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Si bien Colombia es un lugar donde el tradicionalismo es un arraigamiento casi intrínseco del

mismo conductismo familiar, el cual no concede la concepción como tal de la donación de órganos
de algún familiar a un desconocido en general, aún más si se está en duelo, se debe aceptar que si
este es partidario y firmo un documento por el cual se afirma la aceptación de la donación
subsecuente a la muerte, ninguno que no sea el mismo donador está en disposición de negar esta
concesión, no es correcto afirmar que sean bienes en concreto pero de cierta forma y conforme a
la relatividad de la definición misma, mientras esta misma no viole alguna ley en el ordenamiento
jurídico existente, el paciente que usa esta herramienta de ayuda, puede hace “lo que quiera” con
la destinación y “uso” de sus órganos, se puede concebir cierta percepción en relación de “Dueño
y Cosa”, aunque el termino cosa puede ser objeto de relatividad, dado a que existe un control por
el cual se someten cada uno de los partícipes de esta acción, en pro de evitar violación indebidas
de lo que es correcto y justo en esta sociedad tradicional.

Si bien al no haber voluntad escrita que recaiga en la donación de órganos por parte de la persona
la cual es sujeto de muerte, se predispone la voluntad de la familia en última instancia, el estado:
“La posición en la que el Estado puede disponer de los cadáveres, tiene su fundamento en el bien
común, en la utilidad pública y la función social”(García, 2010), el estado por cuenta propia al no
existir voluntad expuesta de algunas de las partes decide por cuenta propia el que hacer con estos
órganos, esto nos lleva a pensar que si en caso tal de que se extinga la personalidad jurídica
(muerte) del sujeto en cuestión y su voluntad no es expuesta en un papel, su familia no expresa su
decisión, entonces el estado “por un bien general” los donaría, aun sin tomar en cuenta un simple
rasgo de voluntad del fallecido, en síntesis obtendría la cualificación de objeto de uso casi publico
aunque sea administrado por la misma república.

Volviendo a lo que nos compete las familias si bien son el eje central en la formación social de un
individuo en pro de vivir en una sociedad, pero este hecho no cambia que la voluntad del propio
donante este al mismo nivel que la de su allegados, si bien pueden tener cierto grado de
parentesco, la voluntad de cada quien está arriba en la propia toma de decisiones, dado a esto
solo es dueño del “bien” en este caso los órganos puede hacer uso y desuso de ellos a como le sea
conveniente, claro sin lucro alguno para evitar la ilegalidad del proceso de “traspaso” de órgano.

El estado se excusa que el control sobre el cuerpo es para protección de lo ético y moralmente
aceptado en la sociedad, si bien todo lo anterior carece de significado puro y es objeto de
relatividad donde la misma moral depende del pensamiento interno del donador, por consecuente
tergiversando lo que se puede llegar a considerar ético y moral.

García, G. (2010). “ES MI CUERPO Y EL ESTADO NO LO ADMINISTRA”: DISPOSICIÓN SOBRE EL


PROPIO CUERPO EN LA DONACIÓN DE ÓRGANOS EN COLOMBIA. Mayo 6 de 2011, 21.
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