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la justicia
Módulo III
Tema VII
LA NIÑA EN EL JUICIO
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Niñas que mantienen sus dichos anteriores
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declaraciones antenores. Se añade asimismo que también en
muchos casos el imputado es el único proveedor de ingresos del
hogar. Esto agiganta el drama familiar, ya que ante su encarcela-
miento, y frente a la ausencia de contención moral y económica
por parte del Estado, se alejan las posibilidades de mantener
relatos coherentes con los antecedentes de la causa.
En estos casos, y con los precedentes emocionales citados,
iniciado el juicio, la niña debe ingresar a una sala de audiencias
en la que se encuentran numerosas personas por completo des-
conocidas (jueces, fiscales, defensores, secretarios) y ante quie-
nes deberá relatar los sucesos más íntimos y traumatizantes que
una criatura pueda haber vivido. Así, es posible advertir toda
clase de reacciones, desde relatos fluidos hasta frases espaciadas,
separadas por largos silencios. Las variantes dependerán de las
singularidades de cada caso, los vínculos con el imputado y la
edad de las víctimas.
En general, cuando las que se retractan son preadolescentes o
adolescentes, lo hacen de una manera fluida mostrándose con-
vencidas de su discurso. Cuando, en cambio, se trata de niñas
más pequeñas (de 5 a 10 años de edad aproximadamente), se
limitan a negar lo sucedido y simplemente a decir que "mintie-
ron': Estas últimas, en la mayoría de los casos, no pueden res-
ponder cuestiones elementales que les planteen los jueces, como
ser las vinculadas a lesiones en sus genitales. El discurso de las
más grandes, frecuentemente, se dirige a explicar sus dichos an-
teriores basándolos en enojos con el acusado porque no las deja-
ron ir a alguna salida o por motivos en general fútiles que en
modo alguno se condicen no sólo con los dichos anteriores, sino
con el propio contexto de la causa. Hay casos en los que incluso,
en el marco de esas retractaciones, para tratar de explicar lesio-
nes vaginales (desgarros o desfloraciones), las atribuyen a "com-
pañeros de colegio': "amigos" o "novios': Estos personajes resultan
inexistentes y no sólo no llegan nunca al debate, sino que ni
siquiera son compatibles con la edad que muchas de las víctimas
tenían a la época del inicio de los abusos.
Los nuevos relatos (opuestos a los anteriores) suelen ser con-
tradictorios con la prueba obtenida por los servicios sociales,
docentes y vecinos de los que surge que las niñas en cuestión,
NUNCA frecuentaron otro ambiente que el escolar, la iglesia o su
hogar. Hay que recordar al respecto, que el abusador tiende a
AISLAR a su víctima, impidiendo todo contacto o interacción social
que no sea el estrictamente imprescindible.
Igualmente frecuentes son los casos en los que lisa y llana-
mente las niñas niegan haber sido siquiera tocadas por el impu-
tado o por cualquier otra persona, aun cuando los exámenes
médicos realizados indican inequívocamente lo contrario.
La frecuente retractación en el debate, tanto de madres como
de niñas, plantea una cuestión jurídica particularmente com-
pleja, en especial en el momento de la toma de decisiones con
respecto a cuál de los relatos se le dará crédito.
En el proceso penal inquisitivo, hoy parcialmente abandona-
do en la República Argentina, la retractación de las víctimas así
como de sus madres, generaba absoluciones casi automáticas. El
razonamiento de los jueces para llegar a soluciones liberatorias
en general no presentaba -ni presenta- mayores dificultades. El
recurso al BENEFICIO DE LA DUDA fue siempre el más utilizado. En
este contexto, es comprensible que los defensores, ante estas re-
tractaciones, argumenten que no es posible arribar a un juicio
de certeza respecto del hecho si las propias víctimas efectúan
relatos diversos e incluso contradictorios. Lo que no es com-
prensible ni debe ser admitido es que los jueces realicen ese ra-
zonamiento desconociendo los avances tanto desde el punto de
vista del proceso penal como del generado en el ámbito de la
psicología. Es preciso remarcar que ciertos razonamientos y
argumentos que son permitidos a los defensores, que son PARTE
en el juicio, NO LO SON a los jueces, quienes están obligados a ser
IMPARCIALES.
Hoy la realidad indudablemente ha cambiado. En el ámbito
procesal, cabe recordar que actualmente rige en la Argentina el
principio de la SANA CRíTICA para la valoración de la prueba.
Esto obliga a analizar las retractaciones -de niñas o madres- en
el contexto de TODA la 'causa y a la luz de los principios de la
lógica, la psicología y la experiencia común. Así, si de la prueba
colectada desde el comienzo (pericias, declaraciones testimonia-
les, existencia de indicadores psicológicos, físicos, y otros), sur-
ge que el relato verídico es el anterior, NO EXISTE DUDA SINO CER-
TEZA. Es más: una retractación fuera de todo contexto, y tenien-
do en cuenta lo dicho acerca de la presión sobre la víctima, en
muchos casos funciona como AVAL del resto del cuadro y debe
ser valorado como tal en el momento de dictarse sentencia. En
estos casos, la retractación en el juicio, en vez de llevar a una
"duda que no es posible superar" -como se suele argumentar-, es
el resultado lógico y CONFIRMATORIO de la situación de abuso
que ha sufrido la víctima.
Cuando se analiza este tipo de retractación se debe tener en
cuenta, además, tanto las presiones psicológicas posteriores a las
agresiones sexuales como las generadas por la propia situación
judicial a la que se ven sometidas las niñas. Todo ello agravado
por la regular falta de contención de las víctimas tanto en la
etapa previa al juicio como durante la sustanciación del mismo.
De esta forma, el adecuado análisis y la consecuente
descalificación de tales retractaciones -cuando correspon-
da-, E INCLUSO SU VALORACI6N COMO PARTE DEL CUADRO
PROBATORIO INCRIMINANTE, se impone desde la aludida SANA
CRíTICA, que obligatoriamente deben utilizar los jueces
para fundar sus sentencias.
En los últimos años, han ocurrido importantes avances por
parte de los tribunales, en cuanto al tratamiento de estas varia-
ciones de relatos. Resulta ilustrativo un caso en el cual se juzgó a
un imputado por abusar sexual mente de sus hijas biológicas de
14 y 15 años de edad. El develamiento había tenido inicio en el
colegio al cual asistían las niñas y los abusos fueron relatados en
primer término ante la maestra de una de ellas. Luego, dicho
relato se mantuvo ante la asesora de menores, la policía y el juez
de instrucción. En el juicio oral las niñas se retractaron. A con-
tinuación transcribo textualmente lo expresado por el tribunal,
con la salvedad de haber modificado los nombres reales de las
niñas-víctimas y de la maestra a la que se le reveló el abuso:
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problemática no sólo puede significar la diferencia entre impu-
nidad o sanción, sino también poner en juego la futura integri-
dad física y psicológica de la víctima.
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a las preguntas formuladas, excederían el alcance de este libro y
deberían ser investigadas por quienes tienen la incumbencia es-
pecífica, que no es precisamente la del ámbito del derecho.
Los mecanismos que actúan para que un funcionario espere de
una persona algo que esa persona no está en condiciones de dar, son
muy complejos. Igualmente lo son aquellos que hacen que en tan-
tos casos haga falta un llanto intenso y una angustia profunda y
evidente para tomar la decisión de suspender aquel acto que nunca
debió realizarse. El aporte para comprender las motivaciones de
semejantes actitudes le corresponde a la psicología profunda.
Lo que sí cabe estrictamente al ámbito del derecho es la aplica-
ción de la normativa protectora. Ésta obliga a recabar las opi-
niones de los especialistas en la materia, en cuanto a la posible
doble victimización, previamente a disponer que una niña abu-
sada ingrese a una sala de audiencias.
JUEZ: ¿No será que el día ese vos querías, tenías ganas
JUEZ: ¿No?
NIÑA: No.
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sentencia. A continuación se reproducen textualmente las con-
clusiones, con excepción del nombre real de la víctima que fue
sustituido por uno ficticio:
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Finalmente, cabe señalar que el juez que efectuó el interroga-
torio sintetizado fue denunciado por mal desempeño. Asimis-
mo, los legisladores integrantes de tres Comisiones de la Cáma-
ra de Diputados de la Nación (las Comisiones de Derechos
Humanos, Familia y Legislación Penal) repudiaron explícita-
mente el episodio. El magistrado nunca fue sancionado.