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Ecología para el desarrollo sustentable: resiliencia de ecosistemas

Alcántara Cortés, Jonathan David1


Alcántara, J. (2019). Ecología para el desarrollo sustentable: resiliencia de ecosistemas

“En medio de la dificultad reside la oportunidad”


Albert Einstein
Resumen
Al conocer el concepto de resiliencia y su aplicación en las ciudades descrito por (Pickett, Cadenasso,
& Grove, 2003), se describe el rol que tiene la heterogeneidad espacial para el funcionamiento social
y ecológico de las áreas urbanas, la utilización de la divisoria de aguas para el análisis urbano y
natural, la dinámica social y ecológica de sistema de parches, el uso de ecosistemas humanos
integrados para modelar marcos de referencia, las perspectivas de las áreas metropolitanas integradas
a sistemas ecológico-sociales, la adaptabilidad humana bajo el reconocimiento de un bucle de
aprendizaje en que las personas responden a la afectación por cambios ecológicos, el uso de un diseño
urbano basado en experimentos donde consecuencias ecológicas y sociales pueden ser medidas, el
potencial que tienen los profesionales, ciudadanos, comunidades e instituciones para apoyar la
investigación, el diseño y la planificación en relación a las ciencias ecológicas, para establecer un
puente entre resiliencia ecológica, planeación y diseño urbano y el ecosistema humano.
Palabras Clave: ambiente, complejidad, modelo, patrón, sistema.
Introducción
Identificando los tipos de connotaciones ecológicas basadas en a) el significado, b) el modelo y c) la
metáfora que cualquier término en ecología posee, (Pickett, Cadenasso, & Grove, 2003) indican que
a) la definición central de un concepto puede aplicarse a determinada situación o caso, no requieren
una escala particular ni un tipo de organismo determinado, estabilidad o equilibrio y está fuera de
suposiciones, es decir, contiene definición, b) traducen el significado central a una determinada
situación real o propuesta y c) las figuras del habla en las que una cosa es tomada o entendida por
otra diferente, siendo el resultado de analogías visuales que estimulan la creatividad cuando se aplican
a nuevas situaciones, clasificándose en dos tipos: generativas, que pueden estimular la creación de
conceptos técnicos, y emergentes, que surgen de la aplicación de un concepto técnico propiamente,
pudiendo tener connotaciones de conectividad, adaptabilidad, integridad y complejidad. Es así como
(Pickett, Cadenasso, & Grove, 2003) inician la identificación de aspectos relacionables entre las
ciencias ecológicas, la planificación y el diseño, haciendo énfasis la estructuración de la metáfora
como herramienta integrativa, posteriormente mencionando las particularidad que tiene la resiliencia
desde la perspectiva de la metáfora integrativa, para de esta forma enlazar la heterogeneidad y su
función ecológica y social, articulando una forma de proceder y unas salvedades a la hora de proyectar
la relación entre este tipo de investigaciones.

1
Ingeniero Ambiental. Estudiante de Maestría en Desarrollo Sustentable y Gestión Ambiental de la
Universidad Distrital Francisco José de Caldas. jdac0@hotmail.com
Análisis de resultados
Atendiendo a la importancia que tiene el concepto de resiliencia para (Pickett, Cadenasso, & Grove,
2003), como la capacidad que tiene el sistema para recuperar el punto de equilibrio tras sufrir un
disturbio, o como la capacidad que tiene el sistema para adaptarse y ajustar sus procesos a los cambios
internos y externos, otra definición en referencia a las ciencias ecológicas complementaria es la que
realizan (Baggio & Calderón-Contreras, 2017) en donde es la capacidad de un sistema para absorber
las perturbaciones y reorganizarse durante un proceso de cambio, de tal forma que puedan mantener
las mismas funciones, estructuras, retroalimentación e identidad. Sin embargo, los autores presentan
otra definición en la que se refiere tanto a la capacidad de perturbaciones que un sistema puede sufrir
manteniendo sus funciones y controles originales, así como el sistema es capaz de reorganizarse,
aprender y adaptarse, basados en nociones de no-equilibrio, es decir, logrando un enfoque sistémico
integrador.
Adicionalmente para (Baggio & Calderón-Contreras, 2017), en el eje central de la resiliencia se
encuentra la noción de que los Sistemas Socioecológicos se comportan como Sistemas Adaptativos
Complejos, o como se les denomina comúnmente “enfoques de Pensamiento de Resiliencia”, los
cuales se enfocan en las características de autoorganización, entendidas como las interacciones
cíclicas entre los componentes del sistema que determinan sus propiedades macroscópicas y fluctúan
dentro de un rango específico sin generar cambios profundos en el régimen del sistema.
Un concepto similar de (Roberts, Twidwel, Angeler, & Allen, 2019), apunta a utilizar el modelo
resiliencia a escala cruzada, cuantificando la resiliencia mediante la combinación de diversidad y
redundancia de las funciones realizadas por las especies que componen un ecosistema y operan a
diferentes escalas, para definir la persistencia y el cambio que puede presentar la comunidad (para el
caso del estudio, aves) en un periodo de tiempo determinado, y de esta manera determinar cómo
dichas mediciones se relacionan con la estabilidad o el colapso de la comunidad, logrando afirmar
que para un población estudiada dentro de un ecosistema, la estabilidad ecológica predice el
comportamiento los sistemas dentro de un régimen ecológico, mientras que la resiliencia logra
predecir el mantenimiento de dichos regímenes y el comportamiento de los sistemas colapsando
simultáneamente en regímenes alternativos.
En este sentido, complementariamente para (Convertino & Valverde, 2019), en su investigación
identifican 3 clasificaciones para entender los puntos de vista referentes al concepto de resiliencia: a)
orientación utilitaria, donde se interpreta la necesidad del concepto de resiliencia como un fin
deseable o buscado per se, es decir, sitúan al concepto dentro de teorías más amplias como la
autoorganización y la intencionalidad humana b) enfoques monolíticos al razonamiento sobre la
incertidumbre, donde el concepto utiliza lenguaje de probabilidad para razonar sobre la incertidumbre
y se basa en modelos probabilísticos, y c) cuentas circunscritas de cognición humana e
intencionalidad, en la que se justifica la idea de que los seres humanos exhiben sesgos cognitivos que
imponen límites a su capacidad de razonar coherentemente bajo incertidumbre, incluso en situaciones
de elección simples, excluyendo asuntos de experimentación, observación, percepción y
representación. Dichas interpretaciones, (Convertino & Valverde, 2019) las utilizan para demostrar
que el interés que tiene la ciencia moderna respecto a la utilización del concepto de resiliencia, esta
determinado no solo por la definición conceptual sino por el marco contextual en el que esta inmersa
dicha investigación.
Desde la perspectiva de (De Montis, y otros, 2019), la resiliencia es un concepto que pretende
determinar la capacidad de los sistemas complejos para reaccionar a crisis severas a través de la
autoorganización, la innovación y el aprendizaje, y lograr entornos más estables tras la perturbación
previa del ambiente. También puede entenderse como la capacidad de los sistemas ambientales para
sostener una carga determinada producida por asentamientos humanos, y su huella ecológica,
determinada por el espacio de tierra necesario para producir bienes y servicios capaces de suplir a
grupos humanos a cierto ritmo de desarrollo.
Por su parte, para (Ivanova, Ganzha, & Prokopenko, 2018) respecto a la temática de espacios, áreas
urbanas, resiliencia y ecología, se debe estudiar la percepción que se tiene de la arquitectura del
espacio urbano, abordar la percepción ecológica de volumen y espacio como componentes de las
unidades residenciales, también tener presente los efectos que la contaminación del aire tiene así
como la orientación y el ambiente en que se da el marco de referencia, atendiendo a problemáticas de
agua, suelo y aire, así como realizar el respectivo análisis visual del territorio ambiental para
determinar a nivel estético y desde la perspectiva arquitectónica-ecológica, si es congruente y
adecuado. Sin embargo, ya (Kasiyanov & Chernysheva, 2018), proyectan que parte de la adaptación
de la ciudad y el aprovechamiento de espacios, no solo a nivel ecológico, sino de forma sustentable,
puede realizarse a través de la creación y construcción de áreas subterráneas para las nuevas
generaciones, dado que pueden ser consideradas eco amigables y tendientes al aprovechamiento de
tecnologías adecuadas que buscar prevenir impactos negativos de tipo ambiental derivados de la
actividad humana sobre la superficie, manteniendo condiciones micro climáticas adecuadas y la
sensación de confort propia de espacios comunes.
Aterrizando las diversas perspectivas de los autores anteriormente citados, un estudio (Zúñiga-
Upegui, y otros, 2019) del contexto Colombiano (Tolima) que intenta evaluar la relación entre el
paisaje, las características políticas y socioeconómicas de una región andina altamente biodiversa,
actualmente en proceso de recuperación del impacto socioecológico del conflicto armado, adjudica
al cambio de variables de este tipo, la variación en la cobertura del suelo, relacionando la intensidad
entre el uso de la tierra y la estrecha relación entre la estructura socioeconómica de las poblaciones
locales, la configuración del paisaje, la conservación y los conflictos armados, mostrando que existe
una clara expansión e intensificación agraria tras la etapa de conflicto. Concluyen además, que si bien
dichos cambios pueden mejorar las condiciones económicas de los habitantes rurales, es posible que
los cambios acelerados y no regulados en el paisaje puedan constituir una amenaza para la
conservación de los sistemas socioecológicos colombianos, dejando en claro y atendiendo a lo
analizado por (Pickett, Cadenasso, & Grove, 2003), que aunque los sistemas ecológicos puedan o no
tener múltiples estados de estabilidad, la persistencia del sistema ecológico y para este caso,
socioecológico, no necesariamente mantendrá el equilibrio.
De este modo, no solo los aspectos de resiliencia se han de tener en cuenta como elementos que
mantienen el equilibrio ecosistémico. Desde la perspectiva de (Thompson, y otros, 2012), existe una
brecha entre la ecología comunitaria (procesos de individuos, poblaciones o especies) y la ecología
del ecosistema (flujos de energía y nutrientes a través del sistema ecológico), lo que los hace perder
de vista la función del ecosistema, para lo cual los autores proponen la aplicación del enfoque de red
alimentaria, a través de los que se pueden mapear las interacciones tróficas entre especies y los enlaces
de energía entre estas, de tal manera que se pueda calcular la estructura de la red alimentaria a partir
de atributos propios de la red, y así, determinar la función del ecosistema, entendida como la suma
de procesos físicos, químicos y biológicos que contribuyen al mantenimiento del ecosistema y que
incluyen el flujo de energía, el ciclado de nutrientes, el amortiguamiento de contaminantes y la
regulación de la población.
Por lo tanto, dado que según (Thompson, y otros, 2012) existe una relación recíproca entre la
biodiversidad y la función del ecosistema, será fundamental el avance en estudios de este tipo que
busque estimar los impactos de pérdida e invasión de especies, para la gestión adecuada de los
ecosistemas y el mantenimiento de los servicios ecosistémicos que nos proveen, de tal manera que
sea posible su mantenimiento a largo plazo para las generaciones presentes y futuras.
Finalmente, y en relación al sistema sociedad-naturaleza evidenciado en los ejemplos de planificación
urbana en relación con ecología citados por (Pickett, Cadenasso, & Grove, 2003), para (Zhang, Yang,
& Li, 2006), el ecosistema urbano esta compuesto por subsistemas naturales y socioeconómicos, en
los que gran parte de los beneficios del sistema están determinados por el valor económico que éste
posee, aunque no por ello dependen en su totalidad de este factor, ya que dichos sistemas suelen
omitir los flujos y la entropía de la información (probabilidad y estadística numérica que expresa es
grado de desorden de un sistema), que pueden ser útiles para analizar el orden y la complejidad del
ecosistema urbano, y que pueden ser fundamentales en el mantenimiento en el largo plazo y el
desarrollo sustentable. A este respecto, los autores identifican que la estructura (compuesta por
productores, consumidores y regeneradores del sistema) y los mecanismos (presiones generadas por
subsistema socioeconómico y deterioro y regeneración del medio con respecto a la contaminación
ambiental), así como el flujo de entropía, determinado por el grado de desorden en que un ecosistema
puede llegar a estar y la función del metabolismo del ecosistema urbano (consumo de energía e
insumos para satisfacer las necesidades del sistema), son determinantes de su sustentabilidad, y por
lo tanto, proveen un modo efectivo de medir la evolución del sistema en el largo plazo, por lo que
pueden contribuir al mejoramiento continuo y a respuestas concretas ante variedad de problemas
ambientales, que podrían ocasionar la pérdida del equilibrio del ecosistema urbano.

Conclusiones
En relación a lo que (Pickett, Cadenasso, & Grove, 2003) desarrollan para fundamentar el concepto
de ciudades resilientes y algunos apuntes respecto de lo que la ciencia ecológica pueda aportar para
el diseño y la planificación de ecosistemas urbanos, es necesario partir de la concepción que tienen
(Baggio & Calderón-Contreras, 2017), clasificándolo en primer lugar como un Sistema Adaptativo
Complejo, que varía a través del tiempo y cuya resiliencia esta determinada por factores como los
que menciona (Roberts, Twidwel, Angeler, & Allen, 2019), la diversidad, la comunidad, la
redundancia, la estabilidad que por tratarse de un ecosistema urbano pueden relacionarse con la el
mosaico de parches o la cuenca hidrográfica de (Pickett, Cadenasso, & Grove, 2003), para entender
las interrelaciones que una ciudad posee dentro de su sistema, para lograr predecir hasta que punto el
sistema logrará ser sustentable, y si, acudiendo a lo mencionado por (De Montis, y otros, 2019), son
capaces de reaccionar a crisis severas y lograr entornos estables tras la perturbación.
Así mismo, y como lo menciona (Ivanova, Ganzha, & Prokopenko, 2018), la percepción que tiene la
comunidad y la estética de las ciudades son determinantes de su continuidad en el tiempo, incluyendo
sus factores ambientales, no únicamente preservando la naturaleza per se, y como lo identifican
(Kasiyanov & Chernysheva, 2018), deben tenerse en cuenta espacios no utilizados para optimizar la
permanencia del sistema urbano, como áreas subterráneas. También, dado que se trata de un
ecosistema complejo, donde las variables no son exclusivamente homogéneas o constantes, siguiendo
a (Zúñiga-Upegui, y otros, 2019), conflictos socioambientales deben tener valor en la ponderación y
análisis del sistema completo, bien sea que este factor se altere de manera positiva o negativa, dado
que como esta investigación sugiere, puede determinar un cambio en el sistema completo.
Finalmente, se debe tener presente la biodiversidad como elemento adicional para evaluar la función
del ecosistema según (Thompson, y otros, 2012), quien no lo relaciona directamente con ecosistemas
urbanos, pero puede ser una variable relevante ya que puede ser determinante de los servicios
ecosistémicos que provee un ambiente natural. Además, variables como la entropía, la estructura, los
mecanismos y el metabolismo de un ecosistema urbano, como lo relaciona (Zhang, Yang, & Li,
2006), son referentes de la sustentabilidad, por lo que también deben ser evaluados para garantizar la
continuidad del sistema en el tiempo.

Referencias

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