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¿Cómo escribir?

1. Los géneros discursivos


Pensar la escritura nos obliga a analizar las múltiples situaciones en las que el lenguaje acompaña
nuestra vida, ya sea en forma oral o escrita. Como hablantes de la lengua tenemos muchos
conocimientos acerca de cómo usar el lenguaje: qué decir y qué no según la situación; si la situación
requiere de un estilo más formal o si se trata de un mensaje que debo escribir, etcétera.
Los estudios sobre el lenguaje analizan estos distintos usos lingüísticos y los caracterizan. Esta
reflexión fue posible a partir del concepto de género discursivo del teórico literario ruso, Mijaíl
Bajtín (1895-1975), quien sostuvo que existen formas relativamente estables y regulares de usar el
lenguaje que no dependen del sujeto hablante, sino de la esfera social y de la actividad humana
en que se realicen.
Bajtín destaca que los géneros discursivos son infinitos e históricos, ya que existen tantos como
esferas de la vida humana y pueden modificarse a través del tiempo; pero como usuarios de la lengua
tenemos el conocimiento acerca del conjunto de enunciados que corresponde a cada situación
comunicativa. Por ejemplo, en la esfera de la actividad educativa existen numerosos géneros
discursivos (tanto orales como escritos), como la clase, la entrevista, la reunión, el acta, las
evaluaciones, los parciales, las planificaciones, los cuestionarios, los diseños curriculares, los manuales,
entre otros. Uno de ellos es la experiencia pedagógica, que es el que ustedes desarrollarán en este
módulo.
Según el autor, los elementos constitutivos de los géneros son el tema, la estructura y el estilo:
los géneros se caracterizan por abordar determinadas temáticas (el tema de una clase está acotado por el
área disciplinar a la que pertenece la materia y a un programa establecido); en cuanto a la estructura se
refiere a que los géneros se organizan en determinadas partes que organizan la información (en el
ejemplo del género clase, es probable que se parta de una introducción al tema a tratar, luego en una
explicación que jerarquice información de lo más conocido a lo más complejo, luego se realice
ejercitación, etc.); y el estilo verbal está relacionado con la selección del léxico y la gramática utilizada
(formal, informal, técnico, especializado, etc.).
Estos tres elementos están íntimamente unidos en la totalidad del enunciado y es por eso que
podemos diferenciar un género de otro. En el ejemplo que tomamos del género clase, podemos
reconocer ciertos elementos que son característicos o que no podrían faltar para sostener que estamos
llevando adelante dicha práctica. Pero, a la vez, este género se modifica en función de nuevos soportes
como el digital, que permite agregar elementos multimedia. Este nuevo soporte produce cambios no
solo en la producción de una clase, sino también en la recepción.

Otro ejemplo de un género discursivo que se modificó a instancias de las nuevas tecnologías
es el diario. Si bien contamos con el diario en papel, cada vez gana mayor terreno el diario en línea. Si
hacemos un poco de memoria, recordaremos que en sus primeros años, las versiones digitales de los
diarios buscaban la mayor semejanza posible con las versiones en papel. En la actualidad, esto se ha
modificado a expensas de un nuevo propósito: la actualización constante, la incorporación de los
elementos multimedia que permiten incorporar el audio o un video a una crónica que antes solo podía
ser escrita e impresa, etcétera.
En resumen, los géneros discursivos son necesarios para que se lleve a cabo la comunicación, ya
que si no existieran y no los domináramos, tendríamos que crearlos cada vez y la comunicación
discursiva sería imposible. Conocer y profundizar las características de un género, nos permite no sólo
comprenderlo y producirlo eficazmente; sino también reconocer los cambios producidos y las nuevas
formas que los recrean.
De todos modos, existen géneros discursivos en los que los hablantes y escritores nos movemos
con familiaridad, dado que los utilizamos con frecuencia en nuestra vida cotidiana o en nuestras
prácticas profesionales. Es por eso que cuando nos toca trabajar con géneros que tal vez nos resultan
más ajenos es necesario atender especialmente a sus características y profundizar la planificación y la
revisión textual, de las que hemos estado hablando en la clase anterior.
1.1 Los géneros discursivos en el ámbito escolar
Las prácticas escolares están reguladas por una serie de dispositivos o discursos que buscan
anticiparse a las experiencias en el aula: los proyectos institucionales, la planificación del trabajo en el
aula, los planes de enseñanza, las guías didácticas de especialistas. Todos estos géneros comparten la
finalidad de manejar cierta previsibilidad y proyección sobre las acciones que se desarrollarán en la
vida escolar.
Algunos de estos géneros son “oficiales” y poseen un estilo técnico característico del ámbito de la
gestión educativa como los diseños curriculares, por ejemplo. Su objetivo consiste en dar cuenta, a los
actores educativos, de las expectativas públicas puestas en la escuela en un determinado momento y de
prescribir líneas de acción.
Pero, otros géneros, -quizás menos frecuentes pero no por ello menos necesarios- recogen las
experiencias cotidianas de aquello que efectivamente ocurre en el aula y a sus protagonistas: las
jornadas de reflexión, las conversaciones en sala de profesores o en el recreo, los trabajos de
capacitaciones, entre otros. Estas narraciones tienen el estilo personal de sus protagonistas y dan cuenta
del modo en que se apropian o discuten aquellas prescripciones los docentes y los alumnos. Estos
relatos conllevan en sí mismos un saber pedagógico, práctico, que elabora un docente en su práctica
cotidiana pero que, muchas veces, queda silenciado, sin el efecto transformador que podría tener.
Estos géneros que cuentan experiencias pedagógicas en primera persona, constituyen materiales
fundamentales para conocer lo que hacen, piensan y sienten quienes hacen la escuela. Se trata de
narraciones profesionales que problematizan el trabajo pedagógico desde la perspectiva de sus actores y
sirven de oportunidad para ampliar la profesionalidad de los docentes.
Al relatar una experiencia personal, organizamos los hechos dentro de un relato que parte de una
situación inicial hacia una situación final, donde la correlación dada a los hechos asigna una
coherencia temporal y lógica, y, por lo tanto, un sentido, una interpretación a esa experiencia que nos
modifica.
1. La escritura y la profesión docente: dos prácticas inseparables
¿Qué escribimos los docentes? ¿Qué función le otorgamos en nuestra profesión a la escritura?
¿Cuáles son las ideas que nos guían a la hora de escribir? La escritura no solo involucra un proceso
cognitivo y el uso del código lingüístico, sino también una práctica histórica y social que determina
que cada escritor tenga características de escritura propias de su época y de los espacios sociales en los
circula su escrito.
A continuación, trataremos de pensar la práctica de escritura en nuestra profesión— y cuáles son
las representaciones o ideas que guían estas prácticas en relación con el ámbito docente.
No solo han cambiado los modos materiales con que se escribe (con pluma, con bolígrafo, con
computadora) sino también las representaciones acerca de qué escribir, para qué, cuáles son las
situaciones que exige un escrito, qué rol asume el escritor o qué vínculo entabla con su destinatario.
Una de las escrituras dominantes para hablar de la enseñanza fue la planificación didáctica, género
discursivo que nos permite rastrear algunos rasgos característicos de la tarea docente. En el marco de
corrientes cientificistas de la pedagogía, en los años 60 y 70, se señala como necesario programar
anticipada y rigurosamente todos los pasos de las futuras clases, explicitando todos y cada uno de los
elementos que la conformarían: objetivos, actividades, recursos, contenidos, etc. a través de formas
uniformes de escritura y presentación (Brito, 2003).
De este modo, vale la pena dar un nuevo sentido a nuestra escritura sobre la enseñanza. Por eso es
importante desarrollar propuestas de escritura pedagógicas que pongan en el centro la experiencia
pedagógica relatada por los propios docentes. El intercambio, la publicación -que es posible también a
partir de las nuevas tecnologías de la información y comunicación- son formas de procesar, a través de
la escritura, la reflexión sobre la tarea de enseñar. Por lo tanto, la voz de nuestro escrito se apoyará en
las decisiones pedagógicas tomadas y en su fundamentación a la luz del conocimiento del contexto
escolar, de la práctica cotidiana y de las lecturas realizadas.
1. La escritura de los docentes: entre la exposición, la argumentación y la narración
Frente a la tarea de escritura, como ya hemos dicho, el escritor evaluará cuál es el género
discursivo que mejor se adecua a sus objetivos y planificará el texto teniendo en cuenta la estructura y
el estilo. Así, por ejemplo, cuando tenemos que dar una clase, estructuramos sus partes en función de la
comprensión de los alumnos. Pero también tenemos en cuenta a qué alumnos nos estamos dirigiendo ya
que probablemente ajustemos el estilo, el léxico, la introducción, entre otros, de acuerdo al nivel que
tengamos por destinatario. No explicamos de la misma manera en el nivel secundario que en el
terciario, aunque se trate del mismo tema.
Pero también es necesario apuntar que los géneros discursivos, desde el punto de vista de su
organización interna, se caracterizan por el predominio de un tipo de las llamadas secuencias
textuales: la narrativa, la descriptiva, la expositiva-explicativa, la dialogal, la argumentativa y la
instruccional. Cada una de estas secuencias tiene rasgos propios que nos permiten identificarlas y
delimitarlas dentro de un discurso.
Si tomamos como ejemplo nuevamente la clase, encontramos siempre una secuencia expositiva-
explicativa dominante: se caracteriza porque da a conocer un saber al destinatario y para ello establece un
contrato cognitivo en el que apela a su comprensión. Pero además, este género puede integrar secuencias
narrativas, descriptivas, argumentativas, etc., puesto que es difícil encontrar textos “puros”, es decir,
textos compuestos de un solo tipo de secuencia. En general, en un mismo texto, coexisten diversas
secuencias, aunque siempre hay una que predomina sobre el resto. Estas secuencias diferentes guardan
entre sí, dentro del texto, relaciones que pueden ser de inserción (una secuencia está inserta en otra, que
la contiene) y/o de dominancia (hay una secuencia que predomina por sobre las demás).
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