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RESUMEN “ADOLESCENCIA: TEORIA Y CLINICA” (Liberman)

El texto comienza hablando de la etimología de la palabra adolescencia, y de la utilización que


hace Freud del término.

Pubertad es “cambio de forma”, y estos cambios morfológicos y fisiológicos se anudan a la


subjetividad y tienen un lugar lógico en el segundo tiempo del “arranque de la sexualidad”.

Como implican un alto aumento pulsional, deberán ser procesados psíquicamente, ligándose, y
promoviendo nuevos desarrollos de afectos y representaciones.

Da el ejemplo de la joven paciente de Freud, la joven homosexual, y dice que esta chica intenta
tramitar los cambios corporales a partir de “velos”, que expresan la sensación de cuerpo
fragmentado ante la propia mirada de sí. El trauma es ese cuerpo fragmentado.

Los varones también sienten aversión y miedo del cuerpo de las mujeres y del propio. Unos
lidian con esto incrementando su potencia muscular (deportes), y otros, a la manera pasivo
femenina, se preocupan por lo estético y ser admirados por su belleza.

La ropa, el pelo, los adornos, termina siendo una contrainvestidura de lo ominoso.

También se dan los fenómenos en masa, desprendidos de las identificaciones (marcas,


cantantes, bandas, escritores, actores, etc).

Los que caracteriza a la adolescencia es el encuentro del objeto genital exogámico (narcisista
y/o de apuntalamiento), pudiendo ser la elección de objeto de múltiples formas y
combinaciones.

Para conquistar este objeto el aparato psíquico debe transformarse, recambiando


identificaciones. Entonces, el aparato psíquico deberá elaborar para asumirse de un solo sexo
(no bisexual).

La adolescencia reinstala la castración: soportar la incompletud y, por ende, la diferencia. A


veces, en este camino, aparecen distintas distorsiones: borrado de la diferencia sexual,
supresión de la sexualidad (amores inalcanzables) y su sustitución por adicciones o trastornos
alimenticios.

Es también un momento de recomposición de vínculos sociales, económicos y jurídicos; y de


elección de la vocación.

En el texto se hace hincapié a no confundir en la clínica el Síndrome normal de la adolescencia


(en donde se cuestiona la sexualidad infantil y todo termina siendo un retorno de lo reprimido) y
la sintomatización de problemáticas particulares e cada adolescente. Esto es a cuenta de que
los diagnósticos no estigmaticen y de detectar la gravedad y los riesgos en cada uno.

A nivel social se destacan temas que no se pueden obviar: HIV, drogas, embarazos púberes,
tatuajes (¡?). Antes la consulta tenía que ver con orientación vocacional, y hoy en día hay crisis
al terminar la carrera, ya que no hay oportunidades para todos.
En relación a las series complementarias, el medio (lo social) actúa como estímulo
desencadenante, favoreciendo la emergencia de lo disposicional, apareciendo crisis de
angustia, depresiones o síntomas sociales (delincuencia, drogadicción, alcoholismo, patotas y
barras, fugas).

Habla de los ritos de iniciación (como ritos de paso), que suceden en la adolescencia (por
ejemplo, iniciación sexual o ingreso a sociedades secretas). Inician apoyados en el hecho
biológico del despertar pulsional. Es un momento de formalización y contención que pone
nombre al pasaje que se produce desde la pérdida de lo infantil, la familia protectora y nutricia,
la endogamia, la madre, los vínculos de intimidad, el pasado; hacia la cultura como el pasaje a
la adultez, el padre, la exogamia y los vínculos formales y el futuro.

Esto se produce desde un desconocimiento (lo infantil) a un conocimiento, un “saber” sobre la


sexualidad y el trabajo.

En el rito, el homenajeado queda en suspenso como sujeto, y se convierte en objeto. No tiene


ya los privilegios de los niños, pero tampoco los beneficios y responsabilidades de los adultos.

Si estos ritos de pasaje faltan en la sociedad, si no hay esta transición a la adultez, los púberes
los crean con sus grupos de pares, haciendo cosas para dejar en claro que es necesario
realizar ciertos actos para que queden inscriptos los cambios de este periodo (ej. Actos
vandálicos compulsivos y transgresores).

Metapsicológicamente, en la adolescencia se resignifican (2do tiempo del trauma) las


inscripciones y traumas del primer tiempo de la sexualidad (infancia), y recién en este momento
adquieren significación y efectos patógenos (aquellas experiencias y huellas mnémicas de la
infancia que permanecieron en el psiquismo sin ser catalogadas como traumáticas, es decir,
que no produjeron efecto patógeno; ahora se resignifican por el recomienzo del desarrollo
sexual, la maduración biológica, el incremento pulsional y la reestructuración de las instancias
del aparato psíquico y las demandas sociales. Esto es retroactivo, es decir, desde el presente
al pasado. Entonces, la adolescencia es el proceso de la acción a posteriori.

También se hace un recambio del aparato: se reordenan las identificaciones en el Yo, Superyó,
Ideal del Yo y Yo Ideal, y la elaboración de angustias que tendrán que elaborar los
adolescentes y el resto de su familia para que se pueda plasmar su identidad: esto es la
confrontación generacional y fraterna (siempre y cuando se reconozca la alteridad
previamente). Para que esto suceda, cada uno de ellos debe atravesar duelos edípicos,
fraternos y narcisistas.

El adolescente está habitado por identificaciones (marcas, cantantes, actores, bandas).

La adolescencia genera “cultura juvenil” (diarios íntimos, producción literaria, formas de vestir,
música como lenguaje de quien soy).

Aparece la posibilidad de poner un tipo a la retracción libidinal a partir de los vínculos amorosos
(“los amigos del alma”) que, a pesar de ser adhesivos gracias a las identificaciones miméticas,
genera confianza para compartir intimidades con ellos y no hacerlo con padres y hermanos
(ensayo de exogamia).
La clínica

Cuestiones a tener en cuenta en relación a la clínica:

- No evaluar al adolescente desde la patología adulta

- Implicar al adolescente en lo que sea que está sucediendo (ya que aparece como
ajeno porque los que consultan son los padres o muchas veces la justicia o los colegios).

Aparecen en consulta por el incremento de conductas impulsivas (que son intentos de


búsqueda de la constitución subjetiva donde no hay angustia ni implicancia del sujeto en su
conducta, como por ejemplo las fugas compulsivas por la frustración psíquica), conductas
impulsivas vindicatorias (en venganza por una injusticia, generalmente hacia los padres),
accidentes y cualquier tipo de conducta riesgosa o imprudente de tipo activa, hay búsqueda
activa de riesgos, amenazando la vida.

Lo importante de indagar en el diagnóstico es cuándo las conductas pertenecen a la


normalidad del periodo de desarrollo, y son transitorias; y cuándo aparece el momento de
desarrollo sumado a lo patológico.

En esta etapa pubertad-adolescencia, la barrera entre lo normal y patológico es más difusa


aún, donde algunos cambios corresponden a lo evolutivo y otros al terreno de lo patológico. La
diferencia con el niño es que el púber tiene más autonomía.

El lugar del adolescente

La decisión de tener un hijo depende de la decisión de asumir el deseo y la responsabilidad


para ejercer la paternidad. Es necesario del trabajo psíquico de los padres para que el hijo
adquiera un lugar y tiempo discriminados y disponibles en la economía psíquica parental.

Antes del nacimiento del niño hay un orden imaginario y simbólico. Esto es el lugar que ocupa
el hijo en la fantasía individual de cada uno de los progenitores y de la pareja, y es a partir de
ese momento lógico cuando el hijo comienza a ser identificado en su rol y en determinado
lugar, siendo este el punto de partida de su identidad y su identidad sexual.

Los padres y madres deberían posibilitar el ejercicio de la diferencia y del cortejo


intergeneracional en las distintas etapas de la vida de sus hijos, para no abusar de su poder
sobre ellos, y para que éstos no operen como un objeto antiangustia que les garantice a esos
padres la trascendencia, la inmortalidad y la protección.

Confrontación generacional y fraterna

La confrontación con padres y hermanos es uno de los puntos nodales para la plasmación de la
identidad. Es la confrontación generacional.

Padres y hermanos deben ser entendidos no como personas individuales, sino como un total
estructurado en el que sus partes interactúan y generan una causación recíproca.
Los efectos patógenos del complejo fraterno suelen desplazarse en los vínculos de padres e
hijos. Las heridas no superadas con los hermanos obstaculizan la función estructurante del
Complejo de Edipo, sustituyendo la rivalidad padre e hijo por una lucha fraterna1.

Entonces, se da una disimetría entre la función parental y filial. Tanto los padres como los hijos
deben atravesar duelos y elaboraciones psíquicas:

- Duelos en lo narcisístico y edípico

- Duelos por la irreversibilidad del tiempo: por un lado cae la omnipotencia e inmortalidad
de los padres que envejecen, y por otro asume un poder esta nueva generación que
cuestiona las certezas anteriores y las relaciones de dominio en todo.

- Desidealización gradual de los padres maravillosos para el hijo, y del hijo maravilloso,
que no cumple con los ideales de los padres.

- Procesos de reordenamiento identificatorio y de resignificación, tanto en el hijo como


los padres.

El Yo del adolescente

En 1923 Freud dijo que todo Yo es ante todo un Yo Corporal. Como en esta etapa hay muchas
modificaciones corporales, muchos autores hablaron del duelo por la pérdida del cuerpo infantil
que produce despersonalización ante la contradicción de un cuerpo adulto y una mente todavía
infantil.
Aparece angustia como consecuencia de lo desconocido de estos cambios corporales, pero la
lectura a posteriori le otorgara a estas angustias un sentido diferente.
Aparecen, a partir de los cambios del cuerpo, nuevas autoimagenes con nuevas
significaciones. Estas autoimagenes narcisistas son soportes figurativos y representan el
“sentimiento de sí”. Son desconocidas porque están constituidas por multiplicidad de procesos
inconscientes, fundamentales por ser estructurantes del aparato, y singulares porque son
particulares de cada sujeto. Son los puntos de partida desde los cuales el adolescente se
relaciona consigo mismo, con el otro y con la realidad.
Surge, entonces, un choque entre sentidos por la imposibilidad de relacionar las nuevas
demandas referidas a su identidad e identidad sexual en el interior de otro sentido, en cuyo
orden el adolescente ya había sido inscrito desde los deseos ajenos y que al mismo tiempo en
que es resignificado resulta incompatible de articulación2.
La colisión entre estos sentidos le impide ordenar un deseo propio, organizado, y discriminado,
y ante dicho fracaso surgen angustias confusionales y de despersonalización (estas son las
que se mencionan más arriba), que no provienen sólo de la pérdida del cuerpo infantil, sino, y
fundamentalmente, del choque ante la incompatibilidad de las nuevas imágenes provenientes
de los cambios del cuerpo y el arsenal de las imágenes resignificadas de la historia del sujeto.
1 ¿Con esto quiere decir que el Complejo de Edipo es reemplazado por la rivalidad con los
hermanos? ¿Que en vez de odiar al padre odia a los hermanos?

2 ¿Qué quiere decir con esto? No se entiende!


El Superyó y el Ideal de Yo
Como aumenta lo pulsional, se reactualizan los deseos preedípicos y edípicos, y se impone
una modificación del Superyó del adolescente que, a diferencia del SuperYó del niño en
período de latencia, que funcionaba prohibiendo y castigando la actividad sexual en general;
debe en este período retractarse y auspiciar el ejercicio genital.

Entonces, ahora el Superyó presenta una doble función: impone el tabú del incesto y, al mismo
tiempo, no difiere la pulsión instintiva (como si lo hacía en la latencia, difiriendo a la pulsión
epistemofílica).
Ahora el adolescente debe lograr independencia de los padres y hermanos.
El Superyó necesita desprenderse de las primeras relaciones de objeto, suavizando las imagos
parentales prohibidoras, y reconciliándolas con otras imágenes de padres más reales,
sexualmente activos, permisivos, que lo confirmen en su identidad sexual.
Renunciar a los viejos lazos incestuosos es un proceso que equivale parcialmente a la pérdida
de un objeto de amor.
También tiene que renunciar a normas éticas e ideales, correspondientes al Ideal del Yo,
aunque, internalizadas, todavía están ligadas al objeto incestuoso.

Yo Ideal
Quiere dejar de ser “a través de” los padres y hermanos, para ser él mismo. Esto implica
abandonar la imagen idealizada parental y encontrar nuevos ideales en otras figuras.

Esto para los padres tiene que ver con el “nene que crece” (duelo del paso del tiempo), y
resignifica en ellos las propias faltas que el hijo vino a obturar.

Lo económico
Incremento pulsional por exacerbación de las pulsiones parciales, que paulatinamente deberán
articularse con la genitalidad y, si todo va bien, se hallaran en los juegos previos.
Aun así, esto no garantiza que no haya manifestaciones somáticas como adicciones, ascos,
repugnancia o furia, o tramitaciones corporales como intentos de suicidio, enfermedades
somáticas graves, cortes, etc.

También decimos que en este momento de transición aparecen actos impulsivos para lograr
satisfacción pulsional, donde no hay diques (acting out o pasaje al acto).

Se está formando la capacidad de simbolización.


El pensamiento todavía es muy concreto, y muchas veces la acción significa pensamiento,
dado que el preconsciente se va reordenando lentamente, las representaciones se van ligando
paulatinamente y muchas veces la acción no puede ser aún mediatizada por la palabra. La
acción es a veces en el adolescente una forma de ser y pensar.

Un acting tiene que ver con algo que se muestra, hay una exacerbación de la escena, una
conducta dirigida a un otro que está “sordo”.
El pasaje al acto se opone al trabajo de ligadura, de reelaboración, entonces lo que es
rechazado pasa directamente al acto, la pulsión sufre un cortocircuito psíquico y se produce la
descarga motriz. Hay una salida brusca, fuera de la escena, de la cual el sujeto se siente
excluido, rechazado3.

Fantasías y defensas
En la adolescencia las fantasías son formas de procesar psíquicamente el surgimiento de la
tensión genital. Funcionan como contrainvestidura contra los deseos incestuosos y la
necesidad de soltarse de los padres idealizados de la infancia, que, al quedar cuestionados, le
permitirá la exogamia, con otros tipos de líderes.

Para resolver el conflicto pulsional, las defensas más implementadas son la desmentida, la
represión secundaria, sublimación y formación reactiva.

El campo analítico con adolescentes


El ambito analitico se da con el adolescente por la intervención de los padres, incluyendo la
dependencia emocional, económica y social entre hijo y padres.

Hay que poder crear un “influjo analitico” con los padres para evitar su resistencia (suele haber
un nexo entre resistencias de padres y de hijos). Para esto se hacen entrevistas con ambos,
por separado y con participación y no del hijo. Estas entrevistas tienen como objetivo:
- Descifrar inhibiciones, síntomas y angustias en el ejercicio de la maternidad y
paternidad
- Dar un lugar a la enfermedad del hijo dentro de la mente de cada padre, para poder
albergarla y no expulsarla
- Recortar y articular la problemática del hijo dentro de la dinámica narcisista y edípica de
cada progenitor, de la pareja y la familia.

Los obstáculos en estos análisis tienen que ver con las transferencias de los padres, que
muchas veces ponen en peligro la continuidad del tratamiento.

El analista de adolescentes está más expuesto a perder las fronteras de su asimetría funcional
como analista para diluirse en un plano de maternaje, paternaje o pedagogía.

La clínica y la metapsicología son interdependientes, y la adolescencia nos invita a la búsqueda


y reformulación de la metapsicología.

Los 4 ejes metapsicológicos para detectar la existencia o no de un proceso de elaboración son:


- Las autoimágenes narcisistas
- Complejos paterno, materno y fraterno.
- Reordenamiento de las identificaciones
- La confrontación generacional

3 Ver en la joven homosexual de Freud el intento de suicidio como pasaje al acto, y la aventura con la
dama es un acting.
El analista puede funcionar como aliado transitorio del adolescente, como así también de los
padres.
También se refiere a la función de tránsito, que propicia la circulación, el movimiento y cambio,
mediando el tránsito del Yo con la libido del Ello, la realidad externa y la severidad del SuperYo
del adolescente.
En la adolescencia se requiere librar “la gran batalla” para soltarse del poder de las
identificaciones y creencias parentales, y reordenar un proyecto desiderativo propio, condición
necesaria para la plasmación y mantenimiento del proceso de identidad.

En relación al final de análisis, interminable. Hay permanente reestructuración a la que se va


enfrentando el analizante en todas sus instancias psíquicas.
En el análisis se intenta profundizar en el pasado y construir un porvenir. Para esto es
necesario entender que las series complementarias no son un determinismo mecánico. Así, el
adolescente podrá alcanzar un inédito reordenamiento de lo heredado para poder dar a luz un
proyecto desiderativo propio, tanto sexual como vocacional, que, si es logrado, estructurará y
orientará su identidad.

La desidentificación con el objeto cultural endogámico y su pasaje y unión a objetos culturales


exógenos, son equiparados en la fantasmática del adolescente y sus padres, a la destrucción
de esa cultura, y esto equivale a consumar el parricidio, y determina intentos sentimientos de
culpa y necesidad de castigo que complican la tarea de la desidentificación.
La auténtica creatividad para mantenerse requiere una auténtica confrontación (vertical con los
padres y horizontal con hermanos reales e imaginarios, desplazada luego a los pares y
superiores) que, Eros mediante, facilita la ruptura generacional con lo concebido hasta ese
momento.

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