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JAVIER GUIJARRO CEBALLOS MELANCOLIA DEL HIELO _ TEXTOS E IMAGENES SOBRE LA ANTARTIDA «POR QUE LA ANTARTIDA? La Antértida. Continente inhéspito, casi por completo deshabitado. Tierra extrema en sus frfos, azotada por las ventiscas. Ultimo reducto de una natura- leza virgen, apenas hollada por el hombre y su cultura civilizadora y técnica, pero expuesta fragilmente a las amenazas de la reduccién de la capa de ozono y del calentamiento global. Depésito del mayor porcentaje de agua dulce mun- dial, al tiempo que la zona de menores precipitaciones de lluvia, mas desértica que el Sahara. Extensa superficie continental, hundida por el peso de una sdlida capa de hielo gracias a la que, paraddjicamente, bate el récord de altitud media sobre el nivel del mar’. Territorio ingrato para la vida humana, animal y vegetal en su mayor extensién, conceptuado en la politica internacional bajo la excepcional formula de una «Tierra de nadie» sancionada en el Tratado Antartico y en los protocolos de Madrid, no obstante las ansias de distintas naciones que aspiran a legitimar sus reclamaciones territoriales, tal vez inclu- so a materializarlas tan pronto expire la vigencia del «sistema antartico»?. Realidad tan distinta que precisamos para su descripcién de una nomenclatu- ra especifica, donde el ice prefija o sufija los términos con que deseariamos verterla de forma comprensible, para mejor aprehenderla en el esfuerzo quizds vano por humanizarla lingiiisticamente. El gedlogo inglés Frank Debenham, explorador e historiador de la Antartida, propone por ejemplo los términos de Pack-ice, Pancake-ice, Fast-ice, Young ice, Sea-ice, Ice-floe, Frazil ice, Ice-blink o Brash ice, ante los cuales el neéfito en los misterios australes quizds prece- 7 ie aprehensién con el de Ia constita de un diccionarig ‘Yanda que acerearse «1a realidad antirticn, parece velayty participante en la segunda expedicisn de Scot, gedlogo €1 capitulo «Una mirada al continentes den continente) una descripcién sucinta de los rasyos j Antértida. Un arido y escueto enunciado parece ado: «Una tierra inhéspita y trister (pag. 161), s Debenham, «edmo es que quienes han estado alli ctor 0 que constituya tentacién para gente 161). Charo Nogueira, periodista y docu. organizada por el Consejo Superior ea a bordo del rompehielos Irizar de ario, gélido, virginal, in- Ja Antértida? Las respuestas construido las imagenes de la Antértida, por rigor expositivo explanaré en primer lugar el caso de las posibles motivaciones de viajeros antérticos reales, en segundo lugar las motivaciones atribuidas por diferentes autores a sus personajes en ficciones situadas en ese marco espacial y, finalmente, expondré los prosaicos senderos que me condujeron a un sedentario viaje por los discursos antérticos. Tal vez una de las respuestas posibles esté implicada en el nombre del barco del explorador austral francés Jean Charcot, con el que recorrié. por segunda ver, las costas antérticas entre 1908 y 1910: Pourquoi-pas®?. {Por qué la Antartida? ZY por qué no? Debenham, en la estela de Ia estética romén« tica de lo sublime, acude a la explicacién esencialista del porque eatd all, al modo de alpinistas como Mallory en su constante desafio « las cimas més altas que se alzan como un perpetuo reto; si bien afiade de inmediato « esta motivacién la del saber cientifico, acicate originalmente altruista aunque pueda reportar al final beneficios e intereses insospechados: Aceptar el reto de la Naturaleza es una de las cualidades més nobles del hombre; sin esperar recompensa alguna insiste en escalar las mis dificiles ‘montaiias, simplemente «porque estén alli», y persevera en la exploracién de _ este continente solitario y aparentemente imtitil, sin esperanza de lucro, sélo- por propia satisfaccién. Si asi nos place, podemos llamarlo curiosidad divina, pero tanto si la alabamos como si la condenamos, el hombre continuard vesforadndose por completar el eonocimiento de su mundo, dol mismo modo | que cualquier chiquillo desea trepar a un manzano sin importarle el hecho de a ee ited easter ee eee eee ae itoriales en que éstas se enclavan dentro de programas propag, ‘eivindicativos de diferentes estados nacionales, las expectativas e los viajes exploratorios (en busca de caladeros de focas y balle, ‘eos yacimientos de minerales, etc.). Ranulph Fiennes oblitera ‘perfil biogrdfico de Scott los lastres materiales de sus expedicione. rticas, yatribuyeelpruntoexplorador desu compatrctaal deseo de aventuras, Fionsa, "se pregunta cules pudiron ser os motivos que condujeron a Robert F. Scot dar un giroradical en su trayectoria vital y a enrolarse en la expedicién, antértica organizada por Sir Clement Markham; no duda de que Scott deseaba vivir una aventura, y Markham le ofrecia esa posibilidad. Esa motivacién impuiss tar: ‘ign, sepiin Fiennes, a Vivian Fuchs, explorador antértico, alentado por wa, ‘sincero amor por la aventura y en el orgullo que aleanzaria él, y proporcionaria ~ atsu pafs, de ser el primero en lograr una hazafia de ese calibre», o a Swan, que ‘traté de emular el viaje de Scott en la década de 1980 con la expedicién In the sof Scott: Es posible que Scott sintiera todos o alguno de estos deseos: amor por la patria, deseo de vivir emociones fuertes, esperanza oy ascender en la Armada, o la curiosidad de un aficionado g. 27). La visin de Fiennes idealiza la otra, mucho més fandisticos y econémicas nas, hipotéti. también dey 8 anti monotonfa y medrar en la jerarquia militar: «Asi briténico, del que Scott seria el ejemplo més que emprendia la exploracién del Polo como una Ferndndez-Armesto (pag. 550) estima que la antérticas de la 6poca heroiea (finales det por derroteros mis espectaculares que ) Amundsen, que admitia que preferia un eran raros. Generalmente guardaban que la ciencia y la Viajes a la Antartida es el Antértida. Estamos de nuevo, como en el caso de Debenham, ante el testimonio de un viajero «real» que rememora por escrito sus viajes. Gracias al auge que experimenta el turismo antartico desde la década de los noventa del siglo pasado, Matthiessen logra incorporarse como «guia de campo a tiempo parcial» en viajes turisticos cuyo objetivo esencial es la observacién in situ de aves australes, En el primer viaje, Matthiessen parte desde el extremo sur de América, desde Tierra de Fuego. ‘Tres afios después, el autor se desplazé a la Antértida desde Tasmania. Entre elprimer y el segundo viaje mediaron unos tres af 8, y Matthiessen, a punto de iniciar el relato de la segunda estancia, se cuestiona las motivaciones de su regreso al sexto continente. No parecen satisfacerle las justificaciones basadas en ciertos estereotipos al uso sobre la Antartida, cercanos a los que he elegido para principiar este capitulo del ensayo: la impronta inmarcesible de la belle- za de aquellas tierras, albas y silenciosas, virginales y puras. Debe haber algo mas que explique esa extrafia sensacién que Shackleton defini6 como la «os- talgia del hielo»: «{Por qué los hombres que regres [de 1a regién antartica) siempre desean volver a aquella vida dura y sencilla?, En un eapitulo sobre la psico- logia de los exploradores antarticos que climiné luego de su libro, Cherry- Garrard sondeaba esta verdad intrincada. «Creo que ha de ser esto —escri- bié—: un hombre de una expedicién asi vive tan cerca de Ja naturaleza en la ‘que reconoce una fuerza gigantesea que esti forjando el mundo de forma visible ante sus ojos» (Matthiessen, pag. 94)’, ¢Por qué la Antartida? De la cita de Matthiessen se deduce claramente que Apsley Cherry-Garrard sitda en la Antartida el espacio idéneo para el encuen- tro con la Natura naturans, con la idea de una Naturaleza organica, activa y creadora. Este modelo, de cuiio netamente roméntico, deifica la Naturaleza como remedo, o sustituto, de un Dios omnipotente y creador de la Natura ‘naturata, De este modo, el encuentro con la naturaleza deviene reencuentro con de la naturaleza antértica se apunta en otros testimonios de miembros de la ayy segunda expedicion antartien de Scott en el Terra Noy Wilson y del gedlogo Griffith Taylor, compaiense (Matthiessen, pags. 94-95). Pero donde mejor trasparces indudablemente en las paginas autobiogr Matthiessen (pig. 95):

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