,” y “der-
ramase” todos describen esta experiencia (Hechos
1:4, 5; 2:4; 10:44-47; 11:15-17). Se ha prometido a
todos los que creen en Jesús y obedecen Su palabra
(Juan 7:38, 39; Hechos 5:32; 11:15-17; 19:2; Gálatas
3:14; Efesios 1:13).
La Biblia registra cinco relatos históricos de
recibir el Espíritu Santo en la iglesia del Nuevo Tes-
tamento: los judíos, los samaritanos, los gentiles, el
Apóstol Pablo y los discípulos de Juan en Efeso. Este
registro establece que el bautismo del Espíritu real-
mente sí es para todos (Lucas 11:13; Hechos 2:39) y
es acompañado por la señal de lenguas (Marcos
16:17). El hablar en lenguas significa hablar sobre-
naturalmente, como el Espíritu da que se hable, en

22
un idioma que él que habla jamás haya aprendido
(Hechos 2:1-11).
Tres de los relatos describen explícitamente el
hablar en lenguas como la evidencia inicial de recibir
el Espíritu. En el día de Pentecostés, un sonido de
viento significó la venida del Espíritu y las llamas
como lenguas de fuego señalaron su obtenibilidad a
cada persona, pero el hablar en lenguas “como el
Espíritu les daba que hablasen” era la señal inicial
de cada llenura individual (Hechos 2:1-4). El hablar
en lenguas era lo que convencieron a los judíos escép-
ticos y atónitos que los gentiles en verdad recibieron
el Espíritu Santo; las lenguas solas identificaron esta
experiencia Pentecostal (Hechos 10:44-47; 11:15-17).
Sabían que ellos habían recibido “el don del Espíritu
Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas”
(Hechos 10:45, 46). Los discípulos efesios también
hablaron en lenguas como la primera señal de recibir
el Espíritu (Hechos 19:6).
Las lenguas son implícitas en los otros dos rela-
tos. Una señal milagrosa no nombrada indicó el
momento exacto cuando los samaritanos recibieron
el Espíritu; su ausencia anterior denota que ellos
todavía no tenían el Espíritu a pesar de tener gozo,
fe, y de haberse bautizado. Esta señal era tan espec-
tacular que Simón el Mago codiciaba el poder para
otorgarlo (Hechos 8:8, 12-18). Hechos 9:17 menciona
la experiencia de Pablo sin describirla, pero I
Corintios 14:18 dice que él hablaba en lenguas a
menudo.
El bautismo del Espíritu Santo es la experien-
cia normal y básica neotestamentaria con Dios—el
nacimiento del Espíritu. El Espíritu es nuestro

23
reposo, guía a toda la verdad, adoptador, intercesor,
santificador, sello, y las arras de nuestra herencia
(Isaías 28:11, 12; Juan 16:13; Romanos 8:15, 26;
Efesios 1:13, 14; I Pedro 1:2). Se puede recibir el
Espíritu por arrepentirse, tener fe en Dios, y pedirle
a Dios su don. Siempre debemos esperar que alguien
hable en lenguas al recibir el Espíritu. Las lenguas
no salvan en ningún sentido, pero el bautismo del
Espíritu produce lenguas como la señal inicial. En
cuanto una persona recibe el Espíritu, tiene poder
para vencer al pecado y vivir una vida santa (Hechos
1:8; Romanos 8:4, 13). Si permitimos que El nos llene
(controle y guíe) continuamente, daremos el fruto del
Espíritu y vendremos a ser como Cristo (Gálatas
5:22, 23).
¿Cuál es el estado de una persona que se arre-
piente, y es bautizada, recibiendo mediante esto el
perdón de pecados, pero no recibe el Espíritu Santo?
No puede ser condenado por los pecados ya perdona-
dos, sin embargo no puede entrar en el reino de Dios
sin el nacimiento del Espíritu y la santidad imparti-
da por el Espíritu Santo. Algunos suponen que
heredará la tierra nueva, pero esto no se declara
definitivamente en la Biblia. Jesús le ha mandado
ser bautizado con el Espíritu, y para que Jesús sea el
Señor completo de su vida él tiene que obedecer
(Lucas 24:49; Juan 20:22; Hechos 1:4, 5).

Estudios De Casos Bíblicos


Algunos dicen que la conversión neotestamen-
taria, o el nuevo nacimiento, se completa en el
momento de fe mental, confesión verbal o arrepenti-
miento solamente, sin el bautismo de agua o del

24
Espíritu. Analicemos brevemente algunos relatos de
conversión en el Nuevo Testamento para examinar
esta teoría.
Primeramente, debemos reconocer que los que
fueron salvos en los Evangelios fueron salvados bajo
el Antiguo Pacto mientras esperaban el Nuevo. El
Nuevo Pacto no entró en efecto hasta después de la
muerte, sepultura, y resurrección de Cristo (Lucas
7:28; 24:47-49; Juan 7:39; 16:7; Hechos 1:4-8;
Hebreos 9:15, 16). En los días de Cristo, los judíos ya
estaban en una relación de pacto con Dios. El perdón
venía cuando ellos se arrepentían y confesaban sus
pecados a Cristo, tal como viene a los que ya han
entrado al Nuevo Pacto hoy por el nuevo nacimiento
(I Juan 1:9). Durante Su ministerio terrenal, Jesús
perdonó los pecados de judíos arrepentidos, amon-
estándolos a que continuaran viviendo por el Antiguo
Pacto hasta que el Nuevo viniera a ser (Mateo 8:4;
19:16-19; 23:1-3, 23; Lucas 10:25-28; 17:14; Juan
8:11). Jesús era tanto sumo sacerdote como sacrificio
por el ladrón en la cruz.
El día de Pentecostés después de la asención de
Cristo señaló la inauguración del Nuevo Pacto, o sea,
el nacimiento de la Iglesia del Nuevo Testamento
(Mateo 16:18; Lucas 24:47-49; Hechos 1:4-8). Desde
ese entonces en adelante, la entrada a la iglesia del
Nuevo Testamento se ha efectuado por obediencia a
Hechos 2:38.
De acuerdo a Hechos 8:5-17, cuando Felipe
predicó a los samaritanos, ellos creyeron su mensaje
y recibieron grandes milagros, incluyendo la sanidad
divina y el echar fuera de demonios. Ellos tuvieron
experiencias emocionales sujetivas de gran gozo.

25
Felipe les bautizó en el nombre del Señor Jesús, que
indica que ellos se arrepintieron de sus pecados, pues
el bautismo se administraba solamente a creyentes
arrepentidos. Pero de algún modo su fe no era com-
pleta, pues no habían recibido el Espíritu, y sin el
Espíritu una persona no es un Cristiano (Romanos
8:9; I Corintios 12:13). El relato bíblico no enseña que
ya habían recibido el Espíritu para salvación pero
estaban esperando una segunda experiencia opcional
y postconversional. Simplemente dice que aún no
habían recibido el Espíritu, y es imposible que una
persona posea el Espíritu o sea llena del Espíritu si
jamás ha recibido el Espíritu. La conversión de los
samaritanos no fue completa hasta que recibieron el
Espíritu Santo.
Cuando Saulo (Pablo) cayó al suelo por causa de
una luz que vino de Dios, él le reconoció a Jesús como
Señor, clamó a El y expresó una disposición a obede-
cerle. “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos
9:6). Aparentemente él se arrepintió en ese momen-
to. Pero, no recibió el Espíritu Santo hasta que
Ananías vino y oró por él (Hechos 9:17, 18). Además
de orar por él, Ananías le dijo a Pablo, “levántate y
bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”
(Hechos 22:16). Antes de ser bautizado, Pablo ya
había confesado y clamado a Jesús como Señor, se
había arrepentido de sus pecados, y posiblemente
aun había recibido el Espíritu. Pero, todavía nece-
sitaba que sus pecados fueran lavados en el bautismo
en agua en el nombre de Jesús.
Cornelio era un hombre devoto, quien temía a
Dios, daba muchas limosnas, y oraba constante-
mente (Hechos 10:1, 2). Aparentemente él estaba

26
viviendo una vida arrepentida. El hasta recibió una
visión de parte de Dios con una visitación angelical.
Pero, él no era salvo, pues el ángel le instruyó a que
buscara a Simón Pedro, pues “él te hablará palabras
por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa” (Hechos
11:14). Cuando Pedro predicó acerca de Jesucristo,
Cornelio inmediatamente recibió el Espíritu Santo,
no como una experiencia postconversional, sino como
una respuesta inicial al mensaje del evangelio.
Entonces Pedro le mandó ser bautizado en el nombre
de Jesús (Hechos 10:43-48). Let iglesia reconoció en
seguida que Cornelio había recibido el bautismo del
Espíritu Santo y, entonces, el “arrepentimiento para
vida” (Hechos 11:15-18).
Apolos era un predicador quien era un “varon
elocuente, poderoso en las Escrituras . . . instruido en
el camino del Señor . . . de espíritu fervoroso”
(Hechos 18:24, 25). El tenía muchas cualidades espir-
ituales admirables, pero él no formaba parte de la
iglesia neotestamentaria, pues él solamente conocía
el bautismo de Juan. Evidentemente, como los dis-
cípulos de Juan en Efeso, él no había oído acerca de
Jesucristo como el cumplimiento de la predicación de
Juan o acerca del derramamiento del Espíritu Santo
(Hechos 19:1-6). Estos hombres se habían arrepenti-
do, pues Juan solamente bautizaba a los que se
arrepentían y confesaban sus pecados. Pablo recono-
ció que los discípulos efesios habían creído hasta un
punto, pero ellos no eran cristianos porque no
conocían a Cristo ni tenían Su Espíritu. (Si Apolos o
los discípulos efesios hubieran sabido acerca de
Jesús, es seguro que habrían estado bajo conde-
nación por no seguir a Sus apóstoles u obedecer Sus

27
mandamientos). ¿Qué se necesitaba para que los
seguidores de Juan vinieran a formar parte de la
iglesia del Nuevo Testamento? Ellos necesitaban el
bautismo en el nombre de Jesús y el bautismo del
Espíritu Santo. Lo mismo es verdad hoy.

Un Plan De Salvación
A través de la historia, Dios siempre ha provis-
to la salvación al hombre por gracia mediante la fe
basada en la muerte propiciatoria de Cristo. Dios ha
tratado con el hombre en varias maneras por las
edades, pero todos sus tratos descansan sobre este
plan. Nuestra era ha visto la plenitud de la gracia
tanto que la podemos llamar la edad de gracia (Juan
1:17), pero la salvación siempre ha sido por la gracia
de Dios, y no de las obras del hombre.
El principio de la fe también se ha hecho tan
claro que podemos nombrar a esta era la era de la fe
(Gálatas 3:23, 25), pero Dios siempre ha requerido la
fe. Abraham (antes de la ley) y David (bajo la ley)
fueron justificados por fe (Romanos 4:1-9). Aunque
algunos de los judíos pensaban que su salvación
dependía de las obras de la ley, en realidad el
guardar los mandamientos de la ley no tenía valor
sin la fe (Romanos 2:29; 4:11-16; 9:30-32). Por
supuesto, la fe salvadora siempre incluye obediencia,
pues la fe es genuina solamente cuando es puesta en
acción.
La salvación en cada edad ha descansado sobre
la muerte propiciatoria de Cristo. El era el único que
jamás podía remitir el pecado (Hechos 9:22; 10:1-18).
La muerte de Cristo cubrió los pecados de todas las
edades (Romanos 3:25). Los creyentes del Antiguo

28
Testamento fueron salvados por fe en el plan futuro
de propiciación de Dios, la cual ellos expresaban (sin
comprenderla totalmente) por obedecer el sistema de
sacrificios que Dios había ordenado (Hebreos 11:28,
29). Los creyentes del Nuevo Testamento son sal-
vados por fe en el plan pasado de Dios de propi-
ciación, la cual expresan por obedecer el evangelio de
Jesucristo. Los requisitos de obediencia del Antiguo
Testamento, tales como la circuncisión y sacrificios
de sangre, eran consistentes con la justificación por
la fe, y también lo son los requisitos de obediencia
neotestamentaria, tales como el arrepentimiento y el
bautismo en agua.

El Nuevo Nacimiento Es Un Total


El nuevo nacimiento es un total unitario e
integrado. Aunque Jesús identificó a dos compo-
nentes—agua y Espíritu—habló, sin embargo, de un
solo nacimiento (Juan 1:3-5). El Espíritu, el agua y la
sangre concuerdan (I Juan 5:8). Hay solo un
bautismo (Efesios 4:5), compuesto de ambos agua y
Espíritu, y este bautismo singular nos coloca en el
cuerpo de Cristo (Romanos 6:3-4; I Corintios 12:13;
Gálatas 3:27). A pesar de lo que el arrepentimiento,
el bautismo en agua, y el bautismo del Espíritu
logran individualmente, la obra total de conversión
es completada en la unión de los tres. Jamás debe-
mos poner tanta importancia en un solo elemento
que consideramos a los otros como innecesarios. El
modelo bíblico es el experimentar los tres practica-
mente simultáneamente o en sucesión rápida
(Hechos 2:38; 8:15-17; 9:17, 18 con 22:16; 10:44-48;
19:1-6).

29
Puesto que el nuevo nacimiento es un total sin-
gular e indivisible, es aparente que la sangre de
Cristo se aplica a través de todo el proceso. La san-
gre de Jesús se refiere a la muerte propiciatoria de
Cristo que pudo satisfacer la justicia de Dios e hizo
obtenible la misericordia de Dios para nosotros. Sin
la propiciación de Cristo no podríamos buscar a Dios,
arrepentirnos efectivamente, recibir el perdón de
pecados en el bautismo en agua, o recibir el Espíritu
Santo. La muerte sustitucionaria de Cristo hace
obtenible y efectivo el arrepentimiento, el bautismo
en agua, y el bautismo del Espíritu.
La sangre es aplicada al oir por primera vez el
evangelio para hacer posible que busquemos a Dios,
en el arrepentimiento para hacer posible que volva-
mos del pecado, en el bautismo en agua para per-
donar los pecados, y en el bautismo del Espíritu para
hacer posible que recibamos el Espíritu de Dios.
Después del nuevo nacimiento, seguimos viviendo
una vida victoriosa y santa por el poder de la sangre.
La sangre es aplicada a lo largo del proceso de sal-
vación, desde la primera instancia de oir la palabra
hasta la venida de Cristo por Su iglesia.

Cuatro Aspectos De La Salvación


La Biblia describe la obra espiritual asociada
con la conversión en varias maneras: regeneración,
justificación, adopción, y santificación. La conversión
resulta en regeneración, o nuevo nacimiento (Juan
3:3; Tito 3:5). Esto significa más que una reformación
de la naturaleza antigua, puesto que el hombre
regenerado recibe una nueva y santa naturaleza con
poder sobre la naturaleza antigua y pecaminosa. El

30
nuevo nacimiento incluye dos elementos: (1) la
destrucción del poder de la naturaleza antigua (II
Corintios 5:17) y (2) el impartir de una nueva natu-
raleza—actualmente la naturaleza de Dios (Efesios
4:24; Colosenses 3:10; II Pedro 1:4).
La nueva naturaleza trae un cambio de deseos
y de actitudes (Efesios 4:23-32) y poder para vivir
una vida nueva (Hechos 1:8; Romanos 8:4). Sin
embargo, el nuevo nacimiento no elimina la natu-
raleza antigua. El cristiano tiene dos naturalezas—
la carne (naturaleza pecaminosa o carnal) y el
Espíritu (Gálatas 5:16-18). Si él sigue la carne, no
puede vivir una vida que sea victoriosa, santa, y
agradable a Dios (Romanos 7:21-25; 8:12-13; Gálatas
5:19-21). Si él sigue al Espíritu, puede gozarse de
una vida victoriosa sobre el pecado (Romanos 8:1-4;
Gálatas 5:22-23; I Juan 3:9).
La justificación es el hecho por el cual Dios
declara como justo al pecador. El pecador no llega
actualmente a ser justo en sí mismo en este punto,
pero Dios le cuenta o le considera como justo, sin
tener en cuenta sus pecados pasados. Justificación es
el término legal que denota un cambio de posición en
la vista de Dios. La justificación consiste en dos ele-
mentos: (1) Dios le perdona al pecador, removiendo la
culpa y la pena asociados con sus pecados (Romanos
4:6-8; 8:1) y (2) Dios imparte (transfiere) la justicia
de Cristo al pecador para que él pueda recibir todo lo
que pertenece al Cristo sin pecado a causa de Su jus-
ticia (Romanos 3:22; 4:3-5; II Corintios 5:20 -21).
La adopción es el escoger y colocar a un niño en
una familia. Regeneración significa que somos hijos
de Dios por razón de un nuevo nacimiento espiritual;

31
adopción significa que llegamos a ser hijos de Dios
por Su elección conciente. Llegamos a ser Sus here-
deros adultos. La adopción, entonces, se refiere a
nuestra posición como hijos de Dios con todos los
derechos asociados con tal estado (Romanos 8:14-17;
Gálatas 4:1-7).
Santificación significa literalmente “sepa-
ración.” En nuestro contexto, equivale básicamente a
santidad, que significa separación del pecado y con-
sagración a Dios. La santificación es el proceso de
actualmente llegar a ser justos—actualmente venir a
ser como Cristo. En el nuevo nacimiento Dios nos
separa del pecado, pero esto es solamente el principio
del proceso (I Corintios 1:2). El Espíritu de Dios pro-
gresivamente nos transforma, nos perfecciona, y nos
hace santos (II Corintios 3:18; II Tesalonicenses 2:13;
I Pedro 1:3). Si nos sometamos al proceso san-
tificador, al final recibiremos perfección absoluta y
pura a la venida de Cristo (I Tesalonicenses 3:13;
5:23; I Juan 3:2).
Todas estas obras de la salvación originan en la
gracia de Dios (Romanos 3:24; Efesios 1:4-6; Tito
3:5), son compradas por la sangre de Cristo
(Romanos 3:25; Hebreos 10:10), y nos llegan medi-
ante la fe en Cristo (Juan 1:12-13; Romanos 3:28;
Gálatas 3:26). Además, las cuatro ocurren todas
cuando nos arrepentimos, somos bautizados en el
nombre de Jesús, y somos llenados del Espíritu
Santo. “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lava-
dos, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justi-
ficados en el nombre del Señor Jesús, y por el
Espíritu de nuestro Dios” (I Corintios 6:11).
En el arrepentimiento y el bautismo en agua el

32
hombre viejo es matado y sepultado, que significa
que la antigua manera de vivir y el dominio del peca-
do son destruidos (Romanos 6:1-7). El bautismo del
Espíritu Santo nos imparte la nueva naturaleza con
poder permanente patra mantener muerto al hombre
viejo (Romanos 8:8, 9, 13). La experiencia de Hechos
2:38, entonces, cumple los dos elementos de la
regeneración. En el arrepentimiento y el bautismo en
agua Dios remite el pecado (Hechos 2:38; 22:16). El
Espíritu Santo imparte la justicia de Cristo, pues el
Espíritu es Cristo en nosotros y nos califica para ser
co-herederos con Cristo (Romanos 8:4, 9-11, 15-17;
Gálatas 3:14). Entonces, la experiencia de Hechos
2:38 también imparte los dos elementos de la justifi-
cación. Además, la Escritura indica que la adopción
ocurre mediante el bautismo en agua y en el
Espíritu; pues esto es lo que nos coloca en la familia
de Dios (Romanos 3:26, 27; I Corintios 12:13; Gálatas
3:26, 27). La santificación inicial viene en la experi-
encia de Hechos 2:38 (I Corintios 6:11). La santifi-
cación continua viene mediante el Espíritu que habi-
ta en nosotros (II Tesalonicenses 2:13; I Pedro 1:2).
En breve, la regeneración, la justificación, la
adopción, y la santificación inicial empiezan todas en
el arrepentimiento y se completan en el bautismo en
agua y el bautismo del Espíritu. Es maravilloso ver
como Dios ha arreglado que los varios aspectos de la
salvación se cumplan cuando creemos y obedecemos
el sencillo mensaje del evangelio.

Perspectivas Históricas
¿Cómo compara esta explicación de la conver-
sión con puntos de vista en la historia religiosa?

33
Podemos identificar tres puntos de vista mayores de
la salvación en el Cristianismo.
1. El punto de vista Católíco/Ortodoxo. La
salvación viene mediante la administración de los
sacramentos de la iglesia. En particular, la regenera-
ción viene mediante la ceremonia del bautismo en
agua, aun sin fe o arrepentimiento conciente. Enton-
ces, se bautiza rutinariamente a infantes. Bajo este
punto de vista, no hay salvación fuera de la organiza-
ción, la jerarquía, y el sacerdocio de la iglesia.
2. El punto de vista de la Reformación. La salva-
ción es un hecho objetivo que debe ser aceptado me-
diante la fe mental. La salvación ocurre fuera del
hombre; no incluye una transformación sujetiva den-
tro del hombre. Esta vista es cercanamente ligada a
la doctrina de la predestinación, la cual expusieron
fuertemente Lutero, Calvino, y Zwingli. Dios escoge
a los que serán salvos y les da la fe que El requiere.
Los escogidos reconocen mentalmente que la
propiciación de Cristo les ha salvado y entonces
viven como pecadores justificados, incapaces de
perder jamás la salvación.
3. El punto de vista Anabautista/Piedista/
Wesleyano enseña la justificación por fe, pero rechaza
generalmente la predestinación y enfatiza que la sal-
vación incluye una experiencia sujetiva que trans-
forma la vida, y que se expresará en santidad. Los
Pentecostales caen bajo esta categoría, con cierta
modificación.
Todos los vástagos del cristianismo reconocen,
por lo menos en teoría, la necesidad del arrepen-
timiento. La iglesia primitiva post-apostólica enfati-
zaba fuertemente el arrepentimiento y demandaba

34
evidencia de arrepentimiento antes del bautismo en
agua. Había tanta insistencia en una transformación
total de la vida que algunos enseñaban que no había
perdón para pecados mayores cometidos después del
bautismo. El cambio gradual al bautismo de infantes
acabó con el verdadero arrepentimiento, hasta que
en la Iglesia Católica Romana se evolucionó a peni-
tencia y salvación por obras. Los reformadores rec-
hazaron esta distorción, pero por causa de su énfasis
en la fe mental y la predestinación, no restauraron
por completo la doctrina bíblica del arrepentimiento.
Ellos mantuvieron que el arrepentimiento precede al
momento de la fe o es equivalente al momento de la
fe. La mayoría de los Evangélicos hoy en día enfati-
zan una decisión mental instantánea para Cristo,
consistiendo típicamente en un simple gesto, una
oración repetida, o un pensamiento silencioso.
Desafortunadamente, esto incluye a menudo poco o
nada de tristeza según Dios, decisión a desamparar
al pecado, o transformación de vida.
Por los primeros cinco siglos, el bautismo en
agua se aceptaba universalmente como esencial para
la salvación, aunque llegó a considerarse como una
ceremonia mágica en vez de un hecho de fe.
Católicos, Ortodoxos, muchos Luteranos, muchos
eruditos protestantes, y las Iglesias de Cristo lo
enseñan como siendo parte de la salvación. Lutero, la
Confesión de Augsburgo (un credo primitivo
Luterano), y el Catequismo Luterano todos declara-
ban que el bautismo es necesario para la salvación,
hecho efectivo por la fe. Sin embargo, la mayoría de
los protestantes hoy en día lo ven como únicamente
simbólico.

35
La mayor parte del cristianismo utiliza la fór-
mula bautismal trinitaria, con la excepción de los
Pentecostales Unicitarios y muchos Carismáticos.
Un estudio de la historia religiosa revela que la fór-
mula original fue en el Nombre de Jesús y que la
iglesia primitiva post-apostólica la usaba. Así con-
cluye la Enciclopedia de Religión y Etica y el
Diccionario del Intérprete de la Biblia, a la vez que
los historiadores religiosos Otto Heick, Williston
Walker, Jean Danielou, Wilhelm Bousset, y muchos
otros. Esta fórmula fue endosada o usada por
Hermes, la iglesia en el día de Marción, posiblemente
lreneo, muchos en día de Cipriano, Los Hechos de
Pablo y Tecla, Un Tratado sobre el Rebautísmo por un
Escritor Anónimo, algunos en el tiempo de Martín
Lutero, muchos Antitrinitarios y Anabautistas,
algunos ingleses del siglo diecisiete, algunos de la
Hermandad de Plymouth, el ministro Presbiteriano
del siglo diecinueve Juan Miller, y muchos líderes
Pentecostales primitivos. Es mencionada favorable-
mente por el Didache, el Papa Esteban, Ambrosio,
Bede, el Concilio de Frejo (792), y el Papa Nicolás I,
y se hace referencia a ella por las Constituciones de
los Santos Apóstoles, los Concilios de Constantinopla
de 381 y 553, Martin Damiún, Pedro Lombardo,
Hugo Victor, y Tomás Aquinas.2 El estudio de docu-
mentos originales descubrirá sin duda muchos otros
ejemplos que hasta ahora son desconocidos. Por
ejemplo, un documento Bautista inglés de 1660
endosaba la fórmula de “en el nombre del Señor
Jesucristo,” citando Hechos 2:38. 3
En teoría, todos los vástagos mayores del cris-
tianismo enseñan que el bautismo del Espíritu Santo

36
es necesario para la salvación. Católicos, Ortodoxos,
y Protestantes todos enseñan que ellos reciben el
Espíritu Santo. Algunos de la Santidad,
Pentecostales Trinitarios, y Carismáticos enseñan
que el bautismo del Espíritu Santo es una bendición
extra, opcional, y postconversional.
Sin embargo, la mayoría del cristianismo no
reconoce el hablar en lenguas como la evidencia ini-
cial del Espíritu Santo. En la historia primitiva de la
iglesia lreneo, Tertuliano, y Celso (registrado en
Origen) reportaron lenguas, y Novatio, Hilario, y
Ambrosio endosaron las lenguas. El hablar en
lenguas se reportó en o entre grupos de las edades
medias, Franciscanos, Anabautistas, un movimiento
de profecía del siglo dieciséis en Inglaterra,
Camisardos (Cevenoles) en Francia, conversos de
Camisardos en Inglaterra, Cuáqueros, Jansenistas,
Piedistas (incluso Moravios), Metodistas, avivamien-
tos y campamentos del siglo diecinueve en América,
seguidores Luteranos de Gustav Von Below,
Irvingitas, la Hermandad de Plymouth, Lectores en
Suecia, avivamientos en Irlanda, los de la Santidad,
Pentecostales, y Carismáticos modernos de toda
denominación.4
La cuestión de que el hablar en lenguas es o no
es la señal inicial del bautismo del Espíritu ha
recurrido por toda la historia religiosa. En el siglo
segundo, Ireneo indicó que las lenguas eran la señal
de una persona llena del Espíritu:
El apóstol . . . determina como “per-
fectas” a aquellas personas quienes han
recibido el Espíritu de Dios, y quienes
mediante el Espíritu de Dios hablan en

37
todas idiomas. . . . De igual manera
nosotros también oímos a muchos her-
manos en la iglesia . . . quienes mediante
el Espíritu hablan en todas clases de
idiomas . . . a quienes también el apóstol
determina como “espirituales,” ellos sien-
do espirituales porque participan del
Espíritu.5
A fines del siglo cuarto la homilia de Crisóstomo
sobre I Corintios 12 admitió que, aunque las lenguas
habían cesado en su iglesia, en tiempos anteriores la
gente esperaba las lenguas como la señal del
Espíritu. Su discusión hace referencia a instancias
extrabíblicas y aparentemente post-apostólicas:
Todo este lugar es muy oscuro: pero
la oscuridad es producida por nuestra
ignorancia de los hechos a los cuales nos
referimos y por su cesación, siendo tales
como en aquel tiempo antes ocurrían pero
ahora ya no suceden. . . . Bueno: ¿Que
sucedía en aquel entonces? Cualquiera
que era bautizado hablaba inmediata-
mente en lenguas. . . . Ellos recibían de
una vez en su bautismo el Espíritu. . . .
Empezaban a hablar, uno en lengua de los
persas, otro en la de los romanos, otro en
la de los indios, o en algún otro idioma. Y
esto hacía saber a los de afuera que era el
Espíritu en él que hablaba.6
En el siglo quinto Agustín discutió en contra de
las lenguas en su día pero admitió que las lenguas
eran previamente la evidencia esperada del
bautismo del Espíritu:

38
Pues el Espíritu Santo no es dado
solamente por la imposición de manos
entre el testimonio de milagros tempo-
rales juiciosos, como lo fue en días pasa-
dos. . . . ¿Pues quién espera en estos días
que los sobre los cuales son impuestas las
manos para que puedan recibir el Espíritu
Santo empíezen en seguida a hablar en
lenguas?7
El líder de la Santidad R.A. Torrey observó a las
instancias bíblicas de lenguas como la señal del bau-
tismo del Espíritu: “Si uno es bautizado con el
Espíritu Santo, ¿No hablará en lenguas? Pero a
nadie vi así hablando, y muchas veces me pregunté,
¿Hay alguno hoy en día quien es actualmente bauti-
zado con el Espíritu Santo?”8 El razonó finalmente de
I Corintios 12 que las lenguas no siempre ocurrían.
Aun hoy en día, muchos no-Pentecostales
luchan con la posición bíblica sobre las lenguas, y
ofrecen negaciones notablemente débiles. Respecto a
Cornelio, los Comentarios Tyndale del Nuevo
Testamento declaran, “No podemos saber por cierto si
el don de lenguas era el acompañamiento inevitable
de la venida del Espíritu.”9 En un sentido parecido,
Billy Graham escribió:
Entre muchas iglesias que se consid-
eran como carismáticas, el hablar en
lenguas no se considera como un esencial
de haber nacido de nuevo. . . . Yo no puedo
ver pruebas bíblicas sólidas para la posi-
ción que las lenguas como una señal son
dadas a todos los que son bautizados con
el Espíritu. . . . El don de lenguas no es

39
necesariamente una señal del bautismo
del creyente por el Espíritu Santo para
entrada al cuerpo de Cristo.10
Juan Wimber, anteriormente profesor adjunto
en el Seminario Teológico Fuller y quien habla en
lenguas, reconoció que el bautismo del Espíritu
forma parte de la salvación y que las lenguas son su
evidencia iniciatoria. El ha intentado reconciliar esto
con el hecho que la mayoría de los evangélicos no han
hablado en lenguas:
Los evangélicos . . . saben que reciben
el Espíritu Santo cuando nacen de nuevo. .
. . ¿Qué significa el nacer de nuevo en el
Nuevo Testamento? Si, como creen muchos
evangélicos, la experiencia de Hechos 2:38
fue el nacimiento de la iglesia, es conectado
entonces con la venida del Espíritu y dones
espirituales. Mi pregunta a cualquier
evangélico es: Si eso es cierto, entonces
¿porqué no están los dones en la iglesia
hoy? . . . Todo lo que se requiere es que ellos
liberten los dones. . . . Hablar en lenguas o
profetizar. . . . Yo siempre utilizo a esos dos
dones como iniciatorios porque eso parece
ser el modelo en el Nuevo Testamento.11
Charles Parham, fundador del movimiento
Pentecostal del siglo veinte, enseñaba que una per-
sona tiene que ser bautizada con el Espíritu Santo
con la evidencia de lenguas para poder estar en la
iglesia, la Esposa, el Cuerpo de Cristo, y el Rapto.12
(El aparentemente creía, sin embargo, que un grado
menor de la salvación era obtenible sin el bautismo
del Espíritu).

40
El Exclusivismo
Algunos se oponen al mensaje del nuevo naci-
miento como siendo demasiado exclusivo. La cristian-
dad histórica siempre ha sido altamente exclusiva; la
cuestión no es de dibujar o no la línea, sino de dónde
dibujarla. Las iglesias conservativas hoy excluyen de
la salvación a la gran mayoría de la humanidad,
incluso a paganos altamente morales, judíos quienes
demuestran gran entendimiento del Antiguo Testa-
mento, cultistas quienes confiesan a Cristo, mártires
de otras religiones, y humanitarios quienes demues-
tran grande amor y desempeñan muchas buenas
obras pero quienes no confiesan a Cristo.
La Iglesia Católica Romana ha pretendido tradi-
cionalmente que solo los que se someten a su jerarquía
son salvos. Así mantuvieron Cipriano en el siglo ter-
cero y Agustín en el quinto. Cuando el Catolicismo
Romano y la Ortodoxia Oriental se separaron en 1054,
cada cual pretendía ser la única iglesia verdadera y
pronunciaba anatemas sobre la otra. En 1302, el Papa
Bonifacio proclamó que era absolutamente necesario a
la salvación que todos se sujetaran al pontífice
romano. Durante la Sima Papal (1378-1415), dos
líneas opuestas de pontífices excomunicaron a todos
los seguidores de la otra. Después de la Reformación,
la Iglesia Católica Romana consignó a todos los
Protestantes a la condenación y hasta hoy no se ha
retirado oficialmente de esta posición.
Los reformadores protestantes demostraron vis-
tas semejantes. Martín Lutero mantuvo que la
Iglesia Católica Romana era la iglesia apóstata, la
gran ramera del Apocalipsis, y que el papa era el

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anticristo. El se rehusó a unirse con su co-reformador
Uirich Zwingli porque Zwingli creía que el Eucaristía
no contenía el cuerpo físico y la sangre física de
Cristo. Lutero llamó a Zwingli un “pagano total” y “el
mártir del diablo,” y le dijo, “Tú tienes un espíritu
diferente del nuestro.” 13 Lutero rechazó a los
Anabautistas como herejes, condenando y hasta
advocando la persecución de ellos.
Zwingli permitió que sus seguidores persiguier-
an a los Anabautistas; ellos ahogaron a uno en el río
como un castigo apropiado para su insistencia en el
bautismo por inmersión. Los Protestantes acostum-
braban ejecutar a los Anabautistas por ahogamiento
o por la espada, mientras que los Católicos usaban
fuego para no “derramar sangre.”
Miguel Serveto fue quemado por los Calvinistas
porque insistía en el rebautismo y negaba la trinidad
(aunque afirmaba la absoluta deidad de Jesucristo).
Juan Calvino le enjuició y consintió plenamente a su
ejecución, aunque Calvino hubiera preferido que
fuera decapitado.
La Iglesia de Inglaterra persiguió a los
Puritanos y los otros Separatistas. Los Puritanos, en
cambio, persiguieron a Bautistas y Cuáqueros en la
América Colonial.
Los fundamentalistas típicamente llaman a la
Iglesia Católica Romana un culto, niegan que los
Protestantes liberales son salvos, y clasifican al Pen-
tecostalismo como diabólico. Algunos Evangélicos, e
incluso algunos Pentecostales Trinitarios, han clasi-
ficado a los Pentecostales Unicitarios como herejes o
cultistas. Las Iglesias de Cristo creen que solamente
ellas son salvas.

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¿Cuál es la respuesta correcta a la acusación de
exclusivismo? Primeramente, debemos reconocer que
Jesucristo mismo estableció al nuevo nacimiento
como el requisito para entrar en el reino de Dios, y El
dijo que nadie podría ser salvo excepto mediante El
(Juan 3:3-5; 8:24; 14:6). El indicó que solamente una
minoría sería salva (Mateo 7:14; Lucas 13:23, 24).
Sin embargo, El ofreció salvación a “él que quiera.”
La salvación no se determina por afiliación o denom-
inación religiosa. Cualquier persona, sin tener en
cuenta el nombre de su iglesia, que cree y obedece al
evangelio de Jesucristo será salva.
No rechazamos a los que no han recibido la
experiencia neotestamentaria, sino que simplemente
les animamos a que reciban todo lo que Dios tiene
para ellos. Hay muchas personas sinceras y aun
arrepentidas, como Apolos y los discípulos de Juan en
Efeso, quienes necesitan ser guiadas a verdad más
avanzada para que puedan tener un nuevo nacimien-
to apostólico. Nuestra experiencia y nuestra doctrina
deben conformarse al modelo completo apostólico y
bíblico. Los que buscan a Dios sin cumplir con este
modelo rendirán cuentas a Dios. Nuestra respons-
abilidad es clara: debemos actuar sobre lo que sabe-
mos ser la verdad.
Al considerar estos asuntos, los siguientes prin-
cipios son importantes:
1. Dios es soberano, y solamente El es juez
(Romanos 2:16, 9:15; Hebreos 12:23).
2. No debemos condenar o atacar a otros, sino
predicar el evangelio y ofrecer la salvación a todos
(Marcos 9:39, 40; Juan 3:17; Filipenses 1:15-18).
3. La Biblia es la única autoridad para doctrina

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e instrucción en la salvación (Juan 5:39, 40; Gálatas
1:8, 9; II Timoteo 3:15-17). No podemos imponer
demandas no bíblicas u ofrecer excepciones no bíbli-
cas. No podemos depender de o ser movidos por
razonamiento humano, situaciones hipotéticas,
grandes números de personas, figuras heroicas en la
historia religiosa, o antepasados piadosos.
4. Dios guiará al buscador diligente a la salva-
ción (Jeremías 29:13, 14; Mateo 7:7; Hechos 10:1-6;
Hebreos 11:6).
5. El juicio de Dios tomará en cuenta la luz a la
disposición de cada individuo (Marcos 12:38-40;
Lucas 12:42-48; Romanos 2:6, 11-16).
Algunos hipotetizan que Dios podrá permitir un
cumplimiento irregular o no usual de Su plan declara-
do. Por ejemplo, ¿Podría El aceptar el deseo genuino
de una persona de ser bautizada si a esa persona se le
impide bautizarse antes de morir? (El Catolicismo
Romano enseña que hay un “bautismo de deseo” en
tales casos.) ¿Podría Dios aceptar la fe sincera en
Cristo como Dios y Salvador de una persona en el bau-
tismo aun si ella no conocía o no entendía la fórmula
del Nombre de Jesús? ¿Podría Dios dar a algunos el
Espíritu Santo sin la señal de lenguas porque ellos no
conocían o entendían las lenguas? ¿Podría Dios salvar
a algunas personas hoy fuera de la iglesia neotesta-
mentaria o sin la plena experiencia neotestamentaria,
quizás tras un modelo del Antiguo Testamento? Analo-
gías posibles serían Jetro, Balaam, Nínive, y la
celebración irregular de la pascua por Ezequías (II
Crónicas 30). ¿Podría existir un nivel menor de sal-
vación u otra oportunidad después de la muerte?
El problema con estas teorías es que no tienen

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apoyo bíblico claro, entonces no tenemos autoridad
para enseñarlas como doctrina. Además, la Escritura
en su totalidad parece excluir las ideas de salvación
fuera de la iglesia, dos niveles de salvación, o una
segunda oportunidad después de morir. Si Dios tiene
planes más allá de lo que El nos ha revelado, o si El
escoge aceptar un cumplimiento no usual de Su plan,
es su prerogativa. Nosotros solamente podemos
predicar y practicar lo que la Biblia declara. En vez
de tratar de justificar vistas extrabíblicas, debemos
sostener y obedecer la enseñanza clara de la
Escritura, gozando así de certeza y seguridad de sal-
vación. Solamente podemos dejar los casos no
usuales o hipotéticos en las manos de Dios.
Otro problema con muchas propuestas excep-
ciones es que la Biblia, con su mensaje claro de sal-
vación, ha sido obtenible a lo largo de la historia de
la iglesia. Más y más evidencia está surgiendo de que
personas en varias edades practicaban el bautismo
en el nombre de Jesucristo y recibían el Espíritu
Santo con la señal de hablar en lenguas. En muchos
casos, individuos redescubrieron estas verdades por
sí mismos. Aun en la Biblia, Cornelio aparentemente
nunca había oído del hablar en lenguas, pero todavía
habló en lenguas cuando recibió el Espíritu.

Conclusión
Al preseritar el mensaje del evangelio, debemos
enfatizar que la salvación es por fe, no por obras.
Debemos proclamar un mensaje de esperanza, no
condenación. No hay necesidad de atacar a o hacer
burla de otros grupos o individuos. Podemos recono-
cer cualquier experiencia espiritual o nivel de verdad

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que hayan alcanzado y todavía proclamar “todo el
consejo de Dios” (Hechos 20:27). Nosotros no somos
su juez, pero podemos y debemos proclamar la Pala-
bra de Dios y atestar a nuestra propia experiencia
personal. Debemos afirmar la necesidad de obedien-
cia continua a la Palabra de Dios- la necesidad de
“andar en luz, como él está en luz” y de “crecer en la
gracia y el conocimiento de nuestro Señor” (II Pedro
3:18; I Juan 1:7).
¿Cuál es la conclusión para predicadores? Pri-
meramente, recibirán lo que predican. Solamente si
recalcan la importancia de la experiencia de Hechos
2:38 la recibirá la gente. En segundo lugar, si ellos
predican el evangelio de Cristo con énfasis en la fe, la
esperanza, y el amor, su ministerio será un éxito
espiritual. Si su interpretación doctrinal es correcta,
salvarán a muchos. Si resultan ser demasiado exclu-
sivos en su interpretación doctrinal pero evitan la
contención, la amargura, y el fariseísmo, todavía sal-
varán a muchos y no dañarán a nadie. Finalmente,
Hechos 2:38 se halla en la Biblia. Solamente puede
ser correcto el predicar su mensaje positivamente a
todos sin compromiso.
En sumario, afirmamos cuatro verdades:
1. La Biblia es la única autoridad para sal-
vación.
2. La base de la salvación es la muerte, sepul-
tura, y resurrección de Cristo.
3. La salvación viene solamente por la gracia
mediante la fe en Jesucristo.
4. La aplicación de la gracia y la expresión de la
fe vienen mientras obedecemos a Hechos 2:38, recibi-
endo así el nuevo nacimiento de Juan 3:3-5.

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Notas
1. Véase David Bernard, The Oneness of God
(Hazelwood, Mo.: Word Aflame Press, 1983).
2. Para documentación y más discusión de este
pàrrafo, véase David Bernard, The New Birth
(Hazelwood, Mo.: Word Aflame Press, 1984) pp.
264-281; William Chalfant, Ancient Champions of
Oneness (Hazelwood, Mo.: Word Aflame Press, 1982),
Cap. 5.
3. G.D. para F. Smith, A Brief Confession or
Declaration of Faith (1660) p. 6. El documento origi-
nal se encuentra en la Biblioteca Británica en
Londres.
4. Para documentación y más discusión de este
pàrrafo, véase David Bernard, The New Birth, pp.
282-303.
5. Ireneo, Against Heresies, 2.32.4, refiriéndose
a I Corintios 2:6.
6. Juan Crisóstomo, Homilies on First Corin-
thians, 29.
7. Agustín, “Against the Donatists,” On
Baptism, 3.16.21.
8. Rubén A. Torrey, The Baptism of the Holy
Spirit (New York: Fleming H. Revell, 1895), p. 18.
9. I. Howard Marshall, The Acts of the
Apostles, Vol. V de The Tyndale New Testament
Commentaries (Grand Rapids: Eerdmans, 1980), p.
194.
10. Billy Graham, The Holy Spirit (Waco, Tex.:
Word), pp. 250-258.
11. John Wimber, “John Wimber Calls It Power
Evangelism,” Charisma, Septiembre 1985, p. 35.
12. Charles Parham, A Voice Crying in the
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Wilderness (Baxter Springs, Kan.: Apostolic Faith
Bible College, 1902), pp. 27, 31, 35.
13. Sherwood Wirt, “You Can Buck the System
and Win,” Christianity Today, 3 de Febrero de 1984,
pp.20, 22.

Para una discusión detallada de los tópicos en


este folleto, véase The New Bírth (El Nuevo Naci-
miento) por David K. Bernard, publicado por Word
Aflame Press.

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