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http://books.openedition.org
Edición impresa
Fecha de publicación: 26 abril 2018
ISBN: 9788490961520
Número de páginas: XII-432
Referencia electrónica
BERTRAND, Michel ; MOUTOUKIAS, Zacarías. Cambio institucional y fiscalidad: Mundo hispánico,
1760-1850. Nueva edición [en línea]. Madrid: Casa de Velázquez, 2018 (generado el 03 mai 2019).
Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/cvz/4289>. ISBN: 9788490961537.
E D I TA D O P O R M I C H E L B E R T R A N D
Y ZACARÍAS MOUTOUKIAS
COLLECTION DE LA CASA DE VELÁZQUEZ
COLLECTION DE LA CASA DE VELÁZQUEZ
V O LU ME 16 4
C A M BIO I NS T I T UCION A L
Y F I SC A L I DA D
M U N D O H I S PÁ N IC O, 176 0 -18 5 0
E D I TA D O P O R MI C H E L B E R T R A ND Y Z A C A R Í A S M O U T O U K I A S
M A D R ID 2 018
Directeur des publications : Michel Bertrand
Coordinateur du service des publications : Richard Figuier
Éditrice : Sakina Missoum
Secrétariat d’édition : Miriam Fernández Molina et María José Guadalupe
Mise en pages : Sakina Missoum
Couverture et traitement des illustrations : Olivier Delubac
Maquette originale de couverture : Manigua
Ouvrage publié avec le concours du Centre d’études en sciences sociales sur les mondes africains,
américains et asiatiques (CESSMA – UMR 245) et de l’Institut universitaire de France (IUF).
ISBN : 978-84-9096-152-0. ISSN : 1132-7340
© Casa de Velázquez 2018 pour la présente édition
Cet ouvrage a été réalisé avec Métopes, méthodes et outils pour l’édition structurée XML-TEI
développés par le pôle Document numérique de la Maison de la recherche en sciences humaines
de l’université de Caen.
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puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO
(Centro Español de Derechos Reprográicos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra
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Abreviaturas XI
Jean-Pierre Dedieu
De la merced a la deuda:
La Monarquía española y el crédito en el siglo xviii 25
Rafael Torres Sánchez
Tejiendo una Hacienda Imperial. «Unir los manejos
de la Real Hacienda de España y América» en el reinado de Carlos III 43
Horst Pietschmann
Las múltiples dimensiones históricas de las reformas iscales
en la Nueva España del siglo xviii 65
Juan Pro Ruiz
La construcción iscal de los estados.
El impulso de la contribución directa en España (1810-1850) 91
VIII índice
Juan Pan-Montojo
La tributación y la Hacienda
en las culturas políticas del liberalismo hispano 109
Margarita Menegus Bornemann
Las ideas y las propuestas. Consideraciones sobre
la capitación y los impuestos sobre la propiedad 127
Michel Bertrand
Endeudamiento y poder municipal
al in del periodo colonial: El caso de Puebla 141
Yovana Celaya Nández
La reforma borbónica en la construcción de la iscalidad local.
Los ayuntamientos novohispanos de Orizaba y Querétaro 157
Zacarías Moutoukias
Coacción pública e innovación. Deuda, actores
y cambio institucional en el Río de la Plata (1790-1820) 175
Leonor Ludlow
La construcción de un nuevo espacio iscal.
El distrito federal durante la Primera República Federal 215
Viviana E. Conti
La iscalidad en la emergencia de las provincias rioplatenses.
Salta y Jujuy entre el Antiguo Régimen y la modernización iscal 231
índice IX
Margarita Menegus Bornemann
La iscalidad y la propiedad en Oaxaca en el siglo xix 255
Aurélia Michel
Jurisdicciones, comunidades, territorios. La iscalidad de Tehuantepec
en la construcción del Estado independiente 269
Eduardo Míguez
Reforma y primitivismo. Tierra y iscalidad en el Río de la Plata,
de la colonia a la Independencia 287
Ernest Sánchez Santiró
Guerra, impuestos e instituciones.
La Real Hacienda de Nueva España (1808-1821) 307
Javier Kraselsky
Las Juntas de comercio y el Consulado de Buenos Aires
y sus relaciones con la Corona. Los préstamos y donativos
a ines del siglo xviii y principios del xix 329
Samuel Amaral
Guerra, empréstitos, debates: El surgimiento de la ciudadanía iscal
en Buenos Aires (1810-1820) 347
1
El programa ECOS (Évaluation-orientation de la Coopération Scientiique, ministère des
Afaires étrangères et ministère de l’Enseignement supérieur, de la Recherche et de l’Innovation)
ha inanciado esta investigación a través de dos proyectos: un ECOS-Sud A06H03, Francia/Argen-
tina, en cooperación con la entonces Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y
un ECOS-Nord Francia/México M07H02, en cooperación con el ANUIES (Asociación Nacional
de Universidades e Instituciones de Educación Superior), coordinado por el CONACYT (Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología) y la SEP (Secretaría de Educación Pública). Ambos llevaban
como título común «Changement institutionnel et iscalité dans le monde hispanique/Cam-
bio institucional y iscalidad en el mundo hispano», y fueron ejecutados como un solo proyecto,
cuyos responsables eran: en Argentina, Samuel Amaral; en México, Leonor Ludlow y en Francia,
Zacarías Moutoukias quien, además, aseguraba la coordinación general. La generosa ayuda de
este programa nos permitió inanciar los numerosos viajes transatlánticos en ambas direcciones,
que fueron puntuando nuestra actividad. El coloquio realizado en la université de Toulouse – Le
Mirail, del 17 al 19 de octubre del 2011, tuvo las siguientes instituciones organizadoras: por la
université de Toulouse – Le Mirail, el laboratoire FRAMESPA (UMR 5136); por la université de
París Diderot, el laboratoire CESSMA (UMR 245, entonces SEDET EA 4534); y la Casa de Veláz-
quez, Madrid. Además del sostén inanciero y logístico de estas instituciones, también contamos
con el apoyo del Institut universitaire de France, la comunidad urbana de Toulouse y la región de
Midi-Pyrénées. Expresamos aquí nuestro mayor agradecimiento a todas estas instituciones, que
hicieron posible una cooperación que aún se prolonga en otras actividades.
de los periodos más visitados por distintas historiografías; y en las tres últi-
mas décadas hemos asistido a una importante renovación de la imagen de
dichos procesos que esas historiografías nos devuelven. En relación a esta vasta
literatura —o a este amplísimo conjunto de diferentes historiografías— la par-
ticularidad del enfoque que ha presidido la investigación mencionada, así como
la organización del libro que de ella ha resultado, ha sido tratar de aprehender
los mecanismos y los procesos de cambio a través de la historia de la iscali-
dad. Para ello, hemos examinado los problemas iscales en su interdependencia
con las transformaciones y cambios institucionales y sociales más amplios. Y
esto en diferentes escalas: la de la Monarquía que, a ambos lados del Atlán-
tico, negocia y reforma los mecanismos de acceso y de circulación de recursos,
transformando así sus propios equilibrios políticos; o, en el otro extremo, la de
las arenas locales estructuradas en redes de actores, cuyos modos de coopera-
ción y conlicto producen reconiguraciones institucionales y territoriales; o
aun el ámbito de los dispositivos que atraviesan las escalas —como los derechos
de propiedad, el papel de los cuerpos y de las articulaciones comunitarias o
las dimensiones iscales de la ciudadanía— cuyas evoluciones acompasaban el
tránsito del Antiguo Régimen al orden republicano.
Estos ámbitos y escalas ordenan nuestro libro en las tres partes que organizan
el material proveniente de nuestros terrenos de investigación: España, México y
el Río de la Plata. Una de las principales proposiciones de nuestro trabajo airma
la necesidad de situarnos a ambos lados del Atlántico para interpretar o formular
hipótesis sobre las evoluciones observadas en nuestros respectivos terrenos locales.
El objetivo puede parecer modesto frente a las preconizaciones de los enfoques glo-
bales y transnacionales, que en los últimos años han impregnado distintos espacios
historiográicos. Sin embargo, en nuestro campo de estudio, la adopción de estas
perspectivas —como ha sido también nuestro caso— no necesariamente propor-
ciona respuestas a las diicultades que supone el intento de tratar al mismo tiempo,
por un lado, la pluralidad institucional y los dispositivos comunes que atravesaban
los territorios de la Monarquía hispana y, por el otro, las evoluciones posteriores al
desmoronamiento del imperio. Respecto del análisis del cambio institucional, aun
aprehendido a través del prisma circunscrito de la iscalidad, el objetivo de situar
dicho análisis a ambas orillas del Atlántico no puede obviamente ser fruto de un
solo libro, sino de un programa de investigación. En ese sentido, estamos persua-
didos que este libro ha logrado cuanto menos delimitar un temario de cuestiones y
problemáticas apuntando a ese programa.
La elección de la iscalidad se justiicaba por su papel central en la intersección
de los ámbitos económico, político y social. En efecto, las guerras europeas
renovaban constantemente los retos que la Monarquía hispana debía afrontar,
entre los cuales el de intensiicar las negociaciones con cuerpos y comunidades
políticas a escala del imperio. En un contexto de constante tensión de sus
recursos disponibles, enfrentar los problemas de la deuda, las movilizaciones
militares, las negociaciones diplomáticas, los bloqueos del comercio colonial
por la propia guerra, etc., suponían cadenas de interacciones y acontecimientos
que ponían en movimiento actores interviniendo en diferentes escalas y
actores, instituciones, estado 3
contextos, cada uno con sus propios designios y estrategias. Actuaban, como
bien sabemos, insertos en comunidades y cuerpos políticos, pero integraban
al mismo tiempo redes de relaciones que atravesaban las fronteras tanto
geográicas como institucionales y sociales.
Esta dialéctica de la contingencia modelaba la realidad histórica, poniendo
en evidencia procesos sociales, políticos, económicos y culturales de larga
duración. Un aspecto de dichos procesos concernía, naturalmente, a las herra-
mientas de la cultura política, que afectaban tanto a la percepción de riesgos
y oportunidades, como a la fabricación de saberes y categorías. Esto sitúa el
punto de partida de nuestro trabajo en una doble evolución, cuyos mecanismos
incluían las relaciones entre la Corona y las comunidades políticas de los rei-
nos hispanos en Europa y América, durante la segunda mitad del siglo xviii.
En primer lugar, la progresiva introducción de nuevos modos de gobierno
que acompañaban los esfuerzos de centralización política y administrativa.
Si tenían por obvio telón de fondo el lenguaje de una nueva cultura política,
compartida por una parte de las élites políticas, la Real Hacienda fue el ámbito
en el cual los esfuerzos fueron más enérgicos y constantes, aunque con rit-
mos diferentes en cada lado del Atlántico. En segundo lugar, esos esfuerzos de
centralización se realizaban en un contexto que multiplicaba la negociación
política con comunidades y cuerpos locales, debido a las crecientes necesidades
políticas y inancieras de la Corona. Un aspecto de este proceso era la impli-
cación, igualmente creciente, de una pluralidad de actores económicos en la
gestión de las inanzas y el Estado, asegurando toda suerte de servicios y fun-
ciones. Mientras, la aceleración de la guerra y la competencia entre imperios
cimentaba las interdependencias entre los diferentes aspectos, aparentemente
contradictorios, de este proceso.
Otras dimensiones de nuestro trabajo nos acercaban a una imagen de la
iscalidad como dispositivos emergentes de un universo político poblado
de jerarquías plurales y de cuerpos que negocian o se disputan con los
representantes de la autoridad soberana, ella misma fragmentada entre dichas
jerarquías. Esta visión de las dinámicas institucionales ha condicionado
también nuestra percepción de los efectos de las guerras napoleónicas.
Como muy bien sabemos, su papel en la crisis e implosión de un universo
institucional de soberanías fragmentadas, ha sido abundantemente subrayado
por varias generaciones historiográicas2. Pero las vicisitudes del Antiguo
Régimen nacieron de una diversidad de factores y la ocupación napoleónica
no delineó una senda exclusiva en la construcción del orden político y iscal
fundado en la soberanía nacional y la competencia política, que acabaría
por reemplazarlo. Y no solamente este proceso no fue en absoluto lineal. Su
trayecto resultaba también de las bifurcaciones e incertidumbres propias a la
acción humana en el plano local.
2
Artola, 1999 y 1975; Halpering Donghi, 1985; Guerra, Demélas-Bohy, 1993; Hoquel-
let, 2001; Portillo Valdés, 2006; una excelente presentación del debate y la historiografía en
Piqueras, 2008.
4 introducción
3
Elias, 1981 y 1982.
4
Bertrand, 2005.
5
Clavero, 1986b y 1991; Elliott, 1992; Fernández Albaladejo, 1992; véanse también
Rojas (coord.), 2007; Herzog, 2006.
6 introducción
que suele dejar fuera de foco los mecanismos de la acción de los actores. En ese
sentido, no está muy lejana de una de las deiniciones de «institución» que recoge
cualquier diccionario. El campo semántico que contiene esta visión aparece
claramente cuando los historiadores oponen las instituciones formales del Estado
(y sus inanzas) a las redes informales que conectan —por ejemplo— oiciales de
Real Hacienda y actores económicos. Nosotros hemos partido de la idea de que
esas redes componen un marco de cooperación y de acceso a recursos para la
acción política de la autoridad. Así, la distinción entre formal e informal carece
de pertinencia pues desdibuja las vías de acceso a recursos iscales y obscurece los
mecanismos del cambio institucional.
Las premisas de la acción —en el campo de la economía, pero también en el
ámbito de la política— constituyen en cambio el punto de partida del segundo
conjunto historiográico arriba mencionado. Como bien sabemos, las corrien-
tes neo-institucionalistas aceptan en general la distinción formulada por North
entre las organizaciones y las reglas de juego que deinen la trama de opor-
tunidades y restricciones que estructuran la acción, limitando la noción de
institución a las segundas6. No obstante las críticas al supuesto de racionalidad
que los historiadores suelen dirigir al neo-institucionalismo, algunas ideas de
ese conjunto historiográico nos ofrecen una vía para discutir sobre una visión
de las instituciones que englobe el contexto de los actores.
El eco que estos enfoques han encontrado en la historiografía latinoamericanista,
declina de distintas formas la idea según la cual, la coniguración institucional
de una sociedad —concebida en términos de derechos de propiedad y de otros
mecanismos institucionales que regulan los costos de transacción— explica
su éxito o fracaso económico. El tópico dominante en este modo de abordar las
cuestiones institucionales ha sido el del fracaso económico latinoamericano
comparado al éxito de los EE.UU. tras sus respectivas independencias, aunque
L. Prados de la Escosura ha cuestionado la pertinencia de la comparación7. Esta
perspectiva no ha sido abordada en nuestra investigación ni en el presente libro.
Sin embargo, algunos aspectos del debate más amplio en el cual se inscribe remiten
al papel de la iscalidad como vínculo entre actores económicos, poder político
e instituciones. Dichos vínculos constituyen uno de los aspectos centrales de los
debates suscitados por el modelo de D. North y B. Weingast sobre Inglaterra en
los siglos xvii y xviii. Según estos autores, a partir de 1688, el contrapeso de la
representación parlamentaria le impuso al soberano comportamientos previsibles
en el plano iscal. A su vez, esto permitió el surgimiento de mercados inancieros,
y como consecuencia, el aumento de los recursos disponibles para el gobierno y el
crecimiento económico a largo plazo. Esta dinámica virtuosa contrastaría con los
efectos negativos en el largo plazo del comportamiento imprevisible y predador del
soberano característico del periodo precedente.
North, 1981 y 2005; véanse también Vandenberg, 2002; Searle, 2005; Hodgson, 2006.
6
buen ejemplo de la visión convencional, véanse Engerman, Sokoloff, 1999 y, en general, los
ensayos reunidos en Haber (ed.), 1999.
actores, instituciones, estado 7
8
North, Weingast, 1989; Epstein, 2000, caps. i y ii.
9
Irigoin, Grafe, 2006 y 2008.
10
O’Brien, 2012, p. 442.
8 introducción
Yun-Casalilla, 2012.
11
Torres Sánchez (ed.), 2007 y 2013; Solbes Ferri, 2007; González Enciso (ed.), 2012;
12
17
Marichal, 2007.
18
Robinson, 2006; Robinson, Acemoglu, 2008; Robinson, Acemoglu, Johnson, 2001 y 2005.
Véase también Mahoney, 2003.
19
North, Wallis, Weingast, 2010.
10 introducción
superlua— le sirve a Dedieu de hilo conductor para presentar el papel del mérito
y la merced como principio de coordinación de comportamientos económicos y
políticos a escala del imperio20. Mostrando así que en la articulación del poder
soberano, el funcionamiento de ámbitos como el de la iscalidad reposaba en un
complejo de mecanismos y de relaciones sociales que desdibujaban las fronteras
entre el Estado y los otros espacios sociales.
20
Hodgson, 2006; Dedieu, 2010a. Véanse también: Thévenot, 1986; Boltansky, Thévenot,
1991.
21
Levi, 1985.
22
Lepetit, 1988 y 1995; Revel, 1989; Id. (ed.), 1996.
23
Chacón, 1995.
actores, instituciones, estado 11
24
García González, 2000.
25
Dedieu y Windler-Dirisio, 1998; Imízcoz Beunza, 1998; Artola Renedo, 2013; Imízcoz
Beunza, Chaparro, 2013.
26
Andújar Castillo, 2004.
27
Balmori, Voss, Wortman, 1984.
12 introducción
28
Brading, 1971; algunos títulos de esta inmensa literatura entre los más próximos a las pro-
blemáticas de libro: Ladd, 1976; Socolow, 1987; Langue, 1992.
29
Brown, 1997; Hoberman, Socolow (eds.), 1986.
30
Véanse ejemplos de esta tendencia en Vázquez de Prada, Olábarri Gortázar (coords.),
1989; Burkholder, 1978.
31
Un balance de esta evolución que reivindica un análisis del fenómeno institucional a
partir de enfoques basados en la experiencia de los actores sociales en Bertrand, Mou-
toukias, Poloni-Simard (eds.), 2000; véase también López-Cordón Cortezo, Dedieu,
Castellano (eds.), 2000.
actores, instituciones, estado 13
32
Parry, 1993; véase también Phelan, 1995.
33
Burkholder, Chandler, 1977.
34
Bertrand, 2011.
14 introducción
35
Moutoukias, 1992 y 2002.
36
Ibarra, Valle Pavón (eds.), 2007.
37
Para una visión global véanse Stein, Stein, 2003; Dubet, Luis (eds.), 2011; Kuethe,
Andrien (eds.), 2014; algunos ejemplos de estudios de caso en Barbier, Klein, 1990 y 1985;
Pietschmann, 1996a; Barbier, 1980; Lynch, 1958.
actores, instituciones, estado 15
también los efectos sobre los equilibrios y los conlictos sociales y políticos,
aunque sin colocar los últimos en su dimensión imperial. De hecho, durante
las dos décadas que siguieron a la guerra de los Siete Años, las manifestacio-
nes de conlictividad social afectaron al conjunto de la Monarquía hispana en
un periodo relativamente corto. Desde Quito, con el «motín de los barrios»
de 1765, hasta el motín de Esquilache a ines de marzo de 1766, y ulterior-
mente desde el movimiento de los comuneros en Socorro, hasta las grandes
revueltas panandinas de principios de 1780-1781, la amplitud del fenómeno
y la diversidad de facetas y dimensiones que abarcaron nos invitan a comen-
tarios generales en relación a nuestras problemáticas. Aunque el análisis del
proceso excede obviamente los límites de nuestro trabajo, es sin embargo
importante subrayar que, mientras que la Monarquía aumentaba su eicacia
en el acceso más centralizado a los recursos destinados a la inanciación de
la guerra, un movimiento paralelo ponía en entredicho los dispositivos polí-
ticos e institucionales que aseguraban dicha transferencia de recursos. Nos
parece entonces importante referirnos a algunos autores que han concen-
trado sus esfuerzos sobre estos problemas aun proponiendo interpretaciones
no del todo coincidentes.
En su estudio sobre el acceso a la independencia de una región periférica como
la Audiencia de Quito, F. Morelli subraya la importancia de los temas iscales y
del tratamiento que la Monarquía hispana les da en el marco de sus proyectos
de reforma. En Quito, desde 1765, las primeras reformas se introdujeron en el
terreno iscal y tuvieron como consecuencia inmediata la mencionada «revuelta
de los barrios». El proyecto del virrey de Santa Fe intentaba reducir el peso de
los recaudadores privados en la percepción de los impuestos. Las élites locales
lo percibieron como una amenaza al derecho consuetudinario que regulaba la
autonomía local en materia iscal. En otros términos, como lo ha mostrado Phe-
lan a propósito de la rebelión de Socorro en Nueva Granada, el motor de esas
revueltas fueron las tentativas por limitar o poner en entredicho la «constitución
consuetudinaria» y no el rechazo al poder monárquico en sí. Esta interpreta-
ción rompe con la visión tradicional de las reformas en los territorios americanos
de la Monarquía cuando las interpreta como una oposición creciente entre la
metrópoli —el poder real— y las élites locales, que abría el camino hacia un «pro-
tonacionalismo». Al contrario, la resolución de la crisis quiteña de 1765 muestra
que, a lo largo de la segunda mitad del siglo xviii, se articuló una colaboración
cada vez más estrecha entre los representantes de la Corona española en Indias y
las oligarquías indianas, con el in de preservar el orden social38.
El trabajo de S. Serulnikov sobre los conlictos andinos completa nuestra
visión de esta relación entre políticas de centralización iscal y lógicas sociales
de cooperación y conlicto matizando simultáneamente el papel otorgado al
tema iscal. Hasta entonces la producción sobre movimientos sociales andinos,
con raras excepciones, deducía la acción colectiva de estructuras mentales
38
Morelli, 2005.
16 introducción
39
Serulnikov, 2006.
40
Wachtel, 1990; Poloni-Simard, 2000.
actores, instituciones, estado 17
pluralidad de ámbitos en los cuales tomaban forma las dinámicas que con-
dujeron al Antiguo Régimen del imperio hispano hacia la emergencia de los
distintos órdenes nacionales. Y estos objetivos mantienen un obvio dialogo
entre nuestro trabajo y las historiografías que estudiaron las independencias
y las transformaciones del orden político en América y España41.
Discutir la evolución interna y lo que esas historiografías han puesto en juego
excede, nuevamente, los propósitos de esta introducción. No obstante, es útil
recordar algunos de los aspectos de esas literaturas más presentes en nuestros
textos. En el caso de España, la relación entre iscalidad y cambio político ha
sido estudiada por distintos autores, como M. Artola, J. Fontana o J. P. Luis, por
no citar sino a los que más cerca están de nuestras propias preocupaciones42. A
lo largo de sus aportes sucesivos —y como él mismo lo resume en la introduc-
ción a la reedición de su primer libro—, Fontana ha explorado «la quiebra de la
monarquía absoluta» siguiendo diferentes direcciones43.
Por un lado, considera que la evolución de la Hacienda en el siglo xviii
traduce su fracaso, pues aunque sus ingresos se multiplicaron por tres, este
incremento se debió sobre todo al aumento de la recaudación de las adua-
nas a finales del siglo. Por el otro, la deuda se multiplicó por siete entre
1788 y 1820 y a finales del periodo, su servicio representaba el 80 % de la
recaudación. En este contexto, el papel de las Indias debe evaluarse en rela-
ción a la compleja articulación que permitía a la monarquía organizar una
gestión de esos problemas sin afrontar la alternativa de unas reformas que
habrían llevado al fin del Antiguo Régimen. Así, la situación devino crítica
en 1808 y desesperada en 1814. Si entre 1808 y 1814 esas reformas no pudie-
ron salir del papel por obvias razones, tras la Restauración, las reformas de
la Hacienda que se intentaron entre 1814 y 1820 mostraron sobre todo que
la fiscalidad no se podía transformar sin cambios en aspectos tales como
los derechos de propiedad, cuyas consecuencias políticas la monarquía no
podía o no deseaba asumir. Subrayando así las interdependencias a ambos
lados del Atlántico, así como el entrelazamiento entre oligarquías locales y
poderes soberanos en todos los territorios del imperio 44 .
Algunas de las contribuciones del presente libro, así como los resultados
de la reciente literatura sobre el Estado iscal y militar desmienten algunas de
estas airmaciones de Fontana, en particular en lo relativo a la incapacidad
de la Hacienda borbónica por reformarse. Permanece, sin embargo, la perti-
nencia de un enfoque que desde el inicio postula la necesidad de considerar
la evolución de la iscalidad en el contexto del orden político y social a escala
del imperio. Es en relación a este enfoque que debe entenderse la cuestión
de los efectos de la pérdida de las colonias y del comercio colonial, presente
41
Véanse las ref lexiones de Hamnett, 2013 y la presentación de Hébrard, Verdo, 2013; un
análisis diferente en Piqueras, 2008.
42
Artola, 1982 y 1999.
43
Fontana, 1987, 1992 y 2002.
44
Id., 1987, p. 166; 1992 y 2001, pp. 121-128.
18 introducción
45
Id., 1987, pp. 25-29; Prados de la Escosura, 1988.
46
Luis, 2002.
actores, instituciones, estado 19
47
RG; Fiscalitat estatal i hisenda local, 1988; Lorenzana de la Puente, 2014; Angulo Teja,
2002a; Dubet, Luis (eds.), 2011; Slicher van Bath, 1989; Menegus Bonermann (ed.), 2000b;
Pietschmann, 1996a; Marichal, Marino (eds.), 2001.
48
Véanse las conclusiones de este mismo libro.
49
Véanse las relexiones de Fradera, 2010; Delgado, 2010; Carreras, 2010; Gelman, 2010.
50
Halperín Donghi, 1971b, 2a parte y 1982.
20 introducción
Pero más allá de la evaluación de los aspectos técnicos del trabajo pionero de
Halperín, intentamos subrayar aquí el sentido de un enfoque. Desde entonces,
otros trabajos han estudiado esta transición en otros espacios —entre ellos,
algunos de los participantes en este volumen— enriqueciendo la perspectiva
de estudiar el proceso de cambio institucional considerando al imperio como
una unidad, cuya transformación en espacios nacionales debe ser estudiada
desde su coniguración de Antiguo Régimen si queremos evitar el espejismo
teleológico. Creemos que los estudios reunidos en el presente libro contribuyen
a este trabajo y ainan el temario de la discusión y la investigación.
Jean-Pierre Dedieu
CNRS/FRAMESPA – IAO – ENS-Lyon
1
Para darse cuenta del calado de semejante «revolución», conviene recordar que en 1862,
cuando se dio al director del Tesoro ruso, Kljutcharev, la orden de publicar por primera vez una
versión resumida del presupuesto del Imperio ruso, este digno funcionario pidió su relevo antes
de autorizar tan grave atentado contra el absolutismo del zar (Platonova, 2011, pp. 255-256).
2
Yang, 1997.
3
Brewer, 1990.
4
Véase un balance de la discusión en Storrs (ed.), 2009, pp. 14-20.
5
A pesar de una bibliografía que insistió mucho tiempo en lo contrario (Bonney [ed.],
1999). Es innegable que hasta mediados del siglo xvii tanto la monarquía francesa como la
española consiguen extraer cada vez más de sus reinos, aunque siempre por debajo de las
necesidades de inanciación que impone la guerra: es bien sabido que la disponibilidad o la
falta de dinero fue el factor decisivo del éxito o del fracaso en los conlictos que enfrentaron
ambas Coronas desde mediados del siglo xvi (Thompson, 2000). De mediados del siglo xvii
en adelante, a la inversa, salvo circunstancias excepcionales tales como la guerra de Sucesión
española que permitió a Felipe V introducir imposiciones nuevas por derecho de conquista
en la Corona de Aragón, la extracción iscal se estanca en términos reales per cápita (Angulo
Teja, 2002b, entre otros).
de la merced a la deuda 27
6
Reinhart, Rogoff, 2009, p. 88.
7
Esta dependencia frente a los inancieros es extensible a toda Europa, y avalada por toda la
historiografía disponible. Estos rasgos son estructurales en un mundo en que el Estado paga en
metálico —nadie se iaría del papel que emitiera—. La falta de metálico impone la dispersión del
mismo en numerosos centros, al ser impracticable la reunión rápida de grandes masas. De ahí
la situación que describimos, y la intervención de intermediarios externos al Estado, quienes sí
tienen el crédito suiciente como para emitir papel y lexibilizar así el sistema.
28 jean-pierre dedieu
8
Dedieu, Ruiz Rodríguez, 1994.
9
Insistimos en que a mediados del siglo xvii la situación que describimos no es exclusiva de
España. En Francia, Colbert ediicó su fortuna sobre la negociación en las tesorerías francesas
de libranzas sin pagar que compraba barato y se hacía pagar aprovechando su posición como
intendente de Mazarino (Villain, 1994, pp. 50-52 y 65-72).
10
La historiografía sobre los asentistas anteriores al siglo xviii es abundante. Además de las
obras clásicas de Carande, 1949, y de Ruiz Martín, 1990, citaremos por lo útil que nos resul-
taron Sanz Ayán, 1988, y varios artículos monográicos de la misma autora.
de la merced a la deuda 29
un 5 % entre 1608 y 1727, un 3 % después. Sobre esta base se calcula también
el monto de los juros que compensan los secuestros que hace la Monarquía
de las remesas de particulares que llegan a Sevilla desde Indias11, otra fuente
casual de inanciación del Estado sobre la que la falta de espacio no nos permite
extendernos, pero que no se puede pasar enteramente por alto12. El mecanismo
de creación de los juros, como compensación casual de deudas casuales explica
por qué no hay emisión explícita, por qué no se crean juros para proponerlos
al público. Existe sin embargo un mercado de juros. Hasta 1637 fueron inver-
siones tan rentables y más seguras que los censos, con la garantía del actor
económico más rico del reino. Les perjudicaba la falta de seguridad jurídica y la
falta de hipoteca, a diferencia del censo que sí la tenía. Pero la hipoteca no pro-
porcionaba una seguridad jurídica absoluta13, y su ausencia tornaba el juro en
un instrumento especialmente fácil de administrar. Sin contar que, insistimos,
hasta 1637 se pagaron con una casi-total regularidad, lo que les hacía espe-
cialmente aptos para patrimonios puramente rentistas de personas frágiles,
como mujeres y conventos femeninos. Los valimientos abrieron un mercado
especulativo, en el que se negociaban juros entre particulares con el descuento
correspondiente al valimiento, esperando que algún día la renta recuperaría su
valor nominal. Se conoce fundamentalmente este mercado por las protestas de
los afectados y el trabajo de la Comisión de juros que creó la Real Hacienda en
1749 para purgar el mercado de títulos especulativos14. Sería interesante pro-
fundizar en ello para entender como Castilla encaró la tremenda bancarrota
estatal que se dio, un tema del que muy poco sabemos.
11
Salinero, 2006, pp. 213-215 y 515.
12
Al igual que los juros de resguardo, que se entregaban a los asentistas al empezar un asiento,
como garantía de pago del mismo por la Monarquía, y que se devolvían teóricamente al desen-
lace de la operación (Carlos Morales, 1999).
13
Dedieu, 2002.
14
Toboso Sánchez, 1987, p. 233.
15
Dedieu, 2012.
de la merced a la deuda 31
los pagos relativos a los mismos, a la cual alimentarían las cajas encargadas
de cobrar los impuestos sobre los que se habían situado juros. Decidió que
dedicaría 30 millones de reales de vellón anuales para juros, nada más. Con
la tasa de interés del 5 %, entonces vigente, ello representaría 600 millones
de reales de principal teórico. En la misma fecha, los oiciales de la Real
Hacienda evaluaban el situado a título de juros sobre todas las rentas reales
en 216 millones de reales de vellones, lo que equivaldría a 4 320 millones de
reales de principal16, o sea, por entonces alrededor de 22 años de ingresos
de la Monarquía en Castilla. Lo que también signiicaría una bancarrota del
85 %, o sea de 3 700 millones de reales, una de las mayores de la historia
de Occidente. No terminó allí la purga. La tasa teórica, como ya lo dijimos,
quedó reducida al 3 % en 1727. Consecuentemente el Estado redujo los
pagos en un 40 %. En 1749, la Comisión de examen de juros, que también
mencionamos anteriormente, emprendió una veriicación de los títulos que
llevó a anular en medio siglo de actividad un tercio de los juros existentes so
pretexto que habían sido entregados a casas bancarias a título de intereses
que ya se comprendían en las condiciones generales del asiento17. En 1820,
el principal teórico de los juros circulantes se estimaba en 1 261 millones
de reales18. Puede ser que esta cifra incluyera también la testamentaria de
Felipe V, de la que hablaremos más adelante. El principal teórico de los
juros sería en tal caso de algo más de 1 000 millones de reales. Los juros
subsistentes se aceptaron por su valor nominal al 3 % en la compra de bienes
desamortizados. El último se amortizó en 191619.
LA DEUDA CONTROLADA
16
Toboso Sánchez, 1987; Alberto Marcos Martín, por su parte, evalúa la misma magni-
tud en 240 millones de ducados en la segunda mitad del siglo xvii, o sea, 2 640 millones
de reales, es decir, 13 años largos de presupuesto estatal del Reino de Castilla (Marcos
Martín, 2006).
17
Toboso Sánchez, 1987, p. 235.
18
Moral Ruiz, 1975, pp. 252-263.
19
Toboso Sánchez, 1987, p. 246. El excelente Reinhart, Rogoff, 2009, una referencia en la
literatura económica en materia de deuda pública, es representativo de la manera como se trata
la deuda pública en el siglo xvii: confunden las suspensiones de pago con defectos en el pago de
la deuda externa y no detectan el gran valimiento de los juros (pp. 70-71).
20
Gelabert, 1997; García García, 1996.
32 jean-pierre dedieu
moral entonces vigente21. La relación del Estado con la deuda pública cambia
radicalmente con la reforma de la Real Hacienda a la que procede Felipe V
entre 1712 et 1718, que no se limitó a la liquidación de los juros.
21
Para una teorización global de este punto, véase Fontaine, 2008.
22
No será inútil recordar que el equivalente en Cataluña no se impuso de forma totalmente
autoritaria, sino que su monto fue objeto de un largo proceso de negociación en el que las preten-
siones iniciales de la Monarquía quedaron rebajadas de millón y medio a 900 000 pesos anuales;
recordar también que su cálculo recuerda la dicotomía que la reforma de Mon elevará al rango
de principio nacional entre contribución inmobiliaria y frutos civiles.
23
A grandes rasgos. Se ha exagerado mucho la renovación que supuso la reforma de la Real
Hacienda de mediados del siglo xix, olvidándose de que gran parte del reglamento de Mon es
copia literal de los reglamentos de hacienda de ines del siglo xviii. Los derechos de puerta,
para tomar un ejemplo que algunos interpretan como una novedad acorde con el auge del
capitalismo decimonónico, los sistematizó ya Floridablanca en Castilla (RG, t. I, pp. 11-21)
y los cobraba la Generalidad de Cataluña en las puertas de Barcelona bien antes de la Nueva
Planta (RG, t. IV, pp. 59-61).
24
En último lugar: Dubet, 2010 y 2015.
de la merced a la deuda 33
todo, separa la cobranza, de un lado, y los pagos, de otro, y centraliza estos últi-
mos. La cobranza corre por mano de tesoreros de rentas que pasan el dinero,
en principio tan pronto como lo ingresan, a la Tesorería General25. Esta hace
todos lo pagos. La Tesorería no tiene más de una docena de cajas en toda la
geografía nacional. Los tesoreros locales —llamados los más de ellos tesoreros
de ejército— son meros apoderados del tesorero general y le tienen que dar
cuenta inmediata de todos sus movimientos de caja. A pesar de lo que parecen
implicar tales principios, el tesorero general no tiene una visión perfecta de la
situación. Algunas cajas, como la tesorería de servidumbres reales, que paga
los sueldos del personal de la Corte, permanecen fuera de su jurisdicción hasta
mediados del siglo xviii26. Durante varios años, se siguen haciendo pagos sin
las formalidades requeridas, lo que causa problemas puntuales27. Con todo, la
transparencia del sistema ha mejorado de forma impresionante para los agentes
centrales de la Real Hacienda. Era el in principal que perseguía la reforma28.
Transparencia mayor también para la comunidad financiera. El tesorero
general tiene que entregar teóricamente una cuenta exhaustiva anual de su
actividad. Para agilizar la operación, el reglamento incluso establece dos
tesoreros, el uno «actual», el otro «cesante»: el primero ejerce mientras el
otro hace sus cuentas. La regularidad no se establece hasta mediados del
siglo, pero ya desde los años 1730 la calidad y frecuencia de las cuentas
mejora de forma notable. Al lado del tesorero general, una Contaduría de
la ordenación de cuentas toma asiento de todos los movimientos de caja;
lo mismo al lado de cada tesorero local, su subordinado, un contador de
ejército. Las cuentas del tesorero general se pueden comprobar con las de
los tesoreros de ejército, sus corresponsales, y recíprocamente. Rutinas
especiales, progresivamente instaladas, reducen todavía más el margen
de incertidumbre. Al efectuar un pago, el tesorero recibe del beneficiario
una carta de pago, único documento fehaciente para pasarle la cantidad en
data. Para evitar cualquier fraude, la contaduría redacta este documento
con antelación, lo entrega al beneficiario que lo tiene que presentar al teso-
rero para cobrar: es a la vez un recibo y una orden de pago. A la inversa, al
cobrar, el tesorero entrega al pagador un certificado sin valor legal, mera-
mente informativo. El pagador tiene que presentarse en la contaduría,
donde se le entrega la carta de pago definitiva para su propia justificación,
y se recoge el certificado para comprobación de las cuentas del tesorero29.
25
RG, t. IV, pp. 190-191; t. I, pp. 11-21 y 288-294; t. III, pp. 228-240. Poco antes, una reforma
había refundido un gran número de rentas en media docena de iguras iscales principales, sim-
pliicando de forma radical el sistema iscal.
26
La Tesorería de Servidumbres hasta el 21 de enero del 1752 (Llanos Gómez, 2003).
27
Madrazo, 2000.
28
En último lugar, véase Torres Sánchez, 2012 cuyas conclusiones son perfectamente com-
patibles con las nuestras.
29
AGS, DGT, inv. 39, leg. 2, «Instrucciones del tesorero general», no 9, e «Instrucciones del
contador de provincia», no 42.
34 jean-pierre dedieu
30
Un ejemplo típico sacado de las cuentas de José Gómez Terán, marqués del Portazgo, tesorero
general de la Monarquía de 1741 à 1747: «Marqués de Portazgo… cargo de los resguardos que recogió
por no haberse satisfecho por la caja de la Tesorería General que ejerció desde 1o de marzo de 1741
hasta in de diciembre de 1743. Primeramente, se le hace cargo al citado tesorero general don José
Gómez de Terán de un millón y sesenta y seis mil cuatrocientos treinta y cuatro reales y catorce
maravedís de vellón de que en 18 de enero de 1744 dio una carta de pago a favor de sí mismo como
tesorero general actual [Gómez Terán se sucedió a sí mismo] por los mismos que hubo de haber don
Joaquín de Olivares, a cuyo cargo estaba la provisión de caños de hierro para el real sitio de Aranjuez,
por el valor y conducción de 492 que condujo y entregó en dicho sitio a los precios estipulados en su
contrata; de cuya cantidad se le despachó libramiento sobre la caja de la Tesorería General antece-
dente en 3 de marzo de 1740, que por no haberse satisfecho quedó recogido en ella, y en su lugar dio
don José Prado Güemes [el tesorero antecedente a Gómez Terán] carta de pago equivalente a favor del
expresado tesorero [actual, José Gómez de Terán] en 29 de marzo de 1741 [último día de su ejercicio],
en cuya consecuencia se despachó nuevo libramiento sobre la caja de dicha tesorería general en 5 de
abril del mismo año, que por la misma razón de no haberse satisfecho quedó recogido en ella […]»
(AGS, TMC, leg. 1999 / Cargo de resguardos, fo 1ro). Véase también Dedieu, 2012.
31
1743: Nueva Planta de la Tesorería General; 1753: instrucción imponiendo a todos los teso-
reros de ejército un único plan contable para la rendición de cuentas (AHN, Hacienda, lib. 8100,
fos 22ro-34vo y AGS, DGT, inv. 39, leg. 2).
de la merced a la deuda 35
32
Elliott, Peña (eds.), 1978-1980, t. I, p. 8.
33
RG, t. III, pp. 377-379; Fernández Albaladejo, 1977.
36 jean-pierre dedieu
correspondía a las guerras de Italia y era posterior a 1730. Seguían sin pagar
4 millones largos de reales de testamentarias de los Austrias, que se cargaron a
la testamentaria de Felipe V al asumir este las deudas personales de sus antece-
sores —aunque no sus juros, los cuales, insistimos, no eran técnicamente deuda
sino mercedes—34. La testamentaria de Felipe V se sacaba de la jurisdicción de
la secretaría del despacho de Hacienda y se traspasaba a una junta especial
que se encargaría de entregar lo debido en los plazos previstos, mediante una
consignación de 10 millones de reales anuales de la Tesorería General. La can-
tidad anual efectivamente pagada varió. En 1793, fecha de los últimos pagos,
253 millones de reales en total habían sido entregados a los deudores35.
La limitación de la deuda tuvo importantes consecuencias políticas. Con la
suspensión de pago de 1739, se acaba la racha de victorias en Italia. En 1746
incluso, cuando muere Felipe V, los ejércitos españoles están en franca retirada
y solo se sostienen con el apoyo de los franceses. Fernando VI llevó a cabo
una política sumamente paciista. Parece que los círculos dirigentes habían asi-
milado la imposibilidad de la monarquía de conseguir por la vía tradicional
adelantos suicientemente cuantiosos para llevar a cabo una política dinámica,
y renunciaban consecuentemente a ella. Fernando VI tan poco coniaba en su
crédito, que llegó a constituir un fondo de reserva para posibles urgencias, el
Real Depósito, inanciado fundamentalmente a base de las remesas de Indias,
y que llegó a detener, en 1760, la enorme cantidad de 200 millones de rea-
les36. Incluso en los años siguientes, cuando se restableció algo el crédito de la
Monarquía, los dirigentes se mostraron reacios a la idea de comprometer al rey
con una máquina crediticia de la que desconiaban37.
El fondo vitalicio
Con todo, lo tuvieron que hacer. Agotado el Real Depósito por la guerra de Por-
tugal, pronto se sintió la necesidad de dotar la Tesorería General de un fondo de
maniobra. Fue el papel del fondo vitalicio, creado en 1769. Es la primera emisión
de deuda explícita. Por primera vez, la Corona emite papel, no para satisfacer deu-
dores y cubrir créditos ya empeñados, sino para inversiones futuras, en forma de
bonos al 9 %, vitalicios, sin devolución del capital. Era una forma habitual entonces
34
AHN, Hacienda, lib. 6098, fos 29ro sqq.
35
Torres Sánchez, 2008a.
36
Id., 2006.
37
Id., 2008a subraya con fuerza la desconianza de los dirigentes frente al crédito. El autor
la atribuye a un desfase entre el concepto paternalista y personalista de la deuda que tenían los
dirigentes y a la exigencia de rigor y transparencia que formulaba el capital. Le seguimos, con
matices. Al limitar su escala de observación al siglo xviii, no se da cuenta de que la transparen-
cia, aún incompleta, estaba en vía de conseguirse.
de la merced a la deuda 37
de levantar capitales a largo plazo. Los Cinco Gremios Mayores de Madrid habían
pedido permiso al Consejo de Castilla para una operación similar. El Estado asu-
mió la idea, en beneicio suyo. Una primera emisión tenía por límites un servicio de
renta de 4 millones de reales, o sea, un capital de 44,4 millones. El pago de la renta
estaba situado sobre los sobrantes de la Pagaduría de juros, generados por la dife-
rencia entre los 30 millones asignados por Felipe V y las cantidades efectivamente
pagadas después de los descuentos, valimientos y conversiones que habían afectado
los juros desde 1715, de los cuales ya dimos cuenta. Los 44 millones recolectados
tenían oicialmente que emplearse en la recompra de «alhajas de la Corona», es
decir, en la recuperación de derechos enajenados. De hecho sirvieron para inan-
ciar el déicit corriente, pero pareció necesario presentar la operación como una
inversión. El dinero recogido se depositaba en las cajas de los Cinco Gremios, no
en Tesorería, para tranquilizar al público. La emisión fue un éxito. En 1776, todo
estaba suscrito. Se procedió en 1779 a una segunda emisión, otra vez de 4 millones
de renta, situados sobre la Real Hacienda en general, y en 1783 a una tercera emi-
sión de 2 millones de reales de renta, situados sobre la renta del tabaco. Estas dos se
cubrieron pronto, y con creces38. En total, el fondo recogió más de 110 millones de
reales, algo más de tres meses de gastos de la Monarquía en Europa. Buena parte de
los inversores eran americanos, o extranjeros. La conianza de los inversores había
sido restaurada. La Real Hacienda, sin embargo, siguió reticente a la hora de subir
los techos de endeudamiento que ella misma se había impuesto. Volveremos sobre
el porqué de esta actitud en conclusión.
38
RG, t. III, pp. 379-384; Torres Sánchez, 2006a.
39
Marichal, 1999, p. 331.
40
RG, t. V, p. 208; González Enciso, 2000; Tedde Lorca, 1987.
38 jean-pierre dedieu
la Real Hacienda. Organizó la operación del lado neerlandés la casa Hope y Fit-
zeaux Grand, de Ámsterdam, y del lado español la casa Cabarrús. La operación
se concluyó con la devolución de los fondos en 1789-1792, a partir de remesas de
plata mejicana41. Y así en adelante, hasta el «asiento Ouvrard» de 1805 —el que la
historiografía francesa conoce como el «asunto de las piastras»— y el empréstito
de 22 millones de lorines en el mercado holandés en 180742. La Real Hacienda
consigue dinero. ¿En qué condiciones?
Los vales reales expresan mejor que cualquier otro rubro la capacidad reno-
vada de la Monarquía en movilizar capitales. Se trababa de bonos emitidos por
la Tesorería General para inanciar el déicit de caja causado por la guerra de la
Independencia de América. Llevaban un interés del 4 % anual, se podían trans-
mitir por endorso y cambiar por metálico en las oicinas de la Tesorería. Estaban
en un principio garantizados por los fondos de la Real Hacienda que se iban
acumulando en América durante la guerra, a falta de poder ser transportados
a España por el bloqueo inglés. Tres emisiones tuvieron lugar durante la guerra:
149 millones de reales, el 1 de octubre de 1780, en 16 500 vales de 600 pesos;
79,8 millones de reales, el 1 de abril de 1781, en vales de 300 pesos; 222,9 millones
de reales, el 20 de junio de 1782, en vales de 300 pesos también. Previstos como
medida temporal, destinados a ser amortizados por la Real Hacienda al inal de la
guerra, fueron sin embargo perpetuados ante el éxito que tuvieron en el público,
por su doble función: permitían la fácil colocación de la tesorería de particulares
y empresas, y servían como papel moneda. Llegamos a la paradoja de que no es
el Estado quien pide, sino el inversor quien solicita. Los vales se cotizaban en el
mercado libre. No bajaron prácticamente del par durante la guerra de América.
En 1792-1793 incluso cotizaban por encima.
A partir de 1794, cuando la guerra contra Francia tomó mal cariz, luego cuando
hubo que enfrentarse con Gran Bretaña, la Monarquía recurrió a emisiones masi-
vas de vales: más de 1 763 millones de reales hasta 1799, o sea, más de dos años
del presupuesto medio de estos años de guerra. Y pronto se tocaron los límites
del sistema. Recurrir al mercado tiene ventajas. Pero convierte a la monarquía en
esclava del mercado. La emisión masiva de 1799 —800 millones de reales de una
vez, un año de presupuesto—, la aparición simultánea de los primeros atrasos en
el pago de intereses, pusieron punto inal al idilio. Después de 1799 cesan las emi-
siones: el mercado no quiere más. La cotización de los vales en el mercado libre,
que ya lojeaba desde la declaración de guerra de Inglaterra, se hunde. En 1800
había caído al 32 %. El mantener la cotización a toda costa pasó a ser el norte de la
Monarquía. El hundimiento de los vales hubiese signiicado el hundimiento total
y absoluto de la Real Hacienda. La paz era la opción más segura. En 1802, durante
el breve respiro que proporcionó el tratado de Amiens, la cotización se recuperó
hasta el 82 %. Pero la paz era imposible, no la querían ni los ingleses, ni los fran-
ceses. Entonces hubo que echar mano de los recursos económicos acumulados en
41
Marichal, 1999, p. 332.
42
Ibid.; Tedde Lorca, 1987.
de la merced a la deuda 39
IMPLICACIONES Y CONCLUSIONES
Resulta pues que la Monarquía española también, aunque por otras vías,
conoció en el siglo xviii una revolución del crédito según líneas similares
a Gran Bretaña. Resulta que esta revolución le abrió el mercado inanciero
nacional e internacional como nunca había sido el caso desde mediados del
43
Ibid., p. 193; Herr, 1989.
44
Véase, en el presente volumen, el artículo de Bertrand.
45
Véase en último lugar, Valle Pavón, 2012, quien muestra cómo la forma en que se llevó a
cabo allí la desamortización fue un factor esencial del golpe de Estado por el que los mercaderes
de México depusieron al virrey Iturrigaray en 1808.
46
Marichal, 1999, p. 332.
40 jean-pierre dedieu
siglo xvii; que le permitió crear, como Inglaterra, una deuda permanente,
sin obligaciones de devolver los principales; que le proporcionó la posibili-
dad de obtener un estatuto internacional de gran potencia, de sentarse en
Versalles en la mesa de los poderosos y de dejar oír su voz. Pero duró poco
aquel momento; y las magnitudes en juego no se pueden comparar con las
que movilizaba el Reino Unido: la relación es de uno a tres o cuatro en cuanto
al gasto global, de uno a diez o veinte en cuanto a las cantidades conseguidas
de los prestamistas47. ¿Por qué semejante prudencia?
Por voluntad de los reyes, por una parte. Como muy bien lo habían enten-
dido los rectores de la Monarquía, la deuda de Carlos III no era ya la deuda
de Felipe IV. No era un asunto de padre a hijos, de señor a vasallos, en el que
se creaban obligaciones recíprocas sin que los unos ni lo otros quisieran for-
mularlas, en una negociación permanente y personalizada, que daba tiempo
al tiempo; donde las deudas monetarias podían saldarse con mil mercedes de
índole diversa que le devolvían al prestamista en rango social la plata que se le
había sacado en metálico; donde al rey le terminaban denegando lo que pedía
solo después de perdonarle lo que debía tantas veces que todos habían per-
dido la cuenta. La relación del monarca con sus prestamistas se había vuelto
inanciera, a secas. Se había cumplido la pesadilla que Felipe IV había recha-
zado horrorizado cuando, al laquear ya su crédito, le sugirieron vendiese
censos: al rey se le trataba como si de un vulgar mercader se tratase. Desde
luego la Banca no le podía poner en quiebra, pero podía cortarle todas las
vías de crédito, paralizándole; y estaba dispuesta a hacerlo si no respetaba las
reglas del juego. O sea, que indirectamente pretendían unos súbditos impo-
ner decisiones políticas al monarca. Entrar de lleno en semejante juego era
impensable para unos Borbones cuya política se cifraba en la eliminación de
las trabas que de antiguo limitaban la libertad de acción del monarca48. De
ahí su reticencia y el uso limitado que hicieron del crédito, casi siempre en
actitud defensiva, cuando ya no tenían más opciones.
Por voluntad de la comunidad inanciera. En el sistema nuevo solo se pres-
taba a quien demostraba poder pagar. Al rey de España se le reconocía a ines
del siglo xviii una capacidad de endeudamiento de alrededor de 1 000 millo-
nes de reales, dos años de presupuesto de tiempo de paz. Cuando de allí se
pasó, el sistema se desajustó. Al rey de Inglaterra se le concedía diez veces
más. Por ser más Gran Bretaña, posiblemente; pero la diferencia de potencial
de ambos imperios no justiicaba semejante desfase. El factor fundamental
fue que en Inglaterra eran los mismo prestamistas quienes, en última instan-
cia, decidían el monto de los impuestos y se encargaban de la cobranza de los
mismos. La fuerza de Inglaterra reside en el Banco de Inglaterra, desde luego,
pero más allá en el Parlamento. La historiografía ha puesto de relieve lo que
bien sabían los inancieros de la época: la inelasticidad de los recursos iscales
47
Torres Sánchez, 2008a y b; y sobre todo Torres Sánchez, 2013, que proporciona datos
cuantitativos de toda solvencia. Sus conclusiones concuerdan con las nuestras.
48
Dedieu, 2010a y 2011.
de la merced a la deuda 41
españoles entre 1650 y, por lo menos, los años inales del Antiguo Régimen.
Porque en un contexto en que no hay catastro ni contabilidad pública de
empresas, el impuesto no se puede cobrar sino por consentimiento de los
contribuyentes. Al negarse a pagar más a ines del siglo xviii que al princi-
pio49, tanto Castilla como Indias manifestaron de forma contundente lo que
opinaban de la falta de participación del reino en la elaboración de la polí-
tica del Estado. A la revolución inanciera tenía que anteceder una revolución
política. Cuando la guerra forzó la revolución inanciera, o mejor dicho forzó
la máquina inanciera más allá de sus posibilidades en el contexto político de
la época, la revolución política siguió de cerca.
La reforma de la Tesorería, que abrió a la Monarquía los derroteros del crédito
moderno, fue una más de tantas reformas que los Borbones hicieron con inten-
ción de incrementar el poder del monarca, pero que al contradecir el espíritu
del Antiguo Régimen contribuyeron poderosamente a socavar el absolutismo50.
Técnicamente acertadas, muchas veces adelantadas51, fueron al inal contra-
producentes. Impusieron el dominio de la técnica sobre la imaginación y la
visión de futuro, del detalle sobre la visión de conjunto. El rey, en el siglo xviii,
se libró de muchas trabas. Y de paso se quedó solo, sin apoyos. Hasta caer. La
modernidad técnica no vale de nada si no la acompaña el contexto político.
49
Angulo Teja, 2002b.
50
López-Cordón Cortezo, 2011.
51
A juzgar por Legay, 2010, ni Francia ni Austria tenían, a ines del siglo xviii, un sistema de
control del gasto a la altura del español. Francia soluciona en los años 1820, con el barón Louis
y el director de contabilidad Charles d’Audifret, problemas de control del gasto ministerial que
España había liquidado un siglo antes (Bottin, 1995).
TEJIENDO UNA HACIENDA IMPERIAL
«Unir los manejos de la Real Hacienda de España y América»
en el reinado de Carlos III
Rafael Torres Sánchez
Universidad de Navarra
1
Este trabajo se ha realizado dentro del proyecto de investigación financiado por el
Gobierno de España, Ministerio de Ciencia e Innovación, Programa Nacional de Proyectos
de Investigación Fundamental, en el marco del VI Plan Nacional de I+D+I 2012-2014. Movi-
lización de recursos para la guerra y la construcción del Estado en el siglo xviii: España y su
contexto europeo, referencia HAR 2011-23570. Agradezco a Ana Dubet, Jean-Pierre Dedieu
y Agustín González los comentarios recibidos.
Que Múzquiz le sugiriese a Gálvez que alguno de los dos secretarios debía
proponer al rey Carlos III la unión de los «manejos» de las dos haciendas, puede
explicarse en el contexto que hemos aludido de agobios de la Tesorería Gene-
ral y de urgencias por la guerra contra Portugal en marcha y la expedición de
Cevallos navegando, pero no cabe duda que permite ilustrar que un problema
existía y también una solución. Si era cierto lo que airmaba Múzquiz, que los
problemas contables de la Tesorería General eran «otra de tantas pruebas» de la
necesidad de abordar la solución que proponía, que no era otra cosa que avan-
zar en la dirección de una única Real Hacienda, cabría pensar que al menos en
el más alto nivel de gobierno de la Monarquía española se estaba sugiriendo
claramente la posibilidad de crear una hacienda imperial.
Como sabemos bien, esta hacienda imperial nunca fue una realidad. Los
territorios americanos se independizaron de la Monarquía española sin que se
crease alguna institución hacendística que gestionase de forma conjunta recur-
sos económicos de América y España, indistintamente y sin tener en cuenta
su origen. Así, las independencias americanas llegaron sin que existiese una
única Tesorería General de la Monarquía imperial española. Pese a esta reali-
dad histórica, la propuesta de Múzquiz es lo suicientemente inquietante para
plantearnos explorar por qué el secretario de Hacienda había llegado a la con-
clusión de que «un único manejo» de ambas haciendas era una solución.
En este trabajo queremos indagar si durante el reinado de Carlos III se
estaba avanzando en la dirección de construir una hacienda imperial, o si
había algunos procesos en marcha que permitan respaldar la conclusión y
propuesta del secretario de Hacienda. Queremos analizar, en definitiva, si
había «tantas pruebas», como indicaba el secretario de Hacienda, para plan-
tear al secretario de Indias y al rey ese «único manejo» de ambas haciendas.
De confirmarse que, al menos, la tendencia existía, las consecuencias pue-
den ser interesantes. En un momento historiográfico de revisión y puesta
en valor de la «historia atlántica»3, puede tener un cierto valor señalar
que, en el caso español, se avanzaba hacia la unificación de instituciones
hacendísticas. Esta tesis contribuiría a confirmar la eficacia administrativa
alcanzada por el imperio español, al menos en comparación con el inglés o
francés. Como afirma Jonathan Hart, la comparación entre los tres impe-
rios permite revisar la tradicional imagen negativa y de fracaso del imperio
español, al menos en cuanto a la capacidad para regenerarse y reaccionar
con cierta flexibilidad a las necesidades institucionales 4 . De alguna manera,
2
AGS, SSH, leg. 61, Miguel Múzquiz a José Gálvez, Madrid 4/8/1776.
3
La bibliografía es enorme. Una buena guía de las dimensiones del problema en Greene,
Morgan (eds.), 2009.
4
Hart, 2003, p. 107.
tejiendo una hacienda imperial 45
Creemos que el factor que más ayudó a hacer visibles los hilos que se estaban
tejiendo en el Atlántico entre las haciendas de la Monarquía española pudo ser
la guerra, en concreto, el trauma de la guerra de los Siete Años y la posterior
carrera armamentística de los años siguientes. La evidencia de la necesidad de
revisar el sistema defensivo de los territorios americanos obligó a intensiicar
el envío de tropas y suministros militares a América y a abordar importantes
reformas en las fortiicaciones y estructuras militares. Todo este proceso de
reforma militar obligó a introducir importantes cambios iscales y administra-
tivos, pero, sobre todo, aceleró los intercambios militares entre ambas orillas
del Atlántico. Nunca como entonces, la Corona española empleó tantos recur-
sos humanos y económicos en el fortalecimiento militar de América, y este
esfuerzo exigió que una parte importante de los «beneicios» del imperio, fue-
sen consumidos directamente en América, retornasen, literalmente, al imperio
o, incluso, que la Real Hacienda peninsular inanciase directamente el trasvase
de hombres y recursos militares a los territorios coloniales.
La sección del Archivo General de Simancas titulada «Avisos a la Secretaría
de Hacienda» de la Secretaría de Indias permite pulsar con claridad qué signi-
icó este auténtico retorno o envío de recursos hacia América. Además, nos da
pistas de cómo, en la búsqueda de soluciones por la Secretaría de Hacienda a
las demandas de la de Indias, se hizo patente que se estaba empezando a traba-
jar como una hacienda imperial. Pongamos algunos ejemplos, necesariamente
dispersos, pero ilustrativos de cuál era el problema.
Durante las décadas de 1760 y 1770 se hicieron en España multitud de compras
de suministros militares para enviar a América. La mayor parte de estas compras
se realizaron en Cádiz y a cargo de la Depositaría de Indias. El mecanismo casi
siempre era el mismo. El secretario de Indias avisaba al secretario de Hacienda de
una necesidad de suministros militares o gasto en América, y este daba las órdenes
oportunas al tesorero general para que facilitase los medios con los que se pudiese
atender. La clave, de nuevo, estaba en que los medios que el tesorero general ponía a
disposición de la necesidad podían implicar a la totalidad de las tesorerías y recur-
sos de la monarquía. El procedimiento habitual era librar o poner a disposición del
presidente de la Casa de Contratación el dinero suiciente para realizar las compras
en Cádiz: «en aquella Depositaría General a disposición del referido Presidente»6.
5
Nos referimos, claro está, a la tesis de J. H. Elliott donde argumenta que el imperio colonial
español determinó el camino a seguir para el imperio británico, pese a que inalmente no lo
pudiese aplicar (Elliott, 2006).
6
AGS, SSH, leg. 61, Miguel Múzquiz a Francisco Montes, 5/4/1777.
46 rafael torres sánchez
7
AGS, SSH, leg. 61, José Gálvez a Miguel Múzquiz, Aranjuez, 7/5/1777.
8
La salida a los mercados internacionales de armamento para cubrir la demanda de las fuerzas
armadas españolas parece que fue más importante de lo que cabría suponer, y una prueba clara
del limitado alcance de las reformas emprendidas en la producción estatal de armamento. Un
ejemplo de este fracaso en el terreno de la artillería en Torres Sánchez, 2006b.
9
AGS, SSH, leg. 61, Zambrano a Múzquiz, Madrid, 1/9/1777.
tejiendo una hacienda imperial 47
10
AGS, SSH, leg. 61, Miguel Múzquiz a Francisco Montes, Madrid 13/2/1778.
11
Lamikiz, 2010.
12
AGS, SSH, leg. 61, Julián de Arriaga de Miguel Múzquiz, Aranjuez 10/7/1775.
48 rafael torres sánchez
13
AGS, SSH, leg. 62, Real Orden, 28/9/1775.
14
AGS, SSH, leg. 62, Real Orden, 20/7/1777.
15
AGS, SSH, leg. 62, Cuentas de Juan Bautista de Goizueta y Vicente Rodríguez de Rivas a
Miguel Múzquiz, Madrid 3/5/1779.
16
En algunos casos, los descuentos se debían a actividades contratadas por la misma compañía
para atender esta comisión, como ocurrió, por ejemplo, con el seguro tomado por la Compañía
de Caracas con Francisco Milans y de Benages, director de la compañía de Seguros Marítimos
de Barcelona (AGS, SSH, leg. 62, Madrid 12/7/1777).
17
Torres Sánchez, 2002.
tejiendo una hacienda imperial 49
18
AGS, SSH, leg. 61, Gálvez a Múzquiz, El Pardo, 5/2/1776.
19
AGS, SSH, leg. 61, Francisco Montes a Gálvez, 2/1/1777.
50 rafael torres sánchez
para traer plata a La Coruña, con la especíica cláusula de poder exportarla fuera
de España y todo ello «libre de todos derechos»20. La exportación de plata había
llegado a ser un asunto de vital importancia para la Secretaría de Hacienda,
sobre todo por la unión del Real Giro a la Tesorería General y la vitalidad
alcanzada por la venta directa de plata por los tesoreros generales en las plazas
europeas. La exportación de plata o la iscalidad sobre su comercialización
tenía un valor económico, y era otra forma de pagar los negocios de la Real
Hacienda con comerciantes privados. De hecho, uno de los enfrentamientos
más serios que tuvieron los secretarios de Hacienda e Indias fue precisamente
por la propuesta de Cabarrús de acceder directamente a la plata mexicana21.
Los suministros militares a América iban acompañados de soldados. El
reforzamiento de las guarniciones en América y la creación de nuevas unida-
des estimularon un considerable traslado de tropas hacia América. El envío
de estas tropas suponía remitir el coste de su mantenimiento desde la Real
Hacienda a las haciendas virreinales, pero el problema económico no acababa
con la embarque de los soldados para América. Los militares desplazados a las
guarniciones americanas solían encargar que una parte de sus sueldos fuese
periódicamente entregada a sus familiares en España. Esta era una cuestión
particular y cada uno dejaba la consignación que estimaba conveniente22. Las
contadurías militares americanas retenían a los militares la cantidad corres-
pondiente al abonarles sus sueldos, que luego debían remitir físicamente
a España o poner a disposición de la Real Hacienda. La Real Hacienda no
cobraba nada por esta transferencia, pero aplicaba la orden general de que lo
cobrado en pesos fuertes en América se abonara en España en reales de vellón
(por peso fuerte consignado en América se pagaban en España 15 reales y
2 maravedís de vellón). Además, y como garantía ante el riesgo de falleci-
miento o contraorden del militar que dejaba la consignación, se había dado
orden en 1774 para que se descontase a los que gozasen sueldos en Indias,
«para resguardo de la Real Hacienda», un tercio de sus salarios, y que, ade-
más, el militar que consignase parte de su sueldo adelantase en su contaduría
americana tres mensualidades23, que podía llegar a seis en el caso de altos
funcionarios24. Los ejemplos de estas consignaciones son miles, afectaban a
todo tipo de militares y abarcaban la totalidad de la Monarquía española.
Algunos militares incluso dejaban consignaciones para varios familiares, que
debían ser pagados en lugares diferentes25. La mayoría eran militares, pero
también se incluía a personal adscrito a los militares, como boticarios26, o que
20
AGS, SSH, leg. 61, Gálvez a Múzquiz, Madrid, 1/9/1776.
21
AGS, SSH, leg. 997, Gálvez a Múzquiz, Madrid 4/4/1782.
22
AGS, SSH, leg. 61, Julián de Arriaga a Miguel Múzquiz, 18/5/1775.
23
AGS, SSH, leg. 61, Julián de Arriaga a Miguel de Múzquiz, 26/5/1775.
24
AGS, SSH, leg. 61, Julián de Arriaga a Miguel de Múzquiz, 26/8/1775.
25
AGS, SSH, leg. 61, José de Gálvez a Miguel de Múzquiz, 18/9/1776.
26
AGS, SSH, leg. 61, Julián de Arriaga a Miguel de Múzquiz, 21/4/1775.
tejiendo una hacienda imperial 51
27
AGS, SSH, leg. 61, José de Gálvez a Miguel de Múzquiz, 27/4/1777.
28
AGS, SSH, leg. 61, Julián de Arriaga a Miguel de Múzquiz, 6/4/1775.
29
AGS, SSH, leg. 61, José de Gálvez a Miguel de Múzquiz, 6/3/1777.
30
AGS, SSH, leg. 61, Julián de Arriaga a Miguel de Múzquiz, Aranjuez 2/4/1775. AGS, SSH,
leg. 61, José de Gálvez a Miguel de Múzquiz, 2/8/1776.
31
AGS, SSH, leg. 61, José de Gálvez a Miguel de Múzquiz, 13/7/1777.
32
Sola Corbacho, 2000.
52 rafael torres sánchez
dos meses de prest»33. Es solo un ejemplo, pero ilustra cómo hasta las tesorerías
locales de España se veían inmersas en unas transferencias que no les afectaban
directamente pero que tenían que ver con una política imperial.
Los gastos de los embarcados volvían a aparecer cuando estas tropas regre-
saban y traían la acumulación de meses de sueldos debidos y no pagados en
América, algo que era más frecuente de lo que pudiera pensarse. Los gastos
más elevados y complicados de gestionar se referían a los marineros, especial-
mente en los momentos de desembarco, como ocurrió al inalizar la guerra
contra Gran Bretaña. Tanto los soldados y marineros que iban, como los que
venían provocaban un coste directo en la Tesorería General34. Los ejemplos se
podrían multiplicar, como el de las cada vez más frecuentes expediciones marí-
timas, pero lo que nos interesa destacar es que constituía un serio asunto para
las inanzas peninsulares, que, en algunos casos, implicó el envío de grandes
cantidades de dinero35. De cualquier modo, queda claro que, al menos desde
la Guerra de los Siete Años, el fortalecimiento militar de América exigió de la
Real Hacienda española mayores recursos y una mayor coordinación de teso-
rerías. Probablemente nunca navegaron tantos caudales del rey español por el
Atlántico, y lo hicieron en ambas direcciones.
33
AGS, SSH, leg. 61, Conde de Ricla a Múzquiz, 22/3/1777.
34
Véase Torres Sánchez, 2012, pp. 199-268.
35
Sanz Tapia, 1994.
36
Marichal, 2007.
37
AHN, leg. 3230, caja 1, Relexiones de Floridablanca, s.f. (probablemente antes de junio de 1779).
tejiendo una hacienda imperial 53
Estado establecía que el Gobierno español emitiese papel moneda con la garantía
nacional de los caudales de Indias y que este papel tuviese un curso obligatorio:
«los billetes, pagarés o resguardos del Erario se reputarán por dinero efectivo
donde quiera que se hallaren». Los destinatarios del papel moneda serían, en un
primer momento, todos aquellos individuos relacionados con América, puesto
que, como el propio secretario reconocía, el principal objetivo de este plan era «el
socorro de los interesados en el comercio y rentas de Indias, ya sean negociantes
o ya de otra cualquier clase». El fondo de garantía propuesto por Floridablanca
para la emisión de papel moneda estaría compuesto principalmente por los pro-
pios caudales de Indias. Según un cálculo realizado por el mismo secretario, en
el caso de una declaración de guerra, se daría la orden de retener las mercancías
y caudales en América hasta que hubiese ocasión de remitirlos de forma segura a
España. Estos caudales destinados a los particulares supondrían retener en Amé-
rica del orden de unos 20 millones de pesos, a los que habría que sumar otros
5 millones que vendrían para la Real Hacienda como producto de impuestos del
rey en América. Esto signiicaba que si una guerra duraba como pensaba unos
4 o 5 años «aunque según fundadas conjeturas sería mucho más larga», y en el
peor de los casos no se pudiera trasladar a España ningún caudal del rey hasta
entonces, esto supondría que al acabar la guerra habría no menos de 25 millones
de pesos a disposición del fondo de garantía.
En junio de 1779 España entró en guerra contra Gran Bretaña y los peores
pronósticos se cumplieron. Un nuevo borrador dejó claro que el proyecto de
Floridablanca seguía adelante, pero se ampliaba el alcance de la prevista emi-
sión de papel moneda a todos los territorios de la monarquía, que incluiría
ahora a España y sus territorios americanos38. Todo parece indicar que el pro-
yecto debió atraer la atención del secretario de Indias, Gálvez. Su inluencia se
dejó sentir en su presencia institucional en el plan de emisión de papel moneda
y gestión del «Fondo Nacional». Según la nueva redacción del plan, la direc-
ción del Fondo sería compartida por el secretario de Estado y el secretario de
Indias. Del mismo modo, ahora se incluían las rentas reales en América en la
dotación del fondo. Así, los ingresos de la Renta del Tabaco, tanto en España
como en América, debían ser remitidos a la caja del «Fondo Nacional». Las
cajas donde se emitiría el papel moneda ahora se limitaban en número y se
extendían geográicamente para incorporar a América. De tal manera que las
únicas cajas habilitadas para recibir ingresos de rentas y emitir papel moneda
serían Madrid, México, Lima y Buenos Aires; interesante y signiicativa selec-
ción de ciudades. Además, se fortalecía la solvencia de este «Fondo Nacional»,
que en realidad debería haberse denominado «Imperial», con la aportación de
todos los sobrantes de las haciendas municipales, «todos los sobrantes de Pro-
pios y Arbitrios de los pueblos de España y América». Las dimensiones que
empezaba a tomar el plan inicial de Floridablanca eran realmente notables y la
escala de la emisión de papel moneda era claramente imperial.
38
AHN, leg. 3230, caja 1, «Reglamento interino de SM para la creación y manejo de un Fondo
Nacional en España y América» (probablemente redactado antes del 17/6/1779).
54 rafael torres sánchez
AHN, leg. 3230, caja 1, la Real Orden está unida al último borrador del «Reglamento interino».
39
AHN, leg. 3230, caja 1, Conde de Floridablanca a Miguel Múzquiz, Madrid, 17/6/1779 y
40
españoles y nobles de allí con dos» 41. Al final se decidió rechazar su aplica-
ción «porque la población de la península ya está suficientemente gravada
con el aumento del tercio de la Extraordinaria». Pero, lo interesante, es que
en aquella sesión se valoró el impuesto aplicado en América y su relación
con la Real Hacienda. La junta consideró que el aumento de impuestos
decretado en España y América y los préstamos tomados se habían hecho
«precisamente para conservar y sostener aquellas Provincias ultramarinas»,
por lo que acordó «recomendar» al rey, «que las Indias contribuyan más y
que se establezca una única caja». Con «única caja» se referían claramente a
crear una tesorería en la que fuesen entrando la recaudación de los nuevos
impuestos que se impondrían en América, y con los que esperaba pagar la
deuda pública existente. Los miembros de la Junta no dejaron ningún lugar
a la duda de qué lugar ocuparía esa «única caja» para amortizar la deuda:
«establecer una caja particular, aunque agregada y dependiente de la Teso-
rería General, en que fuesen entrando estos fondos, con preciso destino a
los grandes y urgente obra de este desempeño» 42 .
De nuevo, nos encontramos con una medida que no llegó a ser aplicada, pro-
bablemente porque lo desaconsejó el inal de la guerra, el miedo a la reacción
de los contribuyentes americanos o un crónico miedo a seguir aumentando el
endeudamiento público. No obstante, el sentido y la dirección de esta medida,
del mismo modo que la propuesta de un papel moneda imperial, parecen apuntar
con claridad hacia una mayor vinculación institucional entre las haciendas y las
inanzas de las dos orillas del Atlántico. Una tesorería que físicamente gestionase
los impuestos de los americanos y la amortización de deuda pública habría segu-
ramente reforzado el carácter imperial de la Real Hacienda española.
TABACO Y ARMADA:
LA CONCEPCIÓN MERCANTILISTA DEL IMPERIO ESPAÑOL
41
AHN, Consejo, leg. 5380, Real Cédula 17/8/1780, la sesión de la Junta de Medios fue el 22/7/1781.
42
AHN, Consejo, leg. 5380, Real Cédula 17/8/1780, la sesión de la Junta de Medios fue el 22/7/1781.
43
Para comprender la política económica, véase González Enciso, 2008b. Un planteamiento
interesante del papel desempeñado por el tabaco en la articulación imperial en Nater, 2006.
56 rafael torres sánchez
44
Marichal, 1997, p. 480.
45
AGS, DGT, inv. 16, Guión 15, leg. 7, Diego de Tricio, Cádiz, 9/1/1776.
46
En 1775, los ingresos por ventas de la Renta en Cádiz fueron de 5,9 millones de reales de
vellón (AGS, DGT, inv. 16, Guión 15, leg. 7, Diego de Tricio, Cádiz, 9/1/1776).
tejiendo una hacienda imperial 57
47
AGS, DGT, inv. 45, leg. 45, Miguel Múzquiz al Marqués de Zambrano, Palacio, 19/12/1777.
48
Crespo Solana, 2005.
49
El texto de la Real Orden, puede consultarse en la Real Academia de la Historia, Colección
Mata Linares, t. CIX, fos 116rº-119vº.
50
Según los datos de Marichal, en 1783, esta deuda pública reunió capitales por valor de
523 376 pesos (Marichal, 2007, p. 87).
tejiendo una hacienda imperial 59
51
Según Gutiérrez i Poch, 1999, p. 90, en 1769 el virrey de Nueva España ordenó comprar
90 000 resmas de papel para la producción de tabaco, de los cuales 32 000 serían compradas a los
genoveses, la misma cantidad a valencianos y algo menos a catalanes, 26 000 resmas. Este autor
sugiere que los franceses y genoveses fueron desplazados del abastecimiento de papel a América
desde la década de 1760 (Gutiérrez i Poch, 2006, p. 437).
52
Ribes Iborra, 1985, p. 113.
53
Entre los principales productores catalanes estaban Antoni Ferrer y Frances Guarro
(Gutiérrez i Poch, 1999, pp. 90-91).
60 rafael torres sánchez
Estado en estos años. El gasto realizado por la Real Hacienda en papel se extendía
tanto al pago directo a los productores levantinos con los que había contratado
la Real Hacienda, como también al abono por el coste de los letes por las parti-
das54. El gasto total registró un notable ascenso, especialmente a partir de 1773.
En 1772 el coste total atendido por la Real Hacienda para compra de papel fue de
177 000 reales, un año después casi era de un millón de reales, en 1775 se superaba
el 1,7 millones y en 1776 el «Extraordinario de Hacienda» desembolsó 2,9 millones
de reales en compra de papel.
7 000 000
6 000 000
5 000 000
4 000 000
3 000 000
2 000 000
1 000 000
0
1772 1773 1774 1775 1776 1780 1781 1782 1783 1784 1785
Compras de papel para América realizado por la Real Hacienda
54
AHN, Hacienda, lib. 6 730: «de papel de Barcelona y Valencia entregado por la Com-
pañía de Henrile (genovesa) para las fábricas de cigarros de Nueva España», el 14/8/1779
se ordena al tesorero general abonar a José Brun y Patrón, tesorero de la aduana de Cádiz,
238 777 rs por igual cantidad que había suplido, que luego se abonaría a la cuenta del teso-
rero de ejército de Valencia.
55
Deans-Smith, 1992, p. 100.
tejiendo una hacienda imperial 61
56
Puede que estas previsiones de producción estuviesen cerca de cumplirse. Según Gutiérrez
i Poch, 2006, p. 438, entre 1765 y 1782, los envíos de papel desde Cataluña para la producción en
México fueron de unos 746 mil resmas y las realizadas desde Valencia de 486 731.
57
Deans-Smith, 1992, pp. 264-265.
58
En 1782 el coste de todas las delegaciones diplomáticas en el exterior costó 6 574 862 reales
de vellón y en 1783, 8 592 325 reales de vellón.
62 rafael torres sánchez
REFLEXIÓN FINAL
59
Citado por Gutiérrez i Poch, 2006, p. 92.
60
AGI, Indiferente, leg. 1747, 1788 (citado por Barbier, 1984, p. 184).
tejiendo una hacienda imperial 63
61
Ruiz Alemán, 1982, p. 166.
LAS MÚLTIPLES DIMENSIONES HISTÓRICAS
DE LAS REFORMAS FISCALES EN LA NUEVA ESPAÑA
DEL SIGLO XVIII*
Horst Pietschmann
Universität Hamburg
* N. del E.: Tras enviar el manuscrito a imprenta, las ediciones de la Casa de Velázquez halla-
ron, de manera totalmente fortuita, la publicación en Colombia de una versión anterior de este
texto, de cuya existencia el autor no había informado. Esa publicación previa tiene contenido
similar, aunque se puedan constatar diferencias substanciales, producto del propio trabajo edito-
rial. La política de la Casa de Velázquez es, explícitamente, publicar exclusivamente manuscritos
originales. Dadas las circunstancias, hemos decidido dar a conocer este hecho, ajeno a la volun-
tad de los coordinadores así como de las ediciones de la Casa de Velázquez.
1
Kuethe, Andrien, 2014. Agradezco a A. J. Kuethe el envío de su libro.
2
Por lo que concierne el comercio, sus aspectos iscales y los enormes problemas metodológicos
en el análisis de las fuentes que produjo este contexto, véase Wiecker, 2012.
de la entidad política, como algunos gestores del proceso, por ejemplo el conde
de Aranda, parecen entender; «reformar» también puede referirse a cambios
en otros aspectos, como el sistema de recaudación del sistema iscal existente
con inalidades varias. Con estas alternativas se vincula el importante problema
de hasta dónde se ha perseguido durante el proceso reformador a lo largo de la
centuria, un único o varios modelos. Deiniciones de este tipo suelen escasear.
«Imperio» y «Monarquía centralizada», ¿acaso solo se consideraban como
variantes de lo mismo?3. Relegan así, en todo caso, lo correspondiente al isco a
rangos de inferior importancia, si bien, como principal recurso para mantener
una guerra, ocupa un papel importante en este novísimo aporte también.
Un repaso de la historiografía permitiría no solamente destacar muchas
dimensiones de este reformismo borbónico —así como distintas jerarquías en
el orden de importancia que se le atribuyeron a cada una de ellas en diferentes
períodos— sino también interpretaciones distintas de los mismos fenómenos.
Así se observan cronologías distintas del proceso, dimensiones imperiales y
administrativas —ambas vinculadas con problemas de división administrativa
y de geopolítica, fenómenos ambos que al mismo tiempo se observan como
marco central de la investigación— dimensiones ideológicas —vinculadas
directa o indirectamente con los fenómenos económicos— y, casi siempre, la
dimensión política. Esta última muchas veces se vincula con sus gestores en
la corte, respectivamente a lo largo de la monarquía, del imperio, de los rei-
nos peninsulares y de las colonias ultramarinas, como se quiso denominar este
conjunto político en el pasado. Consiguientemente, la interpretación general
del reformismo sufrió variaciones. Para referirnos tan solo a Nueva España, se
caliicó tanto como una especie de reconquista, como un intento de moderni-
zación, como «revolución en el gobierno» o como imposición colonialista.
En algunos trabajos4 recientes nos hemos ocupado de las reformas y del tema
del «imperio», tanto en la Península como en el Virreinato de la Nueva España,
bajo perspectivas distintas, revisando aspectos importantes de publicaciones
anteriores en alemán, en su mayoría de los años 1970, y algunas traducidas
al español en los noventa, así como de una antología previa de artículos5. En
comparación con la serie de trabajos antiguos, los estudios más recientes par-
ten cronológicamente tanto para la Península como para Nueva España de un
siglo xviii coherente y del concepto político de España y Nueva España como
partes de un imperio en debatida transformación, aunque con ritmos diferen-
tes en la metrópoli y en América.
Como meta principal destacamos la «territorialización» del gobierno y del
aparato estatal, tal como se había ya adelantado en gran medida en la Europa
continental en la centuria anterior durante las guerras de religión. Se trató,
3
Véase Tanck de Estrada, 2005, pp. 70-71; más detallada la publicación oicial, con documen-
tos originales, realizada en París: Recueil des pièces originales concernant l’expulsion des Jésuites du
Royaume d’Espagne. Agradezco a la John Carter Brown Library la fotocopia del original.
4
Pietschmann, 2014; Kunz Ficker, Pietschmann (eds.), 2006; Pietschmann, 2006 y 2010.
5
Meissner, Pieper, Schmidt, 2000; Grafe, 2014.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 67
6
Seijas y Lobera, Gobierno militar y político; Robles, América a ines del siglo xvii; Semboloni,
2014.
7
Rosenmüller 2008, p. 143; Campomanes, Dictamen iscal de expulsión de los Jesuitas.
68 horst pietschmann
8
Stein, Stein, 2003 y 2009.
9
Bertrand, 2011 y 2012.
10
Klein, TePaske, 2004, CD-ROM distribuido durante el Segundo Congreso de Historia
Económica (México, 2004), hecho en base a TePaske, Klein, 1986; Klein, 1994; Slicher van
Bath, 1989 y su artículo clave publicado en 1979.
11
Pieper, 1992; Bernal, 1992. El debate se volvió a incendiar con trabajos como Calde-
rón Fernández, Dobado González, 2012, que cuentan entre los mitos la excesiva extracción
monetaria de la Nueva España. Véase también Torres Sánchez, 2012.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 69
12
Pietschmann, 1998. Resume la historiografía sobre iscalidad y mercado Gálvez Ruiz,
1998.
13
Pacheco Díaz, 2005; Marichal, Grafenstein (eds.), 2012.
14
La obra en varios tomos se terminó en torno a 1794 y se publicó en el siglo xix: Fonseca,
Urrutia, Historia General de Real Hacienda; véase también la instrucción reservada de Revilla-
gigedo a su sucesor: Revilla Gigedo, Informe sobre las misiones.
70 horst pietschmann
15
Fonseca, Urrutia, Historia General de Real Hacienda.
16
En este mismo periodo dos iguras se han caliicado por Ernesto de la Torre Villar como
«descubridores de la Nueva España»: José Antonio de Villaseñor y Sánchez y Juan José de
Eguiara y Eguren, autores de heatro Americano y de Bibliotheca Mexicana respectivamente.
Véase Villaseñor y Sánchez, heatro americano.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 71
17
Abbad, Ozanam (eds.), 1992.
18
Alves Carrara, Sánchez Santiró (eds.), 2012; Sánchez Santiró, 2011; Pietschmann, 1983.
72 horst pietschmann
19
Pérez Vejo, Quezada, 2009; Hausberger, Mazín, 2010.
20
Tanck de Estrada, Marichal, 2010.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 73
21
Sanz Tapia, 2012; Pietschmann, 1972.
22
Pietschmann, Panes, Rivadeneira, 2012.
23
Véase la Gaceta de México, el primer periódico nacional. Resultaría interesante una com-
paración de la exactitud numérica con las correspondientes de las gacetas holandesas sobre la
llegada de metales y otros productos (Morineau, 1985).
24
Grijalva Miño, 2009.
74 horst pietschmann
25
Peredo Herrejón, 2011. No se ha podido consultar Ita Rubio, 2012.
26
Sobre la historia del asiento y su impacto en el comercio, véase Walker, 1979; Souto Man-
tecón, 2012.
27
Real Díaz, Calderón Quijano, 1959.
28
Ya desde el siglo xvii existían descripciones de los lugares de contrabando en América que deja-
ban entrever claramente las causas y prácticas de este (véase Robles, América a ines del siglo xvii).
29
Wiecker, 2012, demuestra que Cádiz, a diferencia de los otros dos, era un puerto práctica-
mente sin vínculo con la economía de su Hinterland.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 75
30
García-Baquero González, 1976.
31
Alonso Mola, 2002; Martínez Shaw, 2002.
32
Heller-Roazen, 2009.
33
Kleinmann, 2001.
34
Bailyn, 2005; Martínez Shaw, Oliva Melgar (eds.), 2005; Pietschmann, 2002. Recien-
temente Wiecker, 2012, llegó a la conclusión de que, a pesar de la relativa debilidad tanto de
España como de Portugal en el siglo xviii, el Atlántico era un océano ibérico porque los países
ibéricos, con sus normas jurídicas para sus posesiones, obligaron a conocerlas a navegantes y
comerciantes de otros países.
76 horst pietschmann
35
Castro Gutiérrez, 2012, p. 75.
36
Wohlfeil, 2010, pp. 167; Covarrubias, 2000. Sobre la política monetaria véase Vornefeld,
1992.
37
Pietschmann, 1981; Romano, 1998, mostró las muchas formas para solucionar esta falta,
promovida por la política de la Corona para el drenaje de metales preciosos hacia la Península.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 77
38
Véase, para este caso y los que siguen, los tomos correspondientes de Guía de las Actas de
Cabildo de la Ciudad de México: 1761-1770, siglo xviii.
39
Gálvez, Informe general que en virtud de Real Orden instruyó y entregó el excelentísimo
señor marqués de Sonora, p. 311.
40
Rubio Mañé, 1976, p. 18.
41
Bernabéu Albert, 2006.
78 horst pietschmann
42
Sobre el papel del Cabildo de la ciudad de México en el último tercio del siglo xviii hasta
el comienzos de los movimientos de independencia. Véase Meissner, 1993; Hensel, 1997
(para Oaxaca).
43
Sobre Aranda véase más abajo, sobre los intendentes pretendiendo la abolición del tributo de
indios y haciéndoles pagar la alcabala, Pietschmann, 1996a, pp. 257-299.
44
Dictamen del Virrey sobre el proyecto de establecer intendencias en la N. E. o sea adoptar nueva
forma de gobierno, en Estados Unidos Mexicanos, Secretaría de Gobernación, 1936, vol. 1, pp. 186-241.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 79
45
Aurea Commons, 1993; Rees Jones, 1979; Silva Riquer, 2012, p. 24.
46
Grosso, Garavaglia, 1996 (sobre el mismo tema para los años posteriores).
80 horst pietschmann
47
Pietschmann, 1988 y 1977; Menegus Bornemann, 1998.
48
Von Deylen, 2003; sobre los mercados semanales véase Tyrakowski, 1983.
49
Pietschmann, 1972.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 81
50
Hay que recordar que el proceso de protoindustrialización en Nueva España se interrumpió
con la crisis agraria de 1785-1786 (véase Ouweneel, 2001).
51
Pietschmann, 1996b.
82 horst pietschmann
52
Marichal, 2001a.
53
Mörner, 1970.
54
Pietschmann, 1991 y 1992.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 83
55
Id., 1999 y 2014.
56
Hellwege, 1969.
84 horst pietschmann
57
Archer, 1983, destaca la militarización que se produjo a pesar de las diicultades mencionadas.
58
Morales Folguera et alii, 1991, dan una visión peninsular de los Gálvez y de sus antece-
dentes familiares. El texto del plan de intendencias ha sido analizado en Pietschmann, 1971b.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 85
59
Deans-Smith, 2010.
las reformas fiscales novohispanas del siglo xviii 87
60
Torres Sánchez, 2013; Pietschmann, 2009.
88 horst pietschmann
Juan Pro Ruiz
Universidad Autónoma de Madrid
1
Como en su momento señaló Fontana, 1971 y 1973.
2
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación HAR2012-32713 del
Plan Nacional de I+D+i, del cual es investigador principal el autor del texto.
(principios explícitos en los escritos de los economistas, pero sobre todo implícitos
en los modelos tributarios que adoptaron los primeros estados revolucionarios)3.
En la práctica, sin embargo, la reforma iscal hubo de hacerse en condiciones
de urgencia, marcadas por la extrema conlictividad política de la época, la
penuria económica del Gobierno y la situación de guerra casi permanente; por
lo que, a los dos factores mencionados —«lo que había» y los principios teóri-
cos— habría que añadir un tercer factor, más inluyente y más divergente que
los anteriores: las circunstancias, la necesidad.
3
De ambos pilares ha dado cuenta Artola, 1982, donde reduce a sistema las abigarradas y
plurales inanzas de los reinos peninsulares de la Monarquía española y explica su evolución
inal; e Id. 1986, donde mide las reformas tributarias del liberalismo español con el rasero de los
principios políticos a los que decían responder.
la construcción fiscal de los estados 93
EL MODELO LIBERAL
Las nuevas ideas iscales que circularon en España entre inales del xviii y
la primera mitad del xix procedían de las dos grandes escuelas europeas de la
época: la escuela clásica británica y la escuela isiocrática francesa. La doctrina
iscal de la escuela clásica se basaba en los cuatro principios de Adam Smith,
según el cual las inanzas del Estado debían basarse en impuestos recaudados
en dinero y que cumplieran los principios de igualdad, certidumbre,
conveniencia o comodidad en el pago y economía en la recaudación. Esto era,
aproximadamente, un retrato en negativo de los impuestos de la Monarquía
española6. Posteriormente, McCulloch y J. S. Mill concretaron el principio
de igualdad ante el impuesto, relacionándolo con la capacidad de pago de
4
Estas desamortizaciones anteriores a Mendizábal fueron estudiadas hace años por Herr,
1971, 1974 y 1991.
5
Tomás y Valiente, 1971.
6
Smith, 1794, pp. 726-728. Un análisis de su impacto en Perdices Blas, 1991.
94 juan pro ruiz
9
Mill, Principios de economía política, pp. 686-704.
10
Lluch, 1985.
11
Quesnay, El tableau économique.
12
Smith, La riqueza de las naciones.
13
En España, por ejemplo: Say, Tratado de Economía política y, tras la restauración de Fer-
nando VII, Say, Cartilla de economía política y Epítome de los principios fundamentales.
14
Un resumen y un análisis de las relaciones de los liberales españoles con la escuela clásica,
en Comín, 1999a y b.
la construcción fiscal de los estados 95
15
Sobre Canga Argüelles, pueden verse los trabajos de Fonseca Cuevas, 1995; García
Monerris, 1997; Comín, 1999a; y López Castellano, 2005. Y sobre Flórez Estrada, Lancha,
1984; Varela Suánzes-Carpegna, 2006; y Pan-Montojo, 2008.
16
Canga Argüelles, Elementos de ciencia de la Hacienda. Flórez Estrada, Curso de eco-
nomía política.
17
Ardant, 1972, pp. 162-172.
18
Tanto en la Constitución francesa de 1791 (que en su título I garantiza como uno de los
tres «derechos naturales y civiles: […] que todas las contribuciones serán repartidas entre todos
los ciudadanos igualitariamente y en proporción a sus facultades») como en la Constitución
española de 1812 (art. 339).
19
Fuentes Quintana, 1978.
96 juan pro ruiz
20
Real Decreto de 12 de enero de 1810.
21
Artola, 1986, pp. 31-32.
la construcción fiscal de los estados 97
Ante la resistencia que encontraron, las Cortes adoptaron en 1813 una dis-
posición iscal menos innovadora y, por lo tanto, más aceptable para la época22.
Aquella disposición contenía tres decisiones relevantes: la primera, un princi-
pio de presupuesto del Estado, ya que se exigía que en lo sucesivo el Gobierno
elaborara cada año una estimación de ingresos y unos compromisos de gasto
que fueran sometidos a la aprobación de las Cortes23. En segundo lugar, se
reformaban con un criterio pragmático las contribuciones heredadas del Anti-
guo Régimen, derogando solo las que más atentaban contra el principio de
igualdad (como las Rentas Provinciales de Castilla, el Catastro de Cataluña,
equivalente de Valencia, etc.), mientras que otras se mantenían (como las
aduanas). Y en tercer lugar, se creaba una llamada contribución directa, que
en teoría era un impuesto sobre la renta, pero en la práctica funcionaba como
un impuesto de cupo. La contribución directa se repartía en cupos entre las
provincias, estas la repartían a su vez asignando cupos a los pueblos que las
formaban, y en cada pueblo se repartía la cantidad a recaudar estableciendo
cupos individuales para cada contribuyente24. Como fuente estadística de refe-
rencia para orientar el reparto, se emplearía el Censo de la Riqueza de 179925.
Esto garantizaba la recaudación íntegra de un tanto alzado para el Gobierno,
pero obviamente produjo muchos conlictos en el reparto de los cupos, aparte
de que los defectos del documento estadístico empleado como referencia sir-
vieron para legitimar las protestas y las resistencias contra el nuevo tributo26.
Lo importante es que con esta contribución directa de 1813 hacía su aparición
el mecanismo de distribución de la carga iscal que acabaría imponiéndose en
el sistema iscal español desde la reforma de Santillán y Mon (1845) hasta la de
Fuentes Quintana y Fernández Ordóñez (1976-1978).
La Contribución Directa tampoco llegó a entrar en vigor, ya que tras la
restauración de Fernando VII como monarca absoluto se restablecieron las Rentas
Provinciales de Castilla y sus equivalentes en la Corona de Aragón, sin más que
revisar sus tipos al alza. Desmanteladas todas las reformas iscales de los seis años
anteriores, volvió a estar en vigor el sistema iscal del Antiguo Régimen, ya en
situación de bancarrota. Los acontecimientos políticos y militares de estos años,
sin embargo, habían traído dos novedades de gran importancia: por un lado, la
abolición de los señoríos, única reforma de las Cortes que mantuvo Fernando VII
en 1814, y que permitió que la Hacienda Real absorbiera los antiguos impuestos
señoriales; y por otro lado, la pérdida del control sobre gran parte de los dominios
americanos de la Monarquía, que hizo que dejaran de arribar a la Península
las remesas de metales preciosos de los siglos anteriores (no obstante, ya muy
mermadas en los últimos años del reinado de Carlos IV). Esta última circunstancia
22
Decreto del 14 de septiembre de 1813.
23
Esto ocurría antes de que en Francia se formalizara plenamente el concepto de presupuesto
en la Carta Constitucional de 1814.
24
Artola, 1986, pp. 34-40.
25
Polo y Catalina, Censo de frutos y manufacturas de España.
26
Por ejemplo, López Juana Pinilla, Exposición al augusto Congreso Nacional.
98 juan pro ruiz
terminó de romper cualquier sombra de equilibrio entre los ingresos y los gastos
de la Corona, haciendo más urgente la necesidad de una reforma, que sin embargo
permanecía bloqueada por motivos ideológicos, en un momento de compromiso
pleno con el inmovilismo de las instituciones tradicionales.
La Monarquía había visto descender sus ingresos procedentes de América,
de 268,2 millones de reales al año de media en el periodo 1802-1804 a 24 millo-
nes en 1805-1814 y a cero desde 181527. Estos ingresos, que suponían más de un
25 % de todo lo que recibía la Corona antes de perder la lota en la batalla de
Trafalgar, tenían que ser sustituidos con algo; pero ¿con qué?
EN BUSCA DE UN SISTEMA
Desde el comienzo, la opción iscal española fue muy clara: la nueva nación
que surgía del desmoronamiento del imperio no podía inanciarse con impues-
tos sobre el comercio exterior, dada la contracción del volumen del tráico a la
que se estaba asistiendo28. La necesidad de buscar con urgencia nuevas fuentes
de ingresos llevó a crear impuestos interiores, impuestos cuya deinición precisa
resultaría tan conlictiva que se extendió por espacio de treinta años (hasta la
reforma de 1845). Pero la opción estaba tomada: mientras que la mayoría de las
naciones independientes que iban surgiendo en América basaban su inanciación
en gravámenes sobre el comercio —fundamentalmente el comercio exterior—, el
Estado-nación que surgía en la parte peninsular de la Monarquía se inanciaría
con impuestos interiores —fundamentalmente impuestos directos—.
En un primer momento, el conservadurismo iscal de los primeros gobiernos
de Fernando VII lo que provocó fue un gran aumento de la deuda del Tesoro, es
decir, de los gastos del Estado que iban quedando sin pagar (sueldos, pensiones,
etc.). En semejante escenario catastróico, la necesidad de la reforma iscal se hizo
evidente incluso para el monarca y sus consejeros; de manera que el rey llamó
a ocupar la Secretaría de Hacienda a Martín de Garay, un antiguo liberal de la
época de la Junta Central y de las Cortes de Cádiz, pasando por alto sus ante-
cedentes políticos con tal de que hallara una solución a los problemas iscales29.
Garay creó una Contribución General, que venía a ser una nueva contribu-
ción directa sobre la renta, pagadera por toda clase de personas y en todos los
territorios que le quedaban a la Monarquía30. Para su reparto y recaudación,
se exigirían declaraciones personales a los contribuyentes, con las cuales con-
feccionaría la Administración unos llamados «Cuadernos de la Riqueza»31. El
27
Prados de la Escosura, 1988, pp. 78-79.
28
Ibid. El producto de la renta de aduanas se redujo de una media de 162,2 millones anuales
en 1802-1804 a 39,6 en 1805-1814.
29
Alonso Garcés, 2009, pp. 425-503.
30
Real Decreto del 30 de mayo de 1817.
31
Regulados por Instrucción del 1 de junio de 1817; y reformados por Real Decreto del 18 de
febrero de 1818.
la construcción fiscal de los estados 99
32
Real Decreto del 15 de septiembre de 1818.
33
Decreto de Cortes LXVII, del 29 de junio de 1821.
34
Canales, 1982.
35
Pro Ruiz, 1992.
100 juan pro ruiz
36
Real Decreto del 27 de junio y del 4 de julio de 1821.
37
Artola, 1986, pp. 81-112.
38
Fontana, 1977.
la construcción fiscal de los estados 101
EL SISTEMA ESPAÑOL
39
Real Decreto del 26 de mayo, del 30 de mayo y del 20 de junio de 1843.
40
Sobre la reforma y su autor, Comín, Vallejo, 2002, especialmente pp. 281-338.
102 juan pro ruiz
CAMINOS DIVERGENTES
43
Torras Elías, 1976.
104 juan pro ruiz
encontramos reacciones entre la población urbana, pero en este caso sobre todo
contra la imposición indirecta —los consumos—, cuyos símbolos e instru-
mentos de recaudación fueron atacados violentamente en cada movilización
política del siglo xix. Las resistencias antiiscales, por lo tanto, marcaron el
paso al liberalismo en España. A esto hay que añadir los problemas de insui-
ciencia del nuevo sistema iscal que se implantó, pues enseguida reapareció el
déicit presupuestario, que se hizo permanente, y tuvo que ser resuelto recu-
rriendo al endeudamiento y la inlación44.
En otros lugares de la antigua monarquía las soluciones fueron más rup-
turistas. En el Río de la Plata, por ejemplo, se produjo una transformación
drástica, impuesta por la pérdida de los recursos mineros del Alto Perú.
Se creó un sistema basado en la imposición indirecta sobre el comercio
exterior, pues fueron los impuestos a la importación los que sostuvieron
al nuevo Estado. Se eludía de este modo la conflictividad social y política
que suele acompañar al establecimiento de otro tipo de impuestos más
«visibles» para el contribuyente. A cambio, se despolitizaron las cuestiones
fiscales, y se prescindió de la relación directa entre el contribuyente y el
Estado que hubiera fortalecido un cierto sentido de la ciudadanía. Por otra
parte, este sistema también resultó insuficiente y no acabó con el déficit en
las cuentas públicas. La Hacienda argentina se inclinó menos que la espa-
ñola por la emisión de deuda pública y más por la monetización del déficit
mediante la emisión inflacionaria de papel moneda.
En México también se estableció un sistema basado en la imposición
indirecta, desdeñando las posibilidades que ofrecía el hábito de contribu-
ción directa implícito en la práctica del tributo indígena y de los donativos.
Pero, a diferencia de Argentina, la financiación del Estado se apoyó de
manera algo más equilibrada entre los impuestos al comercio interior y
exterior. Por otro lado, la problemática de la federalización del Estado se
dio de manera diferente que en el Río de la Plata, por la pervivencia de un
poder central que mantuvo unidas a las provincias durante todo el periodo.
Pero también en México el nuevo sistema fiscal resultó insuficiente para
cubrir los gastos del Estado, por lo que surgió un déficit persistente, que se
cubrió recurriendo al endeudamiento. La emisión de papel moneda no fue
tan necesaria como en el Río de la Plata, debido a la abundancia de plata.
Los tres casos mencionados muestran que los sistemas iscales creados
por las revoluciones liberales fueron insuicientes para cubrir los gastos de
los estados recién nacidos, además de injustos y regresivos según los propios
principios ideales del liberalismo. Estas carencias de los sistemas iscales
creados en los primeros decenios del siglo xix aportaban un elemento
dinámico, pues planteaban la exigencia de reformas iscales que, sin
embargo, se fueron postergando en el tiempo. Lo llamativo es que, a pesar
44
Un análisis a fondo del déficit público, sus causas y consecuencias en la historia
contemporánea de España, en Comín, 1988. La evolución de la deuda, en Comín, Álvarez-
Nogal (eds.), 2014.
la construcción fiscal de los estados 105
El sistema iscal del Estado liberal español, que hemos visto deinirse en las fases
más tempranas de su construcción en torno a una gran contribución directa de
carácter proporcional destinada a gravar el producto de las actividades agrícolas y
ganaderas, necesitó de una administración adecuada para aplicarlo. Y, por tanto,
las características del sistema y de las iguras tributarias que lo formaban, deter-
minaron un modelo de oicinas y de empleados de la Hacienda Pública. Es más:
no solo de la Hacienda, sino del conjunto de la Administración Pública española.
El Ministerio de Hacienda fue el organismo clave para el despliegue de la
Administración Central: el ministerio más importante en número de funciona-
rios civiles (17 369 en 1837: el 71 % de la burocracia civil); disponía, además, de
una fuerza armada propia, que le daba independencia y capacidad para hacerse
obedecer (el cuerpo de Carabineros, con unos 13 000 o 14 000 hombres)45. Fue
ordenado sistemáticamente entre 1845 y 1850 para adaptarlo a las necesidades
del nuevo sistema tributario creado por la reforma de Mon. Y luego, el funcio-
namiento de este Ministerio fue considerado tan exitoso cuando Bravo Murillo
terminó de ordenarlo como ministro de Hacienda, que él mismo lo convir-
tió en modelo para traspasar al resto de la Administración Central española
cuando fue presidente del Consejo de Ministros en 1851-185246.
El modelo creado en Hacienda y que luego inspiraría la remodelación de
los demás ministerios consistía en tres elementos principales: un organigrama,
una igura de funcionario y una forma de trabajar. El organigrama que serviría
como referente organizativo común para la Administración Central española
del siglo xix tenía, en las oicinas centrales de Madrid, un ministro (llamado
así oicialmente desde 1851, al dejar atrás el viejo nombre de «secretarios de
Estado y del despacho»), un subsecretario, varias direcciones generales y, en los
niveles inferiores, secciones y negociados. Esta estructura jerárquica se com-
pletaba con un sistema de contabilidad, un boletín oicial y un aparato jurídico
propio del Ministerio (que en Hacienda lo formaban el Tribunal de Cuentas y
el Cuerpo de Abogados del Estado)47. El despliegue sobre el territorio lo asegu-
raba una red de 49 administraciones provinciales, que absorbían el grueso de
los funcionarios del Ministerio (más de un 90 % trabajaban fuera de Madrid).
45
Jordana, Ramió, 2005, p. 1004.
46
Pro Ruiz, 2006, pp. 204-220 y 2008.
47
García Madaria, 1982.
106 juan pro ruiz
48
Real Decreto del 19 de agosto de 1852.
49
Desde el Real Decreto del 7 de febrero de 1827.
50
Pro Ruiz, 2014.
la construcción fiscal de los estados 107
Villacorta, 1989.
51
Juan Pan-Montojo
Universidad Autónoma de Madrid
1
Una síntesis de los usos, especialmente de los historiográicos, de cultura política en
Cabrera, 2010. Sobre la relación histórica en España entre la condición de contribuyente y la de
ciudadano, véase Pan-Montojo, 2007.
2
Sobre el concepto de distribución tal y como lo empleamos aquí, véase Polanyi, 1989.
la tributación y la hacienda 111
3
Godoy, Memorias, t. I, p. 371.
4
Gaceta de Madrid, 135, 18 de octubre de 1813.
5
Artola, 1975, pp. 570-579.
6
Valles Garrido, 2008, pp. 246-247.
112 juan pan-montojo
Estos principios, que aunaban la tradición reformista española con las dis-
posiciones de la Constitución francesa de 1791, coniguraron el legado global
del texto gaditano a muchas de las constituciones liberales en todos los estados
hispanos. Pero más allá de los grandes principios, las Cortes de Cádiz acome-
tieron, como culminación de las disposiciones constitucionales, la aprobación
de un «nuevo orden tributario», por medio del Decreto de 13 de septiembre de
1813, que establecía la contribución directa, en sustitución de las rentas provin-
ciales cuya supresión ya se había anunciado, llamada a ser junto con las rentas
generales o derechos de aduanas, la clave de bóveda de las nuevas iscalidades
postimperiales7. Así acabó siendo en muchas de las nuevas repúblicas ameri-
canas, por más que en la orilla occidental del Atlántico la iscalidad basculara
hacia las aduanas y hacia uno de los componentes de las antiguas rentas pro-
vinciales, las alcabalas, en detrimento de la contribución directa8. Diferente
fue la suerte del sistema gaditano en el nuevo Estado nacional español: tras un
largo periodo de transición, la reforma tributaria de 1845 acabó estableciendo
un sistema mixto de impuestos de producto e impuestos indirectos, muy ale-
jado como veremos de lo previsto por el primer liberalismo.
La mención a las alcabalas nos recuerda, sin embargo, que Cádiz inspiró los
proyectos liberales pero no supuso un corte con la herencia tributaria antiguo-
rregimental ni en España ni en los antiguos reinos de Indias. En América, el
caso extremo fue el constituido por Bolivia, Ecuador y Perú, que restauraron
7
López Castellano, 1995; Fontana, Garrabou, 1986.
8
Jáuregui, 2006.
la tributación y la hacienda 113
9
Contreras, 2004, p. 55.
10
«Todo impuesto viejo es bueno y todo impuesto nuevo es malo».
11
La cita en Duaso y Latre, Plana, López Castellano, 2010, p. 65.
12
Sobre las diferentes iguras de la reforma de 1845, véase Vallejo Pousada, Comín, 1996.
13
Borrego, 2007, p. 80.
14
Bourdieu, 2012, p. 321.
114 juan pan-montojo
15
Resumo en este sentido las apreciaciones de Guerra, 1999.
16
Manz, 2006.
la tributación y la hacienda 115
17
Sierra, 2009.
18
Herzog, 2006.
116 juan pan-montojo
19
Vázquez, 1993. La desaparición de los individuos en Castañeda Zavala, 2001, p. 160.
20
Chiaramonte, 1993.
21
Sobre el papel del campesinado mexicano en las luchas políticas y sobre las componentes
iscales de ese papel: Guardino, 1996.
22
Comín, Díaz Fuentes (eds.), 2000.
la tributación y la hacienda 117
23
Voz «Administración pública» en Canga Argüelles, Suplemento al Diccionario de Hacienda.
24
Colmeiro, 1995, pp. 19-20 (citado en Comín, Vallejo Pousada, 2002, p. 309).
118 juan pan-montojo
El sistema iscal del liberalismo español, creado en 1845, fue diseñado por los
moderados pero se fundaba en un cierto acuerdo dentro de la clase política sobre
la necesidad de un sistema mixto, que combinara los impuestos directos e indi-
rectos, frente a la tradición del impuesto directo único que todavía dominaba
en las Cortes de Cádiz. En 1850 se hacía eco de ese acuerdo fundamental del
liberalismo Alejandro Mon, en una alocución en las Cortes en la que señalaba la
continuidad entre los proyectos implícitos en la Memoria de Mendizábal de 1836,
el proyecto de Calatrava en 1842 y su propia reforma, culminación de una tarea
colectiva en la que se habían implicado muy activamente diferentes empleados de
Hacienda y políticos entre los que cabe destacar a Ramón Santillán27.
En el abandono de la única contribución se sumaron dos elementos. Por una
parte, los fracasos de las reformas tributarias acometidas tras la restauración
del absolutismo favorecieron lo que podríamos llamar el «conservadurismo is-
cal», aunque esos fracasos no lo explique todo por cuanto que tales posiciones
tenían ya importancia en los debates de los años 1808-1810 e incluso en los
proyectos iscales del inal de Antiguo Régimen. Por otra parte, el ejemplo de
los sistemas iscales desarrollados en el Reino Unido y, sobre todo, en Francia,
países que servían de «modelo a todos los demás de Europa», empujaron a la
25
Artículo citado en Casas i Roca, 1994.
26
Convirtiéndose en el legado institucional y económico más longevo del Antiguo Régimen
como nos recuerda Zafra Oteyza, 2004.
27
Diario de Sesiones de las Cortes, 19/1/1850, p. 1036. La cita de Mon y el carácter colectivo de
la reforma en Comín, Vallejo Pousada, 2002, pp. 314 y 317-320, respectivamente.
la tributación y la hacienda 119
28
Santillán, 1997, p. 323.
29
La dependencia de la Reforma de 1845 respecto a la experiencia hacendística a partir de 1808
ha sido subrayada por Fontana, 1980, p. 42, y Comín, Vallejo Pousada, 2002, pp. 311-313.
30
Diario de Sesiones de las Cortes, 12/5/1845.
120 juan pan-montojo
31
Pan-Montojo, 1994.
32
Véase El Popular, 24/6/1846, y El Lloyd español, 24/3/1865 respectivamente.
33
Vallejo Pousada, 1996.
34
Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes, 9/8/1837, p. 5260.
35
Pro Ruiz, 2007.
la tributación y la hacienda 121
36
Sobre las estrechas y biunívocas relaciones entre los «economistas» y el krausismo, véase Malo
Guillén, 2002 y respecto al grupo de los economistas, la síntesis de Lluch, Almenar, 2000.
37
Sobre el giro internacional del pensamiento económico y la participación española en ese
giro, véase Cabrillo, 1991.
122 juan pan-montojo
38
Como criticaba el periódico demócrata La discusión, en un artículo bajo el título de «Las
cuestiones políticas y las cuestiones económicas», del 28/5/1865.
39
Costas Comesaña, 1988.
40
La Época, 6/12/1854, no 1749, p. 3.
la tributación y la hacienda 123
41
Diario de Sesiones de las Cortes, Congreso de los Diputados, 11/12/1854.
42
Miranda y Eguía, Revolución inanciera de España, pp. xi-xii.
43
Sobre la Junta General de Estadística hay información en Pro Ruiz, 1992, y Muro, Nadal,
Urteaga, 1996.
44
La reforma iscal del Sexenio ha sido analizada por Niño, 1972; Costas Comesaña, 1988 y
1996. Sobre lo segundo, la construcción del catastro en este periodo en Pro Ruiz, 1992, mientras
que las reformas de la contribución territorial —en el contexto amplio de la reforma iscal del
periodo— las analiza Vallejo Pousada, 2001.
124 juan pan-montojo
45
Sobre la resistencia a los proyectos de reforma hacendística por parte de las élites, véase
Fuente Monge, 1996.
la tributación y la hacienda 125
que debían recaer sobre los españoles «sin distinción ni privilegio alguno», y la
proporcionalidad de los tributos a la riqueza de los contribuyentes. Este último
principio conducía por su parte a que los impuestos directos estuviesen llama-
dos a convertirse en el centro del ediicio tributario, bien fuera mediante una
contribución única o dentro de un sistema mixto.
Los principios liberales comunes a todos los estados nacionales surgidos del
in del imperio hispano y el impacto de las regulaciones constitucionales de 1812,
allí donde llegaron a estar en vigor, no impidieron una evolución muy diferente
de la tributación a ambos lados del Océano. Mientras que en América la iscali-
dad acabó dependiendo del comercio exterior (fuera a través de los gravámenes
a la exportación de recursos naturales y productos agrarios, fuera a través de las
tarifas sobre importaciones), en España se coniguró en 1845 un modelo mixto
de impuestos directos e indirectos. Esa divergencia estuvo condicionada por
la ausencia en algunos de los antiguos reinos de Indias de mecanismos de tri-
butación interior tan consolidados y amplios como los peninsulares, y que por
ello pudieron ser reutilizados en España, con algunas modiicaciones de escaso
calado, como fundamento de las iguras indirectas introducidas por el libera-
lismo, tras la renuncia a la aplicación de la única contribución. Pero fue todavía
un factor más importante la resistencia de los pueblos y ciudades americanas a
ceder su poder tributario a los nuevos centros políticos. La fuerza de las comuni-
dades locales en todo el imperio hispano, y la transformación de la condición de
vecino en el fundamento de la nacionalidad y la ciudadanía, se resolvió a menudo
en América en una larga pugna territorial y en muchos países en soluciones
federales que pasaban por la conversión de las aduanas en la fuente principal
de ingresos del Gobierno Central. Mientas tanto en España el nuevo Estado
nacional consolidó su soberanía iscal, no obstante la excepción de las provincias
forales y la larga permanencia en el tiempo de una iscalidad negociada, al menos
fuera de las ciudades, entre la Hacienda y los poderes locales.
La vinculación entre la iscalidad y el Estado y la dependencia de los ingre-
sos estatales respecto a los impuestos interiores favoreció la conversión de los
tributos en un elemento importante en las culturas políticas españolas del
periodo isabelino. La eliminación del impuesto de consumos y de los estan-
cos públicos, el desarrollo de los instrumentos de conocimiento de las bases
tributarias para introducir una nueva imposición directa y la reducción de
los gastos improductivos unió a progresistas y demócratas, frente un mode-
rantismo que defendió soluciones pragmáticas, adaptadas a la «idiosincrasia»
del país y suicientes para permitir la consolidación de un Estado formal-
mente centralizado pero capaz de coexistir con cuatro provincias iscalmente
autónomas y de no amenazar el poder iscal de las élites locales. Aunque la
coniguración en el tiempo de estos dos proyectos iscales también se haya
podido constatar en México, donde el centralismo quedó identiicado a partir
de la década de 1840 con las alcabalas y el federalismo y el liberalismo, con las
contribuciones directas, en España, la omnipresencia y presión muy superior
de la iscalidad indirecta interior favorecieron una mayor relevancia política
126 juan pan-montojo
46
Sobre la adquisición de signiicado político por parte de los diferentes modelos iscales,
véase Sánchez, 2009.
LAS IDEAS Y LAS PROPUESTAS
consideraciones sobre la capitación
y los impuestos sobre la propiedad
Margarita Menegus Bornemann
Universidad Nacional Autónoma de México
1
Mora, 1986.
2
Ley Sobre ocupación u enajenación de terrenos baldíos del 22 de julio de 1863 dada por
Benito Juárez en San Luis Potosí. Deine a los baldíos así: «Son baldíos, para los efectos de esta
ley, todos los terrenos de la República que no hayan sido destinados a un uso público por la
autoridad facultada para ello por la ley» (Fabila, 1981, pp. 131-132). Posteriormente el presi-
dente Manuel González dio otras dos leyes, una del 15 de diciembre de 1883 sobre colonización
y compañías deslindadoras, y otra del 26 de marzo de 1894 de Poririo Díaz sobre ocupación y
enajenación de baldíos (ibid., pp. 183-205).
las ideas y las propuestas 129
3
Como veremos mas adelante algunos estados iniciaron la desamortización de la propiedad
comunal antes de la ley Lerdo. Quizás el ejemplo más notorio fue Jalisco.
4
Peset, 1987, pp. 71-78.
130 margarita menegus bornemann
Finalmente habría que decir que, entre los tratadistas de la época, tam-
bién se discutió el problema de gravar el valor de la propiedad o la renta
de la propiedad. En todo caso, como veremos más adelante, fue más fácil
gravar el valor de la propiedad que su renta.
A continuación haremos una revisión de las opiniones vertidas por algunos
actores políticos y sociales del siglo xix sobre la propiedad indígena, los dere-
chos de los indios a la tierra por ser originarios, y cuáles son los impuestos que
debían gravar a la propiedad. Con respecto a esto último, también haremos un
repaso de la discusión que giró en torno a si se gravaba el valor de la propiedad
o la renta que producía. Pocos fueron los tratadistas que dieron su opinión
sobre el problema de la propiedad indígena.
LAS PROPUESTAS
5
Piquero, Breve Instrucción sobre las contribuciones directas, pp. 2-3.
las ideas y las propuestas 131
El autor veía que los terrenos de común repartimiento eran el sustento de los
campesinos y debían estar exentos de todo impuesto por considerarlos de poco
valor, y por el hecho de que no producían utilidad alguna.
El segundo tipo de tierras conocidas como bienes de comunidad eran las de
uso común como su nombre lo indica y necesarias para el sustento de los pue-
blos, pues de ahí extraían leña, carbón y otros productos. Asimismo, también
se consideraban bienes de comunidad las tierras de agostadero donde pastaban
sus animales y si bien algunos de estos terrenos excedían el valor de 100 pesos,
no debían ser gravados a su juicio porque:
La miserable situación de la clase indígena, a cuyo beneicio están
destinados estos bienes, el poco provecho que de él sacan, exige sean
considerados por el legislador para que gocen del privilegio de exención7.
6
Ibid., p. 53.
7
Ibid.
132 margarita menegus bornemann
8
Ibid., p. 54.
9
Semo, 1995, p. 153.
10
Ibid., p. 166.
las ideas y las propuestas 133
Y aun más:
Si, por el contrario, los indios se consideran únicamente a sí mismos,
alegarán que son los primeros poseedores del terreno, que la conquista
no es un derecho; que los blancos deben retirarse de su territorio o vivir
sujetos a los antiguos del país.
Está claro que en opinión de Pimentel no puede haber una nación mexicana en
tanto esté dividida en dos razas; la única salida para evitar la fractura y el enfren-
tamiento es la unión. «Queremos que en el país no haya más que unas mismas
costumbres, e iguales intereses». Y si el enfrentamiento no ha llegado a más, nos
dice citando a Lucas Alamán, era porque: «sería peligroso poner a los indios en
estado de entender los periódicos»12.
Así concluye:
Debe procurarse, por otra parte, que los indios olviden sus costum-
bres y hasta su idioma, si fuera posible. Solo de este modo perderán sus
preocupaciones, y formarán con los blancos una masa homogénea, una
nación verdadera13.
11
Ibid., p. 173.
12
Ibid.
13
Ibid., p. 169.
14
Ibid., pp. 166-167.
134 margarita menegus bornemann
Llega a la conclusión de que una propiedad con valor de 6 000 pesos es sui-
ciente para adquirir la ciudadanía. Y además dice que si en la escritura se indica
un valor de 6 000 pesos, seguro vale más porque todos le ponen un precio infe-
15
Ibid., estudio introductorio.
16
Mora, 1986, p. 374.
17
Ibid., p. 377.
18
Ibid.
las ideas y las propuestas 135
rior para pagar menos alcabala. Y quienes dependen de una renta necesitan por
lo menos 1 000 pesos para ser ciudadanos.
Debe ser obligación del ciudadano presentar ante el juez de distrito, a tra-
vés de sus alcaldes municipales, los instrumentos que acrediten su propiedad.
¿Cuáles son las pruebas que debe presentar el propietario?
La escritura de venta y las de imposición de capitales, con la certiica-
ción de hallarse los réditos al corriente y disfrutarlos el interesado, serán
bastantes a acreditar la propiedad raíz o el usufructo de los capitales
impuestos19.
19
Ibid., pp. 379-380.
20
León Carbajal, 1864.
136 margarita menegus bornemann
Si bien el estudio que nos ofrece León de Carvajal dista mucho de compren-
der en realidad las instituciones indígenas, lo cierto es que es uno de los pocos
autores que muestran una preocupación por reivindicar el derecho indígena.
Sin duda fue el estado de Jalisco quien primero legisló en torno a la pro-
piedad indígena, mucho antes de la ley Lerdo. En 1840 el diputado I. Aguirre
imprimió, con autorización del gobernador del Estado, las disposiciones dadas
con respecto al fundo legal de los pueblos, así como sobre el reparto de solares a
los vecinos e indígenas y también sobre la distribución de bienes de comunidad.
En su prólogo a esta colección, el diputado nos remite a la razón por la cual
se elaboró dicho documento. Dice:
Bastantes son las disposiciones que se han dictado después de veri-
ficada la independencia nacional, por los cuerpos representativos,
para asegurar a esta raza desgraciada sus propiedades particulares
y comunes, y sin embargo han quedado ilusorias en varios pueblos
tales medidas, por la apatía o interés personal de algunas autoridades
municipales y de los que se empeñan en mantener a aquellos indivi-
duos bajo la tutela en que los tenía el gobierno español. A pesar de
haberlos declarado los distintos derechos constitucionales que nos
han regido, iguales a los demás ciudadanos del país, ellos o bien por
su ignorancia, de la que generalmente no han salido, o tal vez por
causa de los inmediatos encargados de su administración civil, no
han podido recibir todos los beneficios que las leyes respectivas les
han señalado21.
21
Aguirre, Colección de Acuerdos, Ordenes y Decretos, pp. v-vi.
22
Ibid., p. vi.
las ideas y las propuestas 137
23
Ibid.
24
Ibid., p. vii.
25
Ibid.
26
Ibid., pp. x-xi.
138 margarita menegus bornemann
A MODO DE CONCLUSIÓN
27
Semo, 1995. Véase también Exposición que elevan.
II
Michel Bertrand
Université de Toulouse – IUF
1
Sobre esta situación de desorden muy frecuente en las inanzas locales, para el caso de Puebla
véase Celaya Nández, 2010; y Álvarez de Toledo, 2004.
2
Del Río, 2000, p. 116.
3
García Pérez, 2000.
4
Véase por ejemplo la denuncia fechada del 21 de diciembre de 1801 contra los directores de
rentas. Pietchmann, 1971a.
5
La investigación doctoral en curso de E. Senmartin sobre el Cabildo poblano de los siglos xvi
y xvii conirma el mantenimiento de la demanda de la élite local en relación al acceso a los car-
gos de regidores.
6
Para el caso poblano, hemos encontrado muchas referencias a este tipo de arreglos que per-
mitían anticipar el cambio generacional dentro del Cabildo. A modo de ejemplo, véase AGMP,
Serie Actas Capitulares, vol. 72, fos 371rº-374vº y 384rº-385v°. En 1803, Joaquín de Obando y
Rivadeneyra anuncia la muerte de su tío Manuel Enciso en 1802 y solicita autorización para
asistir al Cabildo. La solicitud viene acompañada de la copia de la Real Cédula de traspaso del
cargo del regidor de dicho Manuel a beneicio de Joaquín de Ovando y Rivadeneyra realizado
en 1802 por la tercera parte del valor del cargo (vol. 71, año 1802, fos 70rº-82vº).
7
Sobre este debate historiográico, véase un reciente estado de la cuestión en Machuca
Gallegos, 2014.
endeudamiento y poder municipal 143
lectura del desinterés de las élites locales por las responsabilidades locales
al final del siglo xviii, la última variante considerada es la de los regimien-
tos sin regidores, interpretada como la ausencia de candidatos para dichos
puestos que exigían el pago previo de una cantidad que, aunque fuera infe-
rior a lo que se exigía en el pasado, seguía siendo significativa8.
Mi hipótesis aquí es que estas explicaciones globales merecen ser revisita-
das con nuevos enfoques que permitan replantear una cuestión fundamental
para la comprensión del funcionamiento del sistema colonial, como es el
ejercicio del poder local en la Monarquía hispánica. El envite es que existe
hoy, más allá de un consenso historiográfico que sigue vigente, la necesidad
de retomar este tema considerando las peculiaridades de cada ciudad en
función de su situación concreta. De hecho, y observada la cuestión desde
Puebla, las actas capitulares no ofrecen este mismo síntoma de alejamiento
absoluto y sistemático de las élites poblanas respecto del «autogobierno»
municipal al final del siglo xviii. Al contrario, esta documentación revela
una presencia continua de dicha élite a pesar, eso sí, de momentos de ale-
jamiento en relación con alguno de los aspectos, de muy diversa índole,
relacionados al gobierno municipal9.
En el marco de esta publicación dedicada a temas relativos a la fiscali-
dad como prisma de acercamiento a las transformaciones de la Monarquía
hispánica entre el final del siglo xviii y la primera mitad del siglo xix,
intentaré retomar la reflexión de las relaciones entre élites urbanas y poder
local a partir del análisis de la administración de las rentas urbanas, apli-
cando el caso a la ciudad de Puebla en la época en qué llega el intendente
Flon, al final de los años 1780. Comenzaremos por precisar la desastrosa
situación financiera descubierta por dicho intendente, para luego explorar
la solución poblana imaginada frente a dicha crisis.
8
Es esta lectura a la que recurre, por ejemplo, Remedios Ferrero Micó, en un trabajo sobre
los Cabildos al final del siglo xviii. Subraya la escasez del sueldo otorgado a los regidores
para explicar lo que ella califica como «el desinterés por el autogobierno» (Ferrero Micó,
2009).
9
Aludimos aquí muy concretamente a la serie de las llamadas «actas capitulares» que
constituyen, cuando disponemos de ellas, un ref lejo de gran precisión en relación con las
actividades del gobierno municipal. Para el Cabildo de Puebla, dichas actas constituyen una
serie completa accesible en el archivo municipal (AGMP, Serie Actas de Cabildo).
10
AGMP, Serie Actas de Cabildo, vol. 63, 1794, carta del 3 de diciembre, fo 147rº.
144 michel bertrand
Ingresos
(Propios y arbitrios
Donativo anual
con sujeción a remate Gastos ordinarios Saldo el 3/12/1794
a Su Majestad
y por computo en los
arbitrios)
40 000 ps 18 000 ps 3 000 ps > 22 000 ps
11
Ibid.
12
Ibid.
13
Es lo que subraya el intendente inquietándose y dirigiéndose al Cabildo de la poca cantidad
de maíz disponible y del riesgo que esta situación conllevaba para el orden y la tranquilidad
de la ciudad: «Para defenderse de esta intromisión del intendente y no entablar con él una
justiicación de lo que claramente expresa un mal funcionamiento, preieren contestar sobre
la sequía que afectó la zona en junio, a la cual se intentó contestar realizando una novena»
(AGMP, Serie Actas de Cabildo, vol. 62, año 1793, carta de M. de Flon al Cabildo, 23/7/1793,
fos 117rº-126vº, cita fo 117ro).
endeudamiento y poder municipal 145
14
AGMP, Serie Actas de Cabildo, vol. 63, año 1793, copia del reconocimiento oicial de la
quiebra del mayordomo Pérez, 27 de enero, fos 28rº-40vº; comentario del Cabildo sobre dicho
descubierto en marzo, fos 57rº-59vº; posición y defensa del Cabildo sobre el descubierto, sep-
tiembre, fos 124rº-127vº.
15
Pietchmann, 1996.
16
AGN (México D. F.), Indiferente Virreinal 6046, exp. 14.
146 michel bertrand
17
Esta presentación «neutral» del intendente no deja de sugerir que las pérdidas sufridas por la
Hacienda municipal poblana se transformaron en beneicios para los dueños de haciendas a los
que se encargó el maíz así como para los comerciantes encargados de este comercio. Nada dice el
intendente al respeto pero sería interesante profundizar en el conocimiento de los proveedores
de maíz vendido en la alhóndiga y de los comerciantes que se encargaban de dicho negocio ya
que gran parte de los cabildantes poblanos eran precisamente dueños de haciendas y/o comer-
ciantes. Sin embargo, la hipótesis la más probable es que fueran precisamente miembros del
propio Cabildo o muy cercanos a él. El estudio de R. Lierh sobre la élite poblana ofrece un exce-
lente acercamiento a la estructura socioeconómica del Cabildo poblano. En él se ve la fuerte
implicación de los cabildantes con el mundo de la hacienda rural y con el del comercio (véase
Lierh, 1971, Anexo A, pp. 195-201 y 1976). También es interesante subrayar el hecho de que
estas conexiones no eran una novedad: a mediados del siglo xviii una primera quiebra afectó el
abasto de la carne de Puebla mientras su responsable era Vicente Bueno de la Borbolla, comer-
ciante y entonces regidor y como tal encargado de la administración de dicho abasto. En 1744
una quiebra dejó pérdidas a cargo de la ciudad de 18 500 ps. Para suplir dicha quiebra, el Cabildo
eclesiástico de Puebla aceptó otorgar un préstamo de 30 000 ps que el regidor responsable de
las pérdidas se comprometió a cubrir y mientras tanto se encargaba de pagar los réditos. Sin
embargo, al principio de los años 90 solo se había reintegrado al Cabildo eclesiástico 4 500 ps.
Este episodio conirma la gestión azarosa de los intereses de la ciudad y los provechos que podían
sacar, a título personal, aquellos que los administraban. AGN (México D. F.), Indiferente Virrei-
nal 6046, exp. 14 y Alfaro Ramírez, inédita, p. 476.
endeudamiento y poder municipal 147
que no se consiguió vender a tiempo —el Cabildo precisa que fueron más de
1 000 cargas—. Entonces, para evitar daños mayores, el Cabildo explica haber
decidido distribuir los granos —aún sin vender y amenazado de echarse a per-
der— a terratenientes, con la obligación de que sea devuelto por los beneiciarios
al año siguiente. Sin embargo, años más tarde, el mismo Cabildo conirma que
las restituciones habían sido muy irregulares18.
Frente a esta situación y a las denuncias de negligencia formuladas por
el intendente, el Cabildo intenta defenderse y justificar sus azarosas ini-
ciativas. Su principal argumento es explicar el temor a una mala cosecha
por razones de sequía que afectó la zona unos meses antes, poco después
seguida de heladas muy fuertes y tardías19. A estos argumentos de orden
«climático» presentados por el Cabildo como justificación de su gestión, la
respuesta de M. de Flon es contundente:
Habiéndose vendido el 13 de marzo de 1787 en la alhóndiga a
6 pesos la carga, parece no había motivo para que el 14 se hubiese
celebrado con el conde de Castello y José Bringas de Manzaneda,
alcaldes ordinarios a la sazón, el ajuste a 7 pesos, mayormente
cuando la cosecha está pendiente hasta octubre o noviembre y ni
la cantidad acopiada era suficiente para remediar la necesidad que
faltaba de aquella ni el modo paulatino en que se hicieron las remi-
siones sufragaba a el abasto habiéndose visto los 2 vendedores en el
caso de devolver un mil y ochocientos cuatro pesos 2 reales, fuera de
que si por semejantes temores se hubieran de tomar tales providen-
cias, todos los años nos hallamos en igual caso20.
18
Queda por lo tanto claro que para los miembros del Cabildo esta compra de maíces funciona
doblemente: en un primer momento sirve para ofrecer a los terratenientes cercanos al Cabildo
una salida a buen precio de sus propios maíces; en un segundo momento es también una forma
de aprovisionar a estos mismos terratenientes cercanos a la institución y conseguir granos casi
gratuitos para sus propias siembras.
19
AGN (México D. F.), Indiferente Virreinal 6046, exp. 14.
20
Ibid.
21
Ibid.
22
Si tomamos la estimación del endeudamiento ofrecida por Liehr, el aumento se limita a una
tercera parte del presupuesto municipal, lo que sigue siendo muy importante en un periodo tan corto.
148 michel bertrand
23
En 1786, los responsables de la compra fueron José Bernardo de Azpiroz y José Ignacio
Tamariz. El año siguiente, fue el Cabildo en su conjunto que realizó y aprobó la compra. Lo que
sabemos para esta segunda compra es quienes fueron los proveedores del Cabildo: José Bringas
de Manzaneda y el conde de Castelo, ambos regidores del Cabildo en aquel entonces y a la sazón
alcaldes ordinarios (AGN [México D. F.], Indiferente Virreinal 6046, exp. 14).
24
Ibid.
25
O «solo» un poco más de 1,5 de dichos ingresos si tomamos los datos proporcionados por Liehr.
endeudamiento y poder municipal 149
26
Para los 123 regidores poblanos identiicados como miembros del Cabildo entre los años
1770 y 1810, las renuncias de regidores se limitan a unos pocos casos (los datos usados para el
presente trabajo se obtuvieron de la base de datos Fichoz, CNRS).
150 michel bertrand
27
AGMP, Serie Expediente, «Que salga al pregón el oicio de escribano de Cabildo de Puebla
(1808)», t. 210, leg. 2543, fos 182-227. En 1715, Miguel Cerón Zapata compró este mismo cargo por
5 000 ps, conirmando así la fuerte demanda que afectaba a estos cargos de poder local (Alfaro
Ramírez, inédita, p. 447).
28
AGMP, Serie Expediente, t. 212, 1806, leg. 2598, fos 67rº-76vº.
29
Ibid.
30
Ibid.
31
Ibid.
endeudamiento y poder municipal 151
32
Esta preocupación es una gran constante que puede observarse en el Cabildo poblano desde
el siglo xvi (Senmartin, 2015).
33
Véase Bertrand, 2007 y 2014.
34
Hausberger, 2007.
35
La compra de un cargo municipal era de cierta manera una forma de invertir en la ciudad
considerada, lo cual expresa una forma de conianza en su situación inanciera y, por lo tanto,
en su estabilidad.
152 michel bertrand
Si el préstamo más viejo y aún sin rembolsar por completo, se remonta a princi-
pios del siglo xviii, la mayoría de ellos fueron solicitados durante la segunda mitad.
Esta primera observación subraya que el recurso al endeudamiento por parte del
endeudamiento y poder municipal 153
36
De hecho, Y. Celaya me conirmó oralmente haberla encontrado para el siglo anterior.
37
Este papel de Cabildo como principal agente bancario «público» es otra de las facetas ya
puesta en evidencia para los préstamos destinados a particulares. De hecho, fue uno de los
grandes papeles de los fondos recaudados mediante las capellanías y obras pías durante el
periodo colonial: sirvieron de capital para alimentar los censos que gravaban la propiedad
privada (véase Greenow, 1983).
154 michel bertrand
Yovana Celaya Nández
Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales – Universidad Veracruzana
1
Mi participación en este grupo de investigación debe mucho a Michel Bertrand y a Zacarias
Moutoukias, a ambos expreso mi agradecimiento.
EL PROYECTO DE ARBITRIOS
2
Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias.
la reforma borbónica 159
3
A partir de las disposiciones de Gálvez el informe se dirigía a la Contaduría y era discutido
por sus miembros y por el iscal del Virreinato (véase, Gálvez, Instrucción formada para la
vista y reconocimiento de los propios). Con la promulgación de la Ordenanza y la instalación de
la Junta de Hacienda del Virreinato era en esta donde se discutían las solicitudes de arbitrio y
la encargada de elaborar las resoluciones favorables o de rechazo. La Junta estaba integrada por
el virrey, en calidad de presidente, por el iscal y por miembros de la Audiencia y la Contaduría.
4
Fernández Albaladejo, 1992.
5
Desde el siglo xvi, el pueblo de Orizaba contaba con alcalde mayor y con una comunidad de
vecinos españoles que participaban activamente de la vida política de la villa. Arroniz, 2004 y
García Ruiz, inédita.
160 yovana celaya nández
Dos solicitudes más fueron propuestas pero, a diferencia de las anteriores, estas
contribuciones formarían el ramo de propios, es decir, sus ingresos serían perma-
nentes y una vez aprobado el reglamento la decisión del ingreso y su destino sería
6
El reglamento que se utiliza es el informe presentado y aprobado en Madrid que permite
seguir la discusión que se llevó a cabo en México por parte del iscal del Virreinato y la aproba-
ción tanto en México como en Madrid de 1778.
la reforma borbónica 161
7
El derecho de peaje o pisaje se estableció por primera vez en el Puerto de Veracruz en 1759,
para gravar los carros y animales con destino a Xalapa o a Orizaba.
162 yovana celaya nández
8
AGI, México 2109.
9
AGN (México D. F.), Reales Cédulas, vol. 115, exp. 55, 12/10/1778.
la reforma borbónica 163
10
El iscal sostuvo que el cobro se realizaría en las mismas condiciones en las que el Ayunta-
miento de la ciudad de Puebla cobraba el gravamen, vigente desde el siglo xvii.
11
A partir de 1782 liberar la extracción de harina favoreció a los comerciantes de Orizaba y se
reairmó con la ampliación del comercio libre a Nueva España que se obtuvo en 1789.
164 yovana celaya nández
12
AGN (México D. F.), Caminos y Calzadas, vol. 3, exp. 3, 1782.
la reforma borbónica 165
13
AGN (México D. F.), Caminos y Calzadas, vol. 1, exp. 11, 1786.
166 yovana celaya nández
14
Después de la promulgación de la Ordenanza de Intendentes y ante la respuesta positiva por
parte de ayuntamientos para el cobro de arbitrios locales, la condición de primero presentar el regla-
mento y posteriormente solicitar el arbitrio fue quedando en segundo término en vista de la lentitud
de la Contaduría en revisar los expedientes. En el caso de Querétaro el reglamento que se utiliza como
fuente se presentó en Madrid en 1806, dos años después de aprobarse en México, y recoge las distintas
solicitudes del Ayuntamiento queretano y la respuesta de las autoridades novohispanas.
15
El carácter militar en la provincia queretana se debe a las acciones realizadas por José de
Escandón, comandante del regimiento de milicias de la ciudad de Santiago de Querétaro desde
1743, la visita a las misiones, presidios y frontera devino en una reforma en las congregaciones de
indios y en la formación de las llamadas Compañías de milicias de Sierra Gorda con la capitanía
militar en Querétaro. En 1791 con la reforma al sistema de milicias, las serranas fueron reforma-
das o disminuidas con un esquema de oiciales y soldados con formación profesional.
16
AGN (México D. F.), Indiferente Virreinal, caja 3324, exp. 25.
la reforma borbónica 167
San Juan del Río y Tolimalejo. Los gastos crecieron y el ingreso resultaba
insuiciente en especial para la compra de caballos. En 1797 el Ayuntamiento
informó al virrey que el mantenimiento de los caballos resultaba excesivo y
por ello solicitaba que, una vez comprados los caballos, se repartiesen entre
los hacendados, solicitud que fue aprobada distribuyéndose 348 caballos17.
Los primeros conlictos entre la Junta queretana y la Contaduría se susci-
taron precisamente por la disposición de los recursos del ramo de propios
para cubrir los adeudos. Los recursos del arbitrio, si bien eran considerables
—entre julio de 1790 y marzo de 1794 generaron 24 559 pesos, 3 reales, inver-
tidos en los cuarteles— eran insuicientes, por lo que, en 1793, para cubrir
los gastos de caballos, vestuario e instrumentos de música, el Ayuntamiento
aportó 2 238 pesos, 6 granos, mientras que a los hacendados de la región se les
debían 2 000 por la compra de los caballos. La Junta denunciaba la tardanza
por parte de la Hacienda virreinal para satisfacer los adeudos, lo que estaba
representando un endeudamiento para la ciudad.
El arbitrio de milicias en Querétaro redeinió la relación del Ayuntamiento
con las autoridades virreinales y muestra el alcance institucional y político que
la imposición de un gravamen representó para las autoridades concejiles. Y es
desde esta posición que el cuerpo de regidores se opuso a dos solicitudes de la
Contaduría, la primera era la inclusión de los recursos generados por el arbitrio
de milicias en el pago del 4 % para el Tribunal de cuentas18. El alegato de la
Contaduría era que el Ayuntamiento queretano no incluía dichos ingresos al
momento de estimar el monto de 4 % para la Contaduría. La segunda solicitud
era el cumplimiento de la evaluación anual por concepto de ingreso y gasto
tanto de los propios y arbitrios que disfrutaba el Ayuntamiento de Querétaro19.
En la transferencia de funciones en materia de inspección y glosa de las
cuentas del arbitrio de milicias, la Junta queretana se opuso a los cambios y la
primera acción que tomó fue cancelar el envío de informes y cuentas del ingreso
y gasto del arbitrio, pero también de sus propios. Además de la insubordinación
administrativa, el Cabildo ocultaba malos manejos en la reinversión de sus
recursos. En una denuncia presentada en la Contaduría y irmada por el escribano
queretano se sostenía que desde 1788 el Cabildo no había elaborado los documentos
inancieros de sus propios y arbitrios. Por su parte, la Junta de Hacienda del
Virreinato solicitó un informe a la Contaduría y la respuesta fue elaborada por
José María Laso y José de Vildósola que demandaron a los capitulares queretanos
el cumplimiento de los citados informes pues argumentaban que:
17
AHMQ, «Oicio del ayuntamiento de Querétaro al marqués de Branciforte, sobre los
acuerdos que se han tomado para el reparto de caballos, febrero 6 de 1797». Al año siguiente
solicitaron una reforma al cuerpo castrense sustituyéndolo por uno de infantería, la respuesta
fue favorable transformándose el regimiento en uno de Dragones (AGN [México D. F.], Reales
Cédulas Originales, vol. 176, exp. 137, 18/11/1800).
18
El 4 % que todos los ayuntamientos estaban obligados a pagar se destinaba a gastos de escri-
torio, ayuda de costa y salarios de los ministros de la Contaduría.
19
AGN (México D. F.), Indiferente Virreinal, caja 3324, exp. 25.
168 yovana celaya nández
20
AGN (México D. F.), Indiferente Virreinal, caja 3324, exp. 25.
21
Véase Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes (AGI, México 2786,
B, exp. 99).
la reforma borbónica 169
22
AGN (México D. F.), Indiferente Virreinal, caja 3324, exp. 24.
23
El nombramiento de corregidor de letras en Querétaro se hizo a solicitud del virrey debido a
los desórdenes ocurridos en la ciudad, por lo que se vio en la necesidad de suspender la ejecución de
los artículos 11 y 77 de la Ordenanza (AHMQ, «Real Cédula que aprueba el establecimiento de los
alcaldes de barrio y la erección del corregimiento de letras de Querétaro, Aranjuez, junio 17 de 1794»).
24
AGI, México 2109.
170 yovana celaya nández
Ingreso
Arbitrio Monto Contribuyente Gasto
estimado
½ real por carga de harina Regimiento
Introducción
y 2 reales por carga de Introductor — de caballería
de harina y lana
lana provincial
Introducción 900 pesos Obra de la
2 reales por tercio Introductor
de algodón anuales alameda
25
AGI, México 2109. En 1797 y 1798 dos Regidurías queretanas se pusieron en almoneda
pública y se pagaron por una 300 pesos y por otra 275 pesos.
26
AGN (México D. F.), Indiferente Virreinal, caja 3324, exp. 11. La autorización se obtuvo en
1805, pero en vista de que el expediente se encontraba ya en el Consejo de Indias hubo necesidad
de una modiicación al reglamento aprobado en 1806 (AGN [México D.F.], Indiferente Virreinal,
caja 3324, exp. 25).
la reforma borbónica 171
27
AGI, México 2109.
28
AHMQ, «Estado que maniiesta las ventas y productos de la alhóndiga de Querétaro, 19 de
noviembre de 1792».
172 yovana celaya nández
REFLEXIONES FINALES
poder de los capitulares, de las élites locales frente a los nuevos funcionarios
borbónicos. El caso queretano es un ejemplo de las tensiones entre los poderes
locales y las nuevas instancias de inspección y iscalización del siglo xviii y
cómo se pudieron ejercer mecanismos de resistencia. No obstante los esfuerzos
de la Contaduría, los capitulares queretanos encontraron siempre la forma de
conservar los recursos de sus arbitrios y de tener la escasez de los mismos como
única respuesta a las demandas de la Contaduría. Es evidente que frente a los
capitulares orizabeños, la élite política de Querétaro contaba con mayor expe-
riencia política para hacer frente al poder que la burocracia borbónica buscaba
ejercer. No obstante ello, los orizabeños negociaron desde su capacidad para
comprender las necesidades de la monarquía y de su política de provisión de
bienes públicos con sus potestades iscales. Por último, los capitulares en el
contexto adverso de la fundación de su Ayuntamiento y jurisdicción encontra-
ron en la adversidad el argumento necesario para fortalecer su capacidad iscal
y hacer de esta su patrimonio. Ambas élites capitulares y sus trayectorias para
la deinición y defensa de potestades iscales invitan a relexionar en el poder de
estas frente al proceso reformista borbónico.
Además de la potestad iscal, el arbitrio para los ayuntamientos representó
el manejo de recursos con un margen amplio de beneicios, aquí el caso quere-
tano resulta el mejor ejemplo por la reinversión del arbitrio en la ciudad para
la manutención de la milicia. En Orizaba, el arbitrio relejó la dinámica comer-
cial de la villa y la red de acuerdos y negociaciones con los arrieros, quienes
no dudaron en apoyar al Ayuntamiento frente a una posible restricción de su
potestad iscal. Una línea en la que es necesario abundar es el papel del contri-
buyente frente a una iscalidad local y regia, los ejemplos en Orizaba muestran
los medios y mecanismos de comunidades corporadas y particulares frente a
jurisdicciones iscales en conlicto. La política borbónica expuso al contribu-
yente a una doble tributación a cambio de servicios y bienes públicos, derechos
y obligaciones en los que convendría abundar. Un elemento que no podemos
soslayar es cómo los ayuntamientos realizaron la provisión de dichos bienes y
aquí toma signiicado el papel de los contribuyentes. Para el caso queretano, la
contribución se reinvertía en el comercio de la ciudad, caballos, ropa, comida,
eran adquiridos en la ciudad por lo que la falta de oposición a gravar la introduc-
ción de lana puede explicarse desde un consumo urbano que la misma milicia
dinamizaba con su presencia en la ciudad. En el caso de Orizaba, los arbitrios al
tránsito eran trasladados a los consumidores, y además los comerciantes goza-
ban de prerrogativas y acuerdos para realizar el pago. La importancia que el
arbitrio adquirió en Nueva España llevó a que la Monarquía prohibiera en 1805
nuevos arbitrios, pero permitió la continuidad de los existentes, su renovación
o la adecuación a las nuevas condiciones bajo la opinión y el consenso de las
autoridades novohispanas y de los bienes y servicios públicos que ofrecieran los
ayuntamientos, por ejemplo, milicias y caminos mantuvieron siempre amplias
posibilidades de inanciarse con arbitrios locales.
COACCIÓN PÚBLICA E INNOVACIÓN
deuda, actores y cambio institucional
en el río de la plata (1790-1820)
Zacarías Moutoukias
Université de Paris Diderot – CESSMA UMR 245
1
Documentos del Archivo de San Martín, t. IV, p. 580 (Pueyrredón a San Martín, Buenos
Aires, 8/IV/1818).
2
Halperín Donghi, 1982; Amaral, 1981, 1984b, 1988, 1995 y 2011; Hansen, 1916; Kraselsky,
2011; Fernández Albaladejo, 1992; Rojas (coord.), 2007.
coacción pública e innovación 177
frontera sudeste del Virreinato del Perú. Más cerca de nuestro periodo, la tras-
ferencia de recursos iscales no cesa de aumentar desde las acciones militares
de Cevallos a principios de 1760. Una década y media después, con la posterior
creación del Virreinato del Río de La Plata, la multiplicación de las estructuras
administrativas y militares habría de provocar la obvia aceleración de aque-
llas transferencias. Varios historiadores muestran la dimensión imperial de los
mecanismos de redistribución de los situados. Pero, a diferencia de la Nueva
España, en el Río de la Plata estos dispositivos comenzaban a mostrar sus lími-
tes a principios del siglo xix, pues si en el siglo xvii el situado no representaba
más del 10 % o 15 % de los ingresos de las cajas de Potosí, esta proporción rozó
el 75 % a inales del siglo xviii. Para completar esta rápida digresión, es impor-
tante matizar —e incluso descartar— las explicaciones de este agotamiento
generalmente avanzadas por los historiadores: la evolución del conlicto bélico
en el Alto-Perú y la pérdida del control político sobre el territorio del Alto Perú
por parte de Buenos Aires. El efecto que estos fenómenos tuvieron sobre el
lujo de metales preciosos hacia Río de la Plata sigue estando mal estudiado.
Pero cualquiera que haya sido ese efecto, sabemos dos cosas: la disminución
del situado fue anterior y su desaparición en 1811 no estuvo acompañada por
una brusca interrupción de la llegada de metales preciosos originada en las
transacciones comerciales. Aunque el tema excede los límites de este trabajo,
las explicaciones debemos buscarlas del lado de las conclusiones del estudio de
Tándeter sobre las consecuencias de las malas condiciones climáticas entre los
años 1800 y 1805, aunque él mismo no las haya conectado con la evolución del
situado. Estas provocaron la crisis de subsistencia de principios del siglo xix,
la cual se extendió desde las planicies del sur hasta el altiplano alto-peruano,
afectando a la producción de excedentes iscales en esta última región. Así, los
mencionados costos de la militarización a partir de 1806 intervinieron como
un shock externo que transformaron el estancamiento en profunda crisis iscal.
Y, respecto al gasto, Halperín muestra cuáles fueron las circunstancias políticas
que mantuvieron el costo de la movilización militar a niveles insoportables3.
Entre 1792 y 1801 los ingresos de los ramos de Real Hacienda que cubrían
los gastos corrientes, civiles y militares, sumaron entre 16,7 y 18 millones
de pesos, de los cuales 13,6 millones provenían del situado y poco menos de
2,3 millones de la recaudación de la aduana. O sea que el primero represen-
taba entre el 75 % y el 81 % de los ingresos. Mientras que durante la década
siguiente ingresaron por esos mismos ramos entre 13,8 y 17 millones de
pesos. Durante el mismo periodo de 1802 a 1811, año de la última remesa
enviada desde Potosí, el monto del situado se redujo a menos de la mitad
del periodo anterior; pero aun así —con un total de 6,6 millones— siguió
3
Klein, 1973a; Halperín Donghi, 1982, cap. i, pp. 79-89; Amaral, 1984b, 1988, 1995 y 2014.
Agradezco al autor su disponibilidad para discutir sobre cifras y otros aspectos de esta ardua y
enredada materia. La responsabilidad del uso que hago de sus series y otros materiales es, como de
costumbre, estrictamente personal. Moutoukias, 1988b, 1995 y 1999; Marichal, Souto Man-
tecón, 1994; Marichal, 2007; Marichal, Grafenstein (eds.), 2012; Tándeter, 1992 y 1991.
coacción pública e innovación 179
4
Halperín Donghi, 1982, pp. 79-89; Amaral, 1984a, 1988, 1995, 2014; véase también Grieco,
2009.
5
Amaral y Moutoukias, 2012.
180 zacarías moutoukias
que los «capitalistas de todas clases de la comprensión del Estado, anticipen por
un año» la suma mencionada6. A partir de entonces, la autoridad soberana ape-
lará principalmente al crédito del público, al cual se le imponía prestar, en lugar
de a las contribuciones de los cuerpos. Desde esa fecha y hasta 1821, los gobiernos
sucesivos emitieron 16 empréstitos por un total de 4 millones de pesos, de los
cuales se recaudaron efectivamente unos 2,8 millones. El plazo de un año no se
cumplió, pero al inal de cuentas, los principales y los intereses de los préstamos
fueron globalmente devueltos. Y la imposición de los empréstitos no se limitó
a los «capitalistas», cualquiera fuese el signiicado que se le daba al término en
ese contexto. El decreto citado establecía igualmente que a cada prestamista se
le entregaba «un pagaré sellado con el sello del Estado, irmado del Gobierno y
refrendado por el Ministro de Hacienda». Después de dos meses de su fecha, a
los prestamistas se les admitían los pagarés en pago de deudas propias a favor del
Estado. Y «pasados seis meses, se recibirán como dinero efectivo en cualesquiera
de las Tesorerías del Estado en pago de derechos». Quedaba así ijado el dispositivo
central de los empréstitos forzosos durante los ocho años: a cambio del préstamo,
el Estado entregaba un título impreso y sellado al particular prestamista, quien
podía utilizarlo para pagar sus deudas con el Estado —principalmente derechos
adeudados en la aduana— o endosarlo a un tercero7.
Si el peso de la coacción del poder soberano en la imposición de los emprés-
titos forzosos es obvio, la innovación institucional era también importante. Se
dirigía a un público amplio, que todavía no constituía la asamblea imaginaria de
ciudadanos, pero que tampoco eran los cuerpos a los que se había apelado hasta
la víspera ni, menos aún, algo parecido a la red de inancieros privilegiados de
la Corona, localmente inexistentes, unos y otros expresión de las jerarquías de
Antiguo Régimen. Los dispositivos descritos —que creaba un obvio nexo entre
esos pagarés o títulos de deuda pública y los ingresos de la aduana— podrían
recordar a los juros españoles, cuyos intereses —como sabemos— estaban pues-
tos sobre la recaudación de alguna caja municipal o aduana, que pagaba su renta.
Pero los pagarés emitidos por el poder soberano de Buenos Aires eran eso, paga-
rés, y no censos que rendían una renta, su utilización por parte de los mercaderes
para pagar derechos pendientes de entrada y salida —y que fue constituyendo el
principal o exclusivo recurso al cual el Estado apelaba para cancelar el papel—
redimía el capital prestado y sus intereses. Se trataba entonces de algo más
próximo a una deuda pública en el sentido moderno del término.
A partir del empréstito de 1813, el titular obtenía la promesa de poder can-
celarlo, sin interés si lo usaba inmediatamente para pagar deudas con el isco, o
con un premio del 3 %, 6 % o 12 % —llegando incluso al 15 %— según el tiempo
que lo guardaba, la modalidad con la cual lo cancelaba, la situación del erario
y las circunstancias políticas y militares. Los empréstitos o decretos ulteriores
ijaban el plazo a partir del cual se podían presentar con premio. Ese plazo
6
Registro oicial de la República Argentina, doc. 518.
7
Amaral, 1981, pp. 42-44; véase también Hansen, 1916, pp. 244-267.
coacción pública e innovación 181
solía ser de un año después de haber completado las cuotas del préstamo. Pero
durante los años de mayor tensión política y militar, entre 1814 y 1815-1816,
llegó a ijarse en seis meses después del in de la guerra o a no ijarse, estipu-
lando que las modalidades de reembolso serían objeto de decretos posteriores.
Después del primer empréstito de 1813, la facultad de usar los pagarés para
saldar todo tipo de derechos pendientes en general solo valía para la mitad de
lo adeudado y subió a los dos tercios, o más, únicamente en dos casos particu-
lares. Finalmente, una de las disposiciones más importantes era la posibilidad
o no de transferirlos por endoso a favor de terceros, transformando los títulos
en medio de pago «sustitutivo» más allá de las deudas iscales.
En relación a estas disposiciones, los pagarés siguieron una evolución
zigzagueante: la posibilidad de endosarlos y su aceptación en la aduana a
cuenta de deudas, quienquiera que fuere el tenedor, titular original o tenedor
endosatario, caracterizaban al papel del primer empréstito. Para el segundo
empréstito del mismo año —decretado en septiembre— las condiciones se
ijaron tres meses más tarde y eran más restrictivas: la admisión de los títulos
en la aduana correría a partir de enero de 1815, su cancelación al contado
correría a partir de un año de «terminada la guerra», etc. Pero nada indica
que se haya limitado su circulación por endoso a terceros8. A partir de enton-
ces, entre 1814 y 1816, los pagarés o títulos de la deuda de ese periodo fueron:
1. No endosables ni aceptados para el pago de deudas pendientes con el Estado;
2. No endosables pero aceptados en la aduana para la cancelación de deudas
de su titular;
3. Endosables pero solo podían servir para pagar las deudas de los titulares
originales. En ese caso, el tenedor no titular o endosatario solo podía redimirlos
con premio una vez cumplido el plazo ijado;
4. Endosables y admisibles en aduana para el pago de cargas y derechos pen-
dientes cualquiera fuese el tenedor9.
8
Registro oicial de la República Argentina, doc. 599.
9
Ibid., varios documentos; Amaral, 1981, pp. 43-51; Hansen, 1916, pp. 260-267.
10
Registro oicial de la República Argentina, doc. 1057, 29/III/1817.
182 zacarías moutoukias
11
Ibid.
12
AGN (Buenos Aires), Sala X, leg. 11-1-1 y 9-4-2.
13
Moutoukias, 2015.
coacción pública e innovación 183
14
Registro oicial de la República Argentina, doc. 877.
15
Ibid., doc. 1077.
184 zacarías moutoukias
16
Ibid., doc. 1127.
17
Amaral, 1981, p. 39.
18
AGN (Buenos Aires), Sala X, leg. 2-9-3.
coacción pública e innovación 185
19
Registro oicial de la República Argentina, doc. 511, 23/VI/1813.
20
AGN (Buenos Aires), Sala X, leg. 2-9-3.
186 zacarías moutoukias
21
AGN (Buenos Aires), Sala X, leg. 11-5-1.
22
AGN (Buenos Aires), Sala X, leg. 11-5-1.
23
AGN (Buenos Aires), Sala IX, leg. 7-6-6.
coacción pública e innovación 187
Así, por ejemplo, entre 1813 y 1815, los pagarés de 100 pesos endosados
a su favor se adquirían a un máximo del 64 % y un mínimo del 42 % de
su valor de emisión, siendo la media el 54 % de dicho valor. Mientras que
para los pagarés de 50 pesos, las variaciones durante los mismos años iban,
respectivamente, de 80 % a 64 % y la media se situaba en 72 %. Y, como se
puede apreciar en el gráfico no 2, la diferencia según el valor de los pagarés
se acentuó en 1817.
188 zacarías moutoukias
24
Véase Moutoukias, 2013b y la bibliografía allí citada.
25
Cuentas y correspondencia de los Santa Coloma en AGN (Buenos Aires), Sala IX, leg. 7-6-7
y Sala IX, leg. 7-6-8; Sala VII, leg. 7-6-8.
190 zacarías moutoukias
los titulares de los pagarés que obtenían mejor precio, aunque de diverso origen
social como se acaba de ver, tenían en común sus lazos de protección clientelar
con los Santa Coloma. La expresión es ambigua y rígida al mismo, pero estaba
claro que la iniciativa la tomaba el titular del pagaré y que el valor al que se
los transfería, aparecía, a pesar de la depreciación, como un favor, un gesto
de benevolencia patriarcal destinada a socorrer a los titulares originales frente
a los apremios económicos. Mientras que los titulares de los pagarés de 100
y 150 pesos, eran mercaderes —medios o pequeños—, artesanos y profesio-
nales del transporte u ocupados en oicios rurales; todos eran agentes de los
Santa Coloma y de otros comerciantes, que operaban entre Buenos Aires y el
interior. Las relaciones paternalistas no estaban obviamente ausentes y a veces
es difícil distinguir entre estos y los primeros endosantes. Sin duda también
había una asimetría más importante, la que imponía el costo de indisponerse o
eventualmente romper con un socio principal socialmente importante, el cual
podía pagarse en términos de reputación ante otros pares de los Santa Coloma.
Sin embargo de todo ello, predominaba el lazo contractual y, generalmente, el
papel se transfería por endoso, como acabamos de ver, al cabo de una cadena
de transacciones, con sus habituales adelantos y habilitaciones. La depreciación
resultaba principalmente de la diicultad de utilizar los títulos para cancelar
deudas, porque estas eran insuicientes o porque el titular no generaba dere-
chos de entrada y salida.
Tratándose obviamente de un caso y no de una muestra, lo que aquí cuenta
no es la representatividad de estas transacciones, sino los mecanismos de
formación de precios en la transferencia de papel que revelaban. Estos últi-
mos son coherentes, como hemos visto, con la evidencia proveniente de otras
fuentes. Y dichos mecanismos recuerdan al modelo de economía de bazar,
donde C. Geertz opone la formación de precios como resultado de un equili-
brio entre oferentes y demandantes que compiten entre sí, a la formación de
precios como resultado de una negociación —un regateo— y de un vínculo
personal entre oferente y demandante, este mismo entablado en el interior de
un complejo de relaciones interpersonales que deinen el margen de libertad
de cada uno de los agentes26. Podemos sintetizar los resultados del material
analizado como la expresión de una circulación asimétrica o de un mercado
secundario asimétrico. Como quiera que de ello fuera, ante la creciente esca-
sez de moneda metálica frecuentemente señalada por los especialistas del
periodo, los agentes jugaron con las reglas de los empréstitos forzosos adap-
tándolas a sus asimetrías. Crearon así otro juego que se integraba al nuevo
orden económico igualmente emergente. Actores socialmente análogos a
los Santa Coloma no solo ganaban comprando pagarés devaluados, también
podían intervenir en otro espacio de circulación del papel, la trasferencia de
fondos a los teatros de la guerra lejanos de Buenos Aires.
26
Geertz, 1978 y 1979.
coacción pública e innovación 191
Dichas transferencias —en este caso desde Chile a Buenos Aires— constituyen
la preocupación central de Pueyrredón en la cita que abre el texto y sus mecanismos
recibieron considerable atención de parte de Halperín Donghi, quien enfatizaba el
papel de los grandes comerciantes. Lo que aquí se intenta destacar es cómo estas
transferencias se combinaban con los pagos de los empréstitos forzosos. Pero para
entender lo que estaba en juego con esos mecanismos, conviene detenernos sus
dispositivos más importantes. Desde los inicios de la crisis iscal del Virreinato,
la aduana acostumbraba a emitir libranzas contra sus deudores y a favor de algún
acreedor del estado. Más tarde, sus giros servían igualmente de medio de pago
que aseguraban servicios necesarios en los teatros de operaciones militares en el
Norte o en Mendoza-Chile, como en el caso citado de Pedro García Díaz, que com-
pensó en Buenos Aires un gasto militar efectuado en Mendoza. Y a partir de 1812
comenzó a actuar como una tesorería directamente dependiente del secretario de
Hacienda. En el otro sentido, la aduana también era el librado de letras de cambio o
libranzas giradas contra ella por alguna autoridad competente. En ese caso, el pago
se efectuaba a cuenta de impuestos adeudados por el tomador beneiciario de la
letra, o por algún otro comerciante a cuyo nombre el beneiciario original transfe-
ría la letra por endoso; y dichas autoridades libradoras solían encontrarse —aunque
no siempre— en los teatros de operaciones militares. De modo que la aduana se
convirtió en un eje central del dispositivo inanciero que aseguraba servicios y pro-
visiones a los ejércitos del Norte y de los Andes. A su vez, los tomadores de las letras,
podían utilizarlas para cumplir con sus obligaciones pagando algunas de las cuotas
que les habían tocado en los empréstitos forzosos. Cambiaban de este modo papel
contra papel, letras de cambio por pagarés del Estado.
A mediados de 1821, el Tribunal de cuentas examinó una parte de los papeles
del mencionado balance de todos los empréstitos forzosos contratados por el
Estado desde 1813. Joaquín Belgrano, el presidente de la comisión, debía res-
ponder a unas observaciones hechas a una segunda rendición de cuentas del
empréstito de diciembre 1818, por unos 2 000 pesos. Exasperado por la atención
dada a lo que consideraba diferencias menores en la enorme masa de trabajo y
de papeles tratados, respondía dando detalles sobre el uso de letras de cambio
o libranzas para pagar las cuotas del empréstito. Por ejemplo, al cumplir con
su tercera cuota del empréstito de junio de 1818, un tal Miguel Gutiérrez reci-
bió su correspondiente pagaré por valor de 1 000 contra la presentación de un
documento de préstamo anterior por valor de 510 pesos, más una libranza de
500 pesos. Esta última había sido girada por el comisario del Ejército del Perú
contra la aduana y a su favor, a cambio de servicios y abastecimientos en el tea-
tro de operaciones. En otro caso, a Juan Alagón simplemente se le admitieron
libranzas por 2 000 pesos contra su pagaré por igual valor27.
27
AGN (Buenos Aires), Sala X, leg. 11-1-1.
192 zacarías moutoukias
Halperín insistía sobre el recurso a las letras de cambio en general: por ejem-
plo, entre 1816 y 1819, estas habían representado casi el 20 % del poco más de siete
millones y medio de ingresos de la aduana. Pero, como acabamos de ver, se inte-
resaba más particularmente por la operación contraria, el giro de la Tesorería de
la Aduana para asegurar la transferencia de recursos a los teatros de operaciones
de los ejércitos de los Andes y del Perú, describiendo —con la claridad que le era
tan personal— los mecanismos de las libranzas, mencionando asimismo el papel
del entramado de grandes comerciantes porteños y extranjeros, sobre cuya acción
reposaban aquellos mecanismos28. Pero no advertía que las libranzas de la aduana
también se usaban para pagar las cuotas de los empréstitos, con la misma combina-
ción de grandes comerciantes que organizaban las mismas transferencias.
Así, la relación del mismo Belgrano del 4 de enero de 1819, listando las libran-
zas remitidas a los ministros de hacienda del Estado por un total de 21 250 pesos.
Encontramos en la lista grandes comerciantes de Buenos Aires que giraban letras
contra un corresponsal en Mendoza a favor de un par, porteño o extranjero, que
acababa endosando a favor de los ministros. Otras veces se giraba contra otro
comerciante de Buenos Aires, pero pagadero en Chile y Mendoza, a beneicio
de los ministros en Buenos Aires. Las modalidades podían todavía variar, pero
el sentido del esquema era siempre el mismo: un negociante de Buenos Aires
libraba asegurando que su corresponsal cancelara la letra en el teatro de opera-
ciones, en aprovisionamientos o servicios, creando una deuda contra el librador;
mientras que la tesorería de la aduana admitía esa deuda —como beneiciario
directo de ese libramiento o de un endoso— en pago de otras deudas contra el
Estado, entre las cuales las cuotas del empréstito forzoso29.
Se acaban de remitir à las arcas generales del Estado dos mil noventa
y cinco pesos. importe de sinco libranzas giradas contra individuos del
Comercio de Mendoza y Chile, por los prestamistas qe. han hecho sus
enteros en esta Tesorería, de las quotas qe. les han cabido en el segundo
préstamo forzoso decretado pr. VEx. en 22 de diciembre ppdo30.
En el otro sentido se encontraban los giros efectuados ese mismo año por
el intendente del Ejercito de los Andes, contra la tesorería de la aduana y a
favor de comerciantes de Buenos Aires, cuyas letras la comisión recaudadora
del empréstito aceptó como si fuera «dinero efectivo». O dicho en los términos
de uno de los documentos en cuestión,
los libramientos del Sr Yntendente del Exercito de los Andes […] admi-
tidos en esta comisión; como dinero en efectivo â favor de individuos qe
28
Halperín Donghi, 1982, pp. 102-103 y 106-107 y 1971b.
29
AGN (Buenos Aires), Sala X, leg. 11-1-1.
30
AGN (Buenos Aires), Sala X, leg. 11-1-1, nota no 27 del Tribunal del Consulado, 4/V/1819.
coacción pública e innovación 193
Dinero
Libranzas Papel/Total Total
Prestamistas metálico
(pesos) (pesos) (pesos)
(pesos)
Americanos 36 115 8 456 18,97 % 44 571
31
AGN (Buenos Aires), Sala X, leg. 11-1-1, nota no 27 del Tribunal del Consulado, 22/IV/1819.
32
AGN (Buenos Aires), Sala X, leg. 11-1-1, nota no 27 del Tribunal del Consulado, 22/IV/1819.
194 zacarías moutoukias
33
Moutoukias, 1992; véase también Granovetter, 2003 y Hodgson, 2006.
coacción pública e innovación 195
Como quiera que de ello fuere, sí queda documentado que el público se apro-
pió de las condiciones creadas por la innovación coactiva, adaptándose para
minimizar sus efectos negativos u obtener ventajas de sus restricciones. Creó
así un espacio de circulación del papel no previsto en las reglas de los emprésti-
tos forzosos ni en los objetivos del poder soberano. Y este espacio se integró al
conjunto de las trasformaciones institucionales de la región.
II.2. — ACTORES LOCALES , JURISDICCIONES Y TERRITORIOS
LA FISCALIDAD MINERA EN MÉXICO
EN LA TRANSICIÓN A LA INDEPENDENCIA
1
Velasco et alii, 1988, p. 149.
2
Quizá la relexión más acabada sobre la importancia de la minería para el país y su impacto en
los ingresos del Virreinato es la que presenta Elhuyar, Memoria sobre el inlujo de la Minería en la
Agricultura, p. v.
3
Dictamen presentado al soberano congreso general constituyente, p. 13.
202 inés herrera canales y alma parra campos
4
Varias de las comisiones observaron que estas medidas favorecerían a las compañías inglesas
que explotaban desde 1824 las principales minas de México, quienes se llevarían mayores ganancias
gracias a estas prebendas. Véanse las Observaciones sobre la Memoria que el Excmo. Sr. Ministro de
Hacienda leyó al soberano congreso General el 4 de enero de 1825 respectivas a derechos de Minería.
la fiscalidad minera en méxico 203
5
Herrera Canales, Parra Campos, inédita; Herrera Canales, 2011.
6
AGN (México D. F.), Minería, vol. 193 bis, exp. 1.
204 inés herrera canales y alma parra campos
7
Aclaración al Decreto de 1842 que dio nueva organización al establecimiento de minería.
8
Mecham, 1927, pp. 45-83.
206 inés herrera canales y alma parra campos
9
Ley del 31 de mayo de 1854, en Dublán, Lozano, Legislación mexicana, t. VII.
la fiscalidad minera en méxico 207
10
Marichal, 2003, p. 26.
208 inés herrera canales y alma parra campos
11
AGN (México D. F.), Minería, vol. 16, s/t, 1788-1801.
12
AGN (México D. F.), Minería, vol. 219, exp. 10.
13
Fagoaga, Horbegozo, Bustamante, Dictamen de la Comisión Especial.
14
Brown, 1992, p. 160.
la fiscalidad minera en méxico 209
15
AGN (México D. F.), Indiferente Virreinal, caja 5818, exp. 82. Bando del 20 de mayo de 1807
para que se «preste a los salitreros el auxilio que necesiten». El salitre era un componente vital
para la producción de pólvora.
16
Parra Campos, 2008; Herrera Canales, 1990, pp. 27-51.
17
Fagoaga, Horbegozo, Bustamante, Dictamen de la Comisión Especial.
18
Parra Campos, 2008.
19
Decreto de minoración de derechos de las platas.
210 inés herrera canales y alma parra campos
20
TRA, Correspondencia Drusina, 1838-1851, muestra repetidamente las negociaciones parti-
culares para obtener dispensas sobre los derechos de exportación.
21
Motten, 1950; Flores Clair, inédita.
22
Dictamen de la Comisión Inspectora.
la fiscalidad minera en méxico 211
independencia, y también por el efecto de los precios del mercurio23 que ofrecía el
monopolio Rothschild, se dio un repunte en las iniciativas del Establecimiento de
Minería en relación al azogue: «La América en su estado actual es tributaria de la
Europa en cuanto al mercurio24», y a ello habría de oponerse una política que ahora
se conocería como de sustitución de importaciones.
El acopio de información fue cada vez mayor así como las solicitudes de mineros
nacionales que intentaron formar empresas mineras explotadoras de azogue. Se
recibieron solicitudes por parte de mineros beneiciadores encaminadas a explotar
yacimientos de mercurio e incluso en algunos casos para formalizar su explotación
a través de compañías. Tal fue el caso de la propuesta de José Mariano Belaunzarán,
de prominente familia minera del estado de Guanajuato quien promovió una soli-
citud para instalar dos negociaciones, una en Zacatecas y otra en el actual estado
de México, agregando como punto fundamental que se contaran con dispensas
sobre los derechos e impuestos no solo del mercurio sino también a aquellos otros
insumos como el hierro, acero y caballos entre otros25.
Varias compañías más contaron con apoyos iscales a partir del fomento de
las instancias mineras, como la empresa de Guadalcázar en San Luis Potosí,
poco tiempo más tarde.
En 1843 el Ministerio de Fomento puso en vigor el decreto de Antonio López
de Santa Anna, para fomentar el importante Ramo de Minería instruyendo a
dicha Junta aviar y proteger a los empresarios de minas de azogue26:
[También] concediendo franquicias de alcabala a los artículos del
consumo de minería; se eximió de todo impuesto, incluso el municipal,
al azogue que se extrajera de los criaderos de la República, se les conce-
dió el libre tráico por toda la nación, sin guías, pases, ni documentación
aduanal alguna; se ofreció un premio de $25 mil a cada uno de los cua-
tro empresarios que extrajesen en un año 2 mil quintales de azogue en
caldo de las minas del país, y por último, los operarios de esas minas, se
exceptuaron del servicio militar y contribuciones personales27.
23
TRA, Correspondencia Lionel Davidson, 1836-1851. Los precios del quintal llegaron en momen-
tos hasta 140 pesos.
24
El Informe dado por el Establecimiento de Minería hace reclamos basados en el precio del
quintal ofrecido por Rothschild a 130 pesos.
25
Ibid.
26
AGN (México D. F.), Gobernación, vol. 258, exp. 1.
27
González Reyna, 1956, pp. 185-186.
212 inés herrera canales y alma parra campos
28
Exposición de la Junta de Fomento y Administrativa de Minería.
29
Expediente instruido sobre el establecimiento de un presidio en Atargea.
30
AGN (México D. F.), Minería, vol. 80, s/t.
31
Vázquez Salguero, 2014.
32
Ewald, 1997, pp. 43-44.
33
Representación que el Excmo. Ayuntamiento de Guanajuato.
la fiscalidad minera en méxico 213
De modo que la relación iscal con la explotación del azogue y otros insu-
mos, si bien tendió a favorecer y fomentar, a través de la exención y apoyo a la
producción local, la existencia de monopolios y concesiones onerosas, impidió
conocer los efectos reales del beneicio proveniente de dichas medidas.
Más efectos surgieron de los cambios derivados de la organización federal y
de las atribuciones recaudatorias de los estados como la de conservar 20 % de
los ingresos provenientes del ramo minero.
Mientras que los principales insumos para la producción minera fueron des-
estancados y continuamente objeto de demandas para que fueran excluidos de
cargas iscales, la acuñación de metales preciosos, fuente vital de los ingresos
iscales producidos por la minería, registró cambios importantes. «Durante
la dominación de España, el mejor indicador del producto del oro y la plata
en México ha sido la amonedación»34 donde el pago del quinto, el impuesto
al ensaye y el apartado del oro eran controlados por la Corona. Sin embargo,
desde la guerra de Independencia se trastocó esta situación, modiicando la
estructura donde descansaba el proceso de acuñación. El más importante fue
la descentralización de esta actividad, al establecerse primero casas de moneda
provisionales durante el periodo de la guerra de Independencia, con el objeto
de cubrir necesidades de numerario en condiciones de emergencia.
Los cambios en la recaudación comenzaron a modiicarse respecto de su patrón
virreinal en 1822 cuando se dispusieron modiicaciones tanto a los gravámenes a
la producción como al apartado. Se impuso el cobro de 2 reales por marco de oro o
plata acuñada y el costo de la acuñación y 2 reales por marco de plata mixta, sin que
hubiera restricción al lugar donde el minero pudiera llevar a realizar sus platas35.
El segundo cambio tuvo que ver con la privatización de esta actividad. Los
gobiernos republicanos, desde la independencia hasta el in del siglo xix, no
intervinieron directamente en la producción de moneda y fueron menos efec-
tivos en el control de los ingresos iscales derivados de esta actividad que la
Corona española durante el periodo virreinal.
La descentralización y privatización tuvieron distintos efectos. Al realizarse
la acuñación en diversas casas locales asentadas en distintos estados, parte de
los ingresos derivados de esta actividad pasaron en varios periodos a las arcas
locales. Del mismo modo, la necesidad de proveer de numerario a la econo-
mía en su conjunto, al encontrarse la acuñación controlada por empresarios
privados, obligó a los gobiernos a modiicar los gravámenes provenientes de
la acuñación en repetidas ocasiones ocasionando que se trasladaran a otros
rubros, como sucedió cuando se relajaban las disposiciones sobre la acuñación
y se autorizaba la salida de plata pasta para exportación. Mientras que los dere-
chos de producción de plata, es decir, los que pasaban por las casas de moneda,
fueron en general del 3 %, los permisos para exportación de plata pasta osci-
laron entre el 5 y el 7 % y llegaron a elevarse hasta el 9,5 %, en algunos casos.
34
Orozco y Berra, 1836.
35
Informe dado por el Establecimiento de Minería.
214 inés herrera canales y alma parra campos
Sin embargo, es posible pensar que la presión ejercida por los exportadores
por evitar el paso a través de las casas de moneda y por obtener permiso de
exportar plata pasta sea un síntoma de que el peso iscal debe haber sido com-
parativamente favorable36.
Hasta aquí se han logrado delinear los puntos sobresalientes detrás de la
iscalidad minera en el proceso de cambio que se inició con el rompimiento
con el Gobierno español en las primeras décadas del siglo xix. Estos elementos
funcionan como una guía para poder continuar con una evaluación exhaustiva
de la iscalidad en la minería en contextos más locales, que seguramente expre-
sarán más cabalmente las permanencias y los rompimientos producidos en el
intento de la construcción nacional y las expresiones de fortaleza del sector
minero y sus vaivenes a lo largo del siglo. De igual manera, proporcionarán
elementos para considerar si la base iscal fue para el siglo xix un instrumento
de política de fomento para la minería.
36
El registro de los impuestos más importantes hasta entonces se concentró en la Casa de
México, al multiplicarse los generadores de esta información y al incrementarse las salidas de
metales sin acuñar, e incluso a través del contrabando, han puesto de maniiesto que los registros
iscales son solo un indicador de la producción minera.
LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO ESPACIO FISCAL
el distrito federal durante la primera república federal
Leonor Ludlow
Instituto de Investigaciones Históricas – Universidad Nacional Autónoma de México
1
Carmagnani, 1999, pp. 140-141.
2
E.C.M.J.D.M., Proyecto de una contribución, p. 2.
3
Arrillaga, Memoria que el Secretario del Estado y del Despacho de Hacienda, p. 35.
4
Serrano Ortega, 2002, p. 99.
la construcción de un nuevo espacio fiscal 217
5
Arrillaga, Memoria que el Secretario del Estado y del Despacho de Hacienda, pp. 34-35.
6
Las primeras órdenes fueron en junio de 1821 por el general Agustín de Iturbide quien
ordenó cancelar «los derechos de subvención temporal y de contribución directa de guerra;
de convoy, de diez por ciento sobre alquileres de casas: de sisa y todas las contribuciones
extraordinarias, establecidas desde 1810, rebajando también la alcabala a seis por ciento,
que era lo que se pagaba antes de la insurrección. Mandó cesar el tributo de los indios, con
lo cual no estaban sujetos a la alcabala, pero quedaban obligados a pagar esta» (Arrangoiz,
1968, p. 283).
7
Romero, Memoria de Hacienda, pp. 66 y 72.
8
Varios secretarios de Hacienda de esas décadas fueron funcionarios de la Real Hacienda, por
ejemplo, los dos primeros: Rafael Pérez Maldonado y Antonio de Medina, y más tarde Ildefonso
Maniau y Rafael Mangino, que fueron cabeza en la Casa de Moneda y en otras dependencias
como el Real Tribunal de Cuentas o en alguna de las cajas reales de las intendencias.
9
Prieto escribió en 1876 sobre esos personajes que tuvieron gran peso en la Hacienda pública,
como fue el caso de Mangino, hijo del antiguo director de la Casa de Moneda y contador general
en los primeros gobiernos, que en su periodo de ministro a inales de los años veinte, restauró el
antiguo sistema, razón por la cual se considera que fueron «decididos partidarios… del régimen
colonial, no hacían en verdad sino conspirar constantemente contra la organización política
del país» (Prieto, Lecciones de economía política, p. 635). Similar fue la opinión del porirista
Macedo, al airmar que Mangino fue el principal defensor del sistema colonial, y fue el principal
«enemigo del principio de la concentración» de rentas (Macedo, 1905, p. 377).
10
Jáuregui, 2002, p. 67.
218 leonor ludlow
11
Silva Riquer, inédita.
12
Benson fue quien puso en duda la idea de que la primera constitución mexicana era
una copia de la norteamericana, ya que por el contrario era necesario reconocer sus raíces
españolas (Benson, 2012).
13
Dublán, Lozano, Legislación mexicana, t. I, pp. 710-712.
14
Labastida, Estudio de las leyes federales, p. 189.
la construcción de un nuevo espacio fiscal 219
Contribuciones
Contribuciones de las entidades
y bienes de la federativas, Impuestos cancelados
Federación el Distrito Federal
y los territorios
– Derechos de ensaye
– Derechos de oro y plata
y diezmos
– 2 % exportación
Minería — – Derechos de vajilla
de plata en barra
– Azogue
– Alumbre, cobre, estaño
y plomo
– Aduana de la ciudad
de México
– Alcabalas
– Derechos de importación
Comercio – Pulques, vinos y – Almojarifazgo
y exportación
aguardientes
– Derechos
de internación (15 %)
– Salinas
– Gallos
– Tabaco
Estancos – Papel sellado – Cordobanes
– Pólvora
o rentas – Naipes – Nieves
– Correos
– Azogues
– Lotería
– Temporalidades
– Inquisición
Bienes – Conventos suprimidos
— – Bienes mostrencos
nacionales – Ediicios, oicinas
públicas, fortalezas
y terrenos
15
Jáuregui, 2005, pp. 81-83.
16
Hernández Jaimes, 2013.
17
Era la intendencia con mayor población (1,5 millones de habitantes), abarcaba los actuales
estados de México, Morelos, Guerrero e Hidalgo, con un total de 116 843 km 2 (Jarquín, Herre-
jón Peredo, 1995, pp. 74-77).
18
Escribió Guillermo Prieto, que este «…abría la lucha eterna entre las exigencias del centro y las
resistencias de los estados, es decir la alternativa de destruir el sistema político…» (Jarquín, Herre-
jón Peredo, 1995, p. 638). Véase también Castañeda Zavala, 2001, pp. 135-162.
la construcción de un nuevo espacio fiscal 221
19
Alamán, secretario de Relaciones Exteriores e Interiores, en la sesión del día 22 de julio
(véase el Águila Mexicana, 24 de julio de 1824, en la Hemeroteca Nacional Digital de México
[UNAM], <http://www.hndm.unam.mx/> [consultado el 8/1/2018]).
20
Baranda, García (coords.), 1987, p. 160.
222 leonor ludlow
21
Dublán, Lozano, Legislación mexicana, t. I, pp. 743-744.
22
Lira González, 1974.
23
De Gortari Rabiela, 2003; Hernández Franyuti, 2008, pp. 149-153.
24
Lombardo de Ruiz, 1996, pp. 96-97.
25
De Gortari Rabiela, 1994, p. 168.
26
Representación del Excmo. Ayuntamiento constitucional de la Ciudad de México, 25 de enero de
1825, p. 1.
la construcción de un nuevo espacio fiscal 223
Ciudades Municipalidades
Azcapotzalco
Mixcoac
Iztacalco
Guadalupe Hidalgo Nativitas
Iztapalapa
México Popotla
Ladrillera
Tacubaya
Mexicalzingo
Pueblos
Acolotango
Ixtacalco San Joaquín
San Andrés San Sebastián
San Jacinto San Lorenzo
Santa Anita San Tomás
San Juan Ladrillera Santa Lucia
San Bartolo Tacuba
Los Reyes Santa Luisa
San Borja Tacubaya
Magdalena San Marcos
San Francisco Tlacotongo
Nonoalco San Nicolás
San Francisco Tlalingo
San Juanico San Simón
Ocolitlán
Del Arenal
San Antonio Abad
Cartagena Albarradón antiguo
Chapultepec Guadalupe
Consulado de San Lázaro
San Lázaro Mexicalzingo
Guadalupe Baños del Peñón
Niño Perdido
San Joaquín Jagüey
La Piedad
Magdalena Lago de Texcoco
Vallejo
Los Morales (Canal) Zanja
Verónica
La Piedad cuadrada
La Viga
Tlanepantla
Haciendas Ranchos
Ascensión
Los Morales Becerra
Acolotango
Narvarte Clavería
San Antonio de las
Pantán Santa Cruz
Huertas
La Patera Espitia
Aragón
Las Heras Del Gavillero
Los Ahuehuetes
Los Morales San José
Camarones
Portales San Marcos
Clavería
La Piedad Santa María
Espitia
La Teja Nativitas
Las Heras
27
Ibid., pp. 3-5.
28
«Del gobierno político…», en Rodríguez de San Miguel, Manual de providencias
económico-políticas, p. 346.
29
En la sesión del 16 de enero de 1826 se acordó dejar pendiente la discusión del dictamen
sobre arreglo de límites del Distrito Federal (véase el Águila Mexicana, 19 de enero de 1826, en
la Hemeroteca Nacional Digital de México [UNAM], <http://www.hndm.unam.mx/> [consul-
tado el: 8/1/2016]).
30
Ibid., 18 de enero de 1826.
31
«Los pueblos cortados por la línea pertenecerán al estado de México, si su mayor población
quedase fuera del círculo distrital» (Dublán, Lozano, Legislación mexicana, t. I, p. 737).
32
El cobro de alcabalas en el periodo independiente fue más reducido con relación al periodo
anterior (Silva Riquer, López Martínez, 1998, p. 278).
la construcción de un nuevo espacio fiscal 225
33
Moncada González, 2013, pp. 160-164.
34
Sánchez Santiró, 2009, p. 93; véase cuadro 3 del presente trabajo.
35
Como el resto de los estados, el de México conservó su condición estatal, concretamente
ejerciendo su iscalidad sobre los siguientes impuestos y derechos: alcabalas (permanentes, even-
tuales y de viento); derechos de consumo (3 % sobre los efectos extranjeros); pulques (cobrado
sobre el ino otomí y el tlachique u ordinario); 2 % a la moneda (al tiempo de su extracción);
pulperías (cobrado en las aduanas foráneas y no en todos los pueblos); desagüe (sobre cada barril
de vino); impuesto para milicias (incluido en la alcabala permanente); contribución directa (tres
días de utilidades por persona); pensión de carnes (impuesto sobre el ganado mayor y menor);
derechos impuestos al oro y la plata en pasta; fondos de rescate (para las minas de Pachuca y
Zimapán); gallos (6 asientos arrendados a particulares); multas; emolumentos de oicinas (des-
cuentos a empleados para el desagüe); montepío (para empleados); chancillería (derechos de
oicios vendibles y renunciables que no funcionaba); media anata secular (pagado por quienes
recibían título de «profesión productiva»); ramos eclesiásticos (novenos, mesadas eclesiásticas,
vacantes mayores y menores, diezmos, media anata, subsidios primero y segundo, nuevo noveno
decimal y espolios); peajes: sobre la ruta de los caminos de Acapulco y San Antonio; parcia-
lidades; temporalidades: sobre «bienes de las extinguidas comunidades hospitalarias», ramos
dudosos: oicios vendibles y renunciables; producto de amonedación; lanzas; comisos; derechos
de consumo y apartado; ainación; remisible general; gracias al sacar; pensión de capellanes;
tabacos (la utilidad entre el precio de compra a la federación y el de venta por el estado); papel
sellado (la utilidad obtenida entre el precio de compra a la federación y su venta). Hacia 1828-
1829 habían desaparecido los impuestos a la pensión de carnes —que pasó a los municipios—, el
impuesto a las pulperías y el de parcialidades y aparecieron y se deinieron mejor el coro de los
derechos de ensaye y «elaboración de moneda» o los bienes vacantes o mostrencos, los derechos
de amortización y el impuesto de dos reales por tonelada que se impuso a los buques extranje-
ros que arribaron al puerto de Acapulco. En cuanto a los ramos eclesiásticos, aparecieron las
anualidades y mesadas eclesiásticas, los llamados espolios y la pensión de la Mitra de México. Es
clara la referencia a la estructura impositiva colonial, ciertamente con cambios y adaptaciones
a la realidad del Estado como parte del sistema federal, como fueron las rentas del tabaco y el
papel sellado y su modalidad de usufructo, llamemos indirecto, cedido por el Gobierno central
(Marichal, Miño Grijalva, Riguzzi, 1994, pp. 36-38).
226 leonor ludlow
36
«1828 […] Zavala» (ibid., pp. 69-101).
37
Marichal, 1998, pp. 180-183; Sánchez Santiró, 2009, pp. 90-101.
38
Más tarde, en 1835, bajo el régimen centralista, la Secretaría de Hacienda impuso una auto-
ridad sobre los gobernadores para la recaudación de los impuestos federales. En el caso de la
ciudad de México se nombró igualmente a un comisario general.
39
«Del gobierno político del distrito», en Dublán, Lozano, Legislación mexicana, t. I, p. 734.
Véase también McGowan, 1991, pp. 40-42.
la construcción de un nuevo espacio fiscal 227
40
Ibid.
228 leonor ludlow
41
Arrillaga, Recopilación de leyes, pp. 206-207.
42
Esteva, Memoria del ramo de la hacienda federal , p. 5.
43
Arrillaga, Recopilación de leyes.
44
Ibid., pp. 86-90.
la construcción de un nuevo espacio fiscal 229
1a 100 000 ps 1 000 ps
2 a
50 000 ps 500 ps
3 a
25 000 ps 250 ps
4a 12 500 ps 125 ps
5a 6 000 ps 70 ps
6 a
3 000 ps 30 ps
45
Ibid., pp. 167-169.
46
De Gortari Rabiela, 1994, pp. 170-176.
47
Arrillaga, Recopilación de leyes, pp. 292-294.
LA FISCALIDAD EN LA EMERGENCIA
DE LAS PROVINCIAS RIOPLATENSES
salta y jujuy entre el antiguo régimen
y la modernización fiscal
Viviana E. Conti
Universidad Nacional de Jujuy – UNIHR-ISHIR-UER CONICET
1
Wayar, inédita 1.
2
Chiaramonte, 1997.
3
Wayar, inédita 2.
234 viviana e. conti
4
AHPJ, SRR, caja 40, leg. 3, «Reglamento de Sisa para la Intendencia de Salta», 1794. Con-
tradecía a los anteriores y respondía a la política de centralización administrativa en la nueva
Intendencia.
5
Gullón Abao, 1993, p. 125.
6
AGI, Charcas, leg. 284, fos 468-469.
7
AGI, Buenos Aires, leg. 468; AHPJ, caja 1775-1822, leg. 2.
8
Gullón Abao, 1993; Miller Astrada, 1982, p. 123.
9
Sica, 2010.
10
Wayar, inédita 1, tabla I.
la fiscalidad en la emergencia de las provincias rioplatenses 235
Entre 1821 y 1825, la provincia de Salta —con Jujuy como tenencia sub-
alterna— fue organizando su sistema fiscal sobre la base de las prácticas y
saberes del Antiguo Régimen, de los arbitrados como medidas «extraordi-
narias» en el transcurso de las guerras de la independencia y de los nuevos
gravámenes emanados de la Cámara de Representantes. El producto final
no fue ni innovador ni liberal, solo modificó/agregó nuevos gravámenes
sobre los ya existentes, y privilegió las imposiciones al tránsito y comercia-
lización, que habían tenido éxito en las décadas previas a la independencia,
en virtud de su posición geográfica que la convertía en el paso obligado
11
AHPJ, SRR, caja 4, LC 1800-1812.
12
AHS, Carpeta de Gobierno, caja 1824.
236 viviana e. conti
13
Conti, 2003.
14
AHS, LCoLe 36, 1821.
15
AHS, ROS, 9, p. 38.
la fiscalidad en la emergencia de las provincias rioplatenses 237
16
Cuesta Figueroa, 1982, p. 94.
17
AHPJ, SRR, caja 5, LC 1800-1812.
18
Ibid. y AHPJ, SRR, caja 2, leg. 2.
19
AHPJ, SRR, caja 2, LC 3, fos 34-35.
238 viviana e. conti
los tercios de trigos, Maises, y demas comestibles qe. producen estos terre-
nos, por las continuas imbaciones del Enemigo y qe. los gauchos, son los
qe. las cultiban en medio de las fatigas con que se hallan [aunque ratiicó
los que tributaban] las cargas de Asucar Miel, chancacas Agte, Alfeñiques
qe. ynternen las Haciendas que construyen estas especies20.
Coca: Coca:
—
1 $ el cesto en la entrada 2 reales el cesto en su ingreso
Vino:
4 reales la carga en la entrada Vino: 6 reales —
y 3 reales de arbitrios
Derecho de tercios (ingreso o
Derecho de cuartilla:
tránsito): Se exceptuaron las
1 $ la carga de aguardiente y
E. de ultramar: 2 reales producciones locales
vino (caldos)
y E. del país: 1 real
Patente venta de caldos: 1 % sobre el capital de las
Patente de tiendas: 100 $
20 $ tiendas
20
AHPJ, SRR, caja 2, LC 3, 1820.
21
Ibid., fo 147, LC 3, 1823; AHS, LCoLe 370.
la fiscalidad en la emergencia de las provincias rioplatenses 239
Arrieros:
— —
1 real por carga en tránsito
Abasto de carne:
— —
2 reales
Carretas:
— —
1 $ al ingreso a la jurisdicción
Fuente: Elaboración propia basada en documentos capitulares de Jujuy y Sala de Representantes de Salta.
22
AHPJ, SRR, caja 40, leg. 3.
23
AHPJ, SRR, caja 4, LC 1800-1812.
24
Ibid.
240 viviana e. conti
25
AHPJ, SRR, caja 2, leg. 2, LC 1812.
26
Garavaglia, Grosso, 1987, p. 250; Sánchez Santiró, 2009, p. 30.
la fiscalidad en la emergencia de las provincias rioplatenses 241
27
AHPJ, caja 1822, leg. 20.
28
ALJ, LBA (el subrayado es nuestro). En Tucumán, «pagaban por su introducción en la Pro-
vincia el 4 por ciento de su valor estimativo ó aforo» (Bousquet, 1971, pp. 10-11).
29
AHS, LCoLe 370.
30
Ibid.
242 viviana e. conti
31
AHS, LCoLe 36.
32
AHPJ, CG, LC 1822, I, leg. 20.
33
AHS, LCoLe 506.
34
Ibid.
la fiscalidad en la emergencia de las provincias rioplatenses 243
35
AHS, CG, 1823.
36
Irigoin, Schmit (eds.), 2003.
37
AHS, CG, 1826.
38
AHS, CG, 1833.
39
Conti, 2003 y 2007.
244 viviana e. conti
Municipales
Provinciales Extraordinarios
(propios y arbitrios
(ej. Caja Real) de guerra
del Cabildo de Salta)
Alcabala: desconocido
Ganados: 2 %
Aguardiente «derecho único»:
Solares: 2 %
12 $ la carga en introducción Alcabala para la ciudad:
Efectos del País: 4 %
(sobre la base del impuesto de ½ % (ramo de propios)
Efectos de Ultramar: 4 %,
1770)
4½ (1824-1829)
y 5 % (1830)
Pasaportes:
Yerba mate: 1 $ la arroba en Derechos al abasto de la
1 $ comerciantes
introducción ciudad
2 reales ayudantes
Papel sellado y guías: Vino: 1 $ la carga en Vino: 1 $ la carga en
4 reales introducción (pasó a arbitrios) introducción
Coca: 1 $ el cesto en su Coca: 1 $ el cesto en su
—
introducción (pasó a arbitrios) introducción
Derecho de composición de
— —
pulperías
Sisa: en exportación
Mulas: 6 reales
Vacas: 3 reales Derecho extraordinario efectos
Derecho de cuartillo: ¼ real
Jabón: 20 reales carga y en de comercio: 6 % en su salida al
por animal exportado
1825 3 $ Alto Perú (solo en 1824 y 1825)
Yerba mate: 5 $ carga
Aguardiente: 12 $ carga
INSTITUCIONES Y FISCALIDAD
EN LA EMERGENCIA PROVINCIAL (1835-1855)
Extracción 1 real
3 reales de sisa — 4 reales
de mulas (propios y arbitrios)
Extracción 1 real
1 ½ reales de sisa — 2 reales
de vacas (propios y arbitrios)
Extracción
1 real
de yeguas — — 1 real
(propios y arbitrios)
y caballos
Extracción ½ real
— — 1 real
de burros (propios y arbitrios)
Alcabala
de ganados 2 % sobre aforo — — 2 % sobre aforo
(venta)
40
ALJ, Estatuto Provisorio para la dirección y administración de la Provincia de Jujuy de 1835.
41
Tello, Registro Oicial de la Provincia de Jujuy, pp. 87-88.
42
ALJ, LBA, fo 45vo.
43
Tello, Registro Oicial de la Provincia de Jujuy, pp. 18-21.
44
ALJ, caja 1.
246 viviana e. conti
45
Delgado, 1992.
la fiscalidad en la emergencia de las provincias rioplatenses 247
46
ALJ, LBA.
47
Delgado, 1992, p. 112; Bushnell, 1999.
48
Conti, 2001; Deustua, 1986; Platt, 1997.
49
ALJ, LCA.
248 viviana e. conti
a la sisa que le correspondía a Jujuy. Las excepciones fueron la yerba mate —se
uniicó el derecho de tránsito, mientras que en su introducción debía pagar la
alcabala— y el jabón —que hasta entonces pagara la sisa— pasó a gravarse con un
impuesto al tránsito, luego suprimido para la producción local en 1836.
La sisa, como ramo, desapareció del sistema rentístico de Jujuy, mientras que
la alcabala fue entendida como un derecho a la introducción de efectos y como
tal aplicable a todos los bienes mercantiles que ingresasen a la aduana con el
4 % sobre su aforo. Solo mantuvo su espíritu de impuesto a las ventas en las
operaciones con inmuebles y en la venta de ganado. No obstante, la coyuntura
política, impulsó modiicaciones diferenciales en el porcentaje alcabalatorio de
los efectos de ultramar según el puerto de donde llegasen. Las provincias del
norte de la Confederación —con la excepción de Salta hasta 1851— debieron
aplicar una alcabala del 20 % a los efectos ingresados desde puertos del Pacíico,
mientras mantenían un porcentaje del 4 % para los ingresados por el puerto de
Buenos Aires50, medida que se mantuvo hasta 1852.
Los impuestos al comercio se completaron con la regulación de las patentes que
debían pagar las pulperías y tiendas de efectos de ultramar en la ciudad de Jujuy y
en la campaña, la regulación de los derechos de tercios aplicables a los efectos de
ultramar y americanos y un fuerte gravamen a la circulación de personas.
Así, la provincia de Jujuy organizó sus instituciones y su fiscalidad, en el
Reglamento vigente hasta 1855, cuando, acorde a la Constitución Nacional
de 1853, fue introduciendo medidas «modernizadoras».
La provincia de Salta, se reorganizó desde 1835, sin tenencias subalternas —Tarija
se había incorporado a Bolivia en 1826 y Jujuy se independizó como provincia en
1834— como provincia independiente, subsumiendo a la ex tenencia de Orán y
centralizando su poder en la institución provincial. Al mismo tiempo fue reorga-
nizando su sistema impositivo iscal sobre los cimientos echados entre 1821-1825 y
con las modiicaciones emanadas de la plataforma acordada con Jujuy acerca de la
división de impuestos.
El ramo de sisa siguió nominalmente en vigor, aunque reducido a la mitad de
sus valores primigenios51 —salvo la sisa sobre la yerba mate, no modiicada— e
incorporó a los ramos existentes los de caballos, yeguas y burros a in de equipa-
rarse a los derechos de exportación sancionados por Jujuy. Solo fue suprimido
el ramo de jabón (cuadro 4) y, en 1849, fueron uniicados todos los gravámenes
en el «derecho único al aguardiente», cobrado en su introducción52.
El ramo de alcabala fue entendido como un derecho a la introducción de mer-
cancías sobre el que se aplicó el 5 %, independientemente de su procedencia, hasta
1851, a todos los efectos introducidos en la aduana, de ultramar o de la tierra; solo
mantuvo el espíritu de gravamen a las ventas en los ganados e inmuebles, sobre
los que se continuó aplicando el 2 % en el momento de la transacción.
50
Tello, Registro Oicial de la Provincia de Jujuy, p. 154; Bousquet, 1971, p. 11; Archivo Histó-
rico de Santiago del Estero, LCoLe 506, fos 135-137; Conti, 2001 y 2007.
51
AHS, CG, 1840, I; Conti, 2013, pp. 19-21.
52
AHS, CG, 1849, I.
la fiscalidad en la emergencia de las provincias rioplatenses 249
Sisa a mulas 50 % del original Ajuste con Jujuy 3 reales en la exportación
1 ½ reales en la
Sisa a vacas 50 % del original Ajuste con Jujuy
exportación
2 reales en la exportación /
Sisa a caballos,
— Ajuste con Jujuy No paga cuartillo.
yeguas y burros
Nuevo impuesto
Hasta 1849: 12 $ en la
introducción + 6 $ en la
Derecho exportación.
Sisa en la
extraordinario Desde 1849: derecho único
Aguardiente exportación 12 $
en la importación: de 12 $ + consulado (4 r la
(50 %)
12 $ carga) + cuartilla (1 $).
Se exceptuaba la
producción local.
Alcabala sobre la 2/3 partes
Alcabala + 1 $
del aforo + arbitrios (1 $
la carga en la
la carga) + municipal de
Vino introducción —
piso (1 real por animal) +
(arbitrios)
consulado (4 reales la
+ cuartilla
carga) + cuartilla (1 $)
Alcabala + arbitrios (1 $ el
Alcabala + arbitrios cesto) + derecho municipal
(1 $ cesto) + derecho (1 $ el cesto) + derecho de
Coca —
municipal (1 $ el piso (1 real por animal) +
cesto) derecho de consulado
(4 reales la carga)
En la introducción:
Derecho
alcabala + 1 $ la arroba.
extraordinario Sisa en la
En la exportación: 5 $
Yerba mate en la importación: exportación: 5 $
carga (sisa) + Derecho
1 $ arroba + carga
de consulado (4 reales la
alcabala + sisa
carga). Se mantuvo igual.
En la exportación: derecho
de consulado (4 reales
Sisa en la
carga).
Jabón exportación: 3 $ la —
Se exceptuaba la
carga
producción local.
Desapareció la sisa
Carretas en la 1 $ la carreta 1 $ la carreta.
—
entrada al ingreso Se mantuvo igual.
Cuartilla: 1 real 1 real venta caldos.
Propios y arbitrios —
expendio caldos Se mantuvo igual.
Cuartillo: ½ real ½ real por animal
Propios y arbitrios por animal — exportado.
exportado Se mantuvo igual.
250 viviana e. conti
53
AHS, LCoLe 330.
la fiscalidad en la emergencia de las provincias rioplatenses 251
54
Conti, 2001 y 2007.
55
AHS, leg. 165.
252 viviana e. conti
Margarita Menegus Bornemann
Universidad Nacional Autónoma de México
1
Tenenbaum, 1998, p. 223.
2
Sánchez Silva, 1998, p. 114. Airma que para 1806 este ingreso por concepto disminuyó al
29,87 % sin explicarnos por qué.
3
Menegus, 1998. Si bien el tributo impuesto a ines del siglo xvi era de un peso y media
fanega de maíz, para el siglo xviii esta había aumentado a casi doce reales en el área maya según
nos dice Quezada, 2005, pp. 330-331. En 1824 se restauraron las repúblicas de indios con el
propósito de introducir las contribuciones personales.
la fiscalidad y la propiedad en oaxaca 257
4
Sánchez Silva, 1998, p. 114.
5
Arriola, 2007, p. 132.
258 margarita menegus bornemann
Tlacolula 8 979,5
Huajuapan 7 235,2
Zimatlán 7 032,1
Ocotlán 6 446,4
Tlaxiaco 6 643,6
Nochixtlán 6 091,1
Miahuatlán 6 446,4
Pochutla 6 336,5
Etla 5 374,3
Zoochila 5 532,3
Jamiltipec 5 349,6
Yautepec 5 693,6
6
Menegus, 1992, pp. 65-74
la fiscalidad y la propiedad en oaxaca 259
Monto
Partido
Pesos Granos Reales
Partido Central
361 2 0
de la capital
Santa María Oaxaca 6 295 0 4
Etla 5 961 1 0
Tlacolula 9 796 4 4
Zachila 4 858 7 0
Zimatlán 7 671 4 5
Choapam 3 005 2 10
Zoochila 6 631 5 8
Mitlán 5 171 7 4
Cuicatlán 3 919 1 6
Tustepec 5 454 7 6
Teposcolula 4 361 2 1
Tlajiaco 8 044 2 0
Nochitlán 8 926 2 3
Yanhuitlán 1 227 2 0
Coixtlahuaca 2 892 5 1
Huajuapam 9 279 6 0
Silacayoapam 7 926 6 5
Juquila 4 033 5 11
Ojutla 4 157 7 0
Ocotlán 7 092 3 10
Miahuatlán 6 944 4 0
Pochutla 2 509 3 2
Tehuantepec 2 266 6 7
Juchitán 15 244 3 6
Los demás partidos contribuían con 3 000 pesos o menos, y la suma total
por este concepto sumaba alrededor de 140 000 pesos anuales. Otro informe
correspondiente también al año de 1851 que registra la recaudación, sin los
descuentos de distinta índole, nos muestra la relación entre dos impuestos
fundamentales, el de la alcabala y el de la capitación. El ramo de la capi-
tación arrojaba una recaudación total de 177 649 mientras que la alcabala
suma 153 3427. Es decir, que el impuesto de la capitación en Oaxaca era más
importante que la alcabala, debido sin duda a la densidad de la población
indígena en este estado.
Según la Memoria de Gobierno de 1884-1885, el impuesto de capitación
que se estableció en 1842 fue varias veces reformado hasta el decreto de 17 de
diciembre de 1881, el cual ijó la cuota en 12 y medio centavos. Según el gober-
nador «la pequeñez de la cuota» hacía que fuese pagada sin resistencia. Según
la Memoria de ese año, se recaudó un total de 224 310 pesos y 67 centavos. En
cambio para ese mismo año la contribución sobre incas rústicas y urbanas
tan solo recaudó 47 722 pesos. El mismo informe atribuye la baja recaudación
a que los avalúos eran viejos y a que no existía un catastro. El Reglamento de
1881 ordenó que se formaran padrones y se hiciera el cobro a todos los varones
entre los 16 y los 60 años. Se recaudaba bajo el mismo reglamento que el de la
capitación. Pero en 1889 el presidente municipal de Chazumba solicitó que se
reelaborara el padrón porque se repiten nombres y por lo mismo pide que se les
rebaje el monto de la contribución8.
En conclusión, las reformas fiscales del siglo xix no lograron imponer un
impuesto que gravara la riqueza de las personas. Un impuesto que reflejara
las profundas diferencias sociales existentes. La carga al ser inequitativa
gravaba, como siempre más al pobre que al rico. Por otra parte, vale la pena
insistir en que la población que estaba exenta de pechar en la época colonial
se resistió a ser gravada con impuestos. Quizás por esta razón, como dijo el
gobernador, al imponer una tasa única poco gravosa para las clases pudien-
tes, se logró que estas la pagaran y cedieran con el tiempo su resistencia
natural contra el tributo.
No obstante, según un relato de un profesor rural de Oaxaca de ines del
siglo xix sucedió lo siguiente:
Un día la autoridad estatal con soldados se presentó en Zaachila a
cobrar la capitación, un impuesto per capita que según los lugareños
pagaban los hombres por tener la cabeza sobre los hombros. Como
Papá Grande debía el pago de ese impuesto y carecía de dinero para
hacerlo, los soldados lo aprehendieron y lo enviaron en «la cuerda»
a Valle Nacional, para que trabajando pudiera liquidar su deuda 9.
7
Memorias administrativas del Gobierno del Estado de Oaxaca, p. 583.
8
AGEO, Gobierno de los Distritos Huajuapan, leg. 8.
9
Velasco, 2010, p. 33.
la fiscalidad y la propiedad en oaxaca 261
10
Dublán, Lozano, Legislazión mexicana, t. III, pp. 176-178.
11
Sánchez Santiró, 2006, p. 231.
262 margarita menegus bornemann
12
Ibid., pp. 234-235.
13
Ibid., pp. 236-237.
14
Ibid., p. 245.
15
Memorias administrativas del gobernador de Oaxaca, p. 595.
la fiscalidad y la propiedad en oaxaca 263
100-1 000 ps 4,5-16 r
2 000-4 000 ps 16,5-24 r
4 000-6 000 ps 24,5-32 r
16
Memoria Administrativa del Gobierno del Estado de Oaxaca, pp. 40-42.
17
AGEO, Huajuapan, Ramo de Capitación, leg. 53, 1889-1898, exp. 2.
18
Ibid.
264 margarita menegus bornemann
EL EFECTO DE LA DESAMORTIZACIÓN
19
AGEO, Gobierno de los Distritos, Huajuapan, Tierras, leg. 20.
20
Ibid.
21
AGEO, Adjudicaciones, leg. 12, exp. 11.
la fiscalidad y la propiedad en oaxaca 265
EL IMPUESTO A LA PROPIEDAD
Y SU EFECTO SOBRE LOS CACICAZGOS
Y añade:
Las rentas de terrenos urbanos y la renta normal de la tierra son, pues,
quizá la clase de ingreso que mejor puede soportar el gravamen de un
impuesto especial24.
22
Ibid.
23
Memorias administrativas del gobernador de Oaxaca, p. 587.
24
Roll, 1967, p. 157.
266 margarita menegus bornemann
Para el caso del estado de México sabemos que la contribución predial fue
decretada en 1861, sin embargo, no empieza a ser cobrada regularmente hasta
1868-1869. En un principio se cobraba una cuota de 7 al millar sobre el valor de
las incas rústicas y urbanas, y posteriormente fue en aumento hasta alcanzar 10
al millar en 187925. Según Paolo Riguzzi, el impuesto predial en el año iscal de
1870-1871, representó el 37,7 % de los ingresos estatales. Unos años después el
impuesto predial alcanzó el 53 % del total de ingresos estatales para el año iscal
de 1885-1886. El impuesto predial aumentó en cuanto a su representatividad en
la composición de los ingresos estatales al disminuir el impuesto de la capitación,
ya que entre esos dos periodos anunciados la alcabala se modiicó poco
manteniéndose entre un 28 % y 33 % de la recaudación total. Según este mismo
autor, en la década de 1870 se intentó elaborar un catastro que fue un fracaso; y
airma que dicho instrumento, de vital importancia para gravar la propiedad,
no se logró sino hasta 1923. Finalmente, llama la atención que el impuesto sobre
el traslado de dominio se redujo en el segundo periodo; pasando de representar
hacia 1870 el 5,8 % al 4,7 % de los ingresos a mediados de la década de 1880. Las
parcelas adjudicadas a los vecinos de los pueblos valían por lo general menos de
200 pesos y por lo tanto estaban exentas de dicho impuesto. No obstante estas
salvedades, este indicador nos está mostrando que hubo menos movilidad de la
tierra en las postrimerías del siglo xix.
Las cosas eran diferentes en el caso del estado de Oaxaca, principalmente
por dos razones. En primer lugar, la población indígena —como bien se
sabe— era mucho mayor que en otras entidades de la federación, mientras
que la minoría de origen hispano no tenía importantes propiedades de gran
extensión, aun en la época colonial. En segundo término, a diferencia de
otras regiones del centro de México, la subsistencia del cacicazgo en Oaxaca
también determinó la estructura de la propiedad en esta entidad. De tal
manera que, al llegar al siglo xix y los problemas relacionados con la fisca-
lidad y la propiedad, hay que distinguir entre la propiedad de los pueblos
y la de los caciques. Por ejemplo, en 1860, el ex cacique de Chazumba, José
María Bautista, se quejaba de lo gravoso que le resultaba el impuesto sobre
su propiedad. En ese momento debía pagar las contribuciones de tres al
millar y uno por ciento que se le asignaron por los terrenos de su cacicazgo,
según las leyes que al efecto han sido expedidas por el superior Gobierno.
Alegaba que no tenía los recursos suficientes para pagar dichos impues-
tos por lo cual se veía obligado a venderlos. Una parte de los terrenos los
tenía arrendados a los pobladores de Chazumba, quienes los usaban para
el pastoreo de sus ganados. Ofreció a sus arrendatarios venderlos en 2 500
pesos26. Las mismas razones son expresadas por don Calisto Ramírez, el
legítimo sucesor de la excacica su madre doña Isidora Feria y Mendoza, al
momento de vender unos terrenos del antiguo cacicazgo:
25
Marichal, Miño, Riguzzi, 1994, p. 229.
26
AHJO, Huajuapan, leg. 37.
la fiscalidad y la propiedad en oaxaca 267
27
Ibid., leg. 39.
28
Ibid., leg. 42.
29
AHJO, 1865, leg. 43.
JURISDICCIONES, COMUNIDADES, TERRITORIOS
la fiscalidad de tehuantepec
en la construcción del estado independiente
Aurélia Michel
Université Paris Diderot – CESSMA UMR 245
1
Demélas, Vivier, 2003.
2
Morelli, 2005.
3
Serrano Ortega, 2007.
4
Gerhard, 1977.
5
El resto de la población estaba compuesta por un 15 % de castas y un 10 % de españoles,
según Machuca Gallegos, 2007, pp. 69-70.
jurisdicciones, comunidades, territorios 271
El régimen iscal de los indígenas reposaba, por una parte, sobre el reparti-
miento de mercancías —principalmente en forma de grana— y, por otra parte,
sobre el tributo recaudado por el Cabildo de indios en función del número de
tributarios registrados6. El carácter colectivo de esta recaudación implicaba un
lazo directo entre tributo y comunidad, pero más aún entre tributo y bienes
comunales. Los pueblos formaban así unidades iscales en las cuales la recolec-
ción del tributo era colectiva y estaba vinculada a la explotación de los bienes
comunales por parte de la comunidad. En 1785, el alcalde mayor de Tehuante-
pec llamaba la atención por defecto sobre la articulación entre pueblo, bienes
comunales y tributo:
El alcalde mayor, en razón de la consulta que le hace el superin-
tendente general de la Real Hacienda, informa sobre la situación que
guarden los mulatos y pardos en relación al pago de tributos: por no
tener bienes comunales ni domicilios ijos no es posible su cobro, a la
gran mayoría de estos7.
6
Ibid.
7
AGEO, Real Intendencias, Subdelegación Tehuantepec, leg. 42, exp. 14-48.
8
«Sobre la formación de la matrícula de tributarios en los partidos de la Chinantla» (AGEO,
Real Intendencias, Subdelegación Tehuantepec, leg. 4, exp. 8).
9
Menegus Bornemann, 1986.
10
Gerhard, 1977.
272 aurélia michel
11
AGEO, Tesorería Principal, leg. 4, exp. 2, fo 2ro-vo, 1737; García Martínez, 1969; véase
Maniau Torquemada, Compendio de la historia.
12
AGEO, Tesorería Principal, leg. 4, exp. 18, fo 5ro-vo, 1793, «Oaxaca: relativo a la formación de la
matrícula de tributarios en la jurisdicción marquesana»; AGEO, Tesorería Principal, leg. 3, exp. 11,
fo 1ro-vo, 1818.
13
AGEO, Tesorería Principal, leg. 4, exp. 19, hoja 5; exp. 26, fo 3ro-vo; Real Intendencias, caja 2/2,
1815.
14
AGEO, Fondo Pueblos, leg. 6, exp. 6; véase Serrano Ortega, 2009.
15
Jáuregui, Serrano Ortega (coords.), 1998.
16
Constitución política del estado libre de Oajaca.
jurisdicciones, comunidades, territorios 273
17
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, Tehuantepec, Contribución, leg. 14 y leg. 4, exp. 5.
18
Colección de decretos y órdenes del estado libre de Oajaca, decreto XXI.
19
Serrano Ortega 2009.
20
Ibid.
21
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, leg. 14.
274 aurélia michel
22
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, leg. 4, exp. 20, 1848. En el marco de la reforma
agraria del siglo xx, Huamelula solicitó y obtuvo el reconocimiento y titulación de sus bienes
comunales (Michel, inédita).
23
AGEO, Fondo del Gobiernos de los Distritos, leg. 4, exp. 22, 1848.
24
AGEO, Fondo Pueblos, leg. 6, exp. 16, 1848.
jurisdicciones, comunidades, territorios 275
25
AGEO, Real Intendencias, caja 1/2, leg. 35, exp. 17 y leg. 37, exp. 45 («Diligencias promovidas
por los naturales y común del pueblo de Santo Domingo Chihuitán, del partido de Tehuantepec,
ante el Intendente de Oaxaca, en relación a las tierras que tienen en arrendamiento, a efecto que
se le adjudique en compraventa en forma deinitiva, toda vez que la autoridad superior ha dis-
puesto su remate a favor del oc. Mariano Castillejos»); AGEO, Real Intendencias, caja 1/2, leg. 10.
276 aurélia michel
26
AGEO, Real Intendencias, caja 2/2, leg. 25, exp. 15 y caja 1/2, leg. 38, icha 1260.
27
Véase AGEO, Fondo Pueblos, leg. 6, exp. 16, 1848. Distintos casos y listas en AGEO, Real
Intendencias, caja 1/2, leg. 10, icha 374; y caja 2/2, 1815; AGEO, Fondo del Gobierno de los Dis-
tritos: Tehuantepec, Contribución, leg. 4, exp. 16, 20-22.
28
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, leg. 13, exp. 4.
jurisdicciones, comunidades, territorios 277
29
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, leg. 13, exp. 2.
30
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, leg. 13, exp. 31 y siguientes (diciembre 1823).
31
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, Tehuantepec, Administración de Alcabala y
Rentas, leg. 12.
32
Machuca Gallegos, 2007; AGEO, Real Intendencias, Subdelegación Tehuantepec, leg. 35.
278 aurélia michel
33
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, sub-serie, Administración de Sales, exp. 31;
Fondo del Gobierno de los Distritos, leg. 12, exp. 11 y leg. 13, exp. 20; AGEO, Fondo del Gobierno
de los Distritos, sub-serie, Propios y Arbitrios, exp. 59; Reina, 2004.
34
Constitución política del estado libre de Oajaca.
jurisdicciones, comunidades, territorios 279
Francisco del Mar, Santa María Petapa, San Juan Guichicovi, Jalapa, Tequi-
sistlán, San Miguel Tenango y Zanatepec—; y cada parroquia comprendía
varias repúblicas a las cuales se afectaban montos para la contribución. Así,
la parroquia de Tehuantepec comprendía las repúblicas o municipalidades de
Tehuantepec, Juchitán, Ixtaltepec, Ixtepec, Chihuitán, Tlacotepec, Espinal,
Mixtequilla, Huilotepec y Laollaga35.
Ahora bien, en 1804, la reforma de la capitación vino acompañada por una
reestructuración de la división territorial basada en la demografía. Juchitán y
Santa María Petapa se volvieron sedes de subprefectura (o partido político) y
acogían a un representante del gobierno estatal encargado de la capitación36.
El partido de Tehuantepec comprendía las parroquias de Huamelula, Tequi-
sistlán, Jalapa y Tehuantepec, de la cual hay que excluir las municipalidades
de Juchitán, Ixtaltepec e Ixtepec, que aunque permanecían en la parroquia de
Tehuantepec, caían bajo de la jurisdicción del partido de Juchitán, con la parro-
quia de San Mateo37. La nueva importancia demográica de Juchitán, que le
valía esa promoción administrativa, desencadenó una competencia económica
y política importante con la ciudad de Tehuantepec. En 1850 la población de
Juchitán se levantó contra la dominación del gobierno de Tehuantepec —«auto-
rizado por el de la capital del Estado»—, acusándolo de sembrar el terror entre
los habitantes de Juchitán, al haber desencadenado un incendio que habría
matado a la mitad de la ciudad. También lo acusaba de encarcelar ciudadanos
arbitrariamente y, sobre todo, de
que los ciudadanos son siempre molestados con contribuciones, gravá-
menes y servicios forzados que no se pueden sufrir; que lejos de ahorros
en los caudales públicos el poder legislador los grava cada día 38.
35
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, leg. 4, exp. 5.
36
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, Tehuantepec, Capitación, leg. 14.
37
Situada en las lagunas Huaves, era uno de los municipios más poblados de Tehuantepec
(Machuca Gallegos, 2007).
38
«Maniiesto y plan político de José Gregorio Meléndez, Juchitán, 28 octubre de 1850», citado
por Reina, 2004, p. 282.
39
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, Administración de Alcabala, leg. 12, exp. 11.
40
División territorial del Estado de Oaxaca.
280 aurélia michel
Siguiendo en el mapa las etapas de esos conlictos, aparece que las lealtades hacia
uno u otro centro de percepción correspondían también a idelidades políticas que
acabarían siendo validadas por los recortes territoriales que creaban nuevos «terri-
torios iscales». Desde esta óptica, se puede hablar, como lo hace Antonio Ibarra,
de una «suerte de organización pública desde abajo», que reposaba sobre los lazos
entre Ayuntamiento y Estado43. Así, si los ingresos iscales estaban destinados al
Estado central, la presencia de una administración iscal era también la construc-
ción de un Estado local que desempeñaba su papel en las dinámicas regionales.
Dicho Estado local parece haberse consolidado en el periodo 1776-1850, mos-
trando en este proceso tanto más estabilidad, cuanto que era investido por grupos,
intereses y desafíos locales44. Este último aspecto muestra que las municipalidades
del Estado independiente, o sea las antiguas repúblicas de indios para el caso de
Tehuantepec, participaron en la construcción del Estado local, reforzando así el
poder central más de lo que lo frenaban.
41
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, leg. 6; AGEO, Fondo Pueblos, exp. 65, lista del
archivo del municipio de Espinal en 1849, en particular «un cuaderno en donde se asienta el
revivo de la alianza y conformidad que esta hacienda tiene con el pueblo de Juchitán»; exp. 37,
año 1856: «El municipio de Espinal se niega a pagar la capitación a Tehuantepec ya que fue
cobrada por la Subprefectura de Juchitán».
42
División territorial del Estado de Oaxaca.
43
Ibarra, 2001.
44
Silva Riquer, 2001.
jurisdicciones, comunidades, territorios 281
LA FISCALIDAD MUNICIPAL
45
Ley que arregla el gobierno económico de los departamentos y pueblos del estado libre de
Oajaca, Oaxaca, 1825.
282 aurélia michel
en el artículo 3 del citado texto constitucional. Debido a todas estas tareas, las repú-
blicas estaban autorizadas a generar recursos propios. El artículo 6 del capítulo 1
(«De las Repúblicas») deine la gestión de sus propios y arbitrios:
Es obligación de cada república, recaudar, administrar e invertir los
productos de los propios y arbitrios aprobados, y de todos los fondos
del común con total arreglo a las leyes y reglamentos vigentes, nom-
brando depositario de los caudales bajo la responsabilidad de los que lo
nombran. Una vez por lo menos en cada semana, se juntará la república
para tratar de estos objetos, y en in de año, antes de su renovación dará
cuenta justiicada al gobernador, así de los productos de los propios y
arbitrios, como de su legitima inversión.
46
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, sub-serie, Propios y Arbitrios, exp. 46.
47
Zeitlin, 1989.
48
AGEO, Real Intendencias, leg. 10, exp. 6; leg. 35; leg. 37, exp. 45.
49
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, Acontecimientos notables de 1883: «Ley de
desamortización: no se hizo ninguno». Michel, 2007.
jurisdicciones, comunidades, territorios 283
50
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, sub-serie, Propios y Arbitrios, exp. 47.
51
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, sub-serie, Propios y Arbitrios, exp. 49.
52
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, sub-serie, Propios y Arbitrios, exp. 50-52.
53
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, sub-serie, Propios y Arbitrios, exp. 58.
54
AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, sub-serie, Propios y Arbitrios, exp. 54.
284 aurélia michel
todos sus habitantes con un impuesto de medio real mensual por sus ser-
vicios públicos (alumbrado, educación, rutas, etc.). Pero sobre todo, «los
municipios que carecen de fundos» debían explotar tierras agrícolas (añil,
maíz, etc.) bajo la dirección y la unidad del jefe municipal. Sin embargo, se
sabe que ninguna municipalidad procedió a la desamortización de tierras
comunales. En cambio, para las municipalidades que en esta ocasión decla-
raron no disponer de bienes comunales, se encuentran actas notariales de
compraventa de grandes propiedades por parte del presidente municipal
de Zanatepec y Niltepec: algunas comunidades salvaron, por ese medio,
los bienes comunales de la política de desamortización, integrándolos en
la propiedad privada 55. Este y otros ejemplos muestran que el control de
las contabilidades municipales no parece haber progresado mucho desde
la independencia. Podemos en cambio suponer que las antiguas comunida-
des transformadas en municipalidades han protegido sus bienes comunales
—disociándolos de los propios, aprovechando la especialización que había
comenzado con las reformas borbónicas— y, por otra parte, utilizaron la
ley de propios y arbitrios para reconstituir un patrimonio inmobiliario
comunal amenazado por la desamortización.
Por otra parte, durante los cincuenta años que siguieron a la independen-
cia, las municipalidades fueron progresivamente obteniendo la posibilidad
de recaudar recursos propios, hasta que la práctica se convirtiese en prin-
cipio, formulado en los documentos de comienzos de los años 1860. El caso
del Ayuntamiento de Tehuantepec, particular dentro de las comunidades
municipales del istmo, muestra que esos recursos locales podían llegar a
ser importantes y que las municipalidades fueron a veces capaces de aplicar
una verdadera descentralización gracias a un importante sistema impo-
sitivo municipal. Para «atender a los gastos municipales y en virtud del
servicio público y nacional prestado por la ciudad de Tehuantepec», esta
fue autorizada a recaudar seis nuevos impuestos, todos indirectos. Entre
ellos, había dos impuestos al consumo: una taza a la faena de animales y a la
carnicería por cabeza de ganado y un derecho a los bailes y las diversiones.
Y finalmente, reapareció el impuesto a la sal, cuyo retorno al ámbito muni-
cipal marcó la inserción de esta producción como recurso propio municipal
de una verdadera fiscalidad local.
55
Esparza, 1986; AGEO, Fondo del Gobierno de los Distritos, sub-serie, Propios y Arbitrios,
exp. 60 y 61.
jurisdicciones, comunidades, territorios 285
Eduardo Míguez
Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires – Tandil
REFORMISMO COLONIAL
Desde al menos los últimos lustros del siglo xviii intelectuales ilustrados
en el Río de la Plata fueron inluidos por corrientes que postulaban cambios
importantes en las bases organizativas y administrativas del Estado. El centro
de estas ideas anclaba en conjuntos reformistas dentro de o ligados a la admi-
nistración borbónica. Lejos de un programa sistemático y coherente, se trataba
de nociones recogidas de tradiciones intelectuales no homogéneas, que postu-
laban cambios que tendieran a modernizar las bases del Estado1. Dentro de esa
tradición, una fuerte presencia de ideas isiócratas inspiraron una parte sustan-
tiva de los proyectos. La existencia de amplias llanuras fértiles sin explotación
alguna, o dedicadas solo a una rústica ganadería, era en esta perspectiva una
fuente de atraso. El desarrollo del potencial agrícola de estas tierras incremen-
taría la riqueza del reino, y en consecuencia, su capacidad iscal.
Inluyentes funcionarios e intelectuales locales, que jugarían más tarde un
papel muy importante en el proceso revolucionario, como Manuel Belgrano,
Pedro Andrés García, Mariano Moreno e Hipólito Vieytes abrevaban, entre
otras corrientes, en las ideas de los funcionarios e pensadores reformistas
peninsulares. Pululaban en la prensa del ocaso colonial las notas que propi-
ciaban reformas de tono isiócrata. Incluso después de la Revolución, y pese
al creciente distanciamiento con el proceso político de la madre patria, la
prensa revolucionaria continuó dando un amplio espacio a los intelectuales de
esta tradición que para la misma época inspiraban los proyectos liberales en
España2. Pero más allá de la inluencia netamente intelectual, el Río de la Plata
colonial fue escenario de propuestas más concretas directamente vinculadas a
la Corona, que sobre la base de una inspiración isiócrata buscaron avanzar los
intereses del Estado (en particular, mitigar los altos costos de defensa) en base
al aprovechamiento de los abundantes recursos agrarios pampeanos.
1
Chiaramonte, 1982; Halperín Donghi, 1994; Gelman, 1997.
2
Jovellanos ocupó más espacio en las páginas de La Gaceta de Buenos Aires que cualquier
otro autor.
3
Lucena Giraldo, 1996; Lázaro Ávila, 1996; Weber, 2005.
4
Djenderedjian, inédita.
reforma y primitivismo 289
5
Halperín Donghi, 1982. Un análisis más detallado en Míguez, 2009, que es una versión
previa del presente trabajo.
290 eduardo míguez
6
Parish, 1852.
7
Moutoukias, 1999.
8
Amaral, 1998, p. 233.
9
Ibid., p. 234.
reforma y primitivismo 291
10
Ibid., los precios de Parish, 1852, son similares.
11
North, 1958.
12
Ekelund, Tollison, 1981; Moutoukias, 1998. El argumento se desarrolla más detallada-
mente en Míguez, 2009, en base a datos de Moutoukias, 1999, Newland, en línea y Newland,
Poulson, 1998.
13
Halperín Donghi, 1982, pp. 121-125.
292 eduardo míguez
14
Ibid, p. 154, registra que los defensores de la reducción esperaban que disminuyera la evasión
e incrementara así los ingresos, aunque señala que el aumento de estos se debe a un incremento
de las importaciones. Sin embargo, es difícil determinar si la reducción fue eicaz o no en esti-
mular una menor evasión, ya que una disminución de esta aparecería en las estadísticas como
un aumento de la importación legales. Por otro lado, si los montos exportados no crecieron de
manera signiicativa, en ausencia de crédito externo, es difícil que el volumen total de importa-
ción (sumando el legal y el clandestino) pueda haber crecido.
15
García, «Nuevo plan de fronteras»; Gelman, 1997.
16
Amaral, 1988.
17
Míguez, 2007.
reforma y primitivismo 293
Por un decreto del 9 de agosto de 1822, se buscó airmar los derechos y per-
cepción de rentas de los terrenos iscales urbanos y se concibió la idea de obtener
rentas de las tierras rurales para atender la deuda, sin enajenarlas. Así, se estable-
ció que hasta que no se dictara una ley de tierras
no se expedirían títulos de propiedad, ni se pondrán a remate ni se admi-
tirán denuncias de terreno alguno20.
18
Recopilación de Leyes, pp. 221-222; Amaral, 1984a y 1988.
19
Infesta, 2007, p. 30.
20
Recopilación de Leyes, 17/4/1822, p. 352.
21
Infesta, 2007, p. 30.
22
Ibid., pp. 33-35.
294 eduardo míguez
23
Djenderedjian, 2008, p. 216.
24
Rivadavia a Beaumont, en Beaumont, 1957, pp. 138-140.
25
Gelman, Santilli, 2006b.
26
Id., 2006a.
27
Recopilación de Leyes, p. 796.
28
Asambleas constituyentes argentinas, coord. Ravignani, vol. 1, pp. 174 y 640.
reforma y primitivismo 295
Asumía sin mayor éxito la defensa de los contribuyentes salteños, que poca
posibilidad tenían de cobrarle a su empobrecida provincia.
Otra discusión se centró sobre el derecho de la nación para decidir sobre las
tierras iscales, que pertenecían, según algunos representantes, a las provincias
(el citado art. 6o). Se partía del acuerdo de que estas tierras, antiguas posesiones
de los nativos, habían pasado a ser propiedad de la Corona por derecho de con-
quista o por tratados. Heredadas por el Gobierno patrio, cuando la disolución
de este en 1820 el derecho recayó en las provincias que habían reasumido su
soberanía, según el argumento de los federales. Hasta que no se dictara una
constitución, siguiendo el antecedente norteamericano, argumentaba el con-
gresista Manuel Moreno, debían pertenecer a las provincias. Más aun en el caso
de Buenos Aires, que había extendido sus territorio por nuevas conquistas y
tratados con los indígenas durante de su autonomía.
Sus rivales argumentaban que las provincias solo habían ejercido la custodia del
patrimonio de la nación durante su desaparición «contra la voluntad de los pueblos»
y que era necesario dotar a esta de recursos para su funcionamiento, diferenciando
el caso norteamericano en la situación anterior y posterior a la Constitución de
Filadelia de 1787. En deinitiva, impusieron su mayoría para aprobar la norma.
Similares discusiones se reiteraron con el tratamiento, un mes más tarde, de
la ley de eniteusis para todo el territorio nacional30, que sería promulgada el 20
de mayo de 1826, reglamentada por decreto del 27 de junio. Por ella se esperaba
que las tierras del Estado se arrendarían por 20 años, generando un ingreso
directo por el pago del canon, y uno indirecto, poniendo en producción exten-
siones hasta ese momento incultas31.
29
Ibid., p. 1265.
30
Ibid.
31
Ibid., p. 1201; Recopilación de Leyes, pp. 799-803.
296 eduardo míguez
Nada parece indicar que los tomadores de estas deudas hayan valorado la
garantía hipotecaria de manera signiicativa, y cuando la propiedad fue puesta
en venta en la década de 1830 los ingresos generados no fueron destinados a
saldar esas deudas, sin que los acreedores efectuaran reclamos legales33.
32
Gelman, Santilli, 2006b, p. 519.
33
Amaral, 1984a, pp. 567-569, no toma en cuenta, justiicadamente, la garantía hipotecaria
en el valor de los bonos de deuda pública.
reforma y primitivismo 297
Por otro lado, una ley dictada por la renovada Sala de Representantes el 13 de
octubre de 1827, votó 400 000 $ para extender la frontera, creando un impuesto
anual sobre hacienda vacuna y caballar para solventarlo. Concluido el conlicto
con Brasil, la expansión territorial se hizo efectiva y se restableció la eniteusis
en la recreada provincia, habilitando su aplicación a las tierras recién incorpo-
radas. Más allá de los cambios de reglamentación, los resultados de recaudación
no fueron satisfactorios. Hasta el año 1828 el rubro no igura en la contabilidad
disponible; el arriendo de propiedades del Estado, donde posiblemente se regis-
tró el magro producto que generaba la temprana eniteusis, totalizaron el 1 %
de los ingresos iscales. Los primeros datos precisos de recaudación debida al
canon enitéutico corresponden a los primeros años de la década de 1830, y con
seiscientos mil pesos papel, conforman nuevamente solo el 1 % de la recauda-
ción de ese quinquenio y esta situación no variaría en años posteriores34.
Con Rosas en el poder, desde 1829 se renunció a la idea de preservar el patri-
monio inmobiliario del Estado, pero la venta de la tierra no signiicó un cambio
crucial de su aporte al erario. Ya en su segundo Gobierno (1836-1852) se inició
una agresiva política de ventas, colocando en el mercado 1 500 leguas cua-
dradas de nuevas tierras. Esta política se aceleró en virtud de las necesidades
iscales generadas por el bloqueo francés (1838-1840) y el Gobierno puso en
venta entonces todas las tierras públicas disponibles, y la mayor parte de las
tierras en eniteusis fueron enajenadas dando prioridad a sus poseedores.
Sin embargo, la venta de tierras en los críticos años 1838-1840 produjo
1,7 millones de pesos, valor poco signiicativo por la inlación. En el mismo
periodo, la venta de los animales sacriicados para alimentar el ejército dio
1,4 millones. La liquidación de la mayor parte de las tierras disponibles de la
provincia generó menos de un 5 % del ingreso provincial, lo que pone de mani-
iesto que en un contexto de gran abundancia de tierras, ni su arriendo ni su
venta rindieron un ingreso directo importante para el Estado.
Sería sin embargo inadecuado suponer que la eniteusis y posterior venta
fuera un fracaso similar a la colonización agrícola. Una enorme cantidad de
tierras se pusieron a disposición de particulares por estos mecanismos. El
Registro Gráico de la Propiedad de 183035 muestra que para entonces la tierra
en tenencia extendía la nueva línea de frontera hasta Tapalqué, en el centro
provincial, y de allí a Azul y Tandil, llegando por la costa hasta el Quequén
Grande. De Tapalqué se prolongaba hacia el noroeste, pasando por Cruz de
Guerra (25 de Mayo), hasta el sur del río Salado. Con posterioridad, como puede
verse en los respectivos duplicados de mensura, el reclamo de tierras en eni-
teusis avanzó hacia el sur por la costa o por tierras cercanas a ella. Juárez, Tres
Arroyos, Gonzáles Chávez, Dorrego, muestran las primeras tenencias desde
mediados de la década de 1830. De allí al oeste y noroeste, la ocupación recién
se iniciará en la segunda mitad del siglo. Vale decir que para la década de 1830
34
Halperín Donghi, 1982, p. 200.
35
Departamento de Investigación Histórica y Cartográica de la Dirección de Geodesia «Los
terrenos de propiedad pública y particular de la provincia de Buenos Ayres», 1830.
298 eduardo míguez
36
Chiaramonte, Cussianovich, Tedeschi, 1993, pp. 83-84.
37
Chiaramonte, 1986, p. 189.
38
Id., 1991.
39
Cortés Conde et alii, 2000, p. 515.
40
En 1825 el Congreso ijaba un sueldo de 280 $ para un brigadier de Marina, 220 $ para un
coronel, 100 $ para un capitán, 25 $ para un carpintero, 20 $ para un velero, 8 $ para un grumete,
etc. (Asambleas constituyentes argentinas, coord. Ravignani, vol. 1, p. 194). Estos son algo mayores
que los coloniales (Halperín Donghi, 1982, p. 137) y menores que los privados, según otros datos.
Los salarios anuales para los ingenieros del Departamento Topográico en la ley citada más arriba,
van de 1 200 $ a 2 000 $, entre el ingeniero secretario y el jefe.
41
En algunos de los trabajos citados hay alguna información más especíica al respecto. Todo
conirma la debilidad de la estructura estatal, un poco más consolidada en Corrientes que en las
otras provincias.
reforma y primitivismo 299
PRIMITIVISMO FISCAL:
TIERRA, INSTITUCIONES Y ORDEN SOCIO-POLÍTICO
42
Informe de Santiago Wilde, citado en Estévez, 1960.
300 eduardo míguez
43
Ayrolo, Míguez, 2012.
44
Gelman, Schroeder, 2003.
45
Al asumir el Gobierno, Rosas se había pronunciado enfáticamente en contra del uso de la
expropiación como instrumento político. Su idea del carácter sagrado de los derechos de propie-
dad chocó con sus necesidades políticas.
46
Mosse, inédita.
reforma y primitivismo 301
47
Recopilación de Leyes, pp. 985-986; Garavaglia, 2004; Lanteri, 2011.
48
Recopilación de Leyes, 9/6/1832; Burgin, 1960, pp. 317-318.
49
Lanteri, 2011.
50
Citada en Celesia, 1969, p. 589.
302 eduardo míguez
Fue práctica habitual durante la primera mitad del siglo xix que las autorida-
des locales respetaran la posibilidad de que pequeños productores, que servían
como milicianos en las fuerzas entrerrianas, usufructuaran la propiedad pública.
Incluso, cuando se recurrió a la venta de tierras, se indicaba que se debía
hacer una demostración de aprecio con todos aquellos vecinos que
hubiesen servido al Estado con las armas en la mano o que hubiesen
prestado servicios distinguidos de cualquier clase que sea, no podrán
ser vendidos los terrenos que poseen estos53.
Esta política se continuó más tarde en la etapa de Urquiza, y solo sería rever-
tida después de consolidado el Estado nacional en la segunda mitad del siglo xix.
Cuando las diversas circunstancias que acompañaron a los hechos revolucio-
narios pusieron en crisis la dependencia de la región de la Plata de los recursos
generados por la minería altoperuna, la producción agraria —particularmente
pecuaria— de las regiones litorales la reemplazó como fuente de recursos para
el Gobierno. Sin embargo, en tanto que la renta minera fue una fuente directa
de peso a través del impuesto directo a la producción de plata, todos los inten-
tos por obtener ingresos de las extensas tierras públicas en las regiones litorales
dieron escaso resultado. Ni los arriendos, ni las ventas, ni siquiera los impues-
tos directos a la producción agraria generaron ingresos signiicativos para el
isco. Esto puede atribuirse a dos razones fundamentales: la abundancia del
recurso y la debilidad del Estado. Un recurso de gran abundancia es un recurso
de escaso valor. Y un Estado débil, mal estaba en condiciones de ejercer de
manera eicaz sus derechos de propiedad sobre extensas tierras despobladas.
51
Schmit, 2004, pp. 211-213.
52
Ibid., p. 182.
53
Decreto de Pascual Echagüe a la Comisión de tierras de Concepción del Uruguay, 10 de
febrero de 1838, citado en ibid., p. 184.
reforma y primitivismo 303
54
Para casos similares en Salta y en la Banda Oriental en la década de 1810 véase Mata de
López, 1999; Paz, 2008; Frega, 2007.
55
Lynch, 1984.
III.2 — GUERRAS, CUERPOS, CIUDADANOS:
FISCALIDAD Y DINÁMICAS POLÍTICAS
GUERRA, IMPUESTOS E INSTITUCIONES
la real hacienda de nueva españa (1808-1821)
Ernest Sánchez Santiró
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
1
En el presente trabajo, que ha sido posible gracias al apoyo del CONACYT (proyecto no 153670-
H), las instituciones son entendidas como las reglas y normas que permiten la interacción en las
distintas facetas del quehacer humano (economía, política, cultura, etc.) [North, 1990].
2
Hay que señalar que existía una doble soberanía iscal: la real y la eclesiástica. Esta última, de
la cual derivaba el iscus ecclesiasticus, no es atendida en el presente artículo. Sobre esta temática,
véase Clavero, 1986a.
3
Leyes que, además, eran la encarnación de un orden previo e intangible, luego invaria-
ble, de fundamentación esencialmente religiosa (Garriga, 2006). El origen de este orden
jurídico se halla en la Europa medieval, y tendrá amplias prolongaciones temporales y terri-
toriales: hasta mediados del siglo xix, mientras que desde el punto de vista territorial, llegó a
abarcar a las Indias occidentales y orientales bajo dominio de las monarquías ibéricas (véase
Grossi, 1996). Para el desarrollo de este mundo jurídico en los territorios americanos de la
monarquía católica, con Nueva España como espacio central, consúltese Garriga, 2004.
La Real Hacienda contaba en Nueva España con una amplia y abigarrada regu-
lación institucional. En el ámbito formal, destacan los siguientes aspectos. En
primer lugar, la potestad tributaria de la Corona, la cual se encontraba asentada en
amplios corpus legales (en numerosas ocasiones recopilaciones) como Las Partidas
de Alfonso X o las Leyes de Indias. En ellas se establecían las diversas regalías de la
monarquía, es decir, los derechos exclusivos del rey sobre el subsuelo, la acuñación
o los impuestos sobre el comercio (interno y externo), los derechos derivados de
la conquista —realidad generadora de la sujeción político-iscal que adquiría una
encarnación iscal en las Indias bajo la igura del tributo de indios y castas—, el
poder penal de la Corona (por ejemplo, las penas de cámara), así como los derechos
iscales adquiridos y ejercidos sobre ciertas actividades económicas7. Tal era el caso
de los diezmos eclesiásticos, que gravaban la actividad agropecuaria, que habían
sido asumidos por la monarquía con motivo de las donaciones papales. Así sucedió
con la bula del papa Alejandro VI, Eximiae devotionis, de 15018.
4
Portillo Valdés, 2006.
5
Sobre la caracterización del conlicto entre realistas e insurgentes como una guerra predo-
minantemente civil entre los propios novohispanos, véase Brading, 1980; Anna, 1981 y Ortiz
Escamilla, 1997. Una situación, por otra parte, compartida por el resto de conlictos indepen-
dentistas hispanoamericanos del periodo 1810-1820 (Pérez Vejo, 2010).
6
Historiográicamente no son numerosos los trabajos que de manera explícita hayan tratado la
iscalidad novohispana de la guerra de Independencia a partir del enfoque neo-institucionalista, al
haber primado la reconstrucción de la evolución de las principales magnitudes hacendarias (ingreso,
egreso, déicit, crédito) y los impactos de la política en la iscalidad (caso del liberalismo y la restaura-
ción absolutista). Para un ejemplo del análisis neo-institucional (véase Jáuregui, 2001a).
7
Para la conformación del isco real, en su matriz castellana y su prolongación a las Indias
(véase Clavero, 1982-1983).
8
La Monarquía católica recibió los diezmos del papa Alejandro VI mediante la bula Eximiae
devotionis, fechada en noviembre de 1501, en la que se airmaba: «[…] por las presentes como
gracia especial, con autoridad apostólica, os concedemos a vosotros y a vuestros sucesores que
podáis percibir y llevar libremente los dichos diezmos en todas las islas y provincias [de las
Indias] de todos sus vecinos[…]» (Álvez Carrara, Sánchez Santiró, 2013).
guerra, impuestos e instituciones 309
9
Cabe aclarar que la enumeración es a título expositivo, sin implicar esto un orden jerárquico
o de prelación.
10
La mayor parte de los reales decretos, cédulas y órdenes que daban pie al cobro de impuestos
en Nueva España se hallan recopilados o citados en el Libro de la razón general de Real Hacienda
elaborado por Fonseca y Urrutia entre 1791 y 1793, siguiendo las órdenes del virrey segundo
conde de Revillagigedo, que vio la luz editorial en las décadas de 1840 y 1850 bajo el título de la
Historia General de Real Hacienda.
11
Una actividad notable en dicha regulación se produjo durante la segunda mitad del
siglo xviii si tenemos en cuenta que en 1750 se aprobaron las «ordenanzas para el gobierno de la
labor de monedas de la Casa de México y demás de Indias», en 1754 las ordenanzas de alcabalas
de la ciudad de México por parte del virrey primer conde de Revillagigedo (que servirían de
modelo para la centralización de 1776), en 1767, las ordenanzas de la real renta de la pólvora, en
1768 las reales ordenanzas de la renta del tabaco y de la renta de naipes, en 1784 las ordenanzas
de ensayadores y las del aparato general de oro y plata, mientras que en 1786 se aprobaban las
nuevas ordenanzas de la lotería (Jáuregui, 2001b y Sánchez Santiró, 2001a.
12
Pietschmann, 1996.
310 ernest sánchez santiró
13
Si bien los casos de la revuelta de los hermanos Catari en Charcas y la de Túpac Amaru II
en el Perú, o la insurrección de los comuneros del Socorro en Nueva Granada no tuvieron un
contenido exclusivamente fiscal, esta dimensión aparecía entre las motivaciones del descon-
tento social (Fisher, Kuethe, Mcfarlane [eds.], 1990). Para el caso novohispano, véase
Castro Gutiérrez, 1996.
14
Sánchez Santiró, 2013, pp. 140-146.
15
Los caciques, sus primogénitos y los naturales de Tlaxcala continuaría gozando de privile-
gios, lo que, entre otras cosas, implicaba estar exentos del pago del tributo (Fonseca, Urrutia,
Historia General de Real Hacienda, t. I, p. 441.
16
AGN (México D. F.), Indiferente virreinal, caja 2388, fo 69vo.
guerra, impuestos e instituciones 311
17
AGI, México, leg. 3145, Informe de la Contaduría de Hacienda pública de Mérida de Yucatán
de 3 de enero de 1814.
18
Veamos otro caso en que estos principios no se aplicaron. En Tlaxcala, la fuente origi-
naria de su situación privilegiada en materia del tributo se retrotraía al momento mismo de
la conquista de Hernán Cortés. Como indicaban los ministros del Tribunal de Cuentas de
México en 1818: «Los caciques del partido de Tlaxcala, sus hijos todos y sus mujeres estaban
exentos de tributos, cuya costumbre revalidó la real audiencia en Auto del 8 de agosto de
1757 […]» (AGN, Indiferente virreinal, caja 2388, fos 64ro-65vo).
19
Estos principios serán invocados en determinados momentos por las autoridades virrei-
nales capitalinas y de las regiones en aras de justificar y reforzar el incremento de la presión
fiscal, y son los que están en la base de la continua petición de las autoridades fiscales civiles
a la jerarquía eclesiástica para que apoyasen a la Real Hacienda a través de la predicación,
el sacramento de la confesión, la expedición de edictos y pastorales y en la participación en
diversos órganos de decisión y control (las juntas de arbitrios), con miras a legitimar tanto
la novedad como el incremento de la presión fiscales, a la vez que se aumentaba la vigilancia
y la capacidad de sanción «moral» sobre los causantes.
20
Merello Arecco, 2005.
312 ernest sánchez santiró
21
Para la pervivencia de este conjunto de máximas en el derecho mexicano de la primera mitad
del siglo xix, consúltese Rodríguez de San Miguel, Pandectas Hispano-mexicanas, pp. 685-704.
22
López de Goicoechea Zabala, 2003.
23
Para el origen medieval de esta máxima, el marco del derecho canónico, así como su amplia-
ción en el ius commune, véase Denning, 1982.
guerra, impuestos e instituciones 313
mismo contexto excepcional fue la base que permitió a las autoridades novohis-
panas locales, regionales y virreinales modiicar el cuadro tributario al alterar en
un volumen y amplitud nunca vistos con anterioridad los antiguos impuestos y
al crear nuevos gravámenes. Una actividad reformadora que, como ejercicio de
competencias, sólo se concebía como atribución del monarca, en tanto titular de
la soberanía, y que llegado el momento gaditano, se arrogaron las Cortes genera-
les y extraordinarias, en tanto representante de la nación soberana.
Aunada a esta asunción de competencias derivada de la necesidad, se unía la
conveniencia de que las medidas hacendarias a adoptar tuviesen el mayor con-
senso posible. Si bien la necesidad empujaba hacia el cambio profundo, la toma
de decisiones que alteraban el orden iscal preexistente no podía ir unidireccio-
nalmente desde el soberano y sus ministros hacia los causantes iscales. De ahí
que la consulta y la negociación entre las autoridades virreinales en sus distintos
niveles territoriales (con un papel destacado de militares y ministros de la Real
Hacienda) y el orden corporativo virreinal (clero secular y regular, cuerpos de
comercio, minería o labradores, así como con los cabildos de españoles e indios,
en tanto conformaban las corporaciones más comunes en el reino novohispa-
no)24 fuesen la nota común a lo largo del periodo de crisis imperial y guerra civil,
especialmente en los momentos más duros de la contienda (circa 1810-1816). Si
había que detraer de los súbditos nuevas porciones de renta o capital (por vía
tributaria o por vía crediticia) se imponía la regula iuris del derecho común que
señalaba «quod omnes tangit debet ab omnibus approbari» («lo que a todos atañe
todos deben aprobarlo»)25, en el marco de una cultura política imbuida de la idea
del «consentimiento» —de tradición medieval26— que se mantuvo plenamente
vigente durante la época moderna a pesar de los intentos regalistas de imponer la
voluntad suprema del monarca («princeps legibus solutus»)27.
La conexión entre fiscalidad y representación, como espacio de
negociación entre la monarquía y el orden corporativo se realizó mediante
diversas juntas de autoridades y de arbitrios28 en las que desfilaron desde
el virrey, las Audiencias (México y Guadalajara) y el Tribunal de Cuentas
hasta los subdelegados, cabildos y diputaciones locales de comercio y
minería, entre otros29. El incumplimiento de esta máxima podía derivar
en un conflicto entre la Corona y los vasallos que acabase inhabilitando
la actividad recaudatoria al elevar a niveles prohibitivos los costos de
transacción, especialmente los de información y de ejecución obligatoria.
24
Para el orden corporativo virreinal novohispano, consúltese Rojas (coord.), 2007.
25
Merello Areco, 2005.
26
Hofmann, 2004.
27
López de Goicoechea Zabala, 2003, p. 4.
28
Para estas juntas con inalidad hacendaria, véase Jáuregui, 1999; Sánchez Santiró, 2011a.
29
Esta dimensión negociadora adquiría una amplia presencia en el nivel microiscal, merced
a la igura de las igualas, que representaba la formalización mediante contratos de la práctica
negociadora en el ámbito tributario local, las cuales estuvieron siempre presentes durante el
periodo virreinal (Sánchez Santiró, 2001b).
314 ernest sánchez santiró
30
Portillo Valdés, 2006.
31
En ocasiones, fueron los intendentes y subdelegados procedentes del antiguo ordenamiento
los que se adaptaron al nuevo contexto, al ejercer funciones de guerra similares a las de las nue-
vas autoridades militares regionales.
32
Para el liberalismo iscal gaditano, véase López Castellano, 1995.
guerra, impuestos e instituciones 315
33
Para un análisis del contexto y contenido que tuvieron en la época los términos «individuo»
(como sujeto de derechos) y «nación» (como sujeto de potestades), así como el contenido preciso
(y restrictivo) del término «ciudadano», consúltese Clavero, 2013.
34
Ortiz Escamilla, 1997.
35
Art. 2o del Reglamento político militar que deberán observar bajo las penas que señala, los
pueblos, haciendas y ranchos a quienes se comunique por las autoridades legítimas y superiores
(AGN, Propios y Arbitrios, vol. 42, fo 197vo).
316 ernest sánchez santiró
36
Ibid., fo 198vo.
37
Archer, 1983; Sánchez Santiró, 2013.
38
Para ejemplos de estas juntas de arbitrios locales, véase el caso de Mextitlán (AGN, Indife-
rente Virreinal, caja 5595, exp. 11) y el de Chalco (AGN, Indiferente Virreinal, caja 4809, exp. 2).
39
Annino, 1995; y Chust, 2007.
40
Serrano Ortega, 2007, pp. 32-41.
guerra, impuestos e instituciones 317
41
Para una visión agregada de la Tesorería General de Ejército y Real Hacienda que muestra
el deterioro del real erario entre 1810 y 1821, véase Medina, Exposición al Soberano Congreso
Mexicano, «Estado núm. 7», y para la caída de las remesas a la Caja de México, Jáuregui, 2001a.
42
Un exclusivismo mercantil que con las guerras contra la Convención francesa y el Reino
Unido desde la década de 1790 había decaído de forma notable ante la oicialización extraor-
dinaria (es decir, temporal) del comercio con potencias aliadas y neutrales. Al respecto, véase:
Ortiz de la Tabla Ducasse, 1978; y Marichal, 2000.
43
Para el análisis y cuantiicación de dicho comercio, consúltese Ibarra, 1996.
44
Como ejemplo de estas protestas, véase «Expediente acerca de los abusos que se cometen en
la reexportación de efectos de Europa, de un puerto a otro de América y sobre continuación del
permiso concedido al istmo de Panamá para la introducción de géneros ingleses» (AGI, Guada-
lajara, leg. 532, exp. 1 y AGN [México D. F.], Alcabalas, vol. 122, exp. 4).
318 ernest sánchez santiró
Unos derechos que sólo se podrían cobrar si continuaba el comercio con Panamá,
de ahí que el administrador de alcabalas señalase la «urgentísima necesidad [de]
continuar la permisión del comercio de Panamá con el puerto de San Blas, con
calidad de por ahora, e ínterin Su Majestad se digna resolver lo conveniente…»46.
La clara conciencia de que se estaba ocupando una esfera de actuación que
superaba las facultades ordinarias de las autoridades virreinales, al invadir las
regalías de la Corona (permitir el libre comercio y crear nuevos impuestos),
hacía que las decisiones adoptadas, si bien se justiicaban ante la extrema nece-
sidad, tuviesen el carácter de temporales o extraordinarios a la espera de la
decisión última del legítimo soberano.
Poco después, el dictamen del administrador de alcabalas de Guadalajara recibió
un apoyo notable cuando en junio de 1815 la «Junta General de todos los cuerpos
de esta capital» atendió el tema de los derechos de importación de efectos nacio-
nales (de la monarquía) e ingleses. En dicha reunión se señaló que la provincia se
encontraba libre de la amenaza insurgente pero también que gracias a la renovada
actividad económica local se había podido apoyar a las tropas de las provincias de
Valladolid y Occidente, así como al puerto de Acapulco. Sin embargo, estas cargas
iscales crecientes que iban mucho más allá de los gastos de la provincia no hubie-
sen podido realizarse si no se hubieran adoptado «otros arbitrios extraordinarios
correspondientes a las extraordinarias circunstancias del día cuya justiicación se
apoya en la Ley imperiosa de la necesidad»47. En estas circunstancias, la Junta apoyó
tanto la entrada libre de mercancías desde Panamá que, básicamente eran reexpor-
taciones de Jamaica, como los distintos gravámenes establecidos en 1811 y 1813 a
dicho comercio. Esta decisión suponía un claro desafío de las corporaciones y las
autoridades provinciales neogallegas al gobierno virreinal que sólo podía justii-
carse en el contexto del enfrentamiento bélico.
45
AGI, México, leg. 1489 (la cursiva es nuestra).
46
AGI, México, leg. 1489.
47
AGI, México, leg. 1489 (la cursiva es nuestra). Para el contenido de estas juntas y el contexto
en el que se produjeron, consultar: Trejo Barajas, 2006.
guerra, impuestos e instituciones 319
Cabe añadir que la invocación del principio de necessitas caret lege no era pri-
vativa de las instancias inferiores cuando pretendían justiicar una actuación
excepcional, sino que en determinadas situaciones (guerras, epidemias, cares-
tías, desastres, etc.) era empleada por las máximas autoridades para aprobar
dicho proceder. Así, y continuando en la esfera del comercio exterior, tenemos
el caso de la Regencia asentada en Cádiz con motivo de la invasión napoleó-
nica. Como autoridad que ejercía el poder en la monarquía ante el cautiverio de
Fernando VII, aprobó en mayo de 1812 las medidas adoptadas en 1810 por el
intendente de Yucatán con motivo de la carestía de alimentos. Concretamente,
emitió un parecer en el que aprobaba la importación de maíz y harinas desde el
puerto de Nuevo Orleans al puerto de Campeche exentando a los cargamentos
del pago de derechos48. El criterio invocado en esta decisión remitía a la vieja
tradición del derecho común:
La regencia del reino, en vista del expediente remitido por el Inten-
dente, y en consideración que contra el imperio de la necesidad ninguna
ley puede prevalecer, opina que debe aprobarse la providencia de dicho
Intendente y en consecuencia se ha servido resolver se remita a VSS
[diputados secretarios de las Cortes] el citado expediente, con los
antecedentes de la materia, como lo ejecuto, para que haciéndolo todo
presente a SM, determine lo que estime conveniente49.
48
AGN (México D. F.), Reales Cédulas Originales, vol. 206, exp. 292.
49
AGI, México, leg. 3145 (la cursiva es nuestra).
50
Para esta territorialidad, consúltese Sánchez Santiró, 2013, p. 11.
51
La cronología de dichas cecas provisionales fue la siguiente: Zacatecas, 1810-1821; Sombre-
rete, 1810-1812; Durango, 1811-1821; Chihuahua, 1811-1814; Guanajuato, 1812-1813; Guadalajara,
1812-1815, 1818. Velasco Ávila et alii, 1988. Para el funcionamiento de las nuevas cecas, véase
Ortiz Peralta, 1998.
320 ernest sánchez santiró
52
Lerdo de Tejada, 1967, Estado no 25.
53
Una clara denuncia de la usurpación que representaba este proceder lo podemos ver en
un folleto aparecido en el puerto de Veracruz en 1814, titulado Proyecto que para extinguir la
moneda provisional presentó al Excmo. Ayuntamiento Constitucional de Veracruz la comisión
nombrada por el mismo cuerpo, con licencia del gobierno. En él se denunciaba que estas medidas
habían sido «contrarias a las regalías del alto gobierno a quien privativa y exclusivamente corres-
ponde designar el valor, peso y tipo de la moneda».
guerra, impuestos e instituciones 321
54
«Bando de 27 de noviembre de 1812» (AGI, México, leg. 1833).
55
AGI, México, leg. 1833.
56
Para todas estas medidas, véase Sánchez Santiró, 2012.
322 ernest sánchez santiró
todo aquel Reino» fueron «el impulso que ha excitado el celo del virrey y
que ha dado motivo a los precisos trabajos de la Comisión de Arbitrios y
Junta Superior de Real Hacienda»57.
En este contexto, y a pesar de que se recalcaba que la autoridad virreinal se
había extralimitado en sus funciones al aprobar nuevos impuestos o modiicar
los existentes, todo se tenía que admitir ante el imperio de la necesidad:
No son menos apreciables los arbitrios que se han establecido
para aumentar el ingreso de aquellas cajas; verdad es que la facul-
tad de imponer contribuciones o de aumentar las impuestos toca
exclusivamente a SM y que en este punto debe proceder con mucha
circunspección, más en el extremo caso en que se hallan aquellas
provincias y la necesidad urgente de prontos recursos autoriza justa-
mente al Virrey para valerse de dichos arbitrios58.
Consideramos que los ejemplos expuestos son una viva muestra del uso
extendido que se dio a esta regula iuris en el marco de la guerra civil novohis-
pana, a partir de la cual se alteró de manera profunda el marco institucional
de la iscalidad virreinal59.
Por lo que se refiere al principio de negociación con las élites virreina-
les, agrupadas en torno al orden corporativo capitalino —«constituido o
no»—, plasmación de la regla «quod omnes tangit debet ab omnibus appro-
bari», tuvo un alcance e intensidad nunca visto hasta entonces. La guerra
llevó a que se constituyesen en un breve lapso de tiempo diversas juntas de
autoridades y de arbitrios con aspiraciones de generalidad que actuaron
como entidades consultivas y decisorias paralelas a la Junta Superior de
Real Hacienda/Hacienda pública/Hacienda nacional (según periodos) y a
las juntas provinciales de Real Hacienda, que eran los espacios institucio-
nales previstos en la normativa vigente (la Ordenanza de intendentes de
1786), en tanto máximos órganos colegiados de gobierno para la toma de
decisiones en materia hacendaria.
Ejemplos notables de estas juntas de crédito, arbitrios y autoridades fueron
las que organizaron los virreyes Venegas y Calleja en 1810, 1811, 1813 y 1815.
Juntas que permitieron el levantamiento de créditos e impuestos extraordina-
rios, que fueron acompañados de reglamentos y circulares que normaban su
recolección. Como ejemplo más desarrollado, en términos de amplitud cor-
57
AGI, México, leg. 1145.
58
AGI, México, leg. 1145.
59
Otro ejemplo de este proceder se dio con motivo de la «restauración» del tributo de indios
por parte del gobernador e intendente de Yucatán, Manuel de Artazo en 1814. Una medida que
llevó a que el teniente de gobernador y auditor de guerra de la intendencia, José María Origel,
considerase que la adopción de esta medida debía realizarse haciendo «concordar con la impe-
riosa ley de la necesidad, el cumplimiento de las demás leyes» lo cual le obligaba a «escrupulizar
sobre la decisión de un punto que considero privativa de los derechos y prerrogativas de la sobe-
ranía». Finalmente, y tras una ardua discusión se aprobó dicha restauración mediante el bando
expedido el 18 de noviembre de 1814 (AGI, México, leg. 3145).
guerra, impuestos e instituciones 323
60
Jáuregui, 1999, p. 274; AGN, Bandos, vol. 27, exp. 122.
324 ernest sánchez santiró
Administrador
Mateo del Castillo
de la Aduana de México
Director general de
Agustín Pérez Quijano
Alcabalas
Real Hacienda Joaquín Obregón Director de la Lotería
Director general
Francisco Bernal
de la Renta de Tabaco
Andrés Mendivil Administrador de Correos
Fuente: Jáuregui, 1999, p. 274 y AGN, Bandos, vol. 27, exp. 122. En el caso de la adscripción de los
miembros del clero regular, véase: AGN, Indiferente virreinal, caja 682, exp. 15; caja 625, exp. 17;
caja 5363, exp. 74; caja 553, exp. 8; caja 783, exp. 17; caja 6150, exp. 18; Ramo Inquisición, caja 1469,
exp. 4; caja 1462, exp. 4; Ramo clero regular y secular, vol. 88, exp. 7.
61
Sánchez Santiró, 2011b, pp. 78-79.
62
Garriga, 2004.
63
«Nuevo plan de contribuciones púbicas. 13 de septiembre de 1813» (Fontana, Garra-
bou, 1986, pp. 236-246). Para un análisis de la gestación de esta reforma iscal, consúltese
López Castellano, 1995, pp. 308-392.
326 ernest sánchez santiró
64
Ciudadanía que, además de la vecindad, exigía otros criterios como poseer un «empleo, oi-
cio o modo de vivir conocido». Al respecto véase, el capítulo IV del Título II de la Constitución
de Cádiz (Tena Ramírez, 1975, pp. 62-63).
65
Para la intensa lucha que desplegaron los cabildos de españoles y las repúblicas de indios,
así como los clérigos y militares en contra de la suspensión de los fueros en materia iscal en el
periodo 1814-1820, véase Serrano Ortega, 2007, pp. 40-45.
66
Como ejemplo de esa crítica, en este caso al virrey Calleja y a la Contribución directa general
y extraordinaria de diciembre de 1813, véase AGN, Indiferente Virreinal, caja 4087, exp. 4, fos 68ro-
69vo. Consúltese también Serrano Ortega, 2007, pp. 33-39 y Sánchez Santiró, 2012, pp. 26-28.
guerra, impuestos e instituciones 327
67
La acotación es relevante ya que el costo de la ilegitimidad podía volver incosteable los inten-
tos de emprender un cambio institucional rápido y profundo.
LAS JUNTAS DE COMERCIO Y EL CONSULADO
DE BUENOS AIRES Y SUS RELACIONES CON LA CORONA
los préstamos y donativos
a fines del siglo xviii y principios del xix
Javier Kraselsky
Universidad Nacional de Tres de Febrero – Universidad Nacional de La Plata
1
Kraselsky, inédita, pp. 249-278.
2
Hespanha, 1989, pp. 233-256 y 404-414; Guerra, 1992, pp. 19-54; Fernández Albaladejo,
1992; Imízcoz Beunza, 1996a, pp. 13-50; Rojas (coord.), 2007, pp. 29-84.
3
Véase Moutoukias, 2000b 2002.
4
Véase Irigoin, Grafe, 2012.
5
Mariluz Urquijo, 1983; Moutoukias, 2002; Kraselsky, inédita, pp. 91-101.
6
Véase North, 1984.
7
Kraselsky, 2011; véase también Morelli, 2005, pp. 11-32 y 2008.
8
Torres Sánchez, 2008b y 2013, pp. 13-129; para el espacio del Río de la Plata, véase Jumar,
Sandrín, inédita.
las juntas de comercio y el consulado de buenos aires 331
Sabemos por los estudios de C. Marichal y G. del Valle Pavón que los fon-
dos americanos con que la Corona inancia las guerras aumentan a ines del
siglo xviii y comienzos del xix9. Recientemente Torres Sánchez analizó, a través
9
Marichal, 2001a, p. 39; Valle Pavón, 1998, 2000 y 2001.
332 javier kraselsky
10
Torres Sánchez, 2013, pp. 29-69.
11
AECBA, serie III t. VI, pp. 126-128. Véase Jumar y Kraselsky, 2007, p. 42.
12
Véase Marichal, 1999, p. 104; Torres Sánchez, 2013, pp. 29-103.
13
Como es sabido en América existieron hasta el Reglamento de Libre Comercio de 1778, dos
Consulados: el de México y el de Lima. Para el primero, véase del Valle Pavón, 2001, pp. 203-
222. Para Lima véase Mazzeo, 2003, pp. 63-84. Una comparación entre los dos Consulados,
véase Mazzeo, 2012.
14
Marichal, 1999, p. 106 considera a los donativos universales como impuestos, ya que no
tenían devolución y nadie estaba exento de contribuir.
15
Eran préstamos gratuitos dados por los miembros de la élite y el clero ante cada coyuntura
crítica. Generalmente por un plazo máximo de dos años.
16
Marichal, 1999, p. 114 divide a los préstamos según los réditos que daban al acreedor. Sus
sumas eran más importantes que los donativos.
17
Ibid., p. 134.
18
Ibid., p. 119.
las juntas de comercio y el consulado de buenos aires 333
19
Von Wobeser, 2002, pp. 787-827.
20
Véase Levene, 1962; Tjarks, 1962; Klein, 1973a, p. 378; Halperín Donghi, 1982; Amaral,
1984b y 2014; Grieco, 2009, pp. 321-350.
21
AECBA, serie II, t. I, pp. 563-564.
22
AGN (Buenos Aires), IX 23-10-01, exp. 2. Agradezco a Fernando Jumar haberme facilitado
el dato del donativo real.
334 javier kraselsky
23
AECBA, serie III, t. III, pp. 549-553.
24
AGN (Buenos Aires), IX 11-8-7, s/f.
25
Jumar, Kraselsky, 2007.
26
Estos fueron Manuel de Sarratea, Manuel Rodríguez de la Vega y Sancho Larrea (Kraselsky,
2007).
27
AGN (Buenos Aires), IX 3-4-7, exp. 6.
28
Kraselsky, 2007.
las juntas de comercio y el consulado de buenos aires 335
29
AGI, Buenos Aires, 585.
30
AGN (Buenos Aires), Consulado de Buenos Aires, Actas y Documentos, t. I, p. 234.
31
AGN (Buenos Aires), IX 4-7-4, exp. 28, fo 26ro.
32
AGI, Buenos Aires, 585.
33
Un informe contable señala que además de los 32 960 pesos recaudados en febrero de 1794,
se recaudan en septiembre, como suplementos que suman 21 001 pesos. El resto se complementa
con la avería del 0,5 del año 1794, lo que suma 150 585 pesos (AGI, Buenos Aires, 585).
34
Entre los que aceptaron seguir con un intereses del 5 % estaban Juan Esteban de Anchorena,
Gaspar de Santa Coloma y Manuel Rodríguez de la Vega.
336 javier kraselsky
35
El rey resuelve «reducir al 5 % el interés del 6 % que hasta ahora había pagado a los acree-
dores» (AGI, Buenos Aires, 586).
36
AGN (Buenos Aires), Consulado de Buenos Aires, Actas y Documentos, t. II, pp. 531-544.
37
AGN (Buenos Aires), Consulado de Buenos Aires, Actas y Documentos, t. II, pp. 556-557.
38
AGN (Buenos Aires), IX 4-7-4, exp. 28.
39
Como el caso del Prior Esteban de Anchorena que prestó al Consulado, el 17 y 25 de octubre
del 1797, 6 000 y 2 500 pesos al 5 % de interés recibiendo 330 y 125 pesos anuales hasta 1807
(AGN [Buenos Aires], IX 4-8-3).
40
AGN, Consulado de Buenos Aires, Actas y Documentos, t. II, p. 579
41
AECBA, serie III, t. X, p. 247.
42
Azcuy Ameghino, 2002, pp. 91-163; Fradkin, 1986.
43
En la Real Orden del 31 de marzo de 1797 el rey establece la integración de los hacendados
al consulado. Véase Documentos para la Historia Argentina, pp. 127-128.
las juntas de comercio y el consulado de buenos aires 337
44
AGN (Buenos Aires), Consulado de Buenos Aires, Actas y Documentos, t. II, p. 629.
45
AGN (Buenos Aires), IX 4-8-3; AGN (Buenos Aires), Consulado de Buenos Aires, Actas y
Documentos, t. II, pp. 647-649.
46
AGN (Buenos Aires), IX 4-8-3.
47
Grieco, 2009.
338 javier kraselsky
48
AGN (Buenos Aires), IX 4-7-5, exp. 10, fo 1vo.
49
AGN (Buenos Aires), IX 4-9-5, exp. 32.
50
AGN (Buenos Aires), IX 4-7-5 exp. 10, fo 47ro.
51
Kraselsky, inédita, pp. 232-241.
52
Ordenanzas de la Ilustre Universidad y Casa de Contratación de la M.N y M.I. Villa
Bilbao, cap. XIII, art. VII, p. 61.
las juntas de comercio y el consulado de buenos aires 339
53
AGN (Buenos Aires), IX 29-1-3, fo 88ro.
54
Ibid.
55
AGN (Buenos Aires), IX 4-6-2, fo 222ro.
56
AGN (Buenos Aires), IX 29-1-3, f° 65ro.
57
AGN (Buenos Aires), IX 29-1-4, f° 105ro.
58
AGN (Buenos Aires), IX 4-8-3.
340 javier kraselsky
59
AGI, Buenos Aires, 588.
60
Ibid.
61
AGN (Buenos Aires), IX 4-9-9.
62
Grieco, 2009.
63
AECBA, serie IV, t. II, p. 284.
64
Ibid., serie IV, t. III, pp. 317, 350, 366, 371, 391, 489, 502, 508, 515 y 516.
65
Ibid., pp. 563-564.
66
Moutoukias, 1988a, pp. 190-198; Marichal, Grafenstein (eds.), 2012.
67
AECBA, serie IV, t. III, pp. 491-492, 521 y 535-536.
68
AECBA, serie IV, t. II, p. 296.
69
Ibid., pp. 440-448.
las juntas de comercio y el consulado de buenos aires 341
No solo recaudaba para la Corona, sino también para la defensa del territo-
rio. El 1o de junio, el Cabildo exige participar en la Junta de Guerra y mediante
un oicio se queja de la poca guardia en el río, lo que desprotege a Buenos
Aires de los navíos ingleses71. En opinión de los miembros del Ayuntamiento
las autoridades monárquicas deben delegar en el Cabildo y no en la Marina la
«intervención y conocimiento en las Juntas de Guerra»72.
En el periodo inal del Antiguo Régimen, las respuestas del Consulado y
del Cabildo ante el pedido de ingresos por la Corona diieren. El Consulado
deja de ser el cuerpo principal que recaudaba para la Corona. Las circuns-
tancias políticas de las invasiones, la antigüedad del cuerpo vecinal, el apego
local con el que contaba y, sobre todo, las perturbaciones del comercio que
impedían el desarrollo del mismo, hicieron que las funciones del Cabildo
aumentasen su rol de recaudador de fondos y su papel de intermediario entre
el rey y la comunidad local.
En 1808, antes del derrumbe, la Corona acentúa su petición de fondos al
Cabildo. Así, el 8 de enero, el superintendente pide al Cabildo se faciliten
200 000 pesos, como lo ha hecho en otras circunstancias «hasta el arribo del
situado»73. El 22 de enero, el Cabildo dice que apelaron al apoderado de la com-
pañía de Filipinas, Martín de Sarratea, quien ofreció 50 000 pesos, y a esto se
le sumaba los 20 000 de Manuel de Arana. Sarratea pedía sin éxito que «se lo
exonere de dicho préstamo», pero el Cabildo lo intimó a aportar la cantidad
suiciente para alcanzar los 200 000. El 21 de marzo de 1808 el superintendente
pide otro donativo de 200 000, con lo cual el Cabildo nombra como diputa-
dos a Antonio de Santa Coloma y Juan Bautista Elorriaga para que soliciten
al vecindario el préstamo, proponiendo que la «oferta se cubriria á la llegada
del situado»74. El 4 de mayo el superintendente vuelve a solicitar al Cabildo
100 000, y este se lo pide a la vecindad «reintegrables a la llegada del situado»75.
Además, el virrey propone el establecimiento de una contribución general
según los fondos que cada uno de los habitantes pueda aportar76.
70
Ibid., p. 513.
71
Ibid., pp. 545-546.
72
Ibid., p. 546.
73
AECBA, serie IV, t. IV, p. 15.
74
Ibid., p. 69.
75
Ibid., p. 94.
76
Ibid., pp. 105 y 113-114.
342 javier kraselsky
CONSENTIMIENTO DE LA COMUNIDAD:
LAS ALCABALAS DE REVENTA
Ya mencionamos los motivos por los que la élite porteña negociaba con la
Corona beneicios mutuos. La capacidad de extraer recursos de la comunidad
mercantil era indispensable para tal relación. Pero ¿qué es lo que llevaba a la
comunidad mercantil a prestar su consentimiento a la élite? O, en otras pala-
bras, ¿por qué se legitimaba a los representantes que otorgaban dinero a rédito
para la Corona e imponían derechos aduaneros sobre las producciones con
las cuales pagar los intereses de esos préstamos? La respuesta podría buscarse
en los beneicios laterales que recibía la comunidad mercantil como un fuero
especial, la exención de la milicia y las dilaciones y rebajas en las alcabalas de
reventa. Sólo analizaremos brevemente estas últimas.
Las alcabalas de reventa eran un impuesto percibido por la Real Hacienda y
pagado por todos aquellos que comerciaban artículos venidos de la Península,
sea en sus tiendas y almacenes o por su venta callejera82. Esta imposición se
recaudaba una vez por año y desde 1792 las juntas de comerciantes delegaron
77
Ibid., p. 194.
78
Ibid., p. 196.
79
AGN (Buenos Aires), IX 29-1-5, fo 140ro.
80
Ibid., fo 140ro.
81
Ibid., fo 152ro.
82
Tjarks, 1962, pp. 36-44.
las juntas de comercio y el consulado de buenos aires 343
83
AGN (Buenos Aires), IX 4-7-4, exp. 12, fo 13ro.
84
Ibid., fo 17ro.
344 javier kraselsky
Samuel Amaral
Universidad Nacional de Tres de Febrero
1
Molinari, 1939.
2
Registro Oicial de la República Argentina, p. 31.
una crisis de autoridad que no se cerró hasta medio siglo más tarde. Esa
crisis ha sido estudiada en el plano político, porque de ella emanó la reno-
vación de las relaciones entre los individuos y el Gobierno que permitió el
surgimiento del ciudadano. Ese proceso tuvo lugar en la primera década
posterior a la Revolución de Mayo, durante la cual desde las precarias for-
mas de representación antigua, de los vecinos en el Cabildo, se pasó al voto
de los ciudadanos en las asambleas. La imperfección de los mecanismos de
representación y de voto no ocultaba que el principio de legitimidad del
gobierno había pasado del derecho divino a la soberanía del pueblo; o, en
caso de aceptarse la teoría que había dado lugar a las juntas en España, de
una concesión remota e irrevocable de la soberanía del pueblo a un ejercicio
presente y revocable de tal soberanía. Pero la luz que desde antiguo se ha
echado sobre ese proceso, que es la emanada del estudio de la evolución ins-
titucional y, más recientemente, de la capacidad de los individuos de hacer
efectivos sus nuevos derechos políticos mediante el voto, no ha alcanzado
a otro plano de ese mismo proceso: el surgimiento de la ciudadanía fiscal 3.
LA CIUDADANÍA FISCAL
3
Ternavasio, 2002 y 2007. Sobre las elecciones en el Cabildo entre 1810 y 1821, véase Sáenz
Valiente, 1952, pp. 58-96.
4
Botana, 2008, pp. 223-224.
5
Montesquieu, De l’esprit des lois, lib. 12, cap. 1 y 2.
guerra, empréstitos, debates 349
debe de tener en cuenta tanto las necesidades del Estado como las de los
ciudadanos. No se debe tomar de las necesidades reales de los ciudadanos,
continúa, para satisfacer las necesidades imaginarias del Estado, que son las
que provienen de las pasiones y debilidades de los que gobiernan. Para Mon-
tesquieu hay una relación proporcional entre el monto de los impuestos que
pagan los ciudadanos y su libertad. Los impuestos pueden incrementarse
en las repúblicas porque el ciudadano, quien cree que se está pagando a sí
mismo, tiene la voluntad y ordinariamente el poder para hacerlo debido a
la naturaleza del gobierno 6. El paso de la monarquía a la república es, desde
el punto de vista de la naturaleza del gobierno, el cambio de una situación
en que los súbditos no tienen otra manera de enfrentar la voracidad del
monarca que la rebelión a una situación en que deciden por sí mismos la
contribución que harán para el sostén de su gobierno. En Montesquieu, la
ciudadanía adquiere otros aspectos si se tiene en cuenta los principios y no
ya la naturaleza del gobierno: el principio de la república es la virtud, mien-
tras que el de la monarquía era el honor, pero en Del espíritu de las leyes
estos principios conciernen al ejercicio del gobierno, no a la relación entre
el Gobierno y los ciudadanos.
La idea de que la virtud es también un principio que involucra a los
ciudadanos aparece en A. de Tocqueville. Para él, la virtud de estos se
encuentra en el poder moral que ejerce cada individuo sobre sí mismo y que
le impide violar el derechos de los otros7. Este, sin embargo, es un principio
de conducta del individuo que solo hace a la relación entre el ciudadano y el
Gobierno en cuanto se refiere a la conducta de quienes ejercen el gobierno.
El nexo entre esa conducta en el plano privado y en el plano público, es
decir, la unión del interés propio con el interés común, se halla para Toc-
queville en el ejercicio de los derechos políticos. La participación de los
ciudadanos en los asuntos de gobierno es lo que caracteriza la ciudadanía
en las repúblicas democráticas. Esa participación, sin embargo, puede darse
en diversos sentidos. El más comúnmente observado es el de la capacidad
de elegir a los gobernantes y de ser elegido, y de tal manera fue entendida
la ciudadanía en los albores de la república en la América hispánica. En los
Estados Unidos observados por Tocqueville tenía desde el comienzo de la
república otro sentido, que era la capacidad de influir en la decisión acerca
de cuánto contribuir con el fin de sostener al gobierno para permitirle el
cumplimiento de sus principales funciones: la provisión de seguridad, sin
la cual no hay defensa para el individuo frente al crimen, y la provisión de
justicia, para castigar el crimen y dirimir pacíficamente los conflictos.
El concepto de ciudadanía tuvo sus orígenes modernos en esos dos pila-
res: la capacidad de participación política y la capacidad de participación
fiscal. Mientras que el primero se transformó en la clave indiscutible de la
6
Ibid., lib. 13, cap. 1 y 13.
7
Goldstein, 1964, p. 39.
350 samuel amaral
8
Marshall, 1950, pp. 10-11.
9
Hayek, 2007, cap. 9, pp. 147-156.
guerra, empréstitos, debates 351
entre quienes pagan los servicios y quienes los consumen requiere agregar
un cuarto aspecto a la deinición de la ciudadanía de Marshall: la ciudada-
nía iscal, entendida como la capacidad de los ciudadanos de participar en la
decisión de cuánto deben contribuir para pagar los gastos del gobierno y de
inluir en la decisión acerca de cómo gastar los recursos. La ciudadanía polí-
tica no incluye necesariamente esa dimensión, ya que bien puede concebirse
una república democrática en la que los ciudadanos eligen a las autorida-
des pero no pueden inluir —debido a la utilización por el gobierno de los
modernos instrumentos monetarios y inancieros— en la determinación de
los recursos ni en el destino de los gastos.
Desde esta perspectiva, la ciudadanía iscal es la capacidad de los miem-
bros de una comunidad, los ciudadanos, de decidir sobre las formas de la
contribución con los gastos del gobierno, cuyo requisito es indudablemente
la ciudadanía a secas, es decir, la capacidad de los ciudadanos de participar
en los asuntos públicos. Aunque ya en Montesquieu estaba claramente deli-
neada la relación entre la ciudadanía y la iscalidad, no fue ese aspecto de su
obra el que atrajo la atención de los revolucionarios hispanoamericanos, que
debieron preocuparse por establecer un gobierno limitado y por conseguir
los recursos que permitieran sostenerlo frente a las amenazas de disolución
del orden político y de restauración monárquica antes que por delinear las
nuevas bases de la relación entre el Gobierno y sus contribuyentes. El dra-
matismo de las luchas por construir una autoridad limitada sobre la base de
un nuevo principio de legitimidad atrajo la atención de los contemporáneos
y de los estudiosos del periodo hacia el surgimiento de la ciudadanía política,
es decir, las reglas y formas que adquirió la nueva relación política entre los
individuos y el Gobierno. A diferencia del proceso que según señala Mars-
hall se dio en Inglaterra, en Buenos Aires el establecimiento de la ciudadanía
política fue contemporáneo con el establecimiento de la ciudadanía civil y,
debe agregarse, con el de la ciudadanía iscal; pero que el desarrollo de esos
tres aspectos de la ciudadanía haya sido contemporáneo, no signiica que los
tres hayan tenido el mismo ritmo, ni haya habido la misma percepción de los
cambios, ni hayan tenido la misma visibilidad.
Como el ámbito específico de ejercicio de la ciudadanía fiscal se encuen-
tra en las instituciones legislativas —ya que en las democracias modernas
en ellas están los representantes de los ciudadanos—, su desarrollo se puede
conocer por los debates que se dan en su seno y por las opiniones mani-
festadas en la prensa, pero para poder observarlo es necesario que existan
periódicos independientes, que no haya censura, y que los representan-
tes puedan debatir libremente acerca de cómo recaudar y en qué gastar.
En la transición de la dominación de la monarquía española al Gobierno
republicano autónomo, esas instituciones surgieron y se desarrollaron
conjuntamente con las que protegían los derechos civiles y expresaban
los derechos políticos, por lo que es a través de los debates en las asam-
bleas legislativas y de los periódicos cómo puede estudiarse los inicios de la
manifestación de la ciudadanía fiscal en Buenos Aires.
352 samuel amaral
10
Amaral, 2014.
11
Halperín Donghi, 1982, pp. 74-75.
12
Asambleas constituyentes argentinas, coord. Ravignani, vol. 1, p. 29.
guerra, empréstitos, debates 353
13
Ibid., p. 24.
14
Ibid., pp. 49-53.
15
Ibid., p. 41.
16
Ibid., pp. 55-56.
17
Ibid., p. 56.
354 samuel amaral
Cantidad
Fecha Lugar Contribuyentes Forma de pago
en pesos
Comerciantes, Sin cláusula
15 my. 1812 638 030 Buenos Aires
propietarios, etc. de reembolso
Buenos Aires, 2/5; Capitalistas Pagaré;
5 jul. 1813 500 000
otras ciudades, 3/5 de todas clases 6 % de interés
9 sep. 1813 600 000 Buenos Aires Sin datos Pagaré
18
Amaral, Moutoukias, 2008, pp. 30-37.
guerra, empréstitos, debates 355
Cantidad
Fecha Lugar Contribuyentes Forma de pago
en pesos
Pagadero
al contado después
Comerciantes de tres meses
20 my. 1816 6 000 Tucumán y residentes en Buenos Aires
pudientes nativos o mediante letras
sobre la Caja
de Córdoba
Sin cláusula
16 ag. 1816 8 000 La Rioja Europeos
de reembolso
Reembolso
Españoles y
9 dic. 1816 84 000 Buenos Aires dos años después
europeos
de la paz
Reembolso
Feb. 1818 30 000 Tucumán Sin datos
en Buenos Aires
Comerciantes Bonos
24 abr. 1818-
500 000 Buenos Aires residentes a cancelarse
17 dic. 1818
pudientes un año después
Comerciantes Reembolso
16 abr. 1819 6 000 Tucumán
locales en Buenos Aires
5/6 comerciantes 12 % de interés;
de la ciudad; reembolso
8 ag. 1819 600 000 Buenos Aires
1/6 comerciantes en Potosí
de la campaña o Buenos Aires
Españoles,
8 ag. 1819 Indeterminado Buenos Aires europeos y nativos —
realistas
28 ag. 1819 36 000 Buenos Aires Panaderos —
Aceptados
Acreedores
16 sep. 1819 100 000/mes Buenos Aires por derechos
del Gobierno
de aduana
Aceptados
Acreedores
27 my. 1820 40 000/mes Buenos Aires por derechos
del Gobierno
de aduana
Aceptados
Nativos, españoles después de
23 mzo. 1821 150 000 Buenos Aires y extranjeros, 3-6 meses
1/3 cada uno por derechos
de aduana
Fuentes: Registro oicial de la República Argentina, 1879; Hansen, 1916, pp. 255-258.
19
Asambleas constituyentes argentinas, coord. Ravignani, vol. 1, p. 196.
20
Ibid.
21
La remisión del estado de cuentas por el gobernador de Córdoba se menciona en la sesión
del 7 de junio de 1816 (ibid., p. 221).
22
Ibid., pp. 199, 210.
23
Ibid., p. 203.
guerra, empréstitos, debates 357
sobre los comerciantes y «vecinos pudientes hijos del país» de Tucumán, con
la promesa de pagarles a los tres meses o por libranzas sobre las cajas de
Córdoba 24. Al carecer de ingresos genuinos para atender los gastos militares
y de otros instrumentos inancieros que los empréstitos forzosos, el curso de
la guerra quedaba librado a la capacidad de coacción de los gobiernos locales
sobre los sujetos en los que recaía la imposición.
La penuria de fondos llevó al director a decretar el 23 de octubre de 1816,
sin intervención alguna del Congreso, la recepción de los comprobantes de
préstamos al Estado en pago por las deudas de las contribuciones de comercio,
incas y gremios. Aunque la justiicación dada en el decreto era la necesi-
dad de aianzar el crédito nacional, en realidad el objetivo era conseguir que
entrara dinero contante en la caja ya que los comprobantes de préstamos solo
podían utilizarse para pagar deudas hasta agosto de ese año, pero junto con
ese pago en papel debía hacerse en metálico el correspondiente a los meses
de septiembre y octubre por esas contribuciones25. Esa medida suscitó un
debate en la prensa de Buenos Aires tras la publicación en El Censor del 21
de noviembre de 1816 de una «carta remitida» de José María Riera, comisio-
nado para la veriicación de los comprobantes, ya que el comentario positivo
acerca de la medida del editor de ese periódico fue respondido en La Crónica
Argentina 26. Aunque en ese mismo año había habido propuestas de carácter
inanciero y iscal en los periódicos de Buenos Aires, ese fue el primer debate
registrado en ellos acerca de una cuestión iscal.
Un intento precario de conseguir ingresos extraordinarios de modo no com-
pulsivo fue hecho por el diputado Passo. El 11 de diciembre de 1816 presentó
un plan por el cual 1 805 suscriptores prestarían la cantidad de cien pesos por
diez meses, desde enero hasta octubre de 181727. La idea de un donativo volun-
tario, aunque diferente de ese proyecto, había sido adelantada por El Censor
el 31 de octubre de 181628. El plan de arbitrios de Passo se puso a votación, ya
que la discusión quedó trabada por su propuesta de privilegiar a quienes con-
tribuyeran como él sugería en el cobro de créditos anteriores que tuvieran con
el Estado y por la oposición de otros diputados que creían que ese privilegio
perjudicaba a quienes, por el estado de indigencia en que habían quedado por
anteriores contribuciones, no pudieran aportar nada al plan de Passo. Las opi-
niones de los diputados luctuaban de tal modo entre la regularización de los
ingresos extraordinarios y la utilización de la presión iscal para neutralizar a
los españoles europeos, pero el Congreso no alcanzó ningún acuerdo antes de
que suspendiera las sesiones en Tucumán y se trasladara a Buenos Aires.
24
Ibid., p. 210.
25
Registro Oicial de la República Argentina, p. 384.
26
Véase El Censor, 21 de noviembre de 1816, no 65, en Biblioteca de Mayo, vol. 8, p. 6936; La
Crónica Argentina, 26 de noviembre de 1816, no 28 y 25 de diciembre de 1816, no 33, en ibid.,
pp. 6383-6386 y 6427-6430 respectivamente.
27
Asambleas constituyentes argentinas, coord. Ravignani, vol. 1, p. 280.
28
Véase, El Censor, 31 de octubre de 1816, no 62, en Biblioteca de Mayo, vol. 8, pp. 6916-6917.
358 samuel amaral
29
Asambleas constituyentes argentinas, coord. Ravignani, vol. 1, p. 293.
30
Ibid., p. 324.
31
Galletti, 1972, p. 624.
guerra, empréstitos, debates 359
32
Asambleas constituyentes argentinas, coord. Ravignani, vol. 1, pp. 333-334 y 602.
33
Ibid., p. 346.
34
Ibid.
35
Ibid.
360 samuel amaral
36
Ibid., p. 348.
37
Ibid., p. 359.
38
Ibid., p. 382.
39
Ibid., p. 351.
40
Ibid., p. 357.
guerra, empréstitos, debates 361
41
Ibid., pp. 357-358.
42
Ibid., p. 358.
43
Ibid., p. 359.
44
Ibid., pp. 358-359.
45
Ibid., p. 359.
46
Ibid., pp. 359-360.
362 samuel amaral
47
Ibid., p. 406.
48
Ibid., p. 392; Hansen, 1916, pp. 218-220, señala la novedad del proyecto.
49
Asambleas constituyentes argentinas, coord. Ravignani, vol. 1, pp. 425-426.
guerra, empréstitos, debates 363
50
Ibid., p. 438.
51
Galletti, 1972, p. 648.
52
Asambleas constituyentes argentinas, coord. Ravignani, vol. 1, p. 438.
364 samuel amaral
53
Ibid.
54
Galletti, 1972, p. 643.
55
Herbert, Levy, 1912.
56
Asambleas constituyentes argentinas, coord. Ravignani, vol. 1, pp. 441-442.
57
Ibid., p. 444.
58
Ibid., pp. 456-457.
guerra, empréstitos, debates 365
59
Ibid., p. 447.
60
Ibid., p. 451.
61
Ibid., pp. 450-451.
62
Ibid., pp. 447-448.
366 samuel amaral
manera, por una amenaza que podía ser fatal para el orden político gestado tras
la revolución, el Congreso volvía a las imposiciones discriminatorias y abría
nuevamente las puertas a la arbitrariedad de las comisiones distribuidoras.
La llegada de un nuevo director produjo novedades en la distribución de
la autoridad fiscal entre el poder ejecutivo y el legislativo. A mediados de
agosto el director hizo presente al Congreso que por la falta de fondos para
atender los gastos ordinarios había mandado suspender la amortización de
créditos y consultaba si no era conveniente suspender por el momento la
amortización dispuesta por el decreto del 29 de marzo de 181763. El Con-
greso autorizó la suspensión de la expedición de billetes de amortización
por las deudas contraídas por el Estado con cargo de pagarlas después de la
paz, por las anteriores al 25 de mayo de 1810, por los empréstitos forzosos
exigidos a los españoles, y por auxilios a los ejércitos 64 . De esta manera se
interrumpía el esfuerzo —poco exitoso, por cierto— iniciado en marzo de
1817 para ordenar la deuda flotante. Si bien el nuevo director se dirigía al
Congreso para solicitar autorización con tal fin, la suspensión de la emisión
de billetes de amortización había sido dispuesta por su sola autoridad. Esto
también era un retroceso respecto de la autoridad en materia fiscal adqui-
rida por el Congreso bajo el director Pueyrredón.
Los meses finales del Congreso no fueron fructíferos en materia fiscal, ya
que solo consideró peticiones de particulares 65. Eso muestra la ausencia de
autoridades intermedias que pudiesen librarlo de la obligación de decidir
en cada caso, que lo transformaban en una autoridad no solo legislativa
sino también judicial. La última medida fiscal fue tomada el 11 de enero de
1820, un mes antes de su disolución, y fue nuevamente un aumento de los
derechos de extracción, en este caso sobre la de grasa animal66. Tras esta
medida se disolvió el Congreso, que a lo largo de sus casi cuatro años de
actividad había logrado cierto éxito en limitar la capacidad de imposición
del poder ejecutivo y de autoridades subordinadas y había abierto el debate
acerca de las cuestiones fiscales.
63
Ibid., pp. 449-450.
64
Ibid., p. 450.
65
Ibid., pp. 452, 454, 468 y 470.
66
Ibid., p. 475.
guerra, empréstitos, debates 367
Marcello Carmagnani
El Colegio de México – Fondazione Luigi Einaudi
1
Dubet, Luis (eds.), 2011; Meyzie, 2012.
2
Diamond, Robinson, 2010.
3
Remito a mi libro, Carmagnani, 2014.
4
Brewer, 1990. Sobre la diicultad de utilizar la idea de Brewer del Estado iscal militar para
España, véase González Enciso, 2008a.
5
Torres Sánchez, 2012, pp. 21-42 y 65-97.
notas para un debate 371
6
Dedieu, 2012.
7
Sanz Ayán, 2013, ilustra el sistema de los juros y la participación de los mercaderes-banqueros
españoles y europeos.
372 conclusión
8
Amaral, 1995.
9
Carmagnani, 2004, pp. 150-151.
notas para un debate 373
10
Clavero, 2013, pp. 217-220.
11
Canga Argüelles, Relexiones sociales, pp. 7-8.
12
Amaral, 1988.
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