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La biología de la emergencia
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© Mario Lozano. © Siglo XXI Editores Argentina
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Es un tipo de enfermedad que siempre viene acompañada de fiebre muy
alta, decaimiento y dolor muscular. Sin embargo, el signo más característico de es-
tas dolencias es la pérdida de sangre (generalmente hacia el interior del cuerpo)
o hemorragias. En los casos graves, la pérdida de sangre del paciente es visible
exteriormente. En el Capítulo 6 vamos a mostrar algunos de los ejemplos de las
epidemias de enfermedades hemorrágicas que han ocurrido en la historia de nues-
tro país.
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Vas “tomuer” si analizás, no te hagás el Keyserlín, es mejor hacerse el gil,
ser creyente y no dudar, del tango “Mentiras criollas”, de Oscar Arona, grabado
por Carlos Gardel en 1929.
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ve como un helicóptero, así dando vueltas de aquí para allá y te agujerea el es-
tómago”, según la acertada descripción del locutor Lalo Mir por Radio del Plata
el 25 de febrero de 2003.
6 Imagine el lector las condiciones de acidez extrema y la presencia de di-
ferentes gases en nuestra cavidad estomacal donde esta bacteria alcanza las me-
jores condiciones para su existencia.
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seres vivos fueron creadas directamente por Dios y no provienen unas de otras por
evolución.
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haber perecido por esa causa, incluso sin poder dejar descenden-
cia. De esta manera, los agentes productores de enfermedades
han estado asociados con nuestra suerte o desgracia como es-
pecie desde el principio de nuestra evolución. Por lo mismo, es
probable que todas las enfermedades infecciosas, incluso las que
más recientemente hemos reconocido como tales, sean tan vie-
jas como la injusticia. O más viejas aún, si es que la injusticia
nació con nosotros. Además, como veremos más adelante, la pro-
pagación de estas enfermedades fue utilizada muchas veces en
nuestra historia para administrar “justicia”, imponer condiciones
o conquistar pueblos, territorios y hasta imperios.
Durante el mes de marzo de 2003 hizo su aparición en Chi-
na, Hong Kong y Vietnam una enfermedad, denominada neu-
monía atípica, que todos acordaríamos en incluirla como un
ejemplo clásico de enfermedad emergente. La enfermedad, que
es conocida en el ambiente médico como Síndrome Respira-
torio Agudo y Grave (SARS por sus siglas en inglés), comienza
con fiebre alta, escalofríos, tos y dificultad para respirar. En una
semana desemboca en una neumonía, muchas veces mortal.
Muy rápidamente después de la aparición de los primeros ca-
sos detectados, se comenzó a esparcir al resto del mundo. La
Organización Mundial de la Salud comenzó a recomendar que
la gente dejara de viajar a las regiones afectadas por la nueva
epidemia. Hasta abril de 2003, en la Argentina no se habían
descripto casos de la enfermedad. Muchas veces, lo que resul-
ta interesante de las películas de “miedo” o de “suspenso” es
que los hechos terribles que se describen suelen ser completa-
mente imaginarios u ocurren muy lejos de casa. Así, podemos
asustarnos tranquilamente sentados frente a la pantalla. Sin em-
bargo, casos similares al descripto en la película Epidemia po-
drían estar ocurriendo bajo nuestras narices sin que nosotros
estuviéramos enterados. En estos tiempos de vuelos transoceá-
nicos rápidos, nada impide que junto con algún pasajero vue-
le también el virus causante de la enfermedad. ¿Estarán nues-
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emulando con poca gracia al gran inventor y poeta Oliverio Girondo, de idearlas.
10 Un tal David Vincent cree en ellos, los ha visto y los persigue. Para los
menos veteranos o los no adictos a las viejas series televisivas, recomendamos bus-
car la serie Los Invasores en algún canal de cable.
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11 Por si a alguien le interesa, son unas 13 x 1023 calorías por año (calorías
más, calorías menos). Esa cifra en español se mencionaría como 1,3 cuatrillones,
lo que no suena tan espectacular como un trece seguido de veintitrés ceros.
12 Véase Plantas, bacterias, hongos, mi mujer, el cocinero y su amante, de
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13 El párrafo final de este libro culmina con una frase memorable: “Hay gran-
diosidad en esta concepción de que la vida, con sus diferentes fuerzas, ha sido alen-
tada por el Creador en un corto número de formas o en una sola, y que, mien-
tras este planeta ha ido girando según la constante ley de gravitación, se han
desarrollado y se están desarrollando, a partir de un principio tan sencillo, infi-
nidad de formas, las más bellas y maravillosas”.
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iban a alcanzar sus estructuras, sólo las utilizó para explicar las
propiedades elásticas del corcho. Claro, también llamó células
(celdas) a estos poros, que él consideraba vacíos, y se ganó el cie-
lo, o al menos una miradita. El vocablo “célula” adoptó su sig-
nificado actual, la unidad básica de materia viva, unos 150 años
después, cuando René Dutrochet concluyó que “la célula es el
elemento fundamental en la estructura de los seres vivos, forman-
do tanto plantas como animales”.14 Finalmente, en 1858, el pató-
logo Rudolf Virchow amplió estos conceptos y estableció que ca-
da célula proviene de otra célula: “donde existe una célula debe
haber habido una célula preexistente, así como un animal sur-
ge solamente de un animal y una planta surge solamente de una
planta... A través de toda la serie de formas vivas, sean organis-
mos animales o vegetales enteros, o sus partes componentes, go-
bierna una ley de desarrollo continuo”.15 Desde la perspectiva da-
da por la teoría de la evolución de Darwin, publicada en el año
siguiente, el concepto de Virchow toma aun mayor significación.
Tal como el mismo Darwin declara, es mucho más maravillo-
so16 pensar que la diversidad de la vida se haya desarrollado a
partir de una única forma original y que las demás formas de vi-
da surgieron como consecuencia de ese impulso original, que
imaginar a cada uno de los diversos tipos de organismos crea-
do especialmente desde la nada.17
le gustaría pensar que es tan poderoso e inteligente como para haber “creado”
toda la diversidad de la vida en la Tierra (y por qué no, del universo completo) con
el único esfuerzo del impulso inicial.
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Figura 1
Multiplicación
del virus: infec-
ción, desarrollo y
reproducción
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Capítulo 2
La vida más allá
de las fronteras de la definición.
Los virus
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brecitos!
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inflado. Si se presiona un punto del globo con un dedo, se genera una cavidad.
El interior de esa cavidad, que está formado por el plástico exterior del globo, es
equivalente al interior de nuestro tubo digestivo.
21 Estrictamente hablando, de especies diferentes.
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Claro que lo que realmente tienen los parásitos es muy mala prensa... y ya
sabemos que el periodismo sólo se ocupa de las malas noticias.
23 En este caso, “nosotros” se refiere a todos los mamíferos placentarios,
desde las ratas hasta las ballenas, pasando por las vacas, los felinos y los seres
humanos.
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palabra “parásito” por la palabra “feto” todas las veces que la en-
cuentren y díganme si no se aplica exactamente a una hembra
embarazada24 aunque las dificultades no sean tan graves en es-
te caso como cuando de patógenos se trata. Por supuesto, el pa-
rasitismo causa problemas. Las enfermedades infecciosas que
tanto nos afectan son en general el producto de una relación
parasitaria. Su consecuencia más común implica la eliminación
de los miembros más jóvenes, los muy viejos o los menos capa-
citados. Esta eliminación puede producirse como consecuencia
directa de la relación parasitaria o, de manera más frecuente,
indirectamente, tornando a los individuos afectados más suscep-
tibles a otros depredadores o a los efectos del clima o de la es-
casez de alimento.
Aun cuando sepamos poco de la dinámica de estas interac-
ciones entre parásito y huésped, es posible predecir que, indepen-
dientemente del grado inicial de virulencia con la que un agen-
te infeccioso comienza una infección, la mayoría de las
enfermedades causadas por los parásitos se tornarán con el pa-
so del tiempo menos virulentas. Un razonamiento sencillo nos
indicaría que la disminución de la virulencia implica que un pa-
rásito se va convirtiendo en menos eficiente, o que el huésped es-
tá empezando a ganar la batalla. Este aspecto eficientista pue-
de estar influido por la visión, muy común, de que los parásitos
triunfan si matan a su huésped. Sin embargo, como vamos a ver
pronto, nada está más lejos de la realidad. Los depredadores, en
general, utilizan una variedad de técnicas —o tácticas— para ob-
tener su alimento. Lo mismo hacen los patógenos. Estas tácti-
cas se encuentran bajo una intensa presión de selección, pero
¿qué quiere decir esto?
24 No se tome ésta como una expresión despectiva, ya que en este caso tam-
bién se refiere a todos los mamíferos placentarios, desde las ratas hasta las ba-
llenas, pasando por las vacas o las gatas.
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Coevolución o muerte
25 Lo que equivale a decir que puede continuar siendo muy patógeno o muy
lo suficientemente eficiente para pasar rápido a otro huésped, o no hay una can-
tidad suficiente de nuevos huéspedes no infectados donde anidar.
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La carrera armamentista
y el escape de la depredación
dio ambiente y a sus cambios. En este caso se refiere a los procesos a través de
los cuales el huésped se acomoda a los cambios de su medio, provocados por el
predador, y viceversa.
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El ataque
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La defensa
específica, dirigida contra los virus. Los interferones son proteínas pequeñas pro-
ducidas por las células infectadas por virus que estimulan a las células vecinas
para defenderse contra la infección viral. También estimulan a las que intervie-
nen en la respuesta inmune. Los interferones se suelen utilizar como constitu-
yentes de las cremas que permiten tratar el herpes de los labios.
30 En este caso, los denominados granolucitos, fagocitos y macrófagos, que
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dores no les queda otra salida que ser más veloces que nuestras
defensas o cambiar. Muchos virus eligen la estrategia del camufla-
je para evitar la acción de la respuesta inmune del huésped. Por
ejemplo, el virus de la gripe cambia su estructura externa y se dis-
fraza para que el huésped no lo reconozca.33 Otros, como el virus
responsable del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida),
denominado virus de la inmunodeficiencia humana o VIH, han de-
sarrollado una estructura totalmente diferente que les asegura su
mantenimiento y proliferación en nuestro cuerpo a pesar de todos
los mecanismos de inmunidad que mencionamos. El VIH invade
(y destruye) principalmente las células T cooperadoras,34 y deja el
sistema inmune de la víctima con una capacidad muy disminuida
para responder contra las infecciones. En las etapas finales de la en-
fermedad, el virus invade otras células y tejidos del cuerpo, inclui-
dos los del sistema nervioso. La deficiencia inmunológica termina
afectando a los pacientes, ya que no pueden responder con efica-
cia contra otras infecciones y de esta manera quedan cada vez más
expuestos a enfermarse. El virus del sida está presente en altos ni-
veles en la sangre y en el semen de los individuos infectados y, por
lo mismo, se transmite por contacto sexual (heterosexual u homo-
sexual, oral, vaginal o anal), y a través del intercambio de sangre
o de productos de la sangre.
33Véase el Capítulo 4.
34Justamente, la medida de la cantidad de células T cooperadoras en san-
gre les da una idea a los médicos del progreso del sida en una persona infecta-
da por el VIH.
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35 Es obvio que esto deja de ser cierto cuando se incluyen factores psicológi-
cos en la cuestión, como ocurre en el caso de los cazadores humanos, que con su
deseo de obtener un hermoso trofeo, es más probable que dañen o destruyan ani-
males fuertes y sanos, los que sí tienen la máxima posibilidad de reproducirse.
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Índice
Capítulo 1
La biología de la emergencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Capítulo 2
La vida más allá de las fronteras
de la definición. Los virus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Capítulo 3
Historias de virus. La viruela en América . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Capítulo 4
Yo, la peor de todas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
Capítulo 5
El comienzo de la epidemia más conocida . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Capítulo 6
Qué febril la mirada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
Páginas web recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
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