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Tierra»
Cuesta ver a Joe Abercrombie (Lancaster, 1974) como el cínico y nihilista que
dice ser. Aquí parece más una mezcla entre un niño entusiasmado en un parque
de atracciones y una estrella del rock sobrevenida. Aquí es España, donde los
fans abarrotan sus presentaciones y hay tortas para conseguir una entrevista
con él. Parece lo propio cuando has vendido seis millones de ejemplares, has
fulminado la lista de bestsellers del New York Times y después de dos trilogías
y alguna novela suelta, empiezas una nueva saga y agotas edición en unos
días.
Pero esto no tiene nada de cotidiano para él. Lo normal es que, allí de donde
viene, les traiga sin cuidado sus mareantes ventas o la sólida fidelidad de sus
lectores. Al fin y al cabo, Abercrombie escribe de ahorcamientos, de guerreros,
de brujos e inquisidores. Es el suyo un universo de sangre a borbotones, humor
negro y héroes de poca hazaña.
Podría, quizás, haberse ganado el respeto del canon cultural si se hubiera
ceñido a los valores del género, apegándose a su limpia solemnidad. Pero es
que ni eso. Abercrombie optó por ensuciar la noble fantasía heroica, revolcarla
por el lodo y seccionarle las extremidades a hachazos. Estaba harto de
armaduras brillantes y epopeyas con moraleja. Si Tolkien fue su
maestro, George R. R. Martin fue su corruptor. Hace solo dieciséis años que
dejó de ser editor cinematográfico para iniciar la Trilogía de la Primera Ley,
autoproclamándose (dice que fue una broma, pero a ver quién recula
ahora) Lord del grimdark, subgénero oscuro y denostado. Con la primera
página perdió la oportunidad de ser profeta en su tierra, fértil como pocas
(Tolkien, Terry Pratchett, Clive Barker, J. K. Rowling, Neil Gaiman) en
asuntos fantasiosos. Sabe que cuando le adapten a la pantalla, las tornas
cambiarán.
Se nota que ya le da igual. Viene con nueva novela bajo el brazo, Un poco de
odio, un libro de Kubrick asomándole del bolso y una impaciencia
indisimulada por el baño de masas que se dará tras la entrevista. Confiesa que
se siente como una rockstar, pero es demasiado british para adoptar pose de
divo. Ríe en pequeñas explosiones y se hace selfis con un ejemplar de atrezzo de
su libro, de metro y medio. «Aquí sí que vais a lo grande», bromea.
Sí, es cierto. ¡De hecho hace poco me citó el mismísimo Andrzej Sapkowski!
Me hizo ilusión, porque cuando te citan es como que suenas muchísimo más
inteligente. En realidad, creo recordar que las frases las decía uno de mis
personajes, no es que sea mi filosofía vital.
Sí, saludablemente cínico, diría yo. Ya lo sabes, has leído mis libros [risas].
Creo que es importante ser cínico, para ser sensato y mantener bajas las
expectativas.
¿Están ahí? ¿Hay gente esperando para entrar? ¡No los he visto! Nunca
esperas que venga demasiada gente a tus presentaciones, porque es muy
diferente, dependiendo del sitio, incluso del país. Puedes tener cientos en un
sitio y en el siguiente prácticamente nadie.
Hace tiempo que no, pero en el pasado sí, muchísimas veces. Dí una charla
en Holanda para un público de dos personas. Es verdad que estaban
encantados de estar allí, pero eran dos [risas].
Sí, es cierto. No es algo que haga a propósito, pero a raíz de que algunos me lo
habéis dicho, he ido siendo más consciente de ello. Sí que es cierto que un
trabajo como ese te provee de ciertas herramientas de narración universal,
aunque con un libro tú no manejas de qué manera transcurre el tiempo, por
ejemplo. No existe un equivalente a medir cuánto dura una escena en una
película, la gente lee al ritmo que ellos mismos se marcan. Hay otros aspectos
narrativos que sí comparten, en cómo les llevas a esa escena, lo que enseñas
y lo que dejas fuera, que sí son más universales. Así que, en cualquier caso,
ha sido un conocimiento muy útil.
Sí, ella es otra de mis referencias, aunque la mencione menos. Ella y Michael
Moorcock, entre otros. Con Le Guin me pasó una cosa curiosa, porque creo
que sus libros fueron los primeros de fantasía que leí que no estaban bajo la
influencia de Tolkien, por decirlo así. Parecían como algo muy suyo, muy
diferente en todo: la manera de narrar, el mundo en el que se desarrollaban,
el lenguaje me fascinó… Creo que tuvo una gran impacto e influencia en mí.
Tenían un tipo de ethos muy punk.
Cuando escribes una saga, ¿existe un contrato moral con el lector que te
obliga concluirla?
Sí. Es que existe. Pero el matiz está en lo que tú dices: es un contrato moral,
no vale el papel en el que ni siquiera está impreso. Lamentablemente no vale
nada. Hablando desde un punto de vista práctico, no ayuda pensar en ello de
esa manera. Al final cada escritor tiene su proceso, se trabaja en los libros de
maneras muy diferentes. Yo produzco de una manera relativamente
constante, y espero continuar así, pero también he tenido mis momentos. He
tenido libros en los que he ralentizado mucho el ritmo, en los que me he
detenido, he perdido la confianza o he tenido que reescribir. Así que
entiendo que es perfectamente posible tener problemas graves con un libro,
problemas para seguir progresando en él, y creo que de alguna manera
cuanto más exitoso seas, mayor será la expectativa. Así que no siento nada
más que simpatía por estos tipos a los que también les ocurre eso.
Me gustaría decirte lo contrario, pero creo que como fan más… ¡Él de mí, por
supuesto! Creo que fue un gran honor para él conocerme, estrecharme la
mano y decirme cuánto me admiraba [risas]. Ahora en serio: es un tipo muy
guay. Creo que siempre ha sido parte del fandom, parte de la escena
fantástica, y el éxito le llegó razonablemente tarde, y ahora con todo esto está
como «castigado». Él entiende la suerte que tiene, bueno, suerte no es la
palabra…
¡Lo sé, lo sé! Incluso sentarme a ver esos vídeos me consume demasiado
tiempo. Así que supongo que tengo que asumir que fue algo importante para
mí cuando era joven, mi principal pasatiempo.
La mayor parte de las veces sí, aunque también fui jugador. Éramos un grupo
de ¿chicos? ¿hombres? Supongo que algo entre medias de eso, y pasábamos
larguísimos fines de semana jugando al D&D, aunque no era el único juego,
también el Warhammer, donde siempre era el master.
Pues ya eran grimdark, o algo parecido, sí. Sucias, más oscuras… porque ya
entonces era algo que echaba en falta en la fantasía. Dirigir partidas de rol
fue mi primera experiencia de narración creativa. No es como si mis libros
fueran versiones noveladas de esos juegos, pero ciertamente muchas de las
ideas de mi mundo, incluso personajes, pueden remontarse ahí. A diferencia
del Dungeons, el Warhammer ya de por sí era más grimdark, se desarrolla en
un mundo sombrío que se despeña hacia el abismo, y eso me encantaba. El
hecho de que en las campañas el enemigo estuviera escondido, que la
campaña se llamaba así, The Enemy Within… adoraba lo inusual que era eso.
¿Y qué tipo de master eras? ¿Master madre, de los que ayuda a que sus
jugadores no la caguen, o eras retorcido, como en tus libros?
Pues este es uno de los temas que se debaten muchísimo entre tus
seguidores. Que, por cierto, parece que tienes un público muy creativo:
hay muchísimo fanart basado en tus libros. ¿Sueles verlo?
Por supuesto. Los nerds heredaremos la Tierra. Cuando yo era niño, la cosa
menos guay del mundo era jugar al D&D o leer mucha fantasía, no me
imagino para una chica, ¿no?
Peor.
Sí. Porque seamos claros: ya había muchos escritores que eran superventas
cuando yo era un niño, como Stephen Donaldson, Terry Brooks o David
Eddings. Ahora es un poco más cool leer fantasía que entonces, pero creo
que también influye que según te haces mayor, te preocupa menos lo que
es cool y lo que no. Lo único que quieres es hacer lo que te gusta… y no hay
nada más cool que eso, ¿no?
Hay una idea que se repite mucho en tus libros, creo recordar que es
en Los héroes, donde dices «Los héroes tratan de evitar la guerra en
lugar de provocarla», que recuerda mucho a Terry Pratchett. ¿Eres una
especie de Pratchett más malvado?
[Risas] Bien visto, sí. La verdad es que Pratchett es otra de esas influencias
que no puedo negar. Recuerdo cuando salieron sus primeros libros, que eran
fantásticos pero sobre todo muy cómicos, y cómo luego con el tiempo se
fueron volviendo más profundos sin dejar de lado el humor, y también algo
más oscuros, abordando temas más duros a medida que avanzaban. Sus
libros siempre estuvieron muy presentes cuando era niño, y supongo que
eran el antídoto ante la muy solemne y seria fantasía que existía en ese
momento. Siempre he amado el enfoque de Pratchett, es como la
quintaesencia de lo británico. De formas elegantes, pero absurdo a la vez, y
también profundo. Una profundidad que ni siquiera está oculta, o necesita
una doble lectura. Amo las cosas que me hacen reír y pensar, y él lo
conseguía, tenía un ingenio irrepetible. Es en parte el culpable de que yo
introduzca también el humor en mi escritura.
[Risas] Bueno, a ver. Creo que cuando eres agente literario, o editor, siempre
tendrás que rechazar cincuenta libros por cada uno que publiques. Cuando
tu trabajo es rechazar, mucho más que aceptar, tu campo de batalla es que
alguna vez se te pasará algo que tendrías que haber publicado. Así que no
tengo resentimiento, supongo que lo entiendo.
¿Y qué cara puso tu editor cuando le dijiste que ibas a escribir un libro
de seiscientas páginas sobre una batalla de tres días?
Dicho así impresiona, es verdad. Pero creo que nunca se lo planteé de esa
manera. No voy a decir que puedo escribir lo que me dé la gana, pero mis
editores siempre me apoyan en lo que quiera hacer, quizás porque siempre
me mantengo en la misma línea, aunque, como en ese caso, tome riesgos. Si
les asustó el planteamiento nunca me lo dijeron [risas]. Cada uno de mis
libros es como un desarrollo del anterior, no son solo espadas, hombres,
juramentos y todo eso por lo que soy conocido. De alguna manera, la historia
pedía exactamente eso. El reto fue el tiempo y el espacio, concentrarlo de esa
manera en tan pocos días y tantas páginas. Fue un desafío interesante para
mí como escritor y un abordaje de la fantasía de forma inusual, porque
normalmente las batallas no se extienden tanto.
Sí, es frase es mía. Me gusta tanto que a veces pienso en ponerla sobre mi
escritorio, porque siempre me ha parecido que el pensamiento mágico es
peligroso en la escritura. Esa idea de que algo mágico, especial, te visitará…
es una patraña. Todo eso de esperar a que te visite la musa y tal… puff. No,
no te visitan.
Sí, eso es. Hay muchísimo trabajo en pijama, por qué vas a romantizar eso.
Basta de sentirnos así de importantes. Al final, un yesero no puede decir «oh,
hoy no estoy de humor, no tengo ganas», tendrá que hacerlo de todos modos,
no vas a perder tiempo lamentándote. Como escritor es lo mismo, trabajamos
con palabras. Si no te gustan, las reescribes al día siguiente. Y muchas veces
cuando regresas a ellas te das cuenta de que no eran tan malas.
Otra de las cosas que desromantizan mucho lo que suelen decir los
escritores es que odian editarse a sí mismos, que es como mutilarse. A ti
sin embargo te encanta, ¿no?
Sí, me encanta. Además creo que es la parte que más disfruto, la edición, la
revisión. En general, cuando termino un primer borrador ya sé lo que voy a
quitar y lo que voy a priorizar, cómo voy a reelaborar los personajes de una
manera u otra. Y pasar de ese primer borrador al segundo es cuando todo va
cobrando sentido, todo está en el lugar adecuado, y la historia fluye en la
dirección que quiero.
Sí, ahora tiene trece años. Tengo otros dos de ocho y otro de diez. Verles
cómo iban creciendo, y cómo iban respondiendo a lo que estaban leyendo, y
qué emocionados están comprando nuevos libros me hizo pensar en mis
propias experiencias cuando era niño. Creo que los libros que lees a esa edad
tienen un impacto que dura toda tu vida. Nunca te deshaces del todo de ellos.
Puedes adorar libros que lees de adulto, admirarlos de mil maneras, pero no
tienen ese tipo de nobleza emocional de los que lees de niño. Así que quería
escribir algo que la gente leyera a una edad temprana e impresionable, y con
suerte tendría ese impacto ellos. También me apetecía escribir algo de
diferente longitud, y esencialmente distinto.
Pues… no. Mis hijos aún no lo han leído, tengo que confesarlo. De hecho no
han leído nada de lo que he escrito. Leen otras cosas [risas]. Pero bueno, lo
lee otra gente. Al menos lo intenté.
¿Qué tal crees que te ha tratado la crítica cultural? ¿Te han dado mucho
la espalda por ser un autor de género fantástico?
Especialmente con este último libro, donde das una visión nada habitual
de las revoluciones obreras y del auge del fascismo.
[Risas] Me has pillado. A ver, sí que es cierto que tiene que haber alguna
razón. Los premios Hugo dicen que votan por la membresía en el Worldcon,
que es un grupo con unos gustos muy concretos, que tienden a ser
norteamericanos, y a primar la ciencia ficción por encima de la fantasía.
Aunque siempre hay excepciones. Según han ido pasando los años han
empezado a estar más interesados en ciertas corrientes de fantasía, en
ciertos estilos, dejando de lado otros. Así que todo va variando por el gusto de
la agrupación, y en general la fantasía comercial ni les interesa
enormemente, ni les entusiasma particularmente. Ni siquiera George Martin
ha salido bien parado, y él va mucho antes que yo en esto…
Sí, así fue, hace unos años. Yo no me voy a meter en tanto jaleo [risas]. El
caso es que los Hugo tienen su importancia, pero no son un premio que
reconozca el estatus de un escritor, ni su importancia en el mercado, su
penetración. Las ventas son un premio en sí mismas.
¿Es lo mismo que el tema de los Óscar? ¿No premiar a cintas muy
taquilleras de Marvel porque ya tienen su rédito en taquilla?
Sí, es algo parecido. Bajo mi punto de vista, los premios son útiles cuando
llaman la atención sobre algo. Por eso es genial que Parásitos haya ganado
un Óscar, porque ahora la gente verá algo que no habría visto sin ese premio.
¿Si Vengadores ganara un Óscar marcaría alguna diferencia en esos
términos? No, no lo creo. Lo veo desde las dos perspectivas. Yo podría estar
molesto por no ganar el Hugo, pero ¿cuál es el punto? Al final, es mejor
continuar escribiendo lo que amas, y si la gente quiere darte un premio,
genial. Pero si no… pues vale.
Inspirar el mismo aliento que han hecho Tolkien o Martin, u otros de los
grandes. Y seguir escribiendo libros que me hacen estar feliz conmigo
mismo. Y que la gente lo compre lo suficiente. Sería genial ver mis libros
adaptados a la pantalla, de una manera u otra… es algo en lo que he estado
trabajando bastante tiempo, y espero que suceda en algún momento. Creo
que ahora estamos en un punto en el que las adaptaciones son esenciales, y
hay muchísimo material siendo adaptado. Es como una barrera para ser
completamente aceptado. Eso de que te digan, «Ah, sí, he escuchado sobre ti,
están adaptando algo tuyo ¿no?».
Lo cual lleva a la pregunta del millón: ¿Cuál es el problema con las
adaptaciones cinematográficas o televisivas de tus libros? Porque ha
habido proyectos, pero todos parece que se mueren por el camino.
Sí, he estado trabajando con un tipo de Estados Unidos durante cuatro años, y
estuvimos muy cerca. Muy, muy cerca, un par de veces. Hubo mucho
desarrollo del proyecto, yo mismo escribí un montón de guiones, invertí
mucho trabajo en ello. Hay gente que se ha gastado una gran cantidad de
dinero en ese desarrollo, pero no sucedió por una razón u otra. Son proyectos
muy difíciles de implementar, y eso los hace muy frágiles, se desmoronan
muy fácil y muy rápidamente por razones que nunca entiendes
completamente.
Estoy de acuerdo. Pero el tema es que puedes ceder el control sobre él, o
puedes intentar retenerlo. Y si lo intentas retener será mucho más difícil
hacerlo, rozando lo imposible.
Sí. Aunque también ha habido intentos con la del Mar Quebrado. Supongo
que todos los que han publicado series de fantasía han recibido muchas
llamadas últimamente.
Tus fans están ansiosos, hay un debate constante en internet sobre por
qué no estás ya en la pantalla.
Lo sé, lo sé. Pero tendrán que esperar, porque aún hay algunas cosas
moviéndose, sucediendo, así que veremos. Quizás sea este año, o esta
década… Quizás sean mis nietos quienes recojan los beneficios de esa
adaptación, quién sabe si se sentarán sobre sus culos haciendo nada,
diciendo «mi abuelo escribió este libro y ahora yo vivo de eso».
Así que ni hablamos del casting que harías para Logen, Glotka o Bayaz,
¿no?
Es que todo el tema del casting es muy extraño para mí. Me resulta
dificilísimo hacerlo, especialmente con los personajes centrales, porque es
algo muy personal. Sé que hay muchas quinielas por internet, y apuestas de
quién lo interpretaría mejor, pero me resulta extraño incluso mirar sus caras
pensando en mis personajes. Además, me suele parecer que un reparto
memorable se construye con gente de la que nunca antes has oído hablar,
para que puedan habitar un personaje de una forma más creíble.
¡Sí, eso mismo! Empezaba con Sean Bean, pareciendo que era el gran
protagonista, pero ahora casi todo el mundo ha olvidado que estaba ahí.
Otro asunto polémico. Te han dado mucha cera con el tema de tus
personajes femeninos, la escasez de ellos o su construcción. Ya en el Mar
Quebrado ampliaste el elenco, pero ahora has inaugurado esta nueva
trilogía de la locura con Un poco de odio, con protagonistas
absolutamente maravillosas, Savine, Rikke y Victarine. «Hay muchas
maneras de introducir mujeres en tu historia si piensas en ello diez
segundos», has dicho. ¿Recuerdas por qué empezaste a dedicar esos diez
segundos? ¿Fue por las críticas?
Creo que fui yo mismo. Opino que tu propio gusto es siempre lo primero.
Cuando estaba escribiendo la primera trilogía era consciente de que podría
haber hecho mucho mejor trabajo, introduciendo más mujeres. Y es algo que
no pensaba inicialmente, me agradaba bastante que las mujeres que
aparecían resultasen interesantes, o inusuales… pero básicamente había solo
dos, era un pocola fiesta de la salchicha. Y eso no es ningún éxito, es cierto,
porque podría haber habido más mujeres, no hay razón para que no las
hubiera. En esta época y en estos momentos todo se escruta mucho más
desde la crítica feminista. No es que cuando yo empecé a escribir no la
hubiera, sino que comúnmente no se miraba, no estaba toda esta
conversación en internet… porque ni siquiera había internet.
Y además era una de las inercias del género, que siempre ha arrastrado
cierta deriva misógina.
Exacto. Si escribías fantasía, la convención dice que tiene que haber un viejo
mago que le revele a un joven su especial destino, y si hay una mujer…
Justo eso. Se construye con los arquetipos masculinos. Así que eso fue lo que
involuntariamente hice inicialmente. Con el tiempo he ido intentando que las
mujeres participen en la historia, y que no necesariamente sean mujeres en
roles masculinos, sino que desempeñaran roles en variedad de formas. Lo
que a mí me interesa al escribir es la recurrencia de mujeres que sean
interesantes, pero que no necesariamente tengan que ser guerreras
adoptando roles masculinos, como solemos ver. No tienen por qué ser
forzudas pateando traseros, sino que para ellas ser mujer pueda ser tanto un
problema como una solución.
Buena, en general. Aunque, ¿cómo evalúas estas cosas? Es difícil de saber. Sí,
lees reseñas en Amazon o en Goodreads…
Pero eres una persona bastante pública, tienes contacto mucho los
lectores, en convenciones, e incluso en Reedit.
Sí, pero quizás este libro en concreto es aún demasiado nuevo como para
asentarse y generar una opinión. He acudido a muchísimos eventos en Reino
Unido, pero en la mayoría aún no habían leído el libro, eran más bien de
presentación. Hay un pequeño grupo de personas recurrentes, perceptibles,
estridentes y eso, pequeño, a los que realmente no le gustan mucho las
mujeres…
Los incel.
Sí, puedes llamarlos así. Son de los que usan muchas palabras de moda del
tipo SJW-type (Social Justice Warrior), y verás que en sus reseñas siempre son
parecidas. Dicen cosas como «mira, realmente me gustan las mujeres,
pero…».
Como decía Ned Stark, cualquier cosa que se diga antes de un pero no
vale una mierda.
[Risas] Tal cual. Hay mucha gente a la que le gustaron mis libros por su
acción masculina, por todos esos aspectos viriles, y que no saben muy bien
por dónde voy con todos estos personajes femeninos. Asumen que más
mujeres significa más romance, más suspiros. Pero no es verdad. No sé a
quién piensan que han estado leyendo. Creo que simplemente querían otro
libro de Logen. Siempre habrá gente decepcionada por que el libro que he
escrito no es libro que ellos querían, así que… Si no te gusta, puedes irte. Está
bien. Y más con este tema en particular.
Hay un diálogo en tu libro muy ilustrativo: «Solo hay una cosa que los
hombres odien más que a otros hombres: a las mujeres».
Manos heridas, manos aplastadas, dedos… ¡Es muy yo! Supongo que viene de
que toda la fantasía que leía de pequeño estaba libre de consecuencias. Por
ejemplo, Aragorn. Lucha muchísimo, escala, se cae… pero nunca sale
terriblemente herido de nada. Ni Legolas, que bueno, tiene una explicación
distinta. Estos tipos se meten en batallas cuerpo a cuerpo, pero jamás hay
consecuencias físicas, como yo creo que habría en situaciones así. A mí me
gustan las personas que están marcadas, jodidas de una manera u otra.
Tener la cara machacada, o la mano, sería el estándar del luchador medieval,
¿no? O eso supongo. Así que lo mío es una reacción a toda esa limpieza, por
eso hay tantos personajes que están muy jodidos, muy heridos, masacrados.
Encuentro a esos tipos más interesantes, más reales… No me interesa tanto el
juego glorioso, o las personas que tienen un éxito brillante y superan todo:
quiero que la gente muestre sus cicatrices.
Sí, quizás no es la más sofisticada, pero sí que es la más efectiva. Todo vino
de pensar, sencillamente, qué es la tortura y qué hace con la mente del que la
sufre para cumplir su objetivo. Hay mucho fetiche con la tortura en la
fantasía, es un poco excéntrico eso de tratar de lastimar a la gente por el
simple hecho de hacerlo. Y los torturados salen indemnes, sin daños y sin
perder nada. Para mí la tortura se basa en una idea simple: te voy a arruinar
la vida para siempre en lo siguientes diez segundos. Progresivamente. Y ni
siquiera se trata de que me digas lo que quiero saber, porque esto no va de
contarme los hechos, va del control que ejerzo sobre ti.
[Risas] ¡Sí! Aunque ahora ella jura y perjura que nunca dijo eso, yo sé que fue
así. Es una crítica despiadada, por eso me fío. Sigue siendo importante
obtener su opinión y sentir que estoy haciendo algo que les gusta, me siento
como si no me estuviera imaginando todo, como que he escrito algo que vale
la pena.
Por favor.
Es cierto, lo sé, lo sé. Qué buen ojo. Nunca he sido un gran lector de cómics,
no era parte de mi panorama, en la juventud y en la niñez. La mayor parte
de lo que leía entonces, cuando era un crío y no existía internet, era lo que
leían mis amigos y lo que la gente recomendaba. Los cómics nunca entraron
en escena. De mayor he tratado de enmendarlo, pero creo que solo he leído
las novelas gráficas básicas, las que todo el mundo tiene que leer,
como Watchmen y demás.
Lo más natural para mí son los diálogos. Si escribo una escena suelo empezar
por ahí, por los diálogos la mayor parte de las veces, porque es lo que me sale
más rápido y más natural. Luego voy encajando lo demás. Y con las escenas
de acción me sucede parecido, suelen salirme de manera natural. La comedia
es algo que sucede a medida que avanzas, no me preocupa sonar divertido
porque sé que es algo que siempre me acaba saliendo, aunque después tenga
que refinarlo. Lo que más me cuesta escribir es la parte descriptiva, lo que
enlaza todo, ahí soy mucho más lento.
Con las batallas escritas suele suceder una cosa: leída una, leídas todas.
Son bastante parecidas entre sí, pero tú pareces tener la fórmula mágica
para no repetirte.
Es que eso es de lo más difícil. Y según pasa el tiempo, aún más. Me voy
encontrando cada vez menos interesado en escribir acción de lo que estaba
antes. Porque, como dices, un duelo de espadas pueden parecerse a otro,
pero las conversaciones nunca son iguales. Creo que con los combates y las
peleas el objetivo siempre es estar en la cabeza de la gente, y transmitir la
sensación de estar allí más que perderse en el tecnicismo. Bajo mi punto de
vista, cada lucha es nueva porque estás en la cabeza de alguien distinto y su
actitud hacia ella es diferente. Cuando te concentras en eso, te ayuda a
aportar algo nuevo. Y como te decía antes, a través del clima, de los diálogos,
trato de dotarlo de tanta variedad como sea posible. Pero creo que al final esa
es la cuestión: una lucha de espadas es muy parecida a cualquier otra. Tienes
que continuar buscando maneras de hacerla interesante, y quizá por eso
estos últimos libros son un poco más ligeros en términos de acción que los
previos. Pero siguen teniendo, eh, no huyáis [risas].