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DERECHO CIVIL

PATRIMONIAL
Reparación de daños
y otras fuentes de las obligaciones

Reglas y principios del Código Civil y Comercial

3
Guías de Análisis y Estudio
RESPONSABILIDAD POR DAÑOS

OTRAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES

PRESCRIPCIÓN LIBERATORIA Y DISPOSICIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PRIVADO

LOS CONTENIDOS DE ESTE FASCÍCULO NO REFLEJAN NECESARIAMENTE LA OPINIÓN DE LOS RESPONSABLES DE ESTA PUBLICACIÓN, LAS
INSTITUCIONES QUE INTEGRAN O AUSPICIAN NI LA DEL PODER JUDICIAL DE LA PROVINCIA DE LA PAMPA.

Contenido

Este texto es una fusión de estas fuentes:

“Responsabilidad civil Aspectos generales en el nuevo Código Civil y Comercial” de Roberto


Antonio Vázquez Ferreyra, publicado en la “Colección Reformas Legislativas” de Ediciones Infojus
(Año I N° 1, diciembre de 2014).

Lineamientos de la parte general de la responsabilidad civil en el Proyecto de Código Civil y


Comercial de 2012, de Aída Kemelmajer de Carlucci (Revista Jurídica UCES, n° 17, Bs. As, 2013)

http://dspace.uces.edu.ar:8180/xmlui/bitstream/handle/123456789/2138/Lineamientos_Kemelma
jer-Carlucci.pdf?sequence=1

La responsabilidad por daños Cambios introducidos en el Código Civil y Comercial de María


Agustina Otaola publicado en la “Colección Reformas Legislativas” de Ediciones Infojus (Año I N°
3, agosto de 2015).

Se han consultado e interpolado, asimismo, los “Fundamentos” tanto de la comisión redactora


del Anteproyecto como los del Proyecto de Código Civil Unificado de 1998.

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL ANOTAD O| 01.01 | 2


ÍNDICE

Introducción........................................................................................................................... 4
La función preventiva............................................................................................................. 5
La función sancionatoria ........................................................................................................ 8
La función resarcitoria: elementos de la responsabilidad civil..................................................... 9
El daño................................................................................................................................... 9
Acciones de responsabilidad: legitimados, cargas probatorias y reglas de ejercicio............... 10
Determinación del resarcimiento debido por el daño ........................................................... 12
El factor de atribución .......................................................................................................... 17
La antijuridicidad.................................................................................................................. 19
La relación de causalidad...................................................................................................... 20
Eximentes. ........................................................................................................................... 21
La responsabilidad directa.................................................................................................... 22
La responsabilidad por el hecho de otro ............................................................................... 22
La responsabilidad derivada de la intervención de cosas y de ciertas actividades ................. 25
Responsabilidad colectiva y anónima ................................................................................... 26
Supuestos especiales de responsabilidad ............................................................................. 27
La responsabilidad del Estado y de los funcionarios públicos ................................................ 30
Acciones civil y penal............................................................................................................ 31
Otras fuentes de las obligaciones ............................................................................................. 32
Gestión de negocios ............................................................................................................. 32
Empleo útil........................................................................................................................... 35
Enriquecimiento sin causa.................................................................................................... 35
Declaración unilateral de voluntad. ...................................................................................... 37
Títulos valores...................................................................................................................... 39
Prescripción liberatoria ............................................................................................................ 42
Disposiciones generales ....................................................................................................... 42
Disposiciones de derecho internacional privado relativas a contratos y daños.......................... 46
Contratos. .......................................................................................................................... 46
Responsabilidad civil. ....................................................................................................... 50
Introducción

§ 1. Sistemática del Código en materia de Responsabilidad por Daños.


Existe una particularidad en esta rama del derecho, y es que tal como señala
Kemelmajer de Carlucci, se trata de una materia regulada legislativamente mediante
escasas normas, y por ende la labor judicial se torna decisiva al momento de establecer
la traslación del daño de la víctima al dañador, o bien la procedencia de la prevención y
en su caso sanción de conductas dañosas.

Por tal motivo, el Proyecto de CCyC del año 2012 procuró una regulación más
detallada de la responsabilidad por daños, a fin de poner coto a la amplia
discrecionalidad judicial imperante en la materia; los ochenta artículos incorporados
proporcionan reglas que, en la mayoría de los casos, o estaban en el CC, o han surgido
del trabajo paciente y continuado de la magistratura argentina de las últimas décadas.

El nuevo CCyC regula la responsabilidad civil en el Libro Tercero, Derechos


personales; Título V, Otras fuentes de las obligaciones; Capítulo 1, Responsabilidad civil.
La materia comprende los arts. 1708 al 1780 CCyC, y contiene una regulación más
pormenorizada y concentrada en relación al CC, distribuida en once secciones: 1.
Disposiciones generales; 2. Función preventiva y sanción pecuniaria disuasiva; 3.
Función resarcitoria; 4. Daño resarcible; 5. Responsabilidad directa; 6. Responsabilidad
por el hecho de terceros; 7. Responsabilidad derivada de la intervención de cosas y de
ciertas actividades; 8. Responsabilidad colectiva y anónima; 9. Supuestos especiales de
responsabilidad; 10. Ejercicio de las acciones de responsabilidad; 11. Acciones civil y
penal.

No obstante, y como es lógico, existen a lo largo de todo el CCyC diversas


normas específicas relativas a la responsabilidad civil, como por ejemplo el art. 1243
referido a la responsabilidad en el contrato de leasing o el 1493, referido a la omisión de
preaviso en el contrato de agencia, etc. En realidad, hay decenas de normas
específicas, pero que en los hechos no son más que aplicación o remisión a los
principios generales del Captulo que ahora analizaremos.

§ 2. Deber de no dañar a otros. El derecho de daños brinda a las personas


razones que son incentivos para que cumplan con el deber genérico de no dañar a
otros. La vigencia del alterum non laedere se ha reafirmado en el CCyC —idea también
latente en el CC— con un conjunto de normas que, como se verá, no deja lugar a dudas
respecto del deber que pesa sobre todos los ciudadanos de no causar daños a otros.

Bajo esta idea, la nueva regulación reúne y sistematiza aspectos que no se


encontraban regulados en el Código Civil, y sobre los cuales nuestros tribunales y

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doctrina han discurrido y trabajado ampliamente durante estos años, a fin de brindar
respuestas que no se encontraban esclarecidas.

Esta reafirmación del alterum non laedere vino de la mano del expreso
reconocimiento de un deber general de prevención del daño, ya que lo fundamental no
es la reparación propiamente dicha del daño, sino que el mundo deseable es aquel en el
cual el daño es evitado antes que reparado.

La función preventiva

§ 3. El deber de prevención. En forma específica, se refieren a esta novedosa


función de la responsabilidad civil los arts. 1710 al 1715, es decir, seis artículos.

El CCyC dispone de manera genérica que toda persona tiene el deber de


prevenir un daño, aunque limitándolo a que de dicha persona dependa.

Es decir, que la posibilidad de prevenir se encuentre en su esfera de control,


para evitar que el deber sea tan amplio que alcance a todos.

Esa tarea preventiva se descompone en tres funciones conforme el art. 1710,


que como se puede apreciar son un tanto reiterativas: a) evitar causar un daño no
justificado, b) adoptar medidas para evitar un daño o disminuir su magnitud, y c) no
agravar el daño ya producido.

Creemos que más allá de ciertos matices, todo se podría haber reducido al inciso
a) del art. 1710.

§ 4. Alcances del deber de prevención. Se consagra el deber de prevención


para toda persona con los siguientes alcances: a) en cuanto dependa de ella, es decir,
que la posibilidad de prevenir se encuentre en su esfera de control, ya que de lo
contrario se puede convertir en una carga excesiva que afecta la libertad; b) se deben
adoptar las diligencias conforme a lo que haría una persona que obrara de buena fe,
disponiendo medidas razonables para evitar el daño o disminuir su magnitud o de no
agravarlo, si ya se ha producido; c) se reconoce el derecho al reembolso del valor de los
gastos en que ha ocurrido siguiendo las reglas del enriquecimiento sin causa.

Se propone una regulación más completa de la función preventiva incluyendo la


acción, la legitimación y las facultades judiciales, conforme con criterios señalados por
la doctrina, que se explican a continuación.

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§ 5. El deber de prevención a cargo de un tercero. Es preciso remarcar la
importancia que tiene el hecho de que se contemple que sea un tercero (no el autor del
eventual daño) quien lleve adelante la tarea de prevención, siendo que en tal caso este
tercero podrá reclamar los gastos en los que haya incurrido conforme las reglas del
enriquecimiento sin causa. Ello, a nuestro criterio, no es taxativo, pues ese tercero, de
acuerdo a cada caso en concreto, podrá iniciar acciones de diversa naturaleza, ya sea
contra el responsable o el beneficiado por su acto.

§ 6. Irrelevancia del factor de atribución. Conforme el art. 1711, esta función


preventiva procede siempre que exista la posibilidad de que se ocasione un daño por
medio de una acción u omisión antijurídica, no siendo necesaria la presencia de ningún
factor de atribución que califique esa conducta activa u omisiva.

§ 7. El deber de prevención y la antijuridicidad de la conducta. En


principio, todo daño es antijurídico (neminen laedere), salvo que concurra alguna causa
de justificación. Pero creemos que para que pueda hacerse valer la función preventiva,
la antijuridicidad, al ser calificativa de la conducta, deberá ser una antijuridicidad formal
y no meramente material. No sería a nuestro juicio admisible una acción preventiva
contra una conducta lícita por la mera posibilidad de que pueda ser generadora de un
daño.

Por ejemplo: todo automotor en circulación puede generar daños; es un dato de


la realidad incontestable. En consecuencia, cualquier persona estaría legitimada para
impedir la circulación de vehículos por cuanto existe la posibilidad de que se ocasione
un daño antijurídico. Pero ello es absurdo, pues se paralizarían muchas actividades
plenamente lícitas.

De ahí que la conducta debe ser ilícita. Por ejemplo, demostrar previamente que
estamos frente a una acción u omisión que vulnera una norma específica del
ordenamiento (antijuridicidad formal). Siguiendo con la ejemplificación, debería iniciarse
acción de prevención contra determinados vehículos que no reúnen las condiciones
mínimas para la circulación conforme las leyes regulatorias (por ejemplo, la Ley de
Tránsito).

De lo contrario, podríamos llegar a propiciar una avalancha de acciones


preventivas injustificadas. Vamos a otro ejemplo. Podremos parar la construcción de
determinada obra, pero en la medida en que se acredite la posibilidad de que se
ocasione un daño antijurídico y que además exista una conducta contraria a derecho
por parte del constructor (no cumplimiento de las normas de higiene y seguridad).

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§ 8. La acción preventiva. En el artículo 1711 se regula la acción preventiva
que procede cuando una acción u omisión antijurídica hace previsible la producción de
un daño, su continuación o agravamiento. Es requisito para la procedencia de esta
acción, la antijuridicidad de la acción u omisión que previsiblemente ocasionará un daño
o su continuación.

Basta por lo tanto, que la acción u omisión no esté justificada y que


previsiblemente ocasione un daño para que proceda esta acción preventiva, que
condensa cualquier pretensión de prevenir un daño, su continuación o agravamiento,
sin mayores exigencias.

Se delimitan los siguientes criterios para la sentencia de finalidad preventiva:

a) se distingue entre la tutela definitiva que surge de un proceso autónomo cuya


finalidad es únicamente la prevención, de aquellos en que es provisoria;

b) en ambos supuestos, la sentencia puede establecer obligaciones de dar, hacer


o no hacer, según los casos;

c) el contenido y extensión de estas obligaciones debe estar guiado por: la


necesidad de evitar el daño con la menor restricción de derechos posible; la
utilización del medio más idóneo; la búsqueda de la eficacia en la obtención de la
finalidad. Estos parámetros permiten una valoración más exacta y un control
judicial sobre las medidas que se adopten;

d) el juez puede disponer esas medidas a pedido de parte o de oficio.

§ 9. Legitimación para las acciones preventivas. En cuanto a la legitimación


para iniciar acciones preventivas basta acreditar un “interés razonable” en la
prevención (art. 1712). Tal amplitud en la legitimación pensamos que puede dejar la
puerta abierta a múltiples incidencias. Por lo demás, si estamos frente a la posibilidad
de un daño a un derecho de incidencia colectiva, creemos que la legitimación debe
ampliarse siguiendo los lineamientos del fallo “Halabi” de la CSJN.

La advertencia que impone el art. 1713 CCyC al juzgador, respecto de considerar


la menor restricción posible, es una inclusión feliz; ya que utilizar esta acción preventiva
con criterio amplio puede conducir a resultados irrazonables con la consecuente
prohibición o limitación de actividades que son lícitas e incluso necesarias para la
sociedad, pero que generalmente ocasionan daños. En tales circunstancias, el juez
deberá ponderar los intereses en juego; y en caso de disponer una medida que restrinja
o limite dicha actividad, debe hacerlo con la menor restricción posible, y como agrega la
misma norma al final: teniendo en cuenta el medio más idóneo para asegurar la eficacia
en la obtención de la finalidad.

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La función sancionatoria

§ 10. Postulación y eliminación de la figura de la “sanción pecuniaria


disuasiva”. Lo antedicho cobra mayor fuerza si consideramos la importancia que
también se está dando a la función sancionatoria en el régimen de responsabilidad civil.
La redacción original del Proyecto CCyC 2012 no dejaba dudas al respecto, y en el art.
1708 CCyC (2012), relativo a las funciones de la responsabilidad civil, establecía: “Las
disposiciones de este título son aplicables a la prevención del daño, a su reparación, y a
los supuestos en que sea admisible la sanción pecuniaria disuasiva”. Sin embargo,
luego de las modificaciones introducidas por la Comisión Bicameral, el art. 1708 CCyC
quedó redactado de la siguiente forma: “Funciones de la responsabilidad. Las
disposiciones de este título son aplicables a la prevención del daño y a su reparación”.
No obstante la nueva redacción de dicho artículo, la función punitiva es parte del
régimen de responsabilidad por daños, tal como veremos en adelante. De las tres
funciones de la responsabilidad civil, ésta ha sido la más controvertida en la doctrina
argentina.

 Algunos autores consideran que es una función propia del derecho penal y
extraña al derecho privado. En tal sentido, entienden que al incorporar los
llamados daños punitivos a nuestro derecho privado “se mezcla ridículamente lo
civil con lo penal y lo administrativo”. Sin embargo, la regulación de la función
sancionadora en sede civil se apoya en buenos motivos. Si el derecho civil,
mediante su régimen de responsabilidad por daños puede cumplir con funciones
que el derecho penal no puede realizar eficazmente, debe darse vía libre a la
regulación de estos vacíos en el ámbito civil. Ello redunda en un beneficio al
aparato judicial, dado el alto costo económico que significa el despliegue de la
represión penal, el abarrotamiento de causas que se articulan y la
estigmatización que un proceso penal genera en el sindicado responsable. Como
bien señala Vignale: “La renovada atención de la doctrina civilística respecto de
la pena privada responde a una exigencia de nuestro tiempo, cuál es la moderna
tendencia de la política criminal que auspicia una drástica reducción del área
penalmente relevante y mira con particular favor la búsqueda de alternativas a
la tutela penal”.

El CC reconoce algunas figuras sancionatorias tales como las astreintes (art. 666
bis CC), la cláusula penal (art. 652 CC) y la sanción por inconducta procesal maliciosa
(art. 622, párr. 2, CC). Los daños punitivos fueron previstos por primera vez en el
Proyecto de Có- digo Civil de 1998, en su art. 1587, bajo la denominación “multa civil”.
En el año 2008, se incorporaron de lege lata a nuestro derecho positivo en la ley de

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Defensa del Consumidor; y el Proyecto de CCyC 2012 los incorporó bajo el nombre de
“sanción pecuniaria disuasiva”, en el art. 1714 CCyC (2012) para castigar a quien actúa
con grave menosprecio hacia los derechos de incidencia colectiva, artículo que fue
eliminado en la redacción final del CCyC.

No obstante ello, los daños punitivos continúan regulados en la Ley de Defensa


del Consumidor. Dice el Art. 52 bis, ley 24.240:

“Daño punitivo. Al proveedor que no cumpla con sus obligaciones legales o


contractuales con el consumidor, a instancia del damnificado, el juez podrá
aplicar una multa civil a favor del consumidor, la que se graduará en función
de la gravedad del hecho y demás circunstancias del caso,
independientemente de otras indemnizaciones que correspondan.
Cuando más de un proveedor sea responsable del incumplimiento responderán
todos solidariamente ante el consumidor, sin perjuicio de las acciones de regreso
que les correspondan. La multa civil que se imponga no podrá superar el máximo
de la sanción de multa prevista en el art. 47, inc. b) de esta ley”.

La función resarcitoria: elementos de la responsabilidad civil

§ 11. Función reparatoria. Consiste en el deber de reparar un daño causado


por un hecho ilícito o por el incumplimiento de una obligación.

Desde el punto de vista de la cantidad de casos y de la labor doctrinal, es notorio


que la función resarcitoria es prevalente. Esta puede ser una finalidad única y
excluyente si el bien protegido es, principalmente, el patrimonio. En la medida en que
se trata de bienes que tienen un precio o un valor expresable en dinero, es posible una
indemnización y por eso, el resarcimiento es el mecanismo fundamental.

El daño

§ 12. El daño. El primer elemento de la responsabilidad civil que corresponde


analizar es el daño, presupuesto de procedencia de la función prioritaria de la
responsabilidad civil, la resarcitoria.

El Código distingue entre daño e indemnización sobre la base de los siguientes


criterios:

 El daño consiste en una lesión a un derecho o a un interés que no sea contrario


al ordenamiento,

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o Aunque la norma no lo dice está presupuesto que la lesión en todo caso
debe estar revestida de cierta magnitud o relevancia, y no ser mínima,
frívola o de escasa significación.

o No es exigible que la afección recaiga sobre un “derecho subjetivo”


identificado como tal por el ordenamiento, sino que basta que haya una
lesión a cualquier tipo de intereses que no sean ilegítimos.

 Esa lesión puede recaer o tener por objeto a

o la persona misma del damnificado

o su patrimonio, tanto las cosas como los bienes que no son cosas; y

o su interés respecto de los derechos de incidencia colectiva.

 La indemnización es la consecuencia de la lesión, la que conforme al art. 1738


comprende

o la pérdida o disminución del patrimonio de la víctima,

o el lucro cesante en el beneficio económico esperado de acuerdo a la


probabilidad objetiva de su obtención

o la pérdida de chances.

o e incluye especialmente las consecuencias de la violación de los derechos


personalísimos de la víctima, de su integridad personal, su salud
psicofísica, sus afecciones espirituales legítimas y las que resultan de la
interferencia en su proyecto de vida.

Acciones de responsabilidad: legitimados, cargas probatorias y reglas de ejercicio

§ 13. Sujetos legitimados. El CCyC determina que tienen legitimación para


reclamar daños a bienes o cosas el titular de un derecho real, el tenedor y el poseedor
de buena fe (art. 1172).

La víctima puede reclamar contra el responsable directo y/o indirecto (art. 1773).

En cuanto al reclamar de indemnización de consecuencias no patrimoniales el


habilitado para reclamar es en primer lugar el damnificado directo, pero el art. 1741
amplía la legitimación para reclamar la indemnización de las consecuencias no
patrimoniales teniendo en cuenta los precedentes jurisprudenciales que acogen la
visión constitucional del acceso a la reparación y la protección de la familia.

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Por esta razón, si del hecho resulta la muerte o una gran discapacidad también
tienen legitimación a título personal, según las circunstancias, los ascendientes, los
descendientes, el cónyuge y quienes convivían con él recibiendo trato familiar
ostensible (art. 1741).

§ 14. Acciones civil y penal: independencia. La acción civil y la acción penal


resultantes del mismo hecho pueden ser ejercidas independientemente, dice el art.
1174. En los casos en que el hecho dañoso configure al mismo tiempo un delito del
derecho criminal, la acción civil puede interponerse ante los jueces penales, conforme a
las disposiciones de los códigos procesales o las leyes especiales.

§ 15. Prueba de los factores de atribución y de las eximentes. El art.


1734 que establece como regla general aplicable a los litigios que la prueba de los
factores de atribución y de las eventuales eximentes de responsabilidad está a cargo de
quien los alega:

1734.- Prueba de los factores de atribución y de las eximentes. Excepto


disposición legal, la carga de la prueba de los factores de atribución y de las
circunstancias eximentes corresponde a quien los alega.

Esta regla puede resultar rígida en algunos casos en los que existen dificultades
en el acceso a los medios de prueba o en la presentación de la misma, y es por eso que
se habilita una corrección para mitigar estos efectos. En particular, con relación a la
prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida, el Juez puede ponderar
cuál de las partes se halla en mejor situación para aportarla.

1735.- Facultades judiciales. No obstante, el juez puede distribuir la carga de


la prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida, ponderando
cuál de las partes se halla en mejor situación para aportarla. Si el juez lo
considera pertinente, durante el proceso debe comunicar a las partes que
aplicará este criterio, de modo de permitir a los litigantes ofrecer y producir los
elementos de convicción que hagan a su defensa.

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Uno de los problemas que se ha discutido en relación a esta última posibilidad,
conocida como la regla de las cargas probatorias dinámicas es que las partes recién
conocen esta decisión del Juez al dictar la sentencia, con lo cual podía ocurrir que la
parte demandada sufra un resultado adverso por incumplir una carga que no sabía que
tenía. Por esta razón se señala que el Juez debe hacer una valoración de las posiciones
probatorias, y si va a aplicar este criterio debe comunicarlo a las partes para evitar la
afectación de la defensa en juicio.

Con respecto a la carga de la prueba de la relación causal o, en su caso, de la


causa ajena, el art. 1736 también la pone como regla general en cabeza de quien la
alega. Esta regla no se aplica cuando hay una ley que impute la causalidad o la
presuma.

Determinación del resarcimiento debido por el daño

§ 16. Principio de reparación plena. La responsabilidad es uno de los


instrumentos de protección de los derechos tutelados del ordenamiento, siendo una de
sus funciones la reposición al estado anterior al hecho generador o la indemnización. Al
respecto, el CCyC adopta explícitamente el criterio de la “reparación plena”.

1740.- Reparación plena. La reparación del daño debe ser plena. Consiste en
la restitución de la situación del damnificado al estado anterior al hecho dañoso,
sea por el pago en dinero o en especie. La víctima puede optar por el reintegro
específico, excepto que sea parcial o totalmente imposible, excesivamente
oneroso o abusivo, en cuyo caso se debe fijar en dinero. En el caso de daños
derivados de la lesión del honor, la intimidad o la identidad personal, el juez
puede, a pedido de parte, ordenar la publicación de la sentencia, o de sus partes
pertinentes, a costa del responsable.

Es necesario resaltar que

▪ La indemnización del daño nunca es integral, porque no coincide el daño “real”


con el “jurídico”. Si hay algo que pueda ser denominado “real”, comprende
muchos aspectos que, para el legitimado del derecho son importantes, pero el
sistema jurídico excluye. Por ejemplo, hay un régimen de causalidad que no
cubre todas las consecuencias, sino sólo las previsibles porque hay que valorar la
posición del agente. También hay limitaciones difíciles de superar, como ocurre,

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por ejemplo, con la indemnización dineraria que nunca puede conformar la
desaparición de un ser querido.

▪ Se consagran las reglas clásicas para los daños individuales, es decir, la opción
por el pago en dinero o el reintegro específico (se repara al damnificado con la
entrega de una cosa igual a la perdida o dañada)

§ 17. Qué comprende la indemnización. Los distintos “rubros”


indemnizatorios aparecen listados en el art. 1738, que establece que la indemnización
comprensiva del daño patrimonial y del daño extrapatrimonial. Estas categorías no son
excluyentes entre sí: una lesión puede repercutir simultánemente en ambas
afectaciones.

§ 18. Daño al patrimonio. Seguimos aquí a Galdós (en Lorenzetti –ed.-, Código
Civil y Comercial Comentado, t. 8, p. 484) que explica que el daño al patrimonio afecta o
conculca intereses patrimoniales individuales o colectivos que integran la esfera de
actuación lícita del damnificado.

El daño patrimonial se bifurca en el daño emergente y el lucro cesante:

 El daño emergente consiste en el perjuicio efectivamente sufrido, en el


empobrecimiento, disminución o minoración patrimonial que 'produjo el hecho
nocivo.

 El lucro cesante se configura con la pérdida del enriquecimiento patrimonial


razonablemente esperado, o sea la frustración de las ventajas, utilidades,
ganancias o beneficios de los que se privó al damnificado.

Rige aquí el parámetro de la razonabilidad, conforme el curso natural y ordinario


de las cosas (art. 1727) en orden a la previsibilidad de las consecuencias (arts. 1725 y
1726). Por ejemplo, fas ganancias que no percibirá el dueño de un taxi o remise durante
el tiempo en el que el automóvil estará fuera de circulación para ser reparado. Ambos
tipos de daños (emergente y lucro cesante) pueden concurrir de modo conjunto o por
separado. En los dos casos el daño debe ser cierto al momento de la sentencia.

En cierta medida aparece como un caso emparentado al lucro cesante el


concepto conocido como “pérdida de chances” en donde lo que se indemniza no es
todo el beneficio esperado (caso del lucro cesante) sino de la oportunidad perdida; el
ejemplo típico del caballo de carrera que no llega a tiempo para la competencia hípica
privando a su dueño de la expectativa de ganar el premio; el empleado que por las

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secuelas permanentes no podrá ascender en el escalafón laboral; el jugador de fútbol
que no pudo continuar con su carrera deportiva ascendente; el daño material de los
padres por la muerte de su hijo menor.

La pérdida de chances puede tener repercusiones patrimoniales o no


patrimoniales, como el padecimiento y aflicción por la pérdida de la capacidad de
engendrar.

 En cuanto a la pérdida de chances de naturaleza patrimonial, el criterio de


determinación de su cuantía se resolverá por un criterio de “valor esperado”: se
tendrá en cuenta la probabilidad del suceso eventual frustrado, multiplicado por
el valor resultante del caso de que hubiera acaecido ese suceso.

§ 19. Daño extrapatrimonial. El daño es no patrimonial, como lo define el


artículo 1741, cuando la afectación recae sobre bienes extrapatrimoniales o sobre el
denominado patrimonio moral o afectivo de la víctima (por ejemplo, las angustias y
aflicciones por las lesiones sufridas en un accidente de tránsito). La denominación daño
no patrimonial es equivalente a la de daño moral o extrapatrimonial.

§ 20. Consecuencias indemnizables. El Código define en el art. 1727 tres


tipos de consecuencias:

 "consecuencias inmediatas", las que acostumbran a suceder según el curso


natural y ordinario de las cosas.

 "consecuencias mediatas", que resultan solamente de la conexión de un


hecho con un acontecimiento distinto, se llaman.

o Estas consecuencias mediatas solo son relevantes para el derecho si se


pudieron preverse; las que no pueden preverse se llaman "consecuencias
casuales" y no deben ser indemnizadas.

Cuando el daño que sufre la víctima es mayor que el daño efectivamente


causado por el demandado, este último solo deberá resarcir la porción del daño que es
consecuencia causalmente adecuada de su conducta.

 “consecuencias remotas”, que no tienen nexo adecuado de causalidad con la


conducta del agente no son resarcibles conforme el módulo de imputación de
consecuencias que establece el régimen de responsabilidad civil. El remanente,
es decir, el daño sufrido por la víctima, pero que no es resultado causalmente
adecuado de la acción del demandado, puede ser absorbido por un sistema de
seguros de primera persona, o bien por el Estado en su calidad de garante de la

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seguridad de los ciudadanos, o bien dicha pérdida puede recaer sobre la misma
víctima, dependiendo del caso.

En la reparación de las consecuencias no patrimoniales se establece que el


monto de la indemnización debe fijarse ponderando las satisfacciones sustitutivas y
compensatorias que pueden procurar las sumas reconocidas (art. 1741 parte final).

§ 21. Principio de reparación de la “pérdida de chance”. La pérdida de


chance es indemnizable –preceptúa el art. 1739- en la medida en que su contingencia
sea razonable y guarde una adecuada relación de causalidad con el hecho generador.
La referencia a la “contingencia razonable” es el equivalente a la probabilidad objetiva,
que debe concurrir con la relación de causalidad. Se trata de dos requisitos: a) certeza
de que, si no hubiera ocurrido el incumplimiento o el hecho dañoso, el legitimado habría
mantenido la esperanza de obtener una ganancia o evitar una pérdida futura; b)
relación causal adecuada entre el hecho y la pérdida de chances.

§ 22. Indemnizaciones en caso de lesiones o incapacidad física o


psíquica. El principio de la reparación plena en este caso supone, en primer lugar, los
gastos de atención médica y de rehabilitación (el art. 1746 dice al respecto que “Se
presumen los gastos médicos, farmacéuticos y por transporte que resultan razonables
en función de la índole de las lesiones o la incapacidad”, implicando ello que no es
estrictamente necesaria su acreditación en el juicio), y las consecuencias no
patrimoniales asociadas al daño.

En todo caso, el art. 1746 determina dos pautas muy concretas, estableciendo,

 Que en el supuesto de incapacidad permanente se debe indemnizar el daño


aunque el damnificado continúe ejerciendo una tarea remunerada.

 Que esta indemnización procede aun cuando otra persona deba prestar
alimentos al damnificado.

§ 23. El uso de “fórmulas”: visión conceptual. Junto a ello, hay un “rubro”


que es especialmente captado en el art. 1746 que, siguiendo algunas tendencias
jurisprudenciales, propicia la adopción de “fórmulas matemáticas” para determinar la
disminución de la aptitud del damnificado para realizar actividades productivas o
económicamente valorables.

 Para simplificar un ejemplo asumiremos que una persona sufre una incapacidad
total. Si este damnificado tenía un ingreso de cien mil pesos por año y si

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - FASCICULO 18 | 15


podemos presumir que iba a poder seguir con esta misma actividad durante
veinte años más, la indemnización debe consistir en la suma necesaria para que,
puesta a interés o dedicada a otro tipo de inversiones, le permita contar con
igual ingreso en retiros que sigan aquella periodicidad y que se prolonguen por
el mismo plazo.

Así, estas fórmulas funcionan a partir de variables como las que siguen:

- se proyecta estimativamente cuales serían los ingresos futuros de la persona.

- para ello se tiene en cuenta sus remuneraciones y/o ingresos, considerando cuál
es el tiempo por el que normalmente hubiera podido continuar realizando tales
actividades de no haber sufrido el accidente.

- se considera cual fue el porcentaje de incapacidad que afectó al damnificado,


para calcular la medida de la disminución

- se determina en consecuencia cuál es el capital necesario para que sus rentas


equiparen los ingresos que el afectado no podrá percibir, a través de retiros
periódicos, de modo que se agote al término del plazo determinado en el punto
anterior.

- dado que ese capital está generando rentas a lo largo del período en cuestión, se
debe tener en cuenta también cual puede ser reputada como una tasa de
interés pura (sin el componente inflacionario) que se obtiene en una inversión de
largo plazo.

Nótese que el Código determina una pauta de tipo conceptual (la renta debida
será, matemáticamente, el valor presente de la sumatoria de los ingresos futuros) y no
una fórmula determinada con parámetros y coeficientes prefijados.

Estas “fórmulas” deben operarse con cuidado por muchas razones. En ciertos
casos los ingresos futuros de una persona no pueden presumirse “constantes” a partir
de una mecánica extrapolación de los ingresos de un período de tiempo corto (ello
puede depender fuertemente de la actividad que ejerzan: un futbolista gana mucho
dinero entre los 20 y los 35 años, mientras que un abogado o un arquitecto pueden
tener ingresos relativamente bajos en ese mismo período en relación a los que podrían
conseguir en las últimas décadas de su vida profesional activa).

También deberá tenerse especialmente en cuenta cuál es la tasa de interés de


largo plazo que se presupone, la influencia del porcentaje de incapacidad y el horizonte

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - FASCICULO 18 | 16


efectivo del tiempo por el que normalmente hubiera podido continuar realizando tales
actividades de no haber sufrido el accidente.

§ 24. Acumulabilidad del daño moratorio. La reparación no solo está


usualmente constituida por el daño que ha sido la fuente del deber de reparar, sino que
también puede tener que atender a los daños derivados de la mora en cumplir con ello.

Por eso se establece expresamente que el resarcimiento del daño moratorio es


acumulable al del daño compensatorio o al valor de la prestación y, en su caso, a la
cláusula penal compensatoria, sin perjuicio de la facultad morigeradora del juez cuando
esa acumulación resulte abusiva (art. 1747 CCyC).

§ 25. Curso de los intereses. Se establece también expresamente que el curso


de los intereses comienza desde que se produce cada perjuicio (art. 1748 CCyC).

El factor de atribución

§ 26. Factor subjetivo u objetivo. El daño puede atribuirse en base a un factor


subjetivo u objetivo de atribución. En tal sentido, el art. 1721 CCyC establece que “La
atribución de un daño al responsable puede basarse en factores objetivos o subjetivos.
En ausencia de normativa, el factor de atribución es la culpa”.

La norma parece indicar que la responsabilidad por culpa es un sistema residual,


ya que en ausencia de normativa el factor de atribución será la culpa, lo que ha
originado la crítica de algunos doctrinarios que consideran esta regulación como una
involución en una materia, cuya máxima evolución radicó precisamente en el abandono
de un sistema basado en la culpa. Al respecto, señala Kemelmajer de Carlucci que el
reproche no es correcto, ya que el art. 1721 CCyC ... no “encierra en una jaula” a los
factores objetivos de atribución, ni los considera de menor importancia que los
subjetivos. El 1721 es, simplemente, una “norma de clausura”, según la cual, producido
un daño, si ningún principio, regla o norma, sistemáticamente interpretados, establece
para esa situación un factor objetivo, la reparabilidad dependerá, como mínimo y según
las circunstancias del caso, de la verificación de una omisión de las diligencias que los
hechos concretos requerían.

§ 27. Factor objetivo: irrelevancia de la culpa. El llamado “factor objetivo”,


se configura ”cuando la culpa del agente es irrelevante a los efectos de atribuir

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - FASCICULO 18 | 17


responsabilidad” (art. 1722 CCyC), en cuyo caso, para eximirse de responsabilidad, el
sindicado responsable deberá demostrar la causa ajena. En tanto, al demandante le
bastará demostrar solo el daño sufrido y la relación de causalidad.

 Aparece una caracterización general del campo de aplicación del factor objetivo
en la responsabilidad civil, enunciándose en el art. 1723 que “cuando de las
circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el
deudor debe obtener un resultado determinado, su responsabilidad es objetiva”.

 El Código prevé muchos casos donde la responsabilidad es objetiva. Entre los


más notorios encontramos

o la responsabilidad objetiva del dueño y guardián de una cosa riesgosa por


los daños causados por ella (arts. 1757 y 1758), incluyendo el daño
derivado de los accidentes de tránsito (art. 1769);

o la responsabilidad por daños derivados de las actividades que sean


riesgosas o peligrosas por su naturaleza, por los medios empleados o por
las circunstancias de su realización (arts. 1757).

o la responsabilidad del principal por el hecho del dependiente (1753),

o la responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos (art. 1754);

o el daño causado por animales (art. 1759);

o la responsabilidad del dueño y del ocupante de un edificio por las cosas


arrojadas o caídas (art. 1760);

o la responsabilidad del grupo en caso de autoría anónima y en caso de


actividad peligrosa (arts. 1761 y 1762).

§ 28. Factores subjetivos: culpa y dolo. Con respecto a los factores


subjetivos de atribución, el art. 1724 CCyC, establece que “son factores subjetivos de
atribución la culpa y el dolo” y, a continuación, el artículo precisa ambos conceptos:

 Lla culpa “consiste en la omisión de la diligencia debida según la naturaleza de


la obligación y las circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar”; esta
caracterización se corresponde con la que tenía el art. 512 CC, pero es más
descriptiva al agregar que “comprende la imprudencia, la negligencia y la
impericia en el arte o profesión”.

o Para demostrar que no hubo culpa, el demandado deberá probar que su


actuar fue diligente.

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - FASCICULO 18 | 18


 Por su parte, el dolo “se configura por la producción de un daño de manera
intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses ajenos” (art. 1724
CCyC). Se agrega la fórmula “manifiesta indiferencia”, a la cual se refirió la
doctrina que abogó por la incorporación explícita de la función sancionatoria,
como merecedora de una sanción civil.

o Para demostrar que no hubo dolo, el demandado deberá probar que no


tuvo intención de dañar ni que obró con manifiesta indiferencia.

§ 29. Valoración de la conducta. El parámetro con el que se evalúa si un


actuar determinado fue diligente o no se está definido en el art. 1725 que -actualizando
criterios de los arts. 902 y 909 del Código de Vélez- mantiene un estándar flexible que
busca valorar la conducta del agente teniendo en consideración las particularidades de
cada hecho o situación.

Así se dice en particular que:

 Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las
cosas, mayor es la diligencia exigible al agente y la valoración de la
previsibilidad de las consecuencias.

 Cuando existe una confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza del
acto y las condiciones particulares de las parte.

 Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición especial, o la


facultad intelectual de una persona determinada, a no ser en los contratos que
suponen una confianza especial entre las partes. En estos casos, se estima el
grado de responsabilidad, por la condición especial del agente.

La antijuridicidad

§ 30. Presunción de antijuridicidad y reconocimiento de causales de


justificación. El art. 1717 CCyC dispone que ”cualquier acción u omisión que causa un
daño a otro es antijurídica si no está justificada”. De este modo, el daño hace presumir
la antijuridicidad, salvo que se verifique alguna de las causales de justificación previstas
en el Código, que son:

 el ejercicio regular de un derecho, supuesto en sobre el cual no hay


controversias.

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - FASCICULO 18 | 19


 la legítima defensa propia o de terceros, por un medio racionalmente
proporcionado, frente a una agresión actual o inminente, ilícita y no provocada;
el tercero que no fue agresor ilegítimo y sufre daños como consecuencia de un
hecho realizado en legítima defensa tiene derecho a obtener una reparación
plena. Con esta redacción se pretende fijar una serie de criterios para poder
evaluar más ajustadamente cuándo es legítima la defensa.

 la fuerza mayor, también admite parámetros de valoración, ya que resulta viable


cuando es para evitar un mal, actual o inminente, de otro modo inevitable, que
amenaza al agente o a un tercero, si el peligro no se originó en un hecho suyo; el
hecho se halla justificado únicamente si el mal que se evita es mayor que el que
se causa.

 el supuesto de asunción de riesgos, siguiendo en ello a la doctrina mayoritaria:


no justifica el hecho dañoso ni exime de responsabilidad, a menos que, por las
circunstancias del caso, ella pueda calificarse como un hecho del damnificado
que interrumpe total o parcialmente el nexo causal. También se prevé el caso de
quien se expone a una situación de peligro para salvar la persona o los bienes de
otro, reconociendo su derecho a ser indemnizado por quien creó la situación de
peligro, o por el beneficiado por el acto de abnegación.

También se incorpora el consentimiento libre e informado del damnificado, que,


en la medida en que no constituya una cláusula abusiva, libera de la responsabilidad
por los daños derivados de la lesión de bienes disponibles. Esta norma, que se aplica
solamente a bienes disponibles y con todas las seguridades de la voluntad libre, resulta
necesaria, porque de lo contrario muchos vínculos contractuales no serían posibles.

La relación de causalidad

§ 31. Delimitación de los daños reparables. El art. 1726 CCyC establece,


respecto de la relación causal, que son reparables las consecuencias dañosas que
tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor de daño. Con respecto a la
indemnización de las consecuencias dañosas, establece que —salvo disposición legal en
contrario— se indemnizan las consecuencias inmediatas y las mediatas previsibles.

 En este punto, existe una diferencia con el régimen establecido en el CC.


Sobre todo, porque el CC establecía diferentes consecuencias
indemnizables según que el daño fuera resultado de un vínculo
obligacional entre las partes o extracontractual. Como es sabido, el CCyC
unifica ambas órbitas de responsabilidad estableciendo que, en cualquier

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - FASCICULO 18 | 20


caso, serán indemnizables las consecuencias inmediatas y las mediatas
previsibles, salvo que una disposición particular establezca lo contrario.

§ 32. Régimen probatorio de la causalidad. El art. 1736 CCyC dispone que la


prueba de la relación de causalidad corresponde a quien la alega, excepto que la ley la
impute o presuma. En consonancia, la prueba de la causa ajena recae sobre quien la
invoca.

Eximentes.

§ 33. Hipótesis contempladas. El CCC trata las eximentes de responsabilidad


en los arts. 1729 a 1731:

 Hecho del damnificado: el art. 1729 CCyC dispone que ”La responsabilidad
puede ser excluida o limitada por la incidencia del hecho del damnificado en la
producción del daño, excepto que la ley o el contrato dispongan que debe
tratarse de su culpa, de su dolo, o de cualquier otra circunstancia especial”.
Adopta por lo tanto, las construcciones doctrinarias en torno a esta eximente,
que puede tener incidencia parcial o total en la ruptura del nexo causal.

 Caso fortuito o fuerza mayor: conforme el art. 1730 CCyC, ”se considera caso
fortuito o fuerza mayor al hecho que no ha podido ser previsto o que, habiendo
sido previsto, no ha podido ser evitado. El caso fortuito o fuerza mayor exime de
responsabilidad, excepto disposición en contrario”. El equivalente a este artículo,
es el 514 CC que define al caso fortuito en similares términos.

 Hecho de un tercero: El art. 1731 CCyC establece que para eximir de


responsabilidad, el hecho de un tercero debe reunir los caracteres del caso
fortuito. Por lo tanto, el tercero cuya acción incide causalmente en la producción
del daño, no solo debe tratarse de un tercero por el cual el sindicado responsable
no debe responder, sino que además su accionar debe ser imprevisto, o bien
habiendo sido previsto no pudo evitarse.

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - FASCICULO 18 | 21


La responsabilidad directa

§ 34. Sujetos responsables. Es responsable directo quien incumple una


obligación u ocasiona un daño injustificado por acción u omisión (art. 1649 CCyC)

En cuanto a los actos involuntarios se establece una regla de responsabilidad


plena, salvo que el Juez decida atenuarla por razones de equidad.

1750.- Daños causados por actos involuntarios. El autor de un daño


causado por un acto involuntario responde por razones de equidad. Se aplica lo
dispuesto en el artículo 1742.

El acto realizado por quien sufre fuerza irresistible no genera


responsabilidad para su autor, sin perjuicio de la que corresponde a título
personal a quien ejerce esa fuerza.

Para el caso de pluralidad de responsables, se establece la remisión a las


obligaciones solidarias o concurrentes. El encubridor también responde, en cuanto se
acredita que ha cooperado en el daño.

1751.- Pluralidad de responsables. Si varias personas participan en la


producción del daño que tiene una causa única, se aplican las reglas de las
obligaciones solidarias. Si la pluralidad deriva de causas distintas, se aplican las
reglas de las obligaciones concurrentes.

1752.- Encubrimiento. El encubridor responde en cuanto su cooperación ha


causado daño.

La responsabilidad por el hecho de otro

§ 35. Responsabilidad del principal por el hecho del dependiente. El


“principal” (empleador) responde objetivamente por los daños que causen los que
están bajo su dependencia, o las personas de las cuales se sirve para el cumplimiento
de sus obligaciones, cuando el hecho dañoso acaece en ejercicio o con ocasión de las
funciones encomendadas (art. 1753 CCyC).

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - FASCICULO 18 | 22


 Esta responsabilidad es explícitamente objetiva (es irrelevante la “no culpa” del
principal) y se precisa que es concurrente con la del subordinado, es decir, tiene
causa fuente diferente.

 En forma expresa establece que la falta de discernimiento del dependiente no


excusa al principal (CCyC, Art. 1753 2do. Pfo.). Esto es relativamente novedoso,
pues por lo general se exigía que debiera existir responsabilidad por parte del
dependiente para que esta se transmita al principal. De todas maneras creemos
que la solución es justa, pues en definitiva el factor de atribución de garantía, en
cabeza del principal, lo justifica.

§ 36. Responsabilidad de los padres por el hechos de los hijos. Habiamos


adelantado a este como uno de los casos donde la responsabilidad es objetiva mientras
se encuentre bajo su cuidado.

1754.- Hecho de los hijos. Los padres son solidariamente responsables por los
daños causados por los hijos que se encuentran bajo su responsabilidad parental
y que habitan con ellos, sin perjuicio de la responsabilidad personal y
concurrente que pueda caber a los hijos.

La responsabilidad de los padres es objetiva –dice el art. 1755- lo cual implica


que los padres no pueden liberarse con la prueba de la falta de culpa (podrán hacerlo
demostrando la ruptura del nexo causal: la prueba del hecho del damnificado, del
tercero o el caso fortuito). Se aclara allí también que “los padres no se liberan, aunque
el hijo menor de edad no conviva con ellos, si esta circunstancia deriva de una causa
que les es atribuible”.

El art. 1755 admite que esta responsabilidad cesa si el menor de edad es puesto
bajo la vigilancia de otra persona, transitoria o permanentemente.

 Clarificando el funcionamiento de esta causal de cesación dice al respecto Sáenz


(en Lorenzetti –ed.-, Código Civil y Comercial Comentado, t. 8, pp. 567-568) que
“así, cuando el niño se encuentre bajo el cuidado de una nstitución de estudios o
de recreación, cesará la responsabilidad de los progenitores mientras su hijo
esté sometido al control y vigilancia de dicho establecimiento. En este punto, el
Código establece una diferencia con el artículo 1115 del código derogado, que
únicamente preveía la extinción del deber de responder de los padres en los
supuestos en que se había transferido la guarda del niño con carácter
permanente, respecto de establecimientos de cualquier tipo". La transitoriedad

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - FASCICULO 18 | 23


que exige el artículo 1755 requiere de un grado de permanencia. Además, la
responsabilidad parental no cesará si el hijo no se encuentra bajo la vigilancia de
otra persona que pueda responder por los daños que ese menor pueda
ocasionar, si no bastaría con que el menor haya sido colocado transitoria o
permanentemente bajo el cuidado de otra persona para desligarse de la
responsabilidad parental sin que el damnificado tenga un responsable por el
hecho de ese menor. En fin, la responsabilidad cesará siempre que haya un
responsable que responda por el hecho de ese menor”.

 Esta responsabilidad de los padres también se proyecta a “otras personas


encargadas” tal como lo regula el art. 1756:

1756.- Otras personas encargadas. Los delegados en el ejercicio de la


responsabilidad parental, los tutores y los curadores son responsables como los
padres por el daño causado por quienes están a su cargo.

Sin embargo, se liberan si acreditan que les ha sido imposible evitar el


daño; tal imposibilidad no resulta de la mera circunstancia de haber sucedido el
hecho fuera de su presencia.

El establecimiento que tiene a su cargo personas internadas responde por


la negligencia en el cuidado de quienes, transitoria o permanentemente, han
sido puestas bajo su vigilancia y control.

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - FASCICULO 18 | 24


La responsabilidad derivada de la intervención de cosas y de ciertas actividades

§ 37. Responsabilidad objetiva por cosas y actividades riesgosas.


Consolidando criterios sostenidos por la doctrina jurídica argentina durante muchos
años en el desarrollo interpretativo del art. 1113 del Código Civil, el Código sistematiza
los principios básicos del tema en estos términos:

1757.- Hecho de las cosas y actividades riesgosas. Toda persona responde


por el daño causado por el riesgo o vicio de las cosas, o de las actividades que
sean riesgosas o peligrosas por su naturaleza, por los medios empleados o por
las circunstancias de su realización.

La responsabilidad es objetiva. No son eximentes la autorización


administrativa para el uso de la cosa o la realización de la actividad, ni el
cumplimiento de las técnicas de prevención.

Como novedad, el Código incorpora a la actividad riesgosa, aclarando más


adelante que dicha norma no es aplicable en el caso de actividades profesionales.

§ 38. Responsabilidad concurrente del dueño y del guardián. El art. 1758


establece la responsabilidad objetiva del dueño y del guardián por el daño proveniente
del vicio o riesgo de las cosas, o de actividades riesgosas o peligrosas.

 Ambos —dueño y guardián— responden concurrentemente.

 El CCyC define al guardián como aquel que ejerce, por sí o por terceros, el uso, la
dirección y el control de la cosa, o quien obtiene un provecho de ella (art. 1758)
concepto que es tomado del acervo jurisprudencial existente.

1758.- Sujetos responsables. El dueño y el guardián son responsables


concurrentes del daño causado por las cosas. Se considera guardián a quien ejerce,
por sí o por terceros, el uso, la dirección y el control de la cosa, o a quien obtiene un
provecho de ella (…).

Se indica además que:

 El dueño no responde si prueba que la cosa fue usada en contra de su voluntad


expresa o presunta.
o Queda así fuera el supuesto de culpa o hecho de la propia víctima o de un
tercero por quien no deben responder. Aunque, claro está, deben
aplicarse otros principios para hacer funcionar estas eximentes, tal como
en la actualidad ocurre con el caso fortuito ajeno al riesgo o vicio de la
cosa. Ello por cuanto el hecho de la víctima, el caso fortuito y el hecho del
tercero que reúne los requisitos del caso fortuito funcionan como
eximentes generales conforme los arts. 1729, 1730 y 1731.

 En caso de actividad riesgosa o peligrosa responde quien la realiza, se sirve u


obtiene provecho de ella, por sí o por terceros, excepto lo dispuesto por la
legislación especial.

 El daño causado por animales se equipara al daño causado con cosas riesgosas o
viciosas, cualquiera sea la especie animal.

 Mas adelante, cuando se regula la responsabilidad derivada de los accidentes de


tránsito, se dispone (art. 1769) que a ella se aplican también las reglas referidas
a la responsabilidad derivada de la intervención de cosas.

Responsabilidad colectiva y anónima

§ 39. Supuestos contemplados. Una sección específica con tres artículos está
destinada a regular estos supuestos, que se caracterizan por un cambio en las reglas
probatorias comunes.

 Cosa suspendida o arrojada. El art. 1760 resuelve con claridad el clásico


supuesto de las cosas caídas o arrojadas de un edificio. Responsabiliza
solidariamente a los dueños y ocupantes de la parte de donde cayó o fue
arrojada la cosa. Quien demuestre que no participó en su producción se puede
liberar.

 Autor anónimo. El artículo 1761 regula el supuesto en que el daño es cometido


por un autor anónimo que pertenece a un grupo identificado. En este caso
responden solidariamente todos los integrantes, excepto el que demuestre que
no ha contribuido a la producción del daño.

 Actividad peligrosa de un grupo. En el art. 1762 se contempla el supuesto


del grupo que realiza una actividad peligrosa. La doctrina ha mencionado como
ejemplos al de la barra brava de fútbol, o de un grupo que participa en “picadas”
de automóviles. En este caso, la responsabilidad también es solidaria de todos
los integrantes y solo se libera quien demuestra que no integraba el grupo. Es

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL | DERECHO DE DAÑOS – Y OTRAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES | 26


ineficaz probar la autoría porque no interesa el anonimato, lo relevante es probar
que no se ha integrado el grupo.

Supuestos especiales de responsabilidad

En la Sección 9a se agrupan supuestos especiales de responsabilidad que fueron


ampliamente abordados por nuestra doctrina y jurisprudencia.

§ 40. Responsabilidad de la persona jurídica. Al respecto, el art. 1763 CCyC


establece categóricamente que la persona jurídica responde por los daños que causen
quienes las dirigen o administran en ejercicio o en ocasión de sus funciones.

Obviamente que esta regla general no es exclusiva, puesto que la persona


jurídica también puede llegar a responder en otras situaciones. Así, por ejemplo, en su
calidad de dueña de cosas riesgosas o viciosas, o en los términos del art. 40 de la Ley
de Defensa del Consumidor, o como propietaria de establecimientos educativos, o por
los hechos de los terceros que introduce en el cumplimiento de sus obligaciones, o por
los hechos de quienes están bajo su dependencia.

§ 41. Responsabilidad de los establecimientos educativos. En los


establecimientos educativos se dispone (Art. 1767) que el titular responde por el daño
causado o sufrido por sus alumnos menores de edad cuando se hallen o debieran
hallarse bajo el control de la autoridad escolar.

 La responsabilidad es objetiva y se exime sólo con la prueba del caso


fortuito.

 El titular del establecimiento responde no solo por los daños causados y


sufridos cuando el alumno se halle bajo el control de la autoridad escolar,
sino también cuando, debiendo hallarse bajo dicha supervisión, el alumno
hubiera escapado del poder de vigilancia de la autoridad educativa.

 El establecimiento educativo debe contratar un seguro de responsabilidad


civil, de acuerdo a los requisitos que fije la autoridad en materia
aseguradora.

Se trata de criterios ampliamente defendidos por la doctrina argentina,


concentrando la imputación en el titular del establecimiento, quien a su vez, descarga el

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL | DERECHO DE DAÑOS – Y OTRAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES | 27


pago en el seguro; lo importante en este caso es asegurar la indemnización a las
víctimas, sin perjuicio de las cuestiones penales que puedan existir.

En cuanto a la educación superior y universitaria, ya no puede predicarse que


exista un deber de cuidado similar al de los otros establecimientos, por lo que quedan
excluidos de esta regla dada en el art. 1767.

§ 42. Responsabilidad de los profesionales liberales. A este respecto el art.


1768 del CCyC sienta los siguientes principios:

 Somete la actividad de los profesionales liberales a las reglas de las


obligaciones de hacer.

 Como regla general, la responsabilidad es subjetiva. El profesional


promete un hacer que consiste en una diligencia conforme a las reglas de
la profesión, sin que pueda asegurar un resultado; de allí que la
imputación sea subjetiva y pueda liberarse probando su falta de culpa.

 Consecuentemente, la responsabilidad podrá ser objetiva cuando el


profesional haya comprometido un resultado.

 Expresamente se establece que la actividad del profesional liberal no está


comprendida en las actividades riesgosas.

 No se aplica la lógica de responsabilidad objetiva que se deriva del riesgo


de la cosa.

 Sí se aplica la responsabilidad por el vicio de la cosa que haya utilizado el


profesional en su labor.

§ 43. Responsabilidad derivada de actos de intromisión en la vida


privada y de una acusación calumniosa. Los dos últimos artículos de la Sección 9a
se refieren a los actos de intromisión en la vida privada y a la acusación calumniosa
respectivamente. El art. 1770 CCyC, que a continuación se transcribe, constituye una
reproducción casi textual del art. 1071 bis CC, pero se elimina la salvedad de que el
hecho de intromisión en la privacidad ajena no constituya un delito penal. Por lo tanto,
conforme la nueva normativa, constituya o no un delito penal, el acto de intromisión
debe cesar y el responsable debe pagar la indemnización que a tal fin establezca el juez
de acuerdo con las circunstancias del caso:

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL | DERECHO DE DAÑOS – Y OTRAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES | 28


1770.- Protección de la vida privada. El que arbitrariamente se entromete en
la vida ajena y publica retratos, difunde correspondencia, mortifica a otros en sus
costumbres o sentimientos, o perturba de cualquier modo su intimidad, debe ser
obligado a cesar en tales actividades, si antes no cesaron, y a pagar una
indemnización que debe fijar el juez, de acuerdo con las circunstancias. Además,
a pedido del agraviado, puede ordenarse la publicación de la sentencia en un
diario o periódico del lugar, si esta medida es procedente para una adecuada
reparación.

Finalmente, se regula la acusación calumniosa. En estos supuestos,


generalmente colisionan derechos fundamentales reconocidos en la Constitución
Nacional.

 Por un lado, el derecho a la libre expresión de las ideas sin censura


previa; y por otro lado el derecho de toda persona a gozar de una esfera
de la intimidad protegida de injerencias ajenas y el derecho al honor.
Estos conflictos constituyen verdaderos dilemas en el derecho ya que nos
encontramos ante dos alternativas incompatibles. Cuando la libre
expresión de ideas tiene idoneidad para vulnerar los derechos al honor y
a la intimidad de la persona, dar preeminencia a un valor sobre otro lleva
a resultados opuestos o contradictorios, y cualquiera sea el camino
escogido, algo valioso es sacrificado. Una sociedad democrática necesita
para su funcionamiento, el amplio reconocimiento de la libertad de
expresión. A su vez, la denuncia puede implicar hechos de particular
gravedad, por lo que es necesario que se denuncien tales hechos.

 Por otro lado, todo ser humano necesita de una esfera de intimidad que
se encuentre protegida de las injerencias ajenas para el pleno
desenvolvimiento de su personalidad.

Es por ello que, en línea con la adopción de la doctrina de la “real malicia” de la


jurisprudencia norteamericana que ha receptado nuestra Corte Suprema, la regulación
de este supuesto en el CCyC exige la configuración de un especial ánimo subjetivo en el
agente dañador: el dolo o la culpa grave.

1771.- Acusación calumniosa. En los daños causados por una acusación


calumniosa sólo se responde por dolo o culpa grave. El denunciante o
querellante responde por los daños derivados de la falsedad de la denuncia o de
la querella si se prueba que no tenía razones justificables para creer que el
damnificado estaba implicado.

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL | DERECHO DE DAÑOS – Y OTRAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES | 29


La responsabilidad del Estado y de los funcionarios públicos

§ 44. Responsabilidad del Estado: la cuestión en la doctrina y en el


Anteproyecto. La responsabilidad patrimonial del Estado, ha sido siempre un tema
controvertido y blanco de profundos desencuentros doctrinarios, sobre todo de pugnas
entre civilistas y administrativistas.

Hasta el siglo XIX, predominó el dogma de la irresponsabilidad del Estado por los
daños que pudiera causarse a las personas en el marco de la actividad o inactividad
estatal; fundado en la pretendida incompatibilidad entre la soberanía del Estado y las
pretensiones resarcitorias articuladas en su contra.

Cassagne señala que la responsabilidad estatal por daños en el derecho interno


puede obedecer a una relación de derecho privado (civil o comercial), o bien de derecho
administrativo. En el primer supuesto, según Pizarro y Vallespinos, se trataría de una
responsabilidad directa, basada principalmente en el factor de atribución culpa y
resultarían aplicables los arts. 43, 512 y 1109 CC. Mientras que en el segundo supuesto,
se deben aplicar los principios del derecho administrativo. En el derecho administrativo
la responsabilidad no se funda en la culpa, sino que tiene naturaleza objetiva.

El Anteproyecto elaborado por la Comisión Redactora, regulaba la


responsabilidad del Estado en los arts. 1764 a 1766 CCyC (2012). Como regla general,
se estableció que el Estado responde objetivamente por los daños causados por el
ejercicio irregular de sus funciones.

Con respecto a la responsabilidad de los funcionarios y empleados públicos, los


mismos debían responder por los daños causados a los particulares por las acciones u
omisiones que impliquen un ejercicio irregular de su cargo. Así, el art. 1766 CCyC (2012)
disponía que el Estado responde, objetivamente, por los daños derivados de sus actos
lícitos que sacrifican intereses de los particulares con desigual reparto de las cargas
públicas. Sin embargo, dicha reparación solo procede respecto del daño emergente.

La Comisión Redactora manifestó en los ”Fundamentos...” que: El Estado


responde, objetivamente, por los daños causados por el ejercicio irregular de sus
funciones, sin que sea necesario identificar a su autor. Se ha utilizado el criterio definido
por la Corte Suprema, que consideró que el ejercicio irregular es una violación o
anormalidad frente a las obligaciones del servicio regular, entraña una apreciación en
concreto que toma en cuenta la naturaleza de la actividad, los medios de que dispone el
servicio, el lazo que une a la víctima con el servicio y el grado de previsibilidad del daño
(Fallos: 321:1124). Dicho con otras palabras, no se trata de un juicio sobre la conducta

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de los agentes sino sobre la prestación del servicio y, por ello, la responsabilidad
involucrada no es subjetiva, sino objetiva.

§ 45. Responsabilidad del Estado: la cuestión en el Código y en la Ley de


Responsabilidad Estatal 26.944. El Poder Ejecutivo Nacional sustituyó los artículos
mencionados estableciendo que la responsabilidad del Estado no se rige por las
disposiciones del Código Civil ni de manera directa ni subsidiara; sino que dicha
responsabilidad se rige por las normas y principios del derecho administrativo; como así
también la responsabilidad de los funcionarios y empleados públicos.

Al tiempo, el 2 de julio de 2014 se sancionó la Ley de Responsabilidad Estatal


para regular las compensaciones procedentes por daños causados por la actividad o
inactividad del Estado a los bienes o derechos de las personas. El nuevo régimen
normativo, en consonancia con lo dispuesto en el CCyC, establece que no resultan
aplicables las disposiciones del CC directa ni subsidiariamente. Asimismo, dispone que
la responsabilidad del Estado es directa y objetiva; y en la parte final del art. 1º
establece expresamente que “la sanción pecuniaria disuasiva es improcedente contra el
Estado, sus agentes y funcionarios”.

Obviaremos aquí un tratamiento más exhaustivo de las normas de la ley 26.944,


el que podrá encontrarse en literatura técnica dedicada específicamente a esa
legislación, una norma que por su naturaleza solo sería aplicable a demandas contra el
Estado Nacional si es que las provincias no han adherido. Para las que no lo han hecho,
podría entenderse aplicable el régimen común de la responsabilidad civil en todo lo que
no esté afectado por los principios del derecho administrativo ya adoptados por la
jurisprudencia con anterioridad a la sanción del Código.

Acciones civil y penal

§ 46. Independencia. Se establece el principio de la independencia entre la


acción civil y penal, largamente reclamado por la doctrina.

La acción civil y la acción penal resultantes del mismo hecho pueden ser
ejercidas independientemente. En los casos en que el hecho dañoso configure al mismo
tiempo un delito del derecho criminal, la acción civil puede interponerse ante los jueces
penales, conforme a las disposiciones de los códigos procesales o las leyes especiales
(art. 1774).

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§ 47. Prejudicialidad o presentencialidad penal: principio y excepciones.
En principio, se mantiene el princiio de que “el dictado de la sentencia definitiva debe
suspenderse en el proceso civil hasta la conclusión del proceso penal”, plasmado en el
art. 1775 (la idea es evitar pronunciamientos contradictorios), pero esta norma ahora
reconoce tres casos en los que el juez civil podrá fallar sin esperar el resultado del juicio
criminal.

En ese sentido resulta novedoso e inteligente que pueda dictarse sentencia civil,
aún pendiente la penal, en los siguientes casos reglados en el art. 1775: a) si median
causas de extinción de la acción penal, lo que es obvio, pues en tal caso la acción penal
debería extinguirse; b) si la dilación del procedimiento penal provoca una frustración al
derecho a ser indemnizado; y c) si la acción civil está fundada en un factor objetivo de
responsabilidad, ya que es irrelevante el resultado de lo resuelto en sede penal donde
se debaten factores subjetivos como dolo o culpa.

En cuanto a los efectos de la sentencia penal condenatoria, hace cosa juzgada


sobre el hecho principal y la culpa del condenado (art. 1776).

Tampoco puede revisarse en sede civil la decisión penal según la cual el hecho
no existió o el sindicado no participó (art. 1777).

Otras fuentes de las obligaciones

§ 48. Mas allá de contratos y daños. La tradición histórica, basada en el


derecho romano, y luego francés, admitió una clasificación cuatripartita de las
obligaciones: el contrato, cuasicontrato, delito y el cuasidelito. En este contexto, la
gestión de negocios ajenos y la repetición del pago de lo indebido fueron considerados
cuasicontratos y así se enseña en muchas de las facultades de derechos del país.

Sin embargo, la mayoría de la doctrina actual considera innecesarias las


categorías híbridas del cuasicontrato y cuasidelito y se propone regular la gestión de
negocios como una fuente autónoma y la repetición del pago de lo indebido como una
especie del enriquecimiento sin causa. Esta es la tesis predominante, y que sigue el
Código sancionado en 2014.

Gestión de negocios

§ 49. Gestión de negocios. Esta figura es, en resumidas cuentas, el acto de


alguien que por propia iniciativa actúa por otro sin tener mandato ni instrucciones ni

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encargo. Se la define diciendo que hay gestión de negocios cuando una persona asume
oficiosamente la gestión de un negocio ajeno por un motivo razonable, sin intención de
hacer una liberalidad y sin estar autorizada ni obligada, convencional o legalmente.

En el concepto adoptado por el Código en el art. 1781 se reciben los criterios


tradicionales: el gestor tiene una obligación de actuar, ni tampoco pretende hacer una
liberalidad y por ello es que, no habiendo ninguna otra causa, es autónoma. Sin
embargo, se agregó un elemento que estaba en el Proyecto de 1998: el gestor asume
oficiosamente la gestión por un motivo razonable.

El gestor está obligado a avisar sin demora al dueño del negocio que asumió la
gestión, y aguardar su respuesta, siempre que esperarla no resulte perjudicial; actuar
conforme a la conveniencia y a la intención, real o presunta, del dueño del negocio;
continuar la gestión hasta que el dueño del negocio tenga posibilidad de asumirla por sí
mismo o, en su caso, hasta concluirla; debe proporcionar al dueño del negocio
información adecuada respecto de la gestión; una vez concluida la gestión, rendir
cuentas al dueño del negocio (art. 1782).

Luego se establecen las causas de la conclusión de la gestión (art. 1783), los


alcances de la obligación (1784), y los supuestos en que el dueño queda obligado
(1785). Se hablará allí de una “gestión conducida utilmente” como presupuesto de la
obligación, lo que contrario sensu implica que un gestor no tiene derecho a reclamar
nada al dueño del negocio si su gestión fue inútil o inoficiosa.

1783.- Conclusión de la gestión. La gestión concluye:

a) cuando el dueño le prohíbe al gestor continuar actuando. El gestor, sin


embargo, puede continuarla, bajo su responsabilidad, en la medida en que lo haga por
un interés propio;

b) cuando el negocio concluye.

1784.- Obligación frente a terceros. El gestor queda personalmente obligado frente a


terceros. Sólo se libera si el dueño del negocio ratifica su gestión, o asume sus
obligaciones; y siempre que ello no afecte a terceros de buena fe.

1785.- Gestión conducida útilmente. Si la gestión es conducida útilmente, el dueño


del negocio está obligado frente al gestor, aunque la ventaja que debía resultar no se
haya producido, o haya cesado:

a) a reembolsarle el valor de los gastos necesarios y útiles, con los intereses


legales desde el día en que fueron hechos;

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b) a liberarlo de las obligaciones personales que haya contraído a causa de la
gestión;

c) a repararle los daños que, por causas ajenas a su responsabilidad, haya sufrido
en el ejercicio de la gestión;

d) a remunerarlo, si la gestión corresponde al ejercicio de su actividad


profesional, o si es equitativo en las circunstancias del caso.

Por obvias razones, este instituto tiene una naturaleza que lo analoga al
mandato, lo que se ratifica cuando el art. 1790 dispone que las normas de este se le
apliquen supletoriamente.

§ 50. Límites de la actuación y responsabilidad del gestor. La doctrina


suele discutir la cuestión de cuál es el margen de actuación del gestor, tema sobre el
que Vélez Sársfield se pronunciaba en términos categóricos en la nota al art. 2298
diciendo que “es preciso que el negocio preexista a la gestión”, y ejemplificando: “Si yo
hago trabajos en una casa ajena que necesita reparaciones, hay gestión de negocios,
pero si construyo una casa en terreno de otro, hay creación pero no gestión, de
negocios”. Este criterio conceptual sigue siendo válido para resaltar que el ámbito
propio de la gestión está delimitado a lor actos de administración, y que los de
disposición son extraños a su aplicabilidad.

En materia de responsabilidad del gestor se ratifica la idea de la imputación por


culpa, para cuya valoración se toma en cuenta la diligencia con referencia concreta a su
actuación en los asuntos propios, si se trata de una gestión urgente, si procuró librar al
dueño del negocio de un perjuicio, o actuó por motivos de amistad o de afección.

Asimismo, dice el art. 1787, responde por el daño que resulte de caso fortuito en
estos casos, salvo en cuanto la gestión le haya sido útil a aquél: si actuó contra su
voluntad expresa; si emprendió actividades arriesgadas, ajenas a las habituales del
dueño del negocio; si pospuso el interés del dueño del negocio frente al suyo; si no tenía
las aptitudes necesarias para el negocio, o su intervención impidió la de otra persona
más idónea.

Se prevén asimismo –art. 1788- que la responsabilidad sea solidaria para

a) los gestores que asumen conjuntamente el negocio ajeno;

b) los varios dueños del negocio, frente al gestor.

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Empleo útil

§ 51. Empleo útil. Si la gestión de negocios se concretaba en un actuar, el


“empleo útil” es algo más específico: se concreta en un pagar algo en favor de otro. La
definición del art. 1791 es la siguiente: quien, sin ser gestor de negocios ni mandatario,
realiza un gasto, en interés total o parcialmente ajeno, tiene derecho a que le sea
reembolsado su valor, en cuanto haya resultado de utilidad, aunque después ésta llegue
a cesar.

Se contempla en el Código un caso muy típico de gasto que configura “empleo


útil”, el de los “gastos funerarios que tienen relación razonable con las circunstancias de
la persona y los usos del lugar” (art. 1792).

El acreedor tiene derecho a demandar el reembolso: a) a quien recibe la utilidad;


b) a los herederos del difunto, en el caso de gastos funerarios; c) al tercero adquirente a
título gratuito del bien que recibe la utilidad, pero sólo hasta el valor de ella al tiempo
de la adquisición.

Enriquecimiento sin causa

§ 52. Una figura ausente en el Código de Vélez, pero doctrinariamente


identificada. En el Código de Vélez no había un tratamiento sistemático de la figura,
aunque la doctrina había ya identificado su existencia como el fundamento implícito en
numerosas soluciones puntuales que daban pie a la acción por restitución en numerosos
supuestos expresamente legislados, como el empleo útil y el pago indebido.

En todo caso, la doctrina siempre conceptuó al desplazamiento patrimonial


incausado como un principio subyacente y como una fuente autónoma de obligaciones
(distinta a la de los contratos y a la de la responsabilidad civil), y en línea con el
desarrollo doctrinario se propició que la figura fuera legislada e incluida en la legislación
positiva.

§ 53. Caracterización y efectos. “Toda persona que sin una causa lícita se
enriquezca a expensas de otro está obligada, en la medida de su beneficio, a resarcir el
detrimento patrimonial del empobrecido” –dice el art. 1794, que define esta figura.

El efecto estándar del caso será resarcir al empobrecido “en la medida del
beneficio” del ganancioso. Nótese que además de esta explícita, hay otra limitación

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implícita y que va de suyo: el afectado no podrá reclamar más que lo que ha sido su
perjuicio, por lo que la indemnización perseguida no podrá ser mayor a la medida del
empobrecimiento.

El beneficio puede resultar tanto de un aumento efectivo de bienes o ganancias,


(lucrum emergens) como una disminución de pasivos o pérdidas (damnum cesans).

El efecto estándar se conjuga con la variante habilitada en el segundo párrafo


del art. 1794, que contempla la restitución en especie: si el enriquecimiento consiste en
la incorporación a su patrimonio de un bien determinado, debe restituirlo si subsiste en
su poder al tiempo de la demanda.

§ 54. Una figura conceptualmente subsidiaria y procesalmente residual.


En primer lugar, el enriquecimiento sin causa juega como una norma de cierre que
viene a resolver situaciones no contempladas específicamente por el Código. Además,
en algunos casos las normas del CCyC hacen remisión expresa a la aplicación de esta
figura: en el caso de esponsales (art. 401), de distribución de bienes adquiridos por los
convivientes (art. 528), o los gastos que ha erogado un tercero en cumplimiento del
deber de prevención del daño (art. 1710).

Siendo una norma de cierre, también se establece su carácter residual: el art.


1795 dice que la acción no es procedente si el ordenamiento jurídico concede al
damnificado otra acción para obtener la reparación del empobrecimiento sufrido.

§ 55. Pago indebido (indebito): supuestos de repetición. Cuando se habla


de pago indebido se utiliza un cómodo expediente para denominar una traslación
patrimonial que, con aspecto de pago, no es tal. La doctrina ha estudiado este tema y
ha señalado que, en realidad, no hay pago, porque no se da el cumplimiento de una
obligación ni concurren los elementos tipificantes.

En todo caso, el Código compila supuestos bajo este concepto que está bajo la
órbita del enriquecimiento sin causa (que aprovechará al que recibió un pago). Así se
establece en el art. 1796 que el pago es repetible (esto es, deberá ser “devuelto”):

 Si la causa de deber no existe, o no subsiste, porque no hay obligación


válida, porque esa causa ha dejado de existir; o porque el pago fue
realizado en consideración a una causa futura, que no se va a producir;

 si paga quien no está obligado, o no lo está en los alcances en que pagó,


(a esto se llama indebito subjetivo);

 si recibe el pago quien no es acreedor;

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 si la causa del pago es ilícita o inmoral;

 si el pago es obtenido por medios ilícitos.

La repetición obliga a restituir lo recibido, conforme a las reglas de las


obligaciones de dar para restituir, por lo cual es relevante la buena o la mala fe del
accipiens.

Pero hay salvedades a este respecto, enunciadas en el art. 1799:

 la restitución a cargo de un incapaz no puede exceder el provecho que


haya obtenido (art. 1799);

 en el caso de indébito subjetivo la restitución no procede si el acreedor,


de buena fe, se privó de su título, o renunció a las garantías (pero se
asigna a quien realiza el pago subrogación legal en los derechos de
aquél);

 en el caso del pago con causa ilícita o inmoral, la parte que no actuó con
torpeza tiene derecho a la restitución, y si ambas partes lo hicieron
torpemente, el crédito tiene el mismo destino que las herencias vacantes.

Declaración unilateral de voluntad.

§ 56. Sentido de la incorporación de la declaración unilateral de


voluntad como fuente de las obligaciones. La declaración unilateral de voluntad
como fuente autónoma de las obligaciones había sido ampliamente aceptada en el
derecho argentino; aún no estando en el Cödigo de Vélez, se la podía inferir a partir de
soluciones soluciones que sólo se explican a través de ella, como las atinentes a la
oferta a término y a la promesa de recompensa.

Con su inclusión en el Código Civil y Comercial se establece en el art. 1800 que


la declaración unilateral de voluntad causa una obligación jurídicamente exigible en los
casos previstos por la ley o por los usos y costumbres. Esta norma también preceptúa
que se le aplican subsidiariamente las normas relativas a los contratos.

En una norma concordante con lo dispuesto en obligaciones, se dispone que la


promesa de pago de una obligación realizada unilateralmente hace presumir la
existencia de una fuente válida, excepto prueba en contrario (Art. 1801).

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También se consideran tales a las obligaciones que resultan para el emisor o
confirmante de las cartas de crédito emitidas por bancos u otras entidades autorizadas
son declaraciones unilaterales de voluntad. En estos casos puede utilizarse cualquier
clase de instrumento particular.

Se regula la promesa de recompensa (arts. 1803 a 1806) y se establece que


quien, mediante anuncios públicos promete recompensar, con una prestación
pecuniaria o una distinción, a quien ejecute determinado acto, cumpla determinados
requisitos o se encuentre en cierta situación, queda obligado por esa promesa desde el
momento en que llega a conocimiento del público.

El concurso público es otro supuesto, regulado en los arts. 1807 a 1809. La


promesa de recompensa al vencedor de un concurso, requiere para su validez que el
anuncio respectivo contenga el plazo de presentación de los interesados y de
realización de los trabajos previstos. El dictamen del jurado designado en los anuncios
obliga a los interesados. A falta de designación, se entiende que la adjudicación queda
reservada al promitente. El promitente no puede exigir la cesión de los derechos
pecuniarios sobre la obra premiada si esa transmisión no fue prevista en las bases del
concurso.

Finalmente se incluyen las garantías unilaterales, que constituyen un


supuesto muy importante para la actividad comercial, y se legislan en los arts. 1810 a
1814 del CCyC. Constituyen una declaración unilateral de voluntad las "garantías de
cumplimiento a primera demanda", "a primer requerimiento” y aquéllas en que de
cualquier otra manera se establezca que el emisor garantiza el cumplimiento de las
obligaciones de otro y se obliga a pagarlas, o a pagar una suma de dinero u otra
prestación determinada, independientemente de las excepciones o defensas que el
ordenante pudiera tener, aunque mantenga el derecho de repetición contra el
beneficiario, el ordenante o ambos. El pago faculta la promoción de las acciones
recursorias correspondientes.

Se admite su emisión por personas públicas, personas jurídicas privadas en los


que los socios fundadores o integrantes no respondan ilimitadamente y para cualquier
tipo de entidades financieras y compañías de seguros, y para importadores o
exportadores por operaciones de comercio exterior (art. 1811).

Se precisa la forma para la que en general se requiere instrumento público o


privado, pero las entidades financieras o compañías de seguros pueden asumirlas
mediante cualquier tipo de instrumento particular (Art. 1812).

Se prevé la cesión de la garantía, antes o después del momento en que puede


hacérsela efectiva (art. 1813); también se contempla como natural el carácter de
irrevocable (admitiendo el art. 1814 la posibilidad de que en el acto de sucreación se
disponga lo contrario).

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Títulos valores

§ 57. Incorporación al Código Civil y Comercial. En este tema el Código


(arts. 1815 a 1881) recepta las reglas jurídicas básicas y más aceptadas, con la finalidad
de promover la circulación amplia de estos títulos y la seguridad jurídica. De esa forma
cubre el vacío legal que tenía el sistema en cuanto a la falta de una "teoría general" en
la materia, la que era presentada y elaborada doctrinariamente por extrapolación e
inducción a partir de las reglas de una de las especies paradigmáticas del género la
letra de cambio legislade en el decreto-ley 5965/63 (que, dicho sea de paso, subsiste
sin cambios ya que no ha sido reformado por el Código sancionado en 2014).

§ 58. Concepto y naturaleza del “título valor”. Se ha optado por esta


nomenclatura, equivalente a otras que alternativamente maneja la doctrina como
“títulos circulatorios”, “obligaciones o papeles negociables”, o “títulos de crédito”.

Se trata de documentos que incorporan una obligación incondicional e


irrevocable de una prestación y otorgan a cada titular un derecho autónomo. No se trata
de bienes o cosas muebles registrables.

Es decir, son documentos que, además de ser probatorios, son


también dispositivos, por cuanto resulta necesario disponer del título para el ejercicio
del derecho, y constitutivos, porque el documento es condición de existencia del
derecho en él incorporado.

§ 59. Autonomía. Se consagra en el art. 1816 la regla de autonomía: el portador


de buena fe de un título valor que lo adquirió conforme con su ley de circulación, tiene
un derecho autónomo, y le son inoponibles las defensas personales que puedan existir
contra anteriores portadores. El deudor que paga al portador del título valor conforme
con su ley de circulación queda liberado, excepto que al momento del pago, disponga
de pruebas que demuestren la mala fe del que lo requiere.

§ 60. Libertad de creación. Se incorporan el principio de libertad de creación


que, aún cuando es amplio, es pertinente para la actual evolución de los negocios y su
tendencia flexible a innovaciones permanentes.

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1820.- Libertad de creación. Cualquier persona puede crear y emitir títulos
valores en los tipos y condiciones que elija. Se comprende en esta facultad la
denominación del tipo o clase de título, su forma de circulación con arreglo a las
leyes generales, sus garantías, rescates, plazos, su calidad de convertible o no
en otra clase de título, derechos de los terceros titulares y demás regulaciones
que hacen a la configuración de los derechos de las partes interesadas, que
deben expresarse con claridad y no prestarse a confusión con el tipo,
denominación y condiciones de los títulos valores especialmente previstos en la
legislación vigente.

Sin perjuicio de ello, el segundo párrafo de este artículo establece que los títulos
abstractos no pueden crearse sino cuando están previstos por la ley, cuando se
destinan a la oferta pública con los requisitos de la legislación respectiva o cuando los
emisores son entidades financieras, de seguros o fiduciarios financieros.

 Dice Paolantonio (en Lorenzetti, “Código Civil y Comercial Comentado”, t. VII, p.


781-782): “La distinción entre títulos valores causales y abstractos no es objeto
de definición normativa en el Código. En doctrina, se reconoce que el derecho
incorporado a un título valor encuentra necesariamente su causa en un acto
jurídico precedente, que da lugar a su creación o transferencia (por ej., un
contrato de compraventa, un mutuo, una donación, etc.). La abstracción
apunta en esta materia a la insensibilidad del derecho del portador legítimo
respecto de la relación jurídica causa de la emisión o transmisión del título valor.

 En los títulos valores abstractos, la causa es típicamente variable e


indeterminada (pagaré, cheque, etc.), en tanto en los títulos valores causales, la
causa o relación fundamental es normalmente un negocio jurídico definido e
invariable (por ej., el préstamo o contrato de crédito en las obligaciones
negociables).

 La distinción entre ambas categorías se visualiza claramente en que, en los


títulos causales, la disciplina jurídica de la relación fundamental integra el
derecho incorporado en la medida en que se haga referencia a ella, lo que no
ocurre en los títulos abstractos, de suyo autosuficientes o completos.”

§ 61. Títulos valores cartulares. Se regulan en los arts. 1830 a 1850 los títulos
valores cartulares, que son necesarios para la creación, transmisión, modificación y
ejercicio del derecho incorporado. El tenor literal del documento determina el alcance y
las modalidades de los derechos y obligaciones consignadas en él, o en su hoja de
prolongación.

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Ingresarían en estas categorías las figuras consideradas "clásicas", esto es, el
cheque, la letra de cambio y el pagaré. Allí se destacan la vigencia de la necesidad y
literalidad cambiarias, principios estructurales en la materia (arts. 1831 y 1831,
respectivamente).

En los distintos parágrafos, se preceptúa sobre los "títulos al portador" (art.


1837), los títulos "a la orden" -con ciertas menciones sobre el endoso; arts. 1838 a
1845- y los títulos "nominativos", con la distinción entre "endosables" y "no endosables
(arts. 1847 a 1849).

62. Circulación. En síntesis, estas son las tres formas de “circulación”


(transmisión) de un título:

 ”a la orden”: los que se extienden a favor de una persona determinada,


pudiendo ésta transmitirlos a otra persona por medio de la fórmula del
endoso.

 “al portador”: emitidos para reconocer un derecho a favor de la


persona indeterminada que posea el documento, se transmiten por la
mera entrega del documento a otra persona.

 “nominativos”: Reconocen un derecho a favor de una persona


determinada. Para la transmisión de estos títulos valores, además de la
entrega del documento, es necesaria notificación al emitente (deudor)
para la inscripción de la misma en su libro registro de títulos.

63. Títulos valores no cartulares. La previsión específica de esta figura


constituye una innovación legislativa de trascendencia. El artículo 1850 los parece
conceptuar al aludir a que "cuando por disposición legal o cuando en el instrumento de
creación se inserta una declaración expresa de voluntad de obligarse de manera
incondicional e irrevocable, aunque la prestación no se incorpore a un documento,
puede establecerse la circulación autónoma del derecho....".

Es ésta una realidad palpable que, al recibir consagración legislativa, favorecerá


la seguridad en la creación y circulación de estos instrumentos. Las anotaciones de los
asientos en los registros pertinentes, llevados por el emisor, una caja de valores, una
entidad financiera autorizada o un escribano, producirán su plena oponibilidad a
terceros, de acuerdo a las previsiones de la norma citada, en su segundo párrafo.

Recoge de este modo el Código el fenómeno de la desmaterialización de los


títulos circulatorios, ya vigente desde hace largo tiempo con la emisión de los llamados

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"títulos escriturales", como ocurre en las acciones de sociedades anónimas, debentures
y obligaciones negociables, entre otros.

64. Casos de sustracción, pérdida o destrucción de libros de registro. La


última sección del capítulo (arts. 1852 a 1881) se dedica a estos supuestos, abarcando
no sólo la pérdida física sino la que surja de sistemas llevados por ordenadores, medios
mecánicos, magnéticos u otros. Se establece al respecto un procedimiento de
publicaciones y de verificación de los titulares de derechos sobre los títulos y, también,
medidas especiales de prevención respecto de quien lleve el registro y del emisor para
evitar perjuicios a los terceros interesados.

Prescripción liberatoria

Disposiciones generales

§ 65. Prescindencia de definición. El nuevo Código, a diferencia del derogado,


no define la prescripción.

Tradicionalmente, se la ha definido como un modo de extinción de obligaciones,


o bien, como una figura que priva al titular de una acción para solicitar su tutela
jurisdiccional. La primera ha sido objeto de críticas, en razón de la subsistencia de
ciertos efectos respecto de obligaciones prescriptas; la segunda utiliza el término
“acción” en una concepción que no se corresponde con el significado que la doctrina
procesal asigna a esta palabra en nuestros días.

Asimismo, el hecho de que la prescripción se proyecte a situaciones que exceden


el ámbito de los derechos personales y reales, abarcando situaciones que comprometen
actos en general (acción de nulidad, por ejemplo) revela la imprecisión en la que recaen
las definiciones técnicas de la prescripción.

Por otro lado, más allá de una definición técnica, la noción generalizada del
instituto es clara y sus efectos pueden ser regulados sin generar dificultades.

Estas circunstancias, sumadas a la conveniencia de evitar definiciones legales


que en vez de clarificar y facilitar la interpretación generan dificultades, han inclinado a
los autores del anteproyecto a omitir una definición general.

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§ 66. Inclusión de disposiciones comunes. Las distintas manifestaciones de
la prescripción presentan un mecanismo común que justifica la inclusión de normas que
tienen vocación aplicativa general. En ese sentido, se ordena metodológicamente el
régimen respecto del carácter imperativo de las normas que la regulan (“Las normas
relativas a la prescripción no pueden ser modificadas por convención”, dice el art.
2533), su aplicación universal en relación a las personas –como regla general- y la
disponibilidad de la prescripción ya cumplida con efecto limitado a quien renuncia a
invocarla.

Se reconoce la posibilidad de articular la prescripción por vía de excepción o de


acción (art. 2551), se ratifica el principio del Código de Vélez de que el juez no puede
declarar la prescripción de oficio (2552) y se aclara la etapa procesal en que puede ser
invocada (el demandado al contestar la demanda u oponer excepciones, los terceros al
comparecer al juicio, según el art. 2553).

§ 67. Cómputo de los plazos. Dentro de las disposiciones comunes se regulan


los casos de suspensión e interrupción.

 suspensión de la prescripción, que detiene el cómputo del tiempo por


el lapso que dura sin perder la cuenta del período ya transcurrido.

o Por ejemplo, se detiene su cómputo por seis meses ante la


intimación fehaciente (art. 2541), y también se suspende el
cómputo durante el proceso de mediación prejudicial (art. 2542).

 interrupción de la prescripción, cuyo efecto es “tener por no sucedido


el lapso que la precede e iniciar un nuevo plazo” (art. 2544), lo que
sucede en los supuestos clásicos de demanda judicial (art. 2545) y de
reconocimiento judicial (art. 2546) .

Con referencia específica a la prescripción liberatoria, los arts. 2554 a 2559


incluyen las reglas de cómputo del plazo en lo que concierne a su inicio (el principio
general del art. 2554 es que “el transcurso del plazo de prescripción comienza el día en
que la prestación es exigible”).

También se contemplan las causales de dispensa ya admitidas por el Código de


Vélez: imposibilidad de hecho, dolo del deudor o de terceros, situación de incapacidad
sin representación, y se agrega la situación de la sucesión vacante. En estas situaciones
el deudor puede invocar y justificar el referido impedimento y el juez puede relevarlo de

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las consecuencias del paso del tiempo y de la prescripción que tuvo lugar mientras duró
la imposibilidad.

Como innovación, el CCyC amplía el plazo para solicitar la dispensa a seis meses
desde que cesa el motivo que imposibilitó demandar.

§ 68. Tendencia a la reducción de los plazos de prescripción. El Código


recoge cambios en este sentido. Los distintos supuestos están legislados en los arts.
2560 y subsiguientes.

Los plazos de prescripción se simplifican y acortan. En el régimen vigente existe


un plazo general de diez años (4023 Código Civil y 846 Código de Comercio) y plazos
especiales de 3 meses, 6 meses, 1 año, 2 años, 3 años, 4 años, 5 años y 10 años.

El Código Civil y Comercial fija un plazo general de cinco años, un solo plazo
mayor de diez años (daños derivados de agresiones sexuales a personas incapaces), y
plazos especiales menores de tres años, dos años y un año.

Son dables de destacar algunos cambios.

 El plazo para la acción de responsabilidad civil es de tres años (salvo


disposición especial) –en el de Vélez diez años o dos años, según la
responsabilidad sea obligacional o extracontractual-;

 la acción para pedir la revisión de un acto jurídico prescribe a los dos


años (en el régimen anterior era de diez años);

 los reclamos de todo lo que se devengue por años o plazos periódicos


más cortos prescriben a los dos años (cinco años en el Código de Vélez),

 la acción autónoma de voluntad tiene su prescripción al año (se


interpretaba que era de diez años con el Código de Vélez).

2560.- Plazo genérico. El plazo de la prescripción es de CINCO (5) años, excepto que esté
previsto uno diferente en la legislación local.

2561.- Plazos especiales. El reclamo del resarcimiento de daños por agresiones sexuales
infligidas a personas incapaces prescribe a los diez años. El cómputo del plazo de prescripción
comienza a partir del cese de la incapacidad.

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El reclamo de la indemnización de daños derivados de la responsabilidad civil prescribe a
los tres años.

Las acciones civiles derivadas de delitos de lesa humanidad son imprescriptibles.

2562.- Plazo de prescripción de dos años. Prescriben a los dos años:

a) el pedido de declaración de nulidad relativa y de revisión de actos jurídicos;

b) el reclamo de derecho común de daños derivados de accidentes y enfermedades del


trabajo;

c) el reclamo de todo lo que se devenga por años o plazos periódicos más cortos,
excepto que se trate del reintegro de un capital en cuotas;

d) el reclamo de los daños derivados del contrato de transporte de personas o cosas;

e) el pedido de revocación de la donación por ingratitud o del legado por indignidad;

f) el pedido de declaración de inoponibilidad nacido del fraude.

2564.- Plazo de prescripción de un año. Prescriben al año:

a) el reclamo por vicios redhibitorios;

b) las acciones posesorias;

c) el reclamo contra el constructor por responsabilidad por ruina total o parcial, sea por
vicio de construcción, del suelo o de mala calidad de los materiales, siempre que se trate de
obras destinadas a larga duración. El plazo se cuenta desde que se produjo la ruina;

d) los reclamos procedentes de cualquier documento endosable o al portador, cuyo plazo


comienza a correr desde el día del vencimiento de la obligación;

e) los reclamos a los otros obligados por repetición de lo pagado en concepto de


alimentos;

f) la acción autónoma de revisión de la cosa juzgada.

§ 69. Regulación local de la prescripción de tributos. La referencia a la


legislación local que hace el art. 2560 debe leerse en el contexto de la habilitación que
hace a las provincias el art. 2532, permitiéndole legislar sobre la prescripción de
tributos.

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2532.- Ámbito de aplicación. En ausencia de disposición específica, las normas de
este Capítulo son aplicables a la prescripción adquisitiva y liberatoria. Las legislaciones
locales podrán regular esta última en cuanto al plazo de tributos.

Esta disposición había generado conflictos normativos ya que en la


interpretación jurisprudencial consolidada durante la vigencia del Código derogado se
entendía que las obligaciones tributarias resultaban obligaciones a pagar en períodos
determinados, y por ende sujetas al período de prescripción que según el Código Civil
era de cinco años, mientras que en los Códigos fiscales locales se utiliza de modo
extendido un plazo de prescripción decenal. Con esta habilitación el Código está
admitiendo la posibilidad de que las provincias legislen sobre el punto, y en particular,
aceptando la existen potencial de plazos de prescripción mayores al genérico.

Disposiciones de derecho internacional privado relativas a


contratos y daños

Contratos.

§ 70. Jurisdicción aplicable: principios. Las normas básicas están en los arts.
2650 y 2651. En estas normas se permite acordar en el contrato tanto el foro como la
jurisdicción aplicable, y se fijan reglas supletorias en caso de que no haya pacto al
respecto.

2650.- Jurisdicción. No existiendo acuerdo válido de elección de foro, son competentes


para conocer en las acciones resultantes de un contrato, a opción de actor:

a) los jueces del domicilio o residencia habitual del demandado. Si existen varios
demandados, los jueces del domicilio o residencia habitual de cualquiera de ellos;

b) los jueces del lugar de cumplimiento de cualquiera de las obligaciones


contractuales;

c) los jueces del lugar donde se ubica una agencia, sucursal o representación del
demandado, siempre que ésta haya participado en la negociación o celebración del
contrato.

2651.- Autonomía de la voluntad. Reglas. Los contratos se rigen por el derecho


elegido por las partes en cuanto a su validez intrínseca, naturaleza, efectos, derechos y

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obligaciones. La elección debe ser expresa o resultar de manera cierta y evidente de los
términos del contrato o de las circunstancias del caso. Dicha elección puede referirse a la
totalidad o a partes del contrato.

El ejercicio de este derecho está sujeto a las siguientes reglas:

a) en cualquier momento pueden convenir que el contrato se rija por una ley
distinta de la que lo regía, ya sea por una elección anterior o por aplicación de otras
disposiciones de este Código. Sin embargo, esa modificación no puede afectar la validez
del contrato original ni los derechos de terceros;

b) elegida la aplicación de un derecho nacional, se debe interpretar elegido el


derecho interno de ese país con exclusión de sus normas sobre conflicto de leyes,
excepto pacto en contrario;

c) las partes pueden establecer, de común acuerdo, el contenido material de sus


contratos e, incluso, crear disposiciones contractuales que desplacen normas coactivas
del derecho elegido;

d) los usos y prácticas comerciales generalmente aceptados, las costumbres y los


principios del derecho comercial internacional, resultan aplicables cuando las partes los
han incorporado al contrato;

e) los principios de orden público y las normas internacionalmente imperativas


del derecho argentino se aplican a la relación jurídica, cualquiera sea la ley que rija el
contrato; también se imponen al contrato, en principio, las normas internacionalmente
imperativas de aquellos Estados que presenten vínculos económicos preponderantes con
el caso;

f) los contratos hechos en la República para violar normas internacionalmente


imperativas de una nación extranjera de necesaria aplicación al caso no tienen efecto
alguno;

g) la elección de un determinado foro nacional no supone la elección del derecho


interno aplicable en ese país.

Este artículo no se aplica a los contratos de consumo.

§ 71. Derecho supletorio aplicable. En cuanto al sistema que ha de regir el


contrato en defecto del ejercicio por las partes de la facultad de elegir el derecho
aplicable, el Cödigo se inclina en el art. 2562 por una de las posibles formulaciones de la
teoría de la prestación más característica –a saber, “el domicilio actual del deudor
obligado a cumplir la prestación más característica del contrato”-. Se ha dado
preferencia, pues, a la tradición jurisprudencial argentina, formada bajo la inspiración de
la Convención de Roma de 1980 sobre ley aplicable a las obligaciones contractuales,

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frente a otras opciones propias de los sistemas anglosajones, que no tuvieron buena
recepción en nuestro medio por su excesiva flexibilidad.

2652.- Determinación del derecho aplicable en defecto de elección por las


partes. En defecto de elección por las partes del derecho aplicable, el contrato se rige
por las leyes y usos del país del lugar de cumplimiento.

Si no está designado, o no resultare de la naturaleza de la relación, se entiende


que lugar de cumplimiento es el del domicilio actual del deudor de la prestación más
característica del contrato. En caso de no poder determinarse el lugar de cumplimiento,
el contrato se rige por las leyes y usos del país del lugar de celebración.

La perfección de los contratos entre ausentes se rige por la ley del lugar del cual
parte la oferta aceptada.

En esta sección se incorpora una cláusula escapatoria que consagra, en la específica


materia contractual, el principio general contenido en las Disposiciones generales. Las facultades
excepcionales que se atribuyen al juez están fundadas en el principio de proximidad y dan
flexibilidad al sistema de derecho internacional privado contractual.

2653.- Cláusula de excepción. Excepcionalmente, a pedido de parte, y tomando en


cuenta todos los elementos objetivos y subjetivos que se desprendan del contrato, el juez
está facultado para disponer la aplicación del derecho del Estado con el cual la relación
jurídica presente los vínculos más estrechos.

Esta disposición no es aplicable cuando las partes han elegido el derecho para el caso.

§ 72. Jurisdicción y derecho aplicable: contratos de consumo. Emerge en


esta materia la presencia de una parte contratante débil que requiere la tutela del
ordenamiento jurídico y, por ello, merece regulación diferenciada. Por ello, en el
contrato de consumo no se admiten los acuerdos de elección de foro y tampoco se
acepta el ejercicio de la autonomía de la voluntad en cuanto al derecho aplicable.

Se ha previsto en el art. 2654 un abanico de foros disponibles, todos ellos


razonablemente previsibles, a favor del consumidor actor. En cambio, la demanda
contra el consumidor sólo puede ser llevada ante los jueces de su domicilio. En cuanto
al derecho aplicable, la propuesta sigue soluciones que gozan de consenso en
numerosas fuentes, con una clara orientación material a favor de la parte débil, pero sin

CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL | DERECHO DE DAÑOS – Y OTRAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES | 48


descuidar la previsibilidad que garantiza el derecho de defensa del co-contratante del
consumidor.

En esta área el Código opta por fijar reglas que cancela la posibilidad de pactar
“prórrogas de jurisprudencia” y que prioriza el derecho del Estado del domicilio del
consumidor, en estos términos.

2654.- Jurisdicción. Las demandas que versen sobre relaciones de consumo


pueden interponerse, a elección del consumidor, ante los jueces del lugar de
celebración del contrato, del cumplimiento de la prestación del servicio, de la
entrega de bienes, del cumplimiento de la obligación de garantía, del domicilio
del demandado o del lugar donde el consumidor realiza actos necesarios para la
celebración del contrato.

También son competentes los jueces del Estado donde el demandado


tiene sucursal, agencia o cualquier forma de representación comercial, cuando
éstas hayan intervenido en la celebración del contrato o cuando el demandado
las haya mencionado a los efectos del cumplimiento de una garantía contractual.

La acción entablada contra el consumidor por la otra parte contratante


sólo puede interponerse ante los jueces del Estado del domicilio del consumidor.

En esta materia no se admite el acuerdo de elección de foro.

El derecho aplicable, regulado en el art. 2655, se determina por el derecho del


Estado del domicilio o residencia habitual del consumidor y se contemplan supuestos de
comercialización a distancia, acumulando la actividad dirigida, con los actos necesarios
para la conclusión del contrato. También se regula los contratos de viaje, por un precio
global, de prestaciones combinadas de transporte y alojamiento.

Se suprime el ejercicio de la autonomía de la voluntad en esta materia.

2655.- Derecho aplicable. Los contratos de consumo se rigen por el derecho


del Estado del domicilio del consumidor en los siguientes casos:

a) si la conclusión del contrato fue precedida de una oferta o de una


publicidad o actividad realizada en el Estado del domicilio del consumidor y éste
ha cumplido en él los actos necesarios para la conclusión del contrato;

b) si el proveedor ha recibido el pedido en el Estado del domicilio del


consumidor;

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c) si el consumidor fue inducido por su proveedor a desplazarse a un
Estado extranjero a los fines de efectuar en él su pedido;

d) si los contratos de viaje, por un precio global, comprenden


prestaciones combinadas de transporte y alojamiento.

En su defecto, los contratos de consumo se rigen por el derecho del país


del lugar de cumplimiento. En caso de no poder determinarse el lugar de
cumplimiento, el contrato se rige por el derecho del lugar de celebración.

Responsabilidad civil.

§ 73. Jurisdicción. El art. 2656 establece que son competentes para conocer en
las acciones fundadas en la existencia de responsabilidad civil:

- el juez del domicilio del demandado (foro general);

- o el juez del lugar en que se ha producido el hecho generador del daño o donde
éste produce sus efectos dañosos directos (foro especial).

o El fundamento del foro especial previsto es el principio de proximidad


razonable: el tribunal del lugar de producción del hecho dañoso está
próximo al material probatorio.

o Esta norma será aplicable, entre otros, para los casos de los accidentes
de circulación, los daños al medio ambiente, los daños por productos
defectuosos, la violación de los derechos de propiedad industrial o
intelectual y la violación de los derechos de la personalidad.

§ 74. Derecho aplicable. Según establece el art. 2657, excepto disposición en


contrario, para casos no previstos en los artículos anteriores, el derecho aplicable a una
obligación emergente de la responsabilidad civil es el del país donde se produce el
daño, independientemente del país donde se haya producido el hecho generador del
daño y cualesquiera que sean el país o los países en que se producen las consecuencias
indirectas del hecho en cuestión.

No obstante, cuando la persona cuya responsabilidad se alega y la persona


perjudicada tengan su domicilio en el mismo país en el momento en que se produzca el
daño, se aplica el derecho de dicho país.

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