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El concepto de Imago (en latín significa «imagen») era ya desde los tiempos de la Antigua

Roma un término especial y se usaba para designar aquella máscara de cera en forma de


retrato con la que los muertos se exponían en el Forum Romanum.1 En el sentido
psicológico, Imago es un concepto principalmente de la psicología analítica que introdujo
su fundador Carl Gustav Jung, siendo quien lo utilizó por primera vez. Imago designa la
imagen interna, aquella representación de una persona determinada que la mayor parte de
la veces es inconsciente, y que incluso, tras el encuentro real con esa persona, permanece
viva en la psique. Ello contribuye a marcar de manera decisiva la percepción de
las relaciones sociales.2 Imago debe comprenderse por tanto como un fenómeno
neuropsicológico que contiene en sí los enlaces psíquicos que conectan a las personas
cercanas de referencia con la «imagen”. Las imago más importantes son las del padre, la
madre y la imago de los hermanos. Estas imágenes de recuerdos inconscientes se
conforman por regla general en la infancia más temprana; la adhesión a ellas permanece
por lo general sin alteraciones en la vida adulta.2 Las imagos de los padres pueden
considerarse también como ideas precursoras de lo que Freud llamó Superyó en su
modelo estructural de la psique de la segunda tópica freudiana.
La formación de una imago constituye un proceso psíquico normal. Sin embargo, en el
caso de imágenes investidas de manera negativa o amenazante pueden conducir a
un psíquico y participar de la formación de un complejo.3
El propio Jung explicó el concepto de imago. Véase por ejemplo, la definición en una sus
nueve conferencias que ofreció en idioma inglés en septiembre de 1912 en la Fordham
University:
La personalidad de los padres, entre las cosas que en la etapa infantil tuvieron la mayor
significación, desempeña el papel primordial. Incluso aunque los padres hayan muerto hace mucho,
por lo que podrían y deberían perder toda significación al haberse modificado desde entonces la
situación vital de los enfermos acaso totalmente, sin embargo de algún modo están presentes y
siguen siendo importantes, como si todavía estuvieran vivos. El amor y la admiración, la resistencia,
la aversión, el odio y la rebelión de los enfermos están aún adheridos a sus imágenes, deformadas
por el afecto o el desafecto y a menudo poco parecidas a la realidad de otro tiempo. Este hecho me
ha urgido a no hablar ya directamente de padre o madre, sino a utilizar para ello el término «imago»
de padre y madre, pues en realidad tales fantasías no tratan del padre o de la madre, sino tan sólo
de sus imagines subjetivas, con frecuencia totalmente desfiguradas, que llevan una existencia
espectral pero influyente en la mente del enfermo.4

Imago y psicoanálisis[editar]
El concepto Imago se inserta en la concepción central de las neurosis transferenciales en
el psicoanálisis de Freud, no obstante, marca el punto de quiebra en las relaciones
personales entre Freud y Jung.5 Freud entendía por imago la distorsión idealizada o
desidealizada de una persona actual, la cual puede presentarse bajo la influencia de
la transferencia.1 Aquello que en la terapia de las neurosis de transferencia se proyecta
sobre el terapeuta no es otra cosa que la imago (por ejemplo, imago parental). Los
contenidos de la imago de objeto (Objektimago) son de carácter arcaico porque
representan el componente impersonal, colectivo del inconsciente. Por esto, la
denominación «imago de objeto», Objektimago, no debe confundirse con la referida a la
madre, el carácter de objeto de la libido infantil.
En su informe anual de 1911 como presidente de la Internationale Psychoanalytische
Vereinigung (IPV), Jung celebró el anuncio de aparición de la revista Imago, la que se
publicaría por primera vez en marzo de 1912, siendo Otto Rank y Hanns Sachs sus
editores.67
Jolande Jacobi destaca la función de la imago en el contexto del proceso
de individuación (psicología del desarrollo) y la necesidad que de allí resulta de una
superación y relativización de los denominados pares de opuestos. Estos pares de
opuestos se constituyen también desde la perspectiva de la teoría psicoanalítica (por
ejemplo, la buena y la mala imagen materna). Según C.G. Jung existe toda una serie de
pares de opuestos que son determinantes para el desarrollo. Entre otros se cuentan los
pares de opuestos Ánimus y Ánima así como también la contradiccón entre Ego y Álter
ego (Sombra).8

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