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Sinbad el varado, de Gilberto Owen

A lo largo de este poema del mexicano Owen podemos detenernos a pensar ciertos
aspectos que responden al cosmos de la vanguardia o, también puede ser, por lo menos al
espectro de la poesía moderna, entendiendo lo moderno como contemporáneo, arriesgado,
ingenioso. En primera instancia encontraremos la fragmentación del poema, y la autonomía
de esos fragmentos, sensación de totalidad y partes en continua comunicación y en cierta
independencia; esa relación oscilante, por ejemplo, la podríamos considerar como cierto
gesto moderno, al menos. Internándonos un poco más en esta pieza lírica daremos con la
pregunta por el sujeto lírico, al punto de que leamos:

“Mas si gritan el mío [su nombre] responden muchos rostros que yo no conocía
o que borró una esponja calada de minutos”

Estos dos versos nos develan un asunto, en definitiva, moderno: la identidad. La


multiplicidad propia de un solo sujeto nos remite a la fragmentación del sujeto moderno,
algo que evidenciamos no solo en los versos anteriores, sino también cuando el yo lírico
dice:
“Hoy me quito la máscara y me miras vacío
y ves en mis paredes los trozos de papel no desteñido
donde habitaban tus retratos,
y arriba ves las cicatrices de sus clavos.”

Estos cuatro versos, por su parte, nos llevan a la metáfora de la máscara: Owen no apelará a
la imagen tradicional ya de una máscara tras otra, sino que resignará a su sujeto lírico a que
debajo, en efecto, no hay nada, no hay sujeto fijo, no existe algo asible y lo suficientemente
estable como para encasillar de tajo. Así pues, no nos extrañará cuando escribe:

“Pero me romperé. Me he de romper, granada


en la que ya no caben los candentes espejos biselados,
y lo que fui de oculto y leal saldrá a los vientos”.

Se trata, entonces, de un sujeto que de entrada absorbe a la vanguardia. El yo lírico, ahora,


se enfrenta a un mundo que le es más que ajeno, por ello lo resignifica, a la vez que se
resignifica a sí mismo y en ese proceso requiere de la palabra; por ello, podríamos pensar se
trata de una resignificación de los valores, como lo muestra el manifiesto antropófago, por
ejemplo, con la inversión del concepto de salvaje y de territorio (al pensar el Brasil).
Por otra parte, nos toparemos con que existe un buen número de autores detrás de Owen,
hay una suerte de tradición a la que responde, autores contemporáneos, en buena parte. Por
ello, nos asombra, de buen gusto, que titule el día quince como “Un coup de dés”,
recordando al francés Mallarmé que permitió cierta libertad en la estructura lírica, en la
disposición de los versos, las palabras, y junto a las palabras la realidad misma. Así pues,
aunque Owen no tiende a una estructura caótica, porque obedece a cierta linealidad ante
todo a lo largo de “Sinbad el varado”, sí recurre a imágenes que denotan su tinte moderno y
vanguardista, imágenes como “las calles ebrias tambaleándose por cerros y hondonadas”; al
pensar la calle ya nos revela un sujeto en específico, el hombre lírico de Baudelaire que
anda París, y ya en la misma disposición de la imagen, Owen puede distanciarse de
Baudelaire con el adjetivo de ebrias, descargando la perturbación (el tambalearse) no en el
sujeto que las ve sino en el mundo visto, esto que puede leerse como la ambigüedad de la
perspectiva del sujeto: confianza y desconfianza. Sin embargo, esto es muy sutil. El poema
tiene imágenes más arriesgadas como:
“Vi una canción pintada de limón amarillo
que caía sin ruido de mi frente vencida”.

Por otro lado, encontraremos la imagen de la rosa cuando Owen escribe:


“Nadie me dijo el nombre de la rosa, lo supe con olerte,
enamorada virgen que hoy me dueles a flor en amor dada.”

A este nacimiento de la rosa en el poema le seguirán detalles de esta y un sucederse de


imágenes fascinantes. Al ver la forma en que el poema juega con este elemento surge la
pregunta ¿es esto el creacionismo de Huidobro? ¿Es esta lo rosa que el poeta debe hacer
florecer? Y pensando en Huidobro notaremos la herencia de Altazor en los versos finales, al
desmontar una frase, verso tras verso, hasta llegar a dos sílabas ya ahí contundentes: “Tal
vez”. Ese desmontaje nos lleva a pensar a grandes rasgos todo lo que sucede en el mundo
vanguardista: los dadaístas desmontan el lenguaje, los futuristas, los surrealistas y demás
los moldes con los que el arte se había estancado. Más allá, igual que sucede aquí, la
vanguardia nos acerca a la exploración del sujeto (como la asociación libre en el
surrealismo) y parte de ello es este poema: un viaje interior.

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