Sunteți pe pagina 1din 7

 

Search...

José Caldas: La ofrenda vivida


Publicado por Alejandro Useche en domingo, septiembre 21, 2014 | Etiquetas: artes visuales
venezolanas, exposiciones, José Caldas, texto de catálogo

Alejandro Useche

        Involucrarse con la obra de José Caldas implica


conectarse con un aspecto doble. Por una parte, las
imágenes u objetos pertenecientes a la esfera cotidiana,
los cuales destacan por su humildad y provisionalidad.
Por otra, la formulación de una propuesta visual
abocada a la dinámica de lo sagrado, enmarcada dentro
de la santería y fundamentada en una concepción
vitalista que se nutre del mundo natural. 

      Dentro del primer grupo temático, es decir, la


representación de la realidad más inmediata y simple,
está la vista que ofrece la ventana de su casa, escenas
del comercio informal (Maferefún Elegguá, 2000), la
intimidad de su nevera (Full, ca. 2000) o una mirada
interpuesta a través de su carro (Desde el tovareño te
observé, 1993); Pulido brillante, 1994, e Iguana
salamándrica, 1997). En este orden de ideas,
Caldas, grosso modo, ha desplazado su punto de vista
pictórico de adentro hacia afuera. Primero, muestra el
objeto o el interior de la casa; luego, incorpora las
ventanas (a veces verdaderos ventanales) a través de
las cuales se asoman fragmentos del vencindario. En
este punto, el adentro y el afuera se engranan,
contrastan o se complementan. Por último, el artista
sale y recrea el espacio exterior: las calles, los negocios,
los parques de diversión u otras formas urbanas. Por
otro lado, revisando este núcleo o tópico, nos damos
cuenta de que ni la fruta, ni la nevera, ni el carro, ni las
calles desean deslumbrar o fingir permanencia. Están
en su precariedad o abundancia circunstancial. 
      Con relación al segundo ámbito deslindado
artificialmente en estas líneas, quizá lo más importante
sea destacar su carácter de ofrenda o dádiva. En este
sentido, las formas que gesta el artista existen en
cuanto celebran a los dioses o espíritus. Son tributos a
la vida ultraterrena. Sus altares están dedicados a
deidades, entidades o practicantes de la santería o del
espiritismo. Es por ello que, en definitiva, sus altares,
además de constituir puertas al otro mundo, son su
dramatización. Por su parte, los bodegones o marinas,
así como la combinación de ambos, son, con sus frutas
luminosas y grandes (incluso, hiperbólicas),
ofrecimientos a los habitantes del mundo invisible y,
por lo tanto, encarnaciones del paso de lo humano a lo
divino. También son símbolos de la abundancia y la
fecundidad. En las marinas, estas frutas parecen
representar, en un cierto nivel de lectura, la ligazón con
el origen. También es preciso señalar la relación que se
establece entre la obra plástica de Caldas y el fenómeno
musical. Esto sucede en tres sentidos: 1) la música
como estímulo ex profeso para crear sus piezas; 2) la
representación de instrumentos musicales (ya sean
académicos como el violín o el clarinete, o autóctonos
como el cuatro y las maracas) en calidad de bodegones
espirituales conectados con el Sol o la Luna; y 3) la
investigación de las correspondencias entre tonos
cromáticos y tonos musicales.

       Asimismo, no es posible comentar la obra de José


Caldas sin tomar en cuenta la función cardinal que el
color desempeña en su realización. La obra de este
artista no sólo adquiere relevancia en cuanto genera
imágenes profundamente ligadas al imaginario
latinoamericano, sino también por su investigación en
torno al color como visualidad y como fenómeno
espiritual. En su hipótesis, los colores encarnan
vibraciones energéticas trascendentes. En sentido
general, sus colores tienden a ser saturados y
luminosos; a veces, estridentes o violentos, y casi
siempre abarcando grandes zonas planas o más o
menos texturadas. Aparte de los colores primarios,
predominan los naranjas, verdes y violetas aplicados
con espátulas o directamente del tubo (sea óleo, acrílico
o su combinación). Aunque también ha explorado el
trazo gestual (Full, 2000; Riña cromática, 2002) y el
aguzamiento geométrico (Detenido en el tiempo, 1994),
es el impacto cromático lo que le interesa a Caldas.
Podríamos concluir afirmando que las obras abocadas
al tema trascendente, a pesar de estar dedicadas a los
dioses o espíritus, están compuestas también por las
cosas más simples: un racimo de cambures, una patilla,
una auyama o las olas del mar. En definitiva, lo más
pequeño nos conecta con lo extraordinario. 
* Publicado en el catálogo Maferefún. La ofrenda vivida. Obras de José Caldas, Museo de Arte Contemporáneo de
Maracay Mario Abreu, 2002. 

Puede consultarse el siguiente video en el que se entrevista a José Caldas:  https://www.youtube.com/watch?


v=o_URLKCqiW

José Caldas: I Certamen Mayor de las Artes y


las Letras 2005. Capítulo Artes Visuales*

JOSÉ CALDAS representa el desarrollo y


pervivencia de una profunda tradición
cromática, iniciada por Alejandro Ríos y
continuada por Mario Abreu, Jorge Chacón,
Ángel Vivas Arias, el Grupo Sabaneta, Rojo
Espeso y Reinaldo Crespo. Sin embargo, Caldas
es un caso raro y extremo del empleo intensivo
del color saturado, luminoso y vibrante. Su
aplicación espatulada y sus armonías
cromáticas desafiantes, generan escenas muy
inestables y tensas que celebran la vida en la
naturaleza y en los objetos cotidianos con un
interés especial en las raíces santeras, que lo
emparientan con los objetos mágicos de Mario
Abreu y con la producción tardía de Jorge
Chacón. 

Alejandro Useche

* Publicado en "Gran Premio", En: I Certamen Mayor de las Artes y las Letras 2005. Capítulo Artes Visuales.
(2005). Caracas: Instituto de las Artes de la Imagen y el Espacio,   p. 15. 

S-ar putea să vă placă și