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Revista de la Inquisición. Intolerancia y Derechos Humanos


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MARTÍNEZ DE BUJANDA, JESÚS: EL INDICE DE LIBROS


PROHIBIDOS Y EXPURGADOS DE LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA
(1551-1819). EVOLUCIÓN Y CONTENIDO

BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS, MADRID, 2016, 1227 PÁGS.

JOSÉ ANTONIO ESCUDERO


Director del Instituto de la Historia de la Intolerancia

Con la Revista de la Inquisición en imprenta, censura previa, y la inquisitorial o religiosa,


aparece, publicado por la BAC, este libro del posterior a la publicación de los libros. No
profesor Martínez de Bujanda, del que, aun- obstante, la diferenciación entre ellas no fue
que sea en forma breve y por su excepcional clara, pues la censura civil actuó a menudo
interés, nos apresuramos a dar noticia. Trata, por motivaciones religiosas y estuvo frecuen-
como su título indica, de la censura inquisi- temente en manos de obispos, y la censura
torial, por lo que en él confluyen dos grandes inquisitorial será aplicada en ocasiones a
temas: la Inquisición y la censura misma. De quienes negaban los presuntos derechos del
una parte, la Inquisición, creada a fines del rey o de aquel Estado confesional.
siglo XV para ocuparse del problema de los
falsos conversos, y que protagoniza en la pri- La censura regia arranca en España de una
mera mitad del XVI un proceso de ampliación pragmática de los Reyes Católicos de 8 de
de competencias que le lleva a enfrentarse a la julio de 1502, que prohibió cualquier publica-
heterodoxia luterana o a corrientes doctrina- ción que no tuviera “nuestra licencia”, y de una
les más o menos afines (erasmismo, etc.) has- ordenanza de 1554 que encargó al Consejo
ta convertirse, desde entonces al final de su de Castilla la concesión de las licencias de
historia, en un instrumento contra la hetero- impresión. Tras diversas alternativas (su dedi-
doxia en general. De otra, la censura, fenóme- cación a fines del XVIII a contener el flujo de
no que se había manifestado en los ámbitos publicaciones provenientes de la Revolución
político y religioso, por separado, o en el mix- francesa y el establecimiento de los jueces de
to político-religioso, característico del Estado Imprentas a principios del XIX), esa censura
confesional. Así en la Edad Moderna existirá civil fue suprimida por las Cortes de Cádiz
una doble censura: la civil o real, que era una nada más iniciar sus sesiones, por decreto

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de 10 de noviembre de 1810, manteniéndo- Santo Oficio. La colección del Index des livres
se indemne la censura religiosa, primero en interdits es así el hogar del libro que ahora
manos de la Inquisición y luego, suprimida interesa, y en especial los volúmenes V y VI
ésta, en manos de los obispos. La censura que fueron dedicados en su día a los Índices
inquisitorial, por su parte, debía aplicarse españoles del siglo XVI. Por otra parte, el mis-
en teoría a la estricta heterodoxia religiosa. mo autor ha ofrecido otras indagaciones de
Ahora bien, teniendo en cuenta el carácter esta vasta cuestión en diversas publicaciones
semiautónomo de la Inquisición española españolas, según es el caso de su artículo de
con respecto a la Inquisición romana o papal, 1987 sobre los “Índices de libros prohibidos”,
nos encontraremos con un sistema de Índices en el Diccionario de Historia Eclesiástica de
y censuras de la Inquisición romana y otro España, o su colaboración en 2000, “Índices
distinto de la española. Las diferencias entre prohibidos del siglo XVI”, en el tomo III de la
ambas eran tanto por la no coincidencia de Historia de la Inquisición en España y América,
autores y libros prohibidos, como porque la dirigida por Pérez Villanueva y Escandell, y
Inquisición romana censuró casi siempre in publicada también por la BAC, así como en
totum (es decir, que si censuraba una obra era obras colectivas aparecidas en Alemania,
para prohibirla absolutamente), mientras la Italia y Portugal.
española tuvo el doble sistema de los Índices
que recogían obras enteramente prohibidas, y La citada colección de Índices de libros pro-
de los Indices expurgatorios, que censuraban hibidos constituye una obra monumental
partes o pasajes de los libros, con lo que éstosy reconocida, que, por lo mismo, pone en
se podían leer una vez suprimido el pasaje en valor este último Índice de libros prohibidos
cuestión. y expurgados de la Inquisición española que
ahora aparece, y que se aplica a los dos siglos y
Del gran tema de los Índices inquisitoriales, medio que van desde 1551 (Índice de Valdés)
Jesús Martínez de Bujanda es sencillamente hasta 1819, año en que el último Inquisidor
la primera autoridad. De origen navarro, ha General y obispo de Tarazona, Jerónimo
desarrollado la mayor parte de su vida acadé- Castillón, publica el que sería último edicto
mica en Canadá, como docente de la univer- censor de la Inquisición. Bujanda concentra
sidad quebequesa de Sherbrooke, de la que es así la óptica, respecto a su participación en la
profesor emérito, formando parte asimismo magna obra anterior, en los Índices y edictos
de la Societé Royale de ese país. En la univer- españoles a lo largo de dos siglos y medio.
sidad de Sherbrooke fundó y dirigió el Centre
d’études de la Renaissance, que ha publicado o El libro está estructurado en dos partes. La
patrocinado buena parte de su obra científica, primera dedica tres capítulos a los Índices de
y en especial, en colaboración con la librería los siglos XVI, XVII y XVIII, y un cuarto a la
Droz de Ginebra, diez de los once volúmenes etapa final, entre 1790 y 1819, correspondien-
antes publicados de la colección Index des te a los libros prohibidos por edictos. Tras ello
livres interdits, a los que se suma este duodé- el autor realiza un balance y expone las con-
cimo de la BAC. Una colección, pues, de doce clusiones. La segunda parte, a su vez, contiene
volúmenes, dirigidos del primero al último una guía de consulta, de autores y obras, y un
por nuestro autor, en los que él ha vertido, detallado índice de casi mil páginas, columna
desde 1985 en que se inició la serie, buena vertebral de la obra, comprensivo de los auto-
parte de su investigación sobre la censura del res y obras condenadas. Tras ello figura un

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Apéndice de los libros prohibidos y expurga- ese clima se intensifica la vigilancia de libros
dos por edictos, y un Índice onomástico final. que da lugar al Índice de 1559, el cual sigue
una catalogación temática de las obras según
El capítulo primero, relativo a los Índices del su lengua. Llama así la atención, entre otras
XVI, se inicia con una referencia a los pri- cosas, la prohibición de algunos libros de
meros Índices europeos, desde el de París de medicina y ciencias naturales entre los lati-
1544 (que fue objeto de estudio en el primer nos; la desmesurada amplitud en la prohibi-
tomo de la colección Index des livres interdits), ción de libros escritos en castellano sobre los
a los que le siguen los de Lovaina, Venecia más diversos temas, y la relativa tolerancia
y Portugal; y también los primeros Índices que mereció la obra de Erasmo, de la que fue-
romanos de Pablo IV y Pío IV. Con ello cons- ron prohibidos algunos títulos frente al recha-
tata el lector dos cosas. De una parte, la eclo- zo general del Índice romano de Pablo IV.
sión del fenómeno de los Índices de libros
prohibidos en Europa a mediados del siglo Tras los avatares del Concilio de Trento, y
XVI, y de otra, consecuencia de la anterior, el consiguiente Índice romano de Pío IV,
que la iniciativa de esa tarea no correspondió respecto al cual se mantuvo en España una
a la Inquisición española, puesto que aquí se actitud equívoca, el todopoderoso Inquisidor
hizo lo que antes se había hecho fuera. Tras General Diego de Espinosa (que sumó a
descartar con buenas razones la existencia ese cargo el de presidente del Consejo de
de un posible primer y desconocido Índice Castilla) proyecta en 1569 actualizar el Índice
de 1547, al que habían hecho referencia ilus- de su predecesor y realizar otro nuevo, lo que
tres estudiosos (Lea, Bataillon), y que nuestro comunica, tras despachar el asunto con la
autor califica de “índice fantasma”, se centra Suprema o Consejo de la Inquisición, a los tri-
en los grandes Índices del XVI, es decir, en los bunales de distrito y a las universidades. Con
de Valdés y Quiroga. el concurso de algunas de las más prestigiosas
(Salamanca, Alcalá), se inician los trabajos,
El primero es el Índice del Inquisidor General pero la pronta muerte de Espinosa hace que
Fernando de Valdés de 1551, con cuatro el proyecto vaya a parar a manos de un nuevo
ediciones publicadas en Valladolid, Toledo, Inquisidor General, Gaspar de Quiroga, quien
Valencia y Sevilla, ciudad ésta adonde preci- dará nombre al Índice prohibitorio de 1583 y
samente le fue remitido a Valdés el inspirador al expurgatorio del año siguiente, enviados
catálogo de Lovaina. En cuanto a las relación ambos por la Suprema a los doce distritos
entre los cuatro textos hispanos, Martínez inquisitoriales. El Índice de 1583 se basa fun-
de Bujanda se aparta de la propuesta que en damentalmente en el romano del Concilio de
su día hizo Révah, concediendo la primacía Trento y en el anterior de Valdés, sistemati-
cronológica a la edición de Toledo, para atri- zando como aquél las normas generales que
buirla él a Valladolid. A su vez, el segundo lo informan en catorce reglas. En ellas es de
Índice de Valdés, el de 1559, aparece en un destacar el rechazo a la lengua vulgar, tanto
clima de alarma luterana, con el trasfondo al prohibir las traducciones de las Sagradas
de un papa rigorista como Pablo IV; un rey Escrituras (regla VI) como los libros de horas
no precisamente tolerante como Felipe II y y los que contienen “oraciones y devociones
un Inquisidor General obsesionado por la vanas” (regla VII) o los que recogen dispu-
heterodoxia y envuelto en su enfrentamien- tas o controversias religiosas entre católicos
to doctrinal con Bartolomé de Carranza. En y herejes (regla VIII). En cuanto al listado

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de libros prohibidos, Martínez de Bujanda autores del norte de Europa. Curiosamente


comenta los relativos a la Sagrada Escritura, este personaje, contestando a cierto requeri-
los casi dos centenares de títulos en castella- miento de Pineda, remitirá un informe, apro-
no (la mayoría procedentes de otros Índices bado en 1611 por la Facultad de Teología de
y una octava parte nuevos), y las secciones Ingolstad, en el que se pronuncia sobre algu-
de libros en otros idiomas, donde destaca la nas cuestiones y dudas de la actividad censo-
abundancia de los censurados en alemán y ria que todavía se nos antojan fundamentales
flamenco, mayor incluso que los escritos en en el día de hoy; como por ejemplo éstas:
castellano. A su vez, el Índice expurgatorio de ¿quiénes deben ser considerados herejes,
1584, primero de los de esta clase, da cabida pues muchos son tenidos por tales sin serlo
a ochenta y una censuras, llamando la aten- realmente?; ¿quiénes deben ser considerados
ción en él la ausencia de obras literarias que como heréticos notorios y a que secta perte-
contengan pasajes escabrosos u obscenos, es necen? ¿los que han escrito sobre la religión y
decir, la preocupación por lo estrictamente asuntos sagrados o también aquellos que aun-
heterodoxo y el desinterés por el control de que ahora no escriban pueden escribir en el
la moral sexual. futuro? El Índice de 1612, metodológicamen-
te, reproduce y retoca las 14 reglas del Índice
Los Índices del siglo XVII, objeto según diji- de 1583, que ahora se convierten en 12, y es
mos del capítulo segundo, son los de Sandoval, un catálogo de mayor envergadura, con 3400
Zapata y Sotomayor, publicados todos ellos en prohibiciones y 300 autores en la sección de
la primera mitad de esa centuria. El primero, libros expurgados. Tras su publicación fueron
de 1612, fue obra de Bernardo de Sandoval y preparados algunos apéndices.
Rojas, arzobispo de Toledo y tío del duque de
Lerma, que había sido nombrado Inquisidor Si el Índice de Sandoval se publica en el rei-
General en 1608, tras el retorno de la Corte nado de Felipe III, en el de Felipe IV apare-
de Valladolid a Madrid. La conveniencia de cen los de Zapata, en 1632, y de Sotomayor
elaborar un nuevo catálogo había sido puesta en 1640. Aquél surgió con ocasión del force-
de manifiesto por diversas representaciones jeo con Roma sobre el regalismo regio, y la
que destacaban las deficiencias del Índice de discusión acerca del valor en España de las
Quiroga, o la conveniencia de tener en cuen- prohibiciones de libros hechas por el papa
ta el nuevo Índice romano de Clemente VIII. y otras autoridades romanas. A efectos de
Tres miembros de la Suprema toman contacto preparar un nuevo catálogo, y a instancias
con los tribunales de distrito, universidades y de la Suprema, se constituye a fines de 1629
particulares, que remiten información, coor- una Junta que examina los trabajos llevados
dinando finalmente los trabajos una Junta a cabo por el antes citado padre Pineda, de
que se constituye en Madrid, compuesta cara a un nuevo Índice que parecía oportuno
por varios expertos y entre ellos el domini- tanto por la falta de ejemplares del anterior,
co Tomás de Maluenda y el jesuita Juan de como por la aparición de otros índices (v. gr.
Pineda, la cual redacta el que será Índice de el portugués de 1624) o los escritos de nuevos
Sandoval de 1612, inspirado en los textos autores heréticos. Pineda se nos muestra así
censores españoles y romanos, con la colabo- como el personaje clave del nuevo Índice de
ración también de algún experto extranjero, Zapata, publicado en enero de 1632 y califi-
como el jesuita padre Jacob Gretser, colabora- cado en el decreto que lo presenta como “el
ción especialmente valiosa en lo relativo a los más copioso que hasta ahora ha salido a la luz

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con aumento de más de dos mil quinientos Habiendo renunciado Zapata, en septiem-
autores, permisiones, recogniciones y expur- bre del mismo año fue nombrado Inquisidor
gaciones sobre todos los antiguos índices y General el confesor de Felipe IV y miembro
catálogos”. En cuanto a su contenido, lo más de la Suprema Antonio de Sotomayor, quien
llamativo de este catálogo, del que desde lue- organizó una Junta “para examinar las adver-
go responde el tristemente famoso Pineda, es tencias que han dado al último expurgatorio
que dé cabida a algunos de los más grandes de 1632 y ocurrir con presto remedio a lo que
autores y obras maestras de la literatura cas- se pidiere”. Esa Junta se aplicó fundamental-
tellana. Censura así medio centenar de líneas mente a discutir tres puntos: la jurisdicción
de La Celestina, se enfrenta con las obras de de la Inquisición sobre libros que puedan
Quevedo y Góngora, y lleva a cabo la más atentar a las buenas costumbres; la revisión
famosa de las expurgaciones al suprimir cier- de libros de antiguos autores católicos, y la
ta frase del Quijote -“las obras de caridad que de los que tratan de astrología judiciaria. En
se hacen tibia y flojamente no tienen mérito cuanto al primero, tras la controversia de si
ni valen nada”- correspondiente a un comen- la Inquisición debía o no ocuparse de obras
tario de la Duquesa a Sancho (cap. 36 de la literarias en razón de la moralidad de su con-
segunda parte) con ocasión de instarle a que tenido, triunfó, contra el espíritu fundacional
se dé los azotes que desencantarán a Dulcinea. de vigilar estrictamente la heterodoxia, la opi-
De todas formas, recordando que Pineda nión positiva, lo que llevaría (como sucedió
fue calificado por otro estudioso, Antonio con su salida al campo antiprotestante) a una
Márquez, de “el más importante censor inqui- nueva ampliación de competencias. En cuan-
sitorial de todos los tiempos”, nuestro autor to al segundo, se adoptó una postura híbrida
matiza que el jesuita “no puede ser considera- de no tocar los libros antiguos, pero sí añadir
do como el sepulturero de la cultura españo- en su caso notas de advertencia para lo que
la”, debiendo tenerse en cuenta tanto el hecho debía ser leído con cautelas. Y en tercer lugar,
de que ya el Índice portugués de 1624 había se mantuvo la antigua tesis competencial sin
censurado varios pasajes de la primera parte admitir excepciones.
del Quijote, como el que las expurgaciones o
“leves correcciones podían producir un efectoTras unos memoriales del inquisidor de Toledo,
disuasorio para los que pensasen en presentar
Juan Dionisio Fernández Portocarrero, y, sobre
otras delaciones a la Inquisición. En definiti-
todo, del filósofo Juan de Santo Tomás, quedó
va, era una forma de autorizar implícitamen-claro que lo oportuno no era corregir el Índice
te la lectura de tales obras”. Hay que señalar
de 1632 sino preparar uno nuevo; según pro-
además que este Índice de Zapata, por las puso el segundo de esos autores: “extinguir y
razones que sea, no censura ni a Copérnico suprimir este expurgatorio y hacer otro de
ni a Galileo. mucho menos coste, más usual y practicable y
sin los hierros que en este se hallan”. En conso-
Las críticas al Índice de Zapata, pese a la nancia con ello, el Inquisidor General renun-
minuciosidad del texto y al pronóstico favo- ció a corregir el texto de Zapata y encargó un
rable de sus inspiradores, llevaron inmedia- nuevo texto, el que sería Índice de Sotomayor,
tamente a la propuesta de corregirlo, según que vio la luz en 1640. Se consumó así la ano-
hicieron varios religiosos en un memo- malía de que en ocho años fueran publicados
rial redactado en mayo de 1632, es decir, a dos índices, que inevitablemente resultaron
los cuatro meses de haber sido publicado. muy parecidos. Apenas una veintena de las

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condenaciones y expurgaciones del texto de universidades de Alemania o entresacados de


Zapata no figuran en el de Sotomayor, aña- catálogos de las ferias del libro de Frankfurt.
diendo éste tan solo treinta y cinco nuevas.
En aquel largo reinado del primer Borbón,
El capítulo III, correspondiente al siglo XVIII, tras el Índice de Marín pasan cuarenta años
estudia tres Índices de menor notoriedad: los hasta la muerte del monarca, en una etapa
de Marín de 1707; Pérez de Prado de 1747, y marcada por las tensiones y conflictos del
Rubín de Ceballos de 1790. regalismo y jansenismo que, en lo que aquí
interesa, da cabida a algún episodio notable
En 1669, tras la forzada renuncia de Nithard como el enfrentamiento de Macanaz con
como Inquisidor General, el papa Clemente la Inquisición y su propuesta de suprimir o
IX nombró para sucederle al presidente del restringir las competencias del tribunal en
Consejo de Castilla y obispo de Plasencia materia de censura de libros. A partir de este
Diego Sarmiento de Valladares, iniciándose episodio, la Suprema publica una serie de edic-
una etapa en la que se publican varios edic- tos, y el vasco Andrés de Orbe y Larreategui,
tos de condenación y expurgación de libros. Inquisidor General entre 1733 y 1740, ordena
Diez años después, de cara a la formación de la preparación de un Suplemento al Índice
un nuevo índice, se constituyen dos juntas de 1707, comprensivo de los nuevos autores
(la Junta particular y la Junta de calificado- censurados, que aparece en 1739 y que con-
res) que se aplican a la tarea. Publicado en tiene dos centenares de autores y obras pro-
1685 el primer tomo de los trabajos, muere hibidas y expurgadas. Al año siguiente muere
diez años después Valladares y es sucedido Orbe y queda vacante el cargo de Inquisidor
como Inquisidor General por Juan Tomás de General casi año y medio, período en el que el
Rocaberti, quien encargó la reanudación de Consejo publica dos edictos de libros prohi-
los trabajos a Antonio Álvarez de la Puente, el bidos y decide realizar otro Índice que tenga
cual presentó dos memorias (una de las cuales como base el de Vidal Marín, con el añadido
proponía reimprimir el Índice de Sotomayor) del Suplemento de 1739 y las condenas pos-
que fueron a parar a un experto en los pape- teriores. Cubierta la Inquisición General por
les inquisitoriales, Domingo de la Cantolla, el Manuel Isidro de Orozco Martínez de Lara, a
cual había formado parte de la primera de las su muerte ocupa el cargo el obispo de Teruel,
juntas y que ratificó la conveniencia de reali- Francisco Pérez de Prado, quien toma pose-
zar un catálogo nuevo. Así las cosas, habien- sión en septiembre de 1746, cuando ya se
do sucedido a Rocaberti Baltasar de Mendoza, había publicado el primer volumen del nuevo
que actúa en el tránsito entre los dos siglos catálogo, que queda concluido al año siguien-
y las dos dinastías, Mendoza se ve envuelto te. En sintonía con los problemas ideológicos
en el célebre conflicto de Froilán Díaz y es de la época, al Índice de Pérez de Prado se
sucedido a su vez, reinando ya Felipe V, por añadirá un catálogo autónomo de libros jan-
el obispo de Ceuta don Vidal Marín. Éste, en senistas escritos en francés.
la agitada España de la Guerra de Sucesión,
logra concluir el segundo tomo y publica su Si el primer Índice del siglo XVIII había sido
Índice en 1707. En cuanto al contenido, cabe publicado reinando Felipe V y el segundo rei-
destacar entre otras cosas en este Índice de nando Fernando VI, el tercero aparecerá al
Marín la presencia de medio millar de autores término de la centuria, con Carlos IV. Es el
alemanes, provenientes de listas remitidas por Índice de Rubín de Ceballos de 1790, cuyas

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raíces se encuentran en el giro ideológico capciosos o descarados con que los incrédu-
que impuso la política de la Ilustración, y los y libertinos y otros monstruos semejantes
el fortalecimiento del regalismo a raíz de han inundado el orbe de medio siglo a esta
un episodio –el del catecismo regalista de parte”. Como señala Martínez de Bujanda, a
Mesenguy- que en el reinado de Carlos III diferencia de la clasificación de las condenas
llevó al enfrentamiento entre el poder políti- en tres clases (autores cuya obra completa
co, que lo permitía, y el inquisitorial que lo se prohíbe; escritos de autores cuyo nombre
censuraba, y que concluyó con el triunfo de figura, y escritos anónimos), característica
los ministros reformistas y el sometimiento de los Índices anteriores, éste de 1790 uni-
del Inquisidor General Quintano Bonifaz. En fica en una sola lista la relación de autores y
esa misma línea, de control de la Inquisición obras anónimas. En cuanto a la procedencia
por el Estado, se sitúa una real cédula de 16 de los textos, disminuyen los escritos en latín,
de junio de 1768, inspirada por el Conde de se mantiene la mayoritaria presencia de los
Aranda, que restringe las facultades censorias españoles (un 40 %) y aumentan los libros
del Santo Oficio. franceses en consonancia con el aluvión de
obras aparecidas en aquellos años previos a
En 1774, a la muerte de Quintano Bonifaz, es la Revolución en el país vecino, donde por
nombrado Inquisidor General el obispo de cierto funcionó una censura de Estado que se
Salamanca Felipe Bertrán, de talante liberal, mostró impotente para contener la marea de
que entre otras cosas publicará un edicto en publicaciones clandestinas.
1782 autorizando la lectura de la Biblia en len-
gua vulgar. Ese mismo año Bertrán promueve La primera parte del libro, que como hemos
la realización de un nuevo Índice que encarga dicho precede a la segunda que contiene la
al mercedario Raimundo Magi, quien presen- relación de autores y obras censuradas, con-
ta un proyecto censor más abierto, adaptado a cluye con un capítulo, el cuarto, que estudia
la mentalidad moderna y respetuoso con las la censura realizada, tras el último Índice, a
regalías de la Corona. La muerte de Bertrán través de edictos. Este capítulo terminal cons-
dio paso en 1783 al nombramiento como ta a su vez de tres secciones dedicadas a la
Inquisidor General del palentino Agustín etapa que va de la Revolución Francesa a los
Rubín de Ceballos, quien, desde otras pers- inicios de la Guerra de la Independencia en
pectivas, promoverá un Índice que será el 1808; una segunda desde esta fecha a la con-
último, según sintomáticamente anuncia clusión de las Cortes de Cádiz, y otra tercera
su mismo título: Índice último de los libros referida a los años 1815-1818. En la primera
prohibidos y mandados expurgar para todos se destaca la colaboración Estado-Inquisición
los Reinos y Señoríos del Católico Rey de las (o, lo que es lo mismo, Floridablanca-Rubín
Españas el Señor Don Carlos IV. de Ceballos) en la represión de libros y pape-
les revolucionarios, como se muestra en los
El Índice último de Rubín de Ceballos, impre- edictos publicados por este último, que curio-
so en 1790, había tenido su arranque en el samente no sólo se enfrentan a ese ideario
encargo que hizo la Suprema al diligente revolucionario sino también a obras lascivas
inquisidor Joaquín Castellot, quien en sólo y deshonestas. El nuevo ministro de Estado,
diez meses concluyó la obra que el propio Godoy, tras el breve paréntesis de Aranda,
Castellot justificaría, en tono extremista, patrocinará una beligerante política contra
por la “circulación de numerosos escritos o los revolucionarios franceses e impondrá sus

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dictados a la Iglesia española y al Santo Oficio, controlar los escritos, con seguridad hete-
alguno de cuyos Inquisidores Generales, rodoxos, de los reformadores, y los posible-
como Abad y Lasierra, propondrá sin éxi- mente heterodoxos de corrientes como los
to una reforma del sistema de censura y la alumbrados, mientras los del XVII aparecen
creación de “Juntas de calificadores”. Mayor como instrumentos de la Contrarreforma
actividad despliega el Inquisidor General o defensores de la unidad de la fe, y los del
afrancesado Ramón José de Arce, que auspi- XVIII, reflejo de la alianza entre Iglesia y
cia la publicación de nueve edictos de libros Estado frente a la amenaza de las ideas revo-
prohibidos y que termina en el exilio. En 1805, lucionarias francesas. Se han dado en suma,
con Arce al frente del Consejo de la Suprema, cabe añadir, dos regalismos diferentes: el
se elabora un Suplemento al Índice de 1790, borbónico, imperante en el XVIII, y el de los
prosiguiendo el Consejo en los años siguien- Austrias en los siglos anteriores; en éste los
tes con otros edictos hasta que desaparecen reyes se habrían extralimitado en función de
Arce, que se exilia en Francia, y Godoy, que asumir una defensa de la religión considera-
cae víctima del Motín de Aranjuez. En estas da fin primordial del Estado, mientras que los
circunstancias extraordinarias, el Consejo de Borbones instrumentalizaron lo religioso en
la Inquisición (de dudosa legalidad al haber beneficio de intereses políticos y subordina-
quedado sin presidente) realizará el 25 de ron la Iglesia al Estado.
enero de 1808 su última censura, la del libro
Discours…sur la question: Quelle a été l’in- La Inquisición española y la romana, depen-
fluence de l’Amérique sur la politique, le com- dientes ambas en última instancia de la autori-
merce et les moeurs de l’Europe. dad del papa, son inquisiciones diferentes y la
española reclama su autonomía, que se mani-
Al ocuparse de estos últimos años, Bujanda fiesta por ejemplo en este campo de la censura
sintetiza con información y rigor las últimas de libros. Bujanda recuerda que la Inquisición
alternativas desde la prohibición de la cen- española y la romana tienen sus propios catá-
sura por las Cortes de Cádiz. De ellas quizás logos y que el romano no tiene valor jurídico
resulta lo más curioso un decreto de 22 de en España. La Inquisición española no reco-
julio de 1815, ordenando se entreguen cier- noce el valor de las censuras romanas, a no
tos libros al Santo Oficio, que nuestro autor ser que procedan directamente del papa. En
califica de edicto-decreto por estar encabeza- cuanto a las diferencias entre unos índices y
do por el Inquisidor General (presidente de otros, los romanos son más bien catálogos de
una Inquisición que había sido suprimida y autores heréticos, mientras los españoles cen-
que con el retorno absolutista es restaurada) suran obras concretas. Es además interesante
y decreto real que es incluido en la Colección la observación de que si Roma contó con dos
legislativa. A ese edicto seguirá el de 1817 y instituciones censoras (la Inquisición papal
el último de 19 de mayo de 1819, publicado y la Congregación del Índice), la Inquisición
por el también último Inquisidor General, española no tuvo un órgano censor propio,
Jerónimo Castillón y Salas. asumiendo ese papel, o más bien la iniciativa,
el Consejo de la Suprema y específicamen-
El epílogo del libro - “Balance y conclusiones- te su presidente, que por lo mismo aparece
constituye a la vez un resumen de lo expuesto como promotor de los Índices. Otra cuestión
y unas reflexiones. En cuanto a los Índices, los principal, que está en el fondo de todo, es res-
del XVI, o el concreto de Valdés, intentaron ponder a la pregunta de por qué se censuró,

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o cuáles fueron los criterios de las condena- que él llama “el espíritu del índice”, en la socie-
ciones, a lo que cabe responder, como se ha dad de nuestro tiempo.
visto antes, que, en principio, por las herejías
o desviaciones de la fe acogidas en los libros, Concluimos este resumen y nuestra peque-
sin preocuparse de cualquier otro relato aten- ña glosa del libro. Según señalé al principio,
tatorio a la moral sexual. Ello fue así hasta el Martínez de Bujanda es hoy primera autori-
Índice de Sotomayor de 1640, pues la prohibi- dad en lo relativo a la censura inquisitorial.
ción de libros deshonestos de la regla VII del Apartándose de los usos en boga, que llevan a
Índice de Sandoval de 1612 lo era en función muchos autores a investigar en muy distintas
de que esos libros contuvieran errores heréti- cosas y a que todo el mundo opine de todo,
cos. El Índice de Sotomayor, en cambio, mar- él ha concentrado su atención en este magno
ca una segunda etapa en la que la Inquisición problema de la censura y el control ideológico
se declara competente en la vigilancia de la desde instancias religiosas, dedicándole años
moral, viniendo finalmente una tercera en y años, con lo que todo cuanto dice apare-
que prolonga sus competencias a la defensa ce avalado por un exhaustivo manejo de las
del Estado del Antiguo Régimen. Un pro- fuentes, conocimiento de los problemas, infi-
ceso, en fin, de expansión de competencias, nidad de lecturas y rigurosa investigación
traducido a lo que la Inquisición debe o no propia. Maneja también una bibliografía muy
censurar. completa, en la que si acaso cabría echar de
menos el libro de Eduardo Galván sobre El
En cuanto al contenido de los Índices, el autor Inquisidor General (Madrid, 2010), dado que
sumariza como criterios determinantes la el autor canario, entre otras cosas, pasa revis-
autoría y la lengua, añadiendo unas últimas ta a la actividad de cada Inquisidor General,
consideraciones sobre la censura estatal y atendiendo en los casos que procede a su
previa, y la inquisitorial posterior a la edición, labor de promotor de Índices. Esta obra de
lo que no impidió que ocasionalmente desde Bujanda, en fin, sobre los índices inquisitoria-
ese sector inquisitorial se criticara la llevada les españoles, merece la mejor felicitación y
a cabo por el Consejo de Castilla, o que el reconocimiento, y culmina además ese mag-
Estado criticara a su vez en el XVIII la censura num opus del Index des livres interdits al que el
del Santo Oficio por considerar que se inmis- autor, en estos tiempos de frivolidad e impro-
cuía en ámbitos que consideraba propios. En visación, ha dedicado más de treinta años.
las reflexiones finales reitera su observación
respecto a que la censura inquisitorial no lle-
gó a pronunciarse sobre la literatura generada
por cuestiones tan importantes y controver-
tidas como la legitimidad de la conquista de
América o el heliocentrismo; hace referencia
al eterno y discutido problema de la influen-
cia de la Inquisición, o de la censura inquisi-
torial, en el desarrollo de la vida cultural de
España; formula un llamamiento al estudio
de la censura post-inquisitorial, dependiente
de Roma, y concluye alertando sobre la per-
sistencia de ese espíritu censor y de control,

Revista de la Inquisición. Intolerancia y Derechos Humanos


Volumen 20, pp. 259–268 ; ISSN: 1131-5571 // 267

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