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Reflexión

Desarrollo personal y social


La sabiduría de las emociones
Entender lo que nos pasa interiormente y ayudar a nuestros niños y jóvenes a reconocer sus sentimientos es
clave para ser generadores de un mundo sensible y humano.
Por María Alejandra García, Lic y prof en psicología

Me sorprende lo que observo en las redes sociales, el nivel de comunicación entre nosotros, los “humanos”.
Cómo destilamos odio, expresamos dolores, nos quejamos, manifestamos tristezas, alegrías, afectos,
agredimos, descalificamos sin filtro. Sentimos una gran necesidad de expresarnos, y me pregunto: ¿Si nos
encontráramos cara a cara, mirándonos, expresaríamos lo mismo con esa vehemencia o soltura?, ¿qué
pasaría si nuestra forma de relacionarnos frente a frente fuera igual que lo hacemos en las redes? ¿O lo que
ocurre en las redes será una práctica que provocará que sea así en la vida real? Algunas manifestaciones me
dan temor: ¿Nos estamos volviendo cada vez más violentos? ¿Insensibles? ¿Indiferentes? ¿Nos estamos
dando cuenta que del otro lado de la PC o celular hay una persona, como yo o como vos?
Creo en la necesidad urgente de crear espacios para desarrollar competencias emocionales y sociales. Nos
necesitamos. Necesitamos escucharnos, comprendernos, “empatizarnos”, construir, sentir y pensar juntos.
¿Qué lugar tienen nuestros niños y jóvenes en la familia, en la escuela, para descubrir otros mundos, otras
maneras de ser, para acompañar a otros, para escucharse a sí mismos, para escuchar a otros sin prejuicios,
para abrir puertas de su ser interior, a dar amor donándose y dejándose amar?
Una acción muy valiosa y necesaria en la vida de nuestros niños y jóvenes es crear espacios para que puedan
escuchar y reconocer sus emociones.
Muchas veces se habla de educar a las emociones como si fueran “mal educadas”, como si se portaran mal,
como si se tuviera que controlarlas de alguna manera para que no hagan lío. Y se piensa en el desarrollo de
la inteligencia emocional para que las emociones no molesten, para poder “manejarlas”. Darles un lugar a
las emociones en el ser humano es vital para conectarnos con nosotros mismos, con los demás, para
conocernos, para comunicarnos. Las emociones son aliadas esenciales en el aprendizaje. Permiten el
aprendizaje significativo, encontrando un sentido personal y social a aquello que se enseña. Son fuente de
energía otorgando motivación al aprender. Nos hacen descubrir que estamos vivos, nos conectan con el
cuerpo y con la mente y nos acercan al otro, dándole un toque de color y calor a todo.

Emociones auténticas y sustitutivas


Las emociones, según la teoría psicológica Análisis Transaccional, son definibles como “el significado,
sentido subjetivo, de una situación”.
Todas las emociones son valiosas y hay que darles el lugar para que sean expresadas, lo que sucede es que a
veces existen emociones que cubren, como si fueran capas, otras emociones más auténticas. Esto se debe a
que a partir de las historias y creencias de la familia cada uno tiene normas definidas, no conscientes en
muchas ocasiones, sobre cuáles emociones se pueden sentir o expresar. Es la mejor respuesta o expresión
que podemos hasta ahora comunicar. Conocer la diferenciación emocional entre las emociones auténticas y
las que no lo son es muy importante para nuestro autoconocimiento y para lograr una comunicación honesta
y de calidad.
Nos podemos dar cuenta que una emoción no es auténtica cuando su manifestación no nos da paz, cuando
no concuerda en calidad o cantidad en relación a la situación, cuando rumiamos con ella, cuando no nos
permite pensar o actuar con libertad. Como cuando por ejemplo estamos muy angustiados, ansiosos, siempre
enojados, deprimidos. Cuando expresamos estas emociones a veces se hace difícil la comunicación de
calidad ya que provoca malentendidos, confusiones y no podemos entendernos a nosotros mismos y con el
otro. Lo importante es animarnos a profundizar más en esas capas, a bucear más en nuestro interior, y donde
una buena escucha paciente y comprensiva de otro que nos acompañe puede ser de mucha ayuda.
A la emoción que sustituye la emoción auténtica se la denominó “rebusque”. Según el Análisis
Transaccional, el rebusque es una emoción sustitutiva, fomentada por los padres o sustitutos de la infancia,
que reemplaza a la emoción auténtica ignorada o prohibida por estos por motivos dolorosos no resueltos en
la historia familiar.
Las emociones no identificadas y no expresadas adecuadamente pueden comprometer nuestra salud psíquica
o física. Descubrir estas emociones y expresarlas dándoles el lugar que corresponde nos ayuda a sanar
heridas profundas de la vida de la familia y nos da la libertad para ser nosotros mismos.
Tomando el aporte teórico del Análisis Transaccional y a modo de utilidad educativa para acompañar a los
niños y jóvenes en el desarrollo de la inteligencia emocional se considera que las emociones básicas y
auténticas son cinco: miedo, bronca o enojo, tristeza, alegría y afecto. Cada una de estas emociones tiene
una funcionalidad:

Miedo
Nos prepara ante peligros reales actuales o potenciales. Nos puede salvar la vida. No sentir miedo genuino
conduce a diversos grados de autodestrucción. Es realmente valiente quien actúa a pesar de sentir miedo. La
conducta apropiada ante el que siente miedo sería protegerlo y ayudarlo a enfrentarlo, si es posible. A veces
la huida o no enfrentarlo es la mejor opción dependiendo del peligro.

Bronca
Tiene mala prensa pero es muy valiosa. Sirve para enfrentar ataques a valores, integridad mental, física o
bienes propios, de personas queridas o de instituciones. Poner límites. No tiene por qué ser una emoción
frecuente, duradera e intensa, sino breve, para cumplir su cometido. Nos ayuda a ponernos en acción para
resolver positivamente. La conducta apropiada ante el que siente enojo es permitir su expresión y analizar
que la provocó. Es bueno que los niños comprendan que siempre la actitud de enojo se trata de una reacción
secundaria, y que intenten averiguar: ¿Qué te dolió?, ¿qué te hizo sentir así?, ¿qué necesitas?, ¿qué
podríamos hacer por ello?

Tristeza
Sirve para aceptar pérdidas irreversibles, de personas queridas, dándoles un lugar diferente y que potencien
nuestras vidas; de bienes, ilusiones, así como las limitaciones reales, a fin de reemplazarlas o compensarlas.
Nos ayuda a aceptar, resignificar el pasado para vivir el presente plenamente. Ante una pérdida la conducta
apropiada sería acompañar, estar, proteger.

Alegría
Nos motiva para la vida, nos impulsa para continuar con nuevos proyectos y nos da sentido, eleva las
defensas del organismo y nos da bienestar psicofísico. La conducta apropiada ante el que siente alegría, es
compartirla y alegrarnos con él.

Afecto
Nos permite recibir y dar protección, apoyo, sentirnos valiosos, reconocidos por otro, formar parte de un
grupo de pertenencia, nos eleva las defensas del organismo, la autoestima y nos cargan las baterías. La
conducta apropiada ante el que siente afecto es aceptarlo y retribuirlo.
Desde niños vamos aprendiendo a vincularnos en la familia, son nuestros primeros modelos. Ellos nos
enseñan formas de pedir lo que necesitamos, de expresar o no ciertas emociones. Cada familia tiene una
cultura, patrones de cómo hay que desenvolverse en el mundo y crecer.
Luego llega la escuela, se nos abre un nuevo mundo, conocemos diferentes niños, familias y de a poco
vamos aprendiendo que hay otros diversos y en donde yo tengo que hacerme un lugar con otros que también
quieren hacerse una espacio y compartir. Aprendemos a que juntos muchas cosas se pueden hacer mejor,
aprendemos a cooperar, a ser solidarios y que también hay otras personas que nos pueden acompañar en la
vida, que nos dan una mano, que sienten junto a nosotros.
La escuela u otros espacios institucionales como los clubes, centros comunitarios, iglesias son muy
importantes para promover programas educativos para el desarrollo de la inteligencia emocional y social.
Es un camino. Esto es un aprendizaje importantísimo para los niños y jóvenes donde se enseña el valor que
siempre se puede volver a empezar, recomenzar, mirarnos de nuevo y que podemos superar nuestros errores
y repararlos.

Recuadro
Tips para promover la inteligencia emocional y social
 Conocer e identificar el nombre de las cinco emociones auténticas y su significado.
 Descubrir la relación entre gesto, emoción, sensación corporal.
 Promover la expresión de la emociones a través de diferentes lenguajes: la palabra oral o escrita,
visual, musical, corporal. La manifestación artística.
 Comenzar con el reconocimiento de los propios sentimientos y el de los demás por medio de juegos.
Se pueden crear dominó, dados, cartas, trayectos como la oca pero de sentimientos. Por ejemplo en el
dominó puede estar la emoción de un lado y tienen que coincidir con la actitud adecuada ante la
misma con dibujos o palabras. Jugar a dígalo con mímica con diferentes emociones o imitando
emociones de otros. Contar experiencias de otros o pequeñas historias. Crear una carpeta familiar de
sentimientos y experiencias familiares con fotos.
 Preguntar cómo se sienten al empezar o terminar el día. Conversar sobre qué emociones aparecieron
en ese día. Llevar un diario de emociones.
 Crear un clima adecuado cada vez que se hablan de los propios sentimientos dándole al momento
mucha importancia, valorando el silencio, respeto y actitud de escucha activa, para generar un clima
de confianza, aceptación y amor incondicional. Los sentimientos son sagrados, muy íntimos y
valiosos.
 Felicitar y elogiar cuando identifican y expresan adecuadamente sus emociones, comprenden la de
los demás, resuelven situaciones de conflicto a través de la palabra y saben perdonar y pedir perdón,
cuando escuchan con atención las emociones de los demás y se ocupan de consolarlos,
acompañarlos.
 Es importante el respeto de aquellos niños o jóvenes que no pueden expresar sus sentimientos con lo
cual se necesitará una cercanía personal del adulto, se observará si será necesaria una ayuda
terapéutica, al igual que niños que expresan “emociones-rebusque” como el enojo desmedido,
llegando a situaciones de violencia, angustia o tristeza profunda manifestando indicios de depresión
o miedos excesivos, como así también niños que se enferman con frecuencia. A estos niños hay que
acompañarlos muy de cerca para ayudarlos a descubrir y expresar las emociones auténticas sin que
se hagan daño a sí mismos ni a los demás, como así también es una oportunidad de trabajar junto al
grupo en que se encuentra, o con los hermanos en la familia para ayudarlo desde la expresiones de
afecto y elogio por diferentes medios, el consuelo y ayudándolos a pensar.
 Y sobre todo que el adulto sea expresión de lo que promueve también en el proceso de descubrirse a
sí mismo más auténtico.

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