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Como implican un alto aumento pulsional, deberán ser procesados psíquicamente, ligándose, y
promoviendo nuevos desarrollos de afectos y representaciones.
Da el ejemplo de la joven paciente de Freud, la joven homosexual, y dice que esta chica intenta
tramitar los cambios corporales a partir de “velos”, que expresan la sensación de cuerpo
fragmentado ante la propia mirada de sí. El trauma es ese cuerpo fragmentado.
Los varones también sienten aversión y miedo del cuerpo de las mujeres y del propio. Unos
lidian con esto incrementando su potencia muscular (deportes), y otros, a la manera pasivo
femenina, se preocupan por lo estético y ser admirados por su belleza.
Los que caracteriza a la adolescencia es el encuentro del objeto genital exogámico (narcisista
y/o de apuntalamiento), pudiendo ser la elección de objeto de múltiples formas y
combinaciones.
A nivel social se destacan temas que no se pueden obviar: HIV, drogas, embarazos púberes,
tatuajes (¡?). Antes la consulta tenía que ver con orientación vocacional, y hoy en día hay crisis
al terminar la carrera, ya que no hay oportunidades para todos.
En relación a las series complementarias, el medio (lo social) actúa como estímulo
desencadenante, favoreciendo la emergencia de lo disposicional, apareciendo crisis de
angustia, depresiones o síntomas sociales (delincuencia, drogadicción, alcoholismo, patotas y
barras, fugas).
Habla de los ritos de iniciación (como ritos de paso), que suceden en la adolescencia (por
ejemplo, iniciación sexual o ingreso a sociedades secretas). Inician apoyados en el hecho
biológico del despertar pulsional. Es un momento de formalización y contención que pone
nombre al pasaje que se produce desde la pérdida de lo infantil, la familia protectora y nutricia,
la endogamia, la madre, los vínculos de intimidad, el pasado; hacia la cultura como el pasaje a
la adultez, el padre, la exogamia y los vínculos formales y el futuro.
Si estos ritos de pasaje faltan en la sociedad, si no hay esta transición a la adultez, los púberes
los crean con sus grupos de pares, haciendo cosas para dejar en claro que es necesario
realizar ciertos actos para que queden inscriptos los cambios de este periodo (ej. Actos
vandálicos compulsivos y transgresores).
También se hace un recambio del aparato: se reordenan las identificaciones en el Yo, Superyó,
Ideal del Yo y Yo Ideal, y la elaboración de angustias que tendrán que elaborar los
adolescentes y el resto de su familia para que se pueda plasmar su identidad: esto es la
confrontación generacional y fraterna (siempre y cuando se reconozca la alteridad
previamente). Para que esto suceda, cada uno de ellos debe atravesar duelos edípicos,
fraternos y narcisistas.
La adolescencia genera “cultura juvenil” (diarios íntimos, producción literaria, formas de vestir,
música como lenguaje de quien soy).
Aparece la posibilidad de poner un tipo a la retracción libidinal a partir de los vínculos amorosos
(“los amigos del alma”) que, a pesar de ser adhesivos gracias a las identificaciones miméticas,
genera confianza para compartir intimidades con ellos y no hacerlo con padres y hermanos
(ensayo de exogamia).
La clínica
- Implicar al adolescente en lo que sea que está sucediendo (ya que aparece como
ajeno porque los que consultan son los padres o muchas veces la justicia o los colegios).
Antes del nacimiento del niño hay un orden imaginario y simbólico. Esto es el lugar que ocupa
el hijo en la fantasía individual de cada uno de los progenitores y de la pareja, y es a partir de
ese momento lógico cuando el hijo comienza a ser identificado en su rol y en determinado
lugar, siendo este el punto de partida de su identidad y su identidad sexual.
La confrontación con padres y hermanos es uno de los puntos nodales para la plasmación de la
identidad. Es la confrontación generacional.
Padres y hermanos deben ser entendidos no como personas individuales, sino como un total
estructurado en el que sus partes interactúan y generan una causación recíproca.
Los efectos patógenos del complejo fraterno suelen desplazarse en los vínculos de padres e
hijos. Las heridas no superadas con los hermanos obstaculizan la función estructurante del
Complejo de Edipo, sustituyendo la rivalidad padre e hijo por una lucha fraterna1.
Entonces, se da una disimetría entre la función parental y filial. Tanto los padres como los hijos
deben atravesar duelos y elaboraciones psíquicas:
- Duelos por la irreversibilidad del tiempo: por un lado cae la omnipotencia e inmortalidad
de los padres que envejecen, y por otro asume un poder esta nueva generación que
cuestiona las certezas anteriores y las relaciones de dominio en todo.
- Desidealización gradual de los padres maravillosos para el hijo, y del hijo maravilloso,
que no cumple con los ideales de los padres.
El Yo del adolescente
En 1923 Freud dijo que todo Yo es ante todo un Yo Corporal. Como en esta etapa hay muchas
modificaciones corporales, muchos autores hablaron del duelo por la pérdida del cuerpo infantil
que produce despersonalización ante la contradicción de un cuerpo adulto y una mente todavía
infantil.
Aparece angustia como consecuencia de lo desconocido de estos cambios corporales, pero la
lectura a posteriori le otorgara a estas angustias un sentido diferente.
Aparecen, a partir de los cambios del cuerpo, nuevas autoimagenes con nuevas
significaciones. Estas autoimagenes narcisistas son soportes figurativos y representan el
“sentimiento de sí”. Son desconocidas porque están constituidas por multiplicidad de procesos
inconscientes, fundamentales por ser estructurantes del aparato, y singulares porque son
particulares de cada sujeto. Son los puntos de partida desde los cuales el adolescente se
relaciona consigo mismo, con el otro y con la realidad.
Surge, entonces, un choque entre sentidos por la imposibilidad de relacionar las nuevas
demandas referidas a su identidad e identidad sexual en el interior de otro sentido, en cuyo
orden el adolescente ya había sido inscrito desde los deseos ajenos y que al mismo tiempo en
que es resignificado resulta incompatible de articulación2.
La colisión entre estos sentidos le impide ordenar un deseo propio, organizado, y discriminado,
y ante dicho fracaso surgen angustias confusionales y de despersonalización (estas son las
que se mencionan más arriba), que no provienen sólo de la pérdida del cuerpo infantil, sino, y
fundamentalmente, del choque ante la incompatibilidad de las nuevas imágenes provenientes
de los cambios del cuerpo y el arsenal de las imágenes resignificadas de la historia del sujeto.
1 ¿Con esto quiere decir que el Complejo de Edipo es reemplazado por la rivalidad con los
hermanos? ¿Que en vez de odiar al padre odia a los hermanos?
Entonces, ahora el Superyó presenta una doble función: impone el tabú del incesto y, al mismo
tiempo, no difiere la pulsión instintiva (como si lo hacía en la latencia, difiriendo a la pulsión
epistemofílica).
Ahora el adolescente debe lograr independencia de los padres y hermanos.
El Superyó necesita desprenderse de las primeras relaciones de objeto, suavizando las imagos
parentales prohibidoras, y reconciliándolas con otras imágenes de padres más reales,
sexualmente activos, permisivos, que lo confirmen en su identidad sexual.
Renunciar a los viejos lazos incestuosos es un proceso que equivale parcialmente a la pérdida
de un objeto de amor.
También tiene que renunciar a normas éticas e ideales, correspondientes al Ideal del Yo,
aunque, internalizadas, todavía están ligadas al objeto incestuoso.
Yo Ideal
Quiere dejar de ser “a través de” los padres y hermanos, para ser él mismo. Esto implica
abandonar la imagen idealizada parental y encontrar nuevos ideales en otras figuras.
Esto para los padres tiene que ver con el “nene que crece” (duelo del paso del tiempo), y
resignifica en ellos las propias faltas que el hijo vino a obturar.
Lo económico
Incremento pulsional por exacerbación de las pulsiones parciales, que paulatinamente deberán
articularse con la genitalidad y, si todo va bien, se hallaran en los juegos previos.
Aun así, esto no garantiza que no haya manifestaciones somáticas como adicciones, ascos,
repugnancia o furia, o tramitaciones corporales como intentos de suicidio, enfermedades
somáticas graves, cortes, etc.
También decimos que en este momento de transición aparecen actos impulsivos para lograr
satisfacción pulsional, donde no hay diques (acting out o pasaje al acto).
Un acting tiene que ver con algo que se muestra, hay una exacerbación de la escena, una
conducta dirigida a un otro que está “sordo”.
El pasaje al acto se opone al trabajo de ligadura, de reelaboración, entonces lo que es
rechazado pasa directamente al acto, la pulsión sufre un cortocircuito psíquico y se produce la
descarga motriz. Hay una salida brusca, fuera de la escena, de la cual el sujeto se siente
excluido, rechazado3.
Fantasías y defensas
En la adolescencia las fantasías son formas de procesar psíquicamente el surgimiento de la
tensión genital. Funcionan como contrainvestidura contra los deseos incestuosos y la
necesidad de soltarse de los padres idealizados de la infancia, que, al quedar cuestionados, le
permitirá la exogamia, con otros tipos de líderes.
Para resolver el conflicto pulsional, las defensas más implementadas son la desmentida, la
represión secundaria, sublimación y formación reactiva.
Hay que poder crear un “influjo analitico” con los padres para evitar su resistencia (suele haber
un nexo entre resistencias de padres y de hijos). Para esto se hacen entrevistas con ambos,
por separado y con participación y no del hijo. Estas entrevistas tienen como objetivo:
- Descifrar inhibiciones, síntomas y angustias en el ejercicio de la maternidad y
paternidad
- Dar un lugar a la enfermedad del hijo dentro de la mente de cada padre, para poder
albergarla y no expulsarla
- Recortar y articular la problemática del hijo dentro de la dinámica narcisista y edípica de
cada progenitor, de la pareja y la familia.
Los obstáculos en estos análisis tienen que ver con las transferencias de los padres, que
muchas veces ponen en peligro la continuidad del tratamiento.
El analista de adolescentes está más expuesto a perder las fronteras de su asimetría funcional
como analista para diluirse en un plano de maternaje, paternaje o pedagogía.
3 Ver en la joven homosexual de Freud el intento de suicidio como pasaje al acto, y la aventura con la
dama es un acting.
El analista puede funcionar como aliado transitorio del adolescente, como así también de los
padres.
También se refiere a la función de tránsito, que propicia la circulación, el movimiento y cambio,
mediando el tránsito del Yo con la libido del Ello, la realidad externa y la severidad del SuperYo
del adolescente.
En la adolescencia se requiere librar “la gran batalla” para soltarse del poder de las
identificaciones y creencias parentales, y reordenar un proyecto desiderativo propio, condición
necesaria para la plasmación y mantenimiento del proceso de identidad.