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propia vida durante toda la noche, al final muere de cansancio. Para él no existe novedad. Todo
está raído y viejo.)
Cuando el desamparado se despierta fortalecido a la voz de la misericordia, es como si la Vida,
su Hermana, como si la Santa Virgen (su propia carne, su propia hermana), como si la Naturaleza
hecha sabia mediante el Arte y la Encarnación de Dios estuviese sobre él y lo invitara con
inexpresable ternura a despertarse y a vivir. Esto es lo que significa reconocer a Hagia Sophia.
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Quizás, en un aspecto muy primmvo, Sophia es la Ousia desconocida, oscura, sin nombre.
Quizás ella es incluso la Naturaleza Divina, Una en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y quizás
ella está en la luz infinita inmanifiesta, sin esperar a ser conocida como luz. No lo sé. Desde el
silencio, la Luz es pronunciada. No la escuchamos ni la vemos hasta que es pronunciada.
En el Principio sin Nombre, sin Principio, estaba la Luz. No hemos visto ese Principio. No sé
dónde está ella, en ese Principio. No hablo de ella como de un Principio, sino como una
manifestación.
Ahora la Sabiduría de Dios, Sophia, surge, extendiéndose desde "un extremo al otro con
potencia". Ella quiere también ser el eje invisible de toda naturaleza, el centro y significado de toda
la luz que existe en todo y para todo. Lo más pobre y lo más humilde, lo más oculto en todas las
cosas, es, no obstante, más obvio en ellas y bastante manifiesto, pues es el propio ser de ellas que
tenemos ante nosotros, desnudo y sin cuidado.
Sophia, la niña, está jugando en el mundo, obvia e invisible, jugando codo el tiempo ante el
Creador. Ella hace sus delicias de estar con los niños de los hombres. Ella es su hermana. El corazón
de la vida que existe en codas las cosas es ternura, misericordia, virginidad, la Luz, la Vida entendida
como pasiva, como recibida, como otorgada, como tomada, como renovada incansablemente por
el Don de Dios. Sophia es Don, es Espíritu, Donum Dei. Ella es Dios-dada y el propio Dios como
Don. Dios como codo y Dios reducido a Nada: inacabable nonada. Exinanivit semetipsum.
Humildad como fuente de luz sin declino.
Hagia Sophia en codas las cosas es la Luz Divina reflejada en ellas, entendida como una
participación espontánea, como la invitación de ellas al Banquete de Boda.
Sophia es Dios compartiéndose a Sí mismo con las criaturas. Es desborde, y el amor por el cual
Él es dado, y conocido, poseído y amado.
Ella está en todas las cosas como el aire que recibe los rayos del sol. En ella, aquellas prosperan.
En ella, glorifican a Dios. En ella, se regocijan para reflejarlo. En ella, son unidas a Él. Ella es la
unión entre ellas. Ella es el Amor que las une. Ella es vida como comunión, vida como acción de
gracias, vida como alabanza, vida como fiesta, vida como gloria.
Puesto que recibe de manera perfecta, no existe ninguna mancha en ella. Ella es amor sin tacha
y gratitud sin autocomplacencia. Todas las cosas la alaban mediante el ser ellas mismas y el participar
en el Banquete de Boda. Ella es la Novia, el Banquete y la Boda.
El principio femenino en el mundo es la fuente inagotable de actualizaciones creativas de la
gloria del Padre. ¡Ella es Su manifestación en radiante esplendor! Pero ella permanece invisible,
vislumbrada solo por unos pocos. A veces no existe absolutamente nadie que la reconozca.
Sophia es la misericordia de Dios en nosotros. Ella es la ternura con la que el infinitamente
misterioso poder del perdón convierte la oscuridad de nuestros pecados en la luz de la gracia. Ella
es la inagotable fuente de benevolencia, y casi pareciera ser en sí misma toda misericordia. Es así
como ella obra en nosotros una obra más grandiosa que la Creación: la obra del nuevo ser en la
gracia, la obra del perdón, la obra de la transformación que va de esplendor en esplendor tamquam
a Domíní Spiritu. Ella es en nosotros la contraparte complaciente y tierna del poder, la justicia y el
dinamismo creativo del Padre.
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IV. AL ATARDECER. HORADE COMP LETAS. SALVE REGINA
Ahora la Santa Virgen María es el ser creado único que realiza y demuestra en su vida todo lo
que está escondido en Sophia. Por eso puede decirse que ella es una manifestación personal de
Sophia, la cual es en Dios Ousia antes que Persona.
Natura en María se transforma en Madre pura. En ella, Natura es como fue en el origen de su
divino nacimiento. En María, Natura es totalmente sabia, se manifiesta como una persona
totalmente prudente, totalmente amorosa y totalmente pura; no un Creador ni un Redentor sino
Creatura perfecta, perfectamente Redimida, el fruto de todo el grandioso poder de Dios, la perfecta
expresión de la sabiduría en la misericordia.
Es ella, es María, Sophia, quien, tanto en la tristeza como en la alegría, con la plena conciencia
de lo que está haciendo, depone en la Segunda Persona, el Lagos, una corona, que es su Naturaleza
Humana. Así, su consentimiento abre la puerta de la naturaleza creada, del tiempo, de la historia,
a la Palabra de Dios.
Dios penetra en su Creación. A través de su sabia respuesta, a través de su comprensión
obediente, a través del suave consentimiento obediente de Sophia, Dios penetra sin publicidad en
la ciudad de los hombres rapaces.
Ella no Lo corona con lo que es glorioso sino con lo que es más grande que la gloria: lo único
más grande que la gloria es la debilidad, la nada, la pobreza.
Ella envía al infinitamente Rico y Poderoso como un pobre y desamparado en Su misión de
inexpresable misericordia, para morir por nosotros en la Cruz.
Caen las tinieblas. Aparecen las estrellas. Los pájaros comienzan a dormir. La noche abraza la
mitad silenciosa de la tierra. Un vagabundo, un indigente errante con pies sucios, encuentra su
camino en una nueva ruta. Un Dios sin hogar, perdido en la noche, sin papeles, sin identificación,
sin siquiera un número, un frágil exiliado descarcable reposa en la desolación, bajo las dulces estrellas
del mundo y Se encomienda al sueño.