Facultad de Ciencias Administrativas y Sociales. Escuela de Comunicación Social.
Análisis. Yesenia Barrios.
Carora, abril de 2020
Venezuela rentista.
Una economía rentista es aquella donde dicha forma del beneficio es
predominante con respecto a otra basada en el desarrollo de las ganancias de productividad y, por esto, la acumulación es extensiva con base en un cambio tecnológico endógeno relativamente lento y baja productividad de los factores. Este es el caso venezolano, donde la renta petrolera representa una cortina de humo con respecto al rezago en la industrialización, en la competitividad, y aun en la producción de bienes salario.
Como es conocido, la propiedad se forma por medio del proceso de
apropiación, situado dentro de regímenes político económicos, regulados por el gobierno y sus políticas más o menos amistosas con el mercado. Ha sido un hecho relevante la circulación de las elites venezolanas que representó el cambio político de los elencos gobernantes, no solamente por los resultados electorales o refréndales, sino también por las reorganizaciones administrativas tanto en Petróleos de Venezuela como en el sector público.
La ideología rentista termino sobredimensionando la importancia de la renta a
expensas de la ganancia. En otras palabras, el petróleo como fuente de renta fue colocada por encima del petróleo como actividad productiva. En la mejor de las circunstancias, esta concepción tendría sentido solo en condiciones precapitalistas como las de la Venezuela de principios del siglo XX, cuando la tenencia de la tierra, tiene un papel central, uno en la cual la categoría decisiva para el desarrollo económico es la ganancia, no la renta del suelo. El dinamismo de la sociedad capitalista está asociado a la ganancia.
En consecuencia, a pesar de la indubitable legitimidad del reclamo de la
nación por la renta del suelo y su importancia cuantitativa singular, la renta del suelo tiene apenas importancia circunstancial en lugar de estratégica. La estrategia debe ser la de desarrollar las fuerzas productivas nacionales en los sectores petrolero y no petrolero. Es un sin sentido en términos estratégicos el que ha ocasionado el dolorosos fracaso en la política económica experimentada durante los últimos veinte años. Ello explicaba la poca importancia que se le ha reconocido al petróleo en el desarrollo económico del país, y una vez que si le fue reconocido, fue desde una perspectiva rentista negativa comprobando que era una actividad enclave y en consecuencia irrelevante o incluso perjudicial al desarrollo nacional.