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La libertad religiosa como derecho fundamental trabaja muy estrechamente con la libertad de
pensamiento y la libertad de conciencia, tal y como se refleja en el reconocimiento que esta
triada de derechos tiene en los principales tratados internacionales de derechos humanos2. Y
aunque el texto constitucional peruano de 1993 ha optado por separar esa triada3, siguiendo el
ejemplo de la Convención Americana sobre derechos humanos, no por ello debemos considerar
de modo autónomo el contenido de esos derechos que despliegan toda su potencialidad para el
estudio de la libertad religiosa4 . En esa lógica la libertad de pensamiento opera como motor que
genera la inercia, la fuerza creadora de la que luego se nutre la libertad de conciencia y la
libertad de religión. La libertad de pensamiento como fundamento y soporte de todo estado
democrático y de derecho tiene garantizada su protección a través de la libertad esencial de
Derechos y Deberes del Hombre, art. 9 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, art. 18 del Pacto
Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, entre los más destacados. Con la excepción de la
Convención Americana sobre derechos humanos que separa libertad de pensamiento (art. 13) de libertad
de conciencia y religión (art. 12).
3 Art. 2,3 para la libertad de conciencia y religión, art. 2,4 para la libertad de pensamiento.
4 MOSQUERA MONELOS, S. Símbolos religiosos en espacios bajo administración del Estado, en Gaceta
Dentro de la Constitución Política del Perú de 1993, se establece, por un lado, el derecho
fundamental a la libertad de conciencia y de religión; y por el otro, se hace una particular
referencia a la relación entre el Estado y la Iglesia en los siguientes términos:
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Como señala la Corte Interamericana de derechos humanos en el caso La última tentación de Cristo v.
Chile: “(…) la libertad de expresión no se agota en el reconocimiento teórico del derecho a hablar o
escribir, sino que comprende además, inseparablemente, el derecho a utilizar cualquier medio apropiado
para difundir el pensamiento y hacerlo llegar al mayor número de destinatarios. En este sentido, la
expresión y la difusión del pensamiento y de la información son indivisibles, de modo que una restricción
de las posibilidades de divulgación representa directamente, y en la misma medida, un límite al derecho
de expresarse libremente. (…) la libertad de expresión es un medio para el intercambio de ideas e
informaciones entre las personas; comprende su derecho a tratar de comunicar a otras sus puntos de
vista, pero implica también el derecho de todas a conocer opiniones, relatos y noticias. Para el ciudadano
común tiene tanta importancia el conocimiento de la opinión ajena o de la información de que disponen
otros como el derecho a difundir la propia”. Corte IDH. Caso La última tentación de Cristo (Olmedos
Bustos y otros vs. Chile). Sentencia de 5 de febrero de 2001, párr. 65 y 66. Y en el mismo sentido se ha
pronunciado recientemente al señalar que: “Dada la importancia de la libertad de expresión en una
sociedad democrática y la elevada responsabilidad que ello entraña para quienes ejercen
profesionalmente labores de comunicación social, el Estado no sólo debe minimizar las restricciones a la
circulación de la información sino también equilibrar, en la mayor medida de lo posible, la participación de
las distintas informaciones en el debate público, impulsando el pluralismo informativo”. Cit. Corte IDH.
Caso Fontevecchia y D’Amico vs. Argentina. Sentencia de 29 de noviembre de 2011. Fondo,
Reparaciones y Costas, párr. 45
6
CHANAME ORBE, Raúl: La Constitución Comentada, 6ª ed., Tomo I, Editorial ADRUS,
Arequipa, 2011, p. 162
este punto la Constitución llega a prohibir incluso el delito de opinión, es decir una persona no
puede ser denunciada penalmente por expresar las opiniones que a su entender le parecen
correctas, siempre que estas no sean injuriantes contra otra persona”.
A propósito de esta realidad, podemos considerar lo relevante que resulta en el Perú el tema de
la libertad religiosa. Sobre ello, Mesía Ramírez7 sostiene “Como se advierte, la libertad religiosa
es algo más que la libertad de creer. También comprende el derecho de toda persona a practicar
sus creencias religiosas; a exteriorizarlas y expresarlas (libertada de culto). En virtud de ello, la
Constitución declara que “el ejercicio público de todas las confesiones es libre, siempre que no
ofenda la moral ni altere el orden público”, Con este precepto el constituyente prohíbe, tanto al
Estado como a los particulares, cualquier comportamiento orientado a perturbar o a exigir del
hombre declaraciones sobre sus ideas o sentimientos religiosos”.
7
MESÍA RAMÍREZ, Carlos: Comentario al inciso 3, del artículo 2° de la Constitución
Política del Perú, en La Constitución Comentada. Artículo por artículo, 2ª ed., Tomo I,
Editorial Gaceta Jurídica S.A., Lima, 2013, p. 120.
De acuerdo con lo expuesto, puede concluirse que el derecho fundamental a la libertad de
conciencia y de religión determina para cada persona las facultades siguientes: profesar aquella
creencia o perspectiva religiosa que escoja voluntariamente; abstenerse de profesar cualquier
tipo de creencia o perspectiva religiosa; poder cambiar de creencia o perspectiva religiosa; y
hacer pública o guardar reserva sobre la vinculación con una determinada creencia o perspectiva
religiosa.
Además, este derecho implica otros indispensables que permiten asegurar su pleno ejercicio
como practicar los actos de culto y a recibir la asistencia religiosa de la propia confesión;
conmemorar las festividades; celebrar los ritos matrimoniales; y a recibir e impartir enseñanza e
información religiosa de toda índole de acuerdo con las propias convicciones.
HECHOS
El derecho a recibir sepultura de acuerdo con los ritos de la propia confesión religiosa Con
relación al caso materia del expediente Nº 0256-2003-HC/TC, el Tribunal Constitucional
estableció en los fundamentos jurídicos 17 y 18 de la sentencia emitida, que:
Asimismo, es claro que tales actos no tomaron en cuenta, ni invocaron, ninguno de los límites a
los cuales está sujeto el ejercicio de dicho rito. Por ello, el Tribunal Constitucional considera que
los demandados, al no entregar el cuerpo de don Francisco Javier Francia Sánchez a sus
familiares, impidieron que se le brinde sepultura digna, constituyendo, por ello, la retención de su
cadáver, un ilegítimo impedimento del ejercicio de la libertad de culto”.
IV.- BIBLIOGRAFÍA
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“Los Estado Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los
padres y, en su caso, de los tutores legales, para garantizar que los hijos reciban la
educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Art. 4°
del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos. Y también, “Los padres o,
en su caso, los tutores legales del niño tendrán el derecho de organizar la vida dentro
de la familia de conformidad con su religión o sus convicciones y habida cuenta de la
educación moral en que crean que debe educarse al niño”. Art. 5º. 1 de la Resolución
de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la eliminación de todas las formas
de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones. Asamblea General
de las Naciones Unidas, 25 de noviembre de 1981.
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ARRIETA, J.I. Las objeciones de conciencia y las características de su estructura
jurídica, (pp.78-91) en CODEM. Marzo-Abril. 2002, p. 82.
PALOMINO MANCHEGO, José. Los orígenes de los Tribunales Constitucionales en
Iberoamérica (1931 – 1979), Grijley, Lima, 2003.