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Sumario
Me siento filósofo a causa de Giacomo Marino. Este verano fui a Pinerolo a agasajarlo
porque fue mi profesor de filosofía en el Liceo Plana de Alesandria. Marino demostró
que se puede ser filósofo o sea pensador aun cuando uno esté condenado a ser profesor
de filosofía. Para mí ha sido maestro de la filosofía no sólo cuando me explicaba
Descartes o Kant, sino también cuando respondía a las preguntas más alocadas del tipo
de "¿Quién era Freud?", "¿Qué es un leitmotiv en. Wagner?". "¿Es lícito practicar el
boxeo?". De tal modo Giacomo Marino causó un gran disgusto a mi padre, que deseaba
(como era obvio en Piamonte) que yo fuera abogado.
Pero filosofar significa también pensar a los demás, especialmente a aquellos que nos
han precedido. Leer a Platón, Descartes, Leibniz. Y es este un arte que se aprende
lentamente. ¿Qué quiere decir reflexionar sobre un filósofo del pasado? Si tomamos en
1Este artículo apareció publicado en Diario El país de España el 5 de noviembre de
1997.
serio todo lo que dijo, hay motivos para avergonzarse. Dijo entre otras cosas, un montón
de estupideces. Honestamente: ¿hay alguien que sienta que vive como si Aristóteles,
Platón, Descartes, Kant o Heidegger tuvieran razón en todo y para todo? ¡Vamos,
hombre! La grandeza de un buen profesor de filosofía está en hacernos volver a
descubrir a cada uno de estos personajes como hijos de su tiempo.
Cada uno ha tratado de interpretar sus experiencias desde su punto de vista. Ninguno
dijo la verdad, pero todos nos han enseñado un método de buscar esta verdad. Es esto lo
que hay que comprender: no si es verdad lo que ha dicho, sino si es adecuado el método
con el que han tratado de responder a sus interrogantes. Y de este modo un filósofo
-aunque diga cosas que hoy día nos harían reír- se convierte en un maestro.
Saber leer así a los Filósofos del pasado significa saber redescubrir de improviso las
fulgurantes ideas que han expresado.
Plató n, Apología de Sócrates 2
¿Qué hacen los filó sofos cuando está n trabajando? He aquí, ciertamente, una
pregunta singular, que podríamos tratar de responder diciendo, en primer lugar, lo
que no está n haciendo. En el mundo que nos rodea, hay muchas cosas que se
comprenden bastante bien. Tomemos como ejemplo el funcionamiento de una
má quina de vapor. Esto cae en el dominio de la mecá nica y la termodiná mica.
También conocemos muchas cosas acerca de la constitució n y el funcionamiento
del cuerpo humano. La anatomía y la fisiología se ocupan de estas materias. O,
finalmente, podemos considerar el movimiento de las estrellas, acerca del cual
tenemos menos muchos conocimientos. De ello se ocupa la astronomía. Todos
estos aspectos del conocimiento perfectamente definido pertenecen a una u otra
de las ciencias.
Pero todos estos campos del conocimiento limitan con un á rea circunambiente de
lo desconocido. Cuando se penetra en las regiones fronterizas y má s allá , entonces
se pasa de la ciencia al campo de la especulació n. Esta actividad especulativa es
una especie de exploració n y esto, entre otras cosas, es lo que es la filosofía. Como
veremos má s adelante, los distintos campos de la ciencia empezaron como una
exploració n filosó fica en este sentido. Tan pronto como una ciencia se asienta
só lidamente, procede con má s o menos independencia, salvo en problemas
fronterizos y en cuestiones de método. Pero, en cierto modo, el proceso
exploratorio no avanza como tal; simplemente prosigue y encuentra nuevo empleo.
Hay muchas preguntas que la gente que piensa se formula en una u otra ocasió n y
para las cuales la ciencia no ofrece ninguna respuesta. Y los que tratan de pensar
por sí mismos no está n dispuestos a aceptar al fiado las respuestas prefabricadas
de los adivinos. Es misió n de la filosofía explorar estas cuestiones y a veces darles
contestació n.
Así, pues, podemos sentir la tentació n de plantearnos preguntas tales como cuá l es
el sentido de la vida, suponiendo que en verdad lo tenga. ¿Tiene el mundo un
propó sito, conduce a alguna parte el desarrollo de la historia, o son éstas preguntas
sin sentido?
Luego, hay problemas tales como si la naturaleza está realmente regida por leyes,
o si meramente creemos que esto es así porque nos gusta cierto orden en las cosas.
Por otro lado, tenemos la cuestió n general de si el mundo se halla dividido en dos
partes dispares, mente y materia, y, si esto es así, có mo se mantienen unidas.
¿Y qué podemos decir del hombre? ¿Es una partícula de polvo, arrastrá ndose
desamparadamente sobre un pequeñ o e insignificante planeta, segú n lo ven los
astró nomos? ¿Es un conglomerado de elementos químicos, habilidosamente
reunidos, como podrían sostener los químicos? ¿O, finalmente, es el hombre lo que
le parece Hamlet, un ser noble por su razó n, infinito por sus facultades? ¿Acaso es
el hombre todo esto al mismo tiempo?
Junto con esto, existen problemas éticos acerca del bien y del mal. ¿Hay un modo
de vivir que sea bueno y otro que sea malo, o es indiferente có mo vivamos? Si
existe un modo de vivir bueno, ¿cuá l es, y có mo podemos aprender a vivir de
acuerdo con él? ¿Hay algo a lo que podamos llamar sabiduría, o lo que tal parece
no es sino simple y huera locura?
Eco: Te noto turbado, ¡oh, Renzo Tramaglino! ¿Qué es lo que inquieta tu ahora tan
tranquila existencia, en la paz de las leyes y el orden? ¿Quizás es Lucía, que, empujada
por los nuevos caprichos llamados «feministas», te niega los placeres del tálamo
asumiendo su propio derecho a la no procreación? ¿O Inés que, estampando besitos
demasiado intensos en las mejillas de tus retoños socava indebidamente su inconsciente
volviéndoles blandos y mother oriented? ¿O el Azzeccagarbugli que te habla de
convergencias paralelas embotando tu capacidad de intervenir en la cosa pública? ¿O
don Rodrigo que, imponiendo el cúmulo de los réditos, te obliga a pagar tributos
superiores a los del Innominado, que exporta dineros al bergamasco?
RENZO: Me turba, ¡oh, cortés visitante!, el Griso. Ahora organiza bandas de
malhechores no muy diferentes a él y, con la ayuda de tramposos deshonestos, rapta de
nuevo muchachas, pero para obtener pingües rescates y, en habiéndoles, las asesina
bárbaramente. Y, donde los hombres de bien reúnen su fortuna, aparece él con el rostro
cubierto con una media, y rapiña y saquea y toma otros rehenes y aterroriza la ciudad,
hoy teatro de insensatos crímenes, mientras los ciudadanos temblamos y los esbirros,
impotentes, no logran contener esta riada de delitos, y los buenos, los honestos se
preguntan afligidos dónde iremos a parar.
Y yo, que soy apacible y jovial, yo que me había adherido a las tesis de un grande de
estas tierras, el Beccaria, quien había demostrado para siempre que el Estado no podía
enseñar a no matar a través del asesinato legal, yo, me siento turbado. Y me pregunto si
no debiera restaurarse para tan odiosos delitos la pena de muerte, en defensa del
ciudadano indefenso y como advertencia a todos quienes intentaran hacerle daño.
Eco: Te comprendo, Renzo. Es humano que, ante vicisitudes tan atroces, que hurtan
jovencísimas hijas a bienamados progenitores, surja el pensar en la venganza y en la
defensa a ultranza. También yo que soy padre me pregunto qué haría si, con mi hijo
asesinado por desconocidos raptores, pudiera dar con los culpables antes que los
esbirros.
RENZO: ¿Y qué harías, vamos?
Eco: En el primer momento creo que querría matarlos. Pero frenaría mi impulso,
considerando mucho más afectivo para apaciguar mi exasperado dolor una larga tortura.
Los llevaría a un lugar seguro y una vez allí empezaría por trabajarles los testículos.
Después las uñas, por inserción de trozos de bambú, como se dice que hacen los crueles
pueblos orientales. Luego les arrancaría las orejas, y los atormentaría en la cabeza con
cables eléctricos pelados. Y, después de este baño de horror y de sangre, sentiría que mi
dolor, si no calmado, se habría saciado de crueldad, y me abandonaría entonces a mi
destino, sabiendo que mi mente jamás podría ya recobrar la paz y el equilibrio de antes.
RENZO: Veamos, entonces...
Eco: Sí, pero en seguida me entregaría a la guardia, para que me encadenasen y me
castigasen ejemplarmente. Porque, con todo, siempre habría cometido un delito al
5 Eco, Umberto (1999) La estrategia de la ilusión, España: Lumen
haber quitado la vida a un hombre, cosa que no debe hacerse. Parecería una
justificación el hecho de que entre el dolor de un padre cegado y la insania hay muy
poca diferencia y pediría parcial indulgencia. Pero jamás podría pedir al Estado que me
sustituyese, incluso porque el Estado no tiene pasiones que satisfacer, y sólo debe
prevalecer el hecho de que quitar una vida es en cualquier caso un mal. Por tanto, el
Estado no puede segar una vida para señalar, justamente, que es delito quitar la vida.
RENZO: Conozco estos argumentos. El retorno a la pena de muerte lo piden ciertos
ambiguos individuos que querrían el orden corno terror, para poder reinstaurar los
tiempos del atropello y del acuso. Pero hace unos días he leído en una de las más
importantes gacetas del país un extenso y pacato artículo de un severo filósofo en el que
éste, después de haber sopesado las cuestiones en causa, se preguntaba con sutil
preterición si no sería lícito, frente a delitos tan graves, restaurar, con la autoridad del
Estado, el derecho a repartir generosamente penas supremas para tranquilizar al
ciudadano. De hecho, la pena de muerte tiene al menos un valor disuasorio o infunde
temor a otros malvados, mientras que las cárceles actuales, lugar de amenas
reeducaciones y de fáciles evasiones, no logran detener la mano homicida de nadie.
Eco: He escuchado estos razonamientos, que parecen convencer a todos. pero quizá tú
no conozcas a otro filósofo que nos ha enseñado mucho a todos y también a los
filósofos que piden el retorno de la pena capital. Se trata de un tal Kant, que señaló que
los hombres debían ser usados siempre como fines y no como medios...
RENZO: ¡Sublime prescripción!
Eco: Efectivamente. Si yo mato a Cayo como advertencia a Tizio, ¿no uso acaso a
Cayo como medio para advertir a Tizio, para defender a los demás de las posibles
intenciones de Tizio? Y si es lícito que use a Cayo como mensaje a Tizio, ¿por qué no
sería lícito usar a Samuel para fabricar jabón para Adolf?
RENZO: Pero hay una diferencia. Cayo ha cometido un delito y es justo que sea
castigado con igual pena, no por venganza, sino por ecuánime justicia. Samuel es
inocente. No así Cayo.
Eco: Pero, ¿entonces ya no piensas que Cayo debe ser ejecutado para atemorizar a
Tizio, sino simplemente que hay que hacer padecer a Cayo todo cuanto él ha hecho
padecer?
RENZO: Ambas cosas juntas. Estoy autorizado a usar a Cayo como medio porque, al
hacerse indigno de ser considerado un fin en sí mismo, su muerte sirve para evitar otras,
y todos sabemos que se padece aquello que se hace padecer. El Estado es garantía para
los ciudadanos, a través de la severa balanza de la ley. Y, si para garantizar seguridad
parece útil la abstracta, rigurosa y sublime ley del talión, bienvenida sea, porque
contiene principios de antigua sabiduría. El talión del Estado no es venganza, sino
geometría.
Eco: No desdeño, oh Renzo, la antigua sabiduría. Mas dime: dado que tienes tal severa
y sobrehumana visión de la ley, y admites que la muerte con que castiga el Estado no es
asesinato, sino distribución ecuánime, si el Estado, por sorteo o rotación, te eligiese a ti
para administrar la muerte a quien ha matado, ¿aceptarías?
RENZO: No podría decir que no. Y mi conciencia estaría tranquila. Cualquiera que se
declara partidario de la pena capital debe mostrarse dispuesto a conminarla, si se lo
manda la comunidad.
Eco: Ahora dime, ¿no hay otros delitos tan odiosos y terribles como el homicidio? ¿Qué
dirías de quien, en vez de asesinar a tu hijo pequeño, cometiera en él, con inhumana
violencia, actos de sodomía, volviéndotelo loco para toda la vida?
RENZO: Sería un delito parecido, si no peor.
Eco: Y si el principio del talión del Estado fuese válido, ¿no debería, con las
aprobaciones de la ley, someterse, y violentamente, sodomía sobre su persona?
RENZO: Ahora que me lo señalas, pienso que sí, ciertamente.
Eco: Y si el Estado, por rotación o sorteo, te pidiera que le administraras violencia
sodomítica, ¿te encargarías de tal tarea?
Renzo: ¡Oh, no! ¡De ningún modo, no soy un maníaco sexual!
Eco: ¿Es que, por el contrario, eres un maníaco homicida?
RENZO: No me confundas. Lo que digo es que este segundo gesto me produciría
repulsión y disgusto.
Eco: ¿Quizás el primero te proporcionaría placer y sádica alegría?
RENZO: No me hagas decir lo que no he dicho. Matando no me causo a mí mismo
daño alguno, mientras que ocupándome en una acción que me repugna sólo sacaré
fastidio y dolor. El Estado no puede pretender que, para castigar a un malvado, sufra yo
mal alguno.
Eco: Esto me dice que tú no quieres ser usado como medio.
RENZO: ¡Oh, no!
Eco.- Sin embargo usarías un hombre vivo dándole muerte, como medio de atemorizar
a otros hombres.
RENZO: Sí, pero aquél, al haber cometido el daño, es menos hombre que los demás...
¿O, no?
Eco: No. Y me inquieta el hecho de que quienes están dispuestos a considerar a este
hombre menos hombre, se muestren en cambio implacables contra las prácticas
abortivas, alegando que un ser humano es siempre un ser humano, aun cuando sea
todavía la propuesta de un feto. ¿No están en contradicción?
RENZO: Me confundes las ideas. ¿Y la legítima defensa?
Eco: Ésta considera a dos hombres, uno de los cuales pretende reducir al otro a simple
medio mientras el segundo debe evitar este atropello. Si es posible sin matar al otro,
aunque si fuese necesario impidiendo al otro hacer el mal. Y, en este caso, entre el
derecho del inocente y el derecho del culpable, prevalece el primero. Pero el Estado que
ajusticia al culpable no le impide con eso cometer el acto y simplemente, repito, lo usa
como puro medio. Y, una vez se usa un hombre como medio admitiendo que existen
hombres menos hombres que otros, se anula la esencia misma del contrato con que se
rige el Estado. Y, en realidad, la cuestión del aborto no contempla la pregunta de si es
lícito matar a un hombre, sino antes bien si un feto es un hombre y si, propuesta informe
en la profundidad del útero, está ya bajo las leyes del contrato social o sólo es propiedad
del seno materno. Pero un homicida, inserto en el contrato social, es un hombre a todos
los efectos. Y si se le considera menos hombre que a otro, mañana se podría considerar
menos hombres a quienes se atreven a defender la pena de muerte y podría proponerse
su muerte para disuadir a los demás de sostener tan insanos pensamientos.
RENZO: Pero entonces, ¿qué es lo que debería hacer?
Eco: Pregúntate si don Rodrigo, en su palacio, no controla la banda de tramposos,
pasando doblones al bergamasco e incitando al Griso a recaudar dinero mediante
homicidios.
RENZO: Pero, ¿y suponiendo que lo descubriera?
Eco: Comprenderías que el Griso en el patíbulo no garantiza la vida de tus hijos. ¿Por
qué no aterrorizar directamente a don Rodrigo?
RENZO: ¿Y qué es lo que podría aterrorizarle?
Eco: El tiranicidio. Pero éste es ya otro discurso.
FOUCAULT: Sí, al menos no encuentro nada extraño que sea digno de una pregunta o
de una respuesta. No estar interesado por la política es lo que constituye un problema.
De modo que, en lugar de preguntarme a mí, debería preguntarle a alguien que no esté
interesado por la política y entonces su pregunta tendría un fundamento sólido, y usted
tendría todo el derecho de gritar enfurecido “¿Por qué no te interesa la política?”
ELDERS: Sí, es probable. Señor Chomsky, estamos todos muy interesados en conocer
sus objetivos políticos. Sabemos que adscribe al anarcosindicalismo o, como lo ha
expresado con mayor precisión, el socialismo libertario. ¿Cuáles son, según su visión,
los objetivos más importantes del socialismo libertario?
ELDERS: Señor Foucault, ¿cree usted, después de haber escuchado esto, que podemos
describir a nuestras sociedades como democráticas?
7 Borges, Jorge Luis (1967), “El idioma analítico de John Willkins” en Otras
inquisiciones. Buenos Aires: Emecé.
Todos, alguna vez, hemos padecido esos debates inapelables en que una dama, con
acopio de interjecciones y de anacolutos, jura que la palabra luna es más (o menos)
expresiva que la palabra moon. Fuera de la evidente observación de que el monosílabo
moon es tal vez más apto para representar un objeto muy simple que la palabra
bisilábica luna, nada es posible contribuir a tales debates, descontadas las palabras
compuestas y las derivaciones, todos los idiomas del mundo (sin excluir el volapük de
Johann Martin Schleyer y la romántica interlingua de Peano) son igualmente
inexpresivos. No hay edición de la Gramática de la Real Academia que no pondere “el
envidiado tesoro de voces pintorescas, felices y expresivas de la riquísima lengua
española” pero se trata de una mera jactancia, sin corroboración. Por lo pronto, esa
misma Real Academia elabora cada tantos años un diccionario, que define las voces del
español… En el idioma universal que ideó Wilkins al promediar el siglo XVII, cada
palabra se define a sí misma. Descartes, en una epístola fechada en noviembre de 1629,
ya había anotado que mediante el sistema decimal de numeración, podemos aprender en
un solo día a nombrar todas las cantidades hasta el infinito y a escribirlas en un idioma
nuevo que es el de los guarismos8; también había propuesto la formación de un idioma
análogo, general, que organizara y abarcara todos los pensamientos humanos. John
Wilkins, hacia 1664, acometió esa empresa.
Dividió el universo en cuarenta categorías o géneros, subdivisibles luego en diferencias,
subdivisibles a su vez en especies. Asignó a cada género un monosílabo de dos letras; a
cada diferencia, una consonante; a cada especie, una vocal. Por ejemplo: de, quiere
decir elemento; deb, el primero de los elementos, el fuego; deba, una porción del
elemento del fuego, una llama. En el idioma análogo de Letellier (1850) a, quiere decir
animal; ab, mamífero; abo, carnívoro; aboi, felino; aboje, gato; abi, herbívoro; abiv,
equino; etc. En el de Bonifacio Sotos Ochando (1845), imaba, quiere decir edificio;
imaca, serrallo; imafe, hospital; imafo, lazareto; imarri, casa; imaru, quinta; imedo,
poste; imede, pilar; imego, suelo; imela, techo; imogo, ventana; bire, encuadernador;
birer, encuadernar. (Debo este último censo a un libro impreso en Buenos Aires en
1886: el Curso de lengua universal, del doctor Pedro Mata.)
Las palabras del idioma analítico de John Wilkins no son torpes símbolos arbitrarios;
cada una de las letras que las integran es significativa, como lo fueron las de la Sagrada
Escritura para los cabalistas. Mauthner observa que los niños podrían aprender ese
idioma sin saber que es artificioso; después en el colegio, descubrirían que es también
una clave universal y una enciclopedia secreta.
Ya definido el procedimiento de Wilkins, falta examinar un problema de imposible o
difícil postergación: el valor de la tabla cuadragesimal que es base del idioma.
Consideremos la octava categoría, la de las piedras. Wilkins las divide en comunes
(pedernal, cascajo, pizarra), módicas (mármol, ámbar, coral), preciosas (perla, ópalo),
transparentes (amatista, zafiro) e insolubles (hulla, greda y arsénico). Casi tan alarmante
como la octava, es la novena categoría. Esta nos revela que los metales pueden ser
imperfectos (bermellón, azogue), artificiales (bronce, latón), recrementicios (limaduras,
herrumbre) y naturales (oro, estaño, cobre). La belleza figura en la categoría
decimosexta; es un pez vivíparo, oblongo. Esas ambigüedades, redundancias y
deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china
que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está
8Teóricamente, el número de sistemas de numeración es ilimitado. El más complejo (para uso de las divinidades y
de los ángeles) registraría un número infinito de símbolos, uno para cada número entero; el más simple sólo
requiere dos. Cero se escribe 0, uno 1, dos 10, tres 11, cuatro 100, cinco 101, seis 110, siete 111, ocho 1000… Es
invención de Leibniz, a quien estimularon (parece) los hexagramas enigmáticos del I King.
escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b)
embalsamados, (e) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros
sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j)
innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m)
que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas. El Instituto
Bibliográfico de Bruselas también ejerce el caos; ha parcelado el universo en 1000
subdivisiones, de las cuales la 262 corresponde al Papa; la 282, a la Iglesia Católica
Romana; la 263, al Día del Señor; la 268, a las escuelas dominicales; la 298, al
mormonismo, y la 294, al brahmanismo, budismo, sintoísmo y taoísmo. No rehúsa las
subdivisiones heterogéneas, verbigracia, la 179: “Crueldad con los animales. Protección
de los animales. El duelo y el suicidio desde el punto de vista de la moral. Vicios y
defectos varios. Virtudes y cualidades varias.”
He registrado las arbitrariedades de Wilkins, del desconocido (o apócrifo)
enciclopedista chino y del Instituto Bibliográfico de Bruselas; notoriamente no hay
clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no
sabemos qué cosa es el universo. “El mundo —escribe David Hume— es tal vez el
bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer,
avergonzado de su ejecución deficiente; es obra de un dios subalterno, de quien los
dioses superiores se burlan; es la confusa producción de una divinidad decrépita y
jubilada, que ya se ha muerto” (Dialogues Concerning Natural Religion, V, 1779).
Cabe ir más lejos; cabe sospechar que no hay universo en el sentido orgánico,
unificador, que tiene esa ambiciosa palabra. Si lo hay, falta conjeturar su propósito; falta
conjeturar las palabras, las definiciones, las etimologías, las sinonimias, del secreto
diccionario de Dios.
La imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo no puede, sin embargo,
disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos conste que éstos son provisorios.
El idioma analítico de Wilkins no es el menos admirable de esos esquemas. Los géneros
y especies que lo componen son contradictorios y vagos; el artificio de que las letras de
las palabras indiquen subdivisiones y divisiones es, sin duda, ingenioso. La palabra
salmón no nos dice nada; zana, la voz correspondiente, define (para el hombre versado
en las cuarenta categorías y en los géneros de esas categorías) un pez escamoso, fluvial,
de carne rojiza. (Teóricamente, no es inconcebible un idioma donde el nombre de cada
ser indicara todos los pormenores de su destino, pasado y venidero.)
Esperanzas y utopías aparte, acaso lo más lúcido que sobre el lenguaje se ha escrito son
estas palabras de Chesterton: “El hombre sabe que hay en el alma tintes más
desconcertantes, más innumerables y más anónimos que los colores de una selva
otoñal… cree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son
representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y de chillidos.
Cree que del interior de un bolsista salen realmente ruidos que significan todos los
misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo” (G. F. Watts, pág. 88, 1904).
René Descartes, “Primera meditació n
metafísica”9
Las Meditaciones Metafísicas de Descartes fueron publicadas en 1641. A
continuació n proponemos la lectura de la primera de las seis meditaciones que
constituyen dicha obra.
1
LA MODERNIDAD: SU CONCIENCIA DEL TIEMPO y SU NECESIDAD DE
AUTOCERCIORAMIENTO
I
En su famosa Vorbemerkung a la colección de sus artículos de sociología de la religión
desarrolla Max Weber el «problema de historia universal», al que dedicó su obra
científica, a saber: la cuestión de por qué fuera de Europa «ni la evolución científica, ni
la artística; ni la estatal, ni la económica, condujeron por aquellas vías de
racionalización que resultaron propias de Occidente»1. Para Max Weber era todavía
evidente de suyo la conexión interna, es decir, la relación no contingente entre
modernidad y lo que él llamó racionalismo occidental2
Como «racional» describió aquel proceso del desencantamiento que condujo en Europa
a que del desmoronamiento de las imágenes religiosas del mundo resultara una cultura
profana. Con las ciencias experimentales modernas, con las artes convertidas en
autónomas, y con las teorías de la moral y el derecho fundadas en principios, se
desarrollaron aquí esferas culturales de valor que posibilitaron procesos de aprendizaje
de acuerdo en cada caso con la diferente legalidad interna de los problemas teóricos,
estéticos y práctico- morales. Pero Max Weber describe bajo el punto de vista de la
racionalización no sólo la profanización de la cultura occidental sino sobre todo la
evolución de las sociedades modernas. Las nuevas estructuras sociales vienen
determinadas por la diferenciación de esos dos sistemas funcionalmente compenetrados
entre sí que cristalizaron en torno a los núcleos organizativos que son la empresa
capitalista y el aparato estatal burocrático. Este proceso lo entiende Weber como
institucionalización de la acción económica y de la acción administrativa racionales con
arreglo a fines. A medida que la vida cotidiana se vio arrastrada por el remolino de esta
racionalización cultural y social, se disolvieron también las formas tradicionales de vida
diferenciadas a principios del mundo moderno mayormente en términos de estamentos
profesionales.
Elabore un breve escrito en el que se expliciten las razones por las cuales usted ha
optado por estudiar Filosofía. Señale a partir del mismo, el concepto de filosofía que su
respuesta supone. Realice las incorporaciones y/precisiones que considere pertinentes
CONSIGNA 2
2. Russell afirma que “La única manera de averiguar lo que es la filosofía consiste en
hacer filosofía”:
6. señale qué otras preguntas entiende usted que “caen” en el ámbito de la filosofía.
CONSIGNAS
1. Señale en el texto las marcas que reconozca como propias de una entrevista.
CONSIGNAS (GRUPAL)
1. Señalen cuál es el tema alrededor del que debaten Eco y Renzo. Indiquen,
además, las posiciones de ambos respecto del mismo (sus respectivas tesis).
2. Los personajes llevan adelante una discusión argumentativa en la que tratan
de demostrarle al otro que su propia posición es la correcta. Para ello
despliegan diversos argumentos:
3. Señalen cuáles son las idea principales (argumentos) que cada uno utiliza para
sostener su posición
4. Expliciten la relación que cada uno de los autores establece entre ellas (si
alguna es más importante que otra, cuáles dependen de cuáles, etc.)
5. si algunos de estos argumentos, está a su vez sostenido por otro conjunto de
ideas (es decir, si funciona como una sub tesis).
6. Realicen a partir de lo anterior un esquema general de las argumentaciones de
cada uno.
7. Eco afirma que le parece contradictoria la posición de quienes sostienen la
implementación de la pena de muerte y a la vez están en contra del aborto.
Expliciten cómo es que tiene lugar dicha contradicción según el autor.
8. El debate finaliza a favor de la posición sostenida por Eco. Relean atentamente
los argumentos de Renzo y elaboren un trayecto argumentativo diferente que
pudiese evitar las objeciones de Eco.
CONSIGNAS
1. Explicite el tema de discusión en el debate y las posiciones de los interlocutores
sobre el mismo.
2. Reconstruya un posible contexto en que tenga lugar este debate.
3. Señale el o los puntos en los que difieren profundamente los polemistas.
4. Según Foucault el hecho de sostener que existe una naturaleza humana podría
conducir en el planteo de Chomsky a errores políticos importantes.
Reconstruya esta crítica.
5. Según el propio Chomsky, asumir la existencia de una naturaleza humana lo
compromete con asumir un determinado modelo de sociedad. Señale al menos
otras tres cuestiones que ud. entienda se desprenden de asumir esto mismo.
1. En función del desarrollo del debate, conjeture una posible respuesta de
Chomsky al embate final de Foucault.
CONSIGNAS
1. Señale los elementos que marcan la especificidad del texto como cuento.
Realice las consideraciones y salvedades que crea conveniente.
2. Enuncie el tema del que trata. Señale brevemente la consideración que le
merece el mismo (interesante, importante, espurio, etc.). Fundamente su
respuesta.
3. Analice las clasificaciones que aparecen en el cuento y señale la función que
cumplen.
1. Señale cuáles son las relaciones que en el cuento se plantean como posibles
entre el lenguaje y la realidad.
1. Señale al menos una consecuencia que cada una de éstas acarrearía en relación
al pensamiento.
2. Señale en el texto los lugares que le permitieron dar cuenta de la consigna
anterior.
2°- Un criterio de verdad es aquello que permite, en este caso a Descartes, identificar
cuándo se está delante de una verdad. Explicite el criterio de verdad que utiliza en esta
meditación. Indique de qué parte del texto extrajo su respuesta.
3°- Señale los que para el autor funcionan como principios del conocimiento. Cuál es la
razón por la cual resultan relevantes en la argumentación del autor?
Consignas
1. Señale los elementos del texto que permitirían clasificarlo como un texto
filosófico académico. Realice las consideraciones y salvedades que crea
conveniente.
8. El texto retoma un problema central para la filosofía: la relación entre las ideas
de los filósofos y su contexto histórico.
9. Señale en el texto, si los encuentra, pasajes que den cuenta de cómo piensa
Habermas esa relación.