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ORACIÓN
PARA
DECIRSE
ANTES
DEL
ROSARIO
(antes
del
credo)
Padre
celestial,
durante
este
tiempo
de
crisis
mundial,
permite
que
todas
las
almas
encuentren
su
paz
y
seguridad
en
tu
divina
voluntad.
Otorga
a
cada
alma
gracia
para
entender
que
tu
voluntad
es
el
amor
santo
en
el
momento
presente.
Padre
benévolo,
ilumina
cada
conciencia
para
que
vea,
las
formas
en
que
no
está
viviendo
en
tu
voluntad.
Concede
al
mundo
la
gracia
para
cambiar
y
el
tiempo
para
hacerlo.
Amén.
EL
SANTO
ROSARIO
1)
HACER
LA
SEÑAL
DE
LA
CRUZ
Creo
en
Dios,
Padre
todopoderoso,
Creador
del
cielo
y
de
la
tierra.
Creo
en
Jesucristo,
su
único
Hijo,
Nuestro
Señor,
que
fue
concebido
por
obra
y
gracia
del
Espíritu
Santo,
nació
de
Santa
María
Virgen,
padeció
bajo
el
poder
de
Poncio
Pilato,
fue
crucificado,
muerto
y
sepultado,
descendió
a
los
infiernos,
al
tercer
día
resucitó
de
entre
los
muertos,
subió
a
los
cielos
y
está
sentado
a
la
derecha
de
Dios,
Padre
todopoderoso.
Desde
allí
ha
de
venir
a
juzgar
a
los
vivos
y
a
los
muertos.
Creo
en
el
Espíritu
Santo,
la
santa
Iglesia
católica,
la
comunión
de
los
santos,
el
perdón
de
los
pecados,
la
resurrección
de
la
carne
y
la
vida
eterna.
Amén.
Señor
mío
Jesucristo,
Dios
y
hombre
verdadero,
me
pesa
de
todo
corazón
de
haber
pecado,
porque
he
merecido
el
infierno
y
perdido
el
cielo,
y
sobre
todo,
porque
te
ofendí
a
Ti,
que
eres
bondad
infinita,
a
quien
amo
sobre
todas
las
cosas.
Propongo
firmemente,
con
tu
gracia,
enmendarme
y
alejarme
de
las
ocasiones
de
pecar,
confesarme
y
cumplir
la
penitencia.
Confío
en
que
me
perdonarás
por
tu
infinita
misericordia.
Amén.
Abre,
Señor,
mis
labios.
Y
mi
boca
proclamará
tu
alabanza.
Dios
mío,
acude
en
mi
auxilio.
Señor,
date
prisa
en
socorrerme.
Gloria
al
Padre,
y
al
Hijo
y
al
Espíritu
Santo.
Como
era
en
el
principio,
ahora
y
siempre
por
los
siglos
de
los
siglos.
Amén.
Por
Tu
Sangre
y
por
Tu
Cruz
¡Misericordia,
Señór
Jesús!
OH
JESÚS
MÍO,
perdona
nuestros
pecados,
líbranos
del
fuego
del
infierno,
lleva
al
cielo
a
todas
las
almas,
socorre
especialmente
a
las
más
necesitadas
de
tu
divina
misericordia.
Amén
“Dios
mío,
yo
creo,
adoro,
espero
y
os
amo.
Os
pido
perdón
por
los
que
no
creen,
no
adoran,
no
esperan,
no
os
aman”
(Repetir
3
veces)
“Santísima
Trinidad,
Padre,
Hijo
y
Espíritu
Santo;
yo
os
adoro
profundamente
y
os
ofrezco
el
preciosísimo
cuerpo,
sangre,
alma
y
divinidad
de
nuestro
Señor
Jesucristo,
presente
en
todos
los
tabernáculos
del
mundo,
en
reparación
de
los
ultrajes,
sacrilegios
e
indiferencias
con
que
Él
mismo
es
ofendido;
y
por
los
méritos
infinitos
de
su
preciosísima
Sangre
y
por
la
intercesión
del
Inmaculado
Corazón
de
María,
os
pido
la
conversión
de
los
pobres
pecadores”.
Oh
Jesús,
es
por
vuestro
amor,
por
la
conversión
de
los
pecadores,
y
en
reparación
de
las
injurias
cometidas
contra
el
Inmaculado
Corazón
de
María.
Virgen
Santísima,
sálvanos
e
inunda
toda
la
humanidad
con
las
gracias
de
tu
llama
de
amor,
de
tu
inmaculado
corazón
ahora
y
en
la
hora
de
nuestra
muerte.
Amén.
Jesús,
María,
yo
os
amo
profundamente.
Salvad
las
almas,
salvad
a
los
consagrados
y
sanad
a
los
enfermos.
Divino
Niño
Jesús,
bendícenos
y
líbranos
de
todo
mal.
Amén.
2)
REZAR
UN
PADRE
NUESTRO.
3)
REZAR
TRES
AVE
MARÍA
POR
LA
FE,
LA
ESPERANZA,
LA
CARIDAD.
4)
REZAR
UN
GLORIA.
5)
ENUNCIAR
EL
PRIMER
MISTERIO
Y
REZAR
UN
PADRE
NUESTRO.
Miércoles
y
Domingo
Martes
y
Viernes
Jueves
Lunes
y
Sábado
6)
REZAR
DIEZ
AVE
MARÍA
MEDITANDO
EL
MISTERIO.
7)
REZAR
UN
GLORIA
Y
LA
ORACIÓN
DE
FÁTIMA.
Oh
Jesús
mío,
perdona
nuestros
pecados,
líbranos
del
fuego
del
infierno,
lleva
al
cielo
a
todas
las
almas,
especialmente
a
las
más
necesitadas
de
tu
misericordia.
20)
REZAR
LA
SALVE.Oh
Soberano
Santuario,
Sagrario
del
Verbo
Eterno.
Libra
Virgen
del
infierno
a
los
que
rezamos
tu
Santo
Rosario.
Emperatriz
Poderosa,
de
los
mortales
consuelo.
Ábrenos
Virgen
el
cielo
con
una
muerte
dichosa
y
danos
pureza
de
alma
Tú
que
eres
tan
poderosa.
Dios
te
salve,
María
Santísima,
Hija
de
Dios
Padre,
Virgen
Purísima
y
Castísima
antes
del
parto,
en
tus
manos
encomendamos
nuestra
fe
para
que
la
ilumines,
porque
llena
eres
de
gracia,
el
Señor
es
contigo,
bendita
Tú
eres
entre
todas
las
mujeres
y
bendito
es
el
fruto
de
tu
vientre,
Jesús.
Santa
María,
Madre
de
Dios
y
Madre
Nuestra,
ruega
por
nosotros,
los
pecadores,
ahora
y
en
la
hora
de
nuestra
muerte.
Amén.
Dios
te
salve,
María
Santísima,
Madre
de
Dios
Hijo,
Virgen
Purísima
y
Castísima
en
el
parto,
en
tus
manos
encomendamos
nuestra
esperanza
para
que
la
alientes,
porque
llena
eres
de
gracia,
el
Señor
es
contigo,
bendita
Tú
eres
entre
todas
las
mujeres
y
bendito
es
el
fruto
de
tu
vientre,
Jesús.
Santa
María,
Madre
de
Dios
y
Madre
Nuestra,
ruega
por
nosotros,
los
pecadores,
ahora
y
en
la
hora
de
nuestra
muerte.
Amén.
Dios
te
salve,
María
Santísima,
Esposa
de
Dios
Espíritu
Santo,
Virgen
Purísima
y
Castísima
después
del
parto,
en
tus
manos
encomendamos
nuestra
caridad
para
que
la
inflames,
nuestras
necesidades
para
que
las
remedies,
nuestras
almas
para
que
las
salves,
porque
llena
eres
de
gracia,
el
Señor
es
contigo,
bendita
Tú
eres
entre
todas
las
mujeres
y
bendito
es
el
fruto
de
tu
vientre,
Jesús.
Santa
María,
Madre
de
Dios
y
Madre
Nuestra,
ruega
por
nosotros,
los
pecadores,
ahora
y
en
la
hora
de
nuestra
muerte.
Amén.
Dios
te
salve,
María
Santísima,
Templo,
Trono
y
Sagrario
de
la
Santísima
Trinidad,
virgen
concebida
sin
culpa
de
pecado
original.
Alcánzanos
virgen
pura
la
perseverancia
final.
Dios
te
salve,
Reina
y
Madre
de
misericordia,
vida,
dulzura
y
esperanza
nuestra;
Dios
te
salve.
A
ti
llamamos
los
desterrados
hijos
de
Eva;
a
ti
suspiramos,
gimiendo
y
llorando
en
este
valle
de
lágrimas.
Ea,
pues,
Señora,
abogada
nuestra,
vuelve
a
nosotros
esos
tus
ojos
misericordiosos;
y
después
de
este
destierro
muéstranos
a
Jesús,
fruto
bendito
de
tu
vientre.
¡Oh
clementísima,
oh
piadosa,
oh
dulce
Virgen
María!
Ruega
por
nosotros,
Santa
Madre
de
Dios.
Para
que
seamos
dignos
de
alcanzar
las
divinas
gracias
y
promesas
de
nuestro
Señor
Jesucristo.
Amén.
De
tus
divinos
ojos,
oh
María
penden
nuestras
felicidades
¡Míranos,
Señora,
y
no
nos
desampares!
LETANÍAS
LAURETANAS
Señor.
ten
piedad
de
nosotros
Cristo.
ten
piedad
de
nosotros
Señor.
ten
piedad
de
nosotros
Cristo
óyenos
Cristo.
escúchanos
Dios,
Padre
Celestial
Ten
piedad
de
nosotros
Dios
Hijo.
Redentor
del
Mundo
-‐R.
Dios,
Espíritu
Santo
-‐R.
Santa
Trinidad
un
solo
Dios
-‐R.
Santa
María.
Ruega
por
nosotros
Santa
Madre
de
Dios
-‐R.
Santa
Virgen
de
las
Vírgenes
-‐R.
Madre
de
Cristo
-‐R.
Madre
de
la
Iglesia
-‐R.
Madre
de
la
Divina
Gracia
-‐R.
Madre
Purísima.
-‐R.
Madre
Castísima.
-‐R.
Madre
y
Virgen
-‐R.
Madre
sin
mancha.
-‐R.
Madre
Inmaculada
-‐R.
Madre
amable
-‐R.
Madre
admirable
-‐R.
Madre
del
buen
consejo
-‐R.
Madre
del
Creador
-‐R.
Madre
del
Salvador
-‐R.
Virgen
prudentísima
-‐R.
Virgen
venerada
-‐R.
Virgen
laudable
-‐R.
Virgen
poderosa
-‐R.
Virgen
clemente
-‐R.
Virgen
fiel
-‐R.
Espejo
de
justicia
-‐R.
Sede
de
sabiduría
-‐R.
Causa
de
nuestra
alegría
-‐R.
Vaso
espiritual
-‐R.
Vaso
honorable
-‐R.
Vaso
insigne
de
devoción
-‐R.
Rosa
Mística
-‐R.
Torre
de
David
-‐R.
Torre
de
Marfil
-‐R.
Casa
de
oro
-‐R.
Arca
de
la
Alianza
-‐R.
Puerta
del
Cielo
-‐R.
Estrella
de
la
mañana
-‐R.
Salud
de
los
enfermos
-‐R.
Refugio
de
los
pecadores
-‐R.
Consuelo
de
los
Afligidos
-‐R.
Auxilio
de
los
cristianos
-‐R.
Reina
de
los
Ángeles
-‐R.
Reina
de
los
Patriarcas
-‐R.
Reina
de
los
Profetas
-‐R.
Reina
de
los
Apóstoles
-‐R.
Reina
de
los
Mártires
-‐R.
Reina
de
los
Confesores
-‐R.
Reina
de
las
Vírgenes
-‐R.
Reina
de
todos
los
santos
-‐R.
Reina
concebida
sin
pecado
original
-‐R.
Reina
llevada
al
cielo,
-‐R.
Reina
del
Sacratísimo
Rosario
-‐R.
Reina
de
la
paz.
-‐R.
Cordero
de
Dios,
que
quitas
el
pecado
del
mundo,
Perdónanos
Señor
Cordero
de
Dios,
que
quitas
el
pecado
del
mundo,
Escúchanos
Señor
Cordero
de
Dios,
que
quitas
el
pecado
del
mundo,
Ten
piedad
de
nosotros
ORACIÓN
A
SAN
JOSÉ
A
Vos,
bienaventurado
San
José,
acudimos
en
nuestra
tribulación,
y
después
de
implorar
el
auxilio
de
vuestra
Santísima
Esposa,
solicitamos
también
confiadamente
vuestro
patrocinio.
Por
aquella
caridad
que
con
la
Inmaculada
Virgen
María,
Madre
de
Dios,
os
tuvo
unido
y
por
el
paterno
amor
con
que
abrazasteis
al
Niño
Jesús,
humildemente
os
suplicamos
que
volváis
benigno
los
ojos
a
la
herencia
que
con
su
sangre
adquirió
Jesucristo,
y
con
vuestro
poder
y
auxilio
socorráis
nuestras
necesidades.
Proteged,
oh
providentísimo
custodio
de
la
divina
familia,
la
escogida
descendencia
de
Jesucristo;
apartad
de
nosotros
toda
mancha
de
error
y
de
corrupción;
asistidnos
propicio
desde
el
Cielo,
fortísimo
libertador
nuestro,
en
esta
lucha
con
el
poder
de
las
tinieblas;
y
como
en
otro
tiempo
librasteis
al
Niño
Jesús
del
inminente
peligro
de
la
vida,
así
ahora
defended
a
la
Iglesia
Santa
de
Dios
de
las
asechanzas
de
sus
enemigos
y
de
toda
adversidad,
y
a
cada
uno
de
nosotros
protegednos
con
perpetuo
patrocinio,
para
que,
a
ejemplo
vuestro
y
sostenidos
por
vuestro
auxilio,
podamos
santamente
vivir,
piadosamente
morir
y
alcanzar
en
los
cielos
la
eterna
bienaventuranza.
Amén.
ORACIÓN
A
SAN
MIGUEL
San
Miguel
Arcángel,
defiéndenos
en
la
batalla.
Sé
nuestro
amparo
contra
la
perversidad
y
asechanzas
del
demonio.
Reprímale
Dios,
pedimos
suplicantes,
y
tú
Príncipe
de
la
milicia
celestial,
arroja
al
infierno
con
el
divino
poder
a
Satanás
y
a
los
otros
espíritus
malignos
que
andan
dispersos
por
el
mundo
para
la
perdición
de
las
almas.
Amén.
ORACIÓN
AL
CORAZÓN
INMACULADO
DE
MARÍA
Oh
Corazón
Inmaculado
de
María,
lleno
de
bondad,
muéstranos
tu
amor
por
nosotros.
Que
la
llama
de
tu
corazón,
oh
María,
descienda
sobre
todos
los
hombres.
Nosotros
te
amamos
inmensamente.
Imprime
en
nuestros
corazones
el
amor
verdadero,
para
que
así
tengamos
un
deseo
continuo
de
ti.
Oh
María,
dulce
y
humilde
de
corazón,
acuérdate
de
nosotros
cuando
estemos
en
pecado.
Tú
sabes
que
todos
los
hombres
pecan.
Concédenos,
por
medio
de
tu
Corazón
Inmaculado,
la
salud
espiritual.
Haz
que
siempre
podamos
contemplar
la
bondad
de
tu
corazón
maternal
y
que
nos
convirtamos
por
medio
de
la
llama
de
tu
corazón.
Amén.
SUB
TUUM
PRAESIDIUM
Bajo
tu
protección
nos
acogemos,
Santa
Madre
de
Dios;
no
deseches
las
súplicas
que
te
dirigimos
en
nuestras
necesidades;
antes
bien,
líbranos
siempre
de
todo
peligro,
¡oh
Virgen
gloriosa
y
bendita!
21)
HACER
LA
SEÑAL
DE
LA
CRUZ
MISTERIOS
GOZOSOS
Lunes
y
Sábados
El
primer
ciclo,
el
de
los
"misterios
gozosos",
se
caracteriza
efectivamente
por
el
gozo
que
produce
el
acontecimiento
de
la
encarnación.
Esto
es
evidente
desde
la
anunciación,
cuando
el
saludo
de
Gabriel
a
la
Virgen
de
Nazaret
se
une
a
la
invitación
a
la
alegría
mesiánica:
"Alégrate,
María".
A
este
anuncio
apunta
toda
la
historia
de
la
salvación,
es
más,
en
cierto
modo,
la
historia
misma
del
mundo.
En
efecto,
si
el
designio
del
Padre
es
de
recapitular
en
Cristo
todas
las
cosas
(cf.
Ef
1,10),
el
don
divino
con
el
que
el
Padre
se
acerca
a
María
para
hacerla
Madre
de
su
Hijo
alcanza
a
todo
el
universo.
A
su
vez,
toda
la
humanidad
está
como
implicada
en
el
fiat
con
el
que
Ella
responde
prontamente
a
la
voluntad
de
Dios.
El
regocijo
se
percibe
en
la
escena
del
encuentro
con
Isabel,
dónde
la
voz
misma
de
María
y
la
presencia
de
Cristo
en
su
seno
hacen
"saltar
de
alegría"
a
Juan
(cf.
Lc
1,44).
Repleta
de
gozo
es
la
escena
de
Belén,
donde
el
nacimiento
del
divino
Niño,
el
Salvador
del
mundo,
es
cantado
por
los
ángeles
y
anunciado
a
los
pastores
como
"una
gran
alegría"
(Lc
2,10).
Pero
ya
los
dos
últimos
misterios,
aun
conservando
el
sabor
de
la
alegría,
anticipan
indicios
del
drama.
En
efecto,
la
presentación
en
el
templo,
a
la
vez
que
expresa
la
dicha
de
la
consagración
y
extasía
al
viejo
Simeón,
contiene
también
la
profecía
de
que
el
Niño
será
"señal
de
contradicción"
para
Israel
y
de
que
una
espada
traspasará
el
alma
de
la
Madre
(cf.
Lc
2,34-‐35).
Gozoso
y
dramático
al
mismo
tiempo
es
también
el
episodio
de
Jesús
de
12
años
en
el
templo.
Aparece
con
su
sabiduría
divina
mientras
escucha
y
pregunta,
y
ejerciendo
sustancialmente
el
papel
de
quien
"enseña".
La
revelación
de
su
misterio
de
Hijo,
dedicado
enteramente
a
las
cosas
del
Padre,
anuncia
aquella
radicalidad
evangélica
que,
ante
las
exigencias
absolutas
del
Reino,
cuestiona
hasta
los
más
profundos
lazos
de
afecto
humano.
José
y
María
mismos,
sobresaltados
y
angustiados,
"no
comprendieron"
sus
palabras
(Lc
2,50).
De
este
modo,
meditar
los
misterios
"gozosos"
significa
adentrarse
en
los
motivos
últimos
de
la
alegría
cristiana
y
en
su
sentido
más
profundo.
Significa
fijar
la
mirada
sobre
lo
concreto
del
misterio
de
la
Encarnación
y
sobre
el
sombrío
preanuncio
del
misterio
del
dolor
salvífico.
María
nos
ayuda
a
aprender
el
secreto
de
la
alegría
cristiana,
recordándonos
que
el
cristianismo
es
ante
todo
evangelion
,
"buena
noticia",
que
tiene
su
centro
o,
mejor
dicho,
su
contenido
mismo,
en
la
persona
de
Cristo,
el
Verbo
hecho
carne,
único
Salvador
del
mundo.
Primer
Misterio
Gozoso.
La
Anunciación
del
Ángel
a
María.
(A
los
seis
meses
envió
Dios
al
ángel
Gabriel
a
una
ciudad
de
Galilea,
llamada
Nazaret,
a
una
joven
virgen,
prometida
de
un
hombre
descendiente
de
David,
llamado
José.
La
virgen
se
llamaba
María.
Entró
donde
ella
estaba,
y
le
dijo:
"Alégrate,
llena
de
gracia;
el
Señor
está
contigo".
Ante
estas
palabras,
María
se
turbó
y
se
preguntaba
qué
significaría
tal
saludo.
El
ángel
le
dijo:
"No
tengas
miedo,
María,
porque
has
encontrado
gracia
ante
Dios.
Concebirás
y
darás
a
luz
un
hijo,
al
que
pondrás
por
nombre
Jesús.
Será
grande
y
se
le
llamará
Hijo
del
altísimo;
el
Señor
le
dará
el
trono
de
David,
su
padre;
reinará
sobre
la
casa
de
Jacob
para
siempre
y
su
reino
no
tendrá
fin".
María
dijo
al
ángel:
"¿Cómo
será
esto,
pues
no
tengo
relaciones?"
El
ángel
le
contestó:
"El
Espíritu
Santo
vendrá
sobre
ti
y
el
poder
del
altísimo
te
cubrirá
con
su
sombra;
por
eso
el
niño
que
nazca
será
santo
y
se
le
llamará
Hijo
de
Dios.
Mira,
tu
parienta
Isabel
ha
concebido
también
un
hijo
en
su
ancianidad,
y
la
que
se
llamaba
estéril
está
ya
de
seis
meses,
porque
no
hay
nada
imposible
para
Dios".
María
dijo:
"Aquí
está
la
esclava
del
Señor;
hágase
en
mí
según
tu
palabra".
Y
el
ángel
la
dejó.)
(Lc
1,26-‐38)
1.
El
Ángel
Gabriel
fue
enviado
por
Dios
a
una
Virgen
(...)
y
el
nombre
de
la
Virgen
era
María.
(Lc.
1,26-‐
27).
Avemaría.
2.
Alégrate,
llena
de
gracia,
el
Señor
es
contigo.
Bendita
Tú
entre
las
mujeres
y
bendito
el
fruto
de
tu
vientre.
(Lc.
1,
28,
42).
Avemaría.
3.
Ella
se
turbó
por
estas
palabras,
y
discurría
qué
significaría
aquel
saludo.
(Lc.
1,
29).
Avemaría.
4.
El
Ángel
le
dijo:
no
temas,
María,
porque
has
hallado
gracia
delante
de
Dios.
(Lc.
1,
30).
Avemaría.
5.
Concebirás
y
darás
a
luz
un
hijo,
al
que
pondrás
por
nombre
Jesús.
(Lc.
1,
31).
Avemaría.
6.
El
será
grande
y
será
llamado
Hijo
del
Altísimo;
y
su
Reino
no
tendrá
fin.
(Lc.
1;
32,
33).
Avemaría.
7.
María
dijo
al
Ángel:
¿cómo
será
esto,
pues
no
conozco
varón?.
(Lc.
1,
34).
Avemaría.
8.
El
Espíritu
Santo
descenderá
sobre
Ti
y
el
poder
del
Altísimo
te
cubrirá
con
su
sombra.
(Lc.
1,
35).
Avemaría.
9.
Por
eso
el
Hijo,
en
Ti
engendrado,
será
Santo,
será
Hijo
de
Dios.
(Lc.
1,
35).
Avemaría.
10.
He
aquí
la
esclava
del
Señor;
hágase
en
mi
según
tu
palabra.
(Lc.
1,
38).
Avemaría.
Segundo
Misterio
Gozoso.
La
Visitación
de
María
a
Santa
Isabel.
(Unos
días
después
María
se
dirigió
presurosa
a
la
montaña,
a
una
ciudad
de
Judá.
Entró
en
casa
de
Zacarías
y
saludó
a
Isabel.
Cuando
Isabel
oyó
el
saludo
de
María,
el
niño
saltó
en
su
seno
e
Isabel
quedó
llena
del
Espíritu
Santo.
Y
dijo
alzando
la
voz:
"¡Bendita
tú
entre
las
mujeres
y
bendito
el
fruto
de
tu
vientre!
¿Y
cómo
es
que
la
madre
de
mi
Señor
viene
a
mí?
Tan
pronto
como
tu
saludo
sonó
en
mis
oídos,
el
niño
saltó
de
alegría
en
mi
seno.
¡Dichosa
tú
que
has
creído
que
se
cumplirán
las
cosas
que
te
ha
dicho
el
Señor!")
(Lc
1,39-‐45)
1.
En
aquellos
días,
se
levantó
María
y
se
fue
con
prontitud
a
la
región
montañosa;
entró
en
casa
de
Zacarías
y
saludó
a
Isabel.
(Lc.
1,
39-‐40).
Avemaría.
2.
Y
en
cuanto
oyó
Isabel
el
saludo
de
María,
saltó
de
gozo
el
Niño
en
su
seno,
e
Isabel
quedó
llena
del
Espíritu
Santo.
(Lc.
1,
41).
Avemaría.
3.
Y
en
alta
voz
exclamó:
¡Bendita
Tú
entre
las
mujeres
y
bendito
el
fruto
de
tu
vientre!.
(Lc.
1,
42).
Avemaría.
4.
Bienaventurada
Tú
que
has
creído,
porque
tendrán
cumplimiento
en
Ti
las
promesas
que
se
han
hecho
de
parte
del
Señor.
(Lc.
1,
45).
Avemaría.
5.
Entonces
María
dijo:
mi
alma
glorifica
al
Señor
y
mi
espíritu
se
regocija
en
Dios,
mi
Salvador.
Porque
ha
puesto
sus
ojos
en
la
pequeñez
de
su
esclava.
(Lc.
1,
46-‐48).
Avemaría.
6.
Mirad:
ya
desde
ahora
me
aclamarán
bienaventurada
todas
las
generaciones.
Porque
ha
obrado
en
mi
cosas
estupendas
Aquél
que
es
poderoso.
(Lc.
1,
48,
49).
Avemaría.
7.
Santo
es
su
Nombre
y
su
misericordia
alcanza
en
generaciones
a
los
que
le
temen.
(Lc.
1,
49-‐50).
Avemaría.
8.
Después
la
fuerza
de
su
brazo
dispersó
a
los
que
son
soberbios
en
su
propio
corazón.
(Lc.
1,
51).
Avemaría.
9.
Derribó
a
los
potentados
de
sus
tronos
y
exaltó
a
los
humildes.
(Lc.
1,
52).
Avemaría.
10.
A
los
hambrientos
colmó
de
bienes
y
despidió
a
los
ricos
sin
nada.
(Lc.
1,
53).
Avemaría.
Tercer
Misterio
Gozoso.
El
Nacimiento
de
Jesús.
(Por
aquellos
días
salió
un
decreto
de
César
Augusto
para
que
se
empadronara
todo
el
mundo.
Éste
es
el
primer
censo
que
se
hizo
siendo
Cirino
gobernador
de
Siria.
Todos
iban
a
empadronarse,
cada
uno
a
su
ciudad.
También
José,
por
ser
descendiente
de
David,
fue
desde
la
ciudad
de
Nazaret
de
Galilea
a
Judea,
a
la
ciudad
de
David,
que
se
llama
Belén,
para
empadronarse
con
María,
su
mujer,
que
estaba
encinta.
Mientras
estaban
allí
se
cumplió
el
tiempo
del
parto,
y
dio
a
luz
a
su
hijo
primogénito;
lo
envolvió
en
pañales
y
lo
reclinó
en
un
pesebre,
porque
no
encontraron
sitio
en
la
posada.)
(Lc
2,1-‐7)
1.
Encontrándose
allí,
le
llegó
el
tiempo
de
su
alumbramiento.
(Lc.
2,6).
Avemaría.
2.
Y
dio
a
luz
a
su
Hijo
primogénito,
y
lo
envolvió
en
pañales.
(Lc.
2,
7).
Avemaría.
3.
Y
lo
acostó
en
un
pesebre
porque
no
había
sitio
para
ellos
en
la
posada.
(Lc.
2,
7).
Avemaría.
4.
Había
en
la
misma
comarca
algunos
pastores,
que
dormían
al
raso
y
vigilaban
por
turno
durante
la
noche
su
rebaño.
Se
les
presentó
el
Ángel
del
Señor
y
la
gloria
del
Señor
los
envolvió
en
su
luz.
(Lc.
2,
8-‐9).
Avemaría.
5.
No
temáis,
pues
os
anuncio
una
gran
alegría,
que
lo
será
para
todo
el
pueblo.
(Lc.
2,
10).
Avemaría.
6.
Os
ha
nacido
hoy,
en
la
ciudad
de
David,
un
Salvador,
que
es
el
Cristo
Señor.
(Lc.
2,
11).
Avemaría.
7.
Gloria
a
Dios
en
las
alturas
y
paz
en
la
tierra
a
los
hombres
que
El
ama.
(Lc.
2,
14).
Avemaría.
8.
Unos
magos
de
Oriente
se
presentaron,
entraron
en
la
casa,
y
vieron
al
niño
con
María,
su
Madre.
(Mt.
2;
1,
11).
Avemaría.
9.
Y
postrándose,
lo
adoraron;
abrieron
sus
tesoros
y
le
ofrecieron
dones:
oro,
incienso
y
mirra.
(Mt.
2,
11).
Avemaría.
10.
María,
por
su
parte,
guardaba
todas
estas
cosas,
y
las
meditaba
en
su
corazón.
(Lc.
2,
19).
Avemaría.
Cuarto
Misterio
Gozoso.
La
Presentación
en
el
Templo.
(Cuando
se
cumplieron
los
días
de
la
purificación,
según
la
ley
de
Moisés,
lo
llevaron
a
Jerusalén
para
ofrecerlo
al
Señor,
como
está
escrito
en
la
ley
del
Señor:
Todo
varón
primogénito
será
consagrado
al
Señor,
y
para
ofrecer
el
sacrificio
según
lo
ordenado
en
la
ley
del
Señor:
un
par
de
tórtolas
o
dos
pichones.)
(Lc
2,22-‐24)
1.
Cuando
se
cumplieron
los
días
de
la
purificación,
según
la
Ley
de
Moisés,
lo
subieron
a
Jerusalén
para
ofrecerlo
al
Señor.
Lc.
2,
22).
Avemaría.
2.
Había
entonces
en
Jerusalén
un
hombre
llamado
Simeón,
justo
piadoso,
que
esperaba
la
consolidación
de
Israel.
(Lc.
2,
25).
Avemaría.
3.
El
Espíritu
Santo
le
había
revelado
que
no
moriría
sin
ver
al
Cristo
del
Señor
(Lc.
2,
26).
Avemaría.
4.
Movido
por
el
Espíritu
vino
al
Templo;
y,
cuando
los
padres
introdujeron
al
Niño
Jesús,
para
cumplir
lo
que
la
Ley
prescribía
sobre
El,
le
tomó
en
brazos
y
bendijo
a
Dios.
(Lc.
2,
27-‐28).
Avemaría.
5.
Ahora,
Señor,
puedes
dejar
a
tu
siervo
ir
en
paz,
según
tu
palabra.
(Lc.
2,
29).
Avemaría.
6.
Porque
han
contemplado
mis
ojos
tu
salvación,
la
que
has
puesto
a
la
vista
de
todos
los
pueblos.
(Lc.
2,
30-‐31).
Avemaría.
7.
Luz
para
iluminar
a
los
gentiles
y
gloria
de
tu
pueblo
Israel.
(Lc.
2,
32).
Avemaría.
8.
Y
se
dirigió
a
María,
la
Madre
del
Niño,
para
decirle:
Este
está
predestinado
por
Dios
para
ruina
o
resurgimiento
de
muchos
en
Israel,
y
será
signo
de
contradicción.
(Lc.
2,
34).
Avemaría.
9.
Tu
misma
alma
quedará
atravesada
por
una
espada,
para
que
se
ponga
de
manifiesto
la
actitud
que
ante
El
adopta
cada
uno.
(Lc.
2,
35).
Avemaría.
10.
Después
que
hubieron
cumplido
todo
lo
prescrito
en
la
Ley
del
Señor,
regresaron
a
Galilea,
a
su
ciudad
de
Nazaret.
El
niño
crecía
y
se
desarrollaba,
llenándose
de
sabiduría;
y
sobre
El
se
manifestaban
las
complacencias
de
Dios.
(Lc.
2,
39-‐40).
Avemaría.
Quinto
Misterio
Gozoso.
El
Niño
Jesús
hallado
en
el
Templo.
(Sus
padres
iban
todos
los
años
a
Jerusalén
por
la
fiesta
de
la
pascua.
Cuando
tuvo
doce
años,
fueron
a
la
fiesta,
como
era
costumbre.
Terminada
la
fiesta,
emprendieron
el
regreso;
pero
el
niño
Jesús
se
quedó
en
Jerusalén
sin
que
sus
padres
se
dieran
cuenta.
Creyendo
que
iba
en
la
caravana,
anduvieron
una
jornada,
al
cabo
de
la
cual
se
pusieron
a
buscarlo
entre
los
parientes
y
conocidos;
al
no
encontrarlo,
volvieron
a
Jerusalén
en
busca
suya.
A
los
tres
días
lo
encontraron
en
el
templo
sentado
en
medio
de
los
doctores,
oyéndolos
y
preguntándoles.
Todos
los
que
le
oían
estaban
admirados
de
su
inteligencia
y
de
sus
respuestas.
Al
verlo,
se
quedaron
maravillados;
y
su
madre
le
dijo:
"Hijo,
¿por
qué
has
hecho
esto?
Tu
padre
y
yo
te
hemos
estado
buscando
muy
angustiados".
Les
contestó:
"¿Por
qué
me
buscabais?
¿No
sabíais
que
yo
debo
ocuparme
en
los
asuntos
de
mi
Padre?"
Ellos
no
comprendieron
lo
que
les
decía.)
(Lc
2,41-‐50)
1.
Cuando
(Jesús)
tuvo
doce
años,
subieron
ellos
(a
Jerusalén)
como
de
costumbre
a
la
fiesta.
(Lc.
2,
42).
Avemaría.
2.
Y
pasados
los
días,
al
regresar
ellos,
el
Niño
Jesús
se
quedó
en
Jerusalén
sin
que
sus
padres
se
dieran
cuenta.
(Lc.
2:
43).
Avemaría.
3.
Y
al
no
dar
con
Él,
se
volvieron
a
Jerusalén,
sin
dejar
de
buscarlo.
Al
cabo
de
tres
días
lo
hallaron
en
el
Templo.
(Lc.
2,
45-‐46).
Avemaría.
4.
Sentado
en
medio
de
los
doctores,
escuchándoles
y
haciendo
a
la
vez
sus
preguntas.
(Lc.
2,
46).
Avemaría.
5.
Todos
los
que
le
escuchaban
estaban
asombrados
de
su
talento
y
de
las
respuestas
que
daba.
(Lc.
2,
47).
Avemaría.
6.
Hijo
mío,
¿por
qué
te
has
portado
así
con
nosotros?
Tu
padre
y
yo
te
buscábamos
llenos
de
angustia.
(Lc.
2,
48).
Avemaría.
7.
¿Por
qué
me
buscabais?
¿No
sabíais
que
yo
debo
ocuparme
en
los
asuntos
de
mi
Padre?.
(Lc.
2,
49).
Avemaría.
8.
Pero
ellos
no
comprendieron
el
alcance
de
sus
palabras.
(Lc.
2,
50).
Avemaría.
9.
Descendió
Jesús
con
ellos,
fue
a
Nazaret
y
les
estaba
sumiso.
(Lc.
2,51).
Avemaría.
10.
Jesús
crecía
en
sabiduría,
en
edad
y
en
gracia
delante
de
Dios
y
de
los
hombres.
(Lc.
2,
52).
Avemaría.
MISTERIOS
LUMINOSOS
Jueves
Pasando
de
la
infancia
y
de
la
vida
de
Nazaret
a
la
vida
pública
de
Jesús,
la
contemplación
nos
lleva
a
los
misterios
que
se
pueden
llamar
de
manera
especial
"misterios
de
luz".
En
realidad,
todo
el
misterio
de
Cristo
es
luz.
Él
es
"la
luz
del
mundo"
(Jn
8,12).
Pero
esta
dimensión
se
manifiesta
sobre
todo
en
los
años
de
la
vida
pública,
cuando
anuncia
el
evangelio
del
Reino.
Deseando
indicar
a
la
comunidad
cristiana
cinco
momentos
significativos
–misterios
"luminosos"–
de
esta
fase
de
la
vida
de
Cristo,
pienso
que
se
pueden
señalar:
1.
su
Bautismo
en
el
Jordán;
2.
su
autorrevelación
en
las
bodas
de
Caná;
3.
su
anuncio
del
Reino
de
Dios
invitando
a
la
conversión;
4.
su
Transfiguración;
5.
institución
de
la
Eucaristía,
expresión
sacramental
del
misterio
pascual.
Cada
uno
de
estos
misterios
revela
el
Reino
ya
presente
en
la
persona
misma
de
Jesús.
Misterio
de
luz
es
ante
todo
el
Bautismo
en
el
Jordán.
En
él,
mientras
Cristo,
como
inocente
que
se
hace
"pecado"
por
nosotros
(cf.
2
Co
5,21),
entra
en
el
agua
del
río,
el
cielo
se
abre
y
la
voz
del
Padre
lo
proclama
Hijo
predilecto
(cf.
Mt
3,17
par.),
y
el
Espíritu
desciende
sobre
Él
para
investirlo
de
la
misión
que
le
espera.
Misterio
de
luz
es
el
comienzo
de
los
signos
en
Caná
(cf.
Jn
2,1-‐12),
cuando
Cristo,
transformando
el
agua
en
vino,
abre
el
corazón
de
los
discípulos
a
la
fe
gracias
a
la
intervención
de
María,
la
primera
creyente.
Misterio
de
luz
es
la
predicación
con
la
cual
Jesús
anuncia
la
llegada
del
Reino
de
Dios
e
invita
a
la
conversión
(cf.
Mc
1,15),
perdonando
los
pecados
de
quien
se
acerca
a
Él
con
humilde
fe
(cf.
Mc
2,3-‐13;
Lc
7,47-‐48),
iniciando
así
el
ministerio
de
misericordia
que
Él
continuará
ejerciendo
hasta
el
fin
del
mundo,
especialmente
a
través
del
sacramento
de
la
Reconciliación
confiado
a
la
Iglesia.
Misterio
de
luz
por
excelencia
es
la
Transfiguración,
que
según
la
tradición
tuvo
lugar
en
el
Monte
Tabor.
La
gloria
de
la
Divinidad
resplandece
en
el
rostro
de
Cristo,
mientras
el
Padre
lo
acredita
ante
los
apóstoles
extasiados
para
que
lo
"escuchen"
(cf.
Lc
9,35
par.)
y
se
dispongan
a
vivir
con
Él
el
momento
doloroso
de
la
Pasión,
a
fin
de
llegar
con
Él
a
la
alegría
de
la
Resurrección
y
a
una
vida
transfigurada
por
el
Espíritu
Santo.
Misterio
de
luz
es,
por
fin,
la
institución
de
la
Eucaristía,
en
la
cual
Cristo
se
hace
alimento
con
su
Cuerpo
y
su
Sangre
bajo
las
especies
del
pan
y
del
vino,
dando
testimonio
de
su
amor
por
la
humanidad
"hasta
el
extremo"
(Jn
13,1)
y
por
cuya
salvación
se
ofrecerá
en
sacrificio.
Excepto
en
el
de
Caná,
en
estos
misterios
la
presencia
de
María
queda
en
el
trasfondo.
Los
Evangelios
apenas
insinúan
su
eventual
presencia
en
algún
que
otro
momento
de
la
predicación
de
Jesús
(cf.
Mc
3,31-‐35;
Jn
2,12)
y
nada
dicen
sobre
su
presencia
en
el
Cenáculo
en
el
momento
de
la
institución
de
la
Eucaristía.
Pero,
de
algún
modo,
el
cometido
que
desempeña
en
Caná
acompaña
toda
la
misión
de
Cristo.
La
revelación,
que
en
el
Bautismo
en
el
Jordán
proviene
directamente
del
Padre
y
ha
resonado
en
el
Bautista,
aparece
también
en
labios
de
María
en
Caná
y
se
convierte
en
su
gran
invitación
materna
dirigida
a
la
Iglesia
de
todos
los
tiempos:
"Haced
lo
que
él
os
diga"
(Jn
2,5).
Es
una
exhortación
que
introduce
muy
bien
las
palabras
y
signos
de
Cristo
durante
su
vida
pública,
siendo
como
el
telón
de
fondo
mariano
de
todos
los
"misterios
de
luz".
Primer
Misterio
Luminoso.
El
Bautismo
de
Jesús.
(Entonces
Jesús
fue
de
Galilea
al
Jordán
para
que
Juan
lo
bautizara.
Pero
Juan
quería
impedirlo,
diciendo:
"Soy
yo
el
que
necesito
ser
bautizado
por
ti,
¿y
tú
vienes
a
mí?"
Jesús
le
respondió:
"¡Déjame
ahora,
pues
conviene
que
se
cumpla
así
toda
justicia!"
Entonces
Juan
accedió
a
ello.
Una
vez
bautizado,
Jesús
salió
del
agua;
y
en
esto
los
cielos
se
abrieron
y
vio
al
Espíritu
de
Dios
descender
en
forma
de
paloma
y
posarse
sobre
él.
Y
se
oyó
una
voz
del
cielo:
"Éste
es
mi
hijo
amado,
mi
predilecto".)
(Mt
3,13-‐17)
1.
Por
aquellos
días
aparece
Juan
el
Bautista,
proclamando
en
el
desierto
de
Judea:
convertíos
porque
ha
llegado
el
Reino
de
los
Cielos.
(Mt.
3,
1-‐2).
Avemaría.
2.
Este
es
aquél
de
quien
habla
el
profeta
Isaías
cuando
dice:
"Voz
del
que
clama
en
el
desierto:
preparad
el
camino
del
Señor,
enderezad
sus
sendas."
(Mt.
3,
3).
Avemaría.
3.
Tenía
Juan
su
vestido
hecho
de
pelos
de
camello,
con
un
cinturón
de
cuero
a
sus
lomos,
y
su
comida
eran
langostas
y
miel
silvestre.
(Mt.
3,
4).
Avemaría.
4.
Acudía
entonces
a
él
Jerusalén,
toda
Judea
y
toda
la
región
del
Jordán,
y
eran
bautizados
por
él
en
el
río
Jordán,
confesando
sus
pecados.
(Mt.
3,
5-‐6).
Avemaría.
5.
Y
proclamaba:
detrás
de
mí
viene
el
que
es
más
fuerte
que
yo;
y
no
soy
digno
de
desatarle,
inclinándome,
la
correa
de
sus
sandalias.
Yo
os
he
bautizado
con
agua,
pero
él
os
bautizará
con
Espíritu
Santo.
(Mc.
1,
7-‐8).
Avemaría.
6.
Entonces
aparece
Jesús,
que
viene
de
Galilea
al
Jordán
donde
Juan,
para
ser
bautizado
por
él.
(Mt.
3,
13).
Avemaría.
7.
Pero
Juan
trataba
de
impedírselo
diciendo:
soy
yo
el
que
necesita
ser
bautizado
por
ti,
¿y
tú
vienes
a
mí?
(Mt.
3,
14).
Avemaría.
8.
Jesús
le
respondió:
déjame
ahora,
pues
conviene
que
así
cumplamos
toda
justicia.
Entonces
le
dejó.
(Mt.
3,
15).
Avemaría.
9.
Bautizado
Jesús,
salió
luego
del
agua;
y
en
esto
se
abrieron
los
cielos
y
vio
al
Espíritu
de
Dios
que
bajaba
en
forma
de
paloma
y
venía
sobre
él.
(Mt.
3,
16).
Avemaría.
10.
Y
una
voz
que
salía
de
los
cielos
decía:
este
es
mi
Hijo
amado,
en
quien
me
complazco.
(Mt.
3,
17).
Avemaría.
Segundo
Misterio
Luminoso.
Las
Bodas
de
Caná.
(Tres
días
después
hubo
una
boda
en
Caná
de
Galilea,
en
la
que
estaba
la
madre
de
Jesús.
Invitaron
también
a
la
boda
a
Jesús
y
a
sus
discípulos.
Se
terminó
el
vino,
y
la
madre
de
Jesús
le
dijo:
"No
tienen
vino".
Jesús
le
contestó:
"¿A
ti
y
a
mí
qué,
mujer?
Mi
hora
todavía
no
ha
llegado".
Su
madre
dijo
a
los
sirvientes:
"Haced
lo
que
él
os
diga".
Había
allí
seis
tinajas
de
piedra
de
unos
cien
litros
cada
una
para
los
ritos
de
purificación
de
los
judíos.
Jesús
les
dijo:
"Llenad
de
agua
las
tinajas".
Y
las
llenaron
hasta
arriba.
Añadió:
"Sacad
ahora
y
llevádselo
al
maestresala".
Y
se
lo
llevaron.
Tan
pronto
como
el
maestresala
probó
el
agua
convertida
en
vino
(sin
saber
de
dónde
era,
aunque
sí
lo
sabían
los
sirvientes
que
habían
sacado
el
agua),
llamó
al
novio
y
le
dijo:
"Todos
sirven
primero
el
vino
mejor;
y
cuando
se
ha
bebido
en
abundancia,
el
peor.
Tú,
en
cambio,
has
guardado
el
vino
mejor
hasta
ahora".
Así,
en
Caná
de
Galilea,
Jesús
comenzó
sus
milagros,
manifestó
su
gloria
y
sus
discípulos
creyeron
en
él.)
(Jn
2,1-‐11)
1.
Tres
días
después
se
celebraba
una
boda
en
Cana
de
Galilea
y
estaba
allí
la
madre
de
Jesús.
(Jn.
2,
1).
Avemaría.
2.
Fue
invitado
también
a
la
boda
Jesús
con
sus
discípulos.
(Jn.
2,
2).
Avemaría.
3.
Y,
como
faltara
vino,
porque
se
había
acabado
el
vino
de
la
boda,
le
dice
a
Jesús
su
madre:
no
tienen
vino.
(Jn.
2,
3).
Avemaría.
4.
Jesús
le
responde:
¿qué
tengo
yo
contigo,
mujer?
Todavía
no
ha
llegado
mi
hora.
(Jn.
2,
4).
Avemaría.
5.
Dice
su
madre
a
los
sirvientes:
haced
lo
que
él
os
diga.(Jn.
2,
5).
Avemaría.
6.
Había
allí
seis
tinajas
de
piedra,
puestas
para
las
purificaciones
de
los
judíos,
de
dos
o
tres
medidas
cada
una.
Les
dice
Jesús:
llenad
las
tinajas
de
agua.
Y
las
llenaron
hasta
arriba.
(Jn.
2,
6-‐7).
Avemaría.
7.
Sacadlo
ahora,
les
dice,
y
llevadlo
al
maestresala.
Ellos
lo
llevaron.
(Jn.
2,
8).
Avemaría.
8.
Cuando
el
maestresala
probó
el
agua
convertida
en
vino,
como
ignoraba
de
dónde
era
(los
sirvientes,
los
que
habían
sacado
el
agua,
sí
que
lo
sabían),
llama
el
maestresala
al
novio.
(Jn.
2,
9).
Avemaría.
9.
Y
le
dice:
todos
sirven
primero
el
vino
bueno
y
cuando
ya
están
bebidos,
el
inferior.
Pero
tú
has
guardado
el
vino
bueno
hasta
ahora.
(Jn.
2,
10).
Avemaría.
10.
Así,
en
Caná
de
Galilea,
dio
Jesús
comienzo
a
sus
señales.
Y
manifestó
su
gloria,
y
creyeron
en
él
sus
discípulos.
(Jn.
2,
11).
Avemaría.
Tercer
Misterio
Luminoso.
El
Anuncio
del
Reino
de
Dios.
(Después
de
ser
Juan
encarcelado,
Jesús
fue
a
Galilea
a
predicar
el
evangelio
de
Dios;
y
decía:
"Se
ha
cumplido
el
tiempo
y
el
reino
de
Dios
está
cerca.
Arrepentíos
y
creed
en
el
evangelio".)
(Mc
1,14-‐15)
1.
Después
que
Juan
fue
entregado,
marchó
Jesús
a
Galilea;
y
proclamaba
la
Buena
Nueva
de
Dios.
(Mc.
1,
14).
Avemaría.
2.
El
tiempo
se
ha
cumplido
y
el
Reino
de
Dios
está
cerca;
convertíos
y
creed
en
la
Buena
Nueva.
(Mc.
1,
15).
Avemaría.
3.
En
esto
le
trajeron
un
paralítico
postrado
en
una
camilla.
(Mt.
9,
2).
Avemaría.
4.
Viendo
Jesús
la
fe
de
ellos,
dijo
al
paralítico:
¡Animo!,
hijo,
tus
pecados
te
son
perdonados.
(Mt.
9,
2).
Avemaría.
5.
Pero
he
aquí
que
algunos
escribas
dijeron
para
sí:
este
está
blasfemando.
(Mt.
9,3).
Avemaría.
6.
Jesús,
conociendo
sus
pensamientos,
dijo:
¿Por
qué
pensáis
mal
en
vuestros
corazones?
¿Qué
es
más
fácil,
decir:
"Tus
pecados
te
son
perdonados",
o
decir:
"Levántate
y
anda"?
(Mt.
9,4-‐5).
Avemaría.
7.
Pues
para
que
sepáis
que
el
Hijo
del
hombre
tiene
en
la
tierra
poder
de
perdonar
pecados
-‐
dice
entonces
al
paralítico:
"levántate,
toma
tu
camilla
y
vete
a
tu
casa".
(Mt.
9,
6).
Avemaría.
8.
Se
levantó
y,
al
instante,
tomando
la
camilla,
salió
a
la
vista
de
todos,
de
modo
que
quedaban
todos
asombrados
y
glorificaban
a
Dios,
diciendo:
jamás
vimos
cosa
parecida.
(Mc.
2,
12).
Avemaría.
9.
Salió
de
nuevo
por
la
orilla
del
mar,
toda
la
gente
acudía
a
él,
y
él
les
enseñaba.
(Mc.
2,
13).
Avemaría.
10.
Y
recorrió
toda
Galilea,
predicando
en
sus
sinagogas
y
expulsando
los
demonios.
(Mc.
1,
39).
Avemaría.
Cuarto
Misterio
Luminoso.
La
Transfiguración.
(Unos
ocho
días
después
Jesús
tomó
consigo
a
Pedro,
a
Juan
y
Santiago
y
los
llevó
al
monte
a
orar.
Mientras
él
oraba,
cambió
el
aspecto
de
su
rostro
y
sus
vestidos
se
volvieron
de
una
blancura
resplandeciente.
Dos
hombres,
de
improviso,
se
pusieron
a
hablar
con
él.
Eran
Moisés
y
Elías,
que
aparecieron
con
un
resplandor
glorioso
y
hablaban
con
él
de
su
muerte,
que
iba
a
tener
lugar
en
Jerusalén.
Pedro
y
sus
compañeros
estaban
cargados
de
sueño,
pero
lograron
mantenerse
despiertos
y
vieron
la
gloria
de
Jesús
y
a
los
dos
hombres
que
estaban
con
él.
Cuando
éstos
se
alejaban
de
Jesús,
Pedro
dijo:
"Maestro,
¡qué
bien
se
está
aquí!
Hagamos
tres
tiendas:
una
para
ti,
otra
para
Moisés
y
otra
para
Elías".
No
sabía
lo
que
decía.
Mientras
él
estaba
diciendo
esto,
vino
una
nube
y
los
cubrió.
Al
entrar
en
la
nube,
los
discípulos
se
asustaron.
Y
una
voz
desde
la
nube
dijo:
"Éste
es
mi
hijo,
el
elegido,
escuchadlo".)
(Lc
9,28-‐35)
1.
Seis
días
después,
toma
Jesús
consigo
a
Pedro,
a
Santiago
y
a
su
hermano
Juan,
y
los
lleva
aparte,
a
un
monte
alto.
(Mt.
17,
1).
Avemaría.
2.
Y
sucedió
que,
mientras
oraba,
el
aspecto
de
su
rostro
se
mudó,
y
sus
vestidos
eran
de
una
blancura
fulgurante
(Lc.
9,
29).
Avemaría.
3.
Y
he
aquí
que
conversaban
con
él
dos
hombres,
que
eran
Moisés
y
Elías;
los
cuales
aparecían
en
gloria,
y
hablaban
de
su
partida,
que
iba
a
cumplir
en
Jerusalén.
(Lc.
9,
30-‐31).
Avemaría.
4.
Pedro
y
sus
compañeros
estaban
cargados
de
sueño,
pero
permanecían
despiertos,
y
vieron
su
gloria
y
a
los
dos
hombres
que
estaban
con
él.
(Lc.
9,
32).
Avemaría.
5.
Y
sucedió
que,
al
separarse
ellos
de
él,
dijo
Pedro
a
Jesús:
Maestro,
bueno
es
estarnos
aquí.
Vamos
a
hacer
tres
tiendas,
una
para
ti,
otra
para
Moisés
y
otra
para
Elías,
sin
saber
lo
que
decía.
(Lc.
9,33).
Avemaría.
6.
Todavía
estaba
hablando,
cuando
una
nube
luminosa
los
cubrió
con
su
sombra
(Mt.
17,
5).
Avemaría.
7.
Y
de
la
nube
salía
una
voz
que
decía:
este
es
mi
Hijo
amado,
en
quien
me
complazco;
escuchadle.
(Mt.
17,
5).
Avemaría.
8.
Al
oír
esto
los
discípulos
cayeron
rostro
en
tierra
llenos
de
miedo.
(Mt.
17,
6).
Avemaría.
9.
Mas
Jesús,
acercándose
a
ellos,
los
tocó
y
dijo:
levantaos,
no
tengáis
miedo.
Ellos
alzaron
sus
ojos
y
ya
no
vieron
a
nadie
más
que
a
Jesús
solo.
(Mt.
17,
7-‐8).
Avemaría.
10.
Y
cuando
bajaban
del
monte,
Jesús
les
ordenó:
no
contéis
a
nadie
la
visión
hasta
que
el
Hijo
del
hombre
haya
resucitado
de
entre
los
muertos.
(Mt.
17,
9).
Avemaría.
Quinto
Misterio
Luminoso.
La
Institución
de
la
Eucaristía.
(Durante
la
cena
Jesús
tomó
pan,
lo
bendijo,
lo
partió
y
se
lo
dio,
diciendo:
"Tomad,
esto
es
mi
cuerpo".
Después
tomó
un
cáliz,
dio
gracias,
se
lo
pasó
a
ellos
y
bebieron
de
él
todos.
Y
les
dijo:
"Ésta
es
mi
sangre,
la
sangre
de
la
alianza,
que
será
derramada
por
todos".)
(Mc
14,22-‐24)
1.
Antes
de
la
fiesta
de
la
Pascua,
sabiendo
Jesús
que
había
llegado
su
hora
de
pasar
de
este
mundo
al
Padre,
habiendo
amado
a
los
suyos
que
estaban
en
el
mundo,
los
amó
hasta
el
extremo.
(Jn.
13,
1).
Avemaría.
2.
Cuando
llegó
la
hora,
se
puso
a
la
mesa
con
los
apóstoles.
(Lc.
22,
14).
Avemaría.
3.
Y
les
dijo:
con
ansia
he
deseado
comer
esta
Pascua
con
vosotros
antes
de
padecer.
(Lc.
22,
15).
Avemaría.
4.
Mientras
estaban
comiendo,
tomó
Jesús
pan
y
lo
bendijo,
lo
partió.
(Mt.
26,
26).
Avemaría.
5.
Tomó
luego
pan,
y,
dadas
las
gracias,
lo
partió
y
se
lo
dio
diciendo:
este
es
mi
cuerpo
que
es
entregado
por
vosotros;
haced
esto
en
recuerdo
mío.
(Lc.
22,
19).
Avemaría.
6.
Tomó
luego
una
copa
y,
dadas
las
gracias,
se
la
dio
diciendo:
bebed
de
ella
todos,
(Mt.
26,
27).
Avemaría.
7.
Porque
ésta
es
mi
sangre
de
la
Alianza,
que
es
derramada
por
muchos
para
perdón
de
los
pecados.
(Mt.
26,
28).
Avemaría.
8.
Cuantas
veces
la
bebiereis,
hacedlo
en
recuerdo
mío.
(1
Cor.
11,
25).
Avemaría.
9.
Y
cantados
los
himnos,
salieron
hacia
el
monte
de
los
Olivos.
(Mt.
26,
30).
Avemaría.
10.
El
que
come
mi
carne
y
bebe
mi
sangre,
tiene
vida
eterna,
y
yo
le
resucitaré
el
último
día.
(Jn.
6,
54).
Avemaría.
MISTERIOS
DOLOROSOS
Martes
y
VIernes
Los
Evangelios
dan
gran
relieve
a
los
misterios
del
dolor
de
Cristo.
La
piedad
cristiana,
especialmente
en
la
Cuaresma,
con
la
práctica
del
Via
Crucis,
se
ha
detenido
siempre
sobre
cada
uno
de
los
momentos
de
la
Pasión,
intuyendo
que
ellos
son
el
culmen
de
la
revelación
del
amor
y
la
fuente
de
nuestra
salvación.
El
Rosario
escoge
algunos
momentos
de
la
Pasión,
invitando
al
orante
a
fijar
en
ellos
la
mirada
de
su
corazón
y
a
revivirlos.
El
itinerario
meditativo
se
abre
con
Getsemaní,
donde
Cristo
vive
un
momento
particularmente
angustioso
frente
a
la
voluntad
del
Padre,
contra
la
cual
la
debilidad
de
la
carne
se
sentiría
inclinada
a
rebelarse.
Allí,
Cristo
se
pone
en
lugar
de
todas
las
tentaciones
de
la
humanidad
y
frente
a
todos
los
pecados
de
los
hombres,
para
decirle
al
Padre:
"no
se
haga
mi
voluntad,
sino
la
tuya"
(Lc
22,42
par.).
Este
"sí"
suyo
cambia
el
"no"
de
los
progenitores
en
el
Edén.
Y
cuánto
le
costaría
esta
adhesión
a
la
voluntad
del
Padre
se
muestra
en
los
misterios
siguientes,
en
los
que,
con
la
flagelación,
la
coronación
de
espinas,
la
subida
al
Calvario
y
la
muerte
en
cruz,
se
ve
sumido
en
la
mayor
ignominia:
Ecce
homo!
En
este
oprobio
no
sólo
se
revela
el
amor
de
Dios,
sino
el
sentido
mismo
del
hombre.
Ecce
homo:
quien
quiera
conocer
al
hombre,
ha
de
saber
descubrir
su
sentido,
su
raíz
y
su
cumplimiento
en
Cristo,
Dios
que
se
humilla
por
amor
"hasta
la
muerte
y
muerte
de
cruz"
(Flp
2,8).
Los
misterios
de
dolor
llevan
el
creyente
a
revivir
la
muerte
de
Jesús
poniéndose
al
pie
de
la
cruz
junto
a
María,
para
penetrar
con
ella
en
la
inmensidad
del
amor
de
Dios
al
hombre
y
sentir
toda
su
fuerza
regeneradora.
Primer
Misterio
Doloroso.
La
Agonía
de
Jesús
en
el
Huerto.
(Salió
y
fue,
según
su
costumbre,
al
monte
de
los
Olivos.
Sus
discípulos
lo
acompañaban.
Cuando
llegó
al
lugar,
les
dijo:
"Orad
para
no
caer
en
la
tentación".
Él
se
apartó
de
ellos
como
un
tiro
de
piedra,
se
arrodilló
y
se
puso
a
orar,
diciendo:
"Padre,
si
quieres,
aleja
de
mí
este
cáliz,
pero
no
se
haga
mi
voluntad,
sino
la
tuya".
Y
se
le
apareció
un
ángel
del
cielo
reconfortándolo.
Entró
en
agonía,
y
oraba
más
intensamente;
sudaba
como
gotas
de
sangre,
que
corrían
por
el
suelo.)
(Lc
22,39-‐44)
1.
Así
llegó
Jesús
con
ellos
a
una
finca
llamada
Getsemaní
y
les
dijo:
sentaos
aquí
mientras
yo
voy
allá
a
orar;
y
comenzó
a
entristecerse
y
angustiarse.
(Mt.
26;
36,
37).
Avemaría.
2.
Y
exclamó:
siento
en
mi
alma
angustias
de
muerte.
Aguardad
aquí
y
velad
conmigo.
(Mt.
26,
38).
Avemaría.
3.
Adelantándose
unos
pasos
y
cayendo
rostro
en
tierra,
pedía
a
Dios
que,
a
ser
posible,
hiciera
que
no
sonase
para
El
aquella
hora.
(Mc.
14,
35).
Avemaría.
4.
Padre,
si
quieres,
aparta
de
Mí
este
cáliz.
Pero
no
se
haga
mi
voluntad
sino
la
tuya.
(Lc.
22,
42).
Avemaría.
5.
Se
le
apareció
entonces
un
Ángel
del
Cielo
infundiéndole
valor.
(Lc.
22,
43).
Avemaría.
6.
Y,
poseído
de
angustia
mortal,
oraba
con
mayor
intensidad.
(Lc.
22,
44).
Avemaría.
7.
Y
sudó
como
gruesas
gotas
de
sangre,
que
iban
corriendo
hasta
la
tierra.
(Lc.
22,
44).
Avemaría.
8.
Y
volviendo
a
sus
discípulos,
los
encontró
durmiendo;
dijo
a
Pedro:
¿con
que
no
habéis
sido
capaces
de
estar
una
hora
en
vela
conmigo?.
(Mt.
26,
40).
Avemaría.
9.
Velad
y
orad
para
no
caer
en
la
tentación.
(Mt.
26,
41).
Avemaría.
10.
Cierto
que
la
voluntad
está
pronta,
pero
el
cuerpo
es
débil.
(Mt.
26,
41).
Avemaría.
Segundo
Misterio
Doloroso.
La
Flagelación
del
Señor.
(Entonces
Pilato
mandó
azotar
a
Jesús.)
(Jn
19,1)
1.
Después
de
haber
atado
a
Jesús,
le
llevaron
y
le
entregaron
a
Pilato.
Pilato
le
preguntó:
¿eres
Tú
el
Rey
de
los
Judíos?.
(Mc.
15,
1-‐2).
Avemaría.
2.
Respondió
Jesús:
mi
Reino
no
es
de
este
mundo.
Tú
lo
dices:
Yo
soy
el
Rey.
(Jn.
18,
36).
Avemaría.
3.
Para
esto
he
nacido
Yo
y
para
esto
he
venido
al
mundo:
para
dar
testimonio
de
la
Verdad.
(Jn.
18,
37).
Avemaría.
4.
Pilato
dijo
a
los
Sumos
Sacerdotes
y
a
la
gente:
ningún
delito
encuentro
en
este
hombre.
Así
que
le
castigaré
y
le
soltaré.
(Lc.
23;
4,
16).
Avemaría.
5.
Tomó
entonces
Pilato
a
Jesús
y
lo
mandó
azotar.
(Jn.
19,
1).
Avemaría.
6.
Tras
arresto
y
juicio
fue
arrebatado.
Y
de
su
causa,
¿quién
se
preocupa?
Despreciable
y
desecho
de
hombres,
varón
de
dolores
y
sabedor
de
dolencias.
(Is.
53;
8,
3).
Avemaría.
7.
Fue
oprimido,
y
Él
se
humilló
y
no
abrió
la
boca.
Como
un
cordero
al
degüello
era
llevado,
y
como
oveja
que
ante
los
que
la
trasquilan
está
muda,
tampoco
El
abrió
la
boca.
(Is.
53,
4).
Avemaría.
8.
Él
ha
sido
herido
por
nuestras
rebeldías,
molido
por
nuestras
culpas.
(Is.
53,
5).
Avemaría.
9.
¡Y
con
todo
eran
nuestras
dolencias
las
que
El
llevaba
y
nuestros
dolores
los
que
soportaba!
(Is.
53,
4).
Avemaría.
10.
Él
soportó
el
castigo
que
nos
trae
la
paz
y
con
sus
llagas
hemos
sido
curados.
(Is.
53,
5).
Avemaría.
Tercer
Misterio
Doloroso.
La
Coronación
de
espinas.
(Los
soldados
trenzaron
una
corona
de
espinas,
se
la
pusieron
en
la
cabeza,
le
vistieron
un
manto
de
púrpura;
se
acercaban
a
él
y
le
decían:
"¡Viva
el
rey
de
los
judíos!"
Y
le
daban
bofetadas.)
(Jn
19,2-‐3)
1.
Los
soldados
lo
condujeron
dentro
del
atrio,
o
sea,
al
pretorio,
y
le
vistieron
de
púrpura.
(Mc.
15,
16;
Mt.
27,
28).
Avemaría.
2.
Y
trenzando
una
corona
de
espinas,
se
la
pusieron
sobre
su
cabeza,
y
en
su
mano
derecha
una
caña.
(Mt.
27,
29).
Avemaría.
3.
Después
doblaban
la
rodilla
delante
de
El,
y
le
hacían
burla
diciendo:
¡Salve,
Rey
de
los
judíos!.
(Mt.
27,
29).
Avemaría.
4.
Y
le
escupían
y
le
quitaban
la
caña
para
golpearle
en
la
cabeza.
(Mt
27,
30).
Avemaría.
5.
Salió
Pilato
otra
vez
fuera,
y
les
dijo:
mira,
os
lo
voy
a
sacar
fuera
para
que
sepáis
que
no
encuentro
en
El
culpa
alguna.
(Jn.
19,
4).
Avemaría.
6.
Salió
entonces
Jesús
fuera,
llevando
la
corona
de
espinas
y
el
manto
de
púrpura.
(Jn.
19,
5).
Avemaría.
7.
Les
dice
Pilato:
aquí
tenéis
al
Hombre.
Ellos
decían:
¡Fuera,
fuera!
¡Crucifícale!.
(Jn.
19;
5,
15).
Avemaría.
8.
Pues,
¿qué
mal
ha
hecho?
Y
ellos
cada
vez
más
fuerte
gritaban:
¡Crucifícalo!
.
(Mc.
15,
14).
Avemaría.
9.
¿A
vuestro
Rey
voy
a
crucificar?
Replicaron
los
Sumos
Sacerdotes:
no
tenemos
más
rey
que
el
César.
(Jn.
19,
15).
Avemaría.
10.
Entonces
lo
puso
en
sus
manos
para
que
lo
crucificasen.
Se
apoderaron,
pues,
de
Jesús.
(Jn.
19,
16).
Avemaría.
Cuarto
Misterio
Doloroso.
Jesús
con
la
Cruz
a
cuestas.
(Jesús
quedó
en
manos
de
los
judíos
y,
cargado
con
la
cruz,
salió
hacia
el
lugar
llamado
"la
calavera",
en
hebreo
"Gólgota",
donde
lo
crucificaron.)
(Jn
19,17-‐18)
1.
Si
alguno
quiere
venir
en
pos
de
Mí,
niéguese
a
si
mismo.
(Lc.
9,
23).
Avemaría.
2.
Tome
su
cruz
cada
día,
y
sígame.
(Lc.
9,
23).
Avemaría.
3.
Y
Él
llevando
su
cruz
salió
en
dirección
del
lugar
llamado
Calvario,
en
arameo,
"Gólgota".
(Jn.
19,
17).
Avemaría.
4.
Y,
según
lo
llevaban,
echaron
mano
de
un
tal
Simón
de
Cirene,
y
le
cargaron
con
la
cruz
para
que
la
llevase
detrás
de
Jesús.
(Lc.
23,
26).
Avemaría.
5.
Tomad
sobre
vosotros
mi
yugo
y
aprended
de
Mí.
(Mt.
11,
29).
Avemaría.
6.
Que
yo
soy
manso
y
humilde
de
corazón.
(Mt.
11,
29).
Avemaría.
7.
Y
hallaréis
descanso
para
vuestras
almas.
Porque
mi
yugo
es
suave
y
mi
carga
ligera.
(Mt.
11;
29,
30).
Avemaría.
8.
Le
seguía
una
gran
muchedumbre
de
pueblo
y
de
mujeres
que
se
golpeaban
el
pecho
y
hacían
duelo
por
El.
(Lc.
23,
28).
Avemaría.
9.
Jesús,
volviéndose
a
ellas
dijo:
hijas
de
Jerusalén,
no
lloréis
por
Mí;
llorad
más
bien
por
vosotras
y
por
vuestros
hijos.
(Lc.
23,
28).
Avemaría.
10.
Porque
si
en
el
leño
verde
hacen
esto,
en
el
seco,
¿qué
se
hará?.
(Lc.
23,
31).Avemaría.
Quinto
Misterio
Doloroso.
La
Crucifixión
y
Muerte
de
Nuestro
Señor.
(Después
de
esto,
Jesús,
sabiendo
que
todo
se
había
consumado,
para
que
se
cumpliera
la
Escritura,
dijo:
"Tengo
sed".
Había
allí
un
vaso
lleno
de
vinagre;
empaparon
una
esponja
en
el
vinagre,
la
pusieron
en
una
caña
y
se
la
acercaron
a
la
boca.
Cuando
Jesús
lo
probó,
dijo:
"Todo
está
cumplido".
E,
inclinando
la
cabeza,
expiró.)
(Jn
19,28-‐30)
1.
Cuando
llegaron
al
lugar
llamado
Calvario,
crucificaron
ahí
a
Jesús.
(Lc.
23,
33).
Avemaría.
2.
Jesús
decía:
Padre,
perdónalos
porque
no
saben
lo
que
hacen.
(Lc.
23,
34).
Avemaría.
3.
Uno
de
los
ladrones
crucificados
con
Él
decía:
Jesús
acuérdate
de
mí
cuando
vayas
a
tu
Reino.
(Mt.
27,
44;
Lc.
23;
39,
42).
Avemaría.
4.
Jesús
le
dijo:
Yo
te
aseguro,
hoy
estarás
conmigo
en
el
Paraíso.
(Lc.
23,
43).
Avemaría.
5.
Jesús,
viendo
a
su
Madre,
y
junto
a
Ella
al
discípulo
que
El
amaba.
(Jn.
19,
26).
Avemaría.
6.
Dijo
a
su
Madre:
mujer,
he
ahí
a
tu
hijo.
Luego
dijo
al
discípulo:
he
ahí
a
tu
Madre:
(Jn.
19,
26-‐27).
Avemaría.
7.
Y
desde
aquel
momento
el
discípulo
la
recibió
consigo.
(Jn.
19,
27).
Avemaría.
8.
El
sol
se
oscureció
y
el
velo
del
templo
se
rasgó
por
la
mitad.
(Lc.
23,
45).
Avemaría.
9.
Y
Jesús,
con
una
voz
fuerte,
exclamó:
Padre,
en
tus
manos
encomiendo
mi
Espíritu.
(Lc.
23,
46).
Avemaría.
10.
Inclinó
la
cabeza
y
entregó
el
Espíritu.
(Jn.
19,
30).
Avemaría.
MISTERIOS
GLORIOSOS
Miércoles
y
Domingos
"La
contemplación
del
rostro
de
Cristo
no
puede
reducirse
a
su
imagen
de
crucificado.
¡Él
es
el
Resucitado!".
El
Rosario
ha
expresado
siempre
esta
convicción
de
fe,
invitando
al
creyente
a
superar
la
oscuridad
de
la
Pasión
para
fijarse
en
la
gloria
de
Cristo
en
su
Resurrección
y
en
su
Ascensión.
Contemplando
al
Resucitado,
el
cristiano
descubre
de
nuevo
las
razones
de
la
propia
fe
(cf.
1
Co
15,14),
y
revive
la
alegría
no
solamente
de
aquellos
a
los
que
Cristo
se
manifestó
–los
Apóstoles,
la
Magdalena,
los
discípulos
de
Emaús–,
sino
también
el
gozo
de
María,
que
experimentó
de
modo
intenso
la
nueva
vida
del
Hijo
glorificado.
A
esta
gloria,
que
con
la
Ascensión
pone
a
Cristo
a
la
derecha
del
Padre,
sería
elevada
Ella
misma
con
la
Asunción,
anticipando
así,
por
especialísimo
privilegio,
el
destino
reservado
a
todos
los
justos
con
la
resurrección
de
la
carne.
Al
fin,
coronada
de
gloria
–como
aparece
en
el
último
misterio
glorioso–,
María
resplandece
como
Reina
de
los
Ángeles
y
los
Santos,
anticipación
y
culmen
de
la
condición
escatológica
de
la
Iglesia.
En
el
centro
de
este
itinerario
de
gloria
del
Hijo
y
de
la
Madre,
el
Rosario
considera,
en
el
tercer
misterio
glorioso,
Pentecostés,
que
muestra
el
rostro
de
la
Iglesia
como
una
familia
reunida
con
María,
avivada
por
la
efusión
impetuosa
del
Espíritu
y
dispuesta
para
la
misión
evangelizadora.
La
contemplación
de
éste,
como
de
los
otros
misterios
gloriosos,
ha
de
llevar
a
los
creyentes
a
tomar
conciencia
cada
vez
más
viva
de
su
nueva
vida
en
Cristo,
en
el
seno
de
la
Iglesia;
una
vida
cuyo
gran
'icono'
es
la
escena
de
Pentecostés.
De
este
modo,
los
misterios
gloriosos
alimentan
en
los
creyentes
la
esperanza
en
la
meta
escatológica,
hacia
la
cual
se
encaminan
como
miembros
del
Pueblo
de
Dios
peregrino
en
la
historia.
Esto
les
impulsará
necesariamente
a
dar
un
testimonio
valiente
de
aquel
"gozoso
anuncio"
que
da
sentido
a
toda
su
vida.
Primer
Misterio
Glorioso.
La
Resurrección
de
Jesús.
(Pasado
el
sábado,
al
rayar
el
alba,
el
primer
día
de
la
semana,
fueron
María
Magdalena
y
la
otra
María
a
ver
el
sepulcro.
De
pronto
hubo
un
gran
terremoto,
pues
un
ángel
del
Señor
bajó
del
cielo,
se
acercó,
hizo
rodar
la
losa
del
sepulcro
y
se
sentó
en
ella.
Su
aspecto
era
como
un
rayo,
y
su
vestido
blanco
como
la
nieve.
Los
guardias
temblaron
de
miedo
y
se
quedaron
como
muertos.
Pero
el
ángel,
dirigiéndose
a
las
mujeres,
les
dijo:
"No
temáis;
sé
que
buscáis
a
Jesús,
el
crucificado.
No
está
aquí.
Ha
resucitado,
como
dijo.
Venid,
ved
el
sitio
donde
estaba.
Id
en
seguida
a
decir
a
sus
discípulos:
Ha
resucitado
de
entre
los
muertos
y
va
delante
de
vosotros
a
Galilea.
Allí
le
veréis.
Ya
os
lo
he
dicho".)
(Mt
28,1-‐7)
1.
Yo
os
aseguro
que
lloraréis
y
os
lamentaréis,
y
el
mundo
se
alegrará.
Estaréis
tristes,
pero
vuestra
tristeza
se
convertirá
en
gozo.
(Jn.
16,
20).
Avemaría.
2.
También
vosotros
estáis
tristes
ahora,
pero
volveré
a
veros
y
se
alegrará
vuestro
corazón
y
nadie
os
podrá
quitar
vuestra
alegría.
(Jn.
16,
22).
Avemaría.
3.
El
primer
día
de
la
semana,
muy
de
mañana,
llegaron
al
sepulcro
llevando
los
aromas
que
habían
preparado.
(Lc.
24,
1).
Avemaría.
4.
De
pronto
hubo
un
gran
terremoto,
pues
un
Ángel
del
Señor
bajó
del
cielo,
se
acercó,
hizo
rodar
la
piedra
del
sepulcro
y
se
sentó
en
ella.
(Mt.
28,
2).
Avemaría.
5.
No
temáis,
pues
sé
que
buscáis
a
Jesús,
el
crucificado.
(Mt.
28,
5).
Avemaría.
6.
No
está
aquí:
resucitó
como
dijo.
Venid
y
ved
el
sitio
donde
estaba.
(Mt.
28,
6).
Avemaría.
7.
Y
va
delante
de
vosotros
a
Galilea.
Allí
le
veréis.
(Mt.
28,
7).
Avemaría.
8.
Ellas
se
alejaron
a
toda
prisa
del
sepulcro,
y
con
temor
y
gran
alegría
corrieron
a
llevar
la
noticia
a
los
discípulos.
(Mt.
28,
8).
Avemaría.
9.
Yo
soy
la
Resurrección
y
la
Vida.
El
que
cree
en
Mí,
aunque
muera,
vivirá.
(Jn.
11,
25).
Avemaría.
10.
Y
todo
el
que
vive
y
cree
en
Mí,
no
morirá
jamás.
(Jn.
11,26).
Avemaría.
Segundo
Misterio
Glorioso.
La
Ascensión
de
Jesús
al
Cielo.
(Dicho
esto,
lo
vieron
subir,
hasta
que
una
nube
lo
ocultó
a
su
vista.
Ellos
se
quedaron
mirando
fijamente
al
cielo
mientras
él
se
iba,
cuando
se
les
aparecieron
dos
hombres
vestidos
de
blanco,
que
les
dijeron:
"Galileos,
¿qué
hacéis
ahí
mirando
al
cielo?
Este
Jesús
que
acaba
de
subir
al
cielo
volverá
tal
como
lo
habéis
visto
irse
al
cielo".)
(He
1,9-‐11)
1.
Los
llevó
después
afuera
hasta
cerca
de
Betania;
y,
levantando
la
mano,
les
dio
su
bendición.
(Lc.
24,
50).
Avemaría.
2.
Me
ha
sido
dado
todo
poder
en
el
Cielo
y
en
la
tierra.
(Mt.
28,
18).
Avemaría.
3.
Id,
pues,
y
haced
discípulos
a
todas
las
gentes.
(Mt.
28,
18).Avemaría.
4.
Bautizándolas
en
el
nombre
del
Padre
y
del
Hijo
y
del
Espíritu
Santo.
(Mt.
28,
19).
Avemaría.
5.
Y
enseñadles
a
observar
todo
cuanto
yo
os
he
mandado.
(Mt.
28,
20).
Avemaría
6.
El
que
crea
y
se
bauticé,
se
salvará.
(Mc.
16,
16).
Avemaría.
7.
Pero
el
que
no
crea,
se
condenará.
(Mc.
16,
16).
Avemaría.
8.
Y
mirad,
Yo
estaré
siempre
con
vosotros
hasta
el
fin
del
mundo.
(Mt.
82,
20).
Avemaría.
9.
Y,
en
tanto
que
los
bendecía,
se
apartó
de
ellos
y
fue
elevándose
al
Cielo.
(Lc.
24,
51).
Avemaría.
10.
Y
allí
está
sentado
a
la
diestra
de
Dios.
(Mc.
16,
19).
Avemaría.
Tercer
Misterio
Glorioso.
La
Venida
del
Espíritu
Santo.
(Al
llegar
el
día
de
pentecostés,
estaban
todos
juntos
en
el
mismo
lugar.
De
repente
un
ruido
del
cielo,
como
de
viento
impetuoso,
llenó
toda
la
casa
donde
estaban.
Se
les
aparecieron
como
lenguas
de
fuego,
que
se
repartían
y
se
posaban
sobre
cada
uno
de
ellos.
Todos
quedaron
llenos
del
Espíritu
Santo
y
comenzaron
a
hablar
en
lenguas
extrañas,
según
el
Espíritu
Santo
les
movía
a
expresarse.)
(He
2,1-‐4)
1.
Cuando
llegó
el
día
de
Pentecostés,
estaban
todos
juntos
en
un
mismo
local.
(Hch.
2,
1).
Avemaría.
2.
Y
se
oyó
de
repente
un
estruendo,
que
venía
del
cielo,
como
de
una
ráfaga
de
viento
que
sopla
con
furia.
(Hch.
2,
2).
Avemaría.
3.
Y
aparecieron
unas
como
lenguas
de
fuego,
que
se
repartieron
y
posaron
sobre
cada
uno
de
ellos.
(Hch.
2,
3).
Avemaría.
4.
Todos
quedaron
llenos
del
Espíritu
Santo,
y
comenzaron
a
hablar
en
lenguas
extrañas,
según
el
Espíritu
Santo
les
movía
a
expresarse.
(Hch.
2,
4).
Avemaría.
5.
Había
en
Jerusalén
judíos
que
allí
residían,
hombres
piadosos,
venidos
de
todas
las
naciones
que
hay
bajo
el
cielo.
(Hch.
2,
5).
Avemaría.
6.
Entonces
Pedro,
en
pie
con
los
once,
alzó
su
voz
y
les
dirigió
estas
palabras.
(Hch.
2,
14).
Avemaría.
7.
Arrepentíos
y
que
cada
uno
de
vosotros
se
bautice
en
el
nombre
de
Jesucristo
para
remisión
de
vuestros
pecados;
y
recibiréis
entonces
el
don
del
Espíritu
Santo.
(Hch.
2,
38).
Avemaría.
8.
Y
los
que
acogieron
su
palabra
se
bautizaron,
y
se
agregaron
aquel
día
unas
tres
mil
almas.
(Hch.
2,41).
Avemaría.
9.
Envías
tu
soplo
y
son
creados,
y
renuevas
la
faz
de
la
tierra.
(Sal.
104,
30).
Avemaría.
10.
Ven,
¡oh
Espíritu
Santo!,
llena
los
corazones
de
tus
fieles;
y
enciende
en
ellos
el
fuego
de
tu
Amor.
Aleluya.
(Secuencia
de
Pentecostés).
Avemaría.
Cuarto
Misterio
Glorioso.
La
Asunción
de
María
al
Cielo.
(Desde
ahora
me
llamarán
dichosa
todas
las
generaciones,
porque
el
todopoderoso
ha
hecho
conmigo
cosas
grandes.)
(Lc
1,48-‐49)
1.
Bendita
seas
Tú,
hija
del
Dios
Altísimo,
entre
todas
las
mujeres
de
la
tierra.
(Jdt.
13,
18).
Avemaría.
2.
La
confianza
que
has
demostrado
no
se
borrará
del
corazón
de
los
hombres.
(Jdt.
13,
19).
Avemaría.
3.
Que
Dios
te
conceda
para
exaltación
perpetua
el
ser
favorecida
con
todos
los
bienes,
porque
no
vacilaste
en
exponer
tu
vida
a
causa
de
la
humillación
de
nuestra
raza.
(Jdt.
13,
20).
Avemaría.
4.
Tú
eres
la
exaltación
de
Jerusalén,
Tú
el
gran
orgullo
de
Israel,
Tú
la
suprema
gloria
de
nuestra
raza.
(Jdt.
15,
9).
Avemaría.
5.
Escucha,
hija,
mira
y
pon
atento
oído:
el
Rey
está
prendado
de
tu
belleza.
(Sal.
35;
11,
12).
Avemaría.
6.
Entonces
se
abrió
el
templo
de
Dios
que
está
en
el
cielo,
y
hubo
relámpagos,
y
estrépito,
y
truenos.
(Ap.
11,
19).
Avemaría.
7.
Apareció
una
grandiosa
señal
en
el
cielo:
una
Mujer
vestida
del
sol.
(Ap.
12,
1).
Avemaría.
8.
Con
la
luna
bajo
sus
pies,
y
con
una
corona
de
doce
estrellas
en
la
cabeza.
(Ap.
12,
1).
Avemaría.
9.
Toda
espléndida,
la
Hija
del
Rey,
va
adentro
con
vestido
en
oro
recamado.
(Sal.
45,
14).
Avemaría.
10.
Cantad
al
Señor
un
canto
nuevo,
porque
ha
hecho
maravillas.
(Sal.
98,
1).
Avemaría.
Quinto
Misterio
Glorioso.
La
Coronación
de
María
Santísima.
(Una
gran
señal
apareció
en
el
cielo:
una
mujer
vestida
del
sol,
con
la
luna
bajo
sus
pies
y
una
corona
de
doce
estrellas
en
la
cabeza.)
(Ap
12,1)
1.
¿Quién
es
ésta
que
surge
cual
aurora,
bella
como
la
luna,
refulgente
como
el
sol?.
(Cant.
6,
10).
Avemaría.
2.
Como
flor
del
rosal
en
primavera,
como
lirio
junto
al
manantial;
como
brote
del
Líbano
en
verano,
como
fuego
e
incienso
en
el
incensario;
como
vaso
de
oro
macizo
adornado
de
toda
clase
de
piedras
preciosas.
(Eclo.
50,
8-‐9).
Avemaría.
3.
Yo
soy
la
Madre
del
Amor
hermoso,
del
temor,
del
conocimiento,
y
de
la
santa
esperanza.
(Eclo.
24,
24).
Avemaría.
4.
En
mi
está
toda
gracia
de
camino
y
de
verdad;
en
mi
toda
esperanza
de
vida
y
de
virtud.
(Eclo.
24,
25).
Avemaría.
5.
Venid
a
mi
los
que
me
deseáis
y
hartaos
de
mis
frutos.
(Eclo.
24,
26).
Avemaría.
6.
Que
mi
recuerdo
es
más
dulce
que
la
miel;
mi
heredad
mas
dulce
que
panal
de
miel.
(Eclo.
24,
27).
Avemaría.
7.
Ahora,
pues,
hijos,
escuchadme,
escuchad
la
instrucción
y
haceos
sabios,
no
la
despreciéis.
(Prov.
8,
32-‐33).
Avemaría.
8.
Dichosos
los
que
guardan
mis
caminos.
Dichoso
el
hombre
que
me
escucha
velando
ante
mi
puerta
cada
día.
(Prov.
8,
33-‐34).
Avemaría.
9.
Porque
el
que
me
halla,
ha
hallado
la
Vida,
ha
logrado
el
Favor
de
Señor.
(Prov.
8,
35).
Avemaría.
10.
Salve,
oh
Reina
de
la
Misericordia,
líbranos
del
enemigo,
y
recíbenos
en
la
hora
de
la
muerte.
(Gradual
M.
de
B.
V
M).
Avemaría.
ROSARIO
MILAGROSA
PRIMER
MISTERIO
Os
suplicamos,
Señor,
saquéis
tantas
almas
del
purgatorio
y
convirtáis
tantos
pecadores,
cuantas
fueron
las
sensaciones
de
dolor
que
sufrió
vuestro
amantísimo
corazón
y
el
de
vuestra
Purísima
Madre,
en
la
noche
de
vuestra
dolorosa
Pasión
y
cruel
agonía
en
el
huerto
de
las
Olivos.
Y
vosotras,
almas
santas,
alcanzadnos
del
Señor
las
gracias
que
deseamos
conseguir
por
intercesión
de
la
Santísima
Virgen,
saludándola
diez
veces
con
la
jaculatoria.
¡Oh
María!
sin
pecado
concebida,
rogad
por
nosotros
que
recurrimos
a
Vos.
SEGUNDO
MISTERIO
Os
suplicamos,
Señor,
saquéis
tantas
almas
del
purgatorio
y
convirtáis
tantos
pecadores,
cuantas
fueron
las
sensaciones
de
dolor
que
sufrió
vuestro
amantísimo
corazón
y
el
de
vuestra
Purísima
Madre
con
el
tormento
de
los
crueles
azotes
que
sufristeis
amarrado
a
una
columna.
Y
vosotras,
almas
santas,
alcanzadnos
del
Señor
las
gracias
que
deseamos
conseguir
por
intercesión
de
la
Santísima
Virgen,
saludándola
diez
veces
con
la
jaculatoria.
¡Oh
María!
sin
pecado
concebida,
rogad
por
nosotros
que
recurrimos
a
vos.
TERCER
MISTERIO
Os
suplicamos,
Señor,
saquéis
tantas
almas
del
purgatorio
y
convirtáis
tantos
pecadores,
cuantas
fueron
las
sensaciones
de
dolor
que
sufrió
Vuestro
amantísimo
Corazón
y
el
de
vuestra
Purísima
Madre
con
la
cruel
coronación
de
espinas,
burlas
y
escarnios.
Y
vosotras,
almas
santas,
alcanzadnos
del
Señor
las
gracias
que
deseamos
conseguir
por
intercesión
de
la
Santísima
Virgen,
saludándola
diez
veces
con
la
jaculatoria.
¡Oh
María!
sin
pecado
concebida,
rogad
por
nosotros
que
recurrimos
a
Vos.
CUARTO
MISTERIO
Os
suplicamos,
Señor,
saquéis
tantas
almas
del
purgatorio
y
convirtáis
tantos
pecadores,
cuantas
fueron
las
sensaciones
de
dolor
que
sufrió
vuestro
amantísimo
corazón
y
el
de
vuestra
Purísima
Madre
en
el
encuentro
de
la
calle
de
la
Amargura
caminando
con
pesada
cruz
de
nuestros
pecados.
Y
vosotras,
almas
santas,
alcanzadnos
del
Señor
las
gracias
que
deseamos
conseguir
por
intercesión
de
la
Santísima
Virgen,
saludándola
diez
veces
con
la
jaculatoria.
¡Oh
María!
sin
pecado
concebida,
rogad
por
nosotros
que
recurrimos
a
Vos.
QUINTO
MISTERIO
Os
suplicamos,
Señor,
saquéis
tantas
almas
del
purgatorio
y
convirtáis
tantos
pecadores,
cuantas
fueron
las
sensaciones
de
dolor
que
sufrió
vuestro
amantísimo
corazón
y
el
de
vuestra
Purísima
Madre
en
las
tres
horas
de
mortal
agonía
y
afrentosa
muerte
en
la
Cruz.
Y
vosotras,
almas
santas,
alcanzadnos
del
Señor
las
gracias
que
deseamos
conseguir
por
intercesión
de
la
Santísima
Virgen,
saludándola
diez
veces
con
la
jaculatoria.
¡Oh
María!
sin
pecado
concebida,
rogad
por
nosotros
que
recurrimos
a
Vos.
Se
concluye
el
rosario
rezando
el
Credo
y
la
Salve.
CORONA
DE
LAS
DOCE
ESTRELLAS
EN
HONOR
DE
LA
INMACULADA
Ave
María
Purísima.
Sin
pecado
concebida.
En
el
nombre
del
Padre,
del
Hijo
y
del
Espíritu
Santo.
Amén.
Alabemos
y
demos
gracias
a
la
Santísima
Trinidad
que
nos
manifestó
a
la
Virgen
María
vestida
del
sol,
con
la
luna
bajo
sus
pies
y
una
corona
misteriosa
de
doce
estrellas
sobre
su
cabeza.
Por
todos
los
siglos
de
los
siglos.
Amén.
Alabemos
y
demos
gracias
al
Padre
Eterno,
que
escogió
a
la
Virgen
María
por
su
Hija.
Amén.
Padrenuestro...
Alabado
sea
el
Padre
Eterno,
que
predestinó
a
la
Virgen
María
por
Madre
de
su
divino
Hijo.
Amén.
Dios
te
salve...
Alabado
sea
el
Padre
Eterno,
que
preservó
a
la
Virgen
María
de
toda
culpa
en
su
Concepción.
Amén.
Dios
te
salve…
Alabado
sea
el
Padre
Eterno,
que
adornó
a
la
Virgen
María
con
todas
las
virtudes
en
su
Nacimiento
Amén.
Dios
te
salve...
Alabado
sea
el
Padre
Eterno,
que
dio
a
la
Virgen
María
por
compañero
y
Esposo
purísimo
a
San
José.
Amén.
Dios
te
salve...
Gloria...
Alabemos
y
demos
gracias
al
Hijo
de
Dios,
que
escogió
a
la
Virgen
María
por
su
Madre.
Amén.
Padrenuestro...
Alabado
sea
el
Hijo
de
Dios,
que
se
encarnó
en
las
entrañas
de
la
Virgen
María
y
en
ellas
habitó
nueve
meses.
Amén.
Dios
te
salve...
Alabado
sea
el
Hijo
de
Dios,
que
quiso
nacer
de
la
Virgen
María
y
la
proveyó
de
leche
para
alimentarle.
Amén.
Dios
te
salve...
Alabado
sea
el
Hijo
de
Dios,
que
quiso
ser
educado
por
la
Virgen
María
en
su
infancia.
Amén.
Dios
te
salve...
Alabado
sea
el
Hijo
de
Dios,
que
reveló
a
la
Virgen
María
los
misterios
de
la
redención
del
mundo.
Amén.
Dios
te
salve...
Gloria...
Alabemos
y
demos
gracias
al
Espíritu
Santo,
que
recibió
a
la
Virgen
María
por
su
Esposa.
Amén.
Padrenuestro...
Alabado
sea
el
Espíritu
Santo,
que
reveló
a
la
Virgen
María,
antes
que
a
otro,
el
nombre
suyo
de
Espíritu
Santo.
Amén.
Dios
te
salve...
Alabado
sea
el
Espíritu
Santo,
por
cuya
obra
fue
la
Virgen
María,
a
un
mismo
tiempo,
Virgen
y
Madre.
Amén.
Dios
te
salve...
Alabado
sea
el
Espíritu
Santo,
por
cuya
virtud
fue
la
Virgen
María
templo
vivo
de
la
Santísima
Trinidad.
Amén.
Dios
te
salve...
Alabado
sea
el
Espíritu
Santo,
por
el
cual
fue
la
Virgen
María
ensalzada
en
el
cielo
sobre
todas
las
criaturas
Amén.
Dios
te
sal
salve...
Gloria...
Terminar
con
una
Salve
por
las
intenciones
del
Romano
Pontífice
CIEN
RÉQUIEM
MODO
DE
PRACTICAR
ESTA
PIADOSA
DEVOCIÓN
Para
hacer
este
ejercicio,
cada
uno
puede
servirse
de
un
rosario
común
de
cinco
decenas,
recorriéndolo
dos
veces
para
formar
las
diez
decenas,
o
sea
la
centena
de
Réquiem.
Se
empieza
rezando
un
Padrenuestro
y
después
una
decena
de
Réquiem
en
esta
forma:
Dadles,
Señor,
el
eterno
descanso
y
haced
lucir
sobre
ellas
vuestra
eterna
luz.
En
cada
cuenta
grande
se
dirá
la
jaculatoria
y
ofrenda
siguientes:
JACULATORIA
Almas
santas,
almas
purgantes,
rogad
a
Dios
por
nosotros,
que
nosotros
rogaremos
por
vosotros
para
que
El
os
dé
la
gloria
del
paraíso.
OFRENDA
Padre
eterno,
os
ofrecemos
la
sangre,
pasión
y
muerte
de
Jesucristo,
los
dolores
de
la
Santísima
Virgen
y
los
de
San
José,
por
la
remisión
de
nuestros
pecados,
la
libertad
de
las
almas
del
Purgatorio
y
la
conversión
de
los
pecadores.
En
seguida
se
rezan
la
segunda
y
demás
decenas
de
Réquiem
sobre
las
cuentas
pequeñas,
repitiendo
la
jaculatoria
y
la
ofrenda
sobre
cada
cuenta
grande.
Acabadas
las
diez
decenas,
o
sea
la
centena
de
Réquiem,
se
rezará
la
siguiente
oración:
DE
PROFUNDIS
Salmo
CXXIX
de
David
Desde
el
profundo
abismo
de
mis
penas
a
Ti
clamo,
Señor,
de
noche
y
día;
oye,
mi
Dios,
los
incesantes
ruegos
de
un
corazón
contrito
que
se
humilla.
Estén
gratos
y
atentos
tus
oídos
a
mi
voz
lamentable
y
dolorida:
a
Ti
mis
ayes
y
gemidos
lleguen
pues
a
escucharlos
tu
piedad
se
inclina.
¿Si
siempre
airado
tus
divinos
ojos
sobre
las
culpas
de
los
hombres
fijas,
quién
estará
confiado
en
tu
presencia,
confundiéndonos
sólo
ante
tu
vista?
Más
la
eterna
palabra
de
tu
seno
que
aplaque
espero
tus
terribles
iras;
porque
son
inefables
tus
promesas
y
con
tus
gracias
pecador
invitas.
Así
aunque
mi
alma
acongojada
gime
contemplando
el
rigor
de
tu
justicia,
por
tu
palabra
la
indulgencia
espera,
de
que
la
hacen
culpas
tan
indigna.
¡Oh
pueblo
electo!
De
mañana
y
noche,
en
todos
tus
peligros
y
fatigas,
acógete
al
Señor
con
la
confianza
que
en
su
ley
soberana
nos
intima.
Porque
es
inagotable
su
clemencia;
se
muestra
con
los
flacos
compasiva;
de
todas
sus
miserias
los
redime,
y
siempre
que
le
claman
los
auxilia.
Este
Dios
abrevie
el
tiempo
en
que
logre
Israel
su
eterna
dicha
cuando
de
tus
pecados
la
liberte,
que
con
tanto
rigor
la
tiranizan.
Encomendémonos
ahora
a
las
almas
del
Purgatorio
y
digamos:
¡Almas
benditas!
nosotros
hemos
rogado
por
vosotros
que
sois
tan
amadas
de
Dios
y
estáis
seguras
de
no
poderlo
más
perder:
rogadle
por
nosotros
miserables
que
estamos
en
peligro
de
condenarnos
para
siempre.
¡Dulce
Jesús,
dad
descanso
eterno
a
las
benditas
almas
del
Purgatorio!
VÍA
CRUCIS
(San
Alfonso
María
de
Ligorio)
En
el
nombre
del
Padre,
y
del
Hijo,
y
del
Espíritu
Santo.
Amén.
Primera
Estación.
Jesús
es
condenado
a
muerte.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
cómo
Jesús,
después
de
haber
sido
azotado
y
coronado
de
espinas,
fue
injustamente
sentenciado
por
Pilato
a
morir
crucificado.
-‐
Adorado
Jesús
mío:
mis
pecados
fueron
más
bien
que
Pilato,
los
que
os
sentenciaron
a
muerte.
Por
los
méritos
de
este
doloroso
camino,
os
suplico
me
asistáis
en
el
camino
que
va
recorriendo
mi
alma
para
la
eternidad.
Pilato
les
dijo:
"¿Qué
haré
entonces
con
Jesús,
a
quien
llaman
el
mesías?"
Todos
dijeron:
"¡Que
lo
crucifiquen!"
Él
replicó:
"Pues,
¿qué
mal
ha
hecho?"
Ellos
gritaron
más
fuerte:
"¡Que
lo
crucifiquen!"
(Mt
27,22-‐23)
Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Segunda
Estación.
Jesús
carga
con
la
Cruz.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
cómo
Jesús,
andando
este
camino
con
la
cruz
a
cuestas,
pensaba
en
ti
y
ofrecía
a
su
Padre
por
ti
la
muerte
que
iba
a
padecer.
-‐
Amabilísimo
Jesús
mío:
abrazo
todas
las
tribulaciones
que
me
tenéis
destinadas
hasta
la
muerte.
Os
ruego,
por
los
méritos
de
la
pena
que
sufristeis
llevando
vuestra
cruz,
me
ayudéis
a
llevar
la
mía
con
perfecta
paciencia
y
resignación.
Jesús
quedó
en
manos
de
los
judíos
y,
cargado
con
la
cruz,
salió
hacia
el
lugar
llamado
"la
calavera",
en
hebreo
"Gólgota".
(Jn
19,17)
Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Tercera
Estación.
Jesús
cae
por
primera
vez.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
esta
primera
caída
de
Jesús
debajo
de
la
cruz.
Sus
carnes
estaban
despedazadas
por
los
azotes,
su
cabeza
coronada
de
espinas,
y
había
derramado
mucha
sangre,
por
lo
cual
estaba
tan
débil,
que
apenas
podía
caminar;
llevaba
al
mismo
tiempo
aquel
enorme
peso
sobre
sus
hombros
y
los
soldados
le
empujaban;
de
modo
que
muchas
veces
cayó
en
este
camino.
-‐
Amado
Jesús
mío:
más
que
el
peso
de
la
cruz,
son
mis
pecados
los
que
os
hacen
sufrir
tantas
penas.
Por
los
méritos
de
esta
primera
caída,
libradme
de
caer
en
pecado
mortal.
Todos
nosotros,
como
ovejas,
andábamos
errantes;
cada
cual
siguiendo
su
propio
camino.
Y
el
Señor
ha
hecho
recaer
sobre
él
la
perversidad
de
todos
nosotros.(Is
53,6)
Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Cuarta
Estación.
Jesús
encuentra
a
su
Madre.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
el
encuentro
del
Hijo
con
su
Madre
en
este
camino.
Se
miraron
mutuamente
Jesús
y
María,
y
sus
miradas
fueron
otras
tantas
flechas
que
traspasaron
sus
amantes
corazones.
-‐
Amantísimo
Jesús
mío:
por
la
pena
que
experimentasteis
en
este
encuentro,
concededme
la
gracia
de
ser
verdadero
devoto
de
vuestra
Santísima
Madre.
Y
Vos,
mi
afligida
Reina,
alcanzadme
con
vuestra
intercesión
una
continua
y
amorosa
memoria
de
la
Pasión
de
vuestro
Hijo.
Simeón
los
bendijo,
y
dijo
a
María,
su
madre:
"Este
niño
está
destinado
en
Israel
para
que
unos
caigan
y
otros
se
levanten;
será
signo
de
contradicción
para
que
sean
descubiertos
los
pensamientos
de
todos;
y
a
ti
una
espada
te
atraversará
el
corazón".
(Lc
2,34-‐35)
Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Quinta
Estación.
Simón
de
Cirene
ayuda
a
Jesús
a
llevar
la
Cruz.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
cómo
los
judíos,
al
ver
que
Jesús
iba
desfalleciendo
cada
vez
más,
temieron
que
se
les
muriese
en
el
camino
y,
como
deseaban
verle
morir
de
la
muerte
infame
de
cruz,
obligaron
a
Simón
de
Cirene
a
llevar
la
cruz
detrás
de
Jesús.
Dulcísimo
Jesús
mío:
no
quiero
rehusar
la
cruz,
como
lo
hizo
el
Cirineo,
antes
bien
la
acepto
y
la
abrazo;
acepto
en
particular
la
muerte
que
tengáis
destinada
para
mí,
con
todas
las
penas
que
la
han
de
acompañar,
la
uno
a
la
vuestra,
y
os
la
ofrezco.
Vos
habéis
muerto
por
mi
amor,
yo
quiero
morir
por
el
vuestro
y
por
daros
gusto.
Ayudadme
con
vuestra
gracia.
Cuando
lo
conducían,
echaron
mano
de
un
tal
Simón
de
Cirene,
que
venía
del
campo,
y
le
cargaron
la
cruz
para
que
la
llevara
detrás
de
Jesús.
(Lc
23,26)
Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Sexta
Estación.
La
Verónica
enjuga
el
rostro
de
Jesús.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
cómo
la
santa
mujer
Verónica,
al
ver
a
Jesús
tan
fatigado
y
con
el
rostro
bañado
en
sudor
y
sangre,
le
ofreció
un
lienzo,
y
limpiándose
con
él
nuestro
Señor,
quedó
impreso
en
éste
su
santa
imagen.
-‐
Amado
Jesús
mío:
en
otro
tiempo
vuestro
rostro
era
hermoso,
mas
en
este
camino
ha
perdido
su
hermosura
por
las
heridas
y
la
sangre
que
lo
han
desfigurado.
¡Ah
Señor
mío!,
también
mi
alma
fue
hermosa
cuando
recibió
tu
gracia
en
el
Bautismo,
mas
yo
la
he
desfigurado
después
con
mis
pecados.
Vos
sólo,
¡oh
Redentor
mío!,
podéis
restituirle
su
belleza
pasada:
hacedlo
por
vuestra
Pasión.
Sin
gracia
ni
belleza
para
atraer
la
mirada,
sin
aspecto
digno
de
complacencia.
Despreciado,
desecho
de
la
humanidad,
hombre
de
dolores,
avezado
al
sufrimiento,
como
uno
ante
el
cual
se
oculta
el
rostro.
(Is
53,2-‐3)
Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Séptima
Estación.
Jesús
cae
por
segunda
vez.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
la
segunda
caída
de
Jesús
debajo
de
la
cruz,
en
la
cual
se
le
renueva
el
dolor
de
las
heridas
de
su
cabeza
y
de
todo
su
cuerpo
al
afligido
Señor.
-‐
Oh
pacientísimo
Jesús
mio.
Vos
tantas
veces
me
habéis
perdonado,
y
yo
he
vuelto
a
caer
y
a
ofenderos.
Ayudadme,
por
los
méritos
de
esta
nueva
caída,
a
perseverar
en
vuestra
gracia
hasta
la
muerte;
haced
que
en
todas
las
tentaciones
que
me
asalten,
siempre
me
encomiende
a
Vos.
Era
maltratado,
y
no
se
resistía
ni
abría
su
boca;
como
cordero
llevado
al
matadero,
como
oveja
ante
sus
esquiladores,
no
abría
la
boca.(Is
53,7)Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Octava
Estación.
Jesús
consuela
a
las
mujeres
de
Jerusalén.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
cómo
algunas
mujeres,
viendo
a
Jesús
en
tan
lastimoso
estado,
que
derramaba
sangre
por
el
camino,
lloraban
de
compasión;
mas
Jesús
les
dijo:
no
lloréis
por
mí,
sino
por
vuestros
hijos.
-‐
Afligido
Jesús
mío:
lloro
las
ofensas
que
os
he
hecho,
por
los
castigos
que
me
han
merecido,
pero
mucho
más
por
el
disgusto
que
os
he
dado
a
Vos,
que
tanto
me
habéis
amado.
No
es
tanto
el
infierno,
como
vuestro
amor,
el
que
me
hace
llorar
mis
pecados.
Lo
seguía
mucha
gente
del
pueblo
y
mujeres,
que
se
daban
golpes
de
pecho
y
se
lamentaban
por
él.
Jesús
se
volvió
a
ellas
y
les
dijo:
"Hijas
de
Jerusalén,
no
lloréis
por
mí;
llorad
por
vosotras
y
por
vuestros
hijos,
porque
vienen
días
en
los
que
se
dirá:
Dichosas
las
estériles,
los
vientres
que
no
han
dado
a
luz
y
los
pechos
que
no
han
amamantado.
Entonces
comenzarán
a
decir
a
las
montañas:
Caed
sobre
nosotros,
y
a
los
collados:
Sepultadnos;
porque
si
esto
hacen
al
leño
verde,
¿qué
no
harán
al
seco?"(Lc
23,27-‐31)Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Novena
Estación.
Jesús
cae
por
tercera
vez.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
la
tercera
caída
de
Jesucristo.
Extremada
era
su
debilidad
y
excesiva
la
crueldad
de
los
verdugos,
que
querían
hacerle
apresurar
el
paso,
cuando
apenas
le
quedaba
aliento
para
moverse.
-‐
Atormentado
Jesús
mío:
por
los
méritos
de
la
debilidad
que
quisisteis
padecer
en
vuestro
camino
al
Calvario,
dadme
la
fortaleza
necesaria
para
vencer
los
respetos
humanos
y
todos
mis
malos
apetitos,
que
me
han
hecho
despreciar
vuestra
amistad.
Ha
sido
traspasado
por
nuestros
pecados,
triturado
por
nuestras
iniquidades;
el
castigo,
precio
de
nuestra
paz,
cae
sobre
él,
y
a
causa
de
sus
llagas
hemos
sido
curados.(Is
53,5)Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Décima
Estación.
Jesús
es
despojado
de
sus
vestiduras.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
cómo
al
ser
despojado
Jesús
de
sus
vestiduras
por
los
verdugos,
estando
la
túnica
interior
pegada
a
las
carnes
desolladas
por
los
azotes,
le
arrancaron
también
con
ella
la
piel
de
su
sagrado
cuerpo.
-‐
Compadece
a
tu
Señor
y
dile:
Inocente
Jesús
mío:
por
los
méritos
del
dolor
que
entonces
sufristeis,
ayudadme
a
desnudarme
de
todos
los
afectos
a
las
cosas
terrenas,
para
que
pueda
yo
poner
todo
mi
amor
en
Vos,
que
tan
digno
sois
de
ser
amado.
Los
soldados,
después
de
crucificar
a
Jesús,
se
repartieron
la
ropa
en
cuatro
partes,
una
para
cada
uno.
Dejaron
aparte
la
túnica,
tejida
de
una
pieza
de
arriba
abajo
sin
costura
alguna.
Por
eso
se
dijeron:
"No
debemos
partirla;
echémosla
a
suertes
a
ver
a
quién
le
toca".
Para
que
se
cumpliera
la
Escritura:
Se
repartieron
mis
vestidos
y
echaron
a
suertes
mi
túnica.(Jn
19,23-‐24)Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Undécima
Estación.
Jesús
es
clavado
en
la
Cruz.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
cómo
Jesús,
tendido
sobre
la
cruz,
alarga
sus
manos
y
ofrece
al
Eterno
Padre
el
sacrificio
de
su
vida
por
nuestra
salvación.
Le
enclavan
aquellos
bárbaros
verdugos
y
después
levantan
la
cruz
en
alto,
dejándole
morir
de
dolor,
sobre
aquel
patíbulo
infame.
-‐
Oh
despreciado
Jesús
mío.
Clavad
mi
corazón
a
vuestros
pies
para
que
quede
siempre
ahí
amándoos
y
no
os
deje
más.
Cuando
llegaron
al
lugar
llamado
Calvario,
crucificaron
allí
a
Jesús
y
a
los
criminales,
uno
a
la
derecha
y
otro
a
la
izquierda.
Jesús
decía:
"Padre,
perdónalos,
porque
no
saben
lo
que
hacen".(Lc
23,33-‐34)Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Duodécima
Estación.
Jesús
muere
en
la
Cruz.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
cómo
Jesús,
después
de
tres
horas
de
agonía,
consumido
de
dolores,
inclina
la
cabeza
y
expira
en
la
cruz.
-‐
Oh
difunto
Jesús
mío.
Beso
enternecido
esa
cruz
en
que
por
mí
habéis
muerto.
Yo,
por
mis
pecados,
he
merecido
una
mala
muerte,
mas
la
vuestra
es
mi
esperanza.
Por
los
méritos
de
vuestra
muerte,
concededme
la
gracia
de
morir
abrazado
a
vuestros
pies
y
abrasado
por
vuestro
amor.
En
vuestras
manos
encomiendo
mi
alma.
Hacia
el
mediodía
las
tinieblas
cubrieron
toda
la
tierra
hasta
las
tres
de
la
tarde.
El
sol
se
eclipsó
y
la
cortina
del
templo
se
rasgó
por
medio.
Y
Jesús,
con
fuerte
voz,
dijo:
"Padre,
en
tus
manos
encomiendo
mi
espíritu".
Dijo
esto
y
expiró.(Lc
23,44-‐46)Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Decimotercera
Estación.
Jesús
es
bajado
de
la
Cruz.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
cómo,
habiendo
expirado
ya
el
Señor,
le
bajaron
de
la
cruz
dos
de
sus
discípulos,
José
y
Nicodemo,
y
le
depositaron
en
los
brazos
de
su
afligida
Madre,
que
le
recibió
con
ternura
y
le
estrechó
contra
su
pecho.
-‐
Oh
Madre
afligida.
Por
el
amor
de
este
Hijo,
aceptadme
por
vuestro
siervo
y
rogadle
por
mí.
Y
Vos,
Redentor
mío,
Vos
que
habéis
muerto
por
mí,
dejadme
que
os
ame,
pues
Vos
sois
lo
único
que
quiero.
Un
hombre
llamado
José,
miembro
del
tribunal
supremo,
hombre
bueno
y
justo,
de
Arimatea,
ciudad
de
Judea,
el
cual
no
estaba
de
acuerdo
con
las
actuaciones
del
tribunal
y
que
esperaba
el
reino
de
Dios,
se
presentó
a
Pilato
y
le
pidió
el
cuerpo
de
Jesús.
Y
lo
bajó
de
la
cruz.(Lc
23,50-‐53)Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
Decimocuarta
Estación.
Jesús
es
colocado
en
el
sepulcro.
Te
adoramos,
Cristo,
y
te
bendecimos.
Que
por
tu
santa
Cruz
redimiste
al
mundo.
Considera
cómo
los
discípulos
llevaron
a
enterrar
a
Jesús,
acompañándole
también
su
Santísima
Madre,
que
le
depositó
en
el
sepulcro
con
sus
propias
manos.
Después
cerraron
la
puerta
del
sepulcro
y
se
retiraron.
-‐
Oh
Jesús
mío
sepultado.
Beso
esa
losa
que
os
encierra.
Vos
resucitasteis
después
de
tres
días;
por
vuestra
resurrección
os
suplico
me
hagáis
resucitar
glorioso
en
el
último
día,
para
estar
eternamente
con
Vos
en
la
gloria,
amándoos
y
alabándoos.
José
tomó
el
cuerpo,
lo
envolvió
en
una
sábana
limpia
y
lo
depositó
en
su
propio
sepulcro
nuevo,
que
había
hecho
excavar
en
la
roca.
Hizo
rodar
una
losa
grande
para
cerrar
la
puerta
del
sepulcro
y
se
fue.(Mt
27,59-‐60)Padre
Nuestro,
Ave
María,
Gloria.
En
el
nombre
del
Padre,
del
Hijo,
del
Espíritu
Santo.
Amén.