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“Tema”
(Versión a partir de “Theme”, en Russell Brow, Encyclopedia of Contemporary Literary
Theory. Approaches, Scholars, Terms. Ed. Irena R. Makaryk, 1993, pp. 642-646).
1. Historia
El término “tema” originalmente significaba el tópico en torno al cual un orador
se proponía construir un discurso. Tácito habla de los “temas” como equivalentes de los
topoi. En la Edad Media el término “tema” también comenzó a usarse para significar el
texto de la Escritura en el cual se basaba un sermón.
El uso del término “tema” entendido como asunto, tópico o idea en la cual un
poeta basa su poema –ya usado con este sentido en la Retórica de Aristóteles– es común
durante el Renacimiento. El “tema” es un término centrado en el concepto de autor, pero
de ahí procede la idea de que los lectores pueden extraer el tema de una obra literaria, así
como reconocer un tema común en diferentes obras. El tema como noción de la crítica
literaria no se desarrolla realmente antes del siglo XX. Antes de este momento, ciertos
términos didácticos, como el de “moraleja”, o términos que enfatizan contenidos
conceptuales fueron usados en vez de “tema”.
La noción “tema” fue ampliamente empleada durante el desarrollo de las escuelas
formalistas en el siglo XX, como la Nueva Crítica norteamericana (New Criticism), que
hizo hincapié en técnicas de lectura interpretativa intrínseca (close reading). Esta crítica
formalista desligó en gran medida el problema del tema de su asociación previa a la
intención del autor y lo convirtió en un término centrado en la obra misma. Al preferir el
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término “tema” sobre otros como “idea” –ya que sugería un elemento más fundamentado
en las particularidades del trabajo literario– o “moraleja” –pues parecía más libre de
valores morales– la crítica formalista reorientó el análisis literario hacia consideraciones
temáticas, siendo esto una forma de oponerse a las discusiones previas basadas en el
argumento o en los personajes de una obra.
Además de atender a los aspectos semánticos de un texto, los postulados
tematológicos de los formalistas reconocían otros elementos, como las imágenes poéticas,
el tono, el estilo y la estructura (por ejemplo, la forma fragmentaria de La tierra baldía
de T. S. Eliot fue tratada en varias ocasiones como un elemento temático). El interés
formalista por el tema se vio reforzado por el uso de este como principio en la
composición musical (la música había tomado prestada esta idea de la retórica en el siglo
XVI) y por la manera como el tema como término musical había moldeado el estilo de
algunos escritores –como Thomas Mann–. Influenciados por el desarrollo del tema en el
campo de la música, algunos críticos de la literatura prefieren hablar de “tema y
variaciones” o de “variaciones sobre un tema”.
Una de las objeciones que se ha hecho al uso del concepto “tema” es que se trata
de un término demasiado impreciso para ser realmente útil. Cuando se aplica el término
“tema” a una obra concreta este concepto puede no distinguirse del contenido dominante,
la materia central, la idea unificadora o la intención autorial. En un ensayo introductorio,
Northrop Frye empleaba el concepto “tema” como algo que no se podía distinguir de la
“estructura”, y algunos críticos, como Barbara Herrnstein Smith, han ampliado el
concepto “tema” hasta equipararlo a todos los elementos no formales de una obra literaria.
Cuando se analizan comparativamente varias obras, la crítica no solamente ha
empleado la idea de “tema” para referirse a los contenidos más comunes entre ellas, sino
también para hablar de ciertas figuras recurrentes en la literatura occidental (por ejemplo,
el tema de don Juan). De hecho, el término “tema” no solo tiene un amplio rango de
significados, sino que también los conceptos a él asociados evocan un número
considerable de términos. Uno de estos es el concepto de “mito”, cuando se usa, por
ejemplo, en frases como “el mito de la frontera en la literatura norteamericana”.
El uso del término “motivo” ha añadido, además, más problemas terminológicos:
muchos críticos usan “motivo” y “tema” de forma intercambiable. Algunos, sin embargo,
distinguen entre estos dos términos al definir los motivos como unidades temáticas más
pequeñas que los “temas” (“subtemas” con menos importancia para el texto en su
totalidad), mientas que otros –los críticos más influenciados por los estudios folklóricos–
tratan el “motivo” como una unidad extratextual de significado más amplia que un
“tema”. En la teoría literaria del siglo XX el concepto “tema” ha sido frecuentemente
reintroducido con nueva terminología, como, por ejemplo, el concepto de “hipograma”,
de Michael Riffaterre, o el “mitema” de Claude Lévi-Stauss, ambos muy próximos al
significado tradicional de “tema”.
El uso del concepto “tema” como una herramienta crítica y el valorar una
sentencia temática como objetivo interpretativo han sido reconsiderados por las escuelas
críticas de las últimas décadas del siglo XX como parte de su crítica interpretativa más
general. Las afirmaciones temáticas han sido rebatidas por carecer de matices, por ser
reduccionistas y por ser sustitutos insatisfactorios de los complejos artefactos literarios.
El uso de los “temas” como una herramienta de la crítica ha sido también atacado por
proponer una perspectiva totalizadora que implica una visión de la obra literaria como un
vehículo para transmitir ideas y que tendría, además, una única una idea principal.
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2. Definición y uso
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posibilidades, dado que una palabra o sentencia breve puede ser transformada en una tesis
más compleja (y viceversa).
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entre los críticos ha sido frecuente el interés por la interdisciplinaria, así como por la
crítica postcolonial.
La crítica literaria estructuralista y el trabajo realizado por antropólogos y
sociólogos influenciados por las metodologías estructuralistas ofrecieron en la década de
1980 nuevas perspectivas que permitieron un manejo más sofisticado de la tematología
comparada y de corpus. La revista francesa Poetique del año 1985 publicó un volumen
especial dedicado al “tema” que puede ser visto como el inicio de estas investigaciones.
Por otra parte, Alexander Zholkovski –en ocasiones en colaboración con Iu. K.
Shcheglov– ha intentado elaborar una aproximación estructuralista al tema como parte de
su “poética de la expresividad”.
Aunque podría parecer que la “tematología explicativa” es un paso necesario para
para la práctica de la “tematología comparada” y de la “tematología de corpus”, la
relación entre aquella y estas no es evidente. Puede ocurrir que ninguno de los temas
sugeridos por un lector para una obra literaria específica coincida con los temas que la
crítica encuentre en esta obra si se la observa en el contexto de un grupo de textos. Por
esta razón, la crítica tematológica que hace hincapié en las obras individuales (la
“tematología explicativa”) se ha quejado en ocasiones de que la tematología comparada
y de corpus pueden producir resultados ‘circulares’: encuentran lo que está buscando. A
pesar de estas objeciones, la crítica cultural ha valorado la tematología como una
herramienta útil, especialmente porque permite hacer comparatismo entre culturas, donde
el análisis de temas opuestos o de las distintas maneras de utilizar un mismo tema permite
revelar muchas cosas sobre los patrones culturales. Así con todo, la crítica que aborda la
literatura de los ‘silenciados’ (minorías, mujeres, naciones emergentes) no solamente ha
encontrado en la tematología una perspectiva valiosa, sino que también ve la discusión
tematológica como una manera de continuar el proyecto contestatario comenzado por
estas literaturas, dado que muchos de los escritores de estos grupos silenciados han escrito
textos que deliberadamente invierten, ironizan o parodian los temas de una cultura
dominante.