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“PEDRO GOYENA”
Primer año
Espacio de la orientación
Materia: INTRODUCCIÓN A LAS SAGRADAS ESCRITURAS
Expectativas de logro
Que los alumnos:
Logren descubrir la importancia de las Escrituras sagradas en la vida de la Iglesia, de modo
que puedan realizar una lectura creyente –en clave Buena Noticia de Salvación- y autónoma
de la Biblia.
Posean un pantallaza de los estudios científicos actuales, tanto en el nivel de la historia sub-
yacente en la que se gestaron estas Escrituras, como en los métodos de análisis para que los
apliquen a la lectura espiritual y pastoral de la Biblia.
Ser capacitados para realizar pequeños ensayos de comentarios bíblicos en clave espiritual y
pastoral/catequística.
Contenidos
1- Las Sagradas Escrituras en la Iglesia y en la catequesis (20 horas)
A)
La Biblia, Palabra de Dios e instrumento de la transmisión de la divina Revelación.
La Pedagogía de Dios.
La relación entre Biblia y Catequesis
B)
Pautas para la lectura e interpretación de la Biblia, emanadas de su naturaleza divino huma-
no.
Conceptos y procedimientos interpretativos
Trasfondos de fe: cristecentrimo trinitario, Pascua y Alianza
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2
C)
Texto de la Biblia
Verdad e inerrancia
Elementos de geografía del Contexto Bíblico.
D)
Método exegético “Histórico-Crítico”
Nuevos Métodos de análisis literario, particularmente el Método semiótico
b) La obra de Pablo
Vocación y misión
Viajes misioneros
Epistolario
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 3
Cronograma
Unidad I (Marzo- abril) 20 horas.
Unidad II (Mayo- julio) 40 horas
Unidad III (agosto- noviembre) 36 horas
BIBLIOGRAFÍA
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 4
1- Obligatoria.
Biblia
Constitución del Vaticano II sobre la Divina Revelación “Dei Verbum”
Documento de la PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La Interpretación de la Biblia en la Iglesia. 1993..
DE VOS, Pensar la Catequesis. Ed. Claretiana, Buenos Aires, 1996
RIVAS, LUIS, Los libros y la historia de la Biblia, edit. San Benito, Buenos Aires, 2001.
2- Opcional
Se recomienda que los alumnos pueda leer algunas de las obras que aquí se mencionan, u otras que puedan
presentar al profesor.
En las Introducciones de las diferentes Biblias, encontramos hermoso material.
CASÁ, Feliz, Un Canto a la Vida, Aproximación a la Biblia. Edic. Don Bosco, Argentina, 1977 y ediciones
siguientes.
CROATTO, José Severino, Historia de la Salvación, Col. “Orientaciones bíblicas” 8, Buenos Aires, ed. Pau-
linas, 1966. Hay nuevas ediciones.
CHARPENTIER, Etienne, Para leer el Antiguo Testamento, Estela (Navarra), Edic. Verbo Divino, 199212
CHARPENTIER, Etienne: Para leer el Nuevo Testamento. Estella (Navarra), ed. Verbo Divino 1992 12.
GARCÍA, RUBÉN, La Iglesia, Pueblo del Espíritu. Buenos Aires, De. Don Bosco, 1983
DE VOS, Las fuentes o mediaciones de la catequesis. Ed. La Semilla. Lomas de Zamora. 1993.
SICRE, José Luis, Introducción al Antiguo Testamento, edit. Verbo Divino, Estela (Navarra), 19996.
Luis ALONSO SCHÖKEL y Antonio María ARTOLA (directores), La Palabra de Dios en la historia de los
hombres. Comentario temático a la Constitución Dei Verbum del Vaticano II, sobre la Divina Revelación. Col. Teología
Deusto 23, Bilbao, Univ. de Deusto y ed. Mensajero, 1991
B.-D. DUPUY, La Révélation Divine, col. Unam Sanctam 70 a y b. Paris, Cerf, T. I. Existe traducción en
español: La Revelación Divina.
R. LATOURELLE, Vatican II. Bilan et perspective. Vingt-cinq ans après (1962- 1987). Col. Recherches . Nou-
velle série, 15-17. Montréal-Paris. Bellarmin-Cerf, 1988. 3 vol. T. I. Existe traducción en español: Vaticano
II. Balance y Perspectivas
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 5
1 Es bueno leer al respecto el discurso de Juan Pablo II como presentación del documento de la
Pontificia Comisión bíblica “La interpretación de la Biblia en la Iglesia”. En ese discurso el pa-
pa emplea como una analogía el misterio del Verbo encarnado, que expresa que Jesús sea ver-
dadero Dios y verdadero hombre, para sostener y explicar el misterio de las dos “naturalezas”
de las Sagradas Escrituras, la humana y la divina.
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 6
humana del Verbo encarnado, mucho más presente en la fe del Pueblo de Dios de nuestro con-
texto social, puede servir para remontarnos al carácter divino-humano de la Biblia y situarnos
ante él con mayor apertura y realismo.
La DV 11, al presentar el tema de la Inspiración de las Sagradas Escrituras, brinda una
perspectiva interesante para entender la humanidad de las mismas. Vamos a detenernos en este
punto, analizándolo más en detalle, antes de entrar en un tema más práctico, el de la interpreta-
ción de la Biblia.
La palabra inspiración tiene la misma raíz que la palabra espíritu. Fácilmente se detecta en la
combinación de la “s” (sonido silvante) y la “p” (sonido labial) una forma onomatopéyica de alu-
dir al viento o soplo. Y, de hecho, ese es el significado primigenio de la palabra espíritu: soplo. La
palabra inspiración tiene además un prefijo: in. Notorio es que in significa adentro en su doble mo-
dalidad de “estar en un lugar” o “entrar en un lugar”: En el caso de inspiración¸ el sentido se
aproxima más a la segunda opción, es decir, al sentido de entrar. Surge así que el sentido etimoló-
gico más material de esta palabra es “que un soplo entre en una persona”. Un soplo o un viento
son realidades prácticamente inmateriales: al aire no se lo ve y casi ni se lo siente. De lo que se
trata, entonces, es de ser penetrados por un mundo que se sabe existente. Que se sabe -insisto-
pero no del que se tiene evidencia, porque es invisible e inasible.
Merced a la penetración de ese mundo invisible, el hombre es capaz de realizar cosas em-
parentadas con él. El hombre es capaz de acercarse a lo espiritual. Y concretar, volver visible -de
ese modo- lo que es de suyo invisible. De allí que tradicionalmente se haya comprendido que to-
da obra de arte exigía inspiración. Es decir, exigía, que el mundo de las realidades invisibles hubiera
irrumpido en un sujeto -el artista-; haciéndole concebir lo que luego habría de expresar a través
de las letras, la pintura, la escultura, etc: Este mundo de realidades invisibles se ha representado a
través de personajes mitológicos como las musas, las ninfas.
La fenomenología religiosa constata algo semejante: el mundo de lo invisible irrumpe de
alguna manera en el hombre. El hombre estaría, de lo contrario, condenado a su enclaustramien-
to en lo inmanente. Pero, por una misteriosa y no fácilmente comprensible penetración de lo
trascendente, el hombre asciende de lo inmanente al mundo de lo divino. Aquí entran en juego,
según las distintas tradiciones religiosas, misteriosos seres divinos o casi divinos: ángeles, arcánge-
les, demonios, espíritus... Incluso el mismo Dios: El fenómeno de la inspiración -con clara rai-
gambre humanística, como se ve- abarca una amplia dimensión de acontecimientos, entre los cua-
les se encuentra la comunicación de lo divino.
En la tradición judeo-cristiana se verifica también este fenómeno. La Biblia está llena de
relatos que intentan dar cuenta de este tipo de experiencias que son, de suyo, inefables. A veces es
Dios en persona quien habla a su creatura; en otras oportunidades, lo hace a través de su “ángel”:
Estas narraciones pretenden subrayar que el mensaje que se ha de transmitir no viene del mundo
visible sino del invisible; no viene de la tierra, sino del cielo; no viene del hombre, sino de Dios.
Muchos de los libros proféticos comienzan con el relato de la vocación del profeta. La inclusión
de este acontecimiento no es casual. Quiere legitimar el mensaje que el profeta transmite frente a
la incredulidad, la cerrazón o la maledicencia de los destinatarios del mensaje: Esta obra legitima-
dora de los relatos de vocación mira al origen de la misión y de la palabra transmitida por el pro-
feta enviado. Origen divino de una tarea y un mensaje: En todo caso, los relatos de vocación dan
cuenta de una experiencia de inspiración.
La fe de la Iglesia asumió, siguiendo a la fe del pueblo judío, como canónicos e inspirados
todos los libros del AT. Y les añadió los del Nuevo. Ya el credo de los concilios de Nicea y Cons-
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 7
tantinopla rezaba, al hablar de la persona del Espíritu Santo: “habló por los profetas”. Como vi-
mos más arriba, el Concilio Vaticano II ratificó esta fe dos veces milenaria de la Iglesia.
La iconografía cristiana reflejó catequísticamente este fenómeno mostrando frecuente-
mente a uno de los profetas o evangelistas escribiendo con una pluma al dictado aquello que de-
cía el Espíritu Santo; representado Éste como una paloma, o una luz: En todo caso, el acento está
puesto sobre la intervención sobrenatural, que permite la comprensión del libro bíblico como li-
bro divinamente inspirado. Que es lo mismo de decir, como Palabra de Dios.
Soy de la opinión de que nuestro pueblo cristianos no tiene trabas mayores para aceptar la
verdad de que la Biblia sea Palabra de Dios. Por más que sea relativamente reciente, y aún no su-
ficientemente extendida, la lectura de las divinas Escrituras en el Pueblo cristiano católico, no es
difícil encontrar obstáculos serios para que se acepte sin más que ellas son verdaderamente Pala-
bra de Dios. Sobre este tema ha habido una verdadera Recepción. Además de que muchos colegas
comparten esta opinión, se podría argumentar para sostenerla la referencia a varios hechos
simbólicos: la práctica del abrir la Biblia al “tun-tun”, en busca del mensaje de Dios; el hambre
que el pueblo manifiesta por conocerla; la proliferación de grupos y movimientos que hacen de la
lectura de la Biblia el centro de su espiritualidad, etc.
Pero la inspiración no es sólo un fenómeno divino. Es también un fenómeno humano.
En la jerga de los teólogos, se califica a este tipo de fenómenos con el calificativo “teándricos”: Y
esto sí es difícil de entender. Porque aún no ha penetrado plenamente en la fe del pueblo católico.
Si vale, me permito una comparación con la cristología. Las grandes dificultades cristológicas a las
que la Iglesia ha debido enfrentarse durante estos dos milenios han sido los monofisismos. Mo-
nofisismo es una palabra que viene de mono (uno), fysis (naturaleza). Aplicada a la cristología es la
afirmación de que Cristo no tiene dos naturalezas, sino una: o bien la divina, o bien la humana.
Siendo la otra (la no aceptada) sólo aparente. La tentación del monofisismo surge de la necesidad
de simplificar lo que de hecho es complejo. Como las dos naturalezas parecen absolutamente in-
compatibles, el hereje monofisista termina negando una o la otra. Esta tentación llega también a
la Palabra de Dios inspirada de la Biblia: Se acepta que es palabra de Dios. ¿Se acepta con tanta
facilidad que sea también palabra del hombre?
Pareciera que no. Y, sin embargo, es tan clara la constitución conciliar sobre la Revelación
divina en el Número 11. Transcribámosla.
“...en la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus
propias facultades y medios, de forma que, obrando El en ellos y por ellos, escribieran
como verdaderos autores todo y sólo lo que El quería”. (DV 11).2
Esta es una de las frases de la Constitución Conciliar, cuya sutileza y precisión ha sido de
las más difíciles de lograr. Las abundantes notas a pié de página que comentan y justifican prácti-
camente cada una de las palabras que aquí se hallan consignadas nos dan a entender que los Pa-
dres conciliares no han querido que ninguno de sus matices se descolorara. Dios es el autor, pero
los hagiógrafos también son autores. Ellos fueron instrumentos de Dios, pero no autómatas pues
utilizaron sus facultades y medios. Pero haciéndolo así, obrando bajo su total responsabilidad, era
Dios quien en ellos y por ellos estaba obrando. Así, a pesar de ser autores verdaderos de lo que
estaban escribiendo, lo que escribieron fue todo y sólo lo que Dios quería.
2 Comentando este texto, Luis ALONSO SCHÖKEL en su artículo “La Interpretación de la Sagrada Escritura en la
Iglesia”, pag. (en la obra dirigida por él y por Antonio María ARTOLA, La Palabra de Dios en la historia de los hombres.
comentario temático a la Constitución Dei Verbum. Bilbao, Universidad de Deusto y Ediciones Mensajero, 1991)
decía que ya “la Divino Afflante Spiritu proclamaba la humanidad de las Escrituras contra posibles docetismos o
monosfisismos entre los católicos”.
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 8
Tratemos de entenderlo mejor. Se afirma que Dios eligió y utilizó a hombres en la redac-
ción de los libros Sagrados: Esos hombres, en consecuencia, se hayan bajo un influjo que los pre-
cede (elección) y los trasciende (utilización). Esto se dice explícitamente a través de la expresión
según la cual Dios obró “en ellos y por ellos”. Se alude a una acción que Dios realiza “en” el
hombre elegido. El hombre es el ámbito de una acción divina. Pero también se alude a una ac-
ción que Dios realiza “por” el hombre. Es decir, a través de él. El hombre elegido se transforma
así en “puente” por medio del cual Dios realiza una acción cuyo destinatario es su Pueblo: Se sos-
tiene que al ocurrir todo esto, aquellos hombres escribieron “todo y solo lo que Dios quería”. Es-
to significa que en la Biblia no hay menos que lo que Dios quiso; ni tampoco hay más. No falta ni
sobra nada de lo que Dios quiso que se consignara por escrito. Todo esto claramente subraya el
origen divino de la Inspiración y el resultado también divino de la obra que se efectúa bajo el in-
flujo de esta misma Inspiración.
Pero sin embargo se dice de aquellos hombres que “usaron sus propias facultades y me-
dios”. Decíamos poco más arriba que esto implicaba que no fueron autómatas. Tratemos de ex-
plicarlo mejor. Por facultades se entiende a las facultades humanas. Las podemos deducir sin mu-
cho esfuerzo: inteligencia, voluntad, imaginación, memoria... Se trata de facultades naturales al
hombre, potencias inherentes a la naturaleza humana. Todo hombre las tiene: En algunos hom-
bres podrán ser más luminosas que en otros, pero es propio de todo hombre poseer tales faculta-
des. A la facultad, le es conexo el talento: Hay hombres que por el especial don que tienen, o que
han desarrollado merced al esfuerzo y la práctica, son más talentosos que otros. Todo esto está
implícito en la afirmación de que los autores elegidos por Dios usaron sus propias facultades. Y
esto se nota. Entre dos libros bíblicos de la misma época y del mismo horizonte cultural se pue-
den encontrar no pequeñas diferencias que revelan la diferencia de sus autores en lo concerniente
al talento. Si leemos, por ejemplo, los evangelios de Marcos y Lucas, desde esta perspectiva, en-
contraremos en Lucas una riqueza de vocabulario de la que notoriamente carece Marcos.
Pero el texto del Concilio no habla sólo de facultades, sino también de medios. Por medios,
se entiende una muy amplia variedad de recursos para escribir: desde el papiro y la pluma, hasta el
idioma, las fuentes escritas u orales, las maneras concretas de expresión, las técnicas literarias y
poéticas que se habían desarrollado en los distintos tiempos, las experiencias personales y del
pueblo que había marcado las ideas dominantes, etc... Se alude, entonces, a través de la palabra
medios a una muy amplia gama de realidades instrumentales y culturales. Y se afirma que también
de ellos se valieron los hombres elegidos por Dios para escribir.
Pero el texto va todavía mas lejos: llega a llamar a los aquellos hombres verdaderos autores.
Tal vez hubiera holgado esta palabra -autores- dado todo lo que se había dicho respecto de aque-
llos seres humanos que escribieron bajo la inspiración del Espíritu todo y sólo lo que Dios quiso.
Sin embargo, los Padres conciliares no lo consideraron así: tuvieron a bien ponerla. E incluso,
adjetivarla con un calificativo que la refuerza en un sentido muy claro; verdaderos. Aquellos hom-
bres fueron verdaderos autores. No fueron meros “secretarios” de Dios. A cada uno de ellos perte-
nece, en cuanto verdadero autor, lo que ha escrito.
Esto sí que cuesta entenderlo. Es tan grande el peso de la inercia de los siglos que ha des-
cuidado tanto al autor humano de las Sagradas Escrituras, que es difícil remontar la cuesta como
para que en el Pueblo de Dios, sin el más mínimo desmedro de la verdad del origen divino de las
Escrituras, se acepte su origen humano.
Concluimos afirmando que las Escrituras son todas de Dios. Pero, al mismo tiempo, to-
das del hombre. Son simultáneamente todo divinas y todo humanas. El parentesco con el miste-
rio de la Encarnación no puede aquí escapársenos.
“ La encíclica Divino afflante Spiritu ha expresado el vínculo estrecho que une a los textos bíblicos
inspirados con el misterio de la Encarnación, con las siguientes palabras: “Al igual que la palabra
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 9
sustancial de dios se hizo semejante a los hombres en todo, excepto en el pecado, así las palabras
de dios expresadas en lenguas humanas, se han hecho en todo semejantes, excepto en el error”
(“Enchiridion biblicum, 559). Recogida casi al pie de la letra por la constitución conciliar Dei Ver-
bum (13), esta afirmación pone de relieve un paralelismo rico de significado”.3
Cualquier reduccionismo sería aberrante para la interpretación bíblica. Intentar entrar en
la dimensión divina de las Escrituras, sin pasar por su humanidad, injuriaría al Plan de Dios. Sería
una falsa pista que conduciría al error. Estas afirmaciones no son nuevas. Se remontan a mucho
antes del Concilio. Y éste las reafirmó con particular vigor. Lo veremos a continuación cuando
veamos cuáles son los criterios de interpretación que éste ha sugerido. Sin embargo, es importan-
te decirlo en este tiempo en el que, nuevos “espiritualismos” parecen pretender encontrar el sen-
tido divino, espiritual de las escrituras, de una manera inmediata, intuitiva, sin pasar para nada por
la mediación del trabajo crítico. Hermosamente, en una de las expresiones que considero de las
más lúcidas y felices de uno de los documentos salidos del ámbito de los colaboradores del papa,
al criticar la lectura fundamentalista, el mismo documento de la Pontificia comisión bíblica decía:
“El fundamentalismo invita tácitamente a una forma de suicidio del pensamiento” .4
b1) Introducción:
Luego de la pregunta sobre qué es la Biblia surge inmediatamente, en el contexto de un
curso de Introducción a la Biblia, la pregunta sobre cómo se la ha de interpretar. Y es lógico este
orden porque el acto hermenéutico ha de adecuarse a la naturaleza del objeto a interpretar.
Prácticamente todo el curso tendrá como parámetro fundamental esta cuestión. Será algo así co-
mo su respuesta in extenso. Pero se requiere, por razones pedagógicas, abordar primero la cues-
tión metodológica de la interpretación antes de realizar actos concretos de interpretación a fin de
ir enseñando un método que vuelva a los alumnos capaces de interpretar la Biblia sin la ayuda del
profesor. Apostamos a una independencia real de los alumnos, no absoluta porque el mundo de
los conocimiento de la Biblia es tan vasto que difícilmente pueda abarcárselo, en lo tocante a la
interpretación, a la lectura hermenéutica, a la lectura que discierne la Palabra de Dios y se apropia
de la misma. Para entrar en este tema iremos nuevamente a la DV para luego remontarnos a sus
“efectos” concretos en el, también ya mencionado, documento sobre la “Interpretación de la Bi-
blia en la Iglesia”.
b2) La DV 12
Ampliamente desarrollado el tema de la Interpretación de las Escrituras en la DV 12, es
aún fuente de estudio y profundización. Procuraremos comentar el texto conciliar.
b2a)Texto conciliar: “Habiendo, pues, hablado Dios en la Sagrada Escritura por hom-
bres y a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que El
quiso comunicarnos, debe investigar con atención qué pretendieron expresar realmente los
hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.
Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a los
“géneros literarios”, puesto que la verdad se propone y se expresa ya de maneras diversas en los
3 JUAN PABLO II, Discurso de sobre la Interpretación de la Biblia en la Iglesia, 23-4-93, en PONTIFICIA COMISIÓN
BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, Buenos Aires, Ed.Paulinas. 1993, Nª 6.
4 Op. cit. pag. 67.
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 10
textos de diverso género históricos, proféticos, poéticos o en otras formas de hablar. Conviene,
además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en
cada circunstancia, según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios
usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus
escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar,
o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse
en el trato mutuo de los hombres.
Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que
se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligen-
temente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la Tradición
viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de los exégetas el trabajar según estas reglas
para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que, como con un
estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Porque todo lo que se refiere a la interpre-
tación de la Sagrada Escritura está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato
y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios.”
b2b) Comentario:
b2b1) Para entrar en tema veamos el esquema de la DV 12: Tanto la evidencia
emergente del texto, como el unánime testimonio de sus comentaristas, afirman que el esque-
ma de este número es bipolar. En el primero de sus polos se desarrollan los criterios de la
crítica científica (12b) y, en el segundo, los criterios teológicos de interpretación bíblica (12c)5.
El primer párrafo (12a) introduce los dos siguientes y anticipa lo que en ellos va a ser tratado .
De la Potterie6 propone una esquematización quiástica de este número:
12a: anuncio del tema,
12b: el hagiógrafo, normas racionales;
12b’: Spiritus Deus, normas teológicas,
12a’: Conclusión.
Siguiendo este esquema, nos ocuparemos, en primer término de las normas de la crítica
científica y luego, de la interpretación teológica de las Escrituras.
5 Más que referir una lista interminable de autores y publicaciones, me parece oportuno citar un testimonio. Más tar-
de volveremos sobre el mismo. En él, se conserva la distinción de ambos procedimientos, (crítica racional y crítica
teológica). Sin embargo, en él se insiste en su unidad inseparable: “No es lícito desde un punto de vista teológico
(y hermenéutico) el hablar de unas normas de interpretación racional y otras de interpretación teológica”. Ver José
M. SANCHEZ CARO, Escritura y Teología. En Luis ALONSO SCHÖKEL y Antonio María ARTOLA (direc-
tores), La Palabra de Dios en la historia de los hombres. Comentario temático a la Constitución Dei Verbum del Vaticano II, so-
bre la Divina Revelación. Col. Teología Deusto 23, Bilbao, Univ. de Deusto y ed. Mensajero, 1991, pag. 622.
6 En “L’interprétation de la Sainte Écriture dans l’Esprit où elle a été écrite (DV 12, 3)”, en R. LATOURELLE, Va-
tican II. Bilan et perspective. Vingt-cinq ans après (1962- 1987). Col. Recherches . Nouvelle série, 15-17. Montréal-Paris.
Bellarmin-Cerf, 1988. 3 vol: T. I. pag. 252-53.
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 11
efectuara a través de los hombres y en lenguaje humano. Vuelve a reafirmarse la misma verdad de
la que se había hablado en el número anterior al hablar de la inspiración divina de las Sagradas
Escrituras donde se había sostenido que los hagiógrafos eran verdaderos autores. Pareciera que se
trata de una verdad nunca suficientemente bien ponderada. Como que la Iglesia tiene sus dificul-
tades para aceptarla y entenderla. De allí que se la repita. De allí que se insista en ella.
Una vez establecido ese concepto fundamental, se alude al fin, al objetivo último de la
tarea interpretativa: conocer qué quiso Dios comunicarnos. Digo se alude y no se define. En rea-
lidad, como lo veremos poco luego, lo que se define es el trabajo que al exégeta o intérprete le
compete realizar . No el para qué. Pero se lo alude con las palabras que nosotros acabamos de
referir. Se impone un comentario sobre esta finalidad. En primer lugar, la tarea interpretativa
busca llegar al mensaje de Dios mismo en persona. No puede detenerse antes. Si así lo hiciera,
renegaría de su sentido, de su finalidad, de su razón de ser. La tarea interpretativa no puede dete-
nerse en las meras coordenadas geográficas o históricas de un texto o libro de la sagrada Biblia.
Tampoco puede detenerse en las estructuras profundas subyacentes en un determinado texto
bíblico. Aunque deba pasar por estas instancias -y otras que no viene al caso mencionar en este
momento-, la interpretación de la Biblia busca saber qué quiso Dios comunicarnos. La interpreta-
ción es entonces una realidad profundamente teologal. Busca vincularnos con el mismo Dios y su
mensaje. Busca descubrir su comunicación con nosotros.
Es necesario tener en cuenta que esa realidad teologal está definida, ante todo, por un
verbo de voluntad: quiso. La búsqueda del intérprete lo lleva a la intención de Dios. Parece arro-
gante decirlo, pero así lo ha definido con sabiduría el texto conciliar. Entonces, de lo que se trata,
no es sólo de qué nos haya comunicado Dios de hecho sino qué quiso comunicarnos. Pues de
intenciones se trata.
Luis Alonso Schökel lo comentaba así:
“El texto promulgado establece la ecuación no entre el decir de Dios y el decir
humano, sino entre lo que Dios ‘quiere’ decir y lo que el hombre ‘quiere’ decir:
más allá de las palabras se sube a la intención”7.
Esta referencia a la intención comunicativa de Dios tiñe de un hermoso y entusiasmante
dinamismo la tarea interpretativa del Libro por antonomasia para la tradición occidental. Lo tiñe,
porque supone que -de alguna manera- no está todo dicho. La intención deja un dejo de apertura
a lo novedoso: Puesto que las intenciones siempre trascienden las realizaciones concretas.
Dicho esto, la pregunta pertinente que se desprende es cuál es la tarea que le compete
realizar al intérprete. Pues bien, el Documento del Concilio la define con los siguientes térmi-
nos: “debe investigar con atención qué pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y plugo a
Dios manifestar con las palabras de ellos.”
Antes de entrar en el objeto de la búsqueda del intérprete, detengámonos -aunque sea bre-
vemente- en el adverbio con atención. Luego diré la importancia de los adverbios en los documen-
tos conciliares. Baste aquí esta sola referencia: la manera de trabajar del intérprete no puede ser
descuidada. Lo que está en juego es muy importante como para que se lo tome a la chacota. El
intérprete entonces debe poner lo mejor de sí, lo más noble de sus energías, en esta trabajo. Este
adverbio con atención, está en paralelismo con el con no menor diligencia (non minus diligenter) de la se-
gunda parte de este número de la DV. Donde, vale la pena recordarlo, se afirmará que el exégeta
debe atender con no menor atención al contenido y unidad de todas las Sagradas Escrituras, a la
Tradición de la Iglesia y a la anología de la fe.
Pero vayamos ahora al objeto de la proposición que define la tarea del intérprete. Si se lee
con atención se constata que es doble: “lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y
plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos”. El primero de estos dos objetos de estudio de
los intérpretes es la intención del autor. El segundo lo que plugo a Dios manifestar a través de
las palabras de los hagiógrafos. Estudiemos, por ahora, el primero de los objetos, la intención de los
autores. El texto del Concilio, luego de haber dicho el concepto fundamental de Biblia que se ma-
neja (Habiendo Dios hablado a través de hombres y en lenguaje humano) y de haber establecido
que se ha de buscar lo que Dios ha querido comunicar, establece que el intérprete busque la in-
tención del autor. Para llegar a la intención de Dios, el intérprete debe pasar por la intención del
hagiógrafo. Conocer la intención del autor humano se revela entonces un paso ineludible para
conocer la intención de Dios. ¿Y qué se entiende por intención? Sin ánimo de dar una respuesta
exhaustiva a esta pregunta, se podría con todo afirmar que la intención es ese mensaje oculto, ese
contenido concebido en la mente y el corazón del autor, y que se decide comunicar a través de un
medio concreto, en este caso, la palabra escrita. Tarea entonces ímproba la que recae sobre el
intérprete. Tarea casi adivinatoria. ¿Quién puede, acaso, pretender conocer cabalmente la inten-
ción de alguien que a la postre vivió hace ya más de dos milenios? Tarea, entonces, casi de adivi-
nos, aunque -como veremos luego- también es científica. Puesto que hay métodos muy concretos
y precisos a través de los que se puede realizar ese “escalamiento” hasta la intención escondida
del autor humano; intención escondida que sólo se revela indirectamente a través de signos con-
vencionales: la palabra.
Abundemos aún más sobre el tema. El texto conciliar dice que es tarea del intérprete pro-
curar descubrir lo que los hagiógrafos quisieron realmente expresar. Subrayo aquí el adverbio real-
mente. Para cualquiera que conoce la literatura eclesiástica en general y la conciliar en particular, es
de notoria evidencia que no suela haber palabras de más. Tratándose -como de hecho se tratan-
de obras colectivas, consensuadas, discutidas, corregidas, fruto de muchas inteligencias que no
siempre piensan en todo de una manera idéntica, los documentos eclesiásticos reflejan los diver-
sos matices de quienes los compusieron. Y es de una manera particular, en los adverbios, adjeti-
vos, y las frases concesivas, en donde se vislumbra con más claridad la prehistoria de un texto que
antes de ser dado a luz ha sido el objeto de muchas discusiones, concesiones, correcciones, nego-
ciaciones: Pues bien, nos encontramos aquí ante un adverbio. Entonces, atención, no está de más.
Al contrario, expresa algo de importancia. El realmente significa certeza, precisión, exactitud. El
exégeta no puede quedarse en meras conjeturas. Sin negar que estas sean necesarias para el avan-
ce de la ciencia como hipótesis de trabajo, es necesario afirmar que no son ellas el objeto último
de su ciencia. Una ciencia hecha de conjeturas está incompleta. Una conjetura no es un punto de
apoyo válido para un trabajo posterior. Hace falta ir más lejos, hasta las certezas. Y, las certezas,
en este caso se definen por lo que realmente los autores quisieron decir. Al menos, con la certeza
que se pueda lograr. Que no siempre será en este ámbito tan delicado, tan plena como deseable.
Hay además -como dijimos- un segundo objeto, vinculado de manera meramente copulati-
va con el que acabamos de comentar: “y plugo a Dios manifestar a través de las palabras de
ellos”. Son varios los comentarios que sugieren estas palabras. El primero: no hay equiparación
absoluta entre el querer del hombre y el querer de Dios. En efecto, si lo que se definía como tarea
de la competencia del exégeta era que le correspondía buscar lo que los autores quisieron decir,
para así llegar a lo que Dios quiso comunicarnos, y aquí, copulativamente -es decir, unido a la
frase anterior por un simple y (et)- se refiere que además le atañe al exégeta buscar lo que plugo a
Dios manifestar a través de las palabras de los hagiógrafos, se sigue que hay un querer de Dios
que se manifiesta en la intención de los hagiógrafos, y a través de ésta hay que buscarla y hay un
querer de Dios que se manifiesta en las palabras de los hagiógrafos, y a través de ellas habrá que
inquirirlo.
¿Cómo entender que las palabras transmitan otra cosa que la intención?. Se impone aquí
una aclaración; de hecho, la misma que requirieron los Padres conciliares. Pues esta frase fue dis-
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 13
cutida. Hubo Padres que propusieron que fuera quitada del esquema de trabajo. La comisión te-
ológica respondió negativamente a ese pedido diciendo que la sentencia implicaba otro principio
hermenéutico de carácter teológico8. Partiendo de Vannucci 9 - a los efectos de encontrar un sen-
tido a la expresión- propongo las siguientes reflexiones: el eorum verbis tiene la particularidad de
sacarnos del autor para centrarnos en el texto; hay algo que Dios quiso manifestar en las palabras
de los hagiógrafos y no en su intención.
Tratemos de entenderlo a través de la siguiente argumentación que procurará poner las
cosas en su lugar.
Primero: las palabras de los hagiógrafos comunican lo que ellos quieren manifestar. Negar una rela-
ción real entre las palabras de un hombre y el mensaje intentado manifestar por él a través de esas
palabras sería un absurdo que implicaría reducir el interior del hombre a una total incomunicabi-
lidad que no hace justicia a la realidad. El lenguaje, el idioma, es el más acabado medio de expre-
sión que la cultura humana ha ido elaborando a través de muchos milenios de historia. Negarle
esta propiedad, es decir, la capacidad de expresar una idea, un sentimiento, una intención, etc., es
una flagrante mentira que no se condice en absoluto con la verdad de los hechos. Esto que afir-
mamos en principio de toda expresión humana, lo sostenemos a fortiori respecto de la comunica-
ción sagrada de los hagiógrafos. En las palabras de ellos se manifiesta de alguna manera la inten-
ción que tuvieron, lo que pretendieron transmitir. Y, como fue dicho poco más arriba, la DV in-
siste en que la tarea del hagiógrafo debe buscar lo que ellos quisieron transmitir, puesto que en
esa intención hay un verdadero mensaje teológico.
Segundo, en sus palabras hay “menos” que lo que ellos quieren decir. El lenguaje humano es limita-
do. ¡Tantas veces expresa menos que lo que queremos decir! El mundo del espíritu encuentra en
él un canal de expresión. Pero que nunca es totalmente adecuado a sus requerimientos. En otros
términos, el lenguaje nunca alcanza a expresar todo aquello que se tiene adentro. Incluso en quien
mayor dominio tiene de él. Pensemos, por ejemplo, en un escritor o en un novelista. Difícilmente
se contente con publicar una sola obra. Escribirá normalmente otras; varias. No se recluirá en el
silencio luego de haber terminado una obra. Aunque sea una obra maestra. Y la razón es sencilla
de comprender: aún le quedan cosas por decir. Entre lo dicho y lo que se tiene por decir o se in-
tenta expresar, queda inevitablemente un hiato que las palabras posteriores tratarán de atravesar.
Este hecho obvio de la comunicación humana no es ajeno a la Escritura sagrada. Y, aunque el
Concilio no lo aluda directamente, no deja de ser interesante tenerlo en cuenta a la hora de arre-
meter con la tarea de interpretar las Sagradas Escrituras.
Tercero, las palabras de los hagiógrafos comunican más que lo que ellos intentaron manifestar. Hay en
las palabras, un mensaje, que no necesariamente quiso ser manifestado por el autor. Las palabras
exceden el ámbito de la intención de quién las profiere. Y, de hecho, comunican mucho más que
lo que el que las profiere quiso comunicar. Y esto se debe a que las palabras van ricas del sentido
que la historia y la cultura les han ido imprimiendo. Por ejemplo, cuando digo la palabra árbol,
pienso en un vegetal con tronco, ramas y hojas, y que -por otra parte- que tiene una envergadura
suficientemente grande como para llamarse así. Sin embargo, la palabra árbol, ha sido usada antes
de mí. Y no siempre en un sentido tan preciso. Por ejemplo, la han usado los poetas. La han usa-
do los historiadores. Hasta los físicos la han usado: “Newton estaba haciendo la siesta bajo un
árbol de manzanas”. Todo esto intenta mostrar que cada uno de los términos que usamos -aún
sin darnos cuenta- vienen cargados de una significación que les da la cultura: Un significado que
se evoca incluso más allá del querer, o de la intención de quien pronuncie la palabra: Todo esto es
8 Cf. Pierre GRELOT, Commentaire du Chapitre III, en B.-D. DUPUY, La Révélation Divine. pag. 370-71.
9 V. MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios, Col. Biblioteca Manual Desclée 1, Bilbao, Desclée de Brou-
wer,19953, pag. 291-332.
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 14
lo que lleva a que hoy en día se sostenga que una obra de arte, sea del género que sea, -en este
caso que nos ocupa, literaria- una vez lanzada al mundo, una vez “dada a luz” por su autor, de
alguna manera ya no le pertenece:
cuanto por el de la consideración del texto como algo acabado, decidor de por sí más allá de su
historia. Todo ello es lo que se contiene bajo el rótulo de “Nuevos métodos de análisis literario”.
Métodos nuevos, tomados del campo de las ciencias que se aplican en la literatura moderna, han
comenzado a emplearse con provecho en el ámbito bíblico. Es todo esto lo que reconoce la PCB.
Subraya al respecto la existencia de tres método: la nueva retórica, el análisis narrativo y el análisis
semiótico. A cada uno de ellos le dedicada una explicación y una evaluación positiva con límites.
No es el cometido de estas líneas explicar lo que dice el documento sino simplemente in-
troducir a su lectura. Pero sí interesa aquí mostrar el vínculo entre DV 12 y dicho documento. En
la constitución conciliar se reconocía que el objeto de la investigación de los intérpretes era la in-
tentio autoris, la intención de los hagiógrafos. Y decíamos, al comentar este texto, que esta búsque-
da ha de efectuarse necesariamente a través de un remontarse a través de los siglos hasta el autor,
su situación personal y comunitaria, las características de su pensamiento, los avatares socio histó-
ricos de las Iglesias a las que dirigían sus respectivos escritos... Este camino ascendente hasta la
intención del autor ha de valerse de recursos históricos aptos a tal fin. Todo ello es el método
histórico crítico. En cierto sentido, dicho método está contenido así en la DV 12, aunque algo
más precisamente en el párrafo b del mismo documento, según cierta configuración del mismo
método.
Pero la DV 12, como lo vimos, entreveía que no sólo aparece y se manifiesta la palabra de
Dios en la intención de los hagiógrafos sino también en la letra, en las palabras que ellos escribie-
ron, sin advertir siempre lo que decían, o las últimas consecuencias de aquello que estaban di-
ciendo. Este plus de sentido de la palabra –vimos– justificaba la presencia de métodos que pres-
cindieran de la búsqueda histórica para concentrarse en el resultado final, en el texto tal como nos
llegaba a nuestros días, más allá de lo que su o sus autores hayan querido transmitir. A todo ello
lo llamábamos métodos sincrónicos. Pues bien, en InterpBi aparecen los métodos sincrónicos
que hoy se aplican a la Biblia, a su estudio científico, la nueva retórica, el análisis narrativo y el
análisis semiótico. Tal vez las ciencias sociales y del lenguaje nos provean en el futuro de otras
metodologías ricas en potencialidades hermenéuticas. A la espera de las mismas, el documento de
la PCB nos invita a incursionar estos caminos con confianza en el Espíritu Santo.
--------------------------------------------------------
C) La Biblia en la Iglesia
Al respecto, es sumamente iluminador el capítulo VI de la DV (Nros. 21-25). Haremos,
en este momento, una lectura más vale sintética del capítulo.
Si bien el ordenamiento de los números se puede discernir con bastante facilidad, no ocu-
rre lo mismo con el criterio subyacente a tal ordenamiento. Pues pareciera que hay más de uno.
En efecto, comienza el capítulo (21), como suele comenzar los documentos eclesiales: estable-
ciendo las bases de lo que se pretende tratar. En este caso concreto, diciendo qué sea la Biblia,
estableciendo el concepto básico de la relación Biblia-vida de la Iglesia, y manifestando las conse-
cuencias que de ello se siguen: Sigue el capítulo con un tema que lógicamente se desprende del
anterior (22): es necesario facilitar la lectura de la Biblia al Pueblo de Dios. Pero a continuación,
pareciera que el criterio cambia. Pues en los siguientes dos números se trata de la comprensión de
la Biblia, a la que contribuye el ministerio de los exégetas (23), y de la Biblia como fuente de la
Telología y la pastoral (24). El capítulo sigue con una clara exhortación a la lectura frecuente de
la Biblia, sobre todo, de los ministrosde la Palabra (25) . Y termina con la manifestación del deseo
de que resplandezca, merced a la Biblia, la Palabra de Dios (26).
Si analizamos número por número podemos constatar el siguiente esquema en cada uno
de ellos:
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 17
E) Biblia y Catequesis
El tema es ciertamente amplio. Haremos una investigación10 divididos en distintos grupos,
a partir de diferentes temas.
1. En el orden de los principios: ¿Cuál es la relación entre Biblia y catequesis? - DV cap. VI.;
DCG; CT.; La Interpretación de la Biblia en la Vida de la Iglesia, Medellín, Puebla, Santo
Domingo, Primer Congreso Catequístico, JEP, Semana de Estudios 87.
2. En el orden histórico, notar la evolución del tema.
3. En el orden de las propuestas o desafíos pastorales.
TRABAJOS CONCRETOS:
EQUIPO 1: Leerá el DCG. Subrayará todas las veces que aparecen las palabras Biblia, Sagradas Escritu-
ras, Sagradas Escrituras, Evangelio, Evangelios, Palabra de Dios, (y otras posibles que tengan que ver di-
rectamente con el asunto). Luego reubicará en el contexto las palabras subrayadas, tratando de responder a
las preguntas: ¿qué dice de la Biblia, de las Sagradas Escrituras, de los Evangelios. etc.?
Por ejemplo, en el N° 9 aparece la palabra Evangelio. Si la leemos en su contexto encontramos lo siguien-
te:
“El Evangelio con su ley de amor exige, sí, que los fieles cristianos colaboren según sus fuerzas -
desempeñando tareas y cargos seculares- en la instauración cada vez más plena de la justicia y fraternidad
entre los hombres.”
O sea, al trabajo de fichaje seguirá el de transcripción. (No es necesario copiar todo el trozo. El criterio
básico es que se entienda de qué se está hablando)
Procurará luego de sintetizar y redactar un pequeño informe de dos carillas aproximadamente (dactilogra-
fiado). Prestar atención a que en él se presente las referencias claras al lugar donde aparecían estas pala-
bras. Y la síntesis de las grandes e importantes insistencias.
EQUIPO 2: Leerá la Catechesi Tradendae. Y procederá igual que en el caso anterior.
EQUIPO 3: Leerá y analizará el Documento de la PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La Interpretación
de la Biblia en la Iglesia. 1993. Capítulo IV. La Interpretación de la Biblia en la vida de la Iglesia. Subtítulo C:
Uso de la Biblia. Nº 3: En el ministerio pastoral. (Pag. 116-19). Escribir un pequeño informe con lo que
consideren relevante respecto del tema de la relación Biblia y Catequesis.
EQUIPO 4: Leer JEP, y proceder como en equipo 1.
EQUIPO 5: Leer Medellín, (Documento sobre Catequesis), y proceder como en equipo 3.
EQUIPO 6: Leer de la JUNTA CATEQUÍSTICA CENTRAL 2do. Congreso catequístico nacional 1987.
SEMANA DE ESTUDIOS. ed. Don Bosco y ed. Guadalupe, Bs. As. 1987. Informe de la Comisión 1:
Biblia y Catequesis. Pag. 257-59. Y procederá como equipo 3.
EQUIPO 7: Leer el DCG97, primera parte, capítulo I (34-59) y leer también segunda parte, capítulo I (92-
118). Proceder como en equipo 1.
ANEXOS A UNIDAD I
Del Documento de la PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La Interpretación de la Biblia en la Iglesia. 1993.
Capítulo IV. La Interpretación de la Biblia en la vida de la Iglesia.
Subtítulo C: Uso de la Biblia.
Nº 3: En el ministerio pastoral. (Pag. 116-19)
dad, son necesarios principios hermenéuticos válidos. Una falta de preparación en este campo tiene como
consecuencias la tentación de renunciar a profundizar las lecturas bíblicas, contentándose con moralizar o
hablar de cuestiones actuales, sin iluminarlas con la palabra de Dios.
En diversos países, se han hecho publicaciones con la colaboración de exégetas, para ayudar a los
responsables pastorales a interpretar correctamente las lecturas bíblicas de la liturgia y a actualizarlas de
manera válida. Es deseable que esfuerzos semejantes se generalicen.
Seguramente se debería evitar una insistencia unilateral sobre las obligaciones que se imponen a
los creyentes. El mensaje bíblico debe conservar su carácter principal de buena noticia de salvación ofreci-
da por Dios. La predicación será más útil y conforme a la Biblia si ayuda a los fieles, primero a “conocer el
don de Dios” (Jn. 4,10), tal como ha sido revelado en la Escritura, y luego a comprender de modo positivo
las exigencias que de allí derivan.
El apostolado bíblico tiene como objetivo hacer conocer la Biblia como palabra de Dios y fuen-
te de vida. En primer lugar favorece la traducción de la Biblia en las diversas lenguas y la difusión de esas
traducciones. Suscita y sostiene numerosas iniciativas: formación de grupos bíblicos, conferencias sobre la
Biblia, semanas bíblicas, publicación de revistas y libros, etc.
Una importante contribución es la de asociaciones y movimientos eclesiales que ponen en primer
plano la lectura de la Biblia en una perspectiva de fe y de compromiso cristiano. Numerosas “comunida-
des de base” centran sobre la Biblia sus reuniones y se proponen un triple objetivo: conocer la Biblia,
construir la comunidad y servir al pueblo. También aquí la ayuda de los exégetas es útil, para evitar actuali-
zaciones mal fundadas. Pero hay que alegrarse de ver que gente humilde y pobre, toma la Biblia en sus
manos y puede aportar a su interpretación y actualización una luz más penetrante, desde el punto de vista
espiritual y existencial, que la que viene de una ciencia segura de sí misma (Cf. Mt. 11,25).
La importancia siempre creciente de los medios de comunicación de masa, diarios, radio, televi-
sión, exige que el anuncio de la palabra de Dios y el conocimiento de la Biblia sean propagados activa-
mente por estos medios. Las exigencias muy particulares de estos, y por otra parte, su influjo sobre un vas-
to público, requieren para su utilización una preparación específica, que permita evitar las improvisaciones
penosas, así como los efectos espectaculares de mal gusto.
Se trate de la catequesis, la predicación o el apostolado bíblico, el texto de la Biblia debe ser pre-
sentado siempre con el respeto que merece.”
do
DE LA JUNTA CATEQUÍSTICA CENTRAL2 . CONGRESO CATEQUÍSTICO NACIONAL 1987.
SEMANA DE ESTUDIOS. ed. Don Bosco y ed. Guadalupe, Bs. As. 1987
A. VEMOS:
1. Desafíos de orden histórico:
a. Notamos aún resabios del largo período en que la Biblia era “libro cerrado” para el pueblo;
así
también, una primacía de las formulaciones dogmáticas en algunos catecismos.
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 21
b. A pesar de los esfuerzos de grupos de catequistas no fueron del todo aprovechados los
aportes:
• del Primer Congreso Catequístico Nacional (1962) que impulsó una catequesis
bíblica.
• del Concilio Vaticano II y documentos posteriores.
2. Desafíos de orden eclesiológico:
En nuestra Iglesia nos hace falta vivir la fe en pequeñas comunidades, por eso se nos hace
difícil penetrar en Libro inspirado por Dios que nace del pueblo y es para el pueblo.
3. Desafío desde la Biblia misma:
La Revelación está expresada en una cultura lejana a la nuestra, en el tiempo y en el espa-
cio.
4. Desafíos de orden existencial y cultural:
a. Constatamos que el hombre de hoy vive en una encrucijada de desarraigo, ya sea por la
misma movilidad humana, ya por las nuevas formas culturales (pérdida de identidad, con-
ciencia histórica, etc.).
b. Dificultades para acceder a la Palabra-escrita desde una “cultura-de-la-imagen”.
c. Nuestra “cultura-del-ruido” dificulta la actitud de escucha y contemplación.
d. El hombre de hoy manifiesta hambre y sed de descubrir la Biblia.
5. Desafíos de orden metodológico:
Aún está presente entre nosotros:
a. el miedo a una interpretación errónea.
b. ciertas exigencias de intelectualidad.
y estos elementos obstaculizan el poner con sencillez, en manos del pueblo, la Palabra de
Dios.
B. ASUMIMOS (ILUMINACIÓN):
La necesidad de educarnos desde la Palabra de Dios
Para construir auténticas comunidades cristianas (Hch 2,42-47; DP 992).
Para vivir nuestra historia personal y comunitaria como Historia de Salvación. (No hay
Palabra de Dios sin comunidad eclesial ni comunidad eclesial sin Palabra de Dios. “En los
Libros Sagrados, el Padre que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus
hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios,
que constituye sustento y vigor de la Iglesia...” (DV 21).
Porque aún dentro de esta cultura de la imagen y del ruido, tenemos fe en la eficacia trans-
formadora de la Palabra de Dios orada, contemplada y vivida en comunidad.
Para responder con fidelidad a las opciones preferenciales (los pobres y los jóvenes)
propuestas por el Espíritu Santo y asumidas por nuestros pastores.
C. PROPUESTAS:
1. Implementar catecumenados de jóvenes y adultos para que puedan vivir la fe alimen-
tada por la Palabra de Dios.
2. Catequesis familiar.
3. Fomentar grupos de oración y meditación.
4. Promover una pastoral Bíblico-diocesana:
- orientaciones episcopales
-predicaciones y homilías.
- cursos de Biblia
- catequesis Cristocéntrica desde la Biblia.
5. Cursos bíblicos para distintos niveles y asociaciones de apostolado y oración.
6. Hacer accesible el Mensaje a través de medios audiovisuales y con lenguaje sencillo y
usando los medios de comunicación social.
José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 22
Personajes: Abrham, Moisés, Aarón Josué, Sansón, Jefté, Samuel, Saúl, David y Salomón Reyes del norte: Jeroboám I, Omrí, Ajab,
Isaac, Jacob, José y Débora, Barak Jehú, Joás, Heroboam II.
sus hermanos
. Reyes del Sur: Roboam, Josafat, Atalía, Osías,
Ajáz, Ezequías, Manasés, Josías, Joaquín ...
Profetas del norte: Elías, Eliseo, Amós, Oseas ...
Del Sur: Miquias, Isaías, Jeremías ...
Hechos: Salida de Jarán, Éxodo, Alianza Conquista de la tierra de Canaán Transición de la alianza tribal (anfictionía) Cisma, oscilación entre fidelidad e infidelidad a la
peregrinación y primera Peregrinación por Líderes carismáticos que liberan a la monarquía Benjaminita (Saúl), por Alianza, fundación de Samaría, guerra Siro-
instalación en Canaán el desierto. a Israel cuando sus enemigos los oficios de Samuel. efraimita, predicación de los profetas, etc.
prevalecen. Transición e inicio de la monarquía judaítica
de David. Conquista de Jerusalén y traslado del
Arca a la Ciudad.
Esplendor del imperio bajo Salomón:
Construcción del Templo.
Período del Exilio en Babilonia Período de la Dominación Persa Período de la Dominación griega Bajo Roma
586 -538 -331 -68
Objetivo:
1. Descubrir cómo Dios elige, promete, se compromete, y se alía con el hombre.
Descubrir la respuesta del hombre a ese llamado divino, respuesta en las más variadas circunstan-
cias y avatares.
1. CONTENIDOS FUNDAMENTALES
Habíamos visto en la unidad anterior que Israel se constituyó en estado monárquico en el
siglo -XI y que esta nueva organización social y política fue el marco propicio en el que se inició
decididamente la labor de los escribas-teólogos. Estos abordaron una cuestión fundamental: ¿de
dónde venimos nosotros como pueblo? Y, un escriba o un grupo de escribas, al que los especialistas de los
estudios bíblicos conocen comúnmente con el nombre de “El Yahivista” (sigla = Y) porque en su
documento a Dios se lo llama precisamente con el nombre de Yahveh, elaboró un largo relato que
va desde la vocación de Abraham hasta la entrada en la Tierra prometida. Fácilmente aquel que
tiene un mínimo conocimiento del Pentateuco se da cuenta de que este documento es sin lugar a
dudas la base de toda esta parte de la Biblia, es decir, se ha trasnformado en algo así como es es-
queleto que articula los distintos relatos que componen esta obra monumental de la literatura reli-
giosa universal.
Es necesario decir que la obra del Y tiene sus antecedentes en las creencias de los israeli-
tas. Estos profesaban su fe diciendo:
“Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos
hombres, pero luego se convirtió en una nación grande fuerte y numerosa. Los egipcios
nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces pe-
dimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. El vio
nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de Egipto con el
poder de su mano y la fuerza de subrazo, en medio de un gran terror, de singos y pro-
digios. El nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Por eso
ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me diste”. (Dt, 26, 5-
10; cf también Jos 24).
Esta profesión de fe que el israelita profesaba en los templos de Yahvéh, anualmente, con
ocasión de la entrega de las primicias, es un reconocimiento del obrar de Dios en la historia del
propio pueblo. Este obrar de Dios se desglosa -en este credo israelita- en varias etapas:
• bajó a Egipto,
• los egipcios nos oprimieron ... y el Señor nos hizo salir,
• el nos trajo a este lugar.
Este orden de las acciones salvíficas de Yahvéh en la historia de los antepasados de Israel
es más teológico que histórico. Su objetivo nos es tanto decir “lo que pasó” sino “cómo vio lo que
pasó la fe de un pueblo”. De allí que este esquema de la historia de la salvación sea conocido por
algunos autores relevantes, como Gerhard Von Rad, como un esquema “teológico-cultual”11.
Ahora bien, este esquema de fe, a la hora de elaborar una respuesta coherente a la cuestión
que se plantea en las cortes de David y Salomón, sirvió sin duda de base ordenadora para la obra
de síntesis del Y. Este debió consultar la memoria del pueblo, y también de los otros pueblos, para
recabar información respecto de un pasado de Israel que condujera lenta, pero inexorablemente, a
la organización política-estatal que en aquel entonces aquel pueblo había alcanzado. Pero los resul-
tados de estas investigaciones no fueron meramente yuxtapuestos, el uno junto al otro, sin orden,
sin seguir un plan. El plan lo impuso la fe secular de Israel; esa fe que se expresaba tan parca y so-
lemnemente a través de estos “credos” que los píos miembros del pueblo de Yahveh recibatan
con ocasión de la ofrenda de las primicias del suelo.
De esta manera quedaron perfiladas las grandes etapas de la lectura que Israel -guiado por
su fe yahvista- hizo de su historia, a saber:
• mi padre era un arameo errante: = período de los patriarcas;
• que bajó a Egipto: = fin del período de los patriarcas con la historia de José y la bajada a Egip-
to de Jacob y sus demás hijos;
• los egipcios nos oprimieron ... el Señor nos liberó: =Período del Exodo:
• él nos trajo a este lugar: = entrega de la tierra prometida bajo Josué.
--------------------------------------------------
11 Cf Teología del Antiguo Tesamento, I, col. Biblioteca de estudios bíblicos 11, ed. Sígueme, Salamanca 19866, pag 168 y
sigs.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 26
un sacerdote. Es en este sentido un anticipo de Cristo, quien habría de ofrecer el mundo entero al Padre.
El amigo Dios, se lo merece.
Pero Abraham no está libre de preocupaciones y dificultades que le tocan muy de cerca. Al bajar a
Egipto sabe que su esposa, hermosa, va ser codiciada (12,10-20). ¿Gesto de debilidad? ¿Prudencia necesa-
ria? ¿Mentira descarada? Estas y otras preguntas nos podemos plantear respecto del famoso episodio en el
que él se hace pasar por mero hermano de Sara. Episodio que volverá a repetirse (Cf. 20,1 y sigs.; 26,6-11).
En todo caso, la memoria del Pueblo de Dios, que venera a Abraham, no ha considerado vergonzoso re-
cordarlo. Y mostrar, que aún en esa situación tan ambigua, Dios no lo abandonó.
Entre las dificultades, también están la que surgen por pequeñas querellas familiares (13,1-13). Y
Abraham deja elegir a Lot. Esto no significa que haya que dejar elegir siempre a los demás y renunciar a su
propio querer de una manera permanente y constante, como por regla general. Abraham está, en esta situa-
ción, más allá. El que le había prometido la tierra, se encargaría de mostrársela y de dársela. Y, en efecto, la
respuesta no tarda en hacerse oír: “Levanta los ojos, y desde el lugar donde estás, mira hacia el norte y el
sur, hacia el este y el oeste, porque toda la tierra que alcances a ver, te la daré a ti y a tu descendencia para
siempre. Yo haré que tu descendencia sea numerosa como el polvo de la tierra.” (Gen 13,14-15).
Aún por otras pruebas tiene que pasar Abraham. El mundo político de aquel tiempo, tan cambian-
te y sujeto a pequeñas guerras de conquista y reyertas, se convierte en una situación que le obliga a “tomar
las armas” para rescatar a Lot, que a causa de la campaña de aquellos 4 reyezuelos, había quedado cautivo
(Cf. 14,1-16). Y Abraham no le esquiva al bulto. Un hombre de paz se ve obligado a empuñar la espada. Y
ahí nuevamente vuelve a encontrar a Dios. ¡Son tan variadas y diferentes las circunstancias en que pode-
mos encontrar a Dios, o en las que Dios se nos manifiesta! Prácticamente ninguna circunstancia humana es
maldita de Dios. El que había optado por la paz, y que se había encontrado personalmente implicado en
una situación que le exigía su compromiso y su lucha contra la injusticia, termina recibiendo nuevamente la
bendición. Esta vez de manos de aquel misterioso Melquisedec (14,17-24).
Y allí vendrá la Alianza y la promesa (15,1-21). Justamente cuando la impaciencia comienza a
hacerse sentir: “para qué me vas a dar algo, si yo sigo sin tener hijos...” (15,2). Dios pasará por el medio de
las bestias destrozadas. Sobre él caerá la maldición si no cumple con lo prometido. La iniciativa de Dios es
única e irrepetible. Abraham ya no puede albergar dudas.
Con todo, su esperanza vuelve a vacilar (16,1-6). Y se hace un hijo, se da a sí mismo un hijo. Un
hijo de la impaciencia. Dios le mandará que lo despida. Quiere para él el hijo de la promesa. Hijo que lle-
gará en el contexto en que se manifiesta su exquisita hospitalidad oriental (18, 1- 15).
Mientras tanto, vuelve a mostrarse la altura espiritual que se juega su amistad con Dios, a fuerza de
ser repetitivo e insistente, para salvar a un pueblo de pecadores (18,16-33).
Pero Dios, cuando Abraham, ya padre del hijo de la promesa se hubiera creído que ya está, que ya
cumplió que ya nada nuevo puede sucederle, le tenía reservada una nueva prueba. Porque quería que Abra-
ham ganara. El famoso sacrificio de Isaac (22,1-19).
b. ISAAC
Isaac es el patriarca sandwich. Aparece como el hijo de Abraham, por quien la bendición de Dios
habría de pasar a la humanidad entera. Pero su entidad es inferior. Su identidad se define como hijo de
Abraham y como Padre de Jacob. Ambos, su padre y su hijo lo sacan del anonimato. De allí que se estime
que posiblemente haya sido una suerte de patriarca inventado para unir las dos grandes tradiciones patriar-
cales que subyacían en el inconsciente colectivo de los hebreos: Abraham y Jacob o Israel. El Génesis le
dedica a penas algunas páginas. Pocas, si se las compara con los otros patriarcas.
c. JACOB
La historia de Jacob (Gen 25-36, con algunos complementos posteriores) dista bastante
de la historia de Abraham: Queda claro en sus páginas que a través de él pasa la bendición que
Dios quería derramar sobre el mundo. ¡Pero su colaboración es tan precaria! Tal vez sería más
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 27
propio decir que es “a pesar” de él que la bendición de Dios pasa a la historia. Pues Jacob es el
vivo, el aprovechador, el que cree en las metodologías humanas. El que no espera mucho en las
promesas de Dios y quiere ser él el que consiga las cosas. Aunque sea haciendo trampa. Así,
aprovechándose de la debilidad de su hermano, le compra a vil precio el derecho de primogenitura
(25,26-34). Suplantará con una verdadera estratagema montada por su madre, a su hermano,
cuando Isaac le imparta la bendición (27).
Más tarde, sin embargo, sufrirá en su propia carne lo que significan esas metodologías
humanas. Cuando su suegro le suplante a Lía por Raquel, la amada (29,15-30) y cuando sus hijos
le traigan el manto que le había hecho a José, para probarle su muerte (37,31 ss.).
Es a este Jacob, sin embargo, a quien Dios le sale al encuentro. En dos ocasiones funda-
mentales: cuando huía de la cólera de su hermano, a quien había “robado” la bendición (28,10-22)
y cuando regresa a su tierra, colmado de bienes y de hijos, pero con el miedo de reencontrarse con
un hermano de quien ignoraban si ya había sido perdonado (32,23-32):
d. 1. CRITERIO DE INTERPRETACIÓN:
No pensar al leer la historia de José en un Dios enemigo de la libertad del hombre; en un
Dios que le juega una pulseada al hombre; en un Dios que se complace en ganarle al hombre.
Se trata de un Dios que va sanando la historia valiéndose de los pecados y de las heridas
de la historia, para -desde ellos- realizar su designio de bondad y salvación.
Así Dios no aparece como alguien que “permite” el mal ... porque se le antoja ... aunque
hubiera podido impedirlo. Dios aparece como el gran “médico” que sana el mal, y de él, saca el
bien.
De esa manera, la pregunta frente al mal que acontece y nos golpea ... y lastima... es:
¿cómo sanará (en futuro) Dios esta realidad sacando de ella un bien para mi y para mi pueblo ...
un bien mayor que el que este mal está destruyendo?
La realización de ese acontecer auspicioso que narra el ciclo de José se ubican en el tiem-
po. Y nada nos hace pensar que haya de ser vaciado de su contenido histórico-inmanente. Es de-
cir, Dios sana la historia antes de que la historia muera. La revelación ulterior, sin embargo, nos
permite descubrir una dimensión escatológica-trascendente. Una dimensión cuyo auténtico alcan-
ce va más allá de la historia.
“Varias veces en su vida la trama de su misterio se interrumpió, para comenzar otro capítulo en
otra geografía. Aparentemente el pasado quedaba truncado, sin sentido, Su infancia nómade es
cerrada brutalmente al ser vendido por sus hermanos. Quedaban atrás, vacías de sentido, las carp-
tas paternas, las majadas familiares, la rompa multicolor que lo distinguía entre sus hermanos, los
arenales queridos que le habían regalado un cielo límpido con estrellas brillantes para soñar, la
tumbas de su madre en Efratá”.13
Hubiera sido fácil para José comercializar sus sueños; creer que ese era su presente defini-
tivo. Pero es fiel, leal al presente, porque tiene su mirada puesta en el avenir. Así queda nuevamen-
te desnudo y ahora revestido de presidiario.
Nuevamente, José es despojado de vestido y revestido de uno nuevo, en este caso, el del
primer ministro.
Ahora sí José, el hombre que se ha mantenido fiel a su presente, sin guardar rencor a su
pasado porque tenía su mirada puesta en el futuro, entiende el misterio de su historia: Dios quería
que su familia fuera salvada del hambre.
3. El Exodo
Con el término Éxodo, que significa “Salida”, se designa un amplio número de acontecimientos
cuyo centro es la salida del pueblo hebreo (si es que en este estado de la historia merece el nombre
de pueblo) pero que está precedido por el diseño de la situación en que se hallaba Israel en Egipo, y
seguido por la narración de la Alianza en el Sinaí y la larga peregrinación por el desierto del nuevo
pueblo de Dios. El grueso de esos acontecimientos se haya narrado en el libro homónimo; libro
que en la tradición hebrea recibía el nombre de Shemôt (los nombres), por que en su versículo ini-
cial el libro reza así: “Y estos son los nombres...”. En lo que respecta a la peregrinación por el de-
sierto, mucho del material narrativo que le pertenece se halla ya no en el libro del Ex. sino en el de
los Números.
Esta interpretación es la que ha trascendido: “¡Si Israel vio en esto la mano de Dios, el
historiador no tiene ciertamente pruebas para contradcirlo! No es sorprendente que los relatos
egipcios no lo mencionen. No solamente los faraones no acostumbraban celebrar sus fracasos,
sino que un asunto que atañía tan sólo a una partida de vagabundos fugitivos dbió haber sido para
15 Ver Gerhard VON RAD, Teología del Antiguo Testamento vol. 1 Salamanca, Edic. Sígueme, 1986, pag. 37 y ss., ver
también Addison G. WRIGHT, Roland E. MURPHY, y Jostph A. FITZMYER, Historia de Israel, en BROWN,
FITZMYER, MURPHY, Comentario Bíblico San Jerónimo, vol V., edic. Cristiandad, Madrid, 1972, pag 460. Ver tam-
bién John BRIGHT, La Historia de Israel, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1966, pag. 127 ss.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 30
ellos de escasa importancia. Esperaríamos una narración de ellos en los anales egipcios con tan
escasa esperanza como una descripción de la Semana Santa en los anales de César.”16
• Esta intepretación devendrá el mensaje perenne del Exodo: en el Israel verá definitivamente su origen como
pueblo de Dios; en él verá el modo constante de obrar de Dios, la matriz de las obras de Dios; obra de Dios de la
que guardará memoria perenne en sus fiestas y en sus libros religiosos; obra de Dios que servirá de criterio para
reinterpreta las distintas etapas que habrá de transcurrir en su azarosa y compleja historia.
Israel leerá y releerá el Exodo viendo en El a Dios y a su fe. Israel cantará y reflexionará
sobre el Exodo de una manera constante. Muchos salmos y textos sapienciales son una clara me-
ditación sobre aquel acontecimiento fundamental para la Fe israelita.
Objetivo:
Apropiarse del mensaje fundamental leído desde Cristo, que se esconde bajo el ropaje del lenguaje
simbólico de los capítulos primeros del Génesis.
• Datos históricos
• Los profetas.
A estos interrogantes de honda significación existencial se intenta responder con una nueva lectu-
ra global de la historia de Israel que se suele llamar historia profética o deuteronomística. El pue-
blo revisa su historia desde esta convicción fundamental: fuimos infieles a Dios y el Exilio es el
justo castigo que Yahveh nos infligió Esta perspectiva, que para nosotros es una aparente mala
noticia, no lo fue para ellos. Porque implicaba la serena convicción de que lo que había ocurrido
no era ni un mero accidente en la historia, ni la victoria de los dioses babilónicos, ni el quebranta-
miento de la fidelidad divina para con su pueblo y la dinastía de David. Lo acontecido era la res-
puesta de Dios a una infidelidad constante y creciente de pueblo a su alianza, hasta una medida
insoportable. Respondiendo Dios de esta manera, volvía a manifestarse fiel a sí mismo y al pue-
blo. El castigo era como el de un padre a su hijo rebelde. No la venganza de un enemigo. Con lo
que quedaba abierta la puerta a la futura restauración y, por este camino, a la esperanza.
De todo lo anterior dan testimonio los libros de JOSUÉ y JUECES. Con ellos comienza
lo que se denomina HISTORIA PROFÉTICA. Esta historia es parte de lo que en la Biblia
hebrea se llama con el nombre de LOS PROFETAS: Abarca los dos libros mencionados, y los
libros de Samuel y Reyes.
Introducirmos ahora al tema, pues de él nos ocuparemos en estas unidades. Una primera
pregunta: por qué llamamos a estos libros “proféticos”?
Que se dé el nombre de profética a las colecciones que guardan el grueso de los oráculos
de los profetas predicadores no nos suena raro. Entendemos, en general, al profeta, como el
hombre de la Palabra. Pero de una Palabra insertada en la historia. Iluminadora de la historia. No,
la palabra que adivina mágicamente el futuro. Sino la Palabra que -desde Dios- da un sentido al
tiempo presente al predicador.
Pero, he aquí, que se le da el nombre de profética a una historia. Tratemos de entender las
razones.
Son muchos los profetas de los que se nos habla en estos libros:
a) el mismo Moisés había sido llamado profeta en el Dt (18,15-22);
b) Hay muchos otros anónimos (Jc 6,7-10; 1 Re 13,1-34; 18,4; 19,14);
c) Hay incluso algunos que pertenecían a países vecinos (1 Re 18,19-29)
d) En ocasiones, los mismos reyes Saúl (1 Sam 1,1-16) y David (Cfr. Hech 2,30 y Mc 12,35-37 y
paralelos18 )reciben esta misma apelación;
e) Están también los grandes profetas:
- Samuel (1 Sam passim);
- Natán (2 Sam 7,1-17; 12,1-15)
- Elías (1 Re 17 ss.)
- Eliseo (2 Re 2 ss.)
Todo esto nos lleva a afirmar que el mismísimo acto de escribir la historia es de por sí una
profecía, es la elaboración de una palabra profética. Es, en efecto, esa misma escritura, ese mismo
18 Hago notar aquí que las citas son neotestamentarias. En ellas se llama a David profeta, ora de una manera directa
ora indirecta. Entendemos que se consolidó en el judaísmo la tendencia a llamar profecía la tarea de componer sal-
mos que había realizado David, y a éste último, profeta.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 34
acto de escribir, el que está iluminando, desde Dios, el sentido más profundo que los aconteci-
mientos tienen. Es ese escribir el que va develando las opciones de Dios en la maraña de los suce-
sos humanos.
Ese acto de escribir es también profético puesto que está ubicado en el tiempo y en el es-
pacio de una manera bien concreta. De esa manera, la “escritura” es una palabra dirigida a interlo-
cutores bien concretos. Y ésta es una de las características de la profecía bíblica.
3. Inspirada en la predicación de los profetas y del Deuteronomio
Esta historia es también profética puesto que su fuente de inspiración es la corriente espi-
ritual nacida a partir de la predicación de los profetas. Esta predicación no es una simple palabra
aislada, sino el fruto de todo un movimiento de gente que comparte una suerte de sintonía y fami-
liaridad espiritual.
Este movimiento, tiene, entre otras características, que se atribuya la primacía a la Palabra.
Primacía sobre la ceguera de los hechos. Esto es muy importante de subrayarlo. Los hechos, pre-
sentados sin su vinculación estrecha, “ciegos”, sostienen el statu quo, el orden imperante. Los
hechos se presentan como un montón desorganizado y casi caótico. De ello, sacan provecho los
poderosos. La Palabra, en cambio, porque provee de una interpretación de esos hechos, les da un
sentido, que hace posible un cierto dominio de los mismos. Dominio que, a la larga se vuelve fa-
vorable a los débiles.
Hay quienes dicen que la clave para comprender los profetas, es descubrir en ellos el tra-
bajo para pasar de las categorías de puro-impuro a las categoría de justo-injusto. Lo propio de las
categorías de puro-impuro, es que se apele a regiones muy profundas de la personalidad, frente a
las que hay muy poca objetividad posible. Por lo cual, en este ámbito, es muy difícil pensar realizar
cualquier cambio social. Lo que existe, el orden imperante, es sostenido por categorías arcaicas: un
sistema tabú, el antiguo régimen ... Salir de las mismas se muestra como un paso necesario para
construir una nueva sociedad. Sino, nada puede ser cambiado. Es en el esquema de “justo-injusto”
que esas nuevas condiciones se dan.
Otra de las vetas a desarrollar tiene que ver con la importancia de la expresión por medio
de la palabra en la vida. Sin palabra, hay violencia. Es un hecho, en la medida en que nuestra ex-
presión se torna más fluida y verdadera, en esa misma medida, la violencia decrece. San Juan Bos-
co hablaba del “demonio mudo” que asolaba la vida de los jóvenes que educaban en sus institu-
tos. Realidad que es totalmente actual en la vida de hoy. Se decía, en la revista L’Express del 30-3-
95, en un artículo sobre la violencia de los adolescentes, que es necesario enseñarles la lengua (en
este caso, el francés) “pues los jóvenes más violentos son aquellos que poseen un vocabulario
mínimo” (pag.32). El psicoanálisis y otros tipos de “logoterapia” muestran la importancia de la
palabra en la vida. Sin ella hay muerte. Las fuerzas mortíferas quedan libradas a sus propias fuer-
zas destructivas, provocando lo que pueden, muerte y destrucción indiscriminada.
Vemos, entonces, la importancia de la palabra. Saca del Caos, creando el cosmos. Favore-
ce así un cambio social, en favor de los más pobres e indefensos. Sana. Todas estas son caracterís-
ticas de la “palabra profética” y del movimiento espiritual nacido a partir de ella. Movimiento que
precisamente otorga es primacía a la palabra. Movimiento espiritual que -como dijimos- se halla
en la raíz de la escritura de esta historia.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 35
1- El libro de Josué
El libro de Jos narra la entra y la conquista de Canaán por parte de las huestes israelitas,
bajo la guía del caudillo, sucesor de Moisés, que diera su nombre a esta obra literaria. Enella se
dibuja aquella conquista con características muy particulares:
- todas las tribus que componen el pueblo de Israel actúa mancomunadamente, como un bloque
monolítico, bajo la guía de un único jefe, Josué;
- los pueblo cananeos, en su totalidad, no ofrecen casi ninguna resistencia eficaz ante la masa
humana de los israelitas que avanza avasalladoramente;
- por último, esos pueblos -luego de conquistados, son reducidos a la nada o -dicho en otros
términos- son consagrados al extermoinio.
El sabor de haber estado frente a una verdadera epopeya -única, inaudita- que queda en el
alma del lector es, sin lugar a dudas, uno de los objetivos buscados por el libro. Pero muy difícil-
mente pueda atribuirse, desde el punto de vista histórico a la conbquista de Canaán por el Israel,
el término de epopeya. La realidad histórica debió ser bien diferente. Algunas de las huellas de
esas diferencias aparecen el mismo libro de Josué. Por una parte, se deja ver que la conquista no
estaba completa en el ocaso de la vida de josué (13,1-6).
Por otra, aparece que algunos grupos actuaron por cuenta propia (14,6-15), o, incluso, retrocedie-
ron (19,47).
Sin embargo, estas referencias, que obligan a matizar la imagen de la conquista que el libro
de Josué dibuja, son el mismo detalles casi insignificantes. Los argumentos convincentes, que exi-
gen un replanteo global del tenor de la conquista según Josué, provienen de otros escritos bíbli-
cos. Fundamentalmente, de Jueces y Samuel. Ellos atestiguan que la penetración en Canán y su
dominación se hizo por varios caminos; que los pueblos que allí residían ofrecieron una resistencia
eficanz y de hecho -cohabitaron con los hebreos en la Tierra prometida durante siglos. Además,
sólo en el período davídico habría de consolidarse la hegemonía de Israel en la Palestina y la uni-
dad política.
La realidad de los hechos fue entonces muy diferente a como los pintara Josué. ¿Por qué?
Según los autores de la introducción al libro del Josué en el LPD. esta presentación idealizada
obedece a un objetivo claro: sostener una enseñanza teológica fundamental a través de la narra-
ción histórica. Esa enseñanza es que Dios actúa en la historia para entregar a sus Pueblo la Tierra
que El mismo le había prometido. Así queda también de manifiesto la autocomprensión del ingre-
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 36
so y la posesión de Canaán que aquel pueblo manejaba: éste no fue obra de los hombres sino de
Dios (23,9-10).
El final del libro presenta algunos temas, de los cuales los principales son: el retorno de las
tribus de la Transjordania a sus propios terrritorios, el testamento Espiritual de Josué, la asamblea
de Siquén con la alianza de las doce tribus (22-24).
Este libro nos presenta este período de la historia de una manera mucho más realista que
el libro de Josué. No se nos dibuja un perfil glorioso de las tribus instaladas en Canaán. Por el
contrario, se nos revelan los datos que nos llevan a descubrir la dificultosa situación en que se en-
contraban. Pero la gran preocupación no es escribir cronología, sino teología. Se procura mostrar
que las dificultades que el Pueblo tiene son fruto de su infidelidad a la Alianza con Yahveh. Dios,
sin embargo, no permanece distante. Sigue preocupado por su pueblo. Señal de lo cual es que en-
vía Jueces liberadores.
Hay hermosas narraciones en libro de los Jueces. Que se pueden leer con mucho prove-
cho espiritual.
Destaco los ciclos de Débora y Barak (4-5), Gedeón y Abimelek (6-9), Jefté (10,6-12-7) y Sansón
(13-16).
3. La Monarquía unida.
El Reinado esplendoroso de Dios manifestado en sus lugartenientes.
Cristo reina desde la cruz. En la cruz se lo reconoce como Mesías. “Verdaderamente este
hombre era el Mesías, el Hijo de Dios”, confiesa el pagano centurión ante la del todo singular muerte del
Señor. Así lo viene celebrando la Iglesia desde siempre. Reconocerlo rey, significa, reconocerlo Mesías, es
decir, ungido del Señor. Pero no en función del poder, sino del servicio humilde. Cristo tiene como trono
de gloria, la Cruz. Esa es su gloria. Ese es su cetro. No hay otro.
Cierto es que la gloria del reinado de Cristo aparecerá plenamente al final de los tiempos, cuando el
vuelva lleno de majestad. Pero no será otro Cristo que el que reina desde la cruz.
La esperanza en un Cristo Rey, en un Mesías rey, está muy arraigada en la historia de Israel. Se re-
monta a este período que nos toca estudiar, período al que hemos denominado, de la Monarquía unida. An-
tes de analizarlo, nos será útil recomponer el camino recorrido.
La Anfictionía no alcanzaba a mediados del siglo XI para asegurar la paz de las tribus dada
la irrupción en Canaán de los Filisteos. Hacía falta un ejército estable. Para lo cuál se necesitaba
como conditio sine qua non un monarca.
Samuel acompaña este pasaje. Hombre elegido por Dios para tal misión, aparacerá en los libros
que llevan su nombre como aquel que ungirá a los dos primeros reyes de Israel, Saúl y David.
Los reyes son lugartenientes de Dios. Su misión es hacer presente la realeza de Dios en medio del
pueblo. De allí que se inaugura un nuevo estilo de reinado. El rey no ha de buscar ni su propio
poder ni su propia gloria, sino hacer justicia de parte de Yahveh, sobre todo a los débiles y pobres.
Por eso, será siempre un fausto acontecimiento el advenimiento de un nuevo rey (Cf. Sal 72).
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 37
Los tres primeros reyes serán Saúl, David y Salomón. Saúl es el rey guerrero. Así transcurren sus
años de reinado. David, será el rey que inaugure la dinastía de la cuál vendrá Cristo, nuestro Señor
(Cf 2 Sm 7). Y Salomón será el rey sabio.
Analizando brevemente un texto (1Sm 17,38 ss.), el combate con Goliat, podemos descu-
brir varias cosas interesantes. David pone su confianza en Dios. Rechaza pertrecharse para la gue-
rra de una manera que le dificultaría su acción. Confiado en Dios, sin embargo, no rechaza utilizar
los intrumentos sencillos a los que está habituado, guijarros bien escogidos. Vence así la soberbia
con sus propias armas. Confianza ilimitada y preparación mínima adecuada para las guerras de
Dios. ¿No se podría aplicar esto a la evangelización?
4. La monarquía dividida
• El fracaso histórico del proyecto de Israel como imperio a la usanza de los impe-
rios de Medio Oriente.
• Dios realiza su obra en un pueblo humilda y sencillo
• Los profetas de los siglos IX-VII
Objetivos:
Descubrir al Dios fiel que exhorta a la fidelidad.
Revalorizar la relación vertical-horizontal de la religión
Descubrir cómo los fracasos históricos, más que azarosos, son un camino de conversión en el que
hay lugar para la esperanza.
5. Los profetas
En el Reino del Sur (Judá), durante el reinado de OZIAS (781-740) comienza el ministerio de
ISAÍAS, ministerio que se extiende durante los reinados de JOTAM (740-736), AJAZ (736- 716)
y hasta en parte EZEQUÍAS (716-687). Se puede datar el ministerio de MIQUEAS, también en
el reino del sur, a los reinados de los mencionados JOTAM y AJAZ. Ambos profetas, ISAÍAS y
MIQUEAS son contemporáneos.
Al siglo siguiente, sobre todo al reinado de JOSÍAS (640-609), pertenece el ministerio profético de
SOFONÍAS y NAHÚM. De este período es datable el inicio del profeta JEREMÍAS, quien sin
embargo trascendió al Exilio.
OSEAS es el profeta del AMOR. Ciertamente que en su predicación influye la situación que ve
vivirse en su pueblo, situación que por otra parte, no difería en mucho de aquella que nos había
pintado el profeta Amós. Sin embargo, su lectura de la situación está profundamente marcada por
su experiencia personal ligada al matrimonio. Padece la infedilidad de su cónyuge. Luego de “po-
ner a prueba” sin embargo a su esposa, la acepta y se resuelve amarla nuevamente. El ve en esta
experiencia un signo claro de las relaciones de Dios con su pueblo. El es el esposo abandonado y
traicionado que acepta seguir amando.
Difícil es caracterizar en una sola palabra al profeta MIQUEAS, como lo habíamos hecho con
Am y Os. Su mensaje, sin embargo, tiene muchos puntos en común con Am en lo que respecta a
sus invectivas contra las injusticias que el pequeño pueblo, en especial el campesinado, sufría por
parte de los grandes y poderosos de Judá. Pues, la geografía aquí ha cambiado. No así la situación.
Situación que incluso ha empeorado por el hecho del asedio de Asiria que hizo emigrar hacia al
sur a muchos campesinos Israelitas. Emigrados explotados!
ISAÍAS es evidentemente un libro mucho más difícil de sintetizar. Podemos decir que consta
fundamentalmente de tres partes:
a) los cap 1- 39 que pertenecen propiamente hablando a esta etapa,
b) los cap 40-55 que anuncian la salvación durante el destierro.
c) los cap. 56-66 que alientan al pueblo en el dura reconstrucción de la nación en el período po-
sexílico.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 39
Nos detendremos brevemente en los primeros capítulos pues se refieren a nuestra etapa. Durante
casi 40 años, (desde ca. 740 aC) el profeta ejerce su ministerio en el ámbito de Jerusalén. La expe-
riencia matriz de su mensaje profético lo recibe en su vocación: Dios es santo. Terriblemente San-
to. Esto marca su ministerio con un cuño caracterizado por el esfuerzo constante de hacer perci-
bir entre sus contemporáneos esa santidad de Dios. Y hacer percibir todo “triunfo” político basa-
do en la astucia como una traición al Señor y a la fe que se le debe. Pues de eso se trataba. Judá se
hallaba entre dos fuegos: por un parte Asiria y sus aspiraciones expansionistas. Por otra, Egipto,
que no quería perder su hegemonía ni sobre Siria ni sobre Palestina. La política de los reyes israeli-
tas oscilaba ora por un imperio ora por otra. Con toda vehemencia Isaías reacciona haciendo ver
que estas actitudes implicaban una falta de confianza.
Isaías el “El” profeta del mesianismo davídico. El manteniemiento de la dinastía es para el todo
un símbolo: el de la fidelidad de Dios a sus promesas. Por eso no vacila en anunciar al “Emma-
nuel”, que ciertamente era un descendiente del rey que habría de reinar.
La inteligencia cristiana vio en estos oráculos un anuncio del salvador definitivo de la humanidad:
Cristo, Dios con nosotros.
6. El exilio
• Israel purificado en su fe
• Israel, abierto a los otros pueblos.
Objetivos:
Descubrir que:
1: Dios no ha abandanoda a su pueblo en la prueba;
2: no son los “dioses” de otros países más poderosos que el Dios de Israel;
3: que el plan de Dios es justo, sabio y misericordioso.
El Pueblo de Dios es deportado a Babilonia en el 587, en primero lugar y luego, de una manera
definitiva en el 581. La política expancionista de Babilonia es la razón. Ellos vieron, en aquella de-
portación, un motivo teológico: habían sido infieles a la Alianza. Lo habían sido incluso a pesar de
las múltiples advertencias de los profetas. Ahora tenían su justo merecido.
Interpretar el destierro como un castigo de Dios, lejos de ser para ellos una mala noticia, era evi-
dentemente un Buena noticia. Significaba que Dios no había perdido el control de la situación.
Que había lugar para la justicia. Y que, por tanto, así como ahora ellos aparecían castigados y
humillados, habría lugar para la restauración. Había, entonces, lugar para la esperanza.
El exilio fue duro. Un eco del estado del alma de los israelitas en Babilonia lo encontramos en el
famoso Sal 137. Fue un período en que creció y se purifició la fe del Pueblo.
Gracias a los profetas JEREMÍAS y EZEQUIEL, descubrieron que Dios era Justo. Gracias al
DEUTEROISAÍAS, descubrieron que Dios era UNO. Gracias a este último profeta, descubrie-
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 40
ron que Dios preparaba secretamente la restauración de su pueblo. Restauración que habría de ser
como un “Nuevo-Exodo” hacia la tierra. Así como Dios había hecho salir a los hijos de Israel de
Egipto, así haría también salir de su esclavitud a los hijos de Israel que estaban en el destierro, y
los haría volver.
De JEREMÍAS, subrayar que es el profeta que mejor nos ha revelado el drama interior de la vo-
cación profética: Leer las confesiones de Jeremías.
De EZEQUIEL, subrayar que ha sido el profeta de las “acciones proféticas”. El hombre llamado
a “hacer” antes que a “hablar”. A vivir anticipadamente en su carne lo que el pueblo habría de vi-
vir.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 41
Unidad III
Sumario:
a) Conceptos de la Dei Verbum sobre el NT.
• A la hora de elaborar una síntesis de lo que es el NT, y su contenido, los católicos sentimos
una cierta perplejidad.
• Ignoramos qué es lo esencial, o en qué términos se puede manifestar.
• Nos hallamos perdidos frente a una masa de datos.
• La historia, con sus múltiples y tan variados intentos de síntesis en clave moralista, nos
condiciona.
• Hemos escuchado mucho al NT. Es lo que más conocemos. Nos falta una visión de
conjunto.
• Corremos el riesgo de darle a todo un valor idéntico, sin distinguir que hay partes más
importantes, porque más cercanas al núcleo de la fe que otras.
• Dentro de nuestro trasfondo imaginario, el NT se nos presenta como un todo entregado por
Dios simultáneamente, a la manera de un paquete.
• Esto implica, que en la práctica, los conceptos referidos a la inspiración -acto de Dios y el
hombre, y que lo implica totalmente a este último- no han penetrado aún estas dimensiones de
la vivencia práctica de la fe.
• Nos imaginamos, por ejemplo, a los Evangelistas, escribiendo como cronistas de lo que ven
hacer y decir a Jesús.
• Nos imaginamos a los apóstoles, escribiéndonos a nosotros mismos, sin tener en cuenta nues-
tras situaciones. Como quienes hablan en general, en abstracto.
----------------------------------------
• Consta de 4 puntos.
• En el primero se propone una definición del contenido fundamental del NT.
• Los puntos segundo y tercero se refieren a los Evangelios.
• En el segundo, se insiste sobre la importancia de los mismos.
• En el tercero, sobre su historicidad y se alude a cómo fueron escritos.
• El cuarto punto se refiere a los demás escritos que componen el NT.
- Se refiere luego, de una manera sintética el Misterio de Cristo. Del cual se subrayan:
1. Encarnación en el Tiempo que es cumplimiento y plenitud de ese miemo tiempo de la historia.
2. Del ministerio público de Jesús sólo se manifiesta que instauró el Reino y que anunció al Padre.
3. Se habla, al final, del Misterio Pascual, incluyendo a Pentecostés.
- Se dice cuáles son las repercusiones que este misterio ha tenido para iene la humanidad: “atrae a
todos hacia sí” (Cf. Jn 12,32), o sea, ese proceso de seducción que por la vía del amor actúa en lo
más profundo de las conciencias de los hombres.
- Todo termina con la afirmación de que de todo esto dan testimonio perenne y divino los libros
del NT.
En el principio...
Pero esta Palabra estaba calificada: “es poder de Dios para la salvación de todo el
que cree”.
- La Palabra se presenta no como un mero contenido noético.
- Sino como un PODER.
- Y, un poder que se ejerce, antes que nada en la SALVACIÓN.
Hay aquí, un criterio de interpretación que se desprende con claridad: al leer el NT, antes
que nada, hemos de dejar abrazarnos en la fe por ese PODER SALUTÍFERO que en él está ope-
rante y vivo de una manera totalmente especial.
Y, de hecho, en dos ocasiones estaba presente el tema del PODER. Se lo decía con los
términos PODER (virtus) y VIGOR (vis).
El misterio de Cristo...
a= Entre las cualidades de la ENCARNACIÓN se señalan las dos plenitudes que refiere
el prólogo del Evangelio de Juan: “lleno de Gracia y de Verdad”. Estas plenitudes se suman a la
plenitud de los tiempos de la que antes se había hablado. Así aparece un Jesús pleno y plenifican-
te. Pues de su plenitud todos hemos recibido Gracia por Gracia. En la plenitud de los tiempos,
entonces, la humanidad llega a su plenitud en Cristo: Plenitud de Gracia, es decir, de favor, de be-
nevolencia de Dios.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 44
- La Centralidad del Reino de Dios en el ministerio de Jesús queda así plenamente subrayada.
- Lo mismo que la tarea reveladora.
- Tarea reveladora, hetero y automanifestativa en obras y palabras. El mismo estilo con que siempre
se reveló Dios!.
c= El MISTERIO PASCUAL se presenta como la tarea con la que acaba Jesús su obra:
COMPLETÓ...
No se omite ninguno de los términos con los que se refiere este Misterio de la Pascua de Cristo.
Tan grande es su importancia.
“De todo esto los Escritos del NT son un testimonio perenne y divino”.
“La santa Madre Iglesia, firme y constantemente, ha creído y cree que los cuatro referidos Evan-
gelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, vivien-
do entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día en que fue
levantado al cielo (cf. Hech 1,1-2). Los apóstoles ciertamente después de la ascención del Señor
predicaron a sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que
ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de
verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las
muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas aten-
19 Me baso en toda esta sección, de manera especial en Etienne CHARPENTIER, Para leer el Nuevo Testamento, Edit.
Verbo Divino, Estella (Navarra) 199212, pag. 9-16.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 46
diendo a la condición de las Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación, de manera que
siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues sacándolo ya de su
memoria o recuerdos, ya del testimonio de quienes “desde el principio fueron testigos oculares y
ministros de la palabra” para que conozcamos “la verdad” de las palabras que nos enseñan (cf. Lc
1,2-4).”
Ahora bien, si se lee con atención se descubre que el centro de interés de este número está
en el PROCESO DE COMPOSICIÓN DE LOS EVANGELIOS: Aparecen tres sujetos:
1. JESÚS, EL SEÑOR,
2. LOS APÓSTOLES;
3. LOS AUTORES SAGRADOS.
1- JESÚS EL SEÑOR, durante su vida terrena, hasta su Ascención a los Cielos, obró diversos
signos de poder y misericordia y enseñó los misterios del Reino de los Cielos.
2- LOS APÓSTOLES, predicaron a Cristo. Y se subraya que su predicación tuvo una luz espe-
cial: los acontecimientos gloriosos de los cuáles fueron testigos (Resurrección y Ascención) y la
Luz del Espíritu de la Verdad.
• Dentro de nuestro trasfondo imaginario, el NT se nos presenta como un todo entregado por
Dios simultáneamente, a la manera de un paquete.
• Esto implica, que en la práctica, los conceptos referidos a la inspiración -acto de Dios y el
hombre, y que lo implica totalmente a este último- no han penetrado aún estas dimensiones de
la vivencia práctica de la fe.
• Nos imaginamos, por ejemplo, a los Evangelistas, escribiendo como cronistas de lo que ven
hacer y decir a Jesús.
• Nos imaginamos a los apóstoles, escribiéndonos a nosotros mismos, sin tener en cuenta nues-
tras situaciones. Como quienes hablan en general, en abstracto.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 47
Ver, entonces, que la Iglesia, sabiamente no solo oculta sino manifiesta el complejo proce-
so de la Formación del NT, nos obliga, en primer lugar a estudiarlo en más detalla. Y, más adelan-
te, no obligará a tenerlo en cuenta a los efectos de interpretarlo fielmente...
1- Jesús de Nazaret
Jesús de Nazaret nació alrededor del año 6 antes de nuestra era, bajo el reinado de Hero-
des. Bautizado por Juan el Bautista en el Jordán, alrededor del año 27-28 de la era cristiana, inició
un ministerio público de predicador, taumaturgo y rabino itinerante. Reunió varios discípulos en
torno suyo. Acabó sin embargo, ajusticiado por el concurso de las autoridades romanas y judías de
su tiempo luego de dos o tres años de ministerio público.
Ese Jesús de Nazaret -el que había resucitado- no sólo que no había escrito nada, sino que
tampoco había ordenado a sus discípulos que escribieran algo ya acerca de él, ya acerca de sus en-
señanzas. Nos encontramos sin embargo con el voluminoso libro al que denominamos NT.
¿Cómo se formó? Habría que referise a las Comunidades (entre los años 30 y 70) y a la Redac-
ción de los escritos (alrededor del 70-100).
2- Las Comunidades
Quienes habían sido discípulos de Jesús, ante el deslumbrante acontecimiento pascual, se-
guido de la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés, se vieron obligados a continuar su vida en
la tensión fecunda pero dura, que surge de la necesidad de una doble fidelidad: a Jesús y a la vida.
Esta fidelidad exigió que remitieran a los recuerdos de las vivencias que habían tenido con
Jesús antes de su Pascua. Pero lo hicieron a la luz de la Resurrección.
Estos recuerdos fueron tomando forma en torno a tres centros principales de interés:
• los discípulos predican, anuncian a Cristo a los Judíos y -más tarde- a los paganos;
• celebran al resucitado, principalmente, en la Cena;
• enseñan a los nuevos bautizados lo que Jesús había hecho y enseñado.
Un hecho que determinó gran parte de la configuración de nuestro NT. fue la conversión
del rabino Saulo (San Pablo), alrededor del año 36. Durante muchos años misionó formando co-
munidades, a las que más tarde escribiría abundantes cartas que nos han llegado hasta hoy.
En el año 70 los romanos destruyen Jerusalén. Las tensiones que se habían ido gestando
entre los que profesaban el judaísmo oficial y aquellos judíos “nazarenos”, terminaron en una ex-
comunión masiva de los mismos. Ocurrió poco después de la destrucción de Jerusalén. En Yam-
nia, los fariseos, determinaron su canon escriturario. Y determinaron que los “nazarenos” o “cris-
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 48
tianos”, no estaban más en comunión con la sinagoga, que era por entonces, la única institución
viva del judaísmo.
Luego del año 70, cuatro grandes teólogos que la tradición ha llamado con el nombre de
Mateo, Marcos, Lucas y Juan, elaboran grandes síntesis. En diálogo, evidentemente con la realidad
que les tocaba vivir. Pero también, profundizando el misterio de Jesús.
Debió ser impactante Jesús de Nazaret para sus contemporáneos. Debió ser asombroso.
Habrá, sin duda alguna, engendrado mil y un cuestionamientos acerca de su identidad profunda.
Lo atestigua entre otras cosas, que se haya reunido en torno suyo un considerable número de
discípulos, que iniciaron el largo proceso de seguirlo.
No obstante, nuestro imaginario puede jugarnos aquí una mala pasada. Imaginario engen-
drado no por lo que ocurrió sino por lo que se narró. Entre lo ocurrido y lo narrado puede haber
en efecto, diferencias. Y de hecho las hay. Con esto no estamos llamando mentirosos a los narra-
dores - en este caso, los evangelistas. Sino que estamos simplemente admitiendo que ellos no tu-
vieron la intención de decir las cosas “tal cual” ocurrieron. Su intención no era fundamentalmente
histórica sino kerigmática. Más tarde volveremos sobre el tema. Decía, al principio de este párrafo
que nuestro imaginario puede jugarnos una mala pasada, porque nos puede hacer creer que el mi-
nisterio itinerante de Jesús, con todo su peso taumatúrgico, debió imponerse sin vacilaciones entre
sus contemporáneos. Los debió encandilar. Los debió desarmar de toda resistencia a la Gracia.
Gracia que -creemos- habrá resultado de una extraodinaria evidencia ante los ojos de los coetáne-
os de Jesús.
Sabemos, sin embargo, que las cosas no fueron así. Los mismos evangelistas no nos lo
ocultan. Si Jesús terminó crucificado por las autoridades, abucheado por el pueblo y abandonado
por sus discípulos no fue, precisamente, porque su ministerio hubiera alcanzado un éxito estruen-
doso entre los suyos. En su cruz desembocaron la resistencia y la animadverción que se habían
ido engendrando ya casi desde el inicio de su vida pública. Para nosotros tal odio nos resulta in-
comprensible. No sólo injustificable, sino también incomprensible. ¿Cómo se puede reaccionar
con odio ante tanta bondad? ¿Cómo se puede permanecer escéptico ante tantos signos de poder?
He aquí nuestras preguntas. Preguntas legítimas y comprensibles desde nuestro punto de vista.
Punto de vista que se basa en la fe. ¡Somos discípulos de Jesús! Y punto de vista marcado por una
imagen de lo que “debió ser” el ministerio jesuánico. Imagen engendrada a partir de los relatos de
los evangelios.
Pero, si somos intelectualmente un poquito honestos, no podemos creer que a todos los
judíos de la época de Jesús, y que tuvieron acceso a él, les aquejó una ceguera supina. O que fue a
causa del Diablo que no creyeron en Jesús. Estas afirmaciones son generalizaciones injustas; son
simplificaciones que deforman gravemente la realidad.
Lo dicho respecto al fracaso puede aplicarse también a la ambigua relación de Jesús con
sus discípulos. Creer que para sus discípulos estaba tan claro que Jesús era el Mesías, sería iluso-
rio. No lo estuvo, seguramente, ni al comienzo de su ministerio -cuando comenzaron su discipu-
lado- ni al fin. Jesús -sin lugar a dudas- los impactó; los hizo interrogarse sobre su identidad; los
deslumbró... Pero de esto a afirmar que no les quedaban dudas acerca de él hay un larguísimo tre-
cho.
Fue la Pascua lo que hizo cambiar todo; lo que convenció más allá de toda duda. Fue el
Espíritu el que “llevó a la verdad plena de Jesús” a los discípulos. Fue entonces, luego de estos
acontecimientos, que los discípulos se empeñaron en la tarea de recordar lo vivido junto a Jesús.
Cuando él ya no estaba. Fue luego y a la luz de la Pascua.
Ahora bien, decir que fue lugo y a la luz de la Pascua que los discípulos elaboraron los re-
cuerdos de Jesús tiene sus implicancias insorteables. La Pascua brindó nueva inteligibilidad al pa-
sado. El pasado de Jesús ya no apareció tan objetivo: Es decir, tan preciso y concreto como un
cronista o un historiador lo hubiera deseado. El pasado de Jesús quedó teñido por la luz pascual.
En muchas de sus palabras y de sus gestos -que hasta antes de la Pascua, no habían sido sino un
gran signo de pregunta para los discípulos- aparecieron signos anticipatorios de su Pascua. “Apa-
recieron”. Tal vez sería más preciso decir, que ellos “vieron”.
Esta centralidad de la Pascua en la elaboración de los recuerdos de Jesús marca los evange-
lios con un sello indeleble: Ellos existen fundamentalmente como testimonios de esta Pascua
triunfante de Jesús. Sirven para anunciarla. Son anuncios explícitos de esa Pascua salvadora. Son
proclamaciones. Y no, como muchos parecieran entenderlos, crónicas de lo que Jesús hizo y en-
señó.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 50
2. Pablo, misionero
Este nuevo discípulo realizará durante los años 46 al 57 tres grandes misiones. Sus itinera-
rios se nos describen con bastante minuciosidad en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
La primera misión (años 46-49; hech 13,3-14,26) comienza an Antioquía bajo el impulso
del Espíritu Santo, a dónde luego terminará. Las numerosos conversiones logradas por Pablo,
plantearán un nuevo problema a la Iglesia: ¿es necesario circuncidar a los nuevos cristianos prove-
nientes del paganismo, y, con ello, obligarlos a cumplir la Ley de Moisés? La disputa es seria. Pa-
blo sube a Jerusalén a debatir la cuestión con los otros. Allí el “Concilio” (año 49) en el cuál se
decide no obligar a los paganos a hacerse judíos para devenir cristianos. Ese mismo lugar tiene
lugar el llamado incidente de Antioquía (año 49, Gal 2,12). Pedro había subido a Antioquía.
Compartía la mesa con los paganos. Cuando llegaron algunos del grupo de Santiago -judaizantes-
Pedro deja de participar con los cristianos provenientes del paganismo. Pablo le enrostra la incon-
gruencia de su gesto:
La segunda misión (años 49-52; Hch 15,40-18,22) hace que Pablo llegue a Europa y funde
allí algunas de las más importantes Iglesias de la Antigüedad: Filipos, Corinto. Es la época de sus
primeros escritos epistolares. La tercera misión (años 54-57; Hech 18,23-21,17) tiene como cen-
tro de predicación la que sería la importantísima Iglesia de Efeso, en la capital del Asia. Entre tan-
to, Pablo venía pensando en regresar a Jerusalén. Consciente del mandato del “concilio” en el sen-
tido de que era preciso no olvidarse de los pobres, Pablo procuró que sus iglesias gentiles hicieran
una colecta para los pobres de Jerusalén. Planeó llevarla a Jerusalén y terminar al mismo tiempo su
tarea de evangelización en el Meditarráneo oriental. Su proyecto era a continuación vistar Roma (
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 51
Rom 15,22-24) y desde allí marchar a España y el Occidente. Vuelve entonces en su última visita a
Jerusalén, donde es detenido el año 58.
3. Comunidades vivas
Una de las constantes de los viajes misioneros paulinos fue la de fundar comunidades, o
sea, Iglesias. Pero, el “impaciente” Pablo, no siempre espera la madurez de aquellas antes de
abandonarlas. Su modo de obrar pareciera ser más bien el contrario. Urgido por hacer llegar cada
vez más lejos y a más personas el mensaje evangélico, Pablo no abandona su ruta; se lo ve siempre
en camino. Pero el ritmo de crecimiento de las comunidades no siempre es el ideal para un Após-
tol así. Pues las comunidades -vivas ciertamente- tienen problemas. Tal vez, precisamente por es-
to: porque están vivas. Y el Pablo que se ha marchado para fundar otras comunidades cristianas
no está allí para resolverlos.
A veces, los problemas son divisiones. Otras, son dudas. A veces, confusiones. No todo
está previsto de antemano. E, insisto, Pablo no está allí, para contestar las dudas, u orientar sobre
la manera más adecuada de enfrentar tal o cual situación. ¿Qué medio usar sino el epistolar?
4. Cartas
Pablo, entonces, emplea este medio para comunicarse con las comunidades que ha funda-
do y de las cuales se ha ausentado. Y una carta es una carta. No es un libro de catequesis, aunque
-indudablemente- las cartas paulinas tengan riquísimos elementos catequísticos. No es un tratado
de teología, aunque en ellas desarrolle intuiciones de altísimo valor teológico. No es un manual de
moral cristiano, aunque abunden en ellas las exhortaciones que muestran la identidad de la vida
en Cristo.
Una carta es un mensaje bien concreto a una persona o a una comunidad bien concreta.
Medio que supone -y por eso emplea- códigos que se comprenderán por el interlocutor. Que alu-
de a problemas sin desarrollarlos, porque se suponen conocidos por el destinatario de la carta.
Siendo, incluso, como muchas veces es, que la carta surge como respuesta a un problema plantea-
do.
Pablo, además, al escribir cartas, no es estrictamente un innovador. Emplea los estilos
epistolares que se usaban en su tiempo. Así, si nos tomamos el trabajo de revisar los encabezados
de sus cartas, encontraremos un esquema semejante: saludo inicial y acción de Gracias. Saludo ini-
cial en el cuál el remitente se presenta y manifiesta a quién se dirige. Acción de Gracias, en la cual
revela los motivos que la comunidad ha provocado para que él pueda dar gracias a Dios.
Tener en cuenta que Pablo se expresa así, y que “una carta es una carta” es relevante a la
hora de interpretar. El intérprete no puede desconocer ni quiénes eran los destinatarios de la carta,
ni cuál era la situación por la que estaban pasando. Para ello es importante la datación de las mis-
mas (tema sobre el que volveremos después).
Entre los años 58 y 63 pasa Pablo varios años en prisión. Primero en Cesarea, luego en
Roma. Tiene tiempo de reflexionar. Y de escribir. A este tiempo pertenecen las cartas de Colosen-
ses, Efesios y Filemón, conocidas como Cartas de la Cautividad, por haber sido escritas durante ese
período de la vida de Pablo.
Afronta Pablo una nueva dificultad que antes había ignorado: los colosenses se hallan ten-
tados de creer que Cristo es una de las creaturas celestiales que mediatizan el diálogo y la relación
entre Dios y los hombres. Pero que no es Dios.
El pensamiento de Pablo en estas cartas es uno de los más difíciles de proponer en cate-
quesis y pastoral. Supone una problemática bastante distinta a la nuestra. Cristo es elocuente para
la vida, como respuesta para los problemas existenciales. La visión que aquí nos propone Pablo
parece más teórica. Sin embargo, sus conceptos son de una profundidad tal, que difícilmente
podríamos contemplar a Cristo, sin tener en cuenta lo que en estos escritos Pablos desarrolló.
Antes de entrar en la carta a los Colosenses, una breve mirada de la carta a FILEMÓN se
impone.
Es una carta personal, como ninguna otra. Alude al problema de la esclavitud dándole una solu-
ción práctica: leámosla.
Pablo aboga por Onésimo, antiguo esclavo de Filemón. Pide que este lo reciba, aunque
antes no le había sido un esclavo fiel. Lo hace a través de varios argumentos: algunos más teóri-
cos, otros más incisivos. Los Teóricos: ya no es un esclavo, es un hermano. Los Incisivos: “Tú mis-
mos estás en deuda conmigo”.
Reflexionando sobre esta carta puede chocarnos que Pablo no abogue por la abolición de
la esclavitud. Pablo se mueve dentro de un sistema imperante, ciertamente injusto e indigno de la
dignidad humana, pero sin proponer su abolición. Con todo, va mucho más lejos que si pidiera
que este sistema cesara de existir. Afirma que la vida en Cristo hace que incluso los muros que se-
paran las clases sociales no existen, porque todos son hermanos. Y, por supuesto, han de vivir
como tales.
“La primera estrofa presenta el lugar y el papel de Cristo en el universo: ¿cuáles son?. La
segunda, el lugar y el papel de Cristo en lahumanidad reconciliada con Dios, en la Iglesia: ¿cuáles
son?”20
d) Cuarta Etapa
Nos encontramos ahora bien hacia fines del siglo I. La Iglesia comienza a organizarse y
estructurarse. Un discípulo de Pablo -cuyo nombre ignoramos- utilizando el antiguo recurso de la
seudonimia, pone en la pluma del Doctor de las Gentes tres escritos que han pasado a la posteri-
dad como las cartas a Timoteo y la carta a Tito. Estos tres escritos reciben el nombre de Cartas
Pastorales por la gran importancia que en ellas su autor atribuye a la organización de la Iglesia para
la tarea pastoral.
El mensaje fundamental de estas cartas, mensaje que refleja indudablemente la gran pre-
ocupación de su autor, es el mantener intacta la doctrina recibida del Señor a través de Pablo. Pa-
ra que ese mensaje no sea tergiversado ni adulterado están los ministros de la Iglesia, que son sus
pastores.
Dos son los principales peligros que atentaban contra la fe y que se vislumbran a través
de estos escritos, y que el autor ha querido contener: los que quieren volver al judaísmo y los
gnósticos. Que hubiera nostálgicos del judaísmo no era una novedad en la Iglesia del Siglo pri-
mero. Contra esta problemática ya había reaccionado Pablo vehementemente unos 30 años antes.
A pesar de su ardorosa y a la vez fundada defensa de la novedad cristiana -que tuvo indudable-
mente eco favorable en las Iglesias por él fundadas- la postura judaizante, como tendencia casi
imposible de desarraigar, sobrevivió a su muerte y adquirió nuevas formas y matices. A fines del
siglo 1, cuando la Iglesia se organizaba, y jerarquizaba, muchos sintieron la nostalgia de la organi-
zación judía y vieron con desconfianza la libertad cristiana que había predicado Pablo. El autor de
la carta reacciona invitando a la fidelidad y constancia en la doctrina recibida. Esto es, de Pablo.
La fidelidad, es fidelidad al evangelio de libertad que tan preclaramente había predicado Pablo y
del que con tanta lucidez había escrito en su correspondencia con las Iglesias. Su exhortación a la
fidelidad, entonces, lejos está de ser una postura tradicionalista, según el sentido que nosotros le
atribuiríamos hoy a la palabra. Se inscribe, más vale, en otro proyecto, mucho más abierto y
evangélico. Se equivocan entonces quienes al leer fidelidad, sana doctrina, etc., entienden que todo
esto se refiere a una necesidad de no cambiar nada.
Un último punto que merece atención es el relativo al ministerio. La afirmación del autor
de las cartas pastorales es dobled: por una parte, el ministerio es necesario a la iglesia; la Iglesia no
puede concebirse sin una realidad ministerial.. Por otra parte, sus formas pueden cambiar. Por
ejemplo, en 1 Tim 3,1-8 se dice que los pastores han de ser casados. La Iglesia, a lo largo de los
siglos estableció una condición opuesta. Hay, por lo tanto, una relatividad de las formas.
SUMARIO
1. Presupuesto necesario
2. Pablo habla de Jesús
3. Pablo habla de la Iglesia
4. Pablo habla de la Salvación
1- Presupuesto necesario
No es posible comprender la predicación paulina al margen de la experiencia espiritual de
vocación-conversión del fariseo Pablo. Recordarla aunque sea en breves líneas se impone a los efectos de
entrar pertinenentemente en el tema.
Pablo era perseguidor de la Iglesia. Son varios los textos en los que se evidencia el carácter de
perseguidor de la Iglesia que tenía Pablo: Cf. Hech 7,58; 8,1,3; 9,1,21; 22,19-20; 26,10-11; 1 Co 15,9; Ga
1,13,23; Flp 3,6; 1 Tm 1,13. En ellos aparece claramente la saña, el empecinamiento e incluso la intoleran-
cia fanática del Apóstol respecto de los cristianos. Pero no su motivo explícito. Aunque su historia, es de-
cir, su formación de rabino y sus opciones personales dentro del judaísmo, pueden sugerírnoslo: En cuanto
rabino, instruido en su fe judía, percibe mejor que Pedro que la nueva predicación corre el riesgo de pro-
vocar la destrucción de la esencia de la religión judía21. Pura y simplemente porque el anuncio de que un
hombre condenado por la Ley de Dios hubiera resucitado implicaría de hecho una aprobación divina de
ese mismo hombre que es, en su lógica, totalmente inconcebible. En cuanto fariseo, miembro de una de
las sectas más rigurosamente fanáticas en su apego a la Ley y a las tradiciones de los antepasados, podemos
suponer con cierto fundamento resistió aquella manera “arbitraria”, “demasiado libre” para la concepción
farisaica, de Jesús y sus seguidores, respecto de la Ley. Las múltiples disputas entre Jesús y los fariseos que
los evangelios evocan, es cierto, reflejan en su virulencia las polémicas posteriores de los cristianos y los
judíos en los tiempos cercanos a Yamnia. Con todo, es prácticamente innegable su raigambre jesuánica, y
por ende, su historicidad. Los fariseos entonces discutieron con Jesús a propósito de su actitud frente a la
Ley. Pablo, con los cristianos:
21 Cfr. Etienne CHARPENTIER, Para leer el Nuevo Testamento, Colec. “Para leer..”, Estela (Navarra), Ed. Verbo Divi-
no, 199212, pag. 56-57.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 56
potencialidades que a lo largo de su vida irá desarrollando, a partir del cumplimiento de su misión y de las
dificultades con que habrá de encontrarse.
LEER 1 CO 12,12-30.
• LEER Efesios 1.
• Fijarse bien las veces que se habla de Cristo en términos de cabeza, jefe, u otros términos se-
mejantes.
• Dios quiso que todo tuviese a Cristo por Cabeza, o que todo quedara reunido bajo un sólo Jefe
que es Cristo. Todo, es decir, todo el mundo creado, tanto el celestial como el terrestre. ¿Cómo
nos ayuda a redescubrir la realidad de tanto la Iglesia como del mundo creado, el hecho de que
todo tenga a Cristo por cabeza?
• “...Lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de
aquel que llena completamente todas las cosas” (1,22). ¿Qué relación existe entre Cristo y la Igle-
sia, y entre Cristo y el Cosmos? ¿Cómo, les parece, ejerce ese poder, esa autoridad, el Señor Jesu-
cristo?.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 57
a) Aspectos introductorios
b) El concepto de la justificación
c) Las situaciones coyunturales que dieron origen a la reflexión de Pablo
d) La respuesta de Pablo: la justificación viene por la fe
e) Actualidad de soteriología paulina
A- Aspectos introductorios
Decir que “este” o “aquel” sea el gran tema de la vasta reflexión teológica paulina puede
parecer osado. Pablo, empujado por los diversos acontecimientos acaecidos en als comunidades
que fundara, debió no sólo madurar su reflexión sino también diversificarla sobremanera.
Sin embargo, el tema de la justificación ocupa un lugar que no es nada desdeñable ni en el pensamien-
to paulino ni en la masa de sus escritos. La carta a los Romanos, la obra maestra y serena en la que
expone sus principales tesis teológicas, está consagrada al tema. La carta a los Gálatas, polémica, apresu-
rada, poco pensada, en su ardor nos revela cuál es la concepción de Pablo sobre este preciso tema. Las
cartas a los Corintios y a los Filipenses, contienen también varias alusiones al mismo.
Es necesario notar que el lugar importante que el tema de la justificación ocupa en ele pensamiento
paulino no siempre se expresa con esta categoría. Hay también otros términos equivalentes con los
cuales Pablo expresa esta realidad. Términos que añaden matices enriquecedores y que hacen rica a la
soteriología paulina. Pablo habla también de reconciliación, expiación, liberación redentora...
Con todo, a mi entender, se puede considerar la categoría justificación como clave para entrar en el
pensamiento soteriológico del Apóstol.
Además, ésta fue la piedra de la discordia en la polémica luterana. De allí la importancia que se le haya
dado en la teología protestante y contrareformista de los siglos XVI y XVII.
Estos datos permiten atreverme a afirmar que el gran tema de Pablo es el de la justificación. Entendi-
do por supuesto éste , dentro de la teoría que Pablo desarrolla sobre la salvación cristiana. No he podi-
do confrontar con otros estudios que indudablemente le darán a este tema su importancia. Aunque no
sé si se atreverían a caraturarlo como “el gran tema del Apóstol”. Con todo, los datos vertidos son sufi-
cientemente elocuentes como para que la afirmación pueda sostenerse.
Justificación, justicia, etc tienen en nuestros oídos una inmediata resonancia jurídico-moral. Justo es
quien da a cada uno lo suyo. Justicia es la virtud que fortalece al justo para que dé a cada uno lo suyo.
Justificación es el proceso por el que una persona llega a ser justa o es declarada justa o, por el que
ciertas acciones -sospechosas de una cierta no-justicia- a través de una consideración imparcial más
precisa y matizada, son reconocidas como justas.
La significación del concepto es bastante amplia. En todas estas alusiones se puede descubrir, sin
embargo, un común denominador: la perspectiva moral. No es sino en este registro en el que se entien-
de la justificación.
Y, valga la explicitación de este matiz, en una moral que es, ante todo, horizontal. Es decir, que regula
las relaciones entre los hombres. Justificación no evoca -en la cultura del Gran Buenos Aires- a Dios.
Sino a las relaciones entre los hombres. Para que evocara a Dios, habría que hacer explícito su nombre.
Por ejemplo: “ser justo ante Dios” o expresiones semejantes, en las que Dios estuviera ineluctablemen-
te presente.
Cuando Pablo habla de justicia (dikaiosúne), lo hace en otro registro de significación más cercano al
último recién referido. El concepto de justo, justicia, justificación es, en él, antes que nada, teologal. Se
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 58
refiere a las relaciones del hombre con Dios. La perspectiva no es tanto horizontal - como en nuestra
cultura- sino vertical.
En esto Pablo no innova sino que retoma una tradición bastante arraigada en el AT. Ser justo en la
mentalidad bíblica es tener una buena relación con Dios; es ser su amigo, su servidor fiel; es cumplir sus
mandamientos y realizar el culto de acuerdo a las pautas de los sacerdotes. El concepto de Justo es,
entonces, fundamentalmente teologal. En la esfera de lo sagrado se halla su condición de inteligibilidad.
Es prácticamente imposible medir el verdadero alcance que tenía en los israelitas esta categoría de
justo, justicia, justificación. Hoy, ciertamente, nos es importante ser justos. Pero esa importancia es casi
nula si se la compara con la que los israelitas le daban. Todo parangón se revelaría paupérrimo. Para
ellos, ser justos era una cuestión absolutamente vital; de vida o muerte. Lo que estaba en juego era lo
más importante de la existencia humana: estar bien con Dios. Ser injusto era tranformar la propia exis-
tencia en una condena, sin esperanza. Con la única certeza de que esa condena sería definitiva. Ser in-
justo era reducir la vida a sólo sombras y oscuridad. De allí que la justificación constituyera una verda-
dera, acuciante, angustiante preocupación. La justificación era, si vale la expresión, el gran fantasma que
los perseguía.
¿Cómo se llegaba a ser justo? En el AT llega a ser justo quien cumplía la Ley. Había otros medios,
pero éste era el fundamental. Y, por Ley, se entienden tanto las leyes morales como las rituales.
En los tiempos postreros del AT y en el Intertestamento, fueron los fariseos quienes más insitieron
en que la justificación se llegaba por el cumplimiento fiel, meticuloso, escrupuloso de la Ley. Y, por Ley,
no entendía sólo a los mandamientos del Decálogo, sino a una serie varias veces centenaria (cerca de
seis cientos) de preceptos concernientes a todo el espectro de actividades posibles, de las que se consti-
tuye la vida de cualquier mortal.
Pablo, el “super-fariseo” reconoce haber buscado la Justicia de Dios por ese camino (Ver Flp 3, 4-6).
La experiencia de la conversión, tal como lo vimos, lo había marcado para entender que no era la Ley
en la que había que confiar, sino en la Gracia. Por otra parte, lo novedoso de la extraordinaria acogida
de la fe de los paganos, había demostrado que Dios no hacía acepción de personas (Cfr Hech 10, 34 ss)
y que ser judío no era la conditio sine qua non para ser cristiano (Hech 15).
Pablo había comprendido que el verdarero camino de la justificación no era el que proponían los
fariseos. Pero esto, no todos lo comprendieron tan rápido como él. Ecos numerosos de la gravedad de
conflicto que suscitara la Iglesia primitiva esta disparidad grave de pareceres teológico-pastorales se
notan en prácticamente todo el libro de los Hechos. Y es allí Pablo el gran representante de la postura
“antijudaizante”. Si atendemos al libro de los Hechos vemos esta constante: Pablo predica a los judíos
en las sinagogas, no es aceptado, predica luego a los paganos donde sí es aceptado. Pablo es el testigo
privilegiado de la obstinación de Israel con respecto a la predicación cristiana. Es También el testigo de
la misteriosa y calurosa apertura de los paganos con respecto a esa fe. ¡Cómo no solidarizarse con aque-
llos cristianos de raíz no judía, que con tanto entusiasmo acogían la Buena Noticia! Y, ¡cómo no hacerlo
cuando, a aquellos nuevos discípulos, se les quería imponer el ser judíos! Esta es la situación coyuntural
que desemboca en que él escriba a los Gálatas.
“Esos gálatas un poco locos son primos hermanos de los “galos”; impulsivos como ellos, agitados, enamo-
rados de la libertad, acogieron con entusiasmo la predicación de Pablo y se entregaron a Cristo. Pero pasaron por
allí otros predicadores y se pusieron a “judaizar”; ellos, antiguos paganos, se colocan entonces bajo el yugo de la ley
judía. Sin duda creían que obraban bien, pero Pablo siente el peligro: si hay que añadir algo (aquí las prácticas jud-
ías) a la fe cristiana, es señal de que la fe en Jesús no es suficiente para salvarnos.”22
22 Etienne CHARPENTIER, Para leer el NT, Estela (Navarra), Ed Verbo Divino, 1992 (12° ed), pág 63.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 59
He aquí el verdadero alcance de la polémica: es a la vez cristológica y soteriológica. Si para salvarse
hace falta ser judío, Cristo no es tanto como aprece. Esta es la dimensión cristológica. Por otra parte, el
influjo en las personas de la obra de Cristo queda desdibujado. Esta es su dimensión soteriológica.
Pablo sale al encuentro de la concepción judía sobre la manera de alcanzar la justificación, negándole
validez. Niega que el medio a tal efecto sea cumplir la Ley. No es entonces, según su concepción que un
estilo de vida por más noble y loable que sea, sea capaz de instaurar esa relación nueva con Dios a la
que se denomina justicia. Estima que esto negaría valor al sacrificio redentor de Cristo y a su Resurre-
ción, como los gestos que Dios realizara para salvar a la humanidad. No es la humanidad la que salva.
Ella es salvada.
Para Pablo, entonces, al justificación es totalmente gratuita. Es un Don, un regalo de Dios, una
Gracia. Ahora bien, desarrolla ampliamente lo que ella, la justificación, es. Dice que consiste en una
transformación interior que eleva al hombre, lo hace nueva criatura, lo hace salvo. En la justificación
interviene la fe. La fe en Cristo es la manera de apropiarse ( no por un esfuerzo de la voluntad) esa
Justificación. Es la fe -aceptación gozosa de la Gracia. Interviene también el Bautismo, como sacramen-
to-signo de esa fe. Esa transformación se opera por la potencia de la Muerte y Resurrección de Cristo.
La justificación comporta una nueva vida. Esta última es como el resultado, su efecto. Insisto no su
causa.
Además, Pablo, como buen fariseo, sintió la necesidad de argumentar -para probar su doctrina- a
partir de la Escritura. Relee así la historia de Abraham ( Rom 4 y Gal 3,6-9) y trata de comprender el
sentido de la Ley que Dios diera (Gal 3,10 ss).
Tal vez el término de justificación -por el horizonte cultural que se refería poco más arriba - no
evoque en nuestros días toda la riqueza de la soteriología paulina. Es, sin embargo, capital que la Iglesia
no pierda esta riqueza. Para mostrar que este es un peligro latente real y que se puede recaer en actitu-
des “judaizantes” dentro de la Iglesia me permito transcribir algunas líneas de un teólogo psicoanalista
que muestra cómo en la praxis se verifican tergiverzaciones de hecho de la doctrina de la Gracia:
“Hace ya setecientos años Tomás de Aquino había declarado que la Gracia supone naturaleza, que la eleva y la
completa23. Si es así, ¿por qué el sacerdote -o el religioso- que viene a la consulta porque tiene serias dudas sobre su mi-
nisterio o sobre su identidad personal, no se sentirá llevado por esta gracia como por los brazos de Dios? ¿Por qué no
estaría persuadido que su yo se justifica plenamente y que Dios quiere antes que todo su felicidad personal, es decir, una
vida que le pertenezca en tanto que propia? Ahora bien, ¿qué se ve regularmente y sin excepción en la práctica terapeúti-
ca? A pacientes que resisten violentamente, a menudo durante años, a toda forma de existencia personal, a través del
justificarse, por un sistema de racionalización aparentemente sin falla. A medida que el tratamiento avanza, más sale con
evidencia una especie de ideología y de moral petrificadas en la represión y la negación de sí. Cada vez que se perfile para
ellos una chance de salir de su ghetto, de experimentar la mínima pequeña satisfacción personal y de abrirse a la sensa-
ción más ínfima de placer, resurge en seguida la serie de objeciones estereotipadas: “Eso sería demasiado fácil”; “eso no
tendría nada que ver con mi vida”; “sería indecente pensar en mi placer en un mundo que sufre hambre”. A Angela de
Foligno, Cristo le dijo: “Yo no te amé para que rías”. O incluso, a propósito de sentimiemtos concretos: “Yo me siento
terriblemente miserable, con todos mis deseos locos”; “Yo me doy asco”; “los otros (sacerdotes, religiosos) llegan, ¿por
qué no yo?”.
Investigando un poco más en profundidad , detrás de esas excusas, se encuentra siempre infaliblemente la ima-
gen de un Dios cruel, en contraste abierto con el Dios de amor y de perdón confesado verbalmente...”24
Unidad 3 C
LOS EVANGELIOS
Significado de la Palabra Evangelio
La Palabra Evangelio significa Buena Noticia. En ese sentido era usado en el lenguaje y la
literatura helenista. No era sin embargo una categoría exclusiva de la cultura helenista pues tam-
bién era conocida en el mundo bíblico. Había en él quienes anunciaban buenas noticias al pueblo.
Estas consistían fundamentalmente en que Dios instaura su reinado.
“Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae bue-
nas noticias, que anuncia la salvación, que dice en Sión: “Ya reina tu Dios”. (Is 52,7).
En clara continuidad con la tradición bíblica, Jesús inicia su vida pública proclamando: “El
tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca: conviértanse y crean en la Buena Noticia”
(Mc 1,15).
Poseemos cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Todos se remontan a Jesús.
Lo tienen como protagonista. Son un anuncio de su persona y de lo que hizo y enseñó. Es a Él a
quien hay que remontarse si se desea saber cuál es el origen del Evangelio. No hay Evangelio sin
la predicación y la acción del Señor. Para nosotros Él es nuestro Evangelio, nuestra Buena noticia.
El y sólo El es la fuente y el origen de la vida que subyace en los escritos.
Pero Jesús no escribió nada. Y en ninguna parte se dice que hubiera ordenado a sus discí-
pulos que hicieran otro tanto. Ya hemos visto en la unidad relativa a la formación del NT que pa-
ra que se llegara a la existencia del Evangelio quadriforme (San Ireneo) fue necesario un largo de-
rrotero. Del cual el primer paso fue la transmisión de los hechos y dichos de Jesús en las comuni-
dades pospascuales que habían asumido la fe. Proceso que duró al rededor de 30 años.
Sólo luego vino la composición final de los cuatro Evangelios. Discípulos cultos que in-
tentan consolidar la memoria de Jesús en las comunidades de la tercera parte del siglo I de nuestra
era.
Decir memoria no quiere decir historia. Aunque entre una y otra haya una estrecha relación,
no significan lo mismo. Memoria es el intento de mantener vivo aquello que da vida, que es fuente
de vida. Historia tiene un sentido más culto, más intelectual. Cierto es que no hay memoria sino de
la historia. Pero son distintas. Persiguen objetivos distintos.
Los Evangelios están más cerca de la Memoria que de la Historia. Son un anuncio de Jesús y
no su simple biografía. Son una predicación: Y como tal hay que entenderlos. Pretender encontrar
en ellos lo dicho y actuado por el Señor con precisión matemática, nos induciría en una falsa pista.
Esto no será nunca suficientemente dicho y subrayado. Una visión excesivamente historicista gra-
va nuestro acceso a los Evangelios, dificultándonos encontrar en ellos su verdadero sentido. Es un
prejuicio equivocado que se impone con urgencia demoler hasta que de él no queden rastros.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 61
Todo lo dicho lleva como de la mano a afirmar que los Evangelios son un Género literariol
con identidad propia. No son una historia, son un anuncio y una predicación que intentan guardar
la memoria del misterio a través de una estructura bien concreta a la que denominamos género lite-
rario evangelio.
La Iglesia acepta como santos y canónicos cuatro Evangelios. No uno. El alcance de este
hecho aparentemente tan banal es extraordinario.
Por una parte, descubrimos la riqueza del misterio cristiano. Ningún escrito es capaz de
agotarlo. Su exhuberancia desborda cualquier molde dentro del que se lo pretenda encerrar.
Por otra, vemos en él la riqueza de la vida de la Iglesia, que es capaz de predicar el único
misterio de diferentes y complementarias formas. En los Evangelios descubrimos las diferentes
respuestas que el Evangelio ha ido suscitando a lo largo del primer siglo de cristianismo en las dife-
rentes comunidades. Los Evangelios son un espejo en el que se vislumbran comunidades diferen-
tes, con vidas, indudablemente, también diferentes.
En el mismo sentido, pero visto desde el tema de la inculturación, que haya diferentes evan-
gelios sugiere que haya la posibilidad de inculturar la fe y el Evangelio único de Nuestro Señor de
maneras diferentes. Canonizar una forma cultural, en el sentido de volverla dogmática, absoluta y
totalmente intocable es una locura; es el vano intento de esclerotizar la fe.
Que exista no uno sino cuatro evangelios es por último el sí claro a la diversidad. Es el voto
de confianza de Dios a la diversidad. Es por lo tanto el no claro a toda pretensión de unidad a la
manera de los totalitarismos que se procure imponer en la Iglesia.
Cuatro Evangelios y no uno, es una fuente hermosa para nuestra vida eclesial y para
nuestra praxis catequística. Es la confianza en lo diferente. Es el impulso para creer en el diferente
y dejarse enriquecer por él. Es el sí claro a la búsqueda compartida de la verdad. Es la confianza
en la palabra que la Palabra hace nacer en nosotros, “balbucear” en nosotros. Es el osar hablar de
la fe sabiendo del auxilio del Espíritu. Es el perder el miedo a equivocarnos. En última instancia,
caer en la cuenta de la verdad de la siguiente cuestión: ¿qué palabra podrá decir adecuadamente el
misterio de Dios? “¿Qué templo podrá contener a quien ni los Cielos pueden contener?”
Ya San Ireneo de Lyon en el siglo II decía los siguiente a propósito de los evangelistas:
“De esta manera Mateo publicó entre los hebreos, en su propia lengua, una forma escrita del
Evangelio, en la época en que Pedro y Pablo evangelizaban Roma y fundaban allí la Iglesia. A
la muerte de estos últimos, Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro, nos transmitió también
él por escrito lo que predicaba Pedro. Por su parte Lucas, el compañero de Pablo, consgnó en
un libro el Evangelio que éste predicaba . Después Juan, el disciúlo del Señor, el mismo que
había reposado sobre su pecho, publicó también él el Evangelio, mientras que permanecía en
Éfeso, en Asia” . (Contra las Herejías, III, 1,1).
Algunas de los datos referidos a los evangelistas que Ireneo afirma en este pasaje son hoy,
sino puestos en duda, al menos afirmados de una manera no dogmática. Con todo, estas informa-
ciones nos dan una base sólida sobre la cual construir. Podemos así decir lo siguiente:
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 62
Iguales y diferentes
Reconocemos un esquema básico común a los tres evangelios. ¿De dónde viene? Pero a su
vez hay entre ellos diferencias. ¿A qué se deben? Este es, en breves términos, el problema sinópti-
co. Dicho en otros términos, el origen de las similitudes y las razones de las diferencias.
Y lo que se busca, no son respuestas mágicas. “Dios lo quiso así”. Cosa que es, por otra
parte, verdad. Verdad que, sin embargo, no satisface las legítimas inquietudes intelectuales de
quienes se plantean desde el punto de vista humano estas igualdades y diferencias. Para decirlo
con más precisión, el problema sinóptico es el del origen histórico concreto del hecho de que los
tres primeros evangelios sigan el mismo esquema y que, por otra parte sean diferentes.
Pero hay una segunda pregunta: ¿cómo entender las diferencias? Se podría responder tal
vez de una manera simplista a esta pregunta: del genio propio de cada uno de los otros dos evan-
gelistas, a saber, Mateo y Lucas. Y de las diversas situaciones comunitarias a las que ellos debieron
enfrentar. No negamos validez a estas respuestas. Las caratulamos simplemente de excesivamente
simplistas. Pues dejan en la penumbra ciertos aspectos que son sumamente llamativos: las coinci-
dencias entre Mateo y Lucas:
Esto merece una aclaración. Además de las coincidencias fundamentales entre los tres
evangelios sinópticos, existen coincidencias parciales. Coincidencias que no se pueden explicar en
que los tres tengan a uno de ellos, Marcos, como fuente común. Pues son elementos comunes so-
lamente a Mateo y Lucas. Y por tanto, de quienes se habrían “copiado” de Marcos: Esas coinci-
dencias parciales son fundamentalmente relativas a los “discursos” de Jesús. En la jerga de los bi-
blistas se los llama logion o logia (literalmente: palabra o palabras, en el sentido de palabras dichas):
Por ejemplo, el largo sermón de la montaña de Mt 5-7, tiene un paralelo bastante próximo en el
sermón de la planicie de Lc 6. Y así también en otros discursos o palabras sueltas de Jesús, que se di-
cen ora por allí ora por acá.
Estas observaciones han llevado a postular que Mateo y Lucas, debieron tener, además de
Marcos, una segunda fuente común de la que se nutrieron. En esa fuente se habrían conservado
principalmente discursos del Señor y algunos de sus breves aforismos sabios sin mucha vincula-
ción entre ellos. Esa fuente es denominada Q. Puesto que en alemán la palabra que significa fuen-
te se dice Quelle: Y son principalmente los estudiosos alemanes quienes forjaron esta teoría.
Algunos estudiosos han ido incluso mucho más lejos. Han elaborado una teoría mucho
más compleja que permite entender algunos otros elementos que tienen relevancia en el problema
sinóptico. Pero la complejidad de la teoría hace desestimable su presentación en estas páginas.
Baste hacer saber que existe. En todo caso, no niega, sino que confirma la teoría de las dos fuen-
tes: Marcos y Q. Y se apoya en ella para ir más lejos.
Sólo en este momento, luego de haber afirmado las dos fuentes, e incluso, luego de haber
aludido que hay teorías aún más complejas que intentan responder lo más satisfactoriamente po-
sible a la cuestión sinóptica, puede comenzar a hablarse del genio particular de cada evangelista y
de las situaciones eclesiales con las que tuvieron que vérselas, como razón última de las diferencias
de sus obras.
Sintetizando, la unidad fundamental entre los tres evangelios sinópticos se debería a Mar-
cos, cuyo esquema habrían copiado Mateo y Lucas. Las coincidencias parciales entre Mateo y Lu-
cas, se deberían a una segunda fuente, la Q: Y lo propio de cada uno, o bien a fuentes particulares,
o bien, a reflexiones personales. Que habrían utilizado para expresar sus respectivas visiones del
misterio cristiano, en clara relación con las comunidades destinatarias de sus obras.
MARCOS QUELLE
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 65
MATEO LUCAS
Es sumamente útil valerse de lápices de distintos colores. Particularmente los de los colo-
res fundamentales: AZUL, ROJO y AMARILLO. Según lo que propusiera Xavier LÉON-
DUFOUR en su Concordance des Évangile Synoptiques (Desclée 1956) podría procederse de la siguien-
te manera:
• lo común a los tres, negro,
• lo propio de MATEO, rojo,
• lo propio de MARCOS, azul,
• lo propio de LUCAS, amarillo;
• lo común a Mt-Mc, violeta,
• lo común a Mc-Lc, verde,
• lo común a Mt-Lc, anaranjado26
Algunos elementos para partir
b) Es importante subrayar que la rivera oeste se halla en tierra galilea, mientras que la cos-
ta este se abre a los territorios paganos con la Gerasa / Gadara y la Decápolis (= 10 ciudades).
“Atravesar a la otra orilla” toma siempre entonces un sentido preciso y significativo, que no hay
que perder de vista. Ver el episodio que se sigue en cada caso: el endemoniado de Gerasa.
c) En el mundo bíblico el “mar” es un lugar peligroso ligado a los abismos caóticos del
origen del mundo; es un lugar donde viven y obran las potencias demoníacas; por eso dice el
Apocalipsis (21,1) que un día será destruido: “el mar ya no existe más”. Una de las consecuencias
de todo esto es que sólo Dios tiene poder sobre el mar y sobre los elementos desencadenados; es
fácil enviar a varios textos del AT referidos al tema (Sal 65,8; 89, 10; 107, 29-30; Jb 26, 12; Is 27,1;
25 Transcribo las notas de Pierre MOURLON BEERNAERT, Lire les Évangiles, Méthodes et exercices, Cahiers Lumen
Vitae, Lumen Vitae, Bruselas, 1991, pag. 25-27.
26 Notar que en la perspectiva de las “Dos fuentes” de la que hemos hablado, los puntos comunes de Mt-Lc (color
naranja) plantearía aquí algunos problemas particulares.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 66
2 Mac 9,8). Si Jesús muestra su autoridad sobre las olas enfurecidas, no puede sino plantearse la
ruda cuestión sobre la relación entre Jesús y Dios: ¿será su enviado?...
d) Por último, cada uno conoce la historia de Jonás, aquella parábola llena de teología y
de humor (J. P. Charlier), que invita a Israel a una fe misionera y abierta a las naciones paganas;
hasta en el vocabulario la historia de Jonás ofrece no pocos trazos comunes con este pasaje sinóp-
tico: “Jonás encontró un barco y lo abordó para navegar; y hubo una gran tempestad en el mar,
hasta el punto de que el barco estaba en peligro ... y Jonás dormía. El jefe se aproxima a él y le di-
ce: “¡Levántate! Puede ser que Dios nos salvará y que nosotros no perezcamos”...Y el mar aplacó
su furor, y los hombres fueron presa de un gran temor” (Jon 1,3-16). (El NT habla de Jonás en Mt
12,39-41; Lc 11,29-32).
Este mismo vocabulario vamos a reencontrarlo en el texto en Sinopsis que sigue; estemos
atentos a las insistencias propias de cada uno de los tres relatos, por ejemplo, a la manera de nom-
brar el mar o el lago, de nombrar a Jesús, de designar al peligro, de llamar a la “tempestad”, en fin,
de sacar las consecuencias del episodio.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 67
Mateo 8, 18-27 Marcos 4,35-41 Lucas 8,22-25
Jesús viendo Llegó
una multitud uno de esos días:
alrededor de él subió en una barca,
1. Relato de Mc: ¿cuándo ocurre la escena? ¿A qué cosas llama Mc grande (3 x)? ¿Quién tiene la ini-
ciativa? ¿Por qué otras barcas? Leer sin el v 40: relato clásico de milagro - releer con el v 40: as-
pecto catequístico neto!
2. Relato de Lc: ¿qué episodio precede inmediatamente a este relato? ¿A quién se interesa más, a la
barca o a sus ocupantes? ¿Por qué? El reto de Jesús está suavizado, ¿en qué sentido? Lucas es el
único en servirse del término “Maestro / Jefe” (en griego epi-statês 7 x, y Lc solo).
3. Relato de Mt: ¿en qué la inserción de los vs 19-22 orienta el sentido? ¿por qué hablar de un sismo
(temblor de mar)? (ver Mt 8,24; 21,10; 24,7; 27,51.54; 28,2.4). ¿Cómo escuchar el grito litúrgico :
Kyrie, sôson (Señor, salva)? El reproche del vs 26 está en el centro: ¿cuál es su alcance?
1- SEGÚN MARCOS
Después de la jornada en que Jesús había pronunciado el discurso parabólico, cuando llegó la
noche, muchas barcas se fueron a pescar. Jesús (fatigado?) va a dormirse, en la parte de atrás de la
barca, “sobre el cabezal” reservado ordinariamente al timonero (sólo Marcos nota este detalle); no se
trata de la “proa” del barco. El hecho de que la tempestad se desate en plena noche la vuelve aún
más inquietante y peligrosa. Pero, Jesús manifiesta luego su autoridad, cuando los discípulos lo
apremian. Incluso el viento y el mar le obedecen. Y el relato termina con una verdadera pregunta, sin
respuesta, al menos por el momento.
Cierto es que Marcos, al escribir, conace la verdadera respuesta; y por otra parte, a este rela-
to que se articula según el género literario “milagro”, Marcos le añade un versículo (40) que traslada
el acento del episodio: se trata no tanto de un exorcismo (comparar a Mc 1,23-27) sino de una cate-
quesis “existencial” dirigida a creyentes que no tienen aún (suficiente) fe en el poder y la auroridad
de Jesús sobre las fuerzas del mal.
Hay que remarcar ciertas insistencias: el estilo vivo y concreto -como de costumbre en Mar-
cos- presenta un carácter oral pronunciado: gran borrasca, gral calma, y sobre todo gran temor (en el
sentido religioso del término). El arte del narrador es real! Y la invitación a no tener miedo (en grie-
go deiloi, como en Mt; ver también Jn 14,27) sino a tener confianza en el Maestro Jesús está fuerte-
mente remarcada. En fin, el relato progresa de contrate en contraste, entre la agitación y el reposo.
∗ El mar agitado y la calma de Jesús que duerme;
∗ el miedo de los discípulos y la seguridad de Jesús despierto;
∗ la calma de las olas y el temor de los discípulos (¿no esperaríamos que estuvieran contentos de
haber salvado la vida?).
Subrayemos por último el lugar de semejante tempestad (que pasa del mar agitado a los cora-
zones de los discípulos): el mar de Galilea que se atraviesa para ir de la orilla judía a un país pagano.
Para el redactor Marcos, la alusión a la muerte de Jesús (dormido y como ausente) y a su resurrec-
ción (el verbo egeirô, por dos veces) hacer percibir mejor aún que la barca de los discípulos (=la co-
munidad eclesiale de los creyentes) está llamada a través de las tempestades a volverse hacia las Na-
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 70
ciones paganas, abandonando las orillas del judaísmo: El Maestro es y permanece como quien pue-
de apaciguar las olas peligrosas y ... los corazones temerosos.
2- Según Lucas
Luego de haber planteado la cuestión sobre la “verdadera familia de Jesús”, en un cuadro
temporal bastante vago, el relato de Lc parece interesarse fundamentalmente a los discípulos en difi-
cultad, más que a la barca en sí misma. Ellos se hicieron a la mar; ellos navegaban; ellos estaban
llenos de agua; ellos estaban en peligro. Pero estos discípulos tienen un “maestro-señor poderoso”m
un “jefe” que les brinda seguridad y los interroga acerca de su fe (¿dónde está?). El reproche aparece
claramente suavizado; y la escena, de manera choqueante, concluye en el temor (con Mc) y en la ad-
miración (con Mt) de esos mismos discípulos.
Si bien el orden general del relato es bastante cercano del de Mc, Lc no habla más que de
una sola barca. Y sobre todo, no habla de una tempestad de noche: Su relato es indudablemente
más ordenado (ver Lc 1,4): subir a la barca; hacerse a la mar; Jesús que dormita (se le señala antes de
evocar la tempestad). Y, claro está, ese Lucas que ha conocido bien otros “mares” se contenta con
hablar de “lago”, de “borrasca”, de “peligro”, de “aguas tumultuosas”...
La narrración de Lc, entonces, está más centrada sobre los ocupantes de la barca que sobre
los acontecimientos. De esa manera, se refiere mucho más claramente a los misioneros, que van a las
tierras paganas a anunciar el Evangelio, que a la barca de la Iglesia. Se nota también que en su relato
Jesús es mucho más respetado por sus discípulos y se muestra mucho más suave con ellos. Lucas los
muestra unidos a Jesús: tanto en la travesía como en los peligros; en la bondad que les manifesta
como en la estupefacción que despierta en ellos su maravilloso poder.
3. Según Mateo
Ubicado dentro del contexto de los 10 milagros, o 10 gestos de poder, justamente luego del
episodio de la curación de la suegra de Pedro, el relato de Mt tiene otros acentos que es necesario
resaltar en la perspectiva que le es propia. El hecho de insertar, luego del anuncio de la partida “hacia
la otra orilla” (orden de Jesús!) algunos versículos sobre el seguimiento de Jesús (relatos de voca-
ción”!) le da a todo el conjunto otro tono. ¿Quién va a subir a la barca de la Iglesia con Jesús, el Se-
ñor? ¿Y los discípulos que le seguirán tendrán una fe suficientemente grande?
∗ Hombres de poca fe es un tema típico de Mt (Mt 6,30; 8,26; 14,31; 16,8; 17,20 y Lc 12,28).
∗ En cuanto al verbo del discípulo: acompañar/seguir (akoloutheo), aparece 9 veces en Mt 8-9, y en
otras partes, aún más.
1. CARACTERÍSTICAS GENERALES
• De lejos aparece como el Evangelio más breve;
• su estilo es sencillo (casi oral). Hay quien llegó a pensar que casi se adivina la textual predicación
de Pedro detrás de sus relatos breves. Se repiten muchos términos, y se utiliza a menudo el presente
histórico.
• Hay expresiones curiosas: palabras latinas transcritas en griego, palabras hebreas y arameas.
Pag. 22: El segundo Evangelio fue escrito para lectores cristianos procedentes del paganismo, que necesitaban explica-
ción de expresiones arameas (3,17; 5,41; 7,11.34; 14,36; 15,22. 24) y de usos y costumbres judías (7,3s; 14,12; 15, 42).
Etienne CHARPENTIER, Para leer el Nuevo Testamento. Col. “Para leer...” Ed. Verbo Divino, Estella (Navarra) 1992.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 72
PERSPECTIVA DOCTRINAL
Hay muchos elementos que aún se dictuten en el ámbito de la perspectiva doctrinal del
segundo evangelio. Nos centraremos aquí en los elementos comúnmente admitidos, aunque no
siempre valorados de la misma manera por los especialistas.
1. Se admite que Mc 1,1 es una suerte de prólogo teológico en el que se plantean las hipótesis
cristológicas esenciales que habrán de probarse a lo largo del escrito de Mc; fundamentalmen-
te en el acontecimiento de Cesarea de Filipo (8,29) y en la crucifixión (15,39). Aunque tam-
bién Jesús lo admitirá como respuesta al Sumo Sacerdote que lo interpelará precisamente en
lo relativo a estos dos títulos (14,61).
2. Sin embargo, toda la importantísima significatividad que la aparición del título de Hijo de
Dios en boca del pagano centurión romano que asiste a la crucifixión, debe completarse con la
ocurrencia anterior de este título en las teofanías bautismales y de la Transfiguración.
3. Toda la primera parte, sin embargo, muestra la recurrente insistencia del silencio que Jesús
impone a los curados (que se llamó desde W. Wrede en 1901, el “Secreto Mesiánico”30). A
partir de la profesión de fe de Pedro, comienza sin embargo la insistente mención de la pasión
referida al Hijo del hombre. De allí que se la considere como la manifestación del secreto o
del misterio del Hijo del hombre: Que habrá de realizarse en plenitud cuando venga a juzgar
(cf. 14, 61ss) realizando así las profecías de Daniel.
4. No puede dejar de señalarse también la oposición radical entre Galilea en la primera parte del
Evangelio y Jerusalén en la conclusión de éste. Una y otra son lugares teológicos más que ge-
ográficos. Transcribamos la hermosa síntesis de Etienne CHARPENTIER31: “La Galilea de las
naciones o de los paganos, como se decía entonces, había conocido muchas invasiones, y la fe
no era all´tan pura a los ojos de los responsables judíos; no podía salir de all´nada bueno, y me-
nos aún un profeta (cf. Jn 1, 46; 7, 52). Pero Isaías (8, 23) habhía anunciado que un día Dios se
manifestaría allí a los paganos; por tanto, era también símbolo de esperanza y de apertura. Fue
allí donde Jesús vivió y predicó y donde las gentes lo acogieron con entusiasmo. Es una región
abierta: de allí Jesús va a los paganos, a Tiro y a Sidón (7, 24.31): ... Jerusalén aparece por el
contrario como la ci8udad cerrada sobre sí misma, refugio de la “gente decente”, segura de su
verdad y que no acepta la crítica. Desde el principio del ministerio de Jesús en Galilea, es de Je-
rusalén de donde parten los ataques más terribles (3,22.).”
5. Pero hay en el Evangelio otra clara oposición: país donde hay judíos versus país donde hay
paganos. En los capítulos 4 y 5 es clarísimo que la orilla occidental del lago es judía y la orien-
tal, pagana. Jesús obliga a sus discípulos a trasponer la fronteral. En los capítulos 6 al 8 Jesús va
y viene entre uno y otro país. En el 7, en el país de los judíos, rompe con las tradiciones. Y el 8,
abundan las alusiones a regiones donde viven los paganos (Tiro, Sidón, la Decápolis...). Trans-
cribo a continuación a J. DELORME32: “Así, la Galilea de Marcos no tiene fronteras. En ella se
oponen dos espacios: uno es el de los fariseos y letrados, que se cierra sobre sí mismo; el otro es
Pag 76 - 77: “Se admite comúnmente que el primer evangelio fue escrito en Roma, hacia el año 70, para recoger la predi-
caciòn de Pedro.... Su comunidad está compuesta de antiguos paganos: Mc se ve obligado a traducir las palabras arameas y
a explicar ciertascostumbres judías.
Esta comunidad se siente amenazada por las persecuciones. La fe que propone Mc no es una fe tranquila; se enfrente con
contradicciones y supone no pocos riesgos. Esto corresponde con lo que sabemos de la iglesia de Roma bajo Nerón:
Pedro fue martirizado en el año 64”
Pierre MOURLON BEERNAERT, Saint Marc, col. “Le temps de lire”, Lumen Vitae, Bruselas, 1985.
Pag. 17: Parece que la muerte de Pedro fue un factor súmamente determinante para la redacción de Marcos.
30 En Das Messiasgeheimnis in den Evangelien; zugleich ein Beitrag zum Verständnis des Marckusevangeiliums, Gotinga.
31 Etienne CHARPENTIER, Para leer el NT. Estella (Navarra), ed. Verbo Divino 1992 12, pag. 78
32 El evangelio según san Marcos. Col. Cuadernos Bíblicos 15-16. Ed. Verbo Divino, Estella (Navarra) 199714.,, pag. 14-15
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 73
el que Jesús abre delante de sí al pasar a los paganos. Marcos insiste en ello, ya que ve allí la
preparación de la misión entre los paganos. ... Por consiguiente, esta geografía tiene un sentido.
La forma como Jesús se mueve dentreo de ella muestra ya su dirección, inaugura ese movimien-
to que tiene que impedir para siempre al evangelio dejarse encerra dentro de cualquier tipo de
Jerusalén.”
6. El evangelio de Mc es también el escenario de un drama humano que tiene a Jesús como protago-
nista. Es el proceso por el que él se va quedando cada vez más solo. Si bien elige un grupo de discípu-
los al que luego constituye en apóstoles para ser enviados a predicar y estar con él (cap. 3), la ceguera
de éstos será creciente y culminará en la traición de uno y el abandono de todos (pasión). Al mismo
tiempo, sus mismos compatriotas y familiares (incluso con María) no lo comprenderán y lo reputarán de
exaltado (cap 3 y 6). La gente está presente por todas parte, a veces adhriéndose fervorosamente y
otras renegando de él. Todo esto, bajo la constante y permanente insidia de los adversarios, fariseos
venidos de Jerusalén, que ya desde el principio del drama sentenciarán a muerte al Señor, y al final,
con el concurso del Sanedrín y las autoridades romanas, la ejecutarán..
INTRODUCCION
La lectura del Evangelio Mateo deja a su lector ante una duda: ¿estamos ante Jesús en Palestina en el
año 30 o ante Él en las comunidades de Siria y Palestina en el año 80? Pues el mensaje es impreciso, desde
este punto de vista,. Pareciera que ex profeso se hubiera querido conservar esta ambigüedad cuyo objetivo es, a
la vez que anunciar los recuerdos de Jesús, manifestar la presencia del Señor resucitado en medio de los cre-
yentes.
Respecto de su autor verdadero poco sabemos. La tradición desde el siglo II lo ha atribuido a Mt, uno
de los Doce, el publicano. Probablemente éste haya sido el autor de un texto cuya existencia no se puede
probar fehacientemente, pero que en el ámbito de los estudios críticos ha sido apelado el Mt-arameo. En todo
caso, este Mt griego, pudo haberse basado en aquel. Y haberlo completado. El autor de esta obra aun nos
permanece desconocido.
Ignoramos también con precisión tanto su fecha de composición como sus destinatarios. No obstante
esto, el evangelio nos brinda ciertos indicios que nos permiten circunscribir este problema: el evangelio no fue
escrito antes de la destrucción de Jerusalén (año 70), sino que la supone (24, 15-20). Además, las referencias a
la mentira del robo del cadáver del Señor, sus esfuerzos por contradecir las calumnias relativas al nacimiento
de Jesús y las alusiones a “rabinos”, etc., se encuadran perfectamente en la polémica contra el judaísmo que se
recompone luego de Yamnia (entre el 70 y el 80). Tampoco fue escrito para cristianos provenientes del paga-
nismo. Múltiples señales lo muestran: fundamentalmente el muy abultado recurso a las escrituras veterotesta-
mentarias que revelan un background palestinense, la prescindencia de explicar usos y costumbres judías que sí
se hallan en Mc, y la múltiple referencia a otros rituales y expresiones netamente judías que tampoco se en-
cuentran en los demás Sinópticos. Estos datos permiten afirmar lo siguiente: el evangelio fue escrito no antes
del 70 de nuestra era y más probablemente aún, no antes del 80. En cuanto al término ad quem hay que tener
otros parámetros. Uno muy significativo es el hecho de que San Ignacio de Antioquía lo cite. Merced a lo
cual no habría que datarlo más allá del año 100. Muchos críticos sugieren que la fecha de composición debe
ubicarse la década del 80 de nuestra era.
En cuanto a los destinatarios, podemos afirmar al menos que se tratan de cristianos provenientes del
judaísmo y ligados al horizonte cultural Palestino. Habría que entender aquí Palestina en sentido amplio, es
decir tanto la Judea y Galilea como incluso la Siria.
ALGUNAS CARACTERISTICAS
En cuanto al vocabulario el Evangelio de Mt es más rico que el de Mc. Conserva semitismos pero em-
plea recursos más ricos de la lengua griega.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 74
Los relatos se hallan en general estilizados, si se los compara con Mc. Dibujan un perfil hierático del
Maestro.
Como sus paralelos, también supone agrupaciones previas de relatos. Los capítulos octavo y noveno
son un claro indicio (9 milagros agrupados).
Pero si hay algo que descuella en la composición de este texto son sus discursos: cinco grandes dis-
cursos jalonan toda su obra. Ciertos críticos han interpretado el hecho como un intento de construir una nue-
va Torah, o Pentateuco (= 5 rollos).
A fin de discernir el esquema de Mt, los críticos se han visto obligados a interpretar estos indicios. No lo han
hecho de modo idéntico. Algunos se basaron en los desplazamientos geográficos; otros, en los discursos; otros, en los
personajes: Algunos vincularon los discursos a las secciones narrativas antecedentes intentando evidenciar que explica-
ban como palabra al hecho realizado. Otros los vincularon a las secciones subsecuentes asignándoles un valor profético
que luego se realizaría. En fin, no ha habido unanimidad.
Esta discrepancia sugiere que se adopte como procedimiento alguno que se base en un criterio am-
plio, que abarque la mayor cantidad posible de hechos textuales observables: Procedimiento que no pierda de
vista la importancia doctrinal del escrito, pero que tampoco desdeñe su hilo dramático.
ANUNCIO Y TEOLOGIA
Como Mc, Mt es también evangelio del Reino. Aunque en el se lo llama “Reino de los Cielos”. Jesús
anuncia que ha llegado la soberanía de Dios. Y la realiza en un drama en siete actos33. De los cuales 5, como
vimos en el titulo “características”, se articulan con una estructura común: sección narrativa y discurso:
Preámbulo 1-2
Libro primero: Sobre el discipulado
A: Introducción narrativa 3-4
B: Primer discurso 5-7
Libro segundo: Sobre el apostolado
A: introducción narrativa 8-9
B: el discurso 10
Libro tercero: Sobre el ocultamiento de la Revelación
A: Israel tropieza 11-12
B: enseñanza en parábolas 13
La cuestión sobre la estructura de Mt no está cerrada. No se pueden negar ni los discursos ni que entre ellos
existan secciones narrativas. No sabemos con total precisión si estas -en la intención del evangelista- anteceden a los
discursos, brindándole un horizonte de comprensión pleno, o los siguen, mostrando la realización de aquello que se
anunciaba en ellos. Hoy se tiende a pensar en la conveniencia de no establecer límites tan netos entre las diversas grandes
secciones del Evangelio37.
35 Cf. Rafael AGUIRRE MONASTARIO, El Evangelio según San Mateo, en la obra conjunta del mismo autor y Antonio
RODRÍGUEZ CARMONA, Evangelio sinópticos y Hechos de los Apóstoles, Col. Introducción al Estudio de la Biblia Vol.
6, Ed. Verbo Divino, Estella (Navarra), 1994, pag. 222-3.
36 cf The Structure of the Gospel of Matthew as Narrative, en Tyndale Bulletin, 34 (1983) pag 61-90. Citado por AGUIRRE
MONASTERIO, op.cit.pag. 224-5.
37 Ibid.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 76
Como en el resto del Nuevo Testamento, se refleja en el Evangelio de Mt la polémica con el judaís-
mo, pero en este caso con una particularidad significativa: es el texto más judío desde varios puntos de vista y,
a la vez, es aquél en el que la polémica alcanza ribetes más agudos.
Se parte del dato central de que el Mesías ha sido enviado a Israel. Son varios los datos que lo confirman:
la genealogía lo inserta en la historia judía, el evangelio de la infancia interpreta a Jesús con las figuras de
Moisés e Israel, se insiste en que Jesús es “hijo de David”, su ministerio queda restringido en vida (cf. 10,6;
15, 24), las citas de cumplimiento lo presentan a la luz del Antiguo Testamento. Además, como telón de fon-
do, está la importancia de la problemática propia judía (obras piadosas, cuestiones de interpretación de la ley,
expresiones semíticas como “atar y desatar”, “la ciudad santa”, “gehena”, “Reino de los Cielos”, etc.
Pero ese Mesías ha sido rechazado. Ya se esboza este rechazo en el relato de la visita de los Magos (2,1-
12): Aparece con claridad más tarde de la siguiente manera:
En la polémica contra “esa generación malvada y adúltera” (11-12).
En la reelaboración de las tres parábolas (21,28- 23,14).
En la comparecencia de Jesús ante Pilato cuando el Pueblo (laós = designación técnica de Israel como pueblo
elegido) pide que su sangre caiga sobre él.
Incluso después de la muerte de Jesús, perpetúan el rumor mentiroso del robo de su cuerpo (cf. 27, 62 – 66 y
28, 11 – 15).
Esto hace que surja un nuevo pueblo de Dios. Está abierto a los paganos y judíos sin discriminación. Se
basa en la aceptación de Jesús y en el cumplimiento de sus enseñanzas.
Este universalismo, programáticamente proclamado al final, se anuncia continuamente a lo largo del
evangelio: en la visita de los Magos, en 8, 10 – 12, donde se contrapone la suerte de los hijos del Reino y
aquellos que vendrán de Oriente y Occidente; en 10, 18 se prevé una misión en ambientes paganos; en 24, 14
se cuenta con el anuncio del evangelio al mundo.
La polémica antijudía. Los especialistas la interpretan de modo diferente. Hay quienes la consideran una
polémica dentro del judaísmo y están quienes, desde la opinión que se trata de un texto pagano-cristiano, la
estiman un resabio del pasado. No obstante, prima la opinión de que hay que entenderla en el contexto de
una comunidad judeocristiana que necesita delimitar claramente su situación respecto del judaísmo de cuño
fariseo: En esta perspectiva se entrevé que hubo cruce de palabras duros entre la Iglesia y la sinagoga. Sería
arbitrario utilizarlos de modo antisemita, como de hecho ocurrió en la historia del cristianismo, olvidando que
las palabras duras puestas en labios de Jesús también son una interpelación a la Iglesia cristiana. Se ha intenta-
do calificar a la Iglesia naciente como el “Nuevo Israel” o el “Verdadero Israel”. Estos calificativos no alcan-
zan para expresar claramente la relación entre Iglesia y pueblo de Israel según Mateo, para quién entre ambos
no sólo hay ruptura sino continuidad.
2. Jesucristo
Es ante todo el Mesías y el Hijo de David. Estos títulos aparecen claramente a lo largo de todo evangelio, a
través de distintos recursos (en la narrativa y en la boca de la gente). Aparece incluso cuando no aparecen en
los paralelos. Su uso confirma el carácter judeocristiano de Mt. Pero, dada su ambigüedad, Mt quiere evitar
interpretaciones triunfalistas y meramente humanas de éstos.
Es también el Hijo de Dios. Este título revela el misterio de su persona: A diferencia de Mc, la confesión
de su filiación no se reserva para el final (14,33, 16,16). Es también significativo el texto de la Pasión de 27,39
– 43, comparado con su paralelo de Mc y en clara consonancia con el relato de las tentaciones. Se puede decir
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 77
a partir de él que Jesús no es Hijo de Dios demostrando poder sino aceptando la cruz y la humanidad: De
hecho, la actitud de Jesús encuentra la respuesta del Padre (fenómenos cósmicos de 27, 45. 51- 53).
En 28, 16-20 (texto final en el que convergen las líneas teológicas del evangelio) se proclama a J como
Hijo de Dios. Otro dato literario: Jesús habla de “mi” Padre (18 veces). Mt también subraya la obediencia de
Jesús a la voluntad del Padre (6, 10 y 26, 39 - 42).
Jesús es el Señor. Con el título de Kyrios traducían los LXX el nombre divino. Mt sigue este modo de obrar
al citar las sagradas páginas veterotestamentarias: Pero lo interesante es la frecuencia con que Mt pone esta
expresión en labios de interlocutores diversos de Jesús: Siempre en vocativo, y con sentido de respeto, de so-
licitud de ayuda y de fe. Nunca está en boca de los adversarios ni como designación narrativa en tercera per-
sonal.
Jesús es llamado Señor por sus discípulos (8, 21. 25; 26,22); por Pedro (14, 28. 30; 16, 22; 17, 4); por
quienes recurren a él (9,28; 20, 30. 31; 8, 2.6.8; 15, 22. 25. 27). Es notable que los discípulo no se dirigen nun-
ca a Jesús llamándole “Maestro”, aunque sí sus adversarios: El título se encuentra además en el contexto del
juicio (7, 21- 22; 25, 11. 37. 44).
La designación podría ser meramente honorífica. Pero en Mt es una invocación a Jesús resucitado, pre-
sente en la Iglesia.
“Dios con nosotros”. La inclusión literaria de “Dios con nosotros” (1,23 – 28, 20) tiene importancia teológi-
ca. La fórmula es una reinterpretación cristológica de la fórmula de la alianza. En 18, 20, Jesús funda el poder
de la comunidad y la eficacia de su oración en la promesa de que “donde estén dos o más reunidos en mi
nombre, allí estoy en medio de ellos”: Jesús, que por su nacimiento era “Dios con nosotros”, continúa des-
empeñando este papel más allá de su vida terrestre. Y, si es correcto interpretar el pasaje a la luz del dicho
rabínico “si dos están juntos ocupados en las palabras de la Ley, la Shekina habita entre ellos”, las implicancias
cristológicas son enormes, porque Jesús toma el puesto de la Shekina (=la presencia de Dios).
Para Mt, a diferencia de Lc, no hay distinción entre el tiempo de Jesús y el tiempo de la Iglesia. Es una
misma época de la historia de la salvación caracterizada por la presencia del Señor en medio de los suyos.
Además, sin decir explícitamente que sea Dios, Mt habla de Jesús insinuando su pertenencia especial a la
esfera de la divinidad (Cf 9,2, 11,28-30; 10,37- 39, etc.)
Jesús es el “Hijo del hombre”. En los sinópticos hay tres clases de dichos sobre el Hijo del hombre: los que se
refieren al ministerio terrestre de Jesús (Mt 8,20), los que dicen su relación a su pasión y muerte (17, 22; 20,
18; 26, 2) y los que hablan de la parusía. Todos estos dichos siempre se encuentran en boca de Jesús y como
una autodesignación.
Es peculiar del Mt hablar de “el Reino del Hijo del hombre” (cf 13, 41; 17, 28; 19, 28, 25, 31- 34). Se
habla de “sus ángeles” (13, 41; 17, 27; 24, 31). Lo más característico son sus dichos del Hijo del hombre futu-
ro como juez (19, 28; 13, 41; 25, 31-33).
Se trata entonces de un título rico de sentidos. En él se alude a la Pasión y a la Parusía. Y, por otra parte,
con él los cristianos pueden relacionarse en su presente histórico, sabiendo que tiene todo poder, porque lo
ha recibido (cf. Mt 28, 18).
1. Teología de la historia
Para Mt, Juan Bautista, Jesús y los enviados pospascuales pertenecen a la misma época de la historia de la
salvación: todos predican lo mismo y encuentran el mismo rechazo.
A diferencia de Lc, Mt no diferencia un tiempo de Jesús y otro de la Iglesia. El primero lo realizaba inter-
calando el relato de la Ascención. Mt en cambio proyecta sobre el relato de Jesús todo lo que tiene que decir
sobre la Iglesia, de modo que su evangelio resulta especialmente transparente de preocupaciones eclesiales.
La Iglesia sustituye a Israel dentro de la época del cumplimiento. Mt describe este proceso: desde el re-
chazo de los enviados divinos, al del Hijo, que le acarreará la pérdida de sus prerrogativas y de lo cual la des-
trucción de Jerusalén será expresión histórica visible.
2. La Iglesia
Mt es el gran evangelio eclesial. 1) Es el único en el que aparece el término ekklesía (una vez referida a la
comunidad local – 18,17 – y otra al nuevo pueblo de Dios – 16, 18). 2) La obra entera, sobre todo en los dis-
cursos, transparenta preocupaciones eclesiales: conflictos, ministerios...
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 78
La Iglesia es de Jesús. Así se la denomina en 16, 18 (su Iglesia). La Iglesia surge luego del rechazo de Jesús.
Quienes lo aceptan, la forman. Por tanto, esta Iglesia está cualificada cristológicamente.
Fundamento cristológico de la Iglesia de Mt. Cristo está siempre en su Iglesia (recordar la fórmula “Dios
con nosotros”). No sólo lo expresan los textos claves sino una serie muy importante de expresiones: “con
ustedes”, “con ellos”, “con Jesús”. Es claro que Mt quiere subrayar la presencia permanente de Jesús con los
suyos.
Además Mt establece una continuidad muy estricta entre Jesús y la comunidad: continuidad de men-
saje de obras, de comportamientos y hasta de conflictos (10 y sobre todo respecto de las obras 11,2- 6).
Es también una fraternidad que cuenta siempre con la presencia del Señor. Jesús llama a sus discípu-
los “mis hermanos”, los que cumplen la voluntad del Padre son sus parientes (12, 46 – 50). Entre los discípu-
los deben abolirse todas las desigualdades porque son todos hermanos (23, 8-10).
Los discípulos. Esta palabra se repite mucho en Mt y caracteriza su pensamiento. Los discípulos son
ante todo ciertas personas que se vincularon de una forma especial con Jesús terrestre; pero su realidad está
actualizada eclesiológicamente, de modo que “ser discípulo” es un concepto transparente para dar a entender
lo que significa ser cristiano.
Esta actualización eclesial del término discípulo se ve con claridad en dos textos típicos de Mt:
• 27, 57 “José de Arimatea se había hecho discípulo”, contra Mc 15, 43 “esperaba el Reino de Dios”; y
• 28, 19 “hacer discípulos” (mathetéuein) .
Los discípulos entienden (no así en Mc). Esta inteligencia se refiere a la enseñanza de Jesús terreno y es
un presupuesto de la fe. Esta última se expresa como confianza en el poder salvador del Señor exaltado (8, 5-
13. 23- 27; 9, 20-22.27- 31; 14, 22- 33; 15, 21- 28). Entendimiento y fe son dos aspectos complementarios e
inseparables del discípulo según Mt.
Mt ve en los discípulos como un arquetipo de todos los cristianos. Por eso, si bien mejora su imagen
respecto de Mc, no los idealiza: Sobre todo, los llama “hombres de poca fe” (oligopistós) – 6,30; 8, 26; 14, 31;
16, 8; 17, 20.
Los discípulos son creyentes, pero su fe se encuentra amenazada. Ante las preocupaciones y dificul-
tades de la vida, titubean y piensan que el Señor los ha abandonado, se hunden, pierden la calma... Se percibe
en esta elaboración que el problema que afronta Mt no es cómo acceder a la fe sino cómo permanecer en ella;
su perspectiva no es tanto kerigmática cuanto catequística.
La figura de Pedro. Mt hace afirmaciones positivas acerca de Pedro: fundamento de la Iglesia (16, 20),
es el primero que reconoce al Señor y va hacia él (14, 28), es el primer llamado (4, 18-19; 10, 2). Pero también
acentúa sus rasgos negativos:
16, 22- 23: endurece los reproches de Jesús a Pedro por no comprender el camino de la cruz;
26, 70. 72: niega conocer a Jesús ante todos y con juramento.
Pedro es portavoz de sus compañeros (16, 15-16; 19, 27), con particularidad en cuestiones referidas a
la moral (halaká): (15, 15; 18, 21; 17, 24- 27).
Pedro es el prototipo de los discípulos. Este papel es muy claro en 14, 28- 33. De él se dicen muchas
cosas que son características de todos:
Llama Señor a Jesús (cf. 8, 25);
Tiene miedo (cf. 8, 26);
Duda (cf. 28, 17);
Jesús le reprueba su poca fe (cf. 8, 26).
Además, todos confiesan que Jesús es el Hijo de Dios (8, 33) y Pedro en 16, 16.
Su carácter de prototipo queda muy claro en los textos en los que hace portavoz porque o bien la
pregunta o bien la respuesta afecta a todos. Es muy esclarecedor al efecto cotejar también las escenas de la
comparencia de Jesús ante el Sanedrín con la de las negaciones de Pedro. Ambas en paralelo: Así aparece un
aspecto importante del discípulo y de su relación con el Maestro proyectado en la figura de Pedro.
¿Y qué hay respecto de ser “piedra”? Se ve que esta misión está íntimamente ligada a la de “atar y
desatar”. Pedro es entonces fundamento ( = piedra) a través del asegurar una enseñanza doctrinal relativa a la
moral (recordar sus preguntas referidas a la halaká). Se interpreta el hecho desde la perspectiva de la Iglesia en
Antioquía: recurriendo al ministerio petrino, único e irrepetible, supo componer tradiciones cristianas más
extremistas (el paulinismo y el juedeocristianismo).
El “atar y desatar” del capítulo 18 es en cambio una función otorgada a la comunidad (y tal vez a al-
gunos ministros dentro de ella) que no repite al ministerio de Pedro sino lo complementa. Su alcance es más
vale disciplinar.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 79
Profetas y escribas. Con estos nombres se aluden a dos ministerios de la Iglesia de Mt. Eran comunes en
la antigüedad cristiana la presencia de profetas itinerantes (cf. 23, 34, Didakhé XI, 3- 6). En cuanto a los escribas
el desarrollo en este evangelio es más detallado. En 13, 51- 52 se afirma explícitamente la existencia de escri-
bas cristianos. La acción disciplinar de 18, 15- 20 supone las sentencias de los escribas de la comunidad.
Vuelven a aparecer en 23, 8- 10: “No os dejéis llamar Rabí ... ni padres, ... ni preceptores”. Estos títulos se
aplicaban a los escribas.
En este contexto y habida cuenta de que lo sucedido a Israel es advertencia para la Iglesia cristiana,
las invectivas contra los escribas y fariseos hipócritas (23) son una admonición para quienes desempeñan un
ministerio semejante.
El evangelio de Mt refleja un medio eclesial organizado y estable, en el que pierden importancia los
profetas itinerantes y gana relieve el ministerio sedentario de los escribas.
Conflictos en la Iglesia. Mt polemiza con sectores de la comunidad por sus defectos morales, que proba-
blemente se basan en desviaciones doctrinales. Se trata de cristianos muy carismáticos (profetizan, hacen mi-
lagros y expulsan demonios) pero a quienes éste no reconocerá, porque son “agentes de iniquidad” (anomía)
(7, 21-23). Son falsos profetas, que dan malos frutos (7, 15-20). 24, 9- 13 aclara la naturaleza del problema: en
el momento difícil (9-10) crecen los malos comportamientos, la iniquidad y la falta de amor; los falsos profe-
tas engañan (planao) (11-12). Este verbo parece sugerir desviaciones doctrinales ( cf 22, 29; 24, 4. 5. 24). El
Hijo del hombre, el día del juicio, extirpará de su Reino a todos los agentes de iniquidad ( 13, 41; cf. 7, 23; 24,
12).
La polémica es entonces con cristianos que son agentes de la iniquidad, los cuales, por otra parte, rei-
vindican grandes dones carismáticos. Parece que detrás de estos graves defectos prácticos se encuentran des-
viaciones doctrinales que hayan consistido probablemente en un entusiasmo espiritual que les llevaba a consi-
derarse por encima de la Ley y a promover actitudes libertinas.
6. Escatología y vigilancia
Se ha señalado que Mt habla explícitamente de la Venida definitiva del Hijo del hombre y de su Pa-
rusía. Todos los discursos tienen alusiones al Juicio. Es parte importante de este evangelio la doctrina sobre el
fin y el juicio.
Pero la comunidad no se halla expectante como si este fin fuera a ocurrir pronto. La Parusía se retar-
da lo que exige vigilancia. El mayordomo infiel no esperó ante la tardanza (24, 48) y las vírgenes necias no
contaron con la demora (25, 5). Mt insiste en que hay que vigilar, estar atentos, esperar.
Por otra parte, este evangelista subraya el carácter amenazador del juicio para quienes no hayan obra-
do justamente. Reitera la expresión “allí será el llanto y el crujir de dientes” (13, 42. 50; 22, 13; 24, 51; 25, 30).
Este carácter urge a la conversión y a la vigilancia. Así pretende poner la vida cristiana y a la Iglesia misma
bajo la instancia crítica del juicio futuro de Dios, evitando toda falsa seguridad.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 80
de Simón de Simón
y, al momento, y
Mateo, el más breve de los tres relatos, se ubica dentro del contextos de los diez signos de poder y
misericordia que se hallan en los capítulos 8 y 9: Desaparecen todos los personajes aledaños: no hay
discípulos mencionados. Y la mujer sirve solo a Jesús al ser curada. Jesús encuentra a la mujer. Es
decir, él sólo conoce el problema. Y su gesto es extremadamente sobrio: la toma de la mano, y nada
más. La fiebre aparece más personificada que en Mc: pues abandona a la mujer (casi como un espíri-
tu impuro).
Lucas tiene varios elementos propios fácilmente reconocibles: se enfatiza la gravedad del mal (tenía
mucha fiebre); la buena voluntad ciega de los presentes (le pidieron que hiciera algo por ella); Jesús
se inclina sobre la mujer (= se abaja) y exorcisa (increpa) a la fiebre (como si se tratara de un espíritu
impuro). La manera de referir el milagro es también llamativa. Pues según Lc la fiebre “desapareció”.
Es también una manera de atribuir a ese mal una entidad casi personal, cuyo poder se desmaterializa
frente a la presencia de Jesús. El contexto es prácticamente el mismo que Mc.
Pero podemos ir aún más lejos valiéndonos de ciertos elementos comunes a los dos de los
evangelistas: Si tenemos en cuentas los elementos comunes a Mc y Lc, podemos inferir varias cosas:
Si partirmos, por ejemplo, del explícito nombramiento de la salida de la singagoga, podemos deter-
nos ya en las circunstancia material de la salida de ese edificio o bien, entrar en la significación de lo
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 82
que fue la conflictiva salida (expulsión) que padecieron los judeo cristianos de la sinagoga al rededor
del año 70.
Si partimos en cambio de la intercesión de los discípulos en favor de la mujer, podemos re-
descubrir allí la realización de su vocación. Acababan de ser elegidos para ser pescadores de hombres
según el relato de Mc. Pescar hombres para Dios. Aquí, comienzan a interesar a Dios sobre los pro-
blemas de los hombres. No se puede pescar hombres para Dios sin antes constatar su pobreza y su-
frimiento. No se puede pescar hombres para Dios sin antes interesar a Dios sobre los problemas de
los hombres que nos desbordan.
Si partimos del servicio general que la suegra de Simón emprendió luego de ser curada, po-
demos inferir que en la comunidad naciente del Reino, que Jesús había comenzado a anunciar, to-
dos, aún los miembros más débiles e inútiles, tienen una vocación de servicio (no de servidumbre)
que realizar. Todos son valiosos. Es más, todos son necesarios. Y el mismo Jesús honra este servicio
dejándose servir. No quiere mantener ningún monopolio sobre nada. Ni siquiera aquel que podría
pensarse del servicio.
Teniendo en cuenta los elementos comunes de Mc y Mt también podemos avanzar más le-
jos. De la misma manera que antes, hay que fijarse en qué vetas explotar. En ambos aparece una re-
ferencia común a la mano. Recordémos que en Mc Jesús toma de la mano y en Mt le toca la mano.
Podemos preguntarnos qué significa la mano en uno y otro evangelio. Para esto es últil recurrir a
una concordancia bíblica. El mismo procedimiento, lo podemos aplicar al verbo levantar, que tam-
bién es común a estas dos recenciones.
38
CFR. MATEOS, Juan - CAMACHO, Fernando, El Evangelio de Marcos; Análisis lingüístico y comentario exegético. Ed. Al-
mendro -Fundación Epsilón, Córdoba-Madrid, 1993. Vol 1., pag. 154-55
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 83
niente, al colocar en la misma línea los elementos comunes que tenga con los demás, mencionar que
se está alterando el orden de la perícopa, a través de la sencilla indicación del número del versículo.
En cuarto lugar hay que empezar a discernir lo común a la tradición sinóptica de lo propio
de cada uno de los evangelistas. Para esto se pueden emplear colores que ayuden a visualizar. Es su-
mamente útil valerse de lápices de distintos colores. Particularmente los colores fundamentales:
AZUL, ROJO y AMARILLO. Según lo que propusiera Xavier LÉON-DUFOUR en su Concordance
des Évangile Synoptiques (Desclée 1956) podría procederse de la siguiente manera:
• lo común a los tres, negro,
• lo propio de MATEO, rojo,
• lo propio de MARCOS, azul,
• lo propio de LUCAS, amarillo;
• lo común a Mt-Mc, violeta,
• lo común a Mc-Lc, verde,
• lo común a Mt-Lc, anaranjado39
Emplear estos colores es una sugerencia pedagógica, y no una conditio sine quan non: Útil, pero
no absolutamente necesaria.
• Juan dice de Jesús que es el Cordero de Dios (amnós toû theoû) (v. 35). Andrés dirá luego de
Jesús a su hermano Simón: Mesías – Cristo (v 41). Sin entrar en una valoración exhaustiva de
ambos títulos cristológicos, puede afirmarse el carácter más simbólico o poético del primero y más
real del segundo. En cada caso, Andrés no repite a Juan Bautista. Luego de su permanencia junto
a Jesús se distancia del que había sido su maestro. Como, de hecho, antes también se había dis-
tanciado físicamente de él.
• “Escucharon... y siguieron” (v. 37. 40). Al seguimiento lo precede la escucha y por ende un acto de
fe en la palabra que se ha oído y escuchado. La repetición de esta estructura pareciera sugerir
que se trata de una característica constitutiva esencial del discipulado.
• “Dándose vuelta y viéndolos, les dice: ¿qué buscan?” (v. 37). Jesús advierte el tímido seguimiento
de esos dos discípulos anónimos. No está distraído. Los interpela por lo esencial (buscar puede
significar querer)41.
• “Vengan y verán” (v.39). Jesús invita a los discípulos a participar de su comunión. No les da res-
puestas prefabricadas. Los lleva a hacer su experiencia.
• “Andrés, el hermano de Simón, era uno de los dos...” (v. 40). Se dibujan los contornos personales,
anónimos hasta entonces.
39 Notar que en la perspectiva de las “Dos fuentes” de la que hemos hablado, los puntos comunes de Mt-Lc (color na-
ranja) plantearía aquí algunos problemas particulares.
40 Cf. Raymond E. BROWN, El Evangelio según San Juan. Ed. Cristiandad, Madrid, 1979, T. I, p. 256.
41 Ibidem
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 85
• “Encuentra a su propio hermano Simón y dice: ‘Hemos encontrado...” El que ha hallado refiere un
hallazgo. Del hallazgo del Mesías al de su hermano.
exquisita delicadeza, su tierna actitud paternal. Algo semejante a la actitud del pastor que va a
buscar a la oveja que se le había perdido. ¡Qué consolador sabe este gesto del Hijo de María para
todo cristiano que, sabedor de su propia indignidad, busca de lejos a ese Maestro, lo sigue a dis-
tancia, consciente de su grandeza! Le cabe también a él esperar que ese Señor – del modo como
quiera realizarlo- también se dé vuelta y fije en él su mirada condescendiente.
Pero su palabra interpela: “¿qué buscan?” Va a lo esencial, a las búsquedas más profundas del
alma humana. El discípulo que espera ese giro del Maestro ha de estar dispuesto a afrontar una
pregunta semejante. Una cuestión que lo remite a sus deseos más profundos, a lo que realmente
quiere en la vida.
3- “Rabí, dónde permaneces... Vengan y lo verán”. El Maestro no informa dónde permanece o vive, no da
las coordenadas para encontrarlo geográficamente, sino incluye a esos discípulos potenciales en el
ámbito de su propia existencia. Les brinda así la posibilidad de entrar en comunión con él y efec-
tuar así su propia experiencia.
El estilo pedagógico de Jesús vuelve a ser aleccionador para quienes lo buscan hoy. Más que ati-
borrarlos de informaciones, Éste los incluye en su comunión para que realicen su propia expe-
riencia del Maestro y de la fe que éste anuncia.
4- “Fueron, vieron dónde permanecía y permanecieron con él todo aquel día”. Aceptaron la invitación de Jesús.
Realizaron tres acciones. La primera – ir- es profundizar la anterior, seguir-. Ver implica conocer. Y
permanecer es compartir la comunión. En el evangelio de Juan este término tiene un alcance místi-
co muy importante que alude a la mutua permanencia del Padre en el Hijo y de Éste en el Padre,
como también a la permanencia del discípulo en Jesús (cf. capítulos 14- 17).
Permanecer es entonces mucho más que un estar quedos en un determinado lugar. Es caminar
en el surco elegido y mantenerse en él. Es una realidad dinámica y amorosa. Implica fidelidad.
5- “Encuentra a Simón y le dice: hemos encontrado...” Dos veces el término encontrar. Antes Andrés había
encontrado al Mesías, hallazgo fundamental y transformador de su existencia acontecido merced
a su experiencia de él. Pero ahora encuentra a su hermano. Puede tratarse de un hallazgo ocasio-
nal, banal; pero la repetición del mismo término sugiere un sentido mucho más profundo. Como
si se insinuara que quien encuentra a Dios se vuelve capaz de encontrar verdaderamente al hom-
bre, a su hermano. Encontrarlo como para anunciarle la fe que se profesa adultamente.
Este doble encuentro de Andrés – primero el de Jesús y luego el de Simón- sugiere que el hallaz-
go de Dios permite el verdadero hallazgo del hermano, que no es mero cruce azaroso sino crea-
ción de ámbitos vitales que permiten la emergencia de novedades transformadoras de la existen-
cia, focos generadores de sentidos válidos para vivir...
Fue esta experiencia del Maestro la que favoreció la nueva expresión de la fe con que Andrés
la compartió a su hermano Simón, que luego devendría Pedro.
Expectativas de Logro
Contenidos
Conceptuales
Procedimentales
Actitudinales
Desarrollo exhaustivo de la técnica del cotejo Sinóptico aplicado al texto de la tempestad Calmada.
Práctica de las demás grillas ya aprendidas en esta misma perícopa.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 89
Exposición dialogada sobre el Evangelio de Juan, en la que se expondrá su esquema y mensaje fun-
damental.
Trabajo sobre la vocación de los primeros discípulos (Jn 1, 35- 42) aplicando los recursos aprendidos
y cotejando con el escrito presentado por el profesor
.
Pbro. José Luis Gergolet Introducción a las Sagradas Escrituras 2000 90
b) Para ello y teniendo en cuenta como diagnóstico situacional (cómo están los alumnos
con respecto a la Biblia al iniciar estos estudios superiores), se parte de una “definición”
de la Biblia: ¿qué son las Sagradas Escrituras? (págs. 5-9).
f) Sobre cada uno de estos temas se da una explicación que se reitera en los apuntes
(págs. 9.16). Aunque en estos, la explicación se alarga a los otros dos párrafos del do-
cumento.
g) Partiendo de los dos objetos sobre los que versa la investigación a realizar por el
intérprete (la intención de los hagiógrafos y las palabras de los hagiógrafos) y en orden
a ir presentando las dos grandes familias de estudios bíblicos, se afirma que en función
del primero de los objetos se desarrolla una serie de metodologías hoy englobadas bajo
el rótulo “método histórico crítico”. Se llama a este tipo de métodos con la palabra “dia-
crónicos” (dia ‘a través’, crónos ‘tiempo’), porque implican un remontarse “a través del
tiempo” hasta el autor original (tema desarrollado en clase, ver también InterpBi, capí-
tulo I). En cuanto al segundo de los objetos a estudiar por el exégeta, las palabras de
los hagiógrafos, vimos que en ello se funda toda una larga serie de metodologías
exegéticas caratuladas con el adjetivo “sincrónicas” (de syn, “con, simultáneamente,
conjuntamente, junto”, y crónos). “Sincrónico” significa que aborda al texto sin preocu-
parse de los procesos históricos, y por tanto temporales, que condujeron a su constitu-
ción en cuanto tal, sino que se centra en el mismo como una realidad acabada que nos
llega como un todo, desafiándonos desde su mismidad e identidad.
h) Para presentar dichos métodos se vuelve a citar InterpBi (capítulo I, Nuevos méto-
dos de análisis literario, pág. 13) indicando la lectura de los mismos. La explicación más
detallada de estos métodos se irá viendo a medida se vayan analizando textos. Motiva
el orden de este procedimiento la convicción de que la asimilación de las metodologías
no depende sólo del conocimiento sino también de la práctica; pero admitiéndose que
es necesario tener una visión de las mismas con anterioridad.
i) En las págs. 16-22 de los apuntes, bajo el título de la “Biblia en la Iglesia” se abordan
temáticas al “uso” de la Biblia, a partir de DV 24 y otros documentos. Por razones de
tiempo no se tratarán estos temas en clase dejando los mismos a la lectura personal.