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LA MORAL UNIVERSAL

¿LA MORAL UNIVERSAL?


Mirá ndonos en el espejo.
Por Demolay
 
icta la fracció n I del artículo 1º de la MRGL “Unida Mexicana” de LL. y AA. MM. del
D Estado de Veracruz (en adelante GLUM):
 
La Masonería es la Institució n orgá nica de la moralidad, comprendida como uno de los
elementos del Ideal de la humanidad. Su objeto (sic) es disipar la ignorancia, combatir el vicio e
inspirar el amor a la humanidad.
 
Mirarnos en el espejo significa vernos autocríticamente a nosotros mismos y
reflexionar sobre un mandato imposible, o sobre una ordenanza constitucional
incumplida. El asunto que aquí planteo tiene que ver, en la primera parte, con la
acció n institucional y en la segunda con los fundamentos filosó ficos de la Masonería.
 
La Masonería —en sí misma— no es una institució n; es, eso si, un campo filosó fico y
simbó lico que expresa formas de un tipo conocimiento que, por su naturaleza, habita
en el á mbito espiritual; esto es, se trata de un saber iniciático que supone una acció n
personal del sujeto para construirse «a sí mismo» como un acto personal éticamente
responsable pero con la guía de un referente espiritual centrado en la Divinidad.
 
La institució n es la Logia, la Gran Logia, o en general los organismos que
se instituyen para la prá ctica y ministerio de la masonería. Por ello, y aplicando el
Compá s, debemos distinguir con claridad la forma del fondo, el continente del
contenido, la substancia de la esencia. Si no hacemos esta cirugía conceptual, entonces
confundimos las cosas. La forma es la institució n, el fondo es la masonería; el
continente es “lo que contiene a”, en este caso lo que el continente “contiene” es la
masonería. Las Grandes Logias y sus Logias son instituciones —continentes, pues
— que se instituyen precisamente para ministrar, estudiar, difundir, cultivar, prodigar
y perpetuar el conocimiento masó nico, el Arte Real, la masonería en sí. Ló gicamente,
la masonería es preexistente a la Logia como tal. Es decir, siempre existió la masonería,
pero no siempre la Gran Logia. Del mismo modo, la filosofía es preexistente a las
instituciones que la enseñ an y cultivan. Nadie diría, en su sano juicio, que la fecha
fundacional de la primera facultad de filosofía del mundo es la misma que la fecha en
la que se fundó la filosofía.
 
Si aceptamos que la primera Gran Logia del mundo se “instituyó ” en Londres, en 1717
y luego, de jure, en 1723, eso no significa que la masonería haya sido fundada en ese
añ o. Una cosa es la Gran Logia —y sus Logias— y otra, muy diferente, la masonería.
Hechas estas precisiones que el Compá s nos indica (la Ló gica), haré ahora las
siguientes postulaciones.
 
En efecto, los objetivos que la prescripció n constitucional dispone son imposibles, a no
ser que su logro se asigne a grupos humanos organizados bajo la forma de logias o de
grandes logias, pero a la masonería como tal. Es decir, los objetivos institucionales
solo pueden ser conseguidos por “organizaciones”, y la masonería no es una
organizació n. No veo có mo la física, por ejemplo, pueda lograr el bien de la
humanidad; en todo caso serían los físicos y sus instituciones quienes podrían lograr
objetivos del mundo materialmente concreto.
 
Pero, aú n en el caso de que el error se corrigiese y se dijera:
 
La Gran Logia Unida Mexicana es la Institució n orgá nica de la moralidad… y su objetivo es
disipar la ignorancia, combatir el vicio e inspirar el amor a la humanidad,
 
Aun así, el cometido estaría incumplido, pues luego de tantos añ os de existencia,  la
Institució n masó nica veracruzana no muestra evidencia alguna de que haya, o
actualmente esté realizando esfuerzo alguno para disipar la ignorancia, o para
combatir el vicio, menos aú n para inspirar el amor a la humanidad.
 
Por mucho que los masones hablen de que el trabajo es interior e iniciá tico, la realidad
es que no existe evidencia alguna de que, institucionalmente existan, ni planes ni
estrategias para cumplir esos tres objetivos de la Institució n. Consecuentemente, los
resultados son nulos. Ni las Logias ni las Grandes Logias actú an en ninguna forma en
el seno de la sociedad.
 
Pero, la fracció n II es aú n má s discutible, desde el punto de vista de la reflexió n
estrictamente filosó fica. El enunciado constitucional nos dice:
 
Son sus principios: la Moral Universal y la Ley Natural, dictadas por la Razó n y definidas por la
Ciencia.
 
Aquí la pregunta es: ¿Existe la moral universal?, ¿es posible una moral así? Esta
pregunta se ha planteado muchas veces entre los filó sofos, especialmente entre los
dedicados a la ética, y sus respuestas y conclusiones no son del todo justificatorias del
enunciado constitucional de la GLUM. En principio, es de afirmarse que la fracció n II
del artículo 1º no es ni puede asumirse como un principio “de la masonería”, no al
menos de la masonería regular y primigenia, surgida en Inglaterra en 1717-
1723.  Observo que con cierto disimulo, la declaració n constitucional de la GLUM se
apega má s a los planteamientos agnó sticos del Gran Oriente de Francia, que a los de la
masonería espiritual regular del mundo. Lo paradó jico es que la literatura ritual de la
GLUM contiene preceptos que apelan a tal espiritualismo y que contradicen
claramente el racionalismo a ultranza del citado artículo 1º constitucional.
Ciertamente, la GLUM proclama una masonería espiritual en su ritualidad, no así en su
constitució n. ¿Puede la Razó n —así con mayú scula, para exacerbar su endiosamiento
— proclamar una moral puramente humana y aplicable a los hombres de todos los
países, incluso los que niegan la religiosidad, o aú n la existencia misma de Dios?
 
Luego de muchos añ os de pensar en esta expresió n constitucional de la GLUM —así
como de estudiar los fundamentos de la masonería primigenia y ancestral— concluyo
que una moral universal —entendida como naturalista y racionalista— solo sería
posible, «si y solo sí», eliminamos del escenario la noció n de Dios.[2] Ya le pensamos a
Dios como Gran Arquitecto del Universo, el Señ or, Jehová , Alá , Causa Primera o como
los masones gustemos decir. La moral universal solo es posible, conceptualmente
hablando, si prescindimos de la presencia de Dios, tanto en la masonería como en
nuestras vidas. La discusió n —hoy impropia y superada— de si el Gran Arquitecto del
Universo es una noció n “teísta” o “deísta” no viene al caso, pues la tesis persiste: la
moral universal solo es posible en escenarios vacíos de Dios. En el mismo sentido,
asumir que la masonería proclama una “moral universal” es concluir que ella carece
del sentido del deber y del derecho que el Gran Arquitecto (Dios a secas) grabó en la
conciencia de los hombres, tal y como postula, por ejemplo, el Maestro Secreto.[3]
 
Por demá s, los rituales de la GLUM —y de muchas Grandes Logias mexicanas y
latinoamericanas— hacen que los profanos contesten tres preguntas en el Triangular
que encuentran en el C. de R. Una de ellas le cuestiona sus deberes para con Dios y la
respuesta valiosa viene por la reflexió n espiritual que predispone la decoració n del C.
de las R. Poco después, ya durante el proceso recepcional del Gr. de Ap., el ritual, por
boca del V. M. le pide al recipiendario que responda si “cree en Dios”. La respuesta
ritual es lapidaria, idealista y cartesiana, pero finalmente solemne y apela a la
existencia del pensamiento como prueba empírica de la existencia de Dios.[4]
 
En las logias mexicanas (las de la GLUM no son la excepció n) se acostumbra la lectura
del Có digo Moral Masó nico, un bellísimo catá logo de enseñ anzas y postulados —todos
con un parentesco increíble con las enseñ anzas cristianas— que inicia con la
expresió n: “Adora al Gran Arquitecto del Universo”, y no como dice la fracció n II del
artículo que vengo comentando: “Reconoce al Ser Supremo”. Hay mucha distancia
entre un “reconocimiento” y una adoració n. Los “liberales” dirían: “Es un asunto
semá ntico” como para desdeñ ar la naturaleza del asunto, pero el resto del Có digo esta
plagado de apelaciones referenciales a la Divinidad. Por ejemplo: “Si el Gran
Arquitecto del Universo te da un hijo dale gracias, pero tiembla por el depó sito que te
confía, porque en lo adelante tu será s para ese niñ o la imagen de la Divinidad”; “El
verdadero culto a Dios consiste en las buenas costumbres…”, “Conserva tu alma tan
pura que pueda comparecer ante Dios, indigna de reproche”. En fin.
 
El Gr. de Comp., esta igualmente plagado de referencias a Dios, no como concepto y
como abstracció n inú til, sino como Ente cuya Voluntad Soberana se Revela en el
mundo. No se diga del Grado de Maestro, en el que la inmortalidad del alma es una
consecuencia de asumir los misterios de la Creació n, la muerte y la resurrecció n, así
como sus consecuencias fídicas y espirituales en el orden moral.
 
Pero existen en la masonería latinoamericana textos que circulan profusamente. En
los Mandamientos de los Sabios se enseñ a que “Dios Todopoderoso, es la sabiduría
eterna e inmutable; es la Inteligencia Suprema. Le honrarás con la prá ctica de las
virtudes”. Luego, en los grados del Rito Escocés —tanto como en los del Rito York
— los llamados rituales al reconocimiento de la Divinidad del Altísimo son profusos y
copiosos. El Grado Rosa Cruz es una síntesis de religiosidad, espiritualidad y
llamamiento al “camino de retorno”.[5] Y, por si fuera poco, es del todo emotiva y
profunda, al mismo tiempo que fídica y espiritual, la divisa del Grado 32º, Príncipe del
Real Secreto: “Spes Mea In Deo Est”. Si muchos masones no identifican el asunto, habrá
que traducirles: “Mi esperanza esta en Dios”. Tal esperanza, sin interpretaciones,
alude a la fe y a la convicció n redentora del Creador. Si uno lee el Libro de los Salmos,
encontrará similitudes sin fin de esta advocació n masó nica. Y de muchas má s.
 
Bastaría con estas citas para constatar que no hay en la masonería, real y verdadera,
apéndices de racionalismo alguno en sus proclamas oficiales. Las invocaciones de
racionalismo y de naturalismo solo son expresiones de masones extraviados, que por
desconocer lo esencial de la masonería se conforman con ideologismos y
filosofismos —a los que son tan afectos algunos— que resultan disonantes y
disfuncionales con el cará cter que nos enseñ an nuestros rituales. Así que la absurda
pretensió n de una “moral universal” —despojada de espiritualidad— que busca
regenerar al mundo, moralizando “humanamente” a los hombres y haciéndolos felices
solo en la tierra, no es má s que un injerto en el seno de la masonería y de sus
instituciones. ¿Para qué sirve, entonces, el Cuarto de las Reflexiones?, ¿qué sentido
tuvo estar ahí y meditar sobre los símbolos maravillosos de la vida y de la muerte?,
¿qué habremos respondido a las preguntas sublimes que nos presentaron los
Expertos en el Triangular?, ¿puede existir una moral universal, racionalista y
naturalista, existencialmente humana y que desconozca las leyes del Eterno?
                                                                                                                                                  
Una institució n que enseñ a una masonería, que por sus raíces y simbolismo es
constructiva, y que anhela una construcció n del hombre acercá ndolo con el ideal de
perfecció n, y que hace reflexionar a sus hombres acerca de sus deberes para con Su
Creador, deviene imposible que finque sus preceptos en una “moral universal”.
Afirmar lo contrario es, ademá s de filosó ficamente imposible, lógicamente absurdo. O,
en su caso, inventemos mejor “otra masonería”, materialista y atea, en la que solo sea
verdad lo que la razó n apruebe.
 
Todo sistema de moral —especialmente si éste se funda en la noció n de Dios y en la
construcció n simbó lica del hombre— necesita una base firme que la sustente, sea ésta
una creencia religiosa, un imperativo categó rico o una aspiració n religantemente
espiritual. Pero, postular una moral universal de consenso, puramente racionalista y
naturalista, no es congruente con la naturaleza esencial de la masonería.
 
Para concluir, ¿existe una moral universal?
 
Lo que se pretende con esta expresió n es imponer una determinada moral
desplazando las morales religiosas mal entendidas. El masó n mexicano (supongo que
de otras latitudes de nuestra América latina también) cuando oye la palabra “religió n”
de inmediato piensa en la iglesia romana (el Vaticano), en el Clero, en la Inquisició n y
“en el fanatismo”. Por supuesto, el hecho de que los masones hablen de religió n
parece —para mis hermanos mexicanos— una suerte de traición al espíritu de la
Reforma Liberal de Benito Juá rez. Nada de esto es cierto. Juá rez mismo, luchador
incansable de la libertad, del laicismo y del progreso, era cató lico de fe. Nosotros los
masones no necesitamos proclamarnos del tal o cual religió n, pero es un hecho que en
nuestro interior llevamos la semilla de un religamiento real, profundo y espiritual que
la propia masonería, por su cará cter iniciá tico, nos ha enseñ ado.
 
No es verdad que el consenso acerca de ciertas prá cticas de conducta haga que exista
una “moral universal”, en el sentido de moral generalizada. Existen, sin duda,
principios que aplican “aquí y en China” (no matará s, por ejemplo), pero ello no le
adjudica universalismo a la moral, no al menos en el sentido que señ ala el artículo 1º
de la constitució n de la GLUM. Es decir, la racionalidad no conduce al universalismo, y
el naturalismo tampoco. La moral “de consenso” sería solo una moral má s, y quizá s
con má s personas implicadas en el mundo, pero no más universal en el sentido de má s
auténtica o má s verdadera. Quienes piensan que la filosofía desplaza a la religiosidad,
piensan equivocadamente. En el fondo de toda filosofía hay religiosidad, y viceversa.
 
Al igual que no existe un lenguaje universal (como la ilusió n del Esperanto), tampoco
existe una moral universal. No son posibles. La moral universal es una idealizació n
que no puede imponerse, mucho menos exigirse por la vía del derecho, como mal
pretende la GLUM. ¿Existe la moral universal por ley? Una moral decretada así sería
una ficció n y tan ilusa como pretender conocer la naturaleza de Dios, segú n lo explican
los Grados 13° y 14° del escocismo.
 
La ú nica y remota posibilidad de que pueda establecerse una moral universal, tanto
como un lenguaje o como una religió n universal, es que el mundo avance por una
integració n cultural que deslinde fronteras y que, por su propio desarrollo, las
sociedades se constituyan en una sociedad global. Un mundo sin fronteras, un mundo
sin himnos nacionales, sin banderas ni nacionalidades. Un mundo ciertamente
imposible.
 
 
 

[1] Maestro masó n, Past V. M. de las Logias “Alborada” No. 2 y “Concordia” No. 1. MRGL “Unida
Mexicana” de LL. y AA. MM. del Estado de Veracruz, Xalapa, Veracruz, México. Octubre 28 de 2007.
[2] No es una conclusió n difícil, en verdad, pero había que fundamentarla en la perspectiva de la
masonería regular y en la de la ritualidad, incluso de las pretendidas masonerías que entienden lo
“liberal” como “irreligiosidad”, “agnosticismo”, “anticlericalismo” o simplemente como algo “laico”.
[3] Grado 4º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
[4] La respuesta en sí es un dislate, pues la pregunta era de naturaleza fídica, y no ontoló gica, o sea, se
le pregunta “si cree en Dios”, no si “Dios existe”.
[5] Una de las  acepciones rituales del INRI es  por demá s bellísimo y profundo: In nobis regnat ile.
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 ON 14 ABRIL 2008 AT 10:21 PM  DEJAR UN COMENTARIO  
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