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“Tema”

(versión a partir de “Tema”, en Edward Quinn, A Dictionary of Literary and Thematic


Terms. Second Edition. New York. 2006)

El “tema” es una idea relevante en un texto literario. A veces puede intercambiarse


con el término “motivo”. La noción “tema” se usa también para describir una idea
recurrente en un grupo de textos. Uno de los problemas con los variados usos de la noción
“tema” es la tendencia a emplearla como equiparable al término “moraleja”, como en la
afirmación “el tema de esta novela es que el conformismo estúpido es la mayor amenaza
para la libertad”. Dados los usos ambiguos e imprecisos del concepto “tema”, algunos
críticos proponen dejarlo de usar. Sin embargo, su utilización para entender el fenómeno
literario parece indispensable, bien como una manera de organizar la lectura de un texto,
conectar un texto con otro o aplicar una lectura a una experiencia vital. Esto es
especialmente relevante en la literatura contemporánea, en la cual tanto el argumento
como los personajes pueden estar desdibujados, mientras que un tema ofrece un hilo
conductor con el que el lector ensambla toda la narración.
La “tematología” (también conocida como “temática”) es el término usado para
referirse a un estudio de la literatura a partir de los temas. Importantes ejemplos de crítica
dentro del ámbito de la temática incluyen obras como Amor y muerte en la novela
americana (1966) de Leslie Fiedler, La literatura y el mal (1973) de Georges Bataille, La
enfermedad como metáfora (1979) y El Sida y sus metáforas (1989) de Susan Sontag y
Jugando en la oscuridad (1992) de Toni Morrison.

“Tema”
(Versión a partir de “Theme”, en Russell Brow, Encyclopedia of Contemporary Literary
Theory. Approaches, Scholars, Terms. Ed. Irena R. Makaryk, 1993, pp. 642-646).

1. Historia
El término “tema” originalmente significaba el tópico en torno al cual un orador
se proponía construir un discurso. Tácito habla de los “temas” como equivalentes de los
topoi. En la Edad Media el término “tema” también comenzó a usarse para significar el
texto de la Escritura en el cual se basaba un sermón.
El uso del término “tema” entendido como asunto, tópico o idea en la cual un
poeta basa su poema –ya usado con este sentido en la Retórica de Aristóteles– es común
durante el Renacimiento. El “tema” es un término centrado en el concepto de autor, pero
de ahí procede la idea de que los lectores pueden extraer el tema de una obra literaria, así
como reconocer un tema común en diferentes obras. El tema como noción de la crítica
literaria no se desarrolla realmente antes del siglo XX. Antes de este momento, ciertos
términos didácticos, como el de “moraleja”, o términos que enfatizan contenidos
conceptuales fueron usados en vez de “tema”.
La noción “tema” fue ampliamente empleada durante el desarrollo de las escuelas
formalistas en el siglo XX, como la Nueva Crítica norteamericana (New Criticism), que
hizo hincapié en técnicas de lectura interpretativa intrínseca (close reading). Esta crítica
formalista desligó en gran medida el problema del tema de su asociación previa a la
intención del autor y lo convirtió en un término centrado en la obra misma. Al preferir el

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término “tema” sobre otros como “idea” –ya que sugería un elemento más fundamentado
en las particularidades del trabajo literario– o “moraleja” –pues parecía más libre de
valores morales– la crítica formalista reorientó el análisis literario hacia consideraciones
temáticas, siendo esto una forma de oponerse a las discusiones previas basadas en el
argumento o en los personajes de una obra.
Además de atender a los aspectos semánticos de un texto, los postulados
tematológicos de los formalistas reconocían otros elementos, como las imágenes poéticas,
el tono, el estilo y la estructura (por ejemplo, la forma fragmentaria de La tierra baldía
de T. S. Eliot fue tratada en varias ocasiones como un elemento temático). El interés
formalista por el tema se vio reforzado por el uso de este como principio en la
composición musical (la música había tomado prestada esta idea de la retórica en el siglo
XVI) y por la manera como el tema como término musical había moldeado el estilo de
algunos escritores –como Thomas Mann–. Influenciados por el desarrollo del tema en el
campo de la música, algunos críticos de la literatura prefieren hablar de “tema y
variaciones” o de “variaciones sobre un tema”.
Una de las objeciones que se ha hecho al uso del concepto “tema” es que se trata
de un término demasiado impreciso para ser realmente útil. Cuando se aplica el término
“tema” a una obra concreta este concepto puede no distinguirse del contenido dominante,
la materia central, la idea unificadora o la intención autorial. En un ensayo introductorio,
Northrop Frye empleaba el concepto “tema” como algo que no se podía distinguir de la
“estructura”, y algunos críticos, como Barbara Herrnstein Smith, han ampliado el
concepto “tema” hasta equipararlo a todos los elementos no formales de una obra literaria.
Cuando se analizan comparativamente varias obras, la crítica no solamente ha
empleado la idea de “tema” para referirse a los contenidos más comunes entre ellas, sino
también para hablar de ciertas figuras recurrentes en la literatura occidental (por ejemplo,
el tema de don Juan). De hecho, el término “tema” no solo tiene un amplio rango de
significados, sino que también los conceptos a él asociados evocan un número
considerable de términos. Uno de estos es el concepto de “mito”, cuando se usa, por
ejemplo, en frases como “el mito de la frontera en la literatura norteamericana”.
El uso del término “motivo” ha añadido, además, más problemas terminológicos:
muchos críticos usan “motivo” y “tema” de forma intercambiable. Algunos, sin embargo,
distinguen entre estos dos términos al definir los motivos como unidades temáticas más
pequeñas que los “temas” (“subtemas” con menos importancia para el texto en su
totalidad), mientas que otros –los críticos más influenciados por los estudios folklóricos–
tratan el “motivo” como una unidad extratextual de significado más amplia que un
“tema”. En la teoría literaria del siglo XX el concepto “tema” ha sido frecuentemente
reintroducido con nueva terminología, como, por ejemplo, el concepto de “hipograma”,
de Michael Riffaterre, o el “mitema” de Claude Lévi-Stauss, ambos muy próximos al
significado tradicional de “tema”.
El uso del concepto “tema” como una herramienta crítica y el valorar una
sentencia temática como objetivo interpretativo han sido reconsiderados por las escuelas
críticas de las últimas décadas del siglo XX como parte de su crítica interpretativa más
general. Las afirmaciones temáticas han sido rebatidas por carecer de matices, por ser
reduccionistas y por ser sustitutos insatisfactorios de los complejos artefactos literarios.
El uso de los “temas” como una herramienta de la crítica ha sido también atacado por
proponer una perspectiva totalizadora que implica una visión de la obra literaria como un
vehículo para transmitir ideas y que tendría, además, una única una idea principal.

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2. Definición y uso

Aunque el uso del término “tema” ha sido impreciso, se trata de un concepto


crítico demasiado valioso como para abandonarlo. A pesar de que las definiciones de
manuales e introducciones al análisis literario siguen asociando el concepto “tema” al
hecho de formular una breve declaración que represente el significado generalizable del
asunto principal de un texto literario, no es necesario simplificar su aplicación hasta ese
punto. Una mejor manera de usar el concepto “tema” hoy en día sería considerarlo como
el punto de encuentro entre los distintos niveles semánticos de una obra literaria y sus
características formales estructurales, como el ritmo y la repetición. El “tema” podría así
ser entendido como las dimensiones semánticas de una obra literaria por y través de sus
elementos formales.
Además, como la teoría de la recepción supone, la crítica puede hacer
afirmaciones sobre un tema sin que sea necesario debatir los significados intrínsecos de
una obra literaria. El “tema” no puede ser concebido solamente como una parte de la
experiencia lectora; leer teniendo en cuenta el tema puede ser considerado como una
técnica a la cual el lector recurre para organizar esta experiencia. Desde esta perspectiva,
el tema podría ser considerado como una negociación entre el lector y el texto, o entre el
lector y el autor implícito (pues los lectores generalmente conciben los temas como el
resultado de la ‘visión’ o de las preocupaciones del autor). Hacer una afirmación temática
es, así, un acto de síntesis que procede de la identificación de un patrón de significado (o
de un patrón que contiene un rango de significados relacionados entre sí).
Así mismo, interpretar teniendo en cuenta el tema puede ser entendido como una
manera de permitir la formulación de afirmaciones que posibiliten a los lectores conectar
el texto con su experiencia del mundo: el “tema” ha sido en ocasiones descrito como un
mediador entre la palabra y el mundo. Dado que una parte del mundo del lector consiste
en su conocimiento de otros textos, una lectura tematológica es una lectura intertextual.
De hecho, los temas adquieren importancia cuando se reconoce que aparecen
repetidamente en más de un texto (por ejemplo, la importancia del juego de cartas en un
cuento ruso específico adquiere más significado para aquellos lectores que pueden ubicar
este tema en el contexto de los juegos de azar como asunto de la ficción en rusa). De este
modo, las lecturas temáticas pueden ser todo lo contrario a algo reduccionista: pueden dar
relevancia y sentido a aquello que, de otra manera, podría ser dejado de lado como algo
sin importancia o trivial.
Leer teniendo en cuenta el tema puede ser también entendido como una estrategia
de coherencia. Distintos aspectos de un texto que parecen desconectados entre sí pueden
relacionarse a través del tema específico, lo que le ofrece al lector una forma para
construir una unidad (esto resulta especialmente importante en la literatura moderna y
postmoderna, que evita la coherencia textual basada en el argumento o los personajes).
Dado que las obras literarias permiten un número considerable de afirmaciones temáticas,
diferentes temas que no son ni excluyentes ni redundantes pueden ser percibidos por
diferentes lectores (e incluso por un mismo lector). De hecho, es casi imposible reducir
una obra literaria a un único tema, ya que cualquier tema puede ser reestructurado en
términos de su opuesto (por ejemplo, “ilusión y realidad” es un tema común que se
expresa en términos de una oposición temática).
Ha habido un debate sobre si un tema puede formularse satisfactoriamente solo
con una breve sentencia –normalmente una palabra –, como en “la muerte es un tema
central en Hamlet–, o si debe ser expresado en forma de tesis –como en “el tema de
Hamlet es que uno debe reconocer que el tiempo es limitado y, por eso, actuar de forma
consecuente”–. De hecho, no es necesario decidirse entre alguna de estas dos

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posibilidades, dado que una palabra o sentencia breve puede ser transformada en una tesis
más compleja (y viceversa).

3. Perspectivas críticas de la tematología


Las perspectivas críticas basadas en una lectura tematológica se han denominado
generalmente “crítica tematológica” o “temática” (un término usado por primera vez por
el formalista ruso Boris Tomashevski en su ensayo “Temática”). Sin embargo, la
tematología nunca ha sido una escuela unificada o delimitada. Es importante, además,
distinguir entre “tematología explicativa” y “tematología comparativa”.
La “tematología explicativa” intenta articular un tema (o varios temas) dentro de
una obra literaria en particular. Construye sus conclusiones a partir de considerar las
relaciones internas de un texto y usa una aproximación inductiva. La “tematología
explicativa” fue generalmente usada por las técnicas de lectura crítica (close reading)
asociadas a la corriente americana de la “Nueva crítica” (New Criticism). Este método de
trabajo todavía se utiliza, especialmente con carácter pedagógico en el salón de clase.
La “tematología comparada”, a veces referida como el estudio de los “temas
universales”, tiene sus orígenes en la Stoffgeschiche, la práctica tematológica de la
Alemania del siglo XIX que nació de los estudios de literatura comparada. Asemejándose
a algunos acercamientos arquetípicos de la crítica, la “tematología comparada” implica el
hecho de hallar un tema en varios textos (técnicamente tantos textos como el lector tenga
el tiempo y la energía para examinar) y ha sido frecuentemente asociada a la discusión
sobre figuras literarias recurrentes: Ulises, el Quijote, don Juan o Fausto se encuentran
entre las más citadas en la literatura occidental. Aunque algunos críticos han afirmado
que el nombre de estos caracteres no es un tema, se ha argumentado que estos personajes
se usan de forma metonímica (por ejemplo, don Juan puede ser entendido como una figura
que emblemáticamente representa el tema del deseo desenfrenado). Además, el uso de
estos caracteres típicos es una manera de no reducir el concepto “tema” a una afirmación.
El procedimiento de la “tematología comparada” es, esencialmente, deductivo, y consiste
en la reunión de ejemplos o casos. La tematología comparada es el tipo de práctica
temática que ha sido criticada más frecuentemente, en especial por realizar un análisis
extrínseco de los textos y por dejar de lado sus particularidades distintivas. Sin embargo,
la defensa de esta aproximación metodológica puede hacerse hoy en día a partir del
empleo de la teoría estructuralista y, particularmente, al entender la tematología
comparada como una forma de intertextualidad.
Un tercer tipo de tematología, que podríamos denominar “de corpus” se sitúa entre
la práctica tematología explicativa y la comparada. El trabajo con corpus temáticos se
asemeja al de la “tematología comparada”, en la medida en que describe temas que existen
en más de un texto, pero es algo más limitado, en la medida en que examina un corpus
específico de textos. Este corpus puede ser relativamente pequeño –como, por ejemplo,
la obra completa de un autor– o algo más amplio –por ejemplo, las obras de un período
literario–. En su versión más amplia (por ejemplo, en ciertos tipos de temas
característicos) puede resultar difícil distinguir entre “tematología de corpus” y
“tematología comparada”. Sin embargo, los corpus temáticos mantienen un modelo
inductivo y, a diferencia de la tematología comparada, se tiende a leer un corpus de obras
como si fuese una largo y único texto.
El tipo de corpus temático más importante hoy en día podría considerarse el
propuesto por la tematología cultural (Cultural Thematics): la interpretación de temas
culturales de los corpus de ciertas literaturas nacionales marginadas, o de los escritos de
grupos étnicos o de género. Dado que la temática cultural se integra en los estudios
literarios a la par que otras disciplinas, como la historia, la sociología o la antropología,

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entre los críticos ha sido frecuente el interés por la interdisciplinaria, así como por la
crítica postcolonial.
La crítica literaria estructuralista y el trabajo realizado por antropólogos y
sociólogos influenciados por las metodologías estructuralistas ofrecieron en la década de
1980 nuevas perspectivas que permitieron un manejo más sofisticado de la tematología
comparada y de corpus. La revista francesa Poetique del año 1985 publicó un volumen
especial dedicado al “tema” que puede ser visto como el inicio de estas investigaciones.
Por otra parte, Alexander Zholkovski –en ocasiones en colaboración con Iu. K.
Shcheglov– ha intentado elaborar una aproximación estructuralista al tema como parte de
su “poética de la expresividad”.
Aunque podría parecer que la “tematología explicativa” es un paso necesario para
para la práctica de la “tematología comparada” y de la “tematología de corpus”, la
relación entre aquella y estas no es evidente. Puede ocurrir que ninguno de los temas
sugeridos por un lector para una obra literaria específica coincida con los temas que la
crítica encuentre en esta obra si se la observa en el contexto de un grupo de textos. Por
esta razón, la crítica tematológica que hace hincapié en las obras individuales (la
“tematología explicativa”) se ha quejado en ocasiones de que la tematología comparada
y de corpus pueden producir resultados ‘circulares’: encuentran lo que está buscando. A
pesar de estas objeciones, la crítica cultural ha valorado la tematología como una
herramienta útil, especialmente porque permite hacer comparatismo entre culturas, donde
el análisis de temas opuestos o de las distintas maneras de utilizar un mismo tema permite
revelar muchas cosas sobre los patrones culturales. Así con todo, la crítica que aborda la
literatura de los ‘silenciados’ (minorías, mujeres, naciones emergentes) no solamente ha
encontrado en la tematología una perspectiva valiosa, sino que también ve la discusión
tematológica como una manera de continuar el proyecto contestatario comenzado por
estas literaturas, dado que muchos de los escritores de estos grupos silenciados han escrito
textos que deliberadamente invierten, ironizan o parodian los temas de una cultura
dominante.

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