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HISTORIA DE ESTADOS UNIDOS 1607-1992

MALDWYN JONES
CATEDRA, BARCELONA, 2001
CAPÍTULO III. REVOLICIÓN E INDEPENDENCIAS, 1763-1783

El capítulo que reseñamos hace parte de la monografía que se considera el estudio más
completo de la historia de Estados Unidos, originalmente publicado en 1983 con el título de
The Limits of Liberty: American History 1607-1980, del profesor Maldwyn Jones,
historiador graduado del Jesus College de Oxford (Inglaterra), presidente de la Asociación
Británica de Estudios Estadounidenses desde 1968 y profesor de historia Americana de la
Commonwealth en el University College London desde 1971. Revolución e Independencia,
su tercer capítulo, comprende una temporalidad que abarca 20 años en los que demuestra el
desarrollo general de las condiciones sociales, políticas, económicas y legislativas que
posibilitaron la independencia de Estados Unidos como nación confederada e independiente
del imperio británico.

Así, con respecto a la reorganización imperial, Maldwyn expone como en el año de 1776
los colonos decidieron, como expresaba la declaración de independencia, asumir “entre los
poderes de la tierra, la condición separada e igual a la que las leyes de la naturaleza y de
la naturaleza de dios les da derecho” (pág. 43) y conformar la reacción colonial a la
política británica fuera la influencia de una tradición conspirativa y revolucionaria
importada de la misma Inglaterra. Desde entonces, la llamada unidad colonial comenzó a
disolverse. A Maldwyn le basta revisar el año de 1772 en el que la prosperidad había vuelto
tras la larga depresión de posguerra y la mayoría de la gente parecía cansada de contiendas:
para 1774, el parlamento aprobó un conjunto de leyes coercitivas llamadas en las colonias
Las Leyes intolerables. Leyes que aumentaban los poderes del ejecutivo, al tiempo que
estipulaban la transferencia de Inglaterra de los juicios por asesinato en los casos de
aplicación obligatoria de la ley e imponía una nueva ley de acuartelamiento a todas las
colonias.

Aún más importante, señala el historiador ingles, fue el congreso continental (1974-1975)
en el que la protesta colonial se convirtió en una rebelión abierta y los congresos
provinciales asumieron las funciones del gobierno realizando los preparativos para la
defensa, mientras que los protagonistas radicales explotaron varios acontecimientos de
guerra para fomentar el sentimiento patriótico. De aquí que cuando el Segundo Congreso
Continental (preparado por Gran Bretaña) se reunió en Filadelfia, no hubo vacilación en
resolver que las colonias se pongan inmediatamente en un estado de defensa; aunque se
creía que la causa americana disfrutaba de un amplio apoyo británico, algunos dirigentes
coloniales temían que desapareciera la autoridad británica y con él el control político.
Aunque faltaría poco para que La Declaración de Independencia se efectuara, y con ella, el
establecimiento de los Gobiernos para asegurar derechos, y derivar sus poderes del
consentimiento del gobernado y poder ser derrocados legítimamente si subvertían los
propósitos para los que fueron creados.

Llama la atención el método del profesor Maldwyn con respecto a las fuentes que
cimientan su relato al no acudir a citas de fuentes primarias ni secundarias, mientras
resuelve una historia general que, a grandes rasgos, nos ilustra cómo “la Revolución
Americana fue en esencia una guerra civil que dividió no sólo a las clases sociales, sino
también a las familias” mientras que “los particularismos estatales limitaron la
efectividad del ejercito continental: los soldados rechazaban a los jefes de otros estados y
eren renuentes a luchar lejos de sus hogares” (pág. 52).

Importante es comentar los puntos referentes a “los problemas de hacer la guerra” que el
historiador especialista reseña como fundamental las dificultades para mantener unido el
ejercito americano, puesto que aglutino fenómenos como: deserciones o negación de volver
a alistarse, traición y amotinamiento, problemas con las pagas de los soldados por los
desesperados agobios del Congreso en materia financiera (inflación). La última fase de la
lucha se desarrolló en el sur. incapaces de obtener una victoria decisiva en otras partes, los
británicos decidieron transferir sus esfuerzos a una región cuya extensa población esclava,
sus hostiles vecinos indios y su reputado realismo parecían ofrecer mejores perspectivas.

El siguiente capítulo, titulado “la transformación revolucionaria que iría desde 1776 a 1789,
comprende la revolución americana que fue limitada, decorosa, incluso prosaica, con
escaso levantamiento social o conflicto de clase, sin una reorganización radical del
gobierno o de la económica, no se desafiaron las creencias religiosas existentes, no hubo
multitudes sedientas de sangre, ni carnavales o pillajes, no se descendió a la anarquía o a la
dictadura y no reinó el terror. Fue liderada, según el autor, por un grupo de “caballeros
conservadores en su mayoría bien acomodados. Tampoco devoró a sus hijos. Los hombres
que la hicieron no fueron a su vez derrocados, sino que permanecieron controlando lo que
habían creado y murieron a su debido tiempo, cargados de años y honor. Por eso se puede
concluir que no hubo una revolución en Norteamérica sino simplemente una guerra de
independencia exitosa que puso fin al gobierno británico, pero que por lo demás dejó las
cosas en gran medida tan y como habían sido”. (pág. 61)

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