Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Educación Secundaria
Benito Taibo
DISEÑO
Alebrije visual
Diseño y formación de interiores: Maya Campos Farfán
Diseño de portada: Aarón Basurto Salazar
A Leer/IBBY México
Sede México. Parque España 13-A, Condesa, Cuauhtémoc, 06140, México D. F.
Impreso en México
11 Narrativa
11 Triunfo Arciniegas
12 Caperucita roja
23 Elsa Bornemann
24 Mil grullas
31 Ray Bradbury
32 Idilio del Gordo y la Flaca
42 Italo Calvino
43 Al nacer el día
54 Julio Cortázar
55 Continuidad de los parques
57 Capítulo 7 de Rayuela
58 Propiedades de un sillón
59 Amparo Dávila
60 El huésped
65 Oscar de la Borbolla
67 Minibiografía del minicuento
70 Philip K. Dick
71 Más allá se encuentra el wub
83 Carlos Fuentes
85 El que inventó la pólvora
92 Eduardo Galeano
94 Ventana sobre la palabra (II)
94 Ventana sobre la utopía
94 Ventana sobre la palabra (IV)
95 Ventana sobre un hombre de éxito
245 Poesía
274 Teatro
9
Narrativa
11
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Caperucita Roja
12
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
13
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
14
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
15
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
16
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
17
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
18
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Carta a un zapatero
que compuso mal unos zapatos
Estimable señor:
Como he pagado a usted tranquilamente el dinero que me cobró por repa-
rar mis zapatos, le va a extrañar sin duda la carta que me veo precisado a
dirigirle. En un principio no me di cuenta del desastre ocurrido. Recibí mis
zapatos muy contento, augurándoles una larga vida, satisfecho por la eco-
nomía que acababa de realizar: por unos cuantos pesos, un nuevo par de
calzado. (Éstas fueron precisamente sus palabras y puedo repetirlas.)
Pero mi entusiasmo se acabó muy pronto. Llegado a casa examiné de-
tenidamente mis zapatos. Los encontré un poco deformes, un tanto duros
y resecos. No quise conceder mayor importancia a esta metamorfosis. Soy
razonable. Unos zapatos remontados tienen algo de extraño, ofrecen una
nueva fisonomía, casi siempre deprimente.
Aquí es preciso recordar que mis zapatos no se hallaban completamente
arruinados. Usted mismo les dedicó frases elogiosas por la calidad de sus
materiales y por su perfecta hechura. Hasta puso muy alto su marca de
fábrica. Me prometió, en suma, un calzado flamante.
Pues bien: no pude esperar hasta el día siguiente y me descalcé para
comprobar sus promesas. Y aquí estoy, con los pies doloridos, dirigiendo a
usted una carta, en lugar de transferirle las palabras violentas que suscita-
ron mis esfuerzos infructuosos.
Mis pies no pudieron entrar en los zapatos. Como los de todas las perso-
nas, mis pies están hechos de una materia blanda y sensible. Me encontré
ante unos zapatos de hierro. No sé cómo ni con qué artes se las arregló
usted para dejar mis zapatos inservibles.
19
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
20
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Con toda seguridad, usted carece de hormas en su taller, pues mis za-
patos ofrecen un aspecto indefinible. Recuerde usted, gastados y todo,
conservaban ciertas líneas estéticas. Y ahora...
Pero introduzca usted su mano dentro de ellos. Palpará usted una ca-
verna siniestra. El pie tendrá que transformarse en reptil para entrar. Y de
pronto un tope; algo así como un quicio de cemento poco antes de llegar
a la punta. ¿Es posible? Mis pies, señor zapatero, tienen forma de pies, son
como los suyos, si es que acaso usted tiene extremidades humanas.
Pero basta ya. Le decía que usted no le tiene amor a su oficio y es cier-
to. Es también muy triste para usted y peligroso para sus clientes, que por
cierto no tienen dinero para derrochar.
A propósito, no hablo movido por el interés. Soy pobre pero no soy
mezquino. Esta carta no intenta abonarse la cantidad que yo le pagué por
su obra de destrucción. Nada de eso. Le escribo sencillamente para exhor-
tarle a amar su propio trabajo. Le cuento la tragedia de mis zapatos para
infundirle respeto por ese oficio que la vida ha puesto en sus manos; por
ese oficio que usted aprendió con alegría en un día de juventud... Perdón,
usted es todavía joven.
Cuando menos, tiene tiempo para volver a comenzar, si es que ya olvidó
cómo se repara un par de calzado.
Nos hacen falta buenos artesanos que vuelvan a ser los de antes, que
no trabajen solamente para obtener el dinero de los clientes, sino para po-
ner en práctica las sagradas leyes del trabajo. Esas leyes que han quedado
irremisiblemente burladas en mis zapatos.
Quisiera hablarle del artesano de mi pueblo que remendó con dedica-
ción y esmero mis zapatos infantiles. Pero esta carta no debe catequizar a
usted con ejemplos.
Sólo quiero decirle una cosa: si usted, en vez de irritarse, siente que algo
nace en su corazón y llega como un reproche hasta sus manos, venga a mi
casa y recoja mis zapatos, intente en ellos una segunda operación, y todas
las cosas quedarán en su sitio. Yo le prometo que si mis pies logran entrar
21
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
22
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
23
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Mil grullas
N aomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como
todos los chicos. Porque ellos eran nuevos en el mundo. También,
como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo entonces, en el año
1945, y otra vez estaba en guerra. Naomi y Toshiro no entendían muy bien
qué era lo que estaba pasando.
Desde que ambos recordaban, sus pequeñas vidas en la ciudad japonesa
de Hiroshima se habían desarrollado del mismo modo: en un clima de sobre-
saltos, entre adultos callados y tristes, compartiendo con ellos los escasos
granos de arroz que flotaban en la sopa diaria y el miedo que apretaba las
reuniones familiares de cada anochecer en torno a la noticia de la radio, que
hablaban de luchas y muerte por todas partes. Sin embargo, creían que el
mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada día para descubrirlo.
¡Ah... y también se estaban descubriendo uno al otro!
Se contemplaban de reojo durante la caminata hacia la escuela, cuando
suponían que sus miradas levantaban murallas y nadie más que ellos podían
transitar ese imaginario senderito de ojos a ojos.
Apenas si habían intercambiado algunas frases. El afecto de los dos no
buscaba las palabras. Estaban tan acostumbrados al silencio... Pero Naomi
sabía que quería a ese muchachito delgado, que más de una vez se quedaba
sin almorzar por darle a ella la ración de batatas que había traído de su casa.
—No tengo hambre —le mentía Toshiro, cuando veía que la niña ape-
nas si tenía dos o tres galletitas para pasar el mediodía—. Te dejo mi vianda
—y se iba a corretear con sus compañeros hasta la hora de regreso a las
aulas, para que Naomi no tuviera vergüenza de devorar la ración.
Naomi... Poblaba el corazón de Toshiro. Se le anudaba en los sueños
con sus largas trenzas negras. Le hacía tener ganas de crecer de golpe para
poder casarse con ella. Pero ese futuro quedaba tan lejos aún...
24
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
25
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
26
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
27
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
28
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
29
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
30
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
RAY BRADBURY (1920-) Nació en Illinois, USA. Escritor autodidacta que desarrolló
una gran cultura y creatividad a través de la propia lectura, ha confesado que en
los primeros años de su vida fue un insaciable lector, y que las bibliotecas públicas
le dieron una formación tal que ninguna universidad le hubiera podido dar.
El hombre que subió por primera vez en un avión a los 62 años, que no tiene
ordenador y es un crítico con el uso de la tecnología, aseguró que:
La Humanidad debe colonizar otros mundos para lograr su inmortalidad; el hombre debió
quedarse hace cuarenta años en la Luna, formar ahí una base para continuar con la ex-
ploración hacia Marte y colonizarlo, “para encontrar la inmortalidad de la raza humana”
¡Nosotros somos los marcianos! y el hombre del futuro es un viajero espacial; sólo vivire-
mos eternamente cuando nos reguemos por el universo. Por toda la raza humana hay que
volver a la Luna y luego a Marte, tenemos que hacerlo.
El autor de obras como El hombre ilustrado, Crónicas marcianas y Fahrenheit 451 acon-
seja a los jóvenes ir a las bibliotecas ya que él mismo no pudo ir al instituro “por-
que era muy pobre” y se “pasaba tres días a la semana en las bibliotecas, durante
diez años” (…) La vida del escritor, hasta encontrar la fama, estuvo marcada por
su precariedad económica. “Tenía tan poco dinero, estaba recién casado y quería
escribir sin gastar dinero, fui a la UCLA (Universidad de California) y en un sótano
había unas máquinas de escribir a las que tenía que ponerle diez centavos de dólar
cada media hora, y en nueve días gasté nueve dólares, con eso hice la primera
versión de ‘Fahrenheit 451’”. Sin embargo, el suceso más crucial en su vida, según
ha confesado, fue su encuentro a los 14 años con ‘Míster Eléctrico’, un mago de
feria que le reveló la inmortalidad.
31
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
É L LA llamaba Stanley; ella a él, Ollie. Ella tenía 25 años, y él 32, cuando
se conocieron en uno de esos cocteles en los que todo el mundo se
pregunta qué diablos está haciendo ahí; pero nadie se va, así que todos
beben demasiado y mienten sobre lo maravillosa que les parece la reunión.
Ambos andaban para acá y para allá en aquella selva de gente, sin en-
contrar un árbol a cuya sombra arrimarse. Sus pasos los llevaron a toparse
en el centro de la insípida multitud. Tratando de cederse el paso mutua-
mente, se apartaron hacia un lado, y luego hacia el otro, varias veces, de
tal forma que no podían pasar, hasta que ambos rieron. Él, por impulso,
levantó su corbata con los dedos y la meneó, y ella inmediatamente se llevó
una mano a la mollera, se desordenó el pelo y empezó a parpadear, con un
gesto como de alguien a quien le han golpeado la cabeza.
—¡Stan! —exclamó él, al reconocer el ademán.
—¡Ollie! —respondió ella—. ¿Qué te has hecho?
—¿Por qué no me ayudas? —repuso él, mientras hacía ademanes tos-
cos, propios de los obesos.
Ambos se tomaron del brazo en medio de sonoras carcajadas.
—Yo —empezó a decir ella, con un brillo cada vez más intenso en la
cara—yo conozco el lugar, a menos de tres kilómetros de aquí, donde está
la escalinata de 131 peldaños por la que El Gordo y El Flaco, en 1932, subie-
ron y bajaron aquella caja con un piano adentro.
—Bien, ¡larguémonos de aquí! —gritó él.
Un portazo en el auto, un rugido del motor, y la ciudad de Los Ángeles,
a la luz del atardecer, fue pasando a toda carrera ante ellos.
Él frenó en donde ella le indicó que se estacionara.
32
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
33
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
—¡Para siempre!
Desde aquella hora crepuscular en la escalinata, sus días fueron largos
y estuvieron llenos de esa arrobadora risa que marca el pulso de todo gran
idilio, al principio y al precipitado final. Dejaban de reír sólo para besarse, y
dejaban de besarse sólo para reír.
Fueron a ver muchas películas, nuevas y viejas, pero principalmente las
de El Gordo y El Flaco. Se aprendieron de memoria las mejores escenas, y las
repetían a gritos cuando paseaban en auto por Los Ángeles, a medianoche.
Ella dejó que su alma rebosara como una fuente y lo bañara a él, y era
correspondida con el mismo gozo.
Durante aquel año subieron y bajaron la escalinata por lo menos una vez
al mes, y organizaron meriendas con champaña sobre los peldaños, en la
parte media de esa cuesta, y así descubrieron algo increíble.
—Deben de ser nuestras bocas —dijo él—. Hasta que te conocí, ig-
noraba que tenía boca. La tuya es la más asombrosa del mundo, y me hace
sentir que la mía lo es también. ¿Alguna vez te habían besado, pero de
veras, antes de que yo te besara?
—¡Nunca!
—Ni a mí. ¡Haber vivido tanto tiempo sin conocer nuestras bocas!
—Querida boca —lo atajó ella—, cállate y bésame.
Pero al final del primer año descubrieron algo aún más increíble. Él tra-
bajaba en una agencia de publicidad, y estaba anclado en Los Ángeles. Ella
era empleada de una agencia de viajes, y en poco tiempo se iría a trabajar
al extranjero. Esto los dejó anonadados; nunca lo habían considerado. Una
noche se sentaron frente a frente, y ella le dijo lánguidamente:
—Adiós.
—¿Qué? —preguntó él.
—Veo venir el adiós.
34
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
35
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
36
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
De viaje por Francia, 15 años después, iba él caminando por los Campos
Elíseos con su esposa y sus dos hijas, al atardecer. De pronto vio a una her-
mosa mujer que se le acercaba de frente, escoltada por un hombre maduro,
muy serio, y un chico de pelo oscuro, muy guapo, que tendría unos 12 años.
Cuando se cruzaron, la misma sonrisa iluminó ambos rostros en el mis-
mo instante.
Él jugueteó con su corbata.
Ella se alborotó el pelo.
No se detuvieron. Pero él oyó que ella decía: “¡En menudo lío nos has
vuelto a meter!”, y remataba la frase con aquel nombre que le era tan fami-
liar, pues había sido suyo los años que había durado su idilio.
Sus hijas y su esposa lo miraron, y una de las muchachas le preguntó:
—¿Esa señora te llamó Ollie?
—¿Cuál señora?
—Papá —dijo la otra chica, acercándosele para verle los ojos—, ¡estás
llorando!
—No.
—Sí; estás llorando ¿Verdad, mamá?
—Bien sabes que tu papá llora hasta cuando lee el directorio telefónico
—comentó la esposa.
—No —repuso él—, sólo por 131 escalones y un piano. Recuérdenme
que las lleve allá algún día.
Siguieron caminando, y él se volvió hacia atrás, en el preciso momento
en que la mujer hacía lo mismo. Quizá él vio que ella articulaba con los la-
bios las palabras “¡Hasta luego, Ollie!”, o quizá no lo vio; pero sintió cómo su
propia boca se movía para articular en silencio: “¡Hasta luego, Stan!”
37
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
casadelibro.bligoo.es/ /selección-de-relatos-cortos-Ray-Bradbury
Ray Bradbury en Imaginantes. http://www.imaginalee.org/
38
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
LUIS ANDRÉS CAICEDO (Santiago de Cali, Colombia, 1951- 1977) Desde muy
joven revela un marcado interés por la lectura y con sólo trece años escribe
su primer cuento: “El silencio” (1964). En 1972 fundó con Ramiro Arbeláez
y Hernando Guerrero el Cine Club de Cali y dos años después escribe el
cuento “Maternidad”, considerado su obra maestra. En su novela ¡Que viva
la música! es en donde asegura que vivir más de 25 años sería una vergüenza,
lo que es visto por muchos como la razón principal de su suicidio el 4 de
marzo de 1977 cuando tenía tan sólo 25 años de edad y había recibido una
copia del libro editado por una editorial argentina.
Caicedo encarna a la perfección el mito del adolescente eterno, alguien a quien vivir
más de veinticinco años le parece una “insensatez”. Es un producto redondo de los
años sesenta, que ensalzan la rebeldía juvenil, que idolizan la inmadurez adoles-
cente. Hay en sus obras algo de sus contemporáneos de la Onda, pero a diferencia
de ellos lo suyo no se acaba en el gesto contracultual del joven que usa el sexo, las
drogas y el rock como forma de rebelión ante sus padres y la sociedad; junto a ese
gesto está, también, la actitud de un crítico serio, que ha leído a Borges, a Pinter,
a Ionesco, y que está buscando obsesivamente cierta plenitud que sólo puede darle
los libros, las películas: —me hace falta un nuevo fervor por algún escritor, así
como lo tuve por Poe, Vargas Llosa, Lowry, Henry James, Hawthorne, Styron—.
39
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Vacío
40
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
41
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
ITALO CALVINO (Santiago de las Vegas, Cuba, 1923 - Siena, Italia, 1985) Hijo
de un ingeniero agrónomo, se trasladó de San Remo, donde transcurrió la
mayor parte de su infancia y a Turín para seguir los mismos estudios que
su padre, pero enseguida los abandonó a causa de la guerra, durante la
cual luchó como partisano contra el fascismo. En 1944 se afilió al Partido
Comunista Italiano. Tres años más tarde publicaba, gracias a la ayuda de
Cesare Pavese, su primera novela, Los senderos de los nidos de araña, en la que
relataba su experiencia en la resistencia. Tras publicar algunas antologías de
relatos, de tipo fabulístico, con las cuales se alejaba de la escritura realista
de sus inicios, escribió la trilogía Nuestros antepasados, integrada por El viz-
conde demediado, El barón rampante y El caballero inexistente, narración fan-
tástica y poética, plagada de elementos maravillosos, en la que planteaba
el papel del escritor comprometido políticamente. Notable fue también su
interés por los problemas de la sociedad industrial contemporánea y la alie-
nación urbana, que quedó plasmado en otra especie de trilogía compuesta
por La especulación inmobiliaria(1957), La nube de smog (1958) y La jornada de
un interventor electoral (1963). Tras publicar Marcovaldo (1963), libro en el que
convergen las dos vertientes de su narrativa, la realista y la fantástica, su
poética se abrió a un nuevo clima cultural, moral y estilístico, determinado
por el interés hacia argumentos científicos o matemáticos y hacia la experi-
mentación literaria, pero en el que pervive claramente su característica acti-
tud irónica y deformadora con respecto a la realidad. En Cosmicómicas (1965)
y Ti con zero (1967) el dato científico, los modelos inventivos paradójicos, la
elaboración de increíbles teoremas o la construcción de situaciones irreales
tienen como objetivo verificar un pensamiento científico, pero también
huir de las costumbres de la imaginación para poder comunicar la verdad de
una manera muy personal y con gran virtuosismo estilístico.
42
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Al nacer el día
43
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
La que se encontraba mejor que nadie era mi hermana G’d (w)n por
su carácter introvertido: era una chica esquiva y le gustaba la oscuridad.
G’d (w)n elegía lugares un poco apartados, en el borde de la nébula, y con-
templaba lo negro, y dejaba escurrir los granitos de polvillo en pequeñas
cascadas, y hablaba para sí con risitas que eran como pequeñas cascadas de
polvillo, y canturreaba, y se abandonaba -dormida o despierta- a sueños.
No eran sueños como los nuestros -en medio de la oscuridad, nosotros
soñábamos otra oscuridad porque no se nos ocurría otra cosa-; ella soñaba
-por lo que podíamos entender de su desvarío- con una oscuridad cien ve-
ces más profunda y diversa y aterciopelada.
Mi padre fue el primero en darse cuenta de que algo estaba cambiando.
Yo dormitaba y su grito me despertó:
—¡Atención! ¡Aquí se toca!
Debajo de nosotros la materia de la nébula, que siempre había sido
fluida, empezaba a condensarse. En realidad, desde hacía algunas horas mi
madre había comenzado a revolverse, a decir:
—¡Uf! ¡No sé de qué lado ponerme!—, en fin, según ella había sentido
un cambio en el lugar donde estaba acostada: el polvillo ya no era el de
antes suave, elástico, uniforme, en el que uno podía removerse cuanto
quería sin dejar huellas, sino que se iba formando como una hondonada
o hundimiento, sobre todo donde ella solía apoyarse con todo su peso. Y
le parecía sentir allí debajo algo como muchos granitos o espesamientos
o protuberancias, que quizá estaban sepultos cientos de kilómetros más
abajo y pujaban a través de todos aquellos estratos de polvillo tierno. No es
que habitualmente hiciéramos mucho caso de estas premoniciones de mi
madre; pobrecita, para una hipersensible como ella, y ya bastante entrada
en años, la modalidad de entonces no era la más indicada para los nervios.
Y después a mi hermano Rwzfs, que por entonces era un niño, en cierto
momento, sintiendo, ¿qué sé yo?, que tiraba, que cavaba, en fin, que se
agitaba, le pregunté:
—¿Pero qué haces? —y él me dijo—: Juego.
44
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
45
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
46
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
47
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
De pronto rodé; como si me hubieran hecho -se diría hoy- una zancadi-
lla. Era la primera vez que me caía, no sabía siquiera qué era ese “caerse”,
pero todavía estábamos sobre lo mullido y no me hice nada.
—No pisar aquí —dijo una voz—, Qfwfq, no quiero —era la voz de
mi hermana G’d (w)n.
—¿Por qué? ¿Qué hay ahí?
—Hice algo con algo... —dijo.
Me llevó un poco de tiempo darme cuenta, a tientas, de que mi herma-
na, frangollando con aquella especie de barro, había levantado una monta-
ñita toda pináculos, almenas y agujas.
—¿Pero qué te has puesto a hacer?
G’d (w)n daba siempre respuestas sin pies ni cabeza:
—Un afuera con un adentro dentro. Tzlll, tzlll, tzlll...
Seguí mi camino a tumbos. Tropecé también con el consabido señor
Hnw, que había terminado nuevamente de cabeza dentro de la materia en
condensación.
—¡Arriba, señor Hnw, señor Hnw! ¡Es posible que no consiga estar de
pie!— y tuve que ayudarlo de nuevo a salir, esta vez con un empujón de
abajo arriba, porque yo también estaba completamente inmerso.
El señor Hnw, tosiendo, soplando y estornudando (hacía un frío nunca
visto), desembocó en la superficie justo en el punto donde estaba sentada
la abuela Bb’b. La abuela voló por el aire y de pronto gritó:
—¡Mis nietitos! ¡Han vuelto mis nietitos!
—¡Pero no, mamá, es el señor Hnw!
No se entendía nada.
—¿Y mis nietitos?
48
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
49
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
50
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
51
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
52
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
53
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
«Cortázar nos ha dejado una obra tal vez inconclusa pero tan bella e indes-
tructible como su recuerdo.»
Gabriel García Márquez
54
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
H abía empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por ne-
gocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se
dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes.
Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el
mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del
estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón fa-
vorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante
posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra
vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria
retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la
ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso
de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que
su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que
los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales
danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido
por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes
que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del últi-
mo encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa;
ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama.
Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las
caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta,
protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se
entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo
anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía
que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enreda-
ban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban
abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada
había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora
cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido.
55
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
56
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Rayuela
Capítulo 7
57
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Propiedades de un sillón
“ En casa del Jacinto hay un sillón para morirse. Cuando la gente se pone
vieja, un día la invitan a sentarse en el sillón que es un sillón como
todos pero con una estrellita plateada en el centro del respaldo. La per-
sona invitada suspira, mueve un poco las manos como si quisiera alejar
la invitación y después va a sentarse en el sillón y se muere. Los chicos,
siempre traviesos, se divierten en engañar a las visitas en ausencia de la
madre, y las invitan a sentarse en el sillón. Como las visitas están ente-
radas pero saben que de eso no se debe hablar, miran a los chicos con
gran confusión y se excusan con palabras que nunca se emplean cuando
se habla con los chicos, cosa que a éstos los regocija extraordinariamente.
Al final las visitas se valen de cualquier pretexto para no sentarse, pero más
tarde la madre se da cuenta de lo sucedido y a la hora de acostarse hay
palizas terribles. No por eso escarmientan, de cuando en cuando consiguen
engañar a alguna visita cándida y la hacen sentarse en el sillón. En esos
casos los padres disimulan, pues temen que los vecinos lleguen a enterarse
de las propiedades del sillón y vengan a pedirlo prestado para hacer sentar
a una u otra persona de su familia o amistad. Entretanto los chicos van
creciendo y llega un día en que sin saber por qué dejan de interesarse por el
sillón y las visitas. Más bien evitan entrar en la sala, hacen un rodeo por el
patio, y los padres, que ya están muy viejos, cierran con llave la puerta de la
sala y miran atentamente a sus hijos como queriendo leer su pensamiento.
Los hijos desvían la mirada y dicen que ya es hora de comer o de acostarse.
Por las mañanas el padre se levanta el primero y va siempre a mirar si
la puerta de la sala sigue cerrada con llave, o si alguno de los hijos no ha
abierto la puerta para que se vea el sillón desde el comedor, porque la es-
trellita de plata brilla hasta en la oscuridad y se la ve perfectamente desde
cualquier parte del comedor. “
58
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
59
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
El huésped
60
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Tener arreglada una casa tan grande y cuidado el jardín, mi diaria ocupa-
ción de la mañana, era tarea dura. Pero yo amaba mi jardín. Los corredores
estaban cubiertos por enredaderas que floreaban casi todo el año. Recuerdo
cuánto me gustaba, por las tardes, sentarme en uno de aquellos corredores
a coser la ropa de los niños, entre el perfume de las madreselvas y de las
bugambilias. En el jardín cultivaba crisantemos, pensamientos, violetas de
los Alpes, begonias y heliotropos. Mientras yo regaba las plantas, los niños
se entretenían buscando gusanos entre las hojas. A veces pasaban horas,
callados y muy atentos, tratando de coger las gotas de agua que se esca-
paban de la vieja manguera. Yo no podía dejar de mirar, de vez en cuando,
hacia el cuarto de la esquina. Aunque pasaba todo el día durmiendo, no
podía confiarme. Hubo muchas veces que cuando estaba preparando la
comida veía de pronto su sombra proyectándose sobre la estufa de leña. Lo
sentía detrás de mí… yo arrojaba al suelo lo que tenía en las manos y salía
de la cocina corriendo y gritando como una loca. Él volvía nuevamente a
su cuarto, como si nada hubiera pasado. Creo que ignoraba por completo a
Guadalupe, nunca se acercaba a ella ni la perseguía. No así a los niños y a
mí. A ellos los odiaba y a mí me acechaba siempre.
Cuando salía de su cuarto comenzaba la más terrible pesadilla que al-
guien pueda vivir. Se situaba siempre en un pequeño cenador, enfrente de
la puerta de mi cuarto. Yo no salía más. Algunas veces, pensando que aún
dormía, yo iba hacia la cocina por la merienda de los niños, de pronto lo
descubría en algún oscuro rincón del corredor, bajo las enredaderas. “¡Allí
está ya, Guadalupe!”, gritaba desesperada.
Guadalupe y yo nunca lo nombrábamos, nos parecía que al hacerlo co-
braba realidad aquel ser tenebroso. Siempre decíamos: —Allí está, ya salió,
está durmiendo, él, él, él.
Solamente hacía dos comidas, una cuando se levantaba al anochecer y
otra, tal vez, en la madrugada antes de acostarse. Guadalupe era la encar-
gada de llevarle la bandeja, puedo asegurar que la arrojaba dentro del cuarto
pues la pobre mujer sufría el mismo terror que yo. Toda su alimentación se
reducía a carne, no probaba nada más.
61
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
62
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
63
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
64
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
65
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
66
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
67
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
68
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Aclaro que César la compuso con cabal conciencia y con una plena in-
tención de síntesis, pues buscaba informar al Senado, con una historia rápi-
da, la rapidez de su victoria.
El minicuento más breve posible empecé a componerlo en mi perdida puber-
tad de paseante de panteones, en los tiempos cuando descubrí mi vocación lite-
raria y filosófica. En él se resumen no sólo mis dudas frente a la vida y la muerte,
sino la incertidumbre mortal del hombre frente a su destino. Este minicuento dice
exclusivamente: “Y”.
69
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
70
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
F altaba poco para terminar de cargar. El optus, de pie, con los brazos cruza-
dos, fruncía el ceño. El capitán Franco bajó despacio por la pasarela y sonrió.
—¿Qué ocurre? —le preguntó—. Te pagan por esto.
El optus no dijo nada. Recogió sus ropas y dio media vuelta. El capitán
pisó el borde de la túnica.
—Espera un momento, no te vayas; aún no he terminado.
—¿De veras? —El optus se volvió con dignidad—. Regreso a la aldea.
Contempló los animales y los pájaros que eran conducidos hacia la nave.
He de organizar nuevas cacerías.
Franco encendió un cigarrillo.
—¿Por qué no? A vosotros os basta con salir a campo abierto y seguir
pistas. Pero cuando estemos a mitad de camino entre Marte y la Tierra...
El optus se marchó sin contestar. Franco se reunió con el primer piloto
al pie de la pasarela.
—¿Cómo va todo? —consultó el reloj—. Hemos hecho un buen negocio.
El piloto le miró con cara de pocos amigos.
—¿Cómo explica eso?
—¿Qué le pasa? Lo necesitamos más que ellos.
—Nos veremos después, capitán.
El piloto subió por la pasarela y se abrió paso entre las aves zancudas
marcianas. Franco le vio desaparecer en el interior de la nave. Iba a seguirle
hasta la portilla cuando lo vio.
71
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
—¡Dios mío!
Se quedó mirando con las manos en las caderas. Peterson venía por el
sendero, con la cara congestionada, arrastrándolo todo con una cuerda.
Lo siento, capitán —dijo, manteniendo tensa la cuerda.
Franco avanzó hacia él.
—¿Qué es eso?
El wub desplomó su enorme cuerpo lentamente. Se sentó con los ojos
entornados. Algunas moscas zumbaban sobre su flanco y las espantó con
la cola.
Se hizo el silencio.
—Es un wub —explicó Peterson—. Se lo compré a un nativo por cincuenta
centavos. Dijo que era un animal muy raro. Muy respetado.
72
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
73
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
74
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
El cocinero entró.
—¿Me mandó llamar, capitán? ¿Qué es eso?
—Es un wub —dijo Franco—. Nos lo comeremos. ¿Por qué no lo mide
y trata de...
—Antes que nada, deberíamos hablar —interrumpió el wub—. Con
su permiso, me gustaría discutir este asunto. Veo que no nos ponemos de
acuerdo en algunos aspectos fundamentales.
El capitán tardó un rato en contestar. El wub esperó pacientemente y
aprovechó para sacarse el agua de las mandíbulas.
—Vamos a mi despacho —dijo finalmente el capitán.
Se volvió y salió de la habitación. El wub se levantó y fue tras de él. Los
hombres lo siguieron con la mirada y le oyeron subir la escalera.
—Me gustaría saber cómo terminará todo esto —dijo el cocinero—.
Bien, vuelvo a la cocina. Informadme de cualquier novedad.
—Claro —dijo Jones—. Claro.
El wub se dejó caer en un rincón con un suspiro.
—Le ruego me disculpe, pero me encantan todas las formas de descan-
so. Cuando se es tan grande como yo…
El capitán asintió con un gesto de impaciencia. Tomó asiento ante su
escritorio y entrelazó las manos.
—Bien, empecemos de una vez. Es usted un wub, si no me equivoco.
—Creo que sí. Quiero decir que así es como nos llaman los nativos,
aunque tenemos nuestra propia denominación.
—Habla nuestro idioma ¿Estuvo en contacto con terrícolas anterior-
mente?
—No.
75
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
76
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
77
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
78
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
79
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
80
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
81
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
82
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Fuentes recuerda que siendo aún muy joven Reyes lo invitaba a su casa en
Cuernavaca: “don Alfonso me reclamaba mis ausencias, mis lagunas litera-
rias: ¿Cómo es posible que no hayas leído a Laurence Sterne?”, le recrimi-
naba. “No has entendido bien a Stendhal”, le reprochaba. “El mundo no
empezó hace diez minutos”, le advertía aquel sabio.
Y Carlos Fuentes evocaría años después: “Todo esto me irritaba; yo leía a
contrapelo de sus enseñanzas, lo moderno, lo más estridente, sin entender
que estaba aprendiendo su lección: no hay creación sin tradición, lo nuevo
83
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
84
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
85
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
86
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
87
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
sueldos, y los gastaban en cambiar diariamente las cosas inservibles por los
nuevos productos. Se calcula que, en mi comunidad solamente, llegaron a
circular en valores y en efectivo, más de doscientos mil millones de dólares
cada dieciocho horas.
El abandono de las labores agrícolas se vio suplido, y concordado, por
las industrias química, mobiliaria y eléctrica. Ahora comíamos píldoras de
vitamina, cápsulas y granulados, con la severa advertencia médica de que
era necesario prepararlos en la estufa y comerlos con cubiertos (las píldoras,
envueltas por una cera eléctrica, escapan al contacto con los dedos del co-
mensal). Yo, justo es confesarlo, me adapté a la situación con toda tranqui-
lidad. El primer sentimiento de terror lo experimenté una noche, al entrar
a mi biblioteca. Regadas por el piso, como larvas de tinta, yacían las letras
de todos los libros. Apresuradamente, revisé varios tomos: sus páginas, en
blanco. Una música dolorosa, lenta, despedida, me envolvió; quise distin-
guir las voces de las letras; al minuto agonizaron. Eran cenizas. Salí a la ca-
lle, ansioso de saber qué nuevos sucesos anunciaba éste; por el aire, con el
loco empeño de los vampiros, corrían nubes de letras; a veces, en chispazos
eléctricos, se reunían... amor rosa palabra, brillaban un instante en el cielo,
para disolverse en llanto. A la luz de uno de estos fulgores, vi otra cosa:
nuestros grandes edificios empezaban a resquebrajarse; en uno, distinguí la
carrera de una vena rajada que se iba abriendo por el cuerpo de cemento.
Lo mismo ocurría en las aceras, en los árboles, acaso en el aire. La mañana
nos deparó una piel brillante de heridas. Buen sector de obreros tuvo que
abandonar las fábricas para atender a la reparación material de la ciudad; de
nada sirvió, pues cada remiendo hacía brotar nuevas cuarteaduras.
Aquí concluía el periodo que pareció haberse regido por el signo de las
veinticuatro horas. A partir de este instante, nuestros utensilios comenza-
ron a descomponerse en menos tiempo; a veces en diez, a veces en tres o
cuatro horas.
Las calles se llenaron de montañas de zapatos y papeles, de bosques
de platos rotos, dentaduras postizas, abrigos desbaratados, de cáscaras de
libros, edificios y pieles, de muebles y flores muertas y chicle y aparatos de
televisión y baterías. Algunos intentaron dominar a las cosas, maltratarlas,
88
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
89
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
90
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
91
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
92
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
93
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
94
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
95
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
96
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
97
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
98
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
La noche del miércoles, como todos los miércoles, los padres se fueron
al cine. Los niños, dueños y señores de la casa, cerraron puertas y ventanas,
y rompieron la bombilla encendida de una lámpara de la sala. Un chorro de
luz dorada y fresca como el agua empezó a salir de la bombilla rota, y lo
dejaron correr hasta que el nivel llegó a cuatro palmos. Entonces cortaron la
corriente, sacaron el bote, y navegaron a placer por entre las islas de la casa.
Esta aventura fabulosa fue el resultado de una ligereza mía cuando par-
ticipaba en un seminario sobre la poesía de los utensilios domésticos. Totó
me preguntó cómo era que la luz se encendía con sólo apretar un botón, y
yo no tuve el valor de pensarlo dos veces.
—La luz es como el agua —le contesté: uno abre el grifo, y sale.
De modo que siguieron navegando los miércoles en la noche, apren-
diendo el manejo del sextante y la brújula, hasta que los padres regresaban
del cine y los encontraban dormidos como ángeles de tierra firme. Meses
después, ansiosos de ir más lejos, pidieron un equipo de pesca submarina.
Con todo: máscaras, aletas, tanques y escopetas de aire comprimido.
—Está mal que tengan en el cuarto de servicio un bote de remos que
no les sirve para nada —dijo el padre—. Pero está peor que quieran tener
además equipos de buceo.
—¿Y si nos ganamos la gardenia de oro del primer semestre? —dijo
Joel.
—No —dijo la madre, asustada—. Ya no más.
El padre le reprochó su intransigencia.
—Es que estos niños no se ganan ni un clavo por cumplir con su deber
—dijo ella—, pero por un capricho son capaces de ganarse hasta la silla
del maestro.
Los padres no dijeron al fin ni que sí ni que no. Pero Totó y Joel, que ha-
bían sido los últimos en los dos años anteriores, se ganaron en julio las dos
gardenias de oro y el reconocimiento público del Rector. Esa misma tarde,
99
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
100
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
101
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
102
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
103
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Gotas
104
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
105
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Aceras
106
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
así que chocaste con un poste de teléfono con el hombro, diste un paso
atrás y le clavaste una mirada confusa.
Cerré los ojos y la negrura de las pestañas cerradas se me mezcló con las
oscuras corrientes del alcohol. Intenté pensar que estabas lejos de mí, diga-
mos que en otro país, y ese pensamiento me asustó tanto que al instante
abrí los ojos sólo para verte dar otro paso confuso y desplomarte hacia
atrás, como un niño que acaba de inventar un juego nuevo.
—Hemos ganado —me dijiste cuando te ayudé a levantarte —. He-
mos ganado —volviste a decir.
Yo ni siquiera sabía de qué estabas hablando. Después dimos unos cuan-
tos pasos más y te volviste a caer, esta vez a propósito. Simplemente dejas-
te caer el cuerpo hacia delante y yo te agarré por el cuello del impermeable,
una décima de segundo antes de que te dieras de cara contra la acera.
—Dos a cero —dijiste mientras te apoyabas en mí —. Somos tan
buenos que las aceras no tienen la más mínima posibilidad.
Seguimos caminando hacia tu casa, cada tantos metros te lanzabas
contra la acera y yo te sujetaba en el último segundo. Por el cinturón, por
la cadera, por el pelo. No te dejaba llegar al suelo.
—Seis a cero —dijiste, y después—: nueve a cero.
Nos parecía un juego maravilloso y éramos buenísimos en él. No podía-
mos perder.
—Venga, vamos a dejarlas en cero —te susurré al oído. Y realmente
lo conseguimos. Llegamos a tu casa con el sorprendente resultado de vein-
tiuno a cero. Entramos en el portal dejando atrás unas acercas humilladas.
En tu departamento nos encontramos con tu compañero viendo la tele.
—¡Las hemos derrotado! —le dijiste al entrar, y él sólo se frotó un ojo
tras el cristal de los lentes mientras nos decía que teníamos un aspecto
espantoso.
107
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
108
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
109
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
110
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Y también usted promueve la lectura con este libro Leo, luego escribo…
Sí. Me ha dado sorpresas porque es un libro que usan los maestros. Original-
mente era pensado para que lo leyeran estudiantes Nosotros le llamamos
la preparatoria. De los 15 a los 18 años. Ese era el público en el que se había
pensado. Y tiene que ver con mi experiencia de dar talleres literarios. Saber
qué cuentos producen y funcionan como provocadores, como experiencias
cimbradoras y memorables. Fue una oportunidad de juntar todo esto. Es
un libro que circula en Centroamérica, que está en las bibliotecas de las
escuelas en México. Uno nunca sabe qué va a pasar con los libros, es tan
curioso. Hay unos que se mueren o que nadie sabe de ellos.
111
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
El asa
H a llegado la hora del café y, por una extraña fortuna de los tiempos,
Elena ha comido a solas con su madre, en la casa de ésta. Sobre el
mantel color salmón, de pesado lino con bordados blancos, las tazas peque-
ñas aguardan el líquido café de la jarra que traerá la servidumbre. La madre
de Elena espera a que se haya retirado la vieja sirvienta para verter el líquido
y seguir conversando. ¿Quieres azúcar?, pregunta como siempre, ajena a la
negativa de Elena desde hace 30 años, mucho antes de que se fuera de
casa. ¿Crema? Sí, responde Elena tomando la jarrita. Esas preguntas son
un hábito, una cortesía, un protocolo. Elena y su madre hablan de Juan,
el hermano que vive en otro país, de las hijas de Elena, de la que estudia
Historia, de la que quiere ser cantante. Elena cuenta que se encontró a un
antiguo compañero de la escuela, pregunta a su madre si lo recuerda. Dice
que no, pues él a ti sí, insiste Elena. Ha preguntado si sigues igual de guapa.
Su madre ya no vive en la casa donde Elena creció, pero algunos muebles y
cuadros persisten. Elena mira el sillón de pana café y coloca a ese compañe-
ro y a otros que se ponen de pie tímidamente para saludar a su madre algún
viernes de reunión, cuando la sala de casa se llenaba de cuerpos y algarabía.
Cuando me los encuentro suelen bromear y confiesan que era a ti a la que
iban a ver y no a mí. La madre de Elena sonríe atenta a la taza donde em-
pina la jarra de café. El líquido brota espeso y aromático del pico blanco de
porcelana. Elena se maravilla con el cutis de su madre que no esconde su
buena estirpe mediterránea: lozano, terso, capaz de disimular el tiempo. Le
mira el pelo y los ojos y le cuesta trabajo suponer que entonces su madre
tenía la edad que ella tiene ahora. Le cuesta trabajo imaginarla como ella se
reconoce en el espejo. Cuando ella entra a casa y sorprende a sus hijas con
amigos le llega esa vaga sensación de ser su madre y sonríe sospechando
que tal vez esos muchachos la contemplen con cierto embeleso que no
confesarán hasta pasadas varias décadas.
Elena corta el café con un hilo de crema y lo menea con una cuchara
pequeña. Son las de siempre, dice por reafirmar que algunas cosas persis-
112
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
ten. Nos las regaló Antonio cuando nos casamos, explica su madre. Ya lo ha
dicho en otras ocasiones, pero Elena atiende de manera diferente. Antonio
ya está muerto y su padre ya no vive con su madre. Observa las cucharas
pequeñas ajenas a su pacto con las bocas convocadas alrededor de la mesa.
Las cucharas cómplices de sobremesa. Las cucharas y el café. Su madre
como punto de unión de cucharas, tazas y bocas. Coge la taza por el asa, le
advierte a Elena. La misma orden. Eso también persiste, sonríe Elena y ac-
cede. Es verdad que tiene la manía de tomar la taza por el cuerpo, le gusta
ese calor atenuado por la cerámica en las yemas de los dedos. A los dieciséis
años se enganchaba en una discusión inacabable que terminaba con su brus-
ca retirada del ante comedor donde solían pasar las sobremesas. Qué que
más daba por dónde se tomaba la taza. Y la mamá, que para qué creía que
tenían ese adminículo, que no eran tazones chinos, que en ellas se bebía
el café o el chocolate. Que las de consomé tenían dos y que así uno no se
quemaba las manos. Y Elena defendiéndose, que si se quemara las manos,
por supuesto no sería tan tonta para no tomarla por el asa. Que las formas
en la mesa tenían una razón, seguía su madre sin oírla. Que si no, por qué
no se ataba la servilleta a la cabeza. Y Elena indignada decía que por qué le
daba importancia a una cosa tan tonta. Que en lugar de disfrutar la plática
estaba discutiendo de buenas costumbres, que todo lo que le importaba era
que se comportara uno como debe ser y no lo que Elena sentía. Por si te
invitan a comer a un castillo, decía siempre su madre y Elena lo repetía con
sus propias hijas, y ellas reclamaban que a ella no le interesaba lo que te-
nían que decir: puros regaños. No sorber, esperar la señal del anfitrión para
tomar la cuchara de la sopa, no comer pan con la sopa, dejar los cubiertos
paralelos sobre el plato al terminar, no poner la servilleta sobre la mesa. La
misma retahíla sobada por generaciones. La misma fijación con el asa.
Toma la taza por el asa, le dijo a la hija mayor cuando empezó a beber
café y a fumar cigarrillos en la sobremesa familiar. Que no fumes en la
mesa. Pero si mi abuela lo hace, se defendía y Elena perdía, y perdía tam-
bién con lo del asa porque recordaba cuánto disgusto le producía que su
madre no escuchase lo que ella quería contarle, que si el profesor tal, que
si el chico tal, que si le habían dicho que su composición de español era
muy buena, que si la fiesta del fin de semana, nada, el asa, el asa. Y salía
113
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
114
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
AGUSTÍN MONSREAL
Semblanza literaria
En 1978 obtuvo el Premio Nacional de Cuento de San Luis Potosí con el
libro Los ángeles enfermos. En 1982 fue galardonado en el XIV Certamen Na-
cional de Periodismo por su columna Tachas del periódico Excélsior. En 1987
obtuvo el Premio Antonio Mediz Bolio con el libro La banda de los enanos
calvos. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores en el periodo 1971-72,
y de 1994 a 2000 fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
115
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
116
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
El mono en su trapecio
117
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
118
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
119
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
120
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
121
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
La brevedad
Con frecuencia escucho elogiar la brevedad y, provisionalmente, yo mismo
me siento feliz cuando oigo repetir que lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Sin embargo, en la sátira Horacio se pregunta, o hace como que le
pregunta a Mecenas, por qué nadie está contento con su condición, y el
mercader envidia al soldado y el soldado al mercader. Recuerdan, ¿verdad?
Lo cierto es que el escritor de brevedades nada anhela más en el mundo
que escribir interminablemente largos textos, largos textos en que la ima-
ginación no tenga que trabajar, en que hechos, cosas, animales y hombres
se crucen, se busquen o se huyan, vivan, convivan, se amen o derramen
libremente su sangre sin sujeción al punto y coma, al punto.
A ese punto que en este instante me ha sido impuesto por algo más
fuerte que yo, que respeto y que odio.
El mundo
Fecundidad
Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.
122
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Había una vez una Rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días
se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscan-
do su ansiada autenticidad.
Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o
de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en
la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse
(cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y
reconocían que era una Rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, espe-
cialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar
para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa
para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar
las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con
amargura cuando decían que qué buena Rana, que parecía Pollo.
123
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
124
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
125
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
—Sí. Raro.
—Bueno, como sea —me dice ya aburrido— ¿Qué hiciste? ¿Le hablas-
te? ¿La seguiste?
—Nah, sólo me crucé con ella en la calle. Ella caminaba de este a oeste y
yo de oeste a este. Era una bella mañana de abril. Ojalá hubiera hablado con
ella. Media hora sería suficiente: sólo para preguntarle acerca de ella misma,
contarle algo acerca de mí, y –lo que realmente me gustaría hacer- explicarle
las complejidades del destino que nos llevaron a cruzarnos uno con el otro en
esa calle en Harajuku en una bella mañana de abril en 1981. Algo que seguro
nos llenaría de tibios secretos, como un antiguo reloj construido cuando la
paz reinaba en el mundo. Después de hablar, almorzaríamos en algún lugar,
quizá veríamos una película de Woody Allen, parar en el bar de un hotel
para unos cócteles. Con un poco de suerte, terminaríamos en la cama. La
posibilidad toca en la puerta de mi corazón. Ahora la distancia entre nosotros
es de apenas 15 metros. ¿Cómo acercármele? ¿Qué debería decirle? Buenos
días señorita, ¿podría compartir conmigo media hora para conversar? Ridículo.
Sonaría como un vendedor de seguros. Discúlpeme, ¿sabría usted si hay en el
barrio alguna lavandería 24 horas? No, simplemente ridículo. No cargo nada
que lavar, ¿quién me compraría una línea como esa? Quizá simplemente sirva
la verdad: Buenos días, tú eres la chica 100% perfecta para mí. No, no se lo
creería. Aunque lo dijera es posible que no quisiera hablar conmigo. Perdóna-
me, podría decir, es posible que yo sea la chica 100% perfecta para ti, pero
tú no eres el chico 100% perfecto para mí. Podría suceder, y de encontrarme
en esa situación me rompería en mil pedazos, jamás me recuperaría del golpe,
tengo treinta y dos años, y de eso se trata madurar. Pasamos frente a una
florería. Un tibio airecito toca mi piel. La acera está húmeda y percibo el olor
de las rosas. No puedo hablar con ella. Ella trae un suéter blanco y en su
mano derecha estruja un sobre blanco con una sola estampilla. Así que ella le
ha escrito una carta a alguien, a juzgar por su mirada adormecida quizá pasó
toda la noche escribiendo. El sobre puede guardar todos sus secretos. Doy
algunas zancadas y giro: ella se pierde en la multitud. Ahora, por supuesto, sé
exactamente qué tendría que haberle dicho. Tendría que haber sido un largo
discurso, pienso, demasiado tarde como para decirlo ahora. Se me ocurren
las ideas cuando ya no son prácticas. Bueno, no importa, hubiera empezado
126
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
“Érase una vez” y terminado con “Una historia triste, ¿no crees?”.
Érase una vez un muchacho y una muchacha. El muchacho tenía die-
ciocho y la muchacha dieciséis. Él no era notablemente apuesto y ella no
era especialmente bella. Eran solamente un ordinario muchacho solitario y
una ordinaria muchacha solitaria, como todo los demás. Pero ellos creían
con todo su corazón que en algún lugar del mundo vivía el muchacho 100%
perfecto y la muchacha 100% perfecta para ellos. Sí, creían en el milagro.
Y ese milagro sucedió. Un día se encontraron en una esquina de la calle.
—Esto es maravilloso —dijo él—. Te he estado buscando toda mi vida.
Puede que no creas esto, pero eres la chica 100% perfecta para mí. —Y
tú —ella le respondió— eres el chico 100% perfecto para mí, exactamen-
te como te he imaginado en cada detalle. Es como un sueño. Se sentaron
en la banca de un parque, se tomaron de las manos y dijeron sus historias
hora tras hora. Ya no estaban solos. Qué cosa maravillosa encontrar y ser
encontrado por tu otro 100% perfecto. Un milagro, un milagro cósmico. Sin
embargo, mientras se sentaron y hablaron una pequeña, pequeñísima astilla
de duda echó raíces en sus corazones: ¿estaba bien si los sueños de uno se
cumplen tan fácilmente? Y así, tras una pausa en su conversación, el chico
le dijo a la chica: Vamos a probarnos, sólo una vez. Si realmente somos
los amantes 100% perfectos, entonces alguna vez en algún lugar, nos vol-
veremos a encontrar sin duda alguna y cuando eso suceda y sepamos que
somos los 100% perfectos, nos casaremos ahí y entonces, ¿cómo ves? —Sí
—ella dijo—, eso es exactamente lo que debemos hacer. Y así partieron,
ella al este y él hacia el oeste. Sin embargo, la prueba en que estuvieron
de acuerdo era absolutamente innecesaria, nunca debieron someterse a ella
porque en verdad eran el amante 100% perfecto el uno para el otro y era
un milagro que se hubieran conocido. Pero era imposible para ellos saberlo,
jóvenes como eran. Las frías, indiferentes olas del destino procederían a
agitarlos sin piedad.
Un invierno, ambos, el chico y la chica se enfermaron de influenza,
y traspasaron semanas entre la vida y la muerte, perdieron toda memo-
ria de los años primeros. Cuando despertaron sus cabezas estaban vacías
como la alcancía del joven D. H. Lawrence. Eran dos jóvenes brillantes y
determinados, a través de esfuerzos continuos pudieron adquirir de nuevo
127
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
128
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
129
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Q uiero ser una niña mala y no lavar nunca los platos y escaparme de la
casa. No voy a explicarle las tareas a nadie, ni a tender la cama. No
quiero esperar en el balcón, suspirando y aguantando lágrimas, la llegada de
papá. Ni con mamá ni con nadie. Cuando sea una niña mala gritaré, lloraré
dando alaridos hasta que la casa se caiga. Cuando sea una niña mala no vol-
veré a marearme ni a vomitar. Porque no voy a subir al auto que no quiero,
ni voy a comer lo que no quiero, ni a temer que alguien diga si vomitas te
lo tragas, pero a papá no se lo hacen tragar. Yo voy a ser una niña mala y
sólo voy a vomitar cuando me dé la gana, no cuando me obliguen a comer.
Llegaré con rastros de lápiz rojo en la camisa, oleré a sudor y a trago
y me acostaré con la ropa sucia puesta, roncaré hasta despertar a toda la
familia. Todos despiertos, cada uno callado en su rincón respirando miedo.
Quiero ser el ogro y comerme a todos los niños, especialmente a los que
no duermen mientras yo ronco y me ahogo. Porque los niños cobardes me
irritan. Quiero niños malos, y quiero una niña mala que no se asusta por
nada. No le importa ni la pintura ni la sangre, prefiere las piedras al pan
para dejar su rastro, y aúlla con las estrellas y baila con su gato junto a la
hoguera. Ésa es la niña que voy a ser. Una niña valiente que puede abrir y
cerrar la puerta, abrir y cerrar la boca. Decir que sí y decir que no cuando
le venga la gana, y saber cuándo le da la gana. Una niña mojada, los pies
húmedos en el charco de lágrimas, los ojos de fuego.
La niña mala no tendrá que hacer visitas ni saludar, pie atrás y reve-
rencia, ni sentarse con la falda extendida, las manos quietas, sin cruzar las
piernas. Las cruzará, el tobillo sobre la rodilla, y las abrirá, el ángulo de más
130
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
131
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
132
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
133
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Informe confidencial
El 9 de agosto de 1943 la señora Olga Martínez de Andrade y su hijo de seis
años, Rafael Andrade Martínez, salieron de su casa (Tabasco 106, colonia
Roma). Iban a almorzar con doña Caridad Acevedo viuda de Martínez en su
domicilio (Gelati 36 bis, Tacubaya). Ese día descansaba el chofer. El niño no
quiso viajar en taxi: le pareció una aventura ir como los pobres en tranvía y
autobús. Se adelantaron a la cita y a la señora Olga se le ocurrió pasear al
niño por el cercano Bosque de Chapultepec.
Rafael se divirtió en los columpios y resbaladillas del Rancho de la Hor-
miga, atrás de la residencia presidencial (Los Pinos). Más tarde fueron por las
calzadas hacia el lago y descansaron en la falda del cerro. Llamó la atención
de Olga un detalle que hoy mismo, tantos años después, pasa inadvertido
a los transeúntes: los árboles de ese lugar tienen formas extrañas, se hallan
como aplastados por un peso invisible. Esto no puede atribuirse al terreno
caprichoso ni a la antigüedad.
134
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
135
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
136
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
137
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
138
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
139
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
140
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
en que iban a las Islas Marías para cumplir una condena de treinta años por
secuestro y asesinato. Y ya todos, menos los padres, aceptaban que los res-
tos hallados en las aguas negras eran los del niño Rafael Andrade Martínez.
Encontré a Olga muy desmejorada, como si hubiera envejecido varios
años en unas cuantas semanas. Aún con la esperanza de recobrar a su hijo,
se dio fuerzas para contestarme. Según mis apuntes taquigráficos, la con-
versación fue como sigue:
—Señora Andrade, en la clínica de Mixcoac no me pareció oportuno
preguntarle ciertos detalles que ahora considero indispensables. En primer
lugar ¿cómo vestía el hombre que salió de la tierra para llevarse a Rafael?
—De uniforme.
—¿Uniforme militar, de policía, de guardabosques?
—No, es que, sabe usted, no veo bien sin mis lentes. Pero no me gusta
ponérmelos en público. Por eso pasó todo, por eso...
—Cálmate -intervino el ingeniero Andrade cuando su esposa comenzó
a llorar.
—Perdone, no me contestó usted: ¿cómo era el uniforme?
—Azul, con adornos rojos y dorados. Parecía muy desteñido.
—¿Azul marino?
—Más bien azul claro, azul pálido.
—Continuemos. Apunté en mi libreta las palabras que le dijo el hombre
al darle el periódico y la flor: “Tenga para que se entretenga. Tenga para que
se la prenda.’’ ¿No le parecen muy extrañas?
—Sí, rarísimas. Pero no me di cuenta. Qué estúpida. No me lo perdo-
naré jamás.
—¿Advirtió usted en el hombre algún otro rasgo fuera de lo común?
141
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
142
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
143
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
144
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
MILORAD PAVIC:
He sido escritor durante los últimos doscientos años. Hace tiempo, en 1766,
un Pavic publicó una colección de poemas en Budim y nos hemos conside-
rado una familia de escritores desde entonces. Nací en 1929 en los bancos
de uno de los cuatro ríos de Paradise, a las 8:30 de la mañana. La primera
vez que las bombas llovieron sobre mí, yo tenía doce años. La segunda vez
ya tenía quince. Entre esos dos bombardeos caí enamorado por primera vez
y estuve obligado a aprender alemán en la época de la ocupación alemana.
También aprendí en secreto inglés, de un caballero que fumaba tabaco en
una pipa.
A la vez olvidé el francés por primera vez (más adelante lo olvidaría dos ve-
ces más). Finalmente, en una perrera, un oficial emigrante del imperio ruso
comenzó a enseñarme el idioma de los libros de poemas de Fet y Tyutchev,
los únicos libros rusos que él tenía.
(…) Era el escritor menos leído en mi país hasta 1984, después de lo cual
fui el más leído. Escribí una novela en forma de diccionario, una segunda
en forma de crucigrama, una tercera en forma de clepsidra (reloj de arena)
y una cuarta en forma de libro del tarot. Intenté que las novelas fueran lo
menos problemáticas posibles. Creo que la novela es una clase de cáncer
-viven de sus metástasis-. Ante mi asombro, mis libros se han traducido ya
73 veces a diversos idiomas.
De pronto, no tengo ninguna biografía. Tengo solamente una bibliografía.
Los críticos en Francia y España han comentado que soy el primer escritor
del siglo XXI, pero viví en el vigésimo siglo en el que la culpabilidad de la
inocencia no tuvo que ser probada. Sabía que no debía tocar la vida con
la misma mano que había tocado a los muertos en mis sueños. Las decep-
ciones más grandes de mi vida han venido de mis victorias. La victoria no
145
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
146
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Té para dos
147
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
148
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Sueño femenino
Sueño que camino de noche por una calle desierta. Es tarde, está
oscuro, empiezo a sentir miedo cuando de pronto escucho unos pasos
detrás de mí. Son pesados y resuenan cada vez con más velocidad.
Aún estoy lejos de mi casa, me apresuro, y luego empiezo a correr con
pánico. Los pasos pesados son cada vez más frecuentes y el desconoci-
do a mis espaldas está corriendo. Me persigue. En una esquina alcanzo
a verlo con el rabillo del ojo. Es un hombre más robusto que yo, que
apresura su paso sin hablar en la oscuridad. Allí ya no hay calles, sólo
una zona densamente poblada; uno atraviesa los patios de las casas,
viejas escaleras, pasa por los pórticos, a veces por las antesalas aban-
donadas de las casas. De pronto, como suele ocurrir en los sueños, las
piernas ya no me obedecen. Sigo corriendo, pero no me muevo de
un portal que me observa con su oscuridad. Me quedo paralizada. El
desconocido se acerca cada vez más, casi me cubre su sombra, pero
en el momento decisivo de repente deja de perseguirme, se detiene en
una esquina, se para junto a la pared y orina por un largo, largo rato...
3. Por supuesto que a la mañana siguiente, en cuanto se despierte, querida
Aseneta, usted se dará cuenta que no lo ha logrado. No ha soñado el
sueño solicitado, sino algún otro, diferente, quién sabe cuál. Pero no se
preocupe. Eso no importa en absoluto. El sueño, en realidad, no le fue
solicitado para que lo soñara, porque hoy en día ya nadie sabe hacerlo,
sino para recordarlo muy bien. Incluso, hay una razón adicional, pero
cada cosa en su momento. Ahora debe buscar algún arete suyo. Cual-
quiera. Necesitará sólo uno. Póngalo en su bolso.
4. El siguiente miércoles debe ir a la terraza de la taberna más cercana a
la iglesia principal de su lugar (aquí en Belgrado, sería la terraza de la
taberna “El signo de interrogación” en la calle Kralja Petra, número 6).
Al medio día debe sentarse allí, al sol, y ordenar un té. Mientras lo esté
bebiendo ponga sobre la mesa aquel arete. Luego ya no tendrá que hacer
nada, salvo esperar. Debe esperar a un joven que pondrá sobre la mesa
ante usted una llave sin cortar. Sin embargo, la espera es un oficio difícil.
149
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
También una buena escuela Pero, tenga cuidado, el cuento en este pun-
to puede dejar de ser un cuento de amor en un sentido clásico. Porque,
sólo Dios sabe a quién traerá la casualidad ante usted un miércoles en
la terraza de la taberna para que en un té para dos se tope con quien le
hace falta en la vida Puede suceder que nadie con una llave aparezca no
sólo ese miércoles, sino tampoco el siguiente. O puede suceder que un
solo joven con una llave sin cortar se tope con diez chicas con aretes so-
bre la mesa. Es decir, este cuento se convirtió en una tienda de elixir de
amor, pero éste, como todas las demás pócimas mágicas, no es inocuo.
*
En este lugar de pronto dejé de escribir porque en mi mente apareció una
pregunta clara como el cristal: ¿Por qué le mientes? ¿Por qué mientes a
Aseneta, si sabes muy bien que es totalmente incierto que algo ocurra y
qué cosa puede ocurrir el miércoles siguiente en la terraza de dicha taberna?
Al pensarlo un poco me respondí a mí mismo: Porque cada gran amor em-
pieza con tres pequeñas mentiras
150
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
151
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
152
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
153
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
de que estuviera ahí, pero luego pasé por “El Bazar del Milenio” a visitar a
un joyero que fue mi compañero de escuela.
—¿De dónde sacaste esta maravilla? —preguntó.
—La encontré.
Examinó el arete bajo la lupa y dijo:
—Oro de catorce quilates con tres diamantes, tres verdaderos diamantes.
—¿Cuánto vale eso?
Mi amigo dijo una suma aproximada que hizo dar vueltas a mi cabeza.
Siguió examinando el arete cuidadosamente bajo la lupa.
—En el arete hay un poco de sangre seca. Fue arrancado de la oreja de
una chica. Por eso está un poco deformado...
Al devolverme la joya mi amigo quedó un poco pensativo y agregó:
—Yo sé de quién es ese arete.
Me quedé pasmado.
—¿Estás bromeando?
—Lo sabe todo el mundo. Perteneció a Ksenia Kaloper. Hace un mes
todos los periódicos escribieron sobre ella. Fue robada y asesinada en Kale-
megdan. Sabes aquello: “Nena, ¡quítate la chuchería para que no te arran-
que la oreja!” No obedeció. A juzgar por los periódicos, le arrancaron los
aretes, le quitaron las sortijas de las manos y un anillo de un pie, todo con
violencia y rapidez. El asesino tenía prisa. El anillo del pie fue encontrado
ahí mismo. Lo demás no...
—¿Y qué hago ahora con esto?
—Tienes varias posibilidades, cada una peor que la anterior. Entregar el
asunto a los órganos de justicia, devolver el arete a la familia de la difunta
Ksenia Kaloper, vendérmelo a mí bajo la condición de que yo quiera com-
154
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
prarlo. En los tres casos tendrías que explicarle a la policía cómo lo obtuviste.
Desesperado regresé el arete al bolsillo y decidí olvidarlo allí de nuevo. Por
ahora. Antes de salirme de la tienda mi amigo me gritó:
—Todo eso tiene un lado bueno.
—¿Cuál?
—Te convertiste en el personaje de un cuento.
—¿Cuál cuento? —me quedé asombrado de nuevo.
—El cuento se llama “Té para dos” y sus personajes llegan a ser todos
aquellos que encontraron cualquier arete en cualquier lugar. Yo leí hace
poco en un periódico. Un momento... aquí está.
De un montón de periódicos sacó uno y me tendió su cuento. Así llegué
a “Té para dos”. Y así se dio que leyera su cuento.
En un momento pensé irme a la cita en la terraza del “Signo de in-
terrogación”, hasta conseguí una llave sin cortar, por si acaso, pero esas
intenciones se vieron impedidas entonces por un gran cambio en mi vida.
Dos semanas después de haber leído “El té para dos” me dieron ines-
peradamente un empleo en el extranjero. Estuve fuera de Belgrado varios
meses, trabajaba en Moscú y tenía la intención de continuar mi vida allá
cuando me avisaron que mi padre había muerto, así que vine a enterrarlo
y a encargarme de su departamento. Después del funeral y de los demás
trámites regresé al desierto hogar paterno lleno de cosas viejas que desde
hace mucho habían perdido sus aromas y adquirieron una especie de tufo
común. Miraba fijamente esas cosas y a mí mismo en medio de ellas a
través de un espejo de mi padre, gastado y con un agujero y sentí que el
hombre cada día tenía la oportunidad de ser inteligente al menos por un
instante. Porque todo hombre pasa cada día, sin siquiera percatarse, por
un semi-instante anterior a su nacimiento y por un semi-instante posterior
a su muerte. Entre esos dos semi-instantes está la gota de la sabiduría que
apenas notamos... Con esos pensamientos me tumbé en la cama, pero no
pude dormirme. Toda la noche estuve dando vueltas y me levanté tarde sin
155
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
pegar un ojo. Miré por la ventana, me di cuenta de que era casi mediodía
y de que era primavera; me puse mi viejo saco que estaba en el armario y
que no me había puesto en mucho tiempo. Palpé una llave en el bolsillo, la
saqué, me pregunté de qué era y con sorpresa noté que no tenía cortes. Me
acordé, por supuesto, que estaba preparada para la cita en la taberna “Sig-
no de interrogación”, pero que jamás tuve tiempo de verificar si funcionaba
o no. En el otro bolsillo estaba, desde luego, el arete de oro con diamantes.
De pronto se me ocurrió que podría tomarme el café de la tarde, que nece-
sitaba sobremanera, justo en “Signo de interrogación” y me fui directamente a
la calle Kralja Petra. Hacía calor, en la terraza había mucha gente sentada, y no
quedaban mesas desocupadas. En una mesa noté a una chica sola tomando té.
Tenía un zapato negro con el tacón blanco, y otro blanco con el tacón negro,
junto a su taza estaba un arete. De oro con tres piedritas brillantes.
Con tres diamantes. Algo deformado. Me quedé petrificado. El otro
igual a ése, estaba en mi bolsillo. Al acercarme, puse aquella llave sobre la
mesa y dije:
—Buenas tardes, soy Aristin, ¿puedo sentarme?
—Cuéntame un poco de eso —contestó la chica— ¿quién se llama
así hoy en día? Es decir, mientes, pero siéntate, ya que el lugar está lleno.
Tómate un café y largo de aquí.
Me senté, pedí un café e intenté una vez más. Le pregunté:
—¿Quiere que le cuente lo que soñé anoche?
—Está bien, si no va para largo. De todos modos estamos matando el
tiempo —dijo.
Entonces empecé a contarle el sueño que me fue encargado en el “Elixir
de amor”:
—Sueño que estoy acostado en una cama. Arriba de mí está el techo
de madera al cual está sujetada una mesa cuadrada puesta para comer.
Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera volteado...
156
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
157
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Calzaba un zapato blanco con el tacón negro y otro negro con el tacón
blanco Un paso blanco, un paso negro, otra vez blanco, otra vez negro.
Y luego... un silencio particular. Un silencio salado, diría. Él se levantó, se
besaron y mientras todos miraban ese beso, ella le dio la mano a pesar de
que él tuviera sus dos manos alrededor de los hombros de ella. Después se
volvió hacia mí y se presentó:
—Aseneta. Se ve que usted ha desechado más gorras en su vida que
las que yo he comprado. Usted tuvo razón. Aquel elixir suyo sí funciona.
Cada amor grande empieza con tres pequeñas mentiras... Entonces la chica
puso ante mí, sobre la mesa, una caja de dulces con whiskey para hombres
“Laroshell de Luxe”.
—Es para usted —agregó—, además le tengo dos preguntas, profesor.
Primero, el elixir del amor, su té para dos, ¿también le concierne a usted?
Segundo, ¿se puede considerar como una pequeña mentira algo que en el
futuro llegará a ser una gran verdad?
—Por supuesto —dije.
—¿Por qué, entonces, no toma un poco de su elixir de amor que con
tanta generosidad nos ofrece a nosotros?
Me reí, ellos se despidieron y se fueron abrazados, y yo ordené en vez
de café un té de menta con alcaravea. Como si esperara a alguien en un
té para dos. Al abrir “La Voz Pública” que Aristin dejó en la mesa, leí en el
periódico que ese día yo había muerto en las primeras horas de la mañana.
*
Mi querida lectora y mi querido lector, seas quien seas, recordarás que
mis palabras al final de este cuento son, en realidad, mi declaración de amor
hacia ti. Mi tercera pequeña mentira que llegará a ser verdad en el futuro.
Porque cada gran amor empieza con tres pequeñas mentiras.
158
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
159
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
160
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
161
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
162
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
me? A menos que me diera un dolor de estómago bien grande o que empe-
zara a llover de verdad. Pero nada, y de repente me acordé de los flanes. De
eso me acordé. Antes a mí no me gustaban estos dulces, o no me gustaban
especialmente, pero que en la beca los dan a menudo y su movimiento sua-
ve, su modo de ser erectos, su color, esa manera en que te miran los flanes
con ganas de que te los comas, a mí me recuerdan los senos de Vivian, dirás
que estoy loco, sus senos tan lindos que caven en el hueco de mi mano, en
un solo beso de mi boca, y me como tres, cuatro, cinco flanes, los cambio
por el pescado. Aunque no sé si fue en ese momento que me pasaron los
flanes por la cabeza, o si fue después, mientras iba a buscarla a ella a su
albergue. Me salió vestida de negro. Una rubia vestida de negro es lo más
lindo que hay. Y tampoco podía echarme para atrás porque tenía un com-
promiso político. Sí. El año pasado salí joven ejemplar pero no quedé mili-
tante porque me faltaba madurez, dijeron, y tenía que trabajar, me dieron
un año para que trabajara y cogiera madurez, leyera los periódicos, la situa-
ción internacional. Y yo hacía todo eso hasta que llegó Vivian al aula, que
ya te dije cómo me puse y en esta asamblea de ejemplares, muchacho, no
votaron por mí ni nueve gentes. Yo me había adelantado y había mandado
a decir en casa que había salido ejemplar y esta vez sí seguro sería militante.
Me precipité y no votaron por mí. Una hora ahí criticándome, diciendo que
había perdido condiciones y que cuál era mi opinión porque lo importante
era que yo aceptara las críticas, las interiorizara como dice el compañero de
juventud, y dije que sí que las aceptaba, que las interiorizaba, pero me fijé
bien en todo el que no votó por mí. Javierito no votó. Después Arnaldo me
dijo que guardar reservas era pero, que me fijara en que yo no atendía a las
clases y me pasaba la vida cogiéndole las manos a Vivian. “Aparte de que
tú no tienes combatividad, Pedrito, y el mundo necesita que tú te ocupes
más de él”. Yo y Arnaldo en un rincón discutiendo, analizando estas cosas.
A él lo mandaron a hacer trabajo político conmigo, me di cuenta, y lo sentía
porque es como mi hermano, pero le iba a quedar mal, hasta que me dijo:
“¿Tú sabes lo que a ti te pasa? El problema con Vivian”. “Yo no tengo
ningún problema con Vivian, déjate de eso”. “Si, chico. Vivian es una mujer
que exige mucho; y las relaciones de ustedes han llegado a un punto, han
alcanzado un desarrollo, como decirte, vaya, que se tienen que acostar. O
163
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
más nunca serás militante”. ¿Qué tipo de mujer creía él que ella era? “Mire,
compadre –me atajó-, convénzala ¿Tú sabes qué pasa? Que ahora no es
como antes. Antes cumplías los trece o catorce años y tu papá o un herma-
no tuyo te llevaba a un prostíbulo y ya, empezabas. Ahora no porque esta-
mos en el socialismo y eso era una lacra social y, claro, hubo que eliminarla.
Pero, ¿sabes qué? Que nosotros nos quedamos en el aire. Debieron haber
dejado un prostíbulo, uno solito, pedagógico, para nosotros los becados,
¿no crees?” Lo miré no muy convencido y él continuó su explicación: “En-
tonces uno se tiene que acostar con la novia. El manifiesto comunista dice
que en el socialismo el amor es libre”. “¿El manifiesto comunista dice eso?
Voy a leerlo”. “Léelo, léelo, que dice otras cosas, además.” Me quedé pen-
sando en todo esto. La cosa política, quiero decir. Y me juré que iba a ocu-
parme del mundo, de verdad, y no iba a tener más fallas. No le juré eso al
Che porque el Che no es un santo ni nada, pero me estaba acordando de él
cuando iba a recoger a Vivian aquel día. No, yo pensaba en ella y veía cómo
me arreglaba el menudo para que no me siguiera sonando en los bolsillos
al caminar. Pensaba en nuestra conversaciones, las volvía a conversar, esas
interminables conversaciones nuestras en el aula, en los recesos. Gracias a
ellas sé de memoria el nombre de sus familiares, los cumpleaños, y ella el
de los míos, la disposición de su casa, los lunares que tenemos. Nos hemos
contado millones de veces cómo están ordenados nuestros albergues, quién
duerme en cada litera. Quienes se bañan todo los días y los defectos que
tienen, si son egoístas, si comparten la comida, si roncan, los militantes que
consideramos buenos de verdad. Hemos hablado y hablado: del director, de
los profesores, de la escuela, de lo que haríamos si de pronto vemos a Fidel.
Le he contado casi todo lo que sé de lo que significa ser hombre, cómo es
el desarrollo de nosotros, que las tetillas me dolieron como loco a los doce y
trece años y que no hay como un golpe en los testículos y ella en los senos.
¿Tú no hablas de esas cosas con tu novia?
Nosotros sí y nos escribimos en las últimas páginas de las libretas, de las
mías porque con las suyas es muy celosa. Las tiene forradas, y sobre cada
forro una fotografía del Che. Lo miramos a veces, al Che. “¿Dónde estará
ahora?”, me pregunta. “En algún lugar de América”, le digo. “A veces pienso
que puede pasarle algo”. “¿Al Che? No, muchacha, no. ¿Tú eres boba?”. Y
164
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
165
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
166
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
167
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
168
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
169
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
170
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
El recado
171
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Y una señora con una olla advierte irritada: “No me sacudas la mano
porque voy a tirar la leche...” Y dejo este lápiz, Martín, y dejo la hoja ra-
yada y dejo que mis brazos cuelguen inútilmente a lo largo de mi cuerpo y
te espero. Pienso que te hubiera querido abrazar. A veces quisiera ser más
vieja porque la juventud lleva en sí, la imperiosa, la implacable necesidad de
relacionarlo todo con el amor.
Ladra un perro; ladra agresivamente. Creo que es hora de irme. Dentro
de poco vendrá la vecina a prender la luz de tu casa; ella tiene llave y en-
cenderá el foco de la recámara que da hacia afuera porque en esta colonia
asaltan mucho, roban mucho. A los pobres les roban mucho; los pobres
se roban entre sí... Sabes, desde mi infancia me he sentado así a esperar,
siempre fui dócil, porque te esperaba. Sé que todas las mujeres aguardan.
Aguardan la vida futura, todas esas imágenes forjadas en la soledad, todo
ese bosque que camina hacia ellas; toda esa inmensa promesa que es el
hombre; una granada que de pronto se abre y muestra sus granos rojos,
lustrosos; una granada como una boca pulposa de mil gajos. Más tarde esas
horas vividas en la imaginación, hechas horas reales, tendrán que cobrar
peso y tamaño y crudeza. Todos estamos -oh mi amor- tan llenos de retra-
tos interiores, tan llenos de paisajes no vividos.
Ha caído la noche y ya casi no veo lo que estoy borroneando en la hoja
rayada. Ya no percibo las letras. Allí donde no le entiendas en los espacios
blancos, en los huecos, pon: “Te quiero...” No sé si voy a echar esta hoja
debajo de la puerta, no sé. Me has dado un tal respeto de ti mismo... Quizá
ahora que me vaya, sólo pase a pedirle a la vecina que te dé el recado: que
te diga que vine.
172
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
173
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
174
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Pedro Páramo
(Fragmento)
V ine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro
Páramo. MI madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en
cuanto ella muriera. Le apreté las manos en señal de que lo haría; pues ella
estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a
visitarlo —me recomendó —. Se llama de este modo y de este otro. Estoy
segura de que le dará gusto conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa
sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun
después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
—No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado
a darme y nunca me dio El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
—Así lo haré, madre.
Pero no pensé en cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé
a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me
fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor
llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.
Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente,
envenenado por el olor podrido de las saponarias.
El camino subía y bajaba: “Sube o baja según se va o se viene. Para el que va,
sube; para el que viene, baja”.
—¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
—Comala, señor.
—¿Está seguro de que ya es Comala?
—Seguro, señor.
175
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
176
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
—¡Ah! Vaya.
—Sí, así me dijeron que se llamaba.
—Oí otra vez el —¡ah! del arriero.
Me había topado con él en Los Encuentros, donde se cruzaban varios
caminos. Me estuve allí esperando, hasta que al fin apareció este hombre.
—¿Adónde va usted? —le pregunté.
—Voy para abajo, señor.
—¿Conoce un lugar llamado Comala?
—Para allá mismo voy.
Y lo seguí. Fui tras él tratando de emparejarme a su paso; hasta que
pareció darse cuenta de que lo seguía y disminuyó la prisa de su carrera.
Después los dos íbamos tan pegados que casi nos tocábamos los hombros.
—Yo también soy hijo de Pedro Páramo —me dijo.
Una bandada de cuervos pasó cruzando el cielo vacío, haciendo cuar, cuar,
cuar.
Después de trastumbar los cerros, bajamos cada vez más. Habíamos
dejado el aire caliente allá arriba y nos íbamos hundiendo en el puro calor
sin aire. Todo parecía estar como en espera de algo.
—Hace calor aquí —dije.
—Sí, y esto no es nada —me contestó el otro—. Cálmese. Ya lo sen-
tirá más fuerte cuando lleguemos a Comala. Aquello está sobre las brasas de
la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que
allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija.
—¿Conoce usted a Pedro Páramo? —le pregunté.
Me atreví a hacerlo porque vi en sus ojos una gota de confianza.
177
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
178
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
179
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
180
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Dumbo
H acía como mil años que ya ni me acordaba d’él. Y tuvo –qué mala pata- que
venirme su recuerdo a la cabeza justo cuando estaba presentando mi examen
escrito para sacar el certificado. De repostero. Francés y matemáticas, si no tenías
el promedio, te eliminaban. Los profesores del LEP1 s’imaginaban que la iba a hacer
sin broncas.
Sólo que en el salón de exámenes el que nos cuidaba que hast’eso era
buena onda me dijo así como sin querer la cosa, No pongas esa cara de
tortura.
Entonces, ¡chin!, que me acuerdo.
Tuve un chorro de faltas de ortografía y troné aritmética.
Así que ‘ora me dedico a almacenar mercancía. Y además con contrato
eventual, como le dicen.
En vez de ser aprendiz de repostero. De amasar pastas batir huevos a
punto de turrón espesar cremas. Acomodarles adornos de azúcar rosa a los
pasteles.
Por la palabra.
Y por él. Dumbo.
Aunque bueno, no es culpa suya. Aquello sucedió cuando éramos chi-
cos. Un día que la escuela estaba cerrada. El día de la huelga de los maestros
y los profes. Me había reunido en el estacionamiento con mis cuates de la
unidad. Juntos siempre nos la pasábamos bien. Y Dumbo siempre nos anda-
ba siguiendo, quería ser parte de la banda. Él venía del B4, un lugar donde
vivía gente con la que casi no nos juntábamos.
181
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
182
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
183
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Y no había hablado.
Burundanga Muchilanga —no sabíamos qué decir y entonces nos burlá-
bamos. El Dumbo que nos pega un grito, Y ya no les voy a hablar.
Fue la niña la que primero dijo, medio molesta, ‘Ora verás chiquito, con
unas cuantas cosquillas y confiesas lo que sea. Te lo apuesto. Hasta cosas
que son puras invenciones.
Hasta que por ejemplo mataste a la maestra para comértela y ahora ya
cerraron la escuela.
El Dumbo dijo, —No no voy a hablar.
Nos daba risa. Respondimos que a veces una patada en las nalgas hace
cambiar de opinión.
No voy a confesar. Volvió a decir.
Nos enojamos un poco. Le presumimos, ¿Y si te obligamos? Dijimos y si
te y si te. Dumbo repetía, No no voy a hablar.
Cuando de verdad ya estuvimos hasta el copete de verlo que todo le
valía, que lo rodeamos y lo teníamos bien encerradito, primero se puso a
chiflar como si nada. Fui yo el que lo agarró de su pelo rizado, me sorpren-
dió lo tenía suavecito, tan suavecito que por poco le aconsejo, Vete a tu
casa pinche escuincle. Yo tenía ocho años y a lo mejor él también pero él
como qu’estaba chaparrito.
Con que le hubiera dicho eso —vete a tu casa— ahorita no estaría yo
moviendo cajas con estos cuates de mantenimiento. Que vienen de África
ellos también.
No dije nada.
Dumbo tampoco dijo nada cuando le amarramos las manos, un chorro
de vueltas con un lazo bien grueso, y luego le atamos los pies con una
bufanda anudada muy fuerte. Nos pusimos a meterle pañuelos en la boca,
184
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
masculló algo. Le quitamos los pañuelos un momento para darle una última
oportunidad, Entonces qué ¿vas a hablar? ¿Confiesas, güey?
—Taba chillando. Volvió a repetir, No voy a hablar.
Pus sí, ¿cómo iba a hablar con todos esos kleenex entre los dientes?
Ya no me acuerdo quién empezó. La madriza. Yo no. Pero cuando ya
dos o tres iban encarrerados le entré.
La niña pellizcaba retorcía. Nosotros golpeábamos.
Y decíamos, Eso querías ¿verdad? Tu tortura. Ya estás contento ¿no? Ya
te salió sangre.
Y qu’el más grande —ocho años y medio— decide, Ahora hacen falta
cerillos. Pegó la carrera para ir a buscar. Y rápido estaba de vuelta también
con un encededor. Dijo, Mi mamá estaba planchando ni se fijó pero por
poquito.
Tan por poquito que su mamá se apareció justo cuando al pinche Dum-
bo le habían quitado los papos y ya le iban a calentar las patrullas.
La señora pegó un grito.
Fue un grito enorme. Hasta se nos subieron. Al cuate de los cerillos se le
cayó la caja. Su mamá por fin preguntó, con una voz que ya casi ni se oía,
¿Pero qué están haciendo?
Pus qué no ve, estamos jugando. Contesté.
Después los mayores dijeron que no éramos más que unos chamacos,
que no nos dábamos cuenta. Que era culpa de la época. Tantas atrocidades
en el mundo. Tantas desgracias tantos muertos. Y Dumbo no’staba muerto.
Nomás bastante magullado.
Nunca supe qué fue de él. Desde entonces, la gente de las unidades ha
ido de aquí para allá. A lo mejor se regresó a su tierra. Allá. Con los de su
familia. Que hablaban bien pero bien chistoso.
185
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
186
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
ANA MARÍA SHUA (Buenos Aires en 1951) A los seis años alguien me puso en las
manos un libro con un caballo en la tapa. Esa misma noche yo fui ese caballo. Al
día siguiente ninguna otra cosa me interesaba. Quería mi pienso, preferiblemente
con avena y un establo con heno limpio y seco. Nunca antes había escuchado
las palabras pienso, avena, heno, pero sabía que como caballo necesitaba enten-
derlas. Durante una semana pude haber sido Black Beauty pero fui Azabache, en
una traducción inteligente y libre. Fui caballo de tiro y caballo de alquiler, recibí
latigazos, estuve a punto de morir, fui rescatado... y llegué a la última página.
Entonces, con terrible dolor, volví a mi cuerpo y levanté la cabeza: el resto del
mundo todavía estaba allí. ‘Deja eso que te va a hacer mal’, decía mi madre. ‘No se
lee en la mesa’, decía mi padre. Entonces descubrí que podía volver a empezar. Y
otra vez fui Azabache y otra vez y otra vez.( ) Después descubrí que podía ser un
pirata y muchos, y la ciudad de Maracaibo y ser hombre, manatí, horror o piedra.
Lo que acababa de empezar en mi vida no era un hábito: era una adicción, una
pasión, una locura.”
187
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
188
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Despiértese
Despiértese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño.
Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy
osbtinado me sigue soñando.
Sueño # 69
Almohada
Yo todo lo consulto con la almohada porque la sé de buen juicio. Ella me
escucha en silencio y me responde son sensatez. En la conversación in-
terviene la frazada. (Al final siempre le hago caso al colchón, que es un
irresponsable.)
Sueño # 117
Naufragio
¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo.
¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo.
¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo.
¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el
segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un
lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un
diccionario, nos vamos a pique sin remedio.
189
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Lo fantástico, lo silencioso
Por Cristóbal Carrasco
En la mayoría de los cuentos de SAMANTA SCHWEBLIN hay una bús-
queda por la precisión en su prosa que no sólo es correcta, sino que es
necesaria para la diversidad de personajes que cohabitan en su libro. Desde
el relato en primera persona de un niño en “Papá Noel duerme en casa”,
hasta la narración de una mujer fantasiosa en “El hombre sirena”, o la
excelente historia de “Bajo Tierra”, contada por un viajero que escucha a
un anciano relatar la historia de su pueblo, los narradores funcionan como
testigos comunes embrujados por las historias que los circundan. Son esos
conflictos los que Schweblin maneja con una destreza envidiable, y son esos
los puntos los que hacen a Schweblin una gran narradora de cuentos.Pero
hay algo más. Las historias de Pájaros en la boca se articulan constantemente
–y en este punto es imposible no notar las influencias de Raymond Carver,
Dino Buzzati o Julio Cortázar– sobre la base situaciones extraordinarias que
en algunos casos no pretenden ser explicadas por el narrador, y en otros
parecen ser ajenos a los protagonistas. Relatos como “En la estepa” o “Ca-
bezas contra el asfalto”, son los mismos personajes quienes consienten en la
extrañeza de su propia historia, y por lo tanto la connotación de fantástico
se vuelve mucho más difusa, pues es parte del silencio que cada uno de
esos personajes guarda. Sin embargo, cuentos como “La medida de las co-
sas” –que sitúa a los dueños de una juguetería frente un adulto amante de
190
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
191
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Mariposas
Y a vas a ver qué lindo vestido tiene hoy la mía, le dice Calderón a Go-
rriti, le queda tan bien con esos ojos almendrados, por el color, viste;
y esos piecitos... Están junto al resto de los padres, esperan ansiosos la
salida de sus hijos. Calderón habla pero Gorriti sólo mira las puertas todavía
cerradas. Vas a ver, dice Calderón, quédate acá, hay que quedarse cerca
porque ya salen. ¿Y el tuyo cómo va? El otro hace un gesto de dolor y se
señala los dientes. No me digas, dice Calderón. ¿Y le hiciste el cuento de los
ratones ? Ah, no; con la mía no se puede, es demasiado inteligente. Gorriti
mira el reloj. En cualquier momento se abren las puertas y los chicos salen
disparados, riendo a gritos en un tumulto de colores, a veces manchados
de témpera, o de chocolate. Pero por alguna razón, el timbre se retrasa.
Los padres esperan. Una mariposa se posa en el brazo de Calderón, que se
apura a atraparla. La mariposa lucha por escapar, pero él une las alas y la
sostiene de las puntas. Aprieta fuerte para que no se le escape. Vas a ver
cuando la vea, le dice a Gorriti sacudiéndola, le va a encantar. Pero aprieta
tanto que empieza a sentir que las puntas se empastan. Desliza los dedos
hacia abajo y comprueba que la ha marcado. La mariposa intenta soltarse,
se sacude y una de las alas se abre al medio como un papel. Calderón lo
lamenta, intenta inmovilizarla para ver bien los daños, pero termina por
quedarse con parte del ala pegada a uno de los dedos. Gorriti lo mira con
asco y niega, le hace un gesto para que la tire. Calderón la suelta. La mari-
posa cae al piso. Se mueve con torpeza, intenta volar pero ya no puede. Al
fin se queda quieta, sacude cada tanto una de sus alas, pero ya no intenta
nada más. Gorriti le dice que termine con eso de una vez y él, por el propio
bien de la mariposa por supuesto, la pisa con firmeza. No alcanza a apartar
el pie cuando advierte que algo extraño sucede. Mira hacia las puertas y
entonces, como si un viento repentino hubiese volado las cerraduras, las
puertas se abren, y cientos de mariposas de todos los colores y tamaños
se abalanzan sobre los padres que esperan. Piensa si irán a atacarlo, tal vez
piensa que va a morir. Los otros padres no parecen asustarse; las mariposas
192
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
193
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
194
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Cumpleaños número 13
V oy a cumplir trece años. Una semana antes de que suceda, el tío Paco
pregunta a cada rato la manera en que quiero celebrarlo. Aparece junto
a mi cama, en la mesita de noche, todas las mañanas, una notita escrita
que va diciendo: “¡Faltan siete días!”, “¡Faltan seis días!”, “¡Faltan cinco días!”.
Parece que anunciaran el despegue de una espectacular misión espacial
hacia la Luna o el lanzamiento de un nuevo refresco que todo el país está
esperando. Creo que el tío está intentando hacerme feliz, me queda claro;
pero, sobre todo, intenta que se me quite la pesadumbre ésa, la amarga y
dolorosa que no acaba de abandonarme desde que mis padres murieron.
Los niños son (¿somos?) crueles. En pleno partido de futbol en la escuela
y ante una entrada que, confieso, hice con demasiada fuerza sobre el to-
billo de un rival, sin mala fe, sólo llevado por la emoción del encuentro, el
compañero, tirado en el suelo, exagerando un poco sus muecas de dolor,
me miró directamente a los ojos, mientras yo le extendía una mano para
que se levantara y me gritó: “¡Huérfano!”
Me quedé inmóvil, pensando con cuál insulto doblemente poderoso y
contundente responderle. Pero me quedé callado. No era un insulto en
regla, más bien, describía mi actual condición. Era como llamar ciego a un
ciego, cojo a un cojo o sordo a un sordo, aunque este último no pudiera
oírlo. Pero me dolió. No por la palabra, más bien por su irreversibilidad. Pue-
des dejar de ser ciego si te operan la vista; usar muletas o una prótesis para
caminar, en caso de que te falte una pierna; tener un aparato de ésos de
pequeñísimas pilas para escuchar. Pero la muerte no tiene marcha atrás. Es
cierto que alguien puede adoptarte y volver así a tener padres. Pero padres
adoptivos. No me parece que sea igual.
Tengo un amigo adoptado que se llama Wolfgang, como Mozart. Es
moreno moreno y lo llamamos Wolf, lobo en inglés. A él le gusta, se siente
como comando de misiones especiales o jefe de una tribu apache. Cada vez
195
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
196
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
197
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Dice el tío Paco cosas maravillosas sobre los libros, y lo apunté exactamen-
te como lo dijo para no olvidarlo nunca: “Tabla para el náufrago, escudo para
el bueno y horca para el ruin, paraguas para el sol y la lluvia, capote de torero,
ladrillo que hace paredes que hace casas que hace ciudades que hace mundos.
El libro es jardín que se puede llevar en el bolsillo, nave espacial que viaja en la
mochila, arma para enfrentar las mejores batallas y afrentar a los peores ene-
migos, semilla de libertad, pañuelo para las lágrimas. El libro es cama mullida y
cama de clavos, el libro te obliga a pensar, a sonreír, a llorar, a enojarte ante lo
injusto y aplaudir la venganza de los justos. El libro es comida, techo, asiento,
ropa que me arropa, boca que besa mi boca. Lugar que contiene al universo”.
Me gusta lo que dice y me gusta cómo lo dice. El libro es uno de mis dos
mejores amigos. El otro, por supuesto, es el tío Paco.
Llega el día de dejar de ser niño, según tantos indicios que han ido apa-
reciendo en el camino. Hay junto a la cama una nueva nota que dice sólo
en grandes caracteres marcados con plumón: “¡HOY!”
Salto de la cama para buscar el regalo, la sorpresa, el ritual de iniciación
a ese nuevo mundo que me espera. En la puerta del cuarto, dentro, hay un
papel en el suelo con una y yo la sigo. Hay decenas de flechas por el suelo
marcando el camino. Bajo las escaleras tras ellas. Voy tan concentrado, tan
regocijado, tan emocionado, que casi choco con el tío Paco, que está frente
a la puerta cerrada que da al comedor.
Me abraza. Me dice felicidades. Me da la mano ceremoniosamente.
—¿Para qué son las flechas? —pregunto impaciente.
—Un mapa para los que cumplen trece años. Son para marcar el lugar
donde se encuentra la Isla del Tesoro. Tu regalo.
Quiero abrir la puerta, pero me lo impide con un cariñoso gesto. Me
estoy imaginando miles de cosas, desde lanzas masai hasta diarios para
escribir mi propia vida y cómo salvarme de los nazis.
—Tras esa puerta está algo que cambiará tu vida para siempre. Antes
de abrir, tienes que hacer un solemne juramento.
198
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
199
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
200
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Princesas y luchadores
201
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
salvo de una mujer que le exigiera el gasto, de unos hijos que pidieran una
pista o un juego electrónico para Navidad.
—En estas fechas todo se justifica —Robledo dio otro trago de tequi-
la— con tal de ver la sonrisa de un niño.
Nacho y yo nos miramos, incrédulos. Robledo nunca se expresaba de
ese modo y su ya patente borrachera no servía como excusa. Mucho menos
porque cinco meses atrás lo habían echado de la mueblería donde trabaja-
ba, y para un desempleado la Navidad se convierte en un problema mayor
que el cobrador de la renta.
—Ahora vuelvo —dijo Robledo, y subió las escaleras rumbo a su re-
cámara.
—¿Qué le pasa a este güey? —preguntó Nacho.
Yo alcé los hombros y miré de nuevo mi reloj.
—Las nueve —dije—. Ya me tengo que ir.
Tomé la bolsa de papas, pues la cena de Nochebuena se haría en mi
casa, con la familia de mi mujer.
—Yo también me largo —dijo Nacho.
Alcé la voz para llamar a Robledo; él entreabrió la puerta y nos pidió que
lo esperáramos un minuto.
Nacho y yo nos acercamos a la puerta. Imaginé que Robledo nos daría
un regalo y eso, en vez de halagarme, me molestó. Yo no tenía nada para
él, y yo sí tenía empleo.
Apareció en la cima de las escaleras, con traje de Santa Clos y un costal
a su espalda; luego bajó con cierta torpeza, riendo sin felicidad. Robledo era
gordo, de piel blanca y casi totalmente calvo. Su frente sudorosa reflejaba
el foco de la sala. El disfraz le iba bien, pero me incomodaba ver a mi amigo
vestido de ese modo.
—No seas imbécil —le gritó Nacho.
202
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
203
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
204
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
205
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
206
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
207
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Llevábamos casi dos horas rondando por las mismas calles, pero me
negué a ir más lejos. Nos detuvimos frente a un teléfono público y llamé a
mi mujer. No había noticias de Robledo; Josefina no había vuelto a llamar.
—Ya es hora de que regreses —me dijo—. Tus hijos te esperan.
Le aseguré que sólo daríamos una vuelta más; media hora a lo sumo.
Pasamos de nuevo frente a casa de Robledo. Nada. Me detuve en la
siguiente esquina, junto a un muro de luces parpadeantes. Eran mentiras
de mi mujer: mis hijos no me esperaban; acaso estaban durmiendo, acaso
el mayor pensaba en su soldado equipado para misiones especiales y el me-
nor en otra cosa. La abuela Marica procuraría un accidente para romper la
Venus de Milo. Cerré los ojos un instante. Tal vez la monja también mintió
y no hubo tamales ni chocolate caliente.
El luchador de mallas rojas había perdido; ahora peleaba el azul contra
el verde.
No sé cuántas vueltas más dimos. La media hora se alargó; supe que mi
mujer estaría furiosa, pero seguimos buscando hasta que comenzó a ama-
necer, hasta que llegó la hora de aceptar nuestro fracaso.
Aunque Nacho tenía los ojos abiertos, yo sabía que soñaba. En sus
manos la princesa besaba al luchador verde, el vencedor, que continuaba
en su pose retadora, puños cerrados, piernas abiertas, rodillas un poco
flexionadas, la única pose de un plástico inmóvil, incapaz de abrazar a la
mujer amada. Pero ella igual lo besaba y Nacho sonreía como un huérfano.
208
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
209
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Somos lo que pretendemos ser, así que elige bien lo que pretendes ser.
Reír y llorar pueden ser respuestas al agotamiento y la frustración. Por mi parte
yo prefiero reír, simplemente porque hay menos que limpiar después.
Los seres humanos serán más felices cuando encuentren caminos para vivir como
las antiguas comunidades primitivas. Esa es mi utopía.
Me pregunto quien nos ha dado el derecho de estropear nuestro planeta.
210
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
212
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
213
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Paseaban ya, por un bosque cuyo suelo estaba cubierto de hojas cafés.
Catherine, enojada, dicho rechinando los dientes y cercana a las lágrimas:
—Newt, esto es una verdadera locura.
—¿Por qué habría de serlo?
—Qué momento tan inoportuno para decirme que me amas. Nunca
me hablaste así.
Y se detuvo.
—Sigamos andando —dijo él.
—No. Hasta aquí y ni un paso más. No debí salir contigo.
—Pero lo hiciste.
—Por alejarte de la casa. Si hubiera pasado alguien y te hubiera escu-
chado hablar como lo estabas haciendo, y a una semana de la boda…
—¿Qué habría pensado?
—Que estabas loco.
—¿Por qué?
Respirando profundamente, Catherine se lanzó a un largo discurso:
—Déjame decirte que me honra mucho la locura que has cometido. No
creo que hayas desertado, aunque tal vez lo hiciste. No puedo creer que en
verdad me amas, aunque tal vez así sea. Pero...
—Te amo —dijo Newt.
—Bien, pues me siento muy honrada por ello y te aprecio mucho como
amigo, Newt, muchísimo Pero es demasiado tarde —y se apartó un paso
del chico—. Nunca intentaste ni siquiera besarme —agregó, protegiéndo-
se con las manos—. No quiero decir que lo hagas ahora, sino que todo re-
sulta demasiado inesperado. No tengo la menor idea de cómo responderte.
—Pues camina un poco más. Goza del momento.
214
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
215
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
—Lo habrías visto. Las mujeres no somos muy duchas en ocultar eso.
Newt se puso en ese momento a observar de cerca el rostro de Catherine.
Para consternación de la chica, lo que había dicho era cierto: una mujer no
sabe cómo ocultar su amor. Y entonces hizo lo que tenía que hacer. La besó.
—¡Qué difícil es entenderse contigo! —exclamó Catherine cuando
Newt la soltó.
—¿Conmigo?
—No debiste hacerlo.
—¿No te gustó?
—¿Qué esperabas? ¿Un abandono pasional y salvaje?
—Ya te lo dije, nunca sé lo que va a pasar a continuación.
—Yo sí. Que nos vamos a decir adiós.
—Muy bien —dijo Newt, frunciendo el ceño ligeramente.
Catherine lanzó otro discursito:
—No lamento que nos hayamos besado. Fue grato. Debimos hacerlo
antes, ya que fuimos tan amigos. Siempre te recordaré, Newt. Buena suerte.
—También para ti.
—Gracias, Newt.
—Treinta días.
—¿Treinta días qué?
—Treinta días de encierro. Eso es lo que va a costarme un beso.
—Yo lo siento. Pero no te pedí que desertaras.
—Ya lo sé.
—Desde luego, no te pereces ninguna medalla de héroe por haber he-
cho algo tan tonto como lo que hiciste.
216
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
217
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
218
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
—Hola, Newt.
—Te amo.
—Lo sé.
—Demasiado tarde.
—Demasiado tarde —confirmó ella.
Poniéndose de pie, Newt se estiró haciendo suaves ruidos.
—Un agradable paseo —dijo.
—Así lo creo.
—¿Es aquí donde nos separamos?
—¿Adónde vas a ir?
—Pediré un aventón hasta el pueblo y me entregaré.
—Buena suerte.
—También para ti. Cásate conmigo, Catherine.
—No.
Sonriendo, la miró fijamente por un momento. Y después se alejó ca-
minando con rapidez.
Catherine estuvo observadno cómo se iba empequeñeciendo en aquella
larga perspectiva de sombras y árboles, sabiendo que si en aquel momento
se detuviera y la llamara, correría hacia él. No tendría alternativa.
Newt se detuvo. Se volvió. La llamó. —Catherine—, dijo. Y ella corrió
hasta él y lo rodeó con sus brazos, sin poder hablar.
219
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
220
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
por vanidad, hay quien escribe porque cree que sabe algo que los demás
ignoran y que conviene que todo el mundo sepa, hay quien escribe porque
quiere leer un libro que no existe.
El conferenciante declaró que lo que ha ganado por los libros que ha es-
crito es una miseria incapaz de tentar a un mendigo; que los elogios que
ha recibido son nada comparados con las censuras que se le han hecho y
que además, ha sido elogiado por sus vicios más censurables y censurado
por sus virtudes más elogiables, agregó que no aspira a ser declarado Hijo
Predilecto de su ciudad natal, ni a que fragmentos de sus obras lleguen a
formar parte de las Lecturas selectas incluidas en el Libro de Texto Gratuito,
ni a ser Miembro de Número de la Academia de la Lengua, ni a que una
escuela rural lleve su nombre. Con lo anterior quedan descartados el dinero
y la vanidad de sus posibles motivos secundarios. ¿Tiene entonces inten-
ción didáctica el conferenciante? Es decir, ¿cree que sabe algo que todo el
mundo ignora y que conviene que todo el mundo sepa? El conferenciante
está convencido de que sabe muchas cosas que la mayoría de las personas
ignoran, pero no ve la utilidad de (ni tiene mayor interés en) que lo que él
sabe lo sepan también los demás.
A continuación, el conferenciante confesó que escribe un libro cada vez que
quiere leer un libro de Jorge Ibargüengoitia, que es su escritor predilecto.
221
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
222
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
moderna ni a las condiciones del mercado, y fue sustituida por algo mucho
más práctico: la torta caliente de pavo, que es otro invento genial.
La torta caliente de pavo deslumbra por su sencillez. No tiene más que
rebanadas de pavo asado y guacamole. La tapa de la telera va mojada en
la salsa del pavo. Esta torta tuvo su apogeo en la época de Alemán y es
coetánea del principio de nuestra industrialización, y con la idea -desechada
hoy en día- de que el guajolote es el animal más suculento. La torta de pavo
caliente a su vez, fue sustituida por la torta caliente de pierna -que empezó
a tomar impulso a fines del periodo de Ruiz Cortines, y llegó a su apogeo
en la época de López Mateos-. No se diferencia de la anterior más que en
el animal del que proviene la carne de que está hecha. La torta de pierna
tiene aceptación todavía en la actualidad, pero es evidente que va de salida.
Al estudiar la evolución anterior, se puede prever que la próxima muta-
ción implicará un cambio de animal, probablemente hacia uno más grande
-del guajolote al puerco y del puerco a la res- y una simplificación en la
fabricación de la torta. Es decir, que la torta del futuro es el pepito.
Un día, cuando yo era niño, llegó mi abuelo a la casa y mientras se
quitaba los guantes anuncio con cierta solemnidad que acababa de ver, en
la esquina de 16 de Septiembre y San Juan de Letrán a unos hombres que
vendían tacos que estaban envueltos en un “jorongo colorado”.
—Me comí tres y no están mal —dijo.
La introducción en el mercado de los tacos sudados constituye uno
de los momentos culminantes de la tecnología mexicana comparable en
importancia a la invención de la tortilladora automática o a la creación del
primer taco al pastor. El taco sudado es el Volkswagen de los tacos: algo
práctico, bueno y económico. Entre que pide uno los tacos y se limpia uno
la boca satisfecho, no tienen por que haber pasado más de cinco minutos.
Se conservaron en primera línea durante seis periodos presidenciales y si
han caído últimamente en desuso se debe únicamente a la idea, neurótica
pero en boga, de que todo alimento que no se elabora en presencia del
cliente es venenoso.
223
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
224
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
225
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Estos últimos presentadores van y atacan sin ponerse a pensar que, quizás,
el libro en cuestión le costó al autor una ciática, hemorroides o un matri-
monio.
226
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
Chilangología
227
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
una ciudad donde lo viejo se recicla tanto que una lata de refresco pue-
de haber sido, en su origen, un taxi
una ciudad donde las bodas se planean en función del álbum de fotos
una ciudad donde los adornos de las casas son lo más parecido a lo que
sobrevivió de una venta de garaje
una ciudad donde todos somos héroes porque nadie estaba preparado
para la catástrofe que nos sorprende todos los años
una ciudad donde el fútbol, los toros y las luchas son divertidos sólo por
los espectadores
una ciudad donde puedes pasar tan cerca de la flama de un taquero que
casi termina tratando de venderte tu propia mejilla al pastor
una ciudad donde, en el mismo puesto de la calle, un tipo vende alar-
mas contra robo y llaves maestras para abrir puertas
una ciudad donde los cables de electricidad son rastafari
una ciudad donde las doncellas mexicas de los calendarios están tan
buenas que uno se pregunta por qué los aztecas, en vez de sacrificarlas, no
hacían películas
una ciudad donde los rótulos de los camiones nos hace perdonarles la
forma en que nos atropellaron
una ciudad donde la gente tiene confianza en una pollería sólo porque
tiene un retrato del Papa
una ciudad donde los indigentes no acarrean, como en Nueva York,
carritos de súper, sino guitarras
una ciudad donde si preguntas por una calle, todo mundo opina y siem-
pre te pierdes
una ciudad donde los taxis son “ecológicos” sólo porque están pintados
de verde
228
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
229
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
una ciudad donde los pájaros son del color del aceite quemado sobre las
banquetas, tan manchadas que ya nadie puede leer las iniciales de los que
estuvieron enamorados
una ciudad donde el canto de los gallos por la mañana fue sustituido por
las alarmas de los coches
una ciudad donde los jabones son los sustitutos de las hechiceras
una ciudad en la que los deportes locales son leer el periódico a través
del hombro de quien lo va leyendo, oír conversaciones de la mesa de junto,
y mirar por las ventanas
una ciudad donde el primer día de la primavera las calles amanecen
cubiertas por flores moradas que, si las pisas, eyaculan
una ciudad donde una cabeza de cerdo no es un adorno puesto por el
taquero, sino su manjar más codiciado
una ciudad donde existe la misma posibilidad de que el mismo que te
amenaza con un cuchillo, te mate o esté tratando de vendértelo
una ciudad donde un auto compacto puede contar con una canastilla de
bicicleta y una bicicleta con un estéreo de tres bocinas
una ciudad donde todos están convencidos de que ellos podrían hacer
mucho mejor el trabajo del director técnico del equipo de fútbol, del mecá-
nico automotriz y del presidente
una ciudad donde el muralismo pasó de los edificios de gobierno a la
cortina metálica del cerrajero
una ciudad donde nos cansamos tanto de esperar que los ovnis aterri-
zaran que hicimos palacios en forma de naves espaciales que permanecen
a la velocidad de la luz
una ciudad donde una panorámica de su monstruosidad es el único
argumento para irse de vacaciones.
Y quizá unas vacaciones era todo lo que necesitaba. Irme un rato, nada más.
Revista Letras Libres, noviembre de 2003 (México)
230
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
Carlos Monsiváis que se considera antes que nada: “un simple lector”, sor-
prende porque, además de ser merecedor, como diría Nicanor Parra, del
Premio Nobel de Lectura, se ha convertido -a través de dos herramientas
como la inteligencia y la ironía- en una de las voces críticas y narrativas más
importantes de nuestro país y de muchos otros.
Parece estar en todas partes, comentar sobre cualquier tema (en especial
sobre literatura, cine, arte y política), sin embargo siempre saldrán de su voz
o de su pluma reflexiones de impresionante humor, frescura y profundidad.
Testigo y desentrañador de nuestro tiempo, por lo general pone el dedo
en la llaga de las heridas sociales con la más fina ironía y la más dramática
(aunque a él le gustaría que dijéramos melodramática) puntería.
231
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
232
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
233
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
234
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
235
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
236
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
Pedro Páramo,
treinta años después
237
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
238
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
239
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
240
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
241
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Juan Villoro
Villoro confirma... Dios es redondo
Rosana Ricárdez. Después del libro, ¿descubrió que Dios es redondo?
Juan Villoro. Dios es redondo es una frase que le aplico al futbol. Hace
algunos años Manuel Vázquez Montalbán escribió un libro llamado Futbol,
una religión en busca de un Dios y yo me pregunté que si hubiera algún dios
pues éste sin duda sería la pelota, que es un dios bastante precario, bas-
tante doméstico, pero que al mismo tiempo suele definir los partidos y el
destino, a veces la pelota bota de manera imprevista y no sabemos qué re-
sultado va a dar, en el futbol éste sería un poco el objeto del deseo; sería el
dios que preferiría el juego. El hecho de que sea redondo hace que el balón
tenga la perfección anhelada por muchas religiones, pero por supuesto se
trata de una descripción un poco bromista porque obviamente el futbol no
es una religión. Se parece mucho en el aspecto de que se necesita fe para
apoyar un equipo y de que los seguidores buscan milagros que beneficien
a los suyos, pero no hay ningún sentido de la trascendencia en el futbol. El
infierno y el cielo no están en el más allá, están en la cancha y sólo duran
90 minutos.
Pero, ¿se puede establecer una analogía entre futbol, política y religión? En
cuanto a esta religiosidad...
JV. Pero no quisiera que se forzaran las comparaciones, ya mencionaba lo
que tiene el futbol de religiosidad: mucho elemento de superstición y de
alguna manera es una religión laica y provisional. Nada más.
En cuanto a la política, el futbol no se parece a la política en el juego, lo
que pasa es que el futbol ocurre en una sociedad determinada y el futbol
es espejo de lo que pasa en esa sociedad, entonces se deja influir por los
aspectos que tiene la sociedad, tiene que ver con la comercialización, con
la corrupción, con el poder político, con la manipulación, con el consumo
de estupefacientes, con la violencia, con los problemas sociales de un país,
242
Circula tu imaginación 2 Å ARTÍCULO PERIODÍSTICO, CRÓNICA Y ENTREVISTA
243
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
mento, a veces episodios históricos, sin pensar en hacer un libro. Fue en 1998,
cuando después del mundial de Francia, me encontré con bastante material
y empecé a pensar en la idea de hacer un libro, pero yo no quería que el libro
fuera una recopilación arbitraria de los muchos textos que había escrito, no
quería que fuera una especie de cajón de sastre en donde yo metía todos los
retazos que había hecho. Empecé a trabajar en el libro hace un par de años,
aunque reescribí muchas cosas con ese fin, escribí otras que eran originales,
de modo que fue en los dos últimos años en los que fui configurando el libro,
yo quería que tuviera una lógica y una unidad pues equivalente a la de un
partido, que se pudiera leer de principio a fin como un todo, entonces así fue
como muy lentamente surgió Dios es redondo.
No era un experto en deportes, pero la pasión es lo que mueve el mundo: al
periodista, al escritor y al deportista...
JV. Yo lo que creo que es fascinante en el futbol es justamente cómo es-
tructura y organiza la pasión. Creo que para conocer una época hay que
conocer en qué se apasiona la gente de una época. El hecho de que el
futbol sea la pasión mejor repartida en el planeta pues nos da una clave del
mundo en que estamos viviendo. A mí me interesa insertarme como un
testigo de esa pasión, por eso me gusta mucho narrar lo que pasa en la can-
cha, pero sobre todo cómo eso impacta a un determinado público, cómo
configura una infancia o un destino, e incluso cómo impacta a los propios
protagonistas de la gesta, a los jugadores. No me atrevería a dar consejos
técnicos a un entrenador o a un jugador porque soy un aficionado, pero
justamente quiero ser testigo de esta afición, y es ahí donde condenso mi
punto de vista. Y por supuesto que en la afición también hay componentes
sicológicos, económicos, sociales, culturales, políticos, y trato de ver cómo
todo esto se cruza.
Revista La clé des langues, 2010
244
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Poesía
245
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Te quiero
Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia
246
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso
247
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Verano
Voy a cerrar la tarde
se acabó
no trabajo
tiene la culpa el cielo
que urge como un río
tiene la culpa el aire
que está ansioso y no cambia
se acabó
no trabajo
tengo los dedos blandos
la cabeza remota
tengo los ojos llenos
de sueño
yo qué sé
veo sólo paredes
se acabó
no trabajo
paredes con reproches
con órdenes
con rabia
pobrecitas paredes
con un solo almanaque
se acabó
no trabajo
que gira lentamente
dieciséis de diciembre
JORGE LUIS BORGES nació en Buenos Aires en 1899. A los siete años escribió
en inglés un resumen de la mitología griega, «La víscera fatal», inspirado en
un episodio de El Quijote, y a los nueve tradujo del inglés «El príncipe feliz»
de Oscar Wilde.
Es una de las grandes voces de la poesía contemporánea, autor de nu-
merosos ensayos, cuentos y poemas. El Premio Formentor otorgado por el
Congreso Internacional de Editores en 1961, compartido con Samuel Bec-
kett, fue el punto de partida para lograr su reputación en todo el mundo
occidental. Recibió luego el título de Commendatore por el gobierno italiano,
el de Comandante de la Orden de las Letras y Artes por el gobierno francés, la
insignia de Caballero de la Orden del Imperio Británico, el Premio Cervantes, el
Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de escritores, y el Premio Nacional
de Literatura en 1956.
Ciego a los 55 años, personaje polémico, con posturas políticas que le im-
pidieron ganar el Premio Nobel de Literatura al que fue candidato durante
casi treinta años, Borges siempre soñó con que la posteridad le perdonara
sus errores y le concediera la gloria de que se lo recordase por sus mejores
textos. Falleció en Ginebra, Suiza, en 1986.
En la revista Nature el científico argentino Rodrigo Quian Quiroga publica
una investigacion acerca de la capacidad de abstracción. Recurrió a Borges
para profundizar su descubrimiento sobre la memoria. Según el científico,
hace 70 años, Borges anticipó el tema en Funes el memorioso.
249
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
250
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
E n un otoño, en uno de los otoños del tiempo, las divinidades del Shinto
se congregaron, no por primera vez, en Izumo. Se dice que eran ocho
millones pero soy un hombre muy tímido y me sentiría un poco perdido
entre tanta gente. Por lo demás, no conviene manejar cifras inconcebibles.
Digamos que eran ocho, ya que el ocho es, en estas islas, de buen agüero.
Estaban tristes, pero no lo mostraban, porque los rostros de las divini-
dades son kanjis que no se dejan descifrar. En la verde cumbre de un cerro
se sentaron en rueda. Desde su firmamento o desde una piedra o un copo
de nieve habían vigilado a los hombres. Una de las divinidades dijo: Hace
muchos días, o muchos siglos, nos reunimos aquí para crear el Japón y el
mundo. Las aguas, los peces, los siete colores del arco, las generaciones de
las plantas y de los animales, nos han salido bien. Para que tantas cosas no
los abrumaran, les dimos a los hombres la sucesión, el día plural y la noche
una. Les otorgamos asimismo el don de ensayar algunas variaciones. La
abeja sigue repitiendo colmenas; el hombre ha imaginado instrumentos: el
arado, la llave, el calidoscopio. También ha imaginado la espada y el arte
de la guerra. Acaba de imaginar un arma invisible que puede ser el fin de
la historia. Antes que ocurra ese hecho insensato, borremos a los hombres.
Se quedaron pensando. Otra divinidad dijo sin apuro: Es verdad. Han
imaginado esa cosa atroz, pero también hay ésta, que cabe en el espacio
que abarcan sus diecisiete sílabas. Las entonó. Estaban en un idioma desco-
nocido y no pude entenderlas.
La divinidad mayor sentenció: Que los hombres perduren.
Así, por obra de un haikú, la especie humana se salvó.
251
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Diecisiete haikú
1 8
Algo me han dicho En el desierto
la tarde y la montaña. acontece la aurora.
Ya lo he perdido. Alguien lo sabe.
2 9
La vasta noche La ociosa espada
no es ahora otra cosa sueña con sus batallas.
que una fragancia. Otro es mi sueño.
3 10
¿Es o no es El hombre ha muerto.
el sueño que olvidé La barba no lo sabe.
antes del alba? Crecen las uñas.
4 11
Callan las cuerdas. Ésta es la mano
La música sabía que alguna vez tocaba
lo que yo siento. tu cabellera.
5 12
Hoy no me alegran Bajo el alero
los almendros del huerto. el espejo no copia
Son tu recuerdo. más que la luna.
6 13
Oscuramente Bajo la luna
libros, láminas, llaves la sombra que se alarga
siguen mi suerte. es una sola.
7 14
Desde aquel día ¿Es un imperio
no he movido las piezas esa luz que se apaga
en el tablero. o una luciérnaga?
252
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
15
La luna nueva
ella también la mira
desde otro puerto.
16
Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela.
17
La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.
253
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
254
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
M e importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias
o como pasasa de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy
importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodi-
síaco o con aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una
nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero
eso sí! –y en esto soy irreductible– no les perdono, bajo ningún pretexto,
que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan
seducirme!
Ésta fue –y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de
María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pro-
nóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del co-
medor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando
realizaba sus compras, sus quehaceres.
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo
por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
—¡María Luisa! ¡María Luisa!— y a los pocos segundos, ya me abrazaba con
sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproxi-
maba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como
dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje for-
zoso de un espasmo.
255
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera aunque nos haga ver, de
vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre
las nubes... las de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase
de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que hay una diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a sesenta y
ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer
pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni
tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
256
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
18
257
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
PABLO NERUDA
El más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma. Gabriel García Márquez
Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con
él. Harold Bloom
258
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
nace entre ellos una amistad, sin embargo, tiempo después, ya en México
tuvieron un altercado por diferencias ideológicas, llegando casi a los golpes.
Más de veinte años después, hubo una reconciliación entre Neruda y Paz
en el Festival Internacional de Poesía de Londres. Paz diría con respecto a
su colega: “Musito el nombre de Pablo Neruda y me digo: lo admiraste, lo
quisiste y lo combatiste. Fue tu enemigo más querido”.
Es en México, cuando es nombrado Cónsul General, donde reescribe su
Canto General de Chile transformándolo en un poema del continente sudame-
ricano. Esta obra, titulada Canto General, fue publicada en México en 1950,
y también clandestinamente en Chile.
Regresa a a su país natal en 1943. Neruda recibe el Premio Nacional de
Literatura de Chile en 1945. En ese año es electo Senador de la República;
se unirá en julio del mismo año al Partido Comunista. Un año después en
las elecciones chilenas llega al poder Gabriel González Videla. La represión
desencadenada por este último contra los trabajadores mineros en huelga
llevará a Neruda a protestar vehementemente en el Senado. Neruda se
transforma entonces en el más fuerte antagonista del Presidente, dictando
discursos en el Senado y publicando artículos contra el Gobierno en el ex-
tranjero, ya que el diario del partido comunista chileno El Siglo estaba bajo
censura. Neruda criticó fuertemente a González Videla llamándolo “Rata”,
lo acusó de ser amigo de los nazis durante sus años de embajador en París,
a quienes invitaba a elegantes cenas a la embajada chilena, de vender el
país a empresas americanas e incluso menciona a la esposa de éste Rosa
Markmann, de ocultar sus orígenes judíos mientras vivieron en Europa du-
rante la Segunda Guerra Mundial y de enriquecerse comprando diamantes
a europeos empobrecidos y casando a su descendencia con las familias más
ricas de América del Sur.
En 1969 es nombrado “Miembro honorario” de la Academia Chilena de la
Lengua. Ese año, durante la campaña para la Elección presidencial de Chile
(1970), el Partido Comunista lo elige como pre-candidato, pero renuncia
en favor de Salvador Allende como candidato único de la Unidad Popular,
que triunfa en las elecciones de 1970. El gobierno de la Unidad Popular lo
designa Embajador en Francia, cargo al que renuncia, por razones de salud,
259
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
260
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
Poema 15
261
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Poema 20
262
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
263
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Oda a la tristeza
Tristeza, escarabajo
de siete patas rotas,
huevo de telaraña,
rata descalabrada,
esqueleto de perra:
Aquí no entras.
No pasas.
Ándate.
Vuelve al sur con tu paraguas,
vuelve
al norte con tus dientes de culebra.
Aquí vive un poeta.
La tristeza no puede
entrar por estas puertas.
Por las ventanas
entra el aire del mundo,
las rojas rosas nuevas,
las banderas bordadas
del pueblo y sus victorias.
No puedes.
Aquí no entras.
Sacude
tus alas de murciélago,
yo pisaré las plumas
que caen de tu manto,
yo barreré los trozos
de tu cadáver hacia
264
Circula tu imaginación 2 Å NARRATIVA
265
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
266
Circula tu imaginación 2 Å POESÍA
267
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
268
Circula tu imaginación 2 Å POESÍA
269
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
LOS AMOROSOS
270
Circula tu imaginación 2 Å POESÍA
271
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
272
Circula tu imaginación 2 Å POESÍA
LA LUNA
La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir
273
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Teatro
274
Circula tu imaginación 2 ÅTEATRO
PREGUNTAS
(Pieza breve)
Reparto:
Rita
Mario
Esteban
Enfermera
275
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
276
Circula tu imaginación 2 ÅTEATRO
277
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
278
Circula tu imaginación 2 ÅTEATRO
RITA: ¿Estás seguro de que vine a eso? ¿Por qué inventas, por qué no te das
cuenta de la realidad y te imaginas cosas que no son?
ENFERMERA: (Dirigiéndose al escritorio.) ¿Y ustedes creen que el doctor va a
aceptar testigos? ¿Se imaginan que en el interior del consultorio caben más
de tres personas? (A Rita, dándole una hoja.) ¿Usted tiene historia? ¿Quiere
llenar este formulario?
RITA: ¿Burocracia? ¿Cómo se le ocurre en este momento? ¿No tiene com-
pasión?
ENFERMERA: ¿Usted cree que si tuviera compasión trabajaría aquí? ¿Cuántos
gritos al día, cuántos malos olores, cuántas muelas podridas) (Refiriéndose a
la hoja.)
ENFERMERA: ¿No la va a llenar?
MARIO: ¿No ve que no tiene fuerzas? ¿Por qué no la pasa?
ENFERMERA: ¿Tiene con qué pagar?
RITA: ¿Cómo dice? ¿Cómo se atreve?
MARIO: ¿Por qué no pasas, Rita? ¿Para qué sigues hablando con ella?
ENFERMERA: ¿Sabe usted que para pasar por esa puerta antes tiene que
entendérselas conmigo? (A Esteban.) Usted llegó primero, ¿no es cierto?
RITA: ¿No dijo el señor que él me cedía su turno?
ENFERMERA: ¿A mí (A Esteban.) ¿Usted me dijo algo?
RITA: ¿Él no le dijo nada? ¿Quiere que se lo diga yo? ¿Sabe que voy a pasar
primero porque me da la gana? ¿O quiere un poco de violencia? ¿Le gusta
la violencia?
279
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
ENFERMERA: ¿Quieren creer que echó sangre hasta por las narices, que abo-
feteó al doctor y me dio un mal golpe? ¿Saben que no pienso entrar nue-
vamente, aunque el doctor me despida? (A Mario.) ¿Desde cuándo es su
novia? ¿No se da cuenta de que es insoportable? ¿Qué tipo de sangre tiene?
¿Negativa, verdad? ¿Se ha acostado con ella? ¿Quiere un consejo? ¿Por qué
no se hace una hematología completa? (Entra en el baño.) ¿Habrá toalla y
papel toilette? ¿No será mejor bañarme? (Entra al baño.)
ESTEBAN: ¿Qué piensas hacer?
MARIO: ¿Cuándo?
ESTEBAN: Con tu vida.
MARIO: ¿Cuál vida?
ESTEBAN: ¿Tienes varias como los gatos?
280
Circula tu imaginación 2 ÅTEATRO
281
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Esteban asiente. Se escucha otro grito de Rita. Esteban se levanta y mira a Mario,
esperando que él haga lo mismo. Pausa. Mario se levanta. Pausa. Se miran. La
Enfermera no pierde detalle. Esteban sale de la clínica. Mario lo sigue.
Cuando están saliendo, la Enfermera los interroga.
282
Circula tu imaginación 2 ÅTEATRO
ENFERMERA: ¿Quiere que le diga que me dio asco su sangre? ¿Su violencia?
RITA: ¿Mi volencia? ¿No soy mansa como una paloma?
ENFERMERA: ¿Quién le dijo que las palomas son mansas? ¿No sabe que son
los animales más crueles?
RITA: ¿Y me habla de crueldad usted, una enfermera que debería ser un
remanso de paz, un camino de dulzura, una venda de cariño?
ENFERMERA: ¿A qué le tiene miedo? ¿A la soledad?
283
Antología para el Programa de Fomento a la Lectura EntraLee
Pausa. Silencio
Telón.
284
Índice de autores
Triunfo Arciniegas Carlos Monsiváis
Juan José Arreola Agustín Monsreal
Mario Benedetti Augusto Monterroso
Jorge Luis Borges Haruki Murakami
Elsa Bornemann Pablo Neruda
Ray Bradbury Montserrat Ordóñez
Andrés Caicedo José Emilio Pacheco
Italo Calvino Milorad Pavic
Julio Cortázar Octavio Paz
Román Chalbaud Senel Paz
Amparo Dávila Elena Poniatowska
Oscar de la Borbolla Juan Rulfo
Philip K. Dick Jaime Sabines
Carlos Fuentes Annie Saumont
Eduardo Galeano Ana María Shua
Gabriel García Márquez Samanta Schweblin
Oliverio Girondo Benito Taibo
Jorge Ibargüengoitia David Toscana
Etgar Keret Juan Villoro
Mónica Lavín Kurt Vonnegut
Fabricio Mejía Madrid
Esta edición de Circula tu imaginación 2, Antología para el Programa de Fomento a la
Lectura EntraLee, en Educación Secundaria se terminó de imprimir en febrero de 2012, en
los talleres de Impresora y Encuadernadora Progreso S.A. de C.V., (IEPSA).
Calz. De San Lorenzo, 244, 09830, México, D.F.
Se tiraron 20,000 ejemplares