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CRUZ

Entre las cartas que llevan el nombre de Pablo, solo las cuatro grandes, más Flp,
incluyen los términos derivados del sustantivos stauros (“cruz”), y aún de modo
desigual: 1 Cor y Gál, seis veces; Flip, dos veces; Rom y II Cor, una sola vez (cf. Rom 6,6
y II Cor 13,4)
Solo en I Cor 1,13, “fue crucificado por vosotros” aparece como un simple sustituto de
“murió por vosotros”.
Flp 2,8, la cruz se añade a la muerte para subrayar que se trató de una humillación, de
un “vaciarse a sí mismo, tomando forma de esclavo”, pues la cruz era precisamente un
suplicio destinado a los esclavos.
Una de las palabras que más unida va a la de “cruz” sea “escándalo” (I Cor 1,17.23; Gal
5,11)
La “cruz” constituyó una auténtica barrera interpuesta entre el mensaje cristiano y
aquellos que hubieran podido interesarse por él.
Pablo entiende que esa barrera no debe ser apartada ni encubierta en palabras sabias
(I Cor 1,17), sino que la predicación cristiana tiene el deber de ser conocida como
“palabra de la cruz” (v.18), hasta el extremo de que el apóstol no quiso, en su
predicación a Corinto, saber nada más que Cristo y “ese crucificado” (2,2)
Ese escándalo era mayor todavía para los judíos, que veían como “maldito de Dios” al
que colgaba de un madero (Dt. 21,13, citado por Gal 3,13) y por ello se negarían a
aceptar que Dios pudiera resucitarle.
Los mismos príncipes de este mundo (tanto los visibles como los invisibles) se
equivocaron en torno a él, “pues si lo hubiera conocido, no hubiera crucificado al
Señor de la gloria” (I Cor 2,8)
Aquella cruz era portadora de bendición (Gal 3,13)
“Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (I Cor 1,25)
“Fue crucificado en debilidad, pero vive por el poder de Dios” (II Cor 13,4)
A la idea de que Cristo “fue crucificado en debilidad, pero vive por el poder de Dios” (II
Cor 13,4), sigue la de que “también nosotros somos débiles en él, pero vivremos con él
por el poder de Dios” (II Cor 13,4)
No todos quieren parecerse tanto a su Señor: puede que estén entusiasmados con su
triunfo pero son enemigos de su cruz (Flp. 3,18), “os obligan a circuncidaros con tal de
no ser perseguidos con la cruz de Cristo” (Gal 6,12; cf. I Tes 2,15)
El apóstol, en cambio, está “crucificado con Cristo” en orden a vivir para Dios (Gal 2,19)
Pablo pasa al otro extremo, pensando que su participación en la cruz de Cristo, con
cuyos “estigmas” cargaba día tras día, es su única gloria y su máxima victoria sobre el
mundo (Gal 6,14.17)
Así el apóstol puede reconocer que él es un crucificado para el mundo, pero el mundo
lo es para él (Gal 6,14); que el hombre viejo ha sido “crucificado juntamente” para
anular el cuerpo del pecado (Rom 6,6); que los que son de Cristo “han crucificado su
carne” con sus pasiones y sus malos deseos (Gal 5,24)

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