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[COLOR="RGB (0, 0, 0)"]Comentario bíblico Jueces 11:30-32[/COLOR]

El registro del precipitado voto de Jefté nos pone frente a uno de esos pasajes bíblicos difíciles
de explicar, en los cuales el relato es demasiado breve como para permitir saber sin lugar a
dudas lo que ocurrió en realidad. Según una explicación, Jefté realmente ofreció a su hija como
holocausto, lo cual lo colocaría en una posición abominable. En vista de que Dios le dio éxito
luego de haber hecho ese voto, tal acción de su parte parece especialmente odiosa y
dificilísima de entender. La segunda posición, que supone que Jefté dedicó su hija a una vida
de celibato, lo exoneraría de la acusación de haberla ofrecido como sacrificio (ver com. vers.
39).

Aquí, como también en otros pasajes, tenemos el deber de determinar lo que dice la Biblia y
de evitar los intentos por hacer armonizar sus declaraciones con nuestros conceptos del relato.
Tenemos que aceptar lo que la Biblia dice, y conformarnos con eso. Por supuesto que no
debemos pensar mal de una persona innecesariamente, y no debiéramos juzgarla sin pruebas.

¿Quién podía esperar Jefté que saliera de las puertas de su casa a recibirlo cuando volviese de
la victoria si no su esposa, su hija, o algún esclavo? Algunos han intentado demostrar que en
este pasaje está implicado un animal, que comúnmente había en la casa de los antiguos. Pero
el vocablo hebreo usado por él, traducido "recibirme", no concuerda con esta idea. Esta
palabra se usa generalmente para referirse al encuentro entre personas (ver Gen. 18: 2; Exo.
18: 7; 2 Rey. 1: 6; etc.). Se ha dicho que el voto de ofrecer un cordero o un buey en
agradecimiento por la victoria no habría sido algo extraordinario. Muchos israelitas habían
ofrecido esos sacrificios.

Debe recordarse que, aunque Jefté adoraba al Dios de Israel, y confiaba en él en esta empresa,
se había criado en un país extranjero entre gente pagana. En estas naciones se ofrecían
sacrificios humanos en momentos de gran crisis. Compárese con la acción del rey de Moab que
sacrificó a su hijo mayor al dios Quemos como un último acto desesperado 376 para salvar a su
ciudad del ataque de los israelitas (2 Rey. 3: 26, 27). La ley de Moisés prohibía sacrificios
humanos (Lev. 18: 21; Deut. 12: 31; etc.), pero, hasta los tiempos de Acaz y Manasés (2 Cron.
28: 3; 33: 6), ocasionalmente fue desdeñada esta prohibición.

El Espíritu de Dios vino sobre Jefté para que Israel pudiera ser salvado de la destrucción. Pero
la presencia del Espíritu no garantiza infalibilidad ni omnisciencia. Quien recibe el Espíritu sigue
teniendo libre albedrío, y se espera de él que progrese debidamente en su crecimiento y
conocimiento espirituales. Jefté, ignorando lo que era correcto, precipitadamente prometió
algo malo. De la misma manera, aunque Gedeón estuvo revestido del Espíritu de Jehová y
efectuó una gran liberación, el Espíritu no le impidió que estableciera un culto legal. Este relato
del voto precipitado de Jefté se narra, como tantos otros casos bíblicos, sin notas ni
comentarios pues no son necesarios. En el caso de Jefté sólo cabe la desaprobación.

Esto parece indicar que la ofreció como holocausto, según había prometido (ver com. vers. 31).
Se ha sugerido que, al autor del libro de Jueces, con fino recato, corrió el velo para que no se
viera el trágico acto del sacrificio.

En relación con la otra opinión de que Jefté no sacrificó a su hija (ver com. vers. 31) puede
mencionarse lo siguiente:
En torno al año 1200 DC, el rabino Kimchi, junto con muchos otros autores, divulgó la opinión
de que Jefté no sacrificó a su hija. Dijo que las palabras "lo ofreceré en holocausto" (vers. 31)
sólo se aplicaban si lo que recibía a Jefté era un animal apto para el sacrificio. Interpretó que el
vers. 39 significa que Jefté construyó a su hija una casa donde ésta pasó el resto de su vida
apartada de los hombres, en sagrado celibato, a fin de que estuviera siempre dedicada al
Señor, y que las vírgenes de Israel iban allí cada año a visitarla y a llorar su suerte.

El hecho de que en las costumbres de aquella época no se registra de mujeres monjas, va en


contra de esta interpretación. Se consideraban la virginidad perpetua y la falta de hijos como
las desgracias máximas. En el AT no aparece ninguna ley, ningún uso, ninguna costumbre que
insinúe siquiera que una mujer soltera fuera considerada más santa, más del Señor o más
enteramente entregada a él que una mujer casada. Esto no formaba parte alguna de la ley de
los sacerdotes o nazareos. Se dice claramente que Hulda y Débora, profetisas las dos, eran
casadas. Más aún, si la hija había de permanecer soltera, en armonía con tal costumbre
desconocida, el caso no habría sido tan trágico como se lo pinta en este pasaje; tampoco
habría necesitado dos meses para llorar su virginidad, pues habría tenido el resto de su vida
para hacerlo. Todos los intérpretes cristianos y judíos hasta el tiempo de Kimchi, sostuvieron
que había ocurrido exactamente lo que el pasaje dice: que Jefté sacrificó a su hija como
ofrenda al Señor, cosa que Abrahán casi hizo con su hijo Isaac en circunstancias diferentes.

Procuremos no alejarnos de lo que dice claramente un escrito bíblico, aunque por el momento
no lo entendamos, con ayuda de DIOS tarde o temprano podremos entenderlo. Bendiciones.

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