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Fragmento de entrevista a D. Emilio Lledó.

Filósofo

“El ser humano es lo que la educación hace de él”


- ¿Ese disfrute del aprendizaje, de la lectura, prosiguió en tu formación?
- No. Eso tan excepcional, esa sensación de felicidad, jamás se repitió en la universidad, ni siquiera
en el bachillerato. Allí lo que hacía era aprender asignaturas, textos. Había profesores buenos, claro,
y sería injusto si no dijese que en la universidad que yo padecí sobrenadaban algunas figuras, sobre
todo los filólogos clásicos, que han sido la gran revolución de la cultura española de la posguerra.
Ahí está la inmensa aportación de la Biblioteca Clásicos de Gredos, donde hay autores que no habían
sido traducidos nunca. Yo me temo que dentro de 50 años, si siguen los planes de estudio así, no
habrá nadie que sepa traducir griego o latín. Me apena esto y me apena pensar en la tradición triste,
inquisitorial, que hemos padecido durante cuatro siglos, la repulsa a la libertad de conciencia. Al
respecto hay una frase muy significativa en Don Quijote, la frase que el ex vecino Ricote, que fue
expulsado porque era morisco, le dice a Sancho, con quien se encuentra cuando éste regresa de la
Ínsula Barataria. Le dice algo así como que se había ido a Alemania porque allí la gente vivía como
quería y porque en todas partes reinaba la libertad de conciencia. Siempre me sorprendió esa frase y
más de una vez me he planteado de dónde sacó Cervantes esa idea típicamente luterana. Esa libertad
de conciencia nos ha faltado en este país y don Francisco, mi maestro, en el fondo era un hombre
que nos liberaba la conciencia, que nos hacía personas y nos daba libertad. Esa es la grandeza de la
enseñanza. El ser humano es lo que la educación hace de él. Si a ti de pequeño te meten únicamente
frases hechas en la cabeza; si te introducen lo que yo llamo grumos pringosos, ya no vas a poder
pensar, ya no vas a poder ser libre, ni tener un espíritu creador, ni siquiera racional, dejando claro
que en la enseñanza no sólo hay que cultivar la racionalidad. Otra de las cosas importantes que nos
aportó ese maestro fue la educación de la sensibilidad. Nos animaba a pensar las palabras, a no
asumirlas sin entenderlas. Sabía que sólo así podíamos salvarnos de la manipulación, de la
agresividad a que conduce la falta de comprensión.

“No hay peor corrupción que la de la mente”


- El problema ahora es que la educación pública está siendo desmantelada.
- Sí, estamos viviendo una vuelta atrás, una regresión que es inconcebible. Me llama la atención que
los políticos digan que tienen buena conciencia, responsabilidad. No basta con decir eso. Si tienen
responsabilidad que la demuestren cortando este retroceso terrible e inaceptable de la educación y de
la sanidad públicas. Es un retraso monstruoso. Me  cuesta mucho creer lo que se dice por ahí de que
algunos ponen mucho interés en privatizar la sanidad porque familiares o amigos tienen intereses en
lo privado. Si eso fuera verdad ese señor o señora tendría que dimitir automáticamente, dimitir
política y también humanamente. Eso está por debajo de la dignidad. Aunque suene utópico, hay que
ir hacia una auténtica regeneración y esa regeneración tiene que empezar en el coco. La verdadera
revolución está en la cabeza. No hay peor corrupción que la de la mente; la económica va detrás.
Hay un texto muy bonito de Aristóteles que dice que hay tres niveles en la vida humana: el nivel de
la mente, el nivel del cuerpo, y el último, el más bajo, el de la economía, el del dinero. Qué duda
cabe que el dinero es útil, importante, pero parémonos ahí, no olvidemos que es lo de menos.
 
- Pero sucede que se ha roto el orden, que el dinero se ha colocado arriba y ha pasado a ocupar el
nivel superior.
- Exacto. Lo que dice Aristóteles es que cuando se coloca arriba, a la larga se hunde todo. Sólo las
oligarquías sacan sus tajadas. A mí me escandaliza que un señor ministro de agricultura lo primero
que haga cuando toma el poder es modificar la Ley de Costas. Una de las joyas que tiene nuestro
país es el mar, la costa, las playas. Se habla del turismo, de la riqueza del turismo, pero se trata de
una riqueza natural, por la que no hemos tenido que trabajar. El sol, el mar y las playas no son
mérito nuestro. Nos lo han regalado y somos tan imbéciles que lo machacamos, lo corrompemos, lo
hundimos. Este es un tema central sobre el que la sociedad tiene que tomar conciencia. No se puede
admitir la mangancia de los políticos. Muchas veces no entiendo que se pueda votar a determinadas
personas, a no ser que los que lo hagan asuman la corrupción, se enganchen a la chaqueta de esos
corruptos a ver si obtienen algún beneficio.
 
- Hay un texto que se incluye en Los libros y la libertad que resulta especialmente revelador.
Pertenece a La República de Platón y en él se dice que los gobernantes tienen que dar y no recibir.
“Serán ellos, los políticos, a quienes no esté permitido tocar el oro ni la plata, ni entrar bajo el techo
que cubran estos metales, ni llevarlos sobre sí, ni beber en recipientes fabricados con ellos. Si así
proceden, se salvarán ellos y salvarán a la ciudad. Pero si adquieren tierras, casas, dinero, se
convertirán de guardianes en administradores trapisondistas y de amigos de sus ciudadanos en
odiosos déspotas”, advierte el pensador. ¿Ahora más que nunca tenemos que volver a los clásicos
griegos, recuperar la filosofía, esa materia que no sale nada bien parada en los nuevos planes de
estudios?
- Sin duda. Cuánta sabiduría hay en los clásicos. Platón dice que esos políticos se pasarán la vida
odiando y siendo odiados, que se hundirán ellos y lo peor, hundirán a la ciudad a la que gobiernan.
Yo pienso muchas veces, cuando escribo, qué quedará dentro de 20 o 30 años de esas palabras.
Probablemente nada, tampoco importa. Pero qué maravilla estar tantos siglos en cartel como Platón,
Aristóteles o don Miguel de Cervantes. Leerlos mucho tiempo después y deslumbrarte con ellos, con
esto que decía Platón, con lo que escribió Aristóteles sobre la mano, para él como el alma, el
instrumento de todos los instrumentos. “Pensamos y amamos porque tenemos manos”, decía.

Escrito en Conversaciones Revista Turia por  

Emma Rodríguez

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