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Resumen
Uno de los pilares principales en un Estado de Derecho, es el reconocimiento
de la dignidad de la persona, por ello, no basta que se autolimite en el sentido de
reservar al individuo unos má rgenes suficientes de libertad, sino que es preciso
que la
propia dignidad se proteja activamente, esto es, haciendo frente a las amenazas
que
surjan con los cambios de la sociedad.
1. Consideraciones Previas
2
El ser persona implica, entre otros atributos, la capacidad de poder relacionarse
e interactuar con los demá s individuos. Ello en virtud de que la sociedad ha
sido
creada por el mismo hombre, quien ha su vez a contribuido a organizarla conforme
a
sus intereses, es decir, procurando alcanzar su felicidad. En esa bú squeda de
felicidad, el ser humano ha diseñ ado mecanismos de defensa que le permitan
salvaguardar uno de sus atributos má s preciados: su dignidad
1
.
En este contexto, la idea de protecció n a la dignidad humana se introdujo en el
Derecho positivo, tanto a nivel internacional como nacional, sobre todo a
consecuencia
del movimiento de defensa de los derechos humanos que tiene verificativo en
la
segunda mitad del siglo XX.
A partir de la Declaració n Universal de los Derechos Humanos
2
, así como de los
dos Pactos de Naciones Unidas sobre los derechos civiles y políticos y los derechos
econó micos, sociales y culturales
3
, en sus respectivos Preá mbulos se reconoce que la
dignidad es inherente a todas las personas y constituye la base de los
derechos
fundamentales, por lo que se ha convertido en el valor bá sico que fundamenta
la
construcció n de los derechos de la persona como sujeto libre y partícipe de
una
sociedad.
De modo similar a lo que sucede con los citados instrumentos internacionales,
la dignidad humana se ha incorporado a los ordenamientos jurídicos nacionales de
los
Estados, predominantemente en el marco de un reconocimiento general como
principio fundamental, es decir, en los textos de naturaleza constitucional.
3
Aú n y cuando el concepto de dignidad humana tuvo su inicial conformació n en
el cristianismo
4
, con el tiempo también ha ido adquiriendo un cará cter histó rico, y por
ende, en sectores como el político y jurídico se le ha vinculado con otros conceptos,
como la autonomía, la libertad y la igualdad, que en su conjunto han
constituido
“valores bá sicos superiores”, que sirven como referente a la hora de inspirar
normas
bá sicas de Derecho, en específico, aquellas que van a reconocer derechos
esenciales
de la persona, tanto en el á mbito nacional como internacional.
Dada la importancia del reconocimiento de la dignidad humana como
fundamento de los derechos en el contexto de la norma constitucional y los
documentos internacionales, es preciso establecer una aproximació n a su
concepto.
4
En este contexto, la dignidad constantemente se relacionaba con un origen
divino, esto es, como
imagen y semejanza con Dios, cuyo fundamento se establece en la superioridad del
hombre sobre los
animales y la propia naturaleza; tiempo má s tarde, la dignidad se vinculó con la
naturaleza del hombre
atendiendo a sus capacidades humanas, tales como sus rasgos físicos y
psicoló gicos, así como su
capacidad de razonamiento y decisió n. Por lo que en la literatura del Cristianismo,
bá sicamente, en el
Antiguo Testamento, se han hecho referencias atinentes al hombre, mientras que
en el Génesis y los
Salmos, se estableció una conexió n entre religió n y la idea de la dignidad, en donde
se puede leer el
siguiente enunciado: “El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios”
(Gen, 1:26). En tal
virtud, se hace referencia a que la dignidad superior y suprema pertenece
precisamente, a ese ser que
es de una perfecció n infinita y pura que es Dios como el ú nico ser absolutamente
perfecto y superior. Al
respecto, puede verse García Gonzá lez, Aristeo, “El Derecho a la Intimidad
desde una Perspectiva
Constitucional: Equilibrio, Alcances, Límites y Mecanismos de Protecció n”,
Director: M. en D. Emmanuel
Roa Ortiz, Universidad Michoacana de San Nicolá s de Hidalgo, Biblioteca de la
Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales, Tesis, México, 2005, pp. 5 y ss.; así como Seifert, Josef,
“Dignidad Humana:
Dimensiones y Fuentes de la Persona Humana, en III Simposio internacional Fe
Cristiana y Cultura
Contemporá nea, Pamplona, 22 y 23 de Octubre de 2001.
5
El trá nsito de la modernidad, es entendido como la cristalizació n de una serie de
rasgos que sirven
para caracterizar el mundo moderno. En palabras de Peces-Barba, los rasgos de
la sociedad en el
trá nsito a la modernidad se van a constituir principalmente, en primer lugar, por
un sistema econó mico y
el protagonismo de la burguesía; con la aparició n del Estado, por un cambio de
mentalidad impulsada
por el humanismo y la reforma, así como por la secularizació n, el naturalismo,
el racionalismo y el
individualismo. Cfr. Peces-Barba Martínez, Gregorio, Curso de Derechos
Fundamentales. Teoría
General, Madrid, Universidad Carlos III de Madrid-Boletín Oficial del Estado, 1999,
pp. 115-138.
4
En este contexto, algunos autores le han denominan dignidad del hombre
6
;
otros le llaman dignidad humana
7
; en cambio, algunos má s afirman que se le debe
llamar dignidad de la persona humana
8
; también suele llamá rsele dignidad del ser
humano
9
. Sin embargo, la denominació n, per se, no es lo má s importante, sino lo que
verdaderamente tiene relevancia es su contenido semá ntico y la forma a través de
la
cual debe ser protegida la dignidad.
Partiendo del significado etimoló gico, el término dignidad, proveniente del latín
dignitas, cuya raíz es dignus, que significa “excelencia”, “grandeza”
10
, donde cabe
agregar que la dignidad que posee cada individuo es un valor intrínseco, puesto
que
no depende de factores externos.
Así, la palabra dignidad no só lo significa grandeza y excelencia, es decir, el
portador de esta cualidad no só lo se distingue y destaca entre los demá s, sino
también
denota un merecimiento a un cierto tipo de trato.
Por lo anterior, la dignidad se puede definir como “la excelencia que merece
respeto o estima”
11
. Ejemplo de lo anterior es el caso de una persona que ocupa un
alto rango o un puesto elevado y posee una dignidad, lo que exige a los demá s una
respuesta particular, pero esto no le hace acreedor a una mayor dignidad que el
resto,
ya que ésta, es igual para todos los seres humanos, sin importar su condició n o
puesto
6
Entre otros, vid. Herná ndez, Héctor, Valor y Derecho, Buenos Aires, Abeledo
Perrot, 1997, p. 75;
Bidart Campos, Germá n J., Teoría General de los Derechos Humanos, 2ª edició n,
México, Universidad
Nacional Autó noma de México, 1993, p. 72; y, Ferrer Mcgregor, Eduardo,
Derecho Procesal
Constitucional, 2ª Edició n, México, Porrú a, 2001, p. 724, así como Salmos, 8:1.
7
Por ejemplo, autores como Benda, Ernesto, “Dignidad Humana y Derechos de la
Personalidad”, en
Benda, Ernesto et al, Manual de Derecho Constitucional, 2ª edició n, Madrid, Marcial
Pons, 2001, pp.
117-118, 120-121, 123, 126; y, Fleiner, Thomas, Derechos Humanos, Bogotá ,
Temis, 1999, p. 1; así
como Ferná ndez García, Eusebio, Dignidad Humana y Ciudadanía Cosmopolita,
Madrid, Instituto de
Derechos Humanos “Bartolomé de las Casas” - Dykinson, 2003.
8
Vid. Paolinelli, Jorge et al, El Hombre y el Derecho, Buenos Aires, Abeledo Perrot,
1998, pp. 156, 184;
García Ramírez, Sergio, Los Valores en el Derecho Mexicano, México, Fondo de
Cultura Econó mica,
1997, pp. 236-237; Adame Goddard, Jorge, Naturaleza, Persona y Derechos
Humanos, México,
Universidad Nacional Autó noma de México, 1996. pp. 149-150, 152 y 154; y,
Recaséns Siches, Luis,
Filosofía del Derecho, 14ª Edició n, México, Porrú a, 1999, pp. 548, 559-560.
También puede consultarse
a Peces-Barba Martínez, Gregorio, La Dignidad de la Persona desde la
Filosofía del Derecho, 2ª
Edició n, Madrid, Instituto de Derechos Humanos “Bartolomé de las Casas”,
Dykinson, 2003.
9
Cfr. Pérez Royo, Javier, Curso de Derecho Constitucional, 18ª edició n, Madrid,
Marcial Pons, 2002, p.
300.
10
Consú ltese la pá gina web http://www.rae.es [Accesada el 30 de Mayo de 2007].
11
Vid. Williams, Thomas, Fundamentos de los Derechos del Hombre y el Principio
Rector del Bien
Comú n, en la pá gina web http://www.catolicos.com/socialdoc12.htm [Accesada el
2 de Junio de 2007].
5
que desempeñ e. De ahí que deba existir una relació n entre dignidad humana y los
derechos el hombre.
Entonces, inicialmente, podemos entender a la dignidad como aquel valor
inalterable que posee toda persona por el hecho de contar con capacidad para
razonar
y decidir, que los otros entes no poseen.
Con lo anterior, podemos darnos cuenta que todos los seres humanos somos
iguales en la medida en que todos somos portadores de una dignidad comú n, y por
encima de todas las diferencias que nos individualizan y nos distinguen unos de los
otros, es decir, todo ser humano
12
posee dignidad sin importar la condició n en que se
encuentre.
Aunque también cabe precisar que el uso constante del concepto de dignidad
humana y la contundencia de los argumentos suele marcar ciertas imprecisiones
13
y
con ello se corre el riesgo de convertirla en una expresió n vacía. Esto significa que
en
nombre de la dignidad se puede llegar a soluciones radicalmente contrarias
sobre
temas fundamentales que hoy día son de relevancia, ya no só lo para el individuo,
sino
para la sociedad misma, entre las que se encuentran las formas de provocació n y
manipulació n genéticas, el aborto, la disponibilidad de ó rganos humanos, los
experimentos médicos con personas y la eutanasia, etc.
14
.
Si bien las posturas ideoló gicas sobre la dignidad son muy variadas, en el
contexto de los Derechos Humanos, y desde una perspectiva doctrinal, la noció n de
dignidad constituye el valor de cada persona, el respeto mínimo de su condició n de
ser
humano, lo cual impide que su vida o su integridad sea sustituida por otro
valor
social
15
.
12
Siendo el sujeto especialmente complejo por la diversidad de sus componentes
genéticos, bioló gicos
y culturales, y al tener la capacidad de actuar racional e irracionalmente, dispone
de un imperativo que
lo impulsa a trascender en la naturaleza de la que forma parte. A diferencia de los
miembros de otras
especies que se caracterizan por ser está ticas y plenas en su existencia, el hombre
es la unidad natural
diná mica e inacabada que se hace y rehace cotidianamente y determina su ser al
trascender a través
de sus semejantes. Vid. Sá nchez Bringas, Enrique, Derecho Constitucional, 4ª
edició n, México, Porrú a,
1999, p. 2.
13
Para ello, es preciso establecer el á mbito –religioso, filosó fico, ético, político, etc.–
en el cual sería
empleado dicho término.
14
Vid. Gonzá lez Pérez, Jesú s., La Dignidad de la Persona, Madrid, Civitas, 1986, p. 19.
15
Ibidem, p. 20.