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Vivimos un momento que parece constituir una bisagra histórica, una nueva
cepa de un virus de la gripe, el SARS-CoV-2, que conmociona al mundo entero, cerrando
fronteras, golpeando fuertemente la economía global y causando la muerte de miles
de personas. Nos parece importante, desde el Anarquismo Organizado ir elaborando -
aunque sea preliminarmente- algunos análisis y líneas de acción sobre los efectos que
está teniendo y puede tener esta crisis en el campo social-político.
La aparición y propagación del virus pone al descubierto, una vez más, el
rotundo fracaso del sistema capitalista, mostrando sus facetas más crueles, inhumanas
y peligrosas para las clases oprimidas. En primer lugar pone de relieve que los avances
tecnológicos en el ámbito de la salud, no han podido prevenir ni contrarrestar este
fenómeno, dando cuenta que los billonarios recursos sociales que administran las
empresas farmacéuticas y de salud no están puestos en mejorar la calidad de vida de
los y las habitantes y prevenir enfermedades sino en maximizar sus ganancias, aquí no
hay más que sentido común capitalista, pero que tiene sus efectos en la crisis de salud
que se está viviendo en el mundo entero.
Esta pandemia no es un castigo divino o una "prueba a la humanidad", es una
expresión de la crisis civilizatoria-ecológica que azota a nuestro planeta. La
mantención de las ganancias capitalistas genera que ecosistemas enteros sean
arrasados, la optimización genera que se eliminen los genomas "no productivos", y la
mercantilización de cuerpos y territorios hace que la posibilidad de que un virus mortal
elimine a un porcentaje de la población mundial sea un riesgo que se asume en pos
de la mantención de la economía mundial.
Estamos en un punto de quiebre, en donde la humanidad se debate en la
continuidad del sistema de dominación capitalista o la vida.
Por otro lado, no es menor el dato de que el coronavirus tiene efectos
devastadores sobre la población más golpeada de los últimos años: la que supera los
60 años. Esto tanto en términos de salud, a partir de la falta de vacunas, el incremento
en los medicamentos, el abandono de una parte importante de tratamientos, así como
también en el sistema previsional, donde ha sido el sector históricamente más
castigado, teniendo como referencia inmediata la antipopular reforma jubilatoria de
Macri de 2017, y su modificación durante el actual Gobierno, para el caso argentino,
su completa privatización en Chile siguiendo el modelo norteamericano, los recortes
al Sistema Único de Salud (SUS) en Brasil, etc. El campo popular debería, en este
sentido, buscar que se juzguen como criminales algunas de las reformas más recientes,
así resuena la eliminación del Ministerio de Salud por el anterior gobierno argentino
como un crimen contra la salud pública, que tuvo como consecuencia inmediata el
rebrote de sarampión, una enfermedad que había sido extinguida en Latinoamérica. A
las claras, la población adulta mayor es la población “sobrante” de un sistema social
que viene colapsando. Con todo lo hasta aquí expuesto, queda en claro que la vida y
la salud son un negocio, más que un derecho.
En la región latinoamericana, la clase trabajadora más precarizada y
empobrecida será, sin lugar a dudas, la víctima principal de la situación generada por
la pandemia. Así serán golpeadas personas que no cuentan con alcantarillado y agua
potable, viéndose imposibilitadas de atender muchas de las medidas higiénicas
necesarias, las familias hacinadas en piezas e inquilinatos no pueden atender el
aislamiento preventivo, las decenas de miles de personas en situación de calle no
cuentan con un hogar donde resguardarse, las y los trabajadores independientes que
ganan su sustento diario no pueden atender los llamados al confinamiento o la
población privada de libertad que sufre el hacinamiento, el trato cruel y la
desprotección planificada.
En consonancia con esta idea, la historia nos ha mostrado que en más de una
oportunidad, las enfermedades y el control sobre nuestros cuerpos, ha sido utilizado
por los distintos Estados como arma en función de sus intereses imperialistas. Además
de los conocidos experimentos del nazismo, en América Latina tuvimos casos
emblemáticos como la inoculación de sífilis en la población guatemalteca por parte
del Ejército estadounidense. Semejantes aberraciones solo son posibles en un orden
social capitalista, y que hace a más de uno dudar sobre el origen particular de este
virus, en el seno de una de las potencias imperialistas que viene disputando el orden
mundial. Diversas teorías han circulado que abonan en este sentido y desnudan la
crueldad del sistema y sus políticas imperiales.
Junto a la crisis sanitaria que hoy vivimos, vale poner en relevancia los
mecanismos que han utilizado los distintos Estados para contener la pandemia. Para el
Anarquismo Organizado este es un elemento clave en las proyecciones políticas que
podamos asumir a mediano y largo plazo. El pánico, el miedo y el desconcierto han
fortalecido el discurso totalitario de la crisis sanitaria. En este sentido, las medidas
más restrictivas y represivas se posicionan a nivel de Estado como las más efectivas
para contener un virus que se esparce en miles de personas cada día, desarrollando un
discurso bélico, patriotero y que desconoce las clases sociales.
Asimismo, países con la capacidad de centralizar la economía y restringir
severamente las libertades de su población, tal como el caso de China, refuerzan su
modelo de gestión estatista del capital, ante un neoliberalismo que hace agua en
Europa, Estados Unidos y América Latina, donde la imposibilidad de paralizar la
economía hace inocua cualquier medida de contención al virus. En consecuencia,
asistimos a una disputa dentro de la clase dominante, en donde el modelo de gestión
neoliberal y centralista se baten en un duelo a muerte para decidir quién liderará una
nueva fase en la historia del sistema capitalista.
Las clases oprimidas deben estar alertas, el Estado de Excepción Permanente
se refuerza e indistintamente los Estados del mundo sacan a la calle a los militares,
otorgándoles poder de gestión, planificación y acción en esta crisis. Un claro ejemplo
de esto es el actual toque de queda instaurado en la región chilena, que va desde las
22 hasta las 05 horas, con la única función de controlar las calles, reprimir y volver a
tener presencia en poblaciones y avenidas en donde desde la revuelta social del 18 de
octubre, no tenían mayor capacidad operativa. Al día de hoy ya van más de 300
detenidos y detenidas por el toque de queda, que sin duda no son del barrio alto sino
de los barrios populares. Algo similar ocurre en Argentina donde las personas detenidas
superan los 3200 y también en otros países como Perú y Paraguay. Los militares en las
calles no aportan en nada al control del virus, es solo la garantía de contención a una
clase oprimida cansada del gobierno y su política genocida.
Que sigan trabajando o que estén en su casa, las mujeres están en primera línea
en la lucha contra la pandemia, pero también las primeras víctimas de la crisis sanitaria
actual.
La crisis destaca el rol esencial de ciertos sectores de actividades (salud,
educación, preescolar, ocupaciones del cuidado, agro-alimentario y distribución,
limpieza, trabajo social, transportes y entrega, etc.). Sin embargo, son mujeres, la
mayoría de las veces mal pagadas y precarizadas, que principalmente trabajan en la
mayor parte de estos sectores.
Con esta crisis la población descubre de nuevo las profesiones útiles
socialmente, las que no se puede prescindir y que responden a las necesidades
esenciales de todos y todas.
En todos estos sectores, las trabajadoras enfrentan a una doble pena. No sólo
deben seguir trabajando con el riesgo de contaminarse y de contaminar a su familia
por falta de protección adecuada y de consignas de higiene claras. También, tienen
problemas con la gestión del cuidado de sus propios hijos e hijas en razón de los
horarios atípicos y aun mas cuando están en situación de familia monoparental.
Para restringir los daños, se necesita por una parte fortalecer la protección
social, para amortiguar el choque, y por otra parte hacer pagar el capital. Eso supone:
3. Al mismo tiempo, tanto por razones de eficacia como para impedir las indecentes
"corona ganancias" de los beneficiarios de la crisis, hay que requisar las empresas
privadas de estos sectores, e integrarlas en el servicio público, poniendo su
funcionamiento bajo el control de la clase trabajadora que es la mejor capacitada para
reorganizar las cadenas de producción y así protegerse del virus.
4. Más allá, es el conjunto de la producción y de los servicios que hay que reorganizar
con urgencia. La industria y los servicios deben estar enteramente vueltos hacia la
producción de material sanitario y de protección, y la garantía de los medios de
sustento para todos y todas. Si el Estado y los patrones no lo quieren, entonces les toca
a la clase trabajadora imponerlo.
5.Esta crisis nos demuestra que la sanidad no puede quedarse nunca en manos privadas.
Control social de los hospitales privados y concertados y residencias de gente mayor
sin compensación con dinero público.
6.Que los Centros de Internamiento de Emigrantes que se hayan cerrado durante esta
crisis en Europa, evidencia su farsa racista, no se vuelvan a abrir nunca más.
Los gobiernos han sido tomados por sorpresa por la situación. Podemos
imponerles cosas, pero sólo si el movimiento social y sindical se arremanga e intenta
enfrentar los problemas sin vacilación. Es entonces crucial que todos los trabajadores
y las trabajadoras conscientes y determinadas se apropien de la herramienta sindical
para agrupar a sus colegas sobre bases solidarias y combativas.