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26-3-2020

POLVO DE ESTRELLAS
ÁNGELUS DICIEMBRE

Con mi reciente envío al hospital y un retraso más que evidente, me dispongo


a relatar mi Ángelus del 25 de diciembre. Aunque bien
mirado y no permitiendo que el diablo se pueda reír de la mentira, debería
decir el 26, San Esteban, nombre especialmente significativo en mi familia y
día de nuestra partida hacia León para su operación. Ante la imposibilidad
de terminar mi tradicional Belén, opté por aprovechar el montaje que, hasta
ese momento tenía ya realizado. Un cielo, más grande que de costumbre,
hasta el borde del techo de donde pendían unas luminosas estrellas. Parecía
que yo sabía que nos iba a hacer falta mucho cielo para colgar tantas estrellas, las que
con sus guiños me recordaban a mis niños perdidos por el camino. Ahora las
acompañará también el de los abuelos, aquellos que
tanto esfuerzo pusieron para dejarnos lo mejor, hoy
tienen que dejar esta vida, solos, sin la compañía de los
suyos. Ni un funeral de despedida, y yo me quejaba de
la de los míos…Mi recuerdo para el libro de memorias
en dique seco, el pobre. Es un claro reflejo de cómo
hemos ido desbarrando, pues cuento mi vida de niña,
allá por los años 50.

La foto con ese FELIZ NAVIDAD encendido la hice


el día 26 de diciembre cuando ya habían transcurrido 16
minutos de ese nuevo día. La otra, la que tiene mi
colección de Belenes y postales que hicieran de
particular Belén en los hospitales y hotel. En la primera, el
“cunacho”, palabra que desconoce mi ordenador y me lo subraya.
Pequeña cuna que mis seguidores conocerán de otras Navidades.
Dentro, como cada año, el precioso MISTERIO de mi tía abuela y el
recuerdo de todo lo que debieron pasar por su fe. Las velas que suelen
estar a los pies de la familia de cada mes, a los suyos, esta vez.

Con, y sin flash


vengo yo a
inmortalizar
mi improvisado
Belén

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Los dos ángeles que en otras ocasiones
estaban en el suelo bajo la estatua a la
familia, aparecen custodiando los dos
corazones con sendas estrellas a sus
costados y otra más, la que luego
colocaría en su lugar, en el árbol de
Navidad. Mi colección de Belenes
permaneció en sus cajas hasta nuestra
vuelta de León, junto al adornado
árbol, que a falta de postales navideñas, lo adorno con las mejores
estrellas que una abuela puede tener, sus nietos y este año con la
cuarta. Luego los colocaría en la entrada junto al gran cometa
que invita a seguir cada uno su estrella.

La gran bola navideña también tuvo su justo retoque y la recién


llegada aparece junto a su hermanito y primos. Al fondo el reloj
de mi abuela la que ahora puedo recordar aún más, pues ha sido
el nombre elegido para nuestro último miembro en la familia. A
los lados nuestros hijos y papás de las criaturas, debajo tres
fotos diferentes de nuestra boda, 20 y 25 años de casados. De
lejos hasta se nos podría confundir. Hoy camino de los 50,
nuestras Bodas de Oro.

Sin luz ni flash, se puede apreciar con toda nitidez,


de nuevo, el corazón que se formó sin yo planearlo,
en guirnalda de estrellas, esta vez. Con mi hermano
en el hospital por tan importante órgano y mi
marido recién operado de él, lo percibo como una
nueva “CARICIA”. No era la primera vez, en junio
lo mismo. Con el Corazón de Jesús como
protagonista. El techo del hotel más de lo mismo.
La estrella principal, la avancé un poco más para la
colocación de mi colección de Belenes.

El año empezaba regular, o fenomenal, según se mire. Las


intervenciones hicieron que estén más protegidos ante sus
problemas, en especial mi marido con peligro inminente.
Mis dos banderas parecen emular el mapa de España. Sobre
el baúl que encierra juguetes varios, la pequeña mecedora para
mi nueva nieta, que aún no ha utilizado. Como siempre, en
mis cristales: “UN NIÑO NOS HA NACIDO”, al igual que el que
aparece junto al árbol navideño TRADICIONES con
esa letra difuminándose escalonadamente. Señalando
al entrañable Niño, reflejándose del montaje a mis
espaldas, la estrella principal. La misma imagen
presidió la capilla del hospital en León. Allí hice mi particular
TAN, TAN, el de aquellos Magos por el desierto.
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Casi desmontado, pude tomar esta imagen con los dos
angelitos cantores que lucieron en la terraza principal; sus
constantes caídas los habían ido tocando año tras
año, pero éste en especial; de ambos, apenas
quedaron unos cuantos pedazos que me resistí a
desechar. Con esta santa paciencia que Dios me
ha dado y tirando de ingenio, los fui
componiendo. Dos pequeños trozos habían
desaparecido. Dos trocitos de lazo dorado
escondieron sus oquedades. Con posterioridad
recuperé uno de ellos, no sé si en este diciembre por llegar, lo
pondré en esa bendita rodilla, lo que sí tengo claro es que me
recordaré de todos esos ángeles sin alas que hemos tenido en
estos días aciagos del CORONAVIRUS, desde los
hospitales hasta los supermercados y carreteras, pueblos y
ciudades. Muchos han sido los que han extendido sus
protectoras alas para curar o evitar más contagios y
mantener a los que hemos tenido la suerte de no ser
infectados, de momento. A todos ellos ¡¡¡MUCHAS GRACIAS!!!
También para todos los que altruistamente hicieron sus donaciones, aún sufriendo
burlas y críticas. Al final hice lo que debí haber hecho desde un principio para evitar
que se estrellasen contra el suelo tras el despegue del cello en el cristal por el vaho,
atarles un lazo dorado a su cuello y anclarlos en la barra principal. ¡¡¡Cuántos de esos
“ÁNGELES” podrían seguir junto a nosotros si se les hubiese protegido!!!

Sigo entre mi POLVO DE ESTRELLAS. Poco imaginaba que


aquellas estrellas que pendían alegres sobre mis Belenes y a veces en
mis montajes del rezo del Ángelus, brillasen en mi terraza por los
abuelos que mueren masivamente, tremendamente solos en medio de
esta pandemia que nadie podía imaginar, aunque la mayoría ya
barruntábamos que algo muy gordo estaba por pasar ante tanto
desatino. ¿De dónde nos vendrá el auxilio? Me preguntaba yo. ¿Quién
será nuestro “SALVADOR”? Tal vez el CORONAVIRUS trace esos
renglones torcidos de Dios, porque sabido es que Él sabe escribir recto
con renglones torcidos. Por desgracia no todas las personas
reflexionarán y corregirán, hay quienes aumentan sus pillajes ante
tanto dolor. El mal ha existido y lo seguirá haciendo, se precisan
apuntadores que lo denuncien. Viendo aquellas estrellas sobre mi
cabeza con el cielo llorando literalmente, (llovía), hice mis particulares aplausos desde
mi terraza con la noche ya echada. Pocos días después a las 8 de la tarde era aún de día
por el cambio de hora. No soy mujer de lágrima fácil, pero ese día no las pude evitar,
máxime por quien tan agradecida estaba que se encontraba en el hospital, aunque, por
fortuna no tenía el virus y su familia pudo agarrar su mano en momentos tan duros.
“¿Quién soy?” “Mi niña”. Mis empañados ojos miraban, cuando sobre mi cabeza,
cuando la fina lluvia cayendo, mientras sujetaba el reproductor y el megáfono que Sus
Majestades me habían traído para ampliar, en caso necesario, las canciones en mis
concentraciones. Hoy varias de ellas las utilizo cada día a las 8 de la tarde.
3
Jamás pensé que lo utilizase así.

En una de mis escapadas por León,


pude gozar de una exposición a pie
de calle. Un tal Amancio González,
esta vez, nos deleitaba con este
“RECOLECTOR DE
ESTRELLAS”.
En paralelo, un árbol navideño
repleto de minúsculas luces.

Mi recuerdo para los niños por nacer por los que nadie
tiene el más mínimo recuerdo, ni tras los ambones. Sigo
esperando la contestación a mi concienzudo envío al
Vaticano.

“Vosotros sois la luz del


mundo y la sal de la tierra”
Nos recordó en una de sus
recientes apariciones el Papa.
Totalmente de acuerdo con él
en eso. La luz, cuanta más
oscuridad haya mejor se ha de ver; por pequeña que sea. Yo
trato de mover la mía cada día con esfuerzo y con tesón.
FELIZ NAVIDAD.
DAD ahí está el secreto. Tecleo hoy, día de
EL AMOR FRATERNO

Como un recolector de estrellas al alba.


Y despegarse cada noche para arar con un hilo el firmamento.
Los surcos abiertos con tu esfuerzo
son senderos que levantan los sueños de la infancia.

Pablo Andrés Escapa Sueño de esa infancia en suspensión


al que han dado en llamar interrupción.
¿En qué estrella estará mi pobre corazón?
Del anciano hasta el mayor.
¡¡¡Cuánto dolor!!!
4
Siento no poder anular esta hoja en blanco.

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