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LA ÉTICA Y LA CIENCIA

  Victor Canivell Cretchley


 Resumen de actividades
 Data: 09/12/2013
 32767 lecturas

Víctor Canivell, Presidente del Consejo de Administración de Integromics,

empresa del sector biotecnológico, analiza cómo evoluciona la ética debido a los

cambios que suponen los avances científicos, por un lado, y la ética que vertebra

el desarrollo científico (cómo se hace la ciencia), por el otro. "La interacción de la

ética y la ciencia inciden de manera fundamental en nuestras vidas y es por este

motivo que es necesario que la sociedad sea consciente de ello, lo conozca y lo

moldee adecuadamente".

La ética trasciende todo lo que hacemos, por lo que sin duda incide también en
cómo hacemos la ciencia. Entendemos por ciencia el trabajo de descubrir cómo
funciona el universo, cuáles son sus leyes de funcionamiento, cómo las podemos
modelar, y en definitiva cómo podemos prever mejor el futuro. Los avances de la
ciencia nos permiten aprovechar mejor los recursos naturales a través de las
nuevas tecnologías a las que da lugar. La tecnología es la consecuencia
práctica de la ciencia. La tecnología marca el cómo podemos vivir en sus
aspectos prácticos (que se modula por la realidad de la economía); y la ciencia
marca el cómo entendemos el mundo y nuestra posición en el mismo (en
contraste y diálogo constante con la filosofía y la religión). Y en ambos casos,
ciencia y tecnología, hemos de ver cómo conviven y cómo interaccionan con la
ética.

Nos vamos a centrar aquí en un par de dimensiones de este binomio “ciencia +


ética”: 1) cómo aplicamos los resultados de la ciencia a través de la tecnología y
cómo incide en ello la ética, y 2) cómo se hace la ciencia, cómo se desarrolla y
cómo incide la ética en este proceso.
Es un lugar común decir que la ciencia no es “ni buena ni mala” ya que, lo que es,
es la constatación de nuestro modelo mental del universo. Se aventuran unos
principios básicos y unas hipótesis matemáticas del modelo, se calculan sus
proyecciones en situaciones prácticas y se miden dichas cantidades en la realidad.
Si concuerdan y son repetibles, nos convencemos de que el modelo es adecuado,
es decir, refleja adecuadamente la realidad en las circunstancias medidas. Con el
tiempo dichos modelos abarcan cada vez más ámbitos de la realidad, de lo más
sencillo a lo más complejo, de los componentes más básicos de la materia al
universo astronómico, de los materiales inertes a los cuerpos vivos, de la
estructura básica de la vida a todo el entorno cambiante del individuo y de su
sociedad - y cada vez con más precisión. Realmente es una actividad
apasionante.
Pero saber es poder. Y la ética de cada cual es la que dictará la manera de cómo
se aplican dichos conocimientos y las tecnologías correspondientes. La
informática, las comunicaciones e internet nos han facilitado muchísimo la vida,
nos dan acceso a mucha más información de manera mucho más rápida y
económica – pero también pueden usarse para realizar ataques destructivos
contra la privacidad, contra las instituciones financieras, y en un mundo del
“internet de las cosas”, contra las infraestructuras físicas etc. Por ello hemos de
dotarnos de unas reglas de convivencia, de unas leyes que reflejen el
equilibrio adecuado entre la libertad de uso de las tecnologías con la
protección necesaria de las personas y las instituciones que nos hemos
dado.
Dicho equilibrio adopta diferentes formas según el entorno social en que se
desarrolla, y por tanto de la ética imperante. Encontrar y acordar dichos equilibrios
se hace más difícil cuánto más rápido sea la evolución de la tecnología, y por tanto
del status quo de lo que es económicamente factible para la mayoría de la
sociedad. Un caso claro es la explosión tecnológica hasta nuestros días de las
tecnologías de la información y de internet. En la base de dicha explosión está el
descubrimiento de los semiconductores y la ciencia de los materiales. Esta
revolución ha colapsado muchos de los modelos productivos y económicos de
hace pocas décadas, a la vez que ha abierto un sinfín de nuevas oportunidades.
La información está al alcance de todos – o de casi todos. Las situaciones
planteadas por la defensa de los derechos de autor de productos digitalizables
(como la literatura, la música, el video y el cine), por el impacto de Wikileaks y,
recientemente, por las escuchas de la NSA demuestran a la vez lo fácil que es
tener acceso a mucha/toda la información, como lo complejo de resolver el dilema
de dónde está el punto de equilibrio que entre todos consideremos más oportuno,
más justo. Y hay que decidirlo muy rápido, ya que la tecnología avanza de manera
acelerada. Nuestro problema es que las instituciones no son capaces de digerir
esta velocidad de cambio, y ello provoca claras disfunciones. Pero es claro que
una guía fundamental para hacerlo es disponer de unos principios éticos
básicos y ampliamente aceptados. Ello a su vez depende de una educación
adecuada en unos valores éticos. La sociedad necesita acordar cuáles son los
prioritarios, cómo trasladarlos a las nuevas generaciones y cómo adaptarlos en
base a nuevos horizontes de conocimiento.
Otro frente abierto en la actualidad es el correspondiente a la revolución de la
biología molecular. Se dice que si el siglo XX fue el de la física, el siglo XXI será el
de la biología. Estamos desentrañando el libro de la vida: cómo nos reproducimos,
cómo nos desarrollamos y cómo morimos – desde un ser vivo mono-celular hasta
una persona. De hecho estamos ante avances de biología sintética que es capaz
de crear nuevos individuos a partir de códigos genéticos ad hoc, es decir, no
directamente a partir de simples modificaciones de perfiles genómicos pre-
existentes. También nos planteamos la posibilidad de atenuar, o de bloquear, el
proceso del envejecimiento de las células. Todas estas posibilidades nos
conducen a situaciones hasta ahora insospechadas y ante las cuáles la sociedad
ha de plantearse qué normas éticas básicas aplicar y cómo adoptarlas.
Finalmente nos planteamos también la ética de cómo se hace la ciencia. Los
científicos en general relacionan sus éxitos, reconocimiento y capacidad de
avanzar sus investigaciones con su producción de trabajos publicados en revistas
de reconocido prestigio, los llamados “’índices de impacto”. Es un mundo muy
competitivo, con una carrera constante de publicar más y más, ya que en ello se
basa el avance profesional y la captación de nuevos recursos para seguir y
ampliar las tareas investigadoras. Tanto es así, que la calidad puede peligrar,
llegándose al caso de dar por buenos datos no adecuadamente contrastados y por
ello erróneos. Por ejemplo, en el campo de la biotecnología, inciden muchos
factores, incluidos los detalles de los protocolos de cómo se han llevado a cabo los
experimentos así como las sutilezas de los métodos estadísticos utilizados en
contextos de “big data”; por ello hay estimaciones de que la mitad de los
resultados publicados son difícilmente replicables. Aquí entra en juego sin duda
la ética de trabajo del investigador.
Otro tema relacionado con la ética es el hecho de quiénes firman la autoría de los
trabajos. Es cierto que en la actualidad hay una tendencia a la masificación de
investigadores en ciertos ámbitos experimentales, y por ello la constatación de
decenas de autores en ciertos trabajos. Aquí de nuevo entra en juego la ética de
los autores, en suscribir la autoría sólo los investigadores que sí han contribuido a
los resultados y conclusiones del trabajo.
Finalmente podemos citar también el proceso de selección de candidatos para
nuevas plazas de investigación y de docencia universitarios. Este es otro ámbito
en que entra en juego la ética del tribunal, en realmente acordar unos criterios
adecuados y luego aplicarlos correctamente y con coherencia.
En definitiva, aunque la ciencia sea un ámbito neutro en el sentido de reflejar las
leyes de la naturaleza, su uso a través de la tecnología, así como su elaboración,
en cuanto son actividades humanas, se impregnan de la ética en su desarrollo. Y
viceversa, los avances científicos, en cuanto a proveernos de una más completa
comprensión del mundo y una mayor capacidad de interactuar con el mismo,
pueden influir en el desarrollo de nuestros principios éticos. Se trata de dos
ámbitos fundamentales de nuestra vida, y por ello es fundamental que la sociedad
los conozca y module adecuadamente.

Ciencia y Ética: La Ética de los


Científicos y la Ética de la Ciencia
Publicado por Juan José Ibáñez el 27 junio, 2009

Comentarios (17)

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Cuando hablamos acerca de la  Ética de la Ciencia y la Ética de los Científicos suelen
incluirse cuestiones muy dispares en el mismo saco. Más aun, en cada uno de ambos
términos ocurre lo mismo. Por tanto no pretendo en este post aclarar todos los temas
implicados, sino poner un poco de orden, al menos a la hora de plantearse tales cuestiones.
 
 
Ética Científica y maletines. Fuente: Ética Profesional

Veamos que nos dice primero Wikipedia sobre la Ética:

La palabra ética proviene del griego ethos cuyo significado es “costumbre“. Tiene como objeto
de estudio la moral y la acción humana. Su estudio se remonta a los orígenes de la filosofía moral
en Grecia y su desarrollo histórico ha sido diverso. Una doctrina ética elabora y verifica
afirmaciones o juicios determinados. Esta sentencia ética, juicio moral o declaración
normativa es una afirmación que contendrá términos tales como ‘malo’, ‘bueno’, ‘correcto’,
‘incorrecto’, ‘obligatorio’, ‘permitido’, etc, referido a una acción o decisión. Cuando se
emplean sentencias éticas se está valorando moralmente a personas, situaciones, cosas o
acciones. De este modo, se están estableciendo juicios morales cuando, por ejemplo, se
dice: “Ese político es corrupto”, “Ese hombre es impresentable”, “Su presencia es loable”, etc.
En estas declaraciones aparecen los términos ‘corrupto’, ‘impresentable’ y ‘loable’ que
implican valoraciones de tipo moral.

La ética estudia la moral y determina qué es lo bueno y, desde este punto de vista, cómo se
debe actuar. Es decir, es la teoría o la ciencia del comportamiento moral. (….). La ética es una de
las principales ramas de la Filosofía, en este campo ésta es el conjunto de valoraciones
generales de los seres humanos que viven en sociedad

La Ética de la Ciencia   

Si nos atenemos a los valores éticos de la ciencia, personalmente ya comienzo a


entristecerme. Y no se trata de aquellos valores que afectan a la indagación científica
contemporánea, sino que si uno se remonta muchos siglos atrás, como es el caso de
las relaciones e investigaciones armamentísticas que conciernen a Maquiavelo y Leonardo Da
Vinci)…………. Por mucho que se insista en mentar que la ciencia se concentra en el progreso
de las sociedades humanas nadie puede soslayar, por ejemplo, el imponente papel que
desempeña la investigación destinada a generar la maquinaria armamentística (como en el
caso aludido de Maquiavelo y Da Vinci).  Como muchos de vosotros sabéis los principales
consumidores de los fondos destinados a I + D + i, al menos en el caso de los países más
poderosos, son sus ejércitos, la cual debería ser una materia de profunda reflexión. En estos
casos, nos viene a la memoria el manido tema de la bomba atómica con la que termino la
segunda guerra mundial. Sin embargo, nada ha cambiado desde entonces. Ya hablemos de
biotecnología, nanotecnología, física experimental o inteligencia artificial, entre otras ramas
del conocimiento científico, aterra la influencia de los denominados eufemísticamente
gastos de defensa.

 
 

Ética científica. Fuente: Flickr

La también manida replica a este posicionamiento suele consistir en alegar que gracias a
los gestos de I +`D +i en materia de defensa, la humanidad puede ahora disponer de un
bienestar y desarrollos tecnológicos que, de otro modo estarían fuera de nuestro alcance.
Pero mi respuesta es ¿Por qué? Todos y cada uno de tales avances podría haberse realizado sin
tener que recurrir a los dudosos objetivos iniciales que  los ciudadanos subvencionaron con
parte de sus impuestos. Sinceramente no me vale, por cuanto se aceptaría tácitamente que
la investigación militar es un mal necesario. Puede ser pero, ¿no existen modelos de negocio
alternativos?. Por supuesto que sí. Al margen de la guerra biológica, la idea de la bomba de
neutrones, los escudos antimisiles etc., uno atiende horripilado como se intentan emular
los soldados-robot basados en la inteligencia artificial. Más aun, he llegado a leer que en
esta disciplina tales iniciativas, junto a los videojuegos, desempeñan un rol fundamental
en la actualidad. Y mientras tanto, ya vimos en otro post como parece interesar mucho menos
la mortalidad y morbilidad de millones de personas por infecciones derivadas del consumo
de agua potabilizada en grandes extensiones del planeta. Hablamos del misterio de la “Caja
Negra”. Se trata de un mero ejemplo del abandono de los ciudadanos de mundo por la ciencia.
 

Pero salgámonos de tales objetivos y asistamos ahora a los deseos de nuestros políticos
para apostar por la inversión en I + D + i. Bajo los vocablos “desarrollo sostenible”,
“sociedad de la información” y lo que es peor “sociedad del conocimiento” se esconde,
esta vez sí, alcanzar “nuevos modelos de negocio” que empujen a posicionarnos en
una “economía global”. Lógicamente, el ciudadano suele salir beneficiado, pero también
bobalizado. La economía es ese ente casi autómata que busca sin cesar como acumular
ingentes cantidades de dinero en unas pocas manos. Si el ciudadano sale beneficiado
mejor, pero sino también. Nos venden la macroeconomía, de la que la microeconomía deviene
sierva. La actual crisis económica ha despertado recelos en muchos, empero siempre ha
sido así. Lo que ocurre es que la desregularización del mercado ha propiciado que algunos
amasadores de dinero perdieran el rumbo y los escasos escrúpulos que les quedaban. Los
resultados aquí están. Y mientras tanto, millones de personas más han sobrepasado el
umbral de la pobreza. Son mucho más los necesitados que los que disfrutan de tales
beneficios. Se dice que la “ciencia es universal” ¿Si?. Probablemente, pero para bien y
especialmente para mal. Pongamos dos ejemplos.

La Farmaindustria (casi toda) y la agroindustria (la conocida Montsanto y otras muchas


multinacionales con el mismo pelaje) jamás salen bien paradas de cualquier análisis que no
proceda de sus procelosas mentes. Corrupción, falsificación de resultados y todo tipo de
malas prácticas parecen ser sus señas de identidad. Recordemos que la primera debería
preocuparse por nuestra salud, mientras la segunda del abastecimiento de alimentos “sanos”.
Sin embargo, las primeras deniegan medicamentos a donde más se necesitan, a la par que
soslayan investigar otros sumamente necesarios debido a que no son rentables. Y aquí
el fraude y la mala praxis de los científicos  afloran a la luz una y otra vez. Lo mismo ocurre
con la agroindustria que secuestra la soberanía alimentaria de los países con menos
recursos. Ya nos vendieron en la década de los años 60 del siglo pasado la “Revolución
verde” que terminaría con el hambre en el mundo. Cincuenta años después ya vemos los
resultados. Por un lado, cada día que pasa hay más hambre en el planeta, por otro,
la degradación ambiental generada (como la pavorosa contaminación de suelos y aguas,
deforestación, perdida de biodiversidad, etc.) por ella enferma y mata a millones y millones
de personas.

El desarrollo industrial y nuestro modo de ver la “prosperidad” nos ha sumergido en un


problema tan terrible como el cambio climático, aumentando y diversificando otros tipos de
degradación de la biosfera. La ONU. UNESCO, FAO, etc., nos alertan que los efectos del
calentamiento de la atmósfera afectarán más a los países pobres que a los ricos. ¡Lógico!.
No entraremos aquí a describir lo obvio. Resumiendo, hoy en día, el desarrollo tecnológico ha
generado un mayor porcentaje de pobres, desnutridos y enfermos que cualquier periodo
precedente de la historia humana. Debe ser por eso que hablamos de la “sociedad del
conocimiento”. Obviamente, poco se conoce de los trasfondos, logros, despilfarros y
fraudes de las instituciones militares, por cuanto son materia reservada para el reto de los
mortales. Sin embargo cuando algo surge a la luz es para echarse a temblar. 

Fraude Científico. Fuente: Scientific Misconduct Blog

Resumiendo, uno debe salir del seno maternal de los “Estados del Bienestar” para
entender que la magnitud de los problemas que padecemos  y que
desafortunadamente afectan, negativamente a una buena parte de la población mundial,
mientras que solo salen beneficiados una minoría, e inmensamente ricos unos pocos
(insignificantes desde un punto de vista estadístico). ¿Ciencia Universal? ¿Progreso
Social? Duele por tanto que políticos y prensa confundan al ciudadano haciéndole creer que el
mayor reto de la ética científica es lo que se denomina “bioética”. No veo a ningún movimiento
social bramando contra tal  visión depredadora de la “sociedad de la información y del
conocimiento”. ¿Pero y nosotros, los Científicos?

 
La Ética de los Científicos          

En este ambiente, los investigadores se enfrentan al menos a tres tipos de cuestiones


éticas, aunque posiblemente sean muchos más.

Por un lado, nos encontramos con la ética del trabajo, entendiéndose como tal sus relaciones
con otros colegas, y excluyendo los temas relacionados con el fraude y mala praxis
científica. Mobbing (acosos laborales de todo tipo), difamaciones, etc., vienen siendo
denunciadas y afectan a muchos de los considerados “científicos de excelencia, incluidos
Premios Nobeles”. Os recomiendo una vez más la lectura del interesante libro “La Anatomía
del Fraude Científico”, escrito por H. Freeland (Editorial Crítica), por cuanto sobre este
tema y el ya comentado del fraude y la mala praxis ofrece numerosísimos y recientes
ejemplos que suelen ocultarse, tanto por la prensa general, como por la especializada.  Por otro
lado, están los consabidos temas que mentamos en el último lugar y que son conocidos como
“conductas inapropiadas”. De ellos hablaremos en último lugar. Por último, habría que
mencionar otra cuestión cuya preocupación parece no afectar a nadie. Como profesionales y
como ciudadanos, deberíamos sopesar los posibles usos de nuestros estudios y como estos
afectan a los ciudadanos. Cuando uno trabaja para la empresa privada los salarios se los
proporcionan las compañías (que a menudo también son financiadas con fondos públicos). Los
Estados fomentan su ingreso apelando al “desarrollo y sociedad del conocimiento”. No
cuestionaré este tema ya que en parte lo he hecho en el apartado anterior. Allí podrán
comportarse honestamente o delinquir, falsificando resultados e informes, alabando las
bondades de productos que, de hecho dañan la salud humana, o son una mera estafa, etc. Eso
sí, a quien antepone su ética ciudadana todos mis respetos. Ahora bien, los que se “alían” con
sus jefes, son tan responsables como los ejeutivos, por cuanto, no son autómatas, sino
que generan saberes que serán empleados contra inocentes congéneres. No es lo mismo, en
mi modesta opinión, un soldado que fusila a un inocente por mandato de un superior, que otro
que investiga le ofrece ideas. ¿O no? Sin embargo, más cuestionable e irritante resulta el
caso de los investigadores que trabajan para el Estado, ya que viven, desde todos los
puntos de vista, de los ciudadanos.

Son muchos los colegas que colaboran acríticamente con las instituciones a las que se
encuentran sujetos. En condiciones normales, nada que objetar, faltaría más. Sin embargo,
cuando nuestras autoridades se descarrían o tomas decisiones afortunadas que afectan a
los ciudadanos el tema cambia diametralmente. Quien paga realmente a los que trabajamos
para las “Instituciones Gubernamentales”, son la personas de a pié mediante sus
impuestos. Por tanto, es a ellos a los que deberíamos servir en primer lugar. Un colega no
puede escudarse en que ha hecho esto o aquello porque lo manda quien manda. Y si este
argumento debería ser valido para todos los humanos, más lo es aún para quienes cobramos del
pueblo. No se trata de fomentar la insumisión ni la subversión, sino de denunciar lo
éticamente incorrecto, cuando no deplorable. De nuevo os muestro mi opinión sobre un tema
que no requiere mucha erudición, aunque hay casos más sangrantes, si bien es cierto que
afectan a un menor número de individuos. Dicho de otro modo se trata de un ejemplo
ilustrativo que suele pasarse por alto.

¿Hay mucho Lobo con piel de Cordero?: Fuente:  Wunder Blog

Si la Docencia en la Universidad Española dista mucho de ofrecer los frutos de otros


países de nuestro entorno, se debe tanto a las decisiones políticas como a la pasividad de
los profesionales que la imparten. Por tanto, si los gobiernos toman decisiones que los
docentes consideran perjudiciales para la formación de nuestros jóvenes ciudadanos, es su
responsabilidad con “quienes les pagan el sueldo” protestar,  denunciar y hacerse
escuchar hasta que el poder reconozca su error. En caso contrario (muy acomodaticio) se
convierte en cómplice, por que “quien calla otorga”. Considero que esta misma argumentación
es válida para cualquier colectivo de científicos (universitarios o no) que reconociendo que
ciertas decisiones no son apropiadas, no exige su rechazo. Y es aquí en donde los practicantes
de la ciencia actual fracasamos estrepitosamente. Se nos socava la libertad de cátedra y
expresión, sin que nos alcemos en armas. De este modo, la ciudadanía pierde un pilar y los
poderes un enemigo equilibrante. ¿Es eso la sociedad de la información y el conocimiento?
¿Quién sufre las consecuencias? ¿dónde está la búsqueda del talento? ¿A que talento nos
referimos? Necesitamos tanto talante como talento. No lo duden. Pero nadie se preocupa por
este último. La ética siempre pasa a la cola del tren.

Sobre el tema de la corrupción y mala praxis científica ya hemos hablado en varias


ocasiones   y ayer justamente os alertamos sobre la magnitud del problema, que deviene ya
en escandaloso. Me decía hace unas horas un lector que pocos comentarán el post, por las
mismas razones que he aludido en el párrafo anterior. Soy de la misma opinión. Más aun en el
artículo original, que dio pie a esa entrega, tras varias semanas de ser publicado “nadie ha
dejado ningún comentario ya fuera de desaprobación a los colegas o a las propias
conclusiones de los autores. Frente a un tema tan preocupante, la postura del avestruz
resulta más que decepcionante. De nuevo quien calla otorga, Una vez más quien calla es
cómplice. Somos los propios científicos los que deberíamos reclamar urgentemente
comisiones de ética científica, códigos deontológicos, etc.  Pero, al parecer, en lugar de
ser parte de la solución nos conformamos con ser parte del problema. ¡Lamentable!.  Luego
lloramos como plañideras al observar el creciente desinterés de la ciudadanía y muchos otros
estamentos por la actividad científica. Comenzamos pues a comportarnos como algunos a los
que intentamos suplantar en su rol social. Hablo de las religiones. No se puede proclamar el
perdón, la compasión, la justicia, etc., y luego ocultarse o hacerse el sordo ante los propios
abusos. Los sacerdotes de la ciencia no desmerecen en nada a aquellos a los que denostan,
con independencia de su histeria anticreacionista (razones hay pero también…..). Como decía
el afamado filósofo de la ciencia, Paul Feyerabend, este edificio es una casa de putas.

Cuando buscaba por ofreceros material adicional sobre ciencia, ética y ética científica, he
topado con un artículo de uno de los investigadores españoles que más respeto me
merecen. Se trata de Jordi Wagensberg. Este lleva el título de ética científica y podéis
bajárnoslo de Internet pinchando aquí. En este post he mezclado intencionalmente tres temas,
aunque creo que el contexto disipa cualquier confusión. Una cuestión es la ética científica y
otra bien distinta las relaciones entre la ética y la actividad investigadora. Él tampoco lo
hace. Sin embargo, para mi pesar, vuelve a caer en la trampa de pensar en el asunto
teniendo in mente la bioética y el problema del uso de los embriones con fines
terapéuticos. Los temas aquí tratados transcienden a un conflicto concreto entre ciertos
científicos y las autoridades religiosas.  Pero parece que todo se contagia menos la belleza.
Eso si os dejo algunas de sus frases como materia de reflexión, ya que siempre ofrece algo de
interés.  

Juan José Ibáñez


 

Frase seleccionadas del texto de Wagensberg.


 

1. Los intereses cambian más rápidamente que los valores.

2. En otras palabras, la lógica de lo verdadero y lo falso ha dejado de ser independiente de la


lógica de lo bueno y lo malo.

3. La ética científica existe, pues, antes de combinar asuntos de la ciencia con asuntos de
la  ética, antes de combinar lo verdadero y lo falso con lo bueno y lo malo. Lo bueno y lo malo se
entrometen en el proceso mismo de decidir la verdad o la falsedad. Esta situación puede llegar a
darse: decidir que algo  que es verdad es malo.

4. Las fronteras de lo verdadero y lo falso se mueven mucho más rápidamente que las de lo
bueno y lo malo.

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