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Una vez dicho esto, procederemos a analizar los elementos mencionados en la primera
parte de este artículo.
Domesticación
Millones de animales son asesinados día a día para saciar el deseo humanx de sangre y
cadáveres. Sangre que ya no se consigue con sacrificio y esfuerzo, sino tras la percha de
un supermercado. Según la FAO en el 2012 existían 1684 millones de cabeza de
ganado, 966 millones de cerdos y 24075 millones de aves de corral 1. Es decir, existen
más animales domésticos destinados al consumo humanos que humanos en el mundo.
La práctica de la crianza y matanza de animales a escala industrial, trae consigo otros
efectos igual de nocivos y despiadados. La deforestación de bosques primarios es uno
de los efectos de esta práctica industrial. Debido a que cada vez se hace más acuciante
producir comida para alimentar a los animales domésticos que comemos en nuestro día
a día, se deforestan grandes cantidades de tierra para sembrar soya y maíz. Esto se hace
a través de la tala, pero también mediante el incendio deliberado de bosque primario.
Por lo que existe una relación directa entre el aumento de la producción ganadera y la
proliferación de los últimos incendios en el Amazonas2, solo para poner como ejemplo
uno de los efectos no tan evidentes de la industria cárnica. Según datos otorgados por
Green Peace “el sector agrícola es responsable del 24 % de las emisiones de mundiales
de gases de efecto invernadero y el 14,5 % del total proceden de la ganadería (…) El 80
% de la deforestación mundial es resultado de la expansión agrícola, y la mayor parte se
destina ya a alimentar animales, en lugar de a personas.” 3 Por lo que la industrias
1
http://www.fao.org/ag/againfo/themes/es/meat/backgr_sources.html
2
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-49448825
3
https://es.greenpeace.org/es/sala-de-prensa/comunicados/la-ganaderia-industrial-esta-destruyendo-el-
planeta/
ligadas a la domesticación, tanto de plantas como de animales, es una de las más
contaminantes del mundo.
***
El capitalismo funciona en base a una lógica expansiva y depredadora. Debido a que es
un sistema que tiende a la sobreproducción, cada vez más necesita de consumidores-
ciudadanos, aquellos sujetos dóciles y democráticos dispuestos a gastar en todo lo que
ven a su paso, obviamente siempre y cuando tengan las condiciones materiales para
llevar a cabo ese despilfarro. Por otro lado, la expansión del mercado, que necesita de
materias primas y de consumidores para poder subsistir, trae consigo la progresiva
destrucción de la naturaleza y de formas de vida asociadas a ella, lo que provoca que lo
animales salvajes, que antaño gozaban de extensos territorios, se concentren en espacios
cada vez más reducidos. El hacinamiento, por ende, se presenta en tres facetas. En la
ciudad, donde la migración constante en búsqueda de supuestas oportunidades de
mejorar la calidad de vida, trae consigo el aumento de la densidad demográfica. En el
campo, que cada vez más se destina al monocultivo y a la ganadería, depredando
bosques primarios enteros para poder cumplir con este objetivo. Y en la naturaleza,
donde los animales, al contar con cada vez menos espacios y territorios, se ven
obligados a vivir cada vez más juntos y amontonados.
Estas condiciones antes descritas son perfectas para la proliferación de enfermedades
virales. Es por esta razón que las pandemias, al igual que las crisis, aparecen de forma
cíclica. Es un problema que se quiere ocultar y se presenta como novedad, al igual que
la insostenibilidad de la expansión del capital, pero que reaparece de forma periódica y
recurrente. Solo pensemos en los últimos 100 años. 1918 surge el primer brote de
H1N1, bautizado de forma histórica como “gripe española”, ya que España, debido a su
posición neutral durante la Primera Guerra Mundial, fue el único país que dio cobertura
y hablo sobre esta enfermedad. Los gobiernos de la época no aplicaron ninguna política
sanitaria para prevenir la proliferación de este virus. Se estima que murieron
aproximadamente 50 millones de personas en todo el mundo a causa de esta
enfermedad. En 1969 apareció la gripe de Hong Kong, cuyo nombre científico es
influenzavirus del tipo H2N3. Se estima que murieron aproximadamente 2 millones de
personas. En 1976 aparece el primer brote de ébola, en 1982 el VIH, en el 2003 el
SRAS un virus del tipo coronavirus, 2009 otra brote de H1N1, 2012 surge otro
coronavirus provocando la enfermedad que se denominó Síndrome respiratorio por
coronavirus de Oriente Medio. Y en el 2019-2020 aparece el covid-19. Cabe mencionar
que todas estas pandemias se dieron por zoonosis, es decir animales fueron los agentes
vectores que transmitieron el virus a los humanos. En el caso del covid-19, se cree que
la primera especie portadora fue un pangolín, que posteriormente transmitió el virus a
los murciélagos, los que su vez lo transmitieron a las serpientes. Se cavila que en
Wuhan se contagiaron las primeras personas en un mercado de animales silvestres. El
índice de mortalidad del coronavirus varía del 2 al 4 % de la población infectada,
aunque Italia ha llegado a tener una tasa de mortalidad del 7 %. No es un virus tan
mortal si se compara con sus antecesores. La gripe española tuvo una tasa de mortalidad
del 20 %, mientras que la tasa de mortalidad del ébola es del 50 % de la población
infectada. Pese a no ser un virus tan mortal, su nivel de virulencia es alto, es decir que
se contagia con facilidad. Esto ha provocado que todos los sistemas de salud pública en
el mundo se pongan en alerta y muchos de ellos han colapsado por el incremento
abrupto de nuevos casos.
Lo que esto evidencia es que la sociedad capitalista no solo es una fábrica de
mercancías, sino también de enfermedades. Estas, aunque pueden crearse por humanos
deliberadamente, encuentran su más grande laboratorio dentro de los estrechos
territorios en los que hemos sido condenados a habitar. Nuestra condena, sin embargo,
no la pagamos solos, sino que hemos obligado a las otras especies del planeta a ser parte
de esta distopía. Las enfermedades son parte del sistema, por lo que se manifiestan de
formas cíclicas y mucha de las veces previsibles.