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La Idea de la Mujer en la Divina

Comedia
Desde los comienzos de la Divina Comedia, pueden verse las trazas del papel predominante que
tendrán las mujeres en la vida de Dante. Es desde el comienzo de la obra, cuando se encuentra
con Virgilio y que este le explica que han sido tres mujeres: la Virgen Santísima, Santa Lucia y
Beatriz (tres mujeres para remediar el mal de tres bestias) quien le muestran su ayuda desde
cielo, urgiendo a Dante a comenzar su viaje.

Yo, Beatriz, soy quien te hace caminar;

vengo del sitio al que volver deseo;

amor me mueve, amor me lleva a hablarte

Intentaremos ir presentando algunas de estas mujeres que van apareciendo en el poema, en


particular para mostrar el movimiento de purificación que se va desarrollando en el alma de
Dante.

En el canto 5 del infierno, aparece una de las figuras más conocidas de toda la obra y en la cual
nos detendremos un poco: Francesca de Rimini

Francesca de Rimini

Paolo y Francesca de Rimini son dos amantes adúlteros que se conocieron al leer en el libro de
Lanzarote, los amores de la reina Ginebra, que fueron motivo de inspiración y homenaje por
poetas románticos y contemporáneos, terminan dejándose llevar tormentosamente por la pasión
y el esposo de Francesca los mata a ambos. Paolo no habla una palabra, es sola Francesca quien
cuenta su historia terrible y lastimera… y Dante al escuchar esto siente pena

Y mientras un espíritu así hablaba,

lloraba el otro, tal que de piedad

desfallecí como si me muriese;

y caí como un cuerpo muerto cae.

Pasaje admirable de la Divina Comedia, pues esta historia de tan desdichados amantes, en los
lectores, al igual que en Dante, produce compasión. Signo inequívoco de nuestra simpatía. Pero

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no hay que olvidar que estamos con aprendiendo con Dante, no es digno de compasión el relato,
estamos delante de la justicia de Dios, por eso es que Dante

desfallece como si me muriese;

y caí como un cuerpo muerto cae.

Pues no está purificada su alma, como tampoco la nuestra. Dante ira cometiendo sendos errores
en su camino y se señala esto cuando desfallece y muere, es decir, peca. De igual manera nosotros
lectores deberemos irnos purificando en nuestros afectos y sentimientos según el orden de la
caridad y no de nuestras simpatías naturales.

Aun en otras ocasiones, Dante nos irá mostrando como es débil el amor humano respecto al amor
divino que debemos hacer reinar en nosotros. Amargas quejas a este respecto aparecen
particularmente entre las almas del Purgatorio:

cuando hayas vuelto a atravesar las ondas

di a mi Giovanna que en mi nombre implore,

en donde se responde a la inocencia.

No creo que su madre ya me ame

luego que se cambió las blancas tocas,

que conviene que, aún, ¡pobre!, las quisiera.

Por ella fácilmente se comprende

cuánto en mujer el fuego de amor dura,

si la vista o el tacto no lo encienden

Todo lo cual se ve mucho mejor si se pone en contraste con la figura de otra joven mujer que
aparece en la Divina Comedia, esta vez en el Purgatorio en el canto encontramos a Pia de Senna

Pia de Senna

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En el canto 5 del Infierno hemos visto la historia de Francesca de Rimini. Esta habla desde la línea
88 hasta la 107 y después vuelve a hablar desde la 121 hasta la 138. ¡Quiere decir que es el alma
que más habla en toda la obra! En el canto 5 del Purgatorio, aparece una mujer a quien se conoce
como Pia de Siena, la comparación entre ambas es impresionante: mientras Francesca es
arrogante, imperativa y orgullosa, Pia se muestra modesta, humilde y atenta. Francesca trata de
convencer a Dante de sus razones egoístas, Pia le pide oraciones. Francesca presume de su tierra
natal, Pia solo la nombra. Francesca le cuenta en detalle su historia y como cometió el adulterio
contra su esposo, Pia sólo recuerda un poco de como su esposo traicionó la fe, es decir cometió
adulterio espiritual. Francesca no ha perdonado, todo lo cuenta como presente. Pia ha perdonado
y por eso lo ve todo como un pasado muy lejano. La diferencia es enorme y se entiende
perfectamente porque Dante pone el alma de Francesca en el Infierno y la de Pia en el Purgatorio

Este proceso de amor puro que encontramos fallido en Francesca de Rimini y comenzado en Pia de
Senna, lo veremos perfeccionado en otra mujer que aparece en el Paraíso: Piccarda de Florencia

Piccarda Donatti

En el canto 3 del Paraíso, Dante se encuentra con otra joven mujer Piccarda Donati, hermana de
Corso Donatti, religiosa clarisa, a la que su hermano sacó a la fuerza del convento donde estaba
para casarla con Rosellino della Tosa. Esta mujer es quien le cuenta su historia:

Puerta ninguna cierra nuestro amor

a un justo anhelo, como el de quien quiere

que se parezca a sí toda su corte.

Fui virgen religiosa en vuestro mundo;

y si hace algún esfuerzo tu memoria,

no ha de ocultarme a ti el ser aún más bella,

mas reconocerás que soy Piccarda,

que, puesta aquí con estos otros santos

santa soy en la esfera que es más lenta

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Es en Piccarda Donatti, en la cual vemos terminado el proceso del amor humano: fallido en
Francesca de Rimini, comenzado en Pia de Senna y terminado por obra del Amor mismo de Dios

Nuestros afectos, que sólo se inflaman

con el placer del Espíritu Santo,

gozan del orden que él nos ha dispuesto.

En un hermoso diálogo, está alma santificada, le da la clave a Dante de todo el pensamiento del
Paraíso:

Mas dime: los que estáis aquí gozosos

¿deseáis un lugar que esté más alto

y ver más y ser más de Dios amigos?»

Sonrió un poco con las otras sombras;

y luego me repuso tan alegre,

cual si de amor ardiera al primer fuego:

«Aquieta, hermano, nuestra voluntad

la caridad, haciendo que queramos

sin más ansiar, aquello que tenemos.

Si estar más elevadas deseásemos,

este deseo sería contrario

a lo que quiere quien aquí nos puso;

lo cual, como verás, es imposible,

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si estar en caridad aquí es necesse

y consideras su naturaleza.

Esencial es al bienaventurado

con el querer divino conformarse,

para que se hagan unos los quereres

y así el estar en uno u otro grado

en este reino, a todo el reino place

como al Rey que nos forma en sus deseos.

Y en su querer se encuentra nuestra paz:

y es el mar al que todo se dirige

lo que él crea o lo que hace la natura.»

De este modo Dante presenta el tema del amor personificado en sendas mujeres que van
encarnando el sentido bueno o malo del amor humano. Es muy interesante como en sí mismas las
historias que las tres jóvenes cuentan, no dejan de tener su parte deficiente y desordenada,
herencia inevitable de los hijos de Eva viviendo en este valle de lágrimas, pero Dante pone
hincapié en el papel purificador del Amor Divino que es capaz de triunfar de las situaciones y
condiciones más adversas. En las figuras de estas mujeres resplandece ya el amor completamente
ordenado por el Amor de Dios mismo:

Nuestros afectos, que sólo se inflaman

con el placer del Espíritu Santo,

gozan del orden que él nos ha dispuesto.

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Pero este proceso purificador del amor, que hemos visto representado en las figuras de Francesca
de Rimini, a Pia de Senna y hasta Piccarda Donatti tiene todo su valor para Dante en cuanto
contrasta con la figura femenina por excelencia de la Divina Comedia: Beatriz

Beatriz

Dentro del recorrido marcado por la guía de Beatriz será un hecho de gran importancia que el
nombre de Beatriz signifique "dadora de felicidad" y "beatificadora", pues en este tenor de la
Comedia ella releva a Virgilio en la función de guía. En efecto, a través de sus diálogos con Beatriz,
Dante irá purificándose y alcanzando varios razonamientos teológicos y filosóficos de gran sutileza.

Toda ella representa la gracia, la beatitud. En particular será en los ojos de Beatriz donde se
representan los esplendores de la belleza espiritual:

Y Beatriz dijo: «¡Mira las legiones

del triunfo de Cristo y todo el fruto

que recoge el girar de estas esferas!»

Pareció que le ardiera todo el rostro,

y tanta dicha llenaba sus ojos,

que es mejor que prosiga sin decirlo

Era necesaria esa purificación en el alma de Dante para poder contemplar la gloria de Cristo y
seguir subiendo, pero es notable que esta purificación enviada por Dios mismo le llega a Dante a
través de Beatriz. Noble imagen del dogma de la comunión de los santos.

Dato intersante, es que al comienzo del Paraiso, cuando Dante describe su ascensión hacia las
esferas celestes, el motor es Dios mismo quien lo atrae, pero atraves de los ojos de su amada.

En las eternas ruedas por completo

fija estaba Beatriz: y yo mis ojos

fijaba en ella, lejos de la altura.

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Por dentro me volví, al mirarla, como

Glauco al probar la hierba que consorte

en el mar de los otros dioses le hizo.

Trashumanarse referir per verba

no se puede; así pues baste este ejemplo

a quien tal experiencia dé la gracia.

Si estaba sólo con lo que primero

de mí creaste, amor que el cielo riges,

lo sabes tú, pues con tu luz me alzaste.

Dante está encandilado por los ojos de Beatriz, pues es através de ellos que ve un reflejo de la luz
de Dios. Beatriz que lo sabe, se lo recuerda continuamente, purificando su intención:

Beatriz arriba, y yo hacia ella miraba;

y acaso en tanto en cuanto un dardo es puesto

y vuela disparándose del arco,

me vi llegado a donde una admirable

cosa atrajo mi vista; entonces ella

que conocía todos mis cuidados,

vuelta hacia mí tan dulce como hermosa,

«Dirige a Dios la mente agradecida

[“Drizza la tua mente in Dio grata” me disse]

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-dijo- que al primer astro nos condujo.»

No hay que perder de vista que ese amor a Beatriz fue el primer amor de Dante, amor del cual se
sirvió el Buen Dios para levantarlo de sus miserias y llevarla hasta El mismo. Dante lo sabe
perfectamente y adora los amorosos designios de la Providencia:

El sol primero que me ardió en el pecho,

de la verdad habíame mostrado,

probando y refutando, el dulce rostro;

y yo por confesarme corregido

y convencido, cuanto convenía,

para hablar claramente alcé la vista;

De hecho es aquí cuando Dante recibe el primer destello de la gloria de la Virgen Santísima, y lo
verá reflejado en la sonrisa y en el rostro de Beatriz. Dante empieza a conocer el amor de la
Virgen Santisima en los ojos y en el amor de Beatriz, no es sino el amor purísimo de una madre:

Y ella, tras suspirar piadosamente,

me dirigió la vista con el gesto

que a un hijo enfermo dirige su madre,

y dijo: «Existe un orden entre todas

las cosas, y esto es causa de que sea

a Dios el universo semejante

Desde ese instante Beatriz deja de sonreír, como lo había hecho hasta entonces. Desde ese punto
en adelante su sonrisa desaparece, pues por la cercanía de Dios su luminosidad resultaría
imposible de contemplar.

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Beatriz seguirá guiando a Dante hasta casi el final del Paraíso, es en el canto 31 cuando se aleja de
su lado para dar lugar a San Bernardo. Las palabras con que Dante se despide de Beatriz son
impresionantes pues muestran bien la idea que Dante había concebido acerca de ella:

«Oh mujer que das fuerza a mi esperanza,

y por mi salvación has soportado

tu pisada dejar en el infierno,

de tantas cosas cuantas aquí he visto,

de tu poder y tu misericordia

la virtud y la gracia reconozco.

La libertad me has dado siendo siervo

por todas esas vías, y esos medios

que estaba permitido que siguieras.

En mí conserva tu magnificencia

y así mi alma, que por ti ha sanado,

te sea grata cuando deje el cuerpo.»

Así recé; y aquélla, tan lejana

como la vi, me sonrió mirándome;

luego volvió hacia la fuente incesante

Aun Beatriz debe ceder su lugar ante la contemplación de Dios, pues no es la hermosura de la
mujer sino un trasunto de ese Amor Divino y de esa Belleza Increada que hacer moverse al Sol y a
las estrellas.

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