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UNICLARETIANA

Pregrado en Teología

Éxodo

Portafolio Dos

El séptimo mandamiento en clave femenina

Docente: German Ortiz

Estudiante

Gustavo Javier Bolívar Arias


INTRODUCCION
Resulta irónico que gran parte de nuestra sociedad se "entretenga" con determinadas series,
de gran audiencia, programas de humor, chistes, novelas, etc… y que venda y en cierto
sentido, a "todos" guste o atraiga, el tema del adulterio, de las relaciones múltiples, siempre
que no se vea implicado uno mismo, o un familiar, en un asunto tan delicado como
controvertido, como es el delito sexual y moral, o la infidelidad, o la fornicación, mientras
que la mayoría de los implicados, no todos, ya que algunos disfrutan con la infidelidad,
pero pocos, entiendo, padezcan y sufran de verdad, éstos sujetos, víctimas y culpables, una
pesadilla a la cual no saben, no pueden o no quieren hacer frente.
Entiendo también, que puede ocurrir que, un sujeto, hombre o mujer, desea realmente
escapar de éste tipo de relaciones y de aventuras, que no siempre resulta tan fácil de
conseguir, se precisa por tanto, entender diferentes comportamientos que a la luz de los
demás pueden parecer ser de una manera pero que tras la apariencia se esconden otras
interpretaciones. Condenamos el adulterio, como no podía ser de otra manera, la
fornicación y la codicia, pero al mismo tiempo trataremos de entenderlo, y no sólo eso, sino
aprenderemos a superarlo. ¿Cuándo se deja de adulterar? ¿Cómo actuar con los que viven
ésta apostasía? ¿Quién es el cónyuge infiel realmente?
Intentaremos dar respuesta a un verdadero drama e ir más allá de la mayoría de
la literatura encontrada sobre el tema, donde básicamente tratan de analizar el dolor que
produce la violación de éste mandamiento divino desde su condena legal más que desde su
misericordia implícita y además tratan de definirlo, apoyándose en la propia Biblia pero
quizá motivados por ese extraño deseo de ser la voz de Dios para la sociedad y en aras de
una manifiesta falta de misericordia, en general, se ha olvidado el espíritu de la Biblia,
hacemos del hecho en sí, una carga insoportable, más de lo que ya es.
Pasiones desordenadas, confusiones y sobre todo, la infracción de la ley: "No cometerás
adulterio o No codiciarás a la mujer de tu prójimo", Sin embargo, ¿En qué se diferencian?,
¿Son mandatos iguales?, ¿Por qué insistiría nuestro Señor en proteger tanto a la familia?,
¿Se comete adulterio en un sistema en el que está validada la poligamia?, ¿Hay diferentes
formas de adulterar?, ¿Puedo estar codiciando a la mujer de mi prójimo y no cometer
adulterio?... El mismo Rey David vivía con varias esposas y concubinas, pero su adulterio
se relaciona sólo con Betsabé, ¿Acaso no sería un adulterio o una fornicación
su estado anterior? ¿No se casó después y engendraron al gran Salomón? ¿Sara no quiso el
adulterio para Abraham con su esclava Agar?
Sin duda que el estudio bíblico que ofrecemos, se encuentra abierto al debate, y vamos a
formular algunas cuestiones que queremos aclarar, sobre todo porque no encontramos más
respuestas en nuestros feligreses, que no sean el castigo y la condena rápida y sin
meditación obligada respecto a éstos mandamientos, incluso en nuestra organización, con
buena motivación y sin duda espíritu de ayuda, pero insensible en ocasiones y que define
magistralmente el ordenamiento conyugal, pero que sin embargo no describe qué hacer ante
la conducta y la comprensión en éstos sujetos, que caen en éste grave pecado. ¿Cómo
debemos comportarnos con ellos?, y ¿cómo debe ser la convivencia eclesiástica?, ¿y cómo
es en la realidad? Para que ésta, no se vea amenazada en sus doctrinas y al mismo tiempo
no pierda de vista la misericordia, el perdón y el amor, siempre elementos básicos y
fundamentales, que no anulan la disciplina pero la superan.
"Si se encontraran transgresores del séptimo mandamiento
Únicamente entre los que no profesan ser seguidores de
Cristo, el mal sólo sería grave en una décima parte de lo
Que es hoy; pero el delito del adulterio es cometido, en
Gran Medida, por los profesos cristianos. Tantos pastores
Como Miembros de Iglesia  cuyos nombres figuran en los
Registros Como si estuvieran en regla, son igualmente
Culpables."
En nuestras directrices, aparece con rotundidad la condena a éste, en concreto, legado
levítico. Quizá, porque ya en la antigüedad, suponía la muerte para ambos es por eso tal
vez, que le hemos dado una gravedad "heredada", siendo que, además, Jesús mismo, amplió
esa culpa al simple hecho de "mirar a una mujer para codiciarla", con lo que se suscita un
problema de difícil solución. ¿Es lo mismo? ¿Cómo cumplir la expectativa de Jesús?, ¿No
es acaso más fácil obedecer el antiguo testamento que lo que propone Jesús?
Propongo estudiar más a fondo éstos mandamientos y la conexión entre ellos. No cometerás
adulterio y no codiciarás se colocan en diferente orden, tanto en el Éxodo como en
Deuteronomio y obedecen a naturalezas distintas. No se corresponden en la raíz
morfológica, y si fueran similares, es muy poco probable que en el idioma hebreo no
tuvieran diferente sintaxis.
Encuentro una problemática evidente en el trato en concreto de éste tipo de delitos contra la
Ley divina, muy estigmatizado y gráfico, pero a los que Jesús señala en una dimensión, la
cual, resulta enormemente complicada cumplir como mandamiento pero no como desafío
y estilo de vida. ¿Supone la misma violación de la ley divina, el pensar un adulterio que el
cometerlo? Jesús es claro.
Antes de comenzar, debemos dejar claro que no debemos ir sólo con la rotundidad de
la Escritura dando puñetazos, a pesar de decir verdades como puños, puesto que como
veremos, las personas caídas bajo ésta condena, se encuentran desamparadas, con el perdón
de Dios, de difícil aceptación, y con facturas que deben pagar en sus Iglesias, que éstas, a
pesar de enseñar lo mismo que la misma palabra del Señor, la propia gravedad que tiene el
mandato, y la que además, le hemos añadido subjetiva y tradicionalmente, hacen que
la persona caída, experimente un vacío que le resulta muy difícil de superar. No encuentra
alivio en los comentaristas, teólogos, pastores, profesores, doctrinas que atacan el asunto
desde la misma perspectiva, pero a quienes les resulta incómodo empatizar con el sujeto
caído, al que comprenderían mejor, si les pasara a ellos mismos, y Dios no lo quiera,
porque no es necesario, hay recursos para prevenir y poder ser fieles, y éste es mi objetivo,
introducirme en uno de los principales pecados de nuestra sociedad actual, que está
dañando nuestra identidad y a nuestras familias, poder entonces, desnudarlo y
comprenderlo para acudir a la fidelidad, bálsamo necesario hoy, como antaño.
El adulterio es un problema serio. Existe una diferencia notable entre lo que creemos es éste
pecado y en cómo se produce y la realidad de muchos, que viven un verdadero drama en
sus vidas. No todos, obviamente, pero, es un mandamiento manipulado, seguramente por
intereses malignos, que buscan la destrucción del ser humano. Se origina en la mente, no en
el cuerpo, y requiere de nosotros un tipo de ayuda que está reñida con otros principios que
incomodan, tales como la confidencialidad, la intimidad, y sobre todo, la posibilidad de
redención.
¿Cómo escapar del adulterio? ¿Cómo solucionarlo y cuándo? Hay ocasiones, en los que el
adulterio esconde una verdadera adicción a las relaciones sociales, que no sexuales, y que
no debe juzgarse de igual manera que un acto voluntario de adulterar.
¿Qué debemos hacer con éste tipo de idolatría? ¿Cómo debemos guardar silencio? ¿Es el
cónyuge infiel, el que comete al acto de adulterio, a pesar de intervenir muchos factores
externos? ¿Qué hacer con las consecuencias de un adulterio? ¿Qué hace la Iglesia con los
que han caído en éste pecado?
Dios quiera en su misericordia bendecir éste trabajo y sobre todo hacernos más sensibles y
más humanos, Dios quiera podamos vivir una pureza tal, que impida el dolor ajeno, que
facilite la convivencia con uno mismo y con los demás, Dios quiera que seamos conscientes
de lo que hay en juego y del significado de un decreto ante la vida.
Objetivo del trabajo

"Este mandamiento nos obliga a respetar nuestros cuerpos y nos invita a seguir un camino

que a veces es arduo y difícil, como un sendero de montaña que nos conduce a alcanzar el

camino de la pureza: es una conquista muy difícil pero posible.

(Mt 5,27-28).

Biografía del autor

GONZALO M. DE LA TORRE GUERRERO


Quibdó – 2003
SENTIDO BÁSICO DE ESTE MANDAMIENTO
No cometerás adulterio Generalmente, cuando se pregunta: ¿Cuál es el sexto
mandamiento"? Se contesta: "No pecarás contra la castidad", Pero no es esto lo que la
Biblia dice. Dios habló así:

"No cometerás adulterio" (Ex 20, 14).

¿Cuál es el sentido de este mandamiento? ¿A qué clamor del pueblo responde? ¿Qué tipo
de opresión se quiere atacar y combatir con este mandamiento?

En Egipto, en la "casa de la esclavitud", la organización de la sociedad era en forma de


pirámide: el Faraón arriba, bendecido por los falsos dioses, debajo de él estaban los reyes y
el personal de la clase de los funcionarios; en la base de la pirámide, sin voz ni voto, vivía
el pueblo, sin voz ni vez. Era una desigualdad radical. Ahora bien, una de las causas que
permitía la existencia y la continuidad de este sistema opresor era la mentalidad de que el
hombre era superior a la mujer. La pirámide existía no solamente en la organización de la
sociedad, es decir en la vida económica, social, política y religiosa. Existía también en la
cabeza de los hombres con relación a las mujeres. Cada familia era una pequeña pirámide
donde el gran sistema se reproducía: el hombre, el jefe de casa, allá arriba, como dueño
absoluto de todo; por debajo de él, la mujer y los hijos, sin voz ni vez. Era allá, en el
corazón de la vida, que el sistema dominador del Faraón y de los reyes podía encontrar el
abono propicio para sobrevivir por siglos sin fin. En cierto sentido, la pirámide del Faraón y
todas las pirámides, tanto las de antes como las de ahora, pudieron surgir, crecer y
mantenerse porque eran y continúan siendo alimentadas por el afán de dominio del hombre,
por el dominio del hombre sobre la mujer. La pirámide sólo podrá ser destruida el día en
que la relación hombre-mujer llegue a una igualdad real, en que tanto ella como él puedan
ser ellos mismos. Pues la idea de superioridad del hombre frente a la mujer se volvió tan
fuerte, que penetró hasta en la cabeza de las propias mujeres y creó en ellas un complejo de
inferioridad frente al hombre. Y hoy, cuando la mujer reclama su igualdad con el hombre,
con cierta frecuencia no quiere ser "ella misma", sino que quiere ser "como el hombre".
Esto nos dice a qué punto ha llegado la opresión de la mujer por parte del hombre.

En el sexto mandamiento, la ley de Dios muestra su profundidad y su importancia. El


cambio que quiere realizar en la sociedad es radical y total. La relación entre las personas
debe cambiar totalmente. Debe volverse una relación de igual a igual, relación de amor y de
fraternidad. No basta que se creen relaciones de igualdad en el campo político, económico y
social. La relación de igualdad debe penetrar todo, hasta el núcleo más íntimo de la vida
humana y de la sociedad, que es la relación hombre-mujer, el matrimonio. Y el paso
concreto que la ley de Dios da en esta dirección está descrito en el sexto mandamiento que
dice "No cometerás adulterio".

El sexto mandamiento no hace distinción entre hombre y mujer. A ninguno de los dos
-hombre o mujer- le está permitido traicionar al compañero. Pero en la realidad la mujer
llevaba desventajas frente al hombre en la aplicación concreta de este mandamiento. En
Israel se deba más libertad al hombre que a la mujer. No era considerado adulterio cuando
un hombre casado tenía relaciones sexuales con una joven no casada. Esto era considerado
apenas como ofensa al padre de la joven, por lo cual el culpable debía pagar una
indemnización (Dt 22, 28-29).Para la mujer, sin embargo, cualquier relación con otro
hombre era considerada adulterio. Así, el objetivo de la ley no era alcanzado. Continuaba la
desigualdad entre hombre y mujer. Seguía la dominación del hombre sobre la mujer.

Pero el ideal de igualdad entre hombre y mujer estaba latente y volvía a renacer siempre.
Resurgió en la descripción de la creación, donde se dice: "Y creó Dios al hombre a su
imagen, a imagen de Dios lo creó. Varón y mujer los creó" (Gen l' 27). ¡Es en la igualdad
fundamental entre eI hombre y la mujer y en el amor entre los dos, donde sé revela la
semejanza del ser humano con Dios! Pero este ideal tan importante para la correcta
organización de la sociedad, nunca fue alcanzado en el Antiguo Testamento. El machismo
fue siempre más fuerte.

En el Nuevo Testamento, Jesús retoma el ideal que Dios tenía en mente al dar el sexto
mandamiento: "Se dijo a los antepasados: no cometas adulterio. Ahora yo les digo que
quien mira con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su interior" (Mt 5, 27-
28). En aquel tiempo el divorcio era cosa fácil. Por cualquier motivo el hombre podía echar
a su esposa. Jesús dice: "¿No han leído que el Creador en el principio, los hizo hombre y
mujer?" (Mt 19, 4). Y Jesús prohibió que la esposa fuese repudiada. Quien repudiaba a su
esposa y se casaba con otra mujer, cometía adulterio (Mt 5, 61-32; 19, 4-9). Esta manera de
hablar de Jesús impresionó tanto a los apóstoles, que dijeron: "Si esa es la condición del
hombre con la mujer, más vale no casarse" (Mt 19, 10). Este es un signo concreto de que
Jesús limitó la libertad del hombre frente a la mujer. Quiso restablecer la igualdad.

El mismo ideal de igualdad es retomado por San Pablo. En la nueva comunidad fundada en
Cristo, "ya no hay diferencia entre quien es judío y quien griego, entre quien es esclavo y
quien hombre libre, ya no se hace diferencia entre hombre y mujer" (Gál 3, 28). En
realidad, ni en las comunidades de los primeros cristianos esta igualdad básica entre
hombre y mujer fue alcanzada. El propio San Pablo, a pesar del ideal que tan claramente
formulaba, imponía serias restricciones a la mujer (1 Cor 11' 2-16) . Señal de que se trataba
realmente de una raíz muy profunda, difícil de ser arrancada del corazón del hombre.

El sexto mandamiento siempre fue reducido a la práctica de la castidad, entendida como un


esfuerzo por respetar el propio cuerpo. La Biblia quiere más que esto. Quiere que sea
respetada la imagen de Dios en el ser humano. Esta imagen aparecerá plenamente cuando el
hombre y la mujer lleguen a un respeto mutuo y cuando el amor entre ambos no sea ya
pretexto para dominar al otro, sino motivo de crecimiento. Quiere acabar con una de las
raíces más profundas del sistema de opresión que es la dominación de la mujer por parte del
hombre. ¡Es un desafío!
Conclusión
Cuando las parejas se casan, se comprometen a guardarse mutua fidelidad. Por desgracia,
son muchos los que, tarde o temprano, infringen esta norma. Una relación extramatrimonial
puede convertirse en una de las crisis más devastadoras que pueda experimentar una
persona, puesto que con ella pueden quedar destruidos sus sueños, esperanzas, y confianza.
Se produce un sentimiento intenso de herida, rechazo e ira.
Cuando alguien viene a comunicarnos su ofensa y herida, nuestro ministerio es doble. Por
un lado, aconsejarle a manejar y equilibrar sus propios sentimientos y, por otro, ayudarle a
dar pasos constructivos evitando que tome decisiones que empeoren las cosas. No siempre
estamos a la altura de las circunstancias, porque la empatía, es difícil de conseguir,
especialmente por los eufemismos y las costumbres heredadas de un mandamiento
especialmente tratado.
Estamos llamados a mostrar misericordia y sensibilidad. No todos los adulterios y caídas
son iguales. Se es víctima y culpable al mismo tiempo, y es una de las oportunidades para
desarrollar una teología de la cruz más que una de la gloria. Casi nunca se piensa del todo
en el otro, y no es difícil que se piensen en circunstancias externas que no están a la altura
de una redención tan compleja, por ejemplo, circunstancias que se derivan de complejos
morales propios del consejero, teologías mal elaboradas, doctrinas poco éticas y muy
morales. El dogma prevalece sobre el alma.
El mandamiento no diferencia respecto a la idoneidad de acceso a la santidad, si bien,
respecto a las causas y consecuencias es importante que mostremos sabiduría para la
redención y corrección de lo que haya sido afectado. Hay muchas formas de adulterio y de
fallar al vínculo matrimonial. ¿Es la pornografía un ejemplo de ello? Sin duda.
¿Es posible volver a construir el matrimonio después de una situación como ésta? La
respuesta es: Sí. Se trata de una crisis y aunque sea penosa y hayas deseado que nunca
hubiera ocurrido, hay que aceptar esta oportunidad para sacar de ella algo constructivo.
Una minoría se aprovechará del suceso y como oportunidad y excusa para poner fin al
matrimonio. Con frecuencia no es posible hacer nada para convencerles de lo contrario.
Incluso en este caso, procura alentarles a considerar la otra alternativa y procura que
utilicen la crisis como medio para reconstruir su propia vida, su matrimonio y su familia.
Algunos pueden perdonar con bastante facilidad, en tanto que he visto a otros que han
tomado la decisión de no perdonar nunca a su cónyuge.
Hemos repasado una dimensión del delito, en el que cada uno de nosotros de alguna
manera, alguna vez, adulteramos nuestros compromisos con Dios y con la familia, y Jesús
mismo permeó nuestra conciencia aludiendo al hecho de si acaso alguien de nosotros se
atrevería a lanzar la primera piedra.
En cualquier caso, el infierno emocional al que se somete en nombre del amor, al sexo, a la
filiación y a sueños rotos, bien en un futuro inmediato o bien lejano, son incalculables. No
ser coherente con uno mismo, no seguir la voluntad de Dios, aún se persiga,
no poder cuando se quiere y no querer cuando se tuvo oportunidad, es algo de difícil
digestión. El secretismo, la confusión, los celos irracionales, el engaño diseñado por un dios
menor que se gusta en la maldad, que disfruta con dañar la imagen de Dios en el hombre,
son acompañantes de un cáncer psicológico y social al que la disciplina de la Iglesia no
sabe hacerle frente con argumentos que coincidan con Jesús en aquellas tierras lejanas.
Agradecemos sin palabras el inmenso privilegio de formar parte de una enseñanza tan
marginada, tan desasistida y tan deformada, que, sin embargo, nos ayuda a vivir en
sociedad, nos ayuda a respirar y saborear la victoria sobre un riesgo que dinamita, asesina
al otro, daña la autoestima, impide a los demás su crecimiento y finalmente suicida el alma.
Queramos nosotros y no Dios, que ya se ha manifestado, escuchar y ser responsables con
un desafío, esto es, amar su ley y en ella caminar de día y de noche. "Bendito aquel, cuyo
pecado haya sido perdonado"

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