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“Me acerqué al espejo y me miré con detenimiento. Allí estaba, un diminuto reflejo oscuro
en el fondo de la pupila derecha. Alguien dijo una vez que las pupilas eran un espacio vacío,
agujeros negros, grutas gemelas de infinita vacuidad. “Cuando desaparece algo suele
desaparecer ahí, en el abismo de los ojos”. No me acordaba de quién lo había dicho. Vi
como desaparecía mi reflejo en el vapor” (Ottessa Moshfegh, 2019, en Mi año de descanso
y relajación)
1. Introducción
El Siglo XXI se yergue bajo pilares diametralmente distintos a los que la humanidad había
estado acostumbrada. Si los sujetos en tiempos pasados debían sortear y ser parte de los
embates producto de los debates ideológicos clásicos de la modernidad, hoy la realidad se
nos presenta algo diferente: aquellos embates se han amenguado paulatinamente, dejando
a los sujetos (tanto a los viejos como a los nuevos) en una especie de abandono. Este
ensayo busca justamente comprender ese sorteamiento que los sujetos en el presente
hacen en sus vidas, o bien, cómo se constituyen sujetos. ¿Qué ha ocurrido con la
identidad? ¿Desde dónde y con quienes se hablan estos sujetos? ¿Cuál es su relación con
las coordenadas o matrices que constituyen las subjetividades? La piedra angular que
guiará el argumento se presenta a modo de hipótesis: actualmente existe un proceso de
desidentificación ante las formas tradicionales de identidad en las nuevas generaciones, por
lo que, la identidad, como la entendemos, ya no sirve como categoría útil para comprender
los procesos culturales y sociales que rodean a los sujetos. El texto presentará dos
bastiones de análisis los cuales a modo de ejemplo resultan claves cuando éste fenómeno
intenta ser comprendido: por un lado, la toxicomanía en los sujetos producto de la
autorreferenciación y el ensimismamiento, y por otro lado la desidentificación sexual y de
género, que se expresa incipientemente en las plataformas ciberespaciales de las
conocidas redes sociales que utilizan las nuevas generaciones, principalmente Instagram y
Facebook. A modo de advertencia estos ejemplos podrían ser leídos como antagónicos, por
un lado sería una rendición total a lo social y negación de esta, por el otro, existe una crítica
a la norma, es decir, un movimiento hacia la transformación. Sin embargo, son las dos caras
de la misma moneda, los esfuerzos se centran en una autorreferenciación, en donde se
viviría en una sensación de libertad al no estar sujeto a un mandato hegemónico, lo cual
podría corresponder a una simple ficción producida por los nuevos alcances de la
individuación.
2. Posmodernismo y neoliberalismo
Antes de iniciar con los ejemplos, es decir, los síntomas y producciones de la crisis de la
identidad contemporánea, realizaré, a partir del análisis sobre la mutación histórica de la
condición humana, un recorrido por los principales puntos de inflexión que Dany-Robert
Dufour (2007) plantea como decisivos a la hora de abordar las transformaciones históricas
que han acontecido. En primer lugar Dufour afirma que estos problemas atañen a las
poblaciones de los países desarrollados, en donde el escenario tiene como protagonista la
instauración de la mercancía como hegemonía total, asimismo reconoce que esto ha
producido conflictos en torno a la subjetivación, aumento de la toxicomanía, aparición de
nuevos síntomas, que él describe como enfermedades del Siglo XX (la depresión, el estrés,
el pánico y el cansancio), así también como la explosión de la delincuencia, nueva violencia
y nuevas formas sacrificiales (2007). En ese sentido, para el autor éste escenario se vincula
estrechamente con una transformación de la condición subjetiva, en donde la constitución
de los sujetos de hoy es radicalmente diferente a la de las generaciones precedentes. Esta
discontinuidad radica principalmente en el rechazo a las coordenadas que funcionan como
matrices subjetivantes, desembocando en una pérdida de referencias para los sujetos,
problema que, dilucidado por diferentes autores críticos de la posmodernidad será trenzado
a lo largo del ensayo.
La cita anterior muestra los principales hitos que hoy en día parecen ser los pilares de
nuestra sociedad. Sin embargo, sin un ánimo moralizante (como, a ratos, muestra tener el
autor), nos centraremos principalmente en los mecanismos que conciernen la
desidentificación. El cual está provocado principalmente por los procesos de extrema
individuación, el cual actualmente se erige a partir de la pérdida de las referencias, en
donde ya no existen enunciadores colectivos que logran englobar grupos y categorizarlos.
Entonces estaríamos frente a sujetos que están obligados a hacerse a sí mismos. Es decir,
estaríamos frente a un nuevo momento en el que el sujeto estaría en una libertad total. Eso
nos gustaría decir, pero ocurre diametralmente lo contrario.
Respecto al ser, el autor afirma que la ontología del ser moderno es eminentemente política,
ya que a lo largo de la historia ha ido modificándose, por lo mismo, este nunca es puro o
universal, sino que proviene de una traducción que los sujetos realizan a partir de un
diálogo entre otros sujetos en un contexto sociohistórico determinado (Dufour, 2007). A
partir de esa traducción aparece un tercero (o el Uno), en el cual se construye la idea de un
gran Sujeto que aglutina la idea de lo común, este corresponde a un garante metasocial que
permite la idea de que los sujetos puedan establecer un diálogo en cierta medida pacífico.
El gran Sujeto estaría fuera del sujeto, instaurándose una distancia abismal entre ambos.
Esta idea de lo Uno, es una ficción que busca unificar lo heterogéneo y las desigualdades
que existen entre la realidad de los interlocutores, sin embargo, como fue dicho, permite una
regulación y un orden, ejemplo de esto es la Ley que actúa como garante entre los
individuos.
Para Dany Robert, esta ontología política del ser es extrapolable a la idea del Otro. El Otro,
que tal como fue formulado por Lacan, corresponde al lugar tercero de la palabra, es decir,
al registro u orden simbólico. Por lo tanto, esta fuente de significantes toma el lugar de ley
en cuanto barra al sujeto, que puede traducirse en la puesta en fin de su condición ilimitada
y genera en él una falta constituyente esencial del deseo, de ésta manera articula el
inconsciente y posiciona a tal sujeto en lugar del gran Otro: “Cuando nos servimos del
lenguaje, nuestra relación con el otro juega todo el tiempo esa ambigüedad. Dicho de otros
modos, el lenguaje sirve tanto para fundarnos en el Otro como para impedirnos
radicalmente comprenderlo” (Lacan, 1955). Siguiendo lo que, a partir de la lectura
Lacaniana, Dufour postula que es éste gran Otro una matriz que circunscribe al deseo y
hace que tal subjetividad se pueda posicionar desde la falta, generando así una cohesión
entre significantes -y, en consecuencia, entre subjetividades- que permite el goce, o sea, la
satisfacción paradójica y parcial de la pulsión: “La propiedad indispensable que le permite al
Otro constituirse como tal es su incompletitud” (Dufour, 2007). Se concluye que el sujeto
es el sujeto por el Otro al ser éste la coordenada normativa subjetivante, aunque así mismo
se resiste a descifrar este Otro, al incorporar sus significantes de manera incompleta y
dejando restos de ellos.
Dicho lo anterior, para el autor observamos cómo el sujeto moderno ya no existe como tal.
Principalmente porque no existe ninguna figura del Otro y ya no hay un gran Sujeto que se
imponga en nuestra contemporaneidad. Es decir, ningún gran Sujeto dispone del prestigio
suficiente para imponerse como tal, lo que demuestra ser, en lenguaje psicoanalítico, la
desinstitucionalización del Padre, en donde la figura del Padre (la palabra inquisidora, la ley,
norma o la institución) ha sufrido una merma. Esto provoca que la institución deje de tener
un rol identificatorio.
Entonces, en los tiempos actuales esta distancia que existía entre el sujeto y el Otro o gran
Sujeto, se ha visto eliminada o abolida. Si antes se aspiraba a un ideal de mundo, hoy ese
ideal se encuentra en el mismo límite del individuo, el proyecto de vida queda relegado a su
propia imagen y semejanza, no pudiendo ir más lejos que de su propia piel. Sin embargo,
como se mostrará más adelante, esta autorreferencialidad no es tan radical, sino que ha
disminuido gradualmente hasta llegar a un punto imperceptible.
4. Toxicomanía y autorreferencia
Un personaje sin nombre, una sexualidad dudosa, padres muertos, mucho dinero en
una gran ciudad, un gran piso en el barrio más lujoso de Nueva York y muchos pero
muchos psicofármacos. Características y excesos del personaje principal de Mi año de
descanso y relajación (2019) una novela publicada a principios de este año por la autora
Ottessa Moshfegh, que relata la sensación de vacío constante y el extremo aislamiento de
una estadounidense burguesa de veintisiete años quien, a causa de su fuerte desinterés por
vincularse con el mundo decide drogarse durante un año para mantenerse dormida. Junto
con la pérdida de los ídolos y héroes, aparece ilustrada en ésta historia una salida de la
institucionalización, en la que ésta personaje principal se enmienda a rechazar cualquier
otro que pueda implantar en ella algún deseo, generando en ella una regresión tormentosa
hacia sí misma, que exige consumo, anestesia y adormecimiento. Aparecen entonces,
expresiones de una cultura contemporánea que cada vez se hace más compleja y
sofisticada. Si antes el personaje de una novela debía sortear los embates de la guerra, las
relaciones amorosas, la policía o la mafia, hoy es simplemente ella misma, su mente y sus
acciones el motivo de su empresa, de su divagación.
Sin dudas estamos frente a una nueva etapa cultural del capitalismo, en el que la sensación
de libertad (los sujetos supuestamente deciden ingerir sustancias de manera desmesurada)
resulta ser un elemento configurativo de los sujetos que viven en el presente. Pero, lo
anterior resulta ser todo lo contrario, siguiendo a Byung Chul Han (2014) la actual sociedad
ya no sólo se organiza bajo un control biopolítico, en donde se administran factores
exteriores al individuo sino que se organiza bajo un control psicopolítico, en el que se
interviene la dimensión psíquica de los sujetos. Este análisis entra en diálogo con lo
propuesto por Paul Preciado; el capitalismo ha cada vez, levanta nuevas tecnologías tanto
semióticas como materiales (biológicas y químicas) para administrar nuevas áreas de la
vida social, en este caso el cuerpo y la psiquis. Se producen estados emocionales tales
como la depresión masiva y para ello se suministran medicamentos. Los sujetos pierden
toda referencia de un Otro (ideología, religión, etc. ) para abocarse al manejo de su propia
individualidad ergo la gestión de su propia opresión.
4. Cuerpos queer y la forclusión de mandatos sexuales
5. Deriva
Bibliografía
Debord, Guy (2007). La Sociedad del espectáculo. Kolectivo editorial “Último recurso”.
Dufour, Dany Robert (2007). El arte de reducir cabezas. Sobre la nueva servidumbre del
hombre liberado en la época del capitalismo total. Editorial Paidós. Buenos Aires.
Perlongher, Néstor. (2015). El negocio del deseo: La prostitución masculina en San Pablo.
Editorial Paidós.