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Es uno de los libros más representativos de Miguel de Unamuno, en que el autor no pretende descubrir el
sentido que Cervantes le diera, sino el que le da él, la obra, como apunta asimismo Ricardo Gullón en su
introducción al volumen, quizá sea también novela, ya que en sus páginas hidalgo y escudero reviven los
episodios de la obra cervantina en compañía de un narrador que no se priva del autoatribuido derecho a
injerirse en lo narrado, trasluciendo en el comentario una voluntad tanto crítica como creadora
En su Vida de Don Quijote y Sancho , obra publicada por Unamuno en 1905 (coincidiendo con el tercer
centenario de la obra de Cervantes), el autor convierte la inmortal obra de las letras hispánicas en una
exhortación de carácter moral y religioso, en la que Don Quijote encarna la fe, dándose a la aventura de
crear un mundo ideal y surgido de la voluntad del caballero andante. Desde luego que para Unamuno
Don Quijote supone en primer lugar un personaje creado por Cervantes, pero aún más importante es su
carácter de realidad con independencia del relato mismo –y con independencia, también, de quien lo
creó: «sólo existe lo que obra y existir es obrar, y si Don Quijote obra, en cuantos le conocen, obras de
vida, es Don Quijote mucho más histórico y real que tantos hombres, puros nombres que andan por
esas crónicas», explica don Miguel.
De forma similar a lo que ocurre en Niebla, el personaje adquiere en las obras de Unamuno el ser de la
idea platónica, erigiéndose de este modo en una suerte de modelo arquetípico del que su creador echa
mano para presentarlo a los lectores. Así, lo que el rector de Salamanca quiere decirnos es que la
realidad constitutiva del personaje trasciende las letras impresas al situarse en el obrar, en la acción, y
tal es su verdad: el hecho de que obra, es decir, que produce efectos en el mundo.
Si la vida es sueño, ¿por qué hemos de obstinarnos en negar que los sueños sean vida? Y todo cuanto
es vida es verdad. Lo que llamamos realidad, ¿es algo más que una ilusión que nos lleva a obrar y
produce obras? El efecto práctico es el único criterio valedero de la verdad de una visión cualquiera.
M. de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho
A diferencia del Quijote de Cervantes, el de Unamuno tiene por principal misión la de despertar al país
de su modorra de siglos, empleando el mito quijotesco con el objetivo de convertir al caballero en
predicador de una cruzada que imprima el juicio crítico en la sociedad de su tiempo, una necesaria
renovación, aunque por ello el héroe acabe por no poder tener amigos, por ser a la fuerza un solitario.
Más allá de erigir imágenes elitistas del genio (como las defendidas, por ejemplo, décadas antes por
Goethe o Schopenhauer en Alemania), Unamuno estima que el héroe encarna y actualiza el ideal de la
colectividad: «no es el héroe –escribía el bilbaíno– otra cosa que el alma colectiva individualizada, el que
por sentir más al unísono con el pueblo, siente de un modo más personal: el prototipo y el resultado, el
nodo espiritual del pueblo».
Entre las opiniones extremadas de Unamuno en este libro llama la atención el escaso respeto que le
merece la figura de Cervantes como escritor. Actitud que se plasma explícitamente en una de las
últimas páginas del ensayo:
Celebrado como uno de los mejores relatos del libro Ficciones (1941), «Pierre Menard,
autor del Quijote» narra a manera de ensayo el rocambolesco proyecto de un apócrifo
escritor: «No quería componer otro Quijote -lo cual es fácil- sino el Quijote. Inútil agregar que
no encaró nunca una transcripción mecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable
ambición era producir unas páginas que coincidieran -palabra por palabra y línea por línea- con
las de Miguel de Cervantes»8.